Azul Santibañez Méndez Posgrado en Filosofía de la Ciencia 19 de noviembre del 2014 Comentario de Texto: Página | 1 John McDowell, Mente y Mundo Tercera y cuarta conferencia Introducción El propósito de este texto es comprender algunas de las tesis que sostiene McDowell en las conferencias tercera y cuarta que se presentan en el libro Mente y mundo. Me enfocaré en algunos temas que me parecen relevantes, explicaré la postura de McDowell y, a la vez, señalaré algunos problemas que se pueden detectar en su propuesta. En especial, me interesa sostener lo siguiente. McDowell pretende ofrecernos una tercera opción ante un dilema: o bien, concebir al entendimiento como una facultad libre, espontánea, pero que es como una rueda girando en el vacío, o bien, conceder que el mundo ofrece un constreñimiento al conocimiento, pero caer en el mito de lo Dado. Sin embargo, él respeta la dicotomía de espacios lógicos –el espacio de razones y el espacio de la naturaleza o las leyes– y esto, aunado a otros supuestos, lo lleva a tener dificultades serias en su propia postura. Esas dificultades, que brotan de los mismos supuestos de los que él parte, no permiten que pueda llevar a término la idea de terapia filosófica que llevaría a la paz wittgensteiniana que McDowell busca. Ahora bien, McDowell piensa que puede disolver el dilema antes mencionado si se acepta que en la sensibilidad ya juegan capacidades conceptuales. Pero se topa con obstáculos difíciles de sortear porque pretende sostener a la vez dos tesis que están en conflicto: por una parte, que hay una cooperación entre la espontaneidad y la sensibilidad; por otra parte, que el mundo, que llega al sujeto por medio de las impresiones (propias de la facultad de la receptividad), debe poder ejercer un constreñimiento racional (esto es, propio de la espontaneidad) en nuestras creencias de forma que debemos poder responder al él. Así, McDowell se balancea en su propio subibaja, de repente afirma una postura y de repente otra: o bien la receptividad es de alguna manera activa, ya que en ella operan ya capacidades conceptuales o bien la espontaneidad es de alguna manera pasiva, ya que las capacidades conceptuales operan en la percepción, sin control por parte del sujeto. Pero, por lo menos de acuerdo con Kant, ni el entendimiento es tan libre ni la sensibilidad tan pasiva. Por decirlo brevemente, la sensibilidad une la variedad de lo dado en la intuición gracias a Azul Santibañez Méndez Posgrado en Filosofía de la Ciencia 19 de noviembre del 2014 Página | 2 las intuiciones a priori del espacio y del tiempo. El entendimiento por su parte no es libre en el sentido de que pueda autodeterminarse, decidir qué conceptos o cómo estos se ponen en juego cuando la sensibilidad es impactada por las impresiones que vienen de los sentidos.1 Por otra parte, hay varias influencias que entran en tensión en el pensamiento de McDowell. Primero, el deseo de ser consecuente con el giro lingüístico al afirmar que nuestro pensamiento no puede no ser conceptual. Segundo, rechazar la idea de que la naturaleza está “desencantada” y que, por ende, todo lo que pertenezca a ella está fuera de la inteligibilidad propia de lo que puede tener significado, es decir, fuera del ámbito conceptual. Tercero, conceder que el pensamiento humano es de alguna manera parte de la naturaleza y no es una facultad a priori ni algo perteneciente al mundo de las “formas” o “ideas” platónicas. En las páginas siguientes procuraré desarrollar cómo McDowell hace frente a esta tensión, a las dificultades en las que se mete dados ciertos supuestos que no pretende abandonar y su intento (fallido, en mi opinión) de apelar a nociones kantianas para salvaguardar esas dificultades. 1. Tres supuestos: separación de espacios lógicos, espontaneidad equivale a libertad, la espontaneidad debe tener un constreñimiento racional La espontaneidad es concebida por McDowell como una facultad que se ejerce con un autocontrol activo sobre los pensamientos a la luz de lo que proviene de la experiencia (Cfr. McDowell 2000, p. 49). Por alguna maniobra escasamente justificada, McDowell asocia fuertemente la idea de espontaneidad y, por ende, de entendimiento, con la de libertad y pensamiento activo. La idea de espontaneidad como pensamiento activo es incuestionable, por lo menos en los términos puestos por McDowell. Sin embargo, es dudosa la relación de espontaneidad con libertad. Recordemos que McDowell rescata esta idea de espontaneidad de Kant: “Si llamamos sensibilidad a la receptividad que nuestro psiquismo posee, siempre que sea afectado de alguna manera, en orden a recibir representaciones, llamaremos entendimiento a la capacidad de producirlas por sí mismo, es decir a la espontaneidad del conocimiento. Nuestra 1 Dicho sea de paso, Kant admite dos tipos de causalidad: la del conocimiento teórico (abordado en la primera Crítica) y la del conocimiento práctico (abordado en la segunda Crítica), solamente en el segundo tipo hay una autodeterminación y una libertad propiamente dicha. Azul Santibañez Méndez Posgrado en Filosofía de la Ciencia 19 de noviembre del 2014 Página | 3 naturaleza conlleva el que la intuición sólo pueda ser sensible, es decir, que no contenga sino el modo en el cual somos afectados por los objetos. La capacidad de pensar el objeto de la intuición es, en cambio, el entendimiento. Ninguna de estas propiedades es preferible a la otra: sin sensibilidad ningún objeto nos sería dado y, sin entendimiento, ninguno sería pensado. Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas. Por ello es tan necesario hacer sensibles los conceptos (es decir, añadirles el objeto en la intuición) como hacer inteligibles las intuiciones.” [Kant, KRV A51-B76]. Si atendemos a la cita completa de Kant, de la cual McDowell extrae solamente una pequeña parte, nada nos lleva a concluir que entendimiento equivale a libertad. Sí podemos afirmar, en cambio, otra idea que McDowell sostiene: que receptividad y espontaneidad trabajan en cooperación en todo momento en el conocimiento teórico. Mas recordemos que, para Kant, no tiene sentido hablar de libertad fuera del ámbito del conocimiento práctico y, de hecho, no conocer los límites del conocimiento teórico hace que limitemos la libertad (Cfr. KRV BXXIV-BXXV). No pretendo profundizar más en este tema, solamente quiero señalar que uno de los supuestos de los que parte McDowell es sumamente problemático. El siguiente supuesto es que el constreñimiento que debe tener la realidad en el conocimiento empírico debe ser racional. Esto lo opone a un mero constreñimiento causal, como el que defiende Davidson. La conexión que le interesa resaltar a McDowell entre experiencias y juicios es una que hace que las experiencias sean razones para los juicios. ¿Qué sentido tiene aferrarse a este supuesto? ¿Por qué el constreñimiento debe ser racional? A McDowell le preocupa que seamos responsables por nuestras creencias, el problema es que esto entra en conflicto con aceptar que alguna porción del conocimiento empírico, más aun del fundamento del conocimiento empírico (fundamento que depende de la sensibilidad) está fuera del alcance de las razones. El tercer supuesto es la separación entre espacios lógicos y entre tipos de inteligibilidad. Por un lado, está el espacio de las razones y, por otro lado, está todo lo demás. ¿Qué es eso? McDowell afirma que debe ser el espacio de lo natural, de las leyes. En concordancia, hay dos tipos de inteligibilidad: la que busca la ciencia natural y la que se encuentra entre quienes ocupan el “espacio lógico de las razones”. La cuestión es que, si se ve a la naturaleza como aquello que la ciencia natural trata de hacer comprensible, hay el riesgo de que se lo vea como algo que no puede ser significativo, esto es, que está fuera del alcance de los conceptos. Azul Santibañez Méndez Posgrado en Filosofía de la Ciencia 19 de noviembre del 2014 Página | 4 Pero parece extraño que se quiera negar que el espacio de las razones está sujeto a leyes de algún tipo. Además, es cuestionable que el espacio de la naturaleza sea per se un espacio de leyes, con una inteligibilidad categorialmente distinta a la que constituye al espacio de las razones. 2. El requisito del pensamiento activo Ya que hemos visto algunos de los supuestos que McDowell tiene en su postura, me detendré en un requisito que él exige para el conocimiento empírico: que haya un pensamiento activo, responsable ante el mundo, potencialmente autocrítico. Ahora, como veremos más adelante, el objetivo de decir que la experiencia involucra capacidades conceptuales es poder dar sentido a la idea de que las experiencias tienen relevancia racional para el pensamiento empírico. Que algo esté en el alcance de la espontaneidad, en términos de McDowell, quiere decir que es susceptible de someterse a revisión, por un pensamiento activo. Como vimos, a McDowell le parece perturbadora la idea de que haya algo en el conocimiento empírico que escape a ese pensamiento activo, autocrítico. Esto lo lleva a ingeniar la maniobra de concebir a la receptividad como permeada por capacidades conceptuales. El problema es que este modo de operación de capacidades conceptuales parece pasivo desde el punto de vista del sujeto. Lo que se necesita para que tenga sentido decir que son capacidades conceptuales es que puedan ser explotadas en juicios activos. Juzgar es ya esencialmente una actividad de la espontaneidad. El punto de Kant, según McDowell, con respecto al uso de la espontaneidad en el conocimiento empírico es que juzgar es un uso activo de capacidades que nos dan el poder de tomar control sobre nuestro pensamiento. 3. El dilema en epistemología McDowell argumenta que una ansiedad filosófica ha llevado a los epistemólogos a balancearse entre dos extremos: el mito de lo Dado o el coherentismo (sin constreñimiento desde fuera del pensamiento). La única forma que él ve de parar esa oscilación es entender el conocimiento empírico como una cooperación entre entendimiento y sensibilidad, en términos kantianos. Por una parte, para poder superar la idea de que la espontaneidad es como Azul Santibañez Méndez Posgrado en Filosofía de la Ciencia 19 de noviembre del 2014 Página | 5 una rueda que gira sin fricción, debemos aceptar un constreñimiento que proviene de fuera del pensamiento empírico. Por otra parte, se debe evitar caer en el mito de lo Dado, de manera que dicho constreñimiento llevaría solamente a exculpaciones y no a justificaciones. Al proponer los términos de este dilema McDowell reconoce, implícita o explícitamente, algo similar a lo que Davidson y Sellars piensan: que atribuir cualquier relevancia para el conocimiento a experiencias no conceptuales es un error categorial. McDowell piensa que debe evitarse poner a las experiencias y los juicios bajo exigencias inconsistentes: que las experiencias sean razones para los juicios a la vez que están fuera de cualquier uso racional, no pueden ser cuestionadas racionalmente. En lo subsecuente, analizaré la respuesta que da McDowell a este dilema. 4. Primera respuesta: en la sensibilidad operan capacidades conceptuales Para dar sentido a la idea de que lo que proviene de la sensibilidad (las intuiciones) puede servir para fundamentar aquello que pertenece al entendimiento (los pensamientos), McDowell defiende que es necesario aceptar que el entendimiento está ya involucrado en lo que proviene de la sensibilidad. Esto es, que las intuiciones ya están conceptualmente determinadas. ¿Cómo aludir a la receptividad sin caer de un lado de la balanza, el mito de lo Dado? La contribución de la receptividad no es independiente de la espontaneidad, esto ni siquiera es concebible. La posición que defiende McDowell se libra del mito de lo Dado porque considera que las capacidades conceptuales están operando en todo momento en el conocimiento empírico. Ahora bien “tener una capacidad conceptual es exactamente poder usar una palabra” (Rorty 2000, p. 195). Sin duda es extravagante pensar que las capacidades conceptuales, así entendidas, operan ya en la sensibilidad. Más adelante veremos la otra respuesta que da McDowell a esta dificultad, en términos de una segunda naturaleza humana. Veamos con más detalle la propuesta de McDowell. La experiencia obtiene su contenido al llevar a operación capacidades de la facultad de la espontaneidad, pero en la sensibilidad. Esto es a lo que se refiere McDowell cuando dice que el contenido de la experiencia es conceptual. Se trata de un punto importante: no hay contenido no conceptual. La afirmación de McDowell es: “debemos concebir las experiencias como estados u ocurrencias en donde capacidades que pertenecen a la espontaneidad están en juego en actualizaciones de la receptividad” (2000, p. 66). Ahora bien, esas mismas capacidades son las que deben poder Azul Santibañez Méndez Posgrado en Filosofía de la Ciencia 19 de noviembre del 2014 Página | 6 usarse al hacer juicios. La exigencia es que estén racionalmente ligadas a un sistema de conceptos y concepciones que se ajusta constantemente; ésta es la exigencia del pensamiento activo: las capacidades conceptuales deben poder ejercerse en el pensamiento activo (que reflexiona constantemente en torno a su propia justificación). Ahora, para poder afirmar que una experiencia no es ciega, se debe decir que es inteligible para el sujeto. La idea de que un sujeto sea consciente de cómo su experiencia se relaciona con el mundo solamente tiene sentido si se aceptan capacidades conceptuales en el sentido fuerte que defiende McDowell. ¿Qué quiere decir que una experiencia sea inteligible para un sujeto? Si aceptamos la dicotomía de inteligibilidad, quiere decir que esté en el espacio de las razones, ¿qué podría querer decir esto, si no que es categorialmente conceptual? Esto nos lleva una circularidad: las experiencias son inteligibles porque en ellas se ejerce una capacidad conceptual, a la vez que las capacidades conceptuales se distinguen por ser aquellas que hacen a una experiencia inteligible. Quizá haya otra justificación para hablar de capacidades conceptuales que operan en la sensibilidad, McDowell ofrece el argumento de la segunda naturaleza. 5. Segunda respuesta: la segunda naturaleza McDowell rescata una inquietud planteada por Evans: compartimos la percepción con animales que no tienen espontaneidad (i.e. que no tienen un pensamiento activo, responsable, autocrítico). Por lo que, quizá, se podría aislar lo que tenemos en común con ellos y llamarle a eso “contenido no conceptual”. Pero McDowell se rehúsa a aceptar que exista contenido no conceptual, para él, eso equivale a caer de nuevo en el mito de lo Dado. La dificultad ahora es: ¿cómo puede la espontaneidad permear nuestras vidas hasta en los ámbitos que reflejan lo que compartimos con los animales? Recordemos que, en la imagen kantiana del conocimiento empírico que plantea McDowell, las capacidades conceptuales deben necesariamente pertenecer a la espontaneidad. La espontaneidad, según defiende McDowell, permea nuestros intercambios perceptuales con el mundo. La facultad de la espontaneidad es el entendimiento, éste es nuestra capacidad de reconocer la inteligibilidad que es propia del significado. Se pone a la luz esta inteligibilidad al colocar las cosas en el espacio lógico de las razones, que es sui Azul Santibañez Méndez Posgrado en Filosofía de la Ciencia 19 de noviembre del 2014 Página | 7 generis, separado del espacio lógico de la ley. Ahora, nuestra capacidad de sentir (sentience) como en la de los animales, es natural. Esto entra en conflicto con la propuesta de McDowell, pues se aceptaría que la sensibilidad (entendida como lo que compartimos con los animales) está en el espacio sui generis de la ley. Si se acepta que las operaciones de la sensibilidad son parte del espacio de la ley, es difícil concebir que son moldeadas por capacidades conceptuales. El problema sigue siendo aceptar una dicotomía, la de tipos de inteligibilidad, para después tratar de crear un puente para conciliar los dos lados. McDowell concede, entonces, que la sensibilidad es en cierto sentido natural. Pero su maniobra, más adelante, consistirá en cambiar el sentido de “natural”. Antes, debe responder a qué es la espontaneidad, si es algo en la naturaleza (tomando en cuenta que su ámbito por excelencia es el de las razones). McDowell distingue varias formas de contestar a la cuestión por el estatus de la espontaneidad. Primero, el naturalismo descarnado. Según esta postura, las capacidades conceptuales están dentro del espacio de la ley. Deberíamos poder reconstruir el espacio de las razones a partir de conceptos que ya estén en una descripción natural-científica de la naturaleza. La idea sería reducir el espacio de las razones a algo que ya es claramente natural. McDowell no quiere aceptar el naturalismo descarnado, por lo que debe dar otra opción, en términos de la tesis que ya planteó: que las capacidades conceptuales ya operan en la sensibilidad. Es decir, la capacidad de responder a algo significativo debe ser parte de nuestras capacidades sensitivas. Debemos repensar nuestra concepción de la naturaleza para hacerle espacio a la espontaneidad. Esto quiere decir que también se cuestionaría qué hace que una posición se pueda llamar “naturalista”. Este repensar requiere una distinta concepción de las actualizaciones de nuestra naturaleza. Esta capacidad de responder no se podría caracterizar de “natural” si por ello se entiende que forma parte del ámbito de la ley. Nuestras vidas son lo que está moldeado por la espontaneidad, los ejercicios de la espontaneidad pertenecen a nuestro modo de vida. Esos ejercicios son nuestro modo, en tanto seres humanos, de actualizarnos como animales. Nuestra iniciación en el uso de conceptos se puede entender como una Bildung que constituye en nosotros una segunda naturaleza. Solamente en este sentido ampliado de naturaleza puede McDowell conciliar los dos tipos de inteligibilidad. Azul Santibañez Méndez Posgrado en Filosofía de la Ciencia 19 de noviembre del 2014 Página | 8 BIBLIOGRAFÍA Kant, I. (2006), Crítica de la razón pura, Madrid: Taurus. Trad. Pedro Ribas ______ (2005), Prolegómenos a toda metafísica del futuro, Buenos Aires: Losada. Trad. Julián Besteiro McDowell, J. (2000), Mind and World, USA: Harvard University Press Rorty, R. (2000), Verdad y progreso, Barcelona: Paidós. Trad. Ángel Manuel Faerna García Bermejo