b. La veracidad de la palabra Escritores Actuales / Guardini Romano Por: Alfonso López Quintás. Universidad Complutense. Madrid | La veracidad de la palabra Guardini nutrisiempre su espitu del amor a la verdad, del af de buscarla y vivir de ella, vista como la fuente de la vida espiritual. La fidelidad a la verdad es la virtud de la veracidad, que se emparenta por ello estrechamente con la de la autenticidad. El joven, como ser que se estabriendo a la vida madura y lograda, tiene como tarea primordial aprender a ser sincero, veraz, leal en su trato con las realidades de su entorno. "Espitu juvenil auttico lo tiene el que posee una voluntad seria, firme y alegre de ser veraz". "Del espitu de la veracidad ha nacido todo cuanto hay en la juventud de grande y duradero" (27). Es joven verdaderamente el que sabe mirar a la realidad a los ojos, sin subterfugios ni veladas intenciones. Esta fidelidad a la verdad, cuando es genuina, no implica altaner e intolerancia respecto a quienes piensan de forma distinta. Entra, sencillamente, la voluntad humilde de acercarse a quien es el Origen de todas las realidades y de su verdad interna. Al aceptar cada realidad -la nuestra en primer lugar- tal como es y debe ser, rendimos tributo a Quien la idey realiz Por eso nuestra veracidad implica, en todo rigor, un "servicio divino". El hombre veraz quiere realizar su ser y su vida conforme a su verdad originaria para avecindarse, por as decir, en su Origen. El Creador debe reinar en cuanto somos y hacemos. Al ajustarnos a nuestra verdadera realidad, que es la propia de seres creados, contribuimos a instaurar el Reino de Dios. Cuando dos personas son fieles a su condici dialica y fundan entre ellas una relaci de encuentro auttico, establecen en su vida el Reino de Dios. Dios reina en ellos, mora entre ellos (28) . He aquuna magnica misi: abrir espacios en el mundo de los hombres al Dios de la verdad, que es el Dios de la luz. Cada palabra que decimos con veracidad y cada acci que realizamos de modo sincero, acorde a nuestra vocaci y al sentido que debemos dar a nuestra vida, est ampliando el Reino de la luz. "No es esto fanttico?", se pregunta Guardini. Ampliar el Reino vivo de Dios con cada acci nuestra realizada en la verdad, verazmente, nos procura una inmensa alegr, adem de fuerza y conciencia de victoria. Toda nuestra vida interior queda llena de luz y de grandeza. Esta es la nica forma de vencer el reino de las tinieblas: decir la verdad, proclamarla, vivirla, dar testimonio de que la verdad existe y es fuente de vida en plenitud, aunque a veces parezca que compromete nuestra existencia (29) . Cada palabra veraz es "una victoria para Dios" (30) . El ito se logra aqumediante la positiva afirmaci de la verdad, no a trav del ataque a quienes propalan la mentira. Estas observaciones de Guardini son eco fiel de su actitud vital: su apertura lcida a la verdad, su consagraci en exclusiva a iluminar la esencia de las cosas y acontecimientos, su bsqueda de la fuente ltima y definitiva del sentido de la vida. En casos, mostraba su aversi a ciertas conductas u orientaciones. Pero lo hac escuetamente, de pasada, so por v de orientaci, y volv de sbito a la exposici de lo que juzgaba acorde a la realidad. En el conjunto de su obra resalta la afirmaci gozosa y luminosa del bien y la verdad, no la voluntad de crica y repulsa. Esta actitud positiva de Guardini le lleva a precisar que la verdad ha de ser dicha con prudencia para no herir innecesariamente a quien se siente afectado por ella. Las palabras tienen un inmenso poder para adensar los bitos de vida que expresan, y pueden, por ello, levantar el imo pero tambi deprimirlo. En obras literarias de calidad aparece con frecuencia esta frase: "No me lo digas, pues lo que hace da es el lenguaje!". Hay que decir, pues, la verdad, pero con cuidado de escoger el momento adecuado. Esa delicadeza es inspirada por el amor. La verdad no es algo abstracto que deba ser proclamado en general, con independencia de quienes la oigan y asuman. Guardini siempre piensa y habla en concreto, ya que la vida del hombre se desarrolla en situaciones bien determinadas y teje su trama a base de interrelaciones muy precisas. Por eso insiste en que la verdad debe ser dicha con amor, porque ases siempre constructiva aunque resulte dolorosa. "Debemos aprender a ser veraces, pero tambi sensibles, finos de sentimientos" (31) . Sin esta cualidad, se confunde filmente la veracidad con el af de imponerse, como sucede cuando alguien se glor de que le va a decir a otro "cuatro verdades". Conviene entonces recordar que "Dios no es so verdad sino tambi amor". "Y so habita en la verdad que procede del amor. Dios no es so la verdad, sino tambi el respeto mismo vivo" (32) . Para que la verdad sea fecunda y no destructiva, debe ser dicha con profundo respeto a la dignidad de la verdad misma, que exige un tiempo adecuado y el tono justo. Con este tipo de veracidad edificamos el Reino de Dios (33) . Cuando uno estdispuesto a ser veraz en este sentido pleno, no tiene reparo en hablar mirando a los ojos del coloquiante, para percibir co actan las propias palabras sobre su imo, y adecuar la forma y el acento a su situaci particular (34) . Esta adecuaci no es fil de conseguir, porque el hablar tiene un especial poder de arrastre que podemos considerar como una especie de vtigo. Unas palabras suscitan otras, en un efecto de cascada nada fil de detener. El que se deja seducir por esa potencia innata al lenguaje acaba hablando por hablar, a fin de exhibir su poder de manifestarse e influir en el imo del que oye. Este peligro lo salvamos al guardar silencio y volver a otorgar la debida primac a los contenidos del lenguaje. En el silencio dejamos que nos hable la realidad, la escuchamos y advertimos si le hemos sido fieles al hablar o hemos jugado con ella frolamente. Debemos, pues, "aprender el arte de callar"; no decir nada, al hablar, de lo que no estemos seguros. Incluso de cuando en cuando callarnos an estando convencidos de estar en lo cierto, y, en vez de hablar, escuchar y reflexionar" (35) . Otra forma de vtigo viene provocada por el af de agradar a los circunstantes y quedar bien. Ello puede llevarnos a utilizar el lenguaje para nuestro lucimiento a costa de la verdad. De este conjuro nos liberamos retirdonos a la soledad, la verdadera soledad interior, en la que creamos un bito de silencio y serenidad. A solas con Dios y nuestra conciencia, ganamos libertad interior y soberan de espitu suficientes para ver las cosas con claridad y penetraci. Cuando volvamos a hablar, nuestras palabras ser sin duda "m plenas y m verdaderas". "En la soledad aprendemos la forma auttica de estar con los hombres. Y el silencio nos ense a hablar rectamente" (36) . Por la noche debemos preguntarnos si hemos contribuido durante el d a extender el Reino de Dios proclamando la verdad con espitu de amor, y cultivando la soledad y el silencio. Seguidamente, serbueno que nos propongamos algn "pensamiento operativo" como te: Mana serveraz durante todo el d..., con la mirada libre..., la palabra serena y sincera, juiciosa y atenta... Este tipo de pensamientos que condensan toda una ordenaci y orientaci de la vida se convierten en energ impulsora de nuestra conducta si los pensamos hondamente una vez y otra y dejamos que echen raes en nuestro espitu. Esta forma de entender la veracidad suscitaba en Guardini un aprecio profundo del valor de la palabra dada. En una ocasi me manifest su firme decisi de no conceder derecho alguno de traducci de sus obras al espal, debido al desencanto que le produjeron algunas ediciones poco cuidadas. Cuando le dpalabra de que procurar que las traducciones fueran fieles y la presentaci esmerada, se le ilumin el rostro, me tocamablemente en el hombro y me dijo: "Magnico! Le doy todos los derechos". Y ordena su editor, Hans Waltmann, que me facilitara un ejemplar de todos sus libros. Este acto de confianza en una palabra dicha con sinceridad permitiluego a la Editorial Guadarrama y, posteriormente, a la Editorial Cristiandad ofrecer al pblico hispano buena parte de sus obras. ROMANO GUARDINI, UN EXTRAORDINARIO GU DE LA JUVENTUD I. La dedicaci al Movimiento de la Juventud II. La hondura y jugosidad de las Cartas a. La alegr del coraz b. La veracidad de la palabra c. Dar y recibir Comentarios al autor