CUADRANTEPHI No. 25 Julio -Diciembre de 2012, Bogotá, Colombia La poética como testimonio entre lo sagrado y el individuo en la filosofía de la religión Mario Andrés Martínez Romero Estudiante de filosofía* Pontificia Universidad Javeriana Bogotá Resumen Para emprender este ensayo en lo tocante al hecho de la poética en las circunstancias demarcadas por el título, es necesario tomar como base fundamental las concepciones de Paul Ricoeur; no obstante, me serviré de los textos tratados durante el curso de filosofía de la religion dictado por el professor Guillermo Zapata S.J, que serán citados de acuerdo a la pertinencia requerida para el tema. Antes de comenzar el análisis en torno a lo sagrado, el individuo y la poética, demarcaré en primera instancia el terreno en el que se desenvolverán, es decir, en la filosofía de la religión. Esta disciplina trata sobre la fenomenología de lo sagrado que nos adentra a conceptos tanto teológicos como antropológicos. Palabras clave: Poesía, region, sagrado, fenomenología, teología, antropología. * El equipo editorial Cuadrante phi ha decidido publicar este artículo en memoria de nuestro compañero Mario Andrés Martínez Romero fallecido en enero del 2013. Agradecemos al profesor Guillermo Zapata S.J por facilitarnos el documento y a Nicolás Ortiz por la corrección. 1 CUADRANTEPHI No. 25 Julio -Diciembre de 2012, Bogotá, Colombia Abstract In order to begin this essay in respect to the place in which poetry is subscribed in the title, it is necessary to take into account the conceptions of Paul Ricoeur; however, I will use other texts studied in class that will be cited each time the topic requires them to be. Before we begin with the analysis about the sacred, the individual and poetry, I will first limit the place where they will unfold, this is, in the philosophy of religion. This discipline works with the phenomenology of the sacred that places us inside theological and anthropological concepts. Keywords: Poetry, religion, Sacred, phenomenology, theology, antropology. 1. Antinomia en la filosofía de la religión A modo de preámbulo se tratará brevemente la problemática de esta disciplina reciente que, como se dice coloquialmente, envasa “el agua y el aceite”, es decir, que a primera percepción contiene dos facultades adoctrinadas a través de la historia que generan tensión entre sí: la razón –que todo lo conceptualiza y abstrae- y las afecciones –como potencialidades de dar sentido y simbolismo a la realidad de manera totalmente empírica. Estas dos facultades humanas -razón y fe- han sido el eje de aprehensión del hombre mismo que las posee. Tematizadas y estudiadas desde épocas pasadas, se han transformado en doctrinas suscitadas en distintos contextos: la filosofía y la religión. Como bien afirma Manuel Fraijó: “Ambas reflexionan sobre la vida y la muerte, sobre el dolor y la felicidad, sobre la esperanza y la acción del hombre en el mundo […] Su campo de acción es el mismo” (Fraijó, 1994:13) aunque es de suponer que sus fundamentos y respuestas problematizan en ocasiones con los del contrario. Es por ello que durante tiempo atrás, al no haber un dialogo, surgió progresiva y ambiguamente el poder de una sobre otra: “el disfrute del poder fue rotativo” (Fraijó, 1994:14).Ya desde antaño, en la Grecia antigua, la filosofía daba sus primeros y grandes pasos por erigirse en la verdad de lo universal y real: por aquellos principios que rigen 2 CUADRANTEPHI No. 25 Julio -Diciembre de 2012, Bogotá, Colombia el todo del universo. Es por ello que el devenir y el mundus sensibilis fueron tratados como algo por trascender, sólo a través del conocimiento para pasar hacia ese kosmos noetos que es eterno y absoluto – el bien para Platón; el motor inmóvil para Aristóteles-. El hombre como ser de dualidad entre lo perecedero y lo permanente, doblega sus facultades en correspondencia a éstas, es decir que la vida de nutrición y crecimiento, que comparte con los demás seres, la deja en lo que concierne a lo mutable. La parte racional que es la que lo hace especial, la dedica a lo absoluto. Algo distinto, aunque con similares matices, se apercibía en la atmósfera judeocristiana, pues “en el pensamiento cristiano, Dios se encuentra en el principio como el hecho previo absolutamente trascendente, no como principio de ser sino como persona, como el Dios viviente” (Heinzmann, 1995:22), posibilitando su revelación a modo de experiencia † con el hombre. Ya Dios no es entendido como un ser meramente permanente e inmutable, sino como un acto puro cuyo misterio es el amor (en términos cristianos). Llegando a este parangón entre los fundamentos rápidamente esbozados, se indica que si bien la filosofía europea es de origen griego, con el tiempo fue cediendo su campo a la fe cristiana que progresivamente lograba impactar en la cultura griega. Ello fue lo que se denominó la helenización del cristianismo (Heinzmann, 1995:31). Gracias a esta dialéctica se avista el primer indicio de unidad entre filosofía-teología con la patrística. Para no explayarnos en acontecimientos, pasaremos a enfocarnos en lo insoslayable entre este encuentro: “la pregunta por la relación de la metafísica con la historia de la salvación […] pues en la misma biblia se pueden descubrir elementos de una metafísica propia de la salvación” (Heinzmann, 1995:32). Una conjetura sobre esto puede surgir al pensar la teología natural y la teología revelada, ya que quizá esta relación sea el origen de su problemática que, por cierto, se da en correlación con la cultura griega. El emprender la investigación a partir de la fe supone participar de la razón y esto es algo propio de la teología natural. En cambio, la teología revelada consiste en la plena fe y obediencia: “Dios se había revelado en los escritos bíblicos y el hombre debía acatar, agradecido, su mensaje y su interpelación” (Fraijó, 1994:15). † Más adelante observaremos la importancia de la experiencia como fundamento de la poética. 3 CUADRANTEPHI No. 25 Julio -Diciembre de 2012, Bogotá, Colombia Durante el gran transcurso de la edad media, la filosofía pasó a ser una herramienta de la religión, en su búsqueda de bases sólidas en torno a la revelación sobrenatural como se anotó anteriormente. En cierta forma, esta subyugación se puede anexar a la teología revelada, pues “la teología natural vivió tutelada por la teología revelada […] la conquista de su autonomía e independencia supuso un arduo y laborioso proceso” (Fraijó, 5). Desligarse de los dogmas ya instituidos por la iglesia -como potestad de las sagradas escrituras-, arrojaría a la teología natural a la libertad, ya que ésta “[…] será, en efecto, condición de posibilidad de la nueva disciplina” (Fraijó, 1994:17), es decir que para que se diera el pleno despliegue de esta disciplina fue necesario que Europa también se liberase de las mismas ataduras religiosas, siendo una de ellas la Inquisición. Habiendo realizado este paso, la teología natural pasa a ser una disciplina llamada filosofía de la religión, cuyo origen no tiene una fecha o actor exacto, pero se sabe que fue algo progresivo que empezó en el siglo XVIII en Alemania. Según Fraijó, posiblemente la primera vez que se mencionó el nombre de esta nueva disciplina haya sido por Storchenau, pero sólo con I. Kant se le reconoció como disciplina. Pero lo más notable de aquella nueva disciplina fue el carácter antropológico al que Hegel hizo alusión: “Hegel observó que la teología natural sólo se ocupaba del primer polo, es decir, de Dios […] en cambio, la filosofía de la religión se abría también al segundo polo: al hombre” (Fraijó, 1994:19). 2. La poética del individuo Tomando primero al individuo como objeto de análisis, se determina que siempre la palabra ha sido su símbolo por antonomasia, utilizada para la elaboración de discursos que hagan comprensibles sus ideas. El hombre, con su pensamiento, ha intentado insaciablemente dar respuesta a toda pregunta, pero, como propone Ricoeur: “este poder de plantearse y de resolver los problemas es a su vez precedido por el afán englobante del ser sobre mi existencia concreta” (Ricoeur, 1960:119). Esto genera el misterio, como silencio, ante preguntas que el hombre jamás podrá resolver; incluyendo, además, las preguntas respecto del campo de lo sagrado. Este silencio, como esencia del misterio, es concebido como algo no ajeno a la palabra, 4 CUADRANTEPHI No. 25 Julio -Diciembre de 2012, Bogotá, Colombia sino más bien, implícito en ella. Este es el caso del lenguaje simbólico, que, como lenguaje arcaico, se experimenta a nivel universal, es decir, a épocas primitivas, o a nivel particular, es decir, a las vivencias imaginarias de un sujeto; es poético en el sentido en que expresa con analogía lo que intuye. Tal es el lenguaje de la poesía que “[…] es gratuito, inagotable, que expresa en su totalidad aquello que dice, que revela, nuestra situación y nuestra participación en la totalidad del ser” (Ricoeur, 1960:121); es como tener la sensación del Hen kai pan de F. Hölderlin: la conexión mía con el resto del universo. Por tanto, es la poesía uno de esos lenguajes que pese a “[…] que en apariencia son más regresivos, podría presentar un poder de prospección, de anticipación y de exploración” (Ricoeur, 1960:121).Es algo lo que el lenguaje meramente técnico no puede realizar, porque las vivencias humanas se comprenden solamente con analogías: “solamente el análogo sensible –mancha, viaje, camino– da el análogo existencial –lo impuro, la aventura, el destino–”(Ricoeur, 1960:122). Es la regresión lo que posibilita el simbolismo y la imaginación -propia del niño-. Tales elementos se adscriben en el campo de la acción humana. Siendo la poesía algo tan valioso para la expresión del hombre, se tiene que aclarar su campo, ya que su significado nos remonta más allá del lenguaje. Etimológicamente se afirma que el término griego de poiesis es “el acto configurador, la operación de componer los hechos o las afecciones en un sistema” (Begué, 2003: 151). Todo esto parte de datos, pasiones y actos previamente experimentados por el hombre que le posibilitan la construcción de mithos, entendido este como “la acción reguladora que organiza de manera específica los hechos que hasta ese momento se presentaban como extraños y desparramados” (Begué, 2003: 148). Es la puesta en escena de una intriga que necesariamente lleva una mímesis, no en el sentido platónico, sino como la representación de la acción mediante palabras. Teniendo entonces la tríada poiesis, mithos y mímesis, surgen las preguntas: ¿cómo se puede describir la vivencia del individuo con lo sagrado? ¿Cuál es el fin de la poética con respecto a lo sagrado? 3. Lo sagrado y el individuo 5 CUADRANTEPHI No. 25 Julio -Diciembre de 2012, Bogotá, Colombia Para responder a estas preguntas es pertinente el texto de J. de Sahagún, ya que en él se dilucidan los argumentos de lo sagrado como el poder desconocido dado fenoménicamente en los objetos. En efecto, M. Eliade llama a estos objetos y manifestaciones como hierofanías (Sahagún, 1980: 188), dando a entender el carácter metafórico de determinadas y particulares apariciones sagradas que a los ojos del hombre se presentan como algo que revela lo sobrenatural. Es importante considerar estas hierofanías, no como algo modificado en su substancia, sino un objeto “[…] que sin dejar de ser lo que era, se ha transformado en sede o vehículo de un poder desconocido” (Sahagún). El ser humano que esté habituado por sentimiento a objetivar la realidad fáctica en aquello que lo supera en fuerzas por medio de estos vehículos, se deja inundar por un nuevo sentido de la realidad; con ello se hace referencia al hombre religioso que ve un lugar sagrado como lo que le posibilita acercarse a lo divino, ya sea en soledad o en comunión. Es allí donde él experimenta la captación de lo inefable como algo supraontológico que causa en su ánimo afecciones diversas como temor y admiración, que serán las herramientas para la construcción del müthos y por tanto, de la poética. Aquella captación será enmarcada por R. Otto en tres aspectos de un mismo ser ontológico que denomina como lo nouminoso: “lo tremendo, el misterio, lo fascinante” (Otto, 1965:4) Con respecto a lo tremendo, se tiene como tal en el sentido de que genera pavor ante una realidad desconocida que se manifiesta y que como resultado genera el “deseo de comunión y acatamiento, dando lugar así a la actitud religiosa o religión” (Otto, 1965:5). El misterio, por su parte, conlleva a la admiración y asombro que se reduce en la admiración. En síntesis, estos tres aspectos ubican al hombre como un ente, no sólo de capacidad cognoscible hacia lo trascendente, sino también como algo marcado por una dimensión de sentido. La divinidad, por su parte, designa predicados como voluntad, espíritu u omnipotencia; siendo éstos conceptos racionales sumos y perfectos, creados por el hombre. Una parte de la divinidad debe ser también designada como racional; sólo hay que detenerse a observar en las Sagradas Escrituras y se encontrará contenido racional, pues “todo lenguaje es instrumento que provee conceptos” (Otto, 1965:2). Siendo ello de tal forma, lo nouminoso sería la parte de la conciencia humana que puede captar algo de lo santo, pues éste es 6 CUADRANTEPHI No. 25 Julio -Diciembre de 2012, Bogotá, Colombia inaccesible en cierta forma, a la comprensión fenoménica. Para haber vivenciado lo anterior, primero habría que tener una categoría a priori de lo santo, es decir, unos elementos conceptuales, dados por la razón misma sin acudir a la experiencia. Partiendo de esto, lo nouminoso emerge por sí mismo entre el cosmos sensible, conteniendo así, una parte racional y otra intuitiva. En pocas palabras, la poética de lo santo se daría también gracias a su categoría a priori, que le permite al hombre el encuentro con lo divino, le permite experimentar la energeia (la fuerza) del misterium tremendum. De igual manera se le puede atribuir la facultad de conexión entre la razón y la fe, pues mediante la palabra como referencia mimética y analógica, se logra dar testimonio de lo ocurrido. 4. La poética como testimonio Antes de entrar en la explicación del testimonio como objetivo de la poética, es indispensable aclarar la función de la palabra en el discurso poético. Como se mencionó anteriormente, el acto mimético que da origen a la palabra, se ha gestado en la cultura que otorga los textos que versan sobre lo sagrado con el fin de educar a la sociedad. Previamente, el individuo ha comprendido el significado de lo sagrado para tener una experiencia con Dios. Para Ricoeur esto representa una problemática, pues ¿deberá primar la vida religiosa antes que los textos? O por el contrario “¿pondré […] los textos por encima de la vida?” (Ricoeur, 2008: 88). A ello responde que si bien es cierto que la escritura otorga una noción referencial al lector y que preceden a la vida fáctica, el acto de fe no se reduce a ningún concepto y por tanto “dicho acto representa el límite de toda hermenéutica, pues es el origen de toda interpretación” (Ricoeur, 2008: 88); es la palabra viva que origina todo tipo de discurso sobre una realidad extra-lingüística, y a nuestro interés, es el lenguaje poético y metafórico. Para Ricoeur el discurso consiste en que alguien dice algo a alguien sobre lo que Gadamer llama “la cosa” del texto. En este sentido, Dios es el referente último de los textos bíblicos y se encuentra implicado por “la cosa” de los textos: “nombrar a Dios es, en el mejor de los casos, una actividad poética” (Ricoeur, 2008: 88). Es por ello que el discurso poético, en tanto subjetivo, va constituyéndose como intersubjetivo mediante el testimonio. De esta manera, testimonio debe entenderse como “[…] la acción misma en tanto atestigua del hombre interior, de su convicción, de su fe, en la exterioridad” (Ricoeur, 2008: 118); muestra mediante la poética –lenguaje simbólico- su experiencia con lo 7 CUADRANTEPHI No. 25 Julio -Diciembre de 2012, Bogotá, Colombia sagrado, pero más allá de esto: posibilita al filósofo a una hermenéutica: “el filósofo encuentra el kerigma y los textos sagrados, con prioridad lógica a su reflexión y a su crítica” (Macerias, 2). Es tarea como filósofo y hermeneuta el indagar sobre el proceso de conocimiento y afección con respecto a lo sagrado, pero nada de esto ocurriría sin la función de la poética. Es un círculo que nos lleva a interpretar y crear mediante nuestra imaginación lo que es imposible de dilucidar enteramente en palabras. Bibliografía Begué, Marie-France. (2003). Paul Ricoeur: La poética del sí-mismo. Buenos Aires. Biblos. Ricoeur, Paul.(2008) Fe y filosofía: problemas del lenguaje religioso. Buenos Aires. Prometeo Libros. Heinzmann, Richard. (1995). Filosofía de la edad media. Madrid. Herder. Fraijó, Manuel. (1994) ‘Filosofía de la religión: una azarosa búsqueda de Identidad’. En Fraijó, Manuel, Filosofía de la Religión. Estudios y Textos. Madrid. Trota. Pp. 13-43. Ricoeur, Paul. (1960) ‘El hombre y su misterio’. En Semana de intelectuales franceses, tr. GZ sj. Paris. Pierre Horay, pp. 119-130. De Sahagún, Juan. (1980) ‘El fenómeno religioso: La religión como actitud específica del hombre’. En Revista Pensamiento v.36. Madrid. Universidad de Comillas. pp. 187210. 8 CUADRANTEPHI No. 25 Julio -Diciembre de 2012, Bogotá, Colombia Otto, Rudolf. (1965). ‘Lo Santo: Lo racional y lo irracional en la idea de Dios’. En Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios. Madrid. Revista de Occidente. Maceiras Fafián, Manuel. (1994). ‘Dios en la filosofía de Paul Ricoeur’. 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