www.univforum.org El éxito y el fracaso Ricardo Yepes 1. Éxito y competitividad En nuestra cultura se piensa muchas veces que la competitividad es el camino del éxito, y que ambas cosas forman parte irrenunciable de la felicidad que la vida nos puede ofrecer. En el cine, la literatura, la publicidad y la vida real es todavía muy frecuente encontrar imágenes y modelos de gente a la que todo le sale bien, gente que apretando los dientes consigue imponerse a los demás en la dura lucha por la vida, gente que no parece conocer la derrota, o que no quiere reconocerla. Enseguida salta a la vista que esas imágenes ofrecen una sola cara de la vida: la del triunfo placentero y gozoso. Pero hay un reverso, otra cara distinta, en la cual todos terminamos por encontrarnos alguna vez, aunque no queramos: aquella situación en la que el dolor y el fracaso destrozan la falsa ilusión de que todo marchaba bien, de que somos autosuficientes, de que todo está bajo control y de que nos hemos instalado por fin en el éxito y la seguridad. La vida humana es un ciclo de éxito y fracaso: unas cosas salen bien y otras mal. Nadie puede engañarse a este respecto. Cuando esto se olvida, incluso se piensa que el que no triunfa es un perdedor, y que la calidad de las personas se mide por su currículum, por sus realizaciones, por sus éxitos y por el dinero que éstos le reportan. Tanto vales, tanto ganas, tanto eres. Quien no triunfa, no es nadie. Por eso es despreciable. Según este modo de pensar, hay que conseguir el triunfo cueste lo que cueste. Frente a esto conviene decir que luchar por él es bueno y necesario, pero no conviene obsesionarse demasiado, puesto que no siempre es posible lograrlo; muchas veces depende de la suerte, y no solo de la habilidad. Cuando alguien cae en la tentación de querer asegurar el éxito a toda costa, hace pequeñas trampas para que no se escape. Y así, se llega a considerar que el que triunfa es el listo, y el que fracasa es el tonto. El listo es el que pone las reglas, el que domina la situación gracias a su previsión y habilidad, y en definitiva, a su fuerza de dominio sobre los demás. Así se acaba confundiendo el éxito con el poder, se antepone la competitividad a la cooperación e incluso se llega a tomar la ley del más fuerte como criterio de conducta: siempre vence el que domina, hay que dominar al otro, y si es necesario, engañarle, arrinconarle y aplastarle. Esta lógica termina siendo una forma de poder mafioso. Al final el fracaso sobreviene inevitablemente, pues, como ya se dijo, no hay vida humana sin fracaso. Hoy en día estamos ya más sensibilizados hacia los perdedores, hacia los que no han 1 tenido éxito, hacia los desposeídos, los pobres, los enfermos, los inmigrantes y los ancianos. Y es que, hay que convencerse, en la vida humana no todo sale bien, hay un tanto por ciento de nuestras acciones que se frustran, que se malogran, que no alcanzan el objetivo previsto. Y lo mismo sucede con las instituciones, con las personas y hasta con los pueblos. 2. En qué consiste el fracaso El fracaso, sencillamente, consiste en la no realización del objetivo de la acción, en la interrupción de las tareas comenzadas, en el abandono de los ideales y de los proyectos. No siempre podemos alcanzar los fines que nos habíamos propuesto: por eso fracasamos. Cabe preguntarse: y esto, ¿por qué sucede? La respuesta es muy sencilla: la inseguridad, el riesgo y la incertidumbre son elementos constitutivos de la vida humana, no se pueden suprimir de ninguna manera; lo más que puede hacerse es tratar de reducirlos. Frente a una magnífica previsión, surgen datos nuevos, frente a una perfecta planificación, las circunstancias cambian. Cuando pensábamos dominar la situación, surgen accidentes fortuitos, cambios de meteorología, problemas de salud, etc., que son totalmente imprevisibles y arruinan lo que estábamos haciendo. El hombre nunca domina del todo la situación en que se encuentra, nunca consigue que las cosas se desarrollen exactamente como había previsto. Aquí surge ya una primera consecuencia práctica: los fracasos no siempre son culpa nuestra, dependen de factores externos al agente y a la obra fracasados. Hay muchas obras de arte, muchas personas, muchas magníficas realizaciones profesionales, muchos actos de virtud, que nadie reconoce, o que al menos no se reconocen en su verdadero valor, sencillamente porque en el mundo existe la ignorancia, la falta de atención, el olvido y la prisa. Y esto no es culpa del autor. Por eso, deprimirse en exceso por un fracaso significa no entender que puede deberse a factores no atribuibles a nosotros. A pesar de esta realidad, el fracaso y el éxito En la vida humana no tienen una inmensa fuerza de transformación de las todo sale bien, hay un personas: si no la tuvieran, no serían tan porcentaje de nuestras importantes como realmente son. Y tienen esa acciones que se frustran, fuerza sencillamente porque marcan la diferencia, siempre dolorosa, entre lo que nos gustaría ser y lo que no alcanzan el que realmente somos, entre aquello que aspiramos a objetivo previsto lograr y lo que efectivamente logramos conseguir. Un aspecto decisivo de la madurez de las personas es precisamente conocer esta diferencia, aceptar que existe y no desistir de intentar alcanzar nuestra meta a pesar de que esa diferencia nunca termina de desaparecer. Quien sabe que esa desaparición no es posible, pero la acepta y continúa creyendo en su ideal, y se mueve hacia él, con esfuerzo renovado, ése no sólo es una persona madura, sino seguramente también una persona fuerte, constante y empeñada, que al final consigue una buena parte de lo que se había propuesto. Por el contrario, quien se frustra al descubrir esa dolorosa distancia entre lo que pensó ser y lo que realmente ha llegado a ser, éste desiste de continuar intentando ser lo que pensaba ser, y se conforma con lo que ya tiene: aunque no lo reconozca, es fácil que por dentro se considere un fracasado. 2 3. Actitudes recomendables ante el fracaso 1) Lo primero que hay que hacer ante el fracaso es aceptarlo y reconocerlo como tal: aceptar que hemos cometido un error, que hemos llegado tarde por descuido nuestro, etc. Esta aceptación se manifiesta en llamar a las cosas por su nombre, sin disimulos. Conviene saber que el hombre está dotado de un mecanismo que estorba o impide esta aceptación: consiste en la reacción espontánea que nos lleva a pensar que aquello no puede ser así, o que desde luego nosotros lo hemos hecho bien y que son otros los culpables, o sobre todo, que eso que hemos hecho de ninguna manera es un fracaso o error nuestro. En definitiva, el mecanismo induce a pensar con toda seriedad que nosotros tenemos razón y los demás se equivocan. Pero la verdadera realidad es la contraria. Reconocer los propios errores y fracasos es una cosa muy difícil de aprender y de practicar. Sin embargo, tiene un sorprendente carácter liberador porque te descubre cuál es la verdadera realidad: te hace salir del engaño en el que estabas. Quizá uno puede pensar que es muy inteligente, y la fuerza de los hechos le descubre que tiene una inteligencia normal. Aceptar el fracaso es aceptarse a uno mismo como realmente es, y no como pensaba uno que era o como le gustaría ser. Eso ayuda a tener un concepto verdadero de la propia persona y del mundo que nos ha tocado vivir: es algo así como despertar a la verdadera realidad, no vivir de sueños, no engañarse. 2) Lo segundo que hay que hacer con el fracaso es valorarlo en su justa medida, ni más ni menos de lo que merece. Esto tampoco es fácil, pero es completamente esencial para poder después superar ese fracaso. A la inmensa mayoría de las personas que no superan sus fracasos les sucede que los han valorado en exceso. La idea más importante a tener en cuenta aquí es que nunca hay fracasos o éxitos totales: siempre son parciales. Relativizar el éxito y el En el conjunto de nuestra vida, el éxito o el fracaso fracaso consiste en correspondientes son sólo un momento, una parte, quitarle importancia, nunca se extienden a la totalidad de la vida de la mirar el conjunto, y persona. Por eso lo que hay que hacer es relativizarlos, descubrir que no es ponerlos entre paréntesis, compararlos con el conjunto para tanto para ver que también hay otras cosas de signo contrario. Relativizar el éxito y el fracaso consiste en quitarle importancia, mirar el conjunto, mirar a los demás, y descubrir que no es para tanto, que lo que nos parecía enorme en realidad es bastante pequeño. Un arma decisiva para relativizar las cosas es el humor, la ironía, el saber reírse de uno mismo, ver el lado cómico de las situaciones. Esto significa no tomarse totalmente en serio ni a uno mismo, ni al éxito, ni al fracaso. Cuando uno se los toma del todo en serio lo que hace es cargar sobre sí un peso muy pesado, un fardo que nos oprime y fija nuestros pies a la tierra que pisamos. En cambio, no tomarse las cosas totalmente en serio da libertad y distancia respecto de ellas, permite verlas en perspectiva, juzgarlas en su verdadero tamaño. 3) En tercer lugar, el fracaso hay que superarlo, dejarlo atrás, ir más allá de él. Para esto lo que se precisa es tener un motivo suficiente para sobrellevarlo. Ese motivo suficiente es lo que da sentido a nuestro dolor, pues éste se pone, por así decir, al servicio de aquél. El motivo suficiente puede adquirir la forma de un ideal y de una tarea de realización de ese ideal, los cuales llenan la vida, y dentro de los cuales el éxito 3 o el fracaso son puestos en relación con el conjunto, y así desempeñan una función positiva. Cuando uno tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo. Cuando tenemos un ideal, un motivo o una persona que justifiquen aguantar los dolores, sufrimientos, y fracasos, éstos se hacen más llevaderos, más livianos, adquieren sentido. Lo que más sentido da al sufrimiento y al fracaso es que exista un beneficiario de nuestros esfuerzos y afanes. Cuando uno tiene a quién amar, uno ha encontrado el por qué sufrir, el dolor se convierte en sacrificio, en regalo que se hace al ser amado: sufrimos nosotros para ahorrarle a él ese trance, hacemos nuestros los dolores del amado, no nos importa sufrir con tal de que él goce. 4) Por último, es muy evidente que uno de los más positivos rendimientos del fracaso es la adquisición de experiencia. Cuando las cosas nos salen mal, aprendemos de nuestros errores, descubrimos dónde estuvo la equivocación de nuestra estrategia, elegimos un modo mejor de hacer las cosas, evitamos en lo sucesivo cometer de nuevo esa equivocación, en la medida en que somos capaces (las más de las veces es ésta una medida muy pequeña). 4. Factores del éxito Puesto que el éxito es más deseable que el fracaso, conviene añadir algunas recomendaciones para obtenerlo más fácilmente: 1) Lo primero que hace falta para tener éxito es no buscarlo, no creer en él, no convertirlo en fin, no obsesionarse con alcanzarlo, sino concentrarse en realizar la actividad que quizá llegue a ser exitosa. Esto se logra teniendo fines que van más allá del resultado de nuestras acciones. Cuando uno admira algo por lo que vale, y no por la utilidad que reporta, uno ha comenzado a moverse hacia las cosas buenas por razón de ellas misma, y no por apuntarse al éxito de lograrlas. Uno debe buscar las cosas buenas por el valor intrínseco que tienen, y no por verse convertido en dueño de ellas. 2) Para tener éxito es preciso en segundo lugar planificar y efectuar una buena estrategia en nuestra acción y conducta. Esto consiste, sobre todo, en una acertada elección de los fines (que sean asequibles, atrayentes, adecuados y útiles o necesarios) y de los medios (que sean los idóneos para alcanzar los fines elegidos). La deliberación necesaria para realizar una buena estrategia puede llevar mucho tiempo y requerir el concurso de muchas personas que dan su consejo y asesoramiento: hay que saber pedir ambas cosas, y fiarse de la experiencia de los demás, puesto que ése es una inmejorable manera de aprovecharla. 3) El secreto del éxito es ser tenaces en la realización de un trabajo de calidad. Cuando hacemos bien las cosas, Cuando uno tiene un a conciencia, sin improvisaciones ni chapuzas, hemos por qué vivir, soporta dado un paso de gigante para conseguir lo que nos cualquier cómo. El proponíamos. La mayoría de los fracasos humanos sufrimiento y fracaso son "crónicas de una muerte anunciada", es decir, algo se hacen más que se veía venir por la deficiente manera de llevaderos, más plantearse y moverse hacia el objetivo propuesto. livianos, adquieren Quienes no escatiman esfuerzos y trabajan bien, sentido quienes insisten en ofrecer un trabajo bien acabado, una obra digna, al final obtienen recompensa para sus esfuerzos. 4 4) No se puede tener éxito si se descuida recabar la ayuda de los demás. No existe el éxito solitario. Toda tarea exitosa tiene detrás el concurso de muchas personas que han ayudado al que triunfa de muy diversas maneras, por ejemplo un piloto de carreras. Quienes no cultivan el buen trato y la amistad con los demás, difícilmente recibirán su ayuda. Por eso las personas amigables reciben más cooperación que los autosuficientes, y por eso tienen más éxito que éstos. En la vida es más importante la amistad y el desinterés que la eficacia. 5) La tenacidad y la perseverancia son imprescindibles para superar el fracaso y alcanzar el éxito. Sólo quienes trabajan duramente a lo largo del tiempo, quienes no desisten de su esfuerzo, quienes no se dejan llevar por los momentos bajos del ánimo, quienes no escuchan a los derrotistas, quienes derrochan convicción, ilusión y ganas, consiguen al final lo que buscan. Para triunfar se precisa creer en lo que uno hace: ésa es la fuente de la constancia y la tenacidad que lleva a conseguirlo. 6) Sin embargo, uno puede tener todo lo anterior y no tener éxito. ¿Por qué? La respuesta es de nuevo muy sencilla: porque el éxito, como el fracaso, no depende sólo de nosotros. Existe un conjunto de factores exteriores, que suelen resumirse con palabras como suerte o azar, que son los que hacen posible el éxito en la forma de oportunidades que a uno le son ofrecidas. Es evidente que para tener éxito las circunstancias deben ser mínimamente favorables. Uno necesita, no sólo la ayuda de los demás, sino también, por así decirlo, de los elementos. La situación debe ser tal que posibilite lo que estamos intentando. Con esto no decimos que el hombre deba resignarse a la suerte que le toca, como si él no pudiera hacer nada. Más bien al contrario, existe una actitud humana que consiste precisamente en el aprovechamiento de las circunstancias favorables. Esa actitud se llama sentido de la oportunidad: quienes lo poseen saben aprovechar las circunstancias propicias o adversas para intentarlo o esperar tiempos mejores. La puesta en práctica de estos "factores de éxito" ayuda a adquirir una gran variedad de virtudes que enriquecen a la persona. Por eso se puede concluir con algo muy importante: el mayor éxito que uno puede lograr no es el éxito social o profesional, sino el éxito ante uno mismo, el éxito de ser persona en el pleno sentido de la palabra. Y eso consiste en ser la mejor persona que uno puede llegar a ser, una persona feliz, realizada en plenitud de esas capacidades humanas llamadas virtudes, de las cuales aquí se han puesto suficientes ejemplos como para concluir así: el que es virtuoso llega a ser feliz, éste es el verdadero éxito. 5