CIENCIA, TÉCNICA Y SOCIEDAD TECNOLOGÍA ALTERNATIVA DESARROLLO Y DEPENDENCIA LUIS FERNANDEZ-GALIANO En el breve intervalo de una década, la tecnología alternativa, blanda, intermedia o apropiada ha pasado de las revistas marginales a la.s publicaciones de los gobiernos. Lo que antaño era rechazo contracultural de los jóvenes de sociedades hiperindustrializadas y causa ignorada de un puñado de teóricos del desarrollo1 es hoy moneda corriente en ios foros internacionales, donde se hace un uso lan frecuente como confuso del término. La reciente conferencia de Viena sobre «Ciencia y Tecnología para el Desarrollo» (véase reseña en este mismo número), en la preparación de algunas de cuyas ponencias —entre ellas, las de USA, Francia, Gran Bretaña y Suecia— intervinieron grupos de Tecnología Apropiada, no olvidó incluirla en los debates: éstos evidenciaron la coincidencia de los expertos sobre la necesidad apremiante de «dedicar todos los esfuerzos a invenlar técnicas más simples, que supongan un menor gasto de energía y que puedan ser aprovechadas por los países pobres»2. El desencanto de Viena y el diálogo Sur-Sur El relativo fracaso de la conferencia, lamentable en sí mismo (aunque refleja, de hecho, el bloqueo de las conversaciones entre países desarrollados y menos desarrollados en la búsqueda de un orden económico internacional más justo— el llamado diálogo Norte-Sur) ha servido, sin embargo, para contribuir a despejar la densa bruma ideológica en la que todavía se vienen produciendo buena parte de los debates sobre la tecnología apropiada, y a esclarecer los caminos a través de los cuales podrá ésta imponerse. Los países industriales han vuelto en efecto a mostrar en Viena —como ya lo hicieran en la última conferencia de la UNCTAD en Manila— su falta de voluntad de transformación de un sistema de relaciones internacionales que les beneficia de forma descarada; la estrecha relación entre la dominación militar, la eco- nómica y la tecnológica se ha puesio transparentemente de manifiesto. Aquéllos que, ignorantes de la naturaleza política de la técnica, confiaban en promover el desarrollo de técnicas apropiadas desde los paises industriales, no tienen más remedio que mirar en otra dirección. Y ésto es precisamente también lo que los propios países del Tercer Mundo están hoy haciendo, como queda expresado claramente en un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, que razona la necesidad de iniciar un diálogo interno Sur-Sur, entre los propios países subdesarrollados, ante la ausencia de resultados concretos de las conversiones con los países del Norte. El informe, prolongación de la Declaración de Lima —que se aprobó en la Conferencia General celebrada en esta ciudad en 1975— preconiza el «fortalecimiento de una estrategia de desarrollo basada en la autosuficiencia». Ante la insolidaridad de los países ricos, y sin perjuicio de intentar mejorar su posición frente a ellos, se propugna la interdependencia tecnológica entre los países pobres, de manera que incrementen su autosuficiencia colectiva. El Sur, según el informe, «debe buscar dos objetivos: 1. Reducir el campo relativo de intercambio de materias primas, capital y tecnología que proviene del Norte (...) 2. Incrementar la fortaleza negociadora del Sur con el fin de alcanzar una ma- yor equidad en los términos en los que los intercambios residuales tengan lugar»3. Estas son, efectivamente, las condiciones esenciales para que un proceso de desarrollo diferente pueda siquiera iniciarse. Sin embargo, los lúcidos análisis del informe contrastan destacadamente con los todavía numerosos propagandistas e ideólogos de las tecnologías apropiadas que se muestran totalmente incapaces de explicar los mecanismos políticos que producen y mantienen el subdesarrollo de los países del Tercer Mundo a los que prioritariamente dedican sus bienintencionados esfuerzos. La tecnocracia alternativa Asi, para estos inconscientes tecnócratas de nuevo cuño, «muchos de los problemas que actualmente padecen los países en vías de desarrollo han sido causados, o ai menos agravados, por unas estrategias iniciales de desarrollo que ponían el acento en la maximización de la producción a través de grandes industrias basadas en tecnologías «occidentales» modernas. En general, estas estrategias no sólo han fracasado a la hora de producir el crecimiento económico deseado, sino que han contribuido también a la incapacidad de lograr el pleno empleo y han fomentado un ritmo muy rápido de emigración de las zonas rurales hacia unas ciudades ya superpobladas. Los motivos han sido el énfasis en las técnicas intensivas en capital, la tendencia a la localización industrial en un puñado de grandes ciudades y la falta de medidas encaminadas a la generación de trabajo en las zonas rurales... La solución que se adopte debe estar basada en la corrección de las tendencias existentes y, en concreto, en el desarrollo y difusión de nuevos tipos de tecnología que sean más apropiados para las condiciones existentes en los países en vías de desarrollo»4. Para estos despistados filántropos, el subdesarrollo no es producto sino de un lamentable error de enfoque, un plante-