El arte que conlleva el ser padre Lic. Vivian Saade “El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es necesario encender.” Montaign Los niños son seres en construcción con posibilidad de desarrollarse día a día. Como padres tenemos la oportunidad de guiarlos y compartir con ellos durante todo ese tiempo. Cada quien tiene un ritmo de aprendizaje distinto, único y personal. Es imposible forzar el proceso del otro; lo que sí es posible, es voltear la atención a lo que sí existe en lugar de buscar lo que aún no ha llegado. Hay momentos o incluso épocas en las que sentimos que la relación que tenemos con alguno de nuestros hijos se encuentra con tensión, que no nos escucha o nos entiende y que los problemas que estamos viviendo nos rebasan; esto puede convertirse en un impedimento para relacionarnos con respeto e incluso con amor. ¿Qué existe detrás de cada mal comportamiento, detrás de cada berrinche o desplante? Pueden ser reclamos que a veces no sabemos leer. En ocasiones creemos que a los niños no les importa lo que les decimos, los castigos, etcétera, sin entender que lo que quieren decir va más allá de una mala conducta y que las razones pueden ser muchas: un reclamo por la falta de atención o incluso por exceso de atención. Hay circunstancias desagradables que no podemos controlar o cambiar; pero lo que sí podemos controlar es la actitud con la que las vivimos. Aun entendiendo que siempre habrá aspectos del otro que nos desagraden, cada persona puede decidir entre enfocarse en todo aquello que al otro le falta y “tendría que cambiar”, o en lo que sí tiene. Es infinitamente más sencillo el cambio en la persona que lo busca, que en aquel a quien quisiéramos modificar. A veces somos los padres quienes tenemos el poder y la responsabilidad de hacer cambios en nosotros mismos para que estos a su vez generen cambios positivos en la relación con nuestros hijos. En ocasiones tenemos con una actitud “provisional” ante la vida; es decir, vivimos al día, sin un proyecto personal. Generalmente, quienes tienen esta actitud son más propensos a dejarse llevar por los impulsos, excesos, comportamientos agresivos, actividades riesgosas, drogas, alcohol, etc. Uno de los grandes problemas de nuestra época es que la mayoría de los niños y jóvenes se encuentran desmotivados, apáticos, con poca previsión hacia las posibles consecuencias de sus actos y sin compromisos hacia la vida. Además, las comodidades de los últimos tiempos han provocado que obtengamos muchas cosas de manera fácil e inmediata, tanto la información como los objetos materiales. La tolerancia a la frustración ha disminuido, por lo que el esfuerzo requerido para obtener lo que buscamos, también. 1 Como padres, no podemos cambiar las circunstancias externas, pero podemos ayudarle a nuestros hijos a encontrar actividades y proyectos que les generen satisfacciones y sensaciones de logro; proyectos adecuados a las diferentes edades e intereses para que puedan idearlos y llevarlos a cabo desarrollando sus habilidades. Además, si los niños desde pequeños empiezan a tener hábitos y a cumplir con determinadas responsabilidades en casa; entenderán que el incumplimiento tiene consecuencias, que su participación es útil en la vida de los demás y que la repetición lleva a la excelencia. ¿Cuál es el papel de los padres? Nosotros somos los encargados de acompañarlos, de enseñarles las primeras veces, de darles el ejemplo realizando a la vez nuestros proyectos; de ayudarlos a prever posibles inconvenientes, de sonreír cuando las cosas van saliendo bien y exhortarlos a seguir cuando llegan las dificultades. Para encaminar a los hijos a ser eventualmente independientes, debemos respetar sus elecciones desde pequeños permitiéndoles elegir y tomar decisiones en asuntos cotidianos, exhortándolos a que ellos nos digan qué van a hacer cuando tienen problemas y reprimir nuestras ganas de decirles “lo que deben hacer”; permitiendo que, cuando su elección no haya sido la más acertada, vivan las pequeñas consecuencias que conllevan las pequeñas fallas. Desafortunadamente, algunos padres tienden a sobreproteger a sus hijos de cualquier incomodidad o dolor (que no sufra si algo no le sale, yo lo hago por él; que no se frustre si quiere algo, mejor se lo doy; que no se duerma tarde haciendo tarea, mejor le mando un recadito a la maestra; esto le está saliendo mal, mejor le digo cómo hacerlo), ya que esto les impide crecer y aprender sobre los pequeños errores, desengaños o sufrimientos que se les van presentando. Ayudar no es resolver, es enseñarles a tolerar las caídas y los dolores, entendiendo que eso no los descalifica ni los debilita; ni a sus ojos ni a los nuestros. Percibirse fuertes, capaces y emprendedores les dará lo necesario para querer más. Entenderlo así, aun en los pequeños actos cotidianos los ayudará a entender que todo tiene un sentido o se puede convertir en un sentido. Con el tiempo, además de guiarlos para encontrar sentido en las diferentes actividades de su vida, debemos fomentar que no solo trabajen para ellos sino que compartan con los otros, que se involucren en proyectos comunales, organizaciones juveniles, etc... y así, poco a poco reconocerán que se siente bien dar y estarán listos para recibir y para recibir-se. Los padres somos generalmente las figuras más significativas para nuestros hijos, somos sus referentes y su seguridad, por lo que mostrar con el ejemplo es la mejor manera de enseñar. Hay que enriquecer nuestras vidas viviéndolas con un sentido de esperanza, no basado en logros sino en batallas libradas, y convencernos de que las batallas solo dejan triunfos o aprendizajes. Abrirnos a una dimensión profunda para darnos a nosotros y a nuestros hijos el permiso de experimentar y vivir un mundo lleno de incertidumbre, pero con la confianza de que nuestra autoobservación, nuestro trabajo hecho a conciencia y la fe en que estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo nos llevará a entablar relaciones profundas, certeras y significativas con nuestros hijos. 2