Durante estos últimos meses se puso en marcha una iniciativa legislativa popular en apoyo a una Renta Básica Universal (RBU), y en Bilbao una serie de colectivos nos hemos unido con el objetivo de dar a conocer esta propuesta y que el discurso a favor de la Renta Básica Universal esté en la calle como una medida que reclamamos para la redistribución de la riqueza A principios de los ochenta resurgió en Europa la idea de una RBU, sobre todo en universidades donde investigadores valoraban las ventajas y potencialidades de una propuesta de este tipo y desde entonces ha ido cogiendo fuerza socialmente. Un ejemplo de ello es el simposio que se celebró en Donostia centrado en la RBU y organizado por la Diputación Foral de Gipuzkoa. La cuantía de una RBU se situaría como mínimo en el umbral de la pobreza, y como se ha demostrado en muchos estudios es viable económicamente, y absorbería los subsidios condicionados actuales y otras prestaciones que estuvieran por debajo de la cuantía fijada. Dentro de una política económica en una dirección diametralmente opuesta a la actual que favorece a los más ricos, nosotros proponemos la RBU como una medida profundamente redistribuidora de la riqueza, ya que aunque la reciben todas las personas por el simple hecho de ser ciudadanas (entendida la ciudadanía en un sentido amplio de la palabra). A la hora de financiarse, la propuesta de RBU, penaliza a los más ricos y favorece a la gran mayoría de la población. La Renta Básica, favorecería además a muchos colectivos y sectores de la población que, hoy en día no tienen libertad real para dirigir sus vidas, en tanto no la tienen para hacer frente a la cobertura de sus necesidades materiales. Una de las razones a favor de una RBU es la de proponer una solución al problema social del desempleo que sea ecológicamente responsable. Una carrera enloquecida hacia el crecimiento económico no puede ser la solución al problema del paro si queremos hacer las paces con la naturaleza. Esta es la realidad política de hoy en día, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, todos claman por el crecimiento económico. Esto quiere decir que pensamos en “cantidad” y reprimimos así la posibilidad de diseñar nuevos modelos de organización y de mayor “calidad” para nuestra sociedad. Con una RBU ninguna persona incorporada al mercado laboral de forma remunerada, se vería obligada a aceptar un puesto de trabajo, sean cuales fueren sus pésimas condiciones y, además, haría que los trabajos más penosos y desagradables (pero normalmente socialmente más deseables) fueran mejor remunerados. En los conflictos laborales una renta básica reforzaría la capacidad de negociación de la clase trabajadora en el “cara a cara” con los empresarios, y representaría, en el caso de huelga, una especie de caja de resistencia incondicional e inagotable. Las rentas de garantía de ingresos (RGI, actualmente en vigor en Euskadi) no solo son prestaciones indeseables sino que, además son muy caras administrativamente. En el caso de una administración eficiente se gasta un euro en controlar que se cumplen las condiciones exigidas, por cada euro que se da a las personas. Además, suponen la intromisión y el control de la vida privada de las personas, y traen consigo la llamada trampa de la pobreza,: las personas que las reciben se quedan entrampadas en ellas. Por todo esto, además del estigma social que suponen, en Francia cientos de miles de personas que reúnen las condiciones para cobrarla una prestación de este tipo, renuncian a ello y miles de millones de euros se quedan sin utilizar, mientras que miles y miles de personas con necesidades están empobrecidas y con sus derechos vulnerados. La RBU tiene un fascinante papel que jugar en el futuro y estamos convencidas de que poco a poco se irá abriendo paso. Garantizaría el derecho a la existencia a todos por primera vez en la historia de nuestra especie, acabaría con la pobreza y con la criminalización de las personas pobres, al tiempo que supondría un aumento de la libertad real de las personas y un cambio de modelo hacia un desarrollo sostenible con el planeta. Tenemos la obligación de desmontar la legitimación del acceso a los derechos a través del acceso al empleo remunerado, sustentando el acceso a los mismos en el hecho de ser personas, garantizando así, la dignidad y la legitimidad de todas. Xabier Abian Sueskun Tinixara Guanche