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Ribera. — E L
EOZOON
CANADENSE.
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bien cuenta de la roca y poder decidir sin prevención de ningún género, si existió ó nó el Eozoon en la remotísima época
de la vida de nuestro globo, en que lo ven los Sres. Logan,
Dawson, Sterry-Hunt, Carpenter, y otros no menos distinguidos
paleontólogos.
Nada tiene de extraño, por otra parte, que haciendo apenas
diez y siete años que se descubrió el Eozoon Canadense, aun
haya dudas respecto al origen y naturaleza de la estructura
peculiar de la roca laurentina que lo contiene, y que sean t o davía muy pocas las personas, relativamente' hablando, que lo
hayan visto con el microscopio. Los naturalistas que niegan la
existencia del fósil pretenden, además de las consideraciones
que en contra les sugiere la naturaleza de la misma roca, que
el supuesto organismo animal envuelto en ella, no es más que
un curioso producto mineralógico parecido á las dendritas y á
las concreciones y cristalizaciones más ó menos extensas, más
ó menos caprichosas de forma, que con frecuencia se observan
en algunos minerales, y que proceden unas veces de la infiltración de sustancias extrañas, otras de la descomposición de la
misma roca, otras de ambas causas, y con respecto á la serpentina, de la peculiar y frecuente estructura celulosa y asbestiforme que la caracteriza. Hay que notar, sin embargo, que esas
supuestas mineralizaciones son siempre microscópicas, y que
ni un solo caso se ha presentado hasta ahora que no tenga esta
condición particular.
Los eozoonistas sostienen que no es una ilusión fantástica
ese organismo, que existe realmente, y que en el campo del
microscopio se presenta tan claro, sobre todo en los ejemplares
de Petite Nation Seigneurie, de Grenvüle, Burgess, y del
Gran Calumet, en el Canadá, que los Sres. Dawson y Carpenter
han podido determinar la especie de animal á que el Eozoon
pertenece, fundándose no sólo en la constante estructura de la
roca, en la parte que contiene los restos orgánicos, sino t a m bién y principalmente, en la semejanza de éstos con la estructura de seres afines de épocas posteriores, y con la de los de
igual especie que viven hoy en nuestros mares, y que han servido de punto de comparación para estudiarlos y clasificarlos;
habiendo sido de muy eficaz auxilio á Mr. Dawson, en este trabajo paleontológico, según él mismo asegura en su citada Memoria, la magnífica obra del Dr. W. B. Carpenter: Introduc-
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