Indicadores sobre responsabilidad social corporativa Los consumidores son cada vez más sensibles a las acciones sociales de las empresas, lo que permite un cambio en los patrones de consumo. Por Alejandra Meza Al realizar un recuento general sobre las herramientas para medir las prácticas de responsabilidad social corporativa (RSC) que sigue una empresa, se evidencia la existencia de numerosas y variadas opciones de lineamientos e indicadores de desempeño para implementar la RSC, pero surgen pocos indicadores de los resultados y beneficios que estas prácticas reditúan a las empresas. Esta situación pone en riesgo la credibilidad y la permanencia de las organizaciones, además de disminuir el impacto de programas y proyectos que, en ausencia de datos que muestren la conveniencia de continuar con ellos, pueden ser interrumpidos o perder la oportunidad de mejorar. Casi todos los indicadores están segmentados de acuerdo varios criterios, entre los que destacan: *Por asociaciones o grupos empresariales: diseñados para cualquier tipo de compañía, pero disponibles sólo para los miembros del grupo, quienes por lo general pagan una cuota por pertenecer al mismo. Ejemplo: Modelo de Medición de RSE de la Unión del Empresariado Mexicano, USEM. *Por causa: enfocadas en materias, objetivos o grupos específicos. Ejemplo: SA8000, sistema para el manejo de condiciones éticas sobre el lugar de trabajo a través de la cadena de valor de Social Accountability International. *Por lugar de aplicación: diseñadas por y para cierta región ya sea local, estatal, nacional, regional, etcétera. Ejemplo: Libro Verde: Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas de la Unión Europea. *Por tamaño de la economía: construidas por y para países con ciertas características socioeconómicas. Ejemplo: Directrices para Empresas Multinacionales de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, OCDE. *Por tamaño de la empresa: elaboradas para empresas de cierto nivel de empleados e ingresos. Ejemplo: Cuestionario de RSE para PyMES de la Unión Europea. En un mar de directrices e indicadores de desempeño, quizá las particularidades que han dado relevancia y permanencia a algunos son el enfoque multistakeholder, su orientación hacia la integración de las causas sociales y su flexibilidad para ser aplicados en diversos mercados y tipos de empresas. En el ámbito internacional, las propuestas que han logrado trascender proponen guías para implementar políticas que incentiven buenas prácticas, ya sea desde la perspectiva de los stakeholders, de las causas, o de ambas. Entre ellas se encuentra el Pacto Mundial de Naciones Unidas, cuyos participantes llevan a cabo y reportan prácticas en favor de Diez Principios, y si bien no maneja métricas propias, sí promueve e incentiva su uso. Otras, como el G3 de la Global Reporting Initiative y la AA1000 de Accountability, cuentan con directrices y acciones que, por su concreción, se usan también como indicadores. Por último, las certificaciones como la Norma ISO 26000 de Responsabilidad Social de la International Standard Organization próxima a salir, requieren además, del cumplimiento de ciertos lineamientos, así como la aprobación de un agente externo para obtenerla. Todas estas iniciativas han sido adoptadas en México, aunque no por un alto porcentaje de empresas debido en parte a que, a excepción del Pacto Mundial, constituyen plataformas complejas que sólo pueden ser soportadas por grandes firmas. En cuanto a nuestro país la diversidad de propuestas no es tan vasta. Actualmente el estándar más identificado es el Distintivo ESR (Empresa Socialmente Responsable) encabezado por el Centro Mexicano para la Filantropía, CEMEFI; este reconocimiento se fundamenta en un cuestionario de opción múltiple que cada empresa aspirante debe contestar y documentar, y que se pone a consideración de un comité. Por el lado de las certificaciones, la Norma Mexicana NMX-SAST-004IMNC-2004: Normas para la Implementación de un Sistema de Gestión de Responsabilidad Social del Instituto Mexicano de Normalización y Certificación (IMNC) establece procedimientos que determinan la implementación de la RSE como estrategia de negocio, para lo cual exige el uso de índices y se hace una auditoría por parte de un tercero. El IMNC es la única institución en México autorizada para dar dicha certificación. También se dan esfuerzos hechos a la medida de la empresa, lo cual es deseable ya que manifiesta iniciativa, independencia y sobre todo el compromiso de la misma por asumir la RSC; en estos casos se sugiere la contratación de consultores para evitar sesgos. Pero… ¿qué hay de la medición de los resultados después de aplicar todas estas políticas y prácticas? Al dividir las prácticas de RSC en externas e internas, ha quedado más o menos consensuado que para medir las repercusiones hacia la comunidad y el medio ambiente (prácticas externas) se puede utilizar la relación costo-beneficio; así como para medir los efectos hacia los empleados (prácticas internas) existen indicadores como los de calidad de vida (planteados por organismos internacionales), de satisfacción profesional, entre otros. Ambas mediciones revelarían el impacto social, pero… según la relación ganar-ganar que supone la RSC, las buenas prácticas impactan de manera positiva tanto a la sociedad como a la empresa, entonces: ¿dónde puede ver la empresa el “ganar” que le corresponde? Es posible asumir que a raíz de los beneficios que obtenga el personal se elevará la productividad y con ello las utilidades; sin embargo ¿cómo estar seguros de que un aumento en la utilidad se debe a esa productividad? Deutsche Bank realizó un estudio que consistió en calificar a las empresas dentro de un rango del 1 al 10 de acuerdo con la implementación y seguimiento de buenas prácticas; al comparar esta calificación con el precio y el valor de sus acciones, se descubrió una correlación positiva entre aquellas que estaban más cerca de 10 y su valor de mercado, contra su valor en libros y otros indicadores. En México también se han llevado a cabo investigaciones que arrojan datos favorables como el Estudio sobre las actitudes del consumidor frente a la RSE, realizado por Vivian Blair & Asociados y Latin America Marketing Consultants, en su cuarta edición realizada en 2007. En ella se demuestra que los consumidores son cada vez menos indiferentes ante las acciones sociales de las empresas, y su mayor conocimiento los hace estar cada vez más dispuestos a un cambio en sus patrones de consumo. Estos datos son alentadores pero aún existe escasez de indicadores de resultados oportunos, poco costosos y fáciles de calcular, lo que ha hecho del tema uno de los principales retos de la RSC. Pero al igual que los indicadores de desempeño, depende mucho de cada empresa y, por qué no, de la creatividad y la ruptura de paradigmas: ¿qué tal tomar prestados indicadores construidos para otros fines? Un ejercicio realizado para una de las principales televisoras mexicanas mostró que su presencia en medios, generada únicamente por actividades de RSC, fue equivalente al 28 por ciento del presupuesto asignado a su fundación, y sumado a la deducción de impuestos, resultó en casi el 50 por ciento. Quizá una de las claves para lograr esos grandes resultados es la reflexión de lo más obvio: las empresas se crean para generar ingresos económicos. Si se asume abiertamente este principio, la necesidad de evidencia sobre los beneficios tangibles que representa la responsabilidad social para las empresas es también obvia. El desarrollo de estas herramientas puede otorgar a la RSC no sólo credibilidad sino legitimidad, como lo propone Peter Frumkin, profesor de la Universidad de Texas en Austin; sólo la legitimidad dará certeza sobre una verdadera contribución de la empresa al bienestar social, evitará que la RSC se convierta en una estrategia de mercadotecnia de moda, y la fortalecerá como estrategia de negocio… sin duda una muy buena oportunidad para las firmas mexicanas.