EL PROBLEMA DE DIOS: PRUEBAS PARA DEMOSTRAR SU

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EL PROBLEMA DE DIOS: PRUEBAS PARA DEMOSTRAR SU EXISTENCIA
Entre las ideas que Descartes encuentra en el yo, considerado como sustancia
pensante, destaca la de Dios. Como ya se ha dicho, se trata de una idea innata, es decir,
poseída por el alma de todos los hombres y connatural a ella desde el nacimiento. La
existencia de esta idea (un ser infinitamente perfecto), en cuanto contenido de
conciencia, a juicio del pensador francés, no plantea problemas, pues todo hombre la
tiene. Pero una cosa es aceptar la existencia de la idea y otra muy distinta la existencia
de aquello que la idea representa, en este caso, la existencia real de un ser infinitamente
perfecto. Para demostrar dicha existencia, Descartes recurrirá a distintos argumentos
filosóficos.
Antes de exponer dichos argumentos o pruebas es necesario destacar sus principales
características, que guardan una relación directa con las ideas epistemológicas del
pensador francés:
1ª. Han de partir del cogito, dado que la existencia del yo es la única absolutamente
segura y evidente.
2ª. No pueden ser demostraciones deductivas, ya que la deducción ha quedado
invalidada en el segundo nivel de la duda metódica.
Descartes propuso tres pruebas para demostrar la existencia de Dios:
1ª. Como ya se ha dicho, entre las ideas que hay en la mente del sujeto se halla la
idea de Dios, concebido como sustancia infinita y eterna. Si se busca el origen de esta
idea, entonces claramente se ve que no puede pertenecer al tipo de las adventicias, dado
que los sentidos no perciben nada que sea eterno o infinito. Tampoco puede ser facticia,
ya que se impone con sus rasgos característicos de perfección, rasgos que no pueden ser
modificados arbitrariamente por el sujeto. Así pues, por eliminación, la idea de Dios
sólo puede ser innata.
Una vez establecido el tipo de idea al que pertenece, Descartes se pregunta por su
causa. El sujeto puede ser causa u origen de todas las demás ideas que encuentra en su
interior, pero de ninguna manera puede ser también causa de la idea de Dios dado que
esta idea le supera en cuanto al grado de realidad. La causa ha de ser proporcional al
efecto y si, en este caso, el efecto es la idea de un Ser infinito, su causa también habrá
de ser infinita. Por lo tanto, sólo Dios como Ser infinito y real puede ser la causa de la
idea de infinito que posee el sujeto pensante.
2ª. La segunda prueba es una variante del argumento ontológico de Anselmo de
Canterbury, de ahí que se conozca con el nombre de prueba ontológica. Descartes
sostiene que la idea de un Ser absolutamente perfecto implica necesariamente la
existencia de dicho Ser, ya que la existencia es una perfección y por ello no es posible
pensar el Ser perfecto como no existente, sería una idea contradictoria.
3ª. La tercera prueba está tomada de Agustín de Hipona y también de la vía tomista
de la contingencia. Descartes considera que si se niega que Dios sea la causa de la
existencia del sujeto, habría que admitir que el sujeto es causa de sí mismo. Pero, en tal
caso, se habría dotado con todas las perfecciones que conoce y están contenidas en la
idea de infinito. Ahora bien, puesto que el sujeto es un ser finito, imperfecto y limitado,
no puede haber sido su propia causa, pues si lo fuera se habría dado a sí mismo todas las
perfecciones. Consiguientemente, hay que concluir que Dios es la causa del sujeto y no
a la inversa.
Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes demuestra que es un Ser
bondadoso equiparando la verdad con la perfección y la mentira con la imperfección.
Como Dios es perfecto tiene ser veraz la verdad, por lo tanto también bueno. La bondad
divina permite desandar el camino recorrido en el proceso de la duda. Puesto que Dios
existe y es bueno no puede engañarnos, por lo que la hipótesis del genio maligno debe
ser eliminada. De aquí se derivan dos consecuencias decisivas: por un lado, se garantiza
la existencia del mundo exterior, por otro, el sujeto recobra la confianza en la razón,
pudiéndose fiar nuevamente de ella. Ahora bien, la confianza en la razón debe limitarse
a aquellas ideas que se perciban de manera clara y distinta. Sólo dichas ideas se
corresponden con la realidad.
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