Prov i ▲ diciendo “el día en que desees a Dios con las mismas ansias que respirar, ese día lo encontrarás sin lugar a dudas”. Algo que me marcó significativamente. Esta vez no me tocaba vivir los ejercicios espirituales recibiendo, sino que tenía que dar un taller. Al principio la experiencia se tornó un poco difícil, ya que no podía dedicar todo el tiempo a las oraciones propuestas para el día. Hasta que me di cuenta que esta vez Dios me ofrecía una vivencia diferente. La propuesta era buscar a Dios en todas las cosas, en todas las personas, en todos los gestos, buscarlo en los elementos de la naturaleza como nos proponían los talleres de expresión corporal: la tierra, es nuestra vida, tierra sagrada en la cual debemos descalzarnos para entrar. El aire, a través de su dulzura y suavidad, nos llevó a percibir la sutileza del Espíritu Santo que se comunica cotidianamente con nosotros. El agua, nos invitaba a navegar dentro de nuestra interioridad y el fuego del 42 ODN Anuario 2013 del Co n ur oS ia nc Espíritu que transforma y hace nueva todas las cosas. Este momento lo viví como una de las etapas más importantes para mí. Dar un taller de expresión artística me significaba mucha responsabilidad pero, lo más importante, fue abandonarme en las manos de Dios y pedirle que cada quien viviera la experiencia que él quería que viviera y no lo que a mí me parecía que tenían que vivir. Fue una riqueza dar un taller con las hermanas, tanto en la expresión corporal como artística. Poner en común los dones se hizo vida. Mientras estábamos en Ejercicios, seguimos por televisión las misas de inauguración de la JMJ y la que se realizó en Aparecida. En el momento de la comunión, recibimos de manos de nuestros compañeros/as de camino, el cuerpo de Jesús sacramentado, ese fue un día de gran emoción para todos. Otro de los momentos significativos de esta etapa fue reflexionar como jóvenes sobre la Iglesia, así nos preparamos para vivir los tres últimos días de la Jornada Mundial de la Juventud, uniéndonos a todos los peregrinos que asistieron. Tercera etapa: “Una gran lección de amor” De amor, sí; ya que siendo la segunda JMJ que vivo, vuelvo más sorprendida aún de lo que volví de Madrid. Me sorprende, y me llena de felicidad, la cantidad de jóvenes y no tan jóvenes de todas partes del mundo, que tiramos para el mismo lado, que vamos contracorriente, que somos capaces de dormir pocas horas o de hasta incluso no dormir o dormir en la arena mojada, de pasar mucho frio o muchísimo calor, de “amucharnos” sin empujarnos, de pasar horas bajo la lluvia, gritando, cantando y saltando. Solo me surge decir que la única razón era experimentar a Jesús de cerca, que su amor nos invitaba a estar ahí presentes, diciendo que los jóvenes también somos Iglesia. Pudimos estar muy cerca de nuestro Santo Padre en el Vía Crucis y en la misa de clausura. El Papa Francisco llegaba con mucha sencillez y profundidad a los corazones jóvenes que estábamos escuchándolo allí en Río y en el resto del mundo, desde cada hogar. Él nos brindó herramientas puntuales, sin vueltas, para aplicar y seguir creciendo en la fe y como discípulos; “la oración, los sacramentos y el servicio”. Volvimos llenos de fuerza espiritual y mental para “vivir en este mundo, sin ser de este mundo”, y con algunas consignas que nos quedaron dando vueltas en la cabeza: “ser campo fértil para que Dios pueda plantar su semilla… Volver siempre a Él para que pueda germinar y crecer”, “la fe no se licúa”. Seguramente, estas y otras enseñanzas ya empiezan a revolucionar muchos lugares del mundo. Para concluir solo me queda decir ¡Gracias!, Obrigada!, Thank you!, Aguye!, a cada uno de los jóvenes que participaron del encuentro, a los voluntarios, a las hermanas y a nuestras familias por acompañarnos en esta experiencia, pero especialmente a Dios y a Santa Juana de Lestonnac por permitirnos alimentar y mantener la llama encendida de la fe. ◆ Cinthya Gómez Mendoza, Argentina ODN Anuario 2013 43