Ética y educación en valores PRÓLOGO Actualmente, la enseñanza de la ética y de los valores se está invocando cada vez con mayor frecuencia. Esta creciente necesidad de la formación ética, aunque se ha hecho especialmente perentoria en la época presente, no es nueva, sino que se pone en evidencia en los momentos de crisis moral, personal y social. Entonces se manifiesta una característica propia de los valores: si no van en aumento, decrecen. Es decir, en una sociedad no se puede esperar que los valores nazcan, crezcan y florezcan por sí solos, sin el trabajo de cultivarlos. La consistencia ética de una persona y de una sociedad no está garantizada. A veces sucede que cuando los miembros de una sociedad viven sin practicar los valores, la moral social es sólo una apariencia, que tarde o temprano muestra su verdadero rostro. 10 Genara Castillo Córdova Toda crisis se define por la insuficiencia de recursos para afrontar situaciones nuevas. En el caso de la crisis de valores, ésta es una llamada de atención que pone de manifiesto ese déficit. Lo bueno de toda crisis es precisamente que se puede salir de ella incrementando esos recursos que se declaran escasos. Así, cuando se presenta una crisis moral se exige aumentar los recursos morales, y en este sentido invoca un crecimiento. El asunto es que la moral social se fundamenta en la moral personal. No es verdad la tesis que sostiene que la moral pública está separada de la moral privada. Es difícil que, en el ámbito público pueda regir la justicia, cuando en el ámbito privado cada quien vive injusta, e individualmente. Además, el significado de la autonomía, se reduce al propio juicio moral que subjetivamente se hace el individuo, basándose muchas veces en simples preferencias emotivas. Es necesario, por tanto, una renovación moral de las propias personas que pase por la revisión de los fundamentos en los que se sostiene. A esta tarea pueden contribuir especialmente las instituciones educativas. Aunque es una sociedad las instituciones sociales básicas presentan crisis en los valores, si hay falta de autoridad moral en los gobernantes, si los mensajes que nos presentan los medios de comunicación confunden, si la familia no tiene la suficiente cohesión; a pesar de esto no podemos evadir el reto de tratar de proporcionar fundamentos sólidos para la educación en valores, y en la medida de lo posible involucrar en esa tarea a la familia que es la institución social básica. De lo contrario, es evidente que el clima de confusión y de deterioro se pueda hacer más hondo. Afortunadamente, todavía tenemos reservas morales. Los puntos de referencia todavía están claros, y los seres humanos nos resistimos a vivir sin valores. Ética y Educación en Valores 11 Así, por ejemplo, dentro de una sociedad la mentira sólo se abre campo a expensas de la verdad, es decir, que si ésta no existiera nadie se tomaría la molestia de mentir, ni tampoco de confrontar los hechos con la verdad. Sin la sinceridad no se podría distinguir la hipocresía ni el engaño. En lo que toca al ámbito propio de la pedagogía se podría recordar que desde siempre la ética ha ocupado un lugar muy importante en la teoría y en la práctica docente. La actividad educativa es esencialmente moral, en primer lugar porque es una actividad libre cuya condición de posibilidad la dan dos valores básicos: el respeto al alumno y la búsqueda de la verdad. Sin embargo, como sabemos bien, esta tarea, presenta algunas dificultades. Una de ellas es la propia complejidad de la educación moral, y en especial la dificultad que presenta una adecuada profunda y eficaz enseñanza de los valores. A veces, por ejemplo, uno se encuentra ante requerimientos de profesores que piden técnicas para la enseñanza de los valores. Sin embargo, no bastan las técnicas de enseñanza moral, sino que también se requieren profundizar en los fundamentos de la misma, de lo contrario las técnicas no salen bien o están mal integradas. Justamente, uno de estos errores es el que afecta a la práctica educativa: el funcionalismo, que pretende no atender a los contenidos de la moral, sino sólo a los elementos procedimentales, adoptando sistemas donde sólo se tiene en cuenta el desarrollo “aséptico” de la conducta, sin contar con la persona y los contenidos morales que se transmiten. Otro de los errores que se refiere a los fines de la educación moral es proponerse como la única, si no la más importante finalidad, la simple autonomía del educando, con lo cual al final se deja al alumno a expensas de su propia 12 Genara Castillo Córdova subjetividad, de sus preferencias, basadas muchas veces, en un mero emotivismo o en una simple postura, sostenida por unas cuantas ideas que no resisten el mínimo análisis, y que además encierra una postura filosófica en la base. Aunque es verdad que la enseñanza moral tiene que ser abierta y fomentar un clima de libertad y apertura no puede desentenderse de los contenidos y de los principios morales. Sistema abierto no es lo mismo que neutral, porque la apertura hace referencia a los métodos, a las “maneras” de enseñar los valores, con toda la libertad y el respeto que el alumno se merece, pero no hay enseñanza neutral en cuanto a los contenidos. La metodología no suple a los contenidos. Tampoco los contenidos son conceptos vacíos, sin fundamentación alguna. No se trata de dogmatizar sino de ayudar a descubrir la verdad que se encierra en la naturaleza, en la persona humana y esto no son simples dogmas, sino que tienen una clara fundamentación filosófica, antropológica y ética. Por otra parte esa profundización en los valores ayuda a actuar coherentemente. Un docente siempre transmite mensajes, con contenidos, superficiales o profundos, es inevitable esta comunicación. Se quiera o no, sea uno consciente o no, estamos dando contenidos siempre, porque los alumnos se dan cuenta de lo que hacemos y también de lo que dejamos de hacer, y esos mensajes, aún inconscientemente, tienen una gran influencia en ellos. Así, la calidad de la educación no la hace sólo las modernas tecnologías, sino el nivel profesional y ético de los profesores. Ése es el reto del próximo milenio. Se prevé una abundancia tal de recursos tecnológicos en la enseñanza que pareciera que la figura del maestro podría sustituirse por la pantalla de un computador. Sin embargo, lo que no podrán hacer las tecnologías es enseñar los valores, porque ésos sólo Ética y Educación en Valores 13 se aprenden en el contacto diario con una persona, aprendiendo de su autoridad moral, en una comunicación profunda que va más allá de lo que se ve, lo cual no puede hacer una máquina. Aristóteles solía decir que la virtud no se encuentra en los libros, sino en el hombre virtuoso. Su teoría de la virtud, aunque no posee las riquezas de la virtud cristiana porque él era un filósofo pagano, es un gran aporte para la educación moral de todos los tiempos. La educación moral involucra a todo el educando, a su inteligencia, su voluntad y su afectividad, todas estas dimensiones tienen que estar bien integradas en una correcta finalidad de la práctica moral. A veces, poner el énfasis exclusivamente en la dimensión cognitiva ha llevado a que la asimilación de los valores se quede en el simple proceso cognitivo, a menudo reducido a sus fases psicológicas o sólo procesuales, sin articular profundamente la integridad de la persona humana y de sus capacidades. Si bien la educación moral no puede quedarse en la formulación de la educación del carácter igual que hace un siglo, es necesario no perder de vista lo fundamental. Evidentemente, educar en valores hoy requiere de nuevos métodos, pero no en principios relativistas, ni adoctrinantes, sino basados en principios y contenidos verdaderos. Se precisa, pues, de sabiduría, teórica y práctica del profesor. Aquellas dos van muy unidas: no se puede renunciar a la teoría, ni dejar de atender a su dimensión práctica, ya que como dice Aristóteles, “No emprendemos esta pesquisa para saber qué sea la virtud –lo cual no tendría ninguna utilidadsino para llegar a ser virtuosos” (Ética Nicomaquea, I, 13) Finalmente, como la formación moral, aunque necesaria, no es suficiente para educar en valores; es conveniente que los profesores nos animemos a una exigencia moral cada vez mayor en nuestra vida práctica, ya que es el ejemplo lo que 14 Genara Castillo Córdova en definitiva mueve a los alumnos a intentar meter también esos valores en su vida. Como sabemos, no es tarea fácil. Pero no podemos dejar que se imponga la idea de que la educación en valores es utópica y degenere en una falta de compromiso por parte de los profesores. No podemos dar lugar al pesimismo. La verdad termina siempre por imponerse, y nuestros alumnos esperan el ejemplo alegre y esperanzador de un maestro que con su vida les enseñe las lecciones más importantes. En el presente manual intentaré dar los conocimientos muy básicos sirviéndome también de alguna didáctica que pueda servirnos como invitación a profundizar en la enseñanza teórica y práctica de la ética y en la educación en valores. En esta tarea está comprometido no sólo el desarrollo ético de nuestros alumnos sino también el nuestro. A esa tarea quiere contribuir este libro, que quiere ser una ayuda en ese difícil pero apasionante aprendizaje del saber vivir. Es más, un maestro aspira a ser un compañero de viaje, un amigo que en este mar de la vida, nos ayude a recordar los principios que sobre el bien y el mal están inscritos, en definitiva, en nuestra propia conciencia. Vamos a comenzar y recomenzar una constante formación y a renovar un esfuerzo ilusionado en hacer realidad esos principios y valores. *** Finalmente es muy grato para mí agradecer a los directivos de Value Investments Perú por el apoyo económico sin en cual el presente libro no se hubiera podido editar. De modo especial agradezco la paciencia y eficiente colaboración de la Sra. Sandra Velásquez de Palma en la redacción diagramación y diseño de la carátula del presente libro