¿Alguien me puede explicar que es el Corpus Iuris

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Red Internacional de Juristas para la Integración Americana
From the SelectedWorks of Juan Pablo Pampillo Baliño
2010
¿Alguien me puede explicar que es el Corpus Iuris
Civilis?
Juan Pablo Pampillo Baliño, Escuela Libre de Derecho
Available at: http://works.bepress.com/juan_pablo_pampillo/70/
Nº
313
Martes 27 de julio de 2010 • Año 7
Decálogo para la
argumentación jurídica
$.:,
$.:,
4-5 MANUEL ATIENZA RODRÍGUEZ
2 / Escenarios
contradictorios a una
debida motivación
EDWIN FIGUEROA GUTARRA
3 / El sistema de
justicia
6-8 / ¿Alguien me puede explicar
qué es el corpus iuris civilis?
RICARDO CORRALES MELGAREJO
JUAN PABLO PAMPILLO BALIÑO
2
Suplemento de
análisis legal
DOCTRINA
MARTES 27 DE JULIO DE 2010
Escenarios contradictorios
a una debida
Edwin
FIGUEROA GUTARRA
$.:,
$.:,
Doctor en Derecho
Juez superior de la Corte de
Lambayeque. Profesor en la USMP (filial
Chiclayo) y en la Amag.
E
xiste consenso en la doctrina de la
argumentación jurídica respecto a
la enorme responsabilidad que le
incumbe al juez, quien resulta obligado a
brindar una respuesta conducente, coherente, racional y razonable a la controversia a
su cargo. En tal sentido, la sentencia 007282008-PHC/TC, caso Giuliana Llamoja, resulta
emblemática en el tema de la motivación
judicial, en la medida en que desarrolla, desde una perspectiva de control constitucional,
problemas de motivación de las decisiones
judiciales y en puridad, los escenarios contrarios a una debida y correcta motivación.
PASEMOS REVISTA A ELLOS:
a) Inexistencia de motivación o
motivación aparente.
La inexistencia de motivación supone
fundamentalmente que no hay explicación
sustancial alguna por parte del juzgador
respecto a la controversia. La motivación
aparente, por su lado, no da cuenta de las
razones mínimas que sustentan la decisión o
no se responde a los fundamentos sostenidos
por las partes, o de ser el caso, se pretende
cumplir formalmente con el mandato de
motivación, alegando frases que no ostentan
solidez fáctica ni jurídica.
b) Falta de motivación interna del
razonamiento.
El Tribunal Constitucional (TC) precisa que
esta digresión “se presenta en una doble dimensión; por un lado, cuando existe invalidez
de una inferencia a partir de las premisas que
establece previamente el juez en su decisión;
y, por otro lado, cuando existe incoherencia
jurídica
narrativa, que a la postre se presenta como
un discurso absolutamente confuso incapaz
de transmitir, de modo coherente, las razones
en las que se apoya la decisión. Se trata, en
ambos casos, de identificar el ámbito constitucional de la debida motivación mediante
el control de los argumentos utilizados en la
decisión asumida por el juez o tribunal; sea
desde la perspectiva de su corrección lógica o
desde su coherencia narrativa.”
c) Deficiencias en la motivación
externa; justificación de las premisas.
El juez constitucional igualmente queda
habilitado para revisar las decisiones de la
justicia ordinaria cuando las premisas de las
que parte el juez no han sido confrontadas o
analizadas respecto de su validez fáctica o jurídica. Esto implica una ausencia de conexión
entre la premisa y la constatación fáctica o jurídica que le corresponde en el ordenamiento
jurídico, a decir del TC en la forma siguiente:
“Esto ocurre por lo general en los casos
difíciles, como los identifica Dworkin, es decir,
en aquellos casos donde suele presentarse
problemas de pruebas o de interpretación
de disposiciones normativas. La motivación
se presenta en este caso como una garantía
para validar las premisas de las que parte el
juez o tribunal en sus decisiones. Si un juez, al
fundamentar su decisión: 1) ha establecido la
existencia de un daño; 2) luego, ha llegado a
la conclusión de que el daño ha sido causado
por “X”, pero no ha dado razones sobre la
vinculación del hecho con la participación de
“X” en tal supuesto, entonces estaremos ante
una carencia de justificación de la premisa
fáctica y, en consecuencia, la aparente corrección formal del razonamiento y de la decisión
podrán ser enjuiciadas por el juez [constitucional] por una deficiencia en la justificación
externa del razonamiento del juez”.
d) La motivación insuficiente.
Aquí observamos un problema de gradualidad, es decir, el juez cumple con motivar,
pero lo hace de modo insuficiente. Debemos
precisar que no
se trata de dar
respuesta, tampoco, a
todas y cada una de las pretensiones de las partes, sino que la insuficiencia resultará relevante, desde una perspectiva
constitucional, si la no existencia de argumentos o la expresada insuficiencia de razones, deviene manifiesta en contraposición de lo que
fundamentalmente se decide.
e) La motivación sustancialmente
incongruente.
La incongruencia en la motivación supone un problema de desviación, o de manifiesta
modificación o alteración del debate procesal,
a lo que se denomina incongruencia activa. Sin
embargo, una simple incongruencia no implica
necesariamente una función de control. Por el
contrario, la ausencia total de dejar sin respuesta las pretensiones de las partes, o desviar
la decisión de la dirección del debate judicial
creando indefensión, implica una transgresión
del derecho a la tutela judicial y también del
derecho a la motivación de la sentencia, lo
que se trasunta en incongruencia omisiva. En
esencia, el principio de congruencia procesal
exige que el juez, al momento de decidir la
pretensión puesta en su conocimiento, no
omita, altere o se exceda en la definición de
las peticiones incoadas.
CONCLUSIÓN
Podemos inferir sustantivamente, entonces, la necesidad de que los fallos judiciales no incurran en las figuras antes
referidas. Solo un entrenamiento continuo, fluido y un especial cuidado
en la motivación evitarán estos
escenarios contradictorios. ◆
Directora (e): Delfina Becerra González | Subdirector: Jorge Sandoval Córdova | Editor: Francisco José del Solar |
Coeditora: María Ávalos Cisneros | Editor de diseño: Julio Rivadeneyra Usurin | Diagramación: César Fernández Fernández
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PROPUESTA
MARTES 27 DE JULIO DE 2010
Suplemento de
análisis legal
3
Juez superior de la Corte de
Junín
E
n nuestro país no está instituido el
sistema de justicia como órgano
que permita la articulación, colaboración y coordinación entre las principales
instituciones que tengan que ver directa o
indirectamente con la impartición de justicia.
Esto es entre el Poder Judicial (PJ), Comisión
de Justicia del Congreso,Tribunal Constitucional (TC), Fiscalía de la Nación (FN), Ministerio
de Justicia, Consejo de Defensa Judicial del
Estado, Sunarp, Defensoría de Oficio, Inpe,
Instituto de Medicina Legal, Ministerio del
Interior (PNP), Ministerio de Trabajo, Ministerio de Educación, Defensoría del Pueblo, Academia de la Magistratura, Consejo Nacional
de la Magistratura, Colegios de Abogados
y Notarios, Facultades de Derecho, Prensa
Judicial, Iglesias, Asociaciones Privadas de
Desarrollo y la Cooperación Internacional en
temas de Justicia, entre otros.
No obstante que tienen competencias compartidas, sus políticas y
planes institucionales, o parte de ellos, se dirigen a los
mismos beneficiarios: los
ciudadanos demandantes
de este importante servicio
público, sentenciados, y al resto
de la población en la prevención y en la
seguridad.
EL SISTEMA DE JUSTICIA
Por ende, la creación del sistema de justicia
(SJ) es muy necesario, tanto para los poderes
Ejecutivo y Legislativo como para el Judicial,
entre otros órganos autónomos
y actores sociales. Sin
embargo, debido
a que uno debe
controlar al otro,
para cuyo efecto
sus autonomías
estructurales son
vitales para interdictar la arbitrariedad, al
influjo del principio de separación de poderes, resulta dificultoso propender a que estos
poderes colaboren entre sí.
Tanto más si la Ley Orgánica del
Poder Ejecutivo (LOPE), Ley N° 29158,
establece que solo este poder es responsable de reglamentar y operar los sistemas funcionales (Art. 45), entendidos
como el conjunto de principios, normas,
procedimientos, técnicas e instrumentos
mediante los cuales se organizan las actividades de la Administración Pública
que requieren ser realizadas por todas o
varias entidades de los poderes del Estado, los organismos constitucionales y los
niveles de Gobierno (Art. 43).
En efecto, en los casos que se requiera
la colaboración de los poderes clásicos del
Estado u órganos independientes, la LOPE es
insuficiente, para prever una responsabilidad
compartida en la toma de decisiones entre
ellos, y la alternancia en la coordinación general del ente rector correspondiente, entre
otras disposiciones, que active su reunión
a pedido de cualquiera de ellos, para casos
concretos o en el monitoreo de políticas de
largo aliento.
SE REQUIERE DE UNA LEY
Por este motivo, deviene en urgente la promulgación de una Ley Orgánica de Sistemas
Funcionales, a fin de articular
tanto de modo horizon-
tal como vertical a los entes del Estado e
instituciones de la sociedad civil.
No cabe duda que cada poder público,
organismo constitucional autónomo y nivel
de gobierno tienen competencias exclusivas,
lo que no es óbice en reconocer que estos
puedan tener competencias compartidas;
vale decir, cuando una misma materia es
dividida en determinadas áreas de atención,
en cuyo servicio las entidades públicas se reparten responsabilidades, las cuales pueden
colaborar, cooperar y coordinar entre sí en
beneficio del usuario, sin perjuicio que cada
una de ellas respete el campo de atribuciones propias de las demás.
Sucede también cuando concurren los
tres niveles de gobierno en el servicio público
(nacional, regional y local), cada uno desde
su ámbito territorial, pero articulados cuando se trata de competencias compartidas.
Tal ayuda mutua, a la luz del principio
de colaboración de poderes (STC N° 00232003/AI, Fj. 26), se cristalizaría orgánicamente mediante la creación de los sistemas
funcionales, como organismos de coordinación multisectorial, liderados por sus entes
rectores, en función de las 31 políticas de
Estado establecidas en el Acuerdo Nacional
(AN). Un ejemplo de ello es el reciente Pacto
de la Nación contra la Corrupción.
Los sistemas funcionales, en modo alguno, deben significar mayor gasto público ni
burocracia, pues para dinamizar las competencias compartidas y articular políticas públicas multisectoriales, basta con incorporar
las mesas de diálogo que ha generado la
sociedad civil y las comisiones
especiales creadas por
norma especial.
Empero, se hace necesario establecer las
obligaciones para aquel funcionario o poder
público que quiera potenciar las endogámicas competencias exclusivas, con la sinergia
de las competencias compartidas, articulando planes sectoriales; y, fundamentalmente,
interconectados a través de la informática,
en una permanente comunicación deliberativa, resolutiva y de evaluación, mediante foros virtuales, cuya plataforma administrativa
estaría a cargo de la institución responsable
de turno en la coordinación general; de manera que esta propuesta aprueba el examen
costo/beneficio.
En tal virtud, el sistema de justicia que
proponemos debe ser uno abierto a su entorno, inclusivo de la justicia comunitaria y
restaurativa, en permanente diálogo, predispuesto a la consulta y participación de la
sociedad civil.
INVOCACIÓN
Finalmente, hago un llamado a las comisiones de plan de gobierno de los partidos políticos para evaluar esta propuesta, ya que la
creación de los sistemas funcionales, como
el de justicia, estarán en directa proporción,
con el avance del proceso democrático en
nuestra sociedad y la modernización de sus
instituciones políticas, gracias también al empuje de su desarrollo social en el marco de la
globalización, cuya década de crecimiento
económico sostenido celebramos hoy. ◆
$.:,
Ricardo
CORRALES MELGAREJO
$.:,
El sistema de justicia
4-5
Suplemento de
análisis legal
MARTES 27 DE JULIO DE 2010
$.:,
Decálogo para
la argumentación
jurídica
A solicitud de Emilia Bustamante Oyague, jueza superior titular de la Corte Superior de Justicia de
Lima, publicamos este valioso artículo que constituye parte del material que el destacado maestro
Manuel Atienza Rodríguez utiliza en sus clases de posgrado en España, y que le ha otorgado
autorización expresa para que se difunda en Jurídica. Como bien sabemos, el autor es un ilustre
iusfilósofo español, profesor del Departamento de Filosofía del Derecho y Director del Posgrado en
Argumentación Jurídica de la Universidad de Alicante (España). Así también, es profesor visitante
de diversas universidades tanto en Iberoamérica como en Estados Unidos de América y Europa, en
general. Autor de numerosos libros y artículos sobre Derecho y Filosofía del Derecho.
$.:,
Manuel
ATIENZA RODRÍGUEZ
Jurista español.
Profesor de la Universidad de Alicante
1
Motivar una decisión significa poner
las buenas razones que puedan encontrarse a favor de la decisión en la forma adecuada para que sea posible la persuasión. Lo esencial, naturalmente, es que
la sentencia contenga buenas razones, razones que permitan justificar la decisión.
Pero los aspectos formales y pragmáticos
no carecen por ello de importancia. A ningún juez o a ningún proyectista le gustaría
oír que su decisión, o su proyecto de decisión es acertada pero que su fundamentación resulta oscura, desordenada, difícil de
comprender, poco persuasiva, etcétera.
2
El artículo 27 del Código Modelo
Iberoamericano de Ética Judicial establece: “Las motivaciones deben estar
expresadas en un estilo claro y preciso,
sin recurrir a tecnicismos innecesarios y
con la concisión que sea compatible con
la completa comprensión de las razones
expuestas”. Se recogen, por tanto, las tres
recomendaciones clásicas en relación con
el estilo: claridad, precisión y concisión. Y
se señala algo así como un criterio para
medir el grado de concisión. Las recomendaciones provienen justamente de la tradición retórica, de manera que bien puede
decirse que claridad, precisión y concisión
son elementos fundamentales para lograr
la persuasión.
3
Una buena sentencia (o un buen proyecto de sentencia) deben permitir
identificar y comprender con claridad:
a) El caso: los antecedentes (el relato de
hechos brutos e institucionales) que llevan
a plantearse un problema jurídico.
b) El problema que normalmente tiene naturaleza bivalente: aceptar o no un recurso, anular o no una norma, etc.
c) La solución del problema y, por tanto,
la decisión.
d) Las cuestiones controvertidas, de las
que depende la solución del problema.
e) La respuesta a esas cuestiones.
f) Las razones (los argumentos) para las
respuestas, en donde, a su vez, ha de poder distinguirse entre las ratio decidendi y
los obiter dicta.
4
El orden es un factor clave para lograr
claridad. Por eso, una sentencia no
debería empezar a redactarse (en su forma definitiva) hasta haber encontrado el
orden adecuado para la presentación de
los problemas, de las cuestiones y de los
argumentos. En el transcurso de la deliberación o de la elaboración de un proyecto
pueden surgir elementos relevantes en
los que el redactor de la sentencia o del
proyecto no había pensado. Lo que procede entonces es reescribir el texto y no
limitarse a añadir (intercalar) elementos a
(en) lo ya escrito.
5
La precisión requiere análisis conceptual, manejo adecuado de las
clasificaciones, conocimientos de dogmática jurídica y, esencialmente, una buena
formación teórica (de teoría del Derecho).
Ha de tenerse en cuenta, de todas formas,
que una buena teoría no tiene por qué suponer (no lo supone, de hecho, casi nunca) un alarde de “tecnicismo”. La buena
teoría ha de servir para aclarar los problemas relevantes y muchas veces puede ser
bastante simple. Hay, naturalmente, ocasiones en que pueden surgir problemas
de gran complejidad que requieren un
esfuerzo teórico mayor. Pero ni siquiera la
complejidad puede ser una excusa para la
oscuridad. La oscuridad no es casi nunca
señal de profundidad, sino de confusión.
DOCTRINA
La tendencia (que en los tribunales de
nuestros países parece irrefrenable) a
elaborar sentencias cada vez más largas
es, a todas luces, equivocada, puesto
que:’
a) Incrementa las posibilidades de cometer errores.
b) Hace más difícil la identificación de los
elementos esenciales de las sentencias.
c) Exige recursos de tiempo de los que
casi nadie dispone.
d) Imposibilita su posible utilización con
fines pedagógicos.
e) Pone en grave riesgo el funcionamiento
de un sistema de precedentes.
7
El conocimiento de las técnicas y de
los esquemas de argumentación más
usuales es, como cabe suponer, de gran
utilidad para argumentar con claridad y
con eficacia. Conocer la forma (lógica) de
la reducción al absurdo o de la analogía
sirve, por ejemplo, tanto para argumentar
persuasivamente en favor de una tesis
como (en su caso) para saber hacia donde
dirigir las críticas (en relación con alguien
que haya usado de esos dos tipos de razonamiento).
8
El Derecho no es un género literario (en el sentido estricto de esta
última expresión) y, por ello, los valores
que ha de exhibir el texto de una sentencia no son los característicos de la
creatividad literaria, sino los ligados a
persuadir racionalmente acerca de la
justicia de una decisión. Tanto los textos
literarios como los jurídicos (judiciales)
han de estar “bien escritos”, pero ese
sintagma puede significar cosas distintas en uno y otro caso. Algunas recomendaciones útiles acerca de cómo redactar bien una sentencia consisten en
recordar cosas elementales (que todos
sabemos, aunque a veces nos empeña-
mos en olvidar); por ejemplo: los puntos
y coma y los puntos y seguido existen y
para algo; si se quiere designar un mismo concepto (y no crear confusión) es
preferible utilizar también la misma palabra; el párrafo corto facilita la redacción y la comprensión de un documento,
etcétera.
9
Formalismo y activismo son el Escila
y el Caribdis que han de procurar evitarse en el oficio de juez. El formalismo
se manifiesta en la tendencia a no tomar
en consideración las razones subyacentes
de las normas. Y el activismo, en la propensión a minusvalorar el valor de los
textos, el imperio de la ley y la división
de poderes, en cuanto valores esenciales
del Estado de Derecho y cuya razón de ser
no es otra que proteger a los individuos
frente a la arbitrariedad judicial.
10
Seguramente la virtud más importante de un juez (y de la que ha de
quedar algún reflejo en una sentencia) sea
el equilibrio. Un equilibrio entre las dosis
de imaginación que se necesitan para encontrar soluciones innovadoras que permitan hacer justicia y la exigencia de ser
coherente –y leal- con el sistema bajo (no
“sobre”) el que opera; entre la capacidad
de análisis teórico y de utilización de categorías abstractas, y la conciencia de que
todo ello debe resultar aplicable a la practica, al caso que se trata de resolver; entre
la modestia, la auto-restricción y la resistencia al activismo judicial, y el valor necesario en ocasiones para resistir todo tipo de
presiones (provenientes del poder político,
económico, de los medios de comunicación
o de los propios jueces); entre las convicciones morales fuertes y la exigencia de no
imponérselas a los demás, a no ser que lo
que esté en juego sean los derechos fundamentales de los individuos.. ◆
$.:,
6
$.:,
Motivar una decisión significa poner
las buenas razones que puedan
encontrarse a favor de la decisión
en la forma adecuada para que sea
posible la persuasión. Lo esencial,
naturalmente, es que la sentencia
contenga buenas razones, razones que
permitan justificar la decisión...
6
Suplemento de
análisis legal
HISTORIA DEL DERECHO
MARTES 27 DE JULIO DE 2010
¿Alguien me puede explicar
qué es el Corpus Iuris Civilis?
$.:,
Desde México, el destacado jurista Juan Pablo Pampillo Baliño, profesor y director del Centro de Investigación de la
Escuela Libre de Derecho, ha enviado a Jurídica su importante artículo que hoy publicamos. Haremos lo propio en las
siguientes ediciones de este suplemento. La Escuela Libre de Derecho es, por su parte, una de las más importantes
instituciones de educación jurídica mexicana, donde se imparte la enseñanza de la jurisprudencia desde hace casi
cien años. A la fecha suman poco menos de 3,500 egresados, pero a pesar de su reducido número, cuenta entre sus
miembros a algunos de los más grandes juristas que ha tenido México, como Emilio Rabasa, Demetrio Sodi, Miguel
Villoro Toranzo y Ramón Sánchez Medal, varios presidentes de la República, como Francisco León de la Barra, Pedro
Lascuráin, Emilio Portes Gil y el actual mandatario Felipe Calderón, además de jueces, notarios, políticos, historiadores,
escritores y otros reconocidos líderes del querido y hermano pueblo azteca. (F. del S.)
Juan Pablo
PAMPILLO BALIÑO
Licenciado en Derecho.
Profesor y director de
Investigación de la Escuela Libre de
Derecho de México.
$.:,
D
urante mi actividad docente y profesional he visto frecuentemente
que los alumnos de Derecho, los
abogados del foro y hasta algunos juristas
notables, ignoran el contenido, alcance e
influencia del Corpus Iuris Civiles, y he pensado que ello obedece, al menos en parte, a
dos cosas. De un lado, a la enorme cantidad
de referencias parciales, inconexas y contradictorias sobre el mismo; y, de otro lado, a
la falta de una exposición sencilla, completa y breve de la obra más importante de la
cultura jurídica occidental. Con el ánimo
de contribuir, modestamente, a una mejor
comprensión de la historia, alcance y trascendencia de una de las cumbres de nuestra
tradición jurídica, ofrezco este artículo.
EL CORPUS IURIS CIVILIS
Corpus Iuris Civilis, en latín cuerpo o compendio del derecho civil, es el nombre tradicional con el que, hacia comienzos de la
Edad Moderna (1583), se intitularon y fueron editados conjuntamente en Ginebra, por
el humanista Dionisio Godofredo, las cuatro
obras (Instituciones, Código, Digesto y Novelas) que conformaron la compilación del
derecho civil romano, mandada hacer por el
Emperador Romano de Oriente, Justiniano I,
hacia el primer tercio del siglo VI.
La denominación obedeció a la necesidad de distinguir el acervo jurídico civil, en el
sentido de derecho secular y en contraposición al derecho de la Iglesia, del conjunto de
las obras del Derecho canónico clásico, que
fue publicado, por primera vez, en el año de
1503, por Jean Chappuis, en París, bajo el
título de Corpus Iuris Canonici.
El Corpus Iuris Civilis constituye una
de las obras fundamentales de la cultura
occidental, pudiéndose afirmar que su
importancia es comparable a la de la literatura filosófica de los griegos y religiosa
de extracción hebreo-cristiana.
der el desenvolvimiento histórico de nuestra
ciencia jurídica. En efecto, resulta imposible
entender la conformación jurisprudencial del
derecho de la baja Edad Media común, o el
conceptualismo de los “pandectistas alemanes”, si no es, precisamente, a partir de su
referencia a la tradición romanista.
Por lo que hace específicamente a los
derechos americanos, la tradición romanista
ha jugado un papel importantísimo tanto
en la formación de los abogados y juristas
cuanto en la propia operación del Derecho,
la misma que fue especialmente destacada
en la época colonial, por virtud de la prelación supletoria establecida por las Siete Partidas, pero que ha perdurado también hasta
nuestros días, en el ámbito de los principios
generales del Derecho, que siguen informando a nuestro ordenamiento jurídico.
Conviene distinguir, sin embargo, con
toda puntualidad, entre el Derecho material romano y la tradición formal romanista.
Veamos
EL DERECHO ROMANO
En sus solucion es materiales concretas e instituciones jurídicas propias, constituye, ante
un todo, un ordenamiento jurídico pretérito,
históricamente delimitado y definitivamente
concluso, que ofrece un interés quizás propedéutico, pero, principalmente, anecdótico
para los estudiantes de Derecho. Efectivamente, las peculiaridades de la manus maritalis, la rigidez del procedimiento de las legis
actionis, las solemnidades de la mancipatio
y las fórmulas para la manumissio de los
esclavos, entre otros muchos ejemplos, son
parte de un conjunto de instituciones materiales pertenecientes a un Derecho de la
antigüedad, completamente superado, que,
en nuestro tiempo, no le brindan al jurista
mayores ventajas que las que aporta un saber erudito como mera prenda de lucimiento
y ornato cultural.
Sin embargo, es posible distinguir frente
a las instituciones materiales del Derecho romano histórico, un perfil formal perdurable,
que ha ejercido una favorabilísima influencia
en el desarrollo de la filosofía, la ciencia y la
SU INFLUENCIA
A lo largo de nuestra tradición jurídica
que llegó a considerarlo como la razón
escrita (ratio scripta), permitió con toda
propiedad considerar al Derecho romano
como la fuente de constante inspiración de todas las familias jurídicas de
extracción europea. En efecto, como
ha observado la corriente historiográfico-jurídica de la Historia del Derecho
Privado de la Edad Moderna, a la que
pertenecen historiadores del Derecho
y romanistas como Kunkel, Bonfante,
Calasso, Orestano, Bretone y Wieacker, entre muchos otros, el Derecho
y el pensamiento jurídico occidental
tienen como su “hilo conductor” a
la tradición romanista, cuyas transformaciones, aprovechamientos y
desarrollos, han sido y son una de
las principales claves para entenJustiniano.
HISTORIA DEL DERECHO
TRADICIÓN JURÍDICA
Así también, por lo que hace a las regulae
iuris, ampliamente difundidas y usadas a lo
largo de nuestra tradición jurídica, pueden
recordarse, entre cientos de ellas, la que dice:
“quien puede lo más, puede lo menos” (non
debet, cui plus liceo, quod minus est, non licere) o aquélla otra que propone: “los pactos
entre privados no pueden derogar el derecho
público” (privatorum conventio iuri publico
non derogat), lo mismo que la que establece
que: “nadie puede transmitir más derechos
de los que tiene” (nemo plus iuris ad alium
transfere potest, quam ipse haberet), o la que
sanciona que “nadie está obligado a lo imposible” (impossibilium nulla obligatio est).
En resumidas cuentas, la influencia de la tradición romanista y, por ende, la importancia
formativa del Corpus Iuris Civilis, radica preci-
Suplemento de
análisis legal
7
samente en su perfil formal, que comprende
sus ideas jurídicas, sus métodos y sus reglas
tópicas.
Aunque se trata de una sola obra, el
Corpus Iuris Civilis recoge una enorme diversidad de tradiciones filosóficas, científicas,
culturales y jurídicas. En efecto, dentro del
Corpus Iuris se recogen, materialmente hablando, tanto opiniones propuestas por los
juristas clásicos, cuanto constituciones impuestas por los emperadores, lo mismo que
lecciones elaboradas con un objetivo pedagógico para la enseñanza del Derecho, pasando por fragmentos del edicto del pretor.
Más aún, históricamente, recoge fragmentos arcaicos de las XII Tablas, opiniones
tanto de los veteres o juristas antiguos cuanto de los juristas clásicos y post-clásicos, lo
mismo que constituciones imperiales posteriores al siglo IV, que reconocen y promueven la religión católica. Todavía más, dichas
opiniones jurisprudenciales (iura) y constituciones imperiales (leges), pertenecientes
a diversas épocas, se encuentran bajo el
influjo de diversas –y muchas veces antagónicas– corrientes de pensamiento filosófico,
moral o jurídico. Peor aún, como se expondrá más adelante, a lo largo del proceso de
compilación ordenado por el Emperador
Justiniano, muchos pasajes serán retocados
e inclusive modificados, por donde el Corpus
Iuris Civilis recoge en realidad un acervo de
opiniones, enseñanzas y leyes, de naturaleza
heterogénea –tanto en lo material, cuanto
en lo histórico e ideológico– contrastante y
muchas veces contradictorio.
Así las cosas, desde un punto de vista
filosófico, se advierte tanto la influencia del
Domicio Ulpiano.
DEBATE
Igualmente, y como telón de fondo, subyace
el debate propuesto por los sofistas entre el
Derecho como artificio humano (nomós) y el
Derecho como un orden preexistente en la
naturaleza de las cosas (physis / dike), que
constituye el sedimento del debate multisecular entre iuspositivistas y iusnaturalistas.
En este contexto, puede decirse que el
Corpus Iuris recoge igualmente: a) la tradición tópico-aporética, científico-sapiencial
y equitativa de la jurisprudencia clásica (el
derecho como ius y iura, o sea, como lo justo descubierto por el jurista); b) la tradición
sistemático-general, político-potestataria y
teleológica del derecho post-clásico (el derecho como directum y leges, es decir, como la
orientación finalístico-coactiva impuesta por
el Estado); y, c) la tradición cristiana, que ve
en el derecho un instrumento al servicio de la
caridad, que es la plenitud de la ley (charitas
est plenitud legis).
Precisamente, por virtud de esta polivalencia filosófica de la tradición romanista,
el Corpus Iuris, ha ejercido a lo largo de la
historia del derecho occidental una influencia muy variada, contribuyendo igualmente
a la conformación del ius commune europeo
–como un conjunto abierto y flexible de
opiniones doctrinales–, cuanto al desarrollo de la jurisprudencia pandectista de los
conceptos –con sus principios axiomáticos,
geométricamente estructurados según un
orden piramidal de jerarquías–, hasta llegar
a su nuevo aprovechamiento actual, como
“origen” de “las tradiciones comunes” de
los “Estados miembros” de la Unión Europea, que sirven para encontrar “las reglas
generales del derecho privado”, de acuerdo
con la reciente jurisprudencia del Tribunal de
Luxemburgo.
¿QUÉ ES, ENTONCES,
EL CORPUS IURIS CIVILIS?
En una palabra: el Corpus Iuris Civilis es una
obra unitaria, de contenido heterogéneo y
polivalente, que ha ejercido por lo mismo,
una poderosa, aunque variada –e incluso
ambigua– influencia, sobre nuestra tradición
$.:,
pensamiento moralista de los estoicos, de
naturaleza eminentemente legalista, con su
distinción entre la ley divina (logós theiós),
la ley natural (physis), la ley de justicia (dike)
y la ley humano-positiva (nomós), cuanto la
impronta de la Ética aristotélica y su concepción de la justicia (dikayusine) como virtud y
su noción del derecho (tò dikaión), como una
medida (metrón) de igualdad (isón).
$.:,
práctica del derecho occidental y que todavía
goza de un extraordinario valor formativo
para los abogados de nuestra época. Dicho
perfil formal comprende una serie de ideas
jurídicas fundamentales, métodos idóneos
para el hallazgo de soluciones jurídicas concretas y reglas tópicas extraordinariamente
útiles para la articulación de la argumentación jurídica.
Dentro de las ideas jurídicas fundamentales, se encuentran, por ejemplo, a) Las nociones de jurisprudencia (divinarum atque
humanarum rerum notitia, iusti atque iniusti
scientia o, sea, el conocimiento de las cosas
divinas y humanas y la ciencia de lo justo y de
lo injusto, que consiste en un aequum ab iniquo separantes, licitum ab illicito discernentes, es decir, en la separación material de lo
equitativo y lo inequitativo y en la distinción
formal entre los tipos de lo lícito y de lo ilícito);
b) De justicia (constans et perpetua voluntas
ius suum cuique tribuendi, o sea, la constante
y perpetua voluntad de darle a cada quien lo
que le corresponde) de Domicio Ulpiano; y, c)
Noción de derecho de Juvencio Celso hijo (ius
est ars boni et aequi, es decir, el derecho es el
arte –técnica constructiva a partir de principios– de lo bueno y de lo justo).
Dentro de los métodos jurídicos romanistas puede destacarse, entre todos, el
propuesto por Marco Antisión Labeón, de
naturaleza tópico-aporética-dialéctico-prudencial, que sugiere partir de la observación
y análisis de los problemas sociales, proseguir con la consulta y comprensión cultural
de las opiniones precedentes, cuyo valor es
meramente instrumental, para concluir mediante la elaboración de una regla a-jus-tada
al caso concreto.
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Suplemento de
análisis legal
jurídica, publicado de manera integral, por
primera vez, en 1583, tal como ya lo hemos
apuntado. Por lo que respecta a la estructura
formal del Corpus Iuris Civilis, conviene remontarnos a los orígenes de la compilación
jurídica justinianea.
Dicha compilación fue parte fundamental del proyecto político de restauración romanista emprendida por el emperador Justiniano, y supuso un esfuerzo monumental de
recopilación del Derecho romano, tanto para
su mitad oriental, que gobernaba desde Bizancio, cuanto para la parte occidental, que
había caído en manos de los bárbaros germánicos, y que pretendió reconquistar destacando en occidente sus fuerzas al mando del
general Belisario. En virtud de lo anterior, la
compilación justinianea no estuvo motivada
por un afán cultural clasicista, sino más bien
por un interés político de unificación jurídica.
Por eso mismo, Justiniano ordenó compilar,
poner al día y abstenerse de comentar su
recopilación.
Ahora bien, compilar (del latín compilare), significa reunir por cualquier medio
–incluido el saqueo y el robo–, mientras que
poner al día suponía retocar estilísticamente, e inclusive modificar sustancialmente los
textos compilados, de acuerdo con las necesidades e intereses del Imperio. Estas alteraciones textuales, conocidas como interpolaciones o emblemata Triboniani, dificultan el
conocimiento del Derecho romano clásico,
por cuanto que sus principales obras se han
perdido y han debido reconstruirse mediante
el empleo de sofisticados métodos de crítica
textual, a partir de sus fragmentos incluidos
dentro del Corpus Iuris. Por último, por lo que
hace a la prohibición de comentar, tendiente
a preservar la integridad de su obra compiladora, vista desde nuestra perspectiva histórica resultaba, además de impracticable y contraproducente, ingenua. Acaso, por ello, los
mismos compiladores fueron los primeros en
comentar la magna recopilación y su destino
en el Imperio Bizantino fue precisamente el
de helenizarse a través de los comentarios
o escolios.
Por lo que hace propiamente a los libros
que integran el Corpus Iuris Civilis, estos son
–como se dijo– cuatro, cuyos nombres originales fueron: Institutiones seu elementa,
Codex repetitae praelectionis, los Digesta y
las Novellae constitutiones post Codicem.
1) Las instituciones, cuya elaboración
fue encomendada a Triboniano, así como a
los profesores de derecho de Constantinopla
y de Berito, Teófilo y Doroteo, constituyen
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HISTORIA DEL DERECHO
El Digesto.
una enchridia, es decir, un libro de texto
destinado para la enseñanza, que siguió
en lo fundamental el orden tradicional de
personas, cosas y acciones (personae, res,
actiones), establecido a partir de la célebre
Instituta de Gayo. En su elaboración, se aprovecharon también otros textos pedagógicos
y especialmente los de Ulpiano y Marciano.
Fue promulgada en el año de 533, y desde
un punto de vista formal se estructura en
cuatro libros, divididos a su vez en leyes.
2) El Código, como su denominación
original sugiere, es un segundo codex, pues
el primero –denominado Novus Justinianus
Codex y conocido como Codex vetus–, confiado en su elaboración a una comisión redactora presidida por Juan de Capadocia en
el año 528 y promulgado el año siguiente,
fue mostrando muy pronto sus limitaciones
y desfasamiento durante la labor compiladora. Este primer codex se ha perdido y no
lo conocemos. Por lo que hace al segundo
Código, que es el que forma parte del Corpus
Iuris, fue el resultado de los trabajos realizados por una comisión presidida por Triboniano, que se ocupó de la recopilación de las
principales constituciones imperiales (leges)
desde el emperador Adriano hasta el propio
Justiniano en un número mayor a las 4,600.
Los trabajos de la comisión partieron de las
anteriores compilaciones de leges (Códigos
Gregoriano, Hermogeniano y Teodosiano) y
reunieron en doce libros, divididos en capítulos y leyes, diversas materias, incluyendo el
Derecho eclesiástico, las fuentes del Derecho,
el Derecho Administrativo, el Derecho Penal
y el Derecho Privado. Fue promulgado por la
Constitución Cordi del año 534.
3) Las Digesta –denominadas a partir
de la Edad Media en singular como el Digesto– (del latín digerere que significa disponer
ordenadamente), también conocidas por su
nombre griego Pandectas (de pandectae,
que quiere decir que lo abarca todo) son
una compilación o antología de fragmentos
de opiniones y dictámenes jurisprudenciales
–iura– elaboradas por los principales juristas
romanos. La confección del Digesto fue encomendada por la Constitución Deo auctore de
530, a una Comisión de dieciséis miembros,
entre los que destacaron los profesores Teófilo, Doroteo e Isidoro y presidida nuevamente por Triboniano. El Digesto fue promulgado
por la Constitución Tanta de 533.
La magnitud de la obra, aunada a la
extraordinaria celeridad con que la comisión
concluyó sus trabajos, dio lugar a una dilatada discusión sobre los medios de que pudo
servirse para culminar un trabajo titánico de
reunión y reelaboración de más de 200 obras,
de entre un universo de más de 2,000, que
fueron tenidas en cuenta, en el arco de menos de tres años. Entre las principales hipótesis que se han elaborado para explicar semejante logro destacan la teoría de las masas
de Federico Bluhme y la de los predigestos de
Hans Peters. Según el primero, la comisión se
dividió en cuatro bloques o masas temáticas:
la sabinianea, la edictal, la papinianea y la
del apéndice. Para esta conjetura, Bluhme se
basó en la cercanía de los extractos de pasajes por grupos de escritos. Por su parte, Peters
afirmó que ante la monumentalidad de la
obra y la diligencia de los trabajos, éstos sólo
podrían explicarse a partir de la existencia de
antologías o compilaciones previas, a los que
denominó predigestos.
Más allá de las anteriores hipótesis, el
Digesto se estructura en 50 libros, divididos
a su vez en títulos, que a su vez se subdividen
en leyes y parágrafos. Cabe apuntar que de
entre los textos reunidos dentro del Corpus
Iuris Civilis, el Digesto es, sin lugar a dudas, el
más importante, ofreciendo especial interés
para la formación del jurista, la lectura de su
primer título, relativo a la Justicia y el Derecho y el último libro que contiene diversas
reglas del Derecho romano.
4) Las Novelas, así denominadas por
contener las nuevas constituciones posteriores a la promulgación del Código, son
un conjunto de recopilaciones posteriores a
Justiniano, de las leges posteriores al Codex,
destacando entre ellas, fundamentalmente,
tres: el Epítome Iuliani (compilación privada de 124 constituciones en latín debida a
Juliano, profesor de Constantinopla), el Authenticum (colección privada de 134 novelas
originalmente escritas en griego aunque
preservadas en un latín poco fiable) y las de
Tiberio II (168 novelas en griegas hechas con
carácter oficial). ◆
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