la educación del amor humano

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SEGUNDA PARTE
LA EDUCACIÓN
DEL AMOR HUMANO
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Genara Castillo Córdova
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Educación de la Afectividad
I
EL SIGNIFICADO DEL AMAR:
¡QUÉ BUENO QUE EXISTAS!
La realidad del ser humano es sumamente
interesante y admirable. Filósofos, psicólogos, literatos,
biógrafos, etc. han tratado de penetrar tantas veces,
más de veinte siglos, en su naturaleza, su ser, sus
manifestaciones, sus profundas riquezas y también en
las quiebras de la condición humana; todo lo cual ha
sido puesto de relieve de múltiples maneras. Por ejemplo,
en Filosofía del hombre, hoy llamada Antropología
Filosófica, se han escrito miles y miles de tratados. Desde
aquella famosa frase socrática: “Hombre, conócete a ti
mismo”, mucha tinta ha corrido.
Las interpretaciones del ser humano han sido
numerosísimas y no nos podemos detener ahora en ellas.
Lo que es importante recordar en el asunto que nos
ocupa, es la vocación fundamental del ser humano, el
amar aquello a lo que está llamado y que está muy
relacionado con el sentido de la vida. Sin embargo, como
es sabido, esta realidad tan noble se ha venido
oscureciendo; la misma palabra amor se ha vaciado de
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Genara Castillo Córdova
contenido, hasta llegar a significar lo contrario, al punto
de convertirse hasta en una mala palabra. Siendo el
amor lo más importante del ser humano, es necesario
quitar el barro que interesadamente se ha tirado encima
de esta joya, para conocer su verdad, para verla con
ojos limpios y para atreverse a vivirla en toda su
profundidad.
El ser humano nace del amor y está llamado al
amor. Según Tomás de Aquino, el amor es el don
primordial, porque a partir de él se nos dan todos los
demás dones, es el pre-requisito, y con él nos vienen
todos los demás bienes.
Estamos llamados al amor. Desde el Amor venimos,
hacia Él vamos y sólo podremos desarrollarnos en la
medida en que vivamos en el amor. Por eso, todos
buscamos –aún inconscientemente– el amar y el ser
amados. Sin embargo, el asunto medular es acertar en
el amor, aprender a amar verdaderamente. Por otra parte,
la falta de amor origina alteraciones muy serias en el ser
humano. Por ejemplo, un niño necesita del amor de sus
padres. Si un niño crece sin amor, tiene muchos problemas
en su desarrollo, no sólo emocional, sino inclusive físico.
El amor es el regalo primordial y por eso es
indispensable. Es conocido el caso de aquel hospital en
que se tenía a los niños recién nacidos en medio de
todos los cuidados y comodidades materiales, pero que
tenían un déficit de amor, especialmente porque no
contaban con sus madres. Así a pesar de aquellas
condiciones materiales y puestos a crecer, poco a poco
los niños iban decayendo, enfermando y hasta muriendo.
Mientras en otro lugar, se seguía con atención el
Educación de la Afectividad
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desarrollo de unos niños que no tenían un hábitat de
lujo como el primero, pero que contaban con el calor y
el cariño de sus madres. Estos últimos salieron adelante
todos.
Después de que nacemos, vamos pasando por la
infancia, la niñez, la juventud, la madurez y la tercera
edad, siempre requiriendo del amor. Y lo que es más
importante todavía, a través de todas esas etapas es
condición imprescindible para desarrollarse, no sólo recibir
amor sino especialmente darlo.
Dar amor es correlativo a saberse amado. Sólo
entonces es posible un desarrollo normal. La psiquiatría
actual abunda en ese requerimiento. Sólo madura como
persona aquel que progresa en el amor. El encerramiento
en sí mismo es fuente de lo que antiguamente se llamaba
neurosis y que hoy se encuentra dentro de las llamadas
«alteraciones de la conducta». Como es sabido,
actualmente, en muchos casos el deseo de placer y el
deseo de poder han cerrado el paso al sentido vital, el
cuál sólo se encuentra en el amor verdadero.
Por ello, se podría decir que Freud ya está
relegado a la historia de la psiquiatría. Los jóvenes hoy
tienden a considerar que lo que más desean no es tanto
satisfacer su libido, sino tener un sentido en sus vidas,
porque aún satisfaciendo aquella, pueden quedarse en
un profundo vacío existencial. Tal como están las cosas,
es bastante probable que la tendencia a encontrar el
sentido de la vida se haga más aguda en el futuro. El
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Genara Castillo Córdova
asunto del sentido de la vida es apasionante, y aunque
no podemos dedicarnos ahora a desarrollarlo, sí lo veremos
brevemente al final, para proponerlo a la reflexión de los
jóvenes.
Por otra parte, en realidad, el amor humano es
de una gran riqueza y abarca todo el campo de las
relaciones interpersonales significativas; por ello dentro
del amor humano se pueden diferenciar algunas clases
de amor: el amor maternal, el amor paternal, el amor
fraternal, el amor filial, el amor amical, el amor conyugal.
Es significativo el hecho de que en todos los
casos, la frase amorosa fundamental y latente sea: “¡Qué
bueno que existas!”, “¡Eres muy bueno, muy valioso,
muy importante!”. Esto quiere decir, que el amor atañe a
lo más profundo de nuestro ser, que gracias al amor
somos refrendados en él. Evidentemente, este
reconocimiento de nuestro ser como algo bueno causa
inmensa alegría.
¡Qué bueno que existas! es la frase que tácita o
explícitamente se encuentra en todas aquellas clases
de amor: una madre se lo demuestra continuamente a
su hijo, los hermanos, los hijos, los amigos, los
enamorados, los esposos, también lo dicen en muchos
detalles.
Todos esos amores humanos –sin darse cuenta–
están reconociendo el acto creador divino, amorosísimo,
con el que fuimos puestos en la existencia, aquel acto
de amor por el que Dios nos pensó como alguien amable,
cuya existencia sería algo muy bueno, y ese amor
todopoderoso llegó con su solo Querer –lo que no
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podemos hacer los seres humanos– a darnos la
existencia.
Ese acto de amor divino se vuelve a renovar en
cada una de sus criaturas en cada momento de su vida.
Por eso los amores humanos serán realmente tales si
beben de aquella fuente creadora –amor personalísimo–
de la que han salido: el Amor Divino.
Así pues, para entender el amor humano –sin
hacerlo banal– hay que partir de aquella reafirmación en
el Ser radical. La misma experiencia nos da noticia de lo
impactante que es esa reafirmación. Por ejemplo, un
joven cuando vive su primer enamoramiento lo
experimenta como un gran acontecimiento, que se
manifiesta en alegría.
¿Por qué esa alegría?. Porque de pronto descubre
que él es importante para alguien. Es probable que hasta
ese momento sólo haya vivido con el amor de sus padres,
hermanos, familiares, amigos. Pero, he aquí que hay
alguien que se interesa por él de un modo nuevo. Y
entonces aquel muchacho piensa, y si no lo piensa lo
intuye: “Si yo soy alguien para ‘ella’ es que valgo”. Todavía
tendrá que trajinar mucho en el camino del amor, pero
ese despertar es muy significativo.
Éste es el gran acontecimiento de la vida humana.
El mismo Evangelio (Buena Nueva), tiene en la entraña
esa buena noticia de que somos amados nada menos
que por Dios mismo. Por ello, el amor divino es
fundamental en todo ser humano, porque pueden fallarle
todos los amores humanos, y, sin embargo, el amor divino
no le defraudará, no le traicionará nunca.
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Genara Castillo Córdova
Podría ser, inclusive que -como se dice- alguien
“no tuviera ni padre, ni madre, ni perro que le ladre” y
sin embargo Dios le sigue amando.1De ahí también
que la falta de amor a Dios se manifieste en tristeza.
Acidia es el nombre que recibe la tristeza de no alcanzar
a Dios. En esa situación el sujeto experimenta una
nostalgia, como si algo importante le faltara.
¡Qué bueno que existas!. No sólo es el comienzo
del amor, sino también su desarrollo, y en esa clave está
la superación de las diferentes crisis. Por ejemplo, en el
amor conyugal, aquella frase se precisa en el momento
del perdón. Por muchas que sean las heridas recibidas,
una señora no puede dejar de decirla y viceversa. Si no
se dice, se da un paso hacia la puerta de salida: el
divorcio.
En definitiva, el amor (darlo y recibirlo), es
fundamental en la vida humana. De ello depende el
desarrollo y la felicidad de todo ser humano. Nos
podríamos detener largamente en este punto, pero de
alguna manera se verá a lo largo de los siguientes temas,
ya que todos ellos están enclavados en ese meollo tan
radical.
1
También en la sicopatología se puede ver que es muy significativo
el hecho de que en las terapias más efectivas se encuentre con un
acercamiento religioso, el especial el amor divino. Esto no sólo se
da en terapias de drogadictos o alcohólicos, sino también en la
superación de muchas de las llamadas neurosis, especialmente
de la angustia vital, y en general los temores de cierta índole.
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Finalmente, y antes de empezar a desarrollar los
temas pertinentes precisaremos que, aún siendo todos
los amores humanos importantes, nos vamos a detener
en un solo tipo de amor humano: el que existe entre un
hombre y una mujer y se orienta a la vida conyugal en el
matrimonio.
Lo primero que hay que decir es que el amor
verdadero no se reduce al sentimiento. A veces se dice
que el amor es ciego cuando tendría que ser todo lo
contrario, muy lúcido. Por ello, no hay excusa para lo
que se propone tantas veces a través de diferentes
medios de comunicación, no se puede reducir el amor
humano al amor pasional. Aunque éste se dé, es
importante tener la cabeza en su sitio porque es mucho
lo que está en juego. Como decía Hegel, la pasión fuerte
es la pasión fría, porque la otra desaparece pronto. Por
eso hay que acudir a la inteligencia y la voluntad, que
son las que tienen que estar presentes en el
enamoramiento porque éste tiene que ser muy lúcido y
muy generoso, es una empresa bastante seria, especialmente porque está orientado al matrimonio y a la
constitución de la familia humana.
Para educar en este aspecto hay que ayudarles
a los jóvenes a que distingan que –en vistas al
matrimonio–, entre un hombre y una mujer existen por lo
menos tres tipos de amor humano: el amor de amigos, el
amor de enamorados o novios y el amor conyugal.
Considero que hacer esta diferenciación es un punto de
partida elemental si un joven sabe que está llamado al
matrimonio. Tenerlos en cuenta es de una gran ayuda,
guarda limpio el corazón, lo protege de “experiencias”
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Genara Castillo Córdova
innecesarias o entorpecedoras, y mantiene un tono
emocional bastante equilibrado.
1. El amor amical
Hay quienes sostienen la teoría de que entre un
hombre y una mujer no puede darse el amor de amistad,
porque no conciben que ese amor pueda darse
desinteresadamente y que por tanto le faltaría una
condición clave en la amistad. Sin embargo, el amor de
amistad tiene muchas variantes, se da entre personas
del mismo sexo y también es posible entre un hombre y
una mujer, ya que sí es posible que cada uno procure el
bien del otro desinteresadamente, valorándole en sí
mismo.
Este tipo de amistad, como todas las demás,
empieza con el trato, el cual da lugar al conocimiento.
Evidentemente, el trato entre dos personas de diferente
sexo debe ser discreto y guardar cierta reserva prudente,
especialmente si una de las personas estuviera
comprometida.
Actualmente, con la presencia de la mujer en
todos los campos laborales, sociales, académicos, puede
presentarse el caso de tener que coincidir con personas
que no siempre son solteras. En ese caso, la amistad
guarda una prudente distancia, empezando por algo tan
sencillo como es el tratar de “usted” y no transigir nunca
–por ningún motivo– respecto a evitar la confidencia, es
decir, que es mejor no “contar las cosas íntimas”, a la
otra persona, porque eso une mucho. La amistad es un
Educación de la Afectividad
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intercambio de bienes, pero eso no se hace ciegamente,
sino que hay que pensar lo que se da y en las condiciones
de la otra persona que recibe.
En cambio, si las dos personas están libres de
compromiso, es posible que se produzca un mayor
“acercamiento” y empezar, a medida que se va
conociendo a la otra persona, a compartir con ella y
contarle las cosas personales: “me ha sucedido esto”,
“haré esto otro”, “pienso esto”, “quisiera tal cosa”. Con
el tiempo, se ve si la otra persona es digna de su
confianza, por lo que puede contarle cosas más
personales, como proyectos, ideales, etc. En este
proceso amistoso no se ha de perder de vista la finalidad
de lo que se da: procurar la mejora del otro.
Desde el inicio, la amistad debe tener dos
condiciones, que son también las de todo amor humano
verdadero, el de ser muy lúcida y muy desinteresada.
Hay que pensar cuál es el verdadero bien del otro, y
luego tratar de procurárselo, de manera que en cuanto
se vea la amenaza del egoísmo, se reaccione enseguida
con decisión.
Así, en el nivel de la amistad, uno no puede
apegarse a esa amistad con deseos de exclusividad. Lo
único que justifica el amor de amistad es la ayuda y el
perfeccionamiento mutuo, sin más. Si se cuida esto, el
corazón está “advertido” y la amistad se mantiene como
tal.
En este marco, el amor de amigos es diferente al
de enamorados o novios. Inclusive se puede ser amigos
sabiendo que nunca se llegará a nada más. Se pueden
158
Genara Castillo Córdova
aceptar las diferencias y la vida, el pasado, de la otra
persona, porque eso no “afecta” ese tipo de amistad.
Por ejemplo, si con el paso de los años, una de las dos
personas le cuenta acontecimientos de su vida anterior
que tal vez –o sin tal vez– fue bastante desordenada,
en el aspecto laboral, sexual, etc., aquello se acepta, y
se continúa la amistad.
Sería algo diferente si se tratara de novios, en
que cabría preguntarse, reflexionar y observar
atentamente hasta qué punto permanecen todavía
rezagos o consecuencias de esas experiencias o
inclinaciones, por ejemplo, para la vida conyugal. Tendría
que pensarse, no para juzgar, sino para estar prevenidos.
Eso es necesario debido a que el enamoramiento va
orientado a la vida conyugal dentro del matrimonio y
también está la responsabilidad de elegir bien el padre,
o la madre, que se le va a dar a los hijos.
Es diferente si sólo se trata de un amor de
amistad, ya que se intenta, dentro de lo posible, y siempre
que el otro lo necesite, de ayudarle –si fuera el caso–,
¡también a conseguir esposa o esposo! Se trata de una
amistad desinteresada. Por ello, si no llegan al noviazgo
no hay “traumas”, ni experiencias dolorosas. De esta
manera se conserva el corazón intacto, se continúa la
vida con la más absoluta normalidad.
Conseguir la limpieza o rectitud de intención es
muy importante, porque cuando se sabe que sólo había
que llegar a la amistad, y no se la defiende –contra
viento y marea–, para que sea sólo eso y nada más,
entonces se ha obrado con irresponsabilidad. Los
sentimientos propios y ajenos hay que cuidarlos y no se
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debe jugar con ellos sometiéndolos a cualquier experiencia.
Esta responsabilidad se tiene de manera especial si se
tiene vocación al matrimonio, ya que hay que cuidar esa
llamada que se tiene de manera personal.
Esa vocación al matrimonio es muy seria y si se
descuida se puede dar lugar a experiencias que luego
“perturben” el encuentro con aquella persona con quien
la Providencia ha dispuesto que se forme un matrimonio
y una familia. Por ejemplo, si por poca reflexión y ligereza
se ha tenido una experiencia dolorosa en el plano
amoroso, la persona queda herida, y si no se cura
adecuadamente queda en mala situación para empezar
una relación de enamoramiento y noviazgo cuando sea
el momento.
Es necesario cuidar las tendencias y nuestros
sentimientos. No importa si a veces nos dicen cosas
como “no pienses mucho” porque en aquello que es
importante, conviene pensar mucho, y no debemos tener
temor de pensar, ya que es muy valioso lo que está en
juego. Las experiencias de la afectividad condicionan
de alguna manera la disposición de la afectividad en el
futuro, y de eso somos responsables todos.
2. El amor de enamorados o novios
En la amistad que vimos anteriormente, se
compartía por lo general, una cierta intimidad en el
sentido de contar los acontecimientos, y alguna vez los
estados de ánimo, especialmente si se veía que la otra
persona podía ayudar. Aunque se viera y se hablara con
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Genara Castillo Córdova
la otra. persona todos los días, la amistad –si es lúcida y
generosa– se dirige principalmente a ayudarle en lo que
podamos. Con todo, en la simple amistad no ha ocurrido
todavía el gran acontecimiento del enamoramiento.
¿En qué consiste este acontecimiento?. Es un
encuentro, una especie de deslumbramiento. Se basa
en el conocimiento que hace posible el descubrimiento
de la otra persona. Sucede cuando al ir conociendo a
una persona nos damos cuenta de lo que es y entonces
uno se deslumbra. En ese acontecimiento se descubre
el ser verdadero y bello de la otra persona, y con ello se
ve que uno es un gran bien para la otra persona y ésta
también para uno.
Es decir, en el descubrimiento de la otra persona
no sólo se le descubre a ella sino que también uno se
descubre a sí mismo. ¿De qué manera sucede esto?
Cuando uno “se ve” en la otra persona y viceversa. A
partir de ese momento, aguarda una gran tarea, la
maravilla que es que la otra persona logra que uno “saque”
de su interior lo mejor y viceversa.
Se trata de un encuentro muy personal con la
verdad de la otra persona del que uno se queda
deslumbrado. Evidentemente que aquí cuenta mucho el
tipo de personalidad y las experiencias anteriores (razón
por la cual insistimos en el apartado anterior en estar
vigilantes). Si se va a este encuentro con la mirada
limpia y el corazón entero, no manoseado por anteriores
experiencias, se está en mejores condiciones para
reconocer y aceptar la verdad de la otra persona.
Educación de la Afectividad
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Decíamos que era personal este encuentro y esto
se debe también al tipo de personalidad que se tenga. A
esto se le ha llamado a veces “complementariedad”, pero
en realidad, si se posee buenas cualidades se tiende a la
semejanza, buscando en la otra persona aquello que
uno considera un bien. De lo contrario repelería; y en
cuanto a los propios defectos se busca apoyarse
complementariamente en las cualidades de la otra
persona.
Este encuentro personal, de “uno” y “una”, con
todo lo dicho anteriormente marca el enamoramiento,
como primera etapa en el largo camino del amor humano.
Se trata de un deslumbramiento, uno se encuentra con
la verdad de aquella persona y uno dice: “éste(a) es”,
incluso a veces se dice o se piensa: “te vengo buscando
por muchos años”, entonces se despliega la dinámica
afectiva más intensamente.
De esta manera empieza el amor humano, como
un descubrimiento, pero enseguida da lugar a una tarea:
la de procurar el bien del otro. Es aquí cuando la lucidez
y la generosidad deben intensificarse. Actualmente, es
necesario insistir en que no es verdad que el amor sea
ciego, sino que el verdadero amor es muy inteligente y
muy generoso.
Esa tarea cambia, marca la vida. La presencia y
el trato con la otra persona hace que surja en nosotros
lo mejor, y eso es lo novedoso. Por esto uno ve que su
vida no puede ser igual después de haber conocido a
esa persona, que su vida se divide en dos, e incluso,
como dice la canción: “antes de ti, no hay antes”.
162
Genara Castillo Córdova
Pareciera que la vida empieza con esa persona. No se
entiende cómo se pudo vivir antes sin ella. Es tanto lo
que hace por nosotros: ¡se nos ha revelado y nos ha
revelado a nosotros mismos!
Esto se suele expresar con la conocida frase que
ya hemos señalado: ¡qué bueno que existas!, “si no
existieras, algo importante me faltaría”, poco a poco
esto se va convirtiendo en “no concibo la vida sin ti” y
va apareciendo el “para siempre”.
Si se ve que constituimos un gran bien para la
otra persona y aquella persona también para nosotros,
entonces aparece la nota de exclusividad, ¿en razón de
qué? en razón de que se empieza a vislumbrar la
posibilidad de que aquella persona puede constituir el
esposo o esposa, y el padre, o madre, de sus hijos, y
esto no puede hacerse sino de esa manera exclusiva.
De cara a esa vida a futuro se desenvuelven
nuestras relaciones, que tienen que ser muy delicadas,
sabiendo ser prudente, precisamente porque ese futuro
es futuro, no es presente. Lo más difícil será aquí guardar
el equilibrio entre lo que procede y lo que de ninguna
manera es procedente dentro del enamoramiento.
Porque tampoco aquí está permitido todo. Asunto
central es el de compartir la intimidad personal. Ya hemos
dicho que aquí se produce una dinámica afectiva intensa,
que tiende a la unión, por lo que hay que estar vigilantes.
Por ejemplo, hay que cuidar las caricias, precisamente
porque la tendencia a la unión, también corpórea, es
muy fuerte.
Educación de la Afectividad
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Para esto es importante ser conscientes de que
el uno se encomienda al otro mutuamente y que por
tanto se trata de cuidar del otro, aunque a veces, si se
mete el egoísmo, es el otro el que tiene que cuidarse de
uno. Las “salidas”, a veces inoportunas de la afectividad
es lo más fácil, lo difícil es venerar a la otra persona
hasta el punto de respetarla exquisitamente.
Actualmente hay gran confusión al respecto. La
televisión, las telenovelas, las revistas y la atmósfera
que rodea a los jóvenes, favorece una ligereza en el dar
y recibir caricias y en muchas cosas más. Sin tratar de
justificarles, trato de explicarme este hecho con la
ignorancia y la falta de hábitos perfectivos. Se ignora la
importancia de una caricia, de un beso, e incluso la
seducción está vista como un “hobby”, más aún, como
una “autoafirmación de la propia virilidad o feminidad”.
Ese juego procede a menudo de la
irresponsabilidad, cuando no de la inseguridad y hasta
de la malevolencia. Si es por inseguridad se trata de una
patología. Precisamente los “Don Juan” y las “mujeres
seductoras” que enredan, a quienes van desprevenidos,
en sus tentáculos como la araña a un bicho cualquiera,
son objeto de largo estudio en la psicopatología.
Esto es lo que ven nuestros niños y jóvenes en la
televisión, en las revistas, vaciando de contenido
realidades de tanta riqueza. Lo malo es que luego hay
quienes, siguen con ligereza, ese “juego” -que yo suelo
llamar “fuego”- y pueden tener experiencias muy tristes.
Nada da más pena que ver a un(a) adolescente
sonreír con escepticismo, cuando se habla del amor
164
Genara Castillo Córdova
humano, o del enamoramiento. También hay quienes viven
ese cinismo como irremediable y entonces van
conscientemente a jugar con algún incauto(a), buscando
el placer o provecho personal.
Esas ligerezas, a veces pueden tener
consecuencias que marcan toda la vida, por ejemplo,
las relaciones pre-matrimoniales a veces dan lugar a un
hijo, con lo cual se pone en riesgo la vida de ese niño
que no cuenta con algo necesario para su desarrollo
emocional e integral: la unión estable de sus padres.
Esto es una injusticia que se agrava cuando la madre
soltera no se hace cargo de su hijo y se lo da a los
abuelos, abdicando de su insustituible maternidad.
Por otra parte, es también una injusticia social
grande la cantidad de hijos sin padre que pueden existir
en una sociedad y las consecuencias que se desprenden
de ello. Conozco a un profesor que suele decir que a la
ley de Malthus le opone la suya: que cada hombre tenga
hijos sólo con su mujer, y entonces se puede superar la
pobreza del Perú.
3. El amor conyugal
Si el proceso anterior se vive acertadamente,
entonces se ha conseguido el 50% del éxito en el
matrimonio y un amor conyugal fiel, exclusivo, y fecundo.
La fidelidad conyugal es un compromiso renovable día a
día, e involucra inclusive al pensamiento. Esa vida se
vive en función de un “nosotros” y de los hijos.
Educación de la Afectividad
165
Sin embargo, tampoco a esto ayuda el ambiente,
puesto que ahora ya no se toma con seriedad el
matrimonio; por ejemplo, en las novelas la gente se casa
y se “descasa” con una facilidad sorprendente.
El amor humano –como también el divino–, tiene
que resistir a un fantasma, que es la rutina. Por eso los
cónyuges han de inventárselo cada día y en cada
momento.
II
ENFOQUE BIO-ANTROPOLÓGICO
DE LA SEXUALIDAD HUMANA1
1. El plano biológico de la sexualidad en el viviente
Como es sabido, básicamente, existe sexualidad
cuando hay mezcla del patrimonio genético de dos
organismos para la obtención de uno nuevo. Desde el
campo de la bioquímica se sabe que los genes son
segmentos de las cadenas de ácidos nucleicos que
constituyen los cromosomas y que contienen el mensaje
codificado con todas las disposiciones y los ‘planos’ para
la constitución y el mantenimiento del organismo vivo.
Así pues, la forma en que se reproducen los
organismos vivientes más complejos es la sexualidad.
Pues bien, desde este punto de vista, el núcleo de las
células de uno y otro sexo es el almacén donde se guarda
1
Seguiremos en este punto a Jacinto Choza. Antropología de la
sexualidad, Rialp, Madrid, 1994.
168
Genara Castillo Córdova
la información que constituirá al nuevo ser viviente. Es
dentro de unos depósitos especiales, como son los
gametos, donde se guarda aquella información precisa e
individual.
En los organismos vivos, la individualidad está
dada por la relación entre los elementos materiales que
lo componen y su principio intrínseco o interior que los
mantiene compuestos, y que les da continuidad, y que se
llama «alma».
El alma es el principio inmaterial, intrínseco, vital,
muy activo, por el cual un ser vivo posee automovimiento y se auto-organiza, de manera que sus
operaciones son inmanentes porque guardan una cierta
interioridad. Aquí ‘interior’ quiere decir que es extraespacial y extratemporal en un sentido muy preciso.
Así pues, ese principio intrínseco mantiene los
elementos materiales integrados dentro del organismo,
de manera que se mantiene la misma inmanencia en los
procesos de crecimiento, reproducción y nutrición. En lo
que respecta a los de reproducción, si ésta consiste en
un desdoblamiento de todos los elementos integrados en
el organismo, y del principio intrínseco que los mantenía
unidos, se trata no de una actividad inmanente, sino
trascendente, pues da lugar a uno o dos individuos
diferentes
que
tienen
una
vida
propia
independientemente de los que le dieron origen.
Pues bien, la posibilidad de que existan por una
parte “padres” y por otra “hijos”, y que la individualidad
y la vida de cada uno no tengan que mantenerse a costa
de la del otro anulándola, sino que tengan una vida
Educación de la Afectividad
169
independiente, es lo que, en los organismos más
complejos, viene dada por la existencia de los gametos.
Resumiendo, la reproducción sexual de los seres
vivos consiste en que el nuevo organismo se produce a
partir de dos organismos diferentes, cada uno de los
cuales aporta un grupo de cromosomas para la
constitución del nuevo ser. Ninguno de los dos juegos se
activa si no es en conexión con el otro, y, siendo
complementarios, el nuevo individuo tiene vida propia,
de manera independiente, aunque se constituye siendo
alternativamente expresión de caracteres de uno y de
otro.
Este proceso recibe el nombre de recombinación,
y es lo que permite una alta variabilidad en los individuos
y también en sus descendencias (porque los gametos
del nuevo individuo mantienen, a través de la meiosis,
los caracteres de aquellos dos que le han dado origen).
En los animales, aquellos organismos vivientes
que tienen sexo meiótico están compuestos por células
diploides, es decir, por pares de cromosomas que resultan
de la recombinación de dos células haploides que son el
gameto-macho y el gameto-hembra. Como es sabido, el
organismo resultante, sea un organismo macho o
hembra, depende de los genes que se encuentren en el
último par de cromosomas.
Por tanto, tenemos que la primera determinación
de la sexualidad es, por supuesto, la genética. En el ser
humano, tras la fertilización, los cromosomas del
espermatozoide y del óvulo constituyen un núcleo
diploide, y el último par de cromosomas determina si el
170
Genara Castillo Córdova
nuevo organismo es varón o mujer, y en los otros seres
si es heterogamético u homogamético según la especie.
2. Sexualidad y comunicación
El individuo singular que pretende afirmar su propia
identidad como individuo y como especie (su genotipo
único e irrepetible), siente un impulso fuerte para hacerlo:
es lo que en los animales se llama instinto sexual. Esto
es lo que les lleva a un comportamiento determinado
según las diferentes especies, y según la dotación de
cada individuo. Por otro lado, en el hombre se llama
tendencia sexual o pasión amorosa erótica, y lo lleva a
un determinado comportamiento.
Así pues, los sentimientos, conocimientos,
impulsos, etc., que se registran en la interioridad de un
ser vivo, forman parte de su realidad que es el sexo,
pero esto sucede en razón de que los seres vivos están
dotados de esa dimensión interior. Precisamente un
ser vivo es aquel cuyas acciones no se desprenden
mecánicamente, sino que están regidas desde el interior
del ser vivo, el cual va “guardando” en sus facultades
las formas que va adquiriendo.
Por esto, en los seres vivos superiores cuenta
tanto la dotación genética como el despliegue de esa
dotación que va consolidándose con las acciones u
operaciones ejercidas respecto del entorno y que tienen
una finalidad dada por la propia naturaleza. En el caso
Educación de la Afectividad
171
de la naturaleza humana, la “conducta sexual” no se ha
de realizar según el capricho de cada quien, no se puede
ir en contra de la naturaleza misma. Por esta razón al
estudiar la sexualidad humana hay que acudir tanto a la
dotación biológica como a la educación de sus facultades
humanas, de acuerdo con la cual ejerce la sexualidad,
teniendo en cuenta, su finalidad. Es importante tener
claro que la naturaleza de la sexualidad humana es
justamente eso: humana, y no se reduce simplemente a
genitalidad. Por tanto, hay que evitar los reduccionismos
tanto respecto al materialismo, como a sociologismos
cuyos planteamientos se sustentan en ideologías. Si se
reduce la realidad humana, se le desconoce, se le maltrata
y se la deteriora profunda e injustamente.
La sexualidad humana tiene que ser vista
integralmente y además debe tener en cuenta su fin. La
comunicación de la propia sexualidad se lleva a cabo en
forma de unidad de la identidad y de la diferencia, es
decir, en la forma de comunión, de comunicación. Es la
tendencia a la supervivencia propia, un aspecto de la
tendencia a comunicar la propia vida. La unión total es
posible si cada uno se da plenamente al otro, que es
diferente, sin suprimir su alteridad, sin fagocitarlo, sin
anular su propia peculiaridad, teniendo en cuenta su
finalidad que tiene como ser humano.
La reproducción es una puesta en común, una
unión de dos, no la inserción en la vida de uno solo de
ellos (como en la nutrición), sino en la vida de un tercero.
La individualidad del tercero no se constituye a costa de
la vida ni de la individualidad de los dos que se unen,
172
Genara Castillo Córdova
sino que es la manera como cada uno de éstos que se
unen afirman su propia identidad como individuo y como
especie.
3. El eros como relación intersubjetiva
a. Dinámica del eros
Olvidarse de que el hombre tiene cuerpo resulta
de tan malas consecuencias para el ser humano como
olvidar que tiene espíritu. Sin embargo, aún con ser
importante el cuerpo humano, hay que entenderlo
integrado en las dimensiones más altas del espíritu
humano, por lo que el tema del amor humano es un tema
que no se reduce al de la relación erótica.
En la experiencia corpórea, meramente sensible,
hay una “sensación” de felicidad. Incluso en la más
pequeña mirada, en el más leve gesto, se experimenta
un sentimiento de gratuidad y gratitud. Es el anhelo de
realizar lo más sublime a través de, o en esa persona.
Por eso, algún autor ha descrito la experiencia
del enamoramiento como una “alteración patológica de
la atención”. Se trata de una alteración psicofísica, que
involucra a todo el sujeto, en su cuerpo y en su espíritu.
Es significativo el deseo de recibir y de entregarse.
Esta experiencia, aunque sea tan básica, es conmovedora
y anuncia la vocación al amor, por la que se puede
descubrir a Dios y ver al universo con nuevos ojos. De
alguna manera el amor erótico “imita” lo que es el amor
plenamente humano. Amar absolutamente es querer dar
Educación de la Afectividad
173
absolutamente todo, es ya no pertenecerse, sino donarse
generosamente.
Sin embargo, para que esa entrega sea adecuada
se requiere un grado de madurez. También aquí el amor
erótico aunque se refiere especialmente al desarrollo
psicofísico, tiene una cierta “imitación” del amor humano
pleno. La máxima afirmación de sí mismo se produce
cuando hay un grado tal de posesión de sí que uno
puede darse del todo. Entonces hay la libertad de la
donación.
Por tanto, esta experiencia supone una adecuada
conciencia de sí mismo la cual no se da en la niñez, en la
que todavía no se posee una conciencia de sí en
concordancia con lo que uno realmente es.
El niño pequeño, aunque parezca que se da, en
realidad tiene una conciencia de sí elemental, fundada
en su diferenciación respecto de otros, simplemente como
opuestos a sí mismo. Sin embargo, el proceso de
autoidentificación tiene todavía más fases, y una de
ellas es la experiencia del otro como persona y del otro
en cuanto poseedor de unas peculiaridades propias que
incluyen su yo masculino o femenino. El reconocimiento
de sí mismo y del otro en toda su integridad no es cabal
en la niñez.
En la pubertad y en la adolescencia, la experiencia
del enamoramiento está frecuentemente descrita como
un despertar. Es una puerta de entrada para el
conocimiento de quién es. Se podría decir que el
adolescente “se mira por los ojos de la persona amada”,
se descubre a sí mismo.
174
Genara Castillo Córdova
En este despertar sensible lo que primero se
experimenta es gozo, pero el amor humano no se reduce
a aquella fase inicial. Es preciso un recorrido. En algún
momento se cae en la cuenta de que el ser humano
aunque quiera amar de una vez por todas y entregarlo
todo de un golpe, no alcanza a lograrlo por su condición
temporal. Por eso su modo de dar esa entrega es
prometerla.
Pero la promesa no es sentimiento espontáneo
sino una reflexión. La promesa es, a partir de esa
reflexión y valoración, un adelantar el tiempo (se promete
en relación con el futuro), ya que se considera tan valiosa
a la otra persona que uno compromete su futuro en la
tarea de amarla.
Así pues, en el primer momento aparece el amor
como gozo, y en el segundo aparece como tarea a
realizarse en el futuro, a lo largo del tiempo, cualquiera
que sean las circunstancias, a pesar de los problemas y
sus deficiencias.
Si la radicalidad constitutiva, la que aparece en
el fenómeno cognoscitivo afectivo del enamoramiento,
no se unifica con la actividad voluntaria reflexiva, el
hombre no se liga con su propia raíz. Puede suceder
más bien que se disperse, que no sea uno y que no logre
afirmar suficientemente su propia identidad.
Aquí podemos empezar a diferenciar el mero
sentimiento amoroso del amor plenamente humano. Un
sentimiento y más especialmente el del amor, empieza
de un modo inopinado, y dura mientras dura; está
presente hasta que pasa. En cambio, una decisión
Educación de la Afectividad
175
voluntaria no empieza de un modo impulsivo; empieza
cuando se toma la decisión, y dura hasta que se revoca
mediante otro acto de la voluntad.
Dicho de otra manera: un sentimiento es
manifestación de sí, de lo que uno es o está siendo, y
una decisión es disposición de sí, y es tal que responde
de sí en todo momento. En este nivel personal, en el
que no se cuenta sólo con el sentimiento, con la
atracción erótica, sino con la decisión, se da la posibilidad
de la unión y con ella el riesgo del otro. Esta tarea se
vive especialmente en el matrimonio. Como en este
ámbito se dan las mayores de las uniones, aquí también
se dan las mayores soledades y sufrimientos más intensos.
b. El cuerpo revela el sentido donal de la vida
El cuerpo tiene su valor. La corporeidad es, en
efecto, el modo específico de existir y de obrar del espíritu
humano. Este significado es, ante todo, de naturaleza
antropológica. “el cuerpo revela al hombre”, “expresa a
la persona”. Hay una teología del cuerpo: “Esto es el
cuerpo: testigo de la creación como de un don
fundamental que es don del Amor”.
Por tanto, ya desde la observación del aspecto
corpóreo de la sexualidad se puede descubrir la vocación
al don mutuo de sí y a la fecundidad. El cuerpo en cuanto
sexuado, manifiesta la vocación del hombre a la
reciprocidad, esto es, al amor y al mutuo don de sí.
El hombre y la mujer son diferentes para
integrarse. Por eso, los sexos son complementarios:
176
Genara Castillo Córdova
iguales y distintos al mismo tiempo, no idénticos, pero sí
iguales en cuanto a la dignidad personal; son semejantes
para
entenderse,
diferentes
para
completarse
recíprocamente.
Hombre y mujer pueden formar una comunidad
de amor. Dentro de un planteamiento cristiano, constituye
un modo de realizar, por parte de la criatura humana,
una determinada participación del ser divino. Orientados
a la unión y a la fecundidad, el marido y la esposa
participan del amor creador de Dios, viviendo a través
del otro la comunión con Él. En presencia de esta
capacidad del cuerpo de ser signo e instrumento de una
vocación, cabe descubrir una analogía entre el cuerpo
mismo y la economía sacramental.
En síntesis, la sexualidad está llamada a expresar
valores que tienen exigencias morales específicas.
Orientada hacia el diálogo interpersonal, contribuye a la
maduración integral del hombre abriéndolo al don de sí
en el amor; vinculada, por otra parte, en el orden de la
creación, a la fecundidad y a la transmisión de la vida,
está llamada a ser fiel también, a esta finalidad suya
interna. Amor y fecundidad son, por tanto, elementos y
valores esenciales de la sexualidad humana.
III
LAS DIFERENCIAS PSICOLÓGICAS ENTRE
LA PERSONALIDAD MASCULINA Y FEMENINA
1. Importancia de no reducir la sexualidad humana
solamente al plano fisiológico
Como habíamos señalado, los sentimientos,
tendencias, conocimientos y movimientos que se
registran interiormente, forman parte de la realidad que
es la sexualidad humana en los organismos que
efectivamente están dotados de esa interioridad. El ser
humano es una unidad. Por esto además de la dotación
genética, el medio, el aprendizaje y la trayectoria
“biográfica” individual son factores que cuentan en la
consolidación del sexo.
Dentro de esta visión integral, la biología evolutiva
que se hace desde la genética o desde la biología
molecular está incompleta sin los logros de la fisiología
comparada, la embriología y la etología. Y por eso también
si se quiere estudiar la sexualidad humana no se puede
prescindir de las dimensiones psicológicas, sociológicas,
178
Genara Castillo Córdova
jurídicas y morales que tiene el sexo en el caso del
hombre, y que son tan reales como sus dimensiones
genéticas, anatómicas y fisiológicas.
Si no consideramos esta unidad integral del ser
humano podemos caer en reduccionismos, que llegan a
ver al hombre y a la mujer sólo en su aspecto fisiológico
o inclusive corpóreo, desatendiendo otras dimensiones
inclusive más importantes. Esto es un error muy serio
aun tratándose de cualquier realidad viva. Por tanto,
reducir a uno de sus aspectos a cualquier ser viviente
es estropearlo.
Así pues, la sexualidad es una de las formas del
“impulso a la conservación del propio ser” que se da en
los seres vivientes orgánicos, en tanto que vivientes
orgánicos, porque se lleva a cabo en forma de unidad de
la identidad y de la diferencia; es decir, en la forma de
comunión, de comunicación. Intuitivamente se capta bien
su significado por referencia a la experiencia de la pasión
amorosa en el ser humano, la cual es un impulso que
tiende con la máxima fuerza a una unión total. Sin
embargo, ese impulso tiene que ser gobernado por la
inteligencia y la voluntad, para que no se desboque.
Respetar la individualidad del otro tiene su
importancia en la vida conyugal porque esa unión supone
darse totalmente al otro pero a partir de la propia
identidad, de lo que es uno. De manera que la unidad
entre dos seres humanos no es una mezcla en que no se
sabe qué es cada uno, sino una unidad de dos que son
diferentes (también sexualmente). Y sólo así se entiende
la entrega personal, en el sentido de que cada uno entrega
Educación de la Afectividad
179
lo que es al otro sin suprimir su propia identidad, sino
precisamente reconociéndola.
Esto tiene más importancia todavía referido a los
roles o funciones que desempeña la madre y el padre
dentro del hogar. Como se sabe, el matrimonio es el
fundamento de la familia, por ello los padres son los que
“sacan adelante” su hogar, porque son en cierto modo
sus “fundadores”. Dentro del hogar todos colaboran en
sacarlo adelante, y por eso hay unas funciones que
responden a las condiciones con las que cada uno
cuenta, para así poder realizarlas con más facilidad.
2. La complementariedad entre el hombre y la mujer
a. Lo masculino y lo femenino existencialmente. Un
relato griego.
La especificidad de los sexos en el orden
constitutivo se ve también en el orden operativo. Para
ver cómo se manifiesta esa diferencia originaria en el
plano psico-sociológico y en el trayecto biográfico,
seguiremos la propuesta del Prof. J. Choza, quien en su
libro Antropología de la sexualidad, acude a una de las
muestras más completas que ofrece la cultura griega.
Su lugar es la Odisea de Homero. Es un poema en
que aparece el principio femenino modulado según una
amplia gama de versiones y también el principio masculino
encarnado en lo que se ha considerado en la cultura
posterior como el arquetipo de hombre-varón.
180
Genara Castillo Córdova
Pero Ulises, el arquetipo de humano varón es tal,
precisamente en referencia al arquetipo humano mujer,
Penélope, y viceversa. Para cada uno la existencia y la
identidad propia sólo se concibe y se realiza en función
del otro, aunque esa reciprocidad no es en modo alguno
simétrica sino asimétrica y, vale decir, complementaria.
Según la concepción griega, la existencia de
Ulises, como toda existencia humana, consiste en salir
de sí, de su casa, de su familia, donde todavía no es
nadie o no es nada porque no ha hecho nada: no ha
llevado a cabo acciones por las que se le pueda calificar
y en las que se puedan manifestar en el orden existencial
sus cualidades esenciales-personales.
Así pues, el comienzo, su biografía todavía no
tiene ningún contenido y por eso su vida es de una
pobreza extrema. Y ésa es la condición inicial de toda
existencia humana. Ulises sale de sí abandonando su
familia y su casa para recorrer el mundo, lo cual cumple
realizando acciones bélicas, técnicas, eróticas y
diplomáticas en las que se ponen de manifiesto y se
prueban sus cualidades humanas, psicológicas, sus
principios éticos y también sus creencias religiosas.
El objetivo que preside el conjunto de sus
actividades es volver a su casa, a su familia, a Penélope,
que es la fuente de su profunda nostalgia. Ulises consigue
su objetivo, y ello significa que su vida está “salvada”:
no queda como un conjunto de actividades dispersas y
perdidas, sin que nadie las recoja y les dé unidad y
continuidad, sin que nadie se beneficie de ellas,
heredándolas y haciéndolas fructificar.
Educación de la Afectividad
181
Al alcanzar su objetivo, Ulises consigue reunirse
consigo mismo y permanecer incluso más allá de su
muerte. Pero lo alcanza sólo mediante el reconocimiento
de los demás, y especialmente de Penélope. De nada le
hubiera servido llegar como triunfador a la isla de Itaca
si él no significaba nada para Penélope. Así, todo su
mundo masculino, sus trabajos, sus conquistas, sólo
tiene sentido si su ser es acogido y su trabajo
reconocido por la persona amada. Sólo en Penélope se
reúne Ulises consigo, porque sólo en ella alcanza
verdaderamente su identidad, ya que se trata de un
destinatario personal a quien ama.
Ulises representa de alguna manera la conquista
y los trabajos masculinos y Penélope la permanencia:
ese centrarse y quedarse en su casa hace posible que
Ulises tenga un punto de referencia seguro al cual volver.
De igual manera, la mujer está más dispuesta a congregar
que a dispersar. Inclusive se ha dicho a veces que la
mujer tiene que arreglar los desarreglos de los hombres,
en referencia a aquellos estropicios que se pueden
producir en la actividad que éstos despliegan.
En el poema, se pone de manifiesto que no se
trata de que Ulises, el hombre, no sepa quién es él. De
alguna manera lo sabe y sin embargo en su viajar por el
mundo lejos de su casa, de su mujer, puede precisamente
olvidarse de su casa y de los suyos por ingerir la “flor del
olvido”, puede concentrarse en la satisfacción de las
necesidades inmediatas y ser convertido en cerdo, puede
ser seducido por el canto de las sirenas y quedar
destruido por aquello que le fascina.
182
Genara Castillo Córdova
Se trata de que su trasunto biográfico sea
aceptado, de que aunque mantenga memoria de sí, su
principio de identidad (ya sea de modo continuo ya sea
de modo intermitente), eso que ha hecho, que ha vivido
y que sabe de sí, ha de ser acogido, reconocido por la
persona o personas a las que, ya desde el principio,
pertenecía, de un modo muy particular la propia vida, a
saber, la mujer y los hijos.
El único ámbito adecuado para la existencia de
un ser personal es la intimidad de otro ser personal,
pero el único modo de entrar en ella es el reconocimiento
(que ha de ser siempre recíproco). Reconocer supone
valorar y aceptar. No se trata de que el hombre no
pueda vivir solo, se trata de que no puede tener
conciencia de su propia subjetividad como una sola
persona. Si él es el único que sabe de sí, no puede tener
ninguna certeza de que lo que sabe es real.
Por eso, lo que Ulises ha vivido, es preciso que
sea revalidado por Penélope mediante el reconocimiento.
Ulises sólo puede existir como rey de Itaca y destructor
de Troya en Itaca si lo reconoce como tal la reina, si no,
podría vivir en Itaca pero no como rey; sino como un
“don nadie”.
Todo varón puede vivir como rey en su casa si le
reconoce como tal su señora, de otro modo puede vivir
como un extraño, como un huésped, etc., o si insiste en
sus pretensiones puede ser destruido simplemente, tal
como fue la suerte de Agamenón, quien fue vencedor
de Troya, pero como su esposa no lo reconoció, cuando
llegó a su casa, a partir de su llegada no fue nadie.
Educación de la Afectividad
183
Esto tiene implicaciones actuales, precisamente
porque los roles del padre y de la madre ahora son
compartidos. Sin embargo, actualmente algunas esposas,
tontamente, no reconocen o no valoran el trabajo de su
marido, pequeño o grande, modesto o famoso; y no
saben asistirlo en él, animándolo, comprendiéndolo,
perdonándolo, siendo que todo su juego es ser
compañera.
Penélope reconoció a Ulises y con ello le salvó la
vida, pero de ese modo se salvó también a sí misma.
Penélope sale de sí, no abandonando su casa, sino
quedándose en ella. Es el punto que permanece
constante, al menos espacialmente, y que por eso sirve
de referencia a Ulises: solamente se puede volver a lo
que está, a lo que queda, a lo que permanece.
Esta capacidad de ser un centro de acogida es
propia de la mujer. Así por ejemplo, cuántas veces un
hombre cansado del duro trabajo regresa a su casa
pensando encontrar el cariño de su mujer, el ambiente
acogedor y amable que hace suaves las asperezas del
camino. Esto de entrada no quiere decir que sea egoísta,
es sólo un rasgo propio de la personalidad masculina.
Con todo, desde la perspectiva cristiana el último
destinario es el Amor divino.
b. Características psicológicas del hombre y la mujer
Como es sabido, existen tipos humanos, aunque
cada quien es cada quién y no se puede generalizar. A
184
Genara Castillo Córdova
modo de referencia vamos a decir algunas características
tipológicas.
· La mujer tiene un centro relacional muy intenso
Este centro relacional supone, como su nombre
lo dice, un núcleo interior que reúne en sí mismo como
un centro muchas cosas a la vez, sin separarlas, sino
manteniendo muy cercanas unas respecto de las otras,
y en relación a sí misma.
La mujer es más reunitiva que el hombre, en el
sentido de que es capaz de meter dentro de los pliegues
de su corazón de una manera muy intensa los diferentes
elementos del mundo humano, que para ella tienen
especial significación, por ejemplo, a las personas las
tiene unidas estrechamente en su cabeza y en su
corazón. Por eso una mujer está muy atenta a cada uno
de los miembros de su hogar.
Esa capacidad reunitiva está en función de su
maternidad, ya que tiene que reunir los diversos aspectos
de la vida en torno a los hijos o al esposo. Sin embargo,
esto también puede complicarla, porque todo lo relaciona,
una cosa con otra, y le cuesta separar. Así pues, un
problema personal lo lleva a su trabajo, a su relación
con los demás, etc., de modo que ese problema influye
grandemente en su vida, le cuesta desligarse y
concentrarse en otra cosa.
En el hombre no suele ser así, aunque alguna vez
se dé y la excepción precisamente confirma la regla. El
hombre puede haber fracasado en su matrimonio inclusive
Educación de la Afectividad
185
varias veces, y sin embargo puede saltar por encima de
sí mismo, de su dolor y puede sacar adelante un trabajo.
A una mujer le cuesta más salir de su propio centro. Se
podría decir que el hombre tiene más capacidad que la
mujer de “pasar página”.
El hombre separa más, por eso también tiene más
peligros de ser infiel, porque para él “echar una cana al
aire”, (puede ser divertido o una manera de comprobar
la vigencia de su atractivo), no le parece importante,
ya que sigue considerando que su mujer está en su
hogar y eso es otra cosa aparte. Es verdad que las
aventuras fuera del hogar deterioran tanto al hombre
como a la mujer (si el ser humano manosea el corazón
con amoríos se incapacita, se cierra el camino del amor
auténtico), sin embargo, no afecta de manera igual a
uno y a otro.
A una mujer la infidelidad la “rompe” más, debido
a la intensidad con la que mantiene unidas dentro de sí
todas sus relaciones. Se podría decir que “se dañan más
cosas” en el caso de la mujer infiel. Aquí se aplica con
propiedad el dicho de que la corrupción de lo óptimo es
pésima. Por ello el cuidado que debe tener una mujer, el
cual no sólo ha de ser referido a lo externo, sino,
principalmente, respecto de ella misma.
El gran peligro de la mujer es la coquetería, porque
es una cualidad propia. Sin embargo, si la mujer no
controla su deseo de agradar, puede caer en sus propias
redes. Es necesario saber distinguir, porque se puede
agradar, ser educada, amable y atenta sin necesidad de
insinuarse o de seducir, es decir, sin buscar agradar a
toda costa.
186
Genara Castillo Córdova
· La mujer tiene más cuidado de los aspectos
humanos
Esta característica también está hecha en vistas
a su función de madre. La mujer contacta más
rápidamente con los factores humanos, y, si bien el
hombre también es muy capaz de ellos, la facilidad y la
mayor prontitud de los contactos los tiene más respecto
de las cosas, que de las personas.
Esto es así, en parte, porque la mujer está más
llamada al cuidado del hogar y de las personas que hay
en él, y el hombre tiene que ver más con el trabajo
fuera de casa, que supone mayor capacidad de objetivar,
de cosificar, ya que la objetivación es muy importante
para poder ejercer el dominio del mundo que es algo
arduo y difícil.
El hombre tiene más facilidad para gestionar
cosas, la mujer tiene más facilidad para tratar personas.
Así, por ejemplo, si los esposos están en la sala y los
hijos jugando en el patio, si hay un ruido llamativo, el
papá suele preguntar: ¿qué pasó?; le interesa más lo
que ocurrió, el asunto; en cambio la madre suele decir:
¿quién se ha caído?. Por eso también es impropio de la
mujer el matar, antes al contrario: a ella se le ha
entregado con particular responsabilidad el cuidado de
la vida, especialmente de la vida humana. El aborto daña
gravemente a la mujer, al hombre también, pero,
especialmente a ella.
La mujer tiene a su cargo el cuidado del ser
humano. Esto supone que la mujer debe ser educadora,
Educación de la Afectividad
187
en el sentido de formadora, de maestra. En ese sentido
es admirable la tenacidad femenina que puede esperar
una y otra vez, un día y otro, a que el pequeño dé un
paso y luego otro, y otro. El hombre puede educar en el
ámbito de la relación con las cosas, con las máquinas,
es un ser productivo, por ello tiene en sus manos la
docencia en las cosas teóricas, científicas o
tecnológicas, aunque evidentemente, la mujer es muy
necesaria en estos ámbitos.
· El hombre tiene mucha capacidad de ser objetivo
Esto tiene que ver con lo anterior y significa que
el hombre puede objetivar más, puede abstraer más,
puede “idear”, más que la mujer. Aquí como en todos los
aspectos descritos antes, el que uno tenga más facilidad
para una cosa que otro, no quiere decir que éste
adolezca de aquella cualidad, sólo quiere decir que está
más inclinado a hacerlo.
Así por ejemplo se puede uno preguntar: ¿la mujer
no puede ser científica, empresaria, política? Sí, puede
hacerlo, e inclusive es necesario que entre a esos ámbitos
para humanizarlos más; sin embargo, le es difícil lograr
el descentramiento, el salto que tiene que dar para
objetivar es muy grande, y a veces, la verdad es que
para lograrlo, acude a la ayuda de aquello que sí es su
punto fuerte, y es la motivación que se tiene cuando,
dentro del corazón, se posee un amor personal que siendo
muy grande le impulsa a dar el salto.
A la mujer le es difícil mantener una actitud
exclusivamente objetiva, como el hombre. Por eso es
188
Genara Castillo Córdova
necesario que intervenga en esos ámbitos de la realidad
en que están “ellos” para hacerles notar que este mundo
es menos cosificado de lo que el varón considera. Éste,
muchas veces, en su manía de cosificar llega a tratar a
las personas como cosas, o como simples elementos
dentro de un plan de acción (en ese trajinar, ni la propia
mujer puede evitar, a veces, ser tratada como cosa).
La mujer puede recordarles que hay que atender
a una serie de componentes subjetivos, personales, que
son enormemente importantes. La mujer puede ver mejor
los componentes de la realidad que tienen relación con
los seres humanos. A veces, el hombre está demasiado
proyectado, demasiado obsesionado por la gestación de
la obra, y puede suceder que hasta los detalles humanos
más insignificantes queden fuera de su alcance.
Al ser más objetivo el hombre es más “frío”, más
“cerebral”, en el sentido de que puede trazar proyectos,
puede dedicar su vida al cultivo de una ciencia abstracta
como las matemáticas u otras ciencias de ese tipo. De
hecho existen más científicos notables entre los hombres
que en las mujeres, aunque también las haya, el tema
es, insistimos, cuestión de mayor o menor facilidad. Todos
los seres humanos hombres y mujeres están dotados de
muchas cualidades, sólo que unos tienen más facilidad
que otros para ciertos roles.
· En los hombres, las pasiones suelen ser más
intensas que los sentimientos.
Aunque como en todo, depende mucho de los
caracteres, las pasiones especialmente las relacionadas
Educación de la Afectividad
189
con el sexo no suelen “cegar” tanto a las mujeres como
a los hombres. En la mujer es muy raro que la pasión
vaya sola, como a veces en el varón. En la mujer, la
pasión, cuando se da, va acompañada de sentimientos
de ternura, de admiración, etc.; lo cual atenúa la pasión,
pero a la vez la hace más constante en sus afectos.
En cambio, en el varón la pasión puede darse
con apenas sentimientos de ternura, por lo que se
manifiesta con fuerza. Por ello también algunas mujeres
pueden “aprovechar” esa característica del varón y tratan
de dominarle precisamente por ahí, por el lado de la pura
sexualidad, ya que él está más expuesto a “encenderse”
pronto con una pasión.
· La relación de la madre con el hijo es muy intensa
Para entender esto bastaría pensar el tiempo que
el hijo está en el seno de la madre, pero supone mucho
más. La vocación maternal de la mujer es por naturaleza
muy fuerte, es lo que a veces se ha llamado instinto
maternal. Normalmente una madre es quien cuida a sus
hijos de la mejor manera. Con esto no se quiere decir
que el padre no pueda ser capaz de atenciones, de
delicadeza y de ternura exquisitas sino que normalmente
a la madre aquello le es connatural, tiene más facilidad
para manifestarlo.
Por ello, insistimos, el aborto daña tanto a una
mujer, porque se trata de matar a su propio hijo. La
única capaz de abortar es la mujer, pero cuando lo hace
su misma realidad personal es herida, vulnerada.
190
Genara Castillo Córdova
A veces las feministas dicen que cada una es
dueña de su cuerpo y de lo que hay en él, y no se dan
cuenta de que aquella vida es independiente, en el
sentido de que constituye otra vida distinta a la de la
madre, y además ignoran hasta qué punto la mujer se
hiere cuando aborta.
Se podría decir que en cierta manera la madre es
más madre que el padre; ya que la intensidad de la
vinculación con respecto al hijo es mayor en ella. El
padre lo es, de distinta manera a como la madre es
madre.
· La mujer tiene mucha capacidad de constancia
La constancia o perseverancia es una virtud por
la cual se soportan las dificultades en la consecución de
un bien aunque tenga que pasar mucho tiempo. También
esto ayuda a la mujer en su función de madre, ya que la
atención, la crianza y la educación de sus hijos requiere
mucha constancia, estar con ellos una y otra vez
tratando de enseñarles a valerse por sí mismos como
personas humanas. Si se cansara, dejaría incumplida su
misión.
La mujer enfrenta las dificultades, no tanto
agresiva o impulsivamente, cuanto con ternura, con
paciencia, con constancia, de modo que muchas veces
su fortaleza pasa desapercibida, aunque la tiene, y muy
grande, sobre todo si está relacionada con las personas
que quiere. Cuando se trata del amor de sus hijos, por
ejemplo, o del amor a su marido, o del amor a Dios, una
mujer puede ser capaz de las mayores heroicidades.
Educación de la Afectividad
191
Una mujer que no se rinde ante una idea “fría” o
un proyecto impersonal, se entrega cuando se trata de
sus seres queridos, o acepta lo primero si la razón es la
segunda.
Por las razones expuestas las características
masculinas y femeninas son un gran aporte en la familia.
Ni el hombre es superior, ni tampoco la mujer lo es,
simplemente son distintos para cumplir con mayor facilidad
tareas diferentes. Hay quienes se oponen a la
diferenciación masculina y femenina por falta de
inteligencia en la concepción de la igualdad.
Igualdad no quiere decir uniformidad. El hombre y
la mujer son iguales en cuanto a su dignidad personal, y
por ello merecen igual respeto como personas humanas,
y, si somos cristianos, también por ser hijos de Dios. Sin
embargo eso no quiere decir que también sean iguales
en el sexo o en sus funciones.
Buscar la igualdad a partir de la supresión de
toda diversidad es confundir la igualdad con la
uniformidad. Eso trae muchas complicaciones, por
ejemplo, suprimir la virilidad y la feminidad. Esta es una
de las propuestas de la “Ideología del género”, que
defiende el “matrimonio” entre homosexuales para que
constituyan una “familia”, lo cual va en contra de todos
los principios, empezando por los naturales.
El hombre y la mujer son diferentes, poseen su
propia identidad psicológica. Por ello, las relaciones
personales en el matrimonio son de mutua ayuda y de
complementariedad. El hombre aporta su seguridad, su
objetividad, su firmeza, su reciedumbre, en el sacar
192
Genara Castillo Córdova
adelante su hogar, proveyéndoles de lo necesario para
su vida y contribuyendo a la educación de sus hijos.
La mujer aporta su capacidad de estar en los
detalles concretos, conectada íntimamente a las
personas que conforman su hogar, atendiéndolos en sus
necesidades, en sus pequeños o grandes problemas,
contribuyendo decisivamente a crear ese ambiente de
familia, haciendo de su casa un hogar luminoso y alegre.
Por otra parte, el primer deber del amor paterno,
y materno, es el amor conyugal, sin esto es muy difícil
ser buen padre o buena madre. Ser madre es una forma
excelsa de la feminidad. El amor maternal es con
seguridad uno de los sentimientos más fuertes y más
constantes entre todos los humanos. Es oportuno recordar
que esta maternidad no es sólo física, sino especialmente
espiritual.
La característica esencial del amor materno es la
búsqueda incondicionada y sacrificada del bien del hijo,
con completo olvido de sí, es decir, desinteresadamente.
¡Qué sería de la vida humana sin el testimonio de esa
bondad, de esa entrega abnegada de la madre!.
La característica maternal de la madre es lo que,
a diferencia del impulso rudo y hasta agresivo de la
personalidad varonil, hace o configura ambientes
delicados, profundamente humanos, serenos, en los que
se está tan a gusto.
Sin embargo y aún con todo la madre debe estar
prevenida contra la tentación del acaparamiento. Una
mujer puede llegar a ser muy posesiva, de su marido y
de sus hijos, con lo cual sofocaría su normal desarrollo.
Educación de la Afectividad
193
Por ello, la madre debe ayudar sin sustituir, debe prodigar
cuidados pero sin dependencias, y debe mantenerse
abierta al saber y ampliar cada día más el campo de sus
intereses, a fin de que su marido y sus hijos sigan siendo
ciertamente lo principal de su existencia, pero no lo único;
de lo contrario puede “ahogarles”. El extremo contrario
a la sobreprotección de los hijos es el abandono, y tan
dañino es uno como el otro.
Por su parte, ¿qué significa la paternidad?. Es una
relación espiritual y también en el caso del matrimonio
que ha fundado una familia, es una relación de sangre.
Ser padre supone una cierta prolongación de sí mismo,
por ello cabe un legítimo orgullo, cabe también un afán
muy honesto de mejorar la vida del hijo, enriqueciéndola
en amplitud y elevándola de nivel, lo cual puede constituir
para él un fuerte estímulo para hacerle capaz de ciertos
sacrificios que de otra manera no se darían.
Esto podría originar un exceso en la actividad del
padre, que se entregaría demasiado al trabajo: con la
buena intención de que a su familia no le falte nada,
éste puede impedirle dedicar más tiempo a su mujer y a
sus hijos.
El padre ha sido desde siempre punto decisivo en
la autoridad con que se dirige la vida familiar. La autoridad
cuando es respaldada por el ejemplo y no se reduce sólo
a la mera fuerza del poder, es necesaria, más aún es un
servicio. Por ello, si falla la autoridad paterna y la madre
no está en condiciones de cumplirla, la familia atraviesa
por crisis de autoridad, entra en conflicto y a veces se
desmorona.
194
Genara Castillo Córdova
Sin embargo, también en esto el padre tiene que
estar atento, respecto de las ansias de dominio en la
propia casa, porque puede ejercitar mal la autoridad,
convirtiéndola en arbitraria, o meramente impositiva e
irreflexiva.
IV
CRITERIOS SOBRE EDUCACIÓN SEXUAL
1. Criterios generales sobre la educación sexual
Retomando lo que hemos visto anteriormente,
tenemos que la persona humana es una unidad, y es un
error muy grave separarla en trozos. Por ello no se puede
tratar la sexualidad humana sólo en su aspecto fisiológico,
sin considerar también la afectividad, la dimensión
psicológica, social y ética que impregnan aquella realidad.
La fragmentación del ser humano ha dado lugar a
muchos reduccionismos. Entre éstos está el caso de los
espiritualistas que consideran al hombre sólo como
inteligencia, los voluntaristas, como voluntad, los
materialistas como animal; los pansexualistas como
sexo; los liberalistas sólo como individuo. Tenemos, en
cambio, que tratar de tener una visión integral.
Teniendo en cuenta una perspectiva antropológica
cristiana, recordaremos los siguientes criterios generales:
196
Genara Castillo Córdova
a) No se deben rehuir, ni mucho menos prohibir,
las preguntas que hacen los niños sobre este tema, ni
crear un ambiente de falso misterio.
b) Cuando los padres hablan con delicadeza sobre
los temas de la sexualidad humana se propicia también
un fortalecimiento de grandes vínculos de unión con sus
hijos.
c) Para ser realmente eficaces, no se trata sólo
de dar información repentina, sino más bien una enseñanza
personal y graduada, para que los hijos vayan
descubriendo, poco a poco, las verdades acorde con las
circunstancias que se vayan presentando.
d) En la situación actual se ha exagerado de tal
manera la información sexual –muchas veces biologicista
y por lo tanto reducida– de la sexualidad, que ahora el
peligro no está en considerar al sexo con temor, sino
más bien como algo intrascendente, sin importancia, como
mero producto de consumo, confundiendo entonces
gravemente lo normal con lo corriente, lo natural con lo
simplemente instintivo y la sexualidad con el mero instinto sexual.
e) Una mala información de la sexualidad ataca
directamente otros valores como son el matrimonio y la
familia, desvirtuándolos. El matrimonio y la familia son
dos realidades que se deberían conocer a fondo. La
“pedagogía de la ignorancia” no es nada recomendable
en estos tiempos.
f) Lo normal no es lo corriente. Lo corriente es
aquello que la mayoría de las personas piensan o hacen,
pero no siempre es lo normal. El término normal debería
Educación de la Afectividad
197
reservarse sólo para significar aquello que se hace
conforme a la norma, es decir aquello que corresponde
a lo que la naturaleza humana indica que uno es y por
tanto, lo que se debe hacer. En determinadas
circunstancias lo corriente puede ser anormal.
g) La culpa del fracaso de algunos matrimonios y
familias no la tiene la institución misma, sino las personas
que la viven, pues el hombre, por desgracia es el único
animal que puede hacer pésimamente lo óptimo.
h) Las realidades que debiéramos identificar y
revalorar son: virilidad y feminidad; persona humana;
procreación y educación; matrimonio y familia; libertad
y amor humanos.
i) Lo instintivo no es igual a lo natural. La exigencia
natural no se identifica con lo que el instinto pide o
exige. Así, instintivamente una persona puede sentir
deseos de venganza o envidia, y no por el hecho de
sentir esos impulsos está obligado a dejarse llevar por
ellos.
j) El ser humano puede poseer una cierta
inclinación a la pereza, a la vanidad, a la soberbia, al
egoísmo y a otros defectos; y el dominio de estas
tendencias conlleva una seria y decidida lucha por
superarlos. Lo que altera la sexualidad humana reside
fundamentalmente en el desorden, en la falta de una
real jerarquía y aceptación de los valores propiamente
humanos, basados en un gran egoísmo personal.
k) La más elemental manifestación de la relación
conyugal es la atracción natural de los sexos, la cual
inclina a poner por obra la mutua complementariedad
198
Genara Castillo Córdova
entre virilidad y feminidad, pero basada en el matrimonio
y en la comunidad conyugal.
l) La relación conyugal rectamente llevada debe
ser fecunda, es decir, abrirse a terceros, hacia los frutos
de la procreación que son los hijos.
m) El varón y la mujer no agotan su ser en la
función generativa, ya que existen otros aspectos
correspondientes a la distinción sexual (temperamento,
sensibilidad, mentalidad, etc.). Un ser humano, cuando
actúa, lo hace sin dejar de lado su peculiar modalidad
sexual. La inteligencia y la voluntad, por ejemplo, no
son ni masculinas ni femeninas, sin embargo, la virilidad
y la feminidad singularizan su ejercicio, imprimiéndole
cualidades propias, que no significan mayor o menor
inteligencia o voluntad sino rasgos peculiares en el modo
de entender y de querer.
n) La búsqueda de la igualdad en los sexos es
confundir el significado de igualdad con uniformidad. La
igualdad entre varón y mujer se encuentra en que ambos
por igual son personas, y no en la supresión de la virilidad
y la feminidad en aras de una imposible uniformidad
sexual.
ñ) La relación plena de la sociabilidad varón-mujer
y de la sociabilidad padres-hijos abarca y se proyecta a
las relaciones entre las distintas comunidades conyugales
y familiares, y entre éstas y la sociedad, y el Estado.
Así, destaca, entonces, la importancia del núcleo familiar
como la primera célula de la sociedad, ya que es el
centro donde se preparan los futuros miembros de la
Educación de la Afectividad
199
sociedad, los cuales van a solucionar problemas o van a
generarlos; de ahí el deber grave de su educación.
2. SEXUALIDAD ANIMAL Y SEXUALIDAD HUMANA
a) Es necesario saber distinguir, ya que ninguna
acción humana puede igualarse a las acciones de los
animales irracionales. En los seres humanos existen
capacidades superiores, propias y específicas de su naturaleza y que los animales no poseen, como, por
ejemplo: entender, comprometerse, amar.
b) Cuando el hombre actúa –indebidamente– en
contra de su propia naturaleza, se degrada, y él mismo
padecerá las consecuencias, las cuales, también
repercuten en otros seres inocentes haciéndolos sufrir.
Los principales desórdenes de la conducta se
manifiestan en vicios (mentira, infidelidad, embriaguez,
pereza, etc.) y en muchas injusticias. Muchos de estos
desórdenes se cometen por ignorancia y en general por
la falta de ayuda oportuna.
c) Así pues, la reproducción humana debe ser
ordenada. Para ello hay que empezar por no confundirla
con la de los animales, que son guiados por su instinto,
de modo que alcanzada su madurez biológica, aparece
en momentos determinados el “celo” y buscan
apareamiento con otro animal semejante y de sexo
contrario.
200
Genara Castillo Córdova
En cambio, los seres humanos se reproducen de
forma racional a partir del matrimonio, fundando una
familia, considerando al matrimonio como una unión
estable, como una forma íntima de vida y de amor a
través del propio vínculo indisoluble, afirmado
públicamente y abierto a la vida, con consciencia de la
grave responsabilidad de educación de esos nuevos
seres.
d) La familia constituye más que una unidad
jurídica, social y económica, una comunidad de amor y
de solidaridad, insustituible para la enseñanza y la
transmisión de los valores culturales, éticos, sociales,
espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y
bienestar de sus propios miembros y de la sociedad.
e) Todo hijo exige por su propia naturaleza tener
un padre y una madre con vínculos estables. No puede
haber un reconocimiento de la propia identidad, si el hijo
desconoce quién es su padre y quién su madre, o si
esos padres no tienen la estabilidad propia del matrimonio,
lo cual afecta a su estabilidad afectiva y a su desarrollo.
3. El papel del impulso sexual
a) La transmisión de la vida difícilmente podría
llevarse a cabo si no existiera, dentro de cada individuo,
una atracción por el sexo contrario. A esta inclinación
natural se le suele llamar instinto o impulso sexual, aunque
no es igual que en los animales por la naturaleza racional
que posee el ser humano.
Educación de la Afectividad
201
b) La complementariedad está en función de la
procreación y del perfeccionamiento de los cónyuges.
c) El instinto sexual no obliga a ejercerlo, ya que
no es necesario para la propia vida, como el deseo de
comer o beber, sino que está orientado a la prolongación
de la especie.
d) La atracción de los sexos tiene como fin la
transmisión de la vida y si se utilizara de manera contraria,
obraría mal y se degradaría.
e) El hombre inteligente reconoce que el transmitir
la vida es un poder –don– de los más elevados que tiene
y, también, una de las mayores y más gratas
responsabilidades. Dios se lo ha concedido y espera que
previo compromiso matrimonial, colabore con Él en la
transmisión de la vida aceptando responsablemente, con
madurez, las consecuencias de ese proyecto.
f) Debe propiciarse en la familia el clima adecuado
para que los hijos pregunten lo que no saben, venciendo
ese pudor natural. Informarles con verdad y claridad, y a
la vez con delicadeza.
g) No se puede reducir la educación sexual a la información genital, que no es más que un complemento
de aquélla. Por eso, el dar detalles es secundario, lo
principal es ayudar a que los niños y adolescentes vayan
comprendiendo a fondo la grandeza de la transmisión de
la vida.
h) Visión positiva. Cuanto más se conozcan los
recientes descubrimientos de la genitalidad humana, más
se debe valorar la vida y todo lo que se refiere a la
202
Genara Castillo Córdova
sexualidad humana. Sin embargo, no se debe reducir la
sexualidad a la genitalidad.
i) El hombre, por su misma naturaleza racional, al
no estar determinado por sus instintos, es capaz de gobernarlos mediante el ejercicio de su inteligencia y de
su voluntad, encauzándolos de la manera debida.
j) Tampoco puede considerarse, como algunos
sostienen, que el instinto sexual sea fuente esencial y
definitiva –determinante– de la acción del ser humano
en el terreno sexual. Es importante, entonces no
confundir instinto sexual animal y humano.
Respecto al impulso sexual también hay que tener
en cuenta lo siguiente:
a) El hombre no siempre es responsable de lo que
siente en el ámbito de lo sexual ya que en parte es
involuntario –sensitivo–; de la misma manera a como
“siente” frío, calor, cansancio, sueño, etc., –de forma
involuntaria–; pero cuando él mismo provoca, o no quita
las ocasiones, o consiente una determinada sensación
en la esfera de lo sexual es responsable de ello.
Si la tendencia sexual tuviese un significado
simplemente “biológico”, sería entonces puro deleite,
pudiendo admitir que sería para el hombre sólo objeto de
placer, muy similar a como existe el instinto para los
seres irracionales, pero por el hecho de poseer carácter
espiritual, es preciso que se rija por estas facultades
superiores.
En definitiva, el ser humano puede usar todo lo
que está en el universo, pero debe aprender a respetar
Educación de la Afectividad
203
la naturaleza para no romper el equilibrio que en ella
existe. Ya que si no la respeta, la naturaleza “no perdona”,
es implacable. Todos los seres humanos tenemos una
parte biológica y psíquica y otra parte espiritual
(inteligencia y voluntad), y ambas constituyen una unidad
que hay que respetar.
La procreación es el fin esencial del impulso o
tendencia sexual, el cual debe ser integrado en el amor
del varón y de la mujer. Esta fecundidad de los padres
en sentido biológico deben ampliarse en el sentido
espiritual, es decir, moral, personal.
Los seres humanos, a partir del momento de la
fecundación, empiezan a ser, pero necesitan en el
transcurso del tiempo terminar de desarrollarse mediante
el sostén del amor de los padres manifestada a través
de la educación de sus hijos.
4. La importancia del cuerpo humano
Según Juan Pablo II, “el cuerpo revela al hombre”
en cuanto tal y “expresa la persona”. Lo cual quiere
decir que la parte espiritual del hombre se asienta en la
corporeidad, constituyendo así el modo específico de
existir y el medio como puede obrar el espíritu humano,
revelando de esta manera el sentido de la vida y de la
vocación humana.
La existencia de los sexos masculino y femenino
y de las diferencias sexuales, es algo evidente. A partir
de aquí tenemos que se denomina gonocorismo sexual a
204
Genara Castillo Córdova
la separación de sexos y dimordismo sexual a la diferencia
morfológica entre el varón y la mujer que son muy
importantes.
Tal como afirmara Juan Pablo II, en su audiencia
del 21 de noviembre de 1979, la feminidad y la
masculinidad se complementan: “Así como ya demuestra
el Génesis, 2, 23, la feminidad, en cierto sentido, se
encuentra a sí misma, en la masculinidad; mientras que
la masculinidad se confirma a través de la feminidad.
Precisamente la función del sexo, que en cierto sentido
es constitutivo de la persona, (no sólo atributo de la
persona) demuestra lo profundamente que el hombre,
con toda su soledad espiritual, con la unicidad e
irrepetibilidad propia de la persona, está constituido por
el cuerpo como él o ella”.
De ahí que la diferenciación se asiente en la
persona humana, ya que tanto el varón como de la mujer,
son personas, aunque diferenciadas. Por lo cual su ser
personal es más radical que la dualidad de los sexos.
Así pues, hombre y mujer no son ni superior ni
inferior sino que son sencillamente distintos. La persona
humana no puede constituirse sobre lo personal a costa
de borrar lo sexual, ni exclusivamente sobre lo sexual a
costa de suprimir lo personal.
El cuerpo en cuanto sexuado manifiesta la
vocación del hombre a la reciprocidad, esto es, al amor
y al mutuo don de sí. El cuerpo expresa la feminidad
para la masculinidad y viceversa, y manifiesta la
reciprocidad y comunión de las personas, que puede
expresarse a través del don de sí. El cuerpo, es un
Educación de la Afectividad
205
ámbito de manifestación humana y personal muy
importante, por eso hay que ayudar a conseguir una
adecuada valoración del propio cuerpo.
Por otro lado, afirmamos que la sexualidad es
sagrada porque es el santuario natural de la vida humana,
a partir de ella se puede dar un don de sí ordenadamente,
ya que toda la persona es la que se entrega. No una
parte, sino toda (así como no es mi mano la que escribe,
soy yo). Quien no está atento a esta realidad personal,
corre el peligro de reducir la sexualidad a un fenómeno
puramente biológico, a la experiencia genital, a la sola
unión carnal.
Por tanto, la educación debe formar en la
revalorización de la persona humana, a enterarse de
que nadie tiene derecho a usar de ella, como si fuera
una cosa. Incluso Dios respeta tanto a la persona, que
respeta su libertad.
Si el cuerpo es parte de la entrega en el amor
conyugal, ha de ir disminuyendo su campo de expansión,
es decir, que el carácter total de la donación exige que
la propia capacidad procreadora, con todas las
dimensiones que la enriquecen, se ofrende de forma
exclusiva y recíproca a una sola persona.
Esto es así, en parte porque aquello que está
determinado por la materia sólo puede ser poseído
plenamente por uno solo. En el amor conyugal, la
sexualidad es entregada al otro buscando su bien. Por
tanto, el impulso sexual está llamado a integrarse en el
amor, que no es ocasional o episódico, no es un capricho
de la sensualidad; ni tampoco una pasión.
206
Genara Castillo Córdova
Teniendo en cuenta lo que acabamos de señalar,
tenemos que el llamado amor libre une dos palabras
muy nobles: amor y libertad, distorsionándolas, ya que
se han vaciado de contenido para significar algo tan
viejo y prosaico como es un encuentro impersonal sin
compromiso, en el que se va buscando sólo la
satisfacción del propio instinto. En este caso, en el que
la otra persona se ve desposeída de su riqueza personal,
y es reducida a la condición de objeto de placer, no
existe un verdadero encuentro, sino que los dos quedan
tan solos como antes de «encontrarse».
El amor se fundamenta en el reconocimiento de
la «persona» del otro, por lo cual conlleva un aspecto
espiritual, de manera que hasta que no aparezca el
componente espiritual no se podrá hablar de amor
humano. El amor verdadero es un acto de la voluntad,
que es una facultad espiritual, conlleva un reconocimiento
del otro como «bien», y la decisión de quererla supone
la tarea de tratar de buscar, lúcidamente, su bien.
Como hemos señalado antes, existe un amor de
concupiscencia: el «tú eres un bien para mí», pero
también existe un amor de benevolencia: «quiero tu bien».
Para que el amor de una persona a otra sea verdadero
tiene que ser benévolo: “tú tienes derecho a tu bien, y
trataré de procurártelo en lo que de mí dependa”.
Si los valores sexuales fuesen el único o principal
motivo de elección no podría hablarse de elección de
una persona sino únicamente de elección de sexo
contrario. El que es capaz de reaccionar sólo ante lo
sexual, sin percatarse de los valores de la persona,
confundirá siempre el verdadero amor con el erotismo,
Educación de la Afectividad
207
complicará su vida y la de los demás privándoles y
privándose del amor verdadero.
Cuando alguien se siente responsable del otro y
de sí mismo, tanto más amor verdadero habrá en él, ya
que tratará de que impere la inteligencia y la decisión.
Por eso, ser fiel es crear cada día aquello que se ha
prometido. Cuando el amor es maduro, cesa la
inestabilidad, que a veces provoca la sensualidad, y se
dedica a la persona. La subjetividad del sentimiento cede
su lugar a la verdad objetiva de la persona amada.
Por tanto, el amor consiste en el compromiso de la
libertad, en una riqueza de vínculos. Es un don de sí
mismo que no limita la libertad, sino que la engrandece,
ya que se usa la libertad en provecho de otro y entonces
se hace positiva, alegre y creadora. La libertad está
hecha para el amor, no para el egoísmo.
No hay que perder de vista que el hombre está
destinado al amor y sólo entonces es verdaderamente
libre. Por otra parte, la libertad de elegir es un medio y
no un fin. Uno es libre para amar. La tendencia sensible
quiere sobre todo tomar, servirse de otra persona; en
cambio, el amor quiere dar, crear el bien, dar felicidad.
Con todo, para estar en condiciones de hacer el
bien es preciso cultivar las virtudes. Si verdaderamente
queremos que se valore la sexualidad, es fundamental
entonces educar en la castidad y en las demás virtudes
morales, lo cual le ayuda a desarrollar su madurez y
promover el significado esponsal del cuerpo.
El descontrol sexual debe ser juzgado éticamente
como negativo, porque subvierte el imperio que la razón
208
Genara Castillo Córdova
ha de tener sobre los apetitos y tendencias. Ya se ve
que reducir el ámbito de la sexualidad a la genitalidad es
limitarla a la realización del acto reproductor o sexual; a
sólo la función generadora, sin tener en cuenta el amor
y la persona. Por otra parte, hay que tener presente
que ayudar a que la sexualidad sea ordenada es
responsabilidad de todos, porque de una sexualidad sana
y natural depende el grado de dignidad y humanismo de
las nuevas generaciones.
Del respeto a esa dimensión personal, se deriva
que la cuestión sexual –y el matrimonio y la familia– no
es cosa trivial como la moda que más nos gusta, ni
tampoco cuestión del capricho individual y privado –
como la elección del club al que queremos pertenecer–,
sino una cuestión social de extraordinaria trascendencia,
en que la conducta de uno afecta a toda la comunidad,
y para la que es necesaria la cuidada y seria atención
de la ética, el derecho y la política.
5. Sexualidad y matrimonio
De acuerdo con todo lo visto, dentro del
matrimonio, la respuesta en el ámbito de la sexualidad,
tanto del hombre como de la mujer se modifican
grandemente por la íntegra personalidad de los cónyuges,
más que por la estimulación hormonal o nerviosa.
En la vida conyugal, aunque la experiencia sexual
puede estar modificada por muchos factores, en su nivel
básico está constituida por una serie de acontecimientos
fisiológicos que hay que tener en cuenta para integrarlos
Educación de la Afectividad
209
dentro de la dimensión espiritual. Así, por ejemplo, la
intensidad de la respuesta fisiológica tiene unas
manifestaciones concretas y además conlleva un proceso
que sigue varias fases como son la excitación, liberación,
orgásmica, y resolución del acto sexual, todo lo cual
debe integrarse dentro de la dimensión del amor verdadero
y del respeto a la dignidad del cónyuge.
Por ello, la ternura y delicadeza de los cónyuges
es importante. Para esto, hay que pensar en el «otro»,
más que en sí mismo. Por ejemplo, hay que tener en
cuenta que, la respuesta al estímulo sexual en el varón
es pronta y con enfoque centrado y concreto; en cambio,
en la mujer es lenta y con enfoque en pequeños detalles.
De ahí que cada relación conyugal, presuponiendo el
amor verdadero de ambos, constituye una nueva
experiencia; ya que se armonizan bien ambas respuestas.
Como es sabido, en las relaciones sexuales, el
padre sirve siempre a la procreación suministrando un
número excesivo de gérmenes de vida, emitiendo millones
de espermatozoides. En cambio, la naturaleza de la madre
es la que fija el número de concepciones posibles de
una manera precisa. Durante el ciclo menstrual no aparece
más que un óvulo, objeto posible de fecundación, y esto
independientemente de la frecuencia de las relaciones,
a excepción de algunos estados patológicos.
Por esto, hay que recordar que en el varón, las
relaciones conyugales están siempre ligadas a la
procreación; en cambio en la mujer aquello es periódicamente. El organismo de la mujer es el que determina
el número de hijos, y por tanto un santuario de la vida.
210
Genara Castillo Córdova
Así pues, la fecundación no puede tener lugar
más que en el momento en el que existe el óvulo. Los
modernos métodos científicos permiten conocer con
exactitud el ciclo ovulatorio y el período de fecundidad.
Estos períodos y cambios hormonales también se
deben tener en cuenta ya que el organismo de la mujer
responde de manera diversa a su esposo. Por eso es
que se precisa de toda la exquisita delicadeza y ternura
durante el acto conyugal –también antes que después
de él– lo cual está presente cuando el amor de los esposos
es auténtico y van buscando el bien del otro y no tanto
la propia satisfacción.
Si el esposo tiene en cuenta esta diversidad en
la respuesta femenina y masculina, al ser consciente de
que su línea de excitación sube bruscamente y es más
corta –en comparación con la mujer–, atenderá esa
característica buscando en primer lugar el bien de su
esposa. Entonces su decisión y su acto adquieren la
importancia de virtud –precisamente de la virtud de la
castidad conyugal– y que consiste en la recta inclinación
de la sexualidad en la entrega amorosa, buscando el
bien de la otra persona.
La sensiblería y la superficialidad nada tienen en
común con la virtud. El amor ha de ayudar a comprender
y a sentir al ser humano, ya que es el camino de su
educación, y en la vida conyugal, es parte de la mutua
educación.
El esposo ha de tener en cuenta que su mujer es
un “mundo aparte”, no solamente en el sentido fisiológico,
sino también en el psicológico; puesto que en las
Educación de la Afectividad
211
relaciones conyugales es a él a quien incumbe
generalmente el papel activo, debe reconocer y, en la
medida de lo posible, penetrar ese mundo.
Ésta es, como hemos visto, la función de la
ternura. Ella supone tener en cuenta a su esposa,
tratando de que ella sea feliz, de lo contrario ésta puede
verse sometida solamente a las exigencias de su cuerpo
y de su psiquismo propio. Es verdad que la mujer también
debe procurar comprender al hombre y educarlo de
manera que él se preocupe –de forma adecuada– de
ella; ambos son igualmente importantes. Las negligencias
en la educación y la falta de comprensión pueden ser, en
la misma proporción, una consecuencia del egoísmo
y del descuido. Sí cada uno va a lo suyo, si se obra de
cualquier manera, no es de extrañar que las cosas no
salgan bien en la vida conyugal.
6. Los desórdenes de la vida sexual
Una opinión vulgar muy extendida dice que la
falta de relaciones sexuales perjudica a la salud, pero es
falso. Las neurosis de origen sexual son más bien y sobre
todo consecuencia de excesos o desórdenes en la vida
sexual, desconociendo la finalidad de la sexualidad que
es el amor verdadero y también olvidando o desconociendo
que el organismo se regula solo.
Lo que puede alterar psíquicamente a una persona
es cuando la abstinencia sexual se vive hipócritamente,
como una frustración, y no en el plano donal, por amor
generoso y libre. Entonces se producen muchos estragos
212
Genara Castillo Córdova
no sólo en las personas célibes, sino también en las personas casadas.
Lo que frustra una vida y hasta la neurotiza,
como luego veremos, no es quedarse célibes o casarse.
En este último estado, de hecho pueden darse muchas
frustraciones, no sólo porque al decirle que sí a una
mujer (o a un hombre) se le dice que no al resto de
posibilidades, sino porque normalmente se van
manifestando defectos de carácter, circunstancias,
acontecimientos o enfermedades que pueden ser
desalentadoras, si no hay una decisión firme de ser fiel
a la promesa de amar a la otra persona.
Es decir, que el asunto no es el de las relaciones
sexuales, ni el tema es el celibato o el matrimonio, porque
pueden haber casados infelices, y célibes que son unos
solterones amargados, egoístas y frustrados. Lo que más
hace infeliz y frustra una vida célibe o casada, es la
falta de amor verdadero, de entrega generosa, que lucha
contra el propio egoísmo para dar lo mejor de sí.
Por otra parte, esas alteraciones de la conducta,
tienen un desarrollo y unos síntomas análogos a los de
las otras neurosis. También, la reacción neurótica
depende de los rasgos característicos de cada uno: en
algunos se transforma en reacción hipocondríaca, en
otros, neurasténica. Aquellas obsesiones están ligadas,
con mucha frecuencia, a que el enfermo tiene a una
falsa concepción de la tendencia sexual, lo cual es
particularmente frecuente en este tipo de neurosis.
No se puede perder de vista que la tendencia
sexual puede llegar a ser fuente de disturbios neuróticos
cuando es prematuramente despertada y luego mal
Educación de la Afectividad
213
moderada. Las aberraciones de la tendencia sexual que
resultan de ello son, entre otras, el onanismo
–eyaculación precoz– el abuso sexual de menores o de
indefensos, y el homosexualismo, cuya tendencia va en
aumento.
Es necesario distinguir entre onanismo pasajero
–masturbación– que algunos niños pueden llegar a realizar
y el onanismo como costumbre que va acompañado de
temor a las relaciones sexuales normales con otra persona
del otro sexo. Sus síntomas son entre otros:
susceptibilidad exagerada, complejo de inferioridad a base
de sentimientos de culpabilidad, y otros trastornos de
origen somático.
El tratamiento del onanismo, como de toda
alteración sexual es menos competencia del médico que
de los educadores (orientadores familiares). La práctica
del onanismo es a veces consecuencia de una falta de
verdadera educación. Se comete, a veces, el error de
no hablar o de hablar mal de los asuntos de la sexualidad
humana, lo cual da resultados contrarios a los que se
buscan; en vez de apartarla se llama demasiado la
atención del niño sobre la importancia de la tendencia
sexual y de los problemas del sexo, y eso es lo que lleva
a los complejos.
Lo que debe hacerse es dirigir la atención del
niño o joven, hacia los más altos valores y gracias a un
modo higiénico de vida, a ejercicios físicos y deporte
propiciando diversiones sanas y entretenidas,
despertando los valores del espíritu con un profundo
sentido de la vida, a la vez que se explica de manera
personal a cada quien la riqueza y sacralidad de la
214
Genara Castillo Córdova
sexualidad humana, en el momento adecuado y de la
forma conveniente.
Respecto a las anormalidades, un análisis detenido
de los métodos psicoterapéuticos demuestra que el
objetivo es liberar al enfermo de la opresiva convicción
de que la tendencia sexual es algo determinante en él,
dándole la capacidad de autodeterminarse frente a ella
y a sus impulsiones. Este es el punto de partida de toda
la moral sexual.
Así, la sexología médica y la psicoterapia, bien
encaminadas ayudarían a dirigir las energías del hombre,
inculcándole acertadas ideas y adecuadas actitudes con
el objeto de conseguir el propio dominio tanto en la
interioridad como en la conducta exterior.
De ahí se sigue que toda educación sexual,
también la que toma la forma de terapéutica no sólo
debe reducirse a lo biológico sino que debe estar situada
en el nivel de la persona con la que está ligada el amor y
la responsabilidad.
Un conocimiento biopsicológico
es muy
importante, pero es insuficiente. La educación y la
terapéutica no alcanzarán su fin sino cuando tengan
como mira a la persona y su vocación natural al amor. La
persona no puede ser usada. Esto es ampliamente
reconocido en la actualidad, aunque a veces tiene más
vigencia el planteamiento utilitarista.
Educación de la Afectividad
215
7. Naturaleza, finalidad y medios de la educación sexual
De acuerdo con lo expuesto se puede llegar a
determinar una naturaleza, finalidad y medios de la
educación sexual.
a. Objetivos de la educación sexual
Los objetivos en la educación sexual deben
abarcar tanto a la inteligencia, como a la voluntad y
afectividad del educando, por lo cual hay que darle
criterios claros y formarlo en el plano cognoscitivo, y
también ayudarlo a formar su voluntad y mover su
afectividad. Por ello, los objetivos deben abarcar esos
tres ámbitos
· Conocimiento
La educación sexual tiene como objetivo el
conocimiento adecuado de la naturaleza e importancia
de la sexualidad y del desarrollo armónico e integral de
la persona hacia su madurez psicológica con vistas a la
plenitud espiritual a la que todos estamos llamados.
· Formación del educando para que llegue a la
madurez
En una adecuada perspectiva antropológica, la
educación afectivo-sexual considera la totalidad de la
persona y exige, por tanto, la integración de los
elementos biológicos, psico-afectivos, sociales y
216
Genara Castillo Córdova
espirituales. Esta integración resulta difícil porque también
el creyente lleva las consecuencias del pecado original.
Una verdadera “formación” no se limita a informar
la inteligencia, sino que presta particular atención a la
educación de la voluntad, de los sentimientos y de las
emociones. En efecto, para tender a la madurez de la
vida afectivo-sexual, es necesario el dominio de sí, el
cual presupone virtudes como el pudor, la templanza, el
respeto propio y ajeno, la apertura al prójimo.
· Supone capacidad de donación
La educación debe promover no sólo la aceptación
del valor sexual integrado en el conjunto de los valores,
sino también la potencialidad “oblativa”, es decir, la
capacidad de donación, de amor altruista. Cuando esa
capacidad se realiza en la medida adecuada, la persona
se hace idónea para establecer un contacto espontáneo,
para dominarse emocionalmente y comprometerse con
seriedad.
Por tanto, se debe ayudar al educando en un
clima de confianza, a desarrollar todas sus capacidades
para el bien. No sólo informar sino que es de la máxima
importancia el conocimiento de nuevas nociones, pero
vivificado por la asimilación de los valores
correspondientes y de una profunda toma de conciencia
de las responsabilidades personales relacionadas con la
edad madura.
La sexualidad humana involucra muchos aspectos
de la persona humana. Debido a esas repercusiones, es
Educación de la Afectividad
217
necesario tener presente multitud de aspectos: las
condiciones de salud, las influencias del ambiente familiar,
cultural y social, las impresiones recibidas y las reacciones
del sujeto, la educación de la voluntad, hábitos, y la
formación y desarrollo de la vida espiritual (oración,
sacramentos).
Se debe proponer a los jóvenes ideales grandes.
En educación se habla de “períodos sensitivos” para
referirse a los momentos del desarrollo psicofísico más
“oportunos” para proponer y ejercitarse en una virtud.
La adolescencia y la juventud son los momentos más
adecuados para proponer metas altas. Es necesario
entonces ayudar a los educandos a descubrir esos
valores y a entusiasmarse con ellos, para eso es
importante el buen ejemplo de los educadores.
b. Etapas evolutivas de la sexualidad
Los educadores han de tener presente las etapas
fundamentales de tal evolución: el instinto primitivo, que
al principio presenta un carácter rudimentario, pasa luego
a un clima de ambivalencia entre el bien y el mal; después
con ayuda de la educación, los sentimientos se estabilizan
a la vez que aumenta el sentido de responsabilidad y la
capacidad de llevar adelante proyectos estables en la
vida personal.
Así pues, gradualmente, el egoísmo se puede
controlar, se establece un cierto ascetismo, el otro es
aceptado y amado por sí mismo; se integran los elementos
de la sexualidad: genitalidad, erotismo, características
psicológicas, amor propiamente y caridad cristiana.
218
Genara Castillo Córdova
Por otra parte, la educación sexual debe ser
impartida de manera personalizada, teniendo en cuenta
si es niño, si es niña, su temperamento y carácter, sus
circunstancias, la educación recibida, el ámbito familiar
y social que tiene cada educando. El ámbito ideal para
la educación sexual es la familia.
Asunto especial es el de adecuar la educación
sexual a la edad de cada uno y de acuerdo con su
desarrollo psicológico, para ir dando gradualmente la
orientación oportuna. Es mejor adelantarse, si es posible,
a sus inquietudes, antes de que venga un mal amigo a
decirle una versión distorsionada de la sexualidad o a
inducirlo a experiencias que pueden ser traumáticas.
Como principio general hay que huir de la
“pedagogía de la ignorancia”, que piensa que mientras
menos se enteren los educandos de estas realidades,
mejor es. Esta actitud es contraproducente dada la
situación actual, en la que por cualquier medio le van a
llegar las noticias, muchas veces distorsionadas, -a
través de la televisión, de películas o revistas, de
compañeros o de falsos amigos- de algo tan grande y
sagrado, como es la sexualidad humana.
c. Educación plena y educadores responsables
La educación humana plena sólo se da –para un
cristiano– contando con la ayuda sobrenatural. La vida
cristiana, enriquece la vida interior con la ayuda de la
gracia. La vida de fe, esperanza y caridad está lanzada
hacia delante, por lo que no consiste en prohibiciones
hechas por un neurótico, sino que es eminentemente
Educación de la Afectividad
219
positiva: «¡Ama, haz el bien, no te detengas!», por lo
que le ayuda a la entrega o donación personal.
Así pues, para los cristianos, el espíritu de oración
y de vida de sacramentos, propio de todo cristiano,
ayuda a vivir coherentemente la práctica de valores
como la lealtad y sinceridad de corazón,
el
desprendimiento y la humildad, en el esfuerzo diario de
trabajo y de interés por los demás.
La vida interior es la clave de todo desarrollo
también de las dimensiones humanas. El amor a Dios
hace milagros, ¡felizmente la psicología no lo es todo!. La
entrega generosa a Dios conlleva una inagotable alegría,
siempre victoriosa, más allá de todo moralismo y ayuda
psicológica, y contribuye grandemente en el desarrollo
de la personalidad dándole mucha riqueza y fecundidad.
· Función de la familia
La familia es escuela del más rico humanismo.
Cuenta con reservas afectivas capaces de hacer,
aceptar, sin trauma, aún las realidades más delicadas e
integrarlas en la personalidad. Por eso son importantes
el afecto-confianza recíprocos y diálogo con los hijos.
Junto con ello, los jóvenes necesitan modelos de
conducta por parte de los adultos.
Existe un influjo permanente, sobre padres e hijos,
de los valores vividos. La plena realización de la vida
conyugal y, en consecuencia, la estabilidad y santidad
de la familia, dependen de la formación de la conciencia
220
Genara Castillo Córdova
y de los valores asimilados durante todo el proceso
formativo de los mismos padres.
Los valores morales vividos en familia se
transmiten más fácilmente a los hijos. Entre estos valores
morales hay que destacar el respeto a la vida desde el
seno materno y, en general, el respeto a la persona en
cualquier edad y condición.
· Colaboración entre padres y educadores
Padres y educadores deben ir de acuerdo en los
objetivos, contenidos y en la manera de impartir la
educación sexual, de lo contrario lo que se produce es
una confusión en el interior del educando que no sabe a
quiénes atender.
En cuanto a la educación cristiana es oportuno
recordar que su fin es ayudar a llegar a la madurez en la
fe. Dentro de esta línea va la comprensión de los valores
positivos de la sexualidad, integrándolos con los de la
virginidad y el matrimonio.
Así pues, la primera vocación de todo ser humano,
pero especialmente del cristiano, es amar, y la vocación
al amor se realiza por dos caminos diversos: el matrimonio
o el celibato por amor a Dios. Para dar estas enseñanzas
no bastan lecciones formales, lo mejor es aprovechar
las ocasiones ofrecidas por la vida cotidiana.
Por otra parte, es necesaria una adecuada
preparación para el matrimonio, contando con la ética
cristiana sobre la sexualidad. Los futuros esposos deben
conocer el significado profundo del matrimonio, como
Educación de la Afectividad
221
unión de amor inteligente y generoso, con vistas a los
hijos y al desarrollo personal.
La estabilidad del matrimonio y del amor conyugal
exige, como condición indispensable, la castidad y el
dominio de sí, la formación del carácter y el espíritu de
sacrificio, para lo cual hay que prepararse, y no se
improvisa.
Además, para vivir su sexualidad y llevar a cabo
sus responsabilidades de acuerdo con el designio divino
es importante que los esposos tengan conocimiento de
los métodos naturales para regular su fertilidad.
A modo de síntesis, concluiremos en el siguiente
apartado con un resumen de las principales orientaciones
educativas sobre el amor humano, dentro de la
perspectiva cristiana.
d. Orientaciones educativas sobre el amor humano
· La finalidad de la educación cristiana
El desarrollo armónico de la personalidad humana
revela progresivamente en el hombre la imagen de hijo
de Dios. “La verdadera educación se propone la formación
de la persona humana en orden a su último fin”.
Como es sabido, la personalidad humana tiene
muchos aspectos, uno de ellos es el sexual, ya que no
existe un ser humano sin la tipificación masculina o
femenina. Por ello y en vistas al matrimonio y a la vida
conyugal es necesario ofrecer “una positiva y prudente
educación sexual” a los niños y jóvenes.
222
Genara Castillo Córdova
Hay que reconocer la importancia de la sexualidad
en la vida humana. La sexualidad es un elemento básico
de la personalidad; un modo propio de ser, de
manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir,
expresar y vivir el amor humano. Por eso es parte
integrante del desarrollo de la personalidad y de su
proceso educativo.
Como ya hemos señalado, la sexualidad
caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano
físico, sino también en el psicológico y en el espiritual
con su impronta en todas sus manifestaciones. Esta
diversidad, aneja a la complementariedad de los dos
sexos, responde al diseño de Dios respecto al ser humano.
Especial cuidado hay que tener respecto a no
confundir la sexualidad con la genitalidad, la cual está
orientada a la procreación, es la expresión máxima, en
el plano físico, de la comunión de amor de los cónyuges.
Arrancada de este contexto en que se la entiende como
don recíproco, la sexualidad se reduce a la genitalidad
con lo cual pierde su significado, cede al egoísmo individual
y se constituye en un desorden moral, siendo muy
destructiva de aquellas dos personas.
· Sexualidad orientada por el amor
La sexualidad orientada, elevada e integrada por
el amor adquiere verdadera calidad humana. En el marco
del desarrollo biológico y psíquico crece armónicamente
y sólo se realiza en sentido pleno con la conquista de la
madurez afectiva que se manifiesta en el amor
desinteresado y en la total donación de sí.
Educación de la Afectividad
223
El
Concilio Vaticano II, en su declaración
«Gravissimum educationis», Nº 1, ha recordado que, “hay
que ayudar, pues, a los niños y a los adolescentes,
teniendo en cuenta el progreso de la Psicología, de la
pedagogía y de la didáctica, para desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e intelectuales,
a fin de que adquieran gradualmente un sentido más
perfecto de la responsabilidad en el recto y laborioso
desarrollo de la vida, y en consecución de la verdadera
libertad, superando los obstáculos con grandeza y
constancia de alma. Hay que iniciarlos, conforme avanza
su edad, en una positiva y prudente educación sexual”.
Un ámbito educativo muy natural y preferente
para la educación del amor humano conyugal es la familia,
es el lugar preferente ya que está llamada a ser intérprete
de los valores esenciales del ser humano. La escuela
cumple aquí una función subsidiaria y en estos asuntos
no debe obrar sin el consentimiento de los padres.
· Educación en los valores éticos
La castidad consiste en el dominio de sí, en la
capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del
amor y de integrarlo al servicio de la persona. Por eso la
castidad no es reprimirse sin más, no es algo negativo,
es una afirmación amorosa y libre.
Por otra parte, la conducta humana libre tiene
relación necesaria con la norma moral. De ahí que una
«educación sexual», que no tiene esa perspectiva, se
convierte en simple información o mera fisiología, y lo
que es más, distorsiona la valoración adecuada de la
224
Genara Castillo Córdova
sexualidad humana, incitando a los niños y a los jóvenes
a malas experiencias en el aspecto sexual, ya que
estimula su curiosidad y denigra su tendencia al placer.
En síntesis, la educación cristiana está enraizada
en una determinada concepción del hombre y de su
dignidad. La educación cristiana aspira a conseguir la
realización del hombre a través del desarrollo de todo su
ser, espíritu encarnado, y de los dones conjuntos de la
naturaleza y gracia de que ha sido enriquecido por Dios.
En definitiva, esta educación está enraizada en la fe
que “todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan
divino sobre la entera vocación del hombre”1
1
Gaudium et Spes, n º 11.
V
SOBRE EL SENTIDO DE LA VIDA
1. El deseo de sentido, y la realización personal
Víctor Frankl en varios de sus libros, ha puesto
de relieve que, poco a poco, se ha ido poniendo cada
vez más claro que lo que afecta profundamente y en
definitiva al hombre no es el deseo de placer ni el deseo
de poder, sino el deseo de sentido1.
Esto es tanto así que por ejemplo, en la medida
en que la persona se preocupa neuróticamente por el
placer, pierde de vista el fundamento de éste, y el efecto
placer ya no puede tener lugar. Así pues, cuanto más se
preocupa uno por el placer, más lo pierde.
1
Cfr. FRANKL, V, La Psicoterapia al alcance de todos, Herder,
Barcelona, 1980 y el hombre en busca del sentido, Herder,
Barcelona, 1990.
226
Genara Castillo Córdova
El hombre de hoy tiende, aún inconscientemente, a
la búsqueda del sentido. Precisamente, la realización de
sí mismo depende de la búsqueda de sentido. Sin
embargo, la realización personal, a menudo ha sido
entendida como la simple consecución de objetivos de
bienestar material, status, prestigio profesional, etc. A
veces se suele decir que una persona está «realizada»
cuando ha conseguido sus metas. Sin embargo, esto es
engañoso, porque si ya se ha alcanzado todo lo que se
quería lograr, después, ¿qué queda por hacer?.
El imperativo de Píndaro, según el cual el hombre
debe ser lo que ya es, precisa de una ampliación, hasta
llegar a las facultades humanas que se tienen que
perfeccionar. Sólo a partir de esos resortes íntimos tan
profundos es posible realizarse como persona realmente.
Aunque algunos autores se empeñan en afirmar
que, en la actualidad, prima el deseo de placer sexual.
Sin embargo, hoy se vive más una frustración existencial.
Cuando el deseo de sentido se ve frustrado. De hecho
cada vez más aumentan los personas que sienten un
vacío interior –vacío existencial–. En definitiva, se trata
de una ausencia de sentido de la propia vida, lo cual
atrofia y perjudica grandemente al ser humano.
Así pues, junto a las neurosis psicógenas, es decir
las neurosis en el sentido estricto de la palabra, existen
también las neurosis noógenas, tal como las denomina
Víctor Frankl, es decir neurosis en las que se trata menos
de una enfermedad mental que de una pobreza espiritual,
a menudo como consecuencia de una profunda sensación
de falta de sentido en la propia existencia.
Educación de la afectividad
227
El «vacío existencial» amenaza cuando se buscan
fines parciales de manera exclusiva, recortando el ámbito
de percepción de la realidad propia y ajena, y del universo
en su totalidad, por lo que se cae en las redes de
diferentes tipos de reduccionismo. Como es sabido, este
reduccionismo se caracteriza por la expresión “nada más
que”, si el ser humano no es más que un impulso vital, o
un deseo de poder, etc., entonces se está tomando la
parte por el todo, se le esta negando su realidad
radicalmente.
Todos los seres humanos tenemos una especie
de «filtro» a través del cual percibimos la realidad, pero
esta percepción está acompañada del conocimiento y
valoración de que sea capaz cada sujeto; por ello es
preciso el perfeccionamiento de las facultades internas
para estar en condiciones de tener una vida rectamente
encauzada, solo entonces uno está en capacidad de
descubrir una misión y de un compromiso personales. Es
conocida la frase de Nietzsche: “Quien tiene un por qué
para vivir, soporta casi cualquier cómo”.
2. Las distorsiones de la personalidad
Cuando falta un sentido en la propia vida se cae
en ciertas neurosis que son, por otra parte, en su mayor
parte superables. Es significativo que el neurótico busque
de modo intencional –directo– lo que es resultado o
efecto de una actitud vital.
Por ejemplo, se cae en ese estado si se busca la
libertad desconectándola del bien hacia el que la libertad
228
Genara Castillo Córdova
está necesariamente finalizada. Buscar el placer sin tener
en cuenta que es consecuencia de la entrega amorosa.
Se trata de un afán y búsqueda de felicidad sin
tener en cuenta que para ser feliz hay que pasar antes
por tener una razón y unas acciones para serlo. Se
olvida que la persona humana se realiza por efecto –no
por intención–, en la medida en que trata de hacer vida
su finalidad más propia que es aportar, amar.
Las puertas de la felicidad se abren hacia fuera,
no hacia dentro. Estamos llamados a vivir como personas,
pero una persona cerrada en sí misma es como un círculo
cerrado. La persona, es una noción que ha aparecido
históricamente con el advenimiento del Cristianismo. A
partir de ahí, la persona se entiende como un sujeto
abierto, donante. Así por ejemplo, la persona de Dios
Padre sólo se entiende en donación a Dios Hijo (y de
aquellos que son hijos en el Hijo); la persona de Dios
Hijo en relación a Dios Padre y de aquellos dos respecto
de la Persona del Espíritu Santo. Una persona sola es un
absurdo, ella es eminentemente relacional y abierta.
Si no estamos en la órbita de la donación personal,
muchos males acuden a nuestra vida, dejando un pozo
profundo de infelicidad y de vacuidad interior. Las
manifestaciones de esa situación son variadas, tanto
como personas hay en el mundo, pero de manera general
podríamos citar lo que el filósofo Leonardo Polo, en su
libro La persona humana y su crecimiento, denomina
síntomas vulgares de la tragedia del subjetivismo.
Educación de la afectividad
229
Es muy significativo el hecho que una de esas
manifestaciones del subjetivismo actual se viva
precisamente como un acortamiento del radio de interés.
El individuo que vive encerrado en sí mismo, aisladamente, reduce su radio de interés, lo va acortando hasta
quedarse sólo con sus cuatro cositas personales,
buscadas egoístamente.
En cambio una persona que está en la órbita de
la donación generosa, amplía su radio de interés, se
abre más a la realidad externa, de las cosas, de las
personas, del universo en general. De ahí que el egoísta
se prive de tantas cosas, lo cual se ve, por ejemplo, en
su incapacidad de gozar de las cosas pequeñas.
Cuando uno se expansiona se abre a más cosas,
y por tanto, toma más cosas a su cargo y por lo tanto
se hace más responsable ya que queda más vinculado.
De ahí que sea explicable, aunque no justificable, la
gran irresponsabilidad del sujeto que encerrado en sí
mismo, no vea más allá de sus propios intereses
quedando encarcelado en su pequeño ámbito reducido,
lo sorprendente es que luego se queje de que es infeliz.
En cambio quien vive en su dimensión
profundamente abierta, sabe ver que las mejores
alternativas son aquellas cuyos efectos benefician a
muchas más personas. El bien es difusivo por sí mismo,
pero además la persona que hace el bien logra expandirlo
en un radio mayor que el suyo propio, facilitando el
desarrollo o perfeccionamiento de su entorno.
Así pues, el individualista que a veces se aparece
como «un vividor sin alma», lleva una vida achatada por
230
Genara Castillo Córdova
los límites de su propio subjetivismo, se entiende,
entonces, que dentro de ese planteamiento no cabe
una actitud religiosa auténtica, porque si uno no se
interesa por los demás a quienes ve, muy difícilmente se
interesará por Quien no ve.
Además, al tener una afectividad muy lábil, no se
valora la fidelidad, porque los vínculos son precarios,
por lo cual no se podrá tomar parte en proyectos grandes,
ya que éstos convocan los esfuerzos conjuntos de
muchas personas, por lo que será muy difícil el trabajo
en equipo. Por tanto, las organizaciones sociales decaen,
no pueden tener ni una real sostenibilidad, ni continuidad.
Así, es explicable que el matrimonio, por ejemplo, se
entienda o se viva muy mal, porque los vínculos que
aquella institución comporta se rompen fácilmente o se
pasa de unos a otros con gran facilidad, al golpe del
propio interés egoísta. De ahí que en la actualidad
aparezca cada vez más el carácter pulsátil del interés
en el campo sexual, y la presencia del divorcio.
En general, desde la órbita individualista se hace
muy difícil, el interés por la buena marcha de la sociedad,
ya que esto comporta poner a su servicio lo mejor de
uno mismo. Actualmente podemos ver que el
reconocimiento de los valores cívicos va desapareciendo.
Es explicable, ya que un individuo preocupado por su
propio bienestar, rechaza las incomodidades, esfuerzos
y sacrificios que conlleva sacar adelante la vida social.
En todo caso, si se interesa por la política lo hace no
con espíritu de servicio, sino en vista de sus propios
intereses. Así pues, hemos llegado a que la humanidad
Educación de la afectividad
231
actual se encuentre políticamente paralizada y en la
que se echa en falta auténticos líderes políticos.
Sin embargo, tal como hemos señalado, la persona
no está hecha para vivir así, si lo hace se asfixia. Es
decir, que aparecen distorsiones de la personalidad que
se van agravando paulatinamente, hasta caer en
fenómenos patológicos. Aparecen entonces las fobias,
las obsesiones, etc. Uno bastante común es el aumento
de los mecanismos de defensa. Al encerrarse en sí mismo,
el individuo aumenta su percepción de lo externo como
negativo o como amenazante. Entonces, de entrada se
sustituye la confianza por la desconfianza en las
relaciones interpersonales. A veces se llega a ver a los
demás como elementos negadores de uno mismo, por lo
que surge la falsa necesidad de auto-afirmarse por encima
de ellos, y en esa loca carrera sin aliento, se llega a
alteraciones cada vez más profundas.
Cuando éste encerramiento en sí mismo no se
ataja y se va haciendo mayor se cae en actitudes
realmente llamativas. En este sentido es muy significativo
el hecho de la progresiva pérdida de la capacidad de
comunicarse. Quizá esto se pueda notar en la actualidad
en algunos adolescentes, que toda su comunicación es
“sí”, “no”, “ya”, y esas peculiares “caras de palo” que
manifiestan un estragamiento en el propio yo en
complicidad con una atrofia de su afectividad.
Por ese camino, uno se va adentrando en
depresiones cada vez más profundas, en la angustia y
la pérdida del sentido de la vida. Como es evidente, no
trataremos de agotar ahora el tema de la angustia, ya
232
Genara Castillo Córdova
que sobre él se han hecho estudios psicológicos,
filosóficos y metafísicos, y es un tema muy amplio. Sin
embargo, vamos a detenernos en un asunto básico y es
que está bastante claro que la angustia es provocada
por la “nada”. A través de ese sentimiento peculiar que
es el de la angustia vital se puede ver que el sujeto
progresivamente se ha ido cerrando a la profunda
realidad, de sí mismo, de los demás, etc., hasta quedarse
con la nada.
Así pues, por el camino del egoísmo subjetivista
la vida humana empieza a deteriorarse, ella que está
llamada a expansionarse y que por su propia naturaleza
tiende hacia la plenitud humana. En la angustia, la vida
experimenta una estrangulación que oprime y sofoca al
individuo, que se debate, por caminos angostos, los
que él mismo se ha puesto. Justamente esa limitación
aparece cuando tiene que hacer frente a las dificultades
o hacerse cargo de su propia vida, de manera que su
insuficiencia y la precariedad de lo demás, es algo que
se vive como angustia.
Al carecer de un sentido y de la tarea
correspondiente a él, aparece la angustia vital, en la
que el sujeto se encuentra como desconcertado, en
medio de la misma vida, en toda la indeterminación de
sus posibilidades, lo cual le sumerge en un estado de
ansiedad que paraliza su vida, y es la que afecta a su
sentimiento vital desde sus más hondas raíces.
Quizá la angustia vital sea uno de los dolores
más profundos del ser humano. Para indicar su intensidad,
suelo señalar que ante la angustia profunda, hay que
reírse de un dolor físico, que no es tanto comparado con
Educación de la afectividad
233
aquel dolor del alma. Conviene recalcar que la angustia
vital más profunda es la llamada angustia intrapsíquica.
Esta es superior al sentimiento estacionario de desarraigo
y de desamparo que agobia al ser humano cuando se
siente inmerso en un mundo que ha dejado de serle
hospitalario y familiar, de ahí que el hombre trate de huir
de esa situación ambiental replegándose sobre sí mismo,
algo así como si buscara un refugio seguro donde saberse
amado.
En cambio, en la angustia intrapsíquica, la
motivación angustiosa, no depende inmediatamente de
la posición del hombre ante la vida y ante el mundo, sino
que está en su ser interno, en la estructura íntima de su
personalidad, por lo que es más difícil de ser superada,
ya que expresa la alteración del ritmo de la vida interior,
por eso muchas veces no se sabe por qué y ante qué se
pone en marcha.
También es significativo que para enfrentar a la
angustia se produzcan algunos mecanismos de defensa,
especialmente la colectivización y la huida. No es raro,
ya que el individuo se ha despersonalizado. Mediante la
colectivización el hombre elude su responsabilidad frente
a “sí mismo” y diluye el sentido individual de su vida en
el caldo de la angustia colectiva, que se exterioriza
mediante resentimientos, odios, agresiones de unos
grupos frente a otros.
Huir, escapar, es un mecanismo de defensa muy
frecuente. En lugar de hacer frente a la pregunta acerca
del sentido de su vida el hombre puede optar por huir,
entregándose a disipaciones que diluyen su desazón, en
234
Genara Castillo Córdova
cambio podría tratar de, conscientemente, dar a su vida
el sentido que no supo o tal vez no quiso dar o que
perdió por alguna circunstancia más o menos imputable.
Lo más grave no es responder que la vida no
tiene ningún sentido, ni tan siquiera plantearse la
pregunta por el sentido de la vida, sino frustrarse interior
y continuamente con sucedáneos de ese sentido o con
actitudes que tienden a escapar al problema.
La angustia hace que el hombre se entregue a
disipaciones y pasiones, al furor del trabajo, a excesos
sexuales, al alcohol, a la droga. La angustia se expresa
en anomalías de salud, en disminución de la capacidad
de trabajo, de concentración, en una exagerada
necesidad de seguridad, en un escepticismo frívolo, o
también en rigorismo ético, en una práctica forzada y
dolorosa de ritos religiosos.
Por ello para salir de la angustia se necesita un
salto. Existen los saltos vitales instintivos como el placer,
el poder, la autoestima, etc., pero para superar la angustia
y también para prevenirla, se requiere una tensión
dinámica que facilite el salto trascendente, el imperativo
de mayor dignidad en el plano de la existencia humana
Con todo, la angustia puede ser el principio de
una salud psíquica más plena y sólida. Desde luego que
hay que tratar de ver dónde está la ruptura de la
personalidad, es decir, las disarmonías y traumas
psíquicos adquiridos en el curso de la infancia, pubertad;
ambivalencias, conflictos impulsivos, retardos o
desajustes en el desarrollo de diferentes factores
Educación de la afectividad
235
caracterológicos, pero hay que tratar de ir hasta las
raíces.
Según Víctor Frankl y otros psiquiatras que tienen
una larga práctica clínica, sostienen que a través de ella
se evidencia que las personas egocéntricas suelen
padecer un estado de ánimo lábil.
Un hombre que se enquista en su propio yo, se
aísla del mundo y del prójimo, y se hipersensibiliza hacia
cualquier estímulo que considere atentatorio o lesivo
para sus intereses personales, se vuelve indulgente con
sus propias deficiencias pero intolerante para con las
ajenas.
El enquistamiento en su propio yo le conduce a
no saber salir de sí mismo, absolutiza su propio vivir,
busca lo agradable y elude todo lo desagradable. Así el
principio del placer es elevado a la categoría de valor
supremo.
El egocentrismo absolutiza su propio yo y, en vez
de abrirse al mundo y tomar el lugar que le corresponde
en el sistema universal de relaciones, se hace a sí mismo
centro del mundo y tiende fatalmente a construir “su”
propia jerarquía de valores.
Así como el sentido de la vida, sólo se revela por
la adhesión a una jerarquía de valores estables, así se
oscurece más y más por el subjetivismo consiguiente a
la precaria estabilidad del propio yo.
De esta manera, el criterio fundamental de
valoraciones se deposita en la sensación, en la búsqueda
de placer, que continuamente busca nuevas
comprobaciones. Sin embargo, tener el placer como
236
Genara Castillo Córdova
criterio para la vida conduce forzosamente a un profundo
disgusto y a la tristeza.
Así pues, tenemos que concluir, que el equilibrio
psíquico se distorsiona en el egocentrismo. Por otra parte,
la satisfacción del yo, respetando los valores objetivos,
no es imaginable sin renuncias, sin el sometimiento
–realmente sentido– de los propios valores a los valores
del amor que trasciende la subjetividad. Ésto va en la
línea de vivir como personas realmente.
En realidad estamos bien hechos, con una
vocación a trascendernos a nosotros mismos que es
inevitable, ya que se encuentra en lo más profundo de
nuestra naturaleza. Por ello no es posible penetrar en el
ámbito de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello sin
haber renunciado antes a la sensación como fin en sí
misma.
Pero también está la advertencia de no absolutizar
lo relativo. La noción de neurosis sería precisamente
ésa: la absolutización de lo relativo. Por ello, ya solo
para la propia salud píquica es necesario haber renunciado a los afanes desmedidos de poder, de conocer,
de saber. Por muy sublimes que puedan ser en sí, todos
esos valores son relativos y en el momento en que se
absolutizan se desvalorizan.
Kierkegaard ha indicado hacia donde conduce al
hombre el hacer valores absolutos, de suyo quizá sublimes
pero relativos. Son un ejemplo de ello, el eterno buscador
Ahasvero, el insatisfecho Don Juan, el insaciable Fausto.
Todos ellos, desligados de los valores objetivos y sin un
fin último, se encuentran en una búsqueda ansiosa de
Educación de la afectividad
237
un valor relativo que se vive egoístamente como si fuera
absoluto, sin llegar nunca a la verdadera plenitud. Lo
que ignoran es que las puertas de la felicidad, y de la
alegría –que es su consecuencia inmediata–, empiezan
por abrirse, como decíamos, hacia fuera y no hacia
dentro.
Estamos llamados a la alegría, pero ésta es una
consecuencia de vivir en clave de donación. Por esto la
tristeza, en el ser humano, debe ser una señal de alerta,
de que algo no va bien en su interior, de que está
quedándose en cosas relativas, cuya precariedad nos
arrastra. Incluso, el recurso al humor se vive
precisamente dando un salto sobre lo contingente que
amenaza con ofuscarnos, con fagocitarnos.
Se suele decir que en la vida saber navegar es lo
importante, y como el buen capitán, a menudo hay que
levantar la mirada, mirar alto y a lo lejos. Es la esperanza,
la apertura hacia el futuro. Pero el futuro se prepara
con el presente, es una manera de «aprovechar» el
tiempo, usarlo para crecer, no dejarlo simplemente en
un mero transcurrir.
No podemos ludir la temporalidad porque nuestra
condición humana la requiere, y sin embargo, podemos
ir más allá de lo meramente temporal. Abrirse al futuro.
requiere la esperanza, la cual tiene que ser lanzada lo
más lejos posible. Incluso se podría decir que una persona
vale lo que vale su esperanza. De lo contrario, no sólo
queda atenazado por multitud de amenazas, sino que
deja de aprovechar la realidad concreta presente para
crecer, para perfeccionarse.
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Genara Castillo Córdova
No es una casualidad que en la persona neurótica
se haga presente el futuro, el temor ante el destino se
halla dirigido a toda clase de posibles derrotas en la
lucha por la vida, por la existencia, a enfermedades, a
pobreza, fracasos, y toda una gama de posibles pérdidas
de valor y de posibles amenazas que oscurece el horizonte
del futuro, por lo que no puede alegrarse del presente.
En cambio, la esencia de la alegría es el irradiar
hacia el futuro. Para que el futuro no aparezca como
obturado se requiere salir de sí, tomar como propia tarea
la del desarrollo propio y de los demás, etc., todo menos
quedarse egoístamente en uno mismo.
Teniendo la mira puesta en las realidades que
valen de verdad absolutamente, uno se libra de uno
mismo. Para un cristiano, el «norte» lo tiene fácil,
asequible. Se trata de tender a Dios con todas sus
fuerzas, y con su entero ser, y ayudar a los demás a lo
mismo. Sólo entonces, se le «devuelve», el verdadero
placer, el auténtico poder, la libertad, el amor, la alegría,
el universo entero.
En esa clave de donación personal se atenúa la
presencia de los llamados hombres-masa, sin iniciativa
ni responsabilidad y, por consiguiente, sin libertad,
íntimamente desgraciados.
En definitiva, es preciso replantearse el verdadero
sentido de la vida, evitar la despersonalización, ya que
lo contrario –la persona– supone vivir la vida en clave
de donación, teniendo en cuenta de que la persona es
donante por excelencia, es aportante, que está abierta
Educación de la afectividad
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a los demás. Si se vive así, tanto en el plano humano
como en el divino, se puede vivir feliz, siendo la felicidad
una consecuencia de ese sentido del vivir humano.
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