Cuando recuperó el aliento, miró con cuidado por encima del borde. Había recorrido algo menos de cien metros. A ese ritmo, le iba a costar un tiempo cruzar tierra de nadie. Pero la alternativa era un suicidio. La ametralladora volvió a abrir fuego. Cuando paró, Tommy empezó a disparar. Siguió el ejemplo de George e iba haciendo pausas entre los disparos. «Con qué rapidez aprendemos cuando nuestras vidas están en peligro», pensó Billy. Cuando la décima y última bala salió del cargador de Tommy, el resto de la sección llegó al agujero junto a Billy. - Colocaos a este lado -les gritó, y les hizo una señal para que se situaran por delante. La posición alemana se encontraba en lo alto de la colina, y Billy temía que el enemigo tuviera visibilidad sobre la parte de atrás del cráter. Apoyó el fusil en el borde del agujero y apuntó a la ametralladora. Pasado un rato, los ale manes volvieron a abrir fuego. Cuando pararon, Billy disparó. Deseó que Tommy corriera más deprisa. Se dio cuenta de que se preocupaba más por su amigo que por todos los demás hombres de la sección juntos. Mantuvo firme el fusil y disparó a intervalos de unos cinco segundos. No le importaba dar a nadie, siempre que obligase a los alemanes a mantener la cabeza agachada mientras Tommy corría. El cargador del fusil emitió el ruido característico al quedarse vacío y Tommy aterrizó a su lado. - ¡Por todos los demonios! -dijo Tommy-. ¿Cuántas veces más tendremos que hacerlo? - Calculo que dos más -respondió Billy al tiempo que recargaba-. Luego o estaremos lo bastante cerca para lanzar una granada de mano… o seremos putos fiambres. - Por favor, no digas tacos ahora, Billy -dijo Tommy, muy serio-. Ya sabes que lo en cuentro de mal gusto. Billy soltó una carcajada. Y entonces se preguntó cómo había sido capaz de hacerlo. «Estoy en un agujero mientras el ejército alemán me dispara, y estoy riéndome pensó-. ¡Que Dios me asista!» Avanzaron de la misma forma hasta el cráter siguiente, aunque este estaba más lejos, y, esta vez, perdieron a un hombre. Joey Ponti recibió un disparo en la cabeza mientras corría. George Barrow lo levantó y lo llevó a cuestas, pero estaba muerto, tenía un sanguinolento agujero en el cráneo. Billy se preguntó dónde estaría su hermano pequeño Johnny: no lo había visto desde que habían salido de la trinchera de reunión. «Tendré que ser yo quien le informe», pensó Billy. Johnny adoraba a su hermano mayor. Había otros hombres muertos en aquel agujero; tres cuerpos vestidos de caqui flotando en el agua estancada. Debieron de ser de los primeros que corrieron hacia la cumbre de la colina. Billy se preguntó cómo habrían llegado hasta allí. Tal vez fuera pura casualidad. Los cañones debieron de fallar un par de tiros en la primera ráfaga, y los abatieron al regresar. En ese momento había otros grupos que se aproximaban a los alemanes siguiendo tácticas similares. O bien imitaban al grupo de Billy, o lo que era más probable: habían lleg ado a las mismas conclusiones y habían descartado la estúpida idea de cargar en la formación lineal ordenada por los oficiales para diseñar sus propias tácticas más lógicas. El resultado era que los alemanes ya no lo tenían todo a su favor. Como estaban recibiendo dis paros, ya no eran capaces de mantener la misma cortina de fuego constante. Tal vez por esa razón, el grupo de Billy llegó al último agujero sin sufrir más bajas. De hecho, contaban con un hombre más. Un completo desconocido estaba tendido junto a Billy. 321