EL ASOMBRO, LA DUDA Y LAS SITUACIONES LIMITES EL ASOMBRO: Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía. Nuestros ojos nos "hacen ser partícipes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la bóveda celeste". Este espectáculo nos ha "dado el impulso de investigas el universo. De aquí brotó para nosotros la filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la raza de los mortales". Y Aristóteles.: "Pues la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco y se preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen del universo." El admirarse impele a conocer. En la admiración cobro conciencia de no saber. Busco el saber, pero el sabes mismo, no "para satisfacer ninguna necesidad común". El filosofar es como un despertar de la vinculación a las necesidades de la vida. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las cosas, al cielo y al mundo preguntando qué sea todo ello y de dónde todo ello venga, preguntas cuya respuesta no serviría para nada útil, sino que resulta satisfactoria por sí sola. LA DUDA: Una vez que he satisfecha mi asombro y admiración con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen seguro que se acumulan los conocimientos, pero ante el examen crítico no hay nada cierto. Las percepciones sensibles están condicionadas por nuestros órganos sensoriales y son engañosas o en todo caso no concordantes con lo que existe fuera de mí independientemente de que sea percibido o en sí. Nuestras formas mentales son las de nuestro humano intelecto. Se enredan en contradicciones insolubles. Por todas partes se alzan unas afirmaciones frente a otras. Filosofando me apodero de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien gozándome en la negación mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por su parte tampoco logra dar un paso más, o bien preguntándome dónde estará la certeza que escape a toda duda y resista ante toda crítica honrada. La famosa frase de Descartes "pienso, luego existo" era para él indubitablemente cierta cuando dudaba de todo lo demás, pues ni siquiera el perfecto engaño en materia de conocimiento, aquel que quizá ni percibo, puede engañarme acerca de mi existencia mientras me engaño al pensar. La duda se vuelve como duda metódica la fuente del examen crítico de todo conocimiento. De aquí que sin una duda radical, ningún verdadero filosofar. Pero lo decisivo es cómo y dónde se conquista a través de la duda misma el terreno de la certeza. Entregado al conocimiento de los objetos del mundo, practicando la duda como la vía de la certeza, vivo entre y para las cosas, sin pensar en, mí, en mis fines, mi dicha, mi salvación. Más bien estoy olvidado de mí y satisfecho de alcanzar semejantes conocimientos. LAS SITUACIONES LIMITES "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo ". Ludwig Wittgenstein- filósofo, ingeniero y lingüista austríaco. :: Las situaciones limites :: A las situaciones límites reaccionamos, cuando nos damos cuenta realmente de ellas, con la desesperación y con la reconstitución: Llegamos a ser nosotros mismos en una transformación de la conciencia de nuestro ser. Pongámonos en claro nuestra humana situación de otro modo, como la desconfianza que merece todo ser mundanal. Nuestra ingenuidad toma el mundo por el ser pura y simplemente. Mientras somos felices, estamos jubilosos de nuestra fuerza, tenemos una confianza irreflexiva, no sabemos de otras cosas que las de nuestra inmediata circunstancia. En el dolor, en la flaqueza, en la impotencia nos desesperamos. Y una vez que hemos salido del trance y seguimos viviendo, nos dejamos deslizar de nuevo, olvidados de nosotros mismos, por la pendiente de la vida feliz. Pero el hombre se vuelve prudente con semejantes experiencias. Las amenazas le empujan a asegurarse. La dominación de la naturaleza y la sociedad humana deben garantizar la existencia. El hombre se apodera de la naturaleza para ponerla a su servicio, la ciencia y la técnica se encargan de hacerla digna de confianza. Con todo, en plena dominación de la naturaleza subsiste lo incalculable y con ello la perpetua amenaza, y a la postre el fracaso en conjunto: no hay manera de acabar con el peso y la fatiga del trabajo, la vejez, la enfermedad y la muerte. Cuanto hay digno de confianza en la naturaleza dominada se limita a ser una parcela dentro del marco del todo indigno de ella. Y el hombre se congrega en sociedad para poner límites y al cabo eliminar la lucha sin fin de todos contra todos; en la ayuda mutua quiere lograr la seguridad. En las situaciones límites, o bien hace su aparición la nada, o bien se hace sensible lo que realmente existe a pesar y por encima de todo evanescente ser mundanal. Hasta la desesperación se convierte por obra de su efectividad, de su ser posible en el mundo, en índice que señala más allá de éste. Educar en el asombro, Catherine L’Ecuyer Blog #mamiconcilia/#papiconcilia Crianza jun 22, 2015 0 347 Hace unos meses tuve la suerte de conocer a Catherine L’Ecuyer, autora del libro “Educar en el asombro”, en el evento Gestionando hijos, organizado por Más Cuota y Educar es todo, celebrado en Madrid. Escucharla fue una delicia. Su ponencia, absolutamente inspiradora, hizo que no dudara en comprarme el libro en el mismo evento. Y no hay día que no me acuerde de alguna de sus reflexiones. El libro está dividido en dos amplios apartados: ¿Qué es el asombro? y ¿Cómo educar en el asombro? Catherine L’Ecuyer define el asombro como el deseo para el conocimiento. Explica que “los niños pequeños se asombran porque no dan el mundo por supuesto, sino que lo ven como un regalo. La capacidad que tienen los niños para pensar cosas imposibles es maravillosa”. Los aprendizajes de María Montessori La autora de “Educar en el asombro” recuerda en numerosas ocasiones a la gran María Montessori, que hacía hincapié en la importancia del asombro en el aprendizaje del niño. Defendía que la educación consistía en un desarrollo cuyo protagonista es el niño. El entorno y el maestro son meros facilitadores. L’Ecuyer hace referencia a estudios que confirman que la clave para tener una mejor preparación para el proceso cognitivo y un buen desarrollo de la propia personalidad reside en la calidad de la relación que el niño tiene con su cuidador principal durante los primeros años de vida. Si la relación con el cuidador es segura, el niño irá cada vez más lejos para explorar. Si no hay vínculos de confianza entre el niño y sus padres, el niño será inseguro y no explorará lo que le rodea. Montessori insistía en que nunca se debe hacer por un niño lo que él se siente capaz de hacer. En el momento en el que aprende a andar, debemos dejarle que ande y no montarle en el carrito; en el momento en el que aprende a masticar y comer por sí solo, debemos olvidarnos de triturarle la comida y dársela nosotros. En este sentido me fascina ver cómo mi hijo es capaz de aprender por sí solo y lo feliz que se muestra cada vez que hace algo nuevo, desde descubrir que las letras se leen y mostrar interés por hacerlo hasta hacer burbujas con una pajita metida en un vaso de agua. ¡Nadie se lo ha enseñado, ni tan siquiera lo ha visto hacer! Observa, experimenta y descubre. ¿No es fantástico? “Un niño de seis meses tiene bastante con mirarse las manos. Un niño de nueve está encantado con arrancar la hierba y llevársela a la boca. A un niño de 12 le basta con que su padre se esconda y aparezca por sorpresa varias veces desde el marco de la puerta (…) A un niño de siete años puede emocionarle que Perico al abrir la puerta se encuentre un dragón; pero a un niño de tres le emociona que Perico abra la puerta”. Niños sobreestimulados La autora aborda en “Educar en el asombro” el tema de la sobreestimulación a la que se ven expuestos nuestros hijos. Critica los métodos de aprendizaje actuales que defienden que “cuanto antes y más, mejor”, lo cual me tranquiliza, ya que nuestro hijo tiene amigos de su edad (19 meses) que van a la guardería desde los cuatro meses, donde reciben clases de inglés o chino desde el día de su ingreso. “La sobreestimulación puede crear problemas”. En este contexto, Catherine L’Ecuyer hace también referencia al uso de pantallas, que debería evitarse hasta los 2 años, porque tienen más efectos negativos que positivos. Reconozco que en este sentido lo paso bastante mal porque es imposible hoy en día, sin convertirte en un ogro, mantener alejado a tu hijo de las pantallas. Aunque nosotros no encendamos nunca la tele, en casa de los abuelos está todo el día puesta. Nuestros móviles, tantos como personas, nos acompañan allá donde vayamos. El peque nos ve con ellos y quiere toquetearlos, imitándonos. Existen infinidad de juegos y apps para niños tremendamente atractivos. Y lo queramos o no, va a vivir en este mundo en el que los dispositivos van a formar parte de su día a día y va a tener que competir con otras personas que llevarán en contacto natural con estos dispositivos desde que nacieron. Y como todavía no hay adultos que hayan convivido de forma natural con dispositivos electrónicos desde que eran niños, como le pasará a nuestros hijos, desconocemos realmente el efecto que estos pueden tener en su desarrollo. Por eso me resulta muy difícil argumentar con nuestros familiares que no quiero que nuestro hijo se siente delante de la tele, trastee con el móvil o juegue con la tablet. Pienso que por muy educativos que sean los juegos que ofrecen los dispositivos electrónicos, siempre serán peores que otros físicos que requieren interactuar, moverse o usar la imaginación. Por muy interesantes que sean los dibujos animados, siempre serán peores que estimular la imaginación de un niño mirando o leyendo un cuento. L’Ecuyer también hace referencia a estudios sobre dibujos animados, como Bob Esponja, supuestamente infantiles pero pensados para gustar a los padres, que tienen un “ritmo extremadamente rápido para niños” y que fomentan el déficit de atención y trastornos en el aprendizaje. También me fijo mucho en esto desde que leí “Educar en el asombro” y por ejemplo la evolución de Pocoyó me parece perjudicial para los más pequeños. ¿No os estresa el pulpo Fred, especialmente con su espacio “Fred says”? “Antes el entorno inmediato del niño se solía adaptar a sus ritmos y necesidades. Ahora, es él quien se debe adaptar al ritmo frenético de un entorno que produce cada vez más estímulos: televisión, videoconsolas, un sinfín de actividades extraescolares, menos horas de sueño, una escolarización temprana, juguetes que hablan, etc.” Educar vs inculcar Para cerrar el primer apartado del libro, la autora diferencia entre educar e inculcar. Educar significa acompañar lo mejor de cada uno desde dentro hacia fuera. “El paradigma del educador que educa es acoger mientras que el del educador que inculca es dar, o más bien imponer (…) Inculcar no es el camino como tampoco son soluciones los castigos, imposiciones o incentivos”. Educar en el asombro consiste en “respetar la libertad interior, contando con el niño en el proceso educativo, respetar sus ritmos, fomentar el silencio, el juego libre, respetar las etapas de la infancia, rodear al niño de belleza, sin saturar sus sentidos…” Contenidos 2ª parte Educar en el asombro En la segunda parte del libro, Catherine L’Ecuyer profundiza en cada uno de estos aspectos, abordando los siguientes temas: Libertad interior: el caos controlado del juego libre ¿Tenerlo todo? Establecer y hacer respetar los límites La naturaleza El respeto por sus ritmos La hiper educación: la generación Baby Einstein La reducción de la infancia El silencio Humanizar la rutina: el mismo cuento por enésima vez El sentido del misterio La belleza El feísmo El papel de la cultura Y como el índice del libro aquí recogido es bastante sugerente y yo ya he revelado suficientes detalles sobre el libro, os invito a leerlo y descubrirlo vosotros mismos.