La inutilidad

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Eduardo Lalo, La inutilidad. San Juan: Callejón, 2004. 182
pp.
El ambiente París-San Juan, visto desde
la intimidad y con un fuerte pesimismo
existencial, vuelve a manifestarse en el
trabajo más reciente del escritor
Eduardo Lalo. En La inutilidad, su
primera novela, Lalo expresa la
sensación del regreso a casa después de
una crisis personal en la capital cultural
del mundo, París. San Juan no es la
ciudad soñada ni la perla mitológica
imaginada por los turistas. Por el contrario, se dibuja
como un espacio que desilusiona por su falsa opulencia y
su orgullo vacío. La reflexión discurre hasta que se
establece una relación estable con el espacio urbano
contra el cual se combate.
Se trata de una novela con elementos
autobiográficos que puede leerse como un comentario
sobre la situación de los jóvenes que emigraron a Europa
cargados de esperanzas y quienes, al retornar al país
natal, descubrieron la nulidad del proyecto. El hallazgo
los ubica en posición de apropiar el país de manera
renovada.
En La inutilidad Lalo articula un juicio radical
sobre la relación del escritor y la escritura. La memoria
de París se articula, como en el caso de la infancia en Por
el camino de Swan de Marcel Proust, a través de una serie
de asociaciones emotivas que se expresan por medio del
artefacto de la reminiscencia y a la impresión. Se trata
de asociaciones libres que se suceden al margen de la
racionalidad. La ciudad se configura acorde con la
situación del vidente y sus estados de ánimo. En realidad
se trata de un efecto análogo al conseguido por Lawrence
Durell cuando trabaja la relación de su personaje, Darley,
con la Alejandría de la segunda Guerra Mundial, en la
novela Justine.
La tensión con el mundo se alivia a través de la
lectura, un tipo de cosmos alterno ante la realidad
caótica. Por ejemplo, la soledad tras la primera ruptura
con la amante maniaco-depresiva Marie, es superada en
el contacto con las obras de Paul Neptune y del
antropólogo Pierre Plon. El asunto no queda allí. En un
acto de puro azar, el narrador conoce a un colaborador
de Plon: Didier Pétrement. La tesis central es “que leer y
escribir era inútil pero ineludible, que era lo mismo en
París que en San Juan: la forma de vivir mi tiempo y mi
lugar.” La fragilidad de la tabla de salvación que ofrece
la lectura es notable.
En La inutilidad de Lalo la apostilla social es
corrosiva y pesimista. Ello es así por el hecho de que el
discurso se dirige hacia espacios inciertos. El
señalamiento en cuanto a cómo la aristocracia cultural
puertorriqueña se representa a sí misma y se imagina el
mundo es crucial. “En mi mundo –dice el personaje- el
espacio cultural era demasiado pequeño y frágil.”
El cuadro en torno al regreso es devastador. Se
siente extranjero, el país es asfixiante, vacío de
contenido para el resto del mundo, un desierto cultural
caracterizado por el provincianismo. Sin embargo, la
autopercepción insular era capaz de ocultar la miseria
detrás de la preconcepción de que la misma había sido
eliminada “en un par de décadas por la apertura del país
a las transnacionales y a una orgía de cemento.” El
resultado es una forma del emborronamiento del pasado.
La vida en París, mediada por la cultura, había sido igual
de desgraciada.
La cuestión de la identidad es parodiada en el
comentario sobre la comunidad francesa de San Juan que
señalaba la pequeñez de lo puertorriqueño y en la
tolerancia de los locales al insulto. Aquella
puertorriqueñidad
consistía
en
“creer
que
es
culturalmente glamoroso el fantasear con que no se es
puertorriqueño.”
El retrato de los amargos años del 1980 es muy
sugerente. El lenguaje escabroso del gobernador Carlos
Romero Barceló es un emblema. Las lecturas típicas de
los jóvenes universitarios, José Luis González, Manuel
Ramos Otero, Emilio Díaz Valcárcel; la idea de que
“todavía el mundo podía cambiarse con una botella de
ron y ciertas canciones,” y la percepción de que un largo
periodo de historia había acabado, son patentes en esta
escritura.
La inutilidad es una gran novela que merece una
lectura cuidadosa no solo desde la literatura sino desde el
núcleo mismo de la historiografía cultural. Con ello
Eduardo Lalo el desencanto filosófico de buena parte de
los escritores de última generación.
Mario R. Cancel
Escritor y Profesor Universitario
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