La transformación pacífica de los conflictos sociales

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La transformación pacífica de los conflictos sociales
Entrevista a Paula María Bertol y Alejandro Nató 1
Por Natalia Messineo (Equipo Mediadores en Red L@ Revista)
(Extraída de Mediadores en Red. L@ Revista. Año II - Nº 6 – Julio 2004)
“No es razonable buscar cómo evitar toda frustración y todo conflicto. Es absurdo querer
extirpar toda agresividad en la educación, la vida profesional o en las relaciones
internacionales. Sin embargo, si los seres humanos quieren simplemente sobrevivir, han de
acostumbrarse a buscar otros medios que no sean la violencia para solucionar sus tensiones.
Es urgente que cada uno a su nivel invente nuevos comportamientos y nuevas soluciones
para los problemas que la costumbre tiende a resolver mediante la agresión. El valor aquí es
quizá menos importante que la imaginación” (Jacques Van Rillaer, “La agresividad humana”,
Barcelona, Herder, 1978).
Con alarmante frecuencia estamos asistiendo a situaciones de violencia relacionadas con reclamos
de diversos sectores de la población. Las escenas se repiten en las provincias argentinas y otros países en
todo el mundo, en una escalada directamente proporcional a la ausencia o ineficacia de las respuestas.
Nadie queda por fuera del riesgo, sea por la impotencia para encontrar soluciones, por la inseguridad,
por la incertidumbre en vistas al futuro o por un cierto sentido de responsabilidad comunitaria.
Quienes nos hemos formado para prevenir y resolver conflictos sentimos especialmente la urgencia
por generar formas de participación realmente superadoras y proactivas. Aspiramos a lograr una
presencia permanente en los mecanismos sociales de demanda y respuesta, integrando sin exclusión a
todos los actores.
Con ese objetivo y afianzando el valor del diálogo como herramienta, iniciamos en este número de
L@ Revista un intercambio de ideas con la Dra. Paula María Bertol y el Dr. Alejandro Nató, ambos
mediadores y miembros de nuestra fundación. Paula Bertol es, además, legisladora de la ciudad de Bs.
As., y Alejandro Nató ha sido, hasta el año pasado, Defensor del Pueblo de la misma metrópolis.
Esta inserción social –desde roles que por definición están destinados a escuchar y gestionar el
malestar ciudadano– combinada con una perspectiva particular –dada por la pertenencia a un
movimiento que busca la transformación pacífica de los conflictos sociales– definieron nuestro interés
por rescatar sus miradas en esta entrevista.
LR –El uso de la violencia directa evidencia un altísimo grado de agudización de las diferencias,
en el proceso de polarización que se da en los conflictos político-sociales. ¿Cuál es el rol que ejercen
los medios de comunicación en este proceso de polarización?.
PMB (Paula Ma. Bertol) –El rol de los medios de comunicación es un factor muy importante en esta
cuestión, dado que pueden aumentar la polarización de los conflictos políticos y sociales, e inclusive
marcar una agenda que no coincida con la realidad. La intervención de ellos puede derivar la atención
hacia cuestiones no principales, e instalar urgencias que no son reales. Los procesos de diálogos de paz
Paula María Bertol es Abogada (Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, UBA). Actualmente es Legisladora electa de la
Ciudad de Buenos Aires. Mediadores en Antioch University, Florida (USA, 1995). Especialista en Mediación Familiar y
Comunitaria. Miembro del Consejo de Administración de la Fundación Mediadores en Red, a cargo del Área Institucional de
esta Fundación. Coordinadora Académica de la Escuela de Mediación del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal.
Docente por concurso en la Cátedra de Derecho de Familia y Sucesiones. Reside en Buenos Aires. E-mail:
pmbertol@cpacf.org.ar. Alejandro Marcelo Nató es Abogado (UBA), mediador, especialista en conflictos públicos y Master en
Programación Neurolingüística. Es Consultor Senior BID en capacitación y mediación. Es miembro del Foro Mundial de
Mediación y de la Fundación Mediadores en Red. Docente titular de la cátedra de Derecho, en el CBC de la Universidad de
Buenos Aires. También en Resolución y Gestión de Conflictos en la Universidad Nacional de Barcelona y Universidad de VIC,
Cataluña, España; de la Universidad Católica de Nuestra Señora de la Asunción, Paraguay; de la Maestría en Resolución de
Conflictos, Universidad de Lomas de Zamora; del Postgrado de Gestión de Conflictos, de la Universidad Nacional del
Nordeste; y del Postgrado de Negociación y Resolución de Conflictos de la Facultad de Derecho de la UBA. Profesor invitado
de la Universidad de Sonora, México; del Diplomado en Mediación de la Facultad de Derecho, y de la Cámara de Comercio e
Industria de Álava, Ciudad de Vitoria, España. Disertante en el Seminario Internacional “Los Ombudsman Iberoamericanos
frente a la mediación y negociación de conflictos sociales”, Centro Iberoamericano de Formación de la Agencia Española de
Cooperación Internacional, Antigua, Guatemala. Representante a cargo del Proyecto de Investigación UR-BAL (EuropaAmérica Latina), Programa Mediamente. Ha publicado los libros “Las víctimas de las drogas” y “Mediación x 7”. En los
últimos años se ha dedicado a difundir, promover y desarrollar programas y proyectos sobre resolución alternativa de
conflictos en general, y comunitarios en particular. Reside en Buenos Aires. E-mail: alemarnato@hotmail.com
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más exitosos se desarrollaron fuera del alcance inmediato de la prensa y bajo acuerdos de reserva
formulados entre sus miembros, por ej., Sudáfrica y Guatemala.
AN (Alejandro Nató) –Los medios cumplen el papel de instalar los temas que generan impacto e
incidencia en la opinión pública y en la formación de las representaciones sociales (imágenes cognitivas
colectivas). Tienen su tiempo, su lógica y su propia dinámica. Entretienen y generan ganancias
económicas. Cuando los conflictos políticos y sociales son incorporados en la agenda de los medios, las
contradicciones en pugna se pueden llegar a agudizar. Por eso, lo recomendable es que cualquier
intervención que se realice con operadores de conflicto esté lo más alejada que sea posible de su radio de
actuación. Estimo importante que tengamos en cuenta que su presencia es garantía del no abuso de
poder de quienes históricamente en nuestro país no han tenido límites. Sin embargo, queda pendiente
definir cuál es su responsabilidad social, especialmente con el conflicto, que es un producto con el cual se
alimentan permanentemente.
LR - ¿Podemos, desde nuestro lugar de operadores en conflicto, pensar en un abordaje
preventivo?
PMB –Por supuesto que sí, a través de procedimientos que faciliten el diálogo, que incorporen a
quienes se encuentran fuera del conflicto y son capaces de entender y contener la escalada de violencia,
aportando elementos creativos externos a la bipolaridad del conflicto. El conflicto es positivo, en tanto
permita transformar su connotación destructiva, favoreciendo crecimiento y madurez. No es conducente
ahogar el conflicto sino permitir que se exprese, trabajarlo y construir a partir de él.
AN –Se deben reunir acciones que tengan características y aspiraciones comunes, con perdurabilidad
y proyección en el tiempo. Los movimientos sociales disputan el escenario público. En ciertas
oportunidades esa puja se manifiesta de modo eruptivo y violento. Se pulsean liderazgos y legitimaciones.
La creación de espacios de diálogo, de mesas de análisis común, de búsquedas de consensos, de
esquemas que contengan las voces de aquéllos que se encuentran despojados de su lugar (al decir de
Paolo Virno, su único lugar es la multitud que los contiene), será un colchón valiosos para amortiguar
posibles escaladas de violencia. Estos escenarios deberán gestarse para que cada sector aporte lo mejor
que tiene, en un marco de respeto, especialmente por quienes deben edificar una construcción social
colectiva.
LR –Como operadores en conflicto, ¿podemos promover procesos de transformación que eviten la
violencia indirecta o estructural?
PMB – Sí, en tanto se trabaje el conflicto no desde una visión jerárquica o piramidal, sino
relacionando y entrecruzando a los distintos actores y factores de poder. Incorporar en el trabajo de
facilitación equipos coordinados con suficiente autonomía, de tal modo que puedan apoyar a cada parte,
preparándolas para negociar en las mejores condiciones. Pero no debemos engañarnos, el trabajo técnico
debe estar sustentado por “la política”, que es la que tiene a su cargo la responsabilidad de dar
respuestas a las necesidades básicas, en manos del Estado.
AN –Hace tiempo que vengo sosteniendo que la violencia estructural debe ser atendida por la
política y no por la técnica. No se puede mediar el hambre, el desempleo, la desnutrición infantil, la falta
de vivienda, etc.. Esto requiere respuestas por parte de políticas públicas orientadas en ese sentido. La
violencia estructural atenta contra los derechos humanos básicos, es deshumanizadora y es, por cierto,
una fuente generadora de violencia. Pedirle a la gestión del conflicto que dé respuestas, implicaría poner
estas herramientas al servicio de un sistema que busca su consolidación en la conformidad. Nosotros,
que abrazamos la causa de la transformación pacífica de los conflictos, somos los primeros que debemos
estar atentos para no entrar en un juego perverso.
LR -¿Qué acciones se deberían llevar a cabo para promover y potenciar procesos de
transformación pacífica de los conflictos políticos y sociales?
PMB –Para promover y potenciar procesos de transformación pacífica es necesario implementar
programas sostenidos de educación para la paz desde la pequeña edad en las instituciones educativas;
incentivar procesos de formación de formadores en no violencia y construir mediadores en resolución de
conflictos políticos-sociales. Es preciso revisar la legislación vigente y proponer reformas que lleven a un
orden jurídico que sea útil para todos, asegure la libertad, proteja a los ciudadanos, pero que no signifique
respuestas de mayor violencia a situaciones de violencia, sino construcción participada de normas que
lleven a la resolución de conflictos.
AN –Promover en cada municipio y en el tercer sector, actores involucrados con políticas de
fortalecimiento comunitario, de fuerte sentido identitario, de cohesión social, de trabajo en red, con
operadores capacitados para la atención de los conflictos comunitarios, como son los públicos, los
vecinales y los multiculturales. También contribuir en la construcción de los sujetos a nivel individual, para
la potenciación de sujetos colectivos que puedan estar sentados en una mesa de diálogo como una
verdadera minoría activa, que es la única garantía de equidad para cualquier instancia negociadora
futura. Fortalecer los actores sociales es un rol fundamental que tienen quienes formen parte de estos
movimientos por la paz social.
LR -¿Cuál es el rol que debe cumplir el Estado, y cuál sería el rol de los múltiples actores de la
sociedad civil (organizaciones comunitarias, ONGs, minorías, medios de comunicación, etc.)?
PMB –El Estado debe cumplir con su obligación indelegable de brindar seguridad a los ciudadanos en
un marco de legalidad. La hipótesis de máxima a la que aspiro es que la sociedad civil posea las
herramientas para intervenir como pacificadora en los conflictos, desactivando los actos violentos a
través de diferentes intervenciones. Para ello debe capacitarse a los actores. Es preciso imprimir un
mayor ímpetu en las decisiones políticas, que contemplen a los métodos alternativos de resolución de
conflictos como una verdadera política pública.
AN –El Estado no debe judicializar los conflictos sociales. La justicia no tiene respuesta para ellos.
Esto lo prueba que cada vez que se expidió la justicia en causas atinentes a la protesta social, se agudizó
el conflicto. Es muy ilustrativo el fallo reciente de la Cámara de Casación Penal, que generó una reacción
desmesurada por parte del movimiento piquetero (más de doscientos cortes de rutas en el país y una
movilización a la Cámara, como demostración de repudio). Ni hablar del bochorno que simbolizó el caso
Bruckman, donde se terminó negociando –después de reprimir por orden de desalojo judicial a los
trabajadores de esa empresa– con quienes la justicia consideró “intrusos”. Los gobiernos deben tener
equipos especialmente formados o contratarlos al efecto, para la gestión de este tipo de conflictividad.
Las organizaciones no gubernamentales que forman parte del movimiento por la paz se tienen que unir
en función de este objetivo común y poner a disposición sus mejores cuadros para ser artífices de
intervenciones útiles.
LR -¿Cómo desarrollar en nuestra sociedad espacios para la construcción del Tercer Lado, que
promuevan y potencien estos procesos de transformación?
PMB –Estos procesos de transformación pueden promoverse y potenciarse a través de diversas
acciones: difundir los contenidos de la resolución pacífica de conflictos, a fin de que los ciudadanos
comprendan su utilidad y se apropien de sus posibles alcances; generar espacios de diálogo, relacionando
a la sociedad con los actores políticos, reconstruir el puente de la relación entre los representados y
representantes; comunicar con veracidad los hechos y responder las demandas de la ciudadanía, dentro
de lo posible y limitado a cada espacio político, regenerando confianza y el deseo de los ciudadanos de
contribuir a resolver situaciones colectivas; trabajar con la prensa y los medios de comunicación en la
construcción de procesos democráticos, que aseguren información cierta, comprobada, objetiva;
promover actividades con las organizaciones no gubernamentales a fin de disminuir los índices de
violencia y conflictividad, que nuestra sociedad presenta como producto de demandas insatisfechas, de la
constante apología de la violencia, y de su necesidad de ajustarse a vivir en crisis permanentes.
AN –La cultura de paz tiene que estar en las escuelas, entre nuestros chicos. Existe cierto error en
esperar que ellos nos transmitan valores a los adultos (como de hecho lo hacen en el cuidado del medio
ambiente), esto no es correcto. El trabajo con ellos tiene que tener como objetivo el mediano y largo
plazo. Necesitamos construir y diseñar nuestro futuro. Se debe promover –y de hecho lo hemos realizado
el año pasado– en las distintas ONGs de la Ciudad de Buenos Aires, con la Defensoría del Pueblo (y lo
estamos haciendo con otras Defensorías del Pueblo del Interior) la formación de multiplicadores en
gestión y transformación del conflicto, con el objeto que formen parte de Círculos de mediación y no de
Centros de mediación. Con esto quiero decir que formen anillos bien anudados, en redes atentas respecto
al conflicto social, como herramientas preventivas ante la posibilidad de la existencia de la violencia.
LR -En relación a los hechos ocurridos el viernes 16 de julio en la legislatura de la Ciudad de
Buenos Aires, ¿qué tipos de procesos participativos se hubieran podido realizar antes del estallido del
conflicto?
PMB –La paz social se construye y como tal requiere de acciones concretas que descompriman la
violencia generalizada, de una comunidad con índices tan altos de conflictividad como la nuestra. Creo
que hubiera sido adecuado contar con un grupo de negociadores especializados en disturbios ciudadanos,
a fin de que actuaran en situaciones de calle desde muy temprano ese día, para poder no solo detectar
los focos conflictivos, sino también intervenir con técnicas adecuadas para frenar la vertiginosa subida de
las situaciones que desembocaron en conductas delictivas.
AN –Principalmente evitar los dobles mensajes. En este tipo de conflictos, el Gobierno tiene un rol
central. El hecho anterior y el modo de atención a ese conflicto ofició de antesala, me refiero a la toma de
la comisaría de La Boca. Existía en el ambiente una sensación térmica de que la policía no iba a participar
ante nuevos hechos de violencia. Los mensajes equívocos de esa semana tuvieron como correlato una
violencia descontrolada y desenfrenada, motivada por actores sociales que no se habían expresado y
menos aún con esa virulencia. Es paradójico que la discusión parlamentaria del Código de Convivencia
muestre lo peor de nuestra convivencia. La disuasión no puede ser un recurso descartable, especialmente
cuando predomina la sinrazón atentando contra el patrimonio y la seguridad de todos, pero obviamente
ella debe tener límites: los palos, los gases, las armas letales no deben estar presentes. Los propios
ámbitos de la democracia participativa –para ello están las Comisiones en la Legislatura–deben prevenir
situaciones de este tipo, generando mesas de diálogo permanentes, con aquellos sectores que pueden
llegar a ser afectados, como de hecho ocurrió con el Código de Convivencia. Es imposible no prever que
habrá conflicto cuando legislaron poniendo límites a negocios millonarios informales de una megalópolis
como Buenos Aires.
LR -¿Es posible iniciar ahora un proceso participativo de diálogo? ¿Quiénes serían los actores
involucrados?
PMB –Partiendo de la premisa que la Sociedad la conformamos “todos”, creo que es posible y
necesario iniciar un proceso de diálogo, que nos permita llegar a soluciones consensuadas en problemas
tan sensibles de nuestra comunidad. Haciendo un análisis pormenorizado de lo que sucedió en la
Legislatura, debo aclarar que el proceso de diálogo en el caso de la legislatura fue iniciado en el mes de
enero, convocando a todos los actores interesados que concurrieron en su gran mayoría al seno de las
comisiones encargadas de llevar adelante este tema. Tal vez no se contó en esas oportunidades con
especialistas que aplicaran las técnicas propias de los procesos de facilitación, donde primara la
búsqueda de consenso y la escucha activa estuviera presente en forma permanente, pero se intentó
convocar a todos y en igualdad de condiciones. En un proceso participativo de diálogo destinado a
alcanzar un acuerdo en temas legislativos, se requiere de la intervención de todos los actores:
legisladores, funcionarios legislativos, asesores, sociedad en general, sectores involucrados, grupos de
interés y representantes de otros poderes del Estado.
AN –A mi entender, siempre se está a tiempo de general escenarios de diálogo.
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