un involucro tubular corto, inclinado hacia el ápice, en cuya dirección es más corto e incompleto en una especie en la que el involucro queda reducido a una escama dorsal que cubre a los arquegonios; cofia grande, rosada, de base carnosa. Esporogonio de pedicelo largo y grueso; cápsula relativamente pequeña, esférica, pardoverdosa, dehiscente por cuatro valvas que se invierten y abarquillan hacia abajo; portaelaterios sobre el pedicelo, con una borla con muchos elaterios grandes; elaterios libres, delgados, bi o triespires; esporas multicelulares, verdes. Las tres especies de este género son semejantes y todas bastante variables. Las frondes tienen color verde oscuro generalmente, algunas veces con un matiz rojizo, y se vuelven negras con la desecación, especialmente si se maceran; las alas son bastante gruesas, y se van adelgazando paulatinamente hacia el borde; unas veces son festoneadas y onduladas, y otras planas y de bordes apenas sinuosos. En la Pellia epiphylla y en la Pellia Neesiana (especialmente en esta última), un corte al través de la fronde muestra unas estrechas bandas de refuerzo en las membranas celulares, principalmente en las células de la nervadura (fig. 187 c), que forman un sistema travecular cuya dirección predominante es vertical; son hialinas o de un color pardusco o rojizo y resaltan por su refringencia, pero hay que poner cuidado en no confundirlas con los filamentos de micelios que con frecuencia invaden estas plantas, en las que forman una micorriza. Rara vez se ven brotes ventrales, siempre pequeños, que se desprenden de la fronde que los originó y reproducen asexualmente la especie; en cambio son frecuentes en la Pellia Fabbroniana, durante el invierno, las pequeñas y repetidas ramificaciones del ápice de las frondes, engrosándose el extremo de las últimas ramas, que a la primavera siguiente originan nuevas frondes (fig. 188 c). Las cavernas anteridiales se marcan en la superficie de la fronde por las verrugas rojizas que forma el techo de la caverna sobre la nervadura (fig. 186 a); con ayuda de una lente son fácilmente visibles aun en las frondes viejas. No son muy frecuentes los esporogonios (en cambio, cuando aparecen suelen presentarse en gran número); por el contrario, los involucros son poco menos que constantes en los céspedes algo extensos, en formas que no estén sumergidas. Hay que tener en cuenta que su eje es muy oblicuo hacia el extremo apical de la fronde, y que en la Pellia epiphylla las más de las veces queda