TANGIBLES E INTANGIBLES Hola: Te dejo esta carta sobre la cómoda del recibidor porque es en ese mueble donde solías depositar los objetos del día a día cuya pérdida te causaba un gran quebranto. Aún recuerdo tus apoteósicos disgustos cuando el móvil o las llaves se extraviaban en el barullo del vivir diario. Todos sabemos que los bienes tangibles que atesora una vida en común precisan de atención y cuidado si queremos que duren en el tiempo. Nuestro matrimonio, que fluctuó entre momentos de verdadera pasión y el tedio consagrado por la rutina, acumuló una cantidad ingente de este tipo de objetos materiales que, por serlo, han de ser repartidos llegado el momento de la disolución. Pero compartir la vida con otra persona genera, además, otro tipo de bienes más sutiles e inmateriales, como puedan ser los afectos y las emociones vividas en común. ¡También estos deberían ser repartidos si es que aspiramos a la plena equidad! En fin, ya conoces mi tendencia a la divagación… Cumpliendo con lo estipulado en la sentencia de divorcio, he procedido a recoger mis pertenencias más personales, tales como documentos intransferibles, fotografías, objetos de aseo…, cuatro cosas que me caben en esa pequeña maleta que compramos en Venecia (ya nos llamamos por teléfono para concretar el modo de retornar la maleta, consciente como soy de que fuiste tú quien se encaprichó de ella). Aprovecho la ocasión para hacerte saber algunas consideraciones sobre el reparto de bienes que se estableció el otro día en el juzgado. Cuando su señoría te asignó el usufructo de la casa conyugal, yo reclamé para mí los recuerdos de los momentos felices que atesoraban esas cuatro paredes. Lo mismo me ocurrió con el monovolumen. El juez te entregó las llaves y para mí se quedó la satisfacción de saber que en los asientos traseros se gestaron nuestras mellizas. Tampoco me pareció mal que reclamases el piano de cola con ese argumento tan demoledor: “Las orejas de mi marido le sujetan las gafas y poco más”, ironizaste sobre mi escaso oído musical. ¡Nada que objetar! Ya sabes que la sorna de tu carácter fue una de las cosas que más engatusó a la cuadrilla de pretendientes que te cortejábamos durante los años de universidad. Disfruta del piano y del tacto de su noble madera, y deja para mí la remembranza de los Claros de Luna con los que agasajábamos a las visitas. También su señoría te asignó el pequeño barco de vela. Reconozco que hace tiempo que perdí el norte, y está claro que para ti soplan buenos vientos. Del velero me llevo la frescura de la brisa batiendo mi rostro, los atardeceres salinos que pasamos juntos, la pasión de nuestros cuerpos retozando a barlovento. Para ti los palos de golf, para mí los honores recibidos en los hoyos bajo par; tú cuidarás de la huerta del pueblo, yo de la satisfacción de saber que mis hijas comerán productos frescos; para ti las joyas familiares, para mí la esperanza de que las luzcas con el relumbre de nuestro pasado amor… Me entristece, no obstante, que después de tantos años de justa convivencia salgas perdiendo en el reparto de los bienes que atesoramos con tanta ilusión. Y es que los bienes tangibles que te llevas terminarán deteriorándose por el paso de los años. Los míos, intangibles como son, crecerán y se multiplicaran al ritmo que pulse mi alma. Quizás deberías reclamar ante su señoría una pensión compensatoria que equilibrase tan injusto reparto… Con todo mi cariño, siempre tuyo, siempre liviano… Seudónimo: Sacarino 1