220-50339 Ref. RÉGIMEN DE LOS TRABAJADORES OFICIALES Me refiero a su comunicación radicada con el número 453,700-0, a través de la cual consulta si una trabajadora oficial, que en forma simultanea ostenta el cargo de gerente liquidador de una sociedad anónima, puede percibir en ejercicio de tales labores honorarios, bonificación o cualquier otra prebenda como retribución por sus servicios? Partiendo de la base que los trabajadores oficiales hacen parte de la definición de servidores públicos establecida por la Constitución Política (art. 123), los mismos están obligados a ejercer sus funciones en la forma prevista por la Constitución, la ley y el reglamento (C.P., art. 123), con el sometimiento a un régimen especial de responsabilidades, inhabilidades e incompatibilidades (C.P., arts. 124, 126 y 127), al igual que a la normatividad que sobre la función pública y régimen disciplinario les señala el Congreso de la República (C.P., art. 125), junto con la prohibición de desempeñar más de un empleo público y recibir más de una asignación que provenga del tesoro público o de empresas o de instituciones en que el Estado tenga parte mayoritaria (C.P. art. 128 ibidem). Consecuente con esto último, la respuesta debe ser vista con base en la reglamentación aplicable a la empresa a que se refiere su consulta, en orden a determinar qué dispone la ley de su creación respecto a las funciones que le son propias, dado que no puede omitir lo señalado por el Código Sustantivo del Trabajo en el sentido de que éste no puede aplicarse a los trabajadores oficiales, precisamente por las disposiciones especiales que les corresponden. Por el presupuesto señalado, se ha de considerar si la funcionaria se encuentra "realizando la labor de gerente liquidador de una sociedad anónima" en ejercicio de sus funciones, por cuanto resultaría de por sí extraño es esas circunstancias recibir cualquier otra clase de prebenda por desarrollar las funciones que la ley le ha dispuesto, máxime teniendo en cuenta que es deber de los servidores públicos dedicar la totalidad del tiempo reglamentario de trabajo al desempeño de las funciones encomendadas, salvo las excepciones legales (Ley 200 de 1995, art. 40 num 11). Y es que no debe olvidarse que las Empresas Industriales y Comerciales del Estado, en la medida en que son entidades estatales, se encuentran sometidas al derecho público aun cuando el legislador establezca excepciones a ese régimen general, y disponga de asimilaciones al derecho privado relativamente amplias, al partir de la base que las actividades que desarrollan son similares a las realizadas por los particulares dada su naturaleza de orden industrial y comercial distinta al ejercicio de funciones administrativas, y en donde sus trabajadores deben precaver que se encuentran al servicio de los intereses generales; con fundamento en los principios igualdad, moralidad eficacia, economía, celeridad, imparcialidad y publicidad (CP art. 209). Otra consideración a tener en cuenta lo constituye el régimen de inhabilidades e incompatibilidades aplicables. Para ello, el Diccionario de la Lengua Española, Vigésima Edición, Tomo II, 1984, Madrid, define la Incompatibilidad como el impedimento o tacha legal para ejercer una función determinada, o para ejercer dos o más cargos a la vez; y a la Inhabilidad, como el defecto o impedimento para ejercer u obtener un empleo u oficio. Se comprende entonces con facilidad que el régimen de inhabilidades e incompatibilidades tiene como función primordial preservar la probidad de la persona que oficia o lo hizo como servidor público, (dentro del lapso otorgado por el legislador para el efecto), al impedirle ejercer actuación alguna en el ente al cual prestó sus servicios, todo tendiente a no ver entorpecido el desarrollo y la buena marcha de la gestión pública, pues en caso contrario bien podrían verse favorecidos los intereses de terceros o el propio en desmedro del interés general y de los principios que rigen la función pública. Todo régimen de inhabilidades e incompatibilidades excluye a ciertas categorías de personas, generando incapacidades especiales, impedimentos y prohibiciones de variada naturaleza, que en cierta medida afectan el derecho a la personalidad jurídica traducido, a su turno, en el principio general de capacidad legal, pues un régimen de tal magnitud se encuentra dispuesto para inspirar los principios en que se basa la función administrativa, no solo como requisito ex ante, sino también ex post. Dijo la Corte Constitucional en sentencia C-546 de 1.992 M.P. Ciro Angarita y Alejandro Martínez Caballero: "Las normas que son expedidas con el objeto de llevar a la práctica un valor, un principio, un derecho o una institución, deben ser instrumentos de realización del derecho y por lo tanto deben mantener el hilo conductor del principio constitucional. En ningún momento desvirtuarlo o destruirlo. En estos términos se responde su inquietud, y se le indica que los alcances del concepto, se encuentran determinados por el artículo 25 del Código Contencioso Administrativo. RAD. 453.700