EL ETERNO DEBATE ENTRE CIENCIA Y RELIGIÓN Alumno: DÍAZ, Narela Escuela: Juan Gutenberg, Mar del Plata, Buenos Aires Profesor Guía: MUSUMECI, Daniel INTRODUCCIÓN: Desde que el hombre existe, ha tenido la necesidad de responder a las preguntas fundamentales de la existencia y de la realidad que le rodea. El deseo de saber, la capacidad de plantearse problemas, es algo que caracteriza al ser humano. En un principio, se recurrió a los mitos, a los dioses, a seres superiores para explicar los distintos procesos y fenómenos naturales, es así que surgieron en principio las religiones y creencias de los diferentes pueblos. Hacia el siglo IV a.C. en Grecia, algunos pensadores intentaron comprender el mundo que los rodeaba sin recurrir a las ideas tradicionales que todo lo explicaban por la acción de los dioses. Estos hombres usaron su razón para hallar argumentos que hicieran comprensibles el universo y la conducta humana. Así fue que con el paso del tiempo las explicaciones míticas, religiosas, iban perdiendo sentido frente a teorías comprobables, fundamentadas en el uso racional. Pero a medida que avanza en el desarrollo de sus conocimientos, el hombre siempre tiene más preguntas para responder, que se suman a los problemas que nunca ha logrado explicar con la razón. Sin embargo, o quizás debido a estos planteos sin respuesta, la religión, la creencia en seres superiores que pueden influir en nuestra vida, nunca ha desaparecido en forma definitiva. En la actualidad coexiste con las diferentes ciencias, lo que da origen a muchos debates. El objetivo principal del presente ensayo es tratar el tema de la compatibilidad entre ciencia y religión: qué áreas del conocimiento le corresponden a cada una y en qué aspectos surgen los conflictos entre las diferentes teorías que estas proponen. En el desarrollo del trabajo se pretende expresar los diferentes puntos de vista concernientes al tema presentado, pero haciendo hincapié en una opinión elaborada en forma personal. CIENCIA Y RELIGIÓN: Amigas o enemigas Para poder analizar las relaciones entre ciencia y religión es importante definir y caracterizar cada dominio. La ciencia, podemos decir que nos ofrece un tipo de verdad, determinada mediante el uso de métodos científicos; sus afirmaciones son comprobables de forma racional y empírica. La religión, según los devotos, nos ofrece en cambio un tipo de verdad espiritual que trabaja a un nivel superior, en un plano que trasciende la lógica y la experimentación (1). Partiendo de estas definiciones surge un primer enfrentamiento. Algunos escépticos consideran que las afirmaciones sólo son verdaderas cuando cumplen con los requisitos de verificación y justificación (1). Debido a esta diferencia metodológica ponen en tela de juicio las afirmaciones de la religión, las que, sostienen, están basadas en tradiciones orales cuestionables. Por su parte y desafortunadamente, las religiones a lo largo de la historia también han usado frecuentemente sus creencias para censurar o impedir el desarrollo de la investigación científica (son conocidas las posturas de la Iglesia Católica Romana frente a científicos de la talla de Galileo y Darwin, por dar un ejemplo). El debate entre ciencia y religión ha sido prolongado debido a que existen muchas áreas donde científicos y religiosos hacen afirmaciones radicalmente diferentes. Entre estas discusiones podemos nombrar por ejemplo la existencia del alma, la vida después de la muerte, el origen del universo, el origen de la raza humana, la reencarnación, entre otros. A pesar de esto cabe preguntarnos hasta qué punto son la ciencia y la religión dos actividades humanas contrapuestas. La forma en que algunas personas logran compatibilizarlas de alguna u otra manera, siempre despierta curiosidad. Los partidarios del “discordismo” sostienen que las teorías científicas y el enfoque teológico son tan opuestos y se encuentran tan distantes, que no pueden influir el uno en el otro, no se invaden (2). Uno de los mejores ejemplos entre estos pensadores es el de Georges Lemaître, un monje católico y astrofísico belga, quien jamás intentó explotar la ciencia en beneficio de la religión. Estaba convencido de que ciencia y religión son dos caminos diferentes para llegar a la verdad. Al cabo de los años, declaraba en una entrevista concedida al New York Times: “Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión”. Lemaître dejó clara constancia de sus ideas sobre las relaciones entre ciencia y fe. Para él, el hecho de ser científico y a la vez religioso no le presentaba ningún tipo de limitación: “Nunca se podrá reducir el Ser supremo a una hipótesis científica. La revelación divina no nos ha enseñado lo que éramos capaces de descubrir por nosotros mismos, al menos cuando esas verdades naturales no son indispensables para comprender la verdad sobrenatural. Por tanto, el científico cristiano va hacia adelante libremente, con la seguridad de que su investigación no puede entrar en conflicto con su fe.” En cambio, pensaba que el creyente tiene la ventaja de saber que el enigma tiene solución. Esto, a pesar de no proporcionarle nuevos recursos para su investigación, contribuye a fomentar en él ese sano optimismo sin el cual no se puede mantener durante largo tiempo un esfuerzo sostenido. “En cierto sentido, el científico prescinde de su fe en su trabajo, no porque esa fe pudiera entorpecer su investigación, sino porque no se relaciona directamente con su actividad científica.”(3) El “discordismo” permite un diálogo sereno y respetuoso entre científicos y teólogos. Se niega a recurrir a los saberes de uno para el avance de otro. Pero claro está que existe el riesgo de que se produzca una separación demasiado tajante, hasta el punto de privar a unos y otros de elementos útiles para su propia reflexión. Un segundo modelo, llamado “concordista” propone que los datos científicos pueden servir directamente para revitalizar a las teologías. Partidarios de este modelo proponen por ejemplo que la ciencia sólo puede ocuparse de un nivel de existencia, la existencia física, ésta se basa también en el estudio de lo que pasa en el tiempo y en el espacio, por consiguiente lo científico se acerca al principio pero no puede llegar al comienzo propiamente dicho, pues este se encuentra más allá de la existencia material y de las dimensiones espacial y temporal (4). Postula entre otras cosas, que aunque la ciencia no pueda probar la existencia de Dios, podría orientar a los creyentes en dónde buscar lo divino. A pesar de esta última aclaración es evidente que surge una variante del “concordismo” a la que bien podríamos denominar “Dios comodín”. Es decir, se va haciendo responsable a Dios o a cualquier divinidad únicamente por los hechos que continúan siendo inexplicables. Esto no se diferencia mucho de los nórdicos atribuyendo el trueno al martillo de Thor. La ciencia progresa desde una hipótesis válida a otra que amplía el campo de validez de la misma, siempre probando sus afirmaciones y rechazando aquellas ideas que se contradicen con la evidencia de los hechos. En cambio “Fe es creer por la palabra de Dios en lo que no vemos” (San Agustín), por lo cual se evidencia que la fe religiosa desafía la prueba, mientras que la ciencia la reclama (5). Debido principalmente a sus métodos contrapuestos, parece imposible una fusión entre ciencia y religión. Desde mi punto de vista, sin embargo, la ciencia suscita inevitablemente dilemas filosóficos que la superan, como las cuestiones de sentido y de ética. Me parece que la ciencia actual, tan fragmentada como se encuentra, sabe mucho sobre poco. Y es difícil construir con ese saber una visión conjunta y coherente del universo. Frente a estas situaciones es frecuente que se recurra a las diversas tradiciones religiosas para dar respuestas “adecuadas” a los planteos filosóficos que quedan sin resolver. Estas teorías sirven al científico no para avanzar en sus investigaciones, sino para ayudarlo a resolver las preguntas que todo ser humano se plantea. La sociedad tiende a tomar a la religión como una guía para actuar “correctamente” en sus vidas. Además de esto las religiones suelen ofrecer repuestas basadas en la fe a grandes misterios; como es el caso de la teoría del “creacionismo”, que atribuye la existencia a la obra de Dios. El conflicto entre ciencia y religión en las últimas décadas, se da principalmente debido al avance en investigaciones o en prácticas sobre temas como la clonación, la experimentación con células madre embrionarias, los métodos abortivos, entre otros. Muchas instituciones religiosas se oponen a estas prácticas, ya que van en contra de sus convicciones sobre las “reglas éticas y morales” que las personas “deberían seguir”. En mi opinión, creo que la cuestión es otra: ¿hace falta ser religioso para hacerse estos planteos éticos? Mi respuesta es no. Me parece que es necesaria hacer una separación entre ética y religión. Considero que instituciones como la Iglesia utilizan argumentos morales y éticos para hacer fuertes sus reclamos sobre la forma de proceder de otros (investigadores científicos en este caso). Sin embargo me parece que los religiosos no tienen competencia en formar juicios morales. Me expreso de esta forma porque creo que en la historia de la ética se ha hecho un gran esfuerzo por demostrar que ésta puede ser una disciplina autónoma. Se pueden formar juicios éticos basados en un cuestionamiento racional, a partir de la lógica y basados en las experiencias. Es posible desarrollar conocimiento en ética, determinar reglas de decisiones efectivas por ejemplo. En otras palabras, no hace falta estar involucrados en un marco religioso para ser moral, para hacer lo que es “correcto” o actuar según nuestras propias convicciones, siendo fieles a nosotros mismos, a lo que creemos que está bien. Uno puede ser una “buena persona” por así decirlo, independientemente de si tiene una religión o no, de si se confiesa o si va a misa, o a la mezquita a rezar. Y lo que cada uno piense con respecto a los temas antes planteados depende de nuestra propia forma de ver la vida, de los principios de cada uno. Pero entonces si no es la ética ni la moral ¿cuál es el campo apropiado para la religión? ¿Existe tal campo?, y por otra parte ¿el desarrollo de la religión en este espacio es compatible con el desarrollo científico? Yo creo que tanto ciencia como religión son compatibles, dependiendo de cómo se maneje la religión. No se puede ignorar su importante función e influencia a lo largo de la historia. Las diferentes religiones hablan de mitos, metáforas, historias que expresan los deseos de las personas, así como también sus temores, frente a una realidad que les es todavía incomprensible en muchos aspectos. Por esto mismo, creo que la función principal de las religiones es expresar esperanza. Son una guía para los individuos frente a situaciones límite, sirven para superar la tragedia, la desesperanza, la adversidad, los conflictos y los hechos inexplicables para la condición humana. Esto no quiere decir que su línea de pensamiento sea necesariamente buena, correcta o siquiera justa, sólo tratan de superar el miedo y la angustia. Los sistemas religiosos de creencia, pensamiento, emoción y actitud son productos de la imaginación humana creativa. Divagan entre la fantasía y la ficción, tomando las promesas de figuras históricas olvidadas y dotándolas con un significado cósmico eterno (1). En la anterior interpretación de la religión, ésta sólo estaría limitada a amparar a las personas frente a situaciones difíciles e incomprensibles de la vida. En ese aspecto no sería incompatible con la ciencia, pero sabemos que esta está muy lejos de ser nuestra realidad. Inevitablemente tanto ciencia como religión en un punto siempre se cruzan, y no creo que sea casualidad que el tema de mayor debate en este aspecto sea el origen del universo. Sin embargo, pienso yo que en realidad, si se retroceden algunos años, se ha hecho un gran avance en la compatibilización de las teorías sobre el origen del universo. Por más que no haya sido de forma intencionada, creo que las teorías científicas, en vez de “hacer desaparecer a Dios”, lo han llevado hasta el límite de los conocimientos físicos: hablo de la Singularidad, el Tiempo Cero. Donde “el Creador” se hace inmensamente fuerte detrás de la barrera que la ciencia no logra traspasar. Las ecuaciones de la física explican el universo primitivo con gran eficacia, pero a medida que se retrocede en el tiempo y se aproxima al momento cero, las matemáticas se desintegran y todo pierde sentido. Es a ese momento al cual la religión se aferra para decir que allí se encuentra lo divino, en lo inexplicable del origen del universo y propone la teoría de la Gran Explosión. Ésta no sólo ha sido declarada posible desde el punto de vista científico, sino recreada también. Muchos encuentran es esto la clave para considerar que tanto teorías científicas como religiosas sostienen una única verdad. Esta sería la creación de la materia a partir de una enorme fuente de energía, de un punto de energía sumamente concentrado: ya sea Dios, Buda, la Fuerza, Yavé, la Singularidad, el Punto Único, o cualquier otra cosa. Alejándonos un poco de la teoría sobre el origen del Universo, se podría decir también que de alguna manera la religión “llena” los espacios vacíos, las incógnitas que la ciencia va dejando a su paso (debido a que exceden sus límites). Y con respecto a esto me atrevería decir que tal vez la ciencia sí es ambiciosa, y mucho. Aclaro que no opino que esto esté mal, pero me parece que “desarrollo científico” no equivale a “desarrollo humano”. Últimamente son notorios los casos en que los investigadores no hacen su trabajo por encontrar placer en el descubrimiento en sí mismo, sino que el avance en las ciencias lleva inevitablemente al desarrollo tecnológico, no siempre hablando en términos positivos (como en el caso de las bambas nucleares, que demuestran un estancamiento en el desarrollo del respeto por los derechos de otros, la solidaridad y evidencian las limitaciones humanas). Por esto tal vez muchos no están preparados para las grandes revelaciones de la ciencia, y no saben cómo manejarse frente a estos descubrimientos. Tal vez de alguna forma por eso nos aferramos a la religión: tenemos miedo de seguir adelante y descubrir algo que no nos guste. No queremos creer que en realidad que no haya nada, un sentido tiene que haber, las cosas por algo pasan. Por eso tal vez los más valientes se animan a seguir buscando, aunque esto lleve quizás a alguna contradicción. En realidad, cuanto mayores son los conocimientos en física que uno adquiere, menos entiende uno cuál puede ser la finalidad (6). Se busca la teoría de todo, una teoría única y definitiva que tenga la verdad de todo, que nos diga por qué vivimos, de dónde venimos, cómo llegamos aquí, que responda a todos los porqués… Sin embargo, me parece que siempre hay un porqué más. Si alguna vez se encuentra ésa teoría, si es que existe ¿cómo se sabrá que es la correcta? Y que no es algo completamente diferente como por ejemplo, que nada existe. Por lo tanto, el mayor objetivo del ser humano no puede ser superior a descubrir una teoría, tan lógicamente frágil que se derrumbe y acarree contradicciones frente a cualquier nuevo planteo. Y aquí es dónde me parece que el ser humano, el hombre, nuestra raza, toca los límites de su naturaleza. No se si se puede pretender más que eso, pero es obvio que muchos lo esperan. Sería totalmente magnífico descubrir “la verdad de todo” o tal vez también horrible, aunque creo que es algo que tal vez, nunca sabremos. La única manera de librarse de estas preguntas es no formularlas. Pero eso iría en contra de un criterio de racionalidad crítica: uno no ha de cesar en su búsqueda de nuevos argumentos siempre que quede algo que argumentar (7). CONCLUSIÓN: Me parece que vivimos en un período en el cual la ciencia y la tecnología avanzan de forma inaudita, y que las sociedades por el contrario, caminan en círculos. Cada vez que parece que la paz ha ganado la partida, que se destacan logros en la lucha por los derechos humanos; en alguna parte del planeta surge una nueva guerra, nuevo conflictos por discriminación, gente muriendo de hambre, atentados que matan cada vez más personas. El desarrollo en los campos de la tecnología no está siendo acompañado por el desarrollo humano. Si se pudiese decir que las investigaciones tienen únicamente objetivos y efectos positivos me parecería en este momento algo increíble. No quisiera que esto sea malinterpretado como que estoy en contra del desarrollo de las ciencias, pero, a veces sería bueno preguntarse si los fines son siempre productivos para la sociedad, pacíficos y solidarios. Estoy segura que en muchos casos sí, pero en otros no tanto. Lo que me parece es que tal vez algunas personas o sociedades, o tal vez el ser humano en sí, no está capacitado para tanto, no sabe darle un buen uso. En el trabajo se hizo especial énfasis en la relación religión-ética. Para hacer una conclusión en este aspecto, diría que la ética es una disciplina que es autónoma y no está necesariamente ligada a instituciones religiosas. Esto no significa sin embargo que cada religión no sea libre de proclamar sus creencias morales y que sus fieles decidan seguirlas. Yendo a otro punto, respecto a la intervención de la religión en determinados campos de la investigación, mi opinión personal no está definida. No quiero pasar por alto el aporte de religiosos en las teorías científicas, como por ejemplo la del “Big Bang” (propuesta por Georges Lemaître en 1927). Por esto no me parece mal que los religiosos investiguen o expongan sus teorías con respecto al universo, lo que no me parece productivo es que se genere conflicto a partir de nuevos postulados de carácter científico. Supongo que muchos podrán decir que es la ciencia la que en realidad “interviene” haciendo investigaciones sobre cuestiones que ya han sido “establecidas” de tal o cual manera por las instituciones religiosas. De cualquier forma, lo que me parece equivocado es no permitir que otros piensen diferente o busquen respuestas fuera de la religión, en realidad no veo nada de malo en eso. Más aun, es posible ser un científico dedicado y creer aun así en Dios o en cualquier otro ser superior. Por eso, desde mi punto de vista, lo que hace más débil a instituciones como la Iglesia, es la intención de “imponer” en las personas los dogmas religiosos: condenar a la ciencia y decir que esta “entierra la fe y mata a Dios”, es una forma de pensar muy antigua. Cada persona tiene derecho a pensar a su manera, tanto si decide seguir los postulados de una institución religiosa como si desea buscar respuestas con fundamentos racionales. Lo cual no quiere decir que se “ataque” a la religión de ningún modo. Cada uno es libre de elegir entre la fe, la razón, ambos, o bien ninguno. El hecho de que muchos científicos sean escépticos con respecto a la existencia de un ser superior, no quiere decir que en el caso de todos sea igual. Además el hecho de que no se haya podido comprobar aún la existencia de Dios no quiere decir que éste no exista. Para los creyentes fortalece más aun la idea de algo inalcanzable, ya que tampoco se ha probado que no existe. Los hallazgos de la ciencia contemplan, si no aseguran, la probabilidad de que, al que igual que muchas otras especias ya extintas, la raza humana desaparezca. Se habla de un Big Crunch, de que el Sol se enfriará, de una gran helada. Estas hipótesis deshacen las aspiraciones humanas. Lo más probable es que la mayoría de las personas no puedan vivir una vida “llena” sabiendo de la eminente extinción de los humanos. Muchos buscan la inmortalidad y la religión satisface esa necesidad (1). Finalmente, destaco que para mí ciencia y religión convivirán juntas por mucho más tiempo. Las religiones no desaparecerán fácilmente, porque son propias de las sociedades, es algo que las caracteriza. Por su parte la ciencia avanza a un paso desenfrenado, describiendo un camino único e importantísimo. Tal vez, como dije antes, la clave para compatibilizarlas o para no generar conflicto entre ambas es saber cómo y cuándo recurrir a nuestras creencias, y también manejarnos con ética en el campo científico. Esto sería un gran avance en la convivencia de estos dos eternos “vicios de la sociedad”. CITAS: (1) Paul Kurtz, Filósofo de la Universidad estatal de Búfalo, EE.UU. En http://ateosteistas.com/biblioteca/?p=162 (2) Dominique Lambert, profesor de la Universidad Notre-Dame de la Paix, Namur, Bélgica. En http://www.unesco.org/courier/2001_05/sp/doss23.htm (3) Las citas de este párrafo corresponden a opiniones expresadas por Georges Lemaître. Extraídos de http://www.unav.es/cryf/georgeslemaitreelpadredelbigbang.html (4) Seyyed Hossein Nasr, Catedrático de Estudios Islámicos de la Universidad de George Washington. En http://www.unesco.org/courier/2001_05/sp/doss23.htm (5) Pedro Fernaud, El origen del universo, 1979. En http://www.elpais.com/articulo/opinion/ZUBIRI/_XAVIER_/FILoSOFO/ORTEGA_Y_GASSET/_JOSe /origen/Universo /elpepiopi/19790303elpepiopi_9/Tes/ (6) Steven Weinberg, profesor de Física de la Universidad de Texas, en Austin, EE.UU, Premio Nobel de Física en 1979. En http://www.unesco.org/courier/2001_05/sp/doss23.htm (7) Michael Heller, profesor de la Facultad de Filosofía de la Academia Pontificia de Teología de Cracovia, Polonia. En http://www.unesco.org/courier/2001_05/sp/doss23.htm BIBLIOGRAFÍA: http://www.unav.es/cryf/curso05ma.html http://portal.educ.ar/debates/eid/ciencia/debate/ciencia-y-religion.php http://www.foroswebgratis.com/tema-el_debate_historico_entre_ciencia_y_religion-17600-1043404.htm http://www.ayvevos.com/foros/showthread.php?t=28179 http://www.alt64.org/articulo/relig.htm http://www.creencias.com.ar/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=18&mode=thre ad&order=0&thold=0 http://www.txoriherri.com/cienciay.htm http://www.solociencia.com/antropologia/07081402.htm http://neurona-salvaje.blogspot.com/2006/11/puente-entre-religin-y-ciencia.html http://www.cristalab.com/blog/10782/ciencia-religion-el-problema-de-los-dogmas---2 Las páginas de internet fueron la principal bibliografía utilizada para este trabajo. Me ayudaron en la elaboración de mis opiniones personales principalmente las páginas de debate y los foros donde leí lo que decían diferentes personas con respecto al tema, así también como los artículos con entrevistas realizadas a famosos académicos. En la monografía intenté no citar demasiados autores, sino que traté de construir una opinión personal fundamentada y expresarla en el texto lo mejor posible.