El Regionalismo Ad Intra

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Escuela de Ciencias Políticas
Programa de Investigación Geográfico Político Patagónico
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El Regionalismo Ad Intra
Por Augusto J. Cervo i
Buenos Aires, noviembre de 2002
El Regionalismo Ad Intra
Augusto J. Cervo
El Regionalismo Ad Intra
Es común sentir hablar por estos días sobre la “regionalización”, la “descentralización”, el
“regionalismo” y la “integración”, por lo que puede ser útil reflexionar sobre sus verdaderos significados
y consecuencias. El Programa de Investigación Geográfico Político Patagónico (PIGPP), que funciona en
la Universidad Católica Argentina de Buenos Aires lleva adelante investigaciones sobre el Ordenamiento
Territorial del Estado, donde se analizan, entre otros temas, el Regionalismo y que podrán ser consultadas
para ampliar el interés al respecto. A los fines del presente artículo, se presentan sólo algunas de las
conclusiones más fundamentales sobre el Regionalismo que el PIGPP investiga.
En primer lugar, es útil recordar que el vocablo regionalismo, al igual que el de
regionalización, deriva del término latín regire, que a su vez proviene de regio, o resgire; lo que se puede interpretar como la facultad política que tiene un estado para
ordenar su territorio, o más sencillamente, el ordenamiento territorial del estado.
Ahora bien, si se habla de “regionalización”, se hace referencia a un proceso que
comienza en algún momento determinado pero que aún no ha concluido, pero siempre
en el orden de la acción. Por lo tanto, en el caso que se analiza, un estado no estaría
definido territorialmente si se discute la “regionalización” de su territorio entre su
población. En cambio, el término “regionalismo”, además de referir un proceso
práctico, implica una actitud frente a un fenómeno determinado. Representa la
posibilidad de sentar una posición respecto de algo. Esta diferencia que parece
insignificante permite discutir el tema con una visión crítica y de ese modo arribar a
juicios de valor, permitiendo que se observen los fenómenos sociales (y políticos), como
actos libres, y por lo tanto modificables, de los hombres y no como cosas determinadas
del destino, y por lo tanto sin nada que hacer. El regionalismo así entendido pude
considerarse como una promoción de una política localista, sustentada en un paradigma
pluralista que respeta y sostiene las identidades de los pueblos, ordenadas al Bien
Común.
El regionalismo puede ser Ad Extra o Ad Intra. El regionalismo ad extra, ya sea abierto
o cerrado, busca la promoción de una política localista en el orden de las relaciones
internacionales. El Mercosur, o algunos procesos de integración africanos, se muestran
como el mejor ejemplo de este tipo de regionalismo, aunque en ningún caso se brinda de
manera pura. El regionalismo ad intra, en cambio, se concentra en el ordenamiento
territorial interno de un estado. De esta manera, se pueden encontrar tantos ejemplos de
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organización política como estados existen en el mundo, pero no todas implican una
genuina promoción del Bien Común Nacional.
En el caso de la Argentina, el ordenamiento territorial ha sufrido numerosos
cambios a lo largo de su historia colonial e independiente. Dentro de esta última, en el
período constitucional se avanzó hasta la reforma de 1994, y luego de ésta con mayor
intensidad, en distintos modelos de regionalización del país. Pero en todos los casos
siempre subsistía una especie de dialéctica histórica que la Argentina parecía condenada
a padecer; el federalismo, o regionalismo, y el unitarismo, o centralismo. Esta visión,
que llevó a diseñar modelos concretos de organización política del territorio, puede
distorsionar el tema de fondo que se debate. En efecto, es cierto que la historia argentina
muestra una fuerza antagónica entre el centro y la periferia, o si se prefiere, interior y la
ciudad de Buenos Aires, pero el ordenamiento territorial no debe hacerse sobre la base
de recelos históricos ni resentimientos localistas. El fin último de la política es el Bien
Común de la población del estado, y por lo tanto la Nación en su conjunto tiene que
verse beneficiada si se diseña un modelo territorial. El fin no puede ser sólo la
economía, o la eficiencia del gasto público, o la disposición geográfica de una región.
Debe ser la población del país. En este sentido, todo plan de acción que el Estado
Argentino proyecte debe inscribirse en esta línea.
Los distintos modelos de regionalización que hoy se discuten en el país no se
orientan necesariamente hacia la consecución del Bien Común, e incluso, en algunos
casos, se apartan. En el caso de la Patagonia Argentina, el Gobernador de la Provincia
del Neuquen Jorge Sobisch (Movimiento Popular Neuquino), promueve una fusión de
provincias patagónicas, a la que sólo ha adherido el Gobernador de la Provincia de Río
Negro Pablo Verani (UCR). Este proyecto de regionalismo podría redundar, según
nuestro criterio, en distintos peligros para la Región y el país.
En primer lugar, el proyecto de Sobisch busca potenciar un modelo primarioexportador que combine los recursos energéticos neuquinos, principalmente
hidrocarburíferos, con la posibilidad de sacar la producción por puertos rionegrinos.
Este punto lejos de favorecer el desarrollo de la población patagónica lo posterga. En
efecto, la riqueza generada por la producción petrolera tiene como destino principal la
ganancia que deben obtener las acciones de las empresas energéticas, cuyos
beneficiarios son mayoritariamente extranjeros; y en cambio, lo que queda en las
provincias, que se concentra básicamente en las regalías que tributan las petroleras,
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además de representar un porcentaje menor de las ganancias de las empresas, se
distribuye regresivamente entre la población.
En segundo lugar, justamente esas estructuras burocráticas son el pretexto que
utilizan los señores Sobisch y Verani para justificar el achicamiento de los estados
provinciales (y municipales), buscando eficientizar la política fiscal con menores gastos
y mayores ingresos. Seguramente que mejorar los pésimos resultados obtenidos en las
cuentas públicas hasta ahora es un buen objetivo, pero con la fusión de las provincias,
sólo se conseguiría perder peso político en el Congreso de la Nación, ya que de seis
Senadores se pararía a tres, y de diez Diputados, según la población, a seis. Además, en
una región como la Patagonia, donde entre el 60% y el 80% de su población depende
del empleo público, la reducción de los estados crearía peores condiciones socioeconómicas. De esta manera sólo se consigue una región más débil, que encaja en un
paradigma adverso a la naturaleza de nuestro pueblo, ya que lo condena a vivir dentro
de un esquema de división internacional del trabajo, postergando toda posibilidad de
crecimiento y desarrollo industrial y tecnológico. Lo que hay que hacer es distribuir con
justicia la renta de las riquezas provinciales, evitando contraer compromisos financieros
exorbitantes en un territorio tan rico y despoblado.
Por último, se destaca la obsesión de Sobisch por atraer inversiones extranjeras a
su Provincia, haciendo de sus giras por Estados Unidos una verdadera maratón de
lobbies empresariales donde se ofrece, como elemento atrayente, un territorio rico con
mano de obra barata y con mínima injerencia política del estado. Una vez más, hay que
destacar que el producto de las empresas extranjeras, su ganancia, se va afuera del país,
y si bien se puede generar empleo, hay que analizar el costo que se paga para que se
radiquen los capitales, sobre todo en la explotación de recursos agotables.
El regionalismo ad intra en la Patagonia, y en el país, debe basarse en los
siguientes principios:
-Principio de subsidiariedad inverso; es decir, suplir al estado nacional cuando éste no
pueda en la consecución del Bien Común, ya sea a través de Cuerpos Intermedios o
Municipios.
-Respeto del municipalismo; la Ciudad es el ámbito perfecto para el desarrollo del
potencial de la persona humana, es allí donde su dignidad puede ser realizada.
.Refuerzo de la Unidad Nacional; fortaleciendo las partes se fortalece el todo, y una
región debe estar reforzada para evitar el desmembramiento del país al que corresponde.
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-Sentido verdadero del Federalismo; hay que promover armonía entre las regiones del
país que garanticen autonomía política e identidad nacional, pero teniendo siempre
presente que se pertenece a una Nación, ya que de otro modo se fomentaría el
separatismo y la división, que lejos de fortalecer a una región la debilitan.
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Lic. en Ciencias Políticas con Especialización en Relaciones Internacionales (UCA), miembro del Programa de
Investigación Geográfico Político Patagónico, UCA en el Área Política.
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