Propuestas del sector empresarial ante una coyuntura compleja: más pragmatismo, menos ideología Por: Richard Martínez. En medio de la compleja situación económica que afronta el Ecuador, la actuación del sector empresarial será de vital relevancia para retomar la senda del crecimiento. El ajuste de la economía hacia un nuevo equilibrio pondrá a prueba todos los elementos inherentes al espíritu empresarial: la capacidad de innovación, la identificación de puntos de eficiencia y la generación de oportunidades en la adversidad. Esta dinámica, sin embargo, no puede limitarse al sector productivo, sino a toda la sociedad, que debe asumir un rol protagónico para empujar hacia adelante a nuestro país en momentos de dificultad. Más allá de la coyuntura, de la cual estoy seguro que el tejido empresarial ecuatoriano saldrá fortalecido, es importante que como sociedad nos planteemos objetivos de largo plazo y definamos un camino que permita impulsar y sostener el crecimiento de la actividad privada, generadora del 90% de los empleos a nivel nacional. Para alcanzar ese horizonte en el largo plazo es indispensable repensar las políticas públicas en su concepción, diseño y ejecución. Las macro tendencias globales nos obligan a ello, si queremos ser competitivos a nivel internacional. El mundo tendrá una configuración muy distinta en 20 años. La revolución de lo que hacemos y cómo lo hacemos, en el campo tecnológico, social y comunicacional, es de tal nivel que la obsolescencia será parte de nuestro quehacer diario. Para afrontar el reto global es vital tener una economía sólida y, para ello, cualquier decisión que se adopte debe estar encaminda a sostener la dolarización, defender el empleo, blindar al sistema financiero, capturar mayor inversión privada (local y externa) y dotar de mayor competitividad a la economía. Dicha reorientación de las políticas públicas debe discutirse al menos sobre cuatro elementos: i) garantizar un enfoque de crecimiento económico que tenga como eje a la actividad privada; ii) definir si la economía requiere el diseño de más incentivos o la eliminación de desincentivos; iii) definir si queremos crecer hacia adentro o hacia fuera; y, iv) entender a plenitud las expectativas de los agentes económicos. En cuanto al enfoque de crecimiento, es importante tener en cuenta que es el sector privado el que puede garantizar un dinamismo sostenible. Entre 2006 y 2013, sin embargo, se evidencia un efecto ‘crowding out’ en la economía ecuatoriana, traducido en el desplazamiento de la inversión privada por parte de la pública. En dicho período, la inversión privada (medida a través de la formación bruta de capital fijo) creció a una tasa promedio anual de 0,8% en términos reales, mientras que la inversión pública lo hizo al 21,1%. Fomentar la inversión privada permitirá moderar el impacto sobre la economía de shocks externos, como la caída del precio del petróleo, y por tanto minimizar el efecto de cualquier tipo de ajuste sobre los sectores más vulnerables. No se trata de demostrar qué sector es el más fuerte y participativo económicamente, sino de lograr un país más competitivo e incluyente. En cuanto a los incentivos, el florecimiento de la inversión privada demanda una condición que va más allá de un esfuerzo fiscal determinado: contar con un marco de certeza de planificación de largo plazo. Paralelamente, se deben dejar en el camino varios desincentivos que han generado distorsiones en la economía, como el Impuesto a la Salida de Divisas, la volatilidad normativa, la rigidez extrema del mercado laboral o el impuesto mínimo, que causa una tasa efectiva promedio del 45% sobre la renta de las empresas que deben tributarlo. Se requiere un clima de negocios que permita consolidar empresas sostenibles a través de mejoras en la productividad y la competitividad, un marco de certeza que permita pasar de la ‘innovación por supervivencia’ a la ‘innovación por competencia’. Ser competitivos internacionalmente es el reto. Y para ello es importante reenfocar la política industrial, basada en la sustitución de importaciones, para transitar hacia el fortalecimiento de clusters, cadenas de valor y desarrollo de proveedores con visión exportadora. En ese sentido será indispensable analizar el costo país y cómo reducirlo, identificar empresas ancla que puedan potenciar la integración de pequeños y medianos productores, revitalizar el trabajo en educación para la productividad y fortalecer la articulación no sólo público-privada sino privada-privada. Finalmente, es importante que, a la hora de hacer política pública, se tomen en cuenta las expectativas de los agentes económicos, pues muchas veces los hacedores de política pública no consideran dichas expectativas ni las limitaciones para instrumentar sus decisiones si éstas causan incertidumbre. Según una encuesta al sector empresarial ecuatoriano (empresas con ventas conjuntas por más de $10.000 millones), más del 90% de las empresas califican las expectativas económicas, políticas y de mercado como regulares y malas. Además, el 71% de las empresas encuestadas redujo la inversión prevista para 2015, como consecuencia de la incertidumbre normativa. En este marco, el nuevo anuncio de modificar la Ley de Herencias se contrapone al discurso que convoca al sector productivo a invertir. Más allá de las consideraciones puntuales que incorpore el cuerpo legal, éste atenta contra la escencia misma de cualquier esfuerzo empresarial: la acumulación de patrimonio para las generaciones futuras. No hay que olvidar que la riqueza generada a lo largo de la vida ya aporta con una importante contribución fiscal. Por lo tanto, hoy no corresponden experimentos de ninguna naturaleza en materia de política pública. Tampoco pueden primar los dogmas sobre las decisiones prácticas que requiere la economía. Existen elementos positivos sobre los cuales debe desarrollarse una nueva capacidad de producción y exportación, como la recientemente aprobada Ley de Alianzas Público-Privadas y la convicción de acelerar la entrada en vigor del Acuerdo con la Unión Europea. Decisiones que vayan en sentido contrario deben ser desechadas. Desde el ámbito empresarial no descuidaremos el horizonte de largo plazo. A nivel global se está discutiendo qué hacer en la era de la Cuarta Revolución Industrial, en la cual las barreras entre el hombre y la máquina prácticamente se disuelven y vienen marcadas por una fusión entre el mundo físico, digital y biológico, que transformará el devenir de la humanidad. ¿Seremos capaces de aprovechar dicha transformación? Desde el sector empresarial ya hemos asumido el reto, por lo que hemos empezado la construcción de una propuesta. Estamos seguros de que la misma trascenderá las coyunturas económicas y políticas puesto que los objetivos de largo plazo serán nuestro norte.