Plagio con asesinato ¿Realmente inventó James Watt la máquina de vapor? En el cine o la literatura no es extraño encontrar obras que son un plagio o copias de otras, pero tal vez sea más preciso llamarlas intertextos, es decir, obras basadas completamente en otras, pero cuyo tratamiento lleva a obtener un producto (película, obra de teatro, novela, etc) que eclipsa la obra original. Un ejemplo de ello es el Don Juan de Zorrilla, publicado en 1844, el cual es un intertexto del Burlador de Sevilla y Convidado de piedra, de Tirso de Molina, publicado en 1630. Pues bien, el Don Juan de José Zorrilla alcanzó mucha más popularidad que el Comendador de Sevilla y constituye un “plagio con asesinato” de la obra original. En la Ciencia y en Tecnología ocurre también a menudo, si bien no se trata de un plagio propiamente dicho, sí se trata del “asesinato” de un descubrimiento, un invento o una teoría anterior. En este artículo se revisa la obra de James Watt en el siglo XVIII quien, basándose en descubrimientos o en invenciones anteriores, dio lugar a una obra que hizo olvidar la autoría original. No es el único caso, ni mucho menos, se pueden mencionar algunos famosos como el del inventor Tomas Alva Edison o el Físico Teórico Albert Einstein, entre otros, quienes se basaron en la obra de sus predecesores. En todos los casos no se ha tratado propiamente de plagios, en tanto en cuanto ha quedado eclipsada la idea original frente al trabajo y aportaciones de los científicos que tomaron las ideas prestadas. Si se pregunta a los escolares de primaria o de secundaria quién inventó la máquina de vapor, contestarán, sin duda, que James Watt. En realidad, esto no es del todo cierto. James Watt (1736-1819), ingeniero escocés, había estudiado en la Universidad de Glasgow y en la de Londres. Su dedicación a la construcción y venta de todo tipo de instrumental de dibujo y geometría, además de reparar todo tipo de instrumentos le mantuvo cerca de los nuevos inventos de la época, así como entrar en contacto con científicos de la época como su profesor Joseph Black (éste, dedicado a la calorimetría, había definido la caloría y había introducido el concepto de calor latente de fusión y de ebullición). Veremos porqué se le atribuye la invención de la máquina de vapor. Fig. 1 James Watt. En realidad, el primero en inventar una máquina de vapor destinada a elevar agua fue Jerónimo de Ayanz y Beaumont (nacido en la población navarra de Guenduláin en 1553) quien desarrolló a finales del siglo XVI un método que aprovechaba la presión atmosférica y la del vapor procedente de una caldera para extraer el agua de las minas (la puso en funcionamiento en la mina de plata de Guadalcanal, en Sevilla, desahuciada precisamente por las inundaciones). El esquema de la máquina atmosférica se muestra en el esquema de la figura 2. Sin embargo, en muchos libros aparece como “inventor” de la primera máquina de vapor atmosférica el francés Denis Papin en Fig. 2 Esquema de la máquina 1687, cuya máquina neumática, consistía en un cilindro vertical en el de Jerónimo de Ayanz. que se hace ascender un pistón por la acción del vapor del agua calentada en el fondo del cilindro. A continuación se enfriaba el cilindro con lo que el vapor se condensaba y el pistón descendía hasta el fondo empujado por la presión atmosférica. Poco después patentaba en Inglaterra Thomas Savery (1698) una máquina de vapor, la cual era también una máquina atmosférica, para elevar agua de las minas. Pero no llegó a emplearse en la extracción de agua en las minas, tan sólo se utilizó para elevar agua en edificios londinenses. 1 Una máquina para extracción de agua de las minas más perfeccionada fue diseñada por Thomas Newcomen Newcomen, asesorado por el físico Robert Hooke (que entonces era miembro de la Royal Society de L Londres) y por el mecánico John Calley, quien la patentó en 1712. La máquina calentaba con carbón mineral al agua de una caldera que pasaba a un cilindro provisto de un pistón que era empujado por el vapor de la caldera. El pistón conectado con una cadena a un balancín hacía subir y bajar otro pistón en el tubo que bajaba hasta el agua que se pretendía extraer, de manera que al enfriarse el vapor el pistón conectado a la caldera descendía y ascendía alternativamente. Este movimiento de vaivén accionaba una bomba que extraía el agua agua, como se muestra Fig. 3 Esquema de la máquina de balancín de Newcomen en la figura 3. Esta máquina sí se empleó en extraer el agua de las minas y utilizaba cualquier combustible disponible en el siglo XVIII, incluso carbón mineral, pero ro su rendimiento era muy bajo, comparable al de la máquina de Jerónimo erónimo Ayanz (claro, que Newcomen era inglés y esto es lo que cuenta). La máquina de Newcomen presentaba un problema grave, su funcionamiento se basaba en calentar y volver a enfriar sucesiv sucesivamente el cilindro que había de mover el pistón, lo cual provocaba roturas frecuentes del mismo.. Además el rendimiento era muy bajo, dado que al cilindro entraba vapor caliente y después agua fría, una pérdida energética que hacía que el rendimiento de la máquina fuera escaso. Quien daría la puntilla al olvido de las obras anteriores fue el escocés James Watt, Watt quien había estudiado en Glasgow y Londres Londres. A su regreso de la universidad de Londres se dedicó al diseño y construcción de instrumental matemático. Muy interesado por las máquinas máquinas, recibió el encargo de reparar una máquina de Newcomen. No se conformó con una simple reparación, diseñó una cámara de condensación independiente que evitaba las enormes pérdidas de vapor en el cilindro de expansión y aumentaba el vacío en el cilindro des después pués del recorrido del pistón. Además de introducir el engrase de las piezas móviles, aisló el cilindro para mantener las altas temperaturas y la máxima presión. Posteriormente, dedicado a la construcción de máquinas de vapor, asociado a Matthew Boulton,, patentó el motor de doble efecto con una corredera de apertura y cierre de válvulas, válvulas en el que el vapor puede distribuirse a uno y otro lado del cilindro, el uso del sistema biela-manivela,, para transformar el movimiento de vaivén en movimiento rotatorio rotatorio, el indicador de vapor que registra la presión de vapor del motor, el regulador de fuerza centrífuga para el control automático de la máquina y, en 1784, el paralelogramo articulado,, una disposición de rodetes conectados que guían el movimiento del pistón. En la figura 4 se muestra un esquema de la máquina de vapor de Watt completa. Fig. 4 Esquema de la máquina de vapor de Watt con el sistema bielamanivela El mundo de la Ciencia reconoció la importancia de su trabajo, aunque no se tratara de una contribución a la propia Ciencia, sí fue fundamental para la técnica y la industria. La unidad de potencia vatio o Wat (Watt) att) recibió el nombre en su honor honor, fue nombrado miembro de la Royal Society de Londres, de la Academia francesa de Ciencias y la Universidad de Glasgow le nombró doctor honoris causa. 2 La invención de la máquina de vapor tuvo un gran recorrido y que la falsa idea de considerar a Watt como el verdadero inventor de la máquina de vapor se debe al gran número de aportaciones que hizo para su desarrollo. Tampoco importa quién fue el primero en idear una máquina de vapor como se mostrado en este artículo. Es un caso de “plagio con asesinato”, de manera que la obra de los artífices anteriores de la máquina de vapor quedó eclipsada por completo. La contribución de Watt fue tan grande, que puede considerarse que con él la revolución industrial se había consolidado, la era de las máquinas había comenzado. 3