Factores determinantes en la inactividad físico-deportiva en jóvenes y adolescentes Maurice Piéron (Universidad de Lieja-Bélgica) mpieron@ulg.ac.be 1. La inactividad física y la Salud. Muchos estudios epidemiológicos indicaron claramente las relaciones que existían entre la actividad física y la salud. La actividad física regular juega un papel preventivo excepcional en una serie de enfermedades. Al contrario, es aún más cierto que la inactividad física se asocia estrechamente con estas mismas enfermedades. Se sabe que la inactividad física se acompaña muy frecuentemente de obesidad, lo que refuerza más aún la relación con los problemas de salud. Sobre la base de estudios epidemiológicos e investigaciones experimentales, la Organización Mundial de la Salud y distintos grupos de consenso, hicieron listas de riesgos vinculados a la inactividad física (Bouchard, Shephard, y Stephens, 1994). Citemos, entre otros, la muerte prematura, enfermedades del corazón, obesidad, hipertensión arterial, osteoporosis, accidentes cerebro-vasculares, diabetes, depresión, cáncer del colon,… Al contrario, esta investigación indica aún más claramente que un estilo de vida inactivo ejerce un elevado efecto negativo sobre la salud individual o sobre una población en concreto. Una actividad física de insuficiente nivel constituye un factor de riesgo esencial de problemas cardiovasculares. Blair, Kohl, Paffenbarger, Clark, Cooper y Gibbons, 1989; Blair, Wells, Weathers y Paffenbarger , 1994; Paffenbarger y Hale, 1975; Paffenbarger, y Hyde, 1988; Paffenbarger, Wing, y Hyde, 1978) indican que las personas que no participan de manera regular en actividades físicas tienen una probabilidad casi doble de una enfermedad cardiovascular que las personas regularmente activas. Otras cifras parecen aún más alarmantes. Investigadores de Canadá determinaron que los canadienses inactivos poseían una probabilidad del 90% de sufrir de problemas cardiovasculares, un 60% de osteoporosis, el 40% de sufrir un accidente vascular cerebral, hipertensión, un cáncer del colon o diabetes de tipo 2. Es de sentido común que la evolución tecnológica y los cambios en nuestro hábito cultural han reducido considerablemente parte del esfuerzo físico durante el trabajo y en la vida cotidiana. Numerosos factores contribuyen a los hábitos sedentarios de los jóvenes y de los adultos. La inactividad y la obesidad se consideran como verdaderas epidemias que crean dificultades y necesitan una importante contribución financiera en la asistencia sanitaria. Varios estudios evaluaron el coste de estos dos problemas. La Organización Mundial de la Salud considera que cada año dos millones de muertes son atribuibles a la inactividad física. Datos que son especialmente alarmante si se considera que, en numerosos países, del 60% al 85% de los adultos no son suficientemente activos para tener un beneficio para su salud (World Health Organization, 2002). En los Estados Unidos, en un año, la inactividad física contribuye a la muerte de cerca de 400.000 personas (el 17% del total de las muertes), muertos que podrían evitarse. La Organización Mundial de la Salud considera que, en 2020, las enfermedades no contagiosas causarán la muerte de más del 70% de la carga global de enfermedades (World Health Organization, 2002). Las enfermedades no contagiosas son las que las personas contratan después de un determinado plazo de tiempo por la manera de alimentarse y de vivir. El comportamiento individual representa una muy amplia parte del problema. Los beneficios de la actividad física sobre la morbilidad y sobre la mortalidad se conocen bien y están bien documentados. No obstante, el impacto de la actividad física en los costes médicos es menos claro y más difícil de establecer. Los costes directos se refieren a los costes del sector de la salud en aspectos de prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades. Los costes indirectos están incluidos en el valor de la vida humana o el potencial de “productividad” de las personas demasiado enfermas para seguir trabajando o también los que se mueren prematuramente. Es posible considerarlo bajo dos aspectos: 1. El de la muerte prematura que resulta de la inactividad, pero que se podría evitar. 2. El coste a cargo del sistema de seguridad social o la disminución del coste que podría implicar una subida de la actividad física. Varios datos indican que es posible realizar enormes ahorros en el sistema de salud si los sedentarios aumentaran su nivel de actividad física (Katzmarzyk, Gledhill y Shephard, 2000). Dada la potencia de las relaciones entre la inactividad física y un gran número de enfermedades, la diversidad de las enfermedades en relación con el predominio del estilo de vida inactivo, existen muy pocas intervenciones de Salud Pública que poseen un mayor potencial para mejorar la salud, el bienestar y aumentar los niveles de actividad física de numerosos sectores de la población. Aunque la actividad física regular ejerce efectos terapéuticos, es sobre todo en el ámbito de la prevención desde dónde se puede desempeñar un papel importante de las estrategias de las autoridades públicas en materia de salud. 2. Medida de la inactividad. Cuando se consideran los datos en relación con la actividad física y sus relaciones con la salud, es necesario considerar: La inactividad completa, que se refiere a las personas que responden que no participan en ninguna actividad física y deportiva durante sus ocios El nivel de actividad bajo que no es capaz de inducir beneficios para la salud. Se determina en función de las recomendaciones en materia de salud. Definiciones: La actividad física designa cualquier movimiento corporal producido por la contracción de los músculos esqueléticos que implica un gasto de energía sustancialmente superior al gasto energético de descanso. Sus principales características son la intensidad, la duración, la frecuencia y el contexto de su práctica. La actividad física debe ser razonada, regular y razonable. En la práctica será andar, correr, hacer actividades domésticas (jardinería, quehaceres domésticos,….), montar en bicicleta, nadar, esquiar mucho tiempo a una intensidad “moderada”, actividades que permiten un gasto energético de 3 a 6 veces el gasto cuando la persona esta inactiva . El sedentarismo puede ser definido por una actividad inferior a este límite. El nivel mínimo de actividad física recomendada es de 30 minutos al día actividad equivalente a la marcha a un paso constante (marcha rápida) al menos 5 días por semana, lo que representa 150 minutos por semana. Estas actividades pueden ser actividades durante los trayectos (subir las escaleras a pie, desplazarse a pie,…). La población afectada por el sedentarismo puede ser definida de varias maneras. Por un lado, son los sujetos que no informan de ninguna actividad física moderada y, por otro, tenemos a los sujetos inactivos que son los sujetos que practican una actividad pero que están por debajo del límite mínimo de actividad recomendada (sujetos insuficientemente activos). El tiempo que se pasa un sujeto con un empleo sedentario (por ejemplo, el número de horas al día delante de una pantalla de ordenador) o el número de horas al día que se pasa en posición sentada, a menudo se consideran como indicadores indirectos del sedentarismo. A pesar del aumento paralelo del tiempo consagrado a los diferentes ocios, los datos disponibles sugieren que el gasto energético vinculado a las actividades de estos ocios no aumentara suficientemente para compensar la reducción del gasto energético asociado a la actividad física profesional en las sociedades industrializadas. En los Estados Unidos, los perfiles de actividad física durante el tiempo de ocio siguen siendo estables durante los 10-15 últimos años. 3. Recomendaciones. La definición o la determinación de lo que se considera como inactividad física, constituye también una fuente de dificultad. Las condiciones en el tema del nivel mínimo de actividad física que garantiza un beneficio para la salud. Tengamos en cuenta que las normas propuestas evolucionaron durante el tiempo. Las recomendaciones para los jóvenes, que son bien conocidas, han evolucionado en los últimos años (Almond, 2000) y son diferentes para la salud cardiovascular y para la obesidad (Bauman, Sallis, Dzewaltowski y Owen, 2002). Las recomendaciones basadas en investigaciones, especialmente por lo que se refiere a las relaciones “dosis-respuesta”, definen claramente los requisitos necesarios para obtener efectos beneficiosos sobre la salud, precisando particularmente las condiciones de frecuencia, duración e intensidad de la práctica. Se refieren a los aspectos de salud cardiopulmonares pero también a los de fuerza muscular y flexibilidad que permiten conservar una movilidad correcta relacionada con la edad. Las recomendaciones para la actividad física y deportiva de los jóvenes proceden de varias fuentes (Corbin y Pangrazi, 1996; Corbin, Le Masurier y Franks, 2002) y que presentan numerosos elementos comunes (Cale y Harris, 1996). Las primeras fueron simplemente adaptaciones de lo que se recomendaba a los adultos (American College of Sports Medicine, 1991), las más conocidas son los textos de Corbin, Pangrazi y Welk (1994) y Sallis y Patrick (1994). En Inglaterra, un grupo de consenso reunido por el “Health Educación Authority (ahora Agencia de Desarrollo de Salud) emitió las más recientes, que se presentan mejor adaptadas a los jóvenes y es más accesibles a su comprensión. A continuación, pasamos a realizar una traducción (Biddle, Sallis y Cavill, 1998). 1. Recomendación primaria (Biddle, Sallis y Cavill, 1998). Todos los jóvenes (5-18 años) deberían participar en una actividad de intensidad moderada al menos una hora cada día. Los que hacen poca actividad deberían, en principio, contemplar una media hora de actividad, de intensidad moderada, al día. (Health Education Authority, 1998). La actividad de intensidad moderada se trata de cualquier actividad que les de una sensación de calor y que cause una respiración ligeramente más rápida que la normal. Ejemplos de actividad de intensidad moderada incluyen la marcha rápida, nadar, hacer bicicleta o bailar. Las actividades pueden efectuarse como elemento de las clases de Educación Física, juegos, deportes, recreación, trabajo y transporte. Para los niños pequeños esto puede resultar de un juego activo. La actividad de los jóvenes es de naturaleza muy esporádica de modo que la duración necesaria de la actividad pueda acumularse a lo largo del día. La lógica propuesta para esta recomendación principal es la siguiente: La actividad física está en relación opuesta con los factores de riesgo de enfermedades cardiacas y las enfermedades cardiacas que se originan durante la infancia. Actualmente, la mayoría de los jóvenes participan en actividades físicas de intensidad moderada, 30 minutos al día, casi todos los días de la semana. Sin embargo, la obesidad durante la infancia aumenta en el Reino Unido, mientras que la actividad física puede ayudar a limitar este aumento. Muchos jóvenes poseen al menos un factor de riesgo modificable de enfermedades cardiacas. Muchos jóvenes presentan síntomas de desamparo psicológico. El volumen de actividad debe servir para gastar por lo menos 6-8 kcal/kg/dia (igual al gasto de calorías en 60 minutos o más de juego activo o de actividad moderada sostenida). 2. Recomendación secundaria (Biddle, Sallis y Cavill, 1998). Al menos, dos veces por semana, los jóvenes deberían efectuar actividades que se destinan a aumentar o mantener la fuerza muscular, la flexibilidad y la salud de los huesos. Solamente las actividades que soportan un cierto peso aumentan la salud ósea. Entre las actividades que contribuyen al incremento de la fuerza podemos citar, a modo de ejemplo, la gimnasia, la danza, subir y saltar, entre los más jóvenes, y otras como la condición física, el aeróbic, deportes como el baloncesto y el trabajo de resistencia, entre los adolescentes. La lógica propuesta para esta recomendación adicional es la fuerza ya que actividades que soportan un cierto peso aumentan la densidad mineral del hueso que, a largo plazo, contribuye a reducir el riesgo de osteoporosis (una condición en relación con la fragilidad ósea). La fuerza de la espalda y abdominal se asocia a una reducción del riesgo de dolores y daños en la espalda. Igualmente, son aconsejables las actividades que favorecen la flexibilidad y la movilidad articular y, por lo tanto, aumentan los límites del movimiento. 4. Importancia para el futuro (Tracking – Untracking). La adolescencia constituye un período especialmente crítico en el establecimiento tanto de la personalidad individual, como en el de los estilos de vida por los múltiples cambios que implica, ya sea en los aspectos físicos, de personalidad y comportamentales. Resulta evidente que es extremadamente útil comprobar, si es posible, predecir las conductas y motivaciones a largo plazo a partir de las conductas y motivaciones que se producen en la adolescencia y cual es la credibilidad de estas predicciones. Este es uno de los objetivos que persiguen los estudios longitudinales, si bien es cierto que la capacidad de predicción de estos estudios depende mucho de su duración. Estudios realizados en Finlandia (Aarnio, Winter, Peltonen, Kujala y Kaprio, 2002; Raitakari, Porkka, Taimela, Telama, Rasanen y Vikari, 1994; Telama, Yang, Laakso y Viikari, 1997; Telama, Yang, Viikari, Vãlimãki, Wanne, Raitakari, 2005; Telama, Yang, Hirvensalo y Raitakari, 2006), en Suecia (Barnekow-Bergkvist, Hedberg, Janlert y Jansson, 1998), en Países Bajos (Van Mechelen y Kemper, 1995) y en Bélgica (Lefevre, Philippaerts, Delvaux, Thomis, Vanreusel, Van den Eynde Claessens, Lysens, Renson y Beunen, 2000; Vanreusel, Renson, Lefevere, Beunen, Simons, Claessens, Lysens, Vanden Eynde y Maes, 1990) son especialmente instructivos en este tema y merecen detenernos un momento y exponer brevemente algunos de sus resultados. En todos los casos, permiten tener visión de la evolución vital a través de un periodo que supera los 20 años. El proyecto «Cardiovascular Risk in Young Finns Study» resulta de especial interés. Este estudio comenzó en 1980, momento en el que se realizó de un primer análisis con cohortes de niños y jóvenes (3, 6, 9, 12, 15 y 18 años). En este estudio las medidas se repitieron cada 3 años hasta el año 2001, lo que representa un seguimiento de 21 años. Se utilizaron algunos cuestionarios validados, además de un conjunto de parámetros de carácter médico. Respecto a la actividad física las preguntas hacían referencia a la intensidad de las actividades practicadas, su frecuencia y el número de horas en que se realizaban actividades intensas, así como la frecuencia de la participación en competiciones deportivas. Otras preguntas hacían referencia a la Educación Física escolar. Continuación de la inactividad. Parece que la inactividad física muestra una mejor posibilidad de previsión que la propia actividad (Raitakari y col., 1994; Telama, Leskinen y Yang, 1996). Existe una mayor estabilidad del comportamiento inactivo en los que son los menos activos. En efecto, un 60% de los sedentarios, transcurridos 13 años, permanecieron igual 8 años más tarde. Por otra parte, sólo un 25% de los más activos, transcurridos 13 años, lo son aún cuando pasaron 21 años. En el estudio de Anderssen, Wold y Torsheim (2005), aproximadamente el 25% de los que se clasificaron al principio entre los activos, figuraban aún entre los más activos 8 años más tarde. Alrededor de un tercio de los que son bastante activos, es decir, que practican de 2 a 3 veces por semana, permanecían en la misma categoría de actividad media después de 8 años, mientras que un 60% de los que eran inactivos en la primera medición, lo eran aún pasados 21 años. Estas proporciones indican un grado de estabilidad más elevado entre los inactivos. Esto viene a confirmar lo que había constatado Raitakari y col. (1994) en los jóvenes finlandeses. 80 70 60 50 40 30 20 10 0 13 años 14 años 15 años No deportistas 16 años 17 años Deportistas Figura 1.- Predicción de la actividad física en la edad de 30 años en no practicantes durante la adolescencia (adaptado de Vanreusel y col., 1990) En una investigación longitudinal entre 16 y 19 años, en gemelos, Aarnio, Winter, Peltonen, Kujala y Kaprio (2002) constatan que una más fuerte proporción de jóvenes prosiguen su práctica que el porcentaje de inactivos que permanecen como sedentarios. La persistencia de la inactividad se asocia a un estilo de vida menos relacionado con principios generales de salud, a una escolaridad con problemas y a una auto percepción poco favorable de su propia salud. 7 6 5 4 3 2 1 0 Menos de 1 vez/sem. 1 vez/sem. Mujeres Muchas veces/sem. Hombres Figura 2.- Índice de probabilidad de participación alta en actividad físico–deportiva (2001) en relación con la frecuencia de participación en sesiones de entrenamiento en clubes deportivos (1980) (adaptado de Telama y col., 2006). En comparación con jóvenes que participan menos de una vez por semana en sesiones de entrenamiento en club, el índice de probabilidad de la continuación de una actividad física es prácticamente 6 veces superior en las mujeres y 5 veces en los hombres, una vez que han transcurrido 21 años (Telama, 2006). 5. CORRELATOS Y DETERMINANTES. Figura 3 - Determinantes (correlatos) de la inactividad física. Existe muchísimos determinantes o correlatos de la actividad físico-deportiva (Bauman, Sallis, Dzewaltowski y Owen, 2002). Sobre la base de un análisis de la literatura en idioma ingles, a menudo limitada sólo a EE.UU., Canadá y Australia, Sallis, Prochaska y Taylor (2000) y Trost, Owen, Bauman, Sallis y Brown (2002), inscriben en un repertorio más de 50 determinantes o correlatos que pueden clasificarse en distintos factores, tal como aparecen en la figura 3. Se pueden utilizar los mismos criterios de clasificación para la inactividad, aunque los determinantes no son los mimos de lo que se constataron para los activos. 1. Factores demográficos y biológicos. Los determinantes (correlatos) sociodemográficos y medioambientales de la actividad e inactividad física se refieren al sexo, la edad, el lugar de residencia, la utilización de espacios y/o instalaciones, el grado de seguridad del hábitat residencial, el estatus socioeconómico y la pertenencia étnica, entre otros. Estos determinantes no son modificables o se refieren aspectos colectivos de la sociedad. Las relaciones entre la inactividad física son bien conocidas en el caso de los determinantes demográficos y biológicos (Henning Brodersen, Steptoe, Williamson y Wardle, 2005; Oglesby y Hill, 1993; Riddoch, Andersen, Wedderkopp, Harro, Klasson-Heggebo, Sardinha, Cooper y Ekelund, 2004; Spink, Chad, Muhajarine, Humbert, Odnokon, Gryba, y Anderson, 2005). La edad y el sexo desempeñan un papel primordial tanto en la actividad como en la inactividad. Se constatan diferencias significativas de prevalencia de la inactividad, menos señalada en los muchachos que en las muchachas (Currie, Roberts, Morgan, Smith, Settertobulte, Samdal, 2004). Estas diferencias se mantienen durante toda la adolescencia (Telama y Yang, 2000). 80 70 60 50 40 30 20 10 0 13 14 15 16 Chicos 17 18 Chicas Figura 4 - Prevalencia de jóvenes poco activos (0 a 3 horas / semana en la Comunidad flamenca de Bélgica (adaptado de Scheerder y col., 2002). En los jóvenes, el umbral de 3 horas de actividad física durante la semana se da por insuficiente para producir efectos beneficiosos sobre la salud. La figura 4 ilustra claramente la prevalencia superior de insuficiente actividad entre 13 y 18 años de jóvenes belgas de la comunidad flamenca (Scheerder, Taks, Vanreusel y Renson (2002). Currie y col. (2004) comparan los porcentajes de muchachos y muchachas que alcanzan el nivel requerido para un efecto beneficioso para la salud en 24 muestras de jóvenes de 11, 13 y 15 años procedentes de países europeos diferentes. En todos estos países, se constata una disminución de la actividad entre 11 y 15 años, a menudo progresiva. En cada caso el porcentaje jóvenes de 15 años es inferior al de los sujetos de 11 años. Al contrario, las prevalencias de inactividad aumentan según la edad, siendo más elevadas en las muchachas que en los muchachos. Los resultados aún no publicados de un estudio sobre el estilo de vida de alumnos de la enseñanza secundaria obligatoria de las provincias de Almería, Granada y Murcia ilustran también las tendencias que acabamos de indicar. Con la edad, se constata una subida de la inactividad, ilustrada por la evolución en el periodo de adolescencia de la prevalencia de los que nunca han practicado una actividad físico-deportiva y los que han abandonado (figura 5). 70 60 50 40 30 20 10 0 11/12 años 13 años 14 años Varón 15 años Mujer 16/17 años Figura 5 - Evolución de la prevalencia de jóvenes inactivos (Nunca han practicado + No realizan actualmente, pero si con anterioridad). Resultados de la provincia de Almería, 2006. Investigadores finlandeses desarrollaron un índice global de participación en las actividades físicas y deportivas (Raitakari y col., 1994; Telama y col., 2006), siendo a la vez válido y fiable. Posee un poder de previsión de la continuación de la actividad pasando de la infancia y la adolescencia a la edad adulta. Permite identificar a las personas cuyo nivel de inactividad es tal que se puede prever un futuro de sedentarismo y problemas de salud en relación con ésta. El mejor ejemplo es el del índice utilizado en los estudios realizados a la Universidad de Jyväskylä a partir de cinco preguntas: Fuera del horario escolar, ¿con qué frecuencia participas en actividades deportivas? Fuera del horario escolar, ¿con qué frecuencia participas en actividades recreativas al aire libre como por ejemplo paseos, ir en bici, nadar y correr? Fuera del horario escolar y en tu tiempo libre, ¿cuántas veces por semana participas en deportes (como mínimo durante 20 minutos)? Fuera del horario escolar y en tu tiempo libre, ¿cuántas horas a la semana practicas deporte de tal modo que te haga sudar y jadear? ¿Participas en competiciones deportivas (por ejemplo, atletismo, partidos de fútbol)? 60 50 40 30 20 10 0 11/12 años 13 años 14 años Varón 15 años 16/17 años Mujer Figura 6 - Evolución de la prevalencia de jóvenes en peligro de sedentarismo determinado por el índice finlandés. Resultados de la provincia de Almería, 2006. Cualquiera que sea la edad en cuestión, la prevalencia de los índices inferiores al umbral recomendado es especialmente inquietante. Un mínimo del 40% de las muchachas presenta un riesgo evidente de sedentarismo. Aunque esta prevalencia aumenta progresivamente en los muchachos, se limita alrededor de un 20% (figura 6). La ausencia de práctica de las actividades físico-deportivas de tiempo libre varía con el nivel de educación (o de instrucción) de los padres y con su estatuto económico. 2. Factores sociales y culturales. La influencia social procede de fuentes tan diversas como: la familia, otras personas de referencia para el sujeto, los que practican al mismo tiempo, el profesor y el instructor. Se interviene sobre múltiples aspectos de la participación deportiva: comportamientos para comenzar una actividad y proseguirla, manifestaciones emocionales y conocimientos relativos a la participación en el deporte (intenciones de practicar y efectos), para citar sólo los principales. Parece evidente que los padres ejercen una influencia determinante sobre varios aspectos del desarrollo de sus hijos, en particular, sobre los aspectos físicos, psicológicos y emocionales. El grado de importancia de cada uno de estos determinantes varía a lo largo de las diferentes etapas del desarrollo de los jóvenes. Las variables psicológicas pueden ser más importantes durante la adolescencia. 3. Factores psicológicos, cognitivos y emocionales. Estos correlatos son de primordial importancia porque son factores modificables y figuran en la esfera de responsabilidades y posibilidades de intervención de profesores, padres, instructores y animadores deportivos. Además, se integran bien en varias teorías y modelos psicológicos utilizados en la investigación en ciencias sociales y comportamentales relacionadas con la actividad física, dando más coherencia a los conceptos, garantizando al mismo tiempo su integración en distintos modelos de investigación sobre estos temas. Estas teorías persiguen objetivos que permiten: comprender mejor los comportamientos, desarrollar estrategias de intervención o, eventualmente, los dos. Recordemos que la actividad física se aprende y se mantiene según esquemas bastante complejos en los que se tienen en cuenta los refuerzos y los beneficios previstos. Los incentivos pueden referirse a las consecuencias físicas (una mejor apariencia o pérdida de peso, por ejemplo), a refuerzos extrínsecos (alabanzas y estímulos de otros) o a refuerzos intrínsecos (sentimientos de satisfacción, placer y realización de los objetivos personales). La motivación representa una llave para la participación, tanto para los jóvenes como para los adultos, en las actividades físicas y deportivas de tiempo libre. Diversos factores psicológicos cognitivos y emocionales, directamente en relación con la motivación, presentan relaciones positivas con la participación. Citemos algunos de estos determinantes o mejor de estos correlatos: placer con la realización del ejercicio, expectativas de beneficios, intención de hacer ejercicio, autoestima, auto-motivación, auto-esquema para hacer ejercicio, nivel de cambio, la percepción de competencia, la orientación hacia la tarea. Por el contrario, existen otra serie de aspectos que generalmente advierten relación negativa con una práctica regular. Se trata de limitaciones ante el ejercicio, de problemas de humor e imagen corporal débil. Una comparación de adolescentes activos y sedentarios, en varios países de la Unión Europea, ha mostrado la existencia de diferencias significativas en las percepciones de salud, de condición física, de apariencia y de competencia según el sexo y la edad (Piéron y col., 1996). Estas constataciones son igualmente confirmadas en el mismo tipo de análisis de jóvenes de 14 a 17 años. La población de esta investigación está constituida por el alumnado de Enseñanza Secundaria Post Obligatoria de la provincia de Almería. Se ha seleccionado al alumnado que realizaba práctica de actividades físico-deportivas en su tiempo libre, es decir, que se mantenía activo físicamente cuando se llevó a cabo el trabajo de campo, lo que asciende tan sólo al 46% del total de la población objeto de estudio y está representado por 428 sujetos, 181 chicas y 247 chicos (Ruiz Juan, García Montes y Gómez López, 2005). La duración de su participación semanal en las actividades físicas y deportivas a lo largo de su tiempo libre fue determinada por el cuestionario. La clasificación se extendía de (1) 1 hora y menos por semana, (2) de 2 a 3 horas a la semana y (3) 4 horas y más. Los sujetos de la primera categoría pueden ser considerados como inactivos o sedentarios, ya que esta poca duración de la práctica no responde a las recomendaciones de actividad mínima que permite producir efectos beneficiosos sobre la salud (Piéron y col., 1996). Este grupo constituye una población con riesgo de sedentarismo en el futuro y, por consiguiente, en peligro en materia de salud. Los sujetos de la 3ª categoría pueden ser considerados como muy activos, lo que resulta muy favorable en el seguimiento o mantenimiento de las actividades físicas llegados a la edad adulta. Las percepciones son determinadas, igualmente, por las preguntas nacidas de un cuestionario utilizado en un estudio internacional (Piéron y col., 1996). Se abordan aspectos como la percepción que tienen de su estado de salud y de su condición física, la valoración que ellos hacen sobre su actitud deportiva, su aspecto físico y su nivel de actividad (comparándose con personas de su misma edad y sexo). Constaba de cinco posibles respuestas: muy buena, buena, regular, mala y muy mala. 60 50 40 30 20 10 0 Salud Condición física Aptitud deportiva 1 hora o menos Aspecto físico Nivel de actividad Más de 4 horas Figura 7. - Comparación de las percepciones muy favorables expresadas por los hombres activos y sedentarios (García Montes y col., 2007). En las cinco comparaciones entre las chicas y los chicos muy activos, por un lado, y por otra parte, sus homólogos inactivos, los primeros presentan opiniones favorables significativamente superiores a las de los inactivos (figuras 7 y 8). De manera general, los muchachos activos presentan percepciones favorables superiores a las de las chicas. 50 45 40 35 30 25 20 15 10 5 0 Salud Condición física Aptitud deportiva 1 hora o menos Aspecto físico Nivel de actividad Más de 4 horas Figura 8 - Comparación de las percepciones muy favorables expresadas por las mujeres activas y sedentarias (García Montes y col., 2007). La distribución (perfil) de las respuestas relativas a la pregunta sobre la percepción de una buena condición física hace aparecer amplias diferencias entre los activos y los sedentarios, decantándose claramente en sentido positivo entre los primeros (figura 9). Los perfiles presentan bastantes similitudes entre los muchachos y las muchachas. Las diferencias de opiniones más favorables entre los activos y los sedentarios se revelan particularmente acentuadas (p<0,005 en chicos y p<0,01 en chicas). La percepción de ser muy activa o muy sedentaria muestra grandes diferencias entre aquellas que realizan práctica un mínimo de 4 horas por semana y aquellas que lo hacen una hora o menos (figura 9). La diferencia de porcentaje entre las mujeres que se dan por muy activas es muy clara, del orden del 30% entre ambos tipos de alumnas. Cuando se toma en cuenta el conjunto de las percepciones favorables de su actividad, se comprueba que el 60% de las inactivas piensan ser activas (García Montes, Ruiz Juan, Gómez López y Piéron (2007). 50 40 30 20 10 0 Muy mala Mala Regular 1 hora o menos Buena Muy buena Más de 4 horas Figura 9 - Valoración del nivel de actividad (sedentaria / activa) en las mujeres (García Montes y col., 2007). Esta divergencia entre percepciones y realidad no es algo que aparezca única y exclusivamente en nuestro estudio (European Commission, 1999). En varios países, las personas sedentarias no consideran la necesidad de incrementar su práctica física, mientras que en los países donde la prevalencia de personas activas es muy alta, muchos consideran que aún deberían ser más activos. Por ejemplo, en Finlandia y Suecia, donde la prevalencia de actividad física es muy alta, las personas piensan que sería necesario aumentar su nivel de actividad. En Portugal y Bélgica los inactivos piensen ser suficientemente activos y sin necesidad de producir aumento de la actividad física. Todos los aspectos de las autopercepciones difieren distintamente en las comparaciones de los activos y de los sedentarios. Las diferencias más fuertes se presentan en relación a la aptitud deportiva y a la condición física. Existen divergencias sensibles entre la realidad de la práctica y la percepción de los activos e inactivos. Entre los sedentarios, la contradicción entre la duración de la participación semanal y la percepción de ser activos, pone el acento sobre la dificultad de ser tratados como grupos de riesgo y convencerlos de la necesidad de implicarse más en la actividad física por razones de salud y de calidad de vida. Piéron, M. (2007). Factores determinantes en la inactividad físico-deportiva en jóvenes y adolescentes. En F. Ruiz Juan, J.P., Venero Valenzuela, Qu. Méndez Guzmán y otros (Eds) VII Congreso Internacional sobre la Enseñanza de la Educación física y el Deporte escolar. Badajoz: FEADEF y AMEFEX, 15-67.