CREER MÁS EN VOSOTROS. - Comencé a escribir para PROYECTO en las páginas de su primer número. Y he de decir que en cierto sentido, la “culpa” la tuvo mi buen amigo Gosanva, quien “se descolgó” en vísperas de las fiestas navideñas con una meditación –publicada en el último ENGRANAJE PROFESORES- titulada, “¿Ha desaparecido el amor?” que me impresionó sinceramente. Y aquella meditación no sólo me ofreció materia para mi reflexión personal, sino que me empujó a “pone mi granito de arena”, en PROYECTO, sobre cuestiones referentes a lo humano. Empecé por plasmar una reflexión a las puertas del año nuevo. Y luego fui tomando gusto al asuntillo de escribir para todos... Para todos los que me leen, claro está. Que –dicho sea de paso- no me importa sean pocos o muchos. Porque –lo expliqué en otra ocasión- mi objetivo no es convencer ni “sentar cátedra” de nada. - Y así, mientras el curso se ha ido desgranando día a día, yo he ido enviando, mes a mes, mi par de folios a la sección de “Colaboraciones”. Porque creo que es bueno comunicarnos. Y eso ya es mucho. De paso, si algo de verdadero se ha encendido en nuestra mente, o algo de bueno ha surgido de vuestro corazón al leer mis palabras, pues “miel sobre hojuelas”, como suele decirse en esos mundos por los que uno peregrina. Por lo demás, pienso que mis palabras a nadie han podido ofender. Pero, si por alguna fortuita razón, alguien se hubiera sentido menos cómodo por causa de mis renglones, que tenga la seguridad absoluta de que ya tiene presentadas mis disculpas. - Mis reflexiones han estado dedicadas preferentemente el “diálogo” y al “encuentro” porque creo firmemente en el poder sedante de la comunicación. Más aún cuando estamos insertos en una civilización que sobrevalora el sentido de la eficacia, a costa de infravalorar la vocación de la persona. Estamos tan ocupados en el consumo de las cosas, que muchas veces nos olvidamos de los hombres. Y son muchos los humanos que viven su propia existencia en dimensión de soledad. La gran ciudad les ha envuelto en la niebla gris y ensordecedora del anonimato. Y, por muy “metidos” que estén entre grandes muchedumbres, les resulta muy difícil un encuentro con los otros. Sin embargo, la comunicación sobrepasa la soledad y nos acerca fraternamente. Porque “el hecho de llamar a alguien que va a oírnos –dice Laín Entralgo- nos hace vivir incipientemente en su compañía”1. - Sé que hablar de experiencias humanas tan complejas como el diálogo y el encuentro presenta serias dificultades. Porque todo concepto antropológico que cristaliza en palabras presupone una vivencia. Y esa vivencia –hablo por mí- es con frecuencia lo suficientemente pobre y confusa, como para que no pueda aflorar al consciente con la transparencia existencial que uno deseara. Por eso, al pensar en voz alta ante vosotros, he procurado suplir mis deficiencias a base de sinceridad. Sinceridad que considero indispensable cuando se expresan ideas sobre el hombre. Sinceridad que es, a la vez, un intento de audacia y de humildad. Es intento de audacia en el sentido que afirma Jürgen Moltmann: “Escribir sobre el hombre es toda una osadía cuando uno mismo es hombre”2. Y es intento de humildad que, paradójicamente, comienza por invitar a uno a pensar en sí mismo, en la dirección que apunta Khalil Gibran por boca de su profeta: “Yo he puesto a menudo mi dedo en mi propia llaga para poder crecer más en vosotros y conoceros mejor3”. - “Creer más en vosotros”...: Ahí está el “busilis” de la cuestión. El narcisista no puede, por desgracia, creer en los otros, porque agota por completo toda su fe en él mismo. Y para comunicarse a un cierto nivel es preciso creer en los demás. Creer en el otro es situarse ante él sin sospechas oscuras, limpio de prejuicios, brindándole la libertad sin pedir nada a cambio, sin utilizarle para los propios proyectos. Creer en el otro es un paso indispensable para comunicarse y acoger. - Y acoger al otro es darle la oportunidad de querer y ser querido; de verse reconocido y aceptado; de ser admitido y admirado cordialmente. Quien acoge a otro, le afirma en su existencia: porque le devuelve de forma entrañable la fe en sí mismo y le introduce en ese ámbito sereno donde existen la alegría de ser y el gusto por la vida. - En nuestra época, la vivencia de la acogida está en relación directa con la vivencia referida a la felicidad. Hasta muy entrado el sigo XIX, un hombre era básicamente feliz cuando tenía asegurado su futuro. Hoy son muchos los países –no todos, lamentablemente- cuya situación asegura mejor la base material de la vida. Y la vivencia de la felicidad se ha desplazado, a otro plano distinto. En nuestra sociedad occidental el hombre no es feliz tan sólo porque garantiza mejor su supervivencia. Su valoración de la felicidad se apoya en el hecho de ser reconocido por los demás. Frente al anonimato urbano y frente al peso de las estructuras alienantes, el hombre anhela la fuerza de la relación profunda que le proporciona la actitud de acoger y ser acogido. - Quién permanece en actitud de acogida vive –en cierto modo- la vocación de profeta. Porque la acogida es, es sí misma, augurio y proclamación de la gran utopía humana: La fraternidad universal de todos los hombres, plena, para siempre, y liberada de cualquier clase de opresión. Nuestro Mundo – el planeta Tierra- y también nuestro “mundillo” -la Comunidad Educativa de nuestro Centro- necesitan de profetas que sepan acoger. Como testimonio de fraternidad. Como presagio de liberación. Como invitación a la utopía. - Indudablemente, la vocación profética no es demasiado rentable: El profeta fracasa siempre a corto plazo. Y su fracaso es consustancial a su vocación. Porque el profeta es testigo de la utopía. Y la utopía está más allá de lo posible “aquí y ahora”. - La vocación profética tiene un punto tangencial con la decisión política: El político y el profeta han de coincidir en su lucha por la justicia. Pero el político –el auténtico político- se apoya en el poder social para poder conseguir la mayor fraternidad “posible” en un espacio y en un tiempo determinados. Mientras que el profeta – el verdadero profeta- proclama, como invitación y como esperanza, la utopía de la fraternidad universal, radical y abierta a la trascendencia. Por eso, el buen político debe triunfar a corto plazo. Y por eso, el profeta genuino, a plazo corto, tiene garantizado el fracaso. Aunque su vida es plenamente válida, porque proyecta sobre la historia contraluz de eternidad. - “¡Sé realista: pide lo imposible!. Así rezaba el lema juvenil de aquel famosos y revolucionario mayo francés del ‘68. Y por ahí rondaban mis pensamientos cuando redactaba mis borradores para PROYECTO. Y como en el fondo de cada deseo siempre se esconde una utopía, al comunicarme con aquellos que voluntariamente me leyeran, puse más acento en el hombre nuevo soñado por la antropología que en el hombre alienado experimentado por la historia. Porque en definitiva, si os he hablado de “diálogo” y de “encuentro”, ha sido –lo diré de nuevo con las mismas palabras de Gibran- “para poder creer más en vosotros y conoceros mejor”. - JESUS Mª GONZÁLEZ1 P- Laín Entralgo: “Teoría y realidad del otro”. J. Moltmann. “El hombre”. 3 K. Gibran: “El profeta. 2