b R5 LATERCERA Domingo 14 de agosto de 2016 “ Tengo razones para pensar que probablemente este artículo atrajo la atención de Clinton y, dada su pasión por las políticas públicas, se convirtió en casi experto en el sistema de capitalización de Chile. En esos primeros meses de 1999 supe muy bien que aunque la semilla de esta idea se había plantado en Estados Unidos, la flor no iba a brotar durante la presidencia de Clinton. nómico y las modernizaciones sociales, incluyendo mi propia campaña presidencial “educativa” de 1993, decidí dedicar mi vida a compartir el modelo chileno por el mundo. A comienzos de 1995, cuando el Presidente Clinton estaba teniendo conversaciones de medianoche sobre el modelo chileno, recibí una extraordinaria invitación que me ayudaría mucho en mi lucha en Estados Unidos. Ed Crane, cofundador y presidente del Cato Institute, el think tank libertario más influyente del mundo, me honró nombrándome “distinguished senior fellow” y copresidente de su Social Security Choice Project. Acepté de inmediato con tanto entusiasmo como alegría. El Instituto Cato había publicado estudios sobre seguridad social y cuentas individuales desde 1979, basado en los trabajos de James Buchanan que también era “distinguished senior fellow” del instituto junto con Friedrich Hayek, ambos premios Nobel de Economía. En los años siguientes, viajé intensamente por todo Estados Unidos compartiendo la experiencia chilena en conferencias, encuentros, reuniones públicas, audiencias en el Congreso y entrevistas en los medios de comunicación. Me impresionó la receptividad y apertura mental del público, pero lo que Milton Friedman llamó “la tiranía del statu quo” hacía difícil para los líderes políticos adoptar esa solución para el creciente problema de la seguridad social. En enero de 1996, Mack McLarty, el enviado especial para las Américas del Presidente Clinton y su ex jefe de gabinete, viajó a Chile y quiso conocer de primera mano sobre el éxito del primer sistema integral de cuentas personales de ahorro para la vejez. Nos reunimos durante largas horas y me preguntó tanto sobre los principios como sobre los detalles del sistema. Unas pocas semanas después, recibí una carta de él con un entusiasta mensaje: “José, sin ninguna duda, la reforma al sistema de pensiones de Chile ha sido un factor que ha contribuido en forma clave -algunos lo llaman la madre de todas las reformas- al actual éxito económico de Chile. La reforma al sistema de seguridad social que tú desarrollaste y por el cual luchaste ha dejado a tu país con una base estable para el futuro. Aunque las experiencias chilenas y norteamericanas son diferentes en varios sentidos clave, creo que podemos aprender mucho de la audaz iniciativa de tu país, que es ampliamente envidiada a lo largo del hemisferio”. * Una carta al presidente de Estados Unidos En su mensaje sobre el Estado de la Unión, en enero de 1998, el Presidente Clinton advirtió al país sobre la próxima crisis de la seguridad social y llamó a un debate abierto sobre la necesidad de reformas: “Sostendremos en diciembre una cumbre en la Casa Blanca sobre seguridad social. Y a un año desde ahora, convocaré a los líderes del Congreso a trabajar en una histórica legislación bipartidista para lograr un hito para nuestra generación, un sólido sistema de seguridad social para el siglo XXI”. Al escuchar el discurso en mi oficina del Instituto Cato en Washington comprendí que había llegado el momento. Recordé el Carpe Diem de Virgilio. Tenía que llegar hasta el mismo Presidente. Conociendo la reputación de Clinton como un voraz lector, resolví escribirle una carta abierta al Presidente en un diario importante, donde él seguramente le prestaría atención. Ese abril, en una conferencia en Tokio organizada por el Instituto Cato y la poderosa Keidanren, la asociación de empresarios de Japón, le comenté mi idea de una carta abierta a un colega conferen- cista, George Melloan, del Wall Street Journal. Me dijo que era muy inusual para el WSJ publicar una nota como esa, pero después de leer un borrador aceptó entusiasmado. Melloan me pidió enviarla por fax a la columnista del WSJ, Mary O’Grady, en Nueva York. Desde el Hotel Imperial, con mi colega Bob Borens, del Cato, pasamos toda la noche intercambiando faxes entre Tokio y downtown Nueva York, donde están las oficinas del WSJ, revisando cada coma de mi carta hasta que todos estuvimos plenamente satisfechos. La carta abierta al Presidente Clinton fue publicada en la página editorial del WSJ el 10 de abril de 1998 (el texto completo está en www.josepinera.org). * La Cumbre de la Casa Blanca sobre Seguridad Social Mis expectativas fueron superadas cuando a los pocos días recibí una invitación de Gene Sperling, el asesor de políticas económicas del presidente, haciéndome la extraordinaria invitación a hablar en la próxima “Cumbre de la Casa Blanca sobre Seguridad Social”. El público serían líderes de todas las áreas de la sociedad civil, expertos de think tanks y universidades, dirigentes sindicales y empresariales. Y, muy importante, una delegación de 60 senadores y miembros de la Cámara de Representantes, así como el equipo económico del gobierno. La apuesta era alta. En una conferencia de prensa el 2 de diciembre de 1998, en la semana previa a la cumbre, Sperling declaró: “Creo que la realidad política es que 1999, al ser un año sin elecciones y con un presidente demócrata en su segundo período, ofrece una oportunidad única para una reforma estructural, especialmente dada la sólida situación fiscal del país”. Si bien me sentí muy honrado con esta invitación, especialmente considerando que era el único orador que no tenía un pasaporte estadounidense, estaba al mismo tiempo consciente del desafío crucial de ese discurso. En sólo unos minutos tendría que explicar el sistema chileno de pensiones, sus fundamentos y su arquitectura de transición y explicar por qué una reforma como ésta tenía relevancia para Estados Unidos. Cuando las cámaras de televisión que transmitían la cumbre comenzaron a correr, entregué el mensaje que había querido dar por mucho tiempo. “Cada trabajador chileno tiene una cuenta personal de ahorro para la vejez, y yo también tengo una. El trabajador coloca su aporte mensual en su cuenta y puede saber en cualquier momento cuánto dinero tiene ahorrado y cuánto ha ganado por rentabilidad de sus fondos. Al acumular ahorros durante toda su vida laboral, los trabajadores pueden así beneficiarse de una de las fuerzas más poderosas del universo: la fuerza del interés compuesto. Le dimos a cada trabajador la posibilidad de permanecer en el antiguo sistema de reparto o trasladarse al nuevo sistema, entregándoles Bonos de Reconocimiento a los que decidieran cambiarse. Más del 90% de los trabajadores chilenos eligieron libremente el sistema de cuentas personales de ahorro, en lugar del sistema de reparto. La reforma no la expliqué como una contribución a los equilibrios macroeconómicos, o al desarrollo del mercado de capitales, aunque sí lo fue y de manera crucial. La expliqué reiteradamente por televisión como un paso crucial hacia convertir a todos los trabajadores en propietarios, contribuyendo así a su dignidad, libertad y empoderamiento. Creo que este sistema le haría bien a Estados Unidos y puede hacerse porque SIGUE EN PAGINA [6] 3