Provincia de Buenos Aires Dirección General de Cultura y Educación Dirección de Educación Superior Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº 165 “Profesorado de Educación Primaria” Campo: De la Fundamentación. Materia: Teorías Sociopolíticas y Educación. Tema: La Escuela de la posmodernidad. Profesora: Peirano, Claudia. Alumna: Tristan, Maria virginia Fecha de Entrega: 30/11/09 1 Escuela y posmodernidad Introducción El objetivo que me planteé en este trabajo es analizar cuál es el rol de la escuela en la sociedad actual. Como futuros docentes debemos ser conscientes de que la posmosdernidad, presenta características diferentes al período moderno en que la escuela fue concebida como tal. Por lo tanto, creó indispensable preguntarme ¿cuál es el rol de la escuela en esta sociedad? , ¿Qué es lo que la sociedad espera de ella? y ¿cuál creemos que es la función que esta realmente debe cumplir? Para poder responder a tal cuestión considere indispensable analizar cuál ha sido la función de la escuela a lo largo de la historia, qué características presenta la posmodernidad y, a través de este análisis, concluir cuál es la función que la escuela debería asumir en dicha sociedad. La función de la escuela a lo largo de la historia En los tiempos modernos, el objetivo esencial de la educación a cargo de los Estados nacionales era asegurar la cohesión social, mediante la enseñanza universal de los principios democráticos, trasmitiendo los valores, las normas de convivencia y las pautas culturales que las sociedades capitalistas de los siglos XIX y XX requerían para perpetuarse y reproducirse. Hacia fines del siglo XIX, la propuesta de un sistema educativo abierto y extendido a los distintos sectores de la población fue un elemento importante y unificador que permitió, entre otros objetivos, nuclear a la nación en torno a una identidad nacional. Fue entonces que la política educativa tuvo gran influencia en la conformación de la conciencia nacional. En nuestro caso, a los movimientos migratorios internos de pobladores nativos y mestizos que se daban en el territorio argentino, se sumaba la llegada masiva de inmigrantes europeos. Gran parte de la población que bajó de los barcos hablaba sólo su lengua materna. Pensaban, sentían, e interpretaban las circunstancias contextuales desde marcos lingüísticos difíciles de conciliar con el de este suelo, por lo que se producían innumerables malentendidos fundados en el vacío insalvable que genera una comunicación deficiente. Estos grupos heterogéneos necesitaban integrarse a la nación que los recibía con el desafío de construir un proyecto unificado y adoptar una lengua común que los hermanara. “En la Argentina, al igual que en la gran mayoría de los países de América Latina, el Estado tuvo que ser educador para constituirse como Estado nacional formando a los ciudadanos en sujetos de una nueva forma de vida, social y política” (TENTI, 1989). La escuela argentina, legítimamente erigida sobre los principios de homogeneización que imponía la coyuntura del momento, constituyó la puerta de ingreso al mundo de la cultura letrada, ya que aprender a leer y a escribir representó la posibilidad de acceder a la movilidad social y a la educación superior. Es así que la función esencial de la Escuela fue dar una identidad homogénea al nuevo grupo social que se conformaba dinámicamente. La escuela graduada representó una ruptura con la concepción de escuela imperante hasta ese momento. En tanto que reforma de larga duración, 2 significó una alteración de las políticas educativas nacionales, procurando el control social de los niños en tiempos y espacios determinados. “La modernidad pedagógica logró atribuir a la infancia espacios y tiempos bien articulados para asegurar la gobernabilidad de los menores” (ESCOLANO, 2000: 24). A fines del siglo XIX se concibe a la escuela como una institución con objetivos claros y eficiente funcionamiento. Los propósitos eran enseñar las partes del saber necesario para la unidad nacional. La escuela es la institución social definida como transmisora de la cultura, y como el corpus de prácticas, sentidos, valores y relaciones socialmente valorados. Fundamentalmente la modernidad trae consigo un nuevo concepto del tiempo y el espacio. Y esto se hace evidente en un hecho conceptual como lo señala J. Habermas. Antes de la modernidad muchos hombres y sociedades se consideraban modernas en la medida que se comparaban con sus antecesores, pero es sólo esta modernidad la que establece un desprecio hacia el pasado y establece su rumbo como un futuro eterno: "la idea de ser moderno dirigiendo la mirada hacia los antiguos cambió con la creencia, inspirada por la ciencia moderna, en el progreso infinito del conocimiento y el avance infinito hacia la mejoría social y moral" La “Razón moderna” se presenta como una fuerza de legalidad universal y absoluta, que rige la manera de pensar, de valorar y de actuar. Esta línea de pensamiento, que culmina en la Ilustración, considera que el cultivo de la razón -común a todos los hombres y fundamento de su universal igualdad, dignidad y libertad- es causa del progreso y de la emancipación de los individuos y de los pueblos. La escuela es quien enseña y hace recordar el disciplinamiento. El “modelo enciclopédico” imperante en la modernidad, es el que organiza los conocimientos por aquellas diferencias disciplinares, legitimadas desde su pertenencia a un registro de conocimientos válidos (científicos), que se suponían necesarios para tener una formación “general” ,el problema radica en que este modelo “enciclopédico” construyó un sujeto social del conocimiento, escindido en sí mismo, desfasado del sujeto cultural que lo sostiene; sostuvo, como criterio de control social para la circulación del conocimiento, el “despojo” de saberes previos (y con ellos de contextos socio-económicos diferentes), y la consigna de la “neutralidad” y de la “normalidad” de los saberes enseñables (y con ellos la exclusión de la historicidad, el conflicto y la crítica); finalmente se ilusionó pensando que con la adaptación a la sociedad unidimensional y a sus valores hegemónicos se lograrían los fines sociales de la educación, (…) “ formación integral del hombre y del buen ciudadano.” ¿La escuela posmoderna? En la escuela de la Posmodernidad los conceptos de verdad y certeza ya no tienen el mismo sentido y validez que en la Modernidad; las épocas y condiciones históricas son distintas. En la actualidad la verdad de la ciencia es sólo una opción de las tantas existentes. No hay verdades eternas ni terminales; tampoco la verdad de la ciencia es la única que satisface necesidades. El tecnicismo continúa su avance. La producción científica está alcanzando límites insospechados; sin embargo, hay muchos aspectos relacionados con la existencia humana que no han sido satisfechos por la ciencia positiva ni por la técnica. "En muchos aspectos, las escuelas siguen siendo instituciones modernistas, que se ven obligadas a operar en un complejo mundo posmoderno. A medida que pasa el tiempo, la distancia entre el mundo de la escuela y el mundo exterior se amplía” (Hargreaves, 1998). En definitiva, en una sociedad posmoderna y ante las realidades específicas, como son la movilidad, la súper especialización, la tecnificación, entre otras cuestiones, de 3 una sociedad posindustrial, la escuela se aferra a las mismas razones que, aunque se desmoronan, siguen siendo sus símbolos de identidad. Y es que, según la reflexión de Boren, la mayoría de los educadores continuarían dando clases sobre navegación mientras el barco se estuviera hundiendo. "Aprender a aprender" aparece en escena como lema educativo en una sociedad donde el conocimiento se crea, acumula y renueva continuamente. La posmodernidad no constituye un periodo histórico concreto, ni una tendencia con características bien definidas; se trata más bien, de una "condición", una conciencia cada vez más extendida y generalizada de desencanto ante nociones como razón, historia, progreso y emancipación que durante la Ilustración habían dirigido firmemente a la humanidad hacia un fin. Conceptualizar el nuevo papel del docente en la práctica educativa cotidiana y real, conlleva situarlo en la idea de la posmodernidad y en el concepto de globalización, ya que ésta última relativiza todo lo que toca en su movimiento expansivo. Al mismo tiempo, la posmodernidad ha ejercido una fuerte influencia en la naturaleza de la vida intelectual en una variedad de disciplinas, y representa un estado de ánimo, una manera de nombrar diversos fenómenos que tiene que ver con la incertidumbre de nuestros días que caracteriza esta época, por las transformaciones constantes en todos los ámbitos de la vida humana y especialmente del conocimiento, considerando a éste último como el valor agregado fundamental en todos los procesos de producción de bienes y servicios. La escuela en la posmodernidad La escuela ha dejado de jugar el papel de garante en el censo de las clases sociales. “(…) parece evidente que las escuelas en las sociedades postindustriales les cumple este complejo y contradictorio conjunto de funciones: socialización, transmisión cultural, preparación del capital humano, compensación de los efectos de las desigualdades sociales y económicas… Ahora bien, solamente desarrollará una tarea educativa cuando sea capaz de promover y facilitar la emergencia del pensamiento autónomo, cuando facilite la reflexión, la reconstrucción consciente y autónoma del pensamiento y de la conducta que cada individuo ha desarrollado a través de sus intercambios espontáneos con su entorno cultural.” (Pérez, 1997). La condición de una escuela anclada en la cultura “moderna” ha condicionado por mucho el desarrollo de la institución, arriesgando en muchos casos su permanencia, no como la institución educadora por excelencia, sino como punto de referencia para la legitimación social de las aspiraciones de grandes capas sociales. “Parece claro que la escuela vigente en la actualidad y que hemos conocido prácticamente inalterable e igual a sí misma, excepto interesantes excepciones, desde hace ya muchas décadas, corresponde a la cultura moderna. En el mejor de los casos, la escuela, que siempre ha cambiado a remolque de las exigencias y demandas sociales, ha respondido a los patrones, valores y propuestas de la cultura moderna, incluso cuando proliferan por doquier los síntomas de su descomposición, las manifestaciones de sus lagunas, deficiencias y contradicciones.” (Pérez, 1997). La escuela debe ser concebida sobre todo como un lugar de producción. Durante mucho tiempo se pensó que la escuela era una institución que transmitía las normas y valores generales de una sociedad. Formaba actores sociales y sujetos autónomos a la vez que transmitía conocimientos. Si bien la educación tal como era concebida no ha desaparecido, sus principios rectores se ven formalmente perturbados y cuestionados y ya no estamos tan seguros como años atrás de las finalidades y funciones de la escuela, ya que muchas veces la teoría y la realidad se dan de bruces. 4 Para comprender lo que la escuela les brinda a estos adolescentes posmodernos no es suficiente analizar los planes de estudio, los métodos de enseñanza y los roles de los actores adultos. Es fundamental también considerar de qué manera los alumnos construyen su propia experiencia de aprendizaje, y si con la ayuda de la escuela son capaces de analizar, extrapolar, relacionar y utilizar distintas estrategias para resolver problemas, que deben realizar los propios alumnos ayudados por sus docentes. Pero hoy la escuela enfrenta serias dificultades para cumplir con su cometido y se siente exigida y presionada. La cultura global posmoderna, la nueva configuración sociocultural, las sucesivas crisis económicas, la expansión del mercado que toma a niños y adolescentes como consumidores activos y los nuevos modelos de familias son sólo algunas de las problemáticas que debe enfrentar la escuela de hoy con su estructura de ayer. La idea de que todo tipo de enseñanza debía ser “divertida” se hizo popular a comienzos de los años setenta y se fue arraigando en el inconsciente colectivo. La excusa para el mal desempeño escolar comenzó a ser que los chicos se aburrían en la escuela porque ésta era incapaz de motivarlos y mantener su interés, tal como lo hacen los medios electrónicos. El advenimiento y la rápida expansión de Internet, el chat y los mensajes de texto dieron pie para que esta idea se fortaleciera. Es incuestionable que la enseñanza tradicional no puede competir con la tecnología en lo que se refiere a atraer y retener la atención de los educandos; pero parecería ser que lo que se ha olvidado es que una cosa son el entretenimiento y la diversión y otra el estudio. La escuela debe explotar al máximo las posibilidades que nos brinda la tecnología, debemos reconocer que el estudio, y por lo tanto el proceso de aprendizaje, implica esfuerzo y requiere tiempo y dedicación individual. Los adultos nos quejamos de la apatía y de la falta de interés de los adolescentes, pero no debemos olvidar que la escuela es un microcosmo que refleja lo que sucede en la sociedad en la que está inserta. No fueron los chicos sino los adultos los que propiciamos el facilismo y premiamos la viveza criolla, en lugar del trabajo constante y responsable. Fue también la sociedad adulta la que en muchos aspectos vació de contenido a la educación y propició en todos los órdenes la cultura del “zafar”. La costumbre de llegar a obtener lo que se quiere con el mínimo esfuerzo y lo más rápido posible se ha enraizado en todos los ámbitos; era lógico por lo tanto que también lo hiciera en la escuela, ya que ésta (y muy especialmente la escuela media) no se posiciona claramente como antaño lo hacía como el lugar del saber. La escuela media se ha convertido en una especie de guardería de adolescentes cuyo único objetivo es alcanzar la nota de eximisión de cualquier manera posible (copiando, mintiendo, etc.), siempre que no incluya el esfuerzo individual que implica estudiar. No encuentran el sentido de tener que estudiar cosas que en nada se relacionan con sus propios intereses y que a su juicio, no les servirán para nada en la vida real en un futuro que vislumbran incierto y sin horizontes. ¿Por qué la escuela sigue haciendo culto a lo permanente, cuando afuera todo cambia? ¿Por qué nuestros jóvenes no son atraídos por la búsqueda del saber, por el esfuerzo? ¿Por qué no acumular los cambios propuestos por la ciencia y la tecnología, llevándolos a nuestro hacer cotidiano en las escuelas? 5 ¿Por qué no recuperar los valores -como igualdad, libertad, fraternidad-, sostenidos por la modernidad, integrándolos a los adelantos que nos brindan las investigaciones y sus resultados? ¿Por qué no empezar a utilizar ese conocimiento en la construcción de una escuela nueva, con profesionales puestos al servicio de formar en la diversidad? ¿Cuál es el problema cuándo los adolescentes a pesar de tener una buena relación con un docente y no tener problemas de disciplina no se deciden a estudiar y no toman conciencia de las oportunidades perdidas? ¿Cómo se los puede motivar? Bibliografía: Caruso, M y Dussel,I: “De Sarmiento a los Simpsons”, Kapelusz, Buenos Aires, 1996. Galeano, Eduardo: Escuela y posmodernidad, www .oei.etc. Hargreaves, A :“ Profesorado, cultura y posmodernidad” Morata, Madrid, 1996 Moral Jiménez, Ma de la V: Escuela y posmodernidad como constructor/ realidades, www .oei.etc. Passarotto, Ana Lía: Cultura juvenil y Educación, www .oei.etc. Téllez,Magaldy: “ Repensando la educación en nuestros tiempos”, Novedades Educativas, Buenos Aires, 2000. 6