-Wright, Erik Olin (1995): “Análisis de clase”, en J. Carabaña, (Ed.): Desigualdad y clases sociales. Un seminario en torno a Eric O. Wright (Fundación Argentaria/ Visor: España). ANÁLISIS DE CLASE 1 La investigación empírica contenida en Class Counts 2 cubre una amplia gama de materias: pautas de amistad; movilidad de clase trabajo doméstico, conciencia de clase. Lo que da unidad, a todas estas materias no es una preocupación con un objeto común a explicar, sino con un factor explicativo común: la clase. Esto es lo que intenta hacer el análisis de clase, explorar la relación entre la clase y toda suerte de fenómenos sociales. Esto no significa, desde luego, que la clase tenga importancia explicativa para todo. En realidad, como se v en el libro, a veces resulta que la clase no es un factor explicativo particularmente poderoso. El análisis de clase no implica un compromiso con la tesis de que todos los fenómenos sociales puedan explicarse primariamente en términos de clase, ni tampoco que la clase sea siempre un determinante importante. El análisis de clase se basa más bien en la convicción de que la clase es una causa social pervasiva, 3 y que por ello merece la pena explorar sus ramificaciones en múltiples fenómenos sociales. Esto implica profundizar nuestra comprensión de los límites de lo que la clase puede explicar, así como de los procesos a través de los cuales la clase ayuda a determinar aquello que explica. Así entendido, el análisis de clase es lo que puede llamarse una especialidad “de variable independiente”. Es una disciplina como la endocrinología en medicina. Un endocrinólogo puede estudiar una gran cantidad de problemas -sexualidad, personalidad, crecimiento, procesos de enfermedades, etc.- además del funcionamiento interno del sistema endocrino, siempre que explore la relación entre el sistema endocrino y estos explananda. La endocrinología es disciplinada en sus variables explicativas –el sistema hormonal-, pero promiscua en sus variables dependientes. Además, en endocrinología no es una situación embarazosa descubrir que para algunos problemas las hormonas no resultan importantes. Es un avance en los conocimientos endocrinológicos saber tanto lo que las hormonas no explican como lo que explican. La oncología, por el contrario, es una disciplina de variable dependiente. Un oncólogo puede estudiar cualquier causa imaginable del cáncer -toxinas, genes, virus, inclusive estados psíquicos. La oncología es disciplinada en sus variables dependientes, pero promiscua en sus variables independientes. Y en oncología no es una situación embarazosa descubrir que algunas causas potenciales del cáncer resultan no ser tan importantes. Decir que el análisis de clases explora la naturaleza de las clases sociales y sus ramificaciones en otros fenómenos sociales deja abierta precisamente la cuestión de lo que queremos decir por “clase”. Se puede hacer análisis de clase dentro de diversas tradiciones teóricas; hay un análisis de clase de inspiración weberiana, un análisis de clase de inspiración marxista, análisis de clase inspirado en la estratificación, análisis de clase ecléctico de sentido común. Antes de embarcarse en una agenda empírica específica, por tanto, es necesario clarificar los contornos básicos del concepto de clase que van a usarse en los análisis. Necesitamos clarificar en particular el conector de estructura de clases, dado el papel pivotal 4 que desempeña en el análisis de clase. Es el objetivo básico de este capítulo. 1. El status de la estructura de clases en el análisis de clase. El concepto de «estructura de clases» es sólo un elemento del análisis de clase. Otros elementos conceptuales son la formación de clases (en actores organizados colectivamente), la lucha de clases (las prácticas de los actores para la realización de los intereses de clase) y la conciencia de clase (la comprensión que tienen los actores de sus intereses de clase). La tarea del análisis de clase no es simplemente la de entender la estructura de clases y sus efectos, sino también las interconexiones entre todos estos elementos y sus consecuencias para otros aspectos de la vida social. En el capítulo 13 de Class Counts se explora un modelo general de interconexiones entre estos elementos. Aquí la discusión se restringirá al problema de la estructura de clases. No porque yo crea que la estructura es siempre el principio explicativo más importante. Podría ser perfectamente el caso, por ejemplo, 1 que variaciones espacio-temporales en la formación de clases en las sociedades capitalistas fueran un determinante más importante de las variaciones en las políticas estatales que las variaciones en la estructura asociadas a esas variaciones en, la formación. Más bien me centro inicialmente en la estructura de clases porque conceptualmente sigue siendo pivotal para la clarificación de la lógica general del análisis de clase. Hablar de lucha o de estructura de clases como algo opuesto a la simple lucha o estructura de grupos implica que tenemos una definición de «clase» y que sabemos lo que significa describir un actor colectivo como una instancia de formación de clases o un conflicto como un conflicto de clase en vez de como un conflicto de otro tipo. El supuesto es aquí que el concepto de estructura de clases determina el contenido esencial del adjetivo “clase” cuando va pospuesto a formación, conciencia o lucha. Formación de clases es la formación de actores colectivos organizados en torno a intereses de clase dentro de una estructura de clases; lucha de clase es la lucha de estos actores organizados colectivamente en torno a sus intereses; conciencia de clase es la comprensión de la gente de una clase de sus intereses de clase. En cada uno de estos casos, hay que tener una definición de estructura de clases para poder especificar completamente los otros conceptos. Por consiguiente, la elaboración de un concepto coherente de estructura de clases es una importante precondición conceptual para desarrollar una teoría satisfactoria de la relación entre estructura, formación y lucha de clases. 2. Explotación. En el núcleo del concepto de estructura de clases que uso en Class Counts hay un modo particular de entender el concepto de explotación. Explotación es un término teóricamente cargado, pues sugiere una condena moral de ciertas relaciones y prácticas, no una simple descripción analítica. Describir una relación social como explotadora es condenar en algún sentido el ser explotado como dañino, y probablemente también como injusto. Aunque esta dimensión moral de la explotación es importante, el núcleo del concepto gira en torno a un tipo particular de interdependencia antagónica entre intereses materiales de actores en relaciones económicas más que en torno a la injusticia de estas relaciones como tales. Antes de explicar el concepto mismo de explotación, pues, necesitamos clarificar, primero, lo que se quiere decir por «intereses materiales» y segundo lo que significa describir los intereses materiales como «antagónicos». Intereses materiales 5 Tal como voy a usarlo, “intereses materiales” se refiere a las opciones 6 a que la gente se enfrenta en la prosecución de su bienestar económico. Decir que la gente tiene un «interés material objetivo» en aumentar su bienestar económico no significa que tengan un interés en incrementar su consumo al infinito, sino más bien que tienen interés en mejorar sus opciones entre trabajo, ocio y consumo. Se ilustra esto de modo sencillo en las opciones consumo-ocio representadas en la figura 1. En ella, todo el mundo se enfrenta a alguna opción entre ocio y consumo: menos ocio produce más consumo. 7 Sin embargo, las clases propietarias pueden tener consumo alto sin trabajar (de donde la expresión «clase ociosa» o «ricos perezosos»), mientras que tanto para la clase media como la obrera, en este gráfico estilizado, cero trabajo se corresponde con cero consumo. La idea de que la gente tiene un interés material objetivo en mejorar su bienestar económico no es más que la idea de que en esta figura las curvas más altas son más favorables sin ambigüedad que las curvas más bajas. Esto no significa, desde luego, que una persona tenga necesariamente un interés “objetivo” en hacer lo que habría que hacer para trasladarse de una a otra curva, sino sólo que, certeris paribus, las curvas más altas son inequívocamente mejor que las más bajas. Intereses materiales antagónicos. Como primera aproximación, podemos decir que dos actores tienen intereses materiales antagónicos cuando es el caso que las estrategias para la mejora del bienestar económico de uno de ellos llevan inherentes amenazas al bienestar económico del otro. El bienestar del grupo favorecido no es simplemente más alto que el del desfavorecido, sino que está adquirido a sus expensas. Los intereses 2 materiales antagónicos, por tanto, implican la existencia de una u otra forma de conflicto de suma-cero entre las partes. Figura 1 Así definido, los intereses materiales antagónicos se dan en una amplia variedad de contextos. La competencia entre empresas capitalistas o entre empleados luchando por un ascenso, por ejemplo, suelen darse en circunstancias en que la mejora de la posición de los “ganadores” se hace a expensas de los perdedores, de modo que los intereses materiales de las partes en conflicto son “antagónicos”. Más central para nuestro objetivo aquí, las relaciones de clase generan intereses materiales antagónicos entre las gente de clases opuestas Por ejemplo, la relación de empleo entre capitalistas y obreros genera intereses materiales antagónicos, pues certeris paribus, las subidas de los salarios de los obreros implican una reducción de os beneficios de os capitalistas. Por lo general, la pretensión de que una relación social dada implica intereses materiales genuinamente “antagónicos” suele ser muy polémica, ya que suele haber modos alternativos de describir la interacción entre los actores de la relación que hacen aparecer sus intereses como complementarios. Considérese el caso de la relación de clase entre capitalistas y trabajadores. Hay dos argumentos convencionales contra la pretensión de que esta relación implica intereses materiales antagónicos. Primero, hay un sentido claro en el que ambos se benefician del intercambio: los obreros están mejor vendiendo su fuerza de trabajo que parados, los capitalistas salen ganando si emplean obreros en vez de dejar ociosos sus medios de producción. ¿Cómo podemos decir que sus intereses son intrínsecamente opuestos si sus interacciones llevan al beneficio mutuo? Este género de argumento de «los beneficios mutuos del intercambio» forma parte de la defensa típica del capitalismo. El problema de este argumento es que el contrafáctico apropiado a que los trabajadores vendan su fuerza de trabajo no es estar parado en el capitalismo, sino controlar la plusvalía generad en la producción. En un robo a mano armada nadie argüiría que, porque la víctima puede escoger entre la bolsa o la vida y sale mejor eligiendo la ultima, el ladrón no le hace daño quitándole el dinero. Es cierto que en la relación de empleo el empleador no pone una pistola en la cabeza del obrero. Sin embargo, al no poseer los obreros los medios de producción, están sometidos a una presión considerable para buscar empleo a fin de ganarse una subsistencia adecuada. Como Joan Robinson, la famosa economista inglesa, dijo una vez, “hay en el capitalismo algo peor que ser explotado: no serlo”. Sin embargo, esto en modo alguno elimina el antagonismo de intereses ligado a los derechos mismos de la propiedad. El segundo argumento contra la descripción de la relación de empleo como implicando intereses materiales antagónicos es la observación de que, al tender la producción en la firmas capitalistas a aumentar con el tiempo, es posible que los salarios aumenten sin que los beneficios necesariamente desciendan. Esto abre la posibilidad de un “compromiso de clase” entre obreros y capitalistas, en el cual los obreros acceden a 3 moderar su militancia a cambio de la promesa de los capitalistas de dejar que los salarios crezcan con la productividad. Este compromiso funciona en beneficio mutuo de obreros (aumentando los salarios) y de capitalistas (disciplina laboral predecible), y en consecuencia sus intereses materiales parecen armónicos más que antagónicos. Sin embargo, pese al carácter de suma positiva del “juego del compromiso de clases”, todavía se da en este escenario un conflicto de suma-cero entre capitalistas y trabajadores sobre la distribución del creciente pastel, incluso aunque tal conflicto deje espacio para la mejora del bienestar material de las dos partes. El antagonismo de intereses puede que se maneje más fácilmente en condiciones de pastel creciente, pero ello no elimina el antagonismo. Describir los intereses materiales de los actores como antagónicos no prejuzga la cuestión moral de la justicia o la injusticia de las desigualdades generadas por estos antagonismos. Se puede creer, por ejemplo, que está moralmente justificado impedir a las gentes pobres de los países del Tercer Mundo que entren libremente en los Estados Unidos, y sin embargo reconocer que hay un antagonismo objetivo de intereses materiales entre los ciudadanos de los Estados Unidos y los potenciales migrantes excluidos. De modo similar, reconocer que en el conflicto entre capital y trabajo hay intereses materiales antagónicos no necesariamente implica que los beneficios del capitalista sean injustos; significa simplemente que se generan en un contexto al que le es inherente el conflicto. Explotación. La explotación es un específico mecanismo causal que genera una forma particular de intereses materiales antagónicos. Para que exista explotación han de darse tres condiciones de principio: a) El bienestar material de un grupo de gente depende de las privaciones materiales de otros. b) La relación causal en (a) implica la exclusión asimétrica del explotado del acceso a ciertos recursos productivos. Típicamente, esta exclusión está respaldada por la Fuerza en forma de derechos de propiedad, pero en algunos casos especiales puede no estarlo.8 c) El mecanismo causal que traduce la exclusión (b) en diferencias de bienestar (a) lleva consigo la apropiación de los frutos del trabajo del explotado por lo que controlan los recursos productivos relevantes Estamos ante una definición bastante compleja. La condición (a) establece el antagonismo de los intereses materiales. La condición (b) establece que el antagonismo está arraigado en el modo como la gente se sitúa en la organización social de la producción. La expresión “asimétrica” en este criterio está para excluir la “competencia limpia” del dominio de posibles explotaciones. La condición (c) establece el mecanismo específico por el cual se generan los intereses materiales antagónicos interdependientes. El bienestar del explotador depende del esfuerzo del explotado, no meramente de su privación. Si sólo se cumplen las dos primeras condiciones estamos ante lo que podríamos llamar «opresión económica no explotadora», pero no «explotación». En la opresión económica no explotadora no hay transferencia al opresor de los frutos del trabajo del oprimido; el bienestar del opresor depende simplemente de la exclusión del oprimido del acceso a ciertos recursos, pero no de su esfuerzo. En ambas instancias, las desigualdades en cuestión hunden sus raíces en la propiedad y el control de recursos productivos. La diferencia crucial entre explotación y opresión no explotativa es que en una relación explotativa el explotador necesita al explotado, dado que depende de su esfuerzo. En el caso de la opresión no explotadora, 1os opresores se sentirían felices si los oprimidos desaparecieran. La vida hubiera sido mucho más fácil para los colonos europeos si Norteamérica no hubiera estado habitada por gente 9. Por consiguiente, el genocidio es siempre una estrategia potencial para los opresores no explotadores. No es una opción en una situación de explotación económica porque los explotadores necesitan el trabajo de los explotados para su bienestar material. No es casual que tengamos el dicho «el único indio bueno es el indio muerto», pero no el dicho «el único obrero muerto es el obrero muerto». El contraste entre Sudáfrica y Norteamérica en su tratamiento de los pueblos indígenas refleja claramente esta diferencia: en Norteamérica, donde los pueblos indígenas fueron oprimidos (al ser desplazados de la tierra por la coerción), pero no explotados, el genocidio fue la 4 política básica de control social frente a la resistencia; en Sudáfrica, donde los colonos europeos dependían fuertemente del trabajo africano para su propia prosperidad, no hubo tal opción. La explotación, por tanto, no define meramente un conjunto de status de los actores sociales, sino una pauta de procesos de interacción estructurados por un conjunto de relaciones sociales, relaciones que ligan mutuamente al explotador y al explotado. El que el explorador dependa del explotado da a este último una cierta forma de poder, pues el ser humano siempre retiene al menos un control mínimo sobre el gasto de su propio esfuerzo. El control social que reposa exclusivamente sobre la represión es costoso y, excepto bajo circunstancias especiales, no consigue generar los niveles adecuados de diligencia y esfuerzo de la parte del explotado. De resultas de esto, suele haber una presión sistemática sobre los explotadores para que moderen su dominación y para que de un modo u otro intenten obtener del explotado algún grado de consenso, al menos en el sentido de lograr de él una mínima cooperación. Paradójicamente, quizá, la explotación, por todo lo anterior, es una fuerza que limita las prácticas del explotador. Esta limitación constituye una base de poder para el explotado. Los oprimidos que no son explotados pueden también tener algo de poder, pero generalmente es más precario. Como mínimo, los oprimidos tienen el poder que procede de la capacidad humana de resistirse físicamente. Sin embargo, como los opresores no están obligados, económicamente a buscar en ellos ningún tipo de cooperación, esta resistencia puede desembocar rápidamente en una confrontación violenta y sangrienta. Es por esta razón que la resistencia de los nativos americanos a desplazarse de sus tierras desembocó en su masacre por los colonos blancos. La presión sobre los opresores para buscar acomodación es muy débil; los resultados tienden a convertirse simplemente en un asunto de equilibrio de fuerza bruta entre enemigos. Cuando los oprimidos son también explotados, incluso si el explorador no siente compunción moral alguna, habrá limitaciones económicas al tratamiento del explotado por el explotador. 3. Clase y Explotación En la tradición marxista del análisis de clase, las divisiones de clase se definen primariamente en términos del nexo entre relaciones de propiedad y explotación. Los esclavos y sus dueños constituyen clases porque una particular relación de propiedad (el derecho de propiedad sobre la gente) genera explotación (el fruto del trabajo del esclavo se lo apropia su dueño). Los caseros y los sin techo no constituyen «clases» porque, aunque se distinguen por los derechos de propiedad sobre la vivienda, esta división no constituye la base para la explotación de los sin techo por los caseros. 10 En la sociedad capitalista, la forma central de explotación está basada en los derechos de propiedad sobre los medios de producción. Estos derechos de propiedad generan tres clases: capitalistas (explotadores), que poseen los medios de producción y emplean obreros; obreros (explotados), que no poseen los medios de producción y venden su fuerza de trabajo a los capitalistas; y pequeña burguesía (ni exploradores ni explotados), que poseen los medios de producción y los trabajan ellos mismos, sin emplear a otros. 11 La historia de cómo la relación capital-trabajo genera exploración es familiar: los obreros sin propiedad, a fin de adquirir sus medios de vida, han de vender su fuerza de trabajo a los que poseen los medios de producción.12 En esta relación de intercambio, acceden a trabajar para el capitalista por un tiempo determinado a cambio de un salario que usan para adquirir sus medios de subsistencia. A causa de la relación de poder entre los capitalistas y los obreros, los primeros son capaces de forzar a los segundos a producir más de lo necesario para proveer a su subsistencia. Es decir, los capitalistas pueden forzar a los obreros a producir una plusvalía (que el capitalista se apropia y que adopta la forma de beneficios. Los beneficios, la cantidad de producto social que queda tras restar los costes de producir y reproducir todos los insumos (tanto los de fuerza de trabajo como los físicos), constituye una apropiación de los frutos del trabajo del obrero.13 Describir esta relación como de explotación es una afirmación basada en el conflicto entre capitalistas y obreros inherente a la relación de empleo. Apunta al hecho crucial de que el conflicto entre capitalistas y obreros no es simplemente sobre el nivel de los salarios, sino sobre la cantidad de trabajo que se realiza por esos salarios. Los capitalistas siempre quieren que los obreros hagan más de lo que los obreros quieren hacer. 5 Como Bowles y Gintis han argüido, el nivel de esfuerzo que supone «hacer las cosas cantando» es siempre subóptimo para los capitalistas, que por ello han de adoptar diversas estrategias de supervisión y control a fin de incrementar el esfuerzo labora.14 No sería sincero mantener que el uso del término «explotación» para designar esta forma de interdependencia antagónica de los intereses materiales es una elección estrictamente científica, técnica. Describir la apropiación de la plusvalía como «explotación», en vez de describirla como una simple «transferencia» añade a la afirmación analítica un cortante juicio moral. Sin al menos una leve noción del status moral de la apropiación de plusvalía sería imposible, por ejemplo, distinguir entre explotación e impuestos legítimos. Los impuestos conllevan apropiación coercitiva de excedente, y puede sostenerse que en muchos casos hay un conflicto de intereses materiales entre las autoridades gravadoras y el contribuyente como individuo privado. Incluso en condiciones profundamente democráticas e igualitarias, mucha gente no pagaría impuestos voluntariamente, pues preferiría mejorar sus personales intereses materiales y aprovecharse de los impuestos de los otros. En realidad, es precisamente por esto por los que los libertarios de extrema derecha consideran los impuestos como una forma de explotación: el impuesto es una violación de la santidad de los derechos de propiedad privada, y por tanto una apropiación injusta. El lema «los impuestos son un robo» equivale a «los impuestos son explotación». Por tanto, mantener que la apropiación capitalista del esfuerzo laboral de los obreros es «explotación» implica algo más que un simple antagonismo de intereses materiales entre obreros y capitalistas. Implica que la apropiación es injusta. Aunque creo que hay sólidos argumentos morales para defender este género de igualitarismo radical en que se basa el tratamiento de la apropiación capitalista de plusvalía como injusta, la justificación filosófica de esta posición nos llevaría ahora demasiado lejos. 15 En todo caso, a efectos del análisis sociológico de clase la cuestión crucial es reconocer el antagonismo de los intereses materiales ligados a las relaciones de clase en virtud de la apropiación del esfuerzo laboral. Sobre esta base hablaré de «explotación» para referirme a ello. 4. Una digresión: la historia de los Shmoos La lógica subyacente al concepto de explotación y la conexión entre clase y explotación está brillantemente ilustrada en una serie de tiras de cómic de Li’l Abner, escritas en los años 40. 16 He aquí la situación del episodio: como resultado del incesante arrojo de residuos atómicos por el gobierno en las cercanías de la atrasada comunidad de Dogpatch, ocurren unas mutaciones que crean un ser extraño y maravilloso, el “shmoo”. Los shmoos son criaturas que se multiplican rápidamente y cuyo único deseo en la vida es complacer a los humanos transformándose en las cosas que éstos necesitan para un nivel de vida adecuado. No les proporcionan lujos pero sí que cubren todas las necesidades básicas de la vida. De modo que son de poco valor para el rico, pero de mucho para el pobre. En realidad, el shmoo devuelve a la humanidad al jardín del Edén. Cuándo Dios expulsa a Adán y Eva del Paraíso por sus pecados uno de sus más penosos castigos fue que desde ese momento, ellos y sus descendientes se verían forzados a «ganar el pan con el sudor de su frente». El shmoo libera a la gente de esta necesidad, inspirándose en la profunda tradición de la cultura occidental. En el episodio de Li’l Abner que se reproduce abajo, un rico capitalista, P. U., hace un estudio para identificar el sitio más pobre de América, a fin de poder contratar trabajo barato para una nueva fábrica. El lugar resulta ser Dogpatch. P. U. y su administrador vienen a Dogpatch para contratar empleados para la nueva factoría. La historia se desarrolla en algunas tiras de cómic de 1948.17 6 7 La moraleja crítica de esta historia es que el capitalista tiene un interés positivo en las privaciones de los residentes de Dogpatch, ya que su pobreza es condición necesaria para que el capitalista pueda usar su riqueza -la factoría- para generar ingresos. Los shmoos arruinan la posibilidad de extracción de esfuerzo laboral. En efecto, los shmoos transforman las curvas trabajo-ocio representadas en la figura 1 en las curvas de la figura 2. Los obreros todavía pueden incrementar su consumo trabajando, ya que el shmoo sólo satisface sus necesidades básicas, pero ahora el nivel cero de trabajo se corresponde con un consumo positivo. Además, como la opción de no trabajar es mucho más atractiva cuando los obreros tienen shmoos, su posición negociadora frente a los empleadores es mucho más Fuerte, y por ello la curva entera de la clase capitalista es más baja y la pendiente de la curva de los obreros es más pronunciada (es decir, aumenta el salario horario). Las deprivaciones de los desposeídos, por tanto, no son simplemente un desgraciado subproducto la búsqueda capitalista del beneficio son una condición necesaria de esa búsqueda. Las clases explotadoras tienen un interés en impedir que los explotados adquieran medios de subsistencia, incluso si, como en el caso de la historia de los shmoos, esa adquisición no es una redistribución de riqueza o ingresos de los capitalistas a los obreros. Por decirlo crudamente, la clase capitalista tiene interés en destruir el jardín del Edén.18 5. Nota sobre alienación y análisis de clase En algunos análisis de clase marxistas figura el concepto de “alineación” en lugar tan central como el de “explotación”. Alineación es un concepto de la tradición marxista elusivo y filosóficamente denso. Hablando en general, puede decirse que ha venido a representar dos tipos de fenómenos relacionados: primero, los modos en que los productores pierden el control sobre sus propias vidas y actividades en el proceso de producción; segundo, el modo como la producción organizada para el mercado roba a la gente, tanto individual como colectivamente, la capacidad de dirigir Figura 2 8 conscientemente el desarrollo general de la sociedad. En ambos significados, la alienación refleja Formas de impotencia: impotencia en la producción e impotencia en la sociedad. En el primero de estos significados, la alienación afecta de modo distinto las vidas de la gente en distintas situaciones de clase; se la supera cuando el proceso de producción se organiza de modo democrático y cooperativo. En el segundo de estos significados, la alienación afecta más o menos igual a todo el mundo en una sociedad de mercado; se la supera cuando los mercados se sustituyen -o al menos son sistemáticamente dirigidos- por la planificación democrática. 19 Ambos sentidos del concepto de alienación giran en torno a las condiciones en las cuales la gente pierde el control sobre sus propias vidas, pero para el específico propósito de elaborar un concepto de situaciones en una estructura de clases, el sentido mas relevante es el primero. La alienación como pérdida de control sobre la actividad laboral es algo íntimamente enlazado con la dominación como aspecto de las relaciones sociales. La explotación evoca valores de justicia e igualdad frente a la apropiación del esfuerzo laboral de los productores en las relaciones de propiedad; la alienación evoca valores de autonomía y libertad frente al control d las vidas de los productores en las relaciones de dominación. Los trabajadores, por consiguiente, están tanto explotados como alienados. En cierto sentido, alienación en la producción y explotación no son más que dos palabras para el mismo fenómeno, puesto que la apropiación de los frutos del trabajo es, en y por sí misma, una especie de control sobre las vidas de los productores. Como mínimo, el tiempo de trabajo incorporado en los productos en tiempo controlado por los explotadores, actividad “alienada” de los productores. Cuando el concepto de alienación se usa de este modo para designar simplemente la apropiación del trabajo no constituye realmente una dimensión de la clase distinta de la explotación. El concepto de alienación, sin embargo, se usa por lo general para identificar un sentido adicional de la dominación, la dominación sobre el proceso de llevar a cabo la actividad laboral. La alienación del trabajador, por consiguiente, no es simplemente el resultado de la pérdida del control sobre el producto del trabajo, sino también sobre el proceso de producción. En cuanto elementos del análisis de clase, explotación y alienación identifican diferentes vías causales a través de las cuales las estructuras de clases generan diversos tipos de consecuencias. La explotación, como ya hemos discutido, define un conjunto factible de estrategias que los actores probablemente encontraran en la prosecución de intereses materiales dentro de las relaciones de clase; la alienación define un conjunto de experiencias que lo actores probablemente tendrán dentro de estas relaciones. En el marco analítico adoptado en Class Counts, la dominación es una dimensión de las relaciones de clases analíticamente subordinada a la explotación. La dominación dentro del proceso de producción es una solución para un problema planteado por la explotación de los productores. En la producción, es necesario crear aparatos de dominación para asegurar la ejecución adecuada del trabajo, porque el nivel de esfuerzo que los productores aportarían voluntariamente en ausencia de vigilancia y control sería subóptimo desde el punto de vista de los capitalistas. La dominación, por tanto, está lógicamente subordinada a la explotación 9 dentro del concepto de estructura de clases: dentro de las relaciones de clase la dominación se instaura primariamente para asegurar la explotación, pero la explotación no se instaura primariamente para reproducir la dominación se instaura primariamente para reproducir la dominación. Esto significa que dominación y alineación carezcan de importancia en el análisis de clase. Como veremos más abajo en la discusión de la clase media, el problema de la dominación es un elemento de la especificación de la posición de clase de los directivos. Y en muchos estudios de conciencia de clase, el problema de la alienación puede ser muy importante. Sin embargo, en la especificación del concepto de estructura de clases propiamente dicho, la relevancia analítica de la dominación –y por consiguiente de la alienación- es derivada de la explotación. 20 6. El problema de la “clase media” entre los empleados. Si limitamos el análisis de la estructura de clase en el capitalismo a la propiedad y a la exclusión de los medios de producción, acabamos en una estructura de clase en la que hay sólo tres posiciones -la clase capitalista, la clase trabajadora y la pequeña burguesía- y en la que entre el 85 y 90% de la población en la mayor parte de los países capitalistas desarrollados pertenece unívocamente a alguna de estas tres clases. Aunque en cierto sentido esto puede reflejar una verdad profunda del capitalismo -que la inmensa mayoría de la población está separada de los medios de producción y tiene que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir- no nos proporciona un marco conceptual adecuado para explicar muchas de las cosas que quisiéramos explicar con ayuda de las clases. En particular, si queremos que la estructura de clase explique la conciencia, la formación y el conflicto de clases, entonces necesitamos algún modo de entender las divisiones relevantes en términos de clase dentro de la población empleada. En términos del lenguaje ordinario, este es el problema de la “clase media”, de la gente que no posee medios de producción, que vende su fuerza de trabajo en el mercado y que, sin embargo, no parece parte de la “clase obrera”. La cuestión, pues, es: ¿en base a qué podemos diferenciar posiciones de la clase entre gente que comparte una situación común de no propiedad en las relaciones capitalistas de propiedad? En los análisis de este libro, dividiré la clase de los empleados a lo largo de dos dimensiones: primera su relación con la autoridad dentro de la producción y segunda su posesión de cualificaciones o pericia. 21 Autoridad. Hay dos razones para considerar la autoridad como una dimensión de las relaciones de clase entre los empleados. La primera se refiere al papel de la dominación en las relaciones capitalistas de propiedad. Los capitalistas no se limitan a poseer los medios de producción, sino que también, directa o indirectamente, controlan las actividades de los trabajadores dentro de la producción. Se trata de una parte esencial del proceso de explotación, pues para que la explotación tenga lugar no es suficiente con que los capitalistas emplean a los obreros. A menos que los obreros trabajen de hecho hasta producir más que el equivalente de sus salarios, no se habrá producido plusvalía ni por tanto explotación. Así pues, la explotación requiere una serie de mecanismos que aseguren la realización del esfuerzo adecuado por parte de los obreros. Una parte esencial de este “proceso de extracción de plusvalías” es la dominación en el interior de la producción: órdenes, vigilancia, sanciones positivas y negativas. En suma, los capitalistas no poseen simplemente los medios de producción y emplean a los obreros: también dominan a éstos en el interior de la producción. En estos términos puede considerarse que los directivos y supervisores ejercen por delegación los poderes de la clase capitalista, por cuanto practican la dominación dentro de la producción. En este sentido, pueden ser considerados simultáneamente en la clase capitalista y en la clase obrera. Son como capitalistas porque dominan a los obreros, son como obreros porque en el proceso de producción están controlados y dominados por los capitalistas. Ocupan, pues, lo que se ha llamado posiciones contradictorias dentro de las relaciones de clase. Uso en esta expresión el término “contradictorio” mejor que simplemente “dual” porque los intereses de clase incorporados a los puestos directivos son una combinación de los intereses inherentemente antagonistas del capital y el trabajo. Cuanto más alto se suba en la jerarquía de autoridad, mayor será el peso de los intereses capitalistas en esta situación de clase. Así pues, los directivos superiores, 10 y especialmente los Directores Generales en las grandes corporaciones, estarán muy ligados a la clase capitalista, mientras que el carácter de clase de los puestos de supervisor de cadena está mucho más cercano al de la clase obrera. La segunda razón para considerar la dimensión de la autoridad como un criterio para diferenciar las posiciones de clase entre los empleados se centra en la relación ente sus ingresos y la apropiación de plusvalía. La posición estratégica de los directivos en la organización de la producción los pone en situación de recabar para sí una porción de la plusvalía social en forma de ingresos altos. 22 En realidad esto significa que los sueldos y salarios de la fuerza de trabajo de dirección están por encima de los costes de producir y reproducir esa fuerza de trabajo (incluidas cualesquiera cualificaciones que pudieran, tener).23 El mecanismo específico a través del cual tiene lugar esta apropiación puede denominarse “renta de lealtad”. Es importante para la rentabilidad de las empresas capitalistas que los managers ejerzan su poder de modo efectivo y responsable. La dificultad es que un nivel elevado de supervisión y de amenazas no es por lo general una estrategia efectiva para conseguir este tipo de conducta, tanto porque el rendimiento de los directivos suele ser más bien difícil de seguir como porque los controles represivos tienden a intimidar la iniciativa más que a estimular la conducta creativa. Lo que se necesita, pues, es un medio de generar algún nivel de compromiso real de los directivos con los fines de la organización. Esto se logra mediante unos ingresos relativamente elevados ligados a la promoción en la jerarquía de autoridad. Estos ingresos elevados implican una redistribución de parte de la plusvalía social hacia los directivos con el fin de apuntalar su fidelidad a la organización. Por supuesto que hay también sanciones negativas presentes en el trasfondo: a los directivos se los despide y se los sanciona si su trabajo es pobre, no promocionándolos, no subiéndoles el sueldo, etc. Pero estas formas coercitivas de control tienen eficacia gracias a su conexión con los fuertes estímulos salariales que, particularmente entre los directivos de alto nivel, están significativamente por encima de los costes de producir sus cualificaciones. 24 Por consiguiente, los directivos no ocupan sólo posiciones contradictorias dentro de las relaciones de clase a través de la dominación, ocupan también lo que podríamos denominar una posición de apropiación privilegiada en el seno de las relaciones de explotación. Por ambas cosas de diferencian de la clase obrera. Cualificaciones y pericia. El segundo eje de la diferenciación de clase entre empleados se centra en la posesión de cualificaciones o pericia. Como los directivos, los empleados que poseen cualificaciones/pericia están potencialmente en una posición privilegiada de apropiación dentro de las relaciones de explotación. Hay dos mecanismos primarios a través de los cuales esto puede ocurrir. Primero, las cualificaciones y la pericia suelen ser escasos en el mercado de trabajo, no simplemente porque su oferta sea insuficiente sino también porque hay obstáculos sistemáticos al incremento de la oferta de estas cualificaciones hasta satisfacer la demanda de las organizaciones empleadoras. La forma más importante de esos obstáculos son los títulos, pero también los talentos raros pueden constituir la base de una restricción sostenida en la oferta de una forma particular de fuerza de trabajo. El resultado de tales restricciones en la oferta es que los poseedores de estas pericias escasas logran obtener un salario superior a los costes de producir y reproducir, su fuerza de trabajo. Como la renta de lealtad de los directivos, esta “renta de cualificación” es una manera de que los empleados se apropien de parte del excedente social, pero mientras la renta de lealtad se genera por la situación estratégica de los directivos en el seno de la organización de la producción, la renta pericial de los expertos titulados se genera por su posición estratégica en la organización de los mercados de trabajo. Los expertos titulados ocupan, pues, un segundo tipo de posición de apropiación privilegiada en las relaciones de explotación, que los diferencia de los trabajadores ordinarios. Añadiendo la posición en la jerarquía de autoridad y la posesión d pericias escasas a la dimensión fundamental de las relaciones de propiedad capitalistas, se genera el mapa de posiciones de clase que se presenta en la figura 3. Con modificaciones apropiadas a los específicos objetivos empíricos, es el esquema básico que subyace a las investigaciones empíricas de Class Counts. Es importante subrayar que se trata de un mapa de posiciones de clase. Las celdas en la tipología no son propiamente clases, son posiciones en el son de relaciones de clase. Algunas son posiciones contradictorias dentro de las relaciones de clase, otras son posiciones de apropiación privilegiada dentro de 11 las relaciones de explotación y otras son posiciones polarizadas dentro de las relaciones de propiedad capitalista. Por convención, las posiciones polarizadas –capitalistas y obreros en el capitalismo- suelen denominarse “clases”, pero sería más preciso describirlas como las posiciones fundamentales en la estructura capitalista de clase. Por tanto la tipología capitalista, sino mas bien un modelo de una estructura de clase que diferencia seis posiciones en las relaciones de clase. Figura 3 En los análisis empíricos, combinamos a veces algunas de las posiciones de esta tipología, casi siempre para generar una tipología de cuatro categorías que consta de capitalistas, pequeña burguesía, posiciones de “clase media” (posiciones contradictorias y posiciones privilegiadas de apropiación entre empleados) y obreros. En otros análisis modificamos la tipología añadiendo categorías intermedias a lo largo de cada dimensión. En la dimensión de propiedad de los medios de producción, esto significa distinguir entre capitalistas propiamente dichos, pequeños empleadores que sólo tienen unos pocos empleados y pequeña burguesía (gente autoempleada sin empleados). En la dimensión de la autoridad significa diferenciar entre directivos propiamente dichos –gente que está implicada en las decisiones de la organización- y meros supervisores, que tienen poder sobre sus subordinados pero que no están implicados en la política de la organización. Y en la dimensión de las capacidades significa distinguir entre ocupaciones que requieren típicamente títulos académicos superiores y otras ocupaciones cualificadas que requieren niveles inferiores de formación especializada. El resultado será la matriz con doce posiciones que se presenta en la figura 4. Figura 4 12 7. los que no son activos remunerados Hasta este punto de la discusión sobre estructura de clases nos hemos limitado a examinar el problema de las posiciones de clase de los activos remunerados. Hay, sin embargo, mucha gente en las sociedades capitalistas –probablemente la mayoría- que no encaja en esta descripción. El caso más obvio son los niños. ¿Cómo situar a los bebés en la estructura de clase? Pero hay muchas otras categorías: retirados, inválidos permanentes, estudiantes, amas de casa a tiempo completo. En el capítulo 10 examinaremos el problema de situar a toda esta gente en la estructura de clase, ero la idea básica es la siguiente: las posiciones en la estructura de clases determinan los intereses materiales de los actores al vincular a estos actores al proceso de explotación. Una de las vías en que las estructuras de clase, hace esto es mediante los empleos. Se trata del tipo de situación de clase que hemos estado explorando hasta ahora. Me referiré a ellas como posiciones de clase directas. Pero hay otros mecanismos mediante los cuales las vidas de la gente se vinculan a los procesos de explotación. De particular importancia son las vías por las que las estructura familiares y las relaciones de parentesco vinculan los intereses materiales de los individuos al proceso de explotación. El hecho de haber nacido en una familia capitalista rica vincula al niño a los intereses materiales de la clase capitalista vía relaciones familiares. Tiene sentido, pues, decir que el niño está “en” la clase capitalista. Si éste niño, al llegar a adulto, trabaja en una factoría pero espera heredar millones de dólares de riqueza capitalista y puede confiar en los recursos familiares para necesidades varias, entonces esta persona estaría simultáneamente en dos posiciones de clase: la clase capitalista en virtud de sus lazos familiares, y la clase obrera en virtud de su trabajo. Me referiré a estas situaciones como posiciones de clase mediadas. Los lazos familiares son probablemente la base más importante de las posiciones de clase mediadas, pero la pertenencia a ciertos tipos de comunidad o la relación con el Estado pueden también proporcionar esos vínculos. En cada caso, la pregunta a hacer es: “¿cómo las relaciones sociales en que se teje la vida de una persona vinculan a ésta a diversos mecanismos de explotación de clase, conformando así sus intereses materiales?”. Mucha gente, desde luego, tiene tanto posiciones de clase directas como mediadas. Esto tiene particular importancia en las economías capitalistas desarrolladas para los hogares en que ambos esposos son activos, pues crea la posibilidad de que maridos y mujeres tengan posiciones directas de clase diferentes, y, en consecuencia, también posiciones mediadas distintas. 8 Análisis de clase marxista vs. Weberiano. En cuanto conjunto de categorías empíricas, las matrices de estructura de clases de la figuras 3 y 4 podría desplegarse tanto en un marco marxista como en un marco weberiano. El control sobre los recursos económicos es central tanto al análisis de clase marxista como el weberiano y ambos marcos pueden arreglarse de modo que den lugar a esa serie de categorías. En realidad, podría argumentarse con razón, que el concepto de estructura de clase que hemos propuesto incorpora significativos elementos weberianos, dado que la inclusión explícita de la cualificaciones como criterio de la división en clases y la importancia concedida a los privilegios en materia de ingresos tanto de los directivos como de los expertos titulados son distintivos del análisis de clase weberiano. Realmente, pues, las categorías empíricas que vamos a utilizar pueden considerarse un híbrido de las categorías convencionalmente usadas por los marxistas y los weberianos. 25 ¿En qué sentido sigue siendo “marxista” este análisis de la estructura de clases? Para responder a esta cuestión necesitamos comparar los fundamentos teóricos del concepto de clase en las tradiciones marxistas y weberiana. 26 El contraste entre Marx y Weber ha sido uno de los grandes temas de la Sociología como disciplina. La mayor parte de los programas de doctorado tiene un curso de teoría sociológica en el que la oposición Marx-Weber es un motivo central. Sin embargo, en términos de análisis de clase, poner a Marx y a Weber como polos opuestos es un tanto erróneo, pues en muchos aspectos Weber habla con su voz más marciana cuando habla de clases. El concepto d clase en estas dos corrientes de pensamiento comparte cierto número de importantes rasgos: 13 a) Tanto el enfoque marxista como el weberiano difieren de lo que podrían llamarse simples nociones gradacionales de la clase, en las cuales las clases se diferencian estrictamente en base a las desigualdades en las condiciones materiales de vida. 27 Esta conceptualización de la clase subyace al inventario comúnmente hallado en el discurso popular y de los medios de masa: alta, media, media baja, baja e infraclase. Tanto el análisis de clase marxista como el weberiano definen las clase relacionalmente, es decir, una posición de clase dada se define en virtud de las relaciones sociales que la vinculan con otras posiciones de clase. b) Ambas tradiciones identifican el concepto de clase con la relación entre la gente y activos o recursos económicamente relevantes. Los marxistas llaman a esto relación con los medios de producción: los weberianos se refieren a ella como “capacidades de mercado”. Pero ambos están realmente hablando de fenómenos empíricos muy similares. c) Ambas tradiciones ven la relevancia causal de la clase en que opera, al menos en parte, vía los modos como estas relaciones conforman los intereses materiales de los actores. La propiedad de los medios de producción y la propiedad de la propia fuerza de trabajo explican la acción social porque estos derechos de propiedad conforman las alternativas estratégicas a las que la gente se enfrenta en la búsqueda de su bienestar material. Lo que la gente tiene impone restricciones a lo que puede hacer para conseguir lo que quiere. Cierto que los marxistas tienden a poner mayor énfasis en el carácter objetivo de estos “intereses materiales” subrayando el hecho de que estas restricciones reimponen a los individuos, mientras que los weberianos tienden a concentrarse en las condiciones subjetivas, enfatizando la relativa contingencia lo que la gentes quiere, pero aún así, es un hecho que el núcleo de ambos conceptos de clase conlleva la conexión causal entre (a) relaciones con recursos y (b) interese materiales, vía (c) el modo como los recursos conforman las estrategias de adquisición de ingresos. ¿En qué difieren entonces? Un modo típico en que los sociólogos distinguen entre estas dos tradiciones del análisis de clase es arguyendo que el concepto weberiano está basado en el análisis de las “relaciones de mercado”, mientras que el análisis marxista se centra en la “Relaciones sociales de producción”. Weber mismo invita a distinguir sus ideas de las de Marx. En lo que es su discusión mejor conocida sobre las clases, escribe: “Pero siempre es esta la connotación genérica del concepto de clase: que el tipo de probabilidad en el mercado es el momento decisivo que presenta una condición común para el destino individual. “Situación de clase” en este sentido es, en último término, “situación de mercado”, (Weber, 1984), Economía y Sociedad, FCE). 28 Dado que los marxistas invocan constantemente las “relaciones sociales de producción” en sus discusiones de las clases, es fácil ver por qué se ha hecho popular la caracterización mercado producción de las dos tradiciones. Sin embargo, aunque formalmente correcta, esta caracterización no incide en lo que yo creo que es la diferencia crucial en estas dos maneras de pensar el problema de las clases. Al fin y al cabo, los marxistas definen a los capitalistas como lo que poseen los medios de producción y emplean obreros que trabajen para ellos, y definen a los trabajadores como aquellos que no poseen medios de producción y por ello se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas y a trabajar para ellos. En esta definición, la relación de intercambio entre trabajo y capital juega explícitamente un papel central, y aunque es cierto que los marxistas añaden que los obreros trabajan para los capitalistas en el seno del proceso capitalista de trabajo –que el propósito de la transacción en el mercado es el trabajo en la producción- esto seguramente está implícito también en el concepto weberiano. Los weberianos no creen que el acto de contratar los capitalistas a los obreros sea el fin de la relación social entre ellos. Mejor que considerar las relaciones de mercado vs., las de producción como la base del contraste entre las tradiciones marxista y weberiana del análisis de clase, creo que el contraste central ente estos dos puntos de vista está en el modo específico en que teorizan la estructura causal de los intereses materiales. Esto lo capta el contraste entre las palabras favoritas de cada tradición teórica: oportunidades vitales entre los weberianos, explotación entre los marxistas. 14 La intuición tras la idea de las oportunidades vitales es sencilla. “En nuestra terminología”, escribe Weber (1984; 683), “las ‘clases’ no son comunidades; representan meramente posibles, y frecuentes, bases para la acción comunitaria. Podemos hablar de una clase cuando (1) un cierto número de gentes tienen en común un componente causal específico de sus oportunidades vitales, en tanto (2) este componente está exclusivamente representado por intereses económicos en la posesión de bienes y de oportunidades de ingreso y (3) bajo condiciones de los mercados de bienes o de trabajo”. Estos puntos se refieren a la “situación de clase”, que puede expresarse más brevemente como “la probabilidad típica de una provisión de bienes, condiciones externas de vida y experiencias vitales, en tanto esa probabilidad está determinada por la cantidad y el tipo de poder, o por su carencia, para disponer de bienes o cualificaciones que procuran ingresos en un orden económico dado. El término ‘clase’ designa un grupo de gente que se encuentra en la misma ‘situación de clase’” (Weber, 1984: 242). 29 En suma, el tipo y la cantidad de recursos que se posean afectan las oportunidades de ingresos en los intercambios mercantiles. “Oportunidad”, es una descripción del conjunto factible a que los individuos se enfrentan, de las opciones que encuentran cuando deciden qué hacer. El poseer medios de producción ofrece a una persona alternativas diferentes a las que le ofrece la posesión de títulos académicos, las cuales son a su vez distintas de la simple posesión de fuerza de trabajo no cualificada. Además, en una economía de mercado, el acceso a las rentas derivadas del mismo afecta al conjunto más general de experiencias y oportunidades vitales para uno mismo y para sus hijos. El estudio de estas oportunidades vitales de los hijos basadas en la capacidad de mercado de los padres es pues una parte integral d la agenda del análisis de clase weberiano. Desde una perspectiva weberiana, por consiguiente, lo que importa en el nexo de la gente con los diferentes tipos de recursos económicos es el modo en que esto otorga a la gente diferentes tipos de oportunidades y desventajas económicas y conforma sus intereses materiales. Estas oportunidades son entonces la base de una potencial comunidad de intereses entre los miembros de una clase y, en consecuencia, de una potencial acción común. En un marco marxista, la propiedad de la relación de la gente con los recursos económicos que más importa para el análisis de clase es el modo como generan “explotación.” La diferencia crucial entre “explotación” y “oportunidades vitales”como eje del análisis de clase es que la primera necesariamente implica conflictos antagónicos de interés entre los actores, y la segunda no. Lo mismo la “explotación” que las “oportunidades vitales” son modos de pensar las desigualdades en bienestar material generadas por las desigualdades en el acceso a recursos de varios tipos. Así pues, ambos conceptos apuntan a conflictos de intereses sobre la distribución de los activos mismos. Lo que la explotación añade a esto es la posición de que los conflictos de intereses entre las clases no se generan simplemente por lo que la gente tiene, sino por lo que la gente hace con lo que tiene. El contraste entre oportunidades vitales y explotación puede entenderse en términos de las curvas de ocio-consumo de la figura 1 ¿Cómo interpretarían estas curvas marxistas y weberianos? En el análisis de clase weberiano, las tres curvas la figura 1 constituyen tres diferentes pautas de oportunidades vitales determinadas por tres tipos diferentes de capacidades de mercado. Sobre todo, la curva de la clase propietaria difiere fuertemente de las de las clases no propietarias porque los miembros de la clase propietaria pueden elegir no trabajar en absoluto. Todo esto también lo reconocería el análisis de clase marxista. Pero los marxistas añadirían un elemento adicional crucial existe una interdependencia causal entre estas curvas. La curva de oportunidades vitales de la clase propietaria tiene la forma que tiene a causa de la forma y localización de la curva de los no propietarios (y viceversa). En lugar de considerar las oportunidades vitales de actores dados simplemente determinadas por su capacidad de mercado individual, el concepto de explotación afirma a una interdependencia causal sistemática de las oportunidades de vida de los diferentes actores, por la cual las aumentadas oportunidades vitales de los capitalistas dependen de las disminuidas oportunidades vitales de los obreros. En consecuencia, un análisis de clase basado en la explotación prediría el desplazamiento de las curvas de la figura 2 cuando los shmoos entran en escena y alteran las condiciones de la explotación. Un 15 weberiano podría replicar que nada en la idea weberiana de oportunidades de vida basada en el mercado impediría hacer estas mismas predicciones, ya que la posesión del shmoos es una alteración de la capacidad de merado de los no propietario, Ciertamente, un analista weberiano bueno y sutil podría generar explicaciones específicas de por qué las formas de las curvas del capitalista y de no propietario en a figura 2 cambian del modo en que lo hacen. Pero lo que probablemente ocurrirá en esta explicación, sin embargo, es que la explotación se colará de tapadillo por la puerta trasera. La interdependencia causal de las oportunidades de vida generada por el problema de extraer esfuerzo laboral de trabajadores que están e unas posiciones negociadoras más fuertes vendría a ser parte de un modo u otro parte de la explicación. En efecto, el concepto weberiano se marxianizaría si tuviera en cuenta oportunidades de vida antagónicas, interdependientes. Frank Parkin dijo en una famosa pulla: “Dentro de cada neo-marxista parece haber un weberiano luchando por salir a la luz.” Igual podría decirse que dentro de cada weberiano de izquierdas hay un marxista luchando por mantenerse oculto. Tres son las principales razones que inducen a basar el concepto de clase en la explotación mejor que en las oportunidades de vida. La primera es que si se atiende exclusivamente al aspecto de mercado de la relación capital trabajo se deja de lado un elemento crucial en los intereses materiales de capitalistas y obreros: el problema de extraer esfuerzo de los obreros. Pues para que la explotación se dé efectivamente, no basta con que los capitalistas tengan que emplear a los obreros; tienen además que extraerles suficiente esfuerzo laboral para que produzcan plusvalía. Así pues, ligando el concepto de clase con el de explotación se unen dos aspectos de las relaciones sociales ligadas a la propiedad de activos productivos, el intercambio en el mercado y la dominación en la producción. En términos de nuestro específico concepto de estructura de clase, esto nos proporciona un modo de entender a los directivos como ocupantes de posiciones contradictorias dentro de las relaciones de clase. Más generalmente, apunta al hecho de que las relaciones de clases son intrínsecamente relaciones de poder. Segunda, intentar teorizar los intereses ligados a las clases como fundados en prácticas inherentemente antagónicas e interdependientes facilita el análisis del conflicto social. Para explicar un conflicto se requieren siempre al menos dos elementos: dar cuenta de los intereses opuestos en conflicto y, dar cuenta de la capacidad de los actores para alcanzar sus intereses. Una simple oposición de intereses no es suficiente para explicar el conflicto activo entre grupos. La explotación es un concepto potente precisamente porque da cuenta a un tiempo de los intereses opuestos y de una rudimentaria capacidad de resistencia. El punto clave a este respecto es que la explotación implica que los explotadores no sólo tienen un interés positivo en limitar las oportunidades de vida de los explotados, sino que ellos dependen también de los explotados para la consecución de sus intereses. Como se señaló en la sección 2, esta dependencia da al explotado una capacidad intrínseca de resistir. La explotación, por consiguiente, no predice una simple oposición de intereses, sino una tenencia a que el antagonismo de intereses inherente a la estructura de clases genere conflictos manifiestos entre las clases. En el caso del capitalismo, el nexo entre intereses y explotación e especialmente importante para entender el conflicto de clase básico entre obreros y capitalistas, pero es también relevante para entender las tensiones que probablemente se den en los intentos de formar coaliciones entre los obreros y las diversas categorías de la clase media a causa de sus diferentes relaciones con el proceso de explotación. Aunque esto no significa que la estructura de clases sea el único determinante del conflicto de clases, sí que implica que los efectos de la estructura de clase sobre el conflicto no son enteramente contingentes. En suma, en ausencia de una represión considerable, a los marxistas les sorprendería descubrir una estructura de clase muy polarizada con una pauta armoniosa pacífica de formación y acción de clase. Los weberianos, en principio, no se sorprenderían, ya que no sostienen que haya una tendencia inherente a la estructura de clase a generar conflictos de acción comunitaria. 30 Finalmente, el análisis de clase centrado en la explotación implica que las clases pueden existir en sociedades sin merado, mientras que el análisis weberiano restringe explícitamente la relevancia de las clases a las sociedades de mercado. Para el análisis marxista, la relación entre el esclavo y su dueño, o entre el señor y el siervo, son instancias de relaciones de clase porque todas ellas implican explotación ligada a los 16 derechos de propiedad sobre las fuerzas de producción. 31 La relación entre explotadores burocráticos y productores en las economías autoritarias puede también considerase una forma de relación de clase desde el momento en que la capacidad de la elite burocrática estatal de apropiarse plusvalía se basa en la efectividad de su control sobre los recursos productivos de las sociedades.32 Para el análisis Weberiano todo esto no son relaciones de clase, sino más bien ejemplos de castas o estamentos, debido a que las diferentes “oportunidades de vida” del esclavo y su dueño, del siervo y el señor, del burócrata y del productor, no son resultado de su encuentro en un mercado. La restricción weberiana del concepto de clase a las sociedades de merado, por tanto, oscurece lo que tiene en común estas relaciones de diferentes tipos de sistema social. Por supuesto, no hay ninguna regla metateórica de la Sociología que diga que todo sociólogo tiene que elegir entre estos dos modos de fundamentar el anales de clase. Seguro que seria posible construir un híbrido ecléctico entre el análisis de clase marxista y el weberiano si se considerara que la explotación produce las divisiones fundamentales en una estructura de clases y que las diferentes capacidades de mercado definan estratos salientes dentro de las clases. Los estratos dentro de la clase capitalista estarían definidos por la capacidad diferencial de apropiación de plusvalía; los estratos en el interior de la case obrera estarían determinados por las diferencias en ingresos y en condiciones de trabajo generadas por las distintas capacidades de mercado. En tal análisis híbrido, lo que he venido llamando la “clase media” podría describirse más apropiadamente como estratos privilegiado en el seno de la clase obrera. Sin embargo, a lo largo de Class Counts interpreto la matriz de estructura de clases en el marco de un análisis de clase marxista sea una ideología o que esté rígidamente dictado por valores igualitarios radicales. Mi elección de marco analítico está también basada en mi creencia en la coherencia teórica de este enfoque – que he argumentado en este capítulo- y en su capacidad para iluminar problemas empíricos –que espero demostrar en el resto de Class Counts-. De todas forma, si no fuera por la congruencia de estos conceptos con los valores emancipatorios igualitarios, imagino que optaría por un aparato conceptual más ecléctico. Los lectores que, por cualesquiera razones, sean muy escépticos sobre la tradición marxista podrían pensar que no tiene sentido abrirse paso por la masa de números, gráficos y ecuaciones del resto de Class Counts. Pensarán que si las justificaciones conceptuales de las categorías tienen fallos irredimibles, los resultados empíricos generados con ellas carecerán de valor. Creo que ese pensamiento sería un error. Las categorías empíricas pueden interpretarse de un modo híbrido o weberiano. Como suele suceder en Sociología, las categorías empíricas del análisis quedan infradeterminadas por los marcos teóricos dentro de los cuales se las genera e interpreta. Esto significa que los lectores que decididamente no han quedado convencidos de las virtudes de entender las clases en términos de explotación, pueden todavía tomar los análisis empíricos como investigaciones sobre clases situadas diferencialmente en relación a las oportunidades vitales en el merado. 33 NOTAS: 1. Traducción de Julio Carabaña. 2. Nota del Editor: Este texto proviene del capítulo introductorio al libro de Eric Wright. Class Counts, de próxima aparición en inglés. 3. Nota del Traductor: Pervasivo es cultismo, del latín “pervado”, atravesar, extenderse o cundir. “Pervado” es un compuesto de “vado”, ir, lo mismo que “evado” o “invado”, que dieron lugar a los cultismos “evadir” e “invadir”. “Pervasivo” se deriva de “pervadir” como “evasivo” de “evadir”. Lo uso por dos razones: es menos feo que cualquier derivado de extenderse o de cundir y traduce literal y exactamente el mismo término inglés. 4. N. de la T.: Pivotal es adjetivo derivado de pivote, que a su vez viene del francés “pivot”, lo mismo que del inglés “pivot”. Significan esos términos un eje o gorrón alrededor del cual giran u oscilan las cosas (María Moliner). Análogo a “crucial” o “central”, de los que lo distingue un matiz de dinamismo. 17 5. Para una discusión más extensa del problema de los intereses materiales, que incluye un análisis del poder económico como dimensión de estos intereses, véase Wright (1989, The debate on Classes, Londres: Verso), pp. 280-288. 6. N. del T. He elegido “opción” (en vez de paquete o equilibrio o compromiso) para traducir “trade-of”, término que significa un conjunto de cosas que no se pueden maximizar al mismo tiempo. 7. Por simplicidad, la opción ocio-consumo se representa aquí como una relación lineal. Para la clase obrera y la clase media, pues, la pendiente de la línea representa un tipo salarial lineal. Desde luego, en el mundo real, a causa de cosas como las horas extras por un lado y los salarios inferiores del trabajo a tiempo parcial por otro, la relación sería lineal. La pendiente de la curva de la clase capitalista aparece en la figura como más o menos igual que la de la clase media. Si consideramos a todos los capitalistas, no sólo a aquellos con gran talento empresarial, no hay razón para asumir a priori que su salario horario imputado (es decir, la parte de sus beneficios que deriva de su trabajo y no de su propiedad) fuera a ser mayor que el de la clase media (empleados expertos y directivos). En cualquier caso, para nuestros propósitos el punto principal en la curva capitalista es que no corta el eje de las x. 8. Un ejemplo de exclusión no respaldada por la fuerza y que sin embargo podría ser una base de explotación es la desigual distribución de talentos. Si bien es cierto que puede forzarse la noción de exclusión “coercitiva” hasta cubrir los talentos (los sin talento tienen coercitivamente prohibido poseer como esclavos a los con talento), en el funcionamiento real de las sociedades capitalistas la exclusión relevante no está garantizada primariamente por la fuerza. 9. Esto no es negar que en ciertas instancias específicas, los colonizadores se beneficiaron del conocimiento de los Americanos Nativos, sino simplemente afirmar el punto de que el desplazamiento de los indígenas de la tierra fue un proceso costoso y complicado. 10. Si los propietarios de casas intercambiaran alojamiento en habitaciones desocupadas por servicio doméstico, entonces los derechos de propiedad sobre las casas podrían convertirse en base para una relación de clase. El mero hecho de que unos posean casas y otros no tengan vivienda, sin embargo, no constituye por sí mismo una forma de explotación y, por consiguiente, no es una división de clases. Este derecho de propiedad se convierte en explotación sólo cuando se traduce en una relación de poder entre actores en la cual hay apropiación de trabajo. 11. Como John Roemer ha mostrado en A General Theory of Exploitation and Class, Cambridge: Harvard University Press (1982), [Teoría general de la explotación y las clases. Madrid: Siglo XXI (1989)] es posible que algunos pequeños burgueses pudieran ser explotados e incluso explotadores a través del intercambio desigual en el mercado. Un pequeño burgués que trabaja con medios de producción muy intensivos en capital, por ejemplo, puede ser capaz de apropiarse los frutos del trabajo de otros a través del intercambio. 12. Sería más preciso decir que a fin de adquirir sus medios de subsistencia, al menos algunos miembros de la familia no propietaria (definida como la unidad de consumo compartido) han de vender su fuerza de trabajo a los empleadores. En algunos tiempos y lugares, esto ha significado que el “ganapán” masculino se incorporaba al mercado de trabajo, mientras que el “ama de casa” femenina se quedaba en casa. En el capitalismo avanzado contemporáneo todos los miembros adultos de la familia venden por lo general su fuerza de trabajo. 13. Es de notar que esta formulación no supone un compromiso con la teoría del valor trabajo como modo específico de medir la plusvalía en cuestión. Todo lo que se requiere es que la plusvalía sea producto de la actividad laboral de los obreros, no que su valor esté determinado exclusivamente por el tiempo que trabajan. Se discute la razón por la que el diagnóstico de la explotación capitalista no depende de la teoría del valor trabajo en G. A. Cohen (1988). History, Labour. Freedom. Capítulo II, “La teoría del valor trabajo y el concepto de explotación”. Oxford: Oxford University Prees. 14. Sam Bowles y Herbert Gintis, “Contested Exchange”, Politics & Society (junio 1990). 15. Una penetrante discusión de los valores igualitarios radicales que proporciona una base para considerar las apropiaciones capitalistas como explicativas en G. A. Cohen, op cit. 1988, Capítulo II 18 16. El uso de los Shmoos como ilustración a la crítica moral del capitalismo la tomé de una conferencia que dio el filósofo G. A. Cohen en la televisión británica en agosto de 1986. 17. Estas tiras han sido reeditadas en Al Capp. Li’l Abner Meets the Shmoo. Princeton. Wiscounsin: Kitchen Sink Prees. 1991. 18. El positivo interés de las clases explotadoras en la privación d las explotadas no es solo un diagnóstico abstracto de las implicaciones de la saga de los shmoos. Se refleja concretamente en muchos episodios de la historia del capitalismo. Por ejemplo, el uso de capitaciones en moneda en la Sudáfrica del siglo XIX para forzar a los campesinos a salir de la economía de subsistencia para entrar en el mercado de trabajo y trabajar en las minas, se parece mucho a destruir los shmoos. De modo similar, puede pensarse que la fuerte oposición de los capitalistas a la redistribución de la renta de los empleados de ingresos medios a lo pobres – una forma de redistribución que no afecta significativamente a los bolsillos de los ricos- refleja su interés en mantener bajo el salario de reserva de los obreros y aumentar así la explotación 19. La primera forma de alienación se superaría ampliamente en un mundo de cooperativas de trabajadores que produjeran para un mercado impersonal, pero así no se eliminaría la alienación producida por los mercados en cuanto a tales. Desde luego, es cuestión disputable la de si este segundo género de alienación es eliminable en una sociedad industrial compleja. 20. “Derivada” no significa “epifenoménica”. La dominación tiene efectos reales: importa para la definición del carácter de clase de posiciones específicas en la estructura de clases. Todo lo que se mantiene aquí es que el status conceptual de la dominación en las relaciones de clase depende de su relación con la explotación. Para una discusión del problema de la dominación en el análisis de las relaciones de clase, véase Erik Olin Wright (1982), “The Status of the Political in the Analysis of Class Structure”, Politics & Society, reimpreso como capítulo 4 en Erik Olin Wright (1994), Interrogating Inequality (Londres: Verso). Para una discusión de la compleja interconexión entre dominación y consentimiento en el proceso de trabajo, véase Michel Burawoy y Erik Olin Wright, “Coertion and Consent in Contested Exchanges”, Politics & Society (junio 1990). 21. Esta discusión conceptual difiere en algunos aspectos del modo en que abordé estas cuestiones en mi anterior libro Classes (Londres: Verso, 1985) (Clases, Madrid: Sigo XXI, 1994). En este libro argumenté que la razón de considerar autoridad y cualificaciones como dimensiones de la estructura de clases era que el control de los activos organizacionales (es decir, la autoridad) y de cualificaciones era la base de una forma distintiva de explotación. Por razones que elaboré en un ensayo posterior, “Rethinking Once Again the Concept of Class Structure” (Capítulo 8 en Erik Olin Wright y otros [1989], The Debate on Classes, Londres: Verso) (“Reflexionando, una vez más, sobre el concepto de estructura de clase”, en J. Carabaña y A. de Francisco (Comps.)(1993), Teorías contemporáneas de las clases sociales, Madrid: Pablo Iglesias) ya no me parece satisfactorio este modo de especificar el carácter de clase de la “clase media”. La formulación que se presenta aquí carece de la simetría de la estrategia analítica anterior, pero creo que es conceptualmente más sólida. 22. En trabajos anteriores sostuve que en virtud de esta apropiación de plusvalía, los directivos deberían ser vistos como explotadores. El problema de esta formulación es que los directivos también contribuyen a la plusvalía a través de su actividad laboral, y que, por tanto, la plusvalía de sus ingresos puede reflejar simplemente una capacidad de apropiarse de parte de la plusvalía que aportan a la producción. Así pues, en lugar de ser “explotadores” muchos managers pueden ser sólo menos explotados que otros empleados. A causa de esa ambigüedad, por consiguiente, es mejor ver a los directivos simplemente como ocupantes de una posición privilegiada respecto al proceso de explotación que los capacita para apropiarse de parte de la plusvalía social en forma de rentas más altas. 23. Si se definen los “costes de producir/reproducir la fuerza de trabajo” justamente como lo que se gana en el mercado, entonces, por definición, no puede haber plusvalía en lo que un empleado gana. Aquí el supuesto es que puede distinguirse en principio, si bien no siempre en la práctica, entro lo que realmente cuesta producir y mantener un nivel particular de cualificación y los ingresos empíricos. 19 24. Este componente, renta de la remuneración de los directivos lo detecta la teoría del “salario de eficiencia”, que reconoce que el salario de mercado puede ser subóptimo desde el punto de vista de los fines del empleador. A causa de la dificultad de hacer cumplir los contratos de trabajo, los empleadores tienen que pagar a los empleados más del salario predicho por las teorías del equilibrio competitivo a fin de ganar su complicidad. Aunque este mecanismo pudiera generar pequeñas “rentas de empleo” para todos los empleados, es especialmente saliente en el caso de aquellos empleados que ocupan puestos estratégicos que requieren un cumplimiento de las obligaciones diligente y responsable. La discusión convencional de los salarios de eficiencia en G. A. Akerloff y J. L. Yellen (eds.) (1986), Efficiency Wage Models of the Labor Market, Cambridge: Cambridge Universtiy Press. Argumentos que amplían la teoría del salario de eficiencia a argumentos marxistas sobre la “extracción” de esfuerzo laboral de los obreros en Sam Bowles y Herbert Gintis. “Contested Exchange”, Politics & Society. (Junio 1990). 25. No debería ser tan sorprendente ver elementos marxistas y weberianos conjuntados en el análisis de clase. Después de todo, el análisis de clase weberiano tiene una profunda deuda con el legado marxista, que era parte del discurso intelectual general de la época. Pese al hecho de que Weber se distanciara continuamente del marxismo, sobre todo por su tendencia al determinismo económico, especialmente pronunciada en aquel entonces, cuando Weber habla de clases lo hace con una voz bastante marxista. 26. Discusiones del contraste entre los análisis de clase marxista y weberiano pueden verse, por ejemplo, en Frank Parkin (1979), Marxism and Class Theory: a Bourgeois Critique, Nueva York: Columbia University Press; Vai Burris, “The Neo-Marxist Synthesis of Marx and Weber on Class.” en N. Wiley (ed.); The MarxWeber Debate, Newbury Park. California, Sage Publications (1987), Anthony Giddens (1973), The ClassStructure of the Advanced Societies, Nueva York: Harper and Row; Eric Olin Wright (1979), Class Structure and Income Determination, Nueva York: Academic Press capítulo 1, “What is Class?”. 27. El contraste entre conceptos “gradacionales” y “relacionales” de las clases fue inicialmente introducido en la Sociología por E. Ossowski (1969), Estructura de clases y conciencia social, Barcelona: Península. Una discusión más extensa del concepto gradacional puede verse en Wright (1978), capítulo 1. 28. N. del T.: “No obstante, corresponde siempre al concepto de clase el hecho de que las posibilidades que se tienen en el mercado constituyen el resorte que condiciona el destino del individuo. La “situación de clase” significa, últimamente, en este sentido, “posición ocupada en el mercado”. Así se traduce este párrafo en la edición del FCE (p. 684). 29. N. del T.: Los dos textos anteriores rezan así en la traducción del FCE, a la que remite la página: “las clases no son comunidades, sino que representan bases posibles (y frecuentes) de una acción comunitaria. Así, hablamos de una ‘clase’ cuando (1) es común a cierto número de hombres un componente causal específico de sus probabilidades de existencia, en tanto que (2) tal componente esté representado exclusivamente por intereses lucrativos y de posesión de bienes, (3) en las condiciones determinadas por el mercado (de bienes o de trabajo) (‘situación de clase’)”, (Weber, 1984; 683). “Entendemos por ‘situación de clase’ el conjunto de las probabilidades típicas: 1. De provisión de bienes. 2. De posición externa. 3. De destino personal. que derivan, dentro de un determinado orden económico, de la magnitud y naturaleza del poder de disposición (o de la carencia de él) sobre bienes y servicios y de la manera de su aplicabilidad para la obtención de rentas e ingresos” (Weber, 1984; 242). 30. Desde luego que hay auténticos Weberianos que podrían compartir la sorpresa de los marxistas, pero esto probablemente sería porque sus intuiciones sobre la relación entre estructura y acción de clase incluyen un supuesto de intereses antagónicos similar al marxista. 31. La descripción marxista clásica del feudalismo es una sociedad en la que los señores se apropian los productos excedentes directamente de los siervos mediante lo que generalmente se llama “coerción extraeconómica”. Esta coerción puede tomar la forma de forzar al campesino a trabajar parte de la semana en 20 la tierra del señor o la de quitar al campesino parte de su producto. Una caracterización alternativa es decir que en el feudalismo el señor y el siervo son propietarios conjuntos de la fuerza de trabajo del siervo. La esclavitud, en estos términos, no es más que el caso limite en que el esclavo/a ha perdido todos los derechos de propiedad sobre su fuerza de trabajo. La propiedad conjunta de la fuerza de trabajo del siervo se refleja en las leyes que atan a los siervos a la tierra y les prohíben huir a la ciudad. Tal huida es simplemente una forma de robo: el siervo huido, como el esclavo huido, ha robado la propiedad del señor. El uso de coerción extraeconómica, entonces, no es más que el medio de hacer respetar estos derechos de propiedad, no diferente del uso de coerción extraeconómica para impedir que los obreros tomen las fábricas. Una extensa discusión de este modo de entender el feudalismo en Wright, Classes: 77-78. 32. Para una discusión extensa de la explotación y la clase en el socialismo autoritario de estado ver mi ensayo “Capitalism’s futures: a reconceptualization of post-capitalist modes of production”, Capítulo 6 en Erik Olin Wright (1994), Interrogating Inequality, Londres: Verso. 33. N. del T.: No se traduce aquí la parte final de este capítulo I de Class Counts, que resume el contenido de cada capítulo del libro. 21