Fuente 17 17. Oda a la muerte del coronel Atanasio Girardot, el día de sus exequias fúnebres, 1812 José Fernández Madrid Madrid, José Fernández. (1812). “Oda a la muerte del coronel Atanasio Girardot, el día de sus exequias fúnebres”. Poesías (1974, pp. 22-28). Cartagena: Ediciones Velamen. José Fernández Madrid nació durante el año de 1789 en Cartagena de Indias, en el hogar formado por el español Pedro Fernández de Madrid, intendente subdelegado del Real Ejército, y por doña Gabriela Fernández de Castro. Al ser traslado su padre a la Superintendencia de la Real Casa de Moneda de Santa Fe pudo adelantar estudios en el Colegio Mayor del Rosario, donde siguió las cátedras de humanidades, derecho canónico y medicina. Su temprana pluma poética fue conocida por la publicación de sus frutos en El Alternativo del Redactor Americano y El Semanario del Nuevo Reino de Granada. En 1810 fundó en Cartagena, con Manuel Rodríguez Torices, El Argos Americano, un semanario político de gran importancia durante los primeros años del proceso de la independencia. En 1811 representó a su ciudad nativa en la Convención constituyente del Estado de Cartagena de Indias y desde el siguiente año a este Estado en el Congreso de las Provincias Unidas, ingresando al triunvirato ejecutivo en 1814. Durante la restauración del régimen anterior fue apresado y enviado a España, pero puedo quedarse en La Habana, donde se dedicó a ejercer la medicina y las letras. Fue allí donde publicó la primera compilación de sus Poesías (1822). Regresó a Colombia en 1825 y al año siguiente fue nombrado agente confidencial en Francia, pasando el siguiente año a Londres como ministro plenipotenciario. Allí encontró la muerte, el 28 de junio de 1830. ODA A la muerte del Coronel Atanasio Girardot, el día de sus exequias fúnebres (1812) ¿No escucháis el gemido lastimoso Que pausado repite la campana? ¿Dónde está Girardot el valeroso? ¡Oh, vanidad humana! Ni sus acciones, ni su brazo fuerte, ¡Ay!, ni su edad temprana, Han podido librarle de la muerte. 108 Colección Bicentenario - Poemas, historias y fábulas de la independencia Cuando más inflamado tremolaba La nacional bandera y atrevido A la cumbre del Bárbula trepaba, Fue Girardot herido De una bala fatal, y en el momento, Sobre el campo tendido, Exhaló el héroe su postrer aliento. ¡Pérdida irreparable, Parca fiera! Sí unir al hilo roto de sus días El hilo de los míos yo pudiera Burlada quedarías; Mas tú, siempre inflexible, inexorable, Confundir no querrías Con la suya mi vida miserable. Compatriotas, al pie de los altares Ensanchad los opresos corazones; Entonad pronto lúgubres cantares, Tristes deprecaciones, Ministros del Señor Omnipotente; Y en himnos y oraciones Suba hasta el cielo vuestra voz doliente Y al Dios de los ejércitos, rendidos Ofreced, compañeros, vuestro llanto; De luto melancólico vestidos Venid al templo santo; Preste al día la noche sus colores, Préstele el negro manto, Y sólo se oigan ayes y clamores. 109 ¿Pero, qué es lo que digo? ¿Deberemos Sentir su fin glorioso por ventura? Si contamos sus triunfos, ¿llamaremos Su muerte prematura? Por el número de años pasajeros Que el hombre frágil dura ¿Se ha de medir la vida a los guerreros? ¡Qué!, ¿no ha vivido Girardot bastante? Vivió para su gloria demasiado, Vivió para su patria un solo instante: A este árbol, cargado De frutos en su hermosa primavera, El rayo lo ha abrasado Cuando más esperanzas prometiera. Tu destino, Pelópidas, fue el mismo; El mismo, Epaminondas, fue tu hado: Si vuestra fortaleza y patriotismo Os han eternizado, Hoy junto a vuestros nombres inmortales La Historia ha colocado Un nombre americano en sus anales. A nuestros más remotos descendientes Lo llevará en sus páginas la Historia Para que sus virtudes eminentes Graben en la memoria: No ha muerto Girardot; no, sus acciones, Sus triunfos y su gloria Resuenan hoy en todas las naciones. Apenas, cara patria, sacudiste El yugo de afrentosa tiranía 110 Colección Bicentenario - Poemas, historias y fábulas de la independencia Cuando a los campos de Payan le viste Que intrépido corría; El inexperto acero descargaba, En sangre le teñía, Y débil niño, al héroe presagiaba. Él le quitó la venda a la fortuna; Él fijó la inconstancia de la suerte; No fue vencido en ocasión alguna; Y antes bien de la muerte Vencedor inmortal, muerto triunfaba, Y al cadáver inerte Hasta el fin la Victoria acompañaba. EPITAFIO Girardot aquí se halla sepultado: Vivió para su patria un solo instante, Vivió para su gloria demasiado, Y siempre vencedor murió triunfante. Sigue el heroico ejemplo que te ha dado, Mientras haya tiranos, caminante; Pero si libre América reposa, Detente y riega en lágrimas su losa. 111