Quién es Simon Maxwell. A veces, cuesta levantarse por la mañana, con la recesión y la gripe porcina y el cambio climático y todos los demás problemas que afrontamos. ¿No sería más sencillo quedarse acurrucado entre las sábanas y esperar a que mejoren las cosas? Quizá no. Quizá sería una espera muy larga. Es necesario enfrentarse a un mundo distinto y comportarse de manera diferente. Son palabras que escribió en su día Simon Maxwell, una persona que ha seguido la intuición que tenían en la antigua Grecia de que las personas aprenden más con los pies que con la cabeza: el profesor Maxwell ha aprendido en largas estancias en Kenya, en la India, en Bolivia… en cuatro de los cinco continentes, y ha visitado también el que le quedaba. De hecho, dos de sus tres hijos han nacido por esos mundos de Dios. Y sigue recorriéndolos. Él nació en una fecha emblemática ¡el 1 de mayo! No sé si habrá influido en su vocación de servicio a todos los trabajadores y desempleados del planeta, superando las barreras de lo que se llamó Primer Mundo. Opina que los banqueros no nos han hecho ningún favor, mientras que se hacían muchos a sí mismos. Es una persona suspicaz intelectualmente porque “aunque algunos piensen que la crisis señala el final del capitalismo global, yo no estoy tan seguro” afirmaba. Hace tiempo que lanzó un nuevo grito de guerra: ¡interdependencia! Es licenciado en Filosofía, Política y Economía por Oxford y Master en Economía del Desarrollo por la Universidad de Sussex, especializado en Desarrollo Rural. Ha sido presidente de la Asociación de Estudios de Desarrollo del Reino Unido e Irlanda, que representa a más de 80 instituciones de ese campo. Y ha dirigido durante 11 años el Instituto de Desarrollo de Ultramar, transformándolo en el mayor y más conocido think-tank en desarrollo internacional y políticas humanitarias. Ha reflexionado sobre cual es la verdadera ayuda, amén de asumir que la ayuda no es suficiente. Es consciente de que ha habido oportunidades perdidas. Hace 20 años que habla de seguridad alimentaria. También se ha acercado a la relación entre pobreza y exclusión social, en el norte y en el sur y siente la necesidad de establecer puentes entre investigación y políticas. Se ha preguntado si un cielo sin nubes puede tener un forro de plata, o si la ayuda europea sirve para algo, o sobre la condicionalidad en los partenariados. Como Pirandello, ha detectado seis personajes (y algunos más) en busca de un autor de cara a rescatar el desarrollo rural antes de que sea demasiado tarde. Ha analizado el efecto desmotivador de los programas de alimentos por trabajo. Y es consciente de que hay que ser descarados con los dioses cuando la nutrición y la seguridad alimentaria le hablan a la pobreza. Le parece que el informe de la Comisión África es hilarante, agotador e intrigante y se pregunta qué es lo siguiente en los estudios de desarrollo. Considera que la evaluación de impacto ha pasado de suplente a protagonista en los programas de ayuda alimentaria. Son algunos de los títulos de sus más de 300 publicaciones, que lógicamente no voy a enumerar sistemáticamente, como el resto de méritos, que no calificaré de innumerables porque son perfectamente numerables: en total, 18 páginas de curriculum vitae. En 2006 ya se planteó si los Derechos Humanos y los Objetivos del Milenio eran marcos de referencia contradictorios. Hoy nos va a aportar alguna luz acerca de la oposición entre Objetivos del Milenio y Prevención del Cambio Climático. ¿Hay incompatibilidad, profesor?