Una vez hecha la venta... Jon Martínez E., Ph.D. Profesor Titular de la Cátedra de Empresas de Familia Jorge Yarur B. ESE - Escuela de Negocios, Universidad de los Andes Una vez hecha la venta… ojalá no me llame el cliente. Esto es lo que desearían muchos vendedores, especialmente aquéllos dedicados a la venta de bienes que implican un importante desembolso para el comprador –tales como automóviles, casas o departamentos, etc.-. Si se trata de productos industriales, hablamos de equipos o maquinarias que significan una gran inversión, o grandes contratos de suministro de insumos. En estos casos, normalmente los vendedores han hecho un gran esfuerzo de venta, durante un largo período de tiempo, y sólo desean cerrar la operación y olvidarse del tema. Piensan que si el cliente llama una vez cerrada la venta, será para comentarles algún problema, quejarse de la calidad del producto y, eventualmente, hasta pedirles un cambio o devolución. Como son bienes que se compran muy de tarde en tarde, la probabilidad de vender otra vez al mismo cliente es muy baja. Por lo tanto, estos vendedores piensan que una vez hecha la venta, se acabó la relación con ese cliente. Sin embargo, las empresas exitosas son capaces de reclutar y formar a otro tipo de vendedores. Vendedores que sean capaces de darse cuenta que una vez hecha la venta… comienza nuestra relación con el cliente. Esto es especialmente cierto para productos industriales como los descritos más arriba, pero también para productos de consumo y servicios. He aquí el inicio de toda una corriente del marketing que se ha vuelto muy de moda en los últimos diez años y que se conoce como “Customer Relationship Marketing” o CRM. El pionero de este concepto, así como de muchos otros en marketing, fue Ted Levitt en su famoso artículo “After the Sale is Over”, publicado en 1983 en Harvard Business Review. El CRM, o marketing de relaciones de largo plazo, nos enseña que la esencia del marketing no es sólo conseguir clientes, sino conservarlos en el largo plazo. Muchas veces atraer a nuevos clientes en base a promociones, pruebas de producto, degustaciones, etc., no es tan difícil. Lo verdaderamente clave es que estos clientes repitan su compra, es decir, no sólo prueben nuestro producto o servicio, sino que realmente lo prefieran y se conviertan en consumidores leales a nuestra marca o empresa. Los estudios indican también que pese a la mayor facilidad de conseguir nuevos clientes, éstos suelen costar más que retener a los antiguos. Las estadísticas hablan de que atraer nuevos clientes (en términos de publicidad, promociones, etc.) cuesta cinco veces lo que costaría satisfacer y retener a los clientes actuales. Sin duda, la lealtad es difícil, pero sumamente rentable. Las empresas que han sido exitosas al seguir fielmente los preceptos del CRM se dan cuenta que su atención y acento no deben estar puestos en el cierre de ventas o en la venta misma únicamente, sino en cultivar una relación de largo plazo con sus clientes. De hecho, para estas empresas, el objetivo del marketing es hacer la venta superflua. En otras palabras, la venta debe ser sólo un evento, un incidente en la relación de largo plazo con el cliente. Si el cliente nos cree y confía en nosotros como su marca o empresa favorita, y su mejor opción de compra y servicio, la venta se producirá sola, como resultado de nuestra relación. Por eso nuestra preocupación debe estar centrada no tanto en amarrar la venta, sino en saber qué sugerencias podemos recibir de nuestro cliente para mejorar nuestro producto o servicio, y para ser mejores que la competencia en las cosas tangibles y concretas que al cliente le interesan. Las empresas que mejor practican esta filosofía ven a sus clientes como aliados, como socios en la tarea de ofrecerles mejores productos y servicios a cambio de su lealtad. Sólo así podremos entender que una vez hecha la venta… comienza nuestra relación de largo plazo con el cliente. Publicado en la "Columna de Marketing", Diario Financiero. Septiembre 2004.