U R Í D I C A J C T U A L I D A D A Entrevista a Diego López Medina1 1 Abogado y filósofo, egresado de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Doctor en Ciencias Jurídicas (S.J.D.) y Máster en Leyes (LL.M.) de la Universidad de Harvard. Profesor asociado en la Universidad de los Andes y Universidad Nacional de Colombia, con amplia experiencia en Derecho Público y Derecho Comparado. Autor de las obras “El Derecho de los jueces” y “Teoría impura del Derecho: La transformación de la cultura jurídica latinoamericana”. Empecemos con una pregunta que vincula su desarrollo investigativo durante los últimos años, el cual lo ha llevado a escribir ya dos obras: Como reconocido profesor a nivel nacional de la Teoría del Derecho, y teniendo en cuenta las reformas que se avecinan en el campo del desarrollo de los procesos, en lo que atiende a la primacía de la oralidad y la importancia que cobra el Derecho de los jueces en estos, ¿cree usted que la forma actual de enseñar el Derecho en Colombia es la más acertada para enfrentar este nuevo reto? 104 jos de tener una práctica jurídica de buen nivel. La calidad de argumentación de los abogados, su profesionalismo con el cliente y con la administración de justicia y su capacidad de entender los desafíos del sistema jurídico todavía es baja. La oralidad sólo es un componente de los retos que la educación jurídica sigue enfrentando. Ahora, desde una perspectiva constitucionalista y como abogado investigador: Desafortunadamente el nivel medio de la educación jurídica en Colombia es todavía deficiente. Muchas facultades han venido haciendo un esfuerzo importante de cualificación de sus profesores, de sus bibliotecas, en general, de la calidad de la enseñanza que imparten, pero todavía estamos le- Es de su conocimiento que nuestro sistema jurídico posee sus raíces en el Civil Law. Desde una perspectiva constitucionalista, ¿considera ventajosa la implementación del Sistema Penal Acusatorio en Colombia? De no ser así, o de estar parcialmente de acuerdo, ¿qué elementos de este Sistema, tal cual como ha sido desarrollado, no están en consonancia con el orden constitucional colombiano? 1 Abogado y filósofo, egresado de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Doctor en Ciencias Jurídicas (S.J.D.) y Máster en Leyes (LL.M.) de la Universidad de Harvard. Profesor asociado en la Universidad de los Andes y Universidad Nacional de Colombia, con amplia experiencia en Derecho Público y Derecho Comparado. Autor de las obras “El Derecho de los jueces” y “Teoría impura del Derecho: La transformación de la cultura jurídica latinoamericana”. La Constitución establece unos principios generales de debido proceso que pueden desarrollarse de diferentes formas. El debido proceso no tiene una estructura única: hay diversas alternativas para su diseño. Durante mucho tiempo se pensó, en Dere- cho Comparado, que los sistemas acusatorios eran intransplantables a países de tradición europea. Esta afirmación, con todo, era falsa: el primer Código de Procedimiento Penal de los franceses luego de la Revolución fue directamente traído de Inglaterra. En Colombia el sistema acusatorio le ha dado mayor visibilidad mediática a la justicia penal: en vez de ser una cosa burocrática de expedientes y abogados, la sala de audiencia se presta para recrear dramas de culpabilidad e inocencia que los medios reproducen con mayor avidez. Creo que el nuevo sistema se presta para un mayor cubrimiento mediático y, por esa vía, genera mayor discusión social y, quizás, mayor efecto de prevención general. De otro lado, empero, el sistema tiene importantes defectos: sigue estando en deuda en la persecución de delitos complejos y de cuello blanco; su calidad profesional no es la deseable por efectos de la politización y el clientelismo; finalmente, la ciudadanía sigue esperando de ella cosas que el Derecho y la justicia no pueden ofrecer en realidad. Claramente, la Constitución de 1991 ha sido reformada en múltiples ocasiones durante las dos décadas de vida de la misma. ¿Podría afirmarse que la tendencia en nuestro país de reformar la Constitución se inclina hacia una sustitución de la misma, más que a una reforma? De ser así, ¿qué aspectos cree usted se han visto más claramente sustituidos? La Constitución es un objeto político y, por tanto, está en la mitad de la vida política de la Nación. La Constitución de 1991 fue vista originalmente como un amplio acuerdo progresista e interpartidario que fijaba las bases políticas de la Colombia del siglo XXI. Su núcleo fue la adopción de un cierto progresismo social que resultó en su momento aceptable para las fuerzas más conservadoras de la Nación. Con todo, la primera década del siglo XXI estuvo marcada en Colombia y en el mundo por la incertidumbre generada por el terrorismo internacional y nacional. Esta situación política y humana fortaleció las demandas de los grupos sociales más conservadores que tocaron la Constitución en distintos puntos para reducir el temor que les ocasionaba la apertura social y política. Las contrarreformas, a su vez, alarmaron a las amplias bases que todavía dan apoyo a los consensos políticos de 1991. Algunas de ellas eran tan extremas que implicaban el regreso a otro orden político, que juzgaban definitivamente superado. Este es el marco político de la discusión sobre la sustitución y tiene que ver con el efecto de cohesión social, parcialmente roto en los últimos años, que se supone tiene la Constitución. En el marco de la Constitución de 1991 se planteó una carta de derechos fundamentales que ha marcado un hito en el desarrollo del Derecho Constitucional colombiano. ¿Cómo cree que pueden implementarse materialmente estos derechos teniendo presente las condiciones socio económicas de nuestro país, cuando en muchas ocasiones el Gobierno afirma que los recursos son escasos para dar una efectiva garantía de los mismos? ¿Debe primar la garantía de los derechos reconocidos en la Constitución? ¿Debe mantenerse el status económico nacional? ¿Se debería de implementar un punto medio entre ambos? Tener un derecho es tener un reclamo jurídicamente legítimo y exigible; desde el Derecho Civil Patrimonial se ha aceptado que estos “derechos” tienen tal peso y tal legitimidad que no puede excusarse de su cumplimiento el deudor por el mero hecho de no tener la capacidad económica de hacerlo. Esta doctrina civil se ha pasado al Derecho Público: se afirma que los derechos fundamentales son reclamos que operan como “ases argumentativos” con los cuales se vence cualquier argumento opuesto. Afirmar esta dureza del derecho como reclamo es una de las bases de la convivencia social: debilitar esta tesis debilitaría, en general, la función del Derecho. Ello no quiere decir, del otro lado, que no se reconozca el hecho de que los “derechos” siempre 105 U R Í D I C A J C T U A L I D A D A son recursos escasos, como lo eran también en el Derecho Privado. El conjunto total de deudas civiles que existen en el país es potencialmente impagable; de ahí no se deriva, por tanto, que deberíamos entonces afirmar que los derechos no sean sólidos frente al deudor. Es obvio que hay problemas morales y políticos muy complejos de priorización económica; esa es una verdad inocultable. De ahí no se sigue, del otro lado, que tengamos que aguar el concepto de “derecho” hasta afirmar que la incapacidad de pago lo relativiza. Eso sería ridículo: de hecho, cada vez que reclamo judicialmente un derecho es porque alguien parece estar en la incapacidad (moral o económica) de pagarlo. El realismo económico no hace buena teoría jurídica. tener un país más vivible: sólo soy escéptico que ello se alcance de forma automática con la “paz”. Todos estos conceptos me parecen cada vez menos útiles. Quisiéramos conocer su opinión sobre algunos aspectos de la política criminal Nacional: La administración de justicia vivió una década de esperanza y optimismo hasta hace unos pocos años. Se observa hoy un clima más escéptico y desesperanzado: de nuevo parece haber un estancamiento en la calidad del servicio. Los jueces parecen estar de nuevo desanimados con la actual marcha de su rama. Los múltiples conflictos políticos de los últimos años han enrarecido el ambiente y los jueces se han refugiado en posiciones individualistas y atomizadas. Se nota una pérdida de sentido generalizado que causa desorientación y pesimismo. La actual reforma, desafortunadamente, no toca ninguno de estos temas; no inspira, no orienta a nadie. Falta liderazgo, visión de futuro, diálogo judicial. ¿Considera usted que la implementación del Sistema de Justicia Transicional dentro del conflicto armado que se vive en nuestro país es una opción viable para terminar con éste? De ser así, ¿qué elementos, hasta ahora no considerados, hacen falta para que esta estrategia sea eficaz? 106 Es difícil pensar que la Justicia Transicional vaya a acabar con el “conflicto”. Si por ello se quiere decir que se trata de la desmovilización de los grupos armados por fuera de la ley, eso es posible y, potencialmente, probable. Pero esa violencia social, como hemos visto, se recicla con facilidad y se inserta de nuevo en las distintas regiones del país. Quizás tendremos que empezar a ver nuestra realidad con ojos distintos y más imaginativos: verla e interpretarla como un “conflicto” nos ha traído a un punto cuyos límites lógicos ya estamos alcanzando y que se expresa con el proyecto de “indemnizar” a las víctimas de dicho conflicto. Con ello, en todo caso, el país seguirá siendo terriblemente parecido al que tenemos hoy en día. Quizás tendremos que buscar vocabularios alternativos para diagnosticar, ver y pensar la situación colombiana. No soy pesimista sobre la capacidad de mejorar y Y para terminar, un par de preguntas sobre el tema del momento, la Reforma a la Justicia: La Reforma a la Justicia es un tema actual que está en discusión en nuestro país. ¿Para qué una reforma? ¿Qué problemática soluciona ésta en la administración de justicia? ¿Es una solución real? O por el contrario, ¿se está equivocando el Gobierno? ¿Por qué? Existe un principio fundamental que irradia la administración de justicia nacional denominado Juez Natural, que tiene sus respectivos componentes. En el proyecto de reforma a la justicia que actualmente se tramita en el Congreso, ¿considera usted que se está haciendo efectivo este principio? Esta pregunta es una crítica a algún aspecto de la reforma, quizás al que ven algunos como un esfuerzo de “privatización” de la justicia en las manos de abogados y notarios. Es bueno que exista una sólida y extensa justicia estatal: ella tiende a ser más accesible, más preocupada por lo social, más igualitaria. Sin embargo, la justicia nunca ha sido exclusivamente estatal: tiene múltiples manifestaciones sociales que no son siempre capturables por el Estado. Cuando esta justicia no estatal amenaza las posiciones de unos, se ve como privatización; cuando se tiene empatía con ella se le ve como parte del “pluralismo jurídico”. La idea de otorgar funciones judiciales a abogados nunca ha sido claramente explicada y no se ve cómo pueda ser un mecanismo significativo de descongestión. Esta propuesta, como otras, no parece ser suficiente para generar un nuevo acuerdo social en torno a la justicia que permita que tengamos confianza y optimismo en su desarrollo en los próximos años. Creo que estamos perdiendo el impulso que algún día pareció existir. 107