Estafa o Incumplimiento de Contrato “Cuando estamos frente a un contrato criminalizado” Por: Liliana Campos Aspajo La criminalidad actual desborda las modalidades comunes de estafa como el engaño, astucia, ardid u otra forma fraudulenta, así encontramos dentro de las conductas ilícitas comunes las llamadas por teléfono a una persona jubilada que le hacen creer que cobrará mucho dinero por sus años de servicio en una empresa, el delincuente que se hace pasar por un policía y avisa por teléfono a una persona que un familiar está detenido, los emails que provienen apócrifamente de algún conocido banco solicitándonos claves de tarjetas, los estafadores que se presentan a una empresa para comprar productos que son pagados a través de un cheque falsificado, que no son de la empresa a la que supuestamente representan, entre otras. El delito de estafa previsto en el artículo 196° del Código Penal peruano, actualmente no sólo subsume actos ilícitos de grupos con fines aviesos sino, hoy son las empresas –creadas para cometer este fin ilícito– los que a través de contratos generan perjuicios económicos manteniendo a sus víctimas en error –que casi siempre son otras empresas afines al rubro o con desarrollo de un similar objeto social, por lo tanto tenga cuidado con la naturaleza comercial que emplea–, pues creyendo que han entablado una relación de negocios segura y hasta prósperas, proliferan obligaciones económicas que luego tendrán como único futuro el incumplimiento, bien porque desde un inicio estas empresas tiene conocimiento que no pueden asumirlas ni la voluntad de cumplirlas o porque intentan que este contrato “criminalizado” sea socialmente visto como un mero incumplimiento que deberá resolverse por la vía civil. Para esto, se valen de intentos de transacción o conciliación que bloqueen el ejercicio de la acción pública del Estado, todo esto en una clara formar de evadir su responsabilidad penal. Sin embargo, no todo incumplimiento de contrato genera responsabilidad penal por el delito de estafa, a continuación indicaremos cuando nos encontramos frente a un contrato criminalizado. Iniciaremos describiendo que este contrato será el medio empleado por una de las partes –en clara intención de generar una supuesta relación sinalagmática–. Renglón seguido, conviene analizar el propósito de nuestro deudor criminal, este agente desde el inicio de las negociaciones tendrá la intención dolosa de no cumplir con la obligación a las que se está comprometiendo, sin embargo, es importante señalar que este deudor criminal generará suficientes elementos de convicción de tal forma que la empresa víctima, representada por su gerente general, no dudará en suscribir y ejecutar las prestaciones que deberán entenderse como una disposición patrimonial, cuya finalidad será generar un enriquecimiento. Para configurar este panorama en los supuestos de hecho del artículo 196° resulta muy subsumible si consideramos que desde las negociaciones o la misma celebración del contrato – que en muchas situaciones cumplen con la primera contraprestación y esperan a celebrar un segundo contrato, para ganarse la confianza de su víctima– generan un engaño cualificado o Doctora en Derecho por la Universidad Alcalá de España. Máster con mención en Derechos Fundamentales y Libertades Públicas por la Universidad Castilla La Mancha, España. Abogada Consultora en la Procuraduría Pública Especializada en Delitos de Corrupción. 1 suficiente para pasar las vallas de control que todos tenemos –más aun las empresas con sus áreas legales o asesorías externas–. Estos mecanismos diligénciales son dejados de lado si se construye un colchón comercial de confianza, pues así se induce o mantiene en error más fácil a las víctimas. Es muy fácil para el agente lograr su cometido si existe una falsa percepción de la realidad, pues al final será la causa directa de la disposición de patrimonio a favor de éste, lo cual a la larga facilita la impunidad. Otro punto importante de indicar es la consumación del delito de estafa, para llegar a este estadío del iter criminis, deberán aparecer en el panorama contractual en forma concadenada el error fundado en la realidad de la víctima, la disposición patrimonial producto de la prestación realizada por la víctima, el perjuicio económico de esta y el lucro injusto del agente. Sobre la disposición patrimonial, indicaremos que siempre debe ser calculable, puesto que por repercutir en el patrimonio de la víctima, este perjuicio debe ser calculable para conocer el daño. Versus esta situación, se debe evidenciar la intención del animus lucrandi del agente. Por todo lo señalado, cuando nos encontramos frente a un supuesto incumplimiento de contrato y necesitemos una estrategia legal para cobrar la acreencia, debemos hacer una diferencia si nos encausamos en una estrategia civil por dicho incumplimiento contractual o denunciamos por el delito de estafa. La solución a esta elección la tenemos en la conducta de nuestro deudor, veremos que al final y con gran facilidad, la conducta aparente de este deudor/agente tendrá los siguientes elementos: las intenciones iniciales defraudatorias, la creación de error en la realidad donde sumergió a la víctima para que fácilmente logre la ejecución de la prestación contractual, la afectación patrimonial y el beneficio injusto de su deudor/agente delictivo. Si encontramos todos estos elementos típicos, es claro que nos encontramos ante un hecho delictivo, si este es su panorama, tome muchas precauciones para no ser sorprendido nuevamente, por si su deudor intenta convencerlo de renegociar la deuda con la única finalidad de generar más elementos que aparenten una controversia civil y de paso tenga cuidado con las cláusulas de la conciliación o transacción, pues posiblemente una de ellas contenga la renuncia de denunciar el hecho, lo que al final conlleva a renunciar al ejercicio de acción pública que persiga el ilícito penal causado, aunque no está demás decir que el fin de dicha renegociación tendrá el mismo fin inútil. 2