FEYERABEND Trabajo del alumno Francisco Javier Martín Herreros Asignatura: Historia de la Filosofía Universal Universidad para los mayores de la UCM. Curso 2º A 1er cuatrimestre del curso 2013-2014 Ya en el prefacio expresa Feyerabend, tomando ciertas palabras de Lenin como ejemplo, que hay que ser capaz de dominar todas las metodologías posibles y de pasar rápida e inesperadamente de una a otra. E incluso, dice Feyerabend, teniendo en cuenta todas las complejas circunstancias que rodean a las investigaciones y a los investigadores, hay que considerar al error como una metodología más, capaz de llevar al éxito un trabajo científico, como la historia nos enseña. Es por tanto necesaria una teoría del error como método científico. La educación científica, tal como la conocemos, no es más que una simplificación racionalista -tanto del proceso científico como de los que participan en él- que nos enseña que el método científico define, en primer lugar, un dominio de investigación; más tarde, separa ese dominio de su historia asignándole una lógica propia; y en esa lógica son entrenados (adiestrados) todos aquellos que quieran participar en él, en una pureza metodológica que más bien podría llamarse esterilidad, pues separa lo “correcto, razonable u objetivo” de lo “incorrecto, irracional y subjetivo”. Abandonar tal criterio dando entrada al hombre es en esencia la “epistemología anarquista” de Feyerabend, donde todo vale. La idea de un método fijo, de una racionalidad fija, surge de una ingenua visión del hombre y de su contorno social. Lo que es posible para un niño –adquirir nuevos modos de conducta a la más ligera provocación y circular por ellos sin esfuerzo visible- no debería estar más allá del alcance de los mayores. En la historia de la ciencia vemos que todas las reglas existentes no solamente han sido infringidas en uno u otro momento, sino que esas infracciones han sido necesarias para el progreso. Considerando cualquier regla, siempre hay circunstancias que hacen aconsejable no solo ignorarla, sino aceptar la opuesta, perdiendo la argumentación su importancia y transformándose en obstáculo. Los argumentos establecidos poseen efectos materiales, pues la idea, la convicción, conduce a la acción, y 1 ésta está determinada por los standards causales aprendidos. Los niños usan las palabras, las combinan, juegan con ellas hasta que atrapan un significado que previamente no tenían, no estando este proceso guiado por un programa claramente definido. La regla que afirma que el acuerdo entre la teoría y los datos (experiencia, hechos, observaciones) es beneficioso para la teoría es una regla inductiva, e incluso corroborativa. Feyerabend sugiere trabajar no solo con hipótesis inductivas, sino también con hipótesis contrainductivas, esto es, inconsistentes con las teorías o con los hechos. Además, defiende el principio de proliferación (sin exclusión de puntos de vista), que conserva y utiliza al máximo la libertad de creación y hace coincidir al hombre con el mundo: a lo subjetivo y arbitrario con lo objetivo y legal. John Stuart Mill, en su ensayo “Sobre la Libertad”, considera al método científico como una mera parte de una teoría general del hombre, afirmando que la unidad de opinión no es deseable, pues las facultades humanas se ejercen solamente cuando se hace una elección; desechando también que la experiencia pueda constituir una base para nuestro conocimiento, pues habría que discutir cómo debe interpretarse dicha experiencia. Silenciar una opinión es un robo hacia la humanidad, pues priva a ésta de posibilidades de cambiar el error por la verdad o de tener una percepción más clara de dicha verdad, por muy extrema que sea la opinión silenciada. Stuart Mill entremezcla argumentos metodológicos y humanos, pues toda epistemología pluralista se sustenta en ambas bases. Cualquier estabilidad prolongada es una indicación del fracaso en acceder a un estadio más alto de entendimiento. Cada refutación victoriosa nos lleva de nuevo provisionalmente a la libertad y a la espontaneidad, pero solo hasta que dicho cambio establece nuevas categorías fijas. En la oposición entre el sujeto y un mundo de objetos se considera al objeto como algo terminado y perfecto, que no necesita ser pensado, mientras que el sujeto, el pensamiento, es algo deficiente que necesita material para completarse. Si pensamiento y apariencia no se corresponden, el empirismo culpa al pensamiento. ¿Cómo puede superarse esta oposición entre, por un lado, la ciencia y el sentido común y, por otro, nuestra existencia como seres pensantes? Feyerabend, tras apoyarse como hemos visto en Stuart Mill, nos habla de Hegel. Para que una racionalidad sea completa, debe extender su crítica a las partes estables de la misma, transformando dicho conocimiento estable, y por tanto petrificado, en materia viva. Cada 2 objeto está relacionado con todos los demás, es un contenido en relación de necesidad con otros contenidos y, en último extremo, con el mundo. La descripción de un objeto es contradictoria, pues dice tanto lo que el objeto es como lo que no es. El objeto contiene partes de aquello que no es, de aquello de lo que se ha separado de él mismo, resultando la descripción de esas partes un conjunto de ideas inconsistentes con las utilizadas para describir dicho objeto. Cada objeto determinado (finito) tiende a enfatizar aquellos elementos de otros objetos presentes en él. Cuando llamamos finitas a las cosas no decimos que son meramente limitadas, sino que lo negativo es esencial también a su propia naturaleza y en ese movimiento de negatividad el objeto tiende a desaparecer. Es por eso que lo finito puede ser puesto en movimiento más allá de sus límites, transformándose en lo que no es al ser negado. El resultado de la negación no es la mera nada, porque es negación de una cosa determinada y definida: el nuevo concepto se enriquece al contener también su propia negación. Estamos hablando de la dialéctica, que es la ciencia de las leyes generales del movimiento y del desarrollo en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. El concepto no está separado de las cosas, pues contiene también un elemento de todas las demás. Los elementos de nuestra subjetividad que no han revelado aún sus contradicciones internas son susceptibles de ser retenidos y reemplazados por opiniones dogmáticas. Hay, por tanto, que proceder dialécticamente, por una interacción de concepto y hecho. La consecuencia para la epistemología de la ciencia es la necesidad de no trabajar con conceptos estables, no eliminar la contrainducción, pues no tenemos una descripción correcta de los hechos, sino solo la adaptación de algunas categorías nuevas a formas viejas de pensamiento. En la historia de la ciencia, ni una sola teoría concuerda con todos los hechos conocidos en su dominio. Puede decirse que todas ellas son inconsistentes no sólo con otras teorías, sino con experimentos, hechos u observaciones. Estos desacuerdos son tanto numéricos como cualitativos. Las nuevas teorías se encuentran -y no sólo en sus principios- con dificultades suficientes como para intentar ser refutadas. Las dificultades cuantitativas pueden resolverse con números y mediciones por los expertos. En cuanto a los fallos cualitativos, que son circunstancias que pueden ser advertidas sin más ayuda que los sentidos y son familiares a todo el mundo, provocan hipótesis ad hoc, o se niegan a sí mismos conservando la teoría e 3 intentando olvidar sus fallos o incluso no mencionándolos nunca. Otras veces se complementa la teoría con un sistema de aproximación e, incluso, se utilizan teorías antiguas hasta un cierto punto, añadiendo la nueva teoría a partir de ese punto. Las aproximaciones ad hoc utilizando una teoría antigua ocultan las dificultades cualitativas. La ciencia moderna es más opaca y engañosa que lo que cabría suponer. Los requisitos metodológicos que afirman que una teoría debe contrastarse con la experiencia y rechazarse si contradice enunciados básicos no se siguen rigurosamente. Hume decía que las teorías no se derivan de los hechos, pues nos quedaríamos sin ninguna teoría. Las reglas hablan de teorías, de observaciones y de resultados experimentales, pero todos esos conceptos son ambiguos, indeterminados y relacionados con su circunstancia histórica. La impresión sensorial no siempre presenta una correlación objetiva con los hechos. Además, para la obtención de resultados contrastables hay que utilizar siempre premisas auxiliares, que a veces son verdaderas ciencias. Todas estas circunstancias sugieren que una teoría puede ser inconsistente con los hechos porque los hechos estén contaminados por nuestra observación no segura. Es por todo esto por lo que Feyerabend propone crear una medida de crítica para comparar conceptos, saliéndose del círculo e inventando un nuevo sistema conceptual que entre en conflicto con los resultados observacionales más cuidadosos, llevando a la confusión a los principios teóricos consagrados. La contrainducción no sería ya solamente un hecho más o menos necesario, sino además un movimiento legítimo. Pasa Feyerabend seguidamente a analizar las interpretaciones naturales, sirviéndose como ejemplo de los movimientos reales o aparentes de las cosas, como el de una piedra que cae en forma vertical y rectilínea desde una torre demostrando la inmovilidad de la tierra. Galileo admitió lo correcto de tal observación, pero puso en duda sus conclusiones, separando la apariencia, lo percibido por nuestros sentidos, de la realidad o racionalidad del fenómeno. Puso así de manifiesto que la observación está estrechamente unida a un enunciado aprendido, de forma que parece que éste emerge de las cosas mismas. Estas operaciones mentales aprendidas que siguen tan de cerca a los sentidos, de forma que resulta muy difícil conseguir su separación, son las llamadas interpretaciones naturales. Estas interpretaciones naturales, consideradas como presuposiciones a priori 4 por Kant y como prejuicios por Bacon, son vistas por Galileo de forma crítica, debiendo ser conservadas o reemplazadas según los casos. Un enunciado de observación contiene una sensación clara, sin ambigüedad, y una conexión también clara de esa sensación con un lenguaje. En el ejemplo anterior, la sensación percibida por el movimiento de la piedra se expresa en el lenguaje de un movimiento real de esa piedra en el contexto del pensamiento del siglo XVII. Es un realismo ingenuo con respecto al movimiento, que lo une fuertemente a su apariencia. El “carácter operativo” de todo movimiento (cuya fuerza generadora reside en el propio objeto), junto con el carácter correcto de los informes de los sentidos son teorías no explícitas, sino implícitas en esos términos observacionales. Pero no pueden estas interpretaciones naturales ser eliminadas ni total ni parcialmente, pues son instrumentos necesarios para construir el campo científico. Para llegar a una descripción verdadera de la naturaleza es necesario que la percepción por los sentidos esté acompañada del razonamiento. En el ejemplo de la piedra lo que produce dificultades no es la observación, la apariencia, sino el razonamiento, la connotación de los términos de observación. Habría que examinar la validez de las interpretaciones naturales conectadas con dicha apariencia, pero es una tarea complicada, pues dichas interpretaciones están arraigadas y, además, se necesita utilizar alguno de sus elementos para identificarlas. El mejor procedimiento en estos casos, dice Feyerabend, no consiste en abandonar la teoría, sino utilizarla para descubrir los principios ocultos responsables de la contradicción. Aunque desaparezca de los enunciados observacionales la idea de que el empleo de los sentidos produce informes correctos, no hay que desecharla, pues en ese caso nuestras reacciones sensoriales dejarían de ser relevantes para las contrastaciones. Manteniendo la apariencia pero reemplazando la interpretación natural oculta por una interpretación diferente se introduce un nuevo lenguaje observacional (un lenguaje materialista, observacionalista, fenomenalista, objetivoidealista o teológico, por ejemplo). No existe un método “correcto”, siendo la contrainducción un movimiento razonable. Galileo reemplaza una interpretación natural por otra innatural, afirmando que la tierra se mueve. Como los argumentos no bastan, utiliza ejemplos similares al de la piedra desde la torre, pero situando los objetos en un entorno que también se mueve, como un barco, introduciendo de esta forma el movimiento simultáneo. Con ello nos muestra cómo los sucesos por los que se sostiene que la tierra está 5 quieta se producirían igualmente si la tierra se moviese. A pesar de que Galileo pretende reemplazar el sistema antiguo por el nuevo en todos los casos, nos muestra sus ideas como si no hubiese tenido lugar ningún cambio, apelando a la anamnesis de Platón (o recuerdos innatos). Cambia un punto de vista inadecuado (la teoría copernicana) utilizando otro también inadecuado (la no-operatividad del movimiento simultáneo) usando como muleta la anamnesis. ¿Y por qué, en el ejemplo de la torre, un movimiento común en varios objetos no afecta a su relación? Por el “principio de inercia circular”, según el cual “todo objeto que se mueve con una velocidad angular dada en una esfera sin rozamiento cuyo centro sea el centro de la tierra, continuará moviéndose siempre con la misma velocidad angular”. En apoyo a este principio, Galileo no hace referencia a experimentos u observaciones independientes, sino a aquello que se supone que conocemos todos. Es una atrevida sugerencia que indica que la ciencia puede avanzar utilizando tanto los razonamientos “ad hoc” como las formulaciones imaginativas huérfanas de investigaciones independientes. Desarrollar una buena teoría es un proceso complejo que comienza modestamente. Las hipótesis ad hoc, rehusadas por los buenos científicos, tienen una notable utilidad, pues permiten avanzar las teorías antiguas en todas sus ramificaciones de forma que estos desarrollos puedan emplearse como líneas a seguir para subsiguientes elaboraciones. Pero puestos a elegir, dice Feyerabend, es mejor ser ad hoc con respecto a una teoría nueva, pues nos dará un sentimiento de libertad, estímulo y progreso. Mencionando a Lakatos, Feyerabend señala que las nuevas ideas son casi siempre ad hoc, perfeccionándose poco a poco y extendiéndose gradualmente a nuevos hechos y dominios. El empirismo contemporáneo distingue entre los contextos de descubrimiento y de justificación y también distingue entre términos observacionales y términos teóricos. Además, plantea el problema de la inconmensurabilidad. Si nos centramos en la primera distinción (contextos de descubrimiento y de justificación) veremos que la justificación -que empieza solamente después de realizado el descubrimiento y procede de forma ordenada- supone el dominio de los principios de observación explícitos, evidentes y conscientes sobre los implícitos, dudosos o inconscientes, mientras que el descubrimiento no necesita seguir 6 ningún método. Hay que abandonar, por tanto -dice Feyerabend- esta distinción. Con respecto a la segunda distinción (términos observacionales y teóricos) también debe ser abandonada, pues como ya hemos visto, la experiencia contiene (al igual que las teorías) interpretaciones naturales que son ideas abstractas e incluso metafísicas, como la existencia de un observador independiente. La inconmensurabilidad está conectada con la cuestión de la racionalidad de la ciencia. Veamos los standards críticos de la escuela popperiana sobre la racionalidad. Según Popper, la investigación comienza con un problema surgido de un conflicto entre una expectativa y una observación (que está influenciada por la propia expectativa). El problema se resuelve inventando una teoría falsable y no falsada. Posteriormente aparece la crítica, que si tiene éxito desecha la teoría, debiendo crearse una teoría nueva que incluya las partes válidas de la antigua, rechace las inválidas y efectúe predicciones adicionales. Pero, además de que, según Feyerabend, no es deseable vivir en concordancia con las reglas de este racionalismo crítico, pues no tiene en cuenta al hombre, podemos preguntarnos si es posible tener a la vez una ciencia tal como la conocemos y dichas reglas. Feyerabend niega tal posibilidad, pues las ideas, las prácticas, la institucionalización, no suelen comenzar a partir de un problema, sino de alguna actividad irrelevante (como el juego) que conduce a desarrollos que solucionan problemas inadvertidos. Además, y tomando palabras de Lakatos, dice que el estricto principio de falsación, combinado con la exigencia de total contrastabilidad y el rechazo de los argumentos ad hoc, pondría el listón tan alto que impediría cualquier desarrollo científico. Lakatos, frente a este problema, toma una postura de compromiso “dando tiempo”, permitiendo que una teoría falsada se desarrolle para juzgarla a largo plazo. Pero, ¿cuánto es “largo plazo”?, ¿cuándo podemos suponer que una teoría es degenerativa? Lakatos repite los argumentos popperianos con modificaciones menores que abandonan, de hecho, los standards permanentes, aunque formalmente (verbalmente) los conserven. En realidad, está haciendo referencia a una noción puramente abstracta, que se puede llenar con uno u otro contenido concreto. 7 ¿Dónde están situados los límites de la razón?, ¿fuera o dentro de la misma ciencia?, ¿forman parte los cambios irracionales incluso de algo tan racional como la ciencia? Popper y Lakatos rechazan las consideraciones sociológicas y psicológicas afirmando el carácter racional de toda ciencia. Lakatos dice que lo irracional de la ciencia solo ocurre en el mundo material y en el del pensamiento, pero no en el mundo de las ideas. Pero las reglas de ese “tercer mundo” situado en regiones más altas son, según Feyerabend, inapropiadas para ser aplicadas en los cerebros de los seres humanos, salvo que estos se sitúen también en ese tercer mundo. La ciencia difiere de su sombra en ese tercer mundo precisamente en aquellos aspectos que hacen posible su progreso. Hay teorías que hacen afirmaciones acerca del mundo como un todo (aplicándose tanto a procesos observados como a procesos inobservables o teóricos). Los cambios de ontología suelen ir acompañados de cambios conceptuales, permaneciendo sin embargo las viejas palabras. Aunque la teoría antigua sea comprensible en sus dominios, puede que no sea posible satisfacer las condiciones formales que permitan su sustitución por la nueva teoría (repetición de las consecuencias acertadas, rechazo de las falsas y formulación de previsiones) ya que los significados, los enunciados y las interpretaciones naturales pueden diferir. Nos encontramos, por lo tanto, con teorías disjuntas o inconmensurables. Pero las ciencias son creación nuestra, incluídas las normas, los standards establecidos. ¿Podemos imaginar un mundo en el que la elección entre teorías comprensivas y sin conexión empírica entre ellas sea una mera cuestión de gusto? ¿Puede también la elección de una cosmología básica ser una cuestión de gusto? En este caso la separación entre ciencia y arte sería artificial, efecto de una idea de profesionalismo. Paul K. Feyerabend: Contra el método. Ed. Ariel. Barcelona, 1ª edición de Julio 1987. Traducción de Francisco Hernán 8 PEQUEÑO COMENTARIO: Hay por lo menos tres motivos para tener en cuenta a Feyerabend: Su epistemología supone un fuerte formulaciones existentes sobre la ciencia. contraste con otras Sus formulaciones tienen una gran capacidad evocadora, sugieren en el lector ideas que de otra forma quizás no hubieran aparecido. Pone su foco de atención en el hombre. Enero de 2014 9