DE BUENA PRESENCIA, SIMPÁTICO Y COMPLETAMENTE DESPREOCUPADO POR ABELARDO SÁNCHEZ LEÓN Zon as industri ales, negoc ios cer cados por muros de ladrillos, techos de calamina , avenidas largas y bien ilum ina da s: allí está estac io nado su a uto. Conoce de me mor ia el tra yecto más corto entre su residencia y su fábrica. Lo s baches, los semá fo ros. En invie rno la neb lina no le oprime el pecho , tampoco lo alegr a la prim avera ni el so l; la garúa equ iva le al temor de que le roben el limpi aparabrisas . Se levanta a bu ena hora , desayun a ligero , se despide rápidam ent e de su mujer y en la cabeza se altern a el olvido a sus hijos con las cuentas en el banco, las inversiones, los prés tamos. En segunda respir a co n a livio: po r el retrovisor co ntempla un tajo en la barbilla, se arreg la el nudo, el atisbo de calvicie. M ujeres, dinero y.trabajo, sus vicios preferidos. La loción , por el momento, impide que surja el sudo r; el sudo r le atrae, detesta a los perezosos, a los comun ist as y a los soñadores. El mundo debe an da r co mo el tren sobre el riel, esa es su filosofia, la única , y de la cu al se j acta. Con humor, añade: también no sotros pensamos, tenemos idea s. A pesar de cierta tendencia a la gordura es jo ven y esto lo reco nfo rta y le otorga aplomo y con fianza. Son los prim eros años, los má s duros, pero los mejores. A esa ed ad el mundo br illa, ofrece sus encantos, guard a a ún secretos. Luego, co mo decía su padre, va hundiéndose en las aguas del pantano. Me enseñó desde mu y temprano sus mald ade s y colocó sobre el escr ito rio sus armas . Todas poseen un fin, y su uso , de acuerdo con la habilidad , es provechoso. Alt érnalas, no los escatimes, ejercítalas . El hombre, como el demon io, posee var ias caras. Para cad a una existe un arma. No confieso Mi padre detestaba la inocencia, le era antipática y falsa: es la peor mentira de la hum an idad , la más vil y cobarde. Insistía en que los niños saben lo que saben los adultos pero desconfian de su fort a- leza fisica. Desde muy jo ven me ense ñó a no ser hip ócrita, a escoger el camino, el único, el correcto: los dem ás son co mo vagones abando nados, decía, como locomotoras gastad as, lodos term inan haciendo, luchando, viviendo por lo mismo , es mejor que empieces temprano que lard e, hoy y no mañ ana. Le gustaba recordar las frases de su padre . Lo hacía reju venecer , ser el niño que escuchaba, el joven que aprendía , el ad ulto que hizo lo corre cto , Mi padre fue mi único libro , decía risueño: leía poco, muy poco, cas i releía. Renovarse es acercarse a la muerte, esa era su otra idea . Quien cambia es porque teme o es débil. Quien se conserva, porque es fuerte y valiente. El mundo es uno y las ideas pocas, qui zá por eso fue silencioso como las lardes en el escritorio. Con los años se acostumbró a vivir a oscuras. Le gustaba distinguir las pisadas de los criados. Yo lo confundía con mi voz: hay que hablar poco , la voz es desagradable. Detestaba por igual a políticos y filósofo s; son farsantes, gruñía, mezquinos. Nunca explicó sus frases; agitab a las mano s como alejándose de ellos, de todos, hasta de mí. Pensamientos, pensó, qué absurdo; los elaboraba como parte imprescindible de su herencia igual a una araña inconsciente y natural. Absurdo, rep itió colocando la tercera. Avanzaba veloz, la autopista estaba despej ada, era la mejor hora, la hora sin congestiones, sin esos imbéciles que. se te cruzan ; sólo aquellas sombras que empezaban a surgir po r las bocacalles -vastos terrenales de' pus y sangre alterarían luego la coherencia de su mar sin mareas. Por la ventanilla ingresaba el fresco de la mañan a, aún sin contaminaciones y escalofríos; recuerdos, pens amientos, se acomodó en el asiento sin am inorar la velocidad. Iba en cuarta. 71 Ab elard o Sán chez León , poeta peruano, disfrut a actua lmente de la Beca Gu ggenh eim. '.