34 día 10 Diario del AltoAragón - Viernes, 10 de agosto de 2007 Mª Jesús SÁNCHEZ Jesús se prepara a conciencia para estar en forma para San Lorenzo, tiene muy claro que “ser danzante es una oportunidad que muy pocos tenemos, algo por lo que me siento afortunado, y por ello procuro estar físicamente al cien por cien para las fiestas y me entrego al máximo”. En los días previos a San Lorenzo, con los preparativos del traje, del que cada año cambia alguna cosa, afirma que “ya se empieza a sentir el gusanillo”. De los arreglos de la vestimenta –indica- “se encarga Chon, mi madre”. Y es ella quien los detalla: “Este San Lorenzo le he hecho retoques en las zapatillas, en la banda y he cambiado la pasamanería del pantalón, el año pasado estrenó manteleta, le gusta ir renovando cosas”. Este nerviosismo se acrecienta con la llegada de los ensayos. “Siempre tenemos dos, el primero en San Vicente y el segundo en el colegio Pío XII, el día 7 de agosto”. Después empieza la cuenta atrás para el día 10, por delante queda el 9 de agosto y una mañana de la que disfruta con intensidad. “Empiezo las fiestas como la gran mayoría de los oscenses, quedo a almorzar con los amigos, después subimos al chupinazo y procuro no perderme el saludo al santo, luego seguimos la juerga, y tras la comida ya me empiezo a relajar, hasta que a media tarde me retiro”. Consciente de la importancia del día siguiente, después ya no sale y se acuesta pronto, aunque la noche no la pasa tranquilo. “Es curioso pero a pesar de los años que llevo siento los mismos nervios que el primer día, duermo mal y descanso poco, pero es algo que nos pasa a casi todos los danzantes”. A este respecto, siempre tiene presentes los consejos que en su día le dieron su padre y su tío. “Esas frases se me quedaron grabadas”, afirma; “ambos me aconsejaron que me cuidara porque el día 10 y 11 tenía que darlo todo por San Lorenzo y por Huesca, que disfrutara desde el 11 por la noche al 13, y que el 14 me lo tomara con relax porque el 15 tocaba el último empujón” Llegan las seis de la madrugada y empieza el movimiento en su casa, “me levanto y me ducho y después disfruto desayunando con mi madre en esa mañana tan especial”; más tarde llega su tío Antonio, de quien heredó la vacante y su mujer, Felisa. Toda la indumentaria ya está colocada en una silla desde la tarde anterior y empieza a vestirse mientras en su casa suena la música de los danzantes. “Me ayuda mi tía, al igual que ya lo hacía con mi tío”. Felisa se entrega con esmero a esta tarea, a la que dedica más de una hora. “ Me pasa como a él, casi no duermo de los nervios, y espero con gran ilusión que llegue el momento. Después, aunque tenga que hacer mil retoques no me quedo tranquila hasta que todo queda impecable para que no se le mueva nada al bailar durante toda la mañana”. Entretanto Chon se va arreglando para sa- Jesús se vistió de danzante para posar con su madre y sus tíos.VÍCTOR IBÁÑEZ Jesús Gracia López es danzante desde 1998 “El día 10 todos los oscenses somos danzantes” “Ser danzante es un sueño que esperé mucho tiempo y al fin se hizo realidad”, así resume Jesús Gracia López lo que supone para él ser uno de los privilegiados que forma parte de la agrupación. Una ilusión que se repite cada 10 de agosto y que comparte con sus seres más queridos, su madre, Ascensión, a la que llama cariñosamente “Choneta”, sus tíos Antonio y Felisa y sus otros tíos, Trini y Carlos a quienes considera sus segundos padres; con ellos pasa los momentos previos a la actuación, unos instantes en que emoción y nerviosismo se entremezclan. lir en la procesión, aunque procura no perder ningún detalle de este ritual. “Yo voy saliendo a ver cómo se viste, varias veces, para mí es un momento muy especial ver cómo le arreglan y sentir la emoción; al principio lo hacía ella porque yo no sabía, y ahora no puedo evitar ponerme triste y echo de menos a mi marido, por eso confío en la gran experiencia de Felisa para que le ayude”. Sobre la 7,45 salen de casa, es Antonio quien acompaña a Jesús hasta la basílica, en este recorrido que él mismo realizó durante 15 años. “Para mí es una satisfacción ir con él, lo vivo con la misma ilusión que cuando yo salía pero sin los nervios de entonces y saboreo cada uno de los dances “A pesar de los años que llevo cada día 10 siento los mismos nervios que el primer año, es algo que nos pasa a casi todos los danzantes” con intensidad”. Antonio y Jesús son dos privilegiados, ambos han sentido el hormigueo en el estómago al acercarse a la plaza de San Lorenzo, han visto cómo la gente les aplaude y les saluda al llegar y cómo se abre un pasillo para dejarles pasar hasta la Botería. Pero más allá de esta satisfacción, comparten una misma idea: “Todos somos danzantes porque todos honramos a San Lorenzo, nosotros además por la vestimenta y porque tenemos un privilegio muy especial lo hacemos de otra manera, pero la mañana del 10 del agosto Huesca entera venera al patrón tanto o más que nosotros”. Tras los saludos, el inter- “La entrada al Ayuntamiento y a San Lorenzo son dos momentos muy bonitos en los que los sonidos se te quedan grabados” cambio de impresiones e incluso de preocupaciones, se aproxima el momento crucial, cuando la banda ya está colocada salen los danzantes de la Botería, Jesús se coloca en el tercer cuadro. Son instantes especiales en los que recuerda dos días cruciales: “el primero por el debut, en el que mi padre estuvo a mi lado en cada una de las actuaciones, y al año siguiente porque él ya no estaba y fue duro no tenerle junto a mí, esa mañana se entremezclaron los sentimientos, por la alegría de poder bailar de nuevo y por la tristeza de no tener a quien más me apoyaba, así que desde entonces al sonar la primera nota miro al cielo y le dedico a él el primer baile”. Finalizados los primeros dances, por delante queda un largo recorrido del que disfruta con gran entusiasmo. “Me resulta muy entrañable seguir a la procesión tras haber pasado por el momento más duro, la llegada a la plaza y la primera actuación” . En la subida a la catedral, en la zona del Jerezano, Chon y Felisa se enorgullecen viéndole bailar. Durante este largo recorrido Jesús destaca los que considera dos de los instantes más bonitos, la entrada al Ayuntamiento y a San Lorenzo porque “el sonido cambia, se entremezclan el murmullo de la gente y el chocar de las espadas, y se te queda grabado”. Tras varias horas, y con gran cansancio acumulado, le queda un sentimiento de gran satisfacción y el placer de haber visto a su paso las calles llenas de gente y numerosas caras conocidas que siempre están en los mismos sitios, entre ellas algunos rostros amigos, su gente de Sangarrén, siempre incondicionales que no faltan a la cita. La familia se reúne de nuevo y salen a comer todos juntos a un restaurante de la ciudad. Pese a estar agotado, nuestro danzante acude cada tarde a los toros. “Aunque no salga por la noche, nunca falto a la plaza y después, a la salida, me quedo un rato con mis amigos”. El día 11 el madrugón es un poco menor, pero el ritual matutino es el mismo, para él: “La llegada a la Confianza es otro momento muy significativo por el buen recibimiento que nos dan”. La mañana resulta bastante cansada, con el recorrido por los centros benéficos en los que siente especial satisfacción, “el ver la sonrisa de la gente que no puede verte actuar en otros sitios compensa el esfuerzo que realizamos esa jornada y te alegra”, añade. Por último llega la visita a un barrio de la ciudad y tras ella unos días de relax. Para él es tiempo de cambiar de vestimenta, de lucir ropa blanca y pañoleta –con la imagen de un danzante bordada- y de disfrutar de la fiesta como los demás. “Desde ese momento vivo la fiesta con más intensidad, aunque nunca olvido la responsabilidad que acarrea ser danzante”. La semana pasa muy rápida y llega el día 15 y repite el ritual. “Esta vez, al vestirme siento pena porque se acaba e ilusión, por haber cumplido un año más, y desde ese momento empiezo a descontar los días”