Introducción................................................................................................... ...1 Tres periodos. Crítica al comienzo de la filosofía. Gnoseologia de la intuición. Yo, ser y pliegue. 1Orientarse en pensamiento....................................................................17 el Coordenadas del pensamiento. Cartografía y noología. Noología e intuición. Nou=ç poihtikóç del ser unívoco. 1.1 Cartografía en Platón............................................................20 Aristóteles y Sensación, partícula y nou=ç. Crítica de Deleuze al ei3doç universal. Analogía, oposición, semejanza, identidad. Anamnesis de Platón. Teoría de las Ideas. 1.2 La representación Platón...................................28 orgánica en Aristóteles y Diferencia específica como representación orgánica. Diferencia conceptual. Analogía, semejanza, oposición e identidad en Platón. Diferencia como selección. 1.3 La cartografía Descartes........................................................................34 en Sustancia pensante y sustancia extensa. Representación subjetiva. Crítica de Deleuze a la representación subjetiva. 1.4 La imagen de Postulados..............................................................37 la doxa. Los seis postulados de la doxa. Sentido común y buen sentido. Reconocimiento y elemento de la representación. Negatividad del error. El problema de a proposición. Verdad y falsedad. Aprender y saber. Crítica a la representación del ser equívoco. 1.5 La órgica............................................................................42 representación La representación órgica como análisis de los juicios y proposiciones. Vice-dicción y mónadas en Leibniz. La representación órgica en Hegel. Lo Infinito de la Idea como diferencia. 1.6 Otra forma pensar..................................................................................47 de Fuerza del pensar. Encuentro, memoria trascendental y esencia. Sentiendum, memorandum, cogitandum. Empirismo trascendental. Intensidad de lo sensible. 1.7 Intensidad...................................................................................................51 La intensidad como diferencia. Ser de lo sensible. Intuición de la intensidad. Lo profundo. La intensidad como esencia de modo. 1.8 Sobre la problema..............................................................................56 idea- Idea como diferencial de continuidad (dx). Realidad virtual de la idea. La actualización como solución de la idea problema. Dinamismos espacio-temporales. Crítica a la metáfora óptica de Badiou. 1.9 Las ideas Espinosa.................................................................................63 en Ideas universales de la imaginación. Nociones comunes e ideas adecuadas de la razón. Ideas adecuadas e ideas verdaderas. Globalidad de la intuición. 1.10 El paralelismo como expresión de Dios y su correspondencia en Deleuze............................................................................................................ .69 Expresión. Conexión causal atributiva. Pensamiento y extensión. Paralelismo de las series virtual-actual. 1.11 El pensamiento representativo............................................................73 no Diferentes características del pensamiento no representativo. Univocidad. Intensidad. Acategorial. Los tres sentidos del fundar. Pensar sin fundamento. 1.12 El pensamiento Bergson.......................................................81 intuitivo en La intuición como método. Las tres reglas. Planteamiento de problemas. Diferencias de naturaleza. Separación de las primeras naturalezas: duración y espacio. 1.13 El pensamiento en sentido......................................................86 Lógica del Fantasma y simulacro. Los tres sentidos del fantasma. Origen del pensamiento en el fantasma. Superficie metafísica. 1.14 El simulacro como limitado................................93 origen de un pensar no Simulacros como objetos parciales de Melanie Klein. Parcialidad pulsional del cuerpo. División de percepciones: lo parcial y lo completo. 1.15 El acontecimiento fantasma.....................................97 como expresión del Atributo noemático. Cuerpo y acontecimiento como causa y efecto en los estoicos. Relación del acontecimiento con el lenguaje: designación, manifestación, significación y sentido. Sentido como expresión en Husserl. 1.16 Primera y segunda efectuación de la génesis estática. Formación del individuo y de la persona............................. .................................................105 Campo trascendental. Primera efectuación: el buen sentido. Segunda efectuación: el sentido común. Individuo del buen sentido y persona del sentido común. Campo trascendental y superficie metafísica, las cinco características. El problema de la determinación. 1.17 Nietzsche y pensar..............................................................................109 el Pensamiento trágico. Valor y sentido del pensar. Lo verdadero como cartografía del pensar. 1.18 El fantasma y Oedipe.................................113 la representación en L´anti- El deseo. Producción y adquisición del deseo. El fantasma como productor ideal del deseo. El fantasma social y político. 1.19 Noología como historia pensamiento.........................119 de la imagen del El pensamiento como forma-Estado. Imperium y Logos. Pensamiento de la tribu, intermezzi. Pensamiento clásico y pensamiento nómada. Molar y molecular 1.20 Topología del pensar en el Foucault y el pliegue como el adentro del pensamiento.................................................................................................... 126 Concepto de mapa. Saber, poder, sí mismo. Pensar es plegar. Fuerzas de la finitud y fuerzas por liberar. Sobrepliegue. 1.21 El pensar intuitivo filosofía..............................132 como conocimiento en Las tres ideas adecuadas: el yo, las cosas, y Dios. Imaginación y entendimiento. Fantasía. Ser de acciónpasión. Modelo de reconocimiento. 1.22 El conocimiento acontecimiento......................................................138 del Sentido y representación. Adivinación estoica de lo profundo. Acontecimiento efectuado y puro. El tiempo como Aión. Acontecimiento y sentido. El icono y sus relaciones con Pierce. 1.23 El acontecimiento acuerdo..........................................145 es un acorde, un Acontecimiento como prehensión. Mónada y prehensión: apetición. Acordes y armonía. Pliegues de las series divergentes. 1.24 El agencement disposición..............................................................150 o la Territorio y comportamiento. Desterritorialización. Definición de agencement. Su relación con el pliegue. 2- El yo y el sujeto en el conocimiento intuitivo.........................................156 2.1 Hume y el yo. La subjetividad en el empirismo...................................... 159 Creencia e invención. Sujeto como hábito. Hábito y memoria como tiempo. Principios de constitución del sujeto: asociación y pasión. 2.2 El yo fallido en répétition...................................................169 Différence et Plegar y síntesis pasiva. Contemplación y contracción. Yos contemplativos de la síntesis. La contemplación como pregunta. Yo disuelto. Yo pasivo en el tiempo. Yo fallido en Kant 2.3 El yo (Je)y el yo pasivo (Moi) específicos. Lo individuante. Centros de envolvimiento................................................................................................. 172 Yo larvario. Dos dimensiones de la realidad. Síntesis activa y pasiva. Tres síntesis pasivas. Individuaciones como yo fallido y yo disuelto. La reciprocidad como centro de envolvimiento. 2.4 El cuerpo sin órganos. Artaud, Leibniz, Espinosa. Origen de un concepto.........................................................................................................1 77 El concepto de cuerpo en Artaud, Leibniz y Espinosa. Estratos como plegamientos defectuosos. Límite de organización. 2.5 Rostridad, significancia subjetivación..................................................183 y Las tres etapas de la rostridad. Dos estados de la rostridad. Cabezas buscadoras. El afecto como expresión del rostro. La imagen afección y su relación con Espinosa. 2.6 El concepto de pliegue según Badiou con respecto a Deleuze. Pensar el afuera de la “subjetividad” deleuziana como adentro....................................187 El ser como relación. Síntesis disyuntiva. Fenomeno-topología. Topolpgía y límite. Crítica a Badiou sobre su pensamiento del pliegue deleuziano. 2.7 La subjetivación como Foucault........................................192 pliegue en el Los cuatro pliegues de la subjetivación. Ser lenguaje y ser luz. Crítica de Deleuze a la superación de la intencionalidad en Foucault, Heidegger y Merleau-Ponty. Las tres figuras del ser en Foucault. 2.8 Los pliegues alma...............................................................................197 del Puntos de vista y puntos de inflexión. La inclusión como pliegue. La mónada y los pliegues de lo múltiple. Ideas innatas. Superación de las intencionalidades. Los dos pisos. 3- El Ser en el conocimiento intuitivo.........................................................203 3.1 El Ser unívoco répétition...............................................204 en Différence et Univocidad de las diferencias. El límite como despliegue. Anarquía coronada y distribución nomádica. Individuación de lo análogo y de lo unívoco. 3.2 El problema de Deleuze.....................................................207 lo análogo en Analogía en Platón y Aristóteles. Equivocidad y analogía. Diferencia específica y ser análogo. Analogía de proporcionalidad y analogía de proporción. 3.3 Sobre la univocidad Aristóteles...........................................................212 en Sinónimo y homónimo. Univocidad del ente y distinción numérica. Crítica de la equivocidad. Univocidad y equivocidad según Deleuze. 3.4 El ser y el Aristóteles...................................................................217 ente en Ente por accidente y por sí mismo. Ser y ente como du’namiç y e1nte’leqeia. Tò o6n y tò ei3nai según Heidegger. Interpretación de Severino. Ser verdadero y ser falso. 3.5 El ser en potencia entelequia..................................................224 y el ser en Equivocidad de la du’namiç. Relación de la du’namiç con la e1ne’rgeia. Pra’ziç. du’namiç como e1ne’rgeia. E1ne’rgeia como univocidad. 3.6 La posibilidad en Aristóteles como potencia en relación con lo virtual de Deleuze........................................................................................................... 228 Posibilidad ontológica de la potencia. Posible y virtual. Posible y real. Existente y no existente. Ser de actividad: e1ne’rgeia. 3.7 ¿Es la sustancia analógica?...............................................233 de Aristóteles Sustancia como presencia según Heidegger. Ou1si’a y ai5tion. El u2pokei’menon como sustrato particular. Ser del ente y ente del ser: Tò ti h3n ei3nai y u2pokei’menon. 3.8 La sustancia y primero............................................................239 el sustrato Interpretación del ei3doç como figura. El ei3doç como presencia. El ei3doç según Deleuze. El ei3doç es u2pokei’menon. Transformación de la idea en representación según Heidegger. Ou1si’a y e1ne’rgeia. 3.9 El sentido del Aristóteles........246 péraç en el pensamiento ontológico de Diferentes sentidos del pe’raç en Aristóteles. Límite propio de lo singular. Magnitud. Fin y movimiento movimiento y acción. El límite como sustancia. Sustrato y esencia. 3.10 La univocidad Deleuze...........256 de Escoto, Espinosa y Nietzsche según Ser neutro en Duns Escoto. Doble univocidad en Escoto. Univocidad positiva del ser en Espinosa. Inmanencia y expresión. Univocidad del eterno retorno en Nietzsche. 3.11 Univocidad del ser Badiou.......................................261 en Deleuze, según Univocidad y uno. Síntesis disyuntiva. Univocidad e intensidad. 3.12 La univocidad en Oedipe..............................265 Logique du sens y L´anti- Acontecimiento puro y univocidad. Posible, imposible y real. Univocidad del deseo en AO. El deseo es lo real. Alejamiento de las síntesis pasivas. Miedo a carecer. Necesidad del objeto 3.13 El plano de consistencia...........271 inmanencia y de univocidad. Plano de El plano de inmanencia como principio de lo oculto. Velocidades y latitudes. Plano de desplegamiento. Longitudes y latitudes de un cuerpo. 3.14 El todo y sus cambios en referencia al movimiento según Bergson......275 1ª tesis sobre el movimiento: cortes móviles como imagen-movimiento. 2ª tesis sobre el movimiento: equidistancia de instantes. 3ª tesis sobre el movimiento: duración del todo 3.15 El problema de Deleuze.............................279 la relación en Aristóteles y El pròç e6n del tò o6n con la fu’siç. La doble univocidad. El pr’oç ti. Tò o6n, e1ne’rgeia y dúnamiç. Deleuze y el pròç e6n. 4- El pliegue..................................................................................................287 4.1 Parménides y el pliegue.......................................................................... 287 Diferencias del ser y del ente. Pensar y decir. El e1o’n como pliegue. El olvido del pensar-decir según Heidegger. Crítica de Deleuze al pliegue heideggeriano 4.2 Cómo puede considerarse Aristóteles.................................293 el pliegue en El pliegue como pe’raç. El pe’raç como acontecimiento. El pliegue de doble hoja. Definición y sustrato. 4.3 El pliegue, comunión y quiasma en Merleau-Ponty. Visibilidad y reversibilidad.................................................................................................. 297 Ser para sí y ser del mundo. Conciencia perceptiva. Comunión recíproca. Espacio topológico del ser. La carne (Chair). El concepto de quiasma como pliegue en Merleau-Ponty. 4.4 Haecceidad...............................................................................................306 Singularidad en el plano de inmanencia. Principio de individuación. Grados, intensidad y tiempo. Expresión y semiótica particular de la haecceidad. Determinación en Deleuze. 4.5 El pliegue en materia............................................................................310 la Idea de universo y fuerza activa en Leibniz. Materia, cuerpo elástico, pliegue. El plegar como mecanismo de resorte. Concepto de expresión en Leibniz. 4.6 El concepto de expresión en Espinosa. Desarrollo del pliegue deleuziano......................................................................................................3 15 Expresión como producción de la naturaleza. Etimología de la expresión. <<Explicare>> e <<involvere>>. <<Complicatio>>. Expresión e inmanencia. 5- La última ontología..................................................................................322 5.1 El caos ya ser.......................................................................................323 es Virtualidad del caos. Opinión. El pensamiento-cerebro. Los tres planos: inmanencia, referencia y composición. Caoideas y caoideas. Superjeto, injeto y ejeto. 5.2 Inmanencia. Pliegue.................................................................................328 Imagen del pensamiento y pensar histórico. Características del pensar intuitivo. Dos facetas del pliegue: nou=ç y fúsiç. Geología y haecceidad. 5.3 Geofilosofía..............................................................................................333 Estados y ciudades como componentes de la tierra. Relación histórica de la filosofía y su relación geográfica: trascendencia e inmanencia. Desvinculación de lo geográfico 5.4 Los conceptos creados filosofía.......................................................337 por la Conceptos como historia y devenir. Concepto y haecceidad. Concepto y acontecimiento. Concepto y problema. Ilusiones de la filosofía. Realidad del concepto. 5.5 Los conceptuales....................................................................342 personajes Definición de personaje conceptual. Diferentes rasgos de composición: páticos, relacionales, dinámicos, jurídicos, existenciales. Trilogía de expresión en la filosofía. El gusto como regulación de conceptos. 5.6 Los functores, afectos y perceptos creados por la ciencia y el arte..........346 Plano de referencia. Nociones científicas. El estado de cosas como función. Diferencias entre concepto y función. Realidad de la sensación. Correspondencia entre planos. Conclusión.................................................................................................... 354 Dos formas históricas de ontología: inmanencia y trascendencia. Teología como ontología en la escolástica. Fractura ontológica. Equivocidad de las percepciones. Anaximandro y el ser según Severino, Heidegger y Deleuze. Tres épocas de la trascendencia.: Eidética , Crítica y Fenomenología. Bibliografía...................................................................................................3 66 Apéndice. Cartografía Confianza........................................411 de un concepto. Introducción A la pregunta a Deleuze sobre si considera su obra como un todo o, por el contrario, si existen en ellas rupturas y transformaciones, contesta que, a pesar de que su pensamiento evoluciona en tres periodos, entre ellos hay un nexo que se tiene que comprender, que es la identidad EspinosaNietzsche1. Él afirma que su primer periodo, desde ES hasta el NP, es una historia de la filosofía, pero no por el enfoque reflexivo, sino como creadora de conceptos. Así, la filosofía no es un desarrollo de lo que dijo el filósofo, sino más bien la explicación de los conceptos creados por él. La historia de la filosofía, según Deleuze, intenta comprender esos conceptos que responden a determinados problemas, lo que no dicen y se sobreentiende. Por eso, Deleuze piensa que la filosofía tiene una función plenamente actual. Los conceptos no son ni opinión ni discurso ni comunicación, sino más bien modos de pensamiento que recuerdan a esa identidad Espinosa-Nietzsche. Si en su primer periodo no se ve tan clara la creación de conceptos, sí se observa la manera en que va esbozando, con esa identidad Espinosa-Nietzsche, la base para su propia creación conceptual filosófica. Desde DR hasta que comienza sus libros de cine, se desarrolla un segundo 1 Deleuze G.: Pourparlers, pág. 185, París: Ed. De Minuit, 1990 periodo, donde Deleuze se esfuerza en crear conceptos. Sus libros AO y MP, escritos junto con F. Guattari, están llenos de ellos. Propone con este filosofar conjunto y escrito el concepto del <<nosotros>>, como dos arroyos que se encuentran para configurarlo, que es la interpretación del <<filo>>, el amigo. El tercer periodo que considera Deleuze es el de sus libros de cine, hasta QCP. Pero, a pesar de tratar sobre el cine, son libros de filosofía, que expresan junto al concepto como modos de pensamiento, otras dos dimensiones, que son la del afecto y la del percepto. Mas adelante hablará del functor, que es la expresión de la ciencia como forma de pensamiento. Ahora bien, el presente trabajo es precisamente el estudio de un concepto de Deleuze, el pliegue, concepto que aparece desde el principio de su pensamiento e implica una ontología. El concepto como tal es un pliegue, ya que es un pensamiento que se desarrolla en el ser. El ser es pensar para Deleuze, aunque este pensar es un pensar intuitivo, que se opone al pensar discursivo de la razón dialéctica, pero no como dos formas ontológicas. Este trabajo se halla dividido en cinco partes. En la primera se trata de explicar cómo hay que pensar para comprender lo que significa el concepto de pliegue en Deleuze y, por supuesto el ser, ya que sin esto no se entiende su ontología final. Entonces, la primera parte explica cómo orientarse en el pensamiento intuitivo y lo que supone su opuesto: el pensamiento representacional. Así, Deleuze realiza una crítica al comienzo de la filosofía, cuando surge por la imagen del pensamiento representacional de Aristóteles, Platón, Descartes, Leibniz y Hegel, y presenta unos postulados que lo explican. En oposición al pensamiento de la doxa, pensamiento representacional, Deleuze presenta otra forma de pensar: el pensamiento intuitivo. Se introduce, entonces, un estudio en la identidad Espinosa-Nietzsche del pensamiento como ideas adecuadas y del pensamiento trágico, a lo que se añade el pensar intuitivo de Bergson, que influye notablemente en Deleuze. A partir de aquí, se explica lo que Deleuze entiende como pensamiento intuitivo su obra. En LS habla del origen de este pensamiento como simulacro y fantasma, incluso acontecimiento, siendo todas estas formas sinónimos del pliegue. En MM expresa el pliegue como agencement o disposición, que en realidad es una evolución del concepto de acontecimiento y en Foucault es el pliegue del adentro. La gnoseología de la intuición que propone Deleuze presenta puntos comunes con la identidad Espinosa-Nietzsche. Así, Espinosa, en su tercer género de conocimiento, explica que la intuición es quizá el único método por el cual el pensamiento se adecua a la globalidad de la expresión. Entonces, es el pensamiento intuitivo el que tiene que comprender la esencia del ser espinosista, que es la sustancia. Por otra parte, el yo y las cosas son las otras dos ideas que pretende explicar el tercer género de conocimiento de Espinosa2. Deleuze considera estos temas muy importantes para la comprensión del ser, que en su última ontología es el pensamiento-cerebro. Por eso, en toda su obra aparecen estos temas tratados desde su conceptualidad filosófica. La segunda parte del trabajo entonces trata del tema del yo lo comienza a plantear en el primer periodo en ES. Considera importante el tema del yo, el yo de hábito que inventa y crea, efectuando un análisis a través del pensamiento de Hume. A partir de ahí, empieza a crear su propio concepto del yo con respecto a la intuición en DR, concepto que continuará elaborando desde LS hasta F, donde explica una situación singular del pliegue con el adentro. En su última ontología el sujeto no es un yo, sino un sujeto de pensamiento-cerebro surcado de pliegues que se doblan, pensamientos originales, singulares o acontecimientos. La tercera parte del estudio de este trabajo de la gnoseología de Deleuze es el ser como un todo y no como parte. El ser es la base del pensamiento intuitivo de Deleuze y toda orientación de su pensamiento busca comprenderlo en su globalidad. Ahora bien, el ser en Deleuze presenta una característica muy importante: es unívoco. Por otra parte, es inmanente y neutro, lo cual admite una unidad de sentido. El sentido del ser es único, pero en realidad es un sinsentido profundo de neutralidad. Entonces, para comprender bien el ser de Deleuze hay que explicar qué 2 Deleuze G.: Spinoza et le probleme de l’expression, pág. 283, París: Ed. De Minuit, 1968. significa la univocidad. La univocidad es expuesta por Aristóteles, pero siempre interpretada como el desarrollo del ser análogo, incluso por el mismo Deleuze. En este trabajo se expone lo que piensan algunos de los estudiosos de Aristóteles y se cuestiona que el ser sea una analogía. Incluso cuando se habla de relación parece que el ser se halla más cerca de la univocidad como la presenta Deleuze, que del pretendido ser analógico aristotélico. Con esto, no se intenta establecer un nuevo punto de vista sobre Aristóteles, pero sí preparar una revisión actual del pensamiento aristotélico, cosa que por otra parte ya ha empezado a hacerse3. Entonces, el estudio del ser es una historia de la filosofía desde la ontología, donde posee el carácter de univocidad. Surge en Parménides, pero es, según Deleuze, Duns Escoto quien, confiriéndole neutralidad, hace que el ser adquiera su mayor expresión ontológica. Así, para Deleuze el Opus Oxoniens es el mayor libro de ontología pura jamás pensado4. Según Deleuze, hay tres ontólogos fundamentales, y estos son Duns Escoto, Espinosa y Nietzsche. Ahora bien, si para Duns el ser era neutro, no es así en Espinosa, que asigna a la sustancia más positividad. En Nietzsche la positividad se transforma en mayor énfasis de las diferencias, que son repeticiones del ser como eterno retorno. 3 Oñate,T.: Para leer la metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Madrid., Dykinson,2001. AAVV En torno a Aristóteles ,homenaje al profesor Pierre Aubenque. Coordinadores Angel Álvarez y Rafael Martínez, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago, 1998 4 Deleuze G.:Différence et répétition, pág. 57, París: PUF, 1968. Badiou ha destacado la ontología del ser unívoco de Deleuze, analizándolo con gran uniformidad a partir de su lectura. Badiou expone que Deleuze no relaciona el uno con la univocidad, sino que recalca la unidad de sentido neutral del ser deleuziano. De todas formas, no reduce bien la diferencia entre ser y seres, y mantiene un sentido de equivocidad. La crítica de Badiou al uno en referencia al ser aparta la doble univocidad, que atañe al sentido revisado de Aristóteles. Según Badiou, el uno es uno en su propia identidad y así claudica con respecto a los demás seres, entes que se expresan con sentido ontológico de equivocidad. En realidad, se trata de pensar más en una sustancia única de carácter positivo, como diría Deleuze en relación con Espinosa. El uno puede tener el sentido unívoco de una última forma como la haecceidad de Duns Escoto, mientras que el ser sea unívoco en sentido neutral, incluso solo expresando su propia verbalidad, lo que es. El ser es uno en Parménides y es uno ilimitado en Anaximandro, pero quizá el paso definitivo lo da Aristóteles hablando de la univocidad de la especie. Duns Escoto conduce la univocidad a un sentido más concreto, pero Deleuze, desarrollando la idea el pliegue afianza ese concepto. Ahora bien, la doble univocidad no significa doble sentido del ser o ser de un sentido con seres de múltiples sentidos. En realidad, hay un sentido único para las formas de individuación que son los acontecimientos, los pliegues. Estos responden a un acontecimiento universal, el ser. En cuanto el acontecimiento es universal entonces es unívoco, por el sinsentido o sentido universal del es. La individuación como sentido último singular en relación con lo unívoco no supone una distinción real ontológica. En LS, el estudio de la univocidad además de la individuación, el acontecimiento y el eterno retorno, comprende lo posible, lo real actual y lo imposible; es decir: todo lo que puede ser dicho, hecho y pensado. A pesar de todo el ser sigue siendo neutro. El estudio del ser se transforma en AO en algo propio del inconsciente. Entonces, es el deseo como lo real en sí. Dice Deleuze que el deseo como ser es un espinosismo del inconsciente, la univocidad del deseo. En realidad, es dar una perspectiva fuera-de, donde el deseo adquiere una fuerza como producción, al margen de cualquier subjetividad. Es la fuerza activa que se mueve, que se pliega para producir más que para ser una necesidad que provoca un sentimiento de carencia. Quizá es un pensamiento que hay que entender como una identidad conjunta entre Deleuze y Guattari, una formación singular que Deleuze llamará devenir. Entonces, el ser como deseo sin propiedades que manifiesten una tendencia exclusiva continúa siendo neutro. Es solo acción, productividad en sí misma, sin ser nada concreto; deseo como acontecimiento con el tiempo del Aión. En MP, el deseo activo pasa a ser relación y afectividad cartografiada. Es decir, si el univocismo del inconsciente es el deseo, aquí Deleuze traza un plano con dos expresiones; la de trascendencia, que entiende como plano de organización, y el plano de inmanencia, que es del sentido único del ser. El primer plano es el de los estratos, donde todas las formas se estratifican, se organizan sobre la base de una representación, que coincide con todo lo que Deleuze comprende como trascendencia. Analogía, identidad, subjetivación, organización, jerarquía, etc., son todas las propiedades de un plano que se opone y a la vez coexiste con el plano de inmanencia. El plano de inmanencia es relación y afectividad, en latitud y longitud que determinan una topología, una cartografía que dará lugar a nuevas individuaciones. Estas serán las haecceidades, diferentes a la de la forma de la representación analógica, las cuales se determinan más bien por los afectos y sus relaciones entre sí, lo que recuerda claramente a Espinosa. El plano de inamnencia es del movimiento absoluto, compuesto de afectos y relaciones que son movimiento. Por esto, Deleuze nombra al ser: ser de relación, ser de movimiento. Posteriormente, Deleuze aprovecha los estudios de Bergson sobre el movimiento e incorpora esta idea de relación en un todo abierto de duración y movimiento. Aquí, el movimiento no es algo concreto que suponga una traslación de elementos materiales en el espacio, sino que es movimiento cualitativo y cuantitativo por esa relación. La idea, desde luego se acerca mucho al concepto de relación de Aristóteles, ya que la relación es real y ontológica tanto para Aristóteles como para Deleuze, y es movimiento. Así, el ser como relación y su motivo ontológico, se vincula al próç e5n y al pròç ti aristotélico, y estas a la ki’nhsiç. Pero Deleuze no supo leer el doble motivo de la relación en Aristóteles y menos entender que se volcaran en la ki’nhsiç, que en realidad es e1nérgeia, y así encontrar la doble univocidad del ser y el ente en Aristóteles. La cuarta parte del trabajo en relación con el conocimiento intuitivo de Deleuze es la formación individual y singular de las cosas, del estado actual de ellas o de la individualidad de esas diferencias que sugiere por la síntesis disyuntiva del ser. El ser neutro abstracto y virtual es disyuntivo en cuanto a que sus diferencias son sus individuaciones. Si para Duns Escoto son haecceidades o para Espinosa las cosas ya no se determinan por su representación, sino por lo adecuado de las ideas en cuanto se refiere al tercer conocimiento, para Deleuze esta formación singular se puede llamar de varias maneras, pero siempre hace referencia al pliegue. Así, para comprender el pliegue hay que realizar un análisis en una ontología que lo desarrolle; por ejemplo, en Parménides o en MerleauPonty. Para Heidegger, Parménides describe el estado del pliegue como la relación que existe entre pensar y decir. Para Heidegger, Parménides comprende el pliegue como una visión, una iluminación del aparecer del ser en cuanto al pensar que dice que algo es. Es decir, el pliegue es ese momento del ser en que lo que se piensa toma fuerza en la palabra para que algo sea dicho, como una iluminación interior. Esta situación primigenia se ha olvidado, ya que el pliegue se ha sustituido por la representación del ente y esta por su ser. Así, tanto el ser como el pensar el ente como aparecer, equivale a la representación. El pliegue de Heidegger es diferencia del pensar en lo múltiple expresado por el decir, que según Deleuze se coliga en coextensividad. No es que el pliegue heideggeriano surja de lo indiferenciado sino de la diferencia de lo múltiple. En principio, el pliegue heideggeriano surge en una interioridad, que se coliga con la extensividad del afuera, según Deleuze, acercándose más bien al F que a LP. La visión más interesante es la que estudia el pliegue aristotélico. Se entiende que el pliegue aristotélico puede vincularse al límite o pe’raç. El límite en Aristóteles es un pliegue de doble hoja que surge a partir de lo singular, e6kastoç. Lo singular se halla limitado propiamente, es decir, contiene pe’raç en cuanto aparece una definición, esencia, tò ti h3n ei3nai, de una presencia material, u2pokeímenon y u6lh’. Es decir, en términos heideggerianos supondría que la esencia es el ser del ente y la presencia es el ente del ser. En cuanto a Deleuze con respecto al pliegue de Aristóteles confunde el aspecto con la esencia como especie, confiriendo una especificidad orgánica a la representación, y la convierte en una percepción unitaria de la diferencia. En realidad, la esencia es el ser del ente en cuanto es actividad que se refleja en la definición. Esta se plasma en la presencia y ahí puede que se configure el aspecto, forma, pero no es una representación. En Merleau-Ponty, el pliegue consigue un aspecto de percepción de la conciencia del pensar. Así, el pliegue no es una representación de una intencionalidad hacia el objeto de un sujeto, sino una reversibilidad, un quiasma. La conciencia es el ser para sí y lo que se percibe es el ser del mundo. Para Merleau-Ponty, la comunión se establece entre los dos, y sin ella no se puede tener conciencia sin pensar, que es percibir. Entonces, esta comunión es el pliegue. Ahora bien, para Deleuze, Merleau-Ponty no abandona la intencionalidad al comprender que hay una trascendencia del ser para sí al ser del mundo y no un puro ser para sí ideal que comulga con un ser del mundo. Hay una diferenciación de las dos formas ontológicas del ser para sí y del ser del mundo, con una trascendencia que ocurre del primer yo pienso hacia el mundo radicalmente real y empírico. No concede, entonces, una univocidad radical, ya que el pliegue no se constituye unívocamente, sino una equivocidad del ser a pesar de estar constituido en un espacio topológico de significados históricos. Para evitar esto, MerleauPonty desarrolla el concepto de chair (carne), donde especifica que el ser para sí es un sujeto, que por su visibilidad es visible y tangible, reversible con el objeto como ser del mundo. A pesar de esto, según Deleuze, las dos formas ontológicas continúan y por lo tanto la intencionalidad. Por esa razón Deleuze introduce en primer lugar la haecceidad como principio de individuación del plano de inmanencia, que es un plegarse en él. Para superar lo que Deleuze considera una equivocidad ontológica en Merleau-Ponty, introduce el plano de inmanencia unívoco, cuya forma individual no esencial sino accidental es la haecceidad. Para Deleuze, hay dos planos ontológicos y no de dos formas. Son dos maneras de ver la ontología. Una es la del plano de organización, donde se estructura la forma limitada, la figura, los estratos de organización y todo tipo de organismos que delimitan y se limitan en estructuras anquilosadas como el sujeto. Otra manera de comprender la ontología es la del plano unívoco de inmanencia, que, recordando a la sustancia de Espinosa, se expresa de un modo individual, plegándose y desplegándose en la haecceidad. Este plegado que supone la haecceidad, implica un tiempo, el del Aión, con un bloque de circunstancias ligado al acontecimiento. Ahora bien, también para Deleuze el pliegue es una expresión en la materia. Así, para explicar el pliegue material toma el concepto de Leibniz de la materia continua y fluida. Para Leibniz, la materia contiene tres características, y la primera es la fluidez continua, sin partes ni separabilidad. El concepto de materia leibziana posee una fuerza activa, que por compresión-distensión da lugar a cuerpos, que se mantienen unidos por su elasticidad. Dice Deleuze que la compresión-tensión y la elasticidad que invagina la materia son como el arte del plegado del papel japonés u origani, figura que representa la materia inorgánica, compuesta de pliegues que se despliegan. Es el pliegue lo que relaciona la materia inorgánica con la orgánica, ya que el organismo lleva en sí mismo la posibilidad de la invaginación y el plegado. Este organismo que se invagina y se pliega en una materia continua y que tiene su expresión en el pliegue del alma del sujeto monádico sería el concepto equívoco ontológico de expresión de Leibniz. Deleuze, para formular su concepto de pliegue de una forma unívoca, asume de Espinosa la expresión de la sustancia. Tanto Leibniz como Espinosa retoman el concepto de expresión, uno desde el ámbito creacionista y el otro desde una teología emanativa con carácter panteísta. En Leibniz, Dios se expresa a través de las mónadas creadas que participan analógicamente en armonía, mientras que en Espinosa Dios se expresa por la potencia productiva del conato en relación con sus modos. Espinosa necesita, entonces, de una clara inmanencia de la sustancia para que se expresen los modos intensivos. Tanto en uno como en otro son maneras de hablar, despliegues, aunque en Leibniz prevalezca la trascendencia de las unidades monádicas, que en sí mismas son unívocas. Deleuze, siguiendo la línea establecida por Heidegger de interpretar las raíces etimológicas del ser, considera las palabras holandesas y latinas que señalan la expresión, para relacionarlas con lo que significan explicar e implicar. Para Deleuze, estas palabras significan una síntesis, que es una complicación referente a Dios del explicar e implicar el pliegue. El pliegue es un <<plicare>>, un doblez que se desarrolla con un sentido de procedencia, donde Dios es él mismo una actividad productiva que complica el proceso de tensiones del explicar-implicar. Es el sentido propio de la sustancia espinosista, cuyo proceder activo de productividad se refiere a Dios. En el ser abstracto de Deleuze, la naturaleza de tal actividad es más bien atributiva, formal y de expresividad ontológica propia, y se aparta de cualquier positividad del ser unívoco. La diferencia estriba en que el ser en Espinosa se expresa por productividades causadas, mientras que en Deleuze, al suprimir la causa como productividad, el ser es expresado, con relación de causas, por los procesos atributivos que se despliegan y explican en él. Entonces, Deleuze desarrolla en su última ontología la actividad productiva atributiva ontológica del ser abstracto expresado por el pensamiento-cerebro y sus planos. En la quinta parte del trabajo se explica lo que puede llamarse la última ontología de Deleuze, donde todo su pensamiento se manifiesta de una manera concreta. Para Deleuze, el ser es expresado, histórico, y surge del caos de las ideas indefinidas con velocidades infinitas. El caos ya es ser virtual, pero de este caos solo surgen velocidades infinitas, que no pueden ser fijadas y es el pensar como opinión el que se vale de ellas. La opinión, para evitar la locura, fija estos pensamientos llamados variabilidades, como si fuera un <<paraguas>> de protección frente al caos. Es necesario un poco de orden para este ser virtual, al que también se le añaden cierta sensación de espacio y tiempo. Pero continúa Deleuze diciendo que el ser no es solamente opinión sino que es un superjeto, que es un pensamientocerebro, un sujeto no orgánico que piensa en relación con los tres planos que constituye; el de inmanencia, el de referencia y el de composición. Cada uno de estos planos es expresado a través de los conceptos, las funciones y los afectos. Los planos se refieren a la filosofía, la ciencia y el arte. En definitiva, si el ser es pensar, entonces, para comprender este pensar hay que comenzar orientándonos en él y descifrar en toda su bibliografía la manera de pensar y estar en el ser unívoco de Deleuze. 1- Orientarse en el pensamiento. Bases para una gnoseología de la intuición Deleuze propone orientarse en el pensamiento trazando unas coordenadas en lo que él llama el plano de inmanencia. No es ningún método que sea capaz de dar una estructura a un sistema de pensamiento, sino que presenta una imagen de él. El pensamiento es un pliegue, que surca el pensamiento-cerebro, pensamientos o pliegues que dibujan coordenadas para huir del caos. Deleuze busca a través de la historia de la filosofía la imagen del pensamiento, que se distribuye en trascendental y vertical u horizontal e inmanente. La imagen del pensamiento proyecta las coordenadas en el plano de inmanencia, sean horizontales de inmanencia o verticales de trascendencia, y orientan para la creación de conceptos. Es una cartografía. Las ideas de Platón, la sustancia de Aristóteles, el cogito de Descartes, son conceptos creados por el filósofo en el plano de inmanencia, que corta el caos a través de la filosofía, como pliegues en el ser. A la manera de exponer este pensamiento Deleuze la llama noología. Supone comprender la imagen del pensamiento, con su sistema de coordenadas en una revisión de lo que significa pensar. Todo pensamiento que presente ese sistema de coordenadas es un pliegue. La filosofía al crear conceptos con pensamientos nuevos siempre deja huella, en lo que Deleuze define como pensamiento-cerebro5. Orientarse en el pensamiento es hacer uso del pensamiento, comprender el pliegue en el plano de inmanencia, que es precisamente lo que el llama la imagen del pensamiento. Por eso Deleuze no puede admitir que su pensar sea un método, sino más bien una utilidad, una práctica. Tampoco admite que es un estado de conocimiento sobre un cerebro, que funciona en cuanto es objetivable, sino más bien una efectuación del pensar, un plegar. No es opinión, ya que Deleuze hace una exposición de esta como una imagen de formas y representaciones del pensar, que expondrá en toda su obra. Así, Deleuze comprende que la opinión se forma en la historia de la filosofía por contemplación, reflexión y comunicación. Por eso dice Deleuze que el pensamiento no reivindica una opinión basada en estos apartados, sino en el movimiento infinito, que es lo que construye la imagen del pensamiento. El orientarse en el pensamiento no el referirse a 5 Deleuze G.: Qu´est-ce que la philosophie?, pág. 235, París: Ed. De Minuit, 1991 un objeto, ni a un sujeto que quiera buscar el infinito con el movimiento del pensamiento. Es el movimiento en sí, el pensamiento, el pliegue, que aparta sujeto y objeto, que en realidad son conceptos, siempre en el plano de inmanencia. Y es que el movimiento del infinito para Deleuze es doble, porque es pliegue (pli). Entonces, para Deleuze, pensar y ser como una misma cosa, donde hay movimiento como imagen del pensamiento, porque hay materia de ser. Este movimiento es un vaiven, recíproco y reversible que no se puede entender sin sus dos componentes. Así, es imagen y materia el pensamiento de Tales como agua y el pensamiento de Heráclito es po’lemoç y fuego que retorna sobre el pensamiento, como plegándose al pensar la materia. Por eso, las dos facetas del pliegue en el plano de inmanencia, una de las formas del ser, son pensamiento y naturaleza, nou=ç y fúsiç. En cierta forma, Deleuze, con su noología, recupera el sentido del nou=ç como intuición de los primeros principios en los griegos. El término de noología no es nuevo. Kant explica que los filósofos que defienden que el conocimiento puro resulta de la razón, como Platón, son llamados noologistas6. El término genérico en los griegos abarca el de pensar, pero no desde el punto de vista subjetivo, ni específico, sino con un sentido más general, un fuera-de. Ahora bien, Deleuze concibe que el 6 Kant E. Kritik Der Reinen Vernunft, A854, B882 (Traducción española de Pedro Ribas,Crítica de la razón pura, Madrid: Ed. Alfaguara, 1993.) entendimiento general del pensar contiene la singularidad de la nou=ç intuitiva de Aristóteles y Bergson. En la Ética a Nicómaco Aristóteles habla de un nou=ç que intuye los primeros principios7.Bergson en L´ Évolution Créatrice dice que el nou=ç aristotélico es un nou=ç poihtiko’ç, una inteligencia productiva que se opone a una inteligencia discursiva. La inteligencia productiva consistiría en una visión de Dios virtual, intuición de Dios por desarrollo en ideas8. El pensamiento de Deleuze contiene una concepción histórica de este nou=ç poihtiko’ç , cuyo principio sería el ser unívoco9. La noología en Deleuze corresponde al desarrollo del pensar como entendimiento intuitivo del ser, cuyos pensamientos son pliegues. El orientarse en el pensamiento es el pensar intuitivo que percibe el ser unívoco en sus pliegues. Entonces, Deleuze realiza un repaso al pensamiento discursivo en su forma representacional, para poder posicionar su filosofía. Así, Deleuze comienza con la distorsión del pensar a través del pensar orgánico y órgico, formas de pensamiento discursivo que se opone al pensar el nou=ç intuitivo del ser unívoco. 7 Aristóteles: Etica a Nicómaco, VI, 6, 1140 b 31 Bergson H. L´Évolution Créatrice, PUF, Paris, (en la traducción española, La evolución creadora, pág. 280, Barcelona::Ed. Planeta, 1994 9 En Analíticos posteriores II,19, 100 b 13, Aristóteles habla sobre la intuición como el principio de la ciencia cuando fuera de ella no hay ningún conocimiento. Lo confirma en Et. Nic. VI, 6, 1141 A 6, cuando explica que es la que capta los primeros principios. En Segundos Analíticos, II, 19,100b 15, afirma que esta intuición es lo divino, que con respecto a la vida es divina con relación al hombre. Todavía es más conciso cuando se refiere al nou=ç poihtikóç. En De Anima III,5, 430 a 10 la intuición productora es separable y es e1nérgeia Ya se hablará lo que significa acto o ενεργεια para Aristóteles. Por eso, posiblemente está por desarrollar una revisión del nou=ç poihtikóç no como inteligencia agente, sino como intuición productora, un pensamiento que se aleja de la escolástica y que se acerca a una exposición más actual del pensamiento posmoderno. 8 1.1 Cartografía en Aristóteles y Platón Cuando se afronta directamente la lectura de Deleuze se tiene la sensación de no entender nada, y para los que están entrenados en una metódica analista, dialéctica o sintética, parece más un estilo literario que un pensamiento claramente filosófico. Generalmente todo estudioso, se acerca a Deleuze por su obra más conocida L´anti-Oedipe. Esta obra encierra una plétora de términos psicológicos y neologismos filosóficos que contienen interpretaciones en referencia a un estado social y político de la máquina deseante10. De hecho, esta obra apela a una revisión crítica del psicoanálisis y en concreto de la obra de Lacan, cuestión que ya había empezado a desarrollar en LS, a partir de la serie 27ª hasta el final, aunque en esta todavía retiene cierta convivencia lingüística con el lacanismo. A pesar de que Deleuze arguye que su obra se puede abordar en diferentes puntos y sin continuidad, para un estudio de su pensamiento es necesario comprender cómo se utiliza, es decir, como intuición, y es preciso también entender el sentido básico de su pensar, que el ser es unívoco. Deleuze opone al pensar dialéctico el pensar intuitivo. Para esto hay que partir de la crítica de Deleuze a Aristóteles con la forma de 10 <<Maquina deseante>> es un término que apela a una singularidad variable como productora de deseo que nada tiene que ver con una subjetividad propia. Este deseo o energía libre es algo similar al conatus de Espinosa, que en realidad es la esencia de la sustancia espinosista. Deleuze G.: L´Anti-Oedipe, pág.11, París: Ed. De Minuit, 1972. expresar el pensamiento como representación orgánica. Entonces hay que describir lo que supone este pensamiento de Aristóteles y la critica de Deleuze. A este pensar intuitivo, cuyo fundamento es el ser unívoco, se opone el pensar dialéctico mediatizado por las categorías, el llamado pensar inductivo-deductivo de Aristóteles. De esa forma, dice Aristóteles que la comprensión de una cosa particular se produce a través del conocimiento más conocido, es decir, del objeto sensible11. Así, la primera toma de contacto con la cosa es la sensación12. Cuando una sensación se repite varias veces se retiene en la memoria. Esta es la que fija la sensación, que se convierte en una idea que eleva la sensación de lo particular a la idea de lo universal. A partir de una serie de conocimientos, que Aristóteles considera como vagos e individuales, se adquieren otros más generales y de mayor envergadura. Gracias al nou=ç como entendimiento, intuición, se llega a los principios más generales. Es decir, coordenadas verticales de trascendencia para la forma, y dentro de ella coordenadas horizontales de inmanencia por la especificación del concepto. Así, la primera forma de conocimiento es la definición de la esencia de la cosa, que atañe a la especie. Por eso, dice que la ciencia de un ente se encuentra en el conocimiento de la forma sustancial de él o más concretamente del 11 12 Metafísica 1029a 34, b 3. Analíticos segundos, sección quinta 7,8. conocimiento de su esencia13. El conocimiento de esa esencia o forma solo puede ser universal. Esta será una de las críticas que aportará Deleuze a la representación en Aristóteles14. La cosa lo es por materia y forma, cuya forma o esencia pertenece a un género de cosas que poseen las mismas propiedades. La representación de la esencia participada es la idea, que se forma como se ha dicho por una sensación repetida. Ahora bien, esta representación de la esencia al decir participada supone que lo es de la especie, ei4doç, como u2pokei’menon no es la esencia propia de la cosa, tò ti h4n ei4nai15. En realidad, la idea señala una abstracción formal de la esencia participada, no un universal ontológico de la esencia. Hay que tener en cuenta una comprensión de la estructura ontológica de la sustancia, sin olvidar el estatuto real de por sí de la idea como sustancia. El universal aquí como especie en ningún caso es sustancia, pero la especie es sustancia16. De esta forma, en la representación de un universal de la especie es donde aparece otra de las críticas de Deleuze a Aristóteles. Según Deleuze, Aristóteles 13 Met. 1031b 10. Como término, la representación es de origen medieval e indica la imagen o la idea, aunque cuando se refiere a Aristóteles se emplea como sinónimo de idea tal como él la entiende. 15 Met. 1079a, 1079b. En realidad lo que dice Aristóteles se refiere a ei=2doç que es tanto la forma o la idea así como a la especie. sería una situación común a una multiplicidad (ver Aubenque P.: El problema del ser en Aristóteles, pág 215n, Madrid: Taurus, 1987.). La misma palabra relaciona a la idea platónica y a la especie aristotélica. En 1059a 10 hay una referencia a las ideas platónicas en las que se comprende que hay una diferencia entre la identidad de una idea incorruptible, con lo que es la cosa y tiene esta de corruptible de la que es idea. Aristóteles juega con el doble sentido del ei=2doç como forma y como especie, ya que la especie es la unidad de los seres que tiene la misma forma. Así, Aubenque señala que << o bien la idea es la forma (ei=2doç) y la esencia de lo corruptible o bien es incorruptible. La separación de la idea, que hace de ella una realidad incorruptible le impide ser una idea, es decir, de concentrar en sí lo que son las cosas de las que es idea o bien de ser la unidad de una multiplicidad a la que define, le impide estar separada>>, ibíd. pág. 307. Aubenque termina diciendo que Aristóteles se inclina por la separación y no por la unidad. . 16 Met. 1038b 10. 14 recurre a la analogía y a la semejanza de lo universal para conocer lo particular, que es la forma sustancial individual. Para Aristóteles, lo pensable significa lo que hay de pensamiento en eso que es pensado (dia’noia)17. ¿Quiere esto decir que lo que se conoce del ser particular es la esencia como esencia formal un universal, la especie, y, por tanto, la diferencia es de número? En efecto, en Metafísica dice en 1052 a 30 <<es indivisible en número lo que lo es individualmente y en especie>> y; en 1018b 5 se refiere a los contrarios en el caso de dos cosas que están en la misma sustancia tienen diferencia, diferencia como oposición, como capacidad del sujeto de recibir contrarios. Quizá es en el Isagogé de Porfirio donde el concepto queda más claro, como lo tomará la Escolástica posteriormente. Así, en el capítulo 2, apartado 7, dice <<hombre, que es una especie, se atribuye a Sócrates y a Platón, entre los que no hay una diferencia específica y solo difieren numéricamente>>. De esa forma, también lo que es pensable de lo que se piensa como unidad también es indivisible, siendo el pensamiento de la sustancia particular lo numéricamente uno. Se trata entonces de saber si lo que es diferente en el pensamiento como contrario y diferente por el número, puede ser idéntico consigo mismo, es decir, oposición e identidad. Por lo tanto, solo se adquiere conocimiento por el universal de la especie. Entonces, la 17 Met. 1021a 30. representación adquiere un lugar donde la analogía, la semejanza, la oposición y la identidad hacen imposible comprender la verdadera diferencia. Es decir, la diferencia, que es lo verdaderamente particular, solo se va a comprender, con el pensamiento inductivo-deductivo de Aristóteles por el número y más cuando dice que la sustancia particular no tiene ni demostración ni definición18. Así, cuando se refiere a un pensamiento de la esencia particular, la expresión de este conocer a través del lenguaje representará la función de un universal y nunca la esencia de un particular. El universal no tiene sustancia y solo la cosa como materia y forma es ente19. Con respecto a lo idéntico, en la representación, Aristóteles también se refiere a la unidad. Cuando la definición de su esencia se expresa, entonces conserva el significado de identidad. Así, cuando se indica el sentido de la sustancia particular, esta es idéntica consigo misma en cuanto es unidad. Así, la representación en cuanto es una de la sustancia es idéntica, y en cuanto a la sustancia particular o la cosa es idéntica por la unidad. 18 Met. 1040a. Según Aubenque, Aristóteles es consciente de esta situación. Incluso manifiesta que para Aristóteles el universal es solo de derecho, como una especie de precursor de Bergson en cuanto a la descalificación del lenguaje por la falta de precisión, que supone una variedad de cosas infinitas a las que solo se conoce por la ambigüedad de sus términos, Op. cit, pág.114 y n. 83. Aubenque en esta afirmación de Aristóteles, ve cómo se relacionan dos clases de discursos: el referido a la esencia y el de la proposición. Op cit, pág. 456, Met. 1039 b, 34, 31. 19 En Platón todo conocimiento es recuerdo (a1na’mnesiç)20. Así, a pesar de que enfatiza el razonamiento abstracto, hay una necesidad de comenzar por las percepciones sensibles, para recordar lo que previamente se encuentra en el alma. Ahora bien, ¿qué es lo que el alma recuerda que sea común a las cosas? El ei4doç, cuyo primer sentido en Platón es el aspecto que ofrece una cosa, su límite, la apariencia común, significado que aparece en los diálogos menores. Posteriormente, se manifestará como una Forma inmutable. En el Cratilo se muestra el concepto de ei4doç como aspecto o apariencia cuando se refiere a lo común que posee una cosa con otra, a pesar de que esta apariencia haya desaparecido, al permanecer en el recuerdo el aspecto común de aquello que antes estaba y ahora no. Es el ejemplo del carpintero que ve el ei4doç como todas las características comunes de la estaca tal como se le representa en su mente. En el Fedón las formas se desarrollan en su expresión de realidad aparte de lo sensible. En primer lugar, los sentidos no dan fe cierta de la realidad21. Entonces, el acercamiento a las cosas a partir de lo sensible se hará más profundo mientras más se separe el pensamiento de lo sensible, hasta alcanzar la pureza de éste en la medida que sea posible. Estas cosas que no podemos alcanzar con los sentidos son la Formas verdaderas. En 72 b es a partir del recuerdo como se ve las características comunes de cada cosa, las que parecen semejantes por algo que está por encima de ellas. Es 20 21 Menón 81c. Fedón 65b. como si las cosas fueran semejantes a algo y este algo son las ideas a las que nunca alcanzarán tanto como para ser idénticas. Se trata de la imitación (participación) de la cosa con respecto a la idea, la semejanza a lo idéntico que en un caso sería la cosa y en el otro la Forma o la idea. En La República la teoría de las ideas se constituye con más fuerza. Al reunir todas las características comunes de los sujetos en un predicado, las ideas aparecen como entidades lógicas. Aparte de esto, son realidades metafísicas jerárquicas con respecto a las cosas, que ocupan el escalón inferior. En La República Platón describe una forma de conocimiento por comparación de hipótesis y axiomas inferiores, para acercarse a una suprema verdad última, que es la idea de Bien22. Con todo esto, las cosas, en su apreciación ontológica, son copias de las realidades últimas, que son las ideas. El problema aparece en el tipo de relación que se establece entre el mundo de las cosas y las ideas inmutables. Esta situación se intenta corregir a favor de una reminiscencia o del conocimiento intelectual del alma por una especie de actividad de esta y no de la idea. Esto permite que las ideas sean conocidas, intentando salvar el difícil escollo de la inmutabilidad. Solo nos dice que las cosas participan de las ideas, pero en sentido metafórico y nunca con entidad ontológica, ya que en realidad son reproducciones de ideas23. 22 Grube, G.M.A.:El pensamiento de Platón, pág.55, Madrid: Gredos, 1987. La participación, méqexiç, es un concepto importante para explicar el sentido del ser en Platón con relación a Deleuze, ya que Badiou ha insinuado que Deleuze, en realidad, es un platónico (ver Deleuze el 23 Para comprender mejor el trazado del pensamiento dialéctico hay que ver qué es lo que dice Deleuze de la relación de este con la representación y cómo puede concebirse como diferencia específica. 1.2 La representación orgánica en Aristóteles y Platón Deleuze compara la diferencia específica con la representación orgánica. En DR explica lo que dice Aristóteles sobre la diferencia y cómo se puede comprender la diferencia específica con relación a la representación orgánica y los cuatro aspectos de la representación a los que está subordinada la diferencia, es decir, la analogía, la oposición, la identidad y la semejanza. En Metafísica X, 4, 8, 9 Aristóteles habla sobre la diferencia. Señala que la diferencia mayor es la oposición. Ahora bien, la contradicción consigue mantener a los contrarios sin perder la sustancia del sujeto. Lo que verdaderamente explica la diferencia es la contrariedad en la forma, con lo cual la diferencia se desarrolla en la esencia de lo que se encuentra en el género. Así, dice Aristóteles que la diferencia perfecta es lo contrario y que está en el género, y esta es la diferencia específica. clamor del ser, pág. 55, Buenos Aires: Manantial, 1997.). En un sentido la participación se ha entendido como mezcla en la que lo limitado, el péraç, limita a lo ilimitado, el a6peiron, dando esa expresión como resultado de un tercer elemento como mezcla (súmmiktoç). En este sentido es donde se puede encontrar una similitud ontológica entre la mezcla y la idea a través del péraç. Por otra parte, Aubenque habla de dos variaciones, como la participación por la mezcla y una participación por de imitación, siendo esta o reduplicación o una relación jerárquica. Op. cit., pág. 146. A partir de aquí, Deleuze analiza la diferencia específica como un concepto armonioso o de representación orgánica24. Considera que la diferencia específica tiene ciertas propiedades. Es pura por su formalidad, intrínseca al considerarse propia y cualitativa por la esencia ya que esta pertenece a la especie. También es sintética por las características comunes de composición, y productora de causas formales en el género. Esta exposición convierte a la diferencia específica en un concepto coherente. Ahora bien, el problema de la diferencia en Aristóteles es que distinguiendo en él la diversidad de la diferencia, se conforma con expresar un punto común de las diferencias tal y como las entiende Deleuze25. No explica nada más que una universalidad, y para nada hace singulares las diferencias. La confusión con la diferencia en sentido deleuziano es que engloba una diferencia conceptual que contiene la diferencia en la identidad. Deleuze explica que hay una diferencia conceptual que asume todas las diferencias en contra del concepto de diferencia. Hay una diferencia que puede ser interna, perteneciente a la idea, pero que no tiene que ser buscada en los hechos. Estos, por su mera labor de representatividad, mantienen una una diferencia que solo puede ser extrínseca, mientras que toda la diferencia deleuziana queda subsumida en la identidad del concepto ideal. 24 25 Op. cit., pág 46. DR, pág. 39. Esta condición particulariza cada vez más la abstracción del ser en cuanto dispersión. El concepto de identidad de la especie en Aristóteles refleja principalmente la diferencia conceptual (propiamente dialéctica y discursiva) según Deleuze. Es difícil comprender el ente como sustancia primera, que es la forma a través de la representación que se capta en la diferencia conceptual. La dispersión es mayor en cuanto se hace referencia a esta identidad como diferencia conceptual, que engloba la diferencia y expresa un momento extrínseco de ella. Para Deleuze estas diferencias extrínsecas son repeticiones de objetos representados bajo el mismo concepto, que sería el de la diferencia conceptual. En realidad, no dejan de ser más que predicaciones que, dentro del concepto de identidad que da la representación, indeterminan la diferencia como singularidad propia. De todas formas, esta diferencia específica apela a una mayor, que es la de los géneros, subsumida por ellos en un grado mayor de indeterminación, aunque estos, por la razón de sus diferencias, no llegan a ser. Ahora bien, la razón por la que no se puede esperar que se comprenda la singularidad de la diferencia es por el juicio, que en realidad es la analogía como esencia de éste26. El juicio soporta la función de la distribución de los términos, que componen la diferencia conceptual expresada en ellos y la jerarquización, que en un sentido es medición de los sujetos en sus términos. Esta jerarquía se expresa en el carácter de sustancia 26 DR.,50. primera de la que dependen los géneros en última instancia. Así, las diferencias de las diferencias entre lo específico y lo general hace que el paso de uno a otro sea más bien un reparto, que según Deleuze Aristóteles expone cuando se refiere a las diaire’seiç27. A partir de este orden, la diferencia aparece dentro de la representación orgánica, que, como concepto reflexivo, supedita a la identidad dentro del concepto que engloba lo específico, la oposición de los contrarios, la analogía que aporta la distribución, la jerarquía y la semejanza, características comunes de los hechos. Ahora bien, este sometimiento de la diferencia a lo conceptual no implica rigidez. En la ruptura de las series por la catástrofe, se percata de la precariedad de las estructuras conceptuales de la representación orgánica. Así, Deleuze se pregunta si la diferencia constata un fondo de irreductabilidad, que actúa en la representación28. En Platón, el problema de la diferencia también se supedita a la analogía, la semejanza, lo idéntico y la oposición. Platón, en su dialéctica de la diferencia no atiende a una generalidad y especificidad de las diferencias, sino que completa una división sin que sea mediada, más bien como preferencia. Se busca una analogía y semejanza a una idea a partir de una materia lógica indeterminada, que en una dialéctica de contrarios se 27 28 DR.,50. DR.,52. acerca a la idea pura no mediatizada por la especie. Así, dice Deleuze, que al problema en Aristóteles29. Es un sistema en que la dialéctica obra para explicar la diferencia. Hay que reconocer lo profundo de la cosa y su distinción con el simulacro, que es la diferencia, discerniendo que la cosa es la copia del modelo. La división por el método de la dialéctica consigue marcar la diferencia y buscar el fundamento30. Deleuze describe esta situación con referencia a una pretensión de fundamento en los pretendientes en la naturaleza de todo fenómeno. Por ejemplo, la Justicia es el objeto de pretensión, siendo el fundamento, que se convierte en cualidad de lo justo que se intenta poseer por el justo como pretendiente. Así, la analogía se define por esta pretensión basándose en la teoría de la participación (ver n. 14). La semejanza es la dialéctica lógica y ontológica, ya que se parte del fundamento para considerar las cosas, y no 29 DR.,84. Entre las dos ciencias de la medida que exhibe Platón, la dialéctica explica las relaciones de la justa medida. La matemática, por otra parte, es también otra ciencia de la medida en la que se determinan las proposiciones básicas hacia una conclusión. Pero la dialéctica es la que busca el fundamento, desde la génesis hasta la esencia, desde el devenir hasta la idea. La cosa es vista por el dialéctico en su globalidad, en su referencia al fundamento. Se distinguen dos momentos de la dialéctica, una primera ascendente (sunagwgh’) que elimina todas las hipótesis hasta llegar al fundamento, desde lo múltiple a lo uno, Rep. VI, 509. El otro es el momento de la dialéctica descendente (diaíresiç), que por la lógica reconstruye el fundamento en sus consecuencias sin basarse en la experiencia. (Brun,J.: pág. 72, Platón y la Academia, Barcelona: Paidós, 1992.). Para Deleuze, la dialéctica platónica posee cuatro figuras: la selección de la diferencia, la instauración de un círculo mítico, el establecimiento de un fundamento y el planteamiento de un complejo pregunta-problema. Aunque de todas formas para él sigue la diferencia supeditada a lo mismo y lo uno en cuanto busca la idea como fundamento. Op.cit. pág. 91. Hay que comprender que para Platón la dialéctica que se basa en la razón pertenece al segmento superior del conocimiento. En La República también hay otras formas de conocimiento como la imaginación, la creencia, por abajo, y la inteligencia, por arriba, todos ellos respectivos a las imágenes, los fenómenos y el conocimiento de formas superiores (Rep. 511b). En la inteligencia es donde se puede hallar el pensamiento discursivo, diánoia, como ese diálogo capaz de preguntas y respuestas que es la base de la dialéctica, y también el nou=ç como entendimiento intuitivο. 30 deja de ser una relación jerárquica orgánica en cuanto que apela al sentido ontológico del límite y a su relación con el pe’raç como idea. La oposición se establece por parejas de contrarios, que a partir de la dialéctica van desechando los simulacros para concebir la copia mejor del modelo. Las cosas se supeditan al modelo, es decir, pretenden ser lo idéntico, que es la idea y se apartan de la diferencia, que es el simulacro. De esa forma, la diferencia no es pensada sino subordinada a lo mismo e implica una mediación de lo mítico. Así, tanto en Platón como en Aristóteles, la representación queda subsumida a cuatro principios que supeditan la diferencia comprendida como simulacros. En Platón es la copia de la copia, casi un no ser, y en Aristóteles ni se plantea, ya que cualquier diferencia se relega a lo numérico y la diferencia como simulacro quedaría disipada en la universalidad de la especie y del género. Por eso, la representación orgánica permanece como una condición demasiado general de una posible experiencia o de unos principios lógicos, también demasiado generales para lograr vislumbrar lo real, que para Deleuze sería lo unívoco. Deleuze considera la representación orgánica o finita, el tipo de representación de la Antigüedad. A partir de Descartes surge otro tipo de fundamento de la representación, que para Deleuze tampoco permite la diferencia y, por tanto, prosigue el pensamiento con imagen. 1.3 Cartografía de Descartes Si la cartografía en Aristóteles y Platón era especificación y selección del pensamiento como representación, en Descartes y Kant, a pesar de que el pensamiento sufre una transposición del empezar y del fundamento, continúa la representación supeditada a las cuatro figuras. La orientación del concepto en Aristóteles y Platón está ligada en último término al ser en cuanto a sustancia o idea, por un proceso lógico en cuanto afirmación de las categorías o por la dialéctica. Las dos cartografías ordenan al ser entendido desde fuera del sujeto pensante, ya que en ese momento el sujeto es un sustrato. Ahora bien, Descartes con su método analítico de prueba, prescinde de toda representación para llegar al fundamento31. Toda la situación anterior de características comunes o de recuerdos se anula para conseguir lo verdaderamente primero, que es el <<yo soy>>. Aquí se presenta el nuevo fundamento del ser de la esencia, convertido por Descartes en sustancia extensa, basada en otro tipo de sustancia, la pensante. Es una nueva forma de pensar donde la idea es la sustancia que se piensa expresada en el yo que la piensa. Se trata de 31 Para Descartes, el método era en realidad una cuestión de reglas para ejercer las cualidades de la razón. Estas se basan en unas operaciones fundamentales que son la intuición y la deducción. La primera se formula como una disposición de atención constante. Lo que se presenta en la mente está fuera de toda duda, siendo claro y distinto. La deducción surge a partir de los hechos conocidos como una inferencia. La deducción posee cierto movimiento, pero la intuición está libre de ello, aunque la deducción necesita de la intuición para llevar a cabo cada proposición como clara y distinta. En este sentido, emplea las dos operaciones mentales, un método de análisis que descompone los datos que se presentan al conocimiento en partes más sencillas, una especie de descubrimiento (ver Reglas para la dirección de la mente: III,V). Por otra parte, Descartes describe un método de composición como síntesis a partir de proposiciones intuitivas simples, como proceso para demostrar lo que ya se conoce en Principios de filosofía. conseguir una relación o un orden entre la sustancia extensa y la pensante en el conocimiento. Ahora bien, para proponer la nueva sustancia como fundamento del que parte el conocimiento, Descartes se desprende de toda sustancia sensible, de toda forma de representación, que no conceda el primer principio a lo subjetivo, en el primer orden del conocimiento. Entonces, se parte de que la representación de lo sensible es en primer término pensado por el sujeto representante. Este mantiene una relación ordenada entre las diferentes sustancias, originando una representación subjetiva en contraposición de la representación objetiva de la Antigüedad. A partir del fundamento de la sustancia pensante, Descartes establece un criterio para concebir lo verdadero con una percepción de las cosas, que él intuye como clara y distinta. Esta será una regla general como criterio de verdad, de representación subjetiva de lo objetivo32. Ahora bien, con Descartes la representación toma el sentido completo de imagen de la cosa, de idea que representa al sujeto. Hay otras ideas que no contienen imagen, como la idea de Dios o la misma idea de sustancia pensante. Cuando habla Deleuze de la representación en Descartes, se refiere al sentido de idea como imagen de la cosa, continuando el problema de las figuras del pensamiento. 32 Meditaciones Metafísicas. 3, Madrid: Gredos, 1987. Para Descartes, la imagen que se le presenta a la mente de la cosa es una realidad que existe objetivamente. No es una realidad subjetiva, sino que esa idea es semejante a lo que debe de ser la realidad objetiva. El sujeto no es causa formal de esa realidad objetiva, a pesar de que es una representación subjetiva de una cosa, la semejanza de la representación con la sustancia extensa33. Deleuze explica a Descartes en un comienzo de la filosofía que abjura de todos los presupuestos objetivos que se presentaban en Aristóteles, como el del hombre como animal racional. A pesar de todo, la eliminación pretendida de Descartes de todos los conceptos, no evita un presupuesto de pasión por el yo empírico, extrayendo la impresión de que no hay comienzo de la filosofía o es la diferencia el verdadero comienzo como repetición34. Para Deleuze la primera proposición de Descartes en relación con el <<yo soy>> parte de un presupuesto subjetivo como <<todo el mundo sabe que...>>. En realidad, esta proposición para Descartes es intuida por la mente. A partir de esta proposición desarrolla el método de análisis y descubrimiento. Es un presupuesto implícito subjetivo en el comienzo de la filosofía de Descartes, según Deleuze. Es una equiparación del idiota como hombre natural provisto de entendimiento, en oposición al pedante como hombre pervertido por las generalidades de su tiempo35. 33 Ibíd., pág. 39. DR, pág.169-170. 35 DR, pág. 170. 34 En realidad, Deleuze explica que tanto el filósofo como el hombre normal permanecen bajo el legado de la representación y sus cuatro ligaduras. Según Deleuze, esa presuposición general que significa la representación y el pensar implica una atribución de lo verdadero. Entonces, cualquier postulado de la filosofía como pensamiento conceptual discursivo conlleva un presupuesto de que todo el mundo sabe lo que significa pensar, lo que es el sentido común. Así, aunque el comienzo de la filosofía pueda partir de la esencia de la cosa como dice Aristóteles o por el sujeto pensante de Descartes, como una cartografía vertical de trascendencia, la imagen que supedita el pensar es la misma ya que es una imagen dogmática, ortodoxa y moral36. 1.4 La imagen de la doxa. Postulados Como hemos dicho, según Deleuze, la filosofía parte de presupuestos tanto objetivos como subjetivos, que dan lugar a una forma de pensar que él considera dogmática a pesar de su forma discursiva. Por esa razón, Deleuze comparte con Heidegger que el pensamiento en filosofía que parte de presupuestos conceptuales objetivos o subjetivos, dan lugar a 36 DR, pág. 172. lo que llama la imagen dogmática de pensamiento. Esta expresión del pensamiento la describe Deleuze a través de varios postulados. Deleuze comienza a enumerar los postulados que se refieren al sentido común. El primero es que lo que piensan todos los hombres igualmente es de sentido común, y el segundo expresa la concordia de las facultades humanas como buen sentido. Es la imagen conceptual de un pensamiento natural de todo el mundo o imagen dogmática del pensamiento, donde se describen otros seis postulados, que definen la imagen del pensamiento representativo. Así, el modelo de reconocimiento como tercer postulado, se basa en el sentido común, que da lugar a una concordia de las facultades de un principio subjetivo. Es el principio de identidad de lo mismo <<le même>>, que en su acuerdo de facultades llegan también a un acuerdo con el objeto en su forma. Entonces, el sentido común de las facultades subjetivas ata cualquier forma de comienzo de la filosofía a la doxa. Eleva la opinión a una imagen racional, ya que es la forma la que conforma a la filosofía, dice Deleuze, cuando los actos de imagen y semejanza hacen de lo cotidiano actos de reconocimiento como el destino del pensamiento37. El principio de lo subjetivo eleva los hechos como modelo de reconocimiento, sin encontrar el pensamiento situaciones más comprometidas que con lo trivial de lo cotidiano. El principio de lo subjetivo, el yo pienso es también 37 DR, pág. 176. principio de la representación, elemento que se presenta con sus cuatro figuras que según Deleuze crucifican la diferencia. Así dice <<c´est toujours par rapport à une analogie jugée, a une opposition imaginée, a une similitude perçue que la différence devient objet de représentation>>38. Es el cuarto postulado de la imagen del pensamiento dogmático el elemento de la representación. Lo negativo del error es el quinto postulado, que se refiere a la negatividad que proviene del exterior, debido a la falta de concordancia entre las facultades del sentido, del principio subjetivo de la representación, que toma lo falso por verdadero, en realidad falso reconocimiento. Es un infortunio del pensamiento en cuanto que el mismo error por el sentido de no poseer la forma la reconoce como lo verdadero. Incluso otras negatividades, como la superstición de Lucrecio y Espinosa, la ignorancia de Platón, la ilusión interna de Kant o la alienación en Hegel no logran alejar la imagen dogmática del pensamiento. El sexto postulado aborda el problema de la proposición que describe Deleuze en su doble vertiente, como el modo de expresar la proposición de algo ideal, que sería la magnitud del sentido y la otra la designación de los objetos a los que se aplica como medida de lo verdadero 38 DR, pág. 180. <<Es siempre por relación a una identidad concebida, a una identidad juzgada, a una oposición imaginada y a una semejanza percibida como la diferencia se convierte en objeto de la representación>> o falso39. En realidad, se dice poco o mucho pero no lo que se tendría que decir en cuanto apela a un formalismo lógico o a un asunto psicológico si es referente a la designación o al modo de expresarse en la proposición. Sería la adecuación del sentido con lo designado otra forma de decir a lo empírico el valor de verdad, la cual sería otra confusión de la imagen dogmática dotándola una vez más de trascendencia. Al modo en que se comprueba la verdad o falsedad del problema con respecto a su solución, es el séptimo postulado de la imagen dogmática. Al presentar la proposición en el ámbito de lo verdadero y de lo falso con relación a lo empírico, entonces los hechos son la resolución de las proposiciones de los problemas que se presentan. El problema pasa a ser el sentido de la proposición como elemento de lo ideal o la idea misma40. De esa forma, Deleuze declara que los problemas tienen un carácter platónico por su trascendencia y por su inmanencia con respecto a sus soluciones41. Para el último postulado Deleuze exhibe una diferencia entre el aprender y el saber que más que una diferencia es una subordinación del primero al segundo. El aprender busca la relación de la idea con sus singularidades, pero el saber solo quiere soluciones a los problemas. El saber busca un método que le permita afrontar con reglas las soluciones, no 39 DR, pág. 199. DR, pág. 210. 41 Este es un problema que surge en el conocimiento con relación a una adaequatio. Es un criterio de verdad para todo conocimiento verdadero que tenga una adecuación con el objeto,. Es decir que la verdad está en la asimilación y correspondencia por el intelecto de la naturaleza del objeto. 40 las relaciones universales de la idea, sino de la generalidad del concepto y de la formalidad del método regulado por todas las facultades como expresión del sentido común. En oposición al método del saber la cultura se aprende, ya que es lo involuntario de la sensibilidad y la memoria irreducible del saber y del no saber42. Para Deleuze, todos estos postulados están implícitos en la imagen dogmática del pensamiento. Todo el comienzo de la filosofía se ve dominado por este modo de pensar, del sentido común de la doxa que no permite pensar de otra manera que no sea bajo la imagen de la representación. Lo que pretende Deleuze formulando esta crítica a la representación es indagar si de verdad hay otra forma de comienzo de la filosofía. La forma de representación de la imagen dogmática puede que lleve implícita su relación con el ser equívoco. Entonces, la representación sería expresión de un pensamiento del ser de varias maneras, del ser equívoco, con lo cual iría ligada a una situación de pluralidad ontológica. Por eso, Deleuze presenta al ser como la esencia del problema o la pregunta y es el pliegue que como apertura al ser lo relaciona. Así expresa en lo problemático la univocidad del ser y sus diferencias como singularidades y 42 DR, pág. 214. El saber que acompaña la imagen del pensamiento está descrita en cierta forma por Ortega en cuanto se refiere al conocimiento como forma del saber con respecto al pensamiento griego. Él decía que la filosofía es solo un modo de pensar que se refiere al saber, y todos los modos del saber se desarrollan como un método, cuya forma de pensar la realidad es un saber y esta forma de saber se particulariza en las ciencias. Ortega y Gasset: La idea de principio en Leibniz, pág., 22-23, Madrid: Rev. de occidente en Alianza, 1992. en los problemas la expresión de otra forma de pensar fuera de los postulados de la representación de la equivocidad43. En QCP afronta claramente la actitud de la imagen que pertenece a la doxa cuando explica la necesidad de reglas protectoras para poner en orden las ideas, para faire une opinion44. En realidad, la imagen dogmática es la forma de pensar del sentido común necesario para que no sea la fantasía la portadora del pensamiento. Ahora bien, antes de pasar a describir la búsqueda de Deleuze de otra opción que no sea la de pensar por la imagen, debemos de explicar otro tipo de representación que él llama la representación órgica. 1.5 La representación órgica La representación orgánica embarca lo finito mientras que la representación órgica es lo infinito en el sentido de que se ocupa de lo más grande y de lo más pequeño, de la identidad de los extremos. En cada caso la función del límite es diferente, ya que lo que se busca en la representación orgánica es la forma delimitada como convergencia hacia un fundamento. En la representación órgica, se establece una correlación entre lo fundado y el fundante, como principio el fundamento y el infinito como 43 44 DR, pág. 89. QCP, pág. 190. elemento, mientras que la representación orgánica contiene la forma y el elemento de lo finito45. La representación órgica no va a ser un análisis de las cosas, sino un análisis de los juicios y de las proposiciones analíticas o sintéticas que implican, no necesariamente identificadas con ellas las verdades de razón y las de hecho46. Ahora bien, esta situación que implica una identidad de lo grande y lo pequeño, expresa el contenido de todos los predicados esenciales y no esenciales en la sustancia, en referencia a la representación clásica. Así, mientras que para identificar la sustancia hay que referirse a predicados esenciales, en la representación órgica quedan englobados, dentro de ella, predicados tales como estar de pie o pasear. Esta postura indica no una contradicción, sino una vice-dicción, abarcando lo inesencial de esos atributos que no relacionan a la sustancia con lo esencial dentro de ella. En el caso de Leibniz sería la mónada la que englobaría todos lo accidentes inesenciales y esenciales del mundo47. Se explica mejor cuando un atributo como el de Adán pecador no es 45 DR, pág. 63. Hay que exponer que Leibniz no hace coincidir la idea de la cosa como imagen y forma de conocimiento. Son símbolos de la realidad y no reproducciones fidedignas de esta. Esto supone dar una aproximación a la cosa concreta y manifestar las relaciones existentes entre sus distintos elementos. Esta relación existe en la expresión que se formula de la cosa, que requiere cierta semejanza. Con esto quiere decir que la percepción en sí misma no se explica salvo que tenga significado. Así el criterio que Leibniz determina para una idea no parte de una adecuación entre lo exterior concreto del objeto en su semejanza. Más bien parte de la relación entre las ideas y los fenómenos en armonía preestablecida, a pesar que los criterios de los diferentes <<sujetos>> siempre hacen referencia a un universo de fenómenos. Cassirer, E., El problema del conocimiento II, pág. 65 y ss, México: FCE, 1993. Para Leibniz, la representación que implica la proposición, contiene en sí misma el sujeto y el predicado o puede ser analizada como proposiciones de proposiciones del mismo tipo. Por eso dice que todo predicado necesario o contingente esta implicado en la noción de sujeto. Tanto las verdades de razón como las de hecho abarcan todo aquello de lo que se puede componer el mundo, y se despliegan en el mundo. 47 DR, pág. 66. 46 contradictorio al de Adán no pecador, ya que el primero estaría contenido en todos los individuos del mundo de alguna manera. Para que hubiera vice-dicción habría otro mundo que contendría este predicado. Es una relación distinta de contradicción, pero Leibniz alcanza a llamarla incomposibilidad. Para cada mónada la composibilidad se expresaría como una relación de sus predicados con un mundo posible, donde tendrían una relación de convergencia que se expresa en el mismo mundo. Así habría un Adán pecador, un Cristo salvador o un César emperador en un mismo mundo posible. La vice-dicción o la incomposibilidad se manifestaría en las series divergentes y mónadas que explicarían mundos diferentes como un Adán pecador y no pecador48. Entonces, si para la representación orgánica daba cuenta de las características comunes de la especie, la diferenciación específica en el caso de Aristóteles, con Leibniz la diferencia individual ni es específica, ni especie final, sino un individuo que existe por la potencia de la mónada como un devenir de sujeto, que se actualizaría en las singularidades preindividuales envolviéndolas y comprimiendo el mundo en ellas. Es en este sentido en el que la representación órgica engloba lo infinito de todas las singularidades preindividuales que se expresan en el mundo composible, ya que es el único mundo posible creado por Dios. Entonces, cada mónada se engloba con singularidades preindividuales que convergen 48 LP, pág. 80. en un mundo composible, mientras que si no convergen estas singularidades nos encontramos frente al mundo incomposible, en donde se vice-dicen las otras singularidades49. En este aspecto la representación órgica se refiere a una diferencia subordinada a la esencia, por lo que no afirma la divergencia ni el descentramiento50. Así, en la raíz de la representación de Leibniz, la identidad se expresa por la convergencia y no por la divergencia de las series; la analogía es la de las mónadas con los átomos; la oposición sería la vice-dicción o relación de incomposibilidad de los mundos por sus predicados opuestos. La semejanza dependería del grado de claridad u oscuridad en cuanto a la proximidad de los accidentes al individuo51. Hegel se ocupa en la representación órgica de lo más grande mientras que Leibniz se ocupa de lo más pequeño. Lo infinitamente más grande y lo infinitamente más pequeño se separan, produciéndose una dualidad que no existía mientras se hablaba de lo pequeño y lo grande que se habían identificado con el infinito. Por eso, la representación órgica se apoyaba en cierta forma en la determinación finita para descubrir lo infinito, sea la idea en Hegel o la mónada en Leibniz. Esta determinación finita se encontraba a punto de desaparecer hasta llegar al infinito. Pero es 49 LP, pág. 85. DR, pág. 339. 51 J.L. Pardo: Deleuze: Violentar el pensamiento, pag 89, Madrid: Ed. Cincel, 1990. 50 esta posición la que obliga al infinito a expresarse de las dos maneras tanto en el infinito más grande con el infinito mas pequeño52. Hegel entonces consigue que la contradicción o la oposición de contrarios resuelva la diferencia. Cada cosa contiene su diferencia, es decir, contiene su contradicción hasta el límite, hasta lo infinito. Este límite infinito es lo verdaderamente real como conjunto de todas las realidades que terminan con la diferencia por oposición. Así, comprendido el infinito, se convierte en la identidad de contrarios, y la contrariedad el movimiento de lo interior. De esta forma, dice Deleuze que lo negativo y lo positivo por la identidad no llegan a ser lo mismo, sino que <<le négatif est á la fois le devenir du positif quand le positif est nié, et le revenir du positif quand il se nie lui-même ou s´exclut>>53. Si lo infinito depende de la determinación finita para descubrir lo infinito, supone que cada determinación contiene su contrario: un ser que es contrario consigo mismo; los contrarios producen todos ellos mismos sus contrarios: lo negativo que deviene positivo. Así, la determinación genera su contrario como algo que no es ella misma y que al generarse el contrario por su determinación se convierte en lo contrario sin ser identidad. Así, cada cosa es su contrario, llegando la negación hasta el máximo de contradicción, hasta lo infinitamente más grande. 52 DR, pág. 63. DR, pág. 64, <<pero lo positivo no es sino la contradicción en sí, mientras que la negación es la contradicción como puesta>>. 53 En Leibniz este tipo de representación se entenderá mejor bajo la perspectiva de la expresión. Es decir, lo expresado en Leibniz se halla en comunión con la armonía, pero mantiene la equivocidad de las mónadas por la trascendencia que supone su creación por Dios. Para eso, hay que pensar la armonía sin la imagen que comprende la doxa y comprender cómo explica Deleuze otra forma de pensar que no sea representacional. 1.6 Otra forma de pensar Para Deleuze, otro modo de pensar sería el del pensamiento sin imagen, libre del sentido común y de los postulados descritos anteriormente, que acompañan la imagen dogmática. Así, dice Deleuze de Platón que hay dos clases de cosas con respecto al pensamiento: las primeras las que forman parte del modelo de reconocimiento, que dan lugar a la imagen dogmática y dejan en paz al pensamiento. Las segundas son las que fuerzan a pensar. En este aspecto expresa Deleuze tres caracteres de lo que fuerza a pensar. El primero consiste en un encuentro fundamental, y no en el reconocimiento. El encuentro no es como un reconocimiento sencillo sensible, sino algo que es sentido con una intensidad no pasiva. Si lo sensible en el objeto de reconocimiento apela directamente a facultades que se relacionan entre sí para que este objeto sea recordado e imaginado, lo sensible en el encuentro exalta la sensibilidad y oculta lo sensible desde el punto de vista empírico. Es a lo que se refiere Deleuze cuando dice que el objeto del encuentro no es el ser sensible sino el ser de lo sensible54. Bajo el sentido común se captará lo sensible, en ejercicio conjunto con otras facultades. Pero la sensibilidad como intensidad es un ejercicio de <<empirismo trascendental>>. Ahora bien, no quiere decir Deleuze que sea una facultad de trascender hacia los objetos del mundo, sino más bien de captar del mundo solo lo que afecta para que pueda ser sentido como intensidad. Es lo que no puede ser aprehendido por el sentido común, que se comporta bajo el dominio de la imagen dogmática. Si el primer carácter de lo que fuerza a pensar es un sentiendum como ser de lo sensible, el segundo carácter es un memorándum como memoria trascendental pero no empírica. Es el ser del pasado, inmemorial y olvidado empíricamente pero recordado en su función trascendental, es decir, como captación de una memoria no basada en la experiencia. Es esa memoria trascendental que llega del sentiendum, que ya obliga a pensar en el punto de encuentro, lo que fuerza a la memoria a recordar en el memorándum, lo inmemorial fuera del reconocimiento55. El último carácter del pensar, que procede del sentiendum y del memorándum, es un cogitandum, la esencia. Es el ser de lo inteligible, 54 55 DR, pág. 182. DR, pág. 183. última potencia del pensamiento, pero a la vez impensado en cuanto pensado de una manera diferente del sentido común. Estos tres caracteres se forman en otras facultades que fuerzan a pensar rompiendo todos los esquemas que produce el pensamiento cuando es el sentido común, la doxa, lo que imprime lo pensado. No es que estas facultades gocen de una concordia para conseguir el reconocimiento de la cosa como sucede en el sentido común. Es un acuerdo discordante o una discordia de facultades, en las que cada una propiamente consigue esa violencia del pensamiento56. Lo trascendental capta lo que se encuentra fuera del sentido común en el uso empírico de las facultades como empirismo superior, que llama Deleuze empirismo trascendental. El empirismo trascendental, dice Deleuze, se halla fuera del uso empírico de las facultades y supone captar lo inaprensible, el límite de cada facultad. Cada facultad encuentra lo que es propio del pensamiento, que por su violencia, algo que se aparta de lo común, presiona a las otras facultades para con énfasis el pensamiento57. Por eso, se plantea si al límite del pensamiento otras facultades tienen su imaginandum o su loquendum, que establecerían su posición en el empirismo trascendental. El elemento que desata la sensibilidad en el punto de encuentro es la intensidad. No es una cualidad empírica como oposición de contrarios, sino lo intensivo que difiere de la sensibilidad empírica. Esta intensidad 56 57 DR, pág. 184. DR, pág. 186. solo puede ser aprehendida por las facultades en su labor empírica trascendental. Así, la intensidad en lo fortuito del punto de encuentro y no voluntario desata la sensibilidad de esta a la imaginación, de la imaginación a la memoria, y de ella al pensamiento. Es un uso paradójico de las facultades, y no metódico o normativo del sentido común como acuerdo discordante. Las ideas como cogitandum, que van desde la sensibilidad al pensamiento o del pensamiento a la sensibilidad, hacen posible la producción trascendente de cada facultad. Estas ideas son los problemas y dentro del orden de las facultades trascendentales el pensamiento es el único lugar donde se pueden plantear problemas y establecer soluciones en el ámbito de lo diferente, aunque para ello sea necesario un replanteamiento constante del problema58. De esta forma, dice Deleuze que el pensamiento no es algo innato que deba ser dirigido metódicamente, sino que este pensamiento, que surge como idea-problema, tiene que crear donde no hay nada. El pensar es crear: crear pensamiento en el pensamiento59. Esta nueva imagen del pensamiento será la del plano de inmanencia en su doble vertiente, virtual-actual o idea-intensidad, como explica Deleuze sobre el pensamiento y la naturaleza60. 58 DR, pág.190. DR, pág. 192. Esta idea es muy hegeliana 60 QCP, pág. 41. Aquí explicará Deleuze que el plano de inmanencia es la nueva imagen de lo que significa pensar, no como concepto sino como el uso que se hace del pensamiento, su de modo de orientarse. El pensamiento remite a su movimiento infinito y no a un puro reflexionar o comunicar. El 59 1.7 Intensidad Cuando Deleuze habla sobre Hume, expone que la idea es lo dado y lo dado es la experiencia. Así, la idea sería lo dado de lo dado; es la experiencia, en la imaginación, y esta es una colección de ideas que designan un conjunto de cosas61. Cuando Deleuze se refiere a la diferencia, esta no es lo diverso, lo dado, sino lo dado de lo dado62. Ahora bien, no es que Deleuze identifique la idea de Hume con la diferencia, pero sí que comienza un modo de comprender no solo lo sensible de la experiencia, sino la sensibilidad de la que parte la intensidad que emerge de la cualidad de lo sensible y el ejercicio trascendente de la sensibilidad. Deleuze habla de lo diverso, es decir, la experiencia, que necesita de cambios constantes para ser dada. Así, siempre existen diferenciales a todos los niveles para que haya una razón suficiente de lo diverso. De esa forma, aparecen las diferencias de nivel, de temperatura, de potencia, y las diferencias de intensidad, una expresión que para Deleuze es tautológica ya que toda intensidad es diferencia en sí misma. Entonces, la intensidad como diferencia es la manifestación de lo diverso. Pero en la experiencia, la intensidad parece envuelta constantemente en la extensión, orientarse en el pensamiento no es por su objetividad sino por su movimiento infinito en el plano como un vaivén, de la intensidad a la idea. 61 Deleuze G.: Empirisme et subjectivité, pág. 3, París: PUF, 1953. 62 DR, pág. 286. con lo que queda subordinada a esta sin conocimiento de otra cosa en lo empírico que esta mezcla intensivo extensiva y, en cierta forma, negada63. Ahora bien, si lo diverso es lo dado y solo puede ser dado por la diferencia, la intensidad, las cualidades empíricas que enmascaran la diferencia o la intensidad, solamente pueden ser dadas por esta. Detrás de la cualidad sensible que enmascara la intensidad, se oculta esta como causa que la implica. Entonces, el ser de lo sensible, es lo que está en el punto de encuentro que hace posible empezar a pensar, que expresa lo paradójico de un algo que no puede ser sentido empíricamente y a la vez es sentido de manera trascendental. Este ser de lo sensible transmitía a todas las facultades su fuerza, que Platón ya enseñaba en La República. El pensamiento de Platón ofrecía un punto de encuentro, aunque basado en la cualidad de lo sensible por oposición y no como caracteriza Deleuze a la intensidad como diferencia. La intensidad expresa el límite propio de la sensibilidad64. Lo insensible se enmascara por lo cualitativo de la extensión y lo anula. Pero a la vez es sentido de un modo trascendente, que hace posible esa otra manera de pensar violentando las facultades. Deleuze habla sobre experiencias físicas como el vértigo, capaces de intuir la intensidad, la profundidad, sin ser parte de la extensión y sin estar recubiertas por ella. La profundidad es independiente de la extensión, dice Deleuze, siendo el 63 64 DR, pág. 288. DR, pág.304. puro spatium o el espacio como cantidad intensiva. La nueva sensación de percibir el ser de lo sensible contiene un aspecto ontológico, que implica lo profundo. Lo imperceptible, lo insensible que no puede dejar de ser ni percibido ni sentido. Son dos aspectos que encierran la misma situación ontológica, como dice Deleuze que en el ser lo mismo es intensidad y profundidad65. Desde este punto de vista lo que quiere expresar Deleuze es que lo sensible visto empíricamente carece de intensidad y de profundidad. Se limita al uso de la representación, ya que lo ontológico propio de la sensación empírica se disuelve en la manifestación del ser vario, con toda la crítica que le supone y en la representación clásica. El problema de la intensidad lo aborda Deleuze desde el estudio que realiza de Espinosa en SPE. Cuando se refiere a la esencia de modo, Deleuze explica que para Espinosa implica grados de potencia o de intensidad66. Estas esencias de modo como grados de intensidad tienen una realidad física, es decir, tienen existencia real y actual. Ahora bien, esa existencia no es por causa propia, ya que la esencia de modo no engloba la existencia. Desde el punto de vista de la distinción se explica por qué no hay una distinción real entre la esencia y su propia existencia, ya que la esencia tiene de por sí la existencia necesaria por su propia causa. Ahora bien, la intensidad, la esencia de modo en Espinosa es la individuación. Con esto Deleuze quiere decir que no hay en Espinosa una 65 66 DR, pág. 298. SPE, pág. 183. individuación del género a la especie, o de lo general a lo particular, sino de la cualidad infinita a la cantidad correspondiente67. Aunque en Espinosa hay una individuación extrínseca del modo existente por la duración, la esencia de modo supone otra distinción modal que incluye modos intrínsecos, grados de intensidad como singularidades propias, que son cantidades intensivas. La cantidad intensiva es infinita, un sistema de esencias como serie infinita. Estas son inseparables de la serie infinita a la que corresponden, ya que no se las puede dividir en partes extrínsecas, solo en abstracción, pero estas esencias de modo siguen salvando en la continuidad la singularidad, siendo distintas por distinción intrínseca68. Es el ejemplo de la blancura que se compone unívocamente de diferentes grados de intensidad como modos intrínsecos de la blancura con su propia distinción y singularidad. En DR, Deleuze recalca el papel individuante de la intensidad y las cantidades intensivas como factores individuantes. Dice Deleuze que la individuación es intensiva y lo preindividual es ideal virtual, lo que supone que la individuación contesta a la pregunta <<¿quién?>> y determina las relaciones diferenciales69. Siguiendo la interpretación que Deleuze hace de Espinosa vemos que explica que la individuación no es cantidad, extensión, repartición, organización, compuesto de partes, ni especie ínfima. 67 SPE, pág. 192. SPE, pág. 191. 69 DR, pag 317-318. 68 Ahora bien, las relaciones diferenciales son determinadas por las intensidades y estas intensidades que en Espinosa son individuantes, supone las ideas. Mientras que las intensidades aparecen como un continuo, a pesar de expresar las relaciones diferenciales, las ideas son lo distinto oscuro, que expresa una determinación en cada una de ellas, indiferenciadas entre sí, relacionadas con las intensidades en una dimensión de implicación. La situación es que si las intensidades aparecen como un continuo, las ideas y las relaciones diferenciales que establecen las intensidades, no aparecen como un continuo, sino más bien en un régimen de simultaneidad. Esto lo maneja Deleuze en relación con lo distinto oscuro, que es la idea, y lo claro confuso, que es el individuo o el pensador que expresa la idea. Por ejemplo, el mar, pleno de gotas todas ellas distintas con sus relaciones diferenciales y sus variaciones en la oscuridad a la que están adscritas como elementos genéticos, se expresa en el pensador con una claridad en la percepción del ruido del mar, que constituye la confusa totalidad marina70. Ahora bien, es también un cuerpo o una cosa por su razón intensiva; es un pensamiento, que expresa una idea que actualiza. Pero es el pensador el que hace que todas las cosas tengan una diferencia individual y es el que es capaz de pensar la idea como distinta y oscura, como en el ejemplo puntual de las gotas en la totalidad confusa del mar. De esa manera, Deleuze traza la posibilidad del pensador de plantear la idea 70 DR, pág. 326. distinta y oscura y transformarla en una idea que actualiza, como un problema que se propone a través de las ideas, como idea-problema. 1.8 Sobre la idea-problema Según Deleuze, Kant hace uso de la razón para plantear problemas a través de las ideas. Con su uso regulativo, las ideas se convierten en problemáticas, es decir, en ideas que plantean problemas que se refieren a una objetividad e intentan establecer una solución. El objeto de la idea es algo objetivo que debe ser representado sin poder determinarse directamente. Esto supone que la idea posee a la vez un carácter objetivo e indeterminado. Es en un primer momento lo indeterminado del objeto, que en un segundo momento se expresa con los otros objetos por analogía y en un tercer momento posee una determinación infinita con relación a una especificación de los conceptos del entendimiento. Según Deleuze, Kant transforma estos tres momentos de la idea en tres ideas distintas, en cuanto se refieren al yo como indeterminado, al Mundo determinable y a Dios como el ideal de la determinación71. Deleuze, a partir la de idea como problema intenta explicarla a partir del cálculo infinitesimal originario del siglo XVIII y del XIX. En un 71 DR, pág. 221. principio, opone a la contradicción la diferencia en sí misma. Califica de error el no contar con la diferencia infinitesimal y negarle todo valor ontológico a pesar de que no vincula a toda la diferencia expresada por el símbolo <<dx>> toda la existencia de los infinitesimales. En este símbolo engloba lo indeterminado, lo determinable y la determinación. Entonces, para Deleuze <<dx>> es la idea, platónica, leibziana o kantiana, problema y ser72. En realidad, lo que Deleuze quiere expresar en el símbolo es un diferencial subsumido en una continuidad, que a la vez lo es por su relación con la continuidad infinita indeterminada y por su relación intrínseca determinada. La idea adquiere el papel de un universal concreto determinado que contiene todas las diferencias indeterminadas, sin identificarse con ninguna determinación empírica. Es precisamente por no contener ninguna determinación empírica, sensible, objetiva, ni conceptual, por lo que su realidad no es actual sino virtual, y su <<problemática>> no es, por lo tanto, objetiva, sino que la idea es en sí misma el problema. Ahora bien, es importante comprender lo que para Deleuze es virtual actual y su relación con la diferencia. Para Deleuze lo virtual no es oposición de lo real sino que es realidad plena, como si el objeto, aparte de su dimensión objetiva73, que sería la actual, tuviera una dimensión virtual 72 DR, pág. 222. Para Deleuze la dimensión se entiende como las variables o coordenadas de las que depende un fenómeno. Las ideas aparte de ser multiplicidades, están constituidas por n dimensiones. Así el color, por 73 con total realidad. La virtualidad está determinada en cuanto a la idea, que es un universal concreto determinado, con una estructura que posee por su relación con sus elementos diferenciales y sus propias relaciones diferenciales y sus singularidades74. Es como el problema matemático, que es determinado así como su solución. En esta situación, Deleuze explica que hay una <<diferentiación>> que integra todas las diferencias y consiste en la virtualidad de la idea. Por otro lado, se halla la <<diferenciación>> como expresión de la actualidad de la idea, que es la solución como actualización de lo virtual como idea-problema. Existe una diferenciación, que contiene a dos diferencias (diferentiación y diferenciación) en cuanto que son expresiones de virtualidad y actualidad. Es la duplicidad del objeto en cuanto a su imagen actual y virtual sin ser semejantes. Porque para Deleuze actualizarse es diferenciarse y cada diferenciación es una solución ejemplo, está constituido por una multiplicidad de tres dimensiones. Dice Deleuze que las ideas son multiplicidades y cada una de ellas es una multiplicidad y una variedad. Para conseguir hablar de multiplicidad se tienen que presentar tres condiciones: 1º, que los elementos de la multiplicidad no posean una forma sensible ni conceptual ni función asignable, por lo que no tienen una existencia actual y pertenecen a una virtualidad; 2º, los elementos son determinados recíprocamente por relaciones que no son independientes, es decir, con relaciones que están vinculadas idealmente, por lo que quedan explicadas intrínsecamente; 3º, la relación diferencial se actualiza en relación espacio-tiempo y sus elementos se actualizan en términos y formas. De esta manera, la idea queda definida como una estructura <<une multiplicité interne, c´est-á-dire, un systéme de liaison multiple non localisable entre éléments différentiels, qui s´incarne dans des relations réelles et des termes actuels>>, <<una multiplicidad interna, es decir, un sistema de relación múltiple no localizable entre elementos diferenciales, que se encarna en las relaciones reales y los términos actuales>>, DR, págs. 236-237. Por otra parte, el concepto de multiplicidad es analizado con respecto a Bergson cuando se refiere a la distinción de dos multiplicidades y no de oponer lo múltiple con lo uno. De las dos multiplicidades bergsonianas, la numérica pertenece al objeto en cuanto este es variable, pero sin cambios en su naturaleza. La multiplicidad cualitativa es la duración, que se divide cambiando de naturaleza y que es sinónimo de subjetivo: es lo virtual en cuanto se actualiza y es inseparable del momento de actualización y diferenciación. Le bergsonisme, pág. 33, París: PUF,1ª ed.,1966. 74 DR, pág. 269. local. Es así como un organismo es una solución, y el ojo, como una diferenciación que al actualizarse resuelve el problema de la luz75. Entonces, lo que se plantea es la existencia en su relación con lo virtual y lo posible. La solución de lo posible pasa por una <<realización>>, con lo que es una oposición a lo real actual. Lo virtual es real y es realidad por sí mismo. Por eso, si pretendemos entender una oposición entre lo posible y lo real entonces la existencia surge como un acto bruto un salto, una ruptura de la negatividad a la positividad, que se plantea en cuanto a espacio y tiempo indeterminados, que como formas de posibilidad escapan fuera del concepto propio de existencia. Lo virtual en cambio es la idea, y a partir de la realidad de lo virtual la existencia se origina en un tiempo inmanente a ella, esto quiere decir que lo virtual ya en sí es existente porque es real, es lo que hay, es inmanente76. Ahora bien, la actualización de la idea no supone que se plasma la semejanza de lo virtual en lo actual. Hay una diferencia, divergencia o diferenciación, por lo que la diferenciación de la idea aparece como una creación, creación de líneas divergentes que es correlativa a una multiplicidad virtual. El problema a resolver es el que condiciona a lo virtual para su desarrollo y su creación, su solución <<problemática>>. Esta actualización que se produce en las cosas mismas es debida, según Deleuze, a los dinamismos espacio-temporales, como una cinemática de 75 76 DR, pág. 272. DR, pág. 273. plegamiento de un organismo compara metafóricamente. Los procesos dinámicos que desarrollan la idea, actualizándola, se relacionan con ella por medio de lo que Deleuze denomina dramas o dramatización. Consisten en la diferenciación de la diferenciación a la vez cualitativa y cuantitativa, que no quiere decir que existan diferencias separadas, sino que se integra los dos aspectos de la idea en cuanto a sus relaciones diferenciales y sus puntos singulares correspondientes77. Toda idea presenta un problema, que se tiene que resolver actualizándose en estas condiciones de espacio-tiempo, los dramas que recuerdan a los esquemas si no fuera porque estos necesitarían de los conceptos del entendimiento. Los dramas que actualizan la idea expresan las relaciones diferenciales de la multiplicidad, del problema a resolver en esos bloques de espacio-tiempo que sustituyen a la objetividad como forma, a lo idéntico en el objeto mismo. Es la doble vertiente de la realidad, tanto virtual como actual de lo que hay. Badiou critica la doble vertiente del objeto virtual y actual, como imagen. Así dice que el hecho de que se hable de dos mitades que correspondan a una imagen virtual y a otra actual, supone una metáfora óptica que es difícil de comprender. Pertenece más bien a lo actual lo que 77 DR, pág. 281. El mundo es un huevo dice Deleuze. Con esto quiere decir, que a partir de la polémica entre Cuvier y Geoffroy con respecto a la idea de un Animal en sí que se pudiera plegar en su desarrollo, Deleuze introduce el concepto de plegamiento como drama en el tiempo, debido a la posibilidad de detención en la diferenciación por evolución de diferentes tipos de organismos. La actualización de la idea de Animal conlleva la posibilidad de realización en el tiempo común de todos los animales, que por lentificación o precipitación se determinan. Estos son los procesos dinámicos de dramatización de la idea, del huevo metafórico que se irá plegando en su desarrollo embriogénico. contenga imagen. Badiou prefiere que Deleuze diga que el ente actual es una <<imagen virtual>> para designar dos dimensiones que no serían partes del objeto78. Ahora bien, el problema es que Badiou entiende textualmente el hecho de la imagen virtual como forma. Deleuze comprende que lo virtual como pensamiento en ningún caso es forma o representación clásica. Constantemente critica el hecho de cualquier semejanza en la forma o en el reconocimiento como elemento de la representación. Badiou saca esta frase fuera de contexto, ya que toda la obra de Deleuze es una crítica al pensamiento como imagen y lo virtual es el pensamiento sin imagen, el de las multiplicidades, relaciones diferenciales y puntos singulares. Lo virtual realiza lo actual diferenciando, y no, como señala Badiou, dos dimensiones del ente a partir de una metáfora óptica defectuosa que más bien parece indicar un retorno a la <<virtual>>, a pesar de que anteriormente comprende que lo virtual difícilmente puede ser una imagen79. En realidad, cuando Deleuze se refiere al objeto como doble con una imagen virtual y otra actual, desigual e impar, habla más bien, de los dos aspectos que presenta la diferenciación: una diferenciación virtual en la diferenciación total de lo virtual, que es la idea como lo universal concreto; otra diferenciación de lo actual, que actualiza las variedades de lo virtual, pero siempre huyendo de la forma 78 Badiou A: Deleuze <<El clamor del ser>> pág.77, Buenos Aires: Manantial, 1997. La adaequatio es el criterio de verdad de un conocimiento, que es verdadero si se corresponde con la naturaleza del objeto asimilado. Es el intelecto el que recibe las cosas que están medidas por él. Esta idea es típica del conocimiento representacional con sentido de trascendencia, que critica Deleuze cuando se refiere a la imagen dogmática del pensamiento en su quinto postulado. 79 como imagen clásica de la representación. En cuanto a la imagen actual y la imagen virtual solo son <<le plus petit circuit intérieur, à la limite une pointe ou un point, mais un point physique qui n’est pas sans éléments distincts (un peu comme l’atome épicurien)>>80. Si Badiou piensa en la metáfora óptica para explicar la doble vertiente de lo real, en realidad es solo un punto físico al que se hace alusión cuando se refiere a la imagen actual virtual y en alusión a una singularidad. Esta se expresa indiscerniblemente de manera puntual en la globalidad del ser uno, pero no son los dos aspectos de lo virtual real dos imágenes que recuerden de alguna manera el pensar clásico de la representación. Badiou señala a Deleuze como platónico a partir de la realidad de la idea, como puede ser la de Animal en sí como ejemplo de la dramatización, pero el filósofo es el que crea la idea como concepto o el científico como función para actualizarla. Esto sería un pliegue entre el pensamiento como idea y su solución en la materia de la naturaleza, como actualización de lo real. En todo caso, habría que retomar los estudios que Deleuze hizo sobre Espinosa para comprender el desarrollo de lo virtual actual en referencia a los atributos de la sustancia, el pensamiento y la extensión, su teoría de las ideas y la teoría del paralelismo. 80 IT, pág. 97. 1.9 Las ideas en Espinosa. Cartografía de la inmanencia Las coordenadas que propone Deleuze en Espinosa se sitúan en el plano de inmanencia. Para Deleuze, Espinosa es el filósofo de filósofos, y el más puro, pero el más comprensible81. Así, en la Ética al primer grado de conocimiento Espinosa lo llama opinión o imaginación. Supone una representación por los sentidos de todas las cosas singulares de una manera mutilada y confusa82. Esta forma de conocimiento también ocurre con relación al lenguaje en cuanto se refiere a las ideas semejantes, que se forma en la imaginación al recordar las palabras y signos. En este sentido, las ideas universales también son una forma confusa de ideas en la imaginación, que son imágenes que se confunden con el cuerpo, terminando en las ideas de ente o cosa. Para Espinosa la imagen es una afección del cuerpo humano, que representa a una idea de un cuerpo exterior. Es una idea de cuerpo que afecta a éste, por el que se tiene un conocimiento de lo que sucede fuera. Esta imagen constituye lo que Espinosa llama idea de afección. Es decir, la afección no puede ser concebida, sino es por la idea de afección, y esta afección es percepción. Ahora bien, lo que rehuye Espinosa es considerar que el objeto es causa en sí de la producción de esa idea. En el mismo acto causal, se considera la idea de la cosa como atributo 81 82 PP, pág.225. Ética II,XL escolio II. del pensamiento en cuanto a idea de afección, y la cosa misma como atributo de extensión, lo cual explica Espinosa con su teoría del paralelismo. Las ideas de afección son imágenes no comprensivas, inadecuadas, dado que el conocimiento que producen es un conocimiento erróneo mutilado. Según Deleuze, más que un conocimiento es un reconocimiento, postulado que desarrollará más tarde en relación con la imagen en la representación clásica83. Leibniz y Espinosa criticarán lo claro y distinto como una sola forma de reconocer el objeto, la forma o la imagen en cuanto que es insuficiente para entender la esencia del objeto o lo verdadero. La forma de reconocer al objeto es contingente y depende del azar. Así, cada uno tiene una interpretación de la idea adecuada en la medida en que por su memoria está habituado a concebir una situación. La memoria es para Espinosa una forma de conocimiento inadecuado. La memoria parte de una situación repetida que encadena una serie de ideas inadecuadas o de afección, que implican una serie de situaciones extrínsecas. Por medio de este enlace que producen en el alma, según el encadenamiento de las afecciones del cuerpo humano, se relacionan algo tan desemejante como un signo o un sonido articulado con un cuerpo nada parecido a estos. Por eso, dice Espinosa, un campesino o un soldado serán 83 SPE, pág. 133. afectados distintamente por una imagen en concreto la de un caballo, en cuanto su encadenamiento habitual o su memoria se haya acostumbrado a percibirla de una forma diferente84. Ahora bien, si el primer género de conocimiento conforme a la naturaleza da lugar a un conocimiento confuso e insuficiente, en la medida en que son las ideas de afección del cuerpo las ideas inadecuadas con relación a lo extrínseco, hay otro género de conocimiento, que es por la razón y consiste en adecuar las cosas por medio del entendimiento. Este será el segundo género de conocimiento, que utilizará las nociones comunes de las cosas singulares y las ideas adecuadas para conseguir un conocimiento intrínseco de las cosas. Es un género de conocimiento que intenta distinguir lo verdadero de lo falso85. Las nociones comunes operan formalmente en el sentido de que son reglas necesarias para conocer lo singular en relación con la totalidad universal que plantea la regla general. Debido a esto, parece insuficiente el tipo de conocimiento de razón en cuanto se refiere a la totalidad de la cosa singular y no desde la misma singularidad. Por tanto, con las ideas adecuadas se adquiere un conocimiento por el segundo y tercer género, que es un conocimiento verdadero86. Así, las ideas adecuadas son ideas que se refieren no a una relación con el 84 E II, XVIII, escolio. E II, LXII. 86 E II, LXI, escolio. 85 objeto, sino a una relación intrínseca. La relación se considera en sí misma con respecto a sus propiedades, lo que lleva a una reflexión inmanente de la propia idea en el atributo del pensamiento87. Ahora bien, cuando Espinosa examina la verdad entonces la idea adecuada se denomina verdadera y hace referencia a su relación extrínseca, es decir, a la convivencia de la idea con lo ideado en el mismo atributo de pensamiento. Habría que reflexionar sobre si esta relación extrínseca de la idea verdadera determina una relación de la idea con lo ideado en razón con la teoría del paralelismo. Entonces, se refiere a una relación extrínseca entre los dos atributos distintos o, por el contrario, a lo verdadero como relación extrínseca que en realidad se extiende a modos distintos de expresar lo verdadero dentro del atributo del pensamiento. De todas formas, lo importante de la idea adecuada en Espinosa es que la adecuación en cuanto a idea comprende la causa material y formal de lo singular en relación con la totalidad y más concretamente con la sustancia. La idea adecuada, así considerada, en realidad es una forma de expresión del ser, de lo verdadero. La idea verdadera subsume la verdad del juicio en cuanto a la convivencia de la idea y lo ideado. La idea adecuada es verdadera, pero con carácter intrínseco por su consideración en sí misma en cuanto conlleva su realidad inmanente88. Entonces se repara que lo verdadero: no es una 87 E II, def. IV Guerolt: Spinoza, L´ame pág. 529, tomado de Martínez Martínez F.: Materialismo, idea de totalidad y método deductivo en Espinosa, pág.199, Madrid: UNED, 1988. 88 adecuación de la cosa con el intelecto al modo de la Escolástica, sino que lo verdadero se refiere al modo de considerar la idea como adecuada a una verdad. Subsume en el juicio su relación con lo ideado y la relación intrínseca que considera a la idea como inmanencia en el sentido de totalidad, es decir, como procedente del ser en cuanto es inmanente y pertenece al atributo del pensamiento. Las ideas adecuadas junto con las verdaderas en su máxima expresión, dan como resultado un conocimiento esencial y adecuado. Por una parte, lo verdadero como relación de la idea con lo ideado, y por otra, las características intrínsecas de la idea. Es el conocimiento que Espinosa llama como intuición, considerando que esta forma de adecuación es propia de las cosas singulares: cuanto más son conocidas son ellas, más se conoce a Dios89. Esto significa que a lo verdadero de la idea como realidad, aparte de su realidad formal, corresponde una realidad formal de lo ideado: la cosa singular que se expresa necesariamente en la naturaleza como propia realidad formal o modo (el problema de la realidad de los modos en cuanto son expresiones de la sustancia se tratará posteriormente en relación con la univocidad en Espinosa). A partir de esta relación de la idea con lo ideado Espinosa construye su teoría del paralelismo. Deleuze, en relación con Espinosa, dice que las ideas representan algo porque expresan la esencia de Dios y su propia causa en tanto que son 89 E V, XXIV. ideas de cosas verdaderas. Así, la idea verdadera es la que explica la potencia de conocer en tanto que es idea de la idea o idea reflexiva. En el método de Espinosa la idea verdadera se tiene que hacer adecuada por la adecuación que constituye materia de lo verdadero. La idea adecuada, Deleuze la comprende en Espinosa en tanto que expresa su propia causa y la esencia de Dios determinando esa causa90. Ahora bien, Deleuze enfatiza la afirmación de Espinosa de que ninguna idea en la que la idea reflexiva y la idea expresiva sean lo mismo, tiene por causa al objeto que representan, porque expresan su propia causa. Esta situación aboca a un encadenamiento de las ideas que se deducen unas a otras por la potencia del pensar, que en realidad es la base del método de Espinosa. Se conoce, entonces, por la potencia del comprender, en cuanto se entienden las cosas relacionadas o vinculadas unas con otras. Así, Espinosa percibe el alma como un autómata espiritual, donde el pensamiento es determinado por leyes que determinan la forma y el contenido de la idea verdadera. Estas leyes encadenan las ideas por su propia causa y por la potencia propia del pensar91. 90 91 SPE, pág. 125. SPE, pág. 126. 1.10 El paralelismo como expresión de Dios y su correspondencia en Deleuze Tanto el paralelismo como la expresión son dos conceptos importantes en la composición de la filosofía en Deleuze. El primero, para explicar la relación de lo virtual y actual como mutua correspondencia. El segundo, la relación del ser unívoco con sus multiplicidades, intensidades, singularidades o pliegues, como maneras que tiene el ser de expresar la inmanencia de la univocidad dando lugar a realidades múltiples, reales virtuales. Para Deleuze, la palabra expresar incluye varios sinónimos que significan manifestación, implicación, englobar. De esa forma, la expresión de la naturaleza de una cosa implica la explicación, la manifestación de la esencia de la naturaleza de la cosa; y en el caso concreto de Espinosa, Dios92. Para Deleuze, la explicación es desarrollo, así como englobar es implicación. Con esto, la expresión es un desarrollo que implica o manifiesta a lo uno en los múltiples modos que se expresa. Pero estos modos de expresión a la vez engloban al uno, Dios o sustancia. 92 SPE, pág. 12. Por lo tanto, dice Deleuze que la expresión en Espinosa es la vida misma de Dios, y los atributos son la expresión de la sustancia así como los modos son expresión de los atributos. Siendo desde este punto de vista los atributos expresión de Dios como partes de un todo, se observa entonces una correspondencia entre ellos. Es la base de la teoría del paralelismo. El paralelismo se describe en Espinosa así: <<el orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas>>93. En realidad, lo que representa es la conexión de dos atributos, el del pensamiento y el de la extensión dentro de la única sustancia, aunque para Espinosa la sustancia se expresa en infinitos atributos de los que solo dos son conocidos por el hombre y, por lo tanto, el paralelismo sería la conexión de los infinitos atributos entre sí. Si hay una conexión entre los diferentes atributos, también hay una conexión entre los diferentes modos del pensamiento y extensión. Son dos momentos iguales de expresión de la sustancia de dos series correlativas. En la teoría gnoseológica de Espinosa, son las dos series que corren paralelas y que pertenecen a una misma realidad. Incluso son series que no solamente son correlativas, sino dinámicas en el sentido de que esa misma conexión de ideas también es una conexión causal94. No es que haya una correspondencia causal como adecuación pensamiento-cosa, sino que 93 94 E II, prop. 7, 2ª parte. E II, 9, demostr. las causas en su orden atributivo modal de extensión, contienen una serie paralela atributiva modal de expresión en el pensamiento y viceversa. Aparte de ser una teoría gnoseológica, es más bien una teoría ontológica que explica la realidad de la sustancia, la expresión del ser espinosista. Ontológicamente, la conexión o concatenación de ideas da, desde el principio de la presentación de la teoría, una explicación de una identidad que subyace a las series atributivas modales paralelas. A pesar de que hay una distinción real entre las series, no se presenta una distinción ontológica entre ellas, ya que son expresiones de Dios o de la sustancia. El paralelismo, que es expresión de la sustancia y se fundamenta en los atributos, es al final afirmado en los modos. Por eso, en el paralelismo hay que tener en cuenta las series atributivas, que son fundamentos de los modos donde en realidad se comprende la teoría. En Deleuze el paralelismo se manifiesta en lo que va a llamar virtual-actual como expresión del ser unívoco. Es en la misma realidad de lo virtual y de lo actual y en su mutua correlación en dependencia del ser unívoco en Deleuze y la sustancia en Espinosa donde se ve la herencia conceptual de Deleuze con respecto a Espinosa. Anteriormente ya se había hablado sobre la parte ideal virtual y actual de un objeto como inseparables. Se trata de la idea de paralelismo de las series virtual actual en el ser unívoco. Ahora bien, la naturaleza de lo virtual es tan real como lo actual del objeto. Entonces, lo actual no es un paso brusco de algo posible, virtual, sino de algo real que se actualiza. Es como si lo que está en potencia se actualizara, a la manera del ser en potencia y acto de Aristóteles. Son las series de actualizaciones que corresponden a las series divergentes virtuales. La exposición que realiza Deleuze sobre lo virtual-actual también se observa en sus estudios sobre el cine. Deleuze manifiesta la intención del cine de buscar en la imagen actual una imagen simétrica, inmediata y simultánea, como imagen virtual que se corresponde como un doble de aquella imagen actual95. En esta correspondencia observa un objeto virtual que envuelve a lo real, como una imagen con dos caras, en las que ve una situación bergsoniana. En realidad, son imágenes mutuas reversibles de carácter virtual-actual unidas, por una relación en la que no se da una sin la otra. A pesar del contenido bergsoniano del concepto donde la duración es lo virtual, que se expresa como multiplicidad que se actualiza poco a poco, es quizá la expresión más definida de un paralelismo espinosista expresado en la correlación simultánea y mutua de la imagen virtual actual en sus estudios sobre el cine. Entonces si la imagen se equipara con el sentido espinosista del concepto habría una distinción formal, pero no una distinción real ontológica no numérica al igual que expresa Espinosa. La distinción formal sería lo virtual, que es característico de la idea en Deleuze y en Espinosa del pensamiento, y lo actual sería lo extenso. Deleuze se 95 IT, pág. 94. propone estudiar el pensamiento como idea o las ideas como diferenciales del pensamiento, inconscientes del pensamiento puro que contiene esas virtualidades seriadas como multiplicidades y observar cómo se construyen, desde DR, donde aparece explicado como pensamiento no representativo y ver cómo evoluciona, en LS, pasando por MP hasta QCP. Comprendiendo esta evolución se podrá desarrollar claramente lo que Deleuze juzga como concepto para continuar con una exposición del ser unívoco en la misma evolución conceptual, así como el concepto de pliegue en su vertiente ontológica. 1.11 El pensamiento no representativo F. Martínez Martínez hace una muy clara exposición del pensamiento no representativo que se presenta en Deleuze96. En primer lugar, muestra que el pensamiento no representativo de Deleuze es univocista con relación al ser. Al contrario del ser análogo, que es una posición teológica del pensamiento, el pensamiento unívoco solamente contiene un sentido. Esta situación de univocidad se explicará más adelante cuando se hable con detenimiento del ser unívoco. 96 Martínez F.: Ontología y Diferencia: La filosofía de Guilles Deleuze, pág. 245, Madrid: Orígenes, 1987. Por otra parte, el pensamiento no representativo posee un compromiso con la intensidad, aspecto que se desarrolló anteriormente cuando se habló de este concepto. Así, se logra comprender la profundidad de lo mismo que la intensidad dotaba a la cualidad sensible, pero de modo que exprese el ser de la sensibilidad, facultad que Deleuze llamaba empirismo trascendental. El pensamiento no representativo comprende la importancia de lo virtual frente a lo actual, que añade la novedad de ser un pensamiento sin imágenes y de expresar la idea problema. De esto se habló con profundidad anteriormente. Aparte de las características expuestas, explica F. Martínez que el pensamiento no representativo es, además, acategorial donde en realidad las categorías presentan las muchas maneras en que se nombra el ser, ya que el ser unívoco solo expresa una categoría, que es la sustancia. Por otra parte, existe el problema del fundamento, en realidad el <<desfundamento>>, donde el pensamiento no representativo se ocupa del no buscar el fundamento, sino estar basado en un descentramiento continuo. El pensamiento no representativo, cuya característica es ser acategorial, supone una distinción del pensamiento analógico de las categorías formulado por Aristóteles, que según Deleuze es una partición de territorios separados entre ellos. El pensamiento representativo parte de un logos, una razón que se distribuye cualitativa y jerárquicamente, que expone una repartición de territorios de representación limitada. En este sentido, explica Deleuze una gran influencia agraria en la forma de partir y repartir la tierra, como organización que divide el pensamiento en categorías, como base del juicio analógico. En oposición a esto, ofrece la distribución nomádica, donde no existe ningún tipo de propiedad ni cercado ni límites, en lo que llama nomos nomádico. Continuando con la cuestión agraria, el reparto pertenece a un lugar de ocupación carente de límites, o por lo menos estos no son precisos. En realidad, este tipo de distribución añade al pensamiento no representativo una expansión de lo virtual que se reparte por todo el espacio no delimitado y configura sus propios límites nómadas, es decir, se despliega y se pliega, limitándose y deslindándose. Desde este punto de vista, las cosas se consideran, según Deleuze, basándose en su potencia; potencia de desplegarse, de saltar y de superar el límite, pe’raç97 que aparece no con el significado de término, ni de 97 El límite como definición conceptual abarca tanto ideas espaciales como acciones o relaciones entre magnitudes. Es un término que continúa manteniendo el significado equívoco dado por Aristóteles. Ahora bien, en la Antigüedad el concepto de límite surge de su opuesto, lo ilimitado (tò a6peiron), que tenía un carácter espacial según sugiere Kirk y Raven (Los filosófos presocráticos, pág. 166, Madrid: Gredos, 1987.). Estos autores aportan varias interpretaciones de lo indefinido o ilimitado, pero optan por una interpretación espacial del término en Anaximandro. Parménides también identifica el ser de un modo espacial. En su hexámetro Sobre la naturaleza presenta una esfera como constitución ontológica donde se plasmaría el ser y en la que, según Kirk y Raven (op. cit. pág. 304), también en su expresión literal y metafórica presenta una explicación determinista de una realidad más bien extensa en su relación al concepto de límite. Este sería el que contiene la realidad ontológica de Parménides. Esa esfera limita todo lo que puede ser y es único. Lo que está fuera sencillamente no puede expresar ni ser porque no es, al no poder ser pensado. Esta noción de que lo uno es limitado espacialmente es la que confiere al concepto de límite su valor ontológico, al cual la tradición filosófica ha estado vinculada. No hay ser que no esté limitado espacialmente. Con los pitagóricos aparece con más fuerza el límite como característica espacial. Según Barnes (Los filósofos presocráticos, pág. 459, Madrid: Cátedra, 1992.) los limitantes (peraínonta) son figuras geométricas y los ilimitantes (a6peira) materia como cobre, estaño etc. empieza a aparecer la distinción aristotélica de forma y sustancia. Pero quizá lo más importante es que lo ontológico está contorneado, lo que es está limitado espacialmente. De aquí es donde Platón aplicara el concepto de límite (péraç) a sus formas. El límite de Platón es un contorno. La captación de lo material se completa con el par limitadoilimitado de la teoría pitagórica con respecto al tema. Las cosas necesitan un límite, una combinación con lo ilimitado, plasmación de una forma originaria que es el factor limitante (Grube J.,pág. 82,459ss.: El pensamiento de Platón, Madrid: Gredos, 1987.). En la génesiçdel mundo físico las ideas son el contorno (pe’raç) que junto con lo ilimitado y por medio de la diferenciación (diaíresiç) aplicada al mundo físico darán origen a las cosas materiales. Esta mezcla es puntual, de manera que la cualidad queda fijada en forma material, significando el comienzo de una individuación por medio de lo que es limitado espacialmente. La medida correcta de lo que es el más y el menos dará lugar a una determinación, un límite de todo lo que existe materialmente hablando. Lo uno es lo limitado. Es decir, todo lo que es lo uno, las formas, la esfera, las figuras geométricas de los pitagóricos e incluso lo indefinido tienen un carácter espacial desde los comienzos de la filosofía. Entonces lo que no es, lo que no está dentro de un contorno según esta interpretación, es un camino que no se puede seguir ni definir. Lo que no es espacial no es, es una nada, un pensamiento alienante. Y es que a pesar del carácter abstracto que se le quiere conferir a las formas no se pueden desembarazar de su carácter espacial material. De ahí que límite sea sinónimo de realidad. Aristóteles amplía el concepto de límite. Para él, péraç, límite o término, expresa varios significados. uno de ellos es que lo primero es lo último de cada cosa y lo primero donde no es posible tomar nada de ella. Es el sentido convencional, hasta ahora conocido en su relación espacial. Para que exista un límite es necesario un lugar, que para los griegos es algo que existe. Así, el lugar entendido por Aristóteles es el límite del cuerpo continente, es decir, el lugar en sí es un límite y a la vez es algo común a todos los cuerpos, sin el cual no existirían; por lo tanto, lugar y límite tienen un significado sinónimo (Fis.∆ 4,209,b). También es la sustancia y la esencia de cada cosa como término o límite del conocimiento. Conoces la cosa mientras esté dentro del límite por su esencia y sustancia. Posteriormente Kant lo llamará concepto-límite. Ahora bien, para Aristóteles límite también es el fin de cada cosa, aquello donde se dirige el movimiento y la acción, la causa final (Met. 1022b). Aubenque arguye que tanto para Aristóteles como para Platón la ciencia, el conocimiento estable conlleva un límite; es decir: es necesario que las cosas permanezcan estables. Ahora bien, el límite del que habla Aubenque se refiere más al conocimiento de la substancia y de la esencia en su sentido de relación entre lo universal, cuyo límite es necesario para que no haya una dispersión del conocimiento, y lo particular como ciencia (El problema del ser en Aristóteles, pág. 203, Madrid: Taurus, 1989.). Cuando se habla del límite aristotélico hay que ahondar en un significado conjunto del término. Es decir, si la substancia como límite de conocimiento es fundamental para el ser, así como la unidad donde el ser es dentro de su contorno. La acción también es inherente al ser y el límite de esta es la causa final. Hablar de límite ahora es orientarse hacia donde se dirige la acción de cada cosa. Ahora bien, esta interpretación de péraç no tiene la fuerza ontológica que posee el término en los otros significados. Darle un mayor estatuto a esta interpretación significaría que el campo donde es ejercida la acción de cada cosa es también ser, es decir, una interpretación ontológica más amplia que lo solamente espacial del concepto aplicado a la materia en sentido extensional. Es el sentido que le conferirán los estoicos posteriormente. Gorgias ya había explicado en su tratado sobre el no-ser la incongruencia de mantener un uno que tuviera un lugar sea limitado o ilimitado (Barnes op.cit.pág. 221.). Para Gorgias, lo que existe no puede ser ni limitado ni ser ilimitado. Con un argumento que a veces sorprende, a pesar de ser acusado de retórico, explica, anticipándose a Kant en sus antinomias de la razón, la manera en que este tipo de pensar es una alienación para la razón. El ser para los griegos parte de lo que no tiene límites espacialmente, según había definido Anaximandro; pero a la vez para que algo exista, dice Gorgias, tiene que estar en algún lugar, lugar que es algo que existe, entonces significa que lo ilimitado no tiene un término, un principio o un fin en donde pueda estar y, por lo tanto, al no estar en ningún lugar, entonces no existe. Es un argumento en contra de lo ilimitado espacialmente de Anaximandro. Lo siguiente sería hacer coincidir el lugar con lo que existe, es decir, que entonces el uno sería lo limitado, pero el problema surge cuando coinciden cuerpo y lugar. Lo uno, lo limitado, sería lo contenido en un lugar, pero si el uno parmenídeo que es una esfera estuviera en un lugar no podrían ser diferentes contenido y continentes ya que todo lo que existe es uno, y por lo tanto no habría límites. La conclusión que esboza Gorgias es que nada existe, y en concreto si tomamos la referencia espacial. Kant cuando habla de las antinomias de la razón expone un argumento bastante similar en referencia a los límites de lo espacial, pero atendiendo que para él el espacio es una forma de intuición. Las antinomias así como los paralogismos convierten a la razón en una ilusión de conocimiento. Fichte proseguirá dando a la razón práctica el carácter ontológico que le falta a la razón pura. separación, sino de lo que hace que se despliegue la potencia98. Es decir, el pensamiento de la categoría es un reparto limitado y un estanco de representación de la cosa, que se presenta por su esencia. Por otra parte se encuentra, el pensamiento acategorial en su distribución descentrada, que piensa el límite no como separación, sino como acción que se despliega hacia un fin. Es un pensamiento del pe’raçaristotélico y condiciona sobre la base de su dualidad virtual-actual a pensar lo virtual como de acción, potencia o, mejor, actividad. Lo actual no se deja ver no solamente en su forma contorneada, sino que también se observa la actividad relativa en el Gorgias tiene el mérito de plantear la alienación del pensamiento occidental a partir de los límites espaciales. La sustancia quiere ser desde el principio una presencia contorneada, limitada en alguna forma. Desde entonces y hasta ahora, la visión de la filosofía occidental se ha comprendido bajo el prisma del límite de la sustancia entendido espacialmente. Puede que la mayoría de las interpretaciones filosóficas no puedan desembarazarse del concepto cada vez que analizan una filosofía. Espinosa, en otra línea al margen de esta interpretación espacial de la sustancia, analiza el límite como acción que se analizará más adelante. Hasta Aristóteles se comprende lo que existe dentro de lo espacialmente limitado. Lo que es existe porque es un contorno, un límite. Gorgias ya expuso lo incongruente que puede ser esta medida si se atiene a que el criterio ontológico de la cosa depende de un contorno espacial. Ilimitado o no lo que existe no puede ser una cosa espacial ya que lo ilimitado no tendría lugar, algo necesario para que existiese, o lo limitado sería otra substancia en relación al lugar lo que sería absurdo para Gorgias. Aristóteles lo salvaría con la exposición del ser de la potencia y el ser de la forma. Ahora bien, el concepto de existencia se replantea con los estoicos. Para ellos, lo que existe tiene una manifiesta corporalidad. En un principio, se entrevé que el cuerpo es lo que se puede ver y tocar si lo que existe es lo que deriva de un contorno; entonces se desecharían las virtudes y la moralidad, criterio que ya expone Platón en El Sofista sobre este dilema. Las cosas que existen son cuerpos y no hay un criterio de espacialidad sino de acción. Siguen estando dentro de una concepción ontológica del límite pero no entendido como contorno sino como acción: lo que puede la cosa. Explica Long (La filosofía helenística, pág. 153, Madrid: Alianza, 1977.), que Plutarco ya cita un argumento donde el criterio de existencia es el poder actuar o sufrir la acción de la cosa. Es decir, que ya toma cuerpo, carácter de existencia, lo que era moral o virtuoso, aunque no es el mismo género de cosa entre lo moral y lo físico. Los cuerpos para los estoicos proceden de la mezcla de la materia y de un principio activo que los compondría. Materia inerte aristotélica y causa como una acción que mueve la cosa serían los criterios de existencia. El cambio ontológico es evidente. A pesar de entender dos clases de cosas, la introducción de un nuevo pensar la cosa va a dar un giro en la relación de la cosa con lo que de ella se piensa. El principio activo es básico para el cuerpo. Para los estoicos este principio activo era el pneuma compuesto de aire y fuego, que antes era el logos. Ahora bien, tampoco los estoicos renunciaron a un dios que limita la sustancia. El universo también es una figura geométrica y coincide con una esfera. Pero no deja de ser importante el giro ontológico. Incluso las cualidades son incluidas dentro de entidades que tienen carácter material. Los estoicos usaron de las cualidades comunes dentro de categorías materiales, a pesar de que la sustancia era solamente una (Rist: La filosofía estoica, pág. 221, Barcelona: Crítica, ,1995.). 98 DR, pág. 53-55. estado de cosas y su relación, siempre con el fondo oscuro de la univocidad. En este sentido, se ve la trayectoria del concepto que se vincula la problemática espinosista del cuerpo, donde la esencia de la sustancia como conatus expresa el límite de cada cuerpo99. Con respecto al fundamento del pensamiento no representativo, dice Deleuze que fundar es determinar: una operación de la razón que consiste en establecer tres sentidos. En primer lugar llama al fundamento lo mismo o lo Idéntico, lo que es propio de la idea, el au1to’ kaq’ 2au1to’ . Es la pretensión de la que se había hablado en la representación orgánica en cuanto que los pretendientes de una cualidad, pretensión que se equipara con el fundamento. Esta pretensión es la <<imagen>> que poseen los pretendientes de participar de la cualidad fundamental o primaria, semejante a lo mismo como fundamento. A partir de esta semejanza, pero como diferencia, se establece una re-presentación que surge de la imagen y de la pretensión como icono. Las imágenes que no están de acuerdo con lo mismo fundamentado son los simulacros que se apartan como falsos 99 Para Espinosa las cosas finitas que sean causa de un mismo efecto, es decir, que cooperen en una sola acción y sean un conglomerado de individuos, se consideran una sola cosa singular (Et.II,def.VII). Y las cosas singulares son cuerpos (Et.II, lema III, dem .y def. I). El cuerpo implica una expresión de la esencia de Dios como una cosa extensa necesariamente dada. El atributo extenso no implica que las cosas sean concretas y limitadas espacialmente sino una calificación que explica la esencia del cuerpo en cuanto referida a la extensión (Et.II,def.I). Es decir, la cosa singular como conglomerado de individuos, que es un cuerpo, lo es por su esencia, por su operatividad, y no porque sea una cosa, porque en su extensión posea una capacidad de por sí misma o por su forma de ser cuerpo. La objetividad no es precisamente una virtud del cuerpo, sino la expresión de su operatividad, es decir, se constituye gracias a su acción, que es la potencia de Dios. Su ser objetivo, para Espinosa su idea, depende de estar contenidos en los atributos de Dios (Et.II,prop.VIII co.), que son expresiones esenciales de la sustancia. El cuerpo es existente por la esencia divina y por su existencia en acto, que implica cierto concepto del tiempo entendido como duración. pretendientes faltos de fundamento. Por eso dice Deleuze que la idea funda el mundo de la representación100. El segundo sentido se refiere a la representación infinita como fundamento, en cuanto que busca lo infinitamente grande y lo pequeño. Propone fundar en la representación un método donde se puedan subordinar todas las diferencias, en la representación órgica de Hegel y Leibniz que contiene todos los contrarios y todos los accidentes respectivamente. Como tercer sentido, el fundamento aparece como memoria o memoria trascendental, que hace representar el presente o hacer venir al presente en la representación. Es decir, hacer de la representación una memoria fundamental que es tiempo pasado para trasformarlo en presente, fundamentado en aquel. Así dice que fundar es representar y esta representación está ligada a una razón suficiente, que determina como imagen un fondo oscuro de formas múltiples de lo indeterminado; es determinar algo que surge en la superficie de un fondo oscuro, profundo, sin fondo, que se forma bajo condición categorial. Si bajo este pensar lo fundado aparece la representación de la forma como imagen determinada, Deleuze se afana en explicar que de ese fondo oscuro se puede pensar lo sin rostro, lo sin fondo, ya que desde el principio lo indeterminado está informado. La materia y la forma no 100 DR, pág. 350. explican de un modo sencillo lo que como forma no es separable de la representación. Según Deleuze, fue Aristóteles quien fijó esta dupla de representación orgánica inseparable, que como razón suficiente ata lo del fondo a la superficie como materia, forma y conjunto. Así, entiende Deleuze que para pensar sin fundamento, el pensamiento tiene que afrontar un desmodelado de la materia en el sentido de que la representación pierda su fundamentación de imagen. Lo que busca el pensamiento es lo indeterminado del fondo oscuro que para Deleuze es su animalidad101. Deleuze aclara que esta situación es como si el pensamiento necesitara de una revolución que lo hiciera pasar de la representación al arte abstracto, que sería una teoría del pensamiento sin imagen. La representación infinita vislumbra el fondo oscuro de lo indeterminado, que no se ve en la representación finita. Pero el problema de la representación infinita es que este fondo oscuro no pasa de ser una nada indeterminada, debido a que la representación ha vinculado la individualidad a un yo y a su propia materia. Toda individualidad de las cosas parte de un reconocimiento de la propia individualidad del yo y de toda singularidad como un sí mismo. Donde no hay yo ni sí mismo no hay ni individualidad ni singularidad. En este sentido, Deleuze vincula la representación al fundamento determinado por el yo con la idea de individualidad. Supone que para una nueva forma de pensamiento sin 101 DR, pág. 353. imagen esta situación tiene que ser planteada en otros términos, así como el problema de la univocidad. Los demás términos del pensamiento sin imagen como lo virtual, la intensidad, lo problemático, ya han sido planteados. Ahora bien, para Deleuze el pensamiento sin imagen no solo se presenta en este sentido, sino con respecto a la sexualidad en LS, a la representación territorial, en AO, a la política, en MP, o como concepto creado, en QCP. De todas formas, a pesar de todas las expresiones del pensamiento no representativo o sin imagen, la función de este plantea una forma de pensar el ser unívoco como fundamento, como diría Badiou, o un desfundamento de la determinación que fundamenta la representación en una individualidad de un yo que el mismo Deleuze también analizará. Por otra parte, el desarrollo del pensamiento acategorial incluye una relación con el pensamiento intuitivo de Bergson. Badiou explica que, siendo Bergson el que establece una forma de pensar sin mediación, que es la intuición como método, es Deleuze el que desarrolla una <<versión escrita de una singular forma de intuición>>102. 1.12 El pensamiento intuitivo en Bergson 102 Badiou, op. cit., pág. 56. El pensamiento intuitivo que usa Deleuze tiene mucho de bergsoniano. En este sentido, Deleuze, antes de sus obras filosóficas como DR y LS, hace un análisis del método intuitivo de Bergson en El Bergsonisme. En el capítulo primero analiza la intuición como método. Para Deleuze, la intuición en Bergson no es sentimiento, sino un método elaborado que trata la duración103. Con este método se establece una filosofía que Bergson entiende como precisa, cuya exposición del método para Deleuze es determinante. Por eso, la pregunta principal es que si un método supone una mediación, entonces, cómo es que la intuición puede dar lugar a uno si su forma de conocimiento es inmediata. A pesar de la simplicidad que expresa el pensamiento intuitivo, éste conforma múltiples situaciones que implican cualidad y virtualidad, que se dirigen a una actualidad. De esa manera, Bergson presenta su método a través de las tres reglas, que muestran la simplicidad de la intuición en el paso de un sentido a otro, y el sentido fundamental como acto vivido de la intuición104. Así, la primera regla se refiere al planteamiento de los problemas, ya que, según Deleuze, para Bergson los problemas se nos dan hechos. Así, para que haya una verdadera libertad hay que decidir sobre 103 La duración en Bergson es uno de sus mas importante conceptos. Esta no puede ser captada si no es por medio del pensamiento intuitivo. Consiste en en un flujo sucesivo de estados como paquetes pero que no pueden ser separados. Es un devenir cualitativo que se presenta en lo que para Bergson es la existencia nuestra, que es de lo que mas seguros estamos. Es decir, la existencia comprendida desde la duración sería un proceso de maduración y creación del Moi (yo pasivo) y eso atañe también a la evolución en general. 104 LB, pág. 10. problemas escogidos, de singular constitución. Con esto, la primera regla presenta la verdad y falsedad de los problemas. Para Bergson, la verdad de un problema es más bien su planteamiento que su solución, ya que un problema bien planteado de por sí es equivalente a su solución. El planteamiento del problema expresa una invención, una creatividad que hace aparecer algo donde no había nada. Es en la creación de términos donde se planteará el problema. Mucho más difícil es comprender la verdad y falsedad en el planteamiento del problema que en la solución, como verdadero o falso, en un problema ya planteado, según dirá Bergson en su crítica a una filosofía de lo verdadero y falso. Si la verdad de un problema es su planteamiento, la falsedad es que está mal planteado o es inexistente, por lo que se constituye un <<falso problema>>105. Como regla complementaria a la primera Bergson presenta una exposición de lo que él considera falsos problemas. Son de dos tipos: problemas inexistentes, que implican confusión del más o menos, y problemas mal planteados. En el primer caso, Bergson presenta el problema del no ser, el del desorden y el de lo posible, que con relación al más o al menos es una crítica a lo negativo como factor de confusión. Al plantear el problema se parte de los términos que se supone que no estaban, de su menos a un más, cuando en realidad tanto el ser como el orden como lo posible, existen desde siempre así como su negación, que en realidad 105 LB, pág. 13. implica siempre un sentido de positividad más que de negación. Por otra parte, se encuentran los problemas mal planteados, que Bergson ejemplifica como los de la libertad y de la intensidad. Son problemas mal analizados en donde los términos difieren por naturaleza. Así, los falsos problemas tanto inexistentes como mal planteados surgen de concebir los términos en relación con el grado de más o menos cuando en realidad los términos son de diferente naturaleza. La segunda regla comprende una búsqueda de las diferencias de naturaleza, que son origen de los términos de los problemas, y una lucha contra la ilusión, para encontrar las articulaciones de lo real. Con la intuición se trata de que lo mixto se entienda en sus diferencias naturales, ya que para Bergson todo es mezcla de ellas. Por eso para él, se ha olvidado que el origen de muchos términos es de diferentes naturalezas mezcladas, que causan una unidad impura y degradada. En este sentido, la intuición tiene cierta semejanza al análisis trascendental en cuanto que realiza una división de lo mixto para comprender sus naturalezas puras no mezcladas, que existen por derecho. Por eso, en relación con los falsos problemas, hay una falta de indagación intuitiva en la articulación de lo real, ya que se prefiere lo dado y presentado por la experiencia a comprender las presencias puras de lo mixto. Así, la regla complementaria a la segunda indica que, además de comprender lo real en su composición de naturalezas puras, hay que entender lo que se reúne por las diferentes vías que convergen hacia un punto ideal106. Como tercera regla, expone el planteamiento del problema más en función del tiempo que del espacio. Así, el pensamiento intuitivo implica pensar la duración, y para concebirla se recurre precisamente a la división metodológica intuitiva de naturalezas. De este modo, hay que separar las primeras naturalezas principales de Bergson, que son duración y espacio. Pero la duración es la que soporta la división de las naturalezas por su cambio cualitativo, y el espacio se conforma con una gradación de intensidades. La división de naturalezas cae entonces del lado de la duración, que es el conjunto de las diferencias de naturaleza, mientras que el espacio es el conjunto de las diferencias de grado. A pesar de la implicación del pensamiento intuitivo con la duración se trata más bien de un modo de reconocer otras duraciones al reconocer la propia y poder salir de ella. Es por la coincidencia de intuición y duración por lo que se pueden plantear las reglas de determinación de los problemas verdaderos, es decir, plantearlos. Así, Bergson enseña un método que, expuesto por Deleuze, presenta a la intuición como característica base del conocimiento inmediato. Su simplicidad no impide que sin mediación se comprenda que la solución es más bien de planteamiento en virtud de las reglas descritas por Bergson. Deleuze 106 LB, pág. 27. posteriormente acepta esta forma de pensar, que expone en DR y la desarrolla hasta llegar mucho más lejos. En DR desarrolla bajo esta óptica una crítica al pensamiento representativo. El influjo directo de Bergson interpreta que lo virtual es idea-problema que pretende solucionarse con su actualización, ya que se queda al margen de comprender lo problemático como una forma de solución de la objetividad, que es un aspecto de la crítica kantiana107. 1.13 El pensamiento en Lógica del sentido La reflexión del pensamiento en LS aparece en la trigésima serie aludiendo a un origen sexual del mismo. Habla Deleuze de que a través de la herida de castración se produce una relación con el pensamiento. Deleuze explica cómo desde la topología y la geografía, y no desde la causalidad, se entiende una relación como productora de imágenes de superficie. Debido a lo edípico, la sexualidad narcisista, el yo quería reparar unas superficies físicas que pertenecían a las imágenes como madre-mundo o padre–dios, pero al ser castrado lo que la línea fálica contorneaba se disipaba. A partir de la imposibilidad del fantasma de conseguir otra superficie física para el estado de cosas, cambia de lo 107 Ver <<La idea problema>> figurativo a lo abstracto como un proceso de lo incorporal de lo profundo. Así, el fantasma contiene dos vertientes que ponen en contacto lo exterior con lo interior como si de un pliegue se tratara108. Deleuze extiende el pensamiento no representativo con sus características ya dichas, y expone un principio de sexualidad como el origen del pensamiento tanto en su relación de superficie como de profundidad. De esa manera, las cosas se perciben dentro de un límite de superficie contorneada y en el intento de considerar el propio fantasma como posibilidad del pensamiento, en orden a la profundidad unívoca del ser con relación a lo actual. Una evolución del mismo par virtual-actual del objeto que se concebía a través del pensamiento acategorial, pero con una nueva exposición de la idea de este pensamiento acategorial en su expresión sexual, implicando otras nociones como la de fantasma, de simulacro, de acontecimiento y de las singularidades. Es difícil de comprender la declaración de Deleuze si no es con una previo entendimiento de que todo el desarrollo de su pensar se encuentra en relación con el ser unívoco y más con el desarrollo del pliegue que se despliega en el ser unívoco. El fantasma es la primera idea que aparece en esta relación. Platón explicaba que la copia podía provenir de la producción divina, por lo cual las cosas eran como una imitación de las formas con respecto a su 108 LS, pág. 253. límite superficial, que contiene unas imágenes que se reflejan. Hay otro arte de producir y este es el de los hombres, como el de construir y el de copiar esta producción. Estos son los simulacros que son copia de copia. También las copias de copias tienen unas imágenes que son reflejadas, en cuanto que son copias de copias producidas, como sueños que se presentan a los ojos, que son los fantasmas. Con todo esto Platón jerarquiza la forma a través de la copia, el simulacro y el fantasma. A pesar de que todos contienen algo de ser en su relación con la forma contorneada, el fantasma se relaciona más con lo falso109. Deleuze relaciona esta situación jerárquica no solamente con la verdad, sino más bien con lo demoníaco, por su ausencia de semejanza. Si se llega a la semejanza, será una ilusión y no un principio de verdad interno110. Ahora bien, para Deleuze la situación del fantasma es otra, y es conveniente analizar esta noción básica para comprender el pensamiento en LS. Hay tres características que se expresan en la noción de Deleuze con relación al fantasma. La primera es sinónima de acontecimiento. Para Deleuze el fantasma es acontecimiento en cuanto que expresa el resultado de las acciones y pasiones que dan por efecto un acontecimiento puro. Este 109 Sofista 236b/237c, 266c/268a. Guthrie habla sobre lo que Platón refiere como ei6dwlon, como cualquier cosa que ofrecía la apariencia de algo sin ser la cosa misma. Contiene un significado como fantasma, pintura, reflejo o estatua y también sinónimo de ei1kwn en referencia a lo falso, donde lo parecido o semejante adquiere un compromiso más bien de no verdad en esta situación de figura o imagen. Especifica Guthrie que en la división de ei5koneç y fantásmata, Platón se inclina con respecto al ei5dwlon por un tipo engañoso de imitación. De todas formas Platón no distingue claramente un significado conciso a las palabras por su aversión al lenguaje, según Guthrie. Por esto, tanto ei1kóneç, fantásmata, ei5dola aparecen con el significado de reflejos (Guthrie: Historia de la filosofía V, pág. 149, Madrid: Gredos, 1992.). 110 DR, pág. 167. acontecimiento se efectúa por relación a un estado de cosas corporales por que el acontecimiento es efecto. Así, el fantasma abandona su relación con un límite de superficie o contorno, para inclinarse por un efecto de causas endógenas y exógenas. En referencia a lo sexual, es un acontecimiento ya que las fuerzas sexuales efectúan el fantasma, como el efecto de incesto o castración. Ahora bien, el fantasma difiere de lo actual o de lo real en cuanto es un atributo noemático, que se distingue del estado de cosas, el cual es efecto así como de la vivencia psicológica y de los conceptos lógicos111. La propiedad del fantasma como atributo noemático, es decir, algo que se presenta con intensidad y sensibilidad en una relación de empirismo trascendental, es salir a la superficie transcendiendo lo interior y lo exterior que topológicamente pone en contacto los dos lados y se despliega. Aquí vuelve a hacer una alusión al desplegar (deplier, LS pag. 46), teniendo en cuenta que el fantasma es sinónimo de pliegue en cuanto que pone en relación lo profundo, lo interior, con lo superficial y exterior, sin el límite ontológico de la forma, así como el acontecimiento en esa forma de intensidad atributiva. Otra característica del fantasma es su relación con el yo en cuanto que se origina en el yo fálico del narcisismo secundario112. En el 111 LS, pág. 246. Hay dos tipos de narcisismo: el primario y el secundario. En el narcisismo primario no hay ninguna representación de ningún objeto. Las reacciones a los estímulos son más bien cinestésicas, donde el cuerpo identifica el percibir con una reacción motora, incluso las percepciones visuales (Fenichel O: Teoría de las neurosis, pág.52, Barcelona: Paidós, 1984.). Este tipo de narcisismo recuerda más al referido por Merleau-Ponty en Le visible et le invisible, pag 183, París: Gallimard, 1964. La percepción 112 narcisismo secundario, hay una ausencia de objeto, pero el yo es, por su fantasía o su fantasma, actividad-pasividad. Pero este yo fálico narcisista es castrado y castra, mata al padre y es matado, con lo que esa situación física anterior al narcisismo secundario retira el contorno de su superficie. Entonces, se busca ya la profundidad y no la superficie, que es más bien simulacro. Así, el fantasma es un fenómeno de superficie y se desarrolla en un momento concreto. El simulacro pertenece a las profundidades, el ídolo es objeto de las alturas y la imagen de las superficies parciales corporales113. Pero el fantasma como fenómeno de superficie no es el resultado de la actividad y la pasividad como valor del yo, sino más bien el resultado de las acciones-pasiones en la superficie, es decir, el acontecimiento. La última característica es el vínculo entre lo que contiene al fantasma y el acontecimiento en cuya expresión o sentido se halla un elemento particular, que es el verbo en infinitivo. A partir del verbo en su pura neutralidad, exento de determinaciones, se construyen todos los surge primero de la psicología de la forma, y segundo porque el concepto adquiere la dualidad de introyección-proyección por la doble vertiente de la percepción activa-pasiva, como tocar y ser tocado o ver y ser visto. Esta posición dará origen al concepto de pliegue o reversibilidad o quiasma en MerleuPonty. El narcisismo secundario pertenece a la fase fálica de constitución del yo. En esta fase es donde se produce la angustia de castración, herida de castración en Deleuze, debido a la carga libidinal que posee para el niño su propia genitalidad, que se presenta como resultado, acontecimiento. Se caracteriza el narcisismo secundario por la fantasía de considerar omnipotentes ciertos sentimientos de bienestar fundidos con el mundo externo, que se incorporarían en ese yo fálico doblemente: en relación al mundo introyectado y donde el yo proyecta su omnipotencia al mundo. Por esta actitud, el yo fálico retira el objeto por identificación con él mismo, y por proyección se convierte en el objeto mismo en esa dualidad (op.cit., pág. 472). Este tipo de dualidad es al que se refiere Deleuze en relación con el fantasma, en la doblez de proyección al mundo externo de las características del yo y la introyección del mundo externo. 113 LS, pág. 252. modos, tiempos, personas, para concretarse en numerosas singularidades, que formarán una solución a la problemática virtual del fantasma: el problema del nacimiento, de la muerte, etc.114 Ahora bien, si Deleuze considera al fantasma como origen del pensamiento y como vinculado al acontecimiento, tiene que explicar sus reflexiones sobre el punto de origen, y sigue confirmando el origen sexual en cuanto que lo liga al yo fálico del narcisismo secundario. Así, para Susan Isaacs partiendo de la idea de Melanie Klein, el fantasma surge de los objetos internos ya introyectados y proyectados en la posición esquizoide y ligados a las pulsiones sexuales y alimenticias. Por eso, concluye que los fantasmas solo tienen una relación indirecta con el lenguaje, lo cual hace que se vinculen a relaciones gramaticales ya establecidas, una observación que termina asociando al fantasma con el simbolismo115. Pero para Deleuze el origen del fantasma es más tardío, por 114 LS, pág. 250. LS, pág. 252. Segal H. dice en su Introducción a la obra de M. Klein, pág.16, Barcelona: Paidós, 1984, que la posición esquizoide-paranoide y la posición maníaco-depresiva son subdivisiones de la etapa oral, que corresponderían a los tres o cuatro primeros meses de vida con respecto a la primera y la última a la segunda mitad del primer año de vida. A pesar de que son fases sucesivas, nunca son elaboradas del todo, con lo cual el individuo adulto mantiene las dos posiciones. En la primera no se reconoce al objeto total, es decir, a la madre como persona, sino que se caracteriza por un reconocimiento parcial de los objetos. En realidad, estos objetos internos son las fantasías inconscientes, que siempre estarán presentes en el individuo. Con Freud, la diferencia es que estas fantasías surgen a partir de la etapa fálica, es decir, en el segundo o tercer año de vida. En cambio, para M. Klein, estas aparecen desde el principio ya que son expresiones de las pulsiones o instintos, que son buscadores de objeto. Para M.Klein estas fantasías son funciones del yo, por lo que se supone más elaborado que el yo fálico freudiano. Así, desde el principio de su nacimiento el yo es capaz de establecer relaciones objetales en la fantasía y en la realidad. Por otra parte, el simbolismo es parte de la formación de los conceptos del pensamiento prelógico y es una característica del pensamiento arcaico. Por el lenguaje se consigue que este prepensamiento se ajuste más a un pensamiento lógico, que por medio de los símbolos que se dan a las cosas, se cambie el pensar primitivo, donde se toman las partes por el todo o las semejanzas por identidades. El pensamiento preconsciente fantástico es en forma de imágenes como un tipo mágico de pensamiento donde el objeto y su idea, el objeto y su imagen no se distinguen de la realidad. Lo semejante no se distingue de lo idéntico (Fenichel O.:Teoría psicoanalítica de las neurosis, pág. 65, Barcelona: Paidós, 1984.) 115 lo que el fantasma, con el daño que produce la herida narcisista, considera la neutralización básica para el acontecimiento, así como la simbolización y sublimación. En este sentido, lo que se consigue es ligar el fantasma a las transformaciones gramaticales y al verbo infinitivo neutro. Si el fantasma está relacionado con el narcisismo primario es por la consideración de la neutralidad derivada que produce la herida narcisista. Es necesario entonces que el fantasma pueda ser origen de pensar el acontecimiento en cuanto que es el principio de una situación, que derivará disyuntivamente o en una determinación de superficie corporal o en la línea de donde surgirá una nueva superficie del pensar ese acontecimiento. El fantasma, para Deleuze, consigue el punto de intersección entre lo interior del ser y lo exterior como multiplicidad, y lo expone en la superficie como acontecimiento. Ahora bien, el fantasma es posterior al simulacro y las imágenes puesto que aquel representa acontecimientos. Necesita de la superficie metafísica inducida por el cerebro, donde todos los acontecimientos se simbolizan. Esta idea se desarrollará plenamente en QCP donde se explica que el cerebro es el punto de intersección de los planos en el que permanecen los conceptos, los perceptos y los functores. En concreto, es el plano de inmanencia donde los conceptos se derivan del pensamiento, y de ahí su relación con el fantasma y con el acontecimiento. 1.14 El simulacro como origen de un pensar no limitado El simulacro es el pliegue y el fantasma el despliegue del pliegue en un solo lado, o la otra vertiente del pliegue. En realidad, otro de los muchos sinónimos del pliegue para dar razón de lo múltiple con lo uno, fuera de un estado categorial. En la vigesimoséptima serie de LS Deleuze plantea la noción del simulacro con respecto a los objetos internos introyectados parciales que describe M. Klein. Para Deleuze, los simulacros son los objetos parciales introyectados y proyectados en la posición esquizo-paranoica del bebé. Deleuze dice que M. Klein no llega a concebir la importancia de lo que supone la posición paranoide con respecto al cuerpo sin órganos, concepto que se irá desarrollando a través de su pensamiento. La escisión de objetos parciales en la posición paranoide introyectados y proyectados, buenos y malos, más que definir esa escisión, lo que expresa es una topología de profundidad116. La interpretación de Deleuze con la posición paranoideesquizoide ya no toma una actitud de escisión interna entre el objeto bueno y el malo, sino que geográficamente considera al objeto bueno como lo completo, lo limitado no parcialmente. Este objeto de altura, el ídolo, se opone a la profundidad de los simulacros, que se mueven en el cuerpo sin órganos de la posición paranoide, donde los objetos malos son parcialidades, categorías dinámicas de contenido-continente, vacío-lleno, 116 LS, pág. 220. grueso-delgado, etc., dirá Deleuze. El objeto bueno, el de la altura, el ídolo siempre aparece en otra dimensión, en la posición esquizoide como algo delimitado y fuera de los objetos internos introyectados, los simulacros. Acerca de este intento de completar el objeto bueno, Deleuze señala la analogía del paso de un presocratismo esquizofrénico de los simulacros al platonismo depresivo del objeto bueno, el ídolo, el Bien captado como objeto reminiscente. Para Deleuze, las dos posiciones son coexistentes, pero prevalece el mundo de los ídolos con respecto al de los simulacros, la identificación a la proyección-introyección. La posición esquizo-paranoide es la acciónpasión de los cuerpos sin órganos en su geografía de profundidad. En la posición maníaco-depresiva, lo que aparece es la retirada del objeto bueno, que se aparta a sí mismo con la oposición de lo completo a lo parcial. De lo parcial, Deleuze propone, por una parte, el estado de vinculación que contienen los objetos introyectados con las pulsiones. Pero más importante es la relación entre las zonas elegidas del cuerpo como datos de superficie y las pulsiones que se localizan allí. Cuando el objeto parcial consigue dar forma a una zona pulsional, se parcializa y se proyecta hacia la superficie: en realidad, es una operación de superficie. De esta manera, el cuerpo aparece dividido en zonas erógenas de superficie, con un componente pulsional como si fuera un traje de arlequín117. En esta 117 LS, pág. 230. situación de parcialidad del cuerpo en zonas pulsionales, la superficie actúa como un vehículo de todas las parcialidades en su conjunto. Entonces, se consigue que por el narcisismo del yo, lo que es objeto de satisfacción se proyecte sobre esta superficie y la imagen, que es la de este objeto de satisfacción, sea una imagen superficial completa. Esta actitud de enlace de superficie pertenece a la zona genital y en concreto es el falo el que vincula toda las demás zonas parciales, que como órgano bueno y completo determina todas las demás zonas parciales, reparando las pulsiones de los objetos internos malos, en este caso, los simulacros. La misión del objeto bueno de satisfacción, el falo, es trazar una línea, vinculando todas las superficies parciales concibiendo entonces una sola que es el cuerpo del niño. De esta forma, los objetos internos, los simulacros, pasan a tener una imagen y ya no es una parcialidad de los simulacros, sino lo completivo de la imagen. Entonces, hay que decir que estas posiciones no se abandonan en toda la vida, ya que el mundo de los simulacros está en la profundidad y solo por la proyección del objeto bueno se consigue un trazado de superficie, que considerará entonces al cuerpo como algo completo: la imagen. La posición de Deleuze con respecto al pensamiento es clara en cuanto a que su origen está vinculado a la sexualidad. La división de percepciones que van a dar origen en escala a una variedad de momentos perceptivos, no concluye con la desaparición de estos, sino con el dominio de los diferentes estadios en cada momento. Así, para una posición esquizoide de los primeros meses de vida es el simulacro, que constituye lo parcial, lo que prevalece. Después, el ídolo como representante de la posición depresiva, como representante de la altura, será lo que dará origen a una visión jerárquica de la percepción, que anteriormente ya había descrito en DR como representación orgánica. Cuando surge el narcisismo secundario ya empieza a delimitarse lo parcial como una superficie completa, imagen que se proyecta y que se identifica con el cuerpo del niño, que incluso es una expresión de las superficies parciales, de donde surge el enlace de superficies por el falo. Toda esta trayectoria la constituyen todavía imágenes. El fantasma comienza cuando, después de la herida que produce la castración, surge otro camino que el del enlace de superficies parciales, que traza no la superficie física de un cuerpo, sino otra superficie, la superficie cerebral o metafísica; a esto le llamará Deleuze proceso constitutivo de lo incorporal118. Mientras no se dé en esta superficie metafísica el proceso de lo incorporal y, por lo tanto, el fantasma como representación de acontecimientos, no surgirá, y solo comparece el simulacro, el ídolo o la imagen. Es una metamorfosis, sublimación y simbolización, donde la cosa se despoja de su esencia como para transformarse, para dar cuerpo a lo incorporal como infinitivo como expresión del acontecimiento. Con esto, 118 LS, pág. 256. en la vida sexual acontece la superficie que intermedia la superficie física con la metafísica, por lo que la vida biosíquica es donde surge aparece el plegado (pliage), plegarse y desplegarse, lo que sucede en la superficie sexual. El compromiso fálico intenta solucionarlo o por el sentido que le confiere la superficie física o por la expresión que dona el cerebro como inductor de la superficie metafísica, <<où tous les evenenments s´inscrivent et symbolisent>>119. 1.15 El acontecimiento como expresión del fantasma Se ha dicho que el acontecimiento es la expresión del resultado de una acción y una pasión que es el fantasma. Se manifiesta en la superficie metafísica de lo incorporal, como el infinitivo puro que elimina superficies físicas y atributos del estado de cosas, para centrarse solo en lo que Deleuze llama el atributo noemático120. Entonces, hay que analizar lo que Deleuze explica del acontecimiento, que al fin y al cabo formará el despliegue por la superficie metafísica de un pensar al margen de la imagen física que deriva del ídolo platónico, cuyo componente primordial será su límite superficial físico. 119 LS, pág. 259, <<donde todos los acontecimientos se inscriben y simbolizan>>. El atributo noemático Deleuze lo toma en cierta forma de Husserl. En LS, pág. 32, habla sobre este tema. 120 Para explicar lo que supone el acontecimiento, Deleuze parte del concepto de cuerpo de los estoicos. Para ellos, el criterio de existencia era algo que podía sufrir una acción o tener capacidad de actuar, con lo que, si el cuerpo era capaz de esto, entonces tenía que ser analizable en este sentido. De esta forma, las cualidades morales eran cuerpos en cuanto que cumplían estos criterios121. Según Deleuze, los estoicos consideran los cuerpos como sus cualidades físicas y sus acciones-pasiones de la siguiente forma: los efectos de los cuerpos causados por cualidades no son estados físicos, ni superficies físicamente limitadas, sino atributos lógicos y dialécticos que se llaman acontecimientos, que son resultados de acciones y pasiones122. Es, según Deleuze, un tipo de entidad que subsiste y se expresa no por el sustantivo o por el adjetivo, sino por el verbo infinitivo, resultado de acciones y pasiones. Para Deleuze, los estoicos son los que más destacan la dicotomía entre el plano de superficie de expresión de la multiplicidad y el plano de profundidad del ser. En realidad, es la fluctuación que constantemente subraya en sus diferentes maneras de decir, el ser unívoco expresado en sus pliegues y en sus despliegues. Como expresión de profundidad los cuerpos son mezclas, mezclas entre ellos, y los acontecimientos son sus efectos. Son efectos incorporales, ideales, de superficie sin ser causas en relación con ellos 121 122 Long A.: La filosofía helénica, pág. 153, Madrid: Alianza Universidad, 1987. LS, pág. 13. mismos sino casi-causas. Esta situación, según Deleuze, provoca la primera inversión del platonismo. Platón consideraba que los simulacros se escondían en beneficio de la copia. La inversión ocurre cuando el fantasma, que es la expresión del simulacro estoico, sube a la superficie como lo ilimitado, el devenir ilimitado que es acontecimiento, ideal, incorporal, con todo lo que significa como tiempo del Aión123. Para Deleuze, los estoicos utilizan el lenguaje como coextensión del acontecimiento, ya que el acontecimiento es coextensivo al devenir y este es coextensivo al lenguaje. Es decir, como expresión de lo que ocurre, la paradoja es la exposición de los acontecimientos de superficie y por esto también del fantasma, que los estoicos utilizan de un modo nuevo, como análisis del lenguaje y síntesis de los acontecimientos. De esta forma, lo que estaba contenido en lo más profundo, el simulacro para los estoicos, lo que para Deleuze es el fantasma, sale a la superficie por el acontecimiento, efecto de devenir ilimitado, y se expresa en el lenguaje. Así, los acontecimientos se expresan por proposiciones enunciables, pero en una relación concreta. La relación que hay entre el acontecimiento y el lenguaje toma forma en la proposición. Ahora bien, en la proposición hay varias relaciones como en primer lugar, la designación. En esta la relación de la proposición se da con un estado de cosas exterior individualizado, donde lo 123 LS, pág. 17. que se representa por mediación de las imágenes concuerda con lo que se expresa en la palabra. Son palabras singulares, como esto o aquello, o los nombres propios los que hacen de la designación un representar. La segunda relación es la manifestación: una relación del sujeto que habla y expresa con la proposición. Es la manifestación de los deseos del yo, que hacen de la creencia una causalidad interna y externa del estado de cosas. Por una parte causalidad de una imagen con respecto a un objeto, y por otra, respecto a las expectativas de producción de ese objeto. La tercera relación es el significado (signification) de la proposición, la relación de palabras con los universales y su implicación lógica. Es la base de la demostración con premisas, donde las palabras <<implica>> y <<luego>> son empleadas para ver el valor lógico de la significación como condición de verdad124. Hasta aquí lo que se plantea con la proposición son las características primarias del lenguaje con relación a un estado de cosas que se representa, designación, a un yo que se manifiesta con su causalidad interna y externa como dominio de lo personal en el lenguaje, manifestación y la prioridad de los conceptos universales implícitos en todo significado. Ante este círculo, Deleuze plantea la posibilidad de otra dimensión en la proposición que se encuentra en el sentido. Esta la cuarta dimensión, como lo expresado por aquella, como sentido de un incorporal, 124 LS, pág. 24. de un ideal en la superficie de las cosas. El sentido no es un estado de cosas limitado o representado por una imagen, ni por un concepto universal, ni es una representación desiderativa o de creencia, sino algo que se encuentra fuera de todo esto, con carácter neutral. Gracias al empirismo, este sentido que está fuera de las ideas, dice Deleuze, es capaz de superar el límite de lo visible para comprender el fantasma que surge en lo incorporal, que se despliega en lo múltiple, que se expresa en el ser unívoco125. A esta clase de empirismo es a lo que Deleuze siempre se ha referido como empirismo trascendental. Ahora bien, para Deleuze también Husserl relaciona del mismo modo la proposición con la designación, con la manifestación y con el significado; pero lo que Deleuze llama sentido para Husserl es expresión. En realidad, el sentido es lo expresado, donde se ven ciertas reminiscencias estoicas. El noema perceptivo de Husserl o sentido de la percepción, no tiene entidad física; es un incorporal y no contiene existencia física. Este noema no se da en la percepción, sino que acompaña enteramente a la proposición dándole el sentido. Así, dice Deleuze, de una cualidad sensible como <<verde>> el atributo noemático será <<verdear>>(le verdoyer). Por esto, de un árbol verde, su atributo noemático, que acompaña a la proposición indeleblemente, es el verbo como acontecimiento puro, el acontecimiento <<árbol que verdea>> y que es el efecto de superficie, del 125 LS, pág. 31. fantasma126. De esta forma, lo profundo del simulacro sin límites físicos, sin contornos, el fantasma surge como un efecto de superficie y se expresa en todo su sentido por el atributo noemático que es el verbo de la proposición: el acontecimiento. Esta situación es lo que hace que el acontecimiento no sea un estado de cosas, sino el atributo de un estado de cosas. Ahora bien, para Deleuze, Husserl comprende este atributo noemático como predicado y no como acontecimiento. De esta forma, al ser un predicado y no un acontecimiento, Husserl necesita de un fundamento originario, donador de sentido al predicado noemático. Esta situación procede porque Husserl confiera a un yo, a una subjetividad que mantenga el sentido y que según Deleuze impida comprender su neutralidad. Deleuze propone el campo trascendental frente a la subjetividad de la conciencia, lo impersonal a lo personal, lo preindividual y singular a lo individual, todo como singularidades o acontecimientos previos a cualquier subjetividad o manifestación personal. 1.16 Primera y segunda efectuación de la génesis estática. Formación del individuo y de la persona 126 LS, pág. 33. El campo trascendental es una superficie metafísica constituida por singularidades, que Deleuze llama nómadas y son preindividuales127. Para Deleuze es importante describir la manera en que se puede construir un individuo fuera del campo trascendental. Para esto es necesaria una previa singularidad que se efectúe en un mundo posible. El efectuarse es expresarse o prolongarse en una serie de puntos, fijarse a un cuerpo, reunirse en una serie de puntos convergentes. Según Deleuze, estos caracteres no pertenecen a las singularidades, aunque subsistan, sino al mundo individualizado y a los individuos, ya como tales. Para Deleuze, es Leibniz quien por medio de sus mónadas individuales expresa el efectuarse de las singularidades, como todos los predicados del mundo inherentes a ellas. Las mónadas individuales expresan la composibilidad como una continuidad de singularidades y de relaciones. Todas las singularidades, por su composibilidad, están contenidas en la mónada, pero solo las que tienen una relación de vecindad serán expresadas claramente en un cuerpo128. 127 Las singularidades son expresiones que Deleuze utiliza mucho. En LS aparece claramente su significado a partir de la diferencia que se exhibe entre el campo trascendental y en el empírico, Deleuze enfatiza la no indiferencia de la profundidad, no determinada como una conciencia. Por eso, necesita de una singularidad que no sea una síntesis como el yo, nada individual o personal. Estas singularidades no individuales ni personales, se mueven por este campo trascendental, con un principio de autounificación inmanente que Deleuze llama distribución nómada. Ya se vio anteriormente lo que significaba este tipo de distribución nomádica o nómada, en donde el despliegue y el pliegue eran propios y territoriales, sin fijaciones ni particiones. A partir de esa idea se describió el concepto de cuerpo con relación al límite griego, donde el pensamiento no representativo, haciendo referencia a lo virtual, se descubría territorialmente, sin lindes en oposición al pensamiento categorial, cuyos límites territoriales eran las categorías. Estas singularidades son acontecimientos trascendentales que presiden la génesis de los individuos y de las personas, así como lo virtual como universal de la idea. Las singularidades siendo virtuales se actualizan y pierden su parecer al efectuarse y de modo que solo unas pocas singularidades son capaces de conseguir la síntesis personal. LS, pág. 124. 128 LS, pág. 134. Estos cuerpos se construyen como mezclas sin orden, y por eso, dice Deleuze, los predicados inmediatos que se expresan en esa mezcla del cuerpo, como <<animal>> y <<verde>> son predicados físicos, no de propiedades. Entonces, lo que se considera primero en esa mezcla es la estructura física del cuerpo. Esa situación es la que, según Deleuze, permite una identificación del cuerpo con un límite físico. En esta primera efectuación del mundo individual y de los yos individuos, el acontecimiento es el predicado analítico que se expresa en razón no de singularidad, sino de sujeto constituido. Así, el verdear ya no es acontecimiento sino es el ser verde de un sujeto, el árbol. El primer nivel que se efectúa lo individual se da en el mundo a partir de esas singularidades preindividuales anteriores al mundo individual y al yo. Hay dos formas de expresarlo: como predicados analíticos de existencia y como los acontecimientos singularidades que subsisten en el mundo. Entonces en el segundo nivel estaría la consideración de una trascendencia en un mundo ahora individual y de yos individuos. Aquí continúa la crítica a Husserl en el sentido de que un sujeto permanece en un mundo donde la primera efectuación no es superada, ya que este sujeto es un ego como mónada individual, que se define en su propio mundo de singularidades convergentes. Deleuze aplica, para esta segunda efectuación, el mundo no composible de pequeños predicados sintéticos, que forman su propio mundo, con las personas que se expresan por ellos129. Así, en la primera efectuación se consigue, en un mundo de individualidades el sentido, el <<buen sentido>>, como una forma de distribución fija de singularidades. En la segunda efectuación hay una formación de <<sentido común>>, en la que prevalece una identificación por el sentido entre los mundos incomposibles. Ahora bien, para Deleuze este sentido y sinsentido que se derivan de estos dos estadios no se pueden concebir como trascendentales. Tanto Leibniz como Husserl apelan, en primer lugar, al buen sentido de los sentimientos establecidos, para instaurar la creación de nuevos conceptos concebidos a partir de lo preindividual en individuos ya constituidos. En Husserl, el sentido común concibe lo trascendental como persona o ego, sin distinguir el punto aleatorio donde está ese ego como x vago e impersonal, común a muchos mundos. Es una forma producida en un campo trascendental. Es decir, es el individuo del buen sentido, que se formaría en las singularidades formadas del campo trascendental preindividual, en la génesis estática ontológica, y la persona del sentido común se construiría por la génesis pasiva en el campo trascendental impersonal130 Para Deleuze, el campo trascendental es la superficie metafísica que como frontera se coloca entre proposiciones y cuerpos con sus límites. 129 130 LS, pág. 135. LS, pág. 141. Es la superficie de los lugares de la expresión y del continuum sonoro de la profundidad corporal. Entonces, donde el sentido se despliega es en la superficie, con lo que adquiere un sentido de pliegue (doublure), de doblez, en cuanto expresa lo que sucede a los cuerpos y lo que se expresa en la proposición131. Este pliegue ahora designado como doublure es el sentido del dentro y del afuera de los cuerpos de superficie, la continuidad de la proposición y el acontecimiento de un estado de los cuerpos. El campo trascendental no es un campo empírico o un campo donde hay una profundidad completamente indiferenciada y, por lo tanto, no puede ser el campo de una conciencia. Por eso, en un campo trascendental, donde deambulan las singularidades preindividuales en su distribución nómada, Deleuze describe ese mundo con cinco caracteres de la superficie metafísica. La primera característica es la de la singularidad- acontecimiento que se organiza en un sistema metaestable, con una energía potencial del campo, que es la energía pura del acontecimiento, cuyas efectuaciones son las formas del acontecimiento. En segundo lugar, las singularidades contienen una propiedad de autounificación aleatoria paradójica sobre un punto, con lo que no existe ninguna ley de formación ni distribución entre series, salvo el azar sobre un punto móvil y singular. A esta segunda característica Deleuze la llama la resonancia interna de las 131 LS, pág. 149. series. En tercer lugar, se halla la superficie topológica de las membranas, donde las singularidades aparecen en la superficie. Las membranas son la superficie de polaridad de lo vivo, que pone en contacto lo de afuera y lo de adentro, lo alto y lo profundo, con lo que el acontecimiento aparece en la superficie. En cuarto lugar, entiende la organización del sentido, cuyo lugar es la superficie. En quinto lugar, expresa lo problemático, donde lo singular adquiere objetivación, por una parte la singularidad y por otra su existencia y su distribución que dependen de objetividades distintas132. Lo problemático ya fue descrito en su relación con las ideas como virtualidad, y la objetivación, se vio como solución al problema que se presentaba en la idea. El campo trascendental es donde opera el empirismo trascendental del que hablaba Deleuze en DR. Desde esta descripción de lo que Deleuze considera el campo trascendental, se plantea el problema de su determinación. Explica Deleuze que el error de las determinaciones de lo trascendental está en concebir lo trascendental a imagen y semejanza de lo que se quiere fundar. De esa forma, las singularidades no pueden ser determinadas más que en algo propiamente determinado y fundante que sería un yo supremo o un yo superior. Si el individuo estaba formado por proposiciones analíticas infinitas, la filosofía trascendental kantiana escoge a la persona como proposición sintética finita capaz de determinar las singularidades, como 132 LS, pág. 126. portador del yo superior. Según Deleuze, este yo es coextensivo de la representación, es decir, es un yo ligado al límite físico que es capaz de determinar lo problemático como determinación aprisionada de singularidades físicas limitadas. Para Deleuze, es Nietzsche quien descubre el campo de singularidades nómadas preindividuales e impersonales, que llama voluntad de poder. Este campo de la voluntad de poder no es un abismo informe e indiferenciado, sino que es singular, y partiendo de lo singular, aleatoriamente va formando una singularidad tras otra, constituyendo lo informal puro. El sujeto ya no es ni Dios, ni hombre, sino una singularidad libre, anónima, nómada fuera de los hombres, pero que los recorre aparte de su materialidad y de su formalidad133. 1.17 Nietzsche y el pensar Según Deleuze, para Nietzsche el sujeto o Dios forman parte del espíritu de venganza que domina la metafísica tradicional. En realidad, este espíritu de venganza hace alusión al principio de trascendentalidad que ocupa el pensamiento occidental. Lo que propone Nietzsche es la inversión de esta forma de pensar, como una inversión de la metafísica o del platonismo. La finalidad del filósofo es la de liberar al pensamiento del 133 LS, pág. 131. aura de nihilismo, del resentimiento que, según Nietzsche, es la forma que adquiere el pensamiento que se basa en lo trascendental como principio. Esta nueva manera de pensar es una transmutación, que aparta el ideal ascético de la mala conciencia y de la culpa. De esta forma, el nuevo modo de pensar que propone Nietzsche es la liberación de la culpa de vivir la vida, que es una afirmación de la voluntad de vivir y del eterno retorno. A este tipo de pensamiento se le denomina pensamiento trágico, y parte de lo trágico o lo alegre como afirmación del azar y de la necesidad al afirmar el devenir. La afirmación del devenir enfatiza el ser y, por este lo múltiple, y por lo múltiple lo uno. El pensamiento trágico es el lanzamiento de dados, la afirmación de lo aleatorio como necesidad del ser múltiple y unívoco134. Según Deleuze, Nietzsche ve en el conocimiento comprendido como legislador de la naturaleza un modo de oponerse a la vida. Es el juez que partiendo de la vida reactiva, se opone al pensar la vida, al coartar su acción a través de su instancia suprema legisladora. Entonces, el pensamiento está sometido al conocimiento porque ya no sirve la vida al pensamiento y este se somete a la razón. La razón coloca sus límites al pensar, y la verdad del conocimiento impide ver nuevas fuerzas capaces de pensar. Lo que se propone Nietzsche es exponer un pensamiento que no se oponga a la vida, sino que la afirme. Es la vida la que se erige como una fuerza activa del pensamiento. Entonces, pensar significaría <<descubrir, 134 Deleuze G.: Nietzsche y la filosofía, pág. 55, Barcelona: Anagrama, 1986. inventar nuevas posibilidades de vida>>135. En realidad, es el pensamiento que sobrepasa la simple vida para encontrar nuevas formas de vida en la vida. Deleuze expone la imagen dogmática del pensamiento con relación a Nietzsche y a la verdad. Así, dice que la verdad es amada por el pensador, con lo que el pensamiento contiene la verdad con el a priori de sus conceptos. El problema del error es consustancial al pensamiento en cuanto que este es apartado de la verdad por la acción de fuerzas extrañas al pensamiento, como la pasión. De esto hablará en DR, en el quinto postulado del pensamiento dogmático, donde el error se revisa como lo negativo del pensamiento136. Por otra parte, el método es una condición formal para poder pensar de un modo verdadero y con ello apartamos el error de esas fuerzas contrarias a la verdad. Esta situación supone al pensamiento completamente relacionado con el universal abstracto. De esta forma, el pensamiento permanece apartado de lo real o de lo verdadero que presupone, y permanece indeterminado. Por eso, el pensamiento es valor y sentido porque nunca piensa por sí mismo, sino por las fuerzas que se apropian de él. Así, cuando se presenta lo verdadero de un pensamiento lo que se busca es el sentido o el valor, es decir, lo que hay detrás de lo que se piensa, lo oculto del pensamiento dogmático en las fuerzas que lo determinan. 135 136 Ibíd. ,pág. 143. DR, pág. 193. El nuevo pensar como pensamiento de lo trágico significa que lo verdadero no es uno de esos tres elementos del pensamiento, sino el valor y el sentido. Así, las categorías que instauran el pensamiento no son lo verdadero, ni el error, sino lo noble y lo vil, o lo alto y lo bajo, en relación con las fuerzas que lo acompañan. Una vez que lo verdadero se comprende como la verdad de lo que se valora y el sentido que se le da, el error no es entonces su segundo elemento, que en realidad sería una generalización de situaciones grotescas e infantiles o estúpidas137. El concepto de lo verdadero está en función de una tipología que atribuye un sentido y un valor a la verdad del pensamiento. En realidad, es una topología, de la cual hablará extensamente en F, un lugar y una hora para situar la verdad. Por eso, se necesita un mapa, una cartografía para pensar, para situarse en un elemento, un lugar o una hora, para asistir donde aparezcan las verdades que hacen que se violente el pensamiento. En realidad, es la cultura como educación para poder pensar, más que un método. Una cultura que sería adiestramiento y selección, como violencia al pensar bajo la influencia de fuerzas intensivas. Con ello, el pensamiento es activo, afirmativo contra la bajeza de la estupidez. El pensamiento es activo pero no piensa por sí mismo ni es la capacidad de una facultad. Solo depende de que las fuerzas del pensamiento sean reactivas, de que consideren la verdad de lo trascendental o activas, como quiere Nietzsche, 137 NP, pág. 148. un modo de violentar la forma del pensar. El pensamiento activo tiene que ser violentado para que se pueda pensar, para obligar a pensar y que se hable de cultura138. Por eso, en la obra de Deleuze siempre hay una manera de exponer el pensar como lo diferente a la representación que considera formal, dogmática, representativa o dialéctica por su sentido categorial. todo el empeño de su obra filosófica, es transmitir la idea de que se puede pensar de otra manera a la propiamente representativa, si se toma como base en un concepto del ser unívoco, donde el pensamiento despliega los diferentes sentidos del decir en un único sentido del ser. Es el ser con sus pliegues que pueden ser dichos de diferentes maneras, equivocidad de lo múltiple, siempre basados en lo que el ser es: univocidad. De esta forma, Deleuze prosigue con su afirmación básica cuando aborda una nueva perspectiva del ser y de sus pliegues, en referencia a la evolución histórica como una teoría o el estudio de una revisión del psicoanálisis. En este sentido, a la referencia al fantasma por una parte familiar del psicoanálisis se le opone el fantasma de grupo, social y, que es la nueva exposición de lo que con respecto a lo sexual y lo político refiere Deleuze sobre el pensamiento que es la nueva exposición del pliegue. 138 NP, pág. 152. 1.18 El fantasma y la representación en L´anti-Oedipe La nueva forma de describir lo pensado como fantasma y su consecuente representación se describe en AOE en relación con el deseo. El deseo para Deleuze es una energía libre, una intensidad percibida a través de lo que él llamaba empirismo trascendental o, lo que es lo mismo, a través del ejercicio de las facultades que se ejercían disjuntamente. El deseo es emitido no por un sujeto, sino por las singularidades o multiplicidades de lo que él consideraba las máquinas deseantes. Estas multiplicidades o singularidades, que forman las máquinas deseantes son los objetos parciales que describía M. Klein como introyectados, que Deleuze entiende como máquinas productoras de deseo, que se relacionan entre sí de un modo rizomático. Estas multiplicidades constan de un inconsciente, pero completamente puro, apsicológico, con lo que Deleuze comprende una crítica a lo que considera el teatro de la representación psicoanalítica del inconsciente freudiano139. En principio, Freud explicó el deseo sencillamente como algo que se desea sin saber qué. Era una situación descriptiva del deseo inconsciente sin representación. Pero, posteriormente, el deseo se basó, según Deleuze, en un teatro representativo inconsciente, donde la familia parental dramatizada en el complejo de Edipo, sustituía lo libre de la 139 AO, pág. 31. energía libidinal por un vínculo con la representación inconsciente. Es una exposición que ya había aparecido en DR. Así, Deleuze describe el proceso de producción de deseo, alejado de una relación con el yo, como desarrollo de la personalidad y más bien relacionado con lo demoníaco de la naturaleza. A partir de las multiplicidades o singularidades, las descritas máquinas deseantes como esquizofrenia, serían la <<realidad esencial del hombre y de la naturaleza>>. De esa forma, el deseo recuerda a la situación ontológica desarrollada por Espinosa como conatus o a la voluntad de poder de Nietzsche, pero del inconsciente. Adquiere una connotación también ontológica en cuanto que es una realidad material e inconsciente, que expresa un materialismo univocista. Entonces, el deseo es producido por un inconsciente trascendental, cuya principal categoría es la producción libre y no la representación. En este inconsciente, al ser algo trascendental fuera de la conciencia, no solo existen los fantasmas familiares de los que se compone el inconsciente freudiano, sino que también se integran de fantasmas sociales y políticos. Con esto, el deseo, según Deleuze, se caracteriza por tener que escoger, por la división platónica entre producción y adquisición. Si el deseo se coloca en el lado de la adquisición, es decir, de querer algo que se encuentra más allá, como fin por ejemplo, el Bien, entonces se halla bajo una concepción idealista, que por ello es dialéctica y nihilista. Se desea algo que no es un objeto real, por lo que el deseo se determina como carencia, carencia del objeto real140. Es el origen del fantasma que describe Deleuze primero en Kant y luego en Freud. Ahora bien, este fantasma adquiere otras connotaciones que se describían anteriormente cuando se hacía referencia al fantasma como acontecimiento. También es un fantasma de lo político y de lo social y, por lo tanto, es un acontecimiento social de grupo. El problema está en comprender lo trascendental como algo que está más allá de la sensitividad kantiana y de la sensibilidad deleuziana y en ver cómo se diferencian las facultades conjuntas de las disjuntas. Así, el deseo siempre está codificado con relación a un campo limitado trascendental, que siempre hay que territorializar o desterritorializar para que afloren las singularidades y las multiplicidades como máquinas deseantes. El pensamiento del ser unívoco en relación con el pliegue, suprime en el pensar esa utópica fractura imaginaria o real, virtual o actual, que impide el flujo de las líneas de fuga, que codifica, descodifica y recodifica. En realidad, el verdadero ejercicio del pensamiento acategorial es pensar el pliegue con relación al ser unívoco, ya que solo en esa situación lo codificado aflora, descodificado y desterritorializado. Entonces, el pensar es el deseo como producción expresado sin los límites de la fractura, del contenido territorial limitado, tanto en lo 140 AO, pág. 32. explicado como en lo sentido, en el lenguaje o en lo sensible. Por eso, el deseo, si no es producción y se entiende como adquisición de algo que es codiciado, se convierte en trascendental, porque está fuera de su misma acción de contenido, y como acción imperfecta el deseo no encierra en sí mismo el fin. De esta forma, Deleuze dice que el deseo como adquisición de lo objetivo es carencia de ser, ya que es querer algo que está fuera de él mismo, un algo irreal, el fantasma. Deleuze describe que colocar el deseo del lado de la producción no fue ignorado anteriormente. Fue Kant en su Crítica del juicio quien imprimió al deseo el papel de causalidad de los objetos de las representaciones. El saber de la causalidad del deseo de las representaciones, no impide ver la causalidad del propio deseo, de ver el objeto como alucinación o fantasma. Esto quiere decir que el deseo propicia una realidad del objeto, pero como realidad psíquica. Por eso, para Deleuze, Kant no supera la visión del deseo como carencia del objeto real, que es un deseo pero como producción de fantasmas, y expone claramente el psicoanálisis freudiano. Así, el psicoanálisis describe cómo el objeto real contiene un doble significado: real e imaginario. En primer lugar, un significado extrínseco y natural real, cuyo papel es social, mientras que el deseo manifiesta un significado intrínseco, imaginario, virtual. Es el objeto como doble del real, como si hubiera un objeto soñado en el objeto real o una doble producción real y mental141. En este sentido, el deseo aparece como la producción idealista del fantasma, donde la necesidad se caracteriza por la carencia del propio objeto real. El deseo produce al fantasma, pero el objeto real queda separado del deseo, con lo que este se comporta como una verdadera carencia de ser. Por esto, para Deleuze el deseo es producción de lo real y no de fantasmas que dramatizan una escena, como en el caso del psicoanálisis o de un objeto ideal de producción de la crítica kantiana. Así, Deleuze define lo real como <<le résultat des synthéses passives du désir comme auto-production de l´inconscient>>142. Como producción el deseo no carece de nada, ya que es un conjunto de síntesis pasivas que, en los objetos parciales y en los flujos actúan como unidades de producción. Por eso, no hay ningún tipo de realidad psíquica, ya que lo real en sí mismo es el ser objetivo del deseo, con lo que desear es sencillamente producir. Así, si la producción es lo real el fantasma es el correlato subjetivo de la carencia, que se convierte entonces en el instrumento de dominación por la organización de la escasez y de la abundancia, por un miedo a carecer, al pasar el deseo a la carencia del objeto, ese objeto imaginario que es el fantasma. 141 142 AO, pág. 33. AO. pág. 34, <<el resultado de las síntesis pasivas del deseo como autoproducción del inconsciente>>. El fantasma es de grupo y no individual, dice Deleuze, es social y político. Las máquinas deseantes como singularidades preindividuales, son formaciones que expresan ese fantasma de grupo, como masas gregarias o máquinas sociales que forman el deseo. En cualquier caso, no es algo único, sino singular o plural en el sentido de que es una formación singular de multiplicidad. Entre las máquinas deseantes y las máquinas sociales solo hay una diferencia relativa a la relación de tamaño, diferencia de régimen que se expresa en los fantasmas de grupo. Por eso, explica Deleuze que hay tres máquinas sociales que sustentan una teoría de la evolución históricopolítica, en la que cada una tiene un tipo de representación propia: su fantasma. Deleuze aclara que en todo caso el fantasma toma una expresión grupal socio-política, en el sentido de que pertenece a cada una de las máquinas sociales que se desarrollan históricamente. Las máquinas territorial-primitiva, imperial-capitalista, dan lugar a su correspondiente representación de grupo, fuera de cualquier subjetividad. Ahora bien, si el ser es unívoco, el problema del pensamiento que expresa en AO es más bien su desarrollo histórico, político y social como parte de una metafísica que comprende la multiplicidad. El ser se expresa de muchas formas, por lo que Deleuze explica lo que comprende el pensamiento acategorial y su forma de ver la filosofía aplicada a una problemática histórica, donde no hay que abandonar la mirada de lo profundo. La evolución en una forma de pensar lo acategorial en lo político, prosigue en MP. Allí el pensamiento se relaciona directamente con el Estado como forma. 1.19 Noología como historia de la imagen del pensamiento Deleuze, en el estudio que realiza del pensamiento en MP se acerca a un resultado político que deriva de la forma, una forma-Estado como organon de fines y caminos. Se trata de una noología que comprende la imagen del pensamiento como el desarrollo de la forma-Estado en su historicidad. La forma–Estado remite a dos cabezas. La primera sería la del imperium considerada como el pensamiento verdadero, que constituye por captura mágica una fundación que procede de lo mítico. La otra cabeza constituye lo racional, el logos que instaura una república de espíritus libres. En esta situación, la imagen del pensamiento se produce de tal manera que expresa como estrato esta condición de interioridad. Con esto, lo que quiere expresar Deleuze es que el Estado se universaliza por el pensamiento con su propio poder. El pensamiento hace que el Estado se defina como una organización racional y razonable de una comunidad, como espíritu de un pueblo por su calidad moral y espíritu universal absoluto. Se convierte en una proposición analítica el hecho de que el Estado sea el devenir de la razón. En el Estado moderno esta situación se expresa en que, tanto el sujeto de la razón como el legislador son el centro del pensamiento racional legislativo. Entonces, se envía el mensaje de que cuanto más se piense con la razón del Estado el sujeto es más dueño de sí mismo143. Por este motivo, supone Deleuze que el sentido común del que ya había hablado en DR, así como todas las facultades conjuntas del cogito, se condensan en la forma-Estado absoluta, que empieza por la teoría crítica de Kant y continúa en Hegel. Entonces, la imagen del pensamiento procede de la formaEstado, que puede dar lugar a que haya expresiones de estas dos cabezas: de lo mágico y de lo racional. Por eso dice Deleuze que en el Estado moderno el psicoanálisis es una forma de lo mágico, que intenta dominar la forma-Estado en su papel de cogito universal. Así, el pensamiento deja de pensar para ser expresión del Estado que piensa por nosotros y da lugar a nuevos funcionarios. Es el rasgo que caracteriza a la noología como imagen del pensamiento que domina a través de la forma-Estado el pensar, y por ello no es necesario pensar, sino que más bien se piensa por nosotros. En realidad, quiere decir Deleuze que la imagen del pensamiento, que fue expuesta en DR como una crítica a la representación, aparece como vinculada a la forma-Estado en MP. Por eso, expone Deleuze que hay contrapensamientos, o una manera de pensar de otra forma independiente 143 MP, pág. 465. de la perspectiva del Estado. Esta nueva manera de pensar que violenta la imagen del pensamiento proviene de pensadores <<privados>> como Nietzsche o Kierkedgaard o incluso Chestov, que destruyen la imagen forma-Estado. Es lo que comprende Deleuze como la conversión del pensamiento en una máquina de guerra al poner los pensamientos en relación con lo que está afuera. Se desmarcan del pensar interno de la forma-Estado para ser lo que es: un verdadero pensamiento de la tribu y no del Estado. Lo afuera del pensamiento es la fuerza que destruye la imagen, el modelo, las copias y las reproducciones; en suma, la representación. Entonces, el pensamiento no se supedita a ningún principio ni fundamento, de ningún modelo de la verdad o de lo que es bueno o justo. Por eso, dice Deleuze que no hay método porque el pensamiento del afuera, con todos los sinónimos desplegados hasta aquí, es un pensamiento por etapas, ni principio, ni final, ni fundamento, ni proyecto; solo intermezzi. De esta manera, dice Deleuze que el pensamiento por etapas es de una exterioridad que se ejerce con un desmoronamiento central, por la imposibilidad de crear formas en función de singularidades no universables ni interiorizables: el pensamiento como pathos144. El pensamiento que actúa por etapas y no con imagenes, de una exterioridad, es un pensamiento-acontecimiento, una haecceidad, el pensamiento-problema de la tribu, y no del Estado-sujeto. Es un pensamiento contrario a lo que es la 144 MP, pág. 468. imagen clásica del pensamiento que quiere lo universal. Lo universal del pensamiento clásico es el todo como Dios o ser trascendental que fundamenta el ser como ser último por una parte y por otra, el sujeto que principia el ser. Este tipo de pensamiento, dice Deleuze, se desarrolla en un espacio estriado donde el método universal se basa en lo real y verdadero de estos dos universales. Por el contrario, el pensamiento nómada se despliega en un espacio liso del desierto y la estepa, lejos de una totalidad, como una tribu en el desierto, manifestación de este pensamiento en oposición al sujeto universal fundante-fundado. Así dice Deleuze que <<c´est toute la pensée qui est un devenir, un double devenir, au lieu d´etre l´attribut d´un Sujet et la représentation d´un Tout>>145. Ahora bien, si el pensamiento nómada es un devenir, qué es lo que quiere decir Deleuze con esto. En primer lugar, Deleuze dice que el devenir no es una correspondencia de relaciones, sino que es algo real. En este sentido, Espinosa hizo una definición de cuerpo que asemejaba lo que Deleuze explicará como devenir. Para Espinosa, el cuerpo se compone de una latitud, que son las partes intensivas o los afectos capaces según el grado de potencia. Por otra parte, la longitud es el conjunto de individuos, que bajo una relación o acción conjunta, componen lo que Deleuze llama un agenciamiento. Sobre esto dirá Deleuze que los afectos son devenires146. 145 MP, pág. 470, <<Todo el pensamiento es un devenir, un doble devenir, en lugar de ser el atributo de un sujeto y la representación de un todo>>. 146 MP, pág. 314. Son estos afectos los que componen la acción o el grado de intensidad de un cuerpo, los devenires que se forman por la relación real de su acciónpasión. Así, el cuerpo no se define por ser sujeto sustancia, sino que se define por su longitud y latitud, es decir, por la acción conjunta de los individuos que realizan la misma acción, y los afectos y pasiones que se determinan en esa relación real. Deleuze lo expresa como haecceidad; lo que antes ya se había dicho que era el pensamiento nómada y todo pensamiento nómada era devenir. Deleuze utiliza a menudo los sinónimos para expresar el pensamiento acategorial, el pliegue, ya que el doble componente virtual-real, el adentro y el afuera, que está constantemente en el pensamiento pensado como una multiplicidad ontológica con relación al ser unívoco, hace que lo plural del pensamiento se manifieste siempre en el ser. Cuando se hablaba en AO del deseo, se vinculaba éste a la producción o a la adquisición y al fantasma como carencia de ser objetivo. El deseo era producción y el proceso de esta producción es el devenir. Deleuze lo define claramente cuando dice que el <<devenir c´est, á partir des formes qu´one a, du sujet qu´on est, des organes qu´on posséde ou des fonction qu´on replit, extraeire des particules, entre lesquélles on instaure des rapports de mouvement et de repos, de vitesse et de lenteur, les plus proches de ce qu´on est en train de devenir, et par lesquels on devient>>147. Como se ve, esto no implica ninguna identificación, ni analogía, sino un proceso de transujección en el sentido de que, a partir de un pensamiento sujeto a una forma, se puede activar el pensamiento nómada, que es devenir. De la forma molar del sujeto se pasa a captar, por la violencia del pensamiento nómada, lo molecular del pensamiento, lo trascendental, lo que Deleuze afirma como lo intensivo de la experiencia, la haecceidad, el devenir. En realidad, al pensar de un modo nómada o acategorial se está reflexionando sobre el devenir, el pliegue, la multiplicidad en un plano de composición o en esa superficie metafísica que es el campo trascendental, en definitiva el ser unívoco. Así, lo molar de Deleuze es una forma sujeta que se piensa con la antigua imagen de pensamiento, como la forma mujer en oposición a la forma hombre. Lo molecular es una colectividad, una haecceidad. Por eso todos los devenires son moleculares, ya que constituyen no formas, sino procesos activos que se constituyen por la producción activa del deseo. Se deviene mujer o animal o niño, como procesos de contigüidad topológica y de acción que, al entrar en movimiento, se encuentran en relación y se convierten en un devenir, una haecceidad. 147 MP, pág. 334. <<Devenir es, a partir de las formas que se tiene, del sujeto que se es, de los órganos que se posee o de las funciones que se desempeña, extraer partículas, entre las que se instauran relaciones de movimiento y de reposo, de velocidad y de lentitud, las más próximas a lo que se está deviniendo, y por las cuales se deviene>>. Son procesos de creación de una multitud, de eliminación de lo semejante y de la analogía, para penetrar en la relación con lo indiscernible imperceptible. La percepción adquiere otra lectura con respecto a la traslación o la forma que se desarrolla. La relación con lo imperceptible consiste en comprender el movimiento como percipiendum, en la facultad disjunta que capta las relaciones, los afectos los devenires no en relación con un plano de composición de formas, sino con el otro plano del que habla Deleuze y que muchas veces identifica con la sustancia espinosista, el plano de inmanencia. Entonces, la percepción no está en mirar la relación formal de un sujeto y su objeto, sino el movimiento como relación de velocidad y reposo que constituye su devenir. El problema está en que hay que cambiar la percepción de un modo activo, valorar y mirar los movimientos, crear multitudes a partir de sujetos que se van desujetivando, aunque siempre manteniendo un núcleo original, que no será sino como el punto de partida de un proceso del deseo, ni será centro ni fundamento, solo referencia. En este sentido, el pensamiento es rizomático: con densidades y estratos. En F, Deleuze analiza el pensamiento con relación a una topología y aparece una forma conceptual primaria de lo que considera el pliegue. 1.20 Topología del pensar en el Foucault y el pliegue como el adentro del pensamiento Anteriormente en Nietzsche et la philoshophie hemos expuesto que la teoría del pensamiento depende de una tipología y de una topología. Para empezar a pensar se necesitan unas coordenadas, y de esas coordenadas surgen un mapa y una cartografía. Con esto quiere decir Deleuze que las verdades, en realidad, tienen una fecha y un lugar. Cuando Deleuze habla de mapa se refiere a que se busca la verdad en la experimentación y no en lo trascendental. El concepto de mapa en Deleuze es la posibilidad de conectarse con diferentes campos, con la capacidad de adaptarse a diferentes individuos y grupos sociales sin depender de ningún modelo estructural. El mapa es rizomático por oposición a lo arborescente. Lo rizomático no es estructural ni jerárquico, sino que está interconectado en un plano con diferentes campos, en una relación no jerárquica. En el F, Deleuze describe una topología del pensar que corresponde al saber, al poder y a la subjetivación. Con respecto al saber, se constituyen los estratos, que, como formaciones históricas dan lugar a lo visible y a lo enunciable. El saber es una combinación de visibilidad y enunciabilidad específica para cada estrato, siendo los estratos formaciones históricas o positividades de hechos, de cosas y palabras, de ver y hablar, y a estos estratos Deleuze los denomina <<capas sedimentarias>>. Para Deleuze, Foucault espera de la historia la expresión de la visibilidad y de lo enunciable a través de cada época, más allá de las maneras de actuar y los modos de pensamiento148. La locura, la literatura, el derecho, tienen una estratificación histórica donde lo visible y lo enunciable difiere en cada época. El asunto es que la estratificación persiste como memoria histórica de cada época y supone la conversión del saber en un concepto compuesto de estratos de dos elementos. Es una situación donde no hay choques entre la ciencia y la literatura debido a que en cada estrato la relación de ambas es de unidad; éstas son denominadas por Deleuze <<umbrales>>, y constituyen prácticas constitutivas del saber. Otra situación topológica del pensar son las estrategias o lo no estratificado como el pensamiento del afuera, que es el poder. Según Deleuze, Foucault define el poder como relación de fuerzas, acción sobre acción, como incitar, desviar, facilitar, dificultar etc. Es un afecto el ejercicio del poder, ya que puede afectar a otras fuerzas. El dibujo conceptual del saber es la dicotomía visibilidad-enunciabilidad, que da lugar a las formas de una sustancia. Deleuze considera que esta situación estratificada que presenta Foucault es un archivo, que se distribuye en segmentos. El poder en cambio es diagramático en el sentido de que su situación no es formal, ni depende de sustancias, ni de segmentos. Es más 148 F, pág. 56. bien puntual, es decir: lo constituyen puntos que se aplican de una manera singular, como una distribución de singularidades inestables difusas149. Para Deleuze, lo que más obsesiona a Foucault es el pensamiento y qué significa pensar, como pregunta retomada de Heidegger. Deleuze dice que pensar es experimentar, <<problematizar>> y, extrapolado a Foucault, sería comprender la topología del pensar como saber, poder y sí mismo como problema. Como saber, el pensar como problema parte de un ver y un hablar. Pero es el entredós de lo visible y lo es a invención del entrelazamiento. De esta manera, pensar es limitar lo visible y lo enunciable propiamente y ponerlos en relación. Por otra parte, el poder como problema es pensar emitiendo singularidades. Es una tirada de dados que expresa de una manera aleatoria el pensar como poder que procede del afuera, a partir de las estrategias. No es ni innato ni adquirido, sino genital en el sentido de que es el pensamiento que procede del afuera. Así, el pensar crea singularidades a partir del azar combinatorio de elementos del lenguaje y, a partir de la segunda tirada, la combinación es parcial en la relación de fuerzas que producen las singularidades diversas150 . Pensar es plegar, dice Deleuze, donde el afuera se dobla hacia un adentro coextensivamente. Este plegar es inducir al afuera, dar a un adentro una organización o estructura, que forma interioridades y exterioridades. El 149 150 F, pág. 79. F, pág. 125. espacio es espacio del afuera por relación con el plegar, con el pensar, por lo que el adentro está en una relación activa con el afuera en el límite de los estratos. Los estratos como formaciones históricas hacen que el pensar plegado en el adentro se forme como pasado y se aloje en ese estrato como presente, donde el futuro procede del afuera. Es una situación del pensamiento que se piensa, el pasado histórico, para liberar el pensamiento presente y que el afuera sea pensado de otra manera. De esa forma, el pensamiento busca ya no el adentro del sí mismo sino el afuera, la relación de fuerzas, la acción-pasión. De cualquier manera, la relación entre la topología del pensar, el saber, el poder y el sí mismo es independiente, con lo que cada una de ellas produce algo nuevo por sí misma y se intercambian151. Ahora bien, el modo de exponer el pensamiento replantea el problema del pensamiento clásico en el hombre por la superación del superhombre. El hombre piensa lo infinito en el pensamiento clásico en relación con lo finito y lo limitado. Son las fuerzas del hombre que entran en relación con las fuerzas del afuera, que es la fuerza de lo infinito como forma-Dios. Para Deleuze, Foucalt entonces expone la formación histórica del pensamiento del siglo XIX, donde el hombre, como fuerza finita, comprende las fuerzas del afuera como fuerzas de la finitud y explica como éstas la Vida, el Lenguaje y el Trabajo, que darán lugar a la biología, la 151 F, pág. 127. lingüística y la economía política. Es fuera del sí mismo donde se encuentran las fuerzas de la finitud, con lo que el cambio del pensamiento pasa de lo subjetivo-finito, con relación a lo infinito, a lo subjetivo-finito determinado por lo finito del afuera. El hombre es finito y su pensar es finito, con lo que la relación del hombre con el afuera compone la formaHombre. En la finitud el dominio es del pliegue en el orden de Foucault, donde las fuerzas del hombre se adaptan a una profundidad, que hace que el pliegue sea un espesor y un vacío. De esta forma, el pliegue se convierte en una categoría básica, que Deleuze explica con relación al desarrollo de la biología con respecto a Cuvier y Saint-Hilaire. Se expresa en un solo plano de composición para el desarrollo embriológico, por la descripción del método de plegado. Es la forma de la finitud de la forma-Hombre, donde se expresa el pliegue y el despliegue pertenece a la forma-Dios. Entonces la pregunta por el superhombre es de qué forma y de qué fuerzas se hace constar. En realidad, el superhombre procede del hombre propio que libera la vida, por lo que las fuerzas de la finitud que pertenecen al hombre que son la Vida, el Trabajo y el Lenguaje son las fuerzas que se tienen que liberar. Las nuevas fuerzas son las de la Biología genética, la del silicio y la de los enunciados gramaticales en sustitución de la biología, el carbono y el significante, expresiones de las fuerzas del hombre152. Es lo 152 F, pág. 139. que Deleuze expresa con relación a Foucault como el sobrepliegue. Así el superhombre pasa a ser un compuesto formal de las fuerzas del hombre con las nuevas fuerzas, la nueva forma-Superhombre que deriva de esta relación de fuerzas nuevas que libera la Vida, el Lenguaje y el Trabajo. Con esta situación Deleuze comienza a desarrollar el pensamiento sin categorías con relación al pliegue en su libro LP, que se analizará más adelante. Para continuar con el pensamiento acategorial en Deleuze hay que decir que llega a su apogeo en QCP escrito en colaboración con F. Guattari, que será la exposición ontológica completa de Deleuze. Para eso, es preciso definir lo que significa ese pensar intuitivo como tercer género de conocimiento en relación con el método de Espinosa, y así comprender las tres ideas que a partir de Espinosa, del yo, las cosas y Dios, tienen su símil en Deleuze, con el Cuerpo sin órganos (pliegue de una nueva subjetividad impersonal en el plano de inmanencia) los pliegues(pliegues de las intensidades y singularidades) y el ser como pensamiento-cerebro(campo de expresión-contención de los pliegues) descrito en QCP. 1.21 El pensar intuitivo como conocimiento en filosofía En SPE, refiere Deleuze que Espinosa explica la causa formal del tercer género de conocimiento por la potencia de actuar o comprender, la potencia de pensar de Dios que se explica por la propia esencia nuestra153. Entonces, el conocimiento supremo comprende la idea de cada uno de nosotros mismos como el yo que se piensa uno mismo. Es la primera idea adecuada. Como segunda idea adecuada, Espinosa presenta el conocimiento del mayor número de cosas como esencia de Dios. Y la tercera es la idea adecuada de Dios como contenido de todas las esencias. Deleuze lo que desarrolla en su pensamiento es este tercer género de conocimiento bajo la idea adecuada como pensamiento acategorial, que comprende la idea del yo, pero en cuanto que es esencia de Dios. En realidad, lo que pretende Deleuze es que la idea adecuada del nosotros mismos no sea la de un yo que piensa; pretende elaborar un concepto nuevo que sea más bien una actividad de producción y no una fuente de representación. Por otra parte, se hallan las cosas que, como modos, con su vertiente paralela de extensión y pensamiento, tienen en Deleuze su correlato con el pliegue. El pliegue en Deleuze es sinónimo de acontecimiento entre otras muchas cosas, ya que desde el principio de su pensamiento es un concepto que se va elaborando, incluso en su relación 153 SPE, pág. 283. con el yo o como base para un concepto de pliegue-despliegue de una nueva subjetividad. La tercera forma del conocimiento es la del ser unívoco en Deleuze. En QCP, se expone una ontología del ser unívoco donde el ser es pensamiento-cerebro con diferentes planos, como los atributos del ser y sus respectivos modos. Es la sustancia o Dios que se expresa en esa forma de ser unívoca del pensamiento-cerebro. Así, en ES comienza con el problema del conocimiento. Aquí Deleuze resalta el hecho de que la naturaleza humana deviene del espíritu que es afectado para que se produzca el conocimiento. Esta afección del espíritu puede ser por las acciones y pasiones que soporta la naturaleza humana. Por otra parte, la naturaleza humana se compone también del entendimiento, que es la asociación de ideas. El sentido del entendimiento es hacer sociables las acciones y pasiones, y considerarlas de utilidad. De esa forma, tanto el entendimiento como la pasión se vinculan con el problema del conocimiento, ya que el entendimiento es el movimiento de la pasión que deviene social, convirtiéndose en un problema moral154. Para Hume, la imaginación es donde se ubican la colección de imágenes que el entendimiento va a utilizar. La imaginación es el lugar de las ideas donde se reproduce la impresión, sin ser en ningún momento un tipo de facultad. La imaginación como actividad es fantasiosa y en ella las ideas cambian. El espíritu como fondo es fantasía o, mejor dicho, la 154 ES, pág. 12. imaginación es fantasía, ya que todas las ideas que se forman en la imaginación se crean de una manera fantasiosa y aleatoria. Para que esta imaginación se convierta en naturaleza humana uniforme y constante, se precisa de los principios de contigüidad, semejanza y causalidad como principios asociativos, es decir, que la imaginación devenga en entendimiento. Así, la imaginación ha sido fijada por los principios asociativos del entendimiento y entonces es naturaleza humana. De esta forma, la filosofía de Hume se convierte en una crítica de la representación orgánica universal y necesaria. El problema del conocimiento por representación se transforma en contradictorio con la idea general y la naturaleza de la idea o la conexión entre los objetos de la idea. La representación se critica por no poder presentar la relación, la conexión. Es el problema del racionalismo, al colocar el origen del conocimiento en una idea universal, que se contradice con la existencia del objeto. Esto supone que la naturaleza humana deviene en razón determinante de lo dado fuera. En realidad, desecha el espíritu humano entendido como afección, donde la razón se convierte en hábito, en sentimiento. El espíritu humano con su naturaleza racional es una afección, un sentimiento donde la razón es reflexión del espíritu155. La naturaleza humana presenta una doble vertiente donde desemboca la filosofía de Hume; dos especies de afección, con la 155 ES, pág. 22. determinación de sus efectos; el sistema de la moral y el del entendimiento. La relación se establece entre la creencia, como la parte del entendimiento, y la simpatía por la afección. Tanto una como otra intervienen en el conocimiento, en su doble movimiento, que forma parte de la naturaleza humana. Es el doble movimiento de la naturaleza de lo dado y la naturaleza humana como relación de términos, el sujeto y lo dado, la naturaleza humana y los poderes de la naturaleza. De esta forma, dice Deleuze que el conocimiento es un sistema de relación entre partes que se determinan mutuamente. Es el esquematismo reglado del espíritu. Este esquematismo de reglas para el entendimiento y para la pasión a que se refiere el conocimiento se basan en la imaginación, que a su vez es la fantasía que funda el mundo de la cultura y de la existencia distinta y continua156. Así, dice Deleuze que el conocimiento se encuentra con reglas para la moral y para el entendimiento, las cuales están, como se había dicho, en contradicción, pero que, a pesar de todo, no se pueden comprender si no están vinculados y este sentido pertenece a la imaginación. La creencia da motivo para el conocimiento a través de la causalidad. Pero también hay una existencia distinta y continua que se cree y que pertenece a la fantasía. Así, incluso el sujeto, que deviene sujetado por los principios del espíritu humano conforme a su naturaleza, se funda en la fantasía. Por eso lo dado que se funda en la fantasía y esta que se basa 156 ES, pág. 146. en la imaginación por los principios de la naturaleza humana, entonces se establecen en lo dado totalidades de relación. De esa forma, la filosofía se constituye como una teoría de lo que se hace o se establece por estas relaciones de totalidad157. El ser solo se puede concebir como una relación de los principios de lo que se hace, de los mismos principios asociativos y afectivos de relación de la naturaleza humana. Estos principios son los que dan lugar a una clase de pensar que solo puede ser intuitivo acategorial, y que posteriormente Deleuze desarrollará. El problema del conocimiento no es el del conocimiento de la experiencia, sino un problema de acciónpasión que el entendimiento asocia, relaciona como un todo y que como acción-pasión es un problema moral. Ese fondo de totalidad es el ser que se tiene que captar como una relación sintética de los principios activos de la naturaleza humana. El problema del conocimiento se plantea en Deleuze a partir de la representación orgánica en su propio pensamiento filosófico, en DR. Para empezar a conocer, hasta ahora, se había recurrido a la representación como forma de ocultar la diferencia a favor de los universales. La representación suponía un re-conocer. Cuando Deleuze habla sobre la imagen del pensamiento y expone los ocho postulados del pensamiento representativo, el reconocer va implícito como modelo de comienzo del pensamiento dogmático. En este sentido, dice Deleuze que la imagen como 157 ES, pág. 148. representación en el pensamiento supone un modelo de división entre lo empírico y lo trascendental. A este modelo lo llama del reconocimiento, y supone un ejercicio de concordancia de todas las facultades para comprender un objeto mismo e idéntico. Para esto se necesita un sujeto que ocupe estas facultades, lo que Deleuze supone como el principio de las facultades subjetivas concordantes del sentido común universal158. El yo como cogito o el yo trascendental de Descartes y Kant engloban las facultades que recortan al objeto para comprenderlo formalmente. Por una parte, el sentido común comprende la identidad del objeto con el yo puro y la forma. Por otra, el buen sentido determina la partición de los diferentes objetos singulares y yos empíricos, universales para el sentido común particulares para el buen sentido. De todas formas, es siempre un modelo de reconocimiento como imagen de la representación en el pensamiento. A través del modelo de reconocimiento, es un reconocimiento de hechos de imágenes que corresponde al pensar. O mejor dicho, se piensa por imágenes de representación de objetos, y a esta situación se le denomina pensar y este pensar es conocimiento. Cuando para pensar, dice Deleuze, hay que romper con lo idéntico, lo formal, lo de siempre, y forzar el pensamiento, que dará lugar a ese otro conocimiento. 158 DR, pág. 174. 1.22 El conocimiento del acontecimiento. Gnoseología del sentido En realidad, ese otro conocimiento del que hablábamos es una comprensión del acontecimiento. El conocimiento, para Deleuze, es reconocimiento por la representación o el modelo trascendental, para comprender o conocer lo dado por medio de las imágenes que se forman en un principio subjetivo. Entonces el conocimiento no supone reconocer, sino comprender el acontecimiento o quererlo. El problema de la representación como conocimiento ya se ha desarrollado anteriormente. Ahora bien, cuando Deleuze se refiere al problema de la representación con respecto al acontecimiento es que el conocimiento es huero y desprovisto de sentido. Esta situación la describe en referencia a la moral en los estoicos. Según Deleuze mientras las representaciones sensibles y las racionales se refieren a designaciones y significaciones, el acontecimiento es el sentido expresado. El sentido no es una representación, ya que es extrínseca al objeto. Lo interno es la relación, lo adecuado que se comprende a través del sentido de la expresión que difiere de la representación, pero que la envuelve y actúa sobre ella. Hay una situación que describe muy bien Deleuze sobre el sentido del acontecimiento cuando se refiere al morir. Se puede percibir la muerte como un estado de lo dado y la experiencia, así como se puede expresar como lo mortal y hacer que contenga un significado. Pero el morir es un acontecimiento que se efectúa y se necesita para tener sentido, ha de ser comprendido para ser un acontecimiento. Así, la representación que conoce como un saber enunciado, necesita del sentido para poder ser comprendida y no quedar vacía. En cierta forma, la representación y su sentido, dice Deleuze, se conjugan por el envolvimiento de la representación al acontecimiento, considerando un doblez o pliegue, como el uso funcional de la representación, expresada en su sentido a la manera de Wittgenstein159. También el acontecimiento es un problema moral, como el problema que se describía con Hume. El sentido del cuerpo en el sistema estoico implica una física con una moral. Son cuerpos tanto las acciones y pasiones como las representaciones. Bajo la moral de los estoicos se quiere el acontecimiento puro, que es el no efectuado. Pero este se capta a través de la adivinación. Solo se puede captar lo profundo de los cuerpos, sus acciones-pasiones, con el acontecimiento por una interpretación adivinatoria. Es la adivinación un arte de superficies, de líneas y puntos. De todas formas, la moral estoica requiere de la adivinación para comprender el acontecimiento no efectuado en relación con el todo. Para entender el acontecimiento efectuado en un presente actual se hace uso de las representaciones, del sentido como utilidad, de un acontecimiento en un presente más limitado. Entonces, el acontecimiento se liga a sus casi-causas 159 LS, pág. 171. incorporales y es por su relación con estas casi-causas de las que se comprenden sus efectos incorporales. El estoico se ubica en la casi-causa como un fenómeno de superficie con una línea que la atraviesa aleatoriamente en un punto. Así, el estoico comprende el acontecimiento puro y el efectuado. Desde su superficie quiere el acontecimiento puro, no efectuado, pero con el tiempo del Aión, inmemorial y eterno. Por otra parte, quiere el acontecimiento, en su efectuación, en su actualización a un estado de cosas, con su propio cuerpo y su carne. Se expresa como casicausa porque es el sabio estoico el que opera la efectuación del efecto incorporal del acontecimiento, quiere la incardinación, según dice Deleuze. Si el acontecimiento tiene dos situaciones, como la del tiempo inmemorial e ilimitado y la del presente instantáneo, el sabio estoico lo limita al instante que lo interpreta como presente. Es la representación del acontecimiento como uso donador de sentido, como un querer el acontecimiento, un comprenderlo160. Es así como Deleuze llama el Operador al que produce los acontecimientos o más bien los quiere, los efectúa y los comprende. Los acontecimientos puros ya están en ese tiempo inmemorial donde el Operador dobla o encarna el acontecimiento, consiguiendo que este se efectúe. Según Deleuze, entonces, todos los acontecimientos están presentes antes de cualquier vida individual y personal, siendo ellos 160 LS, pág. 173. preindividuales y personales. De lo que se trata al adivinar el acontecimiento es de plegarlo en esa situación de efectuación, limitándolo en el presente instantáneo. El acontecimiento se halla en lo que sucede: es el sentido intuido de lo que se expresa. De esta forma, dice Deleuze, que el acontecimiento es doble también en el sentido de ser una efectuación de un estado de cosas y una contra-efectuación en relación con el acontecimiento puro. Es como el sentido del morir en que, por una parte, es un morir de un estado de cosas, efectuado personal que implica una corporalidad y una individualidad o una singularidad de individuos. Por otra, es el acontecimiento ilimitado del morir sin un presente instantáneo, pero infinito ilimitado e impersonal. Esta situación del acontecimiento implica un doble sentido del tiempo, en el cual el acontecimiento puro, infinito e ilimitado, expresa un tiempo eterno, del Aión y su incardinación en un presente instantáneo. Para querer el acontecimiento hay que comprender el sentido del tiempo como Aión. Su primer sentido, según Deleuze, no es un presente continuo donde quedan absorbidos el pasado y el futuro, sino que ellos mismos delimitan el presente. De esta forma, el instante es la relación que establece la visión del tiempo como Aión, que es un presente finito e ilimitado. Deleuze continúa explicando que el Aión es el tiempo incorporal, que se desarrolla en línea recta, neutro e irreal. Es un tiempo de la eternidad, ilimitado, y también del instante con lo que se expande eternamente o es un mínimo de tiempo pensable. Pero lo que siempre dejan claro los que explican el Aión es que, a pesar de ser eterno, es finito porque hay un pasado y un futuro que subsisten. El instante como presente que también es Aión se divide por el pasado y el futuro161. Es el tiempo vacío de lo incorporal y de los atributos distintos de las cualidades, que según Deleuze, es el tiempo de los acontecimientos. El acontecimiento es un movimiento de superficie, que como sentido de la proposición es una manera de ser, no un ser sino un efecto162. Martínez explica como conclusión de las dos visiones del tiempo, la del Cronos y la del Aión, una relación entre acontecimiento y temporalidad. Con respecto al Cronos, el eterno retorno es un círculo que implica la vuelta de lo molar, es decir, de agregados que suponen personas o mundos completos. El eterno retorno del Aión es el de la línea recta, donde lo que vuelve son los acontecimientos infinitos, acontecimientos infinitamente subdivididos por el instante-Aión. Esta situación abarca un solo acontecimiento, que engloba los múltiples acontecimientos, lo que supone una expresión de lo uno y lo múltiple, el univocismo y el pluralismo163. Ahora bien, la posibilidad del lenguaje surge de los efectos incorporales o de superficie, dice Deleuze, que son producidos por los 161 LS, pág. 192. Martínez F., op. cit., pág. 69. 163 Ibíd., pág. 70. 162 acontecimientos puros y su verdadera existencia está en ese lenguaje que los expresa. En realidad, es el sentido, que, siendo acontecimiento, se ejecuta, en lugar de ser una pertenencia a los cuerpos y sus cualidades. La relación con el lenguaje se halla en la proposición y anteriormente habíamos dicho que contaba con la manifestación de un yo, la designación como un estado de cosas del mundo y el significado como el universal Dios. La cuarta dimensión es la del sentido, que es el acontecimiento, lo que da lugar a un pensar trascendental en el sentido de ir más allá de la representación y de la proposición buscando lo intensivo que trasciende las tres dimensiones de la proposición164. La nueva situación del sentido hace que lo centrado en el lenguaje con sus tres expresiones pueda ser mantenido en: el yo, el mundo, Dios. En la divergencia que se forma como un caosmos hay un punto aleatorio que sustituye el yo, un contra-yo, un centro descentrado. En él se forman a través de los pedazos de yo, el mundo, Dios, una línea de tiempo Aión, que es el del eterno retorno de los acontecimientos y no de los despojos de lo centrado, y solo entonces un único acontecimiento que envuelve a todos: el ser unívoco con sus pliegues. En realidad, el problema es cómo el individuo puede superar su forma de representarse y su relación sintáctica de manifestación en el lenguaje para comprender los acontecimientos y quererlos. Entonces, es 164 LS, pág. 207. preciso que el individuo se aparte de la forma y de la manifestación para comprenderse como verbo infinitivo y sentido, como acontecimiento. Con esto, se tiene que comprender como un acontecimiento que existe en el individuo, y que los otros individuos son acontecimientos, pero no personas, sino esa base de sentido trascendental que ocupa el verbo y comprende al individuo no como figura, forma, sino como singularidad. Pero estas singularidades, estos acontecimientos que se efectúan, que se interrelacionan en un solo acontecimiento necesitan de un solo sentido, de una sola voz, la del ser unívoco. Dice entonces Deleuze que el ser es lo mismo que lo que se dice y lo que sucede, lo que es atributo de cuerpos y lo expresado por ellos en el lenguaje, el acontecimiento y el sentido. Es en el ser unívoco donde el sentido como superficie interior del lenguaje se pone en contacto con el extra-ser que es la superficie exterior del ser. Es la relación de la superficie interior del lenguaje con la exterior del ser lo que expresa el ser unívoco. De esta forma, al no ser ni activo ni pasivo, Deleuze afirma que el ser unívoco es neutro: el mínimo común de ser entre lo posible, lo real y lo imposible. Con las tres determinaciones del ser unívoco Deleuze explica que un solo acontecimiento acompaña a todos los demás, que un sentido del acontecimiento supone lo mismo mientras se dice y ocurre, y que el mismo ser es para lo imposible, posible y real165. 165 LS, pág. 211. Entonces, expresa Deleuze que para comprender el pliegue hay que quererlo y esto es pensar en una nueva forma, pensar unívocamente. Para pensar así hay que comprender el acontecimiento individual, que supone la descentración de la representación del yo y su relación sintáctica con el mundo y lo universal proposicional dogmático. Más adelante en MP enlaza lo que explicaba como diferencias intensivas, el acontecimiento y los bloques de espacio-tiempo, que son las variables de aparición de las individualidades, para explicar la evolución de su empirismo trascendental, que supondría una nueva expresión de lo pensado-actualizado, el agencement o disposición. De esto hablaremos más tarde, ya que vamos a explicar un poco más el acontecimiento sobre la base del pensamiento del mismo en Leibniz. 1.23 El acontecimiento es un acorde, un acuerdo El acontecimiento es nexo de prehensiones, dice Deleuze. La prehensión es una conexión o una conjunción. Este término es el que emplea Deleuze para explicar que el individuo como novedad es una concrescencia de prehensiones. Como elemento es la unidad individual de lo individual. Así, dice Deleuze que todo está pleno de concrescencias. Por ejemplo, por contigüidad cualquier cosa prehende lo contiguo como el ojo la luz, los vivientes el agua o, la gran pirámide los soldados de Napoleón y esto sucede de una manera recíproca166. La prehensión es preexistente a lo individual coexistente con toda prehensión, de tal manera que toda prehensión es prehensión de prehensiones y el acontecimiento es el nexo que supone la objetivación de una prehensión y la subjetivación en cuanto a un sujeto, que como individuo incardina este acontecimiento en su doble vertiente: privada como sujeto, y pública como lo objetivo actual. Es esa la parte del acontecimiento que necesita de algo psíquico para que sea comprendido: un querer el acontecimiento. Es la parte del acontecimiento que es prehendida por el sujeto, del mundo al sujeto que es un <<superjeto>>. En realidad, lo que pretende Deleuze es configurar una situación del acontecimiento que se aproxime a lo individual subjetivo como una forma de relación, un ponerse de acuerdo, para lo cual apela al espíritu del barroco en su forma musical de acordes. Así, para empezar esta aproximación, describe en primer lugar la forma subjetiva como una manera activa de prehender el dato y que, según Deleuze, es la forma en que se encuentra plegado en el sujeto167. En segundo lugar, hay una intención de prehensión que comunica una con otra en un devenir. Esta característica será empleada más tarde para comprender los diferentes devenires activos por parte de un sujeto que se desubjetiviza en cuanto comprende una prehensión activa y la comunica con otra 166 167 LP, pág. 105. LP, pág. 106. deviniendo. Está situación de comprensión activa de los devenires de restos de sujeto formará parte del conocimiento intuitivo de Deleuze. Son núcleos de sujeto que formarán cuerpos sin órganos en su devenir activo. Por último, se halla lo que Deleuze entiende como fase de llenado del sí mismo de una prehensión plena de datos como la emoción, la evaluación, el proyecto y la conciencia. En el caso de las mónadas leibnizianas, la percepción es un dato de la prehensión activa, por parte de ellas, como el propio punto de vista, que serán sensibles, afectivas o conceptuales168. Esta expresión activa de la percepción se reconoce como la apetición de la mónada que comunica una percepción con otra activamente, constituyéndose un devenir. Es la base para conseguir percepciones nuevas, que Deleuze compara con un devenir, integrándolas en una mónada llena del mundo armónico de las vibraciones, que alcanzan la novedad. La producción del mundo por la mónada no es mejor por lo eterno sino por lo nuevo, por la creatividad. Ahora bien, no significa que no exista lo eterno en la mónada o en el acontecimiento. El acontecimiento en realidad es flujo, pero se necesita de lo eterno o de lo universal para comprenderlo. Lo que es flujo es un cambio continuo, imposible de ser prehendido. Lo eterno del objeto es lo que no cambia y es lo mismo siempre. El objeto eterno es una 168 LP, pág. 107. posibilidad que se realiza o una virtualización que se actualiza en una prehensión, ya que esta no puede captar otra sin captar objetos eternos169. En Leibniz, las mónadas siempre son actuales, y remiten tanto a lo virtual realizado en sí mismas como a lo posible de realizar con el agregado de mónadas, que da origen a lo compuesto, la cualidad, figura o cosa. Por su apetición, la mónada se extiende a otras percepciones posibles de agregados, que se captan en su reflexión, que también son lo permanente, no solo de la actualización de lo virtual en la mónada, sino de lo posible en la encarnación de los agregados compuestos. La condición barroca de Leibniz hace que, según Deleuze, explique el acontecimiento como un acorde, una vibración armónica del flujo que se supone que es. Las vibraciones sonoras contienen unas propiedades de intensidad, altura y timbre. Entonces estas vibraciones consiguen ser armónicas por su interés en percibir y ser percibidas de una manera activa, prehensiones que se prehenden unas a otras. Las vibraciones sonoras que proceden de unas fuentes son mónadas, se llenan de gozo ellas mismas conforme van de unas prehensiones a otras. Leibniz expone esta situación como un concierto barroco, donde la armonización de dos fuentes sonoras en razón de las reglas verticales de la armonía, es mayor que sus 169 LP, pág 108. propias percepciones. Son acordes que sustituyen las conexiones horizontales170. Las mónadas contienen todo lo que se puede componer en un mundo posible. Por esta razón, lo que se consigue no es una relación de horizontalidad, sino una relación de armonía, ya que todas las mónadas contienen el mundo posible y dejan fuera la incomposibilidad, es decir, se interexpresan sin captarse. No se captan porque contiene cada una el mundo en situación de clausura sin puertas, ni ventanas. El problema del pensamiento barroco es que las series divergentes, las bifurcaciones, son fronteras entre los mundos incomposibles. No sucede así en la filosofía moderna que comprende estas bifurcaciones, divergencias y desacuerdos en un mismo mundo, que no está constituido por unidades como las mónadas, sino que son unidades prehensivas de configuraciones variables, pliegues. Las series divergentes que se bifurcan son más bien un proceso en un mundo lleno de incomposibilidades que parecen ser ellas mismas comunicadas por las divergencias, en realidad, un caosmos. Desde este punto de vista lo incomposible entra dentro de la divergencia, con lo que en un mismo mundo coincide lo posible, lo imposible y lo real, que al fin y al cabo eran las expresiones del ser unívoco neutro. En el barroco, estas disonancias se resolvían por los acuerdos entre las mónadas, que expresaban todo un único mundo posible, como unidades 170 LP, pág.110. de expresión. Así, el acontecimiento era un acorde musical que interexpresaba las mónadas. En el mundo del caosmos, a pesar de las disonancias y divergencias, las unidades cambiaban de ser expresivas a ser prehensiones de prehensiones, pero seguían una línea que descubría un fondo de armonía en el caos: el acontecimiento. Una vez más explicado el acontecimiento en su forma de acuerdo, como un querer en la unidad expresiva o un acuerdo en la unidad prehensiva, vamos a explicar lo que supone el agencement o la disposición, de la que el acontecimiento forma parte, como concepto que ha evolucionado y se completa con la intensidad y lo espacio temporal. 1.24 El agencement o la disposición El agenciamiento es la forma de singularidad que expresa Deleuze en MP como contraste a la especificación que se desarrollaba en el pensamiento de Aristóteles. Hasta ahora, se ha visto la importancia que concede Deleuze a la diferencia. La ha vinculado con la intensidad y posteriormente ha deducido el acontecimiento como una forma de singularidad de sentido, que se refleja en el pensamiento con el fantasma o en el lenguaje con el sentido, cuya forma es el infinitivo. Toda esta situación continúa un trayecto, que supone la exposición del agenciamiento. Es una forma de expresar el espacio-tiempo del acontecimiento, comprendido en lo histórico y lo territorial, unido a su explicación intensiva. En primer lugar, para que haya un agenciamiento, este tiene que ser territorial, o que un territorio dé lugar a un agenciamiento donde hay que descubrir la territorialidad que engloba. Tanto cualquier personaje de Beckett como un basurero posee una territorialidad: una casa que construye un territorio para un agenciamiento171. Un acontecimiento, sea unos personajes, una pirámide o una comunidad que va en metro, engloba un territorio. Entonces Deleuze explica que lo que es virtual, cuando se considera como acontecimiento, abarca un espacio en un tiempo, que es el territorio. La expresividad de tener un sentido como acontecimiento supone entonces un comportamiento, pero más allá de del simple comportamiento. En realidad, el comportamiento se produce en un territorio o, lo que es lo mismo, el territorio es un comportamiento, no un espacio físico sino un espacio físico de conducta. El territorio se crea con todas las conductas como los gestos o los olores que marcan a un individuo como perteneciente a ese territorio. De esta forma, lo conductual es territorio que acumula las diferencias de individuo, las intensidades. Así, el territorio está construido con relaciones, diferencias intensivas y distancias, que los propios comportamientos expresan estas distancias, comportamientos conductuales 171 MP, pág. 629. que en cierta forma son acontecimientos. Más bien parece que el territorio consigue formar al individuo y sus circunstancias. Ahora bien, considerar un territorio no es solamente observar un linde cerrado, impermeable. Hay que comprobar que un territorio mantiene relaciones con otros territorios y que un agenciamiento puede constituirse a partir de otros agenciamientos. Lo que Deleuze llama la desterritorialización surge de una liberación de las fuerzas que construyen un territorio, su comportamiento, pasando a nuevas fuerzas y a un nuevo territorio. Esta nueva territorialización completa el centro descentrado de que se hablaba en referencia a una nueva individualización, como nuevo límite territorial de una nueva superficie desterritorializada, que Deleuze considera como el cuerpo sin órganos. El agenciamiento está constituido tanto por el territorio (contenido y expresión) como por unas línea de desterritorialización que lo atraviesan: líneas que surcan el agenciamiento para ponerle en contacto con otros y que abren a otros territorios172. El territorio formado por medios y ritmos es individuante y, por ese motivo, marca distancias, y trata de alejar el caos del territorio. Los medios y los ritmos surgen del caos, donde cada medio es un bloque de espacio-tiempo. Lo viviente por ejemplo, se compone de medio exterior de materiales, 172 MP, pág. 630. interior de elementos componentes, intermediario de membranas y límites, anexionado de fuentes de energía. Los medios están codificados y a cada momento se hallan en período de transcodificación. J.L. Pardo realiza una exposición de lo que comprende como agenciamiento de una forma clara. Considera que el agenciamiento es la mínima unidad de análisis teórico y de actividad práctica, que propone Deleuze en MP, y consta de dos definiciones. En primer lugar, una definición que consta de tres elementos. El primero de ellos es el acontecimiento con relaciones exteriores a sus términos en sentido no trascendente, ya que estos no existen fuera de la relación, cuya forma lingüística es el infinitivo. El segundo elemento es la intensidad o singularidades intensivas, donde sus términos son exteriores a la relación, cuya forma lingüística es la de los nombres propios. El tercer elemento de esta definición es el bloque de circunstancias espacio-temporales, que conducen a la actualización de fechas y lugares de los términos, y sus relaciones son fechas y lugares173. Esta definición es más ontológica que la segunda, en la que intervienen colectivos sociales de enunciación (disposiciones que se constituyen de una máquina política). Esta definición es más concreta por parte de Deleuze, que la analiza al final de MP. La primera definición continúa con el desarrollo del concepto de pliegue en cuanto que este consta de una referencia en el lenguaje, cuando se refiere a la intensidad y al acontecimiento, que se completa con su actualización 173 J.L.Pardo, op.cit., pág. 179. temporal. Por otra parte, la expresión lingüística es expresión de lo virtualreal de lo que consta el pliegue, aquí definido por el agenciamiento con sus tres elementos. De todas formas, siempre para Deleuze lo social y lo político tienen carácter ontológico, con lo cual el pliegue tiene unas extensiones a estos niveles. Ahora bien, se ha hecho una extensa exposición de lo que representa para Deleuze el pensar y sus implicaciones con el conocimiento. Entonces, hay que exponer cómo esa forma de conocimiento intuitivo expresa en sus tres elementos la relación con Espinosa en referencia al yo, a las cosas y a Dios, aunque ya se vio la peculiar manera de indicarlo por Deleuze. 2-El yo y el sujeto en el conocimiento intuitivo Como parte del pensamiento intuitivo, el yo y el sujeto sufren en Deleuze un proceso de desyoización y desubjetivación de la identidad del uno singular propio. Es decir, para Deleuze el yo y el Moi son universales abstractos, donde el yo activo estaría formado por muchos yos. El yo activo sería una creencia, apoyando las tesis de Hume, que considera la subjetividad como una práctica. Esta cuestión de hábito es debido a las síntesis pasivas que se contraen y se pliegan en el tiempo, por contemplación y contracción. En realidad, es un análisis de lo que Deleuze llama repetición: repetir lo que es diferente. Es una constitución pasiva de una subjetividad no activa, ni kantiana, pero temporal por ser duración. Ahora bien, esto indica que hay una subjetividad antes de reconocerla o comprenderla, ya que existe lo plegado antes de que sea constituida o reconocida como subjetividad. Esta situación la explica en DR, lo que dará origen a una mayor comprensión de la desubjetivación del hombre hacia el sujeto pensamiento-cerebro. Precisamente la constitución del plegado antes de la contemplación y desplegado por la duración, indica que cualquier principio de subjetividad en Deleuze no es intencional, ya que de ningún modo lo intencional parece en el pensamiento de Deleuze por la expresión del pliegue ontológico del pliegue-ser-pensamiento-cerebro. Y ya se dijo anteriormente que el sujeto fuera del hombre como singularidad anónima era la voluntad de poder en Nietzsche. La constitución histórica del nuevo concepto del sujeto del pensar desorganiza al hombre y su significado, para explicar el cuerpo sin órganos. En AO, el Cso. (cuerpo sin órganos) es más bien negativo en el sentido de no es de producción, ni deseo, ni acción; pero en MP, el Cso. es relación tanto de contigüidad como de acción. Es una forma de desorganización de lo orgánico como significado, organización y subjetivación. Deleuze completa estas formas de subjetivación y significancia como periodos históricos de rostridad, subjetividades y significancias contenidas en un rostro, que es una imagen-afección, término que recuerda la identidad espinosista. Por otra parte, antes de llegar a LP, parece que Deleuze adopta para el pliegue una forma de subjetividad basada en la línea de Foucault. Así parece cuando Badiou comprende el pliegue deleuziano solamente bajo la perspectiva de la subjetividad, enfatizando la falta de intencionalidad por el pensamiento intuitivo del afuera. Esta subjetividad como pliegue es la que se da en el F, la cual se da por plegamiento cuádruple, pero es el pliegue del afuera lo que supone una nueva subjetividad, donde pensar es plegar, pero como un adentro doblado del afuera. Ahora bien, si en F parece que el pliegue del adentro pertenece a una subjetividad en ciernes, en LP el pliegue es un punto de inflexión del pensamiento o de la materia, que en el caso primero sería acontecimiento, virtualidad o singularidad. En el segundo caso es un punto de vista para cualquier subjetividad, a la que confiere una sujeción, que representa una variación. La variación será después en QCP un concepto filosófico. Así, el pliegue como sujeto representa un punto de vista que cambia y que presenta una variación. El pliegue del alma en relación con Leibniz comprende una inclusión del mundo que supone la eliminación de la intencionalidad, ya que lo plegado es lo incluido, la virtualidad del mundo actual. Los múltiples pliegues que pueden constituir un sujeto, son comportamientos o hábitos, maneras de expresión, pero siempre comprendiendo que este sujeto no supone una individualidad singular como persona u hombre, sino una identidad de acción y de punto de vista, como por ejemplo la identidad DeleuzeLeibniz. La inclusión del mundo en el sujeto y su expresión por el sujeto es lo que plantea Deleuze como superjeto, término que extrae de Whitehead y que servirá para explicar el cerebro no como red neuronal, sino como ese sujeto de pliegue despliegue que es el pensamientocerebro. 2.1 Hume y el yo. La subjetividad en el empirismo Para Hume, el yo no puede ser percibido, o por lo menos él no lo percibe. La sustancia para Hume está en relación con la percepción. De esa forma, las percepciones son sustancias, seres, por lo que al no percibir ningún yo se opone a la tesis de Descartes sobre la sustancia pensante. Más bien, el yo es cuestión de hábito y todo lo que define al espíritu humano en general es memoria que inventa y crea. Es el primer desarrollo que expone Deleuze para empezar a elaborar un conocimiento intuitivo del quasi-sujeto o más bien trozos de sujeto y de yoidad, que formarán más adelante un concepto a partir de restos de yo ligados a bloques de circunstancias. Para Deleuze, el problema del empirismo está en la subjetividad. Supone un superarse a uno mismo, una trascendencia, lo que desarrolla el sujeto, que se supera y reflexiona. Según Deleuze Hume dice que la naturaleza humana, en realidad, es creencia e invención. Con esto quiere decir que, dada una percepción, el sujeto no solamente cree más allá de lo que es dado (César existió y murió) sino que, además, establece una subjetividad que centra esa inferencia y trasmite más de lo que percibe, por ejemplo reglas y valores morales (Cesar era un tirano). De esa forma, el problema del empirismo basado en la subjetividad aparece como un creer e inventar constantes del sujeto. Deleuze, entonces, afirma que creer es suponer algo dado que no es dado en otra parte, e inventar es constituir totalidades funcionales que no se dan en la naturaleza174. Lo importante en Hume es que consigue comprender que el sujeto que inventa y crea en lo dado también es creado e inventado en lo dado. El sujeto se constituye en lo dado, superando el problema de lo trascendental, incluso de lo psicológico. La colección de percepciones, que es lo dado, es lo que constituye el espíritu humano; no es el sujeto, ya que es síntesis del espíritu. Aquí, Deleuze empieza un análisis de lo que es el sujeto para Hume. Hablar del sujeto supone que la imaginación, el espíritu, de ser una colección de percepciones pasa a ser un movimiento que constituye una facultad. De esta forma, el sujeto deviene a través del espíritu en naturaleza humana que crea e inventa. Por eso, el sujeto es síntesis, síntesis del espíritu. Ahora bien, el espíritu es considerado bajo la acción del tiempo como memoria de percepciones, como sucesión. De este modo, el sujeto se constituye como una duración, un hábito o una costumbre. El hábito es de raíz, y este es síntesis de tiempo, presente que mira el pasado y el futuro. Si el sujeto inventa y crea, reflexionando sobre sí mismo inventa y crea unas reglas que hacen posibles los acuerdos entre individuos, que producen en el hombre un efecto de conservar lo que por costumbre se ha instaurado, las reglas del sujeto en general. 174 ES, pág. 91. Así, la costumbre es para el individuo la guía por la que se rige. Por eso, el pasado que se plantea como regla del porvenir presenta al sujeto como síntesis del tiempo175. La memoria es una colección de percepciones que recuerdan el antiguo presente. Pero el hábito no es memoria en cuanto al pasado, sino que es lo que determina el presente y forma esa síntesis del tiempo que es el sujeto. Por eso, no es necesaria la memoria para el hábito. El pasado es constituido en la síntesis del tiempo del sujeto y tanto este como el presente son productos de la misma síntesis. Para que se constituya esta síntesis en el tiempo de un pasado y un presente, por una parte se presenta la experiencia como una multiplicidad de repeticiones que afectan al tiempo como un pasado. Por otra parte, el hábito pertenece al presente continuo, que organiza y determina al objeto que acompaña. Entonces, en el análisis de la impresión, que determina la memoria, y más allá, en la síntesis el hábito, hay una inferencia que va desde la impresión a la idea. Así, define Hume que el entendimiento y la imaginación es el espíritu mismo, uno bajo la experiencia que refleja el pasado, otra el hábito que refleja el tiempo como porvenir. La creencia es la relación entre las dos. Pero hay que considerar que las impresiones sensibles son las que forman el espíritu y que las impresiones de reflexión son las que constituyen el sujeto en espíritu. Las impresiones de reflexión contienen su origen en el cuerpo. 175 ES, pág. 103. Con esto, hay que comparar el espíritu con el sujeto y comprender los principios por los que el sujeto se constituye en el espíritu. Los principios son de dos clases, según Hume: los que hacen del espíritu un sujeto; los principios de la asociación y los de la pasión, principios de pasión que considera de utilidad. De esta forma, el sujeto considera que los principios de pasión o utilidad pueden organizarse bajo una intención y un fin. Con los principios de asociación puede el sujeto relacionar ideas entre sí. Ahora bien, está claro que el sujeto establece la relación entre las ideas, pero el empirismo trasmite la noción de que la relación es exterior a las ideas, exterior a sus términos176. En Hume hay dos tipos de relación: la primera es la que puede variar sin alterar las ideas como las de identidad, relaciones de tiempo y lugar, causalidad, y la segunda es la relación de las ideas entre sí como semejanza, contrariedad, grados de cualidad. Desde la relación, se juzga lo bueno entre dos ideas, un juicio que es normativo. Pero el problema es saber cuales son las normas de ese juicio y, por tanto, del sujeto que las propone. Entonces Hume plantea los principios de asociación como dando una causa para la relación, naturalizando al espíritu. Esta situación se resume en que las ideas son efectos de los principios de asociación. La relación que surge entre las ideas complejas y el sujeto que las relaciona se 176 ES, pág. 109. presenta como el lenguaje, ya que el hablar supone la designación del sujeto de las ideas designadas177. Ahora bien, lo que explica los principios de asociación como causa para la relación es la subjetividad general, pero no el sujeto particular. Es la crítica que se ha realizado siempre al asociacionismo, la de ser excesivamente general, ya que siempre se puede encontrar una semejanza, una relación conforme a un género en una idea, cada vez que se retrocede a una mayor generalidad. A este respecto Hume considera la noción de circunstancia como la composición para que una relación sea propia y particular. Precisamente, la circunstancia, por ser afectividad, permite que los principios generales de asociación se particularicen por los principios propios de la pasión. Las ideas pasan a ser relación por la afectividad, que concluye lo particular en el sujeto. Desde este punto de vista, el sujeto del espíritu devenido es asociación y afectividad. Una idea general es determinada por los principios de la pasión que singularizan al sujeto. Toda esta situación supone que el sujeto se da en lo dado, en su relación y circunstancias, y perpetra una práctica de sobre sí mismo. No hay una subjetividad general teórica sino que la subjetividad es práctica. Esta noción práctica de subjetividad es el comienzo de lo que posteriormente se desarrollará en el pliegue, donde la subjetividad es el adentro del afuera, precisamente como pliegue del alma. Ahora bien, la 177 ES, pág. 112. concreción de una subjetividad yoica con relación a un <<Moi>> se explica en DR. 2.2 El yo fallido (Je fêlé) en Différence et répetition En DR, Deleuze continúa con el esquema de la subjetividad por hábito, pero analiza el problema basándose en la repetición. La repetición no cambia al objeto, sino al espíritu que lo contempla. Primero, prosigue con el tema de la repetición en cuanto a que es diferencia, es decir, a que cambia porque es continuidad de aquello de lo que difiere. Por otra parte, se presenta la contemplación y es con relación al espíritu. Entonces, el problema de la repetición no es del objeto, sino de lo que contempla, que es el espíritu, el cual percibe una situación que cambia, una diferencia en el espíritu. Las diferencias las entiende Hume fundidas en la imaginación, una imaginación que concibe como lo que contiene poder de contracción, de plegarse sobre sí misma. Es un plegado que forma una síntesis temporal. Es una síntesis de instantes que salen del tiempo, según Deleuze, que se contrae, se pliegan y originan el presente vivo. Pero a su vez es en el presente donde los instantes se despliegan. Plegarse y desplegarse en un presente de instantes que se forman de la síntesis del tiempo. Es el tiempo del Aión, donde el presente es un instante que se limita del pasado y del futuro. No pertenecen al instante presente, sino que lo dimensionan, lo limitan como un presente plegador de instantes178. Para Deleuze, este plegado es el de una síntesis pasiva que tiene que ser dominada. El problema es que la síntesis se forma en el espíritu, que es contemplación antes que memoria y reflexión. Es el principio de un pliegue como la síntesis pasiva, que es subjetividad temporal en cuanto va del pasado al futuro por el presente. Deleuze desarrolla una idea kantiana de síntesis, aunque no como algo a priori, que se descubre empíricamente. Es una síntesis pasiva que se diferencia de la kantiana por no ser activa, aunque sea constituyente. Ahora bien, esta síntesis pasiva de la imaginación, contraída o plegada se encuentra superpuesta a las síntesis activas de la memoria y del entendimiento. El plegado es duración en el sentido de que es síntesis pasiva en referencia a Bergson, para quien la impresión es cualitativa interna en el presente vivo, fuera del recuerdo. Ahora bien, como para Hume y para Bergson la cualidad sensible, las síntesis perceptibles se confunden con la excitación primaria y elemental, que remiten a las síntesis pasivas. Por orden del plegado, de la contracción de lo sensible, lo pasivo constituyente remite a lo orgánico que sí somos. Así Deleuze se atreve a decir que <<nous sommes de l´eau, de la terre, de la lumiére et deláir contractés, non seulement avant de la 178 DR, pág. 97. reconnaitre ou de les représenter, mais avant de les sentir>>179. ¿Quiere decir Deleuze que se es un pliegue antes de estar constituido? Todo está plegado, se es un pliegue que se despliega, ya que lo que va a constituir la base del espíritu humano es lo orgánico sensible (pliegue de la materia) de la síntesis pasiva (pliegue del alma) en la duración. Es una forma de manifestar un principio de subjetividad deleuziana, cuyo principio elemental es un pliegue que se despliega en la duración. Ahora bien, es el principio ontológico de una subjetividad en ciernes que desarrollará más adelante, pero que no acota lo que Deleuze entiende o expresa como pliegue. Entonces, a partir de este despliegue de formas y pliegues de lo orgánico, Deleuze comprende que las síntesis pasivas que se despliegan en relación también con una memoria (síntesis activa) y sus combinaciones, dan lugar a una serie de niveles diferentes, de signos que expresan un comportamiento, un territorio. Cada contracción, cada pliegue, cada síntesis, constituye un signo que se despliega en relación con una síntesis activa. Contraer un hábito es lo que supone para Deleuze el principio del yo o de los múltiples yos territoriales, de comportamiento, que surgen de las miles de síntesis pasivas que se pliegan por su componente orgánico. La contemplación pliega, contrae, y por eso Deleuze expresa que somos contemplaciones y por la contemplación nos contraemos. Ahora bien, es un 179 DR, pág. 99, <<somos agua, tierra, luz y aire contraídos, no solamente antes de reconocerlos o representarlos, sino antes incluso de sentirlos>>. yo que existe por contemplación; sin que se pueda el mismo ver contemplando, pero que procede a la contemplación. Entonces Deleuze se pregunta si el placer es un principio, como una contemplación satisfactoria, un pliegue, una contracción. Considera que todos somos Narcisos por este placer de contemplación-contracción de cosas que son distintas. Así dice Deleuze, contemplarse es sustraerse. En este sentido hay que considerar que tanto la contracción o el pliegue como contemplación y como narcisismo, son conceptos que provienen de Merleau-Ponty y que Deleuze ha configurado con un principio de placer por la contemplación, de sustracción para comenzar con una imagen del Moi180. Bajo su lema de que todo es contemplación, surgen multitud de yos que contemplan, que componen un yo de una síntesis activa que actúa. La combinación de las síntesis pasivas de los yos contemplativos con la síntesis activa de la memoria integra la acción de un yo. Un yo se dice por la contemplación de otros mil yos que lo constituyen. Son yos múltiples de contemplación que sustraen la diferencia, que estructuran la imaginación de un espíritu atomizado. Aquí Deleuze comprende que la contemplación es un preguntarse, ya que según él, al sustraer de una diferencia se responde a la necesidad, que es la repetición. Es una forma de expresar su ontología 180 DR, pág. 102. inmanente, como la manera en que se explica el ser uno en un todo, que se repite en la diferencia necesariamente y que se declara en lo que se pliega y despliega. Las contemplaciones son preguntas, como respuestas son sus contracciones, respuestas al ser que extrae de él lo plegado. Por otra parte, la contemplación se ubica con las síntesis activas en campos problemáticos y, la memoria comprende la pregunta qué es contemplación. Para Deleuze, hay yo desde que hay contemplación. Es el yo pasivo de las síntesis pasivas que son hábitos, contemplaciones, pliegues, contracciones, pretensiones. Es un yo constituido antes de que haya sensaciones, el pliegue de Merleau-Ponty por su capacidad de ver antes de ser visto; la capacidad de plegar, de constituir diferencias en la repetición de contemplar sustrayendo: entonces ya hay yo; el sistema de yos que suponen sujetos larvarios y que es un sistema de yo disuelto, yo de yos, yo pasivo de yos contraídos, síntesis pasiva de síntesis pasivas, yo disuelto. Para Deleuze, Kant comprende a partir del yo soy (Je suis) como existencia determinada y del yo pienso (Je pense)como determinación del cogito cartesiano, el yo pasivo del tiempo. Lo determinable del yo es lo pasivo, que es una receptividad intuitiva, la cual procede como un fenómeno receptivo que aparece en el tiempo. Es la falla del yo como pasividad, donde el tiempo es lo que da significado a un yo que recibe, que constituye una síntesis pasiva. Es el yo pasivo, el Moi, y el yo rajado (je fêlé) lo que supone el descubrimiento de lo trascendental; el yo pasivo que siente su afección, su pensamiento, lo trascendental que viene a ser su pasividad, su yo que es otro o la paradoja del sentido íntimo. Es más: comprende Kant que el yo cartesiano se sostiene en Dios como razón de creación continua, que da al yo una identidad por la propia unidad de Dios. En la Crítica de la Razón Pura al poner en entredicho esta situación, comienza a especular sobre un panorama del yo constituido por el pensamiento a favor del tiempo. Según Deleuze, Kant no prosigue por esta vía, ya que la identidad que puede darse por síntesis pasiva pronto se sustituye por la identidad sintética activa, donde el Moi pasivo no da lugar a ningún tipo de identidad181. 2.3 El yo (Je) y el Moi específicos. Lo individuante. Centros de envolvimiento Dice Deleuze que en la vida biosíquica las individualizaciones se implican con las excitaciones. Es decir, que cada percepción es una individualización, sea de la forma que sea. Con referencia a Freud, la excitación se refiere al placer y las excitaciones que suceden en el campo de las intensidades forman el <<ello>>. Para Freud la excitación que 181 DR, pág. 116-117. Se ha traducido el Moi como sí mismo o como yo pasivo indistintamente. Para Deleuze el Moi es la receptividad de lo sensible en Kant que cuando es pasividad de una pasividad, el tiempo, que se correlaciona con el Je fêlé o yo fallido, que es lo que Kant comprende como lo trascendental. El Je es el yo pienso o yo activo espontáneo del núcleo de la identidad sintética aciva. sucede en ese campo necesita una ligazón para resolverse. De este primer estado de resolución pasa por un principio de organización, a un segundo estado de integración. La ligazón es un Habitus, una síntesis pasiva, contemplación-contracción de segundo grado. Explica Deleuze que en cada ligazón se forma un yo en el ello, un yo pasivo, larvario, que contempla y se contrae. El ello está lleno de todos estos yos que se pliegan y despliegan. Son yos narcisistas en el sentido de que rellenan una imagen del Moi que se contempla. No es un narcisismo de contemplación de sí mismo, sino de una imagen del Moi. Es la imagen del ojo que ve y de lo que ve182. Más allá del principio del placer, la ligazón que representa una síntesis pasiva, que se convierte en hábito y que confiere al placer este principio, se constituye en una especie de <<estética trascendental>>. Pero la diferencia con Kant es que este suponía un yo pasivo que termina en la receptividad de las sensaciones, las cuales se refieren solo a la forma a priori de espacio y tiempo. El yo pasivo queda privado de síntesis y del placer, por lo que Deleuze considera que el yo de Kant solo es activo, al 182 DR, pág. 129. En un principio, el narcisismo se refiere en psicología a un estado llamado narcisismo primario donde no hay representación de objeto y la percepción primitiva es más bien motora, es decir, representa cambios cinestésicos en el cuerpo. Ahora bien, en Merleau-Ponty el narcisismo se refiere a la visibilidad que es una propiedad de la Carne (Chair). Una cualidad que posee el par de visible y táctil. Este par es a lo que se refiere MerleauPonty, como ver y ser visto, mirar y ser mirado, visible y vida, palpación por la mirada. Solo el hecho de mirar ya se compromete lo visible con lo táctil, ya que lo que puede ser visto también puede ser tocado. Le visible et le invisible, pág. 177, París: Gallimard. La visibilidad de la Carne que se expresa en su par narcisista visible-táctil tiene su origen en el concepto de reversibilidad o quiasma, que es la expresión del pliegue merleaupontiano. En un principio esta reversibilidad pertenece al ser para sí y el ser para otro. Merleau-Ponty los describe como un dedo de guante que se vuelve al revés, que por un lado se ve y por el otro se toca: el adentro y el afuera de la reversibilidad. En el quiasma, el ser para sí y el ser para otro se presentan como el adentro y el afuera, donde no hay identidad, ni no-identidad. contrario de los yo pasivos, que se elaboran de las síntesis pasivas de la receptividad contemplación-contracción, así como de la posibilidad de las sensaciones, de reproducirlas y del valor del principio del placer183. Ahora bien, a partir de las síntesis pasivas surge la síntesis activa, donde la excitación de un objeto real se convierte en fin de la acción. Es el principio de realidad, por el que la síntesis activa se llama objetal y unifica todos los yos de contemplación en un yo activo, como impulso de integración total. Es decir, que el principio de realidad surge del intento del yo de globalizarse como respuesta al objeto que se llama real. Pero no está compuesta esa situación por el único objeto real y sus relaciones, porque la síntesis pasiva no es superada por lo real de la síntesis activa. Expresa Deleuze dos dimensiones de realidad en la relación del objeto y el yo. Por una parte, se halla la intencionalidad de la superación por la síntesis activa de la pasiva con relación al objeto real, pero por otra aparece el objeto constituido como virtual que regula y compensa la actividad del objeto real. Hay dos series de objetos: uno real, correlato de la síntesis activa, otro virtual, expresión de la síntesis pasiva de profundización. En la contemplación de los focos virtuales es donde el yo pasivo se llena de su imagen de Moi narcisista. Los focos virtuales, como objetos son parciales, ya que lo virtual nunca tiene el carácter globalizador, y es éste el que contiene la forma en el objeto real. De esta forma, la síntesis activa totaliza 183 DR, pág. 130. el objeto por la superación hacia un <<más allá>> del objeto, mientras que la síntesis pasiva, en su mirar el objeto virtual, fragmenta, escinde la contemplación de los focos virtuales u objetos que son parciales. Ahora bien, estas series correlativas con respecto a ellas mismas no existen sin que exista alguna de ellas. Así, el yo activo no termina de ser autónomo, ni las síntesis pasivas continúan siendo unos yos fragmentarios sin la presencia del intento globalizador del yo activo. Por eso, Deleuze se pregunta si el yo es el entrecruzamiento de las series de las síntesis pasivas y activas, como un punto de unión de dos círculos que se recortan184. La imagen que se presenta es la del cruzamiento del ocho, del círculo de las series de los objetos virtuales y de los objetos reales. ¿No es este yo activo y pasivo el pliegue y despliegue de cada uno de ellos? En realidad, es precisamente eso, ya que, desde la constitución de los yos larvarios de contracción-contemplación, el concepto de pliegue con respecto a la formación de estos yos es lo que prevalece. Cuando Deleuze se refiere al yo específico, presenta la evolución a partir del pliegue en sus yos larvarios o en el despliegue del yo activo, que se basa en la activación de los yos pasivos y fragmentados, en la base de la ligazón de estos yos larvarios pasivos, sintetizados pasivamente. Así, hay una primera síntesis pasiva con respecto al placer, que es la del Habitus, que se presenta como ligazón o vínculo a un presente. 184 DR, pág. 133. Ahora bien, hay otra síntesis pasiva que, según Deleuze, es la de ErosMnemosyne, que expresa la repetición como desplazamiento y disfraz. En realidad, estas dos síntesis se diferencian en que la primera se dirige hacia una síntesis activa del yo activo, y la segunda hacia un narcisismo de satisfacción particular sobre la contemplación de los focos u objetos virtuales. Se produce una especie de <<estética trascendental>> con respecto a la primera síntesis, y una <<analítica>> con respecto a la segunda. Deleuze habla de una tercera síntesis en cuanto que el yo pasivo es narcisista, ya que la actividad es un afecto <<pensado>>, una modificación del yo narcisista como un yo que es otro. Como base del yo activo, fallido, como prolongación de un yo narcisista, es fenómeno de tiempo vacío, es decir, no se rige por un tiempo presente. La tercera síntesis surge cuando por este tiempo vacío, la memoria de la segunda síntesis, se abandona y se explica como una serie irreversible, que no es ni más ni menos que el instinto de muerte185. Ahora bien, de todas estas individualizaciones, excitaciones e intensidades que suponen el mecanismo de constitución de los yos pasivo y activo surge el problema de la individuación y de si eso supone una forma de especificación para un yo. Pero Deleuze ya explica que no es seguro si el yo (Je)y el Moi son individuaciones, aunque si son figuras de 185 DR, pág. 147. diferenciación. Si Deleuze habla de especificación psíquica para definir el yo es para explicar que es una cualidad universal de especie186. Del Moi expresa que es una organización psíquica: el organismo con sus facultades propias, que comprenden al yo. Es una concepción del Moi como extensión orgánica de la especie. Es una correlación entre lo que supone la cualidad psíquica de la especie el yo, y el Sí mismo como organismo psíquico de la especie. Por eso, Deleuze explica que el yo es la forma universal de expresión de la vida psíquica mientras que el Moi es la materia universal de la forma del yo. Pero lo que explica a este nivel Deleuze es que el yo y el Moi no determinan formas de individuación. Hay diferencias que son sustentadas por el individuo, pero no implican un yo individual o un factor individuante. En realidad, cada factor individuante ya es por sí mismo una diferencia: el yo y el Moi estructuran una continuidad por semejanzas y los factores individuantes se hallan constituidos por una diferencia en la diferencia, por la diversidad. Para Deleuze, lo individual es móvil; no es indivisible, sino que no para de dividirse. Por eso, lo individual no es un Moi de semejanzas ni un yo de expresión de identidades, sino lo dispar187. Según Deleuze, para Nietzche tanto el yo como el Moi son universales abstractos que deben ser superados por lo indiferenciado, que es precisamente lo individual entendido como diferencia, como la 186 187 DR, pág. 330. DR, pág. 332. individuación, que es verdaderamente lo insuperable. Lo individual comprendido como multiplicidad de intensidades y singularidades. Por eso, piensa Deleuze que lo individual no tiene una imagen psíquica de especie como el yo universal, o una materia de organización psíquica como el Moi, sino que pertenece más bien al yo fallido y al Moi disuelto y en su correspondencia. Las ideas que se constituyen como multiplicidad, como singularidades preindividuales, son las que dirigen a un yo fallido y un Moi disuelto. Ahora bien, estos factores individuantes necesitan explicarse en el ámbito psíquico y adquieren entonces un valor implicativo. A estos factores Deleuze los llama centros de envolvencia. No están constituidos de yos ni de Mois, sino de estructuras que Deleuze designa como <<otro>>. Parten de un yo para otro Moi y un Moi para otro yo. La reciprocidad o reversibilidad en el sistema psíquico constituye un centro de envolvencia. Es el pliegue que se pliega en el yo como otro Moi y se despliega como sí mismo para el otro yo. Es lo trascendental del yo pasivo que se comprende como otro tanto en su plegado y en su despliegue recíproco. En realidad, el centro de envolvimiento es pliegue, que a escala ontológica Deleuze desarrolla como una expresión de los factores individuantes de una subjetividad desubjetivada. Nada que ver con el otro comprendido más allá como objeto, o con un centro como sujeto. No es el otro nada más que un yo mismo para el otro y viceversa, pliegue y despliegue del ser que en DR Deleuze expresa como el otro a priori del sistema, lo que es implícito y envolvente188. Así explica Deleuze el otro, es un sistema psíquico Je-Moi (yo activo-yo pasivo), que funciona como el centro de envolvimiento. Es un pliegue-despliegue de implicación de los mundos posibles y de lo expresado-expresante de los factores individuantes. El otro, que comprende envolvimiento y expresión, es una forma de comprender el pliegue en cuanto que se refiere a un centro de envolvimiento como un sistema psíquico. Es la expresión del concepto de pliegue que desarrollará más tarde en referencia a una nueva subjetividad, si se puede emplear esta palabra. De todas formas, este pliegue es solo una parte del desarrollo del concepto en referencia al conocimiento del yo en el método intuitivo y en DR se explicará como un yo fallido, un yo pasivo, o un yo como otro, que en la base de una estructura psíquica Deleuze presenta como un centro de envolvimiento. En LS habla Deleuze de la individuación a partir del campo trascendental (la superficie metafísica), de cómo se presentan la individuación y la formación del yo y de la persona, exponiendo el esbozo 188 DR pág. 334. Para comprender lo que significa este <<otro>>, a priori, Deleuze presenta el ejemplo del rostro, la rostridad de la que hablará en MP. Si observamos un rostro aterrorizado se podrá entender que dicho rostro atañe a la expresión de un mundo posible como mundo aterrorizado. De esta forma, presenta en el rostro dos conceptos muy importantes para Deleuze. En primer lugar, la expresión que considera la de dicho rostro. Una expresión que es la que expresa y la del expresado, la doble vertiente de la expresión, la reciprocidad que hay entre lo expresado y el expresante, situación que se presenta en toda su ontología de inmanencia. Por otra parte, lo posible del mundo aterrorizante es lo heterogéneo de la cara con respecto a aquello que lo aterroriza, pero que a la vez queda implícita y envuelta en lo que la aterroriza. de subjetividad impersonal que describe Nietzsche en Voluntad de poder. Esa parte fue descrita anteriormente en el apartado sobre la primera y la segunda efectuación de la génesis estática. Así, la continuación del estatuto de una nueva subjetividad o de-subjetividad aparece en AO con una crítica al psicoanálisis, donde presenta el concepto de máquina deseante como productora del deseo, asociada con los yos larvarios, pasivos, con el yo fallido de DR, que ahora se vincula a la producción de deseo, campo de intensidades o superficie metafísica. En el apartado sobre el fantasma y la representación en AO, se describe el concepto de máquina deseante y su relación con el deseo y la singularidad, objetos parciales o yos larvarios. 2.4 El cuerpo sin órganos. Artaud, Leibniz, Espinosa. Origen de un concepto El concepto de cuerpo sin órganos hace referencia directa a Artaud en cuanto a su referencia a la inutilidad de un órgano. La cita la realiza Deleuze en MP189. Ahora bien, aparte de ser una referencia biológica es, además, una indicación de un experimento político del Corpus y el Socius. Por lo tanto, lo que parece relacionado a una experiencia de 189 MP, pág. 186. superación de la organicidad de lo biológico, del concepto, se extiende a lo social como intento de desorganización de lo orgánico. En AO, el cuerpo sin órganos es antiproductivo: no hay una situación de acción o de producción de deseo. Esto, que era propio de las máquinas deseantes, en MP se acerca más a la primera idea de cuerpo que presenta Deleuze en referencia a Leibniz en DR y, por supuesto, más concretamente, a lo que explica en su referencia a Espinosa sobre lo que puede un cuerpo. La exposición de Deleuze sobre Leibniz comprende que para este no hay una contradicción entre la ley de continuidad y el principio de los indiscernibles. Por lo tanto, lo primero que indica se liga con las propiedades y los afectos, y lo segundo con las esencias individuales, que en Leibniz constituyen las mónadas. Ya se sabe que estas mónadas expresan la totalidad del mundo bajo una relación diferencial. Encierran una situación de plegado, de envolvimiento e implicación en un continuo de afectos y propiedades, respetando su esencia individual, su plegado lleno de propiedades y cualidades del mundo composible. Entonces, se refiere Deleuze a Leibniz en sus Lettres a Arnauld explicando que <<l`âme exprimant naturellement tout l^univers en certain sens, et selon la rapport que les autres corps ont au sien, et par conséquent exprimant plus immédiatement de qui appartient aux parties de son corps, doit, en vertu des lois du du raport qui lui sont essentielles, exprimer particulièrement, quelques mouvements extraordinaires des parties de son corps>>”190. Hay una idea de relación de los cuerpos por continuidad de todas las cualidades que constituyen el mundo en su totalidad. Así, lo individual, que en esencia es la totalidad del universo, mantiene en la idea de cuerpo particular el mismo modelo de cuerpo con relación a un todo. Esta misma composición es la que explica Espinosa en su comprensión de lo que puede un cuerpo. Según Deleuze, para Espinosa la relación que posee el cuerpo con sus partes no es separable del poder ser afectado. De esa forma, la estructura de un cuerpo es la composición de su relación, es decir, que el poder de un cuerpo es la naturaleza y sus límites a la hora de poder ser afectado191. El poder ser afectado se logra por afecciones pasivas o activas, y dependiendo de a cuál de ellas corresponda, pertenecerá a la potencia de padecer o a la potencia de actuar. El cuerpo varía en su relación con el poder ser afectado en forma activa o pasiva, por lo que Deleuze habla de poder y relación, los cuales considera juntos en un límite que se forma y se deforma192. El poder de padecer es el límite del 190 DR, pág. 68. <<el alma al expresar, en cierto modo, la totalidad del universo y de acuerdo con la relación que los otros cuerpos mantienen con el suyo y expresando en el alma al expresar, en cierto modo, la totalidad del universo y de acuerdo con la relación que los otros cuerpos mantienen con el suyo y expresando en consecuencia, de manera más inmediata lo que pertenece a las partes de su propio cuerpo, debe en virtud de las leyes de relación que le son esenciales, expresar determinados movimientos extraordinarios de las partes de su cuerpo>>. 191 SPE, pág. 198. 192 Badiou, op.cit., pág. 92 y sig. Badiou comenta que para Deleuze el todo-uno como intemporalidad fundadora del tiempo es relación. Para eso cita las frases de Deleuze en IM pág. 20, donde el todo como definición es relación. Así, el objeto, es un corte inmóvil del que es la duración o el presente vivo. Como presente vivo del objeto este es incapaz de tener relación con otro objeto ya que es su presente, su momento de inmovilidad. Con esto. el presente sin relación entonces comprende la relación como pasado, como cambio, y este es diferenciación o cualidad. Por eso, al considerar la relación tiempo, Badiou siente que Deleuze está más cerca de Heidegger de lo que Deleuze cree. Incluso piensa que la relación en cuanto a tiempo como pasado o como virtual es el ser-ahí del Concepto. poder de actuar en el cuerpo. Es el mecanismo por el que se rigen los cuerpos compuestos, en sus límites y variaciones del poder ser afectados, pasiva y activamente. Es el concepto de conatus lo que da sentido a la expresión de lo que puede un cuerpo193. El conatus es el esfuerzo que presenta un cuerpo en perseverar en su ser; es decir, aparte de las implicaciones mecánicas que esto supone, es la capacidad de poder ser afectado, por afecciones pasivas y activas del cuerpo. Por esto, Deleuze considera que para Espinosa conatus, es sinónimo de deseo, ya que el conatus está determinado por una afección, sea cual sea, actualmente determinada194. Si el conatus se presenta por las afecciones negativas, los deseos nacen de las pasiones, pero si el conatus forma parte de las afecciones activas el deseo se concentra en el poder de actuar y no de padecer. Es decir, que el poder de actuar como deseo se encuentra en una relación constante con el cuerpo. Deseo, cuerpo, límite, son premisas que desarrollarán el posterior concepto de cuerpo sin órganos. En MP, Deleuze expresa que el Cso. subsiste una vez que se ha suprimido el fantasma, la significancia y la subjetivación, es decir, lo que representa la organicidad. De esa forma, el Cso. pasa a ser un conjunto de intensidades que circulan, que son producidas por él mismo. Por esto, Deleuze arguye que la Ética de Espinosa es el libro del Cso. Así, los atributos de la sustancia son las intensidades cero, como matrices 193 194 SPE, pág. 221. SPE, pág. 222. productivas. Los modos son ondas y vibraciones, intensidades producidas a partir de una intensidad cero. Deleuze considera que son Cso. los atributos como productores de deseo como intensidades cero, los modos Cso. de intensidades producidas a partir de intensidades cero y un Cso. como plan de consistencia, que es un conjunto de todos los Cso. Para explicar el conjunto Deleuze habla del continuum, que no es más que aquella relación leibzniana de continuidad con los indiscernibles195. Entonces, Deleuze supone que el enemigo del Cso. no son los órganos sino la organización de los órganos, ya que el cuerpo no es un organismo porque este va contra el cuerpo. Por eso, para Deleuze el organismo no es Cso., sino un estrato que forma parte del Cso. Lo conforman ataduras que no permiten la espontaneidad de la producción. Es, según Deleuze, y según lo que llama <<el juicio de Dios>>, se constituye en el Cso, una estratificación, una organización indebida de ataduras y plegamientos. Esto supone que la interpretación, la significancia y la subjetivación son estratos que pertenecen al Cso. por la expresión de la trascendencia, que no exige un Cso. inmanente, sino un más allá de interpretación, significancia y subjetivación. Para Deleuze, los principales estratos del Cso. son el organismo, la significancia y la subjetivación. Ahora bien, la organización del Cso por estratos la forman plegamientos defectuosos, que es organización de la 195 MP, pág. 195. trascendencia. De esa forma, Deleuze opone a los estratos la desarticulación del cuerpo, la experimentación contra la interpretación y el nomadismo contra la subjetivación. Esta tarea supone no la muerte del organismo, sino la apertura de nuevas conexiones, así como el trabajo de deshacerse de la significancia y de la interpretación. Ahora bien, es necesario que haya siempre una parte de organización de sujeto y significancia, que se conserva para preservar un grado de estratificación que se oponga a una desestratificación salvaje. Es en ese límite que se forma y deforma donde oscila el Cso., entre superficies de estratificación y lo que Deleuze llama el plano de consistencia: un plano de inmanencia donde el todo-uno se relaciona196. Por eso, para Deleuze, si se quiere aprovechar al máximo lo que es el Cso., es necesario pararse en un estrato, pero con un resto de significancia interpretación y subjetividad. En ese estrato se consigue mantener la conexión, la continuidad, para establecer líneas de fugas, flujos, y liberar intensidades que logran el Cso. El establecimiento del Cso. revela el continuum de intensidades de flujos y de deseos que lo constituyen. En todo caso, hay también un Cso. del organismo, que, como un cáncer se propaga como un Cso. del Estado, del ejército, que en cada estrato da lugar a un tipo de formación cancerosa del Cso. En el estrato de la subjetivación el Cso. se realiza como un cuerpo asfixiante de 196 MP, pág 199. subjetivación, que no permite liberar ni hacer subsistir una distinción entre sujetos. Ahora bien, en la intersección de la subjetivación junto con la significancia, es donde Deleuze se centra para explicar el tema de la rostridad. 2.5 Rostridad, significancia y subjetivación Francisco Martínez describe muy bien las tres etapas de la rostridad en Deleuze como la evolución de una máquina abstracta que se realiza a través de la historia humana. En un primer momento, el rostro está constituido por una pared blanca de significancia y dos manchas blancas de subjetivación. Sería el periodo primitivo de constitución del rostro o más bien de un prerostro. A partir de aquí, surge una subjetividad constituida por el rostro de Dios, donde empieza la subjetivación y la significancia en un segundo periodo. Aquí, la antropomorfización del rostro es lo que permite la individualización y subjetivación. Se produce la territorialización del organismo en torno a un rostro. Después, surge un tercer periodo que es el de la desubjetivación y ruptura del significado, donde el rostro aparece como cabeza buscadora que experimenta, instaurando un devenir o una línea de fuga197. 197 Martínez F., op. cit., pág. 325. Así, Deleuze considera que cualquier forma de significancia implica subjetividad y que en cualquier subjetivación se halla un resto de significante. Por eso, para Deleuze, no es sencillo deshacer el rostro, a pesar de ser una máquina abstracta, porque en el proceso se puede llegar a la locura. La organización de un rostro es muy fuerte, ya que esta supone subjetivación y significancia. Si lo que se exige es deshacer el rostro, entonces esto supone romper, atravesar la pared del significante y salir del agujero de la subjetivación, como dice Deleuze198. De esta forma, Deleuze establece que la máquina abstracta de la rostridad contiene dos estados distintos. En primer lugar, la rostridad se encuentra contenida en los estratos y sus desterritorializaciones son relativas, o si son absolutas son negativas. En este sitio, la rostridad va a dirigirse hacia significancias y subjetivaciones. En segundo lugar, la máquina abstracta de la rostridad adquiere más bien una forma de desrostrificación, que da lugar a lo que Deleuze llama cabezas buscadoras. Estas confieren una desterritorialización positiva, deshaciendo estratos, atravesando significancias y subjetividades. En sus estudios sobre cine, Deleuze explica la situación del rostro con relación a la imagen-afección. Para Deleuze, el rostro no es más que imagen-afección, una imagen que refleja el deseo como producción, y en este caso, una serie productiva de intensidades. Ahora bien, si la máquina 198 MP, pág. 230. abstracta de la rostridad se consideraba de dos formas, en L´Imagemouvement las refiere, obrando un matiz de composición. Así, cuando el rostro es intensivo, los rasgos escapan del contorno, como una serie autónoma que franquea el umbral. Son las cabezas buscadoras, con sus líneas de fugas y sus traspasos de significancia y subjetividad. Las líneas de fugas, como series intensivas, que van de un lugar a otro, pasan de una cualidad a otra. Por otra parte, se encuentra el rostro reflexivo, que es propiamente la rostridad, que aparece bajo la dominación de un pensamiento fijo, inmutable199. En el primer caso, el rostro expresa la Potencia de la afección, es decir, la capacidad de poder ser afectado, lo cual significa en el caso de una afección positiva deseo. Por otra parte, el rostro reflexivo expresa la Cualidad, que es una cualidad común a muchas cosas diferentes. De esta forma, para Deleuze el afecto es un modo expresado de Cualidad o Potencia en relación con el rostro, el cual no existe independientemente. A esta situación Deleuze la llama Icono, que es un conjunto de expresado y expresión, del afecto y el rostro. Es decir, el Icono es una especificación de los dos tipos de rostro: el rostro intensivo de la Potencia y el rostro reflexivo de la Cualidad. Ahora bien, tanto la Cualidad como la Potencia pueden ser posibles en un estado de cosas actuales, donde 199 IM, pág. 134. lo actual es el estado de lo real de todos los elementos de lo existente. A esta categoría Deleuze la compara con la Segundeidad de Pierce200. De todas formas, a pesar de que Deleuze encuentra en Pierce una relación con los conceptos de la imagen-afección, no se puede dejar pasar una raigambre espinosista en el concepto. Cuando se hablaba de las ideas de Espinosa, se decía que la imagen es una afección del cuerpo, y ya se sabe qué es el cuerpo para Espinosa. En todo caso, no es una afección de un objeto real causal, sino que más bien es una pasión, en el sentido de que la idea no es adecuada y una acción no es la imagen. En principio, pertenecía al primer género de conocimiento y por medio del entendimiento se convertía en una idea adecuada. Se podría explicar que a la imagen no adecuada de cuerpo correspondería una imagen-afección del rostro reflexivo fijo de la Cualidad, mientras que la imagen adecuada es la de un rostro intensivo variable productor de deseo, de Potencia, una cabeza buscadora de la máquina abstracta. La imagen-afección abstraída de lo actual del estado de cosas pertenecería al atributo del pensamiento, cuya expresión es el cuerpo en cuanto a extensión. Por eso, la imagen-afección como rostro en el fondo es esa idea de la subjetividad en cuanto a rostro reflexivo o de desubjetividad <<buscadora>>, nómada, que busca sus conexiones a través de las líneas de fuga. De todas formas, los dos términos de rostridad, tanto el rostro reflexivo fijo como la cabeza buscadora fija, 200 IM, pág. 144. son formas donde se pliega el pensamiento. Así, sería conveniente comprender la forma de subjetividad deleuziana desde el punto de vista de Badiou, uno de los filósofos que más ha estudiado el ser y el pliegue con respecto a la ontología en Deleuze. 2.6 El concepto de pliegue según Badiou con respecto a Deleuze. Pensar el afuera de la <<subjetividad>> deleuziana como adentro Para Badiou, el pliegue explica la proposición de Deleuze de que el ser es relación, donde el pensamiento a través de la síntesis disyuntiva se pone en movimiento201. Así, para Badiou, el pliegue explica el lazo que hay entre el ser neutro y la repetición de la diferencia en cuatro segmentos. En primer lugar, para Badiou es el sujeto moderno el que soporta la disyunción como un desfundamento, donde nada se parece a nada por la apertura ilimitada del uno. Con esto, para Badiou, Deleuze exige que se piense la no-relación de la diferencia y los simulacros con la relación, que 201 Op. cit., pág. 40. Para Kant, la síntesis es reunir diferentes representaciones y entender su variedad en un único conocimiento. Para Deleuze, la síntesis es reunir o comprender lo que hay con el pensamiento intuitivo, ese tercer género de conocimiento. Así, lo que supone la síntesis disyuntiva es comprender la disyunción del ser con el pensamiento intuitivo. Es que el ser es neutro y se expresa en la diferencia. La disyunción sería que el ser es la relación que mantiene lo que no es relación, que es el pliegue o los diferentes sinónimos a través de toda la obra de Deleuze. En suma, la síntesis disyuntiva es el ser y los pliegues. Para Badiou pensar la síntesis disyuntiva es comprender la divergencia de lo neutro con lo mismo, lo que conlleva la no intencionalidad del pensamiento de Deleuze entre el sujeto y el objeto, que es la superación de la intencionalidad que todavía limita el pensamiento de Heidegger . son el ser y el uno. No se reflexiona sobre la síntesis por su efecto dialéctico, sino por su disyunción. En segundo lugar, para el pensamiento disyuntivo solo existe el afuera, ya que abandona su interioridad. El pensamiento intuitivo, según Badiou, es el pensamiento del afuera; el pensamiento es uno con el ser. Por eso, el pensamiento intuitivo no permite ningún trazo de intencionalidad y no hay rastro de sujeto intencional. Así, Badiou arguye que el pensamiento disyuntivo es autómata, ya que con el abandono de la interioridad solo queda el afuera. Al no haber intencionalidad, tampoco hay elección sino la de ser elegido, que se presenta por su relación con el afuera. Entonces, declara Badiou que para Deleuze el pensar no es espontáneo en ninguna persona, sino que llega a ser por verse forzado al juego del mundo202. Se considera que se piensa cuando se obliga por esta fuerza del afuera a ese pensar. Según Badiou, un <<personaje conceptual>> como el de Deleuze-Foucault, descubre que ser forzado a pensar proviene del pensamiento del afuera, un diagrama de fuerzas. Badiou explica que a través del diagrama de fuerzas se pasa de la simple disyuntiva a una topología del afuera, que por su acción recíproca producen lo que él llama exterioridades singulares, sin conceder nada de significado, de intencionalidad. Deleuze diseña la constitución de la topología como una figura de estratos, conexiones y diversidades, que Badiou se atreve a 202 Badiou, op. cit., pág. 26. afirmar como una sustitución de la fenomenología por una fenómenotopología. Por eso, en tercer lugar, lo que necesita comprender Badiou es el modo en que el pensamiento intuitivo consigue superar este diagrama de fuerzas, basándose en los conceptos topológicos que piensan el afuera con profundidad. Entonces Badiou explica el pliegue de Deleuze como un envolvimiento del afuera por un adentro, una <<densificación topológica del afuera>>. De este modo, ser y pensamiento intuitivo coinciden en la forma de densificación del afuera en el pliegue, que posteriormente se desarrolla. A este nivel, Badiou presenta el concepto topológico de operatividad del pliegue en el límite203. Para eso, explica que el trazado de un límite y el movimiento de una superficie son un pliegue. Precisamente cuando la intuición es más profunda es porque el límite se piensa como pliegue. No es una afección extensa de la exterioridad, sino una autoafección del afuera, de la fuerza que se pliega en el adentro. Por eso, Badiou comprende la idea fundamental de Deleuze de que el pensar y el ser coinciden cuando el pensamiento es un pliegue, que es el pliegue del ser. La idea sugiere que todo lo que puede ser pensado es ser. Deleuze intenta conducir a las últimas consecuencias el pensamiento ontológico de Parménides a partir del concepto de pliegue, que Heidegger desarrolla en 203 Sobre el límite ver n. 94 Moira. Si bien Badiou lo describe, no se acerca a las últimas consecuencias, ya que desarrolla el concepto de pliegue como una subjetividad deleuziana, a pesar de que considera el pensar como uno de los nombres del ser. Por último, para Badiou el plegamiento del afuera en un adentro presenta lo que se puede llamar Sí mismo a partir de Foucault, o un sujeto si se explica a través de una serie de condiciones. Estas condiciones son, en primer lugar, que el sujeto no sea constituyente ni espontáneo, y que se presente por un pliegue del afuera densificado en el adentro. En segundo lugar, que el sujeto como densificación topológica sea inseparable del afuera, como pliegue que es del ser. Y en tercer lugar, que mantenga la disyunción, ya que solo es pensamiento, es decir, que debe mantenerse la relación entre el ser del afuera y el plegado del adentro. Así, Badiou afirma que para Deleuze el sujeto, que es un adentro, es la identidad entre el pensamiento y el ser, comparándolo con la idea de Bergson, de intuición de la duración. Explica, entonces, que el pliegue es subjetivo precisamente por ser intuición de la duración y, por tanto, la memoria, que es uno de los nombres del ser, memoria del afuera. Así, aclara con palabras de DeleuzeFoucault, que el tiempo como subjetivación es memoria y por ello <<pensar el afuera como tiempo bajo la condición del pliegue>> es ser sujeto204. 204 Badiou, op.cit., pág. 127. La conclusión de Badiou es que el pliegue, en primer lugar, es un plegamiento del pasado al ser memoria, diciéndolo con palabras de Deleuze y presentando la memoria como necesidad de repetición. Ahora bien, la repetición para Deleuze no es repetición de lo mismo o de cualquier cosa que haya sido, sino más bien repetición de la diferencia. Por otra parte, para Deleuze la memoria en DR consiste, en primer lugar, en un memorándum del pensamiento pensado como intensidad que reside en una memoria no empírica, no concebida, sino como lo inmemorial fuera de la representación, como el ser pasado, pero al margen de lo empírico. También Deleuze presenta como memoria trascendental, cuando no se refiere al memorándum como parte del pensamiento intuitivo, una memoria del fundamento de la representación como ser del tiempo pasado, que surge como fundamento de la representación. Ya se vio la crítica de Deleuze a la representación, donde la memoria es fundamento de la representación como pasado. Por otra parte, en la conclusión de Badiou se comprende la identidad entre el pensamiento y el uno sin variedad, donde la filosofía es la única que es capaz de pensar la inmanencia. Esto supone pensar, entonces, que el sujeto como identidad del pensamiento y por medio de la filosofía es el único que puede pensar el ser y, en consecuencia, toma al filósofo como sujeto. El problema es que Badiou piensa que la identidad se halla en relación con un pliegue que identifica como sujeto deleuziano, un lo mismo (el ser es retorno de lo mismo) y no un concepto de identidad creadora, que ya Schelling presenta y que Heidegger se encarga de desarrollar205. Badiou extrae su conclusión por el análisis que desarrolla del pliegue, basándose en el <<personaje conceptual>> de Deleuze-Foucalt, cuando el concepto de pliegue es más amplio. De todas formas, es preciso hacer un análisis del F, donde se construye un concepto del pliegue referente a la subjetividad. Así, el concepto es mucho más amplio que el expuesto por Badiou. Es una parte del conocimiento intuitivo del ser y, en el caso de Badiou, es el pliegue con relación a un yo. 2.7 La subjetivación como pliegue en el Foucault En un principio, la subjetivación es la relación que consigo misma supone el afecto por sí o la fuerza plegada de que se hablaba antes. 205 Heidegger, M: Schelling y la libertad humana, pp. 93-96, Caracas: Monte Avila, 1985. El desarrollo del concepto de identidad de Schelling según Heidegger, supone un paso adelante de una nueva comprensión de la identidad. Así Heidegger dice que, según Schelling hay un malentendido entre lo que significa la identidad y la cópula del juicio. Ahora bien, según Heidegger, Schelling plantea con el <<es>> de la proposición una construcción del predicado. Según esto, en la forma A es A hay una copertenencia, y esto quiere decir que la identidad no es solo ser uno y lo mismo sino que existe una fundamentación del sujeto con el predicado. Schelling piensa que la identidad también es un ser uno y lo mismo, aunque este uno sea un todo que como algo, todo su contenido se dé en abstracto, y por así decirlo sería una identidad vacía, que en realidad sería indiferencia, que para Heidegger es la copertenencia que no puede ni busca ser tal. Heidegger plantea la opción de Schelling de una identidad donde el sujeto es predicado que funda la posibilidad de <<ser>> de P en una proposición donde S es P y es fundamento de P. En las reflexiones que realiza Heidegger sobre el concepto de identidad, arguye que Schelling explica una identidad del es, pero que no tiene que ser entendida como un ser uno y lo mismo por incompleta, sino como copertenencia de lo diverso en lo uno, y fundamento de su posibilidad. De esa forma, admite Heidegger que la identidad de Schelling es no una referencia al uno y a lo mismo, sino que es una unidad productiva que avanza hacia lo diverso, es decir, creadora. Lo uno es lo otro y lo otro es lo uno. Según Deleuze-Foucault la subjetivación se hace por plegamiento y son cuatro los pliegues de subjetivación. El primero es la parte material del nosotros o el cuerpo, y sus placeres para los griegos, o la carne y los deseos para los cristianos. El segundo es el pliegue de la relación de fuerzas. El tercero es el pliegue del saber o de la verdad. Y por último está el pliegue del afuera. Esta forma de subjetivación presenta una opción de diferencia y metamorfosis contra la subjetividad del poder y del saber individual, sujetando una identidad conocida y sabida. Si la subjetivación parte de los cuatro plegamientos, y en el primero, el cuerpo, no se trata de un retorno a un sujeto de placer. Con el segundo, el poder, la subjetividad se ha convertido en más individual, y el tercero, el saber, se ha hecho más individuado206. De ese modo, la resistencia a las formas de plegado del poder y del saber para la subjetividad, da lugar a que sobresalga en la nueva definición de la subjetividad el plegamiento del afuera. Ahora bien, parece que el proceso de plegamiento del afuera es histórico, porque ya aparece en los griegos. El plegamiento es una memoria del afuera, más allá de los diagramas de poder. La memoria permite que ocurra una relación de afecto por sí mismo o en relación consigo mismo. Por eso, el tiempo subjetivado es memoria. Pero hay que explicar que el tiempo, aunque pasado, es olvido del presente, y con ello Foucault 206 F, pág. 113. comprende un sentido de alejamiento de la intencionalidad de la fenomenología. Para Foucault, la intencionalidad retorna a un sentido de trascendencia de sujeto-objeto, que pretendía superar. Restaura un psicologismo de síntesis de la conciencia, tanto de la experiencia salvaje de Merleau-Ponty como del ser del mundo de Heidegger. La fenomenología no logra ver más allá de las cosas hacia las visibilidades inmanentes del ser luz, o más allá de los significantes que se dan en una conciencia hacia los enunciados de un ser lenguaje. Existe una producción del ser lenguaje y del ser luz, que es una no-relación entre ellos, aunque están vinculados por su producción. La relación retira la intencionalidad, entonces; el lenguaje es inseparable de la luz, ya que hablar y ver es saber. Todo es saber y es doble, es decir, no hay intencionalidad207. Para Foucault, Heidegger y Merleau-Ponty consideran que la superación de la intencionalidad se concibe en uno como la diferencia ontológica y en el otro como la torsión de la Carne. De esta forma, es una ontología donde aparece el ser del pliegue a favor de una fenomenología. Pero no es superada la intencionalidad, según Deleuze-Foucault, ya que prosigue su comprensión en un espacio euclidiano. El problema para Foucault es que la sustitución de la intencionalidad con lo abierto o lo visible no escinde un ser lenguaje o ser 207 F, pág. 116, visible del lenguaje y lo visto, que para Heidegger y Merleau-Ponty continúan la dependencia, en cierta forma intencional. Si el saber está constituido de dos formas, ser lenguaje y ser luz, es difícil entender para Deleuze-Foucault que exista una intencionalidad de un sujeto para un objeto, ya que no hay un objeto, como, por ejemplo, la locura, que sea mirado por una conciencia. Lo que hay es una historia de la locura que se enuncia y se ve de varias maneras en diversas épocas. El ser como saber es la primera figura del ser que se expresa con dos formas: hablar y ver. No es el entredós de Heidegger ni el quiasma o la reversibilidad de MerleauPonty como expresión del pliegue, sino que para Foucault ocurre un entrecruzamiento de lo visible y lo enunciable como sustitución de la intencionalidad208. Como segunda figura del ser, se explica el ser poder, que se halla en contraposición al ser saber. Las relaciones del ser poder se reflejan sobre las dos formas del ser saber, lo visible y lo enunciable. Si el ser saber se presenta en forma de exterioridad, con el ser poder las relaciones introducen un afuera informe de fuerzas cambiantes. Pero, según Deleuze, tampoco la segunda figura es constituyente del pliegue. La tercera figura del ser es la fuerza donde se hace el pliegue que viene del afuera, que aparece cuando ya hay un entrecruzamiento entre las formas del enunciado y la visibilidad. Por eso, ya no se produce ninguna 208 F, pág. 120. situación de poder ni de saber sino de sí mismo. El sí mismo se determina por la subjetivación, proceso de plegamiento del afuera. De esa forma, para Deleuze-Foucault pensar es plegar, y esto lo considera como una interioridad del afuera doblado en un adentro. El Sí mismo para Foucault es un doblado de lo que está afuera. El Sí mismo de Foucault es un Sí mismo individuante lo que supone que el cuidado de sí, sea el cuidado de uno mismo. Hay que considerar que tanto Deleuze como Foucault coinciden en mantener alejado al cuerpo individuado de esta definición o plegado. De todas formas, para Deleuze es una parte del pliegue, concebido como el afuera en un adentro. A pesar de todo, el adentro-afuera concebido como un plegar-desplegar, si fuera una subjetivación individuada, sería difícil deslindarlo de una intencionalidad y más si se concibe el pensamiento intuitivo dentro de esa situación, que deriva de la intuición como empirismo trascendental. Pero el pensamiento intuitivo cuando se refiere a un plegar-desplegar, está lejos de comprender una subjetivación ni nada parecido a una intencionalidad. Presupone una adecuación entre el pliegue y el despliegue, una vez entendida dentro del campo de la síntesis pasiva de un yo fallido o de una idea adecuada virtual que perciba su actualidad como despliegue. El despliegue es lo que continúa entre pliegue y pliegue, explicará Deleuze más adelante209. 209 LP, pág.14. 2.8 Los pliegues del alma En LP, Deleuze desarrolla el pliegue con respecto a la materia y con respecto al alma. Ahora exponemos el pliegue del alma, ya que es una parte del conocimiento intuitivo del yo, del cual Deleuze habla cuando se refiere al Barroco y Leibniz. Para Deleuze la inflexión es el elemento genético del pliegue. Es una singularidad, un acontecimiento, una virtualidad, un punto de inflexión que pertenece al continuo. Este elemento del pliegue es un primer tipo de singularidad en la extensión. La segunda singularidad es el punto de vista, que se constituye mediante envolturas con relaciones invisibles de distancia en el espacio. El punto de vista se presenta cuando, desde la inflexión de la curvatura, se realizan unas tangentes centradas en un punto, que representan la variación. De esa forma, dice Deleuze que será sujeto lo que se instala en el punto de vista, lo sujetado. Así, el sujeto capta la variación, gracias al punto de vista, que no cambia a pesar de alojarse en él210. Para Deleuze, explicando a Leibniz, el continuo está hecho de distancias entre puntos de vista. De ese modo, la extensión es el atributo del espacio “comme order des distances entre points de vue, qui rend cette répétition possible”211. Por eso, el punto de vista es el centro de una figura, como el de una cónica, donde se convierte en la capacidad de ordenar el 210 LP, pág. 27. 211 LP, pág. 28. <<como orden de las distancias entre puntos de vista que hace posible esta repetición>> caos, como si la perspectiva relativa a cada variación fuera manifestación de lo verdadero. De esta forma, la inflexión de la curva, desde la perspectiva relativa del punto de vista, se transforma en inclusión. Se intuye que existe una envoltura del pliegue, un pliegue que encierra a otro pliegue, con lo que la inclusión es causa final del pliegue. Lo plegado es lo que se halla incluido como algo virtual, que solo existe en una envoltura. Con esto, la explicación de Deleuze sobre Leibniz constituye una situación, donde la inclusión conlleva a la clausura, a la mónada y al sujeto. Leibniz razona que en la mónada no hay ventanas, ya que el punto de vista no es condición suficiente para que las haya. Así, expresa Deleuze, lo que se instala por inclusión no es el punto de vista sino un alma, un sujeto. El alma desde su punto de vista contiene la inflexión, que es una virtualidad. Así, Deleuze considera que para Leibniz la inflexión es el pliegue, y el sujeto es lo que contiene este pliegue o los muchos pliegues que, como ideas o virtualidades, son las ideas innatas. Es como un pase de lo virtual de la inflexión a lo actual de la inclusión, cuya causa final es el sujeto que lo envuelve. Los pliegues están en el alma, como hábitos, comportamientos, ideas innatas212. Ahora bien, como punto metafísico que es el alma o el sujeto, para Leibniz el uno es el que contiene todos los pliegues de lo múltiple. Es una idea que extrae de los neoplatónicos, la mónada, que envuelve lo 212 LP, pág. 31. múltiple y se despliega en su desarrollo. Pero para Leibniz la mónada es una unidad, no un universal neoplatónico: una unidad individual evolvente, irreductible, cuya armonía se constituye por el acorde, armonía entre todos los puntos de vista singulares213. Por el principio del acorde todas las mónadas son exteriores a un mundo que envuelven, pero al ser este anterior a ellas son producciones de el. De esta forma, lo actual es el mundo contenido en las mónadas, a la vez que lo virtual es la referencia de ese mundo actualizado por las mónadas. Esta la superación de la intencionalidad, que Heidegger la explica en un Dasein que se halla siempre abierto en el mundo sin ventanas, ya que por ser-en-el-mundo todo es accesible a la mónada, ignorando la fórmula leibniziana de clausura por inclusión de esta. Según Deleuze, la torsión en la que el mundo se encuentra por el sujeto y lo que el sujeto es para el mundo, constituyen el pliegue del mundo y del alma. Por eso, el alma es expresión del mundo actual, y el mundo es expresado por el alma virtual214. El sentido de la superación de la intencionalidad se encuentra en la fórmula de ausencia de ventanas, donde nada puede entrar ni salir de las mónadas. Entonces existe un <<fondo sombrío>> donde se extrae todo, ya que nada procede de fuera ni va hacia fuera. Se trata de una autonomía de lo interior sin necesidad de un exterior, que Deleuze presenta como el nivel 213 Sobre lo que significa el acorde para Leibniz ver <<El acorde como acontecimiento>>. En este sentido se refiere Deleuze a una prehensión como contigüidad de lo contiguo, de algo psíquico para el acontecimiento. El acontecimiento es un nexo de prehensiones y es un acorde. 214 LP, pág. 36.. superior de una distinción entre dos pisos para explicar la armonía preestablecida. El piso superior presenta la interioridad, del alma o del sujeto, mientras que la exterioridad se muestra en el piso de abajo. Es la fachada de una materia que se repliega, que se agujerea para la receptividad. Es el cuerpo como exigencia moral, como segunda naturaleza, que explica Deleuze con relación al pliegue. En primer lugar, el piso de abajo, que representa los repliegues de la materia y se organiza según sus órganos plegados, se encuentra más o menos desarrollado. En segundo lugar, los pliegues del alma, como multiplicidad plegada son de muchas maneras215. Así, lo interior, que corresponde al piso de arriba, y lo exterior, que corresponde al piso de abajo, remiten al pliegue: son pliegues del alma y repliegues de la materia. Entonces, dice Deleuze que, en realidad, esto constituye el pliegue ideal de Heidegger, el Zwiefalt, <<pliegue que diferencia y se diferencia>>. Para Deleuze, el pliegue de Heidegger apela a una diferencia que se repliega y despliega como presencia y retirada del ente. Así, la escisión de lo de arriba y abajo es una duplicidad del pliegue, que reproduce los dos lados216. Con esto, la desubjetivación final que presenta el pensamiento de Deleuze, expresa en QCP el punto de inflexión, el pliegue, donde el cerebro se vuelve sujeto, no como hombre sino como algo que se llena del mundo 215 216 LP, pág . 5. LP, pág. 42. en el sujeto y desarrolla el mundo. Ya se habló de esto como la doble vertiente de prehensión del sujeto-mundo como superjeto y Deleuze lo ve como el acontecimiento pensamiento-cerebro. Así, dirá que el cerebro se vuelve espíritu mismo. Se llega a ver que para Deleuze, en QCP, el pensamiento-cerebro es el pliegue como ser y toda su ontología final, donde los conceptos de la filosofía, los perceptos del arte y las funciones de la ciencia son los pliegues del ser. 3- El ser unívoco en el conocimiento intuitivo El concepto del ser unívoco de Deleuze surge en DR como una oposición ontológica al pensamiento equívoco análogo, propio de Aristóteles y de la escolástica. El carácter distributivo del ser análogo es representado como un territorio de medidas, cercado con límites. El ser unívoco es un territorio nomádico que no se halla distribuido y no se limita, sino que se relaciona. Entonces, la crítica de Deleuze a la analogía y la base de la univocidad se refleja en la limitación, condensándose en la representación de la forma como límite. Por tanto, hay ser análogo y partición por la forma, y ser unívoco y relación de intensidades y diferencias. Ahora bien, en realidad Deleuze olvida que Aristóteles no concibe el límite solo como partición de la forma y, en todo caso, la limitación de la forma, si empieza visualmente, es porque ya se encuentra contenida en ella. El problema es que Deleuze presenta el límite desde la interpretación objetiva de la representación, mientras que en Aristóteles el límite es acción, despliegue. Por eso, es preciso reinterpretar lo análogo y lo unívoco en Aristóteles, ya que relaciona el ente y el ser con lo no homónimo. De esa manera, para aclarar el concepto de lo unívoco del ser, hay que reflejar claramente la univocidad en Aristóteles desde una perspectiva menos analógica del ser. 3.1 El ser unívoco en Différence et répétition En DR, Deleuze explica su sentir de una sola manera el ser, como ser unívoco. Así, para Deleuze hay solo una ontología, que es la de Duns Escoto, como única voz del ser, en el sentido abstracto del ser neutro. Pero el sentido de la univocidad es que se percibe así en todas las diferencias individuantes, cuyo sentido es el mismo para todas. Aunque sea el sentido único, los modos de expresar el ser en sus modalidades son diferentes. Así, el ser es el mismo para todos, pero los modos e intensidades, las diferencias individuantes, no son iguales. Entonces, las diferencias contienen distintas esencias, haecceidades, refiriendose a una sola esencia sin variarla, que es la esencia del ser unívoco, lo que supone un solo sentido. Por eso, Deleuze comprende lo designado, que es numéricamente distinto, como una distinción numérica, pero perteneciente a un solo sentido, que es217. Ahora bien, a pesar de contener solo un sentido, Deleuze entiende que el ser unívoco convoca una jerarquía de los modos y de los factores individuantes. La jerarquía se constituye en los modos de relación con el límite, es decir, por su potencia de actuar, de desplegar (deploie toute sa puissance)218. La jerarquía supone la capacidad que posee una cosa de poder superar su límite, para llegar con su potencia hasta donde se pueda 217 218 DR, pág. 55. <<desplegar toda su potencia>>. Ver n. 97. llegarlo. En este sentido, el límite como pe’raç se comprende como despliegue del pliegue, lo que despliega la potencia. Por eso, para Deleuze, la hybris ya no es condenable porque considera lo diferente como igual, desde el sentido único del ser que despliega, saltando los límites de las diferencias, ya que nunca hay separación del sentido en el despliegue. Con esto, para Deleuze el ser es igual y hay solo una jerarquía ontológica. Lo diferente se basa en el ser igual no mediado para todas las cosas, pero fundadas desigualmente. No por eso la univocidad del ser no atribuye más que una igualdad, donde las cosas, en una proximidad absoluta, no son más que partícipes por igual del ser unívoco. Para Badiou, es paradójico que Deleuze, identificado como filósofo con base neitzschiana, considere que su pensamiento es un pensamiento aristocrático. En Nietzsche, la vida, como el ser, no puede ser evaluable; para Deleuze, las cosas son desiguales en el ser igual. Por otra parte, llegan a desplegarse conforme a su capacidad de actuar, hasta donde les permita su límite, considerando las cosas jerárquicamente, conforme a su potencia. Ahora bien, el problema de la jerarquía no supone que las cosas sean diferentes por su ser más o menos, ya que este es un carácter del juicio analógico, sino porque hay una jerarquía ontológica que las unifica, el ser unívoco, que, con su fuerza, es capaz de unir a todas las diferencias en anarquía coronada. Por eso, para Deleuze, siendo el ser igual para todas las cosas y siendo estas diferentes, y fundadas de diferente forma, no admite ningún trascendente que corone sino lo ontológicamente igual a lo anárquico diferente. Deleuze dice que el ser unívoco es distribución nomádica y anarquía coronada. Sobre la anarquía coronada ya se ha hablado, así como también se esbozó el sentido de lo que supone una distribución nomádica en relación con el pensamiento acategorial. Como distribución en el ser analógico prevalecía el logos, donde el juicio con sus cualidades del sentido común expresaba un tipo de distribución limitada en determinaciones fijas, en territorios de representación limitada. En el ser unívoco, la distribución es nomádica, es decir, no hay representaciones determinadas por propiedades, cierres o medidas. Es un reparto de un espacio sin límites donde nada pertenece a nadie. Las cosas se despliegan en este espacio ilimitado de ser unívoco de pliegue. Las cosas se reparten en el ser unívoco del uno-todo219. Ahora bien, si el ser es unívoco en sí mismo, Deleuze se pregunta si es posible que los factores individuantes, los modos, sean desde algún punto de vista análogos. La pregunta es que si hay un estado metafísico de univocidad en el ser, si es posible un estado físico de analogía, ya que puede que la univocidad reconozca un estado analógico de los modos existentes. La contestación de Deleuze es que la analogía o el ser analógico no procede de un ser común para género y especie, ya que esto mismo 219 DR, pág. 54. desnaturaliza la tesis de ser de lo particular y específico. Deleuze dice que lo análogo es por mediación del concepto general, al contrario que lo unívoco, que es común a todos los existentes. El ser análogo busca principios de individuación en la materia o en la forma de individuos específicos ya constituidos, mientras que, por el contrario, el ser unívoco constituye los modos existentes en su desplegar intensivo bajo diferentes formas y funciones. Por tanto, Deleuze explica que la individuación precede a la forma, a la materia, a la especie, y a cualquier individuo constituido analógicamente220. Así, desde este punto de vista, es conveniente entender qué es el ser análogo y su relación con la univocidad. 3.2 El problema de lo análogo en Deleuze En un principio, tanto Platón como Aristóteles usaron el término <<análogo>> para expresar un sentido de proporción y de igualdad de relaciones. En Platón, el término constituye una situación de conocimiento entre la inteligencia, la creencia y la conjetura, con respecto a sus relaciones. En Aristóteles, la exposición del tema es una relación de elementos entre sí, de tal forma las cosas se relacionan con los principios. 220 El sentido de la individuación de los modos en Deleuze se explicó en el apartado sobre la <<Intensidad>>. Con respecto a los yos y lo individuante se habló en el apartado << El yo y el Moi específicos. Lo individuante. Centros de envolvimiento.>>. Es una manera simple de exponer el tema, pero se pretende explicar de una manera simple lo que se entiende por ser análogo. En este sentido, Deleuze expone que lo análogo, la analogía, es la equivocidad del ser particular221. Hablar de equivocidad del ser no es hablar de equivocidad de los accidentes y sí de analogía del ser. Con esto, el sentido del ser ya no es unívoco, sino que es múltiple y particular; no es común, sino que se refiere a un género en relación con sus especies. Según Deleuze, el concepto de ser no es colectivo sino distributivo (nómada) y jerárquico (anarquía coronada), pero como caracterización de sus expresiones. Para Deleuze, el ser unívoco es neutro, es decir, en sí mismo es indeterminado, sin contener una oposición de elementos definidos. De esa forma, el papel que presentan los caracteres del ser, tanto distributivos como jerárquicos, se mantienen en una concepción del ser donde la especie unívoca se refiere equívocamente al género, es decir, como en el ser análogo, pero de forma completamente diferente entre ser análogo y ser unívoco. En el ser análogo, la distribución es analogía de proporción, mientras que la jerarquía es analogía de proporcionalidad. En este sentido, para Deleuze lo distributivo análogo es un reparto definido por limites bien determinados y lo jerárquico se halla con relación a su lejanía o acercamiento al ser, es decir, es una ontología determinada jerárquicamente conforme a proximidades. Todo es más ser si se ubica cerca del principio 221 DR, pág. 50. supremo que lo origina. Son las reglas del pensamiento por analogía las que determinan los caracteres del ser análogo, y su principal instancia es el juicio por analogía. Precisamente las dos funciones esenciales del juicio corresponden a los mismos caracteres del ser: a la distribución y la jerarquización. Uno de los aspectos, la distribución, atañe al reparto del concepto y el sentido común. A la jerarquización pertenece la medición de los sujetos y el buen sentido. Ahora bien, en la analogía del juicio persiste la identidad del concepto, es decir, que lo análogo con respecto al juicio por analogía es la identidad del concepto. A lo análogo no corresponde comprender la diferencia entendida ontológicamente como propia, como equivocidad accidental de lo múltiple, como haecceidad, aunque hay que ver si esta haecceidad, en último término, es unívoca en sí misma y unívoca con relación al ser. La diferencia de todo lo múltiple es equívoca como diferencia y unívoca en sí misma, para Deleuze, pero siempre con un sentido ontológico unívoco. En realidad, el ser análogo aparece como una comprensión de la diferencia en relación con lo genérico y lo específico, que se vincula con la representación. Así, siendo las diferencias especificas de carácter unívoco en relación analógica con las diferencias genéricas, es imposible comprender un ser común precisamente por la equivocidad de los géneros222. 222 DR, pág. 51. Ahora bien, parece que esta exposición del ser análogo no es propia de Aristóteles, a pesar de comprender la analogía como proporción e igualdad en sentido matemático, pero no en sentido ontológico. Es el concepto de diferencia específica en relación con la diferencia genérica lo que hace que se desarrolle el ser análogo, ya que Deleuze no parece indicar que el ser de Aristóteles sea análogo. Así, dice Deleuze que Aristóteles no habla de analogía en relación con el ser, sino en una relación con las categorías a través del pròç e6n. Aparte de su <<relación con>> en las categorías también hay un sentido de continuidad que Aristóteles expresa como e1fexh<ç. Para Deleuze, los pròç e6n lo son por relación con un término por sentido común, que no es un género ya que este es colectivo y no es distributivo, lo cual haría de esa relación una analogía de proporcionalidad. La analogía de proporcionalidad no es entendida según Deleuze solo desde el punto de vista de la matemática, sino que constituye una relación de interioridad de la cual da cuenta la escolástica, en la que cada categoría se relaciona con su ser. Así, el carácter distributivo del ser es descrito por Aristóteles por las diaire’siç, como reparto, pero donde las categorías se refieren siempre a una sustancia primera. Los próç e6n se refieren al sentido primero que es la sustancia223. Por eso también la 223 Aubenque: op.cit., pág. 191. Según Aubenque, la pretendida analogía del ser en Aristóteles no es tal, precisamente por el significado de los pro1ç e5n . No es unívoco ni equívoco accidental sino en relación con un término único. La situación de una relación con un término único es una especie de univocidad, pero univocidad objetiva, que relaciona las cosas con ese término como fundamento y naturaleza única. Este fundamento es la ou1sía, por la cual toda significación no sería, ya que es ella la que mantiene a escolástica ve en la idea de los e6fexh<ç una idea de jerarquía que implica una analogía de proporción. Así, Deleuze explica que el ser actual es analogía de proporcionalidad por su carácter distributivo, y especula con una analogía de proporción, que se podría presentar en el ser virtualmente224. Parece que Deleuze confiere a Aristóteles un sentido común al ser en la sustancia primera, manteniendo un carácter unívoco. Más bien es el carácter distributivo del ser, por su forma de reparto limitado en la diferencia específica, lo que otorga su carácter análogo, propio de la escolástica225. Por eso, convendría explicar el significado de lo unívoco para Aristóteles y si esa univocidad se limita en principio a las cosas o si se todas las significaciones en una relación de interioridad. Esta relación de interioridad, de presencia es el pro1ç, relación a la esencia. Ahora bien, no es la esencia el ser sino que en las cosas, las categorías se relacionan directamente con el ser por relación a la esencia. El problema surge porque los pro1ç e5n legómenon, que son la relación con lo que significa, parece que es una univocidad que se expresa en la relación del pro1ç e5n. Entonces, para Aubenque, el discurso de la doctrina aristotélica del pro1ç e5n presenta una situación en que, no siendo una homonimia accidental (homonimia, explica siempre él, ya que la equivocidad y la univocidad son un término escolástico) y siendo imposible eliminar una concepción del ser equívoco por inevitable, entonces presenta como pregunta al discurso del ser, qué es la ontología, si la solución no sería <<la radical homonimia del ser>> 224 DR, pág. 50. 225 La analogía es un término que, como se ha dicho, fue usado por Platón y Aristóteles pero en sentido matemático de igualdad de relaciones, en el sentido de proporción. Para Platón era una cuestión de relación de conocimientos de entre los cuatro que él destacaba, ciencia y dianoia, conjetura y creencia. En Aristóteles, tó a1nálogon aparece como una igualdad de las cosas en acto con respecto a la analogía, a1nalogía, ya que entre ellas no son iguales. Entonces, para Aristóteles los elementos y principios de las cosas no son los mismos, sino que son análogos por el sentido de que son iguales las relaciones que tienen entre sí. Ahora bien, es más bien en la escolástica donde el término adquiere una connotación ontológica. Para Santo Tomás, Dios es el ser necesario, idéntico por su esencia, mientras que las criaturas son el ser separable de su esencia y por lo tanto creado. Así, el ser en sus dos significados es análogo en cuanto a que estos son iguales, pero de proporciones diferentes. De esta forma, el ser de Dios es por él mismo, mientras que el ser de las criaturas es por participación. Estas son similares a Dios, pero Dios no es similar a ellas. Lo que supone esta relación es la analogía. Con respecto a la analogía está la analogía de proporción, a1nalogía,que es respecto a un término que se dice del ser necesario o del ser por participación. Por ejemplo, el término sabio que se dice de los dos implica diferentes significados, una jerarquía de proporción, que según Deleuze es un concepto distributivo serial que se refiere a otro término principal, formal, eminentemente, y en un grado menor a otros. Por otra parte, la analogía de proporcionalidad, a1nálogon, se refiere a la relación de significado entre el ser y las criaturas, que en realidad no es una igualdad, sino una relación de interioridad. aplica al ser a pesar de que la interpretación de Deleuze sobre Aristóteles le confiere un ser analógico por la representación (ya hemos dicho que Deleuze posiblemente basándose en Aubenque, no ve del todo un ser análogo en Aristóteles y sí una representación analógica). El análisis de esta situación da otro sentido al pensamiento aristotélico, apartándose de su equivocidad, de su analogía, para interpretar el ser desde la univocidad. 3.3 Sobre la univocidad en Aristóteles En un principio, en Aristóteles se ha llamado unívoco a lo que es sinónimo, como referencia a las cosas que contienen el mismo nombre226. Manifiesta que son sinónimas las cosas que comparten el nombre y la definición del nombre. Así, animal es sinónimo de hombre y buey, ya que en su definición tanto uno como otro es un animal, y por su nombre común se les denomina <<animal>>. Por otra parte, en Aristóteles se ha llamado equívoco a lo homónimo, es decir, a las cosas que contienen el mismo nombre común pero difieren en la definición. Por ejemplo, animal como hombre o como una pintura o un grabado. En un caso es el hombre que vive, en el otro es una imitación. Con relación al ser, por el nombre se comparte con muchas 226 Cat. 1, 5. cosas, por ejemplo, por su modo de ser, ser por accidente o ser por esencia. Ahora bien, en cuanto al ente, hay muchas maneras de expresarlo, conteniendo el nombre común de ente pero no la misma definición227. Aparece el problema del significado de ser y de si ese ser es lo mismo que el ente o de si el ser de las categorías, ser por accidente, que da lugar a una multiplicidad del ser, es equívoco. Se trata de ver si existe una univocidad del ser en Aristóteles, o por el contrario el ser es equívoco, o si se identifican ser y ente, o si el ente contiene entonces un doble significado como explicará Heidegger. Una primera lectura del libro cuarto de la Metafísica en 1003 a 30, 2 dice que <<el ente se dice de muchas maneras ( to1 de1 o6n légetai me1n pollacw8ç) aunque en relación (pròç e7n) a una sola cosa y a una naturaleza única (mi’an tina1 fu’sin) y por lo tanto no equívocamente (ou1c o2mwnúmwç)>>. Continúa diciendo que el ente se dice de varios modos, pero en orden a un principio, ya que lo que se dice que es una afección de la sustancia, o el ente que es sustancia, o lo que es cualidad de la sustancia, parece remitir a algo que es primero, en este caso la sustancia228. Aristóteles afirma que si el ente y el uno es lo mismo (to1 o6n kai1 to1 e6n tau1tòn) no se expresan por un solo enunciado. A pesar de todo, comprende que es posible expresar al uno y al ente inseparables, si en 227 228 Cat. 1,1. Met. 1003b 15. un enunciado que se refiera al hombre puede ser uno y ente a la vez, ya que es hombre o es un hombre o es un hombre que es; es decir: hay univocidad en la especie que consiente distinción numérica. Por esto, Aristóteles indica la univocidad del ente, y más cuando la crítica a la equivocidad de los sofistas, tan bien descrita por Aubenque, apunta de un modo semejante. Entonces se considera que lo equívoco da lugar a múltiples significaciones del nombre, con lo cual si Sócrates es un hombre implicaría que Sócrates es hombre y no-hombre. Ahora bien, no sucedería esto porque hombre, en este caso, correspondería a un atributo de Sócrates, y ya no su esencia, univocidad y distinción numérica, que pertenecen a Sócrates y en su definición consta el atributo hombre. En la equivocidad <<hombre>> contiene varias significaciones de carácter atributivo y solo una para la esencia, ya que ser <<hombre>> es necesario que esto sea conforme a su definición. Si de una cosa se dice que es necesaria es por no poder no ser, con lo cual en la esencia solo cabe la necesidad, que significa que una misma cosa no puede ser hombre y no-hombre al mismo tiempo por su esencia229. Aparece en Metafísica 1007ª 30 una crítica a la equivocidad universal en cuanto a que si todas las cosas fueran accidente no habría ni un ser primero al cual tuvieran referencia, del que fueran predicados con algún sujeto. El accidente es de un sujeto y, por lo tanto, de algo que sea 229 Met. 1006b 30. sustancia y no de otro accidente. La afirmación acepta la univocidad de la esencia que pertenece a la cosa, al ente, del cual se define su esencia. Por eso, sostiene que la cosa se apoya en sus accidentes, oponiéndose en cuanto a que son contenidos en él. Así el hombre y el no-hombre, o el ente y el noente, corresponderían a una misma cosa, lo cual sería absurdo si cada cosa contuviera lo contrario. Entonces, sucede una incompatibilidad de esencias en lo que representa la significación de la esencia en su unidad, en el sentido de que esta esencia es la de un sujeto230. Con respecto a esto, Aubenque explica la similitud de la presentación de la tesis de que <<todo es accidente>> que es lo mismo que decir que <<todo es uno>>. Para Aubenque declarar que no hay esencias es manifestar que solo hay una esencia231. Así señala que una infinidad tal de accidentes posibles es imposible, y ni siquiera es factible. En realidad, si es así la equivocidad de los accidentes, eso conlleva la univocidad de la esencia y, por lo tanto, del ser. Según Aubenque, a esto se reduce la crítica de Aristóteles: a la univocidad del ser y la equivocidad de los accidentes. Ahora bien, hasta ahora la univocidad de Aristóteles se refiere a la significación en la necesidad ontológica de que sea esencia y no sea noesencia. Todavía no está claro si la univocidad alude tan solo a la sustancia particular en cuanto a que es numérica la distinción de la misma esencia. Sobre lo particular y lo diferente, es imposible conocerse o demostrarse por 230 231 Met. 1006b 13. Aubenque P. :op- cit., pág. 134. definición de la sustancia o por lo propio que es la cosa sensible, singular. Así, la referencia a la univocidad de la sustancia se concreta en la especie, que no es un universal ontológico entendido en sentido platónico. Hay que comprender qué significa la sustancia y si esta pertenece al particular. Si no es conocida por no ser demostrada por definición, dará lugar a un fondo oscuro que expresa la esencia, pero no al ser al que incumbe la base de la sustancia. En referencia a esto, Aubenque se pregunta si los accidentes de los que forma parte la equivocidad, solución que impone Aristóteles ante la imposibilidad de soltarse del discurso ontológico atributivo de la palabra ser, no cobra entonces una estructura de manifestar al ser en un solo sentido. Si un único sentido del ser le confiere la univocidad, Aubenque se sigue preguntando, entonces, si el mundo sería uno sin movimiento, donde las esencias se encuentren cerradas en sí mismas y sea imposible de expresar incluso la multiplicidad de esencias232. De todas formas, puede que el ser en Aristóteles sea más hermético de lo que parece, si la relación que hay entre esencia, sustancia y ser confiere un valor semántico más allá del expresado por Aubenque, con lo cual el problema de la univocidad de Aristóteles se halla más bien en analizar el verdadero significado del ser. 232 Ibíd. pág. 139. 3.4 El ser y el ente en Aristóteles En el libro V de la Metafísica en 1017a 10 Aristóteles describe el ente uno por accidente (sumbebhkòç) y otro por sí mismo kaq 1au2tò. Se puede hablar de ente por accidente, cuando se presenta en la cosa o porque el accidente de una cosa existe, cuando se predica de otra cosa o porque los entes-accidentales tienen su propio significado por accidente y se pueden dar en una misma cosa. Así, dice Aristóteles que cuando se presentan dos atributos como músico y hombre, ambos son atributos de una misma proposición, en cuanto que pueden ser formados como <<el músico es hombre>> o <<el hombre es músico>>, ya que tanto lo uno como lo otro son accidentes de la misma cosa233. Incluso el accidente se muestra cuando es un contrario; por ejemplo, en el caso de lo que no es blanco, es accidente de algo que es. Aristóteles continúa diciendo que el ser, tò ei1=nai, es por sí mismo y a este pertenecen todas las figuras de la predicación en tanto que indican algo que es o es cualidad o cantidad, relación, acción, lugar, tiempo, significando el ser lo mismo en cada uno de estas categorías. Así, 233 Met. 1017ª15. Para Heidegger se ha olvidado el sentido de la coseidad de la cosa, o lo que es lo mismo, el ser del ente. La pregunta por el ente es la coseidad de la cosa, y esta se expresa de tres maneras: como sujeto, como accidente y como representación. Esta es la manera en que ahora se interpreta la cosa, ya que el núcleo o lo que los griegos llamaban el u2pokeímenon es la parte del ente que es ser, cuyo sentido está olvidado. Se ha visto en la cosa el mero presenciar, el aspecto, pero no la cosa en cuanto cosa o lo que el ser expresa en ella. De todas formas, la cosa comprende una materia y una forma que responden por medio de su aspecto. Con esto la cosa se acerca al ente, comprendido como sustancia en el sentido de que está compuesta de materia y forma como figura. también se refieren a lo que se dice del ser cuando afirma que algo es verdadero, por lo que ser, tò ei1=nai , y es, tò e6stin, significan verdad, y no ser, mh1 ei1=nai, es lo falso. Por eso, <<Sócrates es músico>> es un juicio verdadero y por lo tanto es ser en cuanto que es verdad. Pero la proposición <<la diagonal no es conmensurable>>, es un juicio falso y por lo tanto es no ser234. Siguiendo con la explicación del ser en Aristóteles, dice que el ser y el ente a veces significan todo lo anterior cuando se refieren a la potencia (dunámei) y lo mismo cuando se halla en entelequia (e1ntelecíj) o acto terminado. Es decir, que para el que es posible ver o ya ve, supone tanto la potencia como la entelequia, así como el que está en reposo o tiene la capacidad de reposar235. El asunto es ver la diferencia del ser y del ente en cuanto a su significado. Así, en Aristóteles aparecen dos palabras para designar el ser y el ente que contienen diferente significado. En principio, tò o6n, se traduce unas veces por ser, otras por ente, pero para Heidegger no es lo mismo tò o5n, que, tò ei1=nai . Es decir, para el ente se aplica tò o6n, que posee dos significados. Su primer significado corresponde al de entidad que se compara con la ou1sía. Se entiende como entidad una cosa que es en sí misma y en particular Heidegger coloca el ejemplo de la tiza como masa 234 235 Met. 1017ª 30. Met. 1017 b 1-5. blanda y blancuzca. En un segundo significado de tò o6n, pertenece a la idea de que el ente sea un ente y no un no-ente, es decir, aquello que en el ente constituye el ser236. Entonces, en una primera significación del ente, tò o6n es algo más concreto que el ser. El segundo significado del ente es el ser, que Heidegger comprende como tò ei1=nai. El ser comprendido como tò ei1=nai es algo más abstracto y parece el fondo oscuro del ente por su significado. Dice Heidegger que al hablar del ser anteponiendo al infinitivo el artículo <<el>>, la palabra ser cambia la forma, del infinitivo abstracto a un sustantivo, tò ei1=nai. Con esta situación, lo que parece un vacío se solidifica como si fuera un objeto consistente y la palabra substantivada del ser se consolida, apartando la vacuidad, nombrando algo indeterminado. Así, cuando se habla del ser como nombre, se comprende como algo determinado, pero a la vez es indeterminado en su significado; es ser que ocupa a todos los entes y se muestra común a todos ellos, pero es una oscuridad. Bajo estos dos significados Aristóteles empieza en 1017ª 7 con tò o6n para describir al ente como ente por accidente y ente de por sí (tò o6n légetai tò mèn katà sumbebhkòç tò dè kaq 1au2tó). Hay que decir, según la interpretación de Heidegger con respecto al ente, que los dos primeros significados del ente serían por accidente y por sí mismo. 236 Heidegger M.: Introducción a la metafísicapág 34, Barcelona: Gedisa, 1993. Ahora bien, si el ente por accidente es descrito como, tò o6n , algo más concreto, cuando se refiere al ser por sí mismo dice, kaq 1au2tà dè ei1=nai , es decir, es el ser como algo más abstracto. El accidente aparece directamente sobre el ente, determinándolo, mientras que las figuras de la predicación enumeradas son indeterminadas. Por otra parte, la primera figura de la predicación se traduce habitualmente como quididad237 o sustancia cuando se refiere a ti’ e1sti’. La interpretación de Heidegger con respecto a ti’ e1sti’ es no solo algo concreto, sino que pertenece a lo que es en el sentido determinado del término, que por ser es; es decir, algo que permanece en todas partes como lleno de es. De esa forma, dice Heidegger que el infinitivo ser es comprendido con referencia a la tercera persona del indicativo, del es con una multiplicidad de significados que recuerdan a las categorías cuando explica que todas las cosas que se acompañan del es se interpretan como proceder de, tener lugar, consistir, estar destinado a, realmente presente, etc.238. Con ese doble sentido, parece claro que el ser en Aristóteles es unívoco, y el ente también, en cuanto que su esencia es necesaria. Entonces 237 Aubenque P.; op. cit., pág. 451. Aubenque explica la quididad de Aristóteles como ti’ h=1 ei=2nai con referencia a los Analíticos Posteriores que la definen como <<lo que hay de propio entre los elementos del ti’ e1stì>>. En realidad, quiere expresar con lo propio que no es ni general, ni material por accidental, con lo que la cosa, al ser por sí, aparta el accidente. De este modo, el problema se plantea si la quididad es igual a su esencia universal o es diferente en cada cosa, asunto que explicará Aristóteles en el capítulo 4 y 5 del libro Z de la Metafísica.. Aubenque hace una crítica a Ross sobre la quididad que desarrolla explicando que esta es quididad de lo singular, pero cuando esta es compuesta, los seres, las cosas no coinciden con su quididad. No hay definición de los seres compuestos, pero tampoco se puede conocer la esencia propia de cada cosa si no es como un universal ontológico. Por eso, la esencia compuesta de una cosa singular no se puede conocer (Met. 1039 b 29, 34). En realidad, en este punto Aristóteles habla de ou1siw=n tw=n ai1sqhtw=n como sustancias sensibles singulares que no se pueden definir ni demostrar. No se ve claro que sea lo mismo el ti’ h=2n e5kaston ei=2nai que el ou1siw=n tw=n ai1sqhtw=n . 238 Heidegger M.: op cit., pág. 88. el ser es, por un lado, el fondo oscuro indeterminado de donde surge todo ente y, por otro, el ente concreto como manifestación determinada del ser. Ahora bien, si este aspecto se explica dentro de la univocidad, no es la misma consideración la de Severino con respecto al ser de Aristóteles. Severino se apoya en un texto De la interpretación, de Aristóteles para considerar que el ser es una positividad que desaparece, y en consecuencia se transforma en no ser. Así, el pensamiento del ser de Aristóteles pierde la necesidad de la univocidad para llegar a ser un pensar alienado. En realidad, es el ser de lo verdadero referente a la proposición, y el falso como no ser que se explica en 1017ª 30. El ejemplo que expone es que cuando <<Sócrates es músico>> significa que es verdadero, igual que <<Sócrates es no blanco>> es verdadero, pero cuando <<la diagonal no es conmensurable>> es falso, es decir, no ser. De esta forma, Severino se refiere a un texto De la interpretación que traduce con el mismo sentido que Heidegger en relación con el ente tò o6n . Así, Severino lo traduce <<cuando lo que es necesario que sea y cuando lo que no es no es necesario que no sea. Sin embargo, no es necesario que todo lo que es sea, ni que todo lo que no es no sea. De hecho, no es lo mismo que todo lo que es sea necesariamente, cuando es, y el ser sin más necesariamente>>239. 239 Severino E.: Esencia del nihilismo, pág. 34, Madrid: Taurus Humanidades, 1991. <<Tò mèn ou=1n einai tò o5n o6tan h=1, kaì tó mh> o6n mh> ei3nai o6tan mh> h3, a1nágkh. Ou1 méntoi ou5te tò o6n a5pan a1nágkh ei3nai. Ou1 gar tau1ton e1sti tò o6n a5pan ei3nai e1x a1nágkhç o5te e6stin, kaì tò aplw<ç ei3nai e1x a1nágkhç. 2 Omoíwç dè kaì e1pì tou< nh> o6ntoç>> De la interpretación 19a, 23-27. Desde el punto de vista de Aristóteles, la primera frase esta clara, mientras que alude a la univocidad de la esencia del ente en cuanto a su definición, ya que una cosa no puede ser nada más que lo que es definido por su esencia necesariamente, y no otra cosa. Ahora bien, el problema aparece con la interpretación de las siguientes frases, y más cuando a lo que se refiere en el texto griego es a tò ei1=nai y no al e1sti240. En el texto 1017 a 30 de la Metafísica habla del ser del juicio verdadero y del falso; se refiere al ser tò ei1=nai y es e1stiy al no ser como mh1 ei1=nai. En el texto De la interpretación se dice que es <<lo que es>>, que es el ente, no es necesario que sea, ei1=nai, y cuando <<lo que no es>>, mh1 o6n, no es necesario que no sea, mh1 ei1=nai. Esto tiene un significado al que Severino da la interpretación de pensamiento alienado, ya que una cosa que es y que tiene ser no puede dejar de ser, es decir, que <<lo que es>> no puede ser y no ser al mismo tiempo. En un principio se podría argüir que el texto De la interpretación alude al ser del juicio verdadero y falso de la metafísica. En realidad, Aristóteles ya se encarga de decir que el ser de lo falso y lo verdadero no está en los entes, sino en el pensamiento y es él el que une y separa en la proposición la esencia, la cualidad, la cantidad o cualquier género241. 240 241 <<Ou1 méntoi ou5te tò o6n a5pan a1nágkh ei3nai o5ute tò mh>o6n mh< ei3nai>> Met.1027 b 31. Como se ve, Aristóteles, en este sentido distingue el ser en cuanto verdadero o falso, ya que no se halla en las cosas, en los entes, sino que corresponde al pensamiento lo que los separa. Incluso el accidente del ente tampoco es algo que considere importante, en el sentido de comprender las causas y principios del ente. De ese modo, al final parece remitir al ser por sí mismo y al ser en potencia y acto, con la consideración de la misma forma que el ente. Así, el texto De la interpretación se parece más al ser en cuanto a que es verdadero, y en concreto a la poca importancia que ve Aristóteles en esta clase de ser del juicio242. De todas formas, Severino no duda en afirmar que el ser en cuanto a ser, para él o6n h2 o5n, es el trascendental, la identidad y la unidad de la totalidad de todo lo múltiple, aceptando implícitamente una univocidad del ser, cuyas determinaciones le convienen al ser en cuanto que forma parte de ellas como todo243. Para Severino, las determinaciones del ser tienen la misma expresión de necesidad que el ser necesario y unívoco, la pluralidad irrepetible, una vez que aparecen y desaparecen, pero nunca destruidas como crítica a Aristóteles, por cuanto el ente no es necesario que sea y, por tanto, el ente es un no ser. Esta situación se aclara con el ser y el ente en potencia de Aristóteles. 242 . Op. cit., pp. 164 –165. Aubenque considera importante no dejar tan de lado la tesis del ser verdadero. Suscribe las tesis de Brentano en cuanto que el ser verdadero es el ser de la cópula en la proposición, con lo que no se aparta de una concepción ontológica de la verdad. Si es así, entonces es el fundamento de toda teoría de los significados del ser, reduciendo estos significados a las formas de predicación 243 Severino E.: op. cit., pág. 53. 3.5 El ser en potencia y en entelequia En este sentido es bastante claro Aristóteles, al explicar que tanto el ser como el ente se muestran en potencia, dunámei , o en entelequia e1ntelecíj . Aquí entelequia es el acto determinado, final de una actividad, o el acto perfecto. Parece que la explicación versa más bien sobre el ser y el ente que en conjunto ya contienen la potencia y la entelequia. Así, explica que el vidente posee la potencia y la capacidad de ver en una misma situación244. Ahora bien, el sentido que le confiere Aristóteles a la potencia es la de un principio de movimiento o de cambio, pero que no se halla propiamente, sino que es otro, que se encuentra en potencia mientras es otro. Es decir, hay una capacidad de cambiar en el otro y de ser afectado por el otro en el caso de la potencia. Potente, entonces, se llama a la cosa que es capaz del principio de cambio en otro o en sí mismo en cuanto otro. En caso de ser afectado por otro, es porque está privado de algo, por lo que todas las cosas, en realidad, contienen potencia de algo. En este sentido Aristóteles dice que el ente es equívoco, en cuanto que encierra la potencia, la capacidad de afectar y la privación en cuanto a capacidad de ser afectado. Es decir, que en el ente tiene lugar un principio de movimiento o de privación indistintamente equívoco, si es capaz de afectar a otro por su 244 Met. 1017 b 1. potencia o de ser afectado por estar privado de algo, pero en referencia al ente. Correspondería a un modo equívoco de presentarse el ente en cuanto potencia, de afectar y de ser afectada. De otra manera se entendería que el mismo ente no contuviera la capacidad de corrupción en otro o por él mismo en cuanto que es otro245. El ente, en cuanto a la sustancia, se presenta unívoco, y en cuanto a la potencia, se expresa equívocamente. En realidad, esta situación se liga a la posibilidad de ser del ente. Posibilidad y potencia así como imposibilidad e impotencia se vinculan a la capacidad de ser o llegar a ser, génesiç, pero la potencia primera es el principio del cambio, que está en otro o en el mismo en cuanto otro. Si en el libro V de la Metafísica se hablaba de que el ser por sí mismo se dice de todas las figuras de la predicación, esta afirmación la aplica Aristóteles al ente como expresión del ser por sí mismo y a ella suma el concepto de potencia, entelequia y obra. La cosa detenta la propiedad de ser agente de la potencia para otro, o paciente de la potencia con respecto a otro, pero en ningún caso padece la acción de sí misma246. Por otra parte, todos los entes incluyen la capacidad de afectar o ser afectados, es decir, del ser como potencia, como principio de cambio. Con respecto al acto, dice Aristóteles, es el manifestarse de la cosa, tò u2párcein tò pra=gma antecediendo a la potencia. Heidegger lo expresa como el predominar de la cosa, el presenciar desde sí, que es un 245 246 Met. 1019 b 10. Met. 1046 a 25. dominar-yaciendo-ya-delante. La relación de la e1nérgeia con la dúnamiç es por medio del movimiento kínesiç o la acción, prâxiç. La acción posee un fin, encontrándose en ella misma o fuera, en cuyo caso transcurrirá como movimiento hacia el acto final o entelequia. En una acción uno ve y ha visto, es decir, se da el fin en el mismo acto. En el movimiento es cuando la acción se subordina al fin, pero no se encuentra en ella misma como adelgazar247. En este sentido, el movimiento en sí es acto y no potencia, es decir, es el principio de cambio en sí que es el movimiento, o mejor dicho, el principio por el que una cosa está en potencia y puede llegar a ser acto y es acto en sí mismo248. El principio de cambio es una acción que conlleva en sí misma el fin, que es cambiar una cosa que está en potencia a una cosa que está en acto y dejar que esta misma cosa sea potencia para concebir otra en acto. Si esta interpretación es correcta, el ser en acto de Aristóteles como cambio activo es mucho más 247 Met. 1048 b 20. Esta situación se refiere a la kínhsiç que no lleva su téloç en la acción misma. Pero en Tópica 146 b 13-19, expresa también la desvinculación del téloç a la e1nérgeia y lo comprende como pura kínhsiç. 248 En realidad, es el sentido más significativo de la e1nérgeia es kínhsiç. Esto quiere decir que hay una fuerte asociación entre la e1nérgeia y la kínhsiç o, entre acto y movimiento, con un significado casi sinónimo. En un sentido, kínhsiç viene del verbo kinéw, que significa mover. kínhsiç es la acción activa de mover y la pasiva de ser movida, es decir, que tanto en acto como potencia se quiere expresar con kínhsiç el movimiento. Es la expresión de que tanto el agente como el paciente tienen que estar próximos para lo que estaba en potencia llegue a ser en acto. O la e1nérgeia a dúnamiç (Física. 255 b 35). Está claro que el movimiento es el paso de la dúnamiç a la e1nérgeia, que aparece más explícito en la Metafísica en 1020 b 19-22, donde surgen como sinónimos la e1nérgeia y la kínhsiç. Así dice <<tà e1n kinh’sei o6nta tò mèn gàr w2dì dunámenon kinei=sqai h5 e1nergei=n a1gaqòn tò d 1 w2dì kaì e1nantíwç mocqhrón>>. Lo que en el ente se mueve así como lo que es capaz de ser movido, lo que actúa u obra es bueno (útil) así como es cierto que lo opuesto es malo. También en 1050 b 29, cuando habla de los megáricos, el verbo e1nergei=n equivale a kinei=sqai, la pasiva de mover, ponerse en movimiento. Esta situación implica que el ser como e1nérgeia es kínhsiç, si se llega a comprender el contenido ontológico de ambos términos, o por lo menos como causa ai5tion. Esto sería la kínhsiç de la actividad, e1nérgeia, del ser, tò ei3nai, o como principio de donde procede el movimiento, por lo que la actividad el ser sería el primer principio responsable del movimiento. dinámico que si fuera en potencia, ya que entonces el acto sería algo más estático y delimitado. Esta acción se liga al concepto de péraç, y tiene su límite en el término de la misma acción, incluso en limitar la forma. Si la acción da forma por el término al concepto de límite, precisamente por el hecho de que el ser sea acto, lo limitado es actividad del ser y no algo no conocido, ya que la cosa en acto no es estática, sino dinámica, por la actividad contenida en el ser en acto concebido por actividad249. El ser en acto, e1nérgeia, sería ser por sí mismo, kaq 1au2to tó ei1=nai. En este sentido, el ser de Aristóteles correspondería a un ser unívoco. Si en realidad Aristóteles le confiere importancia a las dos maneras de expresar el ser entonces continuaría entendiendo al ser en sentido unívoco. La potencia, dúnamiç, en realidad es capacidad o posibilidad de realizar una cosa, pero no el acto o la actividad en sí misma. El problema de si la potencia es posibilidad de actuar o de ser actuada es si ya conlleva la actividad por el mero hecho de ser posible, o si la capacidad de ser actuado o de padecer no 249 No es este ni mucho menos el sentido que le han conferido al acto y a la potencia en el estudio de Aristóteles. Aubenque (op. cit, pág. 422) dice que el acto se distingue del movimiento en el modo en que designa a un ser inmóvil, que es la inmovilidad de un resultado, lo acabado. Considera que el acto no es la actividad y que es diferente al movimiento. En este sentido, en realidad habla Aristóteles del movimiento como una acción que no es perfecta porque no tiene el fin en sí misma (Met. 1048 b 20-30), pero que sigue siendo una acción pra=xiç. Ahora bien, la distinción entre acto y actividad la destaca Aubenque en cuanto que los conceptos de e1nérgeiay e1nteléceia, se refieren al acto, a una experiencia de movimiento en el sentido de una actividad artesanal como obra e5rgon Esta situación no menoscaba el acto como actividad, ya que incluso Heidegger en <<La pregunta por la técnica>> reflexiona sobre las cuatro causas de aquello que es responsable de algo donde el téloç <<es el responsable de aquello de lo que la materia y el aspecto del utensilio sacrificial son correspondientes>> explicando la mala interpretación del téloç como finalidad (Conferencias y artículo,s pág. 12, Barcelona: serbal, 1994). En <<Ciencia y meditación>> desarrolla más el sentido de los conceptos griegos de e1nérgeia y e5rgon. En este sentido, e1nérgeia es traer de y traer delante a la presencia, pro-ducir, obrar, y e5rgon , la obra que se hace presente. Lo traducido por acto es un obrar, un producir, una actividad que trae su obra a la presencia y la e1nteléceia el-mantenerse-en-el-acabamiento. es, en cierta forma, sino una actividad de poder ser actuado250. En cierta forma, es una actividad pasiva si se admite la propuesta, con lo que todos los entes en potencia son activos por poder ser actuados251. De esa forma, el ser continuaría siendo unívoco en relación con el ser en acto, apareciendo dos conceptos: el del término o límite y el de posibilidad. Estos conceptos convendrían explicarlos detenidamente para concretar su relación con el ser unívoco. De modo que ahora desarrollaremos el concepto de posibilidad en Aristóteles y su relación con Deleuze. 3.6 La posibilidad en Aristóteles como potencia en relación con lo virtual en Deleuze Cuando se identifica la posibilidad como potencia real, se comienza con el argumento de Diódoro, filósofo megárico discutido por Aristóteles. Dice Aristóteles, en referencia a los megáricos, que solo se tiene potencia mientras se actúa, y cuando no se actúa no hay potencia, o lo Por eso se puede hablar de dos sentidos de la potencia. En primer lugar, un sentido de la διναµις como (1046 a 15), potencia primera prw’thn mían, que sería el principio de movimiento, que es una potencia que está en la ou1sía y es referida a la especie determinada por la forma,(1046 a 9). En segundo lugar una potencia en general kat 1e1nérgeian que se define como principio de movimiento y reposo. Este segundo sentido es el que toma Heidegger para hablar del reposo como movimiento y que en realidad pertenece a esa potencia en general, o5loç. En este sentido Yepes (op. cit., n. 25 pág. 231) habla de la posibilidad en el orden real que pertenece al ser en potencia. Este ser en potencia, que es lo contingente, lo que puede ser y no ser, es el sentido de potencia según el acto como posibilidad kat 1e1nérgeian. 251 Esta situación atañe a la potencia activa y a la pasiva en la que según reale este último sentido cae dentro de dúnamiçcomo e1nérgeia. (La dottrina aristotelica della potenza, dell´atto e dell´entelechia nella Metafisica, Studi di filosofia e di storia della filosofia in onore di Francesco Olgiatti, pág.153, Milano: Vita e Pensiero., 1962.) 250 que es lo mismo, que toda potencia es realizable y lo que no se realiza no es potencia. A esto contesta Aristóteles que el constructor no tendría potencia para construir mientras no está construyendo y dejará de serlo si no está construyendo252. En este sentido, parece más bien no que la potencia sea posibilidad, sino que la potencia sea necesidad en cuanto que se identifica con el acto. De esta manera, potencia y acto coinciden, así como la posibilidad y la necesidad, con lo que no habría ni potencia ni posibilidad. Ahora bien, el problema se halla en si Aristóteles confiere a la potencia calidad de posibilidad, perteneciendo al ser de la potencia. Hay que considerar que la potencia es cierta forma de acto así como el acto es cierta manera de potencia, y que en el fondo se presenta el ser, donde no se efectúa una diferencia real entre el acto y la potencia. La situación es si todo lo que es posible sucede en potencia; entonces, la potencialidad es ser, y ser en potencia. Parece que Aristóteles sí confiere algún sentido a lo anterior cuando dice que lo posible tó dunatón es realizable, es decir, que si no hay posibilidad sería imposible. El sentido de ser posible es que es mientras es posible, ya que si no cualquier cosa que pudiera suceder sería imposible253. 252 253 Met. 1046 b 30. Met. 1047 b 5. De esto se comprende que lo que se halla en potencia es posibilidad y a la posibilidad se le confiere un sentido ontológico donde hay ser: ser de la potencia. Esta exposición se ve más clara cuando se expresa con relación al ente. Dice Aristóteles, que cuando los entes no son algunos son en potencia, pero no son porque no son en entelequia254 (tw<n ga1r mh1 o6ntwn e6nia dunámei e1stín ou1k e6sti dé o6ti e1nteleceíj e1stín). Si se acepta la doble vertiente del ente en cuanto a ser que se manifiesta en acto y ser de la potencia como la parte oscura del ser, se comprende que el ser en potencia como posibilidad es el ente cuando es en potencia como ser posible en acto, pero no es ser en acto mientras es ser en potencia, por lo tanto no es, o lo que es lo mismo, no es ser en acto. Desde este punto de vista, la posibilidad en Aristóteles es ontológicamente fuerte, al margen de si lo posible se realizará o no, ya que por lo menos se necesita de la posibilidad, es decir, de algo que sea y que no sea nada para que pueda ser en acto. En el fondo del cambio y la actividad se halla el ser. En realidad, el ser de Aristóteles es actividad y la potencia es una expresión de la actividad como se ha dicho anteriormente255. 254 Met. 1047 b 2-3. Hay que hacer notar que Aristóteles también pensaba que de la nada no podía salir nada, es decir, que lo que no es no es. En Física (191 b 10-15) habla de esta situación cuando se refiere a que en sentido absoluto nada llega a ser de lo que no es, aunque alude al modo de llegar a ser de lo que no es, que es del accidente. A esto añade que un modo de no ser es la privación, al igual que cuando se hablaba de que la potencia pasiva es una forma de privación. Si en 191 b 1-5, dice que algunas expresiones se toman en doble sentido, hay que comprender este no ser como ser de la privación, donde la pasividad es no ser y la actividad ser. En cierta forma son dos modos de actividad, mientras se tenga la potencia de ser en acto, un posible real del que pueda surgir el ser manifiesto actual o el ente. Guthrie W.K.C., cuando se refiere a la esteresiç o privación, señala que esta no es absoluta para los accidentes en la cosa, sino que hay una retracción de los contrarios donde prevalece uno. El sustrato que permanece en todos los casos es la materia como sustancia (Historia de la filosofía VI. Introducción a Aristóteles, pág. 135, Madrid: Gredos, 255 En DR, lo posible es lo opuesto a lo real en el sentido aristótelico que él interpreta. Más bien el término de <<posible>> lo aplica a la existencia; es decir: desde lo posible, si no es real, se necesita un salto muy grande para que algo exista o sea real. Entonces Deleuze le confiere al término de posible una realidad a la que llama virtual. Para Deleuze, lo virtual contiene una realidad plena que se opone a lo actual. Es una parte del objeto de una doble mitad que no se asemeja a su parte actual, pero que es real, es decir, que ontológicamente goza del ser o pertenece al ser. La naturaleza que se explica como virtual es una diferenciación que se resuelve como problema, como algo actual. Precisamente por la diferenciación, esta situación de realidad que se diferencia actualizándose no se debe confundir con lo posible. El término en Deleuze adquiere un sentido en el que lo posible se opone a lo actual pero real, donde en Aristóteles se podía entender como potencia y, por lo tanto, era real. En Deleuze lo posible es una <<realización>>, es decir, que algo que no tiene realidad se realiza. Con esto, el problema que plantea es el de la existencia que surge como un salto brusco, como algo que es un no ser y es posible y de este no ser surge un algo. Es decir, que este es el mismo problema que analiza Severino sobre la alienación del pensamiento de occidente, o, lo que es lo mismo, la consabida fórmula parmenídea de que el no es nada 1993). Si se considera la sustancia como e1nérgeia como interpreta Heidegger, lo que permanece es la actividad. En nuestro caso del ser en potencia o en acto, lo que prevalece sería el ser, y dependiendo de la privación de uno u otro siempre permanece el ser. Si es actividad, el ser entonces en la potencia siempre tiene actividad retraída. puede ser. Deleuze se aferra a este proceder con su ser unívoco, y en cierta forma Aristóteles, si se entiende el ser como e1nérgeia o actividad como univocidad. En el caso de proceder la existencia de lo no existente, dice Deleuze que entonces es la misma existencia, pero fuera del concepto que se le confiera, es decir, una negatividad determinada por el concepto. A esto incorpora lo virtual como realidad: que, a partir de la idea, la existencia se produce no de una nada sino de lo real virtual, que se desarrolla en un tiempo y espacio inmanentes (en LS, lo posible es parte del ser unívoco, ya que en DR es una crítica al término según Aristóteles. Se ha visto que lo posible ya es ser en Aristóteles, incluso es real en el sentido deleuziano). En este proceso de desarrollo espacio-temporal es donde se actualiza la virtualidad y lo que Deleuze llama dramas o procesos dinámicos de dramatización. Para Deleuze, la diferenciación surge de la idea virtual a través de los procesos dinámicos que cualifican, componen y organizan una actualización del estado de cosas. En estos procesos, subyace un orden más profundo que lo cualitativo y extenso, que Deleuze equipara con la cinemática del huevo. Es una dinámica en el sentido de que es una actividad que se desarrolla, que se pliega y despliega. Deleuze implica al tiempo en la posibilidad de realización, cuando explica el desarrollo del plegamiento en la teoría de Geoffroy. En su teoría, la evolución encuentra un tiempo para cada actualización a partir de una posibilidad real común a todos los animales256. Así, parece como si el sustrato de Deleuze fuese un proceso dinámico de actividad, que en un tiempo y espacio inmanentes actualiza las cosas. La relación con Aristóteles, si el ser de este es actividad, es evidente. Ahora bien, en Aristóteles surge el problema de la sustancia, y de su relación con el ser y si verdaderamente el ser es la sustancia. 3.7 ¿Es la sustancia en Aristóteles analógica? Para Deleuze, la única categoría del ser es la sustancia, y es unívoca, considerando a la sustancia aristotélica analógica. El estudio de la sustancia aristotélica desde una perspectiva diferente acercará más el pensamiento de Deleuze a Aristóteles. Deleuze comprende la sustancia aristotélica en relación con la analogía, más propio de la escolástica que de la postmodernidad hermeneútica. En un principio, para Heidegger, el significado de sustancia en tiempos de Aristóteles es el de algo que se presenta, y por sí mismo se sostiene y sigue presente. Explica que algo es presencia y que para los griegos el ser es presencia, como puede serlo la sustancia. Esto no quiere decir que Aristóteles pensara igual, pero sí que hay un sentido orientado 256 DR, pág. 278. que prevalece en el de la sustancia como ser presente257. En otra parte insinúa Heidegger la conexión que realiza Aristóteles entre la e1nérgeia y la ou1sía. En la escolástica, según él, la transmodelación de e1nérgeia por actualitas y realidad, ha retirado esa conexión de la e1nérgeia para con la ou1sía 258. La primera interpretación que confiere Aristóteles a la sustancia ou1sía es respecto a los cuerpos simples y a los compuestos, es decir, a las cosas que están presentes259. En este sentido, se mantiene la interpretación de Heidegger de lo que está presente, por una parte, y, por otra, se entiende la sustancia con el ente, tó o5n, como entidad que es por sí misma. Continuando Aristóteles con la definición de sustancia, declara que son sustancias estas entidades porque no se predican de un sujeto, sino que las demás cosas se predican de estas. En este sentido parece claro que hay una relación entre ente, cosa de por sí y sustancia en una primera exposición. Lo que ya no está tan claro es lo que expone para hablar de lo inmanente al ser y no a la sustancia, o por lo menos utiliza otros términos para comprender esta relación. Así dice que <<a6llon dè trópon o6 a6n ñ ai6tion tou= ei1=nai, e1nupárcon e1n toi=ç toioútooiç o6sa mh2 légetai kaq 1u2pokeiménou, oi=1on h1 yuch2 tv= zw2v>>. Se podía traducir quizá de este modo << otra manera de expresarla (la sustancia) sería causa del ser, 257 op. cit., pág. 62 Heidegger M.:<<Ciencia y Meditación>> en Conferencias y artículos, pág. 68, Barcelona: serbal, 1994. 259 Met.1017 b10. 258 dándose dentro de todas esas cosas (cuerpos simples y compuestos) las cuales no se dice de lo que subsiste propiamente (el sustrato) como el alma al animal>>. En este sentido la sustancia es causa del ser de lo que es natural, comprendiendo así al1 u2pokeiménon como sustrato, que en este caso corresponde a lo que hace que el ente sea, es decir, que la sustancia sería algo más concreto propiamente. Es el sustrato para la cosa, ya que se habla de cuerpos naturales y generales260(más adelante se explica el sustrato como materia, forma, y compuesto). Si concebimos al ser como e1nérgeia o actividad, el sentido de la frase cambia. Entonces la sustancia sería causa corresponsable de la actividad, que no es lo que se dice de lo que subsiste. La sustancia proporciona la causa general de la ley natural, continuando el ser como actividad en el mostrarse o subsistir del u2pokeiménon . Para Heidegger u2pokeiménon es lo que mora en cada caso delante de sí. Por eso, Heidegger interpreta la sustancia ou1sía como e1nérgeia, presencia de lo que es esencia como obra de la obra, obridad. Y 260 Por causa ai5tion, entiende Heidegger como aquello que es responsable de algo. Por eso explica que el sentido de causa moderno se basa más bien en la causa eficiente, la que efectúa, que en el verdadero contenido de causa griega. Es decir, al efecto se le llama causa cuando hay varios motivos para que algo sea causa o responsable de algo. Así, por causa se entienden cuatro modos del ser responsable. Por ejemplo, en una copa de plata, la plata es la materia de la que está hecha, u6lh La copa es deudora de la plata en cuanto esta es responsable de que la copa sea. Por otra parte, no solo la copa está en deuda con la plata, sino que se necesita un aspecto, ei3doç del que también estará en deuda y este será responsable de la copa. Quizá lo más importante para Heidegger sea la finalidad, el téloç de ser responsable de algo. El fin de la copa no es el estar finalizada o terminada, sino aquello para lo que es finalidad, para lo que sirve. El cuarto aspecto es el platero que, según Heidegger, no efectúa la copa, sino que es corresponsable junto con los otras tres maneras de ser responsable de traer a la presencia o traer delante, del aparecer de la copa. Este ser responsable ni es en sentido moral ni en sentido instrumental, ateniéndose al sentido griego. El ser responsable griego es para Heidegger el traer a la presencia, el estar a punto para algo y el estar delante como presencia, que Heidegger interpreta como la presencia de lo presente, el u2pokeísqai. Por eso termina diciendo que el ser responsable en el sentido griego es el ocasionar, algo así como estimular y desatar. Desatar y estimular lo que no está presente en presencia, producir, poíhsiç, cuyo sentido más amplio es el de fúsiç, que es un emerger entre sí, igual que un traer hacia delante (<<La pregunta por la técnica>>, en Conferencias y meditaciones, pág. 15, Barcelona: serbal, 1994). al u21pokeiménon atañe la expresión de esa actividad en el reposo del estar presente de la obra. Se trata de la sustancia que es obra y está presente en lo particular, que mora allí delante, por sí, pero que no se manifiesta propiamente como sustancia, sino como lo que es verdaderamente propio y presente de lo que se muestra, que no es lo general de la ou1sía. Continuando con la sustancia en 1017 b15, dice Aristóteles que <<e6ti o6sa mória e1nupácontá e1stin e1n toi=çtoioútoiç o2pízontáte kaì tóde ti shmaínonta, w2=n a1naipouménwn a1nairei=tai tò o5lon, oi=1on e1pipédou sw=ma, w6ç fasí tineç, kaì e1pípedon grammh=ç>>, que se traduce así,<<además esas partes que dándose dentro de las cosas limitando y significando algo determinado, así anulándose (lo que se da dentro de las cosas) se anula el todo, como el cuerpo de la superficie (se anula el cuerpo que está dentro se anula la superficie), así como algunos dicen también la superficie y la línea>>. Con esta interpretación, Aristóteles explica que lo que da lugar a que la cosa se exprese es lo que está dentro de ella. Gracias a esto la cosa puede determinarse. Desde este punto de vista, se observa a la sustancia como algo determinado, el sustrato, y la cosa misma. Ahora bien, por ahora lo indeterminado de la sustancia, que sería el ser para todas las cosas, no expresa ninguna relación esencial particular con la cosa a no ser la manifestación natural de ella, ya que, según Aristóteles, el sustrato u2pokeiménon no es el ser unívoco. La relación con la cosa es de univocidad del ser en todas las cosas en que se presenta, pero el sustrato es particular a la sustancia como entidad natural que ya se da en presente, de manera actual. El asunto es si el sustrato particular de la sustancia coincide con la esencia propia de la cosa como tò ti2 h=1n ei1=nai, dando la sensación de que en el ser hay un componente previo de manifestación de la cosa. Esto sirve para expresar la relación entre la cosa que se da como sustancia manifiesta y natural, y el ser unívoco que se dice en un solo sentido de todas las cosas. Es un paso previo a la limitación y a la formación en acto de lo que es la cosa (sería interesante considerar si este concepto de relación entre el ser y lo que es puede interpretarse como pliegue categorial y llega a presentar la univocidad plena del ser aristotélico, y si Deleuze, de alguna manera lo llega a atisbar considerando la virtualidad del ser como proporción261). Más adelante realizaremos un análisis del ser aristotélico, según Deleuze, basándonos en la analogía. En realidad, hay que distinguir entre el tó ti2 h4n ei1=nai y el u2pokeinénon. Lo primero sería el ser del ente como sustancia expresada en la definición, y lo segundo sería la sustancia en su componente material expresión del ente en el ser. Es decir, que el de sí tó ti2 h4n ei1=nai hace que el ser se exprese en el ente y perpetra como sustancia la manifestación definida del ser. Es un doble sentido como un pliegue, expresión de lo virtual. La sustancia tendría su expresión objetiva con el u2pokeiménon de 261 DR, pág. 50. lo actual material u objetivo, y sería lo que hay de ente en el ser, lo que hace que por su causa el ser sea o se manifieste como ente, ya que habíamos dicho que era ai6tion tou= ei1=nai, causa del ser o era corresponsable de que la e1nérgeia se manifestara como ente262. Con esto, concluye Aristóteles que la sustancia se puede entender como u2pokeímenon e6kastoç, el sustrato que hay de propio y que no se dice de otro. Ahora también la sustancia se entiende como lo que es algo determinado como un ente tóde ti o5n y es separable como la forma (como figura espacial) y la especie263. Esta situación confiere un carácter determinado tanto a la forma como a la especie, siendo ellas mismas sustancia en cuanto que se comparan con el sustrato y con lo determinado. Es decir, serían dos maneras de pensar la sustancia en cuanto son separables como sustrato y ente determinado, entonces, forma y especie, con lo que sustancia también serían forma y especie, figura y especie. Es el grado de materialidad que lo que caracteriza al sustrato primero como algo Para Heidegger, la e1nérgeia , o mejor dicho, el ser que descansa sobre la e1nérgeia del tóde ti es donde se puede pensar el ei3doç, como <<especie>>. sería lo determinado de la sustancia, el tóde ti, el presenciar del ei3doç comprendido como e1nérgeia. Así afirma también Aristóteles que el ente tiene varios significados y entre ellos el ente en potencia y el ente en acto dúnamei kaì e1nérgeia (Met.1026 b 1-5). Ahora bien, siempre se apela al sentido último de actividad para el ser aunque se hable para el ente de dos significados que ya se explicó que no eran homónimos (Met.1003 a 30, 2). 263 En realidad lo que dice Aristóteles se refiere a ei3doç que atiende tanto a la forma o la idea así como a la especie. sería una situación común a una multiplicidad (Aubenque P.:op. cit., pág. 215). La misma palabra relaciona la idea platónica y la especie aristotélica. En Met. 1059 a 10, hay una referencia a las ideas platónicas, en la que se comprende que hay una diferencia entre la identidad de una idea incorruptible con lo que es la cosa y tiene esta de corruptible de la que es idea. Aristóteles juega con el doble sentido del ei3doç como forma y como especie, ya que la especie es la unidad de los seres que tiene la misma forma. Así, Aubenque señala que <<o bien la idea es la forma ( ei3doç ) y la esencia de lo corruptible o bien es incorruptible. La separación de la idea, que hace de ella una realidad incorruptible le impide ser una idea, es decir, de concentrar en sí lo que son las cosas de las que es idea o bien de ser la unidad de una multiplicidad a la que define, le impide estar separada>> (op. cit., pág. 307). Aubenque termina diciendo que Aristóteles se inclina por la separación y no por la unidad. 262 determinado de la especie, como materia y como compuesto, que es lo que se verá ahora. Entonces, la sustancia es expresión del ser, pero el ser tò ei1=nai es algo más que sustancia. Por eso, puede que el ser aristotélico sea unívoco en cuanto que es e1nérgeia, pero el ser no es solo sustancia, siendo esta la expresión material del ser unívoco(la sustancia es ser, pero este no es solo la sustancia). Ahora bien, si el ser es lo profundo y es tò ei1=nai pero no es propiamente la sustancia ousía, entonces, qué es la sustancia. 3.8 La sustancia y el sustrato primero. Los cuatro sentidos En un principio, Aristóteles habla de cuatro sentidos de sustancia: la esencia, el universal, el género y el sustrato; de estos solo considerará como sustancia el sustrato y la esencia. El sustrato, el u2pokeímenon lo describe como: materia, u5lh, forma, morfh2 y compuesto entre materia y forma, súnolon. La forma es la figura visible donde el compuesto es todo el conjunto264 . De esta manera, entiende que la sustancia o el sujeto primero correspondería a lo que, una vez suprimidos todos los accidentes o lo que se explica de ellos, quedaría como algo que subsiste. En este sentido, está claro que la materia cumple este requisito. 264 Met. 1029 a 1-5. Ahora bien, para Aristóteles supone que para ser sustancia con todas las consecuencias es necesario que sea separable, cosa que no sucede con la materia. Así, la materia es sustancia, pero no en el mismo grado en que ocurre con la forma, que muchas veces se identifica como ei=1doç y que para Aristóteles es anterior a la materia y al compuesto. También la esencia tó ti2 h=1n ei=1nai, es sustancia y así la explica Aristóteles. Ya se vio que uno de los sentidos que le dio Aristóteles a la sustancia es el de la esencia, tó ti2 h=1n ei=1nai. Así en principio dice que hay que partir del conocimiento de lo singular que de entrada poco tiene que ver con el ente. Ahora bien, la esencia es lo que se considera como propio de algo singular265. Y solo habrá esencia de lo que propiamente tenga definición. De esta forma, para comprender el sentido de la esencia hay que explicar lo que Aristóteles entiende por definición de lo singular. En un principio no coinciden como definición un nombre, y un enunciado, lo que quiere decir que cualquier tipo de proposición sería una definición y por lo tanto una esencia, ya que cada enunciado según Aristóteles tendrá un nombre y por ejemplo La Ilíada será una definición. Así la definición es solamente de algo que es primero. En esta situación, todo depende entonces si hay un sustrato u2pokeímenon de algo singular, que en principio no se habla de una cosa o de un ente, sino de algo que tenga una presencia se le confiera una esencia. Parece que esto indica a que no es el compuesto lo 265 Met. 1029 b. La cita es la misma que la anterior. que busca la definición con el enunciado, sino el ser que se comprime en la definición. Así, dice Aristóteles, lo que se busca en la esencia es la definición de lo primero, de algo que tenga un sustrato y que este sustrato, para ser primero sea la especie a la que pertenece para que sea única. Con la esencia, entonces, lo que definirá es una univocidad de la especie, y solo habrá esencia del ei=1doç que forma parte de la sustancia, y entonces lo que explica la esencia como definición es una definición del ei=1doç como especie. También dice Aristóteles que la esencia es lo mismo de lo que es266 y es sustancia sin materia. Entonces hay que exponer lo que supone para Aristóteles lo material de la sustancia que es el u2pokeímenon y dentro de este el ei=1doç Hay que reflexionar sobre el aspecto de la forma como sustrato primero y sustancia, ya que de este punto parte la crítica de Deleuze a la representación. Del problema del ei=1doç en Aristóteles, de la consideración bajo la forma como figura o la especie como idea, surge una imagen repetida, común y recordada por la memoria, a la que el nou=ç le da una relación. Con esto, el ei=1doç se expresa como término de igual manera que especie, como algo común a una multiplicidad o idea, en el sentido de una sensación repetida, la forma de una cosa sensible267. Así, el problema que se presenta es si la sustancia como ei=1doç incumbe a un universal 266 267 Met. 1030 a 1-5, <<o5per gár ti’ e1sti tò ti’ h3n ei3nai>> Met. 1033b 5. platónico, a no ser que haya una dicotomía en la relación, es decir, epistemología y ontología. Esto es lo que viene a decir reale con la explicación de la forma como ei=1doç y sustancia, que considera que es algo determinado, un tóde ti, que califica de estructura ontológica trascendental, y el universal una posición lógica268. Por otra parte, al ser algo determinado el carácter ontológico del ei=1doç se constituye mientras la multiplicidad es dada. Es decir, por la forma se expresa esa multiplicidad, pero se conoce por su forma lógica separada de lo ontológico, que es lo que constituye el universal lógico. La crítica de Deleuze parte del sentido de universalidad que contiene la forma o especie aristotélica. Así, la especie como sustancia abarca un compendio de todas las diferencias, que en sentido ontológico se expresan en una diferencia conceptual específica y no en las verdaderas diferencias como intensidades, perteneciendo a lo múltiple diverso y no a lo común universal. Según esto, para Aristóteles la especie como forma es un universal común de la diferencia específica con su principio en la representación, que Deleuze llama orgánica por prioridad de la especie sobre la diferencia accidental. Para Deleuze, Aristóteles solo piensa en la diferencia numérica, ya que se apoya en los escritos de la Isagogé 2, 7 para esta consideración. Deleuze relaciona el sentido de idea como representación con la especie. Así, el ei=1doç aristotélico es la idea 268 reale G. Introducción a Aristóteles pág. 57, Herder: Barcelona, 1985. representada de la especie que engloba todas las diferencia en ella constituyendo un universal. Pero hay que hacer constar que, para Aristóteles, si esto fuera así, no sería sustancia en ningún momento, solo un universal epistemológico. De todas formas, el ei=1doç es u2pokeímenon, es decir, sustrato que en cada cosa mora en el presenciar, algo objetivo y material. No se puede desvincular en la interpretación de Heidegger de un presenciar, con lo que no es ningún tipo de representación ni de idea. En realidad, Heidegger vincula al ei=1doç con la e1nérgeia, pero partiendo de la manera en que la idea platónica se trasforma en representatividad. Para Heidegger, el conocimiento de los griegos era de tipo visual porque interpretaban el ser del ente, tó ti2 h=1n ei=1nai , como presencia, u2pokeímenon, consistencia por el ver, y no que el ser como idea se comprendiera con el ver. Lo que ocurre con la idea es que es un elemento capaz de hacer que la presencia se capte, que se posibilite el ente, en definitiva, que se haga apto en su desocultarse y esto Heidegger relaciona con la idea como Bien. Es decir, que el ser es la idea como algo visual o como aspecto, aspecto que tiene que darse en la presencia para que sea ente. Esta idea adquiere el carácter de apta para ser un ente. Por lo tanto, el ser es presencia y posibilidad del ente, lo que parece bastante ambiguo. Para Heidegger esta situación hace que prevalezca en el conocer del hombre, que al liberarse para conocer y llegar a sí mismo la idea se convierta en representación. El hombre es el que ve al ente y se ve como presencia que lo posibilita, con lo que la idea se transforma en representación de un sujeto que la representa y valora269. Desde la óptica de Heidegger, la idea está fuera de la representación que pertenece a un sujeto y no al modo de pensar griego del ser como idea, que es presencia. Deleuze se basó más en una representación que adquiere una connotación trascendental del ei=1doç, como expresa reale, que en considerar una interpretación del ei=1doç: se fijó más en el presenciar propio de lo que subsiste de cada cosa. Si para Platón la idea es el ser de lo visual, el aspecto del ente en su presenciar, para Heidegger, Aristóteles es más griego en cuanto que su metafísica se acerca más al ser como e1nteléceia. Esta e1nteléceia surge como la obra final del obrar, considerado como e1nérgeia, que Heidegger ha vinculado con el ei=1doç. Es la presencia final de la presencia como algo determinado del tóde ti aristotélico. El presenciar surge del desvelamiento de la verdad por el movimiento que lleva su fin a obrar para la obra, es decir, la dúnamiç que a través de la kínhsiç llega a la e1nérgeia. Es el reposo como un modo de movilidad que llega a su fin, a su acabamiento, pero, como dice Heidegger, una forma de movimiento, ya que es un presenciar que adquiere su carácter o su determinación tanto de la movilidad como del reposo270. Por eso, el presenciar como ou1sía es un 269 Op. cit., pág. 187. Op. cit., pág. 330. Esta situación del reposo parece como si fuera continuidad de movimiento, pero esto no es lo que quiere decir Aristóteles. Para él, reposo es estar en lo mismo durante cierto tiempo la 270 presenciar o la e1nérgeia como presenciar final que se demora, que también es ou1sía, y es un reposo del estar fuera de lo oculto, donde la limitación como péraç o téloç es un acabamiento por el reposo que mantiene lo que se mueve. La obra como obridad, que es e1nérgeia, es ou1sía en cuanto a que es presencia y, por tanto, según Heidegger, es un presenciar reposadamente la obra. Así en la estela de Heidegger, el u2pokeímenon, el ei=1doç, la forma como figura, la e1nérgeia y la e1nteléceia, serían sinónimos en cuanto a que es la presencia que subsiste en el aspecto de propio en su obridad, como obra final que se demora. En realidad Heidegger entiende que en Aristóteles el ser se expresa en la sustancia como presencia que tiene una forma o aspecto, el ei=1doç, que es el sustrato primero de cada cosa determinada, el tóde ti. Este algo determinado está delimitado por su acabamiento reposado, como modo de movimiento, por el péraç, la e1nérgeia en su obra final, la e1nteléceia. Ahora bien, la e1nérgeia como actividad, se ha interpretado hasta ahora como el ser unívoco de Aristóteles y solo de esta manera se puede comprender que lo reposado que es el presenciar sea posible considerarlo cosa y sus partes. Por tanto, el reposo es cuando la cosa es inmóvil, inmóvil cuantitativamente. Distinto es si la cosa está implicada en un movimiento cualitativo, si en lugar de cosa hablamos de singularidad. Para Aristóteles las cosas o están en movimiento o están en reposo o están en movimiento y reposo (Fis. VIII, 3, 253 a 25-30). Es la expresión de una modalidad estática en cuanto lo que es es contingente o necesario o necesario hipotético, coexistiendo estas tres expresiones. Es decir, no hay una continuidad heraclítea ni una inmovilidad parmenídea sino cosas que expresan tres posiciones del ser y por lo tanto en el movimiento. Ahora bien, hay que ver si se refiere a todas las cosas en general este triple sentido y también a la cosa particular ya que en este sentido lo necesario de la cosa será el enunciado o el nombre que será unívoco como la casa y lo que significa. Lo contingente sería el noúmeno por interpretar o dar expresión a lo propio individual contingente y desconocido y la casa como tal experiencia sensible que cambia en el tiempo o que tiene la potencia de cambiar estando en acto es lo necesario hipotético. activo para que no sea un límite acabado, inabordable e inmóvil. Por eso, antes de considerar la esencia como sustancia, que sería el ser del ente, sería interesante describir el sentido del péraç griego y su relación con la e1nérgeia y, por lo tanto, con el ser. 3.9 El sentido del péraç en el pensamiento ontológico de Aristóteles Para Aristóteles, el sentido del término o límite, péraç, adquiere varios significados que son importantes para comprender lo que significa el ser en cuanto a que es actividad o que no es sencillamente una representación o algo determinado sin ser activo. El primer sentido del límite se refiere a que es lo último de lo singular y lo primero, de lo que no es posible tomar nada. El problema es el significado que se le dé a e5kaston como una cosa o una singularidad. La cosa contiene un límite definido visualmente, en el sentido de un ei1=doç como figura, pero prevalece la idea como representación. Ahora bien el ei=1doç es u2pokeímenon, lo que subsiste en la presencia, por lo que, según Heidegger, Aristóteles es más griego en este sentido de considerar el ser que Platón. Por tanto, en una singularidad, que es e5kaston , no es el ei3doç una estructura trascendental ontológica, sino lo que mora en la presencia y por ella misma se limita. El límite se halla en la propia singularidad y no en el hombre que ve en ella un límite que tiene que ser reconocido a través de una figura limitada y trascendental271. Otro sentido del límite es el que corresponde como especie de magnitud o algo similar que posee magnitud. Magnitud, dice Aristóteles, que es lo divisible en partes continuas en cuanto a que es mensurable. En este sentido, la magnitud encierra la longitud, pero si pasa a ser dos se convierte en latitud y a tres en profundidad, ideas que se expresan en que la línea, la superficie y el cuerpo. Este sentido de magnitud es ambiguo si se toma una interpretación de lo físico exclusivamente, ya que magnitud no solo es lo extenso de un cuerpo, sino que es la línea y la latitud. El cuerpo de lo sensible convendría a lo limitado en cuanto a magnitud, pero la magnitud no sería cuerpo solamente, sino también línea o superficie. Por eso, en este sentido el límite no coincide con el del cuerpo en lo referente a la magnitud, sino que es más amplio en cuanto a que se refiere también a una línea o a la superficie. Tampoco la magnitud es un lugar. Quizá el significado que más determina el concepto de límite en Aristóteles es el de fin de cada cosa. El fin de cada cosa es donde se dirige el movimiento como cambio de la potencia al acto y la acción. Matiza Aristóteles que no es aquello desde lo que comienza, es decir, el principio, aunque es algunas veces desde lo que comienza y la causa última. Desde este punto de vista y conociendo que el movimiento es de todas las 271 Met. 1022 a 5. categorías, el límite no solo afecta a las cosas sensibles, sino también a todas las categorías que conciben un final en el cambio de la potencia al acto o de la dúnamiç a la e1nérgeia. En Física 235 b 5 habla de los límites o términos inicial y final del cambio. Un cambio es por contradicción como cuando una cosa no es y pasa a ser, ya que no puede ser las dos cosas a la vez. En realidad, se refiere al cambio de la potencia al acto de la cosa cuando se transforma por contradicción, lo que supone la contención de lo que se modifica en lo que se ha convertido. El cambio consumado supone llegar al límite, y este es indivisible, ya que si este fuera divisible, dice Aristóteles que no se habría consumado y la cosa o lo que estuviera cambiando no habría cambiado. Ahora bien, si los movimientos en cuanto a cambios que se refieren a la traslación son divisibles porque son cuantitativos y expresan magnitudes, no sucede igual en los movimientos cualitativos, que son los únicos en los que puede haber algo no divisible y, por tanto, indivisible, ya que estos son accidentales. En este sentido, el movimiento de traslación es un movimiento cuantitativo que se mide según una magnitud. Su límite se fijará por una magnitud mensurable272. De esta forma, para Aristóteles no es divisible lo que es accidental, ya que de la blancura no se dice que se pueda medir. Habría que analizar los movimientos cualitativos y qué es lo que hay en ellos que los haga indivisibles, puesto que en realidad 272 Fis. 236 b pertenecerían a las categorías. Hay que tener en cuenta que para Aristóteles el límite con respecto al fin de cada cosa implica el movimiento y la acción, por lo que hay que ver cómo se desarrolla el movimiento en las categorías que no presentan magnitud, y a qué se refiere por acción y si en ella está contenido el fin o no. Se dijo más arriba que el movimiento no lleva en sí mismo el fin, sino que va hacia él, y que la acción que lleva en sí mismo el fin no es movimiento sino acción. Así, los movimientos cualitativos que son indivisibles son los que no llevan el fin en sí mismos como blanquear o adelgazar, ya que lo accidental no es magnitud. Son acciones que no tienen contenidas el fin, pero acciones al fin y al cabo. Pero las acciones no son los movimientos, sino las que llevan en sí contenidas el fin, según Aristóteles. El problema está en si en realidad el movimiento, al ser sinónimo de e1nérgeia, es decir, de acto no conlleva desde el principio el fin en sí mismo ya que blanquear o adelgazar supone haber adelgazado algo en acto. Para los movimientos cuantitativos queda claro que la situación es explicada en la Física, pero para los movimientos indivisibles cualitativos esta expresión supondría un límite fuera del movimiento, con lo que blanquear o adelgazar no son una e1nérgeia sino una dúnamiç de la blancura o del estar delgado. La llegada a la blancura o a la delgadez sería una e1nteléceia. Con esto, la pregunta es cuándo se supone que se está blanco, que se está delgado o que la casa está construida273. Por una parte, el movimiento cualitativo es dúnamiç , pero por otra e1nérgeia en cuanto que es un blanquear, que en realidad blanquea mientras está en acto. Lo necesario del movimiento, e1nérgeia , es sinónimo de acción, práziç en cuanto que el téloç es inmanente a ella y es acción perfecta. Ahora bien, Aristóteles señala un doble sentido de la práziç, que hace que la e1nérgeia en su final como e1nteléceia un proceso único de actividad, un acontecimiento. Esto aparece en el pasaje de la Metafísica 1048 b 18-36, donde describe la diferencia de acción y movimiento. En realidad, el movimiento es una acción imperfecta, una práziç que contiene su límite péraç pero no su fin, téloç. Este es el primer sentido de la práziç que es el movimiento kínhsiç. En segundo lugar se halla el de acción perfecta que contiene en sí misma el fin y es e1nérgeia. Es en este punto donde Oñate se defiende su tesis de que la e1nérgeia no es movimiento, es decir, no es kínhsiç. Parece que Aristóteles quiere describir que al no contener el fin en las práziç imperfectas, se contrapone a las e1nérgeia que sí contienen el téloç. Por eso, hay que considerar que la kínhsiç es e1nérgeia , o por lo menos hay que plantear ese sentido para comprender la actividad como el ser unívoco. Esto lo podemos ver también en el texto 273 En Tópica IV, 3, 124 a 21 se dice que <<Del mismo modo en la génesis y la corrupción: por ejemplo, si edificar es actuar (ei1 tò oi1kodomei<n e1nergei<n) haber edificado es haber actuado ( tò w’ikodomhkénai e1nerghkénai)>>.Εs el sentido de movimiento que adquiere el actuar por parte del sustrato. Todavía más sorprendente es la traducción que realiza en Tópica 125 b 15- 20 R. Yepes cuando refiriéndose a la sensación como un movimiento a través del cuerpo expresa claramente que el movimiento es e1nérgeia, (op. cit., pág. 177). De anima 431 a 3-8, que se traduce así: <<Es evidente que lo sensible hace ente de la potencia al acto a lo sensitivo (e1k dunàmei o6ntoç tou< ai1sqhtikou< e1nérgeia pou<n) pues no padece ni es alterado; porque (es) otro ei3doç que el movimiento ( diò a6llo ei3doç tou<to kinh’sewç), pues el movimiento es la e1nérgeia de lo imperfecto o sin téloç ( h2 ga1r kínhsiç tou< a1telou<ç e1n’ergeia), la e1nérgeia plena (h1 a2plw<ç e1nérgeia) es otra (e6tera) la de lo perfecto o finalizado ( h1 tou< tetelhsménou)>>274. Se ve claro en el texto que el movimiento, kínhsiç es e1nérgeia de lo inacabado, y al fin y al cabo e1nérgeia es lo que se considera. Lo que está claro es que Aristóteles da a esto un sentido mucho más amplio del que pretenden darle Oñate, Hintikka y otros, en los que verdaderamente aparece todo el corpus aristotélico. Oñate explica que no hay una homonimia esencial sino modal basándose en la afirmación aristotélica de que <<e6n gár ti e6kaston, kaì tò dunámei kaì tò e1nérgeia e6n pw’ç e1stin>>, <<cada cosa es, en efecto, una y tanto lo potencial como lo actual en cierto modo>>275. La entidad esencial es modalmente doble, donde lo potencial, que es fin del movimiento, o lo actual, es principio actual inmóvil. Esto lo explica como lo necesario hipotético que articula la causalidad aristotélica. Lo que no queda claro es la pretensión de distinción entre potencia y acto. Primero 274 275 Yepes: op.cit., pág. 263 Met. 1043 b 2-4 1045 b 20. explica que en Aristóteles, en el libro 6 de la Metafísica, distingue los dos sentidos de acto, las potencias imperfectas y perfectas, que son la kínhsiç y la e1nérgeia. A la potencia imperfecta que no lleva su fin en sí mismo le asigna lo accidental, pero el movimiento cualitativo es accidental, y lo que llama potencia cinética es indivisible y eterna, como Aristóteles dijo en Física. Entonces, el movimiento cualitativo, en cierta forma, es inmanente precisamente por esa indivisibilidad y porque en principio contiene su límite. Por otra parte, la kínhsiç es una acción, aunque imperfecta acción al fin y al cabo. En 1048b 18-23 Aristóteles dice que el movimiento no es que no sea una acción, sino que es una acción que no tiene un fin. Parece más bien que hay dos tipos de acciones. Uno, que es el de práziç con péraç, que se subordina al fin y es movimiento. Otro es el de la práziç con el fin contenido en ella misma, y es e1nérgeia. La conclusión que extrae Oñate es que hay una diferencia clara entre kínhsiç y e1nérgeia en el sentido que se establece en el párrafo. En De anima 431ª ya se habla de una e1nérgeia de movimiento, y de lo imperfecto y una e1nérgeia plena que finaliza en el acto sensitivo276. Por último, se llama péraç a la sustancia de lo que es de una manera propia ou1sía e6kaston, en realidad u2pokeímenon, y a la esencia 276 En todo el corpus aristotélico se ve una asociación entre la kínhsiç y la e1nergeia usando el verbo mover y actuar como equivalentes y próximos. Así en Fis. 255b, 30, 35, en Met. 1020 b 19-22, 1021 a 19se habla la simultaneidad del agente y paciente para llegar a ser en acto a partir de la potencia o que lo que es movido o actuar sean sinónimos. Incluso en Met. 1046 b 30, h2 e1nérgeia málista h2 kínhsiç ei3nai, el acto principalmente es el movimiento. En Fisica 257 a 6- 8 llega a decir que el movimiento es la e1nteléceia incompleta del móvil o que es la e1nteléceia de un ente en potencia en cuanto tal, en Fisica 201 a 10. de lo que es propio tò ti h3n ei3nai e6kaston como límite del conocimiento y, por tanto, de la cosa tò pra=gma. En este sentido, Aristóteles se refiere a que la sustancia es sustrato y también esencia cuando se apela a la sustancia propia, que es la sustancia singular. En esta caso, corresponderá a la sustancia en cuanto compuesto de materia y forma, ya que la materia es amorfa e ilimitada (aunque esta, por ser principio, a1rch’, también es límite, en cuanto que dice Aristóteles que todo principio es límite, pero no todo límite es principio, Metafísica 1022 a 10.). Por eso también los principios de la ciencia del ente se pueden considerar límites. Así, la tercera causa descrita por Aristóteles como principio del movimiento podría ser descrita como límite, a1rch’ th=ç kinh’sewç, (Metafísica 983 a 30). Si esto es así, se comprenderá mejor que el movimiento tenga el fin, el límite, contenido desde el principio, y pueda ser e1nérgeia277. Por otra parte, Heidegger describe que para lo griego, el principio, a1rch’, como disposición, es el ser del ente, que en este caso sería el límite, como disposición, como salida del movimiento. La forma, el ei=1doç, también es péraç . En este caso, el péraç es de ascendencia platónica, ya que el sentido de la figura en Platón alcanza una dimensión ontológica y es precisamente por el péraç por lo que existe participación 277 Hagen describe muy bien esta situación cuando refiere que los movimientos como acciones imperfectas lo que es inmanente es el límite o péraç a diferencia de las acciones perfectas que la presencia del téloç es su e5rgon su obra, <<The e1nérgeia-kínhsiçdistinction and Aristole´s conception of práziç>>,Journal of the History of Philosophy, XXII-3, 1984, pags. 263-280. de lo que es en cuanto idea con los seres sensibles y limitados. El alcance del péraç platónico era exiguo en cuanto que solo se refería al límite o contorno. En Aristóteles, el ei=1doç no puede ser más que una estructura de conocimiento, en caso de que se considere un trascendente de la sustancia compuesta. En el caso de ser por sí mismo el ei3doç, siempre hay que considerarlo como participando de la sustancia compuesta y nunca actuando por sí mismo. Por esto, hay que considerar al ei3doç como un presenciar de lo que es propio, u2pokeímenon, más cerca de la e1nérgeia que de cualquier trascendental de conocimiento, que supone una interpretación de un sujeto trascendental. Si la sustancia es límite, también la esencia es límite de lo conocido. Por eso es conveniente explicar la esencia como límite del conocimiento. La esencia es lo que es en cuanto es esencia y es conocible por la mente, pero no que sea ella misma lo que pertenece al sujeto concebido como uno mismo que pueda conocer. Esto apelaría a un cartesianismo anacrónico. La esencia de lo que es propio es lo que se dice de esta, su enunciado. Para ser conocida la esencia de lo que es propio tiene que ser dicha. Las esencias tienen una definición, y solo hay esencias de lo propio que puede ser enunciado. Ahora bien, la definición no es lo mismo que un enunciado y esto ocurre si es algo primero, es decir, si es de lo propio que sea especie de un género o ei=1doç, que tengan forma. De esta manera, llega a decir Aristóteles que la definición y la esencia pertenecen a la sustancia, con lo que solo hay definición de la sustancia. Por esto hay que considerar que lo que es de propio, e5kaston y la esencia, tò ti h1=n ei=1nai es lo mismo, coincidiendo con la sustancia, y es efectivamente lo que dice Aristóteles de la esencia y de lo propio, que son sustancias. Así, define Aristóteles la esencia, que es la sustancia de lo que es propio. A la sustancia sin materia Aristóteles la llama esencia278. El desarrollo del ser aristotélico como e1ne’rgeia y este como acto que es primero en esta explicación tiene un elevado carácter heideggeriano. Pero el acto considerado desde este punto de vista como actividad, es un trabajo de terminación. Quiere esto decir, que el ser es la acción presente, eterna, de presentarse una cosa y que se conoce terminada en cada momento presente. No es que el acto sea algo terminado en sí conocido, aprendido para ser reconocido por algo o alguien y olvidado, sino que es la acción presente que se obra en su obra, que se termina conociendo por lo que es propio mismo en cada momento que se presenta. Por eso el ser de Aristóteles es superior la acción al movimiento, ya que este no lleva ningún sitio o no presenta su obra. El problema es que Deleuze invierte los términos aristotélicos y necesita de la posibilidad que sea un actuar para que no haya un salto ontológico de lo real-actual. Incluso 278 Met. 1032 b 10. lo que para Aristóteles es acción para Deleuze es movimiento ya que la posibilidad lleva en sí misma el acto de la idea-problema. Una vez explicada la relación de Deleuze con el ser aristotélico y lo que es la univocidad que desarrolla Aristóteles, vamos a continuar con lo que expresa Deleuze del ser con relación a los demás filósofos del ser como son Duns Escoto, Espinosa y Nietzsche. 3.10 La univocidad de Escoto, Espinosa y Nietzsche según Deleuze Ya se sabe que para Deleuze solo hay una proposición, y es la de la univocidad del ser. Así, Deleuze propone una historia de la filosofía determinada por tres momentos estelares de univocidad. El primer momento corresponde al ser unívoco elaborado por Duns Escoto y su Opus Oxoniense descrito por Deleuze como el mayor libro de ontología pura. Aquí, el ser es pensado por Escoto como neutro, <<l’ être est pensé comme univoque, mais l’ être univoque est pensé comme neutre, neuter, indifférent à l’ infini et au fini, au singulier et à l’ universel, au créé et à l’ incréé>>279. Lo primero que hace Duns Escoto, según Deleuze, es neutralizar la analogía del juicio, precisamente para conferir un carácter neutro al ser, pensándolo como un concepto abstracto. Para Deleuze, Escoto quiere evitar 279 DR, pág. 57, <<el ser es pensado como unívoco, pero el ser unívoco es pensado como neutro, neuter, indiferente a lo finito y a lo infinito, a lo singular y a lo universal, a lo creado y a lo increado>>. el panteísmo y, por lo tanto, necesita del ser unívoco como abstracción. Ahora bien, en este ser común neutro, indiferenciado, Escoto propone una diferencia pero de distinción. La diferencia se compone de una distinción formal y de otra modal, mientras conserva lo común del ser abstracto neutro de cada una de ellas. En principio, se halla la distinción formal, que, siendo real, no es una distinción numérica necesariamente, ya que el uno sigue siendo el ser. La distinción formal pertenece a los atributos de un mismo individuo, mientras que la modal es la que hay entre una cosa y sus modos de intensidad. Además, los atributos a los que se refiere la distinción formal también se pueden considerar unívocos sin perder el sentido de univocidad del ser neutro. Por otra parte, la distinción modal establecida por el ser y sus atributos, se da por una parte, y sus intensidades, variaciones intensivas, como la graduación en lo blanco, se da por otra. Son los modos individuantes, finitos e infinitos, que se expresan como intensidades singulares. Es el ser unívoco, que, siendo neutral, expresa lo diferente no desde lo genérico o especifico, sino de atributos distintos en sí mismos, unívocos, y de variaciones intensivas modales, que mantienen lo que es el ser en su esencia de relación común neutra280. En SPE vuelve a describir el ser neutral de Escoto, unívoco en cuanto a ser y unívoco en cuanto a atributos, a pesar de expresar distintos modos. Así, siendo el ser neutro unívoco y los atributos también, esto 280 DR, pág. 58. quiere decir que tanto Dios como las criaturas comparten atributos y pueden ser comprendidos si se entiende la distinción formal. Entonces, a esta distinción formal atañe la aprehensión de coseidades distintas que pertenecen a un mismo sujeto. De esta forma, el entendimiento es el que comprende objetivamente formas distintas que componen un sujeto. Es una distinción real la distinción formal por la expresión de diferentes realidades del sujeto, pero una distinción real que expresa y compone un ente único, siendo entonces real y no numérica la distinción formal.281. Después se observa en la distinción modal que, mientras los atributos permanecen unívocos, estos componen intensidades variables. Precisamente de esta situación de distinción modal y del concepto de haecceidad, Deleuze expresará un principio de individuación que, junto con la esencia de modo espinosista, dirá lo que supone por individuación, una expresión sinónima de pliegue. Con Espinosa continúa el segundo momento de la historia de la filosofía con respecto al ser unívoco. Según Deleuze, Espinosa deja aparte la neutralidad del ser unívoco para considerarlo plenamente afirmativo. Es la sustancia que en esencia es potencia. Al igual que Duns Escoto, que había litigado contra Santo Tomás en relación con la analogía, Espinosa lucha contra Descartes con respecto a la teoría de las sustancias cartesianas. Estas, según Espinosa, comprenden una amalgama de ontología, 281 SPE, pág. 55. formalidad y número, de tal manera que las distinciones cartesianas se encuentran plenas de analogía. Espinosa comprende la sustancia con una distinción formal real no numérica de los atributos y con una distinción modal numérica no real de los modos. Así, lo verdaderamente real es lo cualitativo esencial de los atributos y no los modos intrínsecos de la sustancia. En realidad, el ser unívoco de Espinosa es inmanente y expresivo, lo que implica una relación directa de la univocidad y el pliegue. Lo inmanente supone que el efecto producido por la causa inmanente es que el efecto está en la misma causa. Esto implica una igualdad del ser a pesar de la distinción de esencia. Por otra parte, la inmanencia comprende una ontología del ser y del uno, que son correlativos, siendo todo lo que es en igualdad para la sustancia, un ser-igual presente en todos los seres. De esa forma, la inmanencia exige un ser unívoco, el de una naturaleza, que, en el caso de Espinosa es la afirmación del productor y lo producido igualmente común en su esencia ontológica282. Por otra parte, el ser es expresivo en cuanto a que lo múltiple comprendido en el uno se explica, se desarrolla precisamente en su multiplicidad. Para Deleuze, la idea de expresión en Espinosa aparece como una unidad de lo múltiple, que está presente en Dios, con una noción que considera importante, expuesta en el Renacimiento, que es la pareja 282 SPE, pág. 157. complicatio-explicare. Las cosas se complican con Dios mientras lo explican y lo implican. Entonces, para Deleuze la expresión es complicación, y también explicación de lo múltiple, primero como complicación de lo múltiple y segundo como explicación del uno283. Si en Escoto el ser unívoco es neutro, en Espinosa el ser unívoco es afirmativo, porque es explicativo o expresivo. El problema que explica Deleuze con respecto a la univocidad de Espinosa es que, la sustancia, en cierta forma, es independiente de los modos, a pesar de que los modos son dependientes de la sustancia. Tendría que haber una sustancia plena de los modos y unos modos plenos de la sustancia. Esto solo se puede expresar cuando se dice de la identidad, lo diferente, del uno, lo múltiple, del ser, el devenir, que según Deleuze es como un segundo principio advenido de una identidad no primigenia que expresa la diferencia. Esta situación es la que entiende Nietzsche como eterno retorno, pero no eterno retorno de lo mismo sino de la diferencia. Lo que vuelve es siempre ser, pero del devenir, ya que, según Deleuze, retornar es identidad pero de la diferencia y de lo que se dice diferente. Esa identidad de la 283 SPE, pág.12. Para Deleuze la palabra <<expresar>> tiene varios sinónimos en Espinosa. Los sinónimos que presenta en principio en el Tratado de la Reforma Política, 76 es el de <<ostendere>>; <<mostrar>>, <<exhibir>>. Por otra parte supone unos sinónimos correlativos; el de <<involvere>>; <<envolver>>, <<ocultar>>, <<rodear>> y <<explicare>>; <<desdoblar>>, <<desarrollar>>(Ética, I,8,esc.2). Esta palabra todavía es mÁs importante en cuanto que está en relación con el pliegue. El origen etimológico de la palabra es el de ex-plicare donde la partícula <<ex>> supone el lugar de procedencia de donde se parte, quizá un comienzo o una apertura; <<plicare>> es <<doblar>>, <<plegar>>, lo que supone ya en sí misma ,<<explicare>>, una alusión directa a la procedencia el plegar. Así la explicación como expresión del ser unívoco alude tanto al uno como a lo que se expresa-explica: el pliegue y los pliegues. diferencia se entiende por repetición. El eterno retorno de la diferencia que es repetición expresa un ser común con todos los grados de potencia, siempre igual en lo que no es igual y que la despliega. Por eso, para Deleuze el ser unívoco de Nietzsche se realiza con el eterno retorno de la diferencia como repetición, plenamente afirmada y realizada284. Esta visión de una historia de la univocidad es de la que parte Badiou para hacer su análisis de lo que piensa con respecto a ella el propio Deleuze 3.11 La univocidad del ser en Deleuze, según Badiou En primer lugar, Badiou hace hincapié en que toda la obra de Deleuze es una ontología. Esta ontología clama para que sea solo una voz la que se defina el ser. La historia de la filosofía no se dirige hacia una filosofía crítica, sino que supone pensar la diferencia con todos sus sentidos formalmente distintos, pero siempre porque lo designado sea ontológicamente uno285. Para Badiou, todos los casos que presenta Deleuze, como el cine, el nómada, Espinosa, son para asentar la idea de univocidad del ser. Así, partiendo de Deleuze como historiador del ser, Badiou 284 285 DR, pág. 60. Badiou, op. cit., pág. 37. pretende explicar bajo dos tesis abstractas el principio del pensamiento deleuziano. La primera tesis que presenta Badiou es que la univocidad no significa numéricamente que el ser sea uno. Para Badiou, esto es una aserción vacía, ya que no supone que el ser sea una identidad única para consigo misma. Según Badiou, si se piensa que el ser es uno, ya se está claudicando en todo lo que se pueda pensar de él, ya que lo que es la potencia del uno es pensar la disyunción, y es que los entes son múltiples y diferentes. Tampoco es cierto para Badiou que el ser sea uno como uno, es decir, expresándose una tautología. Dice que es plenamente compatible que el ser sea uno y que existan múltiples formas de ser, ya que en el despliegue de estas múltiples formas de ser es donde se identifica el uno. La identidad del uno surge a partir de la potencia de despliegue de la multiplicidad de la forma, como la sustancia de Espinosa. Ahora bien, esto no significa que esta pluralidad le confiera al ser otro valor ontológico que el que el tener un solo sentido. Recalca Badiou que formalmente los atributos son distintos; no así lo ontológico, que es uno, citando sus palabras. Entonces, Badiou enfatiza la distinción ontológica de lo formal y lo real, siendo lo real lo ontológico y lo formal los atributos como distinción formal. Ahora bien, ya se dejó claro que tanto para Duns Escoto como para Espinosa la distinción formal es real, pero es una distinción real no numérica de los atributos. La distinción modal es la que no es real, pero es una distinción numérica, siendo el ser lo común a la distinción. Por otra parte, hay un sentido de identidad del uno en Deleuze, en cuanto a que surge de la potencia, pero, con sus palabras, se trata de una identidad no primigenia, por lo que no tiene sentido hablar de si es numérico o no el uno de la univocidad286. El problema se da cuando Badiou plantea que el pensamiento claudica si se imagina un solo ser, ya que, según Deleuze, los entes son múltiples y diferentes por síntesis disyuntivas. Es lo que intentará explicar en su segunda tesis abstracta. Pero lo que introduce Badiou es la confusión de darle al ente el sentido de ser equívoco, como si hubiera ser y seres ontológicamente distintos para el pensamiento. A nuestro juicio, solo se puede entender que hay un solo ser, aunque para ello se tenga que comprender como numérico, y más cuando para Deleuze sí hay una distinción numérica de los designantes o expresantes o modos individuantes, a los que en sentido de clase se les puede aplicar la palabra ser, pero no un sentido de equivocidad ontológica287. Al fin y al cabo, Deleuze piensa que Parménides, cuyo ser es solamente uno, en realidad, debería de haber explicado que el ser es y no continuar diciendo que el no ser no es. Esto no goza de sentido más que por ser una sola voz para todos los modos diversos. Puede ser indefinido y abstracto, y su sentido se dará a las múltiples formas de ser en los entes o los modos o los atributos, sean estos unívocos o no, pero siempre con el sentido claro de que lo ontológico 286 287 IbÍd., pág. 43. DR, pág. 53. sea con respecto al ser. La distinción formal es real, y la distinción real contiene un sentido común ontológico, solo que para Deleuze, cuando se basa en Espinosa, la distinción modal puede que sea unívoca y numéricamente distinta. Por otra parte, ya lo propone en DR cuando habla de la distinción numérica de los designantes, acercándose a lo que es el pensamiento de Aristóteles, revisado por la hermeneútica, pero lo discutiremos más adelante, cuando hablemos de la haecceidad288. La otra tesis abstracta que propone Badiou es que la univocidad expone a los entes como grados de intensidad y no como individuos clasificados por especies sin capacidad de reparto. Estos entes singulares y móviles expresarán la potencia del uno, cuya distinción será numérica y modal, pero nunca real. Por esto, Badiou admite una equivocidad del ser en cuanto a lo que dice, a sus expresiones modales, pero siempre bajo la tutela del ser unívoco. Así, lo múltiple de los entes, su equivocidad y los múltiples sentidos, no poseen una distinción real, ya que lo real sería lo que tiene ontológicamente un único sentido: el ser. La consecuencia de esto, según Badiou, es que lo múltiple de los entes es la expresión del uno por 288 Las distinciones parten de una elaboración escolástica metafísica, para comprender la alteridad entre los objetos. En este sentido, Santo Tomás comprende la distinción formal, que es una distinción específica, la que existe entre dos especies, y la distinción numérica, que es la que ocurre numéricamente entre dos cosas de la misma especie. La distinción formal que utiliza Duns Escoto sirve para expresar la diferencia formal de atributos divinos con respecto al individuo, pero sin perder la relación de univocidad del ser neutro. La distinción real se refiere a lo que puede ser independiente, sin que dependa más que de ellas mismas. Con respecto a los atributos, se supone entonces que cada uno de ellos es independiente con respecto a otro solo basándose en que en lo unívoco su realidad se constata por el sentido común del ser único que al pertenece. En realidad, la distinción real es más bien la capacidad de que puedan pensarse estos atributos, independientemente ellos, en la univocidad o distinción entre sustancia cuando esta es equívoca. sus simulacros. La diferencia de los simulacros consiste entonces en llevar la apariencia como lo que existe, formalmente y modalmente, confiriendo a este sentido un cariz platónico289. En espera de una revisión platónica de la teoría de las ideas y del Bien, si en algún sentido hay una univocidad, lo que trasmite Badiou es que los entes, al ser simulacros, son copias que no tienen la fuerza ontológica del uno, siendo una realidad mermada. Ya se vio la crítica de Deleuze al sentido de representación platónica como selección del fundamento y englobe de la diferencia. El simulacro como diferencia, para Deleuze, es una expresión del ser pero dentro de una distribución nómada y con la fuerza del pliegue del ser, ya que la apariencia es real en cuanto que existe. En LS, se verá cómo habla del ser de lo real, de lo posible y de lo imposible, como tres clases de seres de la univocidad del ser común, siendo este el que aglutina el sentido único ontológico, aunque se hable de clases. 3.12 La univocidad en Logique du sens y en L’ anti-oedipe En la vigésimo quinta serie de LS, Deleuze analiza la univocidad con respecto al individuo, el acontecimiento y el eterno retorno, dotándola de tres sentidos. Con respecto al individuo, Deleuze se pregunta en LS su 289 Badiou, op. cit., pág. 44. relación con la univocidad a través del acontecimiento puro como vínculo de cada acontecimiento. Es la afirmación de la síntesis disyuntiva, en la que el individuo es un acontecimiento, que se capta como un acontecimiento que se interioriza en él y que se efectúa fuera de él. De esa forma, todos los acontecimientos son comprendidos como individuos si el acontecimiento interiorizado se capta de ese modo. Los individuos son la densificación de las diferentes singularidades, realizados de una manera fortuita, si se expresa, como explica Nietzsche, con relación al eterno retorno. Las identidades individuales son casuales y no se explican por sus infinitas cualidades. El individuo que surge de cada acontecimiento es el que se reafirma como intemporal y al que cada acontecimiento distancia de otro, que se relacionan con el acontecimiento universal. En LS, el eterno retorno no lo es de las cualidades sino de los acontecimientos puros, comunicados entre sí por un acontecimiento único universal. Ahora bien, el acontecimiento universal es el ser. Para Deleuze, la filosofía es ontología, pero la ontología es univocidad del ser. No es que haya un solo y mismo ser, ya que para Deleuze, según esta afirmación, los entes (etants) son seres en LS, sino que hay solo un ser en un mismo sentido y en una única voz. Es la univocidad del sentido del ser y la univocidad de la expresión disjunta de los entes expresados por el ser. Lo que se dice de lo diferente no es lo mismo, pero se refiere al mismo ser. Es el acontecimiento único y universal, por lo que todos los acontecimientos se manifiestan en referencia siempre a un sentido del ser. En realidad, el ser unívoco en LS continúa siendo neutro cuando se afirma que lo es por no ser ni activo ni pasivo, sino solo neutro. Por eso, es el mínimo ser común de lo que se dice y de lo que es atribuible a las cosas, como reafirma cuando explica que es lo mismo para lo que se dice y acontece, para lo posible, lo imposible y lo real. Ya se vio que lo posible virtual es real, como lo actual, que también siendo real actualiza lo virtual, por lo cual es ser unívoco. De lo imposible dice Deleuze en la quinta serie de LS, que lo conforman objetos sin patria, el extra-ser, ya que, siendo acontecimientos, no pueden ser actualizados en un estado de cosas, como el círculo cuadrado, en la materia extensa. De esta forma, Deleuze distingue tres clases de seres con un ser común, el ser unívoco. Como ser entiende el ser de lo real como materia de las designaciones, lo actual del estado de cosas designadas, el ser de lo posible como forma de las designaciones, lo virtual como idea a solucionar, y el extra-ser de lo imposible, que es un extraexistente con un mínimo ser, pero común en cuanto su univocidad290. El problema se presenta cuando intenta describir lo posible, lo imposible y lo real como seres. En el lenguaje que presenta esta situación, es de equivocidad ontológica. Es la misma crítica que se realiza a Badiou cuando describe la multiplicidad de seres que aparerecen en el ser. Deleuze parece darse cuenta de esto, ya que se aparta de todo lo que pueda confundir el sentido 290 LS, pág. 211 y pág.49. unitario del ser. Habría que pensar que, tanto el ser de lo real como lo imposible y lo posible, contienen una distinción modal pero no real. De esa forma, lo ontológico continúa siendo el ser unívoco y los seres de lo real, imposibles y posibles con su distinción modal, siendo formas intensivas del ser. En cierta forma, recuerda la doble univocidad del ente en cuanto a ente y ser en la descripción de Heidegger sobre estos conceptos en Introducción a la metafísica291. En AO, el ser unívoco sigue siendo neutro. La neutralidad se refiere, ya no a una abstracción que se expresa a través de diferencias o a un acontecimiento de acontecimientos, como sugiere en DR y en LS, sino a una producción deseante sin la presencia de caracteres opuestos que mantendrían la idea de neutralidad, aunque con la afirmación de una corriente de deseo. Así, para Deleuze la producción deseante es una multiplicidad, que, superando lo múltiple, afirma la unidad. No es una unidad que exprese una totalidad originaria, ni una trascendencia de lo múltiple. Son partes que se añaden a un todo, un todo producido, que en realidad crea comunicaciones entre ellas. Aquí el Cso. (cuerpo sin órganos) toma el papel de ese todo comunicado a través de la producción deseante de las partes, los objetos parciales292. En PP, Deleuze dice que en AO se plantea una univocidad de lo real, como un espinosismo del inconsciente. Para Deleuze, el inconsciente 291 292 Heidegger, op.cit., pág. 34. AEO, pág. 47. no es un teatro donde se realiza una función familiar de papá y mamá, sino que es una fábrica de producción. Por eso, no se trata de hablar de figuraciones operativas de actuación, familiares, sino más bien de un delirio sobre razas, sociedades, tribus, y en general sobre lo que ocurre en un campo social. Se trata de comprender la univocidad de lo real, desde un punto de vista inmanente del inconsciente con sus síntesis. El uso inmanente del inconsciente es una expresión de lo abstracto ya que, según Deleuze, no explica nada sino que es porque hay procesos de producción en el caso del inconsciente o procesos de subjetivación y de racionalización. Estos procesos son las multiplicidades, que en el AEO se expresan en la producción deseante, afirmando el todo en cada una de las partes, Cso. Por lo tanto, a pesar de que la producción deseante es afirmativa, lo abstracto continúa siendo una propiedad del ser neutro, que se expresa en todas las multiplicidades293. Ahora bien, lo real como expresión de lo unívoco en AEO es para Deleuze la producción de deseo. Es la síntesis pasiva de las unidades de producción, que son los cuerpos, los objetos parciales y los flujos. Por eso, lo real es autoproducción del inconsciente en cuanto que es un resultado de esas síntesis pasivas del deseo. Al no carecer de nada, el deseo es neutro en cuanto no es ni un más ni un menos, como una afirmación neutra de lo abstracto, que es el todo. Es interesante la teoría del deseo 293 PP, pág. 198. como producción de lo real en cuanto a su relación entre objeto y sujeto. El deseo no carece de nada porque su objeto en cuanto a que es producido, pertenece a él. Es más bien el sujeto, si lo hay, el que carece de deseo por producción, ya que ese sujeto es precisamente sujetado por represión, memoria histórica del sujeto. Así, dice Deleuze que el ser objetivo del deseo es lo real en sí mismo, aludiendo a Lacan. Entonces, lo que no hay es una realidad particular psíquica que así lo denomine, ya que lo real es en sí mismo deseo productor y producido. En realidad, lo que existe no es un ser objetivo fuera del deseo que tenga una necesidad de él. Según Deleuze, se forma una pasión por ser objetivo y natural, citando a Marx y, por lo tanto, no hay carencia en el deseo. Ahora bien, no hay deseo por necesidad sino más bien necesidad por deseo, ya que esta surge de él. El problema de la necesidad aparece en el sujeto de síntesis activa que ha perdido sus síntesis pasivas por alejamiento de ellas, y con eso pierde el deseo, entendido como producción y autoproducción de las síntesis pasivas del inconsciente. Así, ese sujeto de la represión y no del deseo, alejado de las síntesis pasivas, convierte la necesidad en carencia. El deseo, que hace surgir la necesidad, se convierte en el sujeto reprimido en miedo abyecto a carecer, a carecer de lo objetivo, del objeto real. Es la inmanencia del deseo contra la trascendencia del sujeto294. Así, la inmanencia se convierte en una relación 294 AEO, pág. 34. cartográfica, es decir, en un plano, que, según Deleuze, se divide en dos: plano de organización y plano de inmanencia. 3.13 El plano de inmanencia y el plano de univocidad. El plano de consistencia Para Deleuze, el plano es un principio oculto que da lo dado pero sin estar dado. Gracias a ese principio se puede ver lo que se ve y oír lo que se oye, pero su naturaleza lo mantiene velado. Ahora bien, aunque solamente se deduce debido a su latencia, se concibe de dos maneras, según sea un plano estructural de desarrollo y de formas o un plano de relaciones. El plano de organización es estructural o genético, e incluso las dos cosas a la vez. Comprendido así, el plano estructura formas y sujetos como una red sustentadora oculta de formación y subjetivación. El plano actúa como un principio trascendental, que se deduce de las formas y sujetos que se representan295. Por otra parte, se halla el plano de inmanencia. A este plano no pertenecen las formas ni los sujetos, sino los afectos y las relaciones. Son relaciones de movimiento sin estructura ni formas genéticas, donde las 295 MP, pág. 325. individuaciones son haecceidades. Se encuentran compuestas por sus potencias o afectos no subjetivados. Es un plano de inmanencia y de univocidad, al que Deleuze llama también plano de naturaleza, aunque sea una naturaleza no diferenciada, natural y artificialmente. No es un plano de evolución donde las formas adquieren una estructura, sino de involución, ya que se libera de ellas, disolviéndose y dando lugar a tiempos y velocidades de afectos más que de estructuras, en el tiempo del Aión. Es un plano que al no ser de organización de formas, se convierte en un medio de transporte de afectos y devenires. El plano de organización se constituye por estratos, por estratificación de sujetos y formas, cuyos órganos y funciones correspondientes son la relación entre estratos, siendo ellos mismas estratos. Este plano de inmanencia, donde la naturaleza se desestratifica, es para Deleuze un cuerpo sin órganos, cuyas velocidades y lentitudes ya implican una desterritorialización. Ahora bien, si el plano de organización y el de consistencia se oponen, es debido a que tanto uno como otro quieren prevalecer en su expresión. El plano de organización interfiere en las velocidades y en los afectos, intentando estratificar las líneas de fuga y los devenires desterritorializados del plano de inmanencia. Por otra parte, este plano actúa sobre los estratos del plano de organización para que las partículas se escapen y se desorganice, liberando sus tiempos y velocidades. Los planos están enmarañados, y por eso su oposición se abstrae si procede con un mínimo de forma y de estrato, para no caer en pura abolición y muerte de lo que sería la total supresión del plano de organización296. Por eso, quizá para Deleuze quien instaura el plano de inmanencia es Espinosa. Este aparta formas y funciones, expresando elementos abstractos reales, que como partes infinitamente pequeñas del infinito actual, se componen de velocidades, movimientos y afectos en un plano de consistencia. Son individuos infinitos compuestos de otros individuos, en una relación cada vez más compleja, como una multiplicidad. Entonces, la Naturaleza (la sustancia que Deleuze identifica como plano de inmanencia en Espinosa) es el compendio de estas multiplicidades infinitas como una multiplicidad de multiplicidades. Dice Deleuze que es un plan de desplegamiento (etalement)297, sección de todas las formas, que como plan de inmanencia es de univocidad opuesto a la analogía. Entonces, lo que es uno es de un solo y único sentido, el ser unívoco de lo diferente. El plano de inmanencia lo describe Deleuze como un plano fijo al que llama de inmovilidad o de movimiento absolutos, con partículas de materia que no son palpables y están conectadas entre sí. Este plano de consistencia supone para Deleuze una inmensa máquina abstracta de 296 MP, pág. 326. MP, pág. 311. En francés tiene el sentido de desplegar un mapa. Se ve siempre el sentido cartográfico y geográfico que contiene el plan de consistencia para Deleuze. Es un desplegar del ser unívoco en relación con sus pliegues. Lo cartográfico posee la cualidad de exponer un entredós, que secciona las formas y supone una relación más que una estratificación. La distancia entre dos puntos es una relación de velocidad y movimiento, un devenir, pero no un estrato. 297 agenciamiento infinito298. Las partículas conectadas entre sí componen velocidades y lentitudes que se relacionan mediante la longitud o grados de potencia como la latitud. Así, Deleuze dice que la longitud de un cuerpo es la que forman un conjunto de partículas bajo una relación concreta, que a la vez se constituyen dependiendo de la relación de otros conjuntos con sus agenciamientos individuados. Por otra parte, se entiende que estos conjuntos que se relacionan entre sí y son cuerpos se componen de grados de potencia, de latitud299. Deleuze comprende por latitud de un cuerpo los afectos, que, como devenires, lo capacitan con un grado de potencia. De esta manera, explica Deleuze que un cuerpo no es una especificación de género, sino que más bien es la capacidad de potencia que posee con respecto a sus afectos, sus devenires, su acción-pasión, como un modelo espinosista de cuerpo. Con esto, Deleuze explica que un cuerpo en un plano de consistencia se define por su latitud y su longitud; es decir: por una parte, es un conjunto de partículas en relación de velocidad y movimiento; y por otra, un conjunto de afectos que se capacitan por su potencia. Esta idea aboca a una idea de individuación distinta de un sujeto o una cosa, es la haecceidad, univocidad de expresión de la univocidad única del ser300. 298 Ver lo que dice Deleuze sobre el agenciamiento. MP, pág. 314. 300 MP, pág. 318. 299 3.14 El todo y sus cambios en referencia al movimiento según Bergson En sus estudios sobre cine, Deleuze aprovecha unas tesis de Bergson sobre el movimiento, para explicar el todo con relación a las partes en perpetuo cambio. En primer lugar, el movimiento no es espacio recorrido, ya que este es pasado y divisible, mientras que el movimiento es actual porque es presente e indivisible. Esto supone que cada movimiento es único e irreducible por su naturaleza indivisible, a diferencia del espacio, que es homogéneo y único para todos los espacios. Ahora bien, esta situación expone la imposibilidad de un movimiento representado por <<cortes inmóviles>>, los cuales corresponderían a posiciones de espacio o instantes de tiempo. Comprender inadecuadamente el problema de un modo abstracto formaría parte de una reconstrucción de los cortes con el tiempo mecánico homogéneo al igual que el espacio. Así, el movimiento se efectúa en el intervalo de dos instantes, por un lado y por otro; el movimiento siempre se expresará como duración concreta301. Esto correspondería a la primera tesis de Bergson sobre el movimiento, donde los cortes inmóviles estarían en relación con el tiempo 301 IM, pág. 14. abstracto. Es una crítica al movimiento unido al espacio recorrido. En realidad, para Bergson es en el cine donde se expone una tesis que aparece en una imagen, donde el movimiento no se le suma, sino que pertenece a la imagen como imagen media de los fotogramas, que son cortes inmóviles. Así, en el cine lo que se expone no es un corte inmóvil al que se le suma el movimiento abstracto, sino que es un corte móvil, es decir, una imagenmovimiento. Para Deleuze este fue uno de los mayores descubrimientos del autor de Materia y memoria, ya que la imagen-movimiento se presentaba más allá de las condiciones naturales de percepción302. La segunda tesis sobre el movimiento se presenta en L´evolution creatrice como una reproducción del movimiento <<en función del momento cualquiera, es decir, en función de momentos equidistantes elegidos de tal manera que den impresión de continuidad>>303. Esta exposición se opone al punto de vista del movimiento de la Antigüedad, donde se veía una remisión a formas o ideas eternas pero inmóviles. Para comprender el movimiento es preciso que las potencialidades de la materia convertidas en acto, no pueden ser captadas, sino como actos de materiaflujo. Así, el movimiento, en realidad, es el paso de una forma a otra como un orden de instantes privilegiados. Por otra parte, en la modernidad científica los instantes privilegiados se convierten en instantes cualesquiera. 302 303 IM, pág. 15. IM, pág. 18. Ya no se compone el movimiento de elementos trascendentales como formas ideales, sino de elementos inmanentes, materiales, como cortes. Es en el cine donde Bergson resuelve la segunda tesis al exponer la opción de instantes que son equidistantes en cualquier momento. De la misma forma, Deleuze define el cine como un sistema reproductor de movimiento, que se refiere a cualquier instante. Ahora bien, el problema que se suscita con respecto al movimiento es que si se comprende con formas ideales o con cortes inmóviles, el resultado es idéntico en cuanto que se entiende el todo como lo ya dado. El movimiento no se expresa si no está dado el todo ni puede darse, ya que entonces el tiempo sería una imagen de la eternidad en cuanto a las formas eternas o como consecuencia de la sucesión de elementos materiales, de cortes inmóviles. Entonces, según Deleuze, para Bergson, al referirse al movimiento este tiene que ser pensado como capaz de producir lo nuevo a partir de momentos cualesquiera. Estas dos tesis del movimiento a partir del cine dan origen a una nueva, donde se confirma la univocidad del ser a partir del movimiento como apertura en el todo304. La tercera tesis de movimiento indica que es duración, es decir, un corte móvil de la duración en el todo, que supone un cambio. Así el movimiento es cambio como duración en el todo. Si el fondo común del ser es un uno-todo, la expresión del cambio se da a través del movimiento. 304 IM, pág. 21. Para Bergson, el movimiento es cuantitativo y cualitativo. Ahora bien, si decíamos que para Aristóteles el movimiento era cualitativo y cuantitativo pero uno era de los accidentes y el otro era físico, Bergson supone que el movimiento es inseparable sucediendo en un todo. Según Deleuze, lo que descubre Bergson es que las mismas cualidades son vibraciones que cambian mientras los elementos se mueven305. La exposición de Bergson del todo como duración, como un cambio por el movimiento, supone que el todo no está dado ni puede darse sino que a través del movimiento este todo se expresa precisamente en que cambia. Entonces, esta proposición entiende que el todo como lo no dado es lo abierto y lo que le corresponde es durar. Por eso, comprende Deleuze con respecto a Bergson que en cualquier duración se concluye la existencia de un todo que cambia, a través de una conciencia que no existiría sino estuviera abierta a un todo. Ahora bien, concluye Deleuze en L’ Image-mouvement que el todo como expresión del ser uno es relación. Para Deleuze, la relación no es un atributo sino algo exterior a los objetos. Por otra parte, la relación procede siempre del todo, dando una realidad virtual de los términos. Así, por parte del movimiento en cuanto a traslación los objetos cambian de posición en el todo, pero la relación hace que el todo cambie por cualidad. Incluso de la duración como movimiento cualitativo cuantitativo se dice 305 IM, pág. 23. que es un todo de relaciones306. Por este motivo, para Badiou el todo de las relaciones constituye una afirmación del pensamiento deleuziano con fundamento platónico307. Entonces, para Deleuze este todo de relación se compone de un todo abierto, unívoco, sin partes y con una continuidad indivisible. No es un conjunto cerrado, sino que continuamente se crea en un devenir sin interrupción de estados cualitativos. Así, Deleuze concibe el movimiento de traslación con referencia a los objetos y a la duración, que identifica con el todo: una realidad espiritual que cambia de acuerdo a la relación, pero que, al fin y al cabo, incluye facetas del mismo concepto de movimiento como expresión de lo abierto del todo-uno. El todo-uno de relación que compone el ser supone una descripción más detallada del problema de la relación y la descripción del concepto en referencia a Aristóteles. 3.15 El problema de la relación en Aristóteles y Deleuze El problema de la relación en Aristóteles es considerar si es real, es decir, si puede considerarse ontológica, ya que en Deleuze la relación es el ser en cuanto a que es movimiento de superficie, duración. Entonces de 306 307 IM, pág. 24. Badiou, op. cit., pág. 92. lo que se trata es de ver si se puede considerar la relación en Aristóteles como ontológico. La relación para Aristóteles se puede comprender desde dos puntos de vista. El primero es lo que entiende el tò o6n, en particular cuando se refiere al pròç e6n, por relación a, como en la expresión de la metafísica que se anuncia con el ente. Esta situación aparece cuando Aristóteles dice <<el ente se dice de muchas maneras pero en relación con algo único y a una única naturaleza y no por homonimia>>308. Cuando el ente es, tò o6n, ya lo estamos comprendiendo como algo determinado, como presencia del ser, como algo más consistente que lo abstracto del ser, entendido como tò ei1=nai. Por lo tanto, hay una relación del ente unívoco con su naturaleza, que es única. Parece que Aristóteles anuncia que la relación tiene una fúsiç única y que esa naturaleza única le pertenece al ente. Más adelante dirá que esta naturaleza es la ou1sía, donde todas las determinaciones del ente apelarían a ella. A pesar de que los entes se expresan de muchas formas, siempre llaman a un principio, a1rch’ (un principio intrínseco del ente, disposición o ser del ente, dice Heidegger). Esta situación la explica, por ejemplo, cuando las cosas sanas se refieren a la salud por relación, pròç, a ella, siendo la salud fundamento o principio de las cosas sanas309. Ya se dijo lo que era la sustancia para 308 309 Met. 1003 a 30-35. Met. 1003 b 30-35. Aristóteles con respecto al tò o6n; u2pokeímenon como sustrato material de la ou1sía, que a la vez es súnolon compuesto de materia, u5lh y forma morfh’ ei3doç. Por otra parte, se halla la ou1sía como tò ti h1=n ei1=naique es el ser del ente, la definición, sin la cual el ente no puede ser comprendido ni pensado, pero es sustancia. Ahora bien, cuando Aristóteles se refiere al ente dicho de muchas maneras y algo determinado, entiende la univocidad del súnolon, que es, aparte de lo que comprende la naturaleza única del ente, la fúsiç. Este término como ser único del ente habría que interpretarlo desde el punto de vista de Heidegger. Para Heidegger, la fúsiç es el ser mismo, por lo cual el ente llega a ser, ya que desde el principio al ente en general (lo que es) se le llamó fúsiç310. Sobre la base de esta interpretación, a la totalidad del ente se le llamó fúsiç: el ser como presencia única de toda la totalidad de los entes. Así, cuando se afirma que el ser se encuentra en relación con algo determinado, en principio, se habla de la univocidad del ente tanto en su definición como en su compuesto. Por otra parte, cuando se comenta la naturaleza única del ente, se apela a esa naturaleza en su totalidad de los entes, que son presencia del ser. Así, en Aristóteles puede haber una doble univocidad del ente como tal y del ser en su totalidad. Es precisamente por la relación que se entiende como ontológica por lo que se expresa esta situación, ya que lo que es algo determinado del ente lo es por relación, pròç e5n, a su 310 Heidegger, op cit ,22. sustancia y a su naturaleza fúsiç. Entonces, la naturaleza del ente fúsiç es unívoca ya que lo enfatiza, ou1c o2mwnúmwç, por lo que el ente en sí mismo no contiene una naturaleza única que lo haga ontológicamente equívoco. Ahora bien, esta interpretación quedaría escasa si Aristóteles no hubiera conferido a la relación algo más real. Es la exposición que realiza del próç ti como relación concebida de un modo más general. Cuando se hablaba del pròç e5n , la relación era por la sustancia y no por las cualidades. Por eso, Deleuze consideraba a la sustancia aristotélica una analogía. Pero ya se vio que la sustancia aristotélica es unívoca por la definición y lo que Deleuze critica es la sumisión de las diferencias al ei3doç, que es la parte sensible de la sustancia. La crítica es a una parte de la presencia, y no al ser del ente que es lo virtual real, que puede ser pensado y dicho, tò ti h3n ei3nai. La relación para Deleuze es una relación de interioridad con la sustancia por parte de las categorías que les confieren unidad y ser311. El próç ti aparece en el libro V de la Metafísica de Aristóteles. Para él, hay varias clases de relación, pero a nosotros nos interesa la relación por e1nérgeia y dúnamiç. Así, dice Aristóteles, que <<lo que hace y lo que padece según la potencia activa y la pasiva, dúnamin poihtikh>n kaì paqhtikh>n, y los actos de las potencias, e1nérgeíaç tàç tw=n 311 DR, pág. 50. dúnamewn, son relaciones>>312. Continúa Aristóteles, para explicar esta situación diciendo que la relación que hay entre lo que puede calentar y ser calentado tiene lugar por la capacidad de actuar, dúnatai, y que lo que corta está en relación con lo cortado, por lo que actúa o por los que actúan, e1nergou=nta. Si comprendemos que la potencia y la actividad, como se dijo anteriormente, son movimiento, la relación de que habla Aristóteles también es movimiento. Es decir, que la potencia activa, la potencia pasiva, los actos que se derivan de las potencias, los que actúan o actuantes, están en relación. Como ya se dijo anteriormente, la potencia es equívoca en cuanto que tiene capacidad de actuar y consiste en e1nérgeia y también en kínhsiç. La e1nérgeia y la dúnamiç son kínhsiç, es decir, movimiento, cuya relación entre ellas es la misma. Así, la relación para Aristóteles es kínhsiç. Esta interpretación no está lejos de considerar la relación como duración y movimiento, puesto que Deleuze se refería a Bergson sobre el ser del todo como relación y sobre esta como duración. Para Deleuze los pròç e5n de Aristóteles encerraban el problema como una relación de interioridad con la sustancia, mientras que la relación como ser y todo-uno era duración y movimiento de superficies. Ahora bien, lo que parece enfatizar una relación atributiva entre elementos se aclara cuando considera Deleuze que los elementos no se relacionan solamente por atribución si no 312 Met. 1021 a 15-20 se incluyen en un todo de relación. Por el todo de relación se transforman todos los elementos, las posiciones, los cortes, los pliegues. Deleuze piensa que el todo es abierto y no cerrado como un conjunto. Esto significa que no hay todos como conjuntos cerrados o cortes inmóviles, que no se conceptúen, como abertura en ese todo de cambio cualitativo por duración. Deleuze, al adquirir el compromiso del movimiento con Bergson se acerca a Aristóteles en la consideración del movimiento cualitativo y cuantitativo como relación. Ahora bien, Deleuze, en su crítica de Aristóteles terminaba en la relación de interioridad, pròç e5n , pero Aristóteles considera la relación como próç ti de un modo más general y, como se expresó antes, en movimiento. La diferencia estriba en que para Aristóteles el movimiento es tanto de superficie, cualitativo, como interno, considerado e1nérgeiadúnamiç y que precisamente su actividad es la que daría lugar a esa doble univocidad que se expresa en el ente y en el ser. No se pretende hacer una revisión completa o exhaustiva del pensamiento de Aristóteles, pero sí una incorporación al pensamiento de Aristóteles, interpretado en una línea más actual. De esa forma, se comprende que Deleuze hace una crítica sobre la base de conceptos del ser que pueden ser incluso afines a su ontología. Si Aristóteles es verdaderamente el que, junto con Parménides y Platón, empiezan la ontología, hay que hacer un análisis de recuperación de ella en la hermenéutica de algunos autores modernos. Por eso, tanto en el estudio del ser unívoco como del pliegue, hay que considerar lo que estos ontólogos pueden haber expresado y como se les puede interpretar. En el caso de Parménides el estudio lo realiza Heidegger en Moira mientras que en Aristóteles hay que buscar cualquier indicio que relacione la idea de actuar, de movimiento, con la idea de pliegue. 4- El pliegue El estudio del pliegue hay que plantearlo desde el principio de individuación en el todo múltiple o lo que es lo mismo, en la relación del ser todo con pensar y lo que supone pensar lo singular. Por eso, nos proponemos ahora es presentar la relación del todo unívoco con lo múltiple equívoco con respecto a él pero unívoco en cuanto a sí mismo, ya que de este modo sería es muy difícil conocerlo. Entonces, se plantea esa forma de lo singular como individuación, singularidad o pliegue en la presentación de la univocidad del ser. Hablaremos de los diferentes autores que lo han expresado Parménides según lo entiende Heidegger, Aristóteles, Leibniz, Merleau-Ponty y, por supuesto Deleuze. 4.1 Parménides y el pliegue Heidegger realiza una traducción propia del poema de Parménides donde interpreta el pliegue. En Moira, un ensayo de los que componen las Conferencias y artículos, expone largamente lo que supone que es el pliegue en Parménides. En principio, llama la atención a Heidegger el Fragmento III, donde se presenta la identidad de significado entre el pensar y el ser. A partir de aquí, continúa con el Fragmento VIII, donde en primer término aparece la mismidad del pensar y del pensamiento como un es. El es como pensar y pensamiento solo puede ser expresado en el ente (e1óntoç). Para Heidegger, hay una diferencia clara entre lo que expresa Parménides como ser, ei3nai, y el ente, e1ón, pensado como el pliegue entre el ser y el ente. Explica que este ente no es un ente en sí y, que, como una totalidad, pertenece al pensar en tanto que es una esencia o esente por el participio. También comprende que el e1ón no es una esencia que al pensar destaque lo no sensible del ente frente a lo sensible. Esto es algo que como participio presente está pensado en el pliegue, el cual se indica por el <<ser del ente>> y <<ente del ser>>. Lo que pasa es que al expresarse como ser del ente y ente del ser, se oculta el pliegue, y lo que explica entonces el pensar occidental es, más bien, el ser del ente en sí, que identifica al ente en sí como ser. Así, para el pensamiento occidental, el representar se convierte en ente y este en ser, ya que no es necesario pensar el ser313. El olvido del pliegue de ser y ente se consuma como inadvertido permaneciendo en lo que es lo verdadero para Heidegger que es la alh’qeia. Para recuperar del olvido el pliegue, Heidegger prosigue con su 313 Heidegger M., op. cit., pág. 200. interpretación del Fragmento VIII. Así, explica que, siendo lo mismo, tau1ton, pensar, noei<n, ser, ei3nai y pensar y pensamiento, noh’ma el ente, e1ón , solo puede ser nombrado como lo que está presente en el pensamiento por causa del pliegue no dicho. De esta forma, Heidegger explica que el pensamiento como un tomar-en-consideración noh’ma , hace que se presente coligado al habla como légein, y precede al pensamiento. Así, el pliegue, para ser recuperado del olvido, tiene que encontrar su ser como pensar con relación al habla. Para comprender el pliegue, se tiene que entender que no hay un ser para sí como representación sola de un ser ente uno o un ente en sí no comprendido totalmente que puede ser pensado, sino más bien un e1ón que como pensamiento presenta al ser en el lenguaje. Siempre hay que considerar que para Heidegger noh’ma y légein no es sencillamente pensamiento o lenguaje, sino un tomar en consideración o un dejar extendido delante. Según Heidegger, Parménides comprende que el pensar se halla en el ente como pronunciado. Por esta razón Heidegger piensa en el lenguaje si se pretende entender el ser como pensar hablado. Ahora bien, la dualidad que supone el pensar como noei<n llevado a la presencia por el légein , aparece en el e1ón, que es presencia y presente. Entonces, para Heidegger, el pliegue no puede separarse del pensar, ya que siendo e1ón el pensar, que lo toma en consideración, va junto con su légein . De esta forma, Heidegger expresa que a partir de la esencia del lenguaje como un decirse, aprende a pensar y este pensar a decir. Así, comprende un dejar extendido delante, lógoç y en llevar a parecer delante, fásiç314. A partir de aquí, Heidegger empieza a considerar lo que supone como despliegue del pliegue. En su interpretación expone que lo mismo intercede para que el pliegue como e1ón haga que lo dual, que es el pensar como aparecer por lo dicho pefatisménon, y por la fásiç , se lleve la presencia de lo presente. De esta manera y en una interpretación un tanto personal, logra el giro de forma tal que el despliegue semeja un aparecer y que, según él, es un desocultar. Así, como el despliegue del pliegue es un desocultamiento, a esto se le llama alh’qeia , según Heidegger. Este despliegue se hará más o menos efectivo por la moira, que es el sino del ser como sentido del e1ón. Aunque, según Heidegger, lo que efectúa el sino es que el ente o el pliegue o la presencia de lo presente aparezcan por medio del aspecto, ei3doç, como visión, ocultando la esencia de la alh’qeia. Así, el pliegue se determina como un ver o, mejor dicho, se establece que la relación de ese pensar como percibir y la presencia de lo presente, el pliegue propiamente dicho, se determinan en una relación como ver, ei1de’nai. Dice Heidegger que la teoría agustiniana de la iluminación por la razón proviene del sentido de saber por la visio, que es en realidad un desocultar la verdad como figura de certeza de la autoconciencia. Lo 314 Ibíd., pág. 213. múltiple para Heidegger, según Parménides, aparece en los tà sh’mata tou< e1óntoç, que aparecen por la fuerza de la Moira. El e1ón es el pliegue como presencia de presente que en lo múltiple se despliega315. El problema que encuentra Heidegger para escuchar el pliegue es precisamente el olvido de este por la mayoría de la gente, que considera en primera instancia el lenguaje como un conjunto de signos independientes del pensar. De este modo, si toda su hermenéutica iba dirigida a comprender esa coligación que supone el pensar-pensamiento-ser-decir como una presencia de lo presente que para la opinión constituye el pensar cotidiano, no hay desocultamiento del pliegue. La mayoría de los mortales, según Heidegger, al no pensar y, con esto, al no prestar atención al pliegue, lo convierten en una mera emisión sonora, donde los nombres y su sentido es lo primero que se aprehende. La simplificación del lenguaje en su significado conduce a la ruptura de toda la coligación presentada por Heidegger y expuesta hasta aquí. Deleuze expone la noción de pliegue en Heidegger cuando se refiere a la explicación de esa relación interior exterior. En cuanto a la relación de lo interior con lo exterior, Deleuze aludía a los dos pisos: uno interior, del alma, y otro exterior, de la materia: así presentaba una escisión que remite al pliegue. Por una parte, habla de los pliegues del alma como interioridad, y por otra de los repliegues de la materia, que nacen todos de 315 Ibíd., pág. 219. una exterioridad, ya que los pliegues del alma actualizan los repliegues de la materia. Entonces, para Deleuze, el pliegue ideal es el Zwiefalt, ya que es un pliegue que supone la diferencia y se diferencia. Para Deleuze, la situación en que se presenta el pliegue heideggeriano se debe la gran diferencia de lo múltiple y no a lo indiferenciado previo. Toda la gran diferencia que supone el ser de Heidegger para Deleuze es un completo desplegar y plegarse con una coextensividad, que Heidegger llama coligación de lo que se desvela y vela en el ser. Lo que recalca Deleuze es la duplicidad (duplicité) del pliegue que expresa los dos lados del ser que distingue y relaciona316. Ahora bien, la recuperación del pensamiento de Aristóteles para el pliegue comprende que la coligación que presenta Heidegger del pliegue en Parménides, como presencia de lo presente y el pensar-pensamiento-serdecir expresado en el ente, e1ón , pliegue que por la Moira se hace visible por el aspecto ei3doç y oculta la esencia de la verdad, se presenta en Aristóteles de un modo más claro. El problema es entender el ei3doç como aspecto con relación a la metafísica de Aristóteles y hace olvidar la esencia de la verdad. 316 LP, pág. 42. 4.2 Cómo puede considerarse el pliegue en Aristóteles El problema de Aristóteles con el pliegue es que se vincula al sentido del péraç, considerando lo singular, e5kaston, limitado por sí mismo y por la sustancia ou1sía, como sustrato, u2pokeímenon, como esencia tò ti h3n ei3nai. Confiere al ei3doç una característica más que el pliegue en Parménides, el aspecto, descuidando la relación de percepción noemática de la presencia singular propia que se define en la esencia por el aspecto. Es el punto de partida de la crítica de Deleuze en el desarrollo de la representación orgánica, basada en la diferencia específica que olvida la diferencia. Pero, en el concepto de límite aristotélico, es la propia singularidad la que se pliega sobre la base de la sustancia material, ei3doç y u2pokeímenon y la sustancia como esencia, tò ti h3n ei3nai. También hay que considerar que el límite es un acontecimiento, el acontecimiento de un movimiento que incorpora su principio y su fin. Es decir, tanto de un modo cualitativo, movimiento de superficie cualitativo, como por su definición y esencia, el límite es el pliegue aristotélico. El problema es que, siguiendo a Heidegger en Moira, se ha olvidado no solo lo nombrado en esencia, sino qué es lo representado, que Deleuze considera como orgánico. Así, la relación que existe entre lo nombrado en esencia como ser del ente y el ente como sustancia, se considere en Aristóteles diferencia formal y específica. De esa manera, una cosa es la especificidad de la diferencia como concepto en Aristóteles, y otra es el pliegue que surge de la Metafísica, descrito por su concepto de péraç 317. Ya se ha descrito lo que supone el péraç aristotélico en sus cuatro definiciones; es decir: la singularidad de lo propio en primer y último término, la magnitud, el fin que se incorpora a la acción y que ya se describió tanto como kínhsiç y e1nérgeia y la de sustancia y la esencia. Lo singular no coincide con la diferencia formal y específica, sino con la e1nérgeia y kínhsiç , y con la esencia y la sustancia en cuanto que poseen péraç. La e1nérgeia en cuanto a singularidad que contiene su péraç, también es esencia y sustancia de lo singular, tò ti h3n ei3nai e5kaston. El límite es término de conocimiento de lo obrado por esta e1nérgeia y por la kínhsiç , ya que en realidad todo principio es péraç y, por tanto, es principio de la kínhsiç . Ya se dijo que kínhsiç y e1nérgeia son sinónimos y que son el ser de Aristóteles. Ahora falta ver como son conocidos por su expresión a través de la esencia, que es el pliegue aristotélico en cuanto a límite. Heidegger expone lo que dice Parménides en cuanto a que lo pensado y el ser son lo mismo, y que es en el ente donde es expresado el ser como pensar. A este concepto Aristóteles ha incorporado varias nociones. En primer lugar, el e1ón es una singularidad que supone, e1nérgeia , una 317 Met. 1022 a 5 actividad. La actividad es un movimiento que contiene en sí mismo el pliegue como péraç, principio de su actividad, o como fin, siendo un proceso intemporal o, con el tiempo del Aión propuesto posteriormente por los estoicos, un acontecimiento singular. Por ultimo, viene expresado en su definición, tò ti h3n ei3nai y por la sustancia que expresa, u2pokeímenon , que es la presencia de lo presente. Si el olvido del ser en Parménides venía dado por el mero nombre con significante, de lo cual es consciente Parménides, en Aristóteles viene dada por la especificidad del ei3doç que posteriormente hará que en el desarrollo de su metafísica no se comprenda el verdadero sentido del límite aristotélico como pliegue. Ya se han visto los sinónimos que le son de la sustancia, para Heidegger, e1nérgeia, ei3doç , u2pokeímenon y también lo que suponen para él. Por eso hay una distinción entre la esencia y la sustancia, y u2pokeímenon y sustancia. Así siendo sinónimos del ser, su diferencia es un entredós del ser, que es donde se constituye el pliegue en Aristóteles, de doble hoja. El péraç de la sustancia-esencia como definición, y el péraç de la sustancia como sustrato y como figura. Lo que es el ser del ente, la esencia, y lo que es el ente del ser u2pokeímenon, que en Parménides, según Heidegger, es el e1ón, pero que en Aristóteles aparece más claro. El problema es que el límite, entendido como magnitud y ei3doçse toma como un representar de todo ente, asunto que ya comprende Heidegger318. Así, el pliegue de doble hoja que presenta Aristóteles supone, en principio, la singularidad que se limita propiamente y, por otra parte, la esencia que define esa singularidad de lo propio319. Esa singularidad que se presenta solo puede ser expresada por la esencia y, de ese modo ser conocida. Esta singularidad que se limita propiamente coincide con el sustrato, u2pokeímenon , que como presencia que mora tiene ei3doç e u5lh’ y súnolon. Así, lo que es ser pertenece a la esencia, que es lo que hace posible que sea pensada y dicha esta singularidad. La esencia es el ser del ente, que se expresa en la definición de lo singular, prevaleciendo el ei3doç como aspecto para que la sustancia, más que como esencia, se tome como ei3doç unitario. Deleuze lo expresa como la representación orgánica de la diferencia basada en el ei3doç. En cierta forma, el mismo Aristóteles explica que la definición se basa en el ei3doç, es decir que solo hay esencia de la especie a la que pertenece a un género. Aun así, el pliegue se expresa en la doble hoja de lo que se dice por una parte y de lo que se presenta por otra. Al hacer coincidir el ser del ente con el ente del ser, ambas como sustancia, súnolon , Aristóteles da lugar a que se interprete como un 318 Heidegger op. cit., pág. 209 <<Dado que la coligación que prevalece en el ser une todo ente, del pensar en la coligación surge la apariencia inevitable y cada vez más tenaz de que el ser del ente es no solo igual al ente en conjunto sino que, como lo igual, pero al mismo tiempo lo que une, es incluso el ente máximo. Para el representar todo se convierte en ente>>. 319 Met. 1029b 10-15, <<o5ti e1sti tò ti’ h3n ei3nai e2kastou o6 légetai kaq 1 au2tó>>. representar de lo específico y se olvide, como dice Heidegger, el ser del ente propio de la definición y su diferencia con el ente del ser. De todas formas, subsiste el sentido griego del ser pensado con el ser presencia con esas dos hojas que supone el péraç aristotélico. Ahora bien, la introducción del aspecto o forma en el pliegue, alcanza su máxima expresión en el pensamiento de Merleau-Ponty. La reversibilidad del quiasma en la percepción introduce una nueva manera de explicar el pliegue. 4.3 El pliegue, comunión y quiasma en Merlau-Ponty. Visibilidad y reversibilidad Deleuze habla del pliegue de Merleau-Ponty en el F, con referencia al quiasma. Supone Deleuze que, con esta idea, Merleau-Ponty supera en buena parte la intencionalidad que Heidegger320. Ahora bien, el pliegue de Merleau-Ponty contiene dos etapas a partir de dos visiones de su ontología y está por ver si en realidad supera a Heidegger con respecto a una intencionalidad. Así, la primera visión de la ontología en MerleauPonty presenta la expresión del ser para sí y del ser en el mundo. El ser para sí es el ser de la conciencia, concepto que adapta de Sartre, pero 320 F, pp. 117-118. superando la oposición que manifiesta. Para Merleau-Ponty, toda conciencia es conciencia perceptiva321. Ahora bien, no es una percepción que posee el ser para sí, aislada, que refleja el algo del objeto como una percepción que se impone desde afuera. Es toda una teoría que forma parte del ser para sí. La percepción es el pensamiento de percibir322. Conciencia y percepción son inseparables en el pensamiento de Merleau-Ponty, ya que se piensa porque se percibe. La conciencia de percibir no puede apartarse de lo percibido de la cosa misma, es decir, el ser para sí, que percibe una cosa, está consustancialmente vinculado a lo que percibe. Ahora bien, esto induce a que el ser para sí haga suyo el ser en sí. Si para Sartre el en sí es lo exterior a la conciencia, para Merleau-Ponty la cosa no es sin la conciencia: es algo que pertenece a ella, es el correlato de alguien que percibe, como una articulación de la existencia misma323. Y la percepción posee la misión de romper la dicotomía que establece el ser en sí del objeto de una conciencia pura. Es que lo real de la cosa, lo que nosotros percibimos de ella, es la experiencia que tenemos de esta, el sentido que le va dando la percepción. La experiencia de la cosa, en realidad es la vivencia de ella, una vivencia a la que tiende la conciencia activa trascendental, la conciencia perceptiva. Por consiguiente, una conciencia activa, perceptiva, cuyo cuerpo es el portador de esta hace para 321 Merleau-Ponty: La fenomenología de la percepción, pág.404, Barcelona: Ed. Planeta-Agostini, 1993. Ibíd., pág 59. 323 Ibíd., pág. 334. 322 sí las cosas del mundo, las desprovee de su en sí para convertirse en su para sí. No duda que sean trascendentes, pero no significan si no contienen un sentido que les confiera el ser percibidas históricamente. Es una percepción que se acompaña de un sentido que le es dado por una conciencia, que al mismo tiempo es conciencia de sí, como trascendencia profunda que pone en contacto el ser para sí y el ser del mundo. Ahora bien, para Merleau-Ponty el vehículo del ser en el mundo es el cuerpo324. Se tiene conciencia del mundo por medio del cuerpo. El cuerpo propio, y no como abstracción, es una modalidad ontológica básica en esta primera visión del pensamiento de Merleau-Ponty. Es el cuerpo el que se abre al mundo y lo conoce porque el mundo ya está ahí. No es el cuerpo un objeto, ya que el pensamiento objetivo es verdaderamente separar lo en sí del para sí, sino que es integrador del sujeto de la percepción que es el cuerpo. En realidad, el cuerpo es sinónimo del ser para sí. Tener una percepción supone tener conciencia de sí, y esta conciencia de sí también conlleva el tener conciencia del cuerpo como percibiente. Ahora bien, a pesar de que el cuerpo propio es un sinónimo del ser para sí, Merleau-Ponty, en su característica línea de reciprocidad, también le da al cuerpo un sentido impersonal como generalidad. Es decir, el cuerpo sería singular y general, propio y común325. Incluso señala un concepto de 324 325 Ibíd., pág. 100. Ibíd., pág. 101. adhesión prepersonal de carácter innato a una existencia anónima y general que expondrá en Le visible et le invisible que es la carne. El ser para sí es una formulación ontológica que participa del ser del mundo. Hay una unión con diferenciación, una comunión. Es quizá este el primer intento de Merleau-Ponty de expresar el pliegue como una comunión recíproca del ser para sí con el ser del mundo. Sin el ser del mundo, el ser para sí no tendría razón de ser y viceversa. En un caso sería una forma radical de idealismo del ser para sí; en el otro caso, un realismo empírico extremo donde el ser para sí sería víctima de las síntesis pasivas y en ningún momento sujeto de percepción. Merleau-Ponty integra, pero al mismo tiempo diferencia las dos formas ontológicas. Por eso, dice Merleau-Ponty que la primera verdad es el yo pienso, pero entendido como yo-soy-de-mí-siendo-del-mundo. Quizá por esta verdad no se aparta de una intencionalidad. Es decir, desde la primera percepción primordial, el ser para sí, esta percepción conlleva toda una modalidad existencial. Una fusión del ser para sí con el ser del mundo es una experiencia que se expresa como cohesión de vida326. Entonces, es difícil manifestar al ser para sí sin vincular al ser del mundo. Cuando se pronuncia el ser para sí se incluye una referencia al ser del mundo y viceversa. Al no estar separadas en ningún caso estas expresiones ontológicas se participa en cada manifestación del ser de cada una de estas dos formas, por medio de una 326 Ibíd., pág. 416. reciprocidad. Por eso Merleau-Ponty explica que tanto el mundo, es decir, el ser en el mundo, como el cuerpo, es decir, el ser para sí, se fundan en una unidad que está ahí y no necesita racionalizarse, y, que en definitiva es una existencia y será una existencia compartida. A pesar de este fundamento, Merleau-Ponty no supera una intencionalidad de comunión recíproca. Si en Phénoménologie de la perception había descrito de una manera diferente el ser para sí, eso sí, de un modo bastante ambiguo y entre líneas, en Le visible et le invisible reasume estos conceptos para anular su significado y dar una expresión nueva al fundirlos por su reversibilidad. Así, dice que en realidad no hay ser para sí ni ser para otro, ya que uno está al lado del otro327. Aquí es cuando de verdad se forma el pliegue en Merleau-Ponty. El ser para sí y el ser para otro pasan a constituir el quiasma o la reversibilidad, que con una metáfora Merleau-Ponty describe como el dedo del guante que se vuelve al revés, donde un espectador no es necesario que vea los dos lados del guante, ya que una parte se ve y otra se toca. Un adentro y un afuera que se expresan como una reversibilidad que denomina quiasma y que ya dijimos que para Deleuze era el pliegue de Merleau-Ponty. En realidad es el desarrollo de una segunda visión de la ontología merleaupontiana de la comunión, que se establecía en las dos expresiones del ser recíproco. De esa forma, dice Merleau-Ponty que no 327 Merleau-Ponty, M.: Le visible et le invisible, pag 317, París: Gallimard, 1997 hay identidad, ni no-identidad o no coincidencias, sino afuera y adentro328. Con esto, parece que la diferenciación de las cosas pierde su matiz a favor de una mayor comunión o participación de la que tenía en su anterior estadio, para enseñar una faceta más integradora de lo uno y lo otro. El ser para sí y el ser para otro, más que una comunión es un quiasma, algo que no puede ser pensado lo uno sin lo otro, en cuyos lazos internos y externos superan cada uno su identidad en beneficio de la reversibilidad. El ser de Merleau-Ponty se expone como diferente a una representación dimensional con relación al espacio euclidiano, como un espacio topológico. Deleuze comprende que es en este espacio topológico donde Merleau-Ponty insiste en la superación de la intencionalidad329. Al ser se le confiere un sentido mayor del ser percibido: el de sus verdades predicativas y significaciones, el ser salvaje, con lo que la percepción es cultural e histórica, algo que es natural y reposa en este ser salvaje330. Así, en una primera definición del ser, este aparece como un lugar donde los modos de conciencia se inscriben como estructuraciones del ser, que es una forma de pensarse a uno mismo en sociedad, siendo la percepción del mundo en el mundo. Para explicarlo se remite a la embriógenesis, donde el embrión no es un en sí del cuerpo en un para sí, en el momento de la percepción. Tampoco es un alma preestablecida, que desciende a un 328 Ibíd., pág. 317. F, pág. 118. 330 F, pág. 307. 329 cuerpo, sino un torbellino repentino que produce una caverna, una cueva, un pliegue, una abertura en el embrión en el momento en que percibe, y de esa forma ya se produce una separación, una disonancia que emerge, que se alza. La cueva donde se va elevando, excavando, a través de la estructura del mundo, es la verticalidad que proviene del ser vertical. La existencia llama a la existencia, dirá Merleau-Ponty331. Es una forma metafórica de expresar el proceso de la existencia, donde el ser para sí se abre al mundo en el mundo, pero siendo el ser esta verticalidad, que se va alzando en esa caverna, la cual se abre en el terreno (espacio topológico). Para este modelo de ser escoge el modelo topológico de espacio, un espacio que, tomado de la psicología de la forma, significa el espacio vital donde se expresa un organismo. Ontológicamente, es un espacio contrario al espacio euclidiano, que pertenece el modelo del ser de la perspectiva o espacio sin trascendencia y positivo332. Es el espacio topológico donde se circunscribe el ser salvaje de significación, que desde el principio está expuesto y es campo de todas las relaciones envolventes, un espacio que no solo se encuentra en el mundo físico, sino que también es constitutivo de la vida333. Para Merleau-Ponty, la carne es similar a un elemento aristotélico. Al no ser ni materia ni espíritu, sino productor de hechos, se comportaría como un elemento que por medio de sus cualidades daría lugar 331 F, pág. 287. F, pág. 264. 333 F, pág. 264.. 332 a los hechos. Merleau-Ponty enfatiza la carne como elemento como medio formador y no como átomo duro del ser expresado en su espacio temporal334. Así, vista como elemento, la carne no se presenta pura, pero es la formadora de los hechos. Ahora bien, considerada de esta forma la carne posee cualidades que la expresan, y estas son la visibilidad y la reversibilidad o quiasma o pliegue. Para Merleau-Ponty, la visibilidad es una propiedad de la carne335. Esta cualidad de la carne también posee su par. De esta forma, es visible y táctil cuando se refiere al narcisismo de toda visión, como una manera de mirar y ser mirado, de ser visto y ver, de visible y vidente. Puede decirse que la visión es palpación por la mirada336. Es decir, que por el solo hecho de mirar a las cosas ya se compromete el par visible-táctil. Lo que puede ser tocado tiene que ser visto, como una pareja de cualidades que se forma en la carne de las cosas. Ahora bien, como opuesto a lo visible, este par es definido también como visible e invisible ya que para Merleau-Ponty lo invisible es la nada. También lo táctil o lo cinestésico presenta la misma definición, con lo que compromete al cuerpo propio, que al ser de dos hojas, es decir, sensible, sintiente o sujeto-objeto, deja claro el compromiso que existe con el cuerpo individual337. 334 Op.cit., pág . 193. Op. cit., pág. 186. 336 Op. cit., pág. 177. 337 Op. cit., pág. 311. 335 Si lo táctil y lo cinestésico hacen pensar el cuerpo propio, a pesar de ser esta una visibilidad anónima, el concepto de quiasma enfatiza el cuerpo como algo que funciona como una unidad338. Para Merleau-Ponty, el quiasma o la reversibilidad o el pliegue es una propiedad de la carne, donde el ser para sí, que es el ser sujeto, y el ser para el otro, que es el ser objeto, es decir, la dicotomía sujeto-objeto, la diferencia no es esencial; y gracias a esta cualidad de la carne, el ser se manifiesta no como ser para sí o para otro, sino conteniendo todo este ser sin restricción. Por eso, ya no se habla de una visibilidad sino de una reversibilidad, donde el ser para sí y el ser para otro no son positividades ni dimensiones, sino cuevas en el terreno, pliegues en el espacio topológico, que confirman, en definitiva, el ser de Merleau-Ponty. El ser para sí y el para otro son cada uno el lado del otro, un afuera y un adentro que funcionan, por su reversibilidad, como una unidad. La fuerza de este concepto hace que Merleau-Ponty manifieste que la nada es la diferencia de los idénticos, al formar ese nuevo cuerpo que se expresa por la desaparición de las identidades, y así es su nada por su diferencia, pero a la vez un uno con lo otro, el afuera y el adentro. Si el concepto de carne (chair) parece superar la intencionalidad, el sentido de visibilidad anónima le da a un percibir percibido una situación que describe Deleuze en Foucault. En realidad, es una intencionalidad reversible de dos formas del ser-saber, como entrelazamiento de dos 338 Op.cit., pág. 268. formas339. Ahora bien, si el pliegue en Merleau-Ponty es esa visibilidad de dos formas, no cabe duda de que hay una evolución del concepto tanto en Foucault como en Deleuze. Así, es conveniente continuar con la evolución del concepto que Deleuze presenta en MP como haecceidad. 4.4 Haecceidad En el pliegue de Merleau-Ponty, hay una intencionalidad con dos formas ontológicas de equivocidad manifiesta, concluye Deleuze. Por eso, el apartarse de la intencionalidad supone romper con todo sentido de formas, de significación y de subjetivación. Así, plantea la haecceidad como un principio de individuación en un plano unívoco de inmanencia. Si el ser era un espacio topológico de comportamiento para Merleau-Ponty, el plano de inmanencia es una de las maneras de superar las formas y las intencionalidades. Para Deleuze, las expresiones singulares del plano son haecceidades, Y están lejos de representar una cosa o un sujeto, como sugiere la partícula Haec del latín <<esta cosa>>340. El principio de individuación es una forma accidental mas que una forma esencial. Esto quiere decir que un grado de calor, con un grado de blanco, no tiene que confundirse con la individualidad de un sujeto. Es la individualidad de un día, un grado, una estación o un acontecimiento. 339 340 F, pág.120 MP, pág. 318. Así, dice Deleuze que la haecceidad es un grado, una intensidad, un individuo que se compone de otros individuos341. El cuerpo para Deleuze era una situación que se definía por las longitudes como movimientos y velocidades, y las latitudes como afectos intensivos. De esta definición del cuerpo, de la cual surge una cartografía que pertenece a Espinosa, Deleuze plantea un principio de individuación: la haecceidad. Con la definición de haecceidad como un grado o una estación, que no se confunde con una cosa o un sujeto, las haecceidades entonces son relaciones de movimiento y de reposo entre moléculas que pueden ser afectadas o afectar, como un cuerpo espinosista. El ejemplo, lo más categórico de una haecceidad es lo que describe Deleuze con relación a Lorca: aquellas terribles cinco de la tarde con el calor terrible y la vida, es lo que significa una individuación342. Para Deleuze, hay dos planos: uno de organización y otro de consistencia. El primero supone una individualidad de formas sustanciales y esenciales. En el segundo, las individuaciones son las haecceidades que se conocen por sus velocidades y afectos. A estos dos planos, dice Deleuze, les corresponden dos sentidos de temporalidad. En el primer caso, es la temporalidad entendida como Cronos, un tiempo que es de medida que fija las cosas, las personas, y determina formas y sujetos. En el segundo caso, 341 342 MP, pág. 310. MP,. pág. 319 es el tiempo del Aión, al que pertenecen las haecceidades. Es un tiempo del acontecimiento, indefinido y eterno, del instante y de lo ilimitado343. Entonces, las formas y los sujetos no pertenecen al plano de consistencia ni son haecceidades. Cuando Deleuze habla de una individuación por haecceidad y considera las haecceidades como intensidades o acontecimientos, las ejemplifica, como esa hora de las cinco de la tarde, una estación, una vida que no depende de la duración, etc. Pero la lectura de esa haecceidad es completa en el sentido de animal-que-cazaa-las-cinco-con-ese-calor, por ejemplo. Con esto, los predicados no son determinaciones espacio-temporales de la cosa, sino que las relaciones son determinaciones de multiplicidades. Ya habíamos hablado de lo que supone para Deleuze esta relación, como movimientos de superficie y acontecimientos. Ahora bien, la haecceidad posee una expresión en un plano con una semiótica particular, compuesta por nombres propios, verbos en infinitivo y artículos o pronombres definidos. El verbo en infinitivo es una expresión del Aión como tiempo no cronológico ni de medición. Es la expresión del tiempo eterno, del acontecimiento con sus movimientos y afecciones. Por otra parte, el nombre propio no es el de un sujeto, por lo que es banal la pregunta por la especie según el sujeto con su forma o su última forma. Así el nombre propio es no de la forma, sino de un 343 Se puede ver el capítulo referente al tiempo como Aión y Cronos en <<El conocimiento del acontecimiento>>. acontecimiento que señala una latitud y una longitud, un movimiento y una afección. En definitiva, es una haecceidad. Por ejemplo, <<La garrapata>> o <<El lobo>> designan haecceidades, no como formas últimas de la especie, sino como acontecimientos que devienen con todo lo que supone que son, en cuanto a que se refieren al devenir-garrapata del estoico o al devenir-caballo del pequeño Hans344. Por último, el artículo y el pronombre, a pesar de ser indefinidos, no son indeterminados, al igual que el verbo infinitivo tampoco lo es. Es decir, aunque componen una haecceidad, que es un acontecimiento que no tiene forma, esto no quiere decir que no carezcan de nada. Al contrario, están llenos de determinación cuando un indefinido expresa una situación tal como un <<érase una vez>> o <<un caballo cae>>. Así, la individuación pertenece a un bloque de circunstancias espacio-temporales, latitudes y longitudes que ahora Deleuze llama agenciamiento, del que forma parte esta determinación de lo indefinido del acontecimiento. Así, concluye Deleuze que el indefinido no implica ninguna indeterminación, ya que si no pertenece a un sujeto de enunciación sí que expresa un agenciamiento colectivo. Cuando se enuncia un indefinido en tercera persona como un <<se muere>> o <<él es desgraciado>>, se anula un sujeto en beneficio del agenciamiento, liberando un acontecimiento como es el morir o el ser desagraciado. 344 MP, pág. 322. Entonces, tanto en el agenciamiento como en la haecceidad está presente el acontecimiento. Quizá esta es la piedra angular para comprender el concepto de pliegue en el pensamiento de Deleuze. Por una parte, se presenta el acontecimiento en una individuación diferente del sentido de una forma, pero vinculada a un concepto del tiempo como Aión. Por otra, el acontecimiento se presenta en un agenciamiento que enlaza intensidades, territorios, comportamientos y bloques de circunstancias espacio-temporales. Ahora bien, la individuación que se presenta en un territorio como comportamiento, presenta su expresión en lo que posteriormente desarrolla Deleuze como el pliegue del alma y el de la materia. De los pliegues del alma ya se ha hablado, así que expondremos ahora lo que es el pliegue de la materia 4.5 El pliegue en la materia Si para el pensamiento intuitivo del yo el pliegue se desarrolla en el alma como una virtualidad, en lo que Deleuze describió como el piso de arriba, la materia se repliega de igual forma en el piso de abajo de una metafórica capilla barroca. De esta forma, Deleuze presenta una situación en LP como el arte del papel plegado u origani, donde los pliegues del alma corresponderían a la expresión de una subjetividad monádica, y los repliegues de la materia a un modo de organización y plegamiento que se desarrollarían en la materia. En la explicación del pliegue en la materia, Deleuze explica el sentido de un todo activo que expresa lo plegado por el pensamiento. Es la distinción del atributo, extensión paralela al de pensamiento, ya descrito en Espinosa, a pesar de la equivocidad de las mónadas desarrolladas por Leibniz, también como plegado de la materia. Para Deleuze, Leibniz presenta una idea de universo comprimido por una fuerza activa donde lo más importante son tres nociones: la de materia fluida, la de elasticidad de los cuerpos y la del mecanismo de resorte. En primer lugar, la materia constituida por numerosas cavernas se presenta sin vacíos pero sin partes. Es decir, la diferencia entre Descartes y Leibniz en relación con la materia es la separabilidad y los puntos como unidad final en el primero, mientras que para Leibniz es que la fluidez de la materia no implica separabilidad, siendo el pliegue la unidad final. Es que un fluido absoluto se define para Leibniz por la ausencia de coherencia o cohesión, que es como decir que la separabilidad de las partes solo conviene a una materia abstracta y pasiva, sin actividad, de la que se compone aquel universo, que con su fuerza de compresión da movimiento curvilíneo a esa materia345. Entonces, para Leibniz las partes son inseparables, aunque sean distintas, por la acción de lo que está alrededor 345 LP, pp.. 7-8. del cuerpo, que determina el movimiento, así por la presión de esos circundantes que limitan la dureza. Por eso, la elasticidad de un cuerpo es por, la expresión de la fuerza, compresiva y activa sobre la materia, como la onda de un barco en movimiento que se manifiesta tan dura como una pared de mármol. Deleuze cuenta cómo Leibniz explica esta segunda noción del universo, del cuerpo elástico o flexible. El cuerpo elástico, para Leibniz, tiene algunas parte conexionadas que forman un pliegue, que permite que no se separen en partes, sino que se divida en pliegues. Estos pliegues que se dividen hasta el infinito en otros pliegues siempre continúan en cohesión. Así, el continuo es como una hoja de papel plegada; de ahí el modelo del arte del papel plegado japonés, de pliegues infinitos y de movimientos curvos determinados por el entorno. De esta forma, la descripción de Deleuze, del pliegue en Leibniz, considera que la unidad de materia en todo el laberinto del continuo es el pliegue y no el punto. Así, la materia está constituida por masas o agregados de fuerzas compresivas, con lo que el despliegue es lo que hay entre un pliegue y otro pliegue346. Si la materia está formada por pliegues, Deleuze comprende que la afinidad de aquella con lo orgánico es precisamente la expresión de los pliegues. Por una parte, la división de la materia supone una descomposición del movimiento curvilíneo, que es el mismo que se 346 LP, pág. 9. encuentra en el plegamiento de la invaginación en la embriogénesis. Por otra, el organismo formado en su origen es difícil de comprender, pero es probable que partiendo de estados intermedios sea más natural su formación, ya que deviene en estados ya replegados. La tercera noción es el resorte como mecanismo de la materia. Este resorte es como una concepción muscular de la materia que la hace activa. La división del continuo no se comprende sino es a través de este mecanismo, donde la materia-pliegue es materia-tiempo. Entonces, plegar no es lo contrario que desplegar, sino que es parte de ese continuo, sinónimo de tensar-destensar, contraer-dilatar, comprimir-explotar. El mecanismo de resorte de la materia que penetra en todas partes activamente con una afinidad vital. Entonces, la materia se compone de pliegues exógenos, a diferencia del organismo, que tiene su origen en preformaciones que se invaginan (teoría del preformismo). El organismo, precisamente por estar preformado, posee la determinación interna del paso de pliegue a pliegue, que le permite, a diferencia de los pliegues exógenos de lo inorgánico, pasar a una individuación interna347. Una individuación interna que se explicará mediante la idea de las almas, ya que la individuación orgánica es derivada y solamente tiene envoltura de cohesión. Así, el cuerpo orgánico confiere a la materia un interior de 347 LP, pág. 12. individualización singular, principio de equivocidad de lo múltiple o univocidad de lo singular. Ahora bien, para Deleuze esta situación supone la presentación del concepto de expresión de Leibniz que ex-plica el pliegue. Entonces, tanto Espinosa como Leibniz desarrollan el concepto de expresión que, según Deleuze, es un concepto filosófico de contenido inmanente. Este concepto se introduce con los conceptos trascendentes de una teología emanativa o creacionista, por lo que comprende la posibilidad de un panteísmo, al complicar a un Dios superior que se da en el mundo expresado348. Así, según Deleuze, Leibniz distingue dos tipos de expresiones: las que tienen una similitud y las que engloban una ley o causalidad; pero, en cualquier caso, uno de los términos de la expresión es superior a otro, y en todos los casos lo uno concentra la dispersión de lo múltiple. En el caso de Leibniz, son las mónadas, singularidades creadas por Dios como las expresiones de lo uno. Entonces, los dos factores que se presentan en la expresión leibniziana son: la analogía como expresión de los diferentes tipos de unidad en relación con las multiplicidades englobadas, y la armonía como expresión de correspondencia de la multiplicidad con la unidad de referencia, es decir, con Dios. Con esto, Deleuze declara que es una filosofía de las expresiones equívocas, es decir, de las mónadas creadas por Dios, por lo que Leibniz a través de la creación 348 SPE, pág. 300. (constitución originaria de las unidades expresivas análogas, las mónadas) y la emanación (desarrollo de las multiplicidades dentro de las mónadas) se aparta del panteísmo349. Entonces, Deleuze se acerca más al concepto de expresión de Espinosa para desarrollar el pliegue, ya que huye del creacionismo implícito en el concepto de pliegue leibniziano para acercarse al de Espinosa, pero modificando la expresión de Dios con un concepto abstracto que se explica en un plano más ontológico. 4.6 El concepto de expresión en Espinosa. Desarrollo del pliegue deleuziano Dice Deleuze que ni Espinosa ni Leibniz son los primeros que introducen el concepto de expresión, pero sí son los redescubridores de él. Así, se ocupa de este concepto en un primer plano etimológico vinculado a Espinosa, para después introducir una línea ontológica desposeída de toda teología. En realidad, Deleuze, a su vez, redescubre el concepto de expresión en Espinosa, ya que, como él mismo dice, es un concepto no comprendido verdaderamente por los diversos estudiosos de Espinosa. Por 349 SPE, pág. 307. otra parte, la evolución de este concepto en Deleuze una explicaciónimplicación de larga tradición filosófica de la que habla. En principio, el concepto de expresión no es una producción, aunque llegue a serlo en un segundo nivel, en la expresión del atributo. Es más bien Dios el que produce, y a través de esa producción se expresa. Es decir, se expresa en él mismo, sin ninguna finalidad aparente, fuera de su propia naturaleza. Supone Deleuze que la expresión, a pesar de todo, es productiva en cuanto a que es el producto de Dios en la naturaleza naturata. Ontológicamente, el concepto no es abstracto, ni neutro en el caso de Espinosa, pero contiene un alcance ontológico en cuanto a que es la manera de aparecer del ser por su expresión. Sobre todo, el concepto adquiere una pretensión gnoseológica. Así, los pensamientos como ideas singulares son modos de la producción expresada de la naturaleza de Dios: el ser productivo activo de Espinosa. De esa forma, por las ideas se conoce la naturaleza de Dios, con lo que a través del estatuto gnoseológico de la expresión se implica lo ontológico. La expresión en la idea engloba la naturaleza del ser espinosista en cuanto esta idea es expresión de la naturaleza de Dios. Y es que para Espinosa las ideas adecuadas del segundo y el tercer género de conocimiento corresponden a un conocimiento de la idea de Dios, de la globalidad implicada de la totalidad, de la relación que subyace a toda naturaleza350. 350 SPE, pág. 10. Entonces, Deleuze busca el sentido etimológico de la expresión en Espinosa, en sus sinónimos y textos holandeses y latinos, para comprender este sentido de globalidad de las ideas. Así, en los textos holandeses del Tratado breve se emplean las palabras <<uytdrukkenuytbeelden>> (expresar) aunque se prefiere <<vertoonen>> (manifestar, demostrar). En el Tratado de la reforma usa la palabra <<ostendere>> para expresar que los atributos manifiestan la esencia de Dios. Ahora bien, más importantes que los sinónimos de expresión son los correlativos que acompañan a esta idea de expresión, <<explicare e involvere>>. Por esto, considera Deleuze que estos correlativos a la vez que significan una idea de expresión de la naturaleza de lo definido, explican y engloban lo que expresan. Así, los atributos que expresan la sustancia la explican y la engloban, con lo que los modos, al mismo tiempo que expresan el concepto de Dios lo engloban mientras lo expresan. Entonces, para Deleuze la expresión se halla comprometida con dos términos que no son contrarios: la explicación y la implicación. La explicación, dice Deleuze, es un desarrollo de la expresión como manifestación del uno. Por otra parte, la expresión implica al uno englobándolo, haciéndolo inmanente en lo expresado, con lo que la expresión explica e implica al mismo tiempo. El mismo sentido etimológico de la palabra comprende el aspecto de la expresión en tanto que explica e implica. <<Ex-plicare>> contiene el sentido de procedencia por su partícula <<ex>> y <<plicare>>, que significa plegar, con lo que el significado comprende algo que está plegado y se despliega, el pliegue que se despliega. Este aspecto de la expresión es bastante interpretativo, en la línea de Heidegger, pero sin alejarse hasta los griegos. Aunque así parece, lo que está claro es que el <<ex-plicare>> contiene el sentido ontológico que se desarrolla en este trabajo, de tal forma que dejaría ver que el uno, el ser, se despliega en lo múltiple, en los pliegues. Por otra parte, el implicar es un <<involvere>>, un envolver al ser plegándolo, cuyo sentido es serplegado y a la vez enlazado. Estos términos son, según Deleuze, de larga tradición filosófica, siempre acusados de panteísmo en cuanto a que apelan a un tercer término sintético: la <<complicatio>>351. El tercer término, la <<complicatio>> es, según Deleuze, sintético. Es decir, que todo es plegar-desplegar de la <<explicatioimplicatio>> por <<complicación>>; entonces, todo lo que es múltiple y el sentido del uno quedan complicados en su naturaleza, que es la de Dios. El concepto de expresión complica lo que explica e implica, siendo esa la naturaleza de Dios, que en Leibniz y Espinosa mantiene un carácter teológico, ontológico y gnoseológico. En Deleuze, la expresión suprime la <<complicatio>>, que es posiblemente el aspecto teológico del concepto, quedando la <<explicatio-implicatio>> como aspecto ontológico más que de un uno y de lo múltiple, de un límite que se explica y se engloba. Es el 351 SPE, pág. 12. límite-cerebro del que hablará en QCP, superando tanto el concepto de expresión como el de inmanencia como contenido. Ahora bien, para Deleuze la expresión compromete la inmanencia. Así, la expresión que es complicación, explicación, inherencia e implicación también contiene aspectos de la inmanencia, por lo que afirma Deleuze que estas son nociones correlativas352. Entonces, la inmanencia entiende una teoría del ser y del uno como una ontología de propiedad única de la substancia, con igualdad de principio en el ser y presente en todo lo que es. Por otra parte, la causa y el efecto se presentan en la misma inmanencia. No hay una degradación, ni una separación, sino una igualdad del ser. No hay jerarquías sino una participación de igualdad, que se recibe del uno-Dios-Sustancia-ser. Es una naturaleza productiva de formas positivas, pero exige la imanencia un ser unívoco. Ahora bien, este concepto de expresión inmanente necesita un ser uno productivo de positividad, lejos del ser unívoco abstracto de Deleuze, que tampoco exige que sea uno353. El ser no es causa por productividad de un efecto, sino que es relación de causa. Cualquier tipo de actividad productiva en Deleuze tiene más bien carácter atributivo ontológico, es decir, es más bien una distinción formal real del ser, como se supondría por ejemplo en el 352 SPE, pág. 157. Badiou, op. cit., pág. 42. Esta situación la explica bien Badiou en sus tesis abstractas sobre el uno. Badiou dice que la univocidad no significa que el ser sea numéricamente uno, ya que es una aserción vacía. El uno es más bien la potencia que tiene de ser los entes múltiples en síntesis disyuntivas con el ser. Tampoco el uno es uno, ya que el ser adquiere numerosas formas de despliegue: pero la división no supone pluralidad en sentido ontológico. 353 deseo354. Por eso, suprimida la complicación de Dios como causa inmanente, el ser abstracto unívoco de sentido y relación queda, ya no como un concepto de expresión, sino como un concepto de explicaciónimplicación. En QCP, esta actividad atributiva productiva estaría en los planos de inmanencia, de referencia o de composición, cuya distinción modal sería esta: los conceptos, funciones y perceptos. Por eso, para Deleuze, la Etica de Espinosa es el libro de los conceptos, perceptos y afectos, tema que desarrolla en QCP, donde expresa toda su ontología como desarrollo final. 354 PP, pág. 199. Deleuze considera que lo abstracto no explica nada sino que necesita ser explicado, hacer que los pliegues se desplieguen, ya que lo que explica son procesos, de unificación, de subjetivación, de racionalización. Por eso dice que lo abstracto no es uno ni universales ni trascendencia ni razón, sino explicación a través de los procesos activos en las multiplicidades que se desarrollan productivamente. Por ejemplo, en el plano de inmanencia, que es al que le asigna, como una especie de distinción formal, un constructivismo de multiplicidad carente de unidad, y de aquí surgirán las distinciones modales no numéricas de Duns Escoto. En este sentido, se acerca a Heidegger, ya que para él el ser es una abstracción exuberante, siendo el más abstracto de todos los conceptos. También el ser es el concepto más vacío. (Heidegger, M.: Conceptos fundamentales, pág 109, Madrid: Alianza, 1989). 5- La última ontología En la última parte del pensamiento de Deleuze hay dos formas que surgen en cierta relación con Parménides y Heidegger. Con el primero, el ser es pensamiento, y dentro de él se encuentran la opinión y el verdadero pensar, que es el del pensamiento-cerebro. Por otra parte, del caos surgen las ideas que no se pueden dominar, que Deleuze considera una nada silenciosa e incolora que traspasan esas ideas, a las cuales llama variabilidades. Esta nada es un algo como la nada que nadea de Heidegger, o más bien la negación del ente, un no-algo o no-ente355. Para Heidegger, es lo que niega todo ente, la omnitud del ente, una omnitud que no se puede captar, ya que en realidad nos encontramos en medio del ente en total. Ahora bien, si para Heidegger el existir es sostenerse dentro de la nada como un trascender, como si fuera un trascender en la inmanencia de la nada, para Deleuze del caos surgen todas las variabilidades, variaciones, variables, variedades, que son el pensar como opinión y como pensamiento-cerebro, que es el ser que es expresado. 355 Heidegger, M.: ¿Qué es metafísica? y otros ensayos, pág. 44, Buenos Aires: Ed siglo veinte, 1992. De esta forma, vamos a exponer ahora lo que supone para Deleuze el ser como pensamiento, como opinión y pensamiento-cerebro, que él compara con el superjeto de Whitehead y con las formas ontológicas de ese pensamiento, que surgen del caos, que son las Caoideas y las realidades que se producen, las caoideas. 5.1 El caos ya es ser Para Deleuze, lo virtual es una realidad que se actualiza, es decir, es un estamento ontológico de lo que supone el ser unívoco, la dicotomía actual-virtual. En esa línea, Deleuze define el caos como un vacío, un virtual. El caos, más que un desorden completo, es la imposibilidad de establecer formas debido a una velocidad infinita de todo lo que aparece en él. Por eso, es más bien velocidad infinita de nacimiento y desvanecimiento de formas posibles que no se concretan y desaparecen instantáneamente. Pero esa virtualidad abstracta que Deleuze le confiere al caos ya es ser virtual, y de ahí surgirán las ideas de la opinión y el pensamiento-cerebro como formas que pretenden separarse del caos356. 356 QCP, pág. 111. Para una comprensión mejor de lo virtual, ver en este trabajo el apartado <<Sobre la idea-problema>>. LP, pág. 103. Por otra parte, el caos también es descrito en LP cuando se refiere al acontecimiento, ya que este se produce en un caos. El caos es una abstracción, ya que no existe dice Deleuze. Es más bien lo inseparable de lo uno porque es mucho: es lo diverso, ya que lo uno en realidad es una singularidad. El caos es lo múltiple que constituye lo que anteriormente se explicaba como síntesis disyuntiva.. Entonces, según Deleuze, para contrarrestar esas velocidades infinitas, el pensamiento establece una primera situación donde las ideas son variabilidades infinitas. La opinión es una forma de pensar, que pretende que estas variabilidades infinitas empiecen a tener un orden en el desorden de la idea huidiza. A esas ideas se les demanda, por las reglas de la asociación (similitud, contigüidad y causalidad), un mínimo de orden para evitar la locura. Si para las ideas hay una protección contra el caos, también en el estado de cosas se necesita un anticaos objetivo, así como la sensación también es necesaria para una reproducción con garantías. Todo esto sirve para hacer una opinión como defensa del caos desordenado357. En cierta forma, hablamos de la recuperación de la idea que llamaba en el apartado correspondiente del presente trabajo <<La imagen de la doxa>>, que a veces parece un desarrollo de lo que le revela la diosa al poeta en el poema de Parménides. Por eso, Deleuze pretende algo más que una opinión del pensar y comprende que el verdadero pensar es lo que establece la filosofía, la ciencia y el arte en su junción (jonction). El cerebro es la junción de los tres planos que constituyen la filosofía, el arte y la ciencia, y que Deleuze llama Caoideas. Las caoideas(con minúscula) son las realidades que se producen en los tres planos que seccionan el caos, mientras que los planos, Caoideas, son las formas como si fueran los atributos del pensamiento. En realidad, se trata 357 QCP, pág. 190. de una lucha contra la opinión establecida, contra el caos a partir de los pliegues, que se manifiesta en las variables, variaciones y variedades, constituyéndose en los diferentes planos, que son las formas del cerebro. Este cerebro no es una red neuronal subjetiva propia, sino que es un superjeto, lejos de una biología objetiva que conoce solo por reconocimiento. Así, dice Deleuze, que difícilmente puede comprenderse la realidad de las caoideas en un cerebro objetivo. El cerebro, inobjetivable, es el que piensa y no el hombre, ya que este es una cristalización cerebral358. De esta forma, Deleuze expresa que el cerebro se vuelve sujeto no por su objetivación de redes neuronales, sino por los planos que lo componen. El pensamiento-cerebro no constituye unas conexiones neurológicas sino una forma en sí, que es la que corta el caos y crea a través de los planos de la filosofía, el arte y la ciencia. Se establece como una forma absoluta capaz de crear los conceptos, que se desplazan en el plano de inmanencia. Así, el cerebro es como un espíritu que hace que el mismo cerebro sea sujeto o más bien el superjeto, término tomado de Whitehead. Entonces, para el plano de inmanencia que contiene los conceptos, el cerebro es un superjeto, pero también la sensación es cerebro. Así, la sensación es variedad, una forma de pliegue, una contemplación que es real y crea. La contemplación es creación, dice Deleuze, y llena el plano 358 QCP, pág. 198. de composición, con lo que el cerebro como sujeto es más bien un injeto, algo que llena al que contempla. Por otra parte, se halla el sujeto como ejeto, que pertenece a la función del plano de referencia. Para Deleuze el conocimiento no es una forma, ni una fuerza, sino una función. Así, el ejeto se presenta por la extracción de elementos distintos, que forman la proposición científica, como functores o prospectos (límites, variables, funciones). De este modo, las funciones no son simples operaciones del cerebro, sino que son los pliegues del cerebro en un plano de referencia, como también lo son los conceptos en el plano de inmanencia o las sensaciones como perceptos en el plano de composición359. En realidad, Deleuze entiende su última ontología en el trayecto final de la multiplicidad y de la unicidad. A partir del caos abstracto como unicidad, Deleuze supera el concepto de sustancia espinosista e inmanente, para comprender una multiplicidad, que primeramente se organiza contra las variabilidades infinitas del pensamiento caótico y contra la opinión establecida. En este aspecto, recuerda a Parménides, en cuanto a que el ser es pensar incluso en el caos abstracto de variabilidades infinitas de pensamiento. La opinión ya es una primera manera de cortar el caos, pero no es una vía de creación. De esta forma, la unicidad del ser, atributiva a través de los planos de formas, que constituyen posteriormente las realidades caoideas es, más bien, inmanente-trascendental, mientras que 359 QCP, pág. 202. estas realidades son formas que crean otras realidades conceptuales. La sustancia espinosista es activa con mucha más positividad que el caos virtual de Deleuze, ya que este huye de esa positividad que le procuraría cualquier matiz panteísta. El caos deleuziano se parece más al ser neutro de Duns Escoto, precisamente por lo mismo que intenta escapar Deleuze. Incluso si la trascendencia de la creación se presenta a través de un Dios creador, en Duns Escoto, en el pensamiento de Deleuze son las formas ontológicas de los planos como Caoideas las que crean los conceptos. En cierta forma, es una manera de trascender como sentido, en un campo trascendental, a lo establecido, aunque sea en la inmanencia, como sucede en el plano que los constituye. Pero, por otra parte, la unicidad abierta de la síntesis disyuntiva permite la constante creación del concepto, que en definitiva es el pliegue. Entonces, el pensamiento-cerebro, que se constituye como superjeto, injeto y ejeto, sería en Deleuze el límite de un movimiento continuo e irreversible de un adentro y un afuera, como una membrana entre ambos360. En realidad, el concepto de trascendentalidad, que implica una creación en Deleuze, es el paso a través de esta membrana del afuera y el adentro en el movimiento continuo que considera la unicidad del caos. Es lo que Deleuze planteaba como campo trascendental, donde acampan estas singularidades conceptuales como sentido, en el acontecimiento. El error sería confundir lo trascendental como a imagen y 360 PP, pág. 238. semejanza de un objeto o un sujeto que se quiere representar y no como lo entiende Deleuze, que es sentido del acontecimiento. En la filosofía kantiana, lo transcendental recae sobre el sujeto que determina las singularidades, en este caso el objeto-sujeto. Por eso, es en el plano de inmanencia donde siempre se constituye lo vertical como trascendencia o lo horizontal y rizomático como forma del pensar, es decir, la filosofía como inmanencia361. 5.2 Inmanencia. Pliegue Dice Deleuze que la inmanencia es solamente con respecto a sí misma, y abarca entonces al todo-uno sin que sea inmanencia de algo que admita una trascendencia. Así, la inmanencia del todo-uno es la del plano de inmanencia, que no es un algo, por lo que no se tiene que comprender como un concepto. Al no ser un concepto, el plano de inmanencia es la imagen del pensamiento, un uso del pensamiento. Por eso, Deleuze dice que la imagen del pensamiento no es la opinión que uno se hace del pensar como contemplar, comunicar, reflexionar, y que estas adquieren las formas 361 El término <<trascendental>> en Deleuze recuerda el sentido de este en el siglo XIII, antes del cambio kantiano. Lo trascendental eran las propiedades de las cosas en común y que van más allá de lo que se componen en cuanto a especie y género. En Heidegger el tema de la trascendencia lo aborda en Sobre la esencia del fundamento (pág. 46, Caracas: Monte Avila, 1968). El escrito original es de 1929 que a pesar de continuar en la estela de Ser y Tiempo expresa que <<el ideal trascendental marcha junto a una intuitus original>>. Con esto comprende que el tema de la trascendencia no supone una referencia a lo objetivo o a lo subjetivo, sino a una interpretación ontológica de la subjetividad. de la filosofía Eidética, Fenomenológica o Critica. Estas no son mas que ilusiones de los tres tipos de Universales de la historia de la filosofía que convertía a lo inmanente en algo que había que trascender362. La imagen del pensamiento es un movimiento infinito, que se define por un vaivén, una reversibilidad. Así, Deleuze comprende que el pensar como movimiento infinito está doblemente constituido por un pliegue. Por eso, Deleuze afirma que al ser doble el movimiento y, solo haber el pliegue se dice entonces que ser y pensar son la misma cosa363. Entonces el plano de inmanencia se constituye a través de ese doblez o pliegue con dos facetas: pensamiento y naturaleza, Nous y Physis. El Nous no abandona el carácter intuitivo original, al contrario de la Dianoia, de carácter discursivo364. Estos pliegues son constituidos por los movimientos infinitos que recorren todo el plano de inmanencia. Al identificar Deleuze el plano con la imagen del pensamiento comprende que, a pesar de que solo 362 QCP, pág. 49. QCP, pág. 41. En la traducción española se traduce de <<pli>> por <<leve inclinación>>, con lo que se pierde el sentido del pliegue que da Deleuze a ese doblez del ser y el pensar, que se acerca a Heidegger, y por lo tanto a los primeros filósofos griegos. El problema sería el del movimiento del pensar, pero parece que no es obstáculo para pensar el plano de la inmanencia. De todas formas, esta leve inclinación recuerda al clinamen de Lucrecio, descrito por Deleuze en LS, que expone JL. Pardo como un momento del pliegue por el que se deviene algo sentido, una diferencia por lo que algo es percibido, (Pardo, J.L., op.cit.,pág. 31). LS, pág. 311. En realidad, Deleuze enfatiza que la diversidad de la naturaleza de los elementos que son de carácter conjuntivo y no atributivo en Epicuro y Lucrecio, es decir, una suma y no un todo. Así, ese todo en Lucrecio pasa a ser teología más que filosofía. La explicación de Deleuze de lo diverso en Lucrecio es de coordinaciones y de disyunciones como la naturaleza de las cosas, siendo el átomo la realidad de lo que es pensado. El diferencial del pensamiento como determinación original del movimiento del átomo es una especie de conatus. 364 Para Deleuze, se trata de intuir el ser. Si en los griegos la diánoia es el pensar discursivo de la razón a través de premisas, crítica que ya realiza Deleuze a este tipo de pensar como origen de la doxa, el pensar intuitivo apela en los griegos a los principios originarios de los que surgen los demás principios y modos de pensar. En Deleuze no hay principios primeros ni fundamentos, pero sí hay ser. Se trata de pensar el ser en la corriente que se deriva de lo que está más allá de lo empírico, lo que él entiende por trascendental, y de la inmanencia que supone el plano donde se origina este pensar, que en filosofía es por medio de conceptos. 363 hay un plano, este adquiere diferentes formaciones con respecto a la diferente manera de pensar histórica. Así, no es lo mismo el modo en que pensaban los griegos, que en el siglo XVII o en la actualidad. Por esta razón, no hay que confundir los conceptos creados por los filósofos con el plano de inmanencia, que no es un concepto. Ahora bien, Deleuze establece una diferencia en este tipo de características del pensar. En primer lugar, se hallan los movimientos infinitos, que son elementos con características diagramáticas, movimientos como intuiciones de las que depende toda filosofía. En segundo lugar, están las ordenadas de intensidad de estos movimientos infinitos, que les confieren un movimiento finito en la superficie o en el perímetro, ya que pertenecen al concepto filosófico, que es superficie, como explica Deleuze. De todas formas, estas dos características no son consecuencia unas de otras, ya que en realidad los conceptos tienen que ser creados en el plano de inmanencia, a pesar de que toda filosofía dependa de la intuición, que los conceptos no dejan de desarrollar365. Entonces, al establecer diferencias en la imagen, se presenta la intuición como específica para cada comprensión intuitiva. Así, la comprensión intuitiva en Descartes remite a una subjetividad supuesta por el yo pienso, que se establece después como concepto primero del cogito cartesiano. Continúa Deleuze explicando que en Platón era la intuición de un principio ideal, una imagen virtual que 365 QCP, pág. 42. duplicaba un concepto actual, y en Heidegger es la comprensión preontológica del ser366. Ahora bien, esa imagen de pensamiento que considera el establecimiento de un plano de inmanencia, según Deleuze, fue admitida por los primeros filósofos. Estos instauraron el plano de tal forma que secciona el caos en un concepto como el logos, el cual se halla muy lejos de la simple razón. A la inmanencia de sección del caos de los filósofos, se opone la trascendencia de los sabios, que son personajes de la religión y del ser vertical y del estado imperial. Entonces, en la filosofía presocrática establecedora de planos con movimientos infinitos, aparecen las dos facetas que suponen el concepto de pliegue. La primera, es la Physis determinable como materia del ser, y la otra, es el Nous como imagen del pensamiento. Si para Heidegger el concepto de pliegue aparece claramente en Parménides, pero sin citar el movimiento, para Deleuze es con Anaximandro con quien el pliegue se expresa en su mayor rigor, por implicar lo ilimitado del Apeirón con los movimientos cualitativos en el plano de inmanencia. Por eso, para Deleuze, ya no es el origen de un pensar basado en una genealogía, sino que le confiere un papel mayor a la geología. Así, construye una geología de un pensar basado en el terreno, punte que ya expresa en DR con su deslindarse del pensamiento nómada367. 366 367 QCP, pág. 43. QCP, pág. 46. La geología apela a un territorio, que según J.L. Pardo es un comportamiento, el cual se construye por una vinculación a marcas, sabores, olores, como una expresión de la conducta. Es una situación de creación de sentido a base de estas circunstancias conocidas, las cuales se terrritorializan para evadir el sinsentido368. Ahora bien, hay que tener claro que este comportamiento no es una situación conductual intencional, sino más bien algo real-actual, y de por sí el mismo territorio es una individualidad, una haecceidad. Digamos que un territorio es un código que se ha producido por codificación o por lo que Deleuze llama territorialización. El concepto de territorio se acerca más a una explicación merleaupontiana del comportamiento, que aparece como un conjunto estructurado, codificado con relación a una respuesta como creación de sentido, ya que es tomado de AO. Es una idea de relación del entorno geográfico con cada especie. La situación en Merleau-Ponty es una dialéctica del individuo con la naturaleza, mientras que en Deleuze no se establece ningún tipo de dialéctica, ya que se refiere a haecceidades, a singularidades propias que operan al margen de cualquier situación intencional369. Ahora bien, en la geofilosofía de QCP el territorio sí que adquiere un compromiso de creación de sentido: además del geográfico, 368 Pardo J.L., op.cit., pág. 163. Merleau-Ponty: La structure du comportement, pág. 143, París: Quadrige, Presses universitaries du France, 1990. 369 que será un concepto filosófico, el de un territorio con la participación de la tierra. 5.3 Geofilosofía Ya deja claro Deleuze que pensar no es ningún tipo de relación entre sujeto y objeto, sino más bien una relación entre el territorio y la tierra. Considera que la tierra es un elemento vinculante a todos los territorios, que a la vez logra que salten de ella misma y es el elemento capaz de conseguir una nueva individualidad territorial. A este proceso es a lo que llama Deleuze la desterritorialización de la tierra, que a su vez se halla desterritorializada. Los dos componentes del pensar son el territorio y la tierra, que toma forma en el estado imperial y las ciudades como elementos territoriales370. En el caso de la filosofía, esta no procede de los estados imperiales, que según Deleuze, se encuentran en un proceso de desterritorialización trascendente, sino de las ciudades, que proceden por inmanencia, como un medio de inmanencia. Es decir, que la filosofía surge de Grecia como una relación entre el territorio y la tierra, entre el territorio del filósofo a menudo extranjero y la tierra griega, entre el plano de 370 QCP, pág. 82. inmanencia y el medio. En este medio, los filósofos encuentran unas condiciones que hacen posible la filosofía. Es así porque, en primer lugar, es una inmanencia que se expresa en la sociabilidad como oposición a la soberanía imperial, dando preferencia a los intereses de la sociedad frente a los de cualquier estado o soberano. En segundo lugar, importa la amistad como placer de asociación. Y en tercer lugar, se fomenta la opinión que se expresa en el diálogo y la conversación como intercambio de opiniones. Entonces, Deleuze explica las fases de una desterritorialización relativa y absoluta. La primera corresponde a la relación histórica de la tierra y al territorio con su relación geográfica. Es el comportamiento circunstancial vinculado a una geografía con su historia, sin sujeto ni objeto. La segunda es cuando la tierra se introduce como inmanente, es decir, el pensar se identifica con la tierra al comprenderla de ese modo. Es un elemento común, que hace del pensar una tendencia, en el plano de inmanencia a absorber la tierra. Ahora bien, cuando este pensar procede de la desterritorialización relativa, de la tierra y el territorio en su relación histórica, de manera trascendente, entonces se piensa por figuras. Este pensar por figuras es, desde DR, la crítica que Deleuze realiza al pensamiento representacional, como proyectivo, referencial, paradigmático y jerárquico. Desde el principio de este trabajo se presenta la dialéctica entre el pensamiento representacional de formas, y en este caso, figuras, y el pensar intuitivo, que termina en pensar el concepto371. Ahora bien, dice Deleuze que el pensar por conceptos fue la gran aportación griega. Así, si lo griego en su tierra y su territorio se desterritorializan relativamente en la inmanencia, aportarán del medio la inmanencia, la amistad y la opinión. La originalidad de lo griego consiste en relacionar lo relativo y lo absoluto de la desterritorialización, conjugándose y empezando a pensar en la inmanencia, en lo inmanente del medio para crear conceptos. Si lo trascendente es jerárquico y proyectivo, como la imagen del Dios vertical, el concepto es vecinal y conectivo, y su regla es la vecindad, que es puente para otros conceptos. Por eso dice Deleuze que, en realidad, el crear conceptos es la conexión de elementos interiores hasta al saturación del concepto y hasta que este se conecte a otro, de tal manera que cuando esto ocurre cambiaría la naturaleza del concepto. Es decir, el concepto creado es para él y es consistente con los elementos que lo forman por saturación. Si este concepto se relaciona con otro en su vecindad siempre será el mismo, pero su transformación dependerá de que, por diferentes implicaciones y conexiones, varíe la consistencia del mismo. Así, dice Deleuze que el concepto no es 371 QCP, pág. 86. paradigmático sino sintagmático, no es jerárquico sino vecinal, no es referente sino consistente, no es proyectivo sino conectivo372. Entonces, la filosofía como creadora de conceptos procede del encuentro entre el plano de inmanencia y el medio griego. Los dos movimientos de desterritorialización, relativo y absoluto, en la inmanencia y conjuntamente, dan lugar a lo que llamamos filosofía. Es la sociedad inmanente de Grecia y el pensamiento lo que, en conjunción, comienza a crear conceptos. Por eso, dice que la filosofía es una geofilosofía en cuanto a que la geografía no es sencillamente un medio donde transcurre una historia, sino que también es una forma mental que afirma el medio. La importancia que concede Deleuze a la geografía en su forma material y mental, la expresa por los caracteres de desvinculación que produce el culto a la necesidad por comprender la situación de contingencia. Esa misma desvinculación que fabrica el medio geográfico, que procede por inmanencia, se reafirma en la ruptura del vínculo del culto al origen. Por otra parte, la desvinculación con la estructura a través de las líneas de fuga, considera el medio griego no solo el límite por tierra, sino también por mar. Y por último, la desvinculación de la historia como historia da paso a lo que Deleuze llama el devenir, devenir que no es historia, pero que se vuelca en la historia. Por eso, afirma que los griegos tienen que devenir en 372 QCP, pág. 87. filósofos en tanto que los filósofos tienen que devenir en griegos373. Son estas las cuatro formas de la geografía: la del medio, la del devenir, las líneas de fuga y la contingencia para desvincular el origen, la historia, las estructuras y la necesidad. Así, la filosofía se convierte en geofilosofía, y la creación de conceptos que es la filosofía empieza, precisamente, por establecerse en ese medio geográfico idóneo para el concepto. Ahora bien, el concepto es uno de los puntos más importantes del filósofo como creador de conceptos, y Deleuze le da un trato preferente, casi hegeliano. 5.4 Los conceptos creados por la filosofía En principio, para Deleuze, los conceptos son creados por los problemas que se presentan. Así, por ejemplo, en el caso de un sujeto objeto o de múltiple sujetos, se presenta el problema del otro. Es un problema en cuanto a que el otro no se plantea solo como un objeto espacial, sino como un sujeto otro, y a la vez objeto. Entonces el sujeto 373 QCP, pág. 92. El devenir es un concepto que usa mucho Deleuze y hay que comprenderlo para ver su implicación general. Francisco Martínez en Ontología y diferencia,( pág. 300), explica muy bien lo que es este concepto. Como todo concepto deleuziano, el devenir es algo real. Son relaciones que se establecen entre diferentes elementos por el cambio o el movimiento y señala una vecindad sin ser una síntesis. Estas relaciones forman una singularidad, donde lo singular es una multiplicidad, como primer carácter. El devenir se produce por alianza o por pacto, pero no por filiación, que sería el segundo carácter. La tercera característica es el Anomal, que es la relación privilegiada como lo desigual, lo rugoso dentro de una banda. La cuarta característica es que es producto del deseo, lo cual favorece el establecimiento de un rizoma. La quinta es que el devenir se establece en el mundo de los afectos a velocidades lentas o rápidas. Así, el recuerdo es territorialización y fijación, mientras que el devenir, que pertenece al medio y al espacio, es una desterritorialización, una ruptura, estableciendo una línea de fuga. objeto otro no es ni sujeto ni objeto, sino que se presenta sencillamente como otro. Desde este punto de vista, lo otro adquiere un significado a priori. Con esto, el problema ya no es de un sujeto-objeto, sino de que la perspectiva ha cambiado hacia un mundo que se presenta, que esta ahí. Entonces, <<hay>> un mundo posible como otro que lo puede hacer existente, donde ni siquiera el <<yo>> contiene algún sentido. La condición del otro, que se refiere históricamente a un mundo posible, a Leibniz y a la mónada, es lo que desarrolla Deleuze para considerar su presentación de los conceptos como históricos. Así, dice que todo concepto muestra una historia, con trozos que lo preceden, de manera que el concepto es una multiplicidad de componentes, fragmentario, doble, triple, articulado en todos sus elementos374. El concepto incluye un devenir, por lo que está relacionado con otros conceptos vecinales, que a pesar de sus historias diferentes responden a problemas relacionados. Esto supone una concatenación de conceptos, que a su vez se componen de otros hasta el infinito. Por eso, cuando Deleuze se refiere a la creación de conceptos no admite que han surgido de la nada, como etimológicamente indicaría la palabra, sino de un presente continuo y eterno de creación. Los conceptos, que a su vez contienen otros conceptos, pero que en realidad forman los elementos del nuevo concepto, hacen que por sí mismos sean consistentes, siendo inseparables dentro de 374 QCP, pág. 22. él. Esto presume una condensación de componentes, que singularmente son rasgos intensivos ordenados dentro del concepto. El concepto, dice Deleuze, expresa el acontecimiento. Es un acontecimiento, y por lo tanto adquiere entidad, lo que llama haecceidad. Por lo tanto, el concepto, a pesar de ser real, no pertenece a un estado de cosas actual, sino que es incorpóreo, con lo que no es extensivo sino intensivo. El concepto, entonces, es acontecimiento, es eterno e infinito, inseparable, con velocidad infinita porque se refiere al pensamiento y es acto de pensamiento; es ese pensar no del sujeto-objeto, sino del pensamiento-cerebro, ya que lo que piensa es esa formación que se describió anteriormente. El concepto no posee, entonces, referencia, sino que es referencial por su propia consistencia. Es él mismo quien plantea su objetoproblema sin referirse a nada, solo a sí mismo. Por otra parte, no es discursivo y por esa razón no enlaza proposiciones, ni es una síntesis que explica finalmente ninguna actitud proposicional. Las proposiciones se definen por su referencia y el concepto no es referencial, sino que su sentido viene dado porque es acontecimiento. Las proposiciones, según Deleuze, son extensionales, ya que implican un estado de cosas actual, y se sabe que el concepto es intensional. Ahora bien, si el concepto no pertenece al plano proposicional, sino al de inmanencia, por su intensionalidad y consistencia no discursiva, entonces lo proposicional se refiere al enunciado científico. Esto dará lugar al modo en que la ciencia, en su plano referencial, se expresa como prospecto, y lo intensional como afectividad o sentimiento se expresa en el arte con el percepto375. El concepto es autoreferencial porque plantea su propio objetoproblema para expresar una situación más clara. De esta forma, el concepto es creado para un momento histórico concreto, que proporciona una solución a un problema. Entonces, los conceptos nuevos dan solución a problemas nuevos, pero, al ser acontecimientos mantienen la vigencia del Aión, el eterno presente, con su principio de creación y su futuro final. Por eso, el concepto infinito en velocidad puede dar una respuesta con conceptos antiguos a problemas nuevos, que originan conceptos nuevos. Así, dice Deleuze que se puede ser platónico o kantiano actualmente, ya que esos conceptos reactivados en problemas actuales ocasionarían conceptos nuevos. Así, Deleuze piensa que más que repetir lo que dijeron los filósofos antiguos, lo que hay que imitar es la creación de conceptos. La filosofía, entonces, como Caoidea, que corta el caos como plano seccional, crea las realidades caoideas que son los conceptos, así como las otras Caoideas; el arte y la ciencia hacen lo propio con el percepto y el prospecto. En la filosofía es el filósofo el vehículo de esa creación conceptual, especialista en conceptos, mientras que el artista y el científico se refieren a sus respectivos planos. Esta creación, según Deleuze, es 375 QCP, pág. 29. singularidad que pasa a ser el principio de la filosofía. Por eso, dice Deleuze que la filosofía no es ni contemplación (como representación) ni reflexión ni comunicación, ya que estas tres razones son creadoras de Universales, las llamadas ilusiones de la filosofía. El filósofo tiene que prestar mas atención a la actitud creadora del concepto y, no considerarlo discursivo y proposicional, como ya dado. El concepto es creado, situación que comprendieron mejor los poskantianos como Schelling y Hegel, que consideraban real al concepto y comprendían la no-vinculación con ideas abstractas. El problema es que no permitieron que las artes y las ciencias recorrieran ellas mismas un territorio más independiente, que dentro de la filosofía, y fueran ellas mismas, a su manera, creadoras de realidades, de modos proposicionales e intensivos afectivos376. Ahora bien, Deleuze propone una condición para el ejercicio del pensamiento o el uso del concepto, es el personaje conceptual que contribuye a definirlo. 376 QCP, pág. 17. 5.5 El personaje conceptual como agente enunciativo de los conceptos Un ejemplo claro de lo que supone un personaje conceptual, para Deleuze es el de Sócrates. Es el nombre propio del platonismo, que practica con los conceptos de Platón a través de los diálogos, sin confundirlo con personajes de diálogo, que aparecen en otros filósofos. Dice Deleuze que es una aptitud de pensamiento del filósofo, que se mueve a sus anchas en el plano de inmanencia, interviniendo en la creación de conceptos377. Aclara Deleuze que el personaje conceptual, no es una personificación mítica de ninguna fuerza abstracta, sino que admite una un valor filosófico en cuanto que su creador, el filosofo, llega a transformarse o deviene personaje como el Sócrates de Platón, el Dionisio de Nietzsche o el Idiota de Cusa. El enunciado filosófico necesita de un mensajero y este es el personaje conceptual. Si en un acto de la vida cotidiana, se busca una tercera persona para exponer ese acto de palabra, por ejemplo <<te hablo como padre>>, en filosofía, ese agente es el personaje concepual que hace de mediación en el movimiento del pensamiento y no como un enunciado meramente expresado. Uno de los roles más importantes que manifiestan los personajes 377 QCP, pág. 66. conceptuales es la desterritorialización y reterritorialización absoluta del pensamiento. Ellos manejan el mismo pensar diagramáticamente e intensivamente; es decir: piensa dentro de nosotros, es un modo de comportamiento de pensar en un territorio que limita y deslinda como parte del pensamiento particular378. Ahora bien, según Deleuze estos personajes conceptuales tienen unos rasgos que los componen, enumerando rasgos cinco diferentes. En primer lugar, habla de rasgos páticos. Exponiendo estos rasgos, los compara entre los personajes conceptuales y los personajes psicosociales, como <<el idiota>>. En el caso de la filosofía, el idiota es un personaje que se mueve en un plano de inmanencia, con capacidad de pensar por sí mismo o de mutar. <<El loco>> o <<el maníaco>> también son personajes conceptuales, pero su paralelismo se establece con la esquizofrenia, ya que según Deleuze la filosofía es esquizofrénica, en cuanto que rompe con las estructuras a las que llama molares, y es fuerza del pensar. Esta esquizofrenia no puede entenderse con una razón psicosocial, como un estado de lo viviente que roba el pensamiento379. En segundo lugar existen los rasgos relacionales. Cuando habla Deleuze de la filia, expone un personaje que ayuda al nacimiento de la filosofía. Este es <<el amigo>>. El amigo tiene rasgos relacionales de rivalidad y pretensión con otros vehículos conceptuales, como son <<el 378 379 QCP, pág. 71. QCP, pág. 72. rival>> o <<el pretendiente>>, que se relaciona por el concepto necesitado de cuerpo que puede ser <<el muchacho>>. Esta situación de relación, provoca un deslizarse en otro plano, donde aparece el amor, que es una fuerza del pensar. Sugiere, entonces, que los rasgos relacionales dan lugar a la proliferación y bifurcación de los personajes conceptuales380. Existen también los rasgos dinámicos: si antes el pensar de los personajes conceptuales comprendía un dinamismo clásico como el saltar o bailar de los personajes de Nietzsche o Kierkegaard, con las nuevas maneras energéticas de comportamiento, un territorio deportivo, introduce Deleuze nuevas maneras dinámicas de pensar con los personajes conceptuales, como el deslizamiento. El deslizarse de un surfista por la ola o la nieve, es un rasgo ahora actual del personaje, el cual hace que el filósofo, a través de ellos, se deslice entre los conceptos, de un modo dinámico puro, falto de cualquier valor energético deportivo381. Los rasgos jurídicos son del personaje conceptual, mientras este pertenezca al pensar trágico, que es una forma de valorar, una ley de justicia valorativa más allá del bien y del mal. Por último, están los rasgos existenciales, donde los filósofos a través de los personajes conceptuales encuentran nuevas formas de vida, que se plasman en sus personajes, como el tonel de Diógenes o Empédocles y su volcán. Según Deleuze en el 380 381 QCP, pp. 72-73. QCP, pág. 73. cuerpo y rostro de los filósofos se observan esos personajes, que les dan un aspecto extraño, como si fueran otras personas. Ahora bien, la elaboración de un concepto filosófico, dice Deleuze que parte de la necesidad de un personaje conceptual, que lo plasme en un plano, a pesar de los innumerables planos de pensamiento. Entonces, la filosofía remite a una especie de trilogía, para poder ser expresada. Inmanencia, insistencia y consistencia, que no son otra cosa que plano, personaje conceptual y concepto. La expresión de la filosofía necesita de una facultad que pueda hacer una adaptación, una coadaptación dice Deleuze, de estos tres elementos. Esta facultad es el gusto en la regulación de conceptos. Deleuze prosigue dando nombres del pensar a los elementos de la filosofía, exponiendo que la razón es la del trazado del plano, la imaginación es la invención de los personajes conceptuales y el entendimiento es la creación del concepto. El gusto es como la fase previa de los tres elementos de la filosofía, que todavía hay que crear, trazar o inventar. Es el amor por el concepto bien hecho lo que modula esta relación de compromiso, es la potencia de ser concepto382. El gusto también está relacionado con lo estético, ya que en realidad el arte es un pensar por afectos y perceptos. Así, los personajes conceptuales se diferencian de las figuras estéticas en que las primeras son 382 QCP, 78. potencias de concepto y, las otras son potencias de afectos y perceptos. Unas pertenecen al plano de inmanencia, mientras que las otras están en el plano de composición: noúmeno y fenómeno. Por eso vamos a ver lo que dice Deleuze de los afectos y perceptos. 5.6 Los functores, afectos y perceptos creados por la ciencia y el arte Si se hablaba del caos como la no-nada virtual de posibles y formas, la filosofía extraía de ese virtual a través del pensamiento conceptos consistentes virtuales. Pues bien, la ciencia procura dar a ese virtual una referencia, consiste en actualizar a través de funciones. Si la filosofía es una velocidad infinita de lo virtual, la ciencia es una desaceleración referencial de lo actual. Así, la ciencia se constituye por funciones y no por conceptos. Estas funciones son discursivas, referenciales y proposicionales y Deleuze las llama functores. Bajo esta idea se constituyen las nociones científicas sobre las que puede reflexionar la ciencia, asunto que se aparta de la creación del concepto en filosofía383. Por esa razón, la procedencia de los conceptos en filosofía y en ciencia es distinta. La primera está en el plano de inmanencia, en la segunda, en el plano de referencia. En el de referencia, se actualiza la materia por desaceleración, y a partir del caos virtual se puede presentar 383 QCP, pág. 111. una referencia actual de función. Así, dice Deleuze que la función es una desaceleración, una reducción de la velocidad, que coloca un límite en el caos. Por eso, en la ontología de Deleuze no se niega un estado actual referencial, proposicional, pero es más propio de la ciencia y por supuesto es actual-real. En ese estado actual, la referencia a través de las funciones o functores de la ciencia es una consistencia material de formas, cuya expresión es lentitud e introduce una consistencia diferente al concepto. Por eso, dice que la ciencia lo que pretende es constituir en el plano de referencia todos los límites posibles contra el caos. Ahora bien, este límite es ilusorio en cuanto que es solamente una detención de lo indeterminado. Según Deleuze, el límite conduce a formar en el caos ordenadas por desaceleración, detención, que conlleva a emparejar formas y límites, variables de coordenadas extensivas. Entonces Deleuze considera un estado de cosas actuales, que son modos para comprender una realidad que aparece determinada, pero como un proceso de detención. Así, explica en primer lugar que la detención empareja la forma con el límite, constituyendo una ordenada con respecto a las velocidades. Ahora bien, estas formas son independientes de las ordenadas que les corresponden sin ser inseparables, como pasaba en los conceptos filosóficos. Las ordenadas tienden a emparejarse con formaciones de tipo discursivo. En realidad, Deleuze arguye que no hay formas universales a las que corresponda un límite, para dar lugar a un estado de cosas actual o a lo que se conoce simplemente por cosa. Deleuze es un pensador del movimiento y del cambio. De esa manera, habla de lentitud y aceleración para poder describir ese cambio constante, siempre en la base del ser. La lentitud limita el estado de cosas, haciendo que la forma contenga un límite y la materia se actualice por desaceleración. Así, Deleuze dice que el estado de cosas es una función en cuanto que se trata de una variable que depende de la relación de dos variables, las formas y los límites, bajo la relación de una tercera variable, la materia384. Deleuze establece tres diferencias entre los conceptos y las funciones, a pesar de que los dos son creados. La primera es que los conceptos habitan el plano de inmanencia, que es uno y múltiple. Las funciones se hallan en el plano de referencia, que también es uno y múltiple, pero no lo es de igual manera que el plano de inmanencia. La segunda diferencia se encuentra en los modos, es decir, en la función y el concepto. En los elementos que constituyen el concepto, las variaciones son inseparables, mientras que en la función las relaciones condicionables de las variables son un conjunto de variables independientes. Así, los conceptos filosóficos son consistentes por ser acontecimientos, mientras que las funciones se refieren a un estado de cosas. La ciencia, a través de las funciones, actualiza los acontecimientos en un cuerpo o una cosa. Por eso, Deleuze dice que los conceptos son 384 QCP, pág. 115. variaciones inseparables, que son acontecimientos en un plano de inmanencia, mientras que las funciones científicas son variables independientes que se refieren a un estado de cosas. Los conceptos y las funciones son dos tipos de multiplicidades de diferente naturaleza. La teoría de los dos tipos de multiplicidades aparece en Bergson, así como la variable independiente del espacio y tiempo y la variación de la duración. Esto confiere un carácter a la variable como objeto de la ciencia, y a la variación un momento más filosófico385. La tercera diferencia se presenta en los modos de enunciación. En las funciones, estos modos permanecen ligados a nombres propios, a los que a partir de la experiencia que se necesita para la creación, vinculan la función científica con su referencia. Entonces, el concepto no es un sistema discursivo, y por lo tanto no contiene una referencia. No es una función de la vivencia como estado vivido de referencia (contemplación, reflexión, comunicación), ni lógica ni científica. Los estados de cosas surgen del límite, que en este caso es el de la referencia. Los estados de cosas a los que alude Deleuze son, en principio, variables independientes por sus coordenadas, que se asocian a una potencia. El estado de cosas que actualiza una parte del caos es una mezcla que, por su potencia, ha dejado de ser virtual. Es como una fase previa a la formación de la cosa a partir de la actualización del caos virtual. Ahora bien, de estas actualidades 385 QCP, pág. 120. singulares del estado de cosas, de estas variables independientes y singulares, puede surgir la potencia con la que opera la individuación de cuerpos, o las diferentes relaciones entre las singularidades que darán lugar a las cosas en sí. Dice Deleuze que el paso del estado de cosas a la individuación del cuerpo, es como de la mezcla a la interacción. Esta interacción constituye un estado del cuerpo, que se podría llamar percepción y afección. En un caso, un estado de un cuerpo inducido por otro, y en el otro caso, el estado del cuerpo en cuanto a la potencia. Parece una situación similar a la que describe Espinosa. Los modos como la percepción y la afección son descritos por Deleuze como caoideas de otro plano, afectos y perceptos en el plano de composición del arte386. En realidad, lo que expresa Deleuze es que los afectos y perceptos son bloques de sensaciones que se valen ellos por sí mismos, que son reales independientemente de que sean vividos o percibidos por un observador. Enfatiza la realidad de la sensación por ella misma aunque sean creadas. Las sensaciones son creadas por el arte, y se conservan de hecho y de derecho mientras dure el material, por ejemplo de la pintura o de la música. Siendo así, entonces, la obra de arte es un compendio de sensaciones que existe como ente, como ser de sensación387. Pero las sensaciones no son referencias de un objeto, cuyo parecido es tan solo por el material que contiene el percepto. La sensación real como percepto no se 386 387 QCP, pág. 145. QCP, pág. 155. halla en el tiempo como duración, tiempo muy corto, sino en el Aión de lo eterno. El percepto coexiste con lo material de hecho pero no de derecho, queriendo decir que la sensación real es independiente, a pesar de la duración del material. La sensación produce impresión de eternidad, aunque el material que la soporte dure unos segundos. Entonces, Deleuze sugiere que el arte tiene una finalidad. Si el objeto compone un soporte material para la sensación de un sujeto que percibe, el arte consigue a través del percepto extraer una sensación real en sí misma al margen del sujeto y del objeto, que se convierte en un ser de sensación. Estos seres de sensación son variedades, mientras que los seres de concepto son variaciones, y los de función variables, y en cada uno de ellos el artista, el filósofo y el científico son creadores. Y cada uno de ellos con su plano hace de la filosofía, el arte y la ciencia maneras de afrontar el caos haciendo secciones sobre él. Los conceptos dan consistencia a lo infinito mientras que las funciones refieren, apartándose de lo infinito, y el percepto consigue que lo finito sea infinito en el momento en que existe. Por eso, dice Deleuze que se piensa por medio de cada uno de estos conceptos, funciones, perceptos. No se piensa más que en conceptos o en afectos, ya que no hay diferencia entre ellos. A pesar de esto, las tres maneras como se presenta el pensar en Deleuze no permiten que se produzca una síntesis de los pensamientos, aunque pueda existir una correspondencia entre planos. Incluso se atreve a decir que esta correspondencia sucede en puntos álgidos, donde la sensación se vuelve concepto o función, o viceversa. Es decir, las variaciones, variables, variedades, son pliegues del pensar. Así, sugiere que estos elementos son heterogéneos, sin que aparezca uno sin el otro, es <<el pensamiento como heterogénesis>>388. 388 QCP, pág. 188. Conclusión Badiou considera a Deleuze un historiador del ser, acercándolo a Heidegger. En cierta forma es así, pero más que un historiador que recupera el ser del olvido y la presencia, como Heidegger, lo que presenta son dos formas históricas de comprender el ser. No es que haya olvido del ser, sino que hay dos formas de entender el ser históricamente. En Deleuze hay dos formas de ontología: la que presenta el plano de referencia, que es una ontología de lo vertical, de la trascendencia, del referente y lo limitado; y la ontología del plano de inmanencia, que es una ontología nómada, horizontal, sin categoría. Ahora bien, estas dos ontologías, una trascendente y equívoca o analógica, y otra inmanente y unívoca, son formuladas de un modo histórico en forma de devenir; pero una vez que se presentan, corren parejas. Según Deleuze, la primera fórmula de la metafísica es unívoca cuando Parménides la expresa en una ontología de inmanencia. Para Deleuze, Parménides debía haber evitado desarrollar tanto su metafísica, y no describir nada más que el ser es, sin más. Hablar del no ser que no es suponía extenderse mucho, ya que, si no se puede hablar de él, para qué citarlo. De todas formas, con Parménides el ser solo tiene un sentido, y es que es. Con esto, Deleuze quiere decir que la primera frase que suscribe la ontología es el pensamiento de la univocidad del ser. Con Aristóteles es con quien históricamente empieza lo que se puede llamar la fractura ontológica o el ser pensado análogamente o la otra forma ontológica. Estamos ante el problema de la representación orgánica, tanto en Platón como en Aristóteles: la limitación de la forma en la percepción participada o específica, lo que da lugar al comienzo de la fractura. Con la representación, el ser se ve limitado por la forma, y es necesario trascender para comprender el ser. Es decir, que la forma se convierte en una estructura ontológica trascendental, que se mueve ya en un plano de referencia. En el presente trabajo se ha presentado una situación diferente, ya que la representación en Aristóteles no es una estructura trascendental, ni se habla de ningún tipo de sujeto en ese sentido. El ser en Aristóteles posee el sentido unívoco de actividad por la sinergia expresada en la kínhsiç-e1nérgeia, quizá basado más bien en una interpretación heideggeriana que deleuziana. Ahora bien, parece entonces que con esto se apoya las tesis de la escolástica, donde por el paso de la potencia expresada en el movimiento se llega al acto y así se comprende la existencia del ser uno más puro en acto, es decir, de Dios. El problema se encuentra en que la escolástica ha pasado de exponer una ontología del ser unívoco de la actividad a considerar una teología que sustituye por una ontología vertical. La escolástica no considera a Dios como un ente suprasensible junto con las otra entidades suprasensibles que describe Aristóteles dentro de la filosofía primera. Para Santo Tomás el ser uno crea de la nada a otros seres que, participando analógicamente de él, son diferentes, equívocos ontológicamente. A pesar de que se dicen que son ser, solo participan de él analógicamente mientras que son en esencia diferente, es decir, ontológicamente equívocos. Es decir, la fractura del ser no comienza con la representación orgánica, sino más bien con la confusión ontológica y teológica de la expresión unívoca del ser. Una vez pensada la fractura, lo que sucede es que lo que se escinde es el ser, que es pensar. Es decir, que el ser es pensar, y una vez fracturado lo que queda es un ser múltiple que piensa de una manera múltiple. Se continúa siendo un ser que piensa, pero el pensar está fracturado. Se piensa focalmente, de modo nucleado, y así el mismo pensar se intuye en una relación interna, que necesita trascender la fractura para establecer una relación, que ya deja de ser ontológica y se convierte en una especie de salto a un más allá desconocido. Entonces, al pensar que se piensa a uno mismo focalmente en la fractura, se le intuye ontológicamente. Así, surge el concepto de res cogitans, donde la única sustancia pensante es un núcleo focal que se considera propio, el yo. Este modo ontológicamente unívoco en el mismo momento que piensa, porque el ser que se piensa él mismo solo se puede entender unívocamente, tiene que apelar a la trascendencia para considerar otros yos fracturados y establecer una relación todavía teológica por medio del buen sentido que hace pensar a esos yos fracturados en una idea conjunta. El argumento ontológico establece la misma relación virtual con el ser res cogitans por trascendencia, que singularmente es unívoco. La fractura del ser se torna más evidente cuando lo otro que es ser, la fusíç, y que es parte indisoluble del pensar, se escinde en res extensa, ser equívoco de extensión. Esto supone abandonar esa parte del ser insoluble que en Parménides supone lo expresado en la presencia, y que en Aristóteles supondría entonces el olvido del ser kínhsiç-e1nérgeia unívoco para conferir al ente-sustancia, súnolon estatuto ontológico de equivocidad. Con la res extensa comprendida como ser, al margen de que el yo sea un universal ontológico, la sustancia extensa es otra variante del ser así como Dios. De esa forma, la fractura se agudiza en cuanto que hay tres sustancias con diferentes sentidos de ser y, por tanto, equívocos. La relación que se pretende establecer es por lo trascendente de la sustancia divina, pero, de todas formas, siempre en el plano referencial. Con Hume, el ser de las percepciones se convierte en múltiple, y la fractura se consuma. El ser es de las objetividades percibidas de lo dado. Así, incluso el cuerpo se convierte en algo individuado que contiene un yo de hábito, al que no se le da consistencia de ser, pero sí al objeto percibido, que es el cuerpo. Precisamente esta situación es la que critica Parménides en el inicio de su metafísica. La mirada vacilante y el sonido sin sentido de la lengua es un camino del que hay que apartarse, ya que lo que se expresa por el e1ón es el pliegue de ser tó ei=2nai y tó noei<n. El ser pertenece a lo que es pensado y dicho, y el e1ón a lo que es expresado. Por tanto, Parménides no permite la fractura del ser y alerta sobre ella, porque produce la equivocidad de la percepción y de los significantes vacuos de su comprensión como pliegues del ser. Por eso, tanto Severino como Deleuze afrontan la crítica a la vía de la opinión desde perspectivas diferentes. Severino, parte de una traducción que compromete al e1ón como el ser, entonces, uno. Cualquier determinación en este pensamiento sería apariencia y estaría fuera de los confines del ser. Así, el ente se piensa por la razón alienada como algo que es y no es al mismo tiempo, dice Severino. El parricidio fallido fue sacar a estas determinaciones de la nada cuando Platón las consideró entonces una no nada, pero sí que las encontró dentro de un tiempo y, por tanto, relativas a algo que es y que luego no es. El tiempo considerado como lo determinado, que surge de la nada y luego vuelve a ella, presenta al ente como algo que es y no es al mismo tiempo: el origen de la alienación de Occidente, según Severino. Pero lo interesante de Severino es que considera a las determinaciones como eternas según su modo de existencia, sean ilusorias, reales, de hecho o necesarias. De todas formas, la interpretación que da Severino de Parménides con la radical diferencia del ser y del pliegue se aleja de la línea que se establece en este trabajo. Ahora bien, para Severino fue Meliso quien introdujo en primer lugar la alienación, al dudar de que el ser fuese siempre y pudiera ser creado. En este sentido, todavía es más radical Deleuze cuando considera que Parménides debería haberse quedado con la afirmación de que el ser es sin seguir diciendo nada. La intuición plena de Deleuze y la recuperación de lo griego en su pensamiento son así de sencillas. Con la plenitud del ser que es, Deleuze afirma que el e1ón es ser, y es todo, lo que afirma y expresa sin basarse en la forma, sino en todo lo que puede ser actual, virtual, posible, imposible, necesario, pero puede ser dicho o pensado es un es y, por lo tanto, pliegue. De todas formas, la recuperación de lo griego en Deleuze contiene, en primer lugar, la distinción de vía de la opinión de Parménides, que desecha el pensar como una mera representación visual del significante, para darle mayor sentido al ser-pensar. Por otra parte, interpreta una posición más cerca de Anaximandro por su relación con el ser indeterminado. La relación con el ser en Anaximandro es descrita por Severino, Heidegger y Deleuze. En Severino la palabra de Anaximandro se interpreta en primer lugar como la identidad indeterminada de las diferencias, proceso de diferenciación de la identidad trascendental, es decir, una estructura trascendental de carácter teológico en cuanto que lo indeterminado el a6peiron, que gobierna todo, contiene carácter divino389. Ahora bien, las 389 Severino, E., op. cit., pág. 315, cosas por oposición y diferencia se determinan y limitan con la identidad de lo indeterminado. Así, según Severino, por oposición las cosas existen por justicia, díkh. Entonces, lo positivo de las cosas existen por oposición, es decir, por una especie de teología negativa. En esta situación de trascendentalidad, Severino mantiene la equivocidad del ser en Anaximandro en cuanto es determinado eternamente por las cosas que se mantienen en el ser puro trascendental. Equivocidad del ser determinado y univocidad del ser indeterminado, es decir, dos formas ontológicas, pero manteniendo la equivocidad de los seres determinados y, por tanto, la fractura ontológica con su imagen dogmática. Heidegger, en Conceptos Fundamentales, entiende que la comprensión del ente por lo griego es de doble univocidad, es decir, que el ente en total y el ente singularizado de cada caso, pertenecen a un todo390. Esta situación es la que describe Deleuze pero con relación al ser, como pliegue acontecimiento y pliegue explicado. Ahora bien, entender el ente en Heidegger es comprender la presencia de lo presente. En relación con Anaximandro, dice que para los entes el principio o disposición es la acción de impedir que haya límites, a1rch’ tw<n o6ntwn tò a6peiron. El a1rch’ es aquello por lo que algo sale. Así, comprende que es mejor hablar de disposición que de principio, ya que es salida, acción de imperar y regir a 390 Heidegger, M., op. cit., pág. 150. través de una región391. Con respecto al a6peiron, dice Heidegger que la traducción como lo infinito o lo carente de límites es correcta, pero no explica lo suficiente. De esta forma, dice que la disposición para lo que está presente en tanto que despliega la presencia tal y como la despliega se refiere al a6peiron, que retira todo lo que es límite. La disposición de los entes en cuanto que despliega, es decir, el a1rch’, se refiere al ser y a lo ilimitado, que es el a6peiron y no puede ser pensado como ente sino como ser. Entiende Heidegger que en el inicio del pensar los griegos comprendían que el ser del ente era la irrupción de la presencia en lo presente, es decir, lo que dispone que se despliegue la presencia. Con respecto a Anaximandro, tó a6peiron es la ación de impedir la limitación refiriéndose al ser, a su desplegar. Deleuze, muy cerca de Heidegger, desarrolla la importancia del pensamiento de Anaximandro con relación al movimiento infinito y el pliegue de la fúsiç y el nou=ç. Así, desde el principio de la filosofía griega, el ser aparece como imagen del pensamiento y materia de ser, fúsiç y nou=ç. El movimiento infinito del pensamiento es doble, un pliegue que se manifiesta en el plano de inmanencia con sus dos facetas: pensamiento y naturaleza. Por eso, cuando el pensamiento aparece en Tales, la materia es agua, y es Heráclito fuego. Se trata del movimiento 391 Heidegger, M., op. cit., pág. 156. infinito del plegar como acontecimiento que plasma conexiones entre todos los planos; en realidad, ser es plegar para Deleuze. Para Deleuze, Anaximandro expresa verdaderamente el pliegue de la materia del ser y la imagen del pensamiento. Son las dos facetas del movimiento ilimitado: una, determinable como Physis, y la otra, el movimiento infinito intuitivo de la imagen del pensamiento, el Nous. Ocurren en el horizonte absoluto que supone el a6peiron o lo ilimitado, una expresión de inmanencia y univocidad pura. Para Deleuze la historia de la fractura del ser unívoco y, por lo tanto, de la inmanencia se presenta en los primeros filósofos, estos divididos entre los fisicalistas, que enfatizan la materia del ser y los noologistas, los cuales aluden a la imagen del pensamiento. El problema se agranda con Platón y sus seguidores, donde la inmanencia del uno-todo se convierte en la inmanencia del uno, y la trascendencia emanativa de ese uno en más allá del uno. Con la filosofía cristiana, a pesar de que en la inmanencia es donde se instaura la filosofía, queda oculta la trascendencia creativa. Con Descartes, Kant y Husserl, la inmanencia, la univocidad, pasa a ser la de una conciencia pura o un sujeto pensante. Para Kant, la inmanencia será la del sujeto trascendental en cualquier experiencia, sea interna o externa. En Husserl, la inmanencia es la subjetividad trascendental, que necesita de la trascendencia que remite a otro yo para confirmarse. Así, Deleuze es un historiador del ser donde la trascendencia y la inmanencia ocupan todo su camino. En primer lugar, considera que la trascendencia aparece en tres épocas. La primera es la Eidética: contemplación de la trascendencia, desde Platón hasta la escolástica. La segunda es la Crítica como reflexión de la trascendencia, que comienza en Descartes y se afianza en Kant. Con Husserl, la tercera época es la Fenomenología y es la comunicación como trascendencia para evitar el solipsismo392. Pero la inmanencia del ser unívoco, que había surgido con Parménides, no se olvida, ya que aparece en Duns Escoto, Avicena, Espinosa, Nietzsche, Bergson. Deleuze, siguiendo la pauta de la inmanencia del ser, considera que el ser es relación, como movimiento ilimitado de velocidad infinita del pensar. A este movimiento de relación del pensar como doble naturaleza lo llama pensamiento-cerebro. Es un acontecimiento eterno, un pensar que es un plegar que se expresa en el pliegue con su doble naturaleza, ser pensamiento y materia de ser. El ser es un plegar, pensamiento-cerebro que se explica a través de sus pliegues en los planos de inmanencia, referencia o composición, que se entrecruzan y dan lugar a los conceptos, functores, afectos y perceptos, como modos espinosistas, pero sin la positividad de la sustancia. Con esto Deleuze, siendo un historiador de la filosofía, también es un creador de conceptos como él describe al filósofo. Deleuze explica 392 QCP, pág. 49. una ontología de la inmanencia, pero sin la positividad de la sustancia espinosista y añade los perceptos del arte como modos de un atributo ontológico, que la inmanencia del idealismo alemán apartó del ser. 1-BIBLIOGRAFÍA DE DELEUZE ORIGINAL Hume, sa vie, son oeuvre (con A. Cresson), Paris: PUF, 1952 Empirisme et subjetivité, Paris: PUF, 1953 Instincs et institucions, Paris: Hachette, 1955 Nietzsche et la philosophie, Paris: PUF, 1962 La philosophie critique de Kant, Paris: PUF, 1963 Marcel Proust et les signes, Paris: PUF, 1964 (1970) Nietzsche, Paris: PUF, 1965 Le bergsonisme, Paris: PUF, 1966 Presentation de Sacher-Masoch, Paris: Minuit, 1967 Différence et répetition, Paris: PUF, 1968 Espinosa et le probléme de l´expression, Paris: Minuit, 1968 Logique du sens, Paris: Minuit, 1969 Espinosa, philosophie pratique, Paris: PUF, 1970 (1981) L´anti-Oedipe (con Guattari), Paris: Minuit, 1972 Kafka. 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Reimpreso como <<Les Intercesseurs>> en Pourparlers 1972-1990, ), pp.165-184, (1990.3 infra) <<Le philosophe et le cinéma>>, entrevista realizada por Gilbert Calbasso y Fabbrice Revault d'Allonnes, en Cinéma 334, pp.2-3, Dec. 18-24, 1985, Reimpreso como <<Sur L'Image-Temps>> en Pourparlers 1972-1990, pp.82-87, (1990.3 infra) <<Le cerveau, c'est l'écran>>, entrevista realizada por A. Bergala, Pascal Bonitzer, M. Chevrie, Jean Narboni, C. Tesson y S. Toubiana, en Cahiers du cinéma 380, Feb. 1986 <<Michel Foucault dans la troisième dimension>>, entrevista realizada por Robert Maggiori, en Libération, p.38, Sept. 3, 1986,. Reimpreso en Pourparlers 1972-1990, pp.122-127, (1990.3 infra). Conclusión de (1986.9 supra) <<La vie comme une oeuvre d'art>>, entrevista realizada sobre Foucault por Didier Eribon, en Le Nouvel Observateur 1138, pp.66-68, Sept. 4, 1986.Versión ampliada publicada en Pourparlers 1972-1990, pp.129-138, (1990.3 infra) 4-OBRAS EN COLABORACION CON F. GUATTARI EN CASTELLANO El anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, trad. Francisco Monge, Barcelona: Paidós, 1985 Kafka. Por una literatura menor, traducido por Jorge Aguilar, Mexico: Ediciones Era, 1978 Mil mesetas, trad. José Vázquez y Umbelina Larraceleta, Valencia: Pretextos, 1988 ¿ Qué es la filosofía?, trad. Thomas Kauf, Barcelona: Anagrama, 1993 5- OBRAS EN COLABORACION CON C. PARNET EN CASTELLANO Diálogos, trad. José Vázquez, Valencia: Pre-textos, 1980 6- BIBLIOGRAFIA EN CASTELLANO SOBRE DELEUZE Aragües , J.M.:Deleuze (1925-1995) Aragües, J.M. (Coor.) (artículos de Aragües, Martinez, Morey, Pardo, Rodríguez García y Verstraeten ): G. Deleuze. Un pensamiento nómada, Zaragoza: Mira, 1997 Fernández Naveiro, J.C.: El pensamiento de la diferencia en Guilles Deleuze, Universidad de Santiago de Compostela, 1997 Ferrero Carracedo, Luis: Claves filosóficas para una teoría de la historiaen Guilles Deleuze: Fundación Universitaria Española, 1999 Foucault, M.: Theatrum philosophicum, Barcelona: Anagrama, 1995 Larrauri Gómez, Maite: Introducción al pensamiento estético de Guilles Deleuze: Tirant lo blanc, 2001 Martínez, F.J.: Ontología y diferencia. La filosofía de G. Deleuz,. Madrid: Orígenes, 1987 Pardo, J.L.: Deleuze: Violentar el pensamiento, Madrid: Cincel, 1990 Quesada, Amalia:De Foucault a Derrida pasando fugazmente por Deleuze y guattari, Lyotard, Baudillard: EUNSA, 2001 7-GRABACIONES EN AUDIO DE DELEUZE <<Le grand rationnalisme: Athéisme de Espinosa>>, discusión en las series Analyse spectrale de l'Occident, duración 23: 30. Producido por Serge Jouhet. Primera emisión en Diciembre 10, 1960 <<Douleur y souffrance>>, discusión en las series Recherche de notre temps, duración 40: 00. Primera emisión en abril 3, 1963 Entrevista realizada con Jean Ristat sobre: Louis Wolfson, Le Schizo et les langues, Paris: Gallimard, 1970; (ver 1970.2 supra), en las series Les idées et l'histoire, duración 13: 00. Primera emisión en France Culture en Julio 2, 1970 <<Délire er désir>>, montaje radiofónico con discusiones de Deleuze mezcladas con citas del L’Anti-Oedipe y grabaciones de Allen Ginsberg, Antonin Artaud y Jean-Jacques Abrahamâs <<LâHomme au magnetophon>>, duración aprox. 150: 00. Emitido en France Culture. Producido por René Farabet y Pascal Werner, para l’Atelier de création radiophonique, 1973 Deleuze con Hélène Cixous: <<Littérasophie et philosofiture>>, discusión en las series Dialogues, duración 75: 00. Grabado en Junio 7, 1973 en la Université de Paris VIII/Vincennes. Primera emisión en France Culture, Producido por Roger Pillaudin, Septiembre 11, 1973 Lectura del texto de Nietzsche <<Le voyageur>>, (aforismo 638 en Menschliches, Allzumenschliches), en un single de 45-RPM <<Ouais Marchais, mieux qu'en 68, ex: Le voyageur, duración 4: 22>>, por el grupo de rock progresivo Schizo, voz de Richard Pinhas. Producido por Mathieu Carrière y realizado por Disques Disjuncta, Paris, 1973. Reeditado en el album Electronique Guerilla por el grupo de rock progresivo Heldon con Richard Pinhas, Paris: Disques Disjuncta, 1974. Reeditado en 1993 por Cuneiform Records, Silver Spring, MD. <<Avez-vous lu Baruch? ou le portrait présumé de Espinosa>> en las series Samedis de France Culture, duración 12: 50. Grabado en Diciembre 1977. Producido por Michèle Cohen.Primera emisión en France Culture, Marzo 4, 1978 Presentatión sobre <<Freud et la psychanalyse>> en las series Mi-fugue Mi-raisin, duración 5: 00. Grabado en Abril 7, 1978. Primera emisión en France Culture, Abril 8, 1978 Voz distorsionada electrónicamente de una posible lectura o comentario a la Ética de Espinosa: <<L'Ethique 1>>, duración 6: 21, y <<L'Ethique 3>>, duración 4: 48. En el album L'Ethique por Richard Pinhas, Paris: Pulse, 1981. Reeditado en 1992 por Cuneiform Records, Silver Spring, MD. Voz distorsionada electrónicamente de una posible lectura o comentario de la Ética de Espinosa: <<Livre 5: L'Ethique>>, duración 8: 39, y <<1992: Iceland: The Fall>>, duración 4: 37. Editado en el doble album: Rhizosphere/Live at Bobino: Paris, France 1982 por Richard Pinhas, Silver Spring, MD: Cuneiform Records, 1994. Este album también contiene notas escritas de Deleuze y Guattari: una cita de Rhizome, Paris: Minuit, 1976; (ver 1976.1 supra), p.35, reimpreso en Mille plateaux [Paris: Minuit, 1980; ver 1980.1 supra], p.19, y una cita de Différence et répétition, ), p.16, Paris: Presses universitaires de France, 1968; (ver 1968.1 supra) Seminario: <<Michel Foucault: Savoir, Pouvoir, Subjectivation>> editado en la Université de Paris VIII-Vincennes à St. Denis from Oct. 29, 1985 a Jan. 21, 1986, 34 cassettes. Estas cassettes están en los archivos del Centre Michel Foucault, 43 bis, rue de la Glacière, 75013 Paris, y no pueden ser duplicados. Voces mezcladas de <<l'Abécédaire de Gilles Deleuze>>, (ver infra, III.2): <<rhizome: no beginning no end>> por Hazan + Shea, duración 4: 40. Editado en el album: Folds and Rhizomes for Gilles Deleuze, Brussels: Sub Rosa, 1996 Declaración de <<lâherbe>>, duración 32 segundos. Editado en el album: Memoriam Gilles Deleuze, Frankfurt: Mille Plateaux, 1996, pero grabado y emitido, posiblemente, mucho antes. 8- GRABACIONES EN VIDEO DE DELEUZE <<Qu'est-ce que l'acte de création?>>, conferencia presentada en las series <<Mardis de la Fondation>>, Marzo 17, 1987. 50 minutos, color. Producido por la Fondation Européene des Métiers de l'Image et du Son, FEMIS, y ARTS: Cahiers multi-média du Ministère de la Culture et de la Communication, emisión en televisión en las series Océaniques: des idées, des hommes, des oeuvres. Reemitida en 1989 Transcripción parcial publicada como <<Avoir une idée en cinéma: A propos du cinéma des Straub-Huillet>> en Jean-Marie Straub y Danièle Huillet, Hölderlin, Cézanne, pp.65-77, Lédignan: Editions Antigone, 1990, (ver supra, 1990.8) <<L'Abécédaire de Gilles Deleuze>>, Discusión emitida por el programa de arte quincenal Metropolis en el canal Arte franco-germano que dio comienzo en Enero 15, de 1995. Programas coordinados por Pierre-Andre Boutang. Discusiones filmadas en 1988 por Claire Parnet. Episodios individuales:: <<A comme Animal>>, <<B comme Boisson>>, <<C comme Culture>>, <<D comme Désir>>, <<E comme Enfance>>, <<F comme Fidélité>>, <<G comme Gauche>>, <<H comme Histoire de la philosophie>>, <<I comme Idée>>, <<J comme Joie>>, <<K comme Kant>>, <<L comme Literature>>, <<M comme Maladie>>, <<N comme Neurologie>>, <<O comme Opéra>>, <<P comme Professeur>>, <<Q comme question>>, <<R comme Résistance>>, <<S comme Style>>, <<T comme Tennis>>, <<U comme Un>>, <<V comme Voyage>>, <<W comme Wittgenstein>>, <<X & Y comme inconnues>>, <<Z comme Zigzag>> Publicación en video: L'Abécédaire de Gilles Deleuze, Tres videocassettes con una duración total de 7:30, Paris: Editions Montparnasse, 1997 <<Spinoza: immortalité et eternité>> y <<Leibniz: âme et damnation>> dos audio Cd en Paris: Gallimard A Haute Voix series, 2003 9- BIBLIOGRAFIA EN OTROS IDIOMAS Alliez, E.: Deleuze, philosophie virtuelle, Le Plessis-Robinson: Synthélabo, 1996 Antonioli, Manola,: Deleuze et l´Histoire de la Philosophie, Paris: Ed. Kim, 1999 Badiou, A.: Deleuze <<la clameur de l´Etre >>, Paris: Hachette, 1997 Bogue, R.: Deleuze and Guattari, London: Routledge, 1989 Buchanan, Ian,: Deleuzism. A Metacomentary, Durham: NC, Duke University Press, 2000 Buydens, M.: Sahara, l’esthétique de G. Deleuze, Paris: Vrin, 1990 Cressole, M.: Deleuze, Ed. Universitaires, 1973 Hardt, M.G.: Deleuze: an apprenticeship in philosophy, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1993 Hardt, Michael, and Antonio Negri,: Empire, Cambridge: Harvard University Press, 2000 Hayden, Patrick, Multiplicity and Becoming: The Pluralist Empiricim Of Gilles Deleuze, New York: Pter Lang, 1998 Martin, J. C.: Variations, Paris: Payot, 1990 Olkowski, Dorothea,: Gilles Deleuze and the Ruin of Representation, Berkeley: University of California Press, 1999 Patton, P.: Deleuze: A Critical Reader, Massachusetts: Blackwell Publishers, USA, 1996 Scavino, Dadro F.: Nomadología, Buenos aires: Ed. del Fresno, 1991 Simont, J.: Kant, Hegel, Deleuze, Paris: L’Harmattan, 1997 Stingelin, Martin,: Das Netwerk von Deleuze. Immamenz im Internet und auf Video, Berlin: Merve Verlag, 2000 Stivale, Charles J.: The Two-Fold Thought of Deleuze and Guattari; Intersections and Animation, New York: Guilford Pub., 1998 Zourabichvili, F.: Deleuze, Paris: PUF, 1994 10- REVISTAS CON NUMEROS MONOGRAFICOS Philosophie, nº 47, septiembre, Paris: Minuit, 1995 Magazine Litteraire, nº 257, Paris, septiembre 1988, Archipiélago, nº 17, Barcelona, Otoño 1994 L’arc, nº49, 1972 (reedición 1980) Ré. Gaceta nietzscheana de creación, nº 6, Ed. La línea de Fuga, Barcelona 1998 11- TRADUCCIONES Empirisme et subjetivité, Paris: PUF, 1953 Trad. ingl. por Constantin V. Boundas, Empiricism and Subjectivity: An Essay on Hume's Theory of Human Nature, New York: Columbia University Press, 1991 Trad. cast. por Hugo Acevedo. Prefacio por Oscar Masotta, Empirismo y Subjetividad, Madrid: Gedisa, 1981 Trad. it. por M. Cavazza, Empirismo e soggettività, Cappelli, 1981 Trad. al. por Martin Weinmann, David Hume, Campus, 1993 Nietzsche et la philosophie, Paris: PUF, 1962 Trad. ingl. por Hugh Tomlinson, Nietzsche and Philosophy, pp. 68-72 y 133-141, New York: Columbia University Press, 1983, reimpreso en Constantin V. Boundas, ed., The Deleuze Reader, New York: Columbia University Press, 1993, (ver 1993.2 infra). Capítulo dos traducido como <<Active y Reactive>> en D. Allison, ed., The New Nietzsche: Contemporary Styles of Interpretation, pp.80-106, Cambridge: MIT Press, 1977 Trad. cast. por Carmen Artal, Nietzsche y la filosofia, Barcelona: Editorial Anagrama, 1971 Trad. it. por Fabio Polidori, Nietzsche e la filosofia, Milan: Feltrinelli, 1992 Trad. al. por Bernd Schwibs, Nietzsche und die Philosophie, Roguer und Beruhard, 1976 Trad. portug. por António Magalhães, Nietzsche e a filosofia, Porto: Rés, 1987 La Philosophie critique de Kant: Doctrine des facultés, Paris: Presses universitaires de France, 1963 Trad. ingl. por Hugh Tomlinson y Barbara Habberjam, Kant's Critical Philosophy: The Doctrine of the Faculties, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1984 Trad. it. por M. Cavazza La Filosofia critica di Kant, Capelli, 1979 Trad. al. por Mira Köller, Kants kritische Philosophie, Berlin: Merve, 1990 Trad. cast. por Francisco Monge, Filosofía Crítica de Kant en Deleuze, Espinosa, Kant, Nietzsche, Barcelona: Editorial Labor, 1974 Trad. portug.: por Geminiano Franco, Filosofia critica de Kant, Lisbon: Edições 70, 1987 Traducción portug. brasileña por Sonia Dantas Pinto, Para ler Kant, Rio de Janeiro: F. Alves, 1976; Segunda edición 1986 Nietzsche: sa vie, son oeuvre, avec un exposé de sa philosophie, Paris: Presses universitaires de France, 1965 Trad. it. por Franco Rella, Nietzsche, Verona: Bertani, 1973 Trad. al. por Ronald Voullie, Nietzsche: ein Lesebuch, Berlin: Merve Verlag, 1979 Trad. cast. por Francisco Monge, Nietzsche, publicada en Deleuze, Espinosa, Kant, Nietzsche, Barcelona: Editorial Labor, 1974 Trad. portug., Nietzsche, Lisbon: Edições 70, 1985 Traducción al noruego por Hans Eric Lampl, Nietzsche, Lanser, 1985 Le Bergsonisme, Paris: Presses universitaires de France, 1966 Trad. ingl. por Hugh Tomlinson y Barbara Habberjam, Bergsonism, New York: Zone Books, 1988 Trad. Cast. por Luis Ferrero Carracedo, El Bergsonismo, Madrid: Ediciones Catédra, 1987 Trad. it. por Federica Sossi, Il Bergsonismo, Milan: Feltrinelli, 1983 Trad. al. por Martin Weinmann, Bergson zur Einführung, Hamburg: Junius, 1989 Différence et répétition, Paris: Presses Universitaires de France, 1968 Trad. ingl. por Paul Patton, Difference and Repetition, New York: Columbia University Press, 1994. Reimpreso en Constantin V. Boundas, ed., The Deleuze Reader, New York: Columbia University Press, 1993. Ver 1993.2 infra Trad. cast. por Alberto Cardín, Diferencia y repetición, Gijón: Júcar Universidad, 1988. Introduction por Miguel Morey. <<Introduction>> traducida como <<Repetición y Diferencia: Introducción>> por F. Monge en Cuadernos Anagrama 1972 Trad. it. por Giuseppe Guglielmi, Differenza e Ripetizione, Il Mulino, 1972 Trad. al. por Joseph Vogl, Differenz und Wiederhölung, Berlin: Wilhelm Fink, 1992 Traducción portug. brasileña por Luiz Orlandi y Roberto Machado, Diferença e repeticão, Rio de Janeiro: Graal, 1988 Espinosa et le problème de l'expression, Paris: Éditions de Minuit, 1968 Trad. ingl. por Martin Joughin, Expressionism in Philosophy: Espinosa, New York: Zone Books, 1990 Trad. cast. por Horst Vogel, Espinosa y el problema de la expresión, Barcelona: Muchnik Editores, 1975 Trad. al. por Ulrich Schneider, Espinosa und das Problem des Ausdrucks en der Philosophie, Munich: Wilhelm Fink, 1993 Logique du sens, Paris: Éditions de Minuit, 1969 Trad. Ingl. por Mark Lester con Charles Stivale, The Logic of Sense, New York: Columbia University Press, 1990. Editado por Constantin Boundas. Páginas 1-3, 148-153, 307-309, 310-311, 312, 313, 315, 316-317, 318, y 319-321, reimpresas en Constantin V. Boundas, ed., The Deleuze Reader, New York: Columbia University Press, 1993. (ver 1993.2 infra) Trad. cast. por Ángel Abad, Lógica del sentido, Barcelona: Barral, 1970 Nueva traducción por Miguel Morey y Víctor Molina, Barcelona: Paidós, 1989 Trad. it. por M. De Stefanis, Logica del senso, Milan: Feltrinelli, 1976 Trad. al. por Bernhard Dieckmann, Logik des Sinns, Frankfurt: Suhrkamp, 1992 Traducción portug. brasileña: Logica do sentido, Sao Paolo: Editora da Universidade de Sao Paolo, por Luiz Roberto Salinas Fortes. Reemitido por Editora Perspectiva S.A. Espinosa: textes choisis, Paris: Presses universitaires de France, 1970. La Segunda edición, Espinosa: Philosophie pratique, Paris: Éditions de Minuit, 1981, (1981.1 infra), incluye tres nuevos capítulos: III, V y VI (ver 1978.4 infra), y suprime la selección de escritos de Espinosa. Trad. cast. Espinosa por Francisco Monge en Deleuze, Espinosa, Kant, Nietzsche, Barcelona: Editorial Labor, 1974. Trad. portug. por Abílio Ferreira, Espinosa e os Signos, Rés editora, 1981 Proust et les signes, Paris: Presses universitaires de France, 1970, reedición ampliada de Marcel Proust et les signes,( 1964.1 supra). Texto añadido: capítulo 7, <<La Machine littéraire>> Trad. ingl., por Richard Howard, Proust and Signs, New York: George Braziller, 1972 Trad. cast., por Francisco Monge, Proust y los signos, Barcelona: Anagrama, 1972 Deleuze con Félix Guattari: Capitalisme et schizophrénie tome 1: l'AntiOedipe, Paris: Éditions de Minuit, 1972. Segunda edición, 1973, añade <<Bilan-programme pour machines-désirantes>> de Minuit 2, como apéndice, (1973.4 infra) Trad. ingl. por Robert Hurley, Anti-Oedipus: Capitalism and Schizophrenia, New York: Viking Press, 1977, Mark Seem y Helen R. Lane. Prefacio por Michel Foucault. Selección titulada <<Psychoanalysis y Ethnology>> publicada en SubStance 11/12, 1975, pp.170-197. Selección reimpresa en H. Adams y L. Searle, eds., Critical Theory Since 1965, Tallahassee: Florida State University Press, 1986. Páginas 84-89 reimpreso en Constantin V. Boundas, ed., The Deleuze Reader, New York: Columbia University Press, 1993,( ver 1993.2 infra) Trad. cast. por Francisco Monge, El Antiedipo, Barcelona: Barral, 1973 Reeditado en Barcelona: Ediciones Paidós S.A., 1995 Trad. it. por Alessandro Fontana, L'Anti-Edipo, Turin: Einaudi, 1975 Trad. al. por Bernd Schwibs, Anti-Ödipus, Frankfurt: Suhrkamp Verlag, 1974 Trad. portug. por Joana Morais Varela y Manuel Maria Carrilho, O antiÉdipo, Lisbon: Assirio & Alvim, 1977 Traducción griega por Franguiski Ambatzopoulou, KAPITALISMOS KAI SCIZOFRENEIA: O Anti-Oidipouz, Athens: Kedros Publishers [HRIDANOS - Eridanus f.4], 1973 Deleuze con Félix Guattari: Kafka: Pour une litterature mineure, Paris: Éditions de Minuit, 1975, (ver también 1973.12 supra) Trad. ingl por Dana Polan, Kafka: Toward a Minor Literature, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1986,. Prologado por Réda Bensmaïa. Capítulo dos publicado como <<A Bloated Oedipus>> en Semiotext(e) 4: 1, 1981, pp.97-101. Capítulo tres publicado como <<What is a Minor Literature?>> en Mississippi Review 11: 1, 1983, y en M. Anderson, ed., Reading Kafka: Prague, Politics and the Fin de siècle, New York: Schocken, 1989, pp.80-94. Capítulo cuatro publicado en New Literary History 16: 3, primavera 1985, pp.591-608. Páginas 16-27 reimpresas en Constantin V. Boundas, ed., The Deleuze Reader, New York: Columbia University Press, 1993, (ver 1993.2 infra) Trad. cast. por Jorge Aguilar, Kafka: Por una literatura menor, Mexico: Ediciones Era, 1978 Trad. it. Kafka: Per una letterature minore, Milan: Feltrinelli, 1975 Trad. al. por Burkhart Kroeber, Kafka: Für eine kleine Literatur, Frankfurt: Suhrkamp Verlag, 1976 Traducción al danés, Kafka [?], Forlaget Sjakalen. Traducción serbo-croata, Ed. Graficki Zavod Hrvatska Traducción al noruego, Kafka [?], Pax Forlag Deleuze con Félix Guattari, Rhizome: Introduction, Paris: Éditions de Minuit, 1976. Reimpresión revisada en Capitalisme et schizophrenie tome 2: Mille plateaux, (1980.1 infra) Trad. ingl. por Paul Foss y Paul Patton, <<Rhizome>> en I and C 8, 1981. También traducido por John Johnston en Deleuze y Guattari, On the Line, New York: Semiotext, 1983 Trad. cast. por Victor Navarro y C. Casillas, Rizoma, Valencia: PreTextos, 1984 Trad. it. Rizoma, Parme: Pratiche, 1977 Trad. al. por Dagmar Berger, Clemens Haerle, Rhizom, Berlin: Merve Verlag, 1977 Traducción al finlandés, <<Rihmasto>> en Aloha! The Journal of Civilization 5/1986. Reimpreso en Deleuze, Autiomaa. Kirjoituksia vuosilta 1967-1986, pp.22-52. Traducido por Jussi Vähämäki. Editado por Jussi KotkavirtaKeijo Rahkonen y Jussi Välimaa Helsinki: Gaudeamus, 1992 Proust et les signes, Paris: Presses universitaires de France, 1976 Reimpresión ampliada de Marcel Proust et les signes,( 1964.1 y 1970.6 supra). Texto añadido: conclusión, <<Présence et fonction de la folie, l'Araignée>>, (ver 1973.8 supra) Trad. al. por Henriette Beese, Proust und die Zeichen, Berlin: Ullstein, 1978. Reimpreso por Merve, Berlin, 1993 Trad. it. por Clara Lusignoli y Daniela da Agostini, que revisa y pone al día la versión de 1968, traducida por Einaudi Marcel Proust e i Segni, Turin: Einaudi, 1986 Traducción portug. brasileña por Antonio Carlos Piquet y Roberto Machado Proust e os signos, Rio de Janeiro: Forense-Universitaria, 1987 Traducción griega por K. Xatzilimou y J. Ralli O Proust kai ta Simeia, Athens: Kedros, 1982 Deleuze con Claire Parnet, Dialogues, Paris: Flammarion, 1977 Trad. ingl. por Hugh Tomlinson y Barbara Habberjam, Dialogues, New York: Columbia University Press, 1987. Páginas 79-91, 95-103, 124-137 y 143-147 reimpresas en Constantin V. Boundas, ed., The Deleuze Reader, New York: Columbia University Press, 1993,( ver 1993.2 infra) Diálogo final traducido también por John Johnston en Semiotext(e) 3: 2, 1978, pp.154-163 y en Deleuze y Guattari, On the Line, New York: Semiotext, e, 1983 Trad. cast. por José Vázquez Pérez, Diálogos, Valencia: Pre-Textos, 1980 Trad. it. por Giampiero Comolli, Conversazioni, Milan: Feltrinelli, 1980 Trad. al. por Bernd Schwibs, Dialoge, Frankfurt: Suhrkamp, 1980 Traducción holandesa por Monique Scheepers, Dialogen, Kok Agora, 1991 Trad. jap., Tokyo: Taishukan Shoten, 1980 Deleuze con Félix Guattari, Capitalisme et schizophrenie tome 2: Mille plateaux, Paris: Éditions de Minuit, 1980 Trad. ingl. por Brian Massumi, A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1987 Trad. cast. por José Vázquez Pérez y Umbelina Larraceleta, Mil mesetas, Valencia: Pre-Textos, 1988 Trad. it. por Giorgio Passerone, Mille piani: Capitalismo e schizofrenia, Rome: Bibliotheca Biographia, 1987 Trad. al. por Gabriele Ricke y Ronald Voullié, Tausend Plateaus, Berlin: Merve, 1992 Trad. jap., Tokyo: Kawade Shobo Shin Sha. Chinese translation, Taipei: China Times Publishing. Espinosa: Philosophie pratique, Paris: Editions de Minuit, 1981. Reedición ampliada de Espinosa: textes choisis, 1970, (ver 1970.1 supra). Textos añadidos: capítulo III <<Les Lettres du mal>>, capítulo V, <<L'evolution de Espinosa>>, y capítulo VI, <<Espinosa et nous>>, (ver 1978.4 supra) Trad. ingl. por Robert Hurley, Espinosa: Practical Philosophy, San Francisco: City Lights, 1988. Páginas 17-29 reimpreso en Constantin V. Boundas, ed., The Deleuze Reader, New York: Columbia University Press, 1993. (ver 1993.2 infra). <<Espinosa and Us>> reimpreso en Zone 6: Incorporations, pp.625-633, 1992 Trad. cast. por Antonio Escohotado, Espinosa: Filosofía práctica, Barcelona: Tusquets, 1984 Trad. it. Espinosa: Filosofia pratica, Milan: Guerini, 1991 Trad. al. por Hedwig Linden Espinosa: Praktische Philosophie, Berlin: Merve, 1988 Trad. Portug. EEspinosa e los Signos, Res., 1989 Francis Bacon: Logique de la Sensation, Paris: Éditions de la Différence, 1981. Vol I contiene textos de Deleuze; Vol II contiene reproducciones de cuadros de Bacon. En la segunda edición(1984. 2 infra) se incorporan más cuadros pero no se altera el texto de Deleuze Trad. ingl. <<Francis Bacon: The Logic of Sensation>> en Flash Art 112, May 1983, pp.8-16, extractos de los capítulos I, III, IV y VI del texto de Deleuze. Otras secciones están traducidas bajo el título de <<Interpretations of the Body: A New Power of Laughter for the Living>> en Art International 8, autumn 1989, pp.34-40. Capítulos IV y VI traducidos en Figurabili Francis Bacon [Catalogo de la Bienal de Venecia], Milano: Electa, 1993, pp.105-112. Páginas 27-31 y 65-71 traducidas por Constantin V. Boundas y Jacqueline R. Code en Boundas, ed., The Deleuze Reader, New York: Columbia University Press, 1993, (ver 1993.2 infra). Traducción completa, por Daniel W. Smith, Francis Bacon: The Logic of Sensation Trad. al. por Joseph Vogl, Francis Bacon: Logik der Sensation, Munich: Wilhelm Fink, 1995 Trad. it. por S.Verdicchio, Francis Bacon: Logica della sensazione, Macerata: Quodlibet, 1995 Trad. cast. por Isidro Herrera, Lógica de la sensación, Madrid: Arena libros, 2002 Cinema-1: L'Image-mouvement, Paris: Éditions de Minuit, 1983 Trad. ingl. por Hugh Tomlinson y Barbara Habberjam , Cinema 1: The Movement-Image, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1986. Capítulo cuatro publicado como: <<Image-Movement and Its Three Varieties: Second Commentary about Bergson>> en SubStance 44/45, 1984, pp.81-95. Páginas 12-18 reimpreso en Constantin V. Boundas, ed., The Deleuze Reader, New York: Columbia University Press, 1993. (ver 1993.2 infra) Trad. cast. por Irene Agoff La imagen-movimiento: Estudios sobre cine 1, Barcelona: Paidós, 1984 Trad. it. 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La confianza a partir del <<fidere>> es, entonces, un concepto que en su raíz aparece como <<fides>>, fe o creencia, promesa a una palabra dada. Es decir, la confianza es una cuestión de fe, de creer en una palabra, en un trato, o simplemente creer. La creencia o confianza es, a pesar de que no está explícito, el conocimiento certero de algo a lo que se le da crédito. En el ámbito filosófico, la confianza se halla vinculada al concepto de creencia. Para la orientación del pensamiento en el concepto histórico de confianza, hay que recurrir a los orígenes griegos, el cual se entiende como creencia, pístiç. Así, Platón habla de la creencia como de dar crédito a algo, que se comprende como referencia al conocimiento. En el libro VI de La República, en la distinción de las cosas visibles, se habla de un doble conocimiento: el de la conjetura, ei1kasía, que tiene por objeto las imágenes y sombras de las cosas visibles y el de la creencia, pístiç, como una forma de conocimiento de cosas fabricadas por el hombre. Es el mundo de lo sensible que pertenece a la opinión, dóxa, mientras que lo inteligible corresponde a la nóhsiç, como conocimiento intuitivo. Así, el mundo de lo fenoménico es un compromiso de fe, de creencias no sometidas a un análisis crítico ni lógico. Las creencias en los fenómenos se aceptan al margen de cualquier razonamiento, ya que pertenecen a las cosas sensibles. En realidad, Platón explica que en la opinión se confía, siendo las cosas visibles consistentes, con participación de lo real. El problema es que para el conocimiento la situación es solo aparente, ya que este se dedica a comprender las Formas en su sentido de ser. Para Platón, la confianza como crédito en los fenómenos se presenta por debajo del disfrute de las realidades inmutables de la ideas. La opinión se encuentra entre la ignorancia y cierta forma de aprehensión de la realidad, que forman las ideas que se expresan en ese mundo fenoménico. Correspondería a los filósofos el conocimiento, y por ello plantea en La República el gobierno de ellos. Cuando Nietzsche invierte el platonismo, inversión del mundo trascendente de las ideas en el mundo de la vida, la desaparición del conocimiento de lo real se transforma en comprensión de la verdad de esa realidad como un valor que es de uso. Con el tiempo, se olvidó que la misión del valor útil era conformar una regla de uso consensual. Esto supone que la confianza es el término que entiende la voluntad de poder. De esta forma, lo aparente es lo real y así, desapareciendo el conocimiento de aquella realidad trascendente, lo que es valedor es lo fenoménico. Por su parte, Aristóteles, en De anima, considera que el que no tenga una opinión no es posible que se crea lo que piensa. Pero todavía es más importante que considere que la creencia es juicio en cuanto que estudia el pensamiento en el análisis de la imaginación. Aun así, encuentra que la creencia puede establecer una serie de variedades, como la ciencia, la opinión, la inteligencia y sus contrarios393. Es decir, la creencia como opinión y juicio (la cual solo se puede establecer teniendo en cuenta los hechos, ya que no se pueden exponer arbitrariamente, por lo menos sin alguna base) se vincula ontológicamente al ser del juicio verdadero y al ser del juicio falso, del que se hablará enseguida. La confianza en el juicio, de este modo explicada, es una u2pólhyiç, supeditada directamente a la opinión o al juicio como creencia, que como resultado de la diánoia contiene cierto carácter de universalidad. En la Etica a Nicómaco 393 De anima 427b-428 a. VI 3 1039 b, expresa Aristóteles que lo que se cree se basa en lo que se sabe, y este saber procede de la ciencia que se posee. Es decir, por el juicio u opinión, u2pólhyiç, se cree porque se sabe que se está en lo cierto, por el conocimiento que se tiene de los principios que son conocidos de una ciencia. Así, la explicación ontológica de la creencia apelaría a la ciencia de los primeros principios si se pretende explicar la confianza o la creencia en la confianza ontológica. En la Metafísica, 981ª 7, aparece u2pólhyiç como un pensamiento aceptado universalmente, como compromiso de la técnh, que procede de la experiencia. Es decir, la confianza procede, en primer lugar, como una repetición de lo que habitualmente, universalmente, se supone una creencia por experiencia. Esto es válido como expresión de la técnica o si se prefiere, de la ciencia en general, que aporta el conocimiento por experiencia. Ahora bien, si hay una identificación de la creencia-confianza con el juicio, ontológicamente hablando, se tendría que ver bajo el prisma del ser del juicio verdadero y del juicio falso. De este modo, dentro de los significados del ser de Aristóteles, se formula que la confianza como creencia y como juicio es el ser verdadero y no ser falso. El problema se plantea entonces sobre si la confianza es ser y la desconfianza o falta de confianza del juicio falso es no ser. Por otra parte, la confianza desde el juicio ya supone, con Aristóteles, una situación de pleno significado ontológico, es decir, un ser de la confianza y de la no-confianza. También hay que comprender que Aristóteles no habla directamente de pístiç, sino de u2pólhyiç, que se presume sinónimo de creencia en el sentido de confianza, en el juicio que desarrolla Aristóteles. Así, planteado el tema de la confianza desde el punto de vista ontológico, hay que considerar qué representa para Aristóteles el ser del juicio verdadero y del juicio falso, y lo que se conjetura por confianza ontológica en Aristóteles394. Aristóteles hace uso del decir o manifestar el pensamiento, fhmí, tanto afirmativo, katáfasiç, como negativo, a1pófasiç, con relación al ser y a lo que es, tó ei<2nai tò estín, y alo verdadero, a1lh’qeia. En otras palabras, el decir o manifestar un pensamiento, un juicio que se cree, tanto en su forma afirmativa como en su forma negativa, es ser, y expresa lo que es. Este ser y este es expresan, dicen, desvelan, en el orden de Heidegger, lo verdadero, a1lh’qeia , es decir, la confianza como creencia que es, en el juicio que expresa lo verdadero, el ser. Por una parte, es ser en cuanto es la confianza, el ser de una proposición, y por otra, al exponer lo verdadero, lo que se admite es el desocultar el ser en la forma de una proposición afirmativa o negativa de un juicio. El no ser en el sentido del ser unívoco en Aristóteles sería un juicio erróneo, equivocado, ya que no desoculta lo que es; es decir, que algo que no puede ser mentado no puede estar en lo que es la verdad como plenitud del ser. Esta explicación atribuye, en cierta forma, un derecho a Parménides 394 Met. 1017 a 30. en su metafísica del ser, y más aún cuando en 1051 a 34 dice Aristóteles que el ente por plenitud es lo verdadero y lo falso395. Ahora bien, la creencia no es un juicio personal, no es verdad porque alguien lo piensa, sino que es verdad porque es lo verdadero. Así, es claro el ejemplo de Aristóteles, cuando afirma que lo blanco es blanco porque lo es, ajustándose el pensamiento a lo verdadero. Entonces, si es verdadero porque es blanco y no porque se haga un juicio subjetivo de una cosa, lo que es creíble es algo verdadero antes de que se presente en el pensamiento subjetivo396. Es lo que Aristóteles llama el ser del juicio verdadero, es decir, lo que se considera juicio de verdad, como una creencia en el ser verdadero, confianza en el ser, ser que, según Heidegger, en Aristóteles es e1nérgeia. Aubenque expresa diferentes modos del ser verdadero, pero presenta una concepción ontológica de la verdad. Según él, habría un enlace en el pensamiento que, para ser verdadero, debería expresar lo verdadero de las cosas, lo que supondría ser enlazado o ser separado397. En el ser que describe Heidegger, cualquier verdad enunciativa es un desvelar 395 Met. 1051b 1-5 tò dè (kuriw’tata o6n) a1lhqèç h6 yeu=doç. El ente está más con relación a lo que es tò estin, que al ser, tò ei3nai, entendido como explica Heidegger en la Introducción a la metafísica. Desde el punto de vista del ser unívoco de Aristóteles lo que explica en 1017 a 30 se puede comprender como el ente que es de lo verdadero afirmativo y negativo e incluso de lo falso por ser ente, es decir, un juicio que por el mero hecho de ser dicho es, aunque no tenga significado y sea erróneo. Ahora bien, el ente como estin es por estar en la verdad de los que manifiestan el pensamiento, lo blanco es blanco no porque lo piense yo sino porque es blanco. <<ou1 gàr dià to h2ma=ç oi6esqai a1lhqw=ç se leukòn ei3nai ei3 sù leukóç, a1lla dià tò sè ei3nai leukòn h2mei=ç oi2 fánteç tou=to a1lhqeúomen>> 396 Met. 1051 b 5-10. 397 Aubenque, P., op. cit., pág. 160. tanto como enunciado y como juicio, es decir, como fásiç y katáfasiç. Aubenque interpreta que la verdad se encuentra prefigurada en las cosas (Aristóteles hablaría de lo que es singular, e6kaston) y es desvelamiento, tanto en la fásiç como en la katáfasiç. Entonces, la verdad del ser en el momento del discurso se supera o desvela y se produce el enlace entre la verdad de lo que es, antes de ser desvelado, y lo que se desvela al ser expresado. Lo que pretende esta afirmación es que tanto el ser, que es ser de lo singular antes de ser dicho, y lo dicho en el discurso, expresan el ser398. De esa forma, Aristóteles proponía que la verdad del ser que se dice en el juicio es un desvelar el ser de lo que se comprende como verdad antes de ser dicha (lo oculto diría Heidegger). Pues bien, el juicio donde se expone el ser verdadero es la creencia de que lo que se está expresando es el ser. Esa creencia de lo verdadero del ser es la confianza desde el punto de vista ontológico desde la diánoia. En este punto, el pensamiento de Aristóteles es una extensión del de Parménides sobre la creencia de lo verdadero, pístiç a1lhqh’ç, que aparece en el Fragmento I Sobre la naturaleza, con la diferencia de que Aristóteles expone la diánoia como ciencia que parte de los primeros principios ya encontrados de cada ciencia, y apela a lo que se presenta, a lo que es. 398 Ibíd., pág. 162. Kirk, Raven y Schovield traducen en ese fragmento la pístiç a1lhqh’ç por confianza verdadera399. Se refieren a que la diosa, cuando habla de la verdad, exige una condición de existencia completa en cualquier objeto de investigación. Es por la descripción de una cosmología por lo que, según ellos, se trata de más bien de una interpretación de lo que piensan los mortales y, en que este primer fragmento es una opinión no compatible con esa verdadera creencia. En el fragmento VIII también se cita la confianza como énfasis de lo que es el discurso verdadero en referencia al ser de la Verdad revelada por la diosa como pistòn lógon, o discurso de confianza o fidedigno como traducen algunos autores. Lo que expresa el Fragmento I, 30-35, es la oposición entre la confianza de la revelación de la diosa como lo verdadero y la opinión de los mortales, que se encuentra lejos de alcanzar la verdad del ser. Así, una vez establecido que la confianza es estar en la Verdad, Parménides la describe como ese discurso de confianza que no es el de los mortales. Entonces, Parménides presenta la máxima proposición de la metafísica cuando afirma que esa verdad es en la que hay que confiar con el máximo sentido pleno que lo que es e6sti, es imposible no ser, mh1 ei<2nai Cuando la diosa continúa con la exposición de la verdad, lo que es va recibiendo todavía mayor consistencia. Así, en el Fragmento III dice que esta verdad de la que es el ser es porque también es lo mismo que el pensar. Entonces, 399 Kirk, Raven, Schovield, op.cit., pág. 366. si el pensamiento y el pensar son lo mismo y estos son expresiones del ser, el pliegue y el ente se entiende como lo expresado del pensar, donde se realiza plenamente lo que es. Para Heidegger, el olvido del ser empieza precisamente con la opinión de los mortales, ya que estos toman lo nombrado por el lenguaje sin pensar, sin prestar atención a la presencia, como ente, que expresa el ser-pensar. De esa forma, el lenguaje es solo un significante, un nombre vacío por el olvido del ser para la gente corriente. Para Heidegger, la verdad es a1lh’qeia, como desocultamiento del ser, y entonces la creencia verdadera es la confianza en el ser, es lo que se dice en lo expresado por el ente. Para los mortales todo lo percibido es mero nombre, o6noma, lejos de la verdad del ser, que es creencia en lo verdadero, pístiç a1lhnqh’ç400. Entonces, la opinión de los mortales para Parménides es la noconfianza, la no-creencia en lo verdadero. Es la vía de la opinión en la que los mortales creen que el ser y el no ser son lo mismo, y ese camino no es el adecuado. Para Parménides, no se puede probar que lo que no es sea, por lo que aconseja el apartamiento de esa vía de investigación. En realidad, esta es la vía que elige Aristóteles para desarrollar lo que supone el ser del juicio verdadero y del juicio falso. Si no se hubiera comprendido que para Aristóteles el ser es unívoco, se creería que él piensa que el ser es no ser, 400 Heidegger, M., Moira en Conferencias y artículos pág. 221. como afirma Severino en su crítica a Aristóteles401. Si en Parménides todo lo que se expresa es ser, entonces incluso la opinión de los mortales contiene ser. Aristóteles comprende que lo falso es el no ser verdadero, que no se puede comprender como verdadero, a pesar de que pueda ser pensado y, por lo tanto, sea ser. Es decir, es ser en cuanto a que es una proposición, pero no pertenece a lo desocultado precisamente porque no da luz a algo que pueda ser expresado y contenga un sustrato que lo concrete. Entonces, lo que presenta Parménides es la misma dicotomía del ser verdadero, pero sin la sustancia, con lo que el problema lo establece más bien en el lenguaje como expresión del ser, que es pensamiento. Si es así, hay que analizar lo que desestima la creencia verdadera de la opinión y qué considera Parménides en la relación del ser y el no ser para la opinión de los mortales. Es decir, en el lenguaje se encuentra lo verdadero que hay que pensar, y hay que confiar en esa verdad, pero para estar en ella hay que hacer un ejercicio activo de no dejarse llevar por la facilidad que entraña lo simple del mero nombre. El problema contiene la disyuntiva de estar en lo verdadero como los que son iluminados por la claridad del ser (posible interpretación de un ei<2doç como claridad del pensar o visio agustiniana más que figura o aspecto). La otra disyuntiva es la opinión de los mortales, como algo desatendido por al diosa, que por su manera de pensar no son unos elegidos; o, más bien, se trata de una recomendación de ella para 401 Severino, E.,op. cit., pág.34. apartarse de ese tipo de gente que no posee la confianza. En realidad, Parménides explica que la verdad es una forma de creer el ser como inmanente, y por supuesto fuera-de, como una filosofía de la verdad contenida en la presencia de lo presente expresado. Lo contrario es una filosofía de la certeza propia de la comprensión vacía de las apariencias de las cosas, con un nombre de un concepto, que es más bien una trascendencia. Entonces, el pensar es una opinión en cuanto es certidumbre de una conciencia que piensa. Hegel cree superar esta oposición por la mediación entre verdad y certeza, es decir, por su racionalidad dialéctica402. Fuera de una interpretación personalista de la confianza, lo que en realidad aparece en este pensar es la disyuntiva en la confianza para lo verdadero, es decir, si no se cree que el ser es el pensar, difícilmente se podrá comprender la fuerza del ser que es. Por otra parte, la no-confianza tiene lugar por pasividad, al ver en el lenguaje un puro nombre, que identifica un concepto, pero desposeído de la comprensión del ser como lo verdadero. La confianza es lo que hace que el sentido del ser sea pleno, se navegue por él como una línea de fuga que se pliega constantemente. Es un concepto, en el sentido de Deleuze, cuando habla de la necesidad de recorrer un plano de inmanencia, que es el ser. Este concepto de la confianza aparece en Parménides como lo primero para estar en el ser. 402 Severino E. :Filosofía moderna, pág. 14, , Barcelona: Ariel,1986. Por otra parte, en la traducción de Heidegger del Fragmento I 3540 se habla de la pístiç a1lhqh’ç como el poder confiar en lo no oculto. Así, la falta de poder confiar es lo que ocupa el pensar de los mortales para poder comprender lo verdadero como lo desocultado. Heidegger traduce la pístiç no como un sustantivo, sino más bien como un verbo, que para Deleuze supondría un acontecimiento intemporal, una e1nérgeia aristotélica que contiene en sí misma el principio y el fin. Heidegger presenta así la confianza en el poder confiar, como algo más bien impersonal y eterno como verbo que va unido al ser. Esa verdad es bien redonda, y su principio y su fin están contenidos en ella misma. Entonces, para Heidegger el hombre tiene que reflexionar sobre el bien redondeado corazón que no tiembla. A este corazón lo equipara con la Lichtung de lo abierto403. Es decir, el hombre que reflexiona tiene claridad para con lo abierto, que es lo no oculto. Con esto Heidegger comprende que para tener Lichtung hay que poder confiar, tener confianza en la verdad. Así, lo que tiene confianza confía, o lo que es lo mismo, la confianza confía. El sujeto impersonal se transforma por su verdad contenida del ser en acontecimiento como un verbo infinitivo intemporal y eterno, se confía y se da el ser. Heidegger critica la verdad del ser de la Ciencia de la lógica, en Hegel, como verdad de certeza del saber absoluto, una adaequatio y una 403 Heidegger, M.: Tiempo y ser, pág. 88, Madrid: Tecnos, 2001. certitudo de absoluta racionalidad dialéctica. Por eso, Heidegger opta por hablar de a1lh’qeia como no-ocultamiento, a pesar de que incluso para los griegos la verdad es más bien un sentido enunciativo de exactitud y fiabilidad, de confianza, la katáfasiç aristotélica sin haber revisado lo que significa ontológicamente, ya que es en realidad algo más que un enunciado verdadero. Dice Heidegger entonces que la verdad para los griegos y, por tanto, la confianza en ella, se expresaba por la rectitud, o1rqóteç, del enunciado y del representar, creer en lo que se dice y creer en lo que representa404, katáfasiç aristotélica y pístiç platónica. Ahora bien, Heidegger propone la a1lh’qeia como Lichtung, la claridad. Así especula sobre si la a1lh’qeia como verdad bien redonda, donde el principio y el fin es lo mismo, no es sino la claridad de la presencia o de la posibilidad del estar presente por esa claridad, por ese aparecer. Entonces, la tarea del pensar es comprender ese Lichtung, que consistiría en abandonar el pensar anterior, sea dialéctico o intuitivo, para ver qué es la cosa del pensar405. Si se abandona el pensar anterior, queda la confianza en lo verdadero, que según Parménides es el ser. Se confía y se da el ser, pero el ser se da porque se confía, porque se cree que lo que expresa el pensamiento es verdadero. Heidegger explica que esta relación es el 404 405 Ibíd., pág. 91. Ibíd., pág. 93. pliegue que se despliega en el pensar originario de Parménides. Así, cuando se confía, se pliega y se despliega. Por eso la confianza es la posibilidad para que se dé una forma de pensar el ser, y esta es la univocidad. La confianza permite que todo se pliegue en el ser y recorra, a través de las coordenadas del pensamiento, que es pliegue, todo lo que concierne al ser. Si se habla de creencia hay que trazar una coordenada en el sentido que expone Hume como vivacidad o fuerza de la idea. En Hume la creencia (belief) es una fuerza que acompaña la idea de lo percibido que es lo dado por la experiencia. El concepto de creencia en Hume deviene de fragmentos conceptuales. En principio la creencia en lo verdadero es creencia de la idea percibida que es el ser de las percepciones de Hume, separando el ser parmenídeo que se relaciona en una línea con el pliegue. Este es el fragmento de pliegue y percepción. Por otra parte lo dado se comprende por la pístiç platónica, que es lo que necesita Hume para cerrar su concepto de creencia, Sin comprender el sujeto trascendental, concepto en ese momento increado, Hume ve algo trascendental en el sentido de creencia. Es algo que está en lo dado, que da la fuerza al pensar; idea, vivacidad, fuerza, intensidad, fragmento, lo que en Deleuze será un violentar el pensamiento. Esa fuerza confiere a la idea un despertar de la pasión, infundiendo vigor a la imaginación406. La vivacidad de Hume como creencia se cierra en Deleuze como un acorde de facultades. Si la creencia es una fuerza que acompaña a la idea y da vigor a la imaginación en Hume, Deleuze toma estos fragmentos para desarrollar la <<vivacidad>> trascendental del pensar como empirismo trascendental, distribuyéndola en tres caracteres: sentiendum, memorandum, cogitandum. Entonces, la creencia como confianza es la fuerza del pensar, que componen un mapa con fragmentos parmenídeos, platónicos, aristotélicos, humeanos y si nos extendemos, kantianos, fichteanos etc, para cerrar el concepto definitivo en Deleuze. Aplicar la confianza en el ser de Deleuze como pensamientocerebro permite hacer un recorrido por los conceptos, afectos y functores con el plegar, que es acontecimiento, hecceidad, disposición. La confianza como plegamiento es una relación, un movimiento que posiciona. La confianza, así expresada, aparta a la imagen dogmática del pensamiento y, a la verdad sintética y dialéctica. La confianza transforma el pensamiento intuitivo de los principios primeros en la instantaneidad del movimiento infinito del creer en el sujeto pensamiento-cerebro. Entonces, en la proposición no se busca la lógica del sentido de lo verdadero o lo falso en su carácter discursivo, sino la relación, el movimiento conceptual en el 406 Hume, D. Tratado de la naturaleza humana, pág. 195 (traducido por F. Duque en Madrid: Tecnos, , 1988). sujeto pensamiento-cerebro. La confianza no es un concepto proposicional, ya que entonces perdería todo lo que supone como concepto filosófico, es decir, la consistencia propia y su autorreferencia. El concepto proposicional, como confianza apela a una afectividad común a varios sujetos. Se refiere a un estado de cosas actuales, pero no así el concepto como filosófico. El concepto proposicional referencial es un movimiento finito del pensamiento y, por lo tanto, es dogmático. En este sentido, la proposición adquiere un valor de información o desinformación. La cuestión es si hay que confiar en la información de la proposición o, como dice Deleuze, separar las adherencias psicológicas y sociológicas, para mostrar el movimiento infinito del pensamiento, que recupera su poder de inmanencia, que es su poder-confiar407. A la confianza referencial se la quiere medir. El capitalismo se mide por la confianza de los consumidores. Es el claro exponente de cómo un concepto proposicional, con base en la percepción de unos sujetos, necesita ser referido a un mercado medible para ser verdad. La verdad de muchos es verdad, aunque sea la opinión de una mayoría. Por esa razón, dice Deleuze, la verdad es de la mercadotecnia, la del modelo perceptivoafectivo de la opinión del pensamiento dogmático, que elige una marca408. Los vendedores pasan a ser los conceptuadores en la era de la 407 408 QCP, pp. 132-133. QCP, pág., 139. comunicación. Son ellos los que crean los nuevos conceptos, que son referenciables incluso en cuanto a la confianza. Entonces, la confianza medible es confianza de la doxa, del pensamiento medible reconocible y referencial; casi es la base por la que se mueve el sistema capitalista, sustentado en la confianza para poder desear y gastar. Pero la confianza no se refiere a sujetos afectados por alguna cosa en común. La confianza no es subjetiva, sino que pertenece a un concepto autorreferencial y, por lo tanto, autoconsistente. El concepto de la confianza es histórico; contiene su sentido de acontecimiento con su propia eternidad. Por la creencia ha tenido su dosis referencial en cuanto a que es creencia de lo dado. Pero su verdadero sentido se manifiesta en primer lugar en la confianza que se da en cuanto se expresa y desarrolla el sentido único del ser. Si se confía, se da el ser, pero si se da el ser, este se pliega. La confianza en el ser es plegar y desplegar. Y plegar es pensar por el sujeto pensamiento-cerebro con esa doble vertiente del pensar-naturaleza en la juntion. Ya no se trata de pensar ni de plegar o desplegar. Todo esto reunido ya esta implícito en el confiar. Entonces se trata de la vieja fórmula de Parménides, confiar en el sentido único de lo que es.