El juego, más allá del principio del placer, la pulsión de muerte y el espacio psicoanalítico Claudia Schutt Fanny Elman Schutt Resumen Partiendo del giro freudiano de los años 20, se relaciona el juego del fort-da con la conceptualización a nivel teórico de la pulsión de muerte y a nivel práctico con el pensamiento y el espacio psicoanalíticos, entrelazados con la capacidad de simbolización que refleja el juego más allá del principio del placer. Paraules clau: juego del fort-da, simbolización, principio del placer, pulsión de muerte. Abstract Starting from the Freudian term of the 1920s, the article relates the game of the fort-da with the conceptualization of the death drive in a theoretical level and the psychoanalytical thought and space in a practical level, intertwined with the ability of symbolization that reflects the game beyond the pleasure principle. Keywords: game of the fort-da, symbolization, pleasure principle, death drive. En su obra Más allá del principio del placer (1920), S. Freud introdujo la nueva dualidad pulsional Eros-Tánatos y con ella el concepto más controvertido en su teoría: la pulsión de muerte. Se inicia así su famoso giro de los años 20, basándose en la compulsión a la repetición y utilizando en principio tres ejemplos, uno de los cuales sería el juego de un bebé de 18 meses, juego que entraría a formar parte de la historia del psicoanálisis. El niño en cuestión era uno de sus nietos y el juego que su abuelo observaría muy atentamente, recibiría el nombre del juego del carrete o del fortda. ¿En qué consistía? Simplemente, el niño arrojaba el carrete con gran destreza desde su cuna, pronunciando su significativo fort (se fue) y luego lo atraía hacia sí, saludando su aparición con un jubiloso da (aquí está). El niño simbolizaba de este modo la partida de su madre y luego su reaparición. Pero la reflexión freudiana se interesó sobre todo por el placer que obtenía el niño repitiendo lo que representaba la partida. Esto le condujo a considerar cómo la pasividad del vivenciar se transformaba en una actividad lúdica y a través de la misma lograba simbolizar algo que, aunque en sí mismo era displacentero, en virtud del juego se convertía en placentero. El juego implicaba unos movimientos acompañados de fonemas verbales que le otorgaban su sentido. A partir de esta observación y de otras sobre los sueños traumáticos y la transferencia, se replantearía el imperio del principio del placer que junto con el principio de realidad dominaban hasta ese momento su concepción del funcionamiento psíquico. Nace así un más allá del principio del placer representado por la compulsión de repetición arraigada en la pulsión de muerte. Freud pasa pues de lo reconocido más inmediato poco a poco a su mayor abstracción. Algunos psicoanalistas posteriores no han asumido dicha abstracción mientras las grandes corrientes psicoanalíticas que han seguido la línea de pensamiento freudiano la fueron aceptando con diferentes matices. Entre estos últimos, André Green ha propuesto redefinirla como pulsión de agresión-destrucción (2002 y 2007), vinculándola estrechamente con la función de desobjetalización (2001) y con el trabajo de lo negativo (1995). Hay quien, como la psicoanalista francesa Nathalie Zalsman, se permitió rebautizarla como pulsión anarquista, al destacarla como garantía de la diversidad y con ella de las opciones individuales contrarias a la masificación. En el fondo, las diferencias entre unos y otros residen para unos en la simplificación maniquea de concebir a Eros y Tánatos como fuerzas antagónicas y extremas, mientras siguiendo la concepción freudiana, otros las consideran pulsiones que se intrincan y desintrincan en un juego permanente entre ellas, indispensable para la vida en general y la vida psíquica en particular. Resumiendo mucho, se puede decir que Eros C. S CHUTT Y F. ELMAN S CHUTT 59 introduce las turbulencias de la vida tendiendo a mantener los lazos objetales y Tánatos preside las desligazones pero introduciendo las variaciones y diferenciaciones en la vida psíquica y con ello la diversidad. Impacta el hecho de que una obra freudiana que va a marcar un hito en su desarrollo teórico se apoye al comienzo en una observación tan directa y cotidiana como era el juego de su pequeño nieto. En esto se mantiene fiel a una orientación predominante en todos sus escritos y además coherente con la metodología psicoanalítica de ir de lo manifiesto a lo latente, de lo más consciente a lo inconsciente. En su texto El poeta y los sueños diurnos (Freud, 1907) ya había otorgado valor al juego en los siguientes términos: «Todo niño que juega se conduce como un poeta, creando su mundo propio o más bien situando los objetos del mundo en un orden grato para él», agregando que el poeta juega con las palabras y a través de ellas con sus fantasías y sueños diurnos. Eugene Mahón en The many meanings of play (1933) imaginó una narración dramatizada del juego del carrete, atribuyendo a su protagonista, el pequeño Ernest Halberstadt el siguiente pensamiento mientras se desarrollaba el citado juego: Estoy solo, Mamá me ha dejado. Me siento abandonado, pero apelaré a mis recursos. ¿Qué pasa si arrojo esto y lo atraigo hacia mí de vuelta? Cuando lo arrojo siento alivio de mi malestar y mi angustia desaparece a medida que controlo ese objeto más pequeño que yo. Puedo imaginar el objeto arrojado pero que recuperaré como un héroe que controla la situación. También puedo imaginar que estoy arrojando a mi madre y que puedo recuperarla cuando quiera. Es un juego maravilloso... Esta puesta en palabras puede homologarse a una interpretación del juego, revelador de la gran riqueza de funciones psíquicas afectivas y creativas que moviliza aún en sus modalidades más elementales. Podríamos decir que anteriormente al desarrollo por parte de Melanie Klein de la técnica del psicoanálisis de niños, el punto de partida podría situarse en aquel día de 1919 en el cual Freud presenció el juego de su nieto. Lo hizo conjugando su condición de abuelo con la de creador del psicoanálisis en pleno proceso de dar un giro en sus concepciones teóricas. ¿En cuánto influyó en las mismas la guerra que acababa de finalizar? Es 60 INTERCANVIS 28 · JUNY 2012 posible que bastante, aunque existía sin duda una continuidad con sus escritos técnicos, previos a la guerra y en los cuales había señalado el fenómeno de la repetición en la transferencia y la importancia del trabajo de elaboración para superarla (Freud, 1911 y 1914). Volviendo al juego del fort-da, este siempre se ha enfocado en el niño, sin tener en cuenta la importancia de la presencia del abuelo en la escena. ¿Cuánto puede haber influido esa presencia demarcando un espacio en el cual ese observador comprometido mantenía una actitud que no era la convencional? No intentó consolar al niño ni se abalanzó sobre él tratando de evitar su angustia y su descarga evacuativa en forma de llanto, sino que permaneció atento observando y escuchando, abierto a reflexionar sobre lo que estaba aconteciendo. Como un psicoanalista. Para que el juego del fort-da ingresara en su obra y con ello en la historia del psicoanálisis, era indispensable esa actitud receptiva, de ese abuelo creador en el momento de cuestionar sus ideas y de producir en ellas relevantes modificaciones. En la etapa posfreudiana, un psicoanalista inglés, Donald Winnicott, se destacó en 1971 introduciendo lo que él denominó fenómenos transicionales para designar zonas intermedias entre el niño y la realidad exterior, en los cuales se desarrolla una ilusión, raíz de la creatividad, desplegada en el juego (Winnicott,1971). Más cerca de la actualidad, la revista francesa de psicoanálisis (Revue française de psychanalyse, 2004) dedicó un número íntegramente a la temática del juego desde la perspectiva psicoanalítica. En él Christian Godbrut, psicoanalista canadiense escribió: «El juego es pensamiento y el pensamiento es juego, ambos simbolizan vivencias». Y agrega que el pensamiento juego es un pensamiento móvil, flexible, modificable, capaz de percibir una novedad, una influencia externa, y dejarse atravesar por una emoción. ¿No es esto mismo lo que pretendemos alcanzar a través del trabajo psicoanalítico? Cabe preguntarse qué supone pensar para un analista y su analizado. Luego de plantearse este interrogante A. Green (2001) responde: «En primer lugar escuchar y comprender, condición básica para todo lo que sigue después, incluyendo la dimensión imaginaria para poder ir construyendo lo implícito de ese discurso». ¿Qué es lo que se construye entre ambos? Dentro de lo posible la realidad psíquica del paciente. Hablamos de analista y analizado, pero también de un terapeuta y de un paciente. El psicoanalista está implicado en la tarea de estimular la compleja deriva desde lo pulsional hacia lo verbal, en íntima conexión con lo intelectual y lo afectivo emocional, siendo su meta la cura. Esta relación de lo pulsional con la realidad psíquica se expresa en niños a nivel lúdico o verbal y cuando esto no es posible se producirán otras opciones pertenecientes al campo de la psicopatología. En este caso abarcando todo el espectro de lo sintomático, de lo psicosomático o a través de descargas en actos compulsivos o de trastornos psíquicos más graves. Los llamados casos límites manifiestan en grado mayor esa dificultad para pensar y llevar al terreno verbal sus emociones y sentimientos, lo cual supone enormes obstáculos en los tratamientos, exigiendo una mayor flexibilidad en los encuadres. En definitiva, Freud nos ha ido conduciendo a lo largo de toda su obra, poco a poco, hasta el reconocimiento de la dualidad pulsional como matriz de la vida psíquica. Por otra parte, en la práctica consideramos que se puede establecer una cierta continuidad a nivel temporoespacial entre aquel ejemplo entrañable del juego del fort-da y lo más específico y singular del espacio psicoanalítico. O tal vez, de todo espacio psicoterapéutico, que dentro de los límites predeterminados de un encuadre, se estimule la verbalización asociativa con la mayor libertad. Un dato curioso, para terminar, digno de mencionar es el hecho de que aquel niño del carrete sería el único descendiente (a excepción de Anna Freud) que se convertiría en psicoanalista, adoptando en su profesión el apellido materno y siendo conocido como Ernest Freud. Bibliografia FREUD, S. (1907). El poeta y los sueños diurnos. Obras Completas (Oc). Buenos Aires: Amorrortu Editores. — (1911) Los dos principios del suceder psíquico. OC. — (1914). Recuerdo, repetición y elaboración. OC. — (1920). Más allá del principio del placer. OC. — (1937). Construcciones en el análisis. OC. GODBRUT, C. (2004). Rev ue française de psy chanaly se. Vol. 68 nº1. GREEN, A. (1995). El trabajo de lo negativ o. Buenos Aires: Amorrotu Editores. — (2001). El tiempo fragmentado. Buenos Aires: Amorrotu Editores. — (2002). Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Buenos Aires: Amorrotu Editores. — (2007). Jugar con Winnicott. Buenos Aires: Amorrotu Editores. MAHÓN, E. (1993). The many meanings of play . New Haven And London: Yale University Press. SCHUTT, B. (1998). Simbolización y juego. Presentado en la Asociación Psicoanalítica de Madrid. WINNICOTT, D. (1971). Realidad y juego. Buenos Aires: Gedisa Editora. Notas 1. Además de los textos citados en la bibliografía, tuvimos en cuenta la línea de investigación de los trabajos presentados por el psicoanalista Dr. Bernardo A. Schutt. Estos giran en torno a la temática de la relación entre las diversas facetas del juego, la simbolización y la realidad psíquica. Entre ellos destacamos una ponencia leída en el 37º Congreso Internacional de la IPA en el año 1991 y otro en el 10º Simposium de la Asociación Psiconalítica de Madrid celebrado en el año 2001. Fanny Elman Schutt Paseo de la Bonanova 56 08017 Barcelona 93 212 64 83 fanyelman@gmail.com Claudia Schutt c/ Costa Rica nº 1 28016 Madrid 91 359 03 36 666 30 51 05 claudiaschutt@gmail.com C. S CHUTT Y F. ELMAN S CHUTT 61