1 Página 2 Página Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo alguno. Es una traducción hecha por fans y para fans. Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo. Página 3 No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo una reseña en tu blog o foro. Sinopsis La curiosidad definitivamente va a matarme uno de estos días. Probablemente, muy pronto. Soy Gin Blanco. Quizá me conozcas como la Araña, la asesina más temida en el sur. Estoy retirada ahora, pero los problemas me siguen encontrando. Como el otro día cuando dos jóvenes vándalos trataron de robar en mi popular restaurante de barbacoa, el Pork Pit. Entonces hubo un ataque con disparos en el restaurante. Solo por una vez, esos disparos no estaban dirigidos a mí. Eran para Violet Fox. Desde que acordé ayudar a Violet y a su abuelo para proteger su propiedad de un malvado magnate minero del carbón, estoy empezando a cuestionarme si realmente estoy retirada. Y está Donovan Caine. El único policía honesto en Ashland, la está pasando mal conciliando su atracción por mí con su mentalidad de niño explorador. Apenas puedo mantener mis manos fuera de su sexy cuerpo. ¿Qué puedo decir? Soy una elemental de Piedra con un poco de magia de Hielo, pero mi corazón no está hecho de roca sólida. Afortunadamente, Gin Blanco siempre consigue a su hombre… vivo o muerto. Página 4 Elemental Assassin #2 “Gin” “Detective” Nos paramos ahí, mirándonos el uno al otro. Una invisible corriente eléctrica zumbaba entre nosotros, disparando chispas de caliente deseo en todas direcciones. Respiré. El aroma limpio y jabonoso del detective llenó mi nariz, superando al comino, la pimienta roja y las otras especias en el aire. Donovan miró hacia otro lado y se aclaró la garganta. ―¿Quieres decirme qué pasó? ―preguntó en voz baja. ―¿Quieres decirme por qué estás aquí? ―repliqué. Donovan se me quedó mirando. ―Está bien. Les pedí al despacho que me dejaran saber si había algún incidente en el Pork Pit. ―¿Por qué? ¿Asustado de que pudiera matar a la gente en mi propio lugar de trabajo? No debes haber recibido la circular, pero me he retirado, detective. Sus cejas negras se juntaron con sorpresa. ―¿Retirado? Alguna emoción brilló en sus ojos ámbar. Podría haber sido alivio o incluso esperanza, pero se fue antes de que pudiera descifrarlo. Página 5 ―Bueno, bien por ti, supongo. 1 Traducido por Gemma.Santolaria, Apolineah17 y Dianna K ―¡Alto! ¡Que nadie se mueva! ¡Esto es un atraco! Vaya. Tres clichés en línea. Alguien tenía una gran falta en el departamento de imaginación. Pero las amenazas a gritos asustaron a alguien, que chirrió un pequeño grito. Suspiré. Los gritos siempre eran malos para los negocios. Lo que significaba que no podía pasar por alto el problema que acababa de entrar en mi restaurante, o tratar con él del modo rápido y violento que hubiera preferido. Un cuchillo de plata a través de su corazón era suficiente para detener la mayoría de problemas. Permanentemente. Así que aparté mis ojos grises de la copia de bolsillo de La Odisea que había estado leyendo para ver todo el alboroto. Dos hombres veinteañeros estaban en medio del Pork Pit, viéndose fuera de lugar entre las cabinas rosas y azules de vinilo del restaurante. El dúo dinámico lucía unas gabardinas negras que cubrían sus delgadas camisetas y se agitaban contra sus rasgados vaqueros de estrella del rock. Ninguno de los dos llevaba un sombrero o guantes, y el frío del otoño había teñido sus orejas y los dedos a un brillante rojo cereza. Me pregunté cuánto tiempo habían estado afuera, reuniendo el valor para entrar y gritar sus triviales demandas. El agua goteaba de sus botas y se extendía a través de las baldosas azules y rosas que cubrían el suelo del restaurante. Miré el calzado de los hombres. Un caro cuero negro lo suficientemente grueso como para proteger del frío de noviembre. Sin agujeros, ni grietas, ni cordones faltantes. Estos dos no eran los típicos adictos desesperados en busca de dinero rápido. La jodida peor decisión que nunca habían hecho. ―¡Alto! ―repitió el primer chico, como si no le hubiéramos oído antes. Página Estos dos punks ricos estaban robando mi restaurante de barbacoa sólo por la emoción de hacerlo. 6 No, tenían su propio dinero, un montón de él, por el aspecto de sus caros zapatos, las camisetas vintage, y los vaqueros de diseño. Era un hombre fornido con el cabello rubio en punta sostenido por algún tipo de producto brillante para el cuidado del cabello. Probablemente un poco de sangre gigante en alguna parte de su árbol genealógico, a juzgar por sus curtidos dos metros y sus grandes manos. A pesar de sus veintitantos años, la grasa de bebé aún hinchaba su rostro como un malvavisco rezumante y caliente. Los ojos marrones del chico se movieron alrededor del restaurante, tomándolo todo, desde las alubias burbujeantes en la estufa detrás de mí, a la silbante freidora francesa, hasta la copia maltratada y sangrienta del Donde el helecho crece rojo montado en la pared al lado de la caja registradora. Entonces el fortachón dirigió su atención a las personas dentro del Pork Pit para asegurarse que todos estábamos siguiendo sus demandas. No había mucha gente que mirar. El lunes era por lo general un día lento, haciéndolo incluso más lento por el viento frío y la lluvia de afuera. Las únicas personas en el restaurante aparte de mí y los aspirantes a ladrones eran mi cocinera enana, Sophia Deveraux, y un par de clientes, dos mujeres de edad universitaria que llevaban vaqueros y camisetas ajustadas no muy distintas a las que llevaban los ladrones. Las mujeres se sentaron conmocionadas y congeladas, con los ojos muy abiertos, y los sándwiches de carne de barbacoa a medio camino hacia sus labios. Sophia se paró junto la estufa, con los ojos negros planos y desinteresados mientras observaba burbujear los frijoles. Gruñó una vez y los revolvió con una cuchara de metal. No había mucho que molestara a Sophia. El primer chico levantó la mano. Un pequeño cuchillo brillaba en sus dedos rojos y agrietados. Una dura y delgada sonrisa curvó mis labios. Me gustaban los cuchillos. ―Relájate, Jake ―murmuró el segundo hombre―. No hay necesidad de gritar. Lo miré. Donde su amigo era rubio y fornido, el ladrón número dos era bajo y de huesos delgados. Su tenue cabello pegado en incontrolables mechones a causa de un exceso de producto. Los mechones eran de un rojo brillante que probablemente le habían ganado el apodo de Carrot en algún momento. Carrot metió sus manos en sus bolsillos agujereados, se removió en sus pies, y se quedó mirando el suelo, claramente queriendo estar en otro lugar que no fuera aquí. Un compañero reacio a lo mejor. Probablemente trató de hablar con su amigo sobre este disparate. Debería haberse esforzado más. Su boca se abrió, pero no dijo nada. Página El cuerpo huesudo de Lance se sacudió ante el sonido de su propio nombre, como si alguien lo hubiera atacado con una aguja. 7 ―Sin nombres, Lance. ¿Recuerdas? ―le gruñó Jake a su amigo. Usé uno de esos recibos de las tarjetas de crédito para marcar mi lugar en La Odisea. Entonces cerré mi libro, enderezándome, me deslicé del taburete, y caminé alrededor del largo mostrador que estaba a lo largo de la pared posterior del Pork Pit. Era hora de sacar la basura. El primer tipo, Jake, me vio mover por el rabillo del ojo. Pero en vez de cargar hacia mí como había esperado, el medio gigante se movió a la izquierda y agarró a una de las chicas de su cabina, una chica hispana con un cabello de corte a lo pixie. Ella soltó otro grito chillón. Su sándwich de carne voló de su mano y salpicó contra uno de los escaparates. La salsa barbacoa parecía sangre corriendo por el liso y brillante vidrio. ―¡Déjala en paz, hijo de puta! ―gritó la otra mujer. Ella se puso de pie y cargó hacia Jake, quien le dio un revés. Podría haber sido sólo medio gigante, pero aún tenía la fuerza suficiente en él para levantar la mujer de sus pies y enviarla a toda velocidad a la mesa. Ella pasó por encima, cayó duro al suelo y dio un gemido. En este punto, Sophia Deveraux se había vuelto un poco más interesada en las cosas. La enana se movió a mi lado. Los cráneos de plata que colgaban del collar de cuero negro de su cuello tintineaban juntos como campanas de viento. Los cráneos coincidían con los de su camiseta negra. ―Tomas el de la derecha ―murmuré―. Tengo al de la izquierda. Sophia gruñó y se trasladó al otro extremo del mostrador, donde la segunda mujer había sido arrojada. ―¡Lance! ―Jake hizo un gesto con la cabeza hacia la mujer lesionada y Sophia―. ¡Vigila a estas perras! Hoy, el color se extendía a su cabello. Rayas de color rosa pálido brillaban entre sus mechones negros recortados. Página Pero Lance no vio su mirada venenosa. Estaba demasiado ocupado mirando a Sophia. La mayoría de la gente lo hacía. La enana había sido gótica antes que lo gótico fuera la moda, hace unos cien años más o menos. Además de su collar de cráneos y la camiseta a juego, Sophia Deveraux lucía unos vaqueros negros y botas. Lápiz labial rosado cubría sus labios, que contrastaban con el brillo de la sombra de ojos negro y la palidez natural de su rostro. 8 Lance se humedeció los labios. Una pura miseria incómoda llenó su pálido rostro, pero dio un paso alrededor de su amigo y trotó hacia la mujer herida, que se había empujado hasta sus manos y rodillas. Ella apartó su cabello salvaje negro-azulado de la cara. Sus pálidos ojos azules ardieron con un odio inmediato. Una luchadora, esa. Pero Jake no estaba tan estupefacto. Tiró de la primera mujer aún más cerca, le dio la vuelta, la sostuvo frente a él y levantó el cuchillo hacia su garganta. Ahora tenía un escudo humano. Estupendo. Pero eso no era lo peor. Una pizca de rojo se desató en las profundidades de sus ojos marrones, como una cerilla cobrando vida. Magia surgió como un viento cálido de verano por el restaurante, pinchando mi piel con poder y dándole a mis palmas con cicatrices una picazón. Llamas volaron de los dedos apretados de Jake, moviéndose y quedándose en el cuchillo. La hoja brillaba en un rojo-anaranjado por la explosión repentina de calor. Bueno, bueno, bueno, Jake el ladrón estaba lleno de sorpresas. Porque además de ser un ladrón de poca monta, Jake el medio gigante también era un elemental, alguien que podía controlar uno de los cuatro elementos. Fuego, en su caso. Mi sonrisa se hizo un poco más dura, más tensa. Jake no era el único aquí que era un elemental, o muy, muy peligroso. Incliné mi cabeza, alcanzando mi magia de Piedra. A mi alrededor, el ladrillo maltrecho del Pork Pit murmuró con inquietud, sintiendo la agitación emocional que había tenido lugar dentro y mis intenciones oscuras de ahora. ―Dije que nadie se mueva, joder. El grito anterior de Jake bajó a un susurro ronco. Sus ojos estaban completamente rojos ahora, como si alguien hubiera puesto dos rubíes parpadeantes en la cara de bebé gordito. Un reguero de sudor resbalaba por su temple, y su cabeza se movía al ritmo de una música que sólo él podía oír. Jake estaba puesto con algo, alcohol, drogas, sangre, su propia magia, tal vez todo lo anterior. No importaba mucho. Él iba a estar muerto en un minuto. Dos, como mucho. Así que levanté mis manos en un gesto apaciguador y mantuve la fría y tranquila violencia fuera de mis ojos grises lo mejor que pude. Página Mis ojos se entrecerraron. Una cosa era tratar de robar el Pork Pit, mi restaurante de barbacoa, mi ginebra. Acabar con los elementales suertudos, las vampiros putas, y otros vagos ahogados en su propia magia y muriendo por más, podría ser excusada esa estupidez. Pero nadie ―nadie― amenazaba a mis clientes. Iba a disfrutar hacerme cargo de esta escoria. Tan pronto como lo atrapara lejos de la chica. 9 El brillo rojo en los ojos de Jake se iluminó mientras alcanzaba su magia de nuevo. Las llamas parpadeantes en la hoja de plata brillaron más calientes y más alto, hasta que lamieron el cuello de la chica, amenazando con quemarla. Las lágrimas corrían por su rostro en forma de corazón, y su respiración se volvió corta, ahogada por sollozos, pero no se movió. Chica lista. ―Soy la dueña. Gin Blanco. No quiero ningún problema. Deja ir a la chica, y abriré la caja registradora para ti. Ni siquiera llamaré a la policía después de que te vayas. Principalmente porque eso no me haría ningún bien. Los policías en la metrópoli del sur de Ashland eran tan retorcidos como tenedores de relámpagos. Los estimados miembros de la policía apenas se molestaban en responder a los robos, sobre todo en este vecindario fronterizo de Southtown, mucho menos hacer algo útil, como atrapar a los delincuentes después del hecho. Jake resopló. ―Adelante. La policía no puede tocarme, perra. ¿Sabes quién es mi padre? Además de ser un elemental de Fuego, Jake también era una diva de dárselas de conocer a gente importante. Una maravilla que hubiera sobrevivido tanto tiempo. ―¡No les digas eso! ―siseó Lance. Jake resopló y giró los ojos hacia su amigo. ―Les diré lo que sea que quiera. Así que cierra tu lloriqueante boca. ―Sólo deja ir a la chica, y abriré la caja registradora ―repetí en voz firme, esperando que mis palabras penetraran profundamente la magia de Jake y se hundieran en su grueso cráneo. Sus ojos rojos se entrecerraron en rendijas. ―Abrirás la caja registradora, o la chica muere, y tú junto con ella. Tiró de la chica de nuevo contra él, y las llamas recubriendo el cuchillo quemaron aún más brillante, adquiriendo una tonalidad de color amarillo anaranjado. Las marcas de plata en mis palmas ―las que tenían forma de runas de araña― picaron ante el influjo de la magia. Me tensé, con miedo de lo que él le iba a hacer a la chica justo aquí, justo ahora. Podía matarlo ―fácilmente― pero probablemente no antes de que lastimara a la chica con su magia. No quería que eso sucediera. Eso no iba a pasar. No en mi restaurante. No ahora, no otra vez. Alegría pura y maliciosa llenaba su mirada carmesí. Incluso si no hubiera sido buena leyendo a las personas, la emoción por sí sola me habría dicho que Página Jake me miró fijamente, con las llamas danzando en sus ojos rojos coincidiendo con el movimiento de las de la hoja del cuclillo. 10 ―Jake, cálmate ―le suplicó Lance a su amigo―. Nadie va a dar ningún problema. Sólo va a ser como dijiste que sería. Rápido y fácil. Simplemente vamos a conseguir el dinero e irnos. Jake disfrutaba usando magia, amaba el poder que le daba, la sensación de ser invencible. Y que no iba a estar satisfecho simplemente robando mi dinero. No, Jake iba a usar su poder de Fuego para matar a todos en el restaurante sólo porque podía, porque quería mostrar su magia y probar que era un auténtico tipo duro. A menos que yo hiciera algo para detenerlo. ―¿Jake? ¿El dinero? ―preguntó Lance de nuevo. Después de un momento, el fuego se atenuó en los ojos de Jake. Bajó la cuchilla resplandeciente sólo unos centímetros, dándole a la chica algo del mucho aire que necesitaba. ―El dinero. Ahora. Abrí la caja registradora, agarré todos los billetes arrugados en el interior, y se los tendí. Todo lo que Jake tenía que hacer era dejar ir a la chica el tiempo suficiente para dar un paso adelante y tomar el dinero, y lo tendría. Vamos, bastardo. Ven y juega con Gin. Pero algún sentido de auto conservación debió haber surtido efecto, porque el musculoso mitad gigante sacudió la cabeza. Lance dejó su puesto con la mujer herida, de puntitas hacia adelante, arrebató el dinero de mi mano, y dio un paso atrás. No me molesté agarrándolo y utilizándolo como rehén. Los tipos como Jake no estaban por encima de dejar a sus amigos retorciéndose en el viento, o atrapados en el borde de mi cuchilla. Jake se lamió sus labios gruesos y agrietados. ―¿Cuánto? ¿Cuánto hay ahí? Lance revolvió los billetes verdes. ―Un poco más de doscientos. ―¿Eso es todo? Estás resistiéndote a mí, perra ―gruñó Jake. Me encogí de hombros. ―El lunes es un día lento. Y no a mucha gente le gusta salir en este tipo de clima frío, ni siquiera por barbacoa. Jake apretó su agarre en el cuchillo en llamas. ―No. No hasta que esta perra me diga lo que hizo con el resto del dinero. Este es el restaurante más popular en el vecindario. Tenía que haber más de doscientos dólares en esa caja registradora. Así que, ¿dónde lo escondiste, Página ―Simplemente vámonos, Jake ―suplicó Lance―. Algunos policías podrían venir en cualquier segundo. 11 El elemental de Fuego me miró, debatiendo mis palabras y lo que podía hacer al respecto. Le devolví la sonrisa. No sabía en lo que se había metido, o con quién se estaba metiendo. perra? ¿Estás usando un cinturón de dinero debajo de ese grasiento delantal azul? Me encogí de hombros. ―¿Por qué no vienes y lo averiguas, patético de mierda? Sus ojos se oscurecieron, más rojos, más enojados, hasta que pensé que las llamas brillantes parpadeando dentro en realidad podrían disparar fuera de sus iris teñidos de magia. Jake dejó escapar un gruñido furioso. Empujó a la chica y arremetió hacia mí, con el cuchillo sostenido directamente hacia fuera. Mi sonrisa se ensanchó. Finalmente. Hora de jugar. Esperé hasta que consiguió estar al alcance, entonces di un paso hacia adelante y giré mi cuerpo hacia el suyo. Golpeé mi codo en su plexo solar y barrí sus pies por debajo de él. Jake tosió, tropezó, y cayó de cabeza al suelo. Su sien se cortó con el costado de una de las mesas mientras caía, dando como resultado que un poco de sangre salpicara mis vaqueros. El fuerte golpe fue suficiente para hacer que Jake perdiera el agarre sobre su magia de Fuego. El hormigueante poder emanando de él se desvaneció, y las llamas se apagaron en el cuchillo en su mano. El metal caliente silbó y humeó cuando entró en contacto con el suelo frío. Miré a mi derecha. La mujer que Jake había lanzado a través de la habitación se levantó a toda prisa y se preparó para lanzarse contra Lance. Pero Sophia agarró la cintura de la chica y tiró de ella. La mujer empezó a luchar, pero la enana gótica negó y dio un paso hacia adelante, poniéndose delante del cliente. Lance tragó saliva y se echó hacia atrás, listo para darse la vuelta y huir. Pero Sophia fue más rápida. La enana le dio un puñetazo en el estómago. Lance cayó como si un yunque hubiera sido dejado caer sobre él. Se desplomó en el suelo y no se movió. ―Mierda ―dije―. Consigue un cuchillo real. Ni siquiera podrías pelas papas con esa cosa. Página Volví mi atención a Jake, quien había rodado sobre su costado. La sangre goteaba por el costado de su cabeza donde se había golpeado con la esquina de la mesa. El mitad gigante me vio de pie sobre él, se dobló a media altura, y me acuchillo con su cuchillo enfriándose. Idiota. Ni siquiera se acercó a cortarme. Después de que Jake hizo otro agitado movimiento con la cuchilla, me agaché y agarré su muñeca, doblándola hacia atrás para que no pudiera moverla. Miré el arma en su mano bloqueada. 12 Uno derribado, queda uno. Entonces le arranqué la cuchilla de sus dedos agrietados y quebré su gruesa muñeca. Jake aulló de dolor, pero el ruido no me molestó. No lo había hecho en años. Lo empujé hacia abajo sobre su espalda, y luego me puse a ahorcadas sobre él, con una rodilla a cada lado de su pecho fornido, apretando y presionando sus costillas. Los gigantes, inclusos los mitad gigantes como Jake, odiaban cuando tenían problemas para respirar. La mayoría de las personas lo hacían. Ajusté y apreté mi agarre en el cuchillo, lista para conducirlo a su corazón. Un arma ligera, pero haría el trabajo. Casi cualquier cosa lo haría, si tenías suficiente fuerza y determinación para ponerla detrás de ello. Yo tenía un montón de ambos. Un pequeño sollozo ahogado sonó, apartando mi atención de Jake y sus aullidos agudos y lamentables. Mis ojos grises se levantaron rápidamente. La chica acurrucada debajo de una mesa a unos metros de distancia, sus rodillas levantadas contra su pecho, sus ojos tan grandes como monedas de veinticinco en su rostro, lágrimas deslizándose por sus enrojecidas mejillas. Una posición en la que había estado, en cierta ocasión. Hace un par de meses, la chica y sus lágrimas no me habrían molestado. Habría matado a Jake y su amigo, lavado la sangre de mis manos, y pedido a Sophia que se deshiciera de los cuerpos antes de cerrar el Pork Pit por la noche. Eso es lo que los asesinos hacían. Y yo era la Araña, una de los mejores. Pero había tenido una epifanía de clases hace dos meses cuando mi mentor había sido brutalmente torturado y asesinado en el interior del Pork Pit, en el mismo lugar en el que Jake y yo estábamos en este momento. El viejo, Fletcher Lane, había querido retirarse, para tomar un camino diferente en la vida, para vivir en la luz del día un poco, como le encantaba decir. Había seguido el consejo de Fletcher y dejado el negocio de asesina después de que había matado a Alexis James, la elemental de Aire que lo había asesinado. Página Detrás de mí, Sophia gruñó. Miré por encima de mi hombro a la enana, que todavía tenía un agarre en la otra mujer. La chica estaba tratando, sin éxito, sacar con una palanca los rechonchos dedos de la enana de su cintura. Buena suerte con eso. Sophia tenía un agarre de muerte. Una vez que te tenía, no te soltaba nunca. Mis ojos grises se clavaron en los negros de Sophia. Arrepentimiento brilló en su mirada oscura, y sacudió la cabeza apenas. No, estaba diciendo. No delante de dos testigos. 13 ―Hmph. Sophia tenía razón. Los testigos eran malos. No podía destripar a Jake con dos chicas observando y deshacerme del cuerpo después. No en mi propio restaurante. No sin arruinar mi tapa como Gin Blanco y dejar todo atrás. Y no iba a hacer eso. Ni por un pedazo de basura como el elemental de Fuego. Pero eso no quería decir que no podía dejar que Jake supiera exactamente con quién estaba tratando. Esperé hasta que hubo un período de calma en los aullidos de Jake, luego levanté su cabeza con la punta del cuchillo y miré sus ojos. Habían perdido todo atisbo de su roja, magia de Fuego. Ahora sus iris café estaban amplias y brillante con el pánico, el miedo, el dolor. ―Vienes a mi restaurante y me jodes o a mis clientes de nuevo, y te cortaré como un pavo de Acción de Gracias. Corté hacia abajo con el cuchillo, rompiendo la piel de su cuello fornido. Jake gritó por el ardor y arañó la herida leve con sus dedos de salchicha. Alejé su mano y lo corté de nuevo. El olor de la sangre caliente, cobre llenó mi nariz. Algo más que no me había molestado en mucho, mucho tiempo. ―Cada vez que te muevas, te voy a cortar de nuevo. Más y más profundo. Asiente si entiendes. El odio brilló en su mirada, matando el dolor y el pánico, pero asintió. ―Bien. Golpeé ligeramente su sien con el mango del cuchillo. La cabeza de Jake repentinamente se hizo hacia un lado y cayó al suelo. Inconsciente. Al igual que su amigo Lance. Me puse de pie, borré mis huellas del cuchillo, y dejé caer el arma en el suelo. El medio gigante no se movió. Entonces me puse de pie y me dirigí a la chica, todavía agachada debajo de la mesa. Ella se encogió contra las patas de una silla ante mi acercamiento, como si quisiera fundirse con el metal. Su pulso revoloteaba como una loca mariposa en su sien. Puse mi sonrisa amistosa, más digna de confianza y encantadora en mi cara y me agaché hasta que estuve al nivel del ojo con ella. ―Vamos, cariño ―le dije, tendiéndole la mano―. Se acabó. Esos hombres no van a hacerte daño ahora. ―No voy a hacerte daño tampoco ―dije en voz baja―. Vamos, ahora. Estoy segura que tu amiga quiere ver cómo estás. Página Su mirada se desvió de nuevo a mí, y mordió su labio, sus dientes blancos contra su piel caramelo. 14 Sus ojos chocolate se dirigieron a Jake tendido en el suelo. ―¡Cassidy! ―gritó la otra mujer ya que Sophia seguía sin dejarla ir―. ¿Estás bien? La voz de su amiga penetró la miedosa mirada de Cassidy. Ella suspiró y asintió. La chica estiró su mano y yo agarré su mano temblorosa. Los dedos de Cassidy se sentían como delgados y frágiles témpanos contra la gruesa cicatriz incrustada en mi palma. Levanté a la chica de un tirón. Ella me miró con comprensible cautela, así que mantuve mis movimientos lentos y pequeños, sin querer asustarla. ―Estoy bien, Eva ―dijo Cassidy conmocionada, es todo. en voz baja―. Sólo un poco Sophia soltó a la otra mujer, y yo di un paso atrás. Eva se adelantó y tomó a su amiga en un fuerte abrazo. Cassidy envolvió sus brazos alrededor de la otra mujer, y las dos se balancearon hacia atrás y adelante en el medio del restaurante. Me acerqué a Sophia, que miraba a las dos mujeres con una expresión plana en su pálido rostro. ―Amistad. ¿No es una cosa hermosa? ―bromeé. ―Hmph ―volvió a gruñir Sophia. Pero las comisuras de los labios de la enana gótica se curvaron en una pequeña sonrisa. Las dos chicas se abrazaron un minuto más antes de que Eva sacara un teléfono celular de sus vaqueros. ―Tú llama a la policía ―le dijo a su amiga Eva―. Tengo que avisarle a Owen que estoy bien. Ya sabes cómo es. Se asustará cuando se entere de esto. Cassidy asintió en un comprensivo acuerdo y sacó su teléfono de sus propios vaqueros. Las dos mujeres comenzaron a marcar números, en lugar de pedirme a mí, la dueña del restaurante, que lo hiciera por ellas. No es de extrañar. Si querías a la policía, los llamabas tú mismo. Ciertamente no dependías de la bondad de los extraños para hacerlo. No en Ashland. Sophia volvió a la estufa para ver sus frijoles cocinándose. Eva hablaba en voz baja con alguien en su teléfono. Cassidy terminó su llamada al 911 y se hundió en la silla más cercana. Página No es el tipo de atención que quería atraer sobre mí misma, incluso si estaba retirada. Nada que pudiera hacer al respecto ahora, sin embargo. 15 Fruncí el ceño. Policías. Justo lo que necesitaba. Algunos de los mejores de Ashland consiguiendo un vistazo de mí, la antigua asesina, una enana gótica a la que le gustaba disponer de cadáveres en su tiempo libre, y los dos chicos que habíamos despachado fácilmente. La chica miró a Jake en el suelo; luego sus ojos marrones se posaron en el cuchillo ensangrentado. Su labio inferior tembló, sus ojos se volvieron brillantes, y sus manos temblaron. Tratando de contener las lágrimas. Otra cosa que había tenido que hacer, una vez. Me acerqué al mostrador y recogí un plato de vidrio para pastel lleno de las galletas Selva Negra que había horneado esta mañana. ―Aquí. ―Quité la tapa y le extendí el plato―. Ten una galleta. Tienen un montón de azúcar, mantequilla y chocolate. Te ayudará con los temblores Cassidy me dio con una débil sonrisa, tomó una de las delicias de chocolate, y mordió el brebaje. El amargo chocolate se derritió en su boca, y sus ojos se iluminaron con placer en lugar de la preocupación. Eva terminó su llamada y se sentó al lado de su amiga. Sus manos no temblaron cuando cerró su teléfono, y miró a Jake con una expresión pensativa. La única señal de que algo le había pasado a Eva era una roncha roja en la mejilla, donde su cara había golpeado contra el suelo. La chica tenía una cabeza fría sobre los hombros y un firme control sobre sus emociones. Eso no significaba que no estallaría más tarde. Extendí el plato hacia ella. ―Tú también. Eva tomó una galleta, la partió en dos, y metió la mitad de ella en su boca. No es tímida, tampoco. También arranqué uno de los deliciosos dulces de chocolate de la pila. No porque tuviera nervios temblorosos, sino porque eran condenadamente buenas galletas. Las había hecho yo misma, y era tan buena cocinera como había sido una asesina. Miré a los dos hombres en el suelo inconscientes. Lance yacía despatarrado junto a una de las cabinas donde Sophia lo había abandonado. Sangre continuaba goteando de los cortes en la garganta y la sien de Jake, manchando el suelo de color marrón oxidado. Página 16 Cogí otra galleta del plato y lo observé sangrar. 2 Traducido por Flochi y Rihano Un par de oficiales de patrulla uniformados aparecieron veinte minutos después. Tarde, como siempre. Si realmente los hubiésemos necesitado, nuestro cuerpos estarían poniéndose fríos y pegajosos en el suelo. Los policías entraron disparados por la puerta principal y se detuvieron, sorprendidos por la tranquila escena. Eva y Cassidy se sentaban en su cabina original. Cassidy masticaba su cuarta galleta y le daba un trago a la leche que le había dado. Eva apoyó un codo sobre la mesa, sosteniendo su cabeza con la mano. Con la mano libre, metódicamente rompía una galleta y se la comía lentamente, trocito a trocito. Parecía que finalmente se veía envuelta por la conmoción. En el fogón, Sophia sirvió frijoles cocidos en un frasco para llevar a su hermana mayor, Jo-Jo. Yo estaba sentada en mi taburete de siempre detrás de la caja registradora, comiendo mi tercera galleta y leyendo sobre Odiseo cegando al cíclope. El primer policía era de mi estatura, un metro setenta y tres más o menos, un sujeto hispano enjuto con piel castaña y una pelambrera de rizos iguales que escapaban del gorro bajo el que los había metido. Pecas oscuras salpicaban sus mejillas como nueces de nogal. Había sacado el arma y la tenía contra su pierna. Xavier me reconoció e inclinó la cabeza en mi dirección. Devolví el gesto. Xavier no tenía su arma afuera. No lo necesitaba. Los gigantes podían recibir un par de balas en el pecho antes de caer, y un golpe bien colocado de sus puños quebraría el cuello de cualquiera. Sin embargo, era extraño que Página No me había dado cuenta que era un miembro de la fuerza policial también. 17 En contraste, el otro oficial tenía cerca de unos dos metros trece de alto, con una cabeza rapada tan grande como un melón y puños del tamaño de jamones a juego. Su piel era tan negra que brillaba, como azabache pulido. Así eran sus ojos también. Su nombre era Xavier. Lo había visto trabajar como un gorila en Northern Aggression, un club nocturno de moda que había tenido la ocasión de visitar hace poco. trabajara como policía. La mayoría de los gigantes en Ashland se empleaban como seguridad privada. Mejor paga, incluso si era igual de peligroso. ―Recibimos una llamada sobre un robo ―dijo el primer policía. Su voz fue alta y aguda, como una sierra eléctrica. ―Sí. Esos sujetos entraron e intentaron robarme. Ese ―señalé a Jack―, entró a la tienda y les dijo a todos que se quedaran quietos. Cuando comencé a abrir la caja registradora para él, agarró a una de las chicas y llevó un cuchillo a su garganta. Es un elemental de Fuego. Puso llamas en su cuchillo y casi quemó a la chica con este. Pero por suerte, mi cocinera y yo fuimos capaces de someter a ambos. Los policías miraron a los dos hombres, luego a mí, luego a Sophia, y finalmente a las chicas. ―¿Es así como sucedió? ―preguntó el policía bajo. Eva y Cassidy asintieron. Sophia gruñó estando de acuerdo. ―Así es exactamente como sucedió ―dije. El policía bajo se enfocó en Lance. ―¿Y el otro tipo de allá? ―Su compañero intentó calmarlo. No funcionó. El policía miró a los dos hombres allí, luego me miró de vuelta. ―¿Y tú les hiciste eso? ¿Con eso? ¿Un bate de béisbol? ―No ―contesté―. Sólo me hice cargo del primero, el grande. Mi cocinera se hizo cargo del otro. Ninguna de nosotras tuvo un arma. Con su gran fuerza, Sophia no necesitaba un arma más que el gigante. Y yo no pensé que fuera necesario mencionar los cinco cuchillos de plata escondidos en este momento en mi cuerpo. O los otros ubicados estratégicamente a través del restaurante. O el hecho de que podía simplemente haber formado un carámbano con mi magia de Hielo y cortado la garganta de Jake con ella. O incluso usado mi otro poder de elemental de Piedra para colapsar el restaurante entero sobre su cabeza. El policía bajito soltó un silbido bajo. Los dos hombres estaban comenzando a volver en sí. Lance se meció hacia atrás y adelante en el suelo, sosteniendo su estómago, como si eso disminuyera el dolor en donde Sophia lo había golpeado. Jack yacía boca arriba y parpadeó hacia el techo como si realmente no estuviera viéndolo. Página No respondí. Él podía ver exactamente lo equivocados que habían estado por las salpicaduras de sangre en el suelo. 18 ―Escogieron el lugar equivocado para robar, ¿no? El policía gigante, Xavier, alargó la mano, recogió a Lance por el cogote con una mano, y chasqueó un par de esposas de plata en él con la otra. ―Tú, quédate quieto. Lance estaba muy ocupado intentando no vomitar para hacer algo estúpido, como correr. Xavier se agachó en una rodilla y comenzó a repetir el proceso de las esposas con Jake. Se le quedó mirando a la cara. Xavier frunció el ceño, luego me miró con sus ojos negros. ―¿Sabes de quién se trata? ―masculló. ―No, ¿debería? El gigante asintió. ―Sí, Jake McAllister. Mis ojos grises se entrecerraron. ―¿McAllister? ¿Como Jonah McAllister? ¿El abogado? ―Precisamente ―murmuró Xavier―. Este Jack es su hijo. Es la tercera vez que ha estado en problemas desde Halloween. Los inicios de un dolor de cabeza latieron detrás de mis ojos. Jonah McAllister era el abogado más caro y exitoso. Un carismático empresario que podía hacer parecer al más violento, irredimible, sociópata criminal como una colegiala inocentona, y hacer que el jurado llorara de compasión mientras lo hacía. A McAllister no le importaba si las personas eran culpables o no, siempre que pudieran pagarle sus astronómicos honorarios. Pero incluso más problemático era el hecho que Jonah McAllister también era el asesor personal de Mab Monroe. Ashland podía tener toda la parafernalia municipal de cualquier otra ciudad. Policía y bomberos, un ayuntamiento, un alcalde. Ser un elemental significaba que Mab podía crear, controlar y manipular el fuego de cualquier manera que se le antojara. Pero Mab Monroe tenía mucho más poder del que Jake McAllister haya alguna vez soñado. Se rumoreaba que Mab tenía más magia, más poder crudo, que cualquier elemental nacido en los Página Mab tenía dinero, pero su verdadero poder provenía del hecho de que era una elemental de Fuego, al igual que Jake McAllister. 19 Pero Mab Monroe era quien verdaderamente dirigía la ciudad, además de su propio imperio lucrativo como mafia. Para la mayoría de las personas, Mab era la mujer de negocios más rica de la ciudad, quien generosamente, desinteresadamente, usaba su riqueza para ayudar a los menos afortunados. Pero aquellos de nosotros que nos movíamos en el lado sombrío de la vida, sabíamos que Mab hacía de todo, desde ordenar secuestros, a sobornar oficiales del gobierno, a asesinar a cualquier que se metiera en su camino. últimos quinientos años. Dado su dominio sobre la ciudad, y posición como reina en el bajo mundo de Ashland, no se trataba tanto de un rumor sino de un hecho comúnmente conocido. Cualquiera que fuese en contra de Mab Monroe moría en poco tiempo. Jonah McAllister era más que simplemente el abogado de Mab, él era uno de sus lugartenientes principales, junto con Elliott Slater, el gigante que manejaba la seguridad de Mab y brutalmente le cumplía los deseos. El trabajo de McAllister era lidiar con cualquiera que desafiara a Mab por medios legales. Enterrarlos en suficiente papeleo y burocracia para ahogar a un elefante para que se dieran por vencidos inmediatamente o fueran obligados a eso cuando fueran a la quiebra intentando pagar a sus propios abogados. No, Jonah McAllister no se pondría contento de que haya golpeado a su hijo. Él, y por extensión, Mab Monroe, podrían causarme problemas, problemas que no eran tan fáciles de solucionar ahora que yo era simplemente Gin Blanco y ya no tenía más mi segundo trabajo como la asesina Araña. ―¿Está segura que quiere presentar cargos? ―preguntó Xavier―. La mayor parte de las personas no quieren, luego de saber quién es su papi. Miré fijamente a Jake, que seguía parpadeando en dirección al techo. Mi mirada se deslizó hacia Cassidy, que estaba ocupada mirando sus zapatos. Ella había escuchado la pregunta de Xavier, y supo lo que el nombre McAllister quería decir como yo también. Cassidy pensaba que me iba a retractar, y no quería verme decirles a los policías que soltaran a Jake. Después de unos pocos segundos, abrí mis palmas y flexioné los dedos, haciendo que la tensión se fuera de ellos. Me volví a concentrar en Jake McAllister, recordando la manera mordaz y taimada en que me había mirado. Doscientos dólares o no, había estado listo Página Los recuerdos de mi hermanita pequeña, Bria, y la horrible noche en que nuestra madre y hermana mayor, Annabella, habían sido asesinadas, nadó en el fondo de mi mente, un tiburón negro alzándose a la superficie. El recuerdo hundió sus dientes dentados y fríos en mi corazón. Fuego, tortura, destrucción, muerte. Todo eso y más había sucedido en esa única, y fatídica noche hace diecisiete años. Mis manos se cerraron en puños flojos, ocultando las cicatrices de la runa de araña que habían sido quemadas en mis palmas, cicatrices que eran un recuerdo constante de mi familia perdida. 20 La imagen de las llamas naranjas rojizas lamiendo la esbelta garganta de Cassidy parpadeó delante de mis ojos, junto con su rostro manchado de lágrimas. Recordándome otro lugar, otro tiempo, otra chica desesperada para que la salvara, que la convenciera que iba a estar bien, incluso si yo sabía que no iba a ser así. Que nunca volvería a estar bien. para matarme y a todos los demás en el restaurante por nada más que adrenalina. Maldita fuera si iba a dejar que se saliera con la suya. ―Maldito sea quien sea su padre ―dije―. Casi rajó la garganta de la chica. Voy a presentar cargos. Xavier se encogió de hombros. ―Tu elección. Sólo no esperes ganar algo con ello. Cerró las esposas de plata alrededor de las muñecas de Jack y jaló al elemental de Fuego para que se pusiera de pie. El movimiento abrupto sacó a Jake de su trance de parpadeos, y miró por encima de su hombro al policía, luego a mí. Le tomó unos pocos segundos para que la realidad de la situación penetrara en su duro cráneo. ―¿Llamaste a la policía? ¡Vas a pagar por esto, perra! ―gritó Jake. Cargó hacia delante, intentando liberarse de Xavier y llegar hasta mí. Pero Xavier lo detuvo fácilmente con una mano. Era difícil liberarse del agarre de un gigante. Pero en vez de quedarme donde estaba, le di vuelta al mostrador y me acerqué a Jake. Esta vez, dejé que viese lo fríos, apagados y duros que eran realmente mis ojos grises. ―Tú eres quien va a pagar cuando papi descubra que estás robando restaurantes, o que lo intentas. Pobre trabajo el que hiciste, en todos los sentidos. ―¡Perra! ―volvió a gritar―. ¡Vas a morir por esto! ¿Me escuchas? ¡Estás muerta! Jake volvió a arremeter hacia adelante, pero el policía gigante lo tiró hacia atrás por la nuca, para nada gentil. Xavier me guiñó un ojo, y sonreí. Estaba empezando a gustarme Xavier. Tendría que deslizarle un billete de cien o dos, la siguiente ocasión que lo viera trabajando en la puerta de Northern Aggression. Detective Donovan Caine. Página Xavier empujó a Jake McAllister y su amigo Lance a través de la puerta principal y hacia la parte posterior de una patrulla esperando. El otro policía, el hombre bajo, tomó las declaraciones de Cassidy y Eva. Acababa de terminar de hablar con las chicas cuando la puerta principal del Pork Pit se abrió y otro policía entró. Un hombre hispano alto con corto cabello negro, piel color bronce y ojos del color del whisky ahumado. 21 ―Vamos, Jake ―masculló Xavier―. Vayamos a la patrulla para que puedas llamar al viejo para que venga a pagar tu fianza. La mayoría de los policías en Ashland podrían ser conocidos por su apatía y avaricia, pero Donovan Caine era una rara excepción a la regla. Luchaba contra la corrupción rampante, sobornos y pagos que la mayor parte de la fuerza policial tomaba para mirar a otro lado y en realidad trataba de atrapar a los criminales. Y el detective, realmente, creía en toda esa cosa sensiblera de proteger y servir. Mi camino se había cruzado por primera vez con el de Caine hace varios meses cuando yo había asesinado a Cliff Ingles, su compañero corrupto. Además de obligar a entregar dinero y favores sexuales de prostitutas vampiro mientras él estaba de servicio, Ingles había violado y golpeado con saña a una de las hijas adolescentes de las prostitutas. Incluso entre la escoria en Ashland, Cliff Ingles había sido un príncipe real, y yo lo había acabado gratis. Mi propio tipo de servicio público. Donovan Caine no había sabido lo sucio que era su pareja y se obsesionó con atrapar al asesino de Cliff Ingles, yo. Por supuesto, el rastro se había enfriado, ya que yo no era nada más que profesional, pero eso no había evitado que Caine mantuviera el caso vivo e indagara en busca de información cada pocas semanas. Entonces nuestros caminos se habían cruzado una vez más, y en persona, hace dos meses, cuando había sido incriminada por el asesinato de un denunciante corporativo llamado Gordon Giles. Algunas personas desagradables pensaron que el detective tenía información que podría implicarlos en la posterior intriga y encubrimiento, y habían estado golpeándolo cuando yo había aparecido y acabado con ellos. Después de eso, Donovan Caine había unido, a regañadientes, fuerzas conmigo para encontrar al verdadero asesino. Sólo había visto al detective una vez desde entonces, en el funeral de mi mentor, Fletcher Lane. Caine había venido a ofrecer sus condolencias y a Página Aun así, la atracción entre nosotros había sido intensa, y el sexo apresurado que habíamos tenido en un armario de suministros había sido fantástico. 22 Durante el curso de nuestra investigación, habíamos tenido una ardiente cita de una noche, bueno, más como una cita ardiente de una hora, hace un par de meses, pero nada desde entonces. La mentalidad de chico explorador del detective era un punto de fricción entre nosotros. Encontraba su moral admirable, aunque poco práctica, en una ciudad tan sucia, violenta y corrupta como Ashland. Él encontraba mi falta de principios morales y cero remordimientos, para todas las cosas sangrientas que yo había hecho en mi antigua profesión, molestos, por decir lo menos. revisarme. Yo lo había besado allí mismo, en el cementerio. Después, él se había alejado de mí como un conejo asustado. Y no había visto ni hablado con el detective desde entonces. Pensaba mucho en él, sin embargo. Más de lo que yo quería. Y ahora él estaba aquí en mi tugurio, en mi pequeño rincón de la ciudad. Donovan Caine sintió mi mirada y levantó la cabeza. Nuestros ojos se encontraron, dorado sobre gris. Mi pecho se apretó, y el calor familiar inundó mis venas, empozándose en mi estómago antes de hundirse más bajo. Miré el abrigo azul marino del detective. El tejido de lana envolvía sus hombros e insinuaba debajo su cuerpo delgado y duro. Recordé la sensación de ese cuerpo duro. Su boca apretada contra la mía, nuestras lenguas estrellándose juntas. Las manos arañando la ropa del otro. El crujiente y limpio aroma de él llenando mi nariz. La forma en que había murmurado mi nombre una y otra vez como una maldición, o la respuesta a una oración, mientras había empujado en mí, rápido, duro y profundo. Mmm. El policía bajo me vio mirando al detective. Se acercó, le murmuró algo a Caine, y señaló con la cabeza en mi dirección. Probablemente señalándome como la propietaria y principal testigo. La mayoría de las mujeres, la mayoría de las amantes dejadas atrás, se habrían adelantado y exigido saber qué estaba haciendo Donovan Caine aquí. Por qué no había siquiera llamado. En cambio, incliné un codo contra el mostrador y permanecí indiferente, a pesar de que mi estómago se apretó a la vista de él. La paciencia era una de mis virtudes. Siempre lo había sido. El detective vendría a mí pronto. Menos de un minuto después, Caine terminó su tranquila conversación con el otro policía y caminó en mi dirección. Se detuvo a casi medio metro de distancia, sus ojos dorados fijándose en mi delantal azul manchado de grasa, vaqueros gastados y camiseta manga larga. Dos tomates escarlata adornaban la parte superior del algodón negro. ―Gin. Página Nos quedamos allí parados mirándonos el uno al otro. Una invisible corriente eléctrica tarareaba entre nosotros, disparando chispas de deseo caliente en todas direcciones. Respiré. El limpio y jabonoso aroma del detective llenó mi nariz, dominando al comino, la pimienta roja y otras especias en el aire. Donovan miró hacia otro lado y se aclaró la garganta. 23 ―Detective. Él sacudió su cabeza, y lo seguí hasta el otro lado del restaurante, fuera del alcance del oído de todos los demás. ―¿Quieres decirme qué pasó? ―preguntó en voz baja. ―¿Quieres decirme por qué estás aquí? ―repliqué―. Los detectives no suelen venir por robos en el Southtown, especialmente aquellos que son frustrados. Donovan se me quedó mirando. ―Correcto. Le pedí a despacho que me dejara saber si había incidentes en el Pork Pit. ―¿Por qué? ¿Temeroso que se me podría ocurrir matar gente en mi lugar de trabajo? No debes haber recibido la nota, pero me he retirado, detective. Sus cejas negras se juntaron con sorpresa. ―¿Retirado? Asentí. ―Retirado. Ahora me paso los días aquí en el Pork Pit sirviendo la mejor barbacoa, ensalada de col, y té helado de mora en Ashland. Alguna emoción brilló en sus ojos ámbar. Podría haber sido alivio o incluso esperanza, pero se había ido antes de que pudiera descifrarlo. ―Bueno, bien por ti, supongo. Me encogí de hombros. Mi renuncia al negocio de asesina no era buena o mala. Fletcher Lane había estado detrás de mí para que me retirara por meses antes de su asesinato. Después de su muerte, había decidido honrar el último deseo del anciano. Nada más, nada menos. Pero a medida que mis ojos se deslizaron por el cuerpo de Donovan Caine, no pude evitar preguntarme si mi revelación sería suficiente para tener al detective de nuevo en mi cama. Desde luego, no podía hacer daño. Donovan sacó un bolígrafo y una libreta del bolsillo de su cadera. ―Así que dime al respecto. ―Fácilmente ―estuve de acuerdo―. Pero una de las chicas estaba en el suelo junto a mí. ―¿Y no querías que te viera hacerlo? Me encogí de hombros. Página ―¿Por qué no los mataste? ―preguntó en voz baja―. Ambos sabemos que podrías haberlo hecho. 24 Recapitulé los acontecimientos de la última hora. Después que terminé, Caine se quedó inmóvil, su pluma congelada sobre su bloc de notas, girando sobre algo en su mente. Luego levantó sus ojos dorados hacia mí. ―Los testigos son malos, detective. Te he dicho eso antes. Él resopló. ―Y yo aquí que pensaba que estabas desarrollando un corazón. La decepción matizaba sus palabras. Ignoré la nostalgia que el sonido agitaba en mí. ―Oh, siempre he tenido un corazón, detective ―respondí en un tono alegre―. Sólo que no dejo que me impida hacer lo que necesita ser hecho. Eso sería débil, y yo no soy débil. No lo he sido en mucho tiempo. ―No, débil es una cosa que definitivamente no eres. ―Donovan me miró―. Puede ser que te retiraras, pero realmente no has cambiado en absoluto, ¿verdad, Gin? ―Eso depende de tu definición de cambio. ¿Estoy de repente yendo a transformarme en una mamá de fútbol o un corazón sangrante que permite que las personas caminen sobre ella? No, y no quiero. Pero he reevaluado mi vida, mis prioridades, y he decidido cambiarlas en consecuencia. Habiendo dicho eso, si alguien me empuja, viene a mí como esos dos payasos hicieron, voy a empujar en respuesta, tres veces más duro. Ser una asesina ha sido mi forma de vida desde que tenía trece años, detective. No voy a olvidar lo que hice durante los últimos diecisiete años sólo porque no voy a hacerlo nunca más. ―Ya veo. Esta vez, la decepción fue tan aguda como uno de los cuchillos de plata ocultos en mis mangas. Donovan Caine todavía me quería, pero él quería que su conciencia estuviera clara al respecto también. Yo no era la única que tenía que cambiar. Caine aclaró su garganta. ―¿Sabes quién es el chico rubio? ―Jake McAllister. El más querido y más cercano familiar de Jonah McAllister. El policía gigante me lo dijo, entonces me preguntó si todavía quería presentar cargos. ―Si lo hace, yo me encargaré de la manera en que siempre lo hago. Con rapidez. Eficientemente. Permanentemente. Página ―¿Xavier? Él es un buen tipo. Probablemente pensó que te estaba haciendo un favor, permitiéndote saber sobre el chico y sus conexiones. Porque a Jonah McAllister no le va a gustar esto. Podría causarte un montón de problemas. 25 Donovan miró al policía, quien podía ser visto parado en la acera a través de los escaparates frontales. ―¿De la forma en que siempre lo haces? Pensé que estabas tratando de cambiar. ―Lo estoy ―le contesté―. Pero basura blanca sigue siendo basura blanca, detective. Nadie viene a mi restaurante, trata de secuestrar el lugar, y amenaza a mis clientes. No me importa quién es su papá. Nos miramos el uno al otro. No por primera vez, deseaba arrastrar al detective cerca, empujar sus labios a los míos y ver si el sexo sería tan caliente y duro y bueno como lo había sido antes. Sin duda, tendríamos más espacio para maniobrar en una de las mesas de lo que habíamos tenido en el armario de suministros. Mmm. Pero yo no iba a dar el primer paso. Había hecho eso antes. Si el detective me quería, podría hacérmelo saber. Pero no lo hizo. En cambio, Donovan Caine me miró fijamente, sus ojos trazando mis rasgos, como si estuviera memorizándolos. Como si estuviera planeando nunca verme de nuevo. Tal vez no lo iba a hacer. La idea hizo que mi estómago se retorciera, pero mantuve mi cara calmada y sin expresión. No había sobrevivido tanto tiempo llevando mi corazón expuesto. No planeaba hacerlo ahora. Ni siquiera por él. Finalmente, Donovan tendió su mano. La tomé. Sus dedos se sentían duros, fuertes, capaces contra los míos, y el calor de él calentó todo mi cuerpo. Donovan dejó caer mi mano como si esta lo quemara. Tal vez lo hacía, quererme tanto, la mujer que había matado a su compañero. Había oído al detective decir una vez que no jodías con el asesino de tu compañero. Pero él lo había hecho, dos veces, y lo disfrutó. Y todavía se odiaba a sí mismo por eso. ―Ten cuidado, Gin. ―Tú también, detective. Tú también. Página 26 Donovan Caine asintió hacia mí por última vez. Luego el detective giró sobre sus talones y salió por la puerta, dejando mi tugurio y corazón un poco más vacío y más frío de lo que habían estado antes. 3 Traducido por Gemma.Santolaria y AnnaTheBrave Apenas pasó un minuto antes de que la puerta principal se abriera una vez más, haciendo sonar el timbre de la campana. Miré hacia arriba, preguntándome si el detective había cambiado de opinión acerca de, bueno, nada. Todo. Pero el hombre que entró al Pork Pit no fue Donovan Caine u otro policía. Su traje era demasiado bueno para eso. La tela negra cubría sus hombros, destacando una figura que era compacta, robusta y fuerte. Dada su estructura corporal, habría pensado en él como un enano. Pero su uno ochenta y cinco, era demasiado alto para eso. Tenía una espesa mata de cabello de un brillante negro azulado, mientras que sus ojos eran de un violeta claro. Una blanca cicatriz delgada cortaba en diagonal su barbilla. Compensando la inclinación de su torcida nariz. Esas eran las dos únicas fallas en sus rasgos cincelados, que de algún modo agregaban aún más carácter a su rostro, en lugar de empeorar su buena apariencia. Tenía una impresionante figura. contundente. Alguien que exigía atención. Llamativo, confiado, agresivo, Alguien que valía la pena ver. Especialmente desde que resultaba vagamente familiar para mí. ―Eva ―dijo con una voz que retumbó como un trueno―. ¿Estás bien? Eva subió la cremallera de su mochila. Página Pero el hombre entró solo. Sus claros ojos recorrieron el interior del restaurante, haciendo una pausa en las manchas de sangre del suelo. Después de un momento, su mirada se movió y se paró en las dos chicas, que estaban recogiendo sus libros para irse. 27 Medio esperaba un par de guardias gigantes siguiendo al hombre dentro del Pork Pit. La mayoría de la gente rica en Ashland empleaba al menos un par, y este hombre era definitivamente rico, a juzgar por su elegante traje y su comportamiento confiado. ―Estoy bien, Owen. El hombre se movió para estar a su lado. Caminaba con rigidez pero con propósito, como una excavadora haciéndose paso a través de los dientes del león. ―Dime lo que pasó. ―Dije que estaba bien ―repitió con voz irritada, como si hubieran tenido esta discusión muchas veces antes―. También te dije que no había ninguna necesidad de que vinieras aquí. Nunca me escuchas. ―Soy tu hermano mayor ―dijo―. Se supone que tengo que cuidar de ti. ¿Hermano mayor? Sí, podía ver eso. Eva tenía la misma coloración como el hombre treintañero. Cabello negro azulado, ojos claros, piel lechosa. La hacía hermosa. A él también, de un modo frío. ―Ahora, dime lo que pasó ―exigió el hombre de nuevo. Eva rodó los ojos y lanzó un recuento sobre el intento de robo. Mientras hablaba, el hombre cruzó los brazos sobre su pecho. Sus bíceps se hincharon con el movimiento, y comenzó a tocar con un dedo el codo opuesto. A pesar de los movimientos, estaba totalmente centrado en su hermana, como si fuera la cosa más importante en el mundo para él. Tal vez lo era. Se quedó mirando la roncha roja en su mejilla, y sus manos se cerraron en puños. Tuve la clara sensación de que le encantaría tener un poco de tiempo a solas con Jake McAllister. Cuando Eva terminó su historia, su hermano mayor volvió su atención hacia mí. Por primera vez, sentí la fuerza de su mirada. Aguda, astuta, calculadora. Como mirarme a los ojos. Él se adelantó y tendió su mano. ―Owen Grayson. Bueno, los golpes sólo seguían llegando. Primero, Jake McAllister decidió honrar mi restaurante con su presencia, y ahora Owen Grayson había venido a recoger a su hermana. Definitivamente alguien que valía la pena ver. ―Gin Blanco. ―¿Gin? Página Tenía sus dedos en un montón de pasteles para hacer dinero. Con su suave traje y las características cinceladas, Grayson no tenía la ostentosa y mortal luminosidad en su cara de Mab Monroe, quien disfrutaba hacer alarde de su condición de chica de oro de la ciudad. Aun así, conocía el poder cuando lo veía, elemental o cualquier otro. Y Owen Grayson tenía un montón. 28 Había oído hablar de él, por supuesto. Grayson era uno de los empresarios más ricos de la ciudad. Minería, madera, fabricación de metal. ―Igual que el licor ―bromeé. Los ojos de Owen Grayson brillaron ante mi tono irónico, pero aun así puse mi mano en la suya. Los dedos de Grayson se cerraron alrededor de mi piel como gruesas cuerdas de kudzu. Duro, resistente y casi indestructible. Puede que no fuera un enano, pero tenía que haber un poco de sangre en sus venas. Era el único modo de explicar este tipo de agarre. Grayson miró a sus manos entrelazadas y frunció el ceño, como si lo hubiera sorprendido estáticamente o algo así. Tal vez lo había hecho, porque sentí un breve pinchazo en mi palma. La sensación se desvaneció, y apreté mi propio agarre, sólo para demostrarle que no me intimidaba fácilmente. Una pequeña sonrisa tiró de sus labios, como si encontrara divertida mi demostración de fuerza. Le di una mirada fría. La hostilidad debe haber aparecido en mis ojos grises porque Owen Grayson me dejó ir primero. Eva Grayson observó el intercambió con interés. También lo hacía su amiga Cassidy. Sophia Deveraux ya se había retirado a la parte posterior del Pork Pit para comenzar a cerrar el restaurante por la noche. Owen Grayson me miró un momento más antes de volver a su hermana. ―Por lo menos, esta noche se ha probado mi punto sobre Southtown. A partir de ahora, alguien va a estar contigo en horario escolar. Eva rodó los ojos de nuevo. Parecía como algo que hacía a menudo cuando su hermano mayor estaba alrededor. ―No. No más guardaespaldas. Tengo diecinueve años, Owen. Estoy en la universidad. Puedo cuidarme a mí misma. ―¿Cómo hiciste esta noche? ―respondió. ―Esta noche fue un momento rarísimo, y tú lo sabes ―replicó ella―. No voy a dejar que lo uses como una excusa. Además, estaba perfectamente a salvo en todo momento. ―Ese moretón en la mejilla me dice lo contrario. Los pálidos ojos de Owen recorrieron mi cuerpo. Probablemente preguntándose cómo había tenido la fuerza, las bolas, o la pura suerte de hacer eso. Página ―¿Quieres que tenga un guardaespaldas? Entonces contrátala. ―La chica dirigió su dedo hacia mí―. Porque ella sacó al elemental de Fuego como si fuera nada. Y cocina. 29 Owen fulminó con su mirada a su hermana, pero la hostil mirada se deslizó como el agua. Parecía como algo que ella ignoraba un montón. En cambio, Eva le dio una mirada tranquila y calculadora. Había tomado una gran cantidad de trabajos sucios en mi tiempo, ¿pero ser un guardaespaldas para una chica universitaria? Podría haberme retirado de ser una asesina, pero no me había vuelto loca. ―Lo siento. Mi tarjeta de baile está completa. Owen asintió. ―A pesar de la oferta de empleo, salvaste la vida de mi hermana. Te lo debo. Dime tu precio. Mi turno para rodar mis ojos. ―No quiero tu dinero, y no lo necesito. Su mirada violeta se movió alrededor del restaurante, tomando las difusas huellas de cerdo del suelo y las mesas y sillas muy gastadas. Incredulidad llenó sus rasgos, pero fue lo suficientemente caballero sureño como para no llamarme mentirosa en la cara. Poco sabía él que estaba diciendo la verdad. Había ganado mucho dinero ―mucho dinero― de mis trabajos de asesina a lo largo de los años, y Fletcher me había dejado un legado excepcionalmente sano en su testamento. Podría sangrar en billetes de cien durante años, incluso décadas, y no me dolería ni un poco. Pero en vez de ofrecerme su dinero de nuevo, Owen metió su mano en su traje y sacó una pequeña tarjeta blanca. La tomé de él. Junto con su nombre y su número de teléfono celular, un martillo estaba estampado en la hoja de plata de la tarjeta. La runa de Grayson. Un grande y pesado martillo, que simboliza la fuerza, el poder, el trabajo duro. ―Si alguna vez necesitas algo, por favor, no dudes en llamar, día o noche ―dijo. Mi dedo trazó la runa del martillo y memoricé su número. Puede que no fuera una cosa mala tener a alguien como Owen Grayson debiéndome un favor. Además, Finnegan Lane, mi hermano de crianza y socio general de la delincuencia, me mataría si lo rechazaba. ―Está bien. Bloqueamos nuestras miradas. Frías, calculadoras y astutas en ambos lados. Grayson inclinó su cabeza hacia mí. Yo hice lo mismo, y teníamos un acuerdo. Mantuvo la puerta abierta para ellas, y se dirigieron hacia fuera. Owen Grayson hizo una pausa, mirando por encima del hombro. El empresario se me quedó mirando un momento antes de salir a la oscura noche. Página ―Vamos chicas. Hora de irse. 30 Owen se volvió hacia las dos mujeres. Cerré la puerta tras ellos tres y volví la señal a Cerrado. Apenas eran pasadas las siete, pero no íbamos a tener más clientes esta noche. Estando cerca de Southtown, la gente podía oler la violencia mejor que los sabuesos. Además, no tenía ganas de fregar la sangre de Jake McAllister todavía. Fui a la parte de atrás y le di las buenas noches a Sophia. La enana gótica gruñó, recogió su jarra de cristal Mason llena de frijoles del horno, y salió por la puerta de atrás para ir a casa de su hermana, Jo-Jo. Después de asegurarme que las estufas, la freidora francesa, y las luces estaban apagadas, la seguí hacia el callejón que había detrás del restaurante. Me paré en las sombras negras al lado de uno de los contenedores de basura, mirando, escuchando, buscando. Pero nada se movía en la fría y silenciosa noche, ni siquiera las ratas ni los gatos callejeros en busca de basura. Aun así, rocé los dedos contra el duro ladrillo del restaurante, usando mi magia elemental para escuchar la piedra. Por unos minutos, de todos modos. Los tipos como Jake McAllister siempre pensaban que eran más duros de lo que realmente eran. Página Aun así, miré y escuché un momento más, buscando por la forma reveladora de un medio gigante o algún parpadeo de fuego en las sombras. Pero Jake McAllister no me esperaba. Papá probablemente lo estaba rescatando de la cárcel en este momento. McAllister estaría aquí tarde o temprano, sin embargo. Había conseguido lo mejor de él, y él lo sabía. No estaría satisfecho hasta que me devolviera el favor. Tenía la esperanza de que lo intentara. Podría aliviar algo del aburrimiento que se había apoderado de mí estos dos últimos meses desde mi jubilación. 31 El murmullo lento del ladrillo era uno silenciado, tapado con satisfacción, del modo en que los estómagos y las arterias de los clientes del Pork Pit se sentían después de comer un grueso sándwich de barbacoa jugosa y caliente. Con el tiempo, las emociones, los sentimientos, y las acciones se hundían en la tierra y sobretodo en la piedra, donde podían persistir indefinidamente hasta que otra cosa, alguna otra acción viniera a añadirse, cambiarlas o dominarlas. Mi magia elemental de Piedra me permitía sentir estas vibraciones, analizarlas e interpretarlas e incluso cambiarlas si quería. Pero el breve toque de violencia que había sucedido antes en esta noche no había durado lo suficiente ni había sido lo bastante brutal como para que el ladrillo lo recogiera permanentemente en sus vibraciones. Bien. Satisfecha de que el elemental de Fuego no iba a venir a dispararme esta noche, dejé caer mi mano del frío ladrillo y me dirigí a casa. Caminé tres bloques en la llovizna, cortando a través de callejones, y doblando hacia atrás cinco veces antes de estar segura que nadie me seguía. Claro, era una asesina retirada, pero eso no significaba que no había gente por ahí que no quisiera verme muerta. Como la Araña, había matado mi parte de hombres y mujeres poderosas a través de los últimos años, y no iba a tomar ningún riesgo por seguridad, retirada o no. Veinte minutos más tarde, recuperé mi auto ―un robusto Benz de plata que me había comprado recientemente― de un garaje de estacionamiento cerca del restaurante y me dirigí hacia el lugar de Fletcher. El tráfico era escaso en las calles del centro que rodeaban el Pork Pit. Los banqueros, los hombres de negocios, y otros tiburones corporativos habían huido hace tiempo de los delgados rascacielos de la ciudad a la comodidad de sus elegantes casas en Northtown. Sus secretarios y el personal subalterno vivían en los barrios que se agrupaban alrededor del corazón de la ciudad, mientras que los conserjes, camareros y otros trabajadores serviles tenían sus casas en lar ásperas calles de Southtown. Página Mientras Southtown parecía el pozo en el fondo de una taza de café, Northtown era el merengue batido en la parte superior de un pastel de chocolate. Había que tener dinero para vivir en Northtown. Un montón de ello, para permitirse una mansión al estilo plantación. Conexiones y un linaje que remontara a cientos de años no estorbaban tampoco. Pero a pesar de su esmalte, la gente en Northtown no era mejor que los de Southtown. Todos ellos eran peligrosos. La única diferencia era que la gente de Northtown te serviría té y sándwiches de pepino antes de que te jodieran. 32 La ciudad de Ashland estaba repartida en tres estados, Tennessee, Virginia y Carolina del Norte. Las fronteras oficiales podrían haber mostrado que es una ciudad cohesionada, pero la zona está realmente dividida en dos secciones distinguidas, Northtown y Southtown. Vestigios de los días de la Guerra Civil, que nunca se habían desvanecido. Los extensos confines circulares del centro de la ciudad unían las dos mitades de la ciudad, pero tenían poca semejanza entre sí. Los trabajadores pobres y de cuellos azules poblaban Southtown, junto con las prostitutas vampiros, los pandilleros, los drogadictos, y todas las otras formas de paletos y basura blanca. La mayoría de ellos vivían en deterioradas casas adosadas y en unidades de vivienda pública que parecían refugios atómicos. El Pork Pit estaba cerca de la frontera de Southtown. Las ratas callejeras de Southtown eran mucho más eficientes. Ellos cortarían tu garganta, tomarían tu billetera y estarían listos para hacérselo a alguien más antes de que siquiera tocarás el suelo del callejón. Me tomó veinte minutos caminar desde el distrito del centro hacia las afuera de los suburbios al noroeste de la ciudad. Conduje por barrios privados con nombres cursis como Davis Square y Peachtree Acres y finalmente volví a un camino de tierra lleno de baches que terminaba en una de las cordilleras que cortaban a través de la ciudad. Monté sobre los bultos y protuberancias en el camino, ya acostumbrada a la sensación del golpeteo de los dientes para ahora. A Fletcher Lane le había gustado su privacidad, y por eso su casa estaba junto a un acantilado tan empinado que ni una cabra de montaña podría subir por él. Conduje el auto a través de los esqueléticos restos de árboles que flaqueaban lo que pasara por el camino de entrada. Subí por una colina y la casa apareció a mi vista. Además de dejarme el Pork Pit en su última voluntad y testamento, Fletcher Lane también me había legado su casa, una estructura de tablas de madera de tres pisos que había sido construida antes de la Guerra Civil. Se habían hecho varias mejoras y adiciones a la casa en los últimos años, ninguna de las cuales combinaba. Piedra gris, arcilla roja, ladrillo marrón. Todo eso y mucho más se podían ver en la casa, junto con un techo de lámina, persianas negras y aleros azules. Todo esto me recordaba a un alfiletero en el que alguien había pegado una variedad de implementos al azar, sin pensar si realmente iban bien juntos o no. Estacioné el Benz y pasé los ojos sobre lo que pude ver del patio. Se extendía un centenar de metros delante de la casa antes de caer lejos en una serie de acantilados. Más allá de la caída, los Montes Apalaches alrededor eran manchas de carbón en un cielo nocturno cubierto con un manto de estrellas de diamantes y la corona reluciente de una media luna. Gran vista, especialmente por la noche. Los sonidos de los árboles, el viento y pequeños y escurridizos animales corrían través de las piedras. Suave y reconfortantes murmullos tan familiar para mí como una canción de cuna. No hay visitantes hoy. No esperaba ninguno, pero nunca se pierde nada verificando dos veces. Había sobrevivido Página Para un observador casual, probablemente me veía como si estuviera atando mis zapatos. Habrías tenido que prestar mucha atención para ver el destello de magia en mis ojos grises o darse cuenta que tenía mis manos presionadas contra la grava fría y húmeda de la calzada. 33 Salí del auto y me agaché detrás del Benz, manteniéndolo entre mi persona y la casa extensa. tanto tiempo, a pesar de todas las probabilidades increíbles y los riesgos de mi antigua profesión, no iba a conseguir que me mataran porque había cometido un error de novato, como no verificar la grava antes de que entrar en la casa de Fletcher. Una vez que me había asegurado que todo estaba como debería estar, cogí mi bolso y me dirigí a la casa. Pero antes de deslizar mi llave en la cerradura de la puerta delantera, llevé los dedos contra la piedra que la enmarcaba y componía. Profundo y rico granito negro tan duro y sólido que un gigante tendría un momento difícil al aporrearlo. Venas delgadas de plata brillaban en el granito, añadiendo su belleza oscura. Pero el metal mágico tenía otro propósito además de la mera decoración. La plata podría absorber cualquier tipo de magia elemental que venía a su camino ―Piedra, Aire, Fuego o Hielo― así como los derivados de los elementos. En lugar de ser verdaderos elementales y ser capaces de aprovechar uno de los cuatro grandes, como se les llamaba, algunas personas estaban dotadas en otras áreas, como el metal, el agua, la electricidad, o incluso ácido. Independientemente, la plata en la puerta absorbería un poco de poder si alguien decide usar la magia para forzar la entrada. Había gastado una fortuna instalando el granito aquí y en otros lugares estratégicos en toda la casa, pero valía la pena asegurarse que era seguro. Ayudaba a dormir más fácil. El zumbido del granito era bajo y silenciado, al igual que la gravilla en la calzada. Nadie había estado cerca de la puerta todo el día. Bien. Había tenido suficientes emociones ya. Abrí la puerta y entré. Dada su construcción inusual, el interior de la casa se parecía a una madriguera de conejo. Habitaciones pequeñas, pasillos cortos, espacios impares aquí y allá y abriéndose en áreas completamente nuevas. Cuando vivía aquí de niña, tenía que dibujarme a mí misma un mapa sólo para llegar desde mi habitación en el segundo piso hasta la puerta principal y viceversa. Tiré mis llaves hacia un tazón junto a la puerta, me quité las botas, y me dirigí hacia la parte posterior de la casa, donde estaba la cocina. Página El anciano había recogido un montón de cosas en su tiempo en esta tierra. Muebles, platos, herramientas, raros pedazos de metal, madera, vidrio. No había tenido el corazón para limpiar nada de eso todavía. El aire calmado olía ligeramente a él, como azúcar, especias y vinagre arremolinados juntos. 34 Fletcher Lane había vivido en esta casa setenta y siete años. Había nacido aquí, y probablemente habría muerto aquí, si no hubiera sido asesinado por un elemental de Aire. Sin embargo, la cocina, la cocina era mía. Siempre lo había sido, desde el momento en que me había mudado cuando era una adolescente sin hogar hasta cuando había establecido mi residencia de nuevo hacía varias semanas después del funeral de Fletcher. Entré y encendí la luz. La cocina era una de las habitaciones más grandes de la casa, y una isla larga y delgada la dividía de una pequeña sala que contenía un televisor, pilas de libros, un sofá, y un par de sillones reclinables. Ollas de cobre y sartenes colgaban de un estante de metal sobre la isla. Una estufa nueva de alta gama, un frigorífico y un congelador flanqueaban la mitad de la pared del fondo, mientras que una serie de ventanales tomaba el otro lado. Varios bloques de carnicero llenos de cuchillos de plata también poblaban la cocina. En la isla. En el mostrador. En el estante de la especia. Detrás del horno de microondas. Nunca tenías demasiados cuchillos por ahí si amabas cocinar como yo, o fueras una ex asesina. Me serví un vaso de limonada, luego envolví la mano alrededor del vaso y me concentré, tratando de alcanzar el profundo poder frío dentro de mí. Además de ser una elemental de Piedra, también tenía el raro talento de poder manipular a otro elemento, Hielo. Mi magia de Hielo era mucho más débil, sin embargo. Todo lo que realmente podía hacer con ella eran pequeñas formas, como cubos o fichas. Un cuchillo, cuando surgía la necesidad. Pero a menudo las pequeñas cosas te salvan. Una lección que había aprendido al luchar contra Alexis James hace unas semanas. La elemental de Aire me habría matado, me habría desollado viva con su magia, si yo no hubiese formado un témpano irregular con mi poder y le hubiese cortado la garganta. Busqué mi fría magia de Hielo, y un momento después, pequeños cristales de hielo en forma de copo de nieve se extendían por mi palma y dedos. Estaban helados por el lado del vidrio, se arqueaban sobre el labio, y corrían hacia abajo en la limonada. Entonces sostuve mi mano con la palma hacia arriba y alcancé mi magia de nuevo. Los tres primeros dibujos representaban una serie de runas, los símbolos de mi familia muerta. Un copo de nieve, la runa de la familia Snow, y mi madre, el símbolo de Eira, que representaba la calma helada. Una enredadera de hiedra que se encrespa para mi hermana mayor, Annabella, en Página Tomé mi limonada hasta el fondo, dejándome caer en uno de los sillones, y puse mis pies con calcetines sobre la mesa de café llena de cicatrices. Como siempre, mis ojos se movieron a una serie de dibujos enmarcados apoyados en la repisa de la chimenea. Tres dibujos a lápiz que había hecho para una de mis clases de la universidad y otro, más reciente. 35 Una luz fría color plata brilló allí, centrada en la cicatriz de la runa de araña incrustada en mi palma. Después de un momento, la luz se fundió en un par de cubitos de hielo, que cayeron en mi bebida. representación de la elegancia. Una delicada prímula intrincada para mi hermana menor, Bria, que simboliza la belleza. La cuarta runa tenía la forma de un cerdo sosteniendo un plato de comida. Una representación exacta de la señal de neón multicolor que colgaba sobre la entrada del Pork Pit. No era una runa, no realmente, pero lo había dibujado en honor de Fletcher Lane. El Pork Pit había sido mi hogar durante los últimos diecisiete años, desde el asesinato de mi madre y mi hermana mayor. Este y Fletcher eran uno y lo mismo para mí. Sostuve mi limonada en un brindis silencioso a las runas, a la familia que había perdido hace mucho tiempo, y a Fletcher, cuya muerte era todavía una dolorosa herida abierta en mi pecho. Pero los dibujos en el mantel no eran las únicas runas que se encontraban en la casa. Tenía una runa también. Dos de ellas, en mi carne. Dejé mi limonada, estiré las palmas de mis manos, y miré las cicatrices de plata que decoraban mi piel. Un pequeño círculo rodeado por ocho rayos delgados, uno a cada lado. Mi runa, que representa a una araña, el símbolo de la paciencia. La runa había sido una vez un medallón, un encanto inocente ensartado en una cadena de plata; hasta que la elemental de Fuego que había asesinado a mi familia me había torturado grabando la runa entre mis manos y haciendo que me aferrara al metal mientras ella lo sobrecalentaba. La plata finalmente se había derretido en mis manos, marcando con la runa para siempre. Marcándome como la Araña en más de un sentido. Y no era la única que no podía olvidar el pasado. Me incliné hacia delante, cogí una gruesa carpeta de la mesa de café, y arranqué una imagen de archivo. Una mujer me miró. Una hermosa criatura, con el cabello rubio, ojos azules aciano, y la piel de color de rosa. Pero sus ojos eran fríos y duros, con la boca apretada en la cara que le restaba valor a sus rasgos delicados. Una runa colgaba de una cadena alrededor de su cuello. Una prímula. El símbolo de la belleza. Pero Fletcher Lane me había enviado un regalo final desde la tumba, la foto de Bria. La prueba de que todavía estaba viva en algún lugar en el mundo. La imagen era la única cosa buena en la carpeta. El resto era sobre el asesinato de mi familia. Los informes policiales, fotos de la autopsia, y todas las Página Durante diecisiete años, había pensado que Bria había muerto esa noche, junto con nuestra madre y hermana mayor. Pensé que había sido aplastada por las piedras que caían de nuestra casa en llamas. Que yo había causado su muerte al usar mi magia de Piedra al derrumbar la casa con el fin de tratar de escapar de mis torturadores y salvarla. 36 Bria. Mi hermana menor. especulaciones que habían seguido el brutal e inesperado asesinato de la familia Snow. ―¿Por qué lo hiciste, Fletcher? ―murmuré―. ¿Por qué dejarme la información sobre mi familia? ¿Sobre sus asesinatos? ¿Por qué la foto de Bria? ¿Dónde está ella? ¿Cómo la encontraste? ¿Cuándo ibas a decirme sobre ella? Silencio. Fletcher se había ido donde no podía interrogarlo, y nunca iba a volver. Todo lo que quedaba era esta carpeta de información horripilante y una sola imagen de Bria, ninguno de los cuales había ayudado a localizar a mi hermanita. Pero la foto de Bria no había sido la única sorpresa en la carpeta. También había un trozo de papel con un nombre en él. Mab Monroe, escrito y subrayado dos veces en la escritura apretada de Fletcher. Eso era todo lo que había en el papel. Todavía no sé porqué Fletcher había escrito su nombre y lo había puesto en el interior con el resto de la información. ¿Fue Mab Monroe la elemental de Fuego que había matado a mi madre y a mi hermana mayor? Si era así, ¿por qué? ¿Por qué lo había hecho? Mab Monroe podría ser poderosa, pero también se había ganado mucho enemigos a través de los años. Antes, cuando todavía había estado trabajando como la asesina Araña, Fletcher había recibido varias solicitudes al año de personas que querían que ella fuese eliminada. Ambos estábamos de acuerdo que era una tarea imposible, que Mab tenía demasiada gente a su alrededor, que era demasiado fuerte en su magia para ser derribados en silencio por una sola persona. Pero eso no había hecho que Fletcher dejara de recopilar toda la información que podía sobre la elementa de Fuego, sus secuaces, y su organización. Siempre me había parecido que Fletcher Lane tenía algún interés secreto en querer a Mab Monroe muerta. Un deseo que nunca había sido capaz de averiguar, a menos que tuviera algo que ver conmigo y con el asesinato de mi familia. Luego suspiré. El anciano había recopilado la información sobre el asesinato de mi familia por una razón. Sólo que no me había dicho cuál era antes de haber sido asesinado. No era su culpa que yo no fuera lo suficientemente inteligente como Página Mis movimientos bruscos sacudieron los dibujos enmarcados en la repisa de la chimenea. El dibujo de Fletcher, el del cartel del cerdo sobre el Pork Pit, se deslizó hacia abajo. Lo miré por un momento. 37 Todo era un gran círculo de especulación. No sabía las respuestas de nada, y había estado volviéndome loca tratando de descifrarlos. Frustrada y disgustada, una vez más, tiré la carpeta y la imagen de Bria abajo en la mesa de café y me puse de pie. para entenderlo, o para encontrar a Bria. Algo que no estaba muy segura de querer hacer. Había tardado años para poner el asesinato de mi familia detrás de mí. No sabía si quería desenterrar el pasado de nuevo, o de cómo Bria reaccionaría cuando me viera y se enterara de lo que había estado haciendo todos estos años. Pero nada iba a resolverse esta noche. No esta noche, tal vez jamás. Preocuparse no me ayudaría a desentrañar los misterios que Fletcher Lane había dejado atrás. Página 38 Suspirando, me acerqué y pasé los dedos sobre cada uno de los cuatro dibujos, empujando el marco torcido de Fletcher de nuevo hacia su posición correcta. Entonces me di la vuelta y me dirigí al baño para lavarme la grasa, la suciedad y la sangre del día. 4 Traducido por Minia16 y Mariandrys ―Voy a matar a esta persona ―dije con frialdad―. Lentamente. Dolorosamente. Haré que duela de verdad. Haré que lo sienta. Estampé la edición matinal del Ashland Trumpet contra el espacio vacío que había al lado de la caja registradora. Ahí estaba, al principio de la sección B. Una historia que detallaba el intento de robo de anoche en el Pork Pit, junto con una imagen de archivo del exterior del restaurante. El titular rezaba “Dueña y cocinera frustran atraco a restaurante” y se extendía por toda la maldita página en una letra de tamaño cuarenta y cinco. Respiré hondo, pero la grasa y las especias que condimentaban el aire de la cocina matutina no me calmaron del modo en que solían hacerlo. Volví a fijar la mirada en el periódico, preguntándome cómo había podido ser tan descuidada como para que el Pork Pit reluciera por toda la portada. La publicidad era algo que no necesitaba. Lo último que necesitaba. No había anunciado mis servicios cuando había estado trabajando como asesina, y desde luego que no quería transmitir mi paradero ahora que estaba retirada. No es que alguien tuviera alguna razón para sospechar que Gin Blanco, dueña de un restaurante y universitaria a tiempo parcial, era en realidad la famosa asesina la Araña. Pero aun así me preocupaba. La paranoia era buena. Me había mantenido viva hasta ahora. No había ninguna razón para abandonarla ahora. Página Fulminé con la mirada a Finnegan Lane, que estaba sentado en un taburete enfrente de mí, bebiéndose una taza de café de achicoria. Finnegan se veía tal como el banquero estafador y de habla tranquila que era. El traje gris a medida le sentaba bien a su firme complexión, junto con un abrigo de lana a juego. Su camisa hecha a medida y almidonada iluminaba sus ojos, que eran del suave verde de una botella de refresco. Su cabello de color nuez se rizaba sobre el cuello de su abrigo. Sus abundantes rizos tenían un aspecto sexy, estiloso y 39 ―Venga, Gin. No es para tanto. ―Una profunda voz masculina interrumpió mis pensamientos―. Al menos te puso como heroína en lugar de villana. ¿Con qué frecuencia ocurre eso? revuelto que le había llevado conseguir a Finn al menos diez minutos, dos espejos y varios chorros de producto. Además de ser un hombre adinerado, Finnegan Lane también era el hijo de mi mentor, Fletcher. Finn era como un hermano para mí y una de las pocas personas en las que confiaba desde el asesinato del anciano. Finn era también ahora mi encargado, a falta de una palabra mejor. No le gustaba mi decisión de retirarme, ya que le privaba de su lucrativa tasa del quince por ciento como encargado, pero entendía porqué lo había hecho. Que estaba honrando los deseos de Fletcher. Además, Finn tenía suficientes planes poco legales para mantenerse ocupado… cuando no estaba por ahí follándose a todo lo que llevara minifalda o asistiendo a una función de la alta sociedad y codeándose con sus clientes que eran todavía más retorcidos, deshonestos y peligrosos que él. ―Además ―continuó Finn en tono escueto―. No puedes matar al reportero. Nadie lo quiere muerto, ergo, no hay nadie que te pague tu bastante cuantiosa tasa. Recuerda lo que dijo papá: nunca trabajes por nada. Finn le dio otro trago a su café. Respiré hondo, dejando que los apetitosos aromas de la cafeína llenaran mis pulmones. Fletcher había bebido el mismo café de achicoria cuando estaba vivo, y el familiar olor a tostado me reconfortaba más que un cálido abrazo. Finn tenía razón. No podía matar al reportero por hacer su trabajo. Sin importar cuántos problemas me acabara de causar con su historia. ―De acuerdo, pues no lo mataré ―dije―. ¿Y si lo llevas a la quiebra? ¿Si le reclamas la hipoteca o algo así? ―Hipotecas ―bufó Finn―. Para dar y regalar en esta ciudad, son de poca monta y no valen la pena el esfuerzo. Se terminó el resto del café y fijó la mirada en mí. ―¿Qué hay del niño, el ladrón en potencia? ¿Sabías que era el hijo de Jonah McAllister cuando le rompiste la muñeca y le amenazaste con rajarlo de la ingle a la garganta? Página Finn giró en su taburete y miró el resto del restaurante. Justo antes del mediodía de un martes. A pesar de las nubes grises y el tiempo frío y lluvioso que había fuera, debería haber tenido al menos veinte clientes llegando para ahora, y más entrando a cada minuto, todos ansiosos por comerse su barbacoa, y el teléfono sonando libremente con órdenes para llevar. En cambio, una única mujer se acurrucaba en el reservado de la parte de atrás del restaurante, oculta de la vista de las ventanas de la fachada. Una joven que parecía tener dieciocho años, diecinueve como mucho. 40 ―Era más una promesa que una amenaza. ―Me encogí de hombros―. Y no. No me importó entonces quién era su padre y no me importa ahora. No había nadie más sentado en la barra o en los reservados. No había ni una persona fuera mirando a través del escaparate, y nadie había llamado para pedir comida para llevar. Ni siquiera mis clientes habituales de los martes. Demonios, nadie aparte de la chica había venido en toda la mañana, ni siquiera el cartero. Se había limitado a deslizar las facturas del día a través del hueco del buzón y se había apresurado hacia la siguiente parada en su ruta como si esta fuera una casa de leprosos. ―Y te preguntas porqué no tienes ningún cliente ―murmuró Finn―. Jonah McAllister ha corrido la voz que eres persona non grata. Y estoy seguro que la historia del periódico tampoco ayudó mucho. Nadie quiere comer en un sitio donde puede que todavía no hayan limpiado la sangre. ―¿Qué se piensa McAllister que va a hacer? ―pregunté―. No puede mantener a la gente alejada para siempre. La comida es demasiado buena. Incluso si pudiera, aun así no me moriría de hambre. ―Gracias a mis años de sabio consejo financiero y habilidades estelares de inversión ―afirmó Finn no tan humildemente. Puse los ojos en blanco. ―Sí, gracias a tus habilidades. Si Jonah McAllister piensa que un par de días de mal negocio van a intimidarme para que retire los cargos contra el perdedor de su hijo, entonces necesita pensar un poco más. ―Jonah McAllister no sabe con quién está tratando ―respondió Finn―. Si supiera que tú eras la asesina la Araña, probablemente se limitaría a contratar a un par de los gigantes de Mab Monroe para intentar matarte antes de que pudieras testificar contra su hijo. ―Antigua asesina ―corregí―. Y deja que Jonah McAllister envíe a algunos de sus imbéciles contra mí. Ambos sabemos exactamente cómo acabaría eso. Fin resopló. ―Sí, con su sangre en el suelo del restaurante. Sonreí. ―Venga. Tienes que admitir que hago un buen trabajo. Página Al igual que yo, Finnegan Lane estaba firmemente arraigado al lado sombrío de la vida, con unos principios que se doblaban más fácilmente que la hierba mojada. Normativas bancarias, mujeres casadas, leyes de indecencia pública. Finn jodía con lo que fuera y con quien fuera que pudiera sin que lo 41 ―Un trabajo mortal, tal vez. Sabes lo que siento por la palabra buen. ―Se estremeció. atraparan. Incluso cuando pasaba, siempre encontraba una manera de escapar de cualquier lioso triángulo amoroso en el que se encontrara en ese momento. Finn era más escurridizo que la grasa en una sartén caliente. Prefería atacar los problemas dando rodeos, lo cual normalmente incluía subirse el pantalón mientras escapaba de cualquier marido armado que le pisara los talones. ¿Yo? Enfrentaba mis problemas directamente… y a punta de cuchillo. Otra razón por la que Fletcher Lane me había entrenado a mí para ser la asesina y no a su hijo, aunque Finn era dos años mayor que yo. Finn alzó su taza vacía y soltó un silbido bajo entre los dientes. Un momento después, Sophia entró por las puertas dobles que conducían a la parte de atrás del restaurante. La enana aferraba una maltratada cafetera plateada entre sus dedos pequeños y regordetes. Esa que siempre mantenía caliente para Finn. Para Fletcher también, antes de que muriera. Una vez más, Sophia vestía su usual atuendo gótico: vaqueros negros, una camiseta, y botas negras. Hoy llevaba colgando corazones de plata de su collar de cuero negro. Hacían un sonido metálico, como de címbalos, al chocar mientras caminaba. ―¿Sophia? ¿Bastante, por favor? ―Finn sonrió y tendió su copa vacía. La enana gótica gruñó, pero las esquinas de sus labios, carmesí, se crisparon hacia arriba en una pequeña sonrisa. Finnegan Lane podía encandilar a cualquier mujer en la que se fijara, y disfrutaba practicando sus habilidades con cada hembra en un radio de seis metros. Joven, anciana, preciosa, desdentada. Eso no le importaba mucho a Finn. Disfrutaba interpretando el papel de anticuado y encantador caballero sureño con cualquier público que tuviera a mano. Ni siquiera la arisca y dura Sophia Deveraux era inmune a su sonrisa de don juan. Las camareras estarían apiñadas detrás de la barra, esperando a que Sophia y yo cocináramos su último pedido. Pero hoy sólo estábamos las dos. Había enviado al resto del personal a casa con paga, después de que fuera evidente que no las iba a necesitar para encargarse del Pork Pit. Página Finn dirigió sus ojos verdes a Sophia mientras bebía su nueva taza de café. Sophia le dirigió otra sonrisa minúscula, y luego fue hacia el fregadero doble, donde estaba escurriendo macarrones para hacer una ensalada. Normalmente, durante la hora punta de la comida no había espacio para moverse o para girar por aquí. 42 Por otro lado, había tenido treinta y dos años para desgastarla. ―¿Qué hay de Owen Grayson? ―preguntó Finn finalmente entre sorbos de su humeante café―. ¿Cómo vas a cobrar ese favor? La visita de Grayson no había llegado al artículo del periódico, pero se lo había mencionado anoche a Finn cuando le había llamado para contarle lo del intento de robo en el Pork Pit. Se había emocionado más porque Owen Grayson me debiera un favor que por el hecho de que Sophia y yo hubiéramos frustrado los planes de los potenciales ladrones. ―No lo voy a hacer ―dije―. Le habría hecho lo mismo a Jake McAllister y a su amigo si una pareja de indigentes hubieran estado comiendo aquí en lugar de Eva Grayson. Salvarla de morir no cambia nada para mí. Finn sacudió su cabeza. ―Gin, Gin, Gin. Realmente necesitas aprender a tomar ventaja de estas oportunidades de oro cuando se presentan ante ti. ―¿Y cuál sería esa oportunidad de oro? Me dio una mirada calculadora. ―He tenido negocios con Owen Grayson antes. Él es profundamente devoto a su hermana. Sus padres murieron jóvenes, y la crio él mismo. Un verdadero hombre de familia. Imagino que podrías pedirle la luna ahora mismo, y encontraría una manera de entregártela. ―Buena cosa no querer la luna, entonces. ―Pero… ―comenzó Finn. ―Olvídalo ―dije―. No le pediré nada a Owen Grayson. Todo lo que quiero hacer es cocinar la salsa de barbacoa de Fletcher, dirigir el restaurante, mantener bajo perfil, y asegurarme que Jake McAllister reciba lo que se merece. ―Incluso con tu testimonio, el testimonio de las chicas, nunca se llegará a un juicio ―señaló Finn―. Jonah McAllister se asegurará de que su muchacho no pase ni un día en la prisión, no importa lo que tenga que hacer para conseguir esa hazaña. ―¿Y qué tal si le cobro a Owen Grayson el favor que me debe? ―pregunté―. Sabes, ¿tomar ventaja de esta oportunidad de oro que tengo? ¿Pedirle que me ayude a mantener los cargos? Página ―Entonces estarías desperdiciando tu favor, y lo sabes. Incluso si consigues que Owen Grayson te respalde, Jake McAllister, aun así, nunca vería el interior de un calabozo. Porque Jonah trabaja para Mab Monroe. Inclusive alguien como Grayson pensaría dos veces el cruzarse con Mab, especialmente cuando tiene a su hermana por la cual velar. Imagino que a Owen le gustaría 43 Finn resopló. ayudarla a terminar de crecer y no morir una muerte brutal y llena de torturas en las manos de Mab o de uno de sus gigantes lacayos. ―Lo sé. Pero sigue siendo un agradable pensamiento. La idea de Jake McAllister siendo la perra del patio de la prisión de alguien me pone caliente. Finn bufó. ―Estás profundamente perturbada. Sonreí. ―Y esa es la razón por la que me amas. Finn resopló otra vez, luego hizo ojitos hacia Sophia para conseguir otra recarga de su café de achicoria. Luego de que la enana lo llenase, Finn metió su nariz en la sección de economía del Ashland Trumpet. Incliné mis codos en el mostrador, miré la foto del periódico del Pork Pit, y medité sobre mi publicidad no deseada. Tal vez el reportero podría tener un pequeño accidente. Algo doloroso, pero no prontamente letal… Una sombra cayó sobre mí, bloqueando mi luz. ―Ahem. ―Un sonido pequeño y educado. Alcé mi mirada. Mi único cliente del día, la chica, estaba de pie enfrente de mí. Mis ojos inmediatamente volaron hacia los platos en su mesa, de la forma en que siempre lo hacían. Me gustaba saber que mis clientes disfrutaban sus comidas, y no había mejor prueba de ello que un plato vacío. Pero comida todavía cubría los platos de la chica. Apenas había tocado su emparedado de queso a la parrilla, carne asada en tiras, y batido de triple chocolate. Una pena, la verdad. Porque con el pan de masa fermentada de Sophia, preparaba el mejor emparedado de queso a la parrilla de Ashland. ¿Y los batidos? El cielo para su paladar. La chica se aclaró la garganta otra vez y sacó el papel donde le había escrito su orden. ―¿Hubo algo malo con la comida? ―pregunté―. Porque parece que no comiste mucha de ella. Página Fruncí el ceño. Todo el mundo tiene hambre en el Pork Pit. Ningún verdadero sureño podría resistirse a la combinación de especias, grasa, y manteca obstruye-arterias en el aire. Pero la chica no podía ser una yankee. No con ese suave acento que hacía que su voz exudara cual cálidas conservas. Lo más probable, pensó que había algo malo en cuanto a la comida, considerando que nadie más había sido lo suficientemente valiente para venir y comerla hoy. Nunca he conocido a Jonah McAllister, pero ya despreciaba al hombre. 44 ―Oh, estuvo bien. ―Se meció sobre sus pies―. Supongo que solo no estaba tan hambrienta como pensé que estaba. Calculé el total. ―Serían $7.97. La chica escavó en su billetera y me entregó una tarjeta de crédito. Levanté una ceja. ―Lo siento ―balbuceó―. No tengo dinero encima. Miré el nombre sobre la tarjeta. Violet Fox. Deslicé la tarjeta por la máquina y le pasé a la chica el pedazo de papel a firmar. Su letra cursiva era un descabellado y femenino remolino. Metí el pedazo de papel debajo de la esquina de la vieja caja registradora y le di mi sonrisa estándar de por favor-regresen-luego. ―Ten un buen día. Luego me volví hacia el periódico. Pero la chica no se movió. Solo se quedó de pie ahí enfrente de la registradora, como si quisiese decir algo más pero no sabía cómo preguntar. Decidí dejarla retorcerse por ignorar mi emparedado de queso a la parrilla. Diez… veinte… Conté los segundos en mi cabeza. Treinta… cuarenta… ―Um, esto podría sonar extraño, pero, ¿hay algún señor viejo que trabaje aquí? ―preguntó―. ¿Tal vez en la cocina o algo? Fletcher. Ella estaba preguntando por Fletcher. No del todo inusual. El viejo y el Pork Pit habían sido una institución en la ciudad de Ashland por más de cincuenta años. Fletcher Lane había muerto hacía dos meses ahora, y la gente todavía venía y preguntaba por él. Dónde estaba. Cómo estaba. Cuándo regresaría. Miré fijamente a la copia de Donde el helecho crece rojo que adornaba la pared junto a la caja registradora. Fletcher había estado leyendo el libro cuando había muerto, y la sangre del viejo había convertido las hojas del libro a un marrón oxidado. ―No ―dije con voz queda―. El viejo ya no está más aquí. ―¿Estás segura? ―persistió―. Podría… él podría hacerse llamar algo. El Hombre de Hojalata, creo. Página Cada asesino tiene un apodo, un nombre discreto que utiliza para prestar sus servicios y tal vez darles a los clientes potenciales una pista de cómo operan o matan a sus víctimas. Hombre de Hojalata había sido el nombre de Fletcher porque nunca había dejado que su corazón, sus emociones, se entrometieran con un trabajo. Pero una vez me tomó bajo su ala y comenzó a entrenarme para ser una asesina, el viejo había cortado sus propios trabajos y eventualmente 45 El Hombre de Hojalata. Eso captó mi atención. Suficiente para hacerme palpar uno de mis cuchillos de plata escondido en mi manga. retirado por completo del negocio. Nadie había preguntado por el Hombre de Hojalata en un largo, largo tiempo. Excepto por esta chica. Por primera vez, realmente la miré. Chica probablemente no era el término correcto para ella. Con sus grandes senos, amplias caderas, y trasero curvado, era toda una mujer. Todavía joven, sin embargo. Dieciocho, tal vez diecinueve años. Probablemente pensaba que era diez kilos más pesada, pero el peso adicional redondeaba su rostro y llenaba su pecho. Anteojos negros cuadrados le daban un ligero aire inteligente. Su cabello rubio arenoso era corto, y la lluvia afuera lo había convertido en una montaña esponjosa. Sus ojos marrones oscuros y piel de color pacana susurraban de alguna herencia hispana o tal vez incluso Nativa Americana. Los Cheroqui todavía habitaban las montañas alrededor de Ashland, y más personas hispanas venían a la ciudad cada verano para recoger fresas, tomates, y otros cultivos. Una vez que la temporada de cosecha terminaba, muchos de los migrantes se quedaban y asentaban. Continué mi examinación. Usaba vaqueros ya gastados del uso, no de diseñador, y un pesado suéter negro cuello de tortuga que hacia sus ojos parecer más oscuros de lo que eran. Zapatos desgastados, una pesada chaqueta, algunos aros de plata en sus orejas. Nada de lo que llevaba costaba más de cincuenta dólares. Lo cual no inspiraba confianza sobre ella siendo capaz de permitirse un asesino como el Hombre de Hojalata. Las palabras Hombre de Hojalata había captado la atención de alguien más. Finn observó a la chica por encima del borde de la sección de economía. Sophia levantó la mirada del apio que había estado cortando para su ensalada de macarrones. ―¿Hombre de Hojalata? ―pregunté―. Ese es un nombre gracioso. La chica, Violet, forzó una sonrisa que decayó bajo mi fría mirada grisácea. ―Sí, eso fue lo que pensé también. ―No hay nadie aquí con ese nombre. Ningún viejo, tampoco. Alguien buscando venganza. O incluso tal vez la policía. Página Fuera de vista debajo del mostrador, mi pulgar acarició la empuñadura del cuchillo de plata que había palpado. Violet Fox podría parecer tan peligrosa como un gatito mojado, pero eso no significa que no estuviese trabajando para alguien más. Tal vez alguien que quisiese contratar al misterioso Hombre de Hojalata. 46 Ya no. No importaba para nada quién. Si la chica respiraba mal, iba a morir donde estaba de pie. Violet mordisqueó su labio inferior. Por un momento, pensé que podría preguntarme por Fletcher otra vez. Pero luego de un segundo, sus hombros cayeron en derrota. ―No importa ―dijo con voz cansada―. No podía haberme ayudado de todos modos. Lamento molestarte. Se volvió para irse. Miré a Finn, quien se encogió de hombros. Él no sabía qué hacer con aquello tampoco. Sophia gruñó y se volvió hacia su apio. ―¿No podía haberte ayudado con qué? ―vociferé. Curiosidad. Algo que el viejo había inculcado en mí con el pasar de los años. Fletcher Lane había querido siempre saber todo sobre todo mundo, y me enseñó a ser de la misma manera. Ahora era la única emoción que siempre parecía sacar lo mejor de mí, no importa cuán fuerte trate de aplastarlo. La chica, Violet, se volvió para mirarme. ―Oh, um, es algo personal… Página 47 Eso fue todo lo que consiguió decir antes de que alguien comenzase a dispararnos. 5 Traducido por Gemma.Santolaria Una bala chocó contra uno de los escaparates. El brusco y repentino estallido de sonido llamó la atención de la chica. Su cabeza se volvió hacia la parte delantera del restaurante. ―¿Qué fue eso…? Eso fue todo lo que Violeta dijo antes de que me lanzara alrededor del mostrador y me tirara encima de ella, llevándola al suelo. ―¡Uf! Golpeamos duro el suelo. Le saqué el aliento a la chica, pero no me importó. Hasta que me diera cuenta de lo que ella quería con el Hombre de Hojalata, Violet Fox tenía que seguir respirando. No tenía que preocuparme de Finn. Al igual que yo, sabía exactamente lo que era ese sonido particular y lo había oído demasiadas veces antes como para ignorarlo ahora. De algún modo, él ya se había arrastrado bajo una de las mesas, con varias sillas más protegiéndolo. Finnegan Lane tenía un excelente sentido de auto conservación. Sophia estaba junto al mostrador de espaldas y siguió cortando apio. Ni siquiera miró hacia el agujero de la bala. Las balas no la preocupaban. Los enanos eran aún más duros que los gigantes, y Sophia podía tomar un par de balas en su espalda. Le darían en sus largos músculos duros antes de que llegaran a algo vital. La magia elemental era casi la única cosa que podía penetrar rápidamente la piel gruesa de un enano. E incluso la mayoría sólo la haría enojar, en lugar de hacerle ningún daño real. Tres balas más impactaron en la parte delantera del restaurante. Miré hacia arriba, tratando de juzgar de dónde venían los tiros, pero el ángulo desde el suelo estaba mal. Podía ver el escaparate, pero no quién o qué había más allá de estos. Página ¡Bang! ¡Bang! 48 ¡Bang! Mis ojos se posaron en los proyectiles. Un gran calibre, probablemente un cincuenta, por su aspecto. Y quien fuera que estuviera disparando sabía lo que estaba haciendo. A pesar de su tamaño, las balas formaban un pequeño círculo de alrededor del tamaño de mi puño. Disparos a matar, todos ellos. Los cuatro misiles de metal habían agrietado y capturado el cristal del escaparate, el que los impidió perforar a través del propio Pork Pit. Aun así, los agudos impactos repentinos habían arruinado las ventanas. Unos patrones macabros salían hacia fuera de las balas de plata, como si un enjambre de arañas fuera encadenando sus telarañas a través del grueso cristal. Sacudí una de mis mangas, y un cuchillo se deslizó en mi otra mano, el puño descansando sobre la cicatriz de mi palma. Tenía la esperanza de que el bastardo se cansara de disparar a través de las ventanas y decidiera entrar y terminar el trabajo. Se llevaría una sorpresa desagradable. Una de la que no se recuperaría. Con cada respiración, esperaba más balas chocando contra las ventanas. O que la puerta se abriera de golpe y alguien trajera la tormenta al interior. Jake McAllister, muy probablemente, tratando de hacer valer su amenaza de volver y matarme. En su lugar… silencio. Conté los segundos en mi cabeza. Diez… veinte… treinta… cuarenta y cinco… La chica se movió, tratando de salir de debajo de mí. O por lo menos levantar su cabeza del suelo. Rodé fuera de ella para que pudiera recuperar el aliento, pero mantuve una mano en su espalda, manteniéndola en su lugar. ―Quédate quieta ―le espeté―. Podría estar esperando a que nos levantemos antes de disparar otro tiro. Violet asintió y se tendió en el suelo, tomando profundas respiraciones a través de su boca abierta. También me di cuenta que las balas no habían golpeado el cristal rectamente. Página Me levanté y examiné las balas. Calibre cincuenta en todos los sentidos, probablemente de un rifle. No es lo que esperaba de alguien como Jake McAllister. Me pareció más un tipo de chico de Uzi. Algo vistoso, algo llamativo, algo que demostrara el tipo duro que era. 49 Después de que pasaran noventa segundos sin ningún otro tiro, me puse de rodillas y miré afuera. El vidrio roto distorsionaba mi visión, pero no vi a nadie de pie en la puerta del restaurante, pistola en mano. No había autos parados a ralentí en la acera. Nadie corriendo por la acera. Lo habían golpeado en un ángulo hacia abajo, lo que significaba que habían sido disparados desde algún lugar más arriba. Hmm. Me moví a un lado de una sección del vidrio que no se había roto por las balas y miré afuera. Allí. Al otro lado de la calle, las cortinas se agitaban contra una ventana abierta del segundo piso en un edificio de apartamentos. No una señal inusual, en verano. Pero era noviembre. Cincuenta grados fuera, con una llovizna constante de lluvia fría. Nadie en su sano juicio podría tener la ventana abierta en un día como este a menos que tuviera una buena razón. Como tratar de matarme. Tenía sentido. No había oído un auto alejarse de la acera después de que los disparos se habían hecho, y no vi ninguna marca nueva en la calle de rozadura, lo que significaba que no había estado conduciendo. Jake McAllister habría estado parado cuando pusiera cuatro balas en la parte delantera de mi restaurante. Mis ojos se centraron en la cortina aleteando. Era hora de ver si el cuco había dejado su nido o no. ―Quédate aquí ―le dije a Finn. ―¿A dónde vas? ―preguntó Finn de debajo de la mesa. Agarré mis cuchillos un poco más fuerte. ―A encontrar al bastardo que arruinó mis escaparates. Normalmente, no habría ido por la puerta principal del Pork Pit. No después de que alguien acabara de dispararle a mis ventanas. Eso estaba pidiendo problemas, que el tirador pusiera una bala en mi pecho cuando salí a investigar. Pero estaba enojada, y tenía mi magia elemental. Así que alcancé mi poder de Piedra, tirándolo por mis venas, dejando que la magia fresca fuera por sobre mi piel. En menos de un segundo la magia había endurecido mis dedos, el torso, los dedos de los pies, y todo lo demás, volviendo mi cuerpo duro como una roca. Mientras me aferrara a mi magia, mantuviera la concentración en esta, incluso mi cabello pararía una bala. Después de otros treinta segundos, cuando no hubo más balas zumbando por el aire, las personas que habían estado en la calle empezaron a levantar sus cabezas lentamente. Página Me puse de pie junto la puerta por unos segundos, mis ojos revisando el bloque de nuevo. Nada. Sin gente corriendo, sin automóviles estacionados, sin el destello de luz de un visor en la ventana de enfrente. 50 Entonces abrí la puerta y salí. Uno a uno, salieron de detrás de los autos estacionados y los buzones metálicos tras los que se habían agachado, se pusieron de pie, y volvieron a sus asuntos. Desde que el pistolero no había tomado el tiro fácil que le había ofrecido, marché a través de la calle hasta el edificio de apartamentos, una estructura vieja con pequeñas y sucias ventanas y fachada desconchada que no se había actualizado o renovado desde que había sido construido hace cuarenta años. Presioné mi mano contra la piedra que enmarcaba la entrada, escuchando el murmullo del frío ladrillo, húmedo bajo mis dedos. Un revoltijo de emociones me saludó. Gritos infantiles de regocijo. Adultos mayores quejándose. Murmullos preocupados y ásperos. Murmullos de inglés y español. Todo añadido a los ruidos típicos de un edificio de apartamentos. Nada raro hasta ahora. Los viejos edificios a menudo carecían de una buena seguridad, y este no era diferente. Ni siquiera había una cerradura en la puerta de vidrio para mantener alejados a los vagabundos. La puerta daba a un pequeño pasillo con unas escaleras desviadas a cada lado, y un ascensor al final. Me dirigí hacia las escaleras del oeste, permaneciendo en las sombras. El edificio olía a lejía mezclada con ajo y orina. Alcancé el rellano del segundo piso y otro pasillo vacío. La caminata desde el otro lado de la calle y por las escaleras había enfriado mi enojo. Mi piel podía ser tan dura como una piedra, pero todo lo que tomaba era un momento, una vacilación, un segundo que dejara caer mi magia para morir. Fletcher Lane me había inculcado eso. Jake McAllister podría ser un punk, pero eso no significaba que no pudiera tener suerte y matarme. No iba a darle esa oportunidad, así que me detuve a escuchar y evaluar. Tranquilo y silencioso. La mayoría de los inquilinos del edificio estaban fuera trabajando en sus trabajos, tratando de alcanzar la suficiente cantidad de dinero en efectivo para el alquiler del próximo mes. Mis dedos se tensaron alrededor de los cuchillos en mis manos, y me adelante. Puesto que él no me había disparado cuando había cruzado la calle, había una delgada posibilidad de que Jake McAllister estuviera todavía en el apartamento. Pero continué moviéndome cuidadosamente, silenciosamente. Nadie vivía aquí, a juzgar por la falta de emociones y vibraciones, lo que era probablemente la razón por la que Jake McAllister había elegido este apartamento para disparar. Página Me detuve frente a la puerta pintada de beige, esperé y escuché. Más silencio. Puse mi mano en la piedra que enmarcaba la puerta, pero su murmullo era bajo y tranquilo. 51 Tres apartamentos de esta planta daban a la calle. Fui de puntillas más allá de las dos primeras puertas hacia la tercera, la que yo quería. Cerré mi mano alrededor de la perilla. El frío metal hizo cosquillas en la runa de araña en mi palma. El pomo giró, y la puerta se abrió. Le di un golpe a la puerta con mi bota, con cuidado para mantenerme a un lado del marco de la puerta. Ni siquiera crujió mientras se habría. Me quedé en el pasillo y esperé, contando los segundos en mi cabeza. Diez… veinte… treinta… Los ruidos de los otros apartamentos más abajo por el pasillo me alcanzaron. Una televisión a todo volumen con algunos dibujos animados. Otra sintonizada en una telenovela. Una pareja discutiendo sobre Ralph bebiendo demasiado y siendo despedido de su último trabajo. Me quedé fuera tres minutos. Vacío. El apartamento estaba vacío. Si Jake McAllister había estado dentro para ver u oír la puerta abierta, la habría ido a investigar por ahora. La mayoría de la gente no era buena esperando. Se movían demasiado rápido, demasiado pronto, y luego acababan muertos. Un minuto era suficiente para poner de los nervios a la mayoría de la gente. Tres, lo suficiente para volver a todo asesino profesional loco con adrenalina. Incluso a mí no me gustaba esperar tres minutos para que algo pasara. Pero había una razón por la que Fletcher me había llamado la Araña, porque podía ser infinitamente paciente. Porque tenía esta contención interna. Porque podía esperar esos largos y largos tres minutos, si eso significaba llegar a mi destino, o no convertirme en una misma. Me deslicé dentro del apartamento y cerré la puerta detrás de mí. Era un lugar pequeño, dividido en habitaciones aún más pequeñas que me recordaban al laberinto de una rata. Con los cuchillos en mano, me deslicé de una habitación a la siguiente, comprobándolas con extrema precaución y cuidado. Vacío. El lugar estaba completamente vacío. Página Solté la magia de Piedra y dejé que mi piel volviera a su textura normal. Entonces, me moví hacia la parte de atrás de la vivienda y hacia la ventana abierta donde el tirador había estado cuando disparó al Pork Pit. 52 No había muebles, ni aparatos, ni siquiera un par de envoltorios de comida rápida arrugados y desechados en el suelo de linóleo. Ni siquiera el olor de nada excepto de la fría lluvia que entraba por la ventana abierta. No había lejía, ni comida, nada. Fruncí el ceño. No era lo que esperaba. Jake McAllister no me parecía que fuera una persona paciente, y mucho menos del tipo que recogía después. Si el elemental de Fuego había estado aquí por algún tiempo, debería haber alguna evidencia de ello. Latas de cerveza, cigarrillos, una botella de refresco vacía, algunos envoltorios de caramelos. En cambio, no había nada. Ni siquiera vi ninguna trampa para cucarachas escondidas en las esquinas. Una vez más, no había nada. Sin vasos, sin envoltorios, ninguna prueba de que alguien hubiera estado dentro del apartamento hoy o en cualquier momento del pasado reciente. Miré bajo la ventana. Incluso había controlado el cobre, recogiendo los casquillos percutidos de las balas que había disparado. Una vez más, no era algo que cabe esperar de alguien nervioso e imprudente como el impulsivo elemental de Fuego, Jack McAllister. Un ladrillo oscuro se vio en el borde de la venta, y apreté mi mano contra este. El pedacito de piedra irregular en mi palma, y cerré mis ojos y alcancé mi magia de nuevo, dejando que el flujo de energía fresca me atravesara, sintonizándome con las vibraciones más pequeñas incrustadas en el ladrillo. Nada. Sólo calma. Me concentré, yendo más y más profundo en la piedra, hasta que se sintió como una parte de mí. Una natural extensión de mí misma que podía examinar y analizar de la misma forma que podía con mis propias uñas. Me sentí más tranquila… y el sentido de alguien esperando. No particularmente aburrido, pero tampoco emocionado. Sólo esperando… por el momento correcto para llegar. Una emoción, una acción, lo conocía tan bien. Mi ceño se profundizó. Abrí los ojos, dejé caer mi mano, y me aparté del ladrillo. Miré de nuevo la habitación con un ojo más crítico, poniendo todos los hechos juntos. No había nada en el apartamento, no había basura, ni casquillos de bala, ni emociones, porque Jake McAllister no había estado aquí. No era lo suficientemente inteligente, ni lo suficientemente calmado para este tipo de acción. Este, este era el trabajo de un profesional. Un asesino, igual que yo. Mis ojos grises se estrecharon. Así que Jake, o más bien Jonás McAllister, había contratado a un chico grande para limpiar el desorden de su hijo. Ahora estaba realmente molesta. De las vibraciones que había recogido, el tirador había estado esperando la mejor parte de una hora. Tal vez por más tiempo. Sophia llegaba temprano, por lo general a las nueve, para comenzar a hornear el pan del día. Yo suelo aparecer alrededor de las diez, y el restaurante Página Mi lectura, mi sentido, de las vibraciones de la piedra era correcta. Sabía que lo era. Incluso desde una edad temprana, había sido capaz de oír a la piedra murmurándome, y mi poder para comprender e interpretar sólo se había agudizado y fortalecido con el tiempo. Y continuaría haciéndolo hasta que muriera, esperanzadamente a la madura edad de ciento cincuenta más o menos. 53 Pero aun así… no pude evitar la sensación de que me estaba perdiendo algo. Algo importante. Vital. Obvio. se abre oficialmente para el público a las once. Pero los disparos no se habían hecho hasta casi el mediodía. ¿Por qué? ¿Por qué el asesino había esperado tanto tiempo? Me había estado moviendo por el restaurante durante toda la mañana. Cocinando, limpiando, limpiando también las mesas y las cabinas, dándole la vuelta al cartel de entrada a Abierto. Él podría haber tomado cualquier momento durante la mañana. ¿Por qué no había dado un tiro antes de la hora de comer? ¿Por qué entonces? Volví de vuelta el tiroteo en mi mente. Yo había estado de pie detrás del mostrador cuando los disparos habían empezado. Un tiro difícil de hacer, aunque fuera por un asesino profesional, sin importar lo bueno que fuera con un arma. Tal vez él quería audiencia cuando me matara. Tal vez es por eso que había esperado. Finn había estado en el restaurante de pie a mi izquierda. La chica había estado allí, más o menos delante de mí… Y me di cuenta de lo que me había estado perdiendo. El tirador, el asesino, no me había estado disparando a mí. Página 54 Él había estado apuntando a la chica. 6 Traducido por Apolineah17 La chica, Violet. El tirador había estado apuntándole a ella, no a mí. Esa era la única cosa que tenía sentido. El asesino podría haberme disparado en cualquier momento en el que había estado cerca de las ventanas de la tienda. Pero no lo había hecho. En cambio, se había sentado en este apartamento durante casi una hora, esperándola. Ella había estado sentada en una cabina en la parte de atrás, fuera de la vista de las ventanas de la tienda, así que él había tenido que esperar a que ella terminara su almuerzo. Cuando pagó y se dirigió a la puerta principal, ahí fue cuando disparó. Mi mente procesó la información y se trasladó a la siguiente pregunta. ¿Por qué dispararle dentro del restaurante? ¿Por qué no esperar a que saliera a la calle? ¿Por qué no simplemente hacérselo en algún callejón? La respuesta vino a mí. El robo. El asesino debió haber visto la historia en el periódico acerca del robo frustrado en el Pork Pit. Dado el vecindario peligroso, la muerte de la chica hoy podría simplemente haber sido apuntada a la violencia al azar en la zona, si los policías Página Y si poner la culpa sobre Jake McAllister no funcionaba, bueno, había otra opción. El Pork Pit no se encontraba oficialmente ubicado en Southtown, pero este sólo estaba un par de calles más allá, lo que significaba que toda la zona tenía su cuota de delincuencia. Tráfico de drogas, tiroteos, disputas domésticas. Uno o más de estos sucedían cada día de la semana. 55 Tal vez el asesino se había dado cuenta que si liquidaba a la chica en el restaurante, había una buena probabilidad de que su muerte sería conectada a Jake McAllister y al robo de anoche. Sin duda los policías habrían tenido el mismo primer pensamiento que yo, que Jake o quienquiera que pudiera haberlo contratado había esto apuntándome a mí, no a la chica. Que yo había sido el objetivo. Que Jake había querido silenciarme y hacer que todos los cargos contra él simplemente desaparecieran. Teniendo en cuenta todo eso, la policía no estaría interesada en buscar demasiado en otras direcciones, en considerar otras teorías. Como el hecho de que la chica había sido la víctima todo el tiempo. se estaban sintiendo particularmente perezosos. Algún tipo de tiroteo desde un auto en movimiento o una pandilla disparando y ella había sido lo suficientemente desafortunada de estar en medio de esto. Un niño de diez años de edad y su hermana menor habían conseguido ser atrapados en uno de esos la semana pasada, a menos de setecientos metros del restaurante. De cualquier manera, nadie pensaría que este había sido un asesinato planeado. Los mejores asesinatos siempre eran los que parecían algo más. Un buen, prolijo y sencillo plan en todos los sentidos. Tal vez el asesino había estado siguiendo a la chica, buscando sólo una oportunidad. Quizás había sabido que ella iba a venir al Pork Pit hoy a almorzar y preguntar sobre alguien llamado el Hombre de Hojalata. De cualquier manera, cuando ella había entrado al restaurante, él había decidido asegurarse que nunca volviera a salir. Habría sido más fácil para él introducirse en el edificio sin ser visto, encontrar el apartamento vacío y forzar la cerradura. Todo lo que tendría que hacer después de eso era esperar el momento adecuado, el ángulo correcto, y luego apretar el gatillo. Me quedé mirando la agrietada ventada del Pork Pit. Él le habría disparado también, cuatro disparos mortales agrupados en su pecho. Si el restaurante no tuviera ventanas a prueba de balas. No, esto no tenía nada que ver con Jake McAllister y yo. La chica, todo era acerca de la chica. Alguien la quería muerta. Mientras estaba allí de pie meditabunda, la puerta principal del restaurante se abrió. Violet salió y se alejó. ―Mierda ―gruñí y corrí desde el apartamento. ―¡Oye, tú! ―grité―. ¡Détente! La chica no me prestó atención. Estaba demasiado lejos para que mi voz se transmitiera por encima del tráfico en la calle. Incluso si había escuchado mi Página Ella debía haber sido corredora porque ya estaba una cuadra completa por delante de mí. Levantó un brazo, y un taxi se deslizó hasta detenerse en la acera frente a ella. 56 El asesino hacía mucho tiempo que se había ido, así que no me molesté en llegar a mi magia de Piedra y endurecer mi piel de nuevo. Además, él no estaba detrás de mí de todos modos. En cambio, corrí escaleras abajo y salí del edificio de apartamentos. Giré a la izquierda y corrí por la manzana en dirección a la chica que se había marchado. grito, probablemente no habría pensado que estaba dirigido a ella. “Oye tú” no era el más personal de los saludos. Así que aceleré mi ritmo, corriendo a toda velocidad. Si la calle hubiera estado vacía, podría haberla alcanzado. Pero cada cinco pasos, tenía que moverme a la derecha o a la izquierda para evitar a alguien hablando en su teléfono celular. Llegué al final de mi cuadra. En la esquina frente a mí, la chica había subido al taxi. Salí a la calle, con mis ojos fijos en el vehículo amarillo brillante… ¡Bip! ¡Bip! Y abruptamente di un paso atrás mientras la bocina de un carro sonaba. Un segundo después, una furgoneta pasó zumbado, pasándose la luz roja. El conductor me lanzó una mirada asesina. ―¡El rojo significa alto, imbécil! ―grité. Ella no me vio sacarle el dedo. Demasiado ocupada parloteando en su celular para hacer algo más seguro, como prestar atención a los peatones y a las señales de tráfico. Y me había costado cualquier oportunidad que hubiera tenido de atrapar a la chica. Más adelante, el taxi ya había arrancado hacia el tráfico. Cinco segundos después, giró a la derecha, desapareciendo de la vista. Desaparecido. La chica se había ido. Y no tenía idea de a dónde fue o, más importante, por qué alguien había tratado de matarla. Me quedé allí parada un momento, maldiciendo mi propia estupidez. Debería haber sabido en el segundo en que la chica preguntó por el Hombre de Hojalata que algo andaba muy mal. Eso no sólo fue una casualidad, un accidente o pura suerte. Ese problema acababa de entrar al Pork Pit. Problema que había escapado de mí. ―Mierda ―gruñí de nuevo antes de girarme y regresar al restaurante. Un par de minutos después, entré al Pork Pit. Página No había necesidad de llamar más la atención sobre mí hoy. Si seguía con esto, alguien podría llamar a la policía y denunciar a una loca. No hace mucho tiempo, había pasado varios días en el Manicomio Ashland en uno de mis trabajos. No tenía ganas de financiar una nueva visita. 57 Metí los cuchillos en mis mangas, y poco a poco, con calma, caminé tranquilamente la cuadra y media de regreso al Pork Pit. Sophia estaba añadiendo un poco de pimienta roja y paprika a su ensalada de macarrones. Finn estaba sentado en su taburete de costumbre, bebiendo otra taza de café de achicoria y leyendo el resto de la sección financiera. ―¿Problemas? ―bromeó. Le di una mirada amarga. ―Sólo pregunto porque a) no estás sonriendo y cubierta con la sangre de alguien más, y b) te vi salir corriendo del edificio cruzando la calle como si hubiera un grupo de vampiros hambrientos detrás de ti ―dijo Finn―. ¿Supongo que Jake McAllister logró eludirte? Negué con la cabeza. ―No fue McAllister. El tirador ni siquiera estaba disparándome a mí. Le estaba apuntando a la chica. Puse al corriente a Finn y a Sophia de mi teoría sobre el tirador siendo un profesional y mi conclusión de que su objetivo había sido la chica, no yo. Finn dejó escapar un bajo silbido. ―¿Alguien contrató un asesino para matar a la chica? Ella realmente debe haber enojado a alguien. ―Mmm-hmm. ―Detrás del mostrador, Sophia gruñó su acuerdo. ―No me importa a quién ha enojado ahora mismo ―espeté―. Simplemente tengo que encontrarla antes de que el asesino decida ejecutarla. ―¿Por qué? ―preguntó Finn―. Es su problema, no el tuyo. Me le quedé viendo. ―Porque ella entra aquí preguntando por el Hombre de Hojalata, preguntando por Fletcher, y un minuto después alguien le está disparando. Quiero saber por qué. Por qué vino aquí, cuál es su conexión con Fletcher, todo. Principalmente, quería asegurarme que no había manera en que su casi homicidio o futuro homicidio fuera a aterrizar en mi puerta, en la de Finn o en la de las hermanas Deveraux. Cubrirme había sido una de las primeras cosas que Fletcher Lane me había enseñado. ―Ahora, ¿qué sucedió después de que me fui? ¿Ella dijo algo, hizo algo? Mis ojos grises se entrecerraron. ―¿Y no intentaste detenerla? Finn se encogió de hombros. Página ―No. Se sentó allí un minuto para recuperar el aliento; luego se levantó y se fue. 58 Finn negó con la cabeza. ―Me imaginé que siempre y cuando ella no estuviera gritando y llamando a la policía, todo estaba bien. Ambos pensamos que era Jake McAllister disparándote, no alguien más disparándole a ella. Contuve otra maldición. Finn tenía razón. Eso no era su culpa. No era la culpa de nadie. Aun así, necesitaba algunas respuestas, y la chica era la única que podía dármelas. Pero estaba a kilómetros de distancia ahora. Así que, ¿cómo podría rastrearla? Lo pensé por un segundo, y fui al mostrador. ―Ay no ―murmuró Finn―. Conozco esa mirada. ―¿Qué mirada? ―pregunté, levantando la caja registradora. ―Esa mirada. La que te hace parecer un oso hibernando al que alguien simplemente pinchó con un palo afilado. La mirada que dice que no vas a dejar pasar esto, a pesar de que no es tu problema. Puse mi mano sobre mi corazón y batí mis pestañas hacia él. ―Me conoces demasiado bien. ―Pero, ¿cómo vas a encontrarla? ―preguntó Finn―. Ella no te dejó exactamente un expediente personal. Mis dedos sondearon el espacio oscuro debajo de la caja registradora. Allí estaba. Saqué un pedazo de papel de debajo de la caja registradora. El recibo de la tarjeta de crédito de la chica por el almuerzo. El que tenía su nombre en él. Violet Fox. No tan bueno como un expediente, pero era un lugar para empezar. ―Oh, yo no voy a encontrarla ―dije con voz dulce. ―No lo digas ―suplicó él―. Por favor, no lo digas. Le entregué el pedazo de papel. ―Yo no voy a encontrarla porque tú vas a hacerlo por mí. Página 59 Finn únicamente suspiró y tomó otro sorbo de su café. 7 Traducido por Mari NC y Jenn Cassie Grey ―¿Nada todavía? Finn miró sobre su hombro hacia mí. ―Sólo han pasado dos horas, Gin. Mantén tus bragas. Le devolví la mirada y le saqué la lengua. Él sonrió. ―No la saques a menos que planees utilizarla. Solté un bufido. ―Ya quisieras. ―Siempre. Después de que le había dicho a Finn que localizara a la joven universitaria con su recibo de la tarjeta de crédito, él se había ido a su oficina para obtener su computadora portátil y algunos otros suministros, y decirles a los hombres del dinero que estaba tomando el resto del día. Mientras que había hecho eso, yo había programado una cita para que un vidriero viniera a arreglar los escaparates en la mañana. Entonces había enviado a Sophia a casa, cerré el restaurante, y conduje a casa de Fletcher. Eso había tomado una hora. Llevé todo al cuarto de estar y lo puse en la mesa de café. Me senté con las piernas cruzadas en uno de los sillones y comí un sándwich. El apio, manzanas, pasas doradas, la ralladura de limón y una agria Página Puse la comida en una bandeja, junto con platos, cubiertos, servilletas y una jarra de limonada de frambuesa. Entonces alcancé mi magia de Hielo. La luz fría y plata brilló en mi palma, centrada sobre la cicatriz de la runa de araña, y dejé caer varios cubos de hielo en los dos vasos en la bandeja. 60 Finn se había presentado hace treinta minutos. Ahora se relajaba en el desvanecido sofá a cuadros en el estudio, mientras yo mataba el tiempo en la cocina. Dada toda la emoción, no había tenido oportunidad de comer el almuerzo en el restaurante, y tenía la sensación de que iba a ser una noche larga. Es por eso que había hecho sándwiches de ensalada de pollo en pan de miel de trigo grueso, junto con una fresca ensalada de fruta. y cremosa mayonesa daban sabor a la ensalada de pollo, mientras que el pan crujiente proporcionaba crujido y contraste. Alternaba con mordiscos de mi ensalada de frutas de fresa y kiwi, aderezada con jugo de limón, vainilla y un toque de miel. Finn también se sirvió un sándwich y un poco de fruta, y comimos en silencio. El portátil de Finn zumbaba suavemente mientras revisaba miles de millones de bytes de datos, en busca de información sobre una Violet Fox. Después de que devoró su primer sándwich, Finn tomó otro. Hizo un gesto con la cabeza hacia el otro lado de la mesa de café, donde había deslizado la carpeta que Fletcher Lane me había dejado, la que contenía la información de mi familia asesinada y Bria, mi hermanita, quién todavía estaba viva. Finn había movido la carpeta fuera del camino para que pudiera establecer su computadora en la mesa antigua. ―¿Alguna suerte con eso? ―preguntó Finn. ―No. Poco después del funeral de Fletcher, le había dicho a Finn sobre el archivo y los secretos que poseía, incluyendo mi nombre real… Genevieve Snow. Lo dejé buscar a través de la información y sacar sus propias conclusiones acerca de todo lo demás. Incluyendo lo que había sucedido la noche en que mi madre, Eira, y mi hermana mayor, Annabella, habían sido asesinadas por un elemental de Fuego. Por un momento, llamas anaranjadas llenaron mi visión. La imagen de dos cáscaras quemadas de cuerpos pasó ante mis ojos, y el aire olió a carne quemada. Aparté el recuerdo. ―Deberías dejar que te ayude con eso ―dijo Finn―. Tengo contactos que tú no. Negué con la cabeza. ―No. Aún no. Todavía no sé cómo me siento sobre ello. ―¿Sobre qué? No ayudó. Nunca lo hacía. Página Las cicatrices de la runa de araña en mis manos comenzaron a picar, de la forma en que siempre lo hacían cuando pensaba en mi muerta y perdida familia. Un pequeño círculo, con ocho líneas finas, irradiaban fuera de ellas. El símbolo de la paciencia. Froté primero una cicatriz con los dedos, luego la otra, tratando de aliviar la sensación de ardor. 61 ―Sobre el viejo sabiendo quién era yo realmente todos estos años y no diciéndome nada al respecto. Sobre él recogiendo toda esa información sobre mi familia. ―Fletcher amaba sonsacar secretos de la gente. Compilar información, documentación sobre ellos. Eso lo hizo un buen asesino y un mejor encargado ―dije―. Es solo que nunca pensé que iba a hacerlo conmigo. ―Estás enojado con él. ―Diablos, sí, estoy enojada ―espeté. Mis dedos empujaron el piso, y el sillón se balanceó―. Fletcher pasa años reuniendo esa carpeta y luego la deja con Jo-Jo Deveraux en lugar de dármela. ¿Por qué? ¿Cuál es el punto? Estaba enojada, por supuesto, pero más que eso, me sentía traicionada. Como si Fletcher Lane no me hubiera considerado nada más que una marca sobre la cual reunir inteligencia. Como si yo no fuera la hija que él me decía que era. Como si nunca me hubiera realmente amado de la forma en que yo lo había amado. O al menos confiado en mí lo suficiente como para decirme lo que estaba haciendo. Y estaba enojada conmigo misma también, porque no tenía ni idea de lo que el anciano había estado haciendo, que había estado afuera reuniendo información sobre mí y mi familia asesinada. Ni siquiera había soñado que Fletcher haría tal cosa, al menos no a mí. O tal vez no había querido considerar la posibilidad. De cualquier manera, lo único que me quedaba ahora eran preguntas y más preguntas. ―Tal vez él tenía la intención de dártela ―dijo Finn―. Antes de morir. Otra imagen apareció ante mis ojos. Fletcher Lane, en un charco de su propia sangre en el Pork Pit, la piel desollada y arrancada de su cuerpo. Su cara, pecho, brazos y manos un lío en ruinas de carne viva y huesos. Negué, tratando de desterrar el recuerdo. No funcionó. Nunca lo hacía. Una sonrisa fría curvó mis labios. ―No puedes culpar a una chica por soñar, ¿verdad? Página ―Ella era lo suficientemente fuerte como para matar a tu madre y tu hermana, dos elementales de Hielo poderosas en su propio derecho, y derretir esa runa araña de plata en tus palmas. Dudo que esté muerta. Personas así no se van en silencio ―dijo Finn―. Además, fue hace sólo diecisiete años. La mayoría de los elementales vive hasta más de un centenar. 62 ―Simplemente no entiendo lo que esperaba que hiciera con la información. ¿Tomar mi venganza contra la elemental de Fuego? Han pasado años, y todavía no sé quién era ella ni por qué mató a mi familia. Ni siquiera vi a la elemental antes de que uno de sus matones me capturara y me vendara los ojos. Sólo la oí reír mientras me torturaba. Por todo lo que sé, la perra podría estar muerta. Me quedé mirando la carpeta, y mi sonrisa se convirtió en un ceño fruncido. ―Simplemente no entiendo por qué Fletcher lo hizo. Yo estuve ahí. Vivía a través de eso. Nada en ese archivo me dice nada que no sepa ya. ―Excepto que tu hermana está viva ―dijo Finn con una voz suave. Bria. Cabello rubio. Grandes ojos azules. Una cara suave, dulce e inocente. Una delicada runa de prímula colgaba de la cadena alrededor de su cuello. Ella había tenido ocho la última vez que la había visto, la noche que encontré su sangre en el escondite donde la había dejado. La noche en que pensé que había muerto. ―De mucho me sirve saber que está viva, ya que no puedo encontrarla. Esa imagen podría haber sido tomada en cualquier lugar, y Fletcher no fue lo suficientemente amable para garabatear una ubicación en la parte posterior de la misma. ―La emoción apretó mi garganta, y tuve que forzar la salida de mis próximas palabras―. No… ni siquiera sé si quiero encontrarla. ―¿Por qué no? ―preguntó Finn―. Es tu hermana. ―Era mi hermana ―le contesté con voz ronca―. No tengo ni idea de cómo es ahora. Si me recuerda, si siquiera querría verme. Demonios, probablemente piensa que estoy muerta, al igual que yo pensaba que lo estaba ella. Luego está el pequeño hecho de lo que he estado haciendo con mi vida. Llámame loca, pero dudo que alguien quiera una asesina como hermana mayor. Finn se quedó en silencio un momento. Luego levantó la cabeza y me miró con sus ojos verdes brillantes, ojos que eran tan similares a los de Fletcher que hizo que mi corazón se rompiera. ―Es posible que no hayas sido su hija biológica, pero papá te amó tanto como a mí. Tú misma lo dijiste. Le encantaba saber secretos de otras personas. Probablemente comenzó a cavar en un principio sólo para ver quién eras en realidad y si podía o no confiar en ti. ―¿Y luego? Me preguntaba esas mismas cosas a mí misma. Porque eso es exactamente el tipo de hombre que Fletcher Lane había sido. Vive y deja vivir, había sido su lema. Después de todo, los asesinos no tienen mucha autoridad moral para ponerse de pie y lanzar piedras, y calumniar a los demás. Pero si te metías con Página ―Y luego te convertiste en su hija, su protegida, y te amaba. Tal vez papá quería encontrar a la elemental de Fuego para ti. Tal vez se dio cuenta que Bria no había muerto esa noche. Tal vez quería compensar todo lo que te habían hecho a ti y a tu familia. 63 Finn se encogió de hombros. alguien por quien Fletcher Lane se preocupaba, bien podrías cortar tu propio corazón con una cuchara oxidada, antes de que él lo hiciera por ti. El viejo me había enseñado a ser de la misma manera. Lealtad, amor, como quisieras llamarlo, era la única cosa tan importante como la supervivencia, y lo único por lo que verdaderamente valía la pena morir. Es por eso que había perseguido a Alexis James, la perra elemental de Aire que había matado a Fletcher y había torturado a Finn, a pesar de que casi morí en el proceso. Froté la palma de la mano sobre mi frente. La plata en mi piel se sentía tan dura y fría como mi corazón. ―No sé lo que Fletcher quería que hiciera. Ahora nunca lo sabré. ―Lo descubrirás ―dijo Finn―. Y yo te ayudaré. Hablando como un verdadero hermano, sangre o no. Le sonreí. ―Sé que tú… Click-click. Click-click. La computadora de Finn escupió otro tipo de ruido, como si el disco duro hubiera capturado y enganchado algo. Levanté mis cejas. Finn se inclinó y apretó un botón. Números aparecieron en el monitor de su portátil, junto con lo que parecía una foto de licencia de conducir. Cabello rubio rizado. Ojos oscuros. Piel oscura. Gafas negras. ―La tengo ―dijo Finn―. Violet Elizabeth Fox. Registros de tarjetas de crédito, cuentas bancarias, certificados escolares. Lee todo sobre ella. Me uní a él en el sofá y leí la información en la pantalla. Violet Elizabeth Fox, diecinueve años, padres fallecidos. Una estudiante de A con una beca completa, obteniendo su título en negocios en la Universidad Comunitaria Ashland. Un par de cientos de dólares libres de cargos en su tarjeta de crédito, un par de miles en una cuenta de ahorros. Un pequeño cheque depositado cada dos semanas en su cuenta de cheques de algún negocio llamado Country Daze. Probablemente un trabajo a tiempo parcial de algún tipo. Nada fuera de lo ordinario y nada que sugiriera por qué había venido al Pork Pit buscando el Hombre de Hojalata. Toqué la pantalla con mi uña. ―Porque obtuvo un permiso ACC para el estacionamiento y un lugar asignado. Y lo vi en su casa. ―¿Ridheline Hollow Road? ―preguntó Finn―. Eso es en las montañas. Página ―¿Cómo sabes eso? ―preguntó Finn. 64 ―Violet Fox va diario a la escuela ―dije. ―En las cuencas mineras ―añadí. Folks había estado sacando carbón de las montañas Apalaches por décadas, y ricas vetas que corrían a lo largo de las montañas justo al norte de Ashland. Sacar carbón era peligroso, sucio y un trabajo duro, no para los claustrofóbicos o débiles de corazón. Pero pagaban lo suficientemente bien por las generaciones de hombres y mujeres que arriesgaban su vida y miembros sacando el combustible fósil del suelo. Por algo, la minería era el único trabajo que los miembros de su familia habían conocido. Para otros, las minas eran el lugar de descanso final para sus padres, madres, hermanos y hermanas. Oscuras, silenciosas tumbas que ninguna maquinaria o luz serían capaces de penetrar otra vez. Click-click. Click-click. La computadora sonó una vez más., y una nueva pantalla apareció, escribiendo la información que habíamos estado buscando. ―¿Qué es eso? ―pregunté. Finn sonrió. ―Marqué la tarjeta de crédito de Violeta Fox, la cual solo usó para hacer una compra en la librería del campus. ―¿Qué es lo que compró? Finn miró el monitor. ―Dos tés helados, dos barras de dulce, y una copia de El héroe de las mil caras de Joseph Campbell. ―¿Dos bebidas? Suena como que tuvo un estudio tardío con alguien. ―Me levanté del sofá―. Vamos. ―¿A la universidad? ―preguntó Finn―. ¿Qué si ella se va antes de que lleguemos? Señalé al reloj en la pared. ―Ni siquiera son las cuatro treinta aún. La librería está dentro del centro de estudiantes, y el edificio no cierra hasta las seis. Violet probablemente se quedará ahí hasta entonces. Página ―Eso es correcto ―dije―. Y tus celos son impropios. Ahora, levanta tu trasero flojo del sofá. Es hora de que me muestres qué tan rápido va ese Aston Martin tuyo. 65 ―Tú eres la experta cuando se trata de la universidad ―dijo Finn―. Viendo como pasas mucho de tu tiempo libre ahí leyendo libros de hombres blancos muertos y manteniéndote ocupada con los chicos jóvenes de tus clases. ―Eso no tiene sentido ―dijo Finn―. Ella no va a regresar esta noche. Llegamos a la universidad justo después de las cinco y habíamos caminado por el centro de estudiantes, buscando a Violet Fox. Conocía el centro bien junto con el resto del campus, desde que había estado viniendo a escuchar las clases de la Universidad de la Comunidad de Ashland por años. Decoración de pasteles, yoga, dibujo al carbón, pintura de acuarela. Había tomado todas esas y más, como parte de mi cubierta como una estudiante de facultad eterna y cocinera y mesera en el Pork Pit. Este semestre, me apunté para un curso en literatura clásica, de ahí el hecho de que estaba leyendo actualmente La Odisea. Siempre me había gustado aprender cosas nuevas y no veía razón para detenerme de tomar clases solo porque ya no estaba matando personas. Además, nunca sabes cuándo una nueva habilidad te será útil. Especialmente con mi pasado. Y estaba pensando en tomar varias clases el siguiente semestre, porque, la verdad sea dicha, mi retiro estaba comenzando a ser, bueno, aburrido. Durante el día, trabajaba en el Pork Pit, por supuesto, tal como siempre había hecho. Pero en la noche, no sabía que hacer conmigo desde que no estaba revisando archivos, trazando marcas, y planeando la mejor manera de matar a alguien. Solo podía ver el canal de comida por muchas horas en la noche. La mayor parte del tiempo, terminaba mirando sin ver la televisión, preguntándome si las ocho de la noche era demasiado temprano para irme a la cama. En el lado bueno, siempre estaba extremadamente bien descansada ahora. Finn y yo no habíamos encontrado a Violet Fox durante nuestra búsqueda en el centro de estudios. Tenía muchos pequeños cubículos para que los estudiantes se escondieran y estudiaran ahí. O Violet y quien sea con quien estuviera había decidido estudiar en la biblioteca o en un laboratorio de computo o incluso en el dormitorio de alguien. Demasiadas posibilidades y no había forma de ir por buen camino. Así que fuimos al único lugar donde Violet Fox se tenía que presentar tarde o temprano, el estacionamiento. ―Confía en mí ―dije―. Ella vendrá por su auto. Nadie inteligente dejaría sus ruedas aquí por la noche. Incluso aunque la universidad tomaba un par de calles de la ciudad, la variedad de pasillos y edificios estaban más o menos agrupados juntos y conectados por una serie de caminos con pasto. Pero el espacio era muy Página Miré por la ventana. La universidad de la comunidad de Ashland estaba localizada en el distrito del centro, un pequeño círculo de conocimiento escondido entre vidrio y edificios hechos de cromo que pasaban por los rascacielos de la ciudad. 66 ―No puedo imaginar porqué ―murmuró Finn y se movió en su asiento. reducido en la zona centro y los estacionamientos que rodeaban la universidad habían sido hechos mucho tiempo atrás. Lo que significaba que no había un estacionamiento para estudiantes en cualquier otro lugar del campus. En lugar de eso, aquellos que venían cada día tenían que dejar sus vehículos en una variedad de estacionamientos y garajes a las faldas del centro, entonces caminaban o iban en bici para ir hacia el campus. El estacionamiento en el que estábamos era el más lejano de las partes de la universidad y se ubicaba justo debajo del borde sur de la ciudad. Una sola luz brillaba sobre sus cabezas dibujando a los carros de más debajo de un plateado fantasmal. Cuatro altas barreras de concreto rodeaban la mayor parte del área, advirtiendo a los conductores que se mantuvieran alejados de varios hoyos en el roto asfalto. Runas pintadas con spray, incluyendo puños cerrados y crudas líneas de armas y cuchillos, ensuciaban la superficie de piedra. Arrugados contenedores de comida rápida, colillas aplastadas de cigarros, blandos condones usados llenaban el piso. De acuerdo con la información que Finn había recolectado, Violet Fox manejaba un viejo y negro Honda. El auto mediano medio servible se encontraba en el centro del estacionamiento, empequeñecido por una camioneta con llantas monstruosas con pintura verde militar. Una bandera confederada cubría la ventana trasera, junto con un armero. Nos sentamos varias filas lejos, estacionamos junto a un bocho con una capota roja que no combinaba con el cuerpo blanco. ―¿Algún otro cargo en su tarjeta de crédito? ―pregunté. Finn buscó en el asiento trasero y golpeó un botón en la computadora. ―No desde la última vez que preguntaste que fue hace cinco minutos. ¿Cuándo tiempo vamos a esperar? Son casi las seis treinta. Una figura pasó a través de un espacio en las barreras de concreto. Página Finn suspiró y se hundió un poco más en su asiento. Bajé la ventana. Seguía lloviznando y la suave capa de lluvia hizo que la noche se volviera más fría y más sombría de lo que realmente era. Incluso en los confines del Ashton Martin, podía oír las vibraciones de las barreras de concreto y el roto asfalto del estacionamiento. Ásperos, preocupados murmullos que hablaban de violencia, sangre, miedo. Este era un lugar donde las personas fueron golpeadas, robadas y asaltadas con alarmante regularidad, incluso para Ashland… 67 ―Todos los edificios del campus excepto la biblioteca cierran a las seis ―dije―. Si no está en la biblioteca llena, Violet Fox debería estar en camino hacia aquí justo ahora. Le daremos otros cinco minutos. Este estacionamiento está casi a kilómetro y medio del campus. Le toma sus buenos veinte minutos para llegar ahí desde el centro de estudios, y eso si estás caminando rápido. Una pequeña, curvilínea mujer con una capa de cabello rubio que se rizaba fuera de sus GCT ―gran cabello de Tennessee― proporciones gracias al rizado. Violet Fox. Ella usaba una pesada chaqueta que no hacía lo suficiente para cubrirla de la lluvia. Su bolso estaba abrazado sobre su pecho y hombros. Se paró debajo de la luz parpadeante, y un pequeño bote de metal brilló en su mano derecha. Spray de pimienta, aunque podía equivocarme. Inteligente, sensibles precauciones. Esta era una chica que solía caminar aquí en la noche. Pero no estaba sola. Otra chica estaba con ella. Cabello negro azulado, pálidos ojos, delgada figura, pantalón de diseñador. La reconocí también. ―Esa es Eva Grayson ―dije. Los ojos verdes de Finn se unieron a Eva. Sonrió y se sentó derecho en su asiento. ―¿De verdad? Owen Grayson nunca me dijo que su hermana se veía así. ―Entonces te conoce lo suficientemente bien para saber que no debe hacer eso ―contesté. Mientras miraba un hombre de mi edad siguió a las chicas dentro del estacionamiento. Su cabeza se balanceaba de la derecha a la izquierda, y se mantuvo cerca de Eva como su propia sombra. Su abrigo se abrió revelando una Glock colocada en su espalda. Se veía como si Owen Grayson hubiera conseguido un guardaespaldas para su hermana después de todo. Violet y Eva se detuvieron en el medio del estacionamiento intercambiando unas cuantas palabras. Violet dijo algo que hizo reír a Eva. Entonces Violet ondeó su mano y comenzó a caminar hacia su viejo Honda. Eva ondeó su mano de vuelta. El hombre la tomó del codo y la escoltó fuera del estacionamiento, pero Eva le dio una mirada molesta y se lo sacudió. Los dos se giraron y caminaron de vuelta hacia el espacio en la barrera de concreto y desaparecieron de la vista. Desde que habíamos quitado la luz de la parte delantera del auto, abrí la puerta del Ashton Martin y saqué mis piernas. ―Bueno, está sola ahora. ―Finn tomó su propia manija de la puerta, pero tomé su brazo. Me encogí de hombros. ―Tal vez. Depende de qué tan bueno sea. Pudo haberse deslizado en el otro lado del estacionamiento. El punto es que falló con ella en el Pork Pit y Página ―¿Crees que hay algún tirador está por aquí? ―preguntó―. Lo habríamos visto para este momento. 68 ―Espera ―dije en voz baja―. Veamos quién más está alrededor. probablemente no pudo llegar hasta ella en el campus hoy. Demasiados testigos, demasiados guardias de seguridad. Este es el último tiro antes de que se vaya a casa por la noche. ―Y crees que va a hacerlo ―dijo Finn. ―Yo lo haría. Entonces miramos. Violet Fox no era tonta. Se aproximó a su auto cuidadosamente. Miró a la derecha y luego a la izquierda, de frente y detrás de ella. También se quedó en la mitad de estacionamiento lejos de los lados o de los carros estacionados. Asegurándose que nadie se estaba deslizando detrás de ella o esperando debajo de uno de los vehículos para tomar sus tobillos y jalarla. Chica inteligente. Pero no era lo suficientemente inteligente. Violet Fox buscó en su bolso, y sus pasos se alentaron mientras buscaba sus llaves. No las encontró inmediatamente por lo que se detuvo, bajó su cabeza, y buscó en su bolso. Y fue cuando vi a una sombra deslizarse fuera de la cama de la camioneta y dirigirse hacia ella. ―Ahí está ―dijo Finn, peleando por abrir su puerta. ―Estuvo escondido en la camioneta todo el tiempo. Página 69 No respondí. Ya estaba fuera del auto, corriendo hacia la chica. 8 Traducido por Dianna K y Adaly Aun cuando empecé a correr, vi la oscura figura deslizarse hasta Violet y tomar la forma de un hombre bajo y fornido. Un enano. Estaba a seis metros de distancia. No iba a llegar a tiempo. Iba a llegar demasiado tarde. De nuevo. Abrí la boca para gritar una advertencia, cuando algo se escabulló al otro lado de la acera. El enano debe haber pisado una lata de refresco. Violet se congeló ante el ruido, una de sus manos todavía en su bolso. Entonces echó a correr. No miró hacia atrás, no comprobó para ver qué era el ruido. Sólo corrió. Tuvo unos veinte pasos antes de que el hombre la agarrara por el rizado cabello rubio. Violet gritó de dolor y se volvió para sacudirse de él, con las manos arqueadas en garras. La dejó abofetearlo. Ese tipo de golpes no significaría nada para un enano. La magia y las armas eran las únicas cosas que atraían su atención. Violet hizo una pausa de medio segundo para inhalar otro aliento para gritar. Fue entonces cuando el hombre le dio un puñetazo en la cara, con fuerza. Oí el crujido de los huesos a tres metros de distancia. Violet gimió, y el hombre la golpeó de nuevo. Su cabeza se precipitó hacia un lado, y ella cayó de rodillas, con arcadas. Yo estaba a diez metros de distancia y acercándome rápido. No estaba tratando de ser silenciosa, ya no, pero el enano estaba demasiado decidido a Página El enano tronó sus nudillos y avanzó hacia ella otra vez. La levantó y la extendió sobre el capó de la camioneta. El movimiento sacó a Violet de su aturdimiento, y gimió y miró a su atacante. Una de las manos del enano bajó a su pantalón. Él no iba a usar una pistola esta vez. El enano iba a golpear a Violet hasta la muerte, después de que la violara. 70 El enano le dio una patada en el estómago, y la fuerza levantó a Violet del pavimento y la lanzó tres metros. Golpeó el capó de una camioneta oxidada y se deslizó hasta el suelo. No se movió. abrir su cremallera para escuchar el chasquido de mis sneakers en el pavimento mojado. Pero el profundo y gutural rugido de un vehículo retumbando a la vida detrás de mí lo hizo volverse. El enano me diviso corriendo hacia él, abrochó su pantalón, y dio un paso atrás. Esperando. Sólo esperando. Violet yacía en el capó, sus manos debajo de ella, tratando de encontrar la fuerza para levantarse, para huir. La sangre cubría la mayor parte de lo que podía ver de su rostro, y la mitad inferior de la nariz ya no estaba en línea con la parte superior. Sus gafas apenas se aferraban a su cara. Ya que el enano estaba enfocado en mí, reduje mis pasos a una caminata. Cuando estaba a tres metros de distancia, me detuve, palmeé el cuchillo escondido en la manga izquierda, y estudié el hombre delante de mí. Debido a que era un enano, no era más alto de uno cincuenta, pero sus hombros eran más anchos que una silla. Sus bíceps parecían haber sido tallados en acero y unidos a su pecho de barril. Llevaba vaqueros y una camiseta negra, y un gran tatuaje se mostraba en su bíceps izquierdo, un cartucho encendido de dinamita. Una runa. Una que había viso antes en alguna parte, aunque no pude ubicarla en el momento. No importaba mucho. Podría estudiarla a más detalle cuando estuviera muerto. ―Esta no es su lucha, señora ―escupió―. Esto es entre la chica y yo. Corra antes de que la haga suya también. ―Oh, pero es mi pelea ―contesté con voz fría. Cambié el cuchillo en mi mano izquierda, moviéndolo a su posición. ―¿Por qué es eso? ―Porque le disparaste a mi restaurante hoy. Los ojos azules del enano se estrecharon. ―¿Y qué si lo hice? ¿Qué vas a hacer al respecto? ―¿Para empezar? Esto. El enano miró fijamente el cuchillo en el pecho. Luego sonrió, sacó el arma, y la dejó con estrépito en el suelo. Rodó sus hombros y tronó los nudillos Página Parecía que algo de óxido se había juntado. Úsalo o piérdelo, Gin. Como no quería perder nada, ya que sabía que no podía permitírmelo, hice una nota mental de entrar en alguna práctica de lanzamiento después de que esto hubiera terminado. 71 Le lancé mi cuchillo El enano no se inmutó cuando la hoja le dio en el pecho y se hundió en su pectoral derecho. Maldita sea. Había fallado su corazón por al menos veinte centímetros. Probablemente más cerca de dos. No había estado retirada por tanto tiempo pero no había estado exactamente entrenando todos los días tampoco. de nuevo. El sonido rebotó como un disparo contra los muros de concreto alrededor de nosotros. ―Voy a disfrutar de hacerte pagar por eso, perra. ―Sí, sí ―dije, palmeando el cuchillo escondido en mi manga derecha―. Vamos a bailar. El enano se me echó encima. Esperé hasta el último momento, entonces di un paso a un lado. Mi pie izquierdo arremetió, y lo hice tropezar. Pero él estaba esperándolo. El enano se hizo una bola, golpeó al suelo y se enrolló de nuevo. El bastardo era rápido. Flexible también. ―Lindo. Sonrió. ―Tomo yoga. Le devolví la sonrisa. ―Yo también. Él vino a mí de nuevo. Y entonces nos pusimos manos a la obra. El enano balanceó sus duros puños hacia mí. Esquivé sus golpes, no por cobardía sino por practicidad. De ninguna manera iba a dejar que su mazo de una mano conectara con mi cara. Ya tuve mi nariz y otras partes del cuerpo rotos varias veces. No tenía ningún deseo de repetir ese dolor nocturno en particular. El enano se volvió de nuevo, pero su pie resbaló en un trozo de asfalto roto y sobre extendió su brazo. Pasé dentro de su defensa y lo apuñalé en el pecho con el cuchillo de plata. El olor de la sangre cobriza llenaba el aire de la noche, venciendo la lluvia. Pero él se echó hacia atrás antes de que pudiera empujar el arma en su corazón. La hoja se deslizó por sus costillas y atrapé una de ellas. Gruñí, pero fue como tratar de cortar carne congelada. Sus músculos del pecho eran demasiado gruesos y densos para que le hiciera el suficiente daño para someterlo rápido. Tenía razón. Apenas habíamos comenzado, y mi corazón ya se estaba acelerando. Mis pulmones aún no habían comenzado a arder, pero sólo era Página ―¿Cuchillos? ¿Eso es todo lo que tiene, señora? ―habló arrastrando las palabras―. Puede cortarme toda la noche, y yo me quedaré aquí y lo tomaré. Todo lo que necesito es un buen puñetazo, y tú eres mía, perra. 72 El enano golpeó mi mano del cuchillo con el borde de su puño. Solté el arma. Un fuerte golpe como ese destrozaría mi muñeca en delgadas piezas. Se volvió en mi dirección. Me agaché y arranqué un tercer cuchillo de la parte baja de mi espalda. cuestión de tiempo. Yo no tenía la resistencia que él tenía. Nunca lo haría. El enano no estaba ni siquiera sudando y las heridas que le había infligido eran nada más que cortadas de papel. Tenía que encontrar una manera de poner fin a esto. Ahora. Por el rabillo de mi ojo, vi una gran forma oscura acercándose sin hacer ruido al estacionamiento. La forma se detuvo. Esperando. Corté al enano con mi cuchillo, forzándolo a dirigirse a un sedán a unos pocos metros de distancia. Él se rió, retrocedió, y dobló el dedo índice hacia mí. ―Vamos, perra ―dijo―. Sólo estoy entrando en calor. Le sonreí. ―Yo también. Apoyé mis manos sobre el capó del auto y empujé. Él no estaba esperando que cambiara la táctica, y se detuvo, sólo por un segundo. Toda la apertura que necesitaba. Mis pies golpearon al enano en el pecho con la fuerza suficiente para hacerle retroceder a trompicones Su zapato quedó atrapado en otra fractura en el pavimento, y cayó sobre su culo. Y fue entonces cuando Finn lo atropelló con la camioneta. Mientras yo había estado luchando contra el enano, Finn se había vuelto útil. Se había robado la camioneta monstruosa que había estado estacionada junto al Honda de Violet Fox. Luego se había detenido en una cordillera de vehículos, esperando a que me diera cuenta. El enano hizo un ruido sordo bajo las enormes llantas de la camioneta. Pero Finn no había terminado. Puso la camioneta en reversa y retrocedió sobre el enano. Él fue de un lado al otro sobre el hombre tres veces más antes de que yo levantara mi mano, indicándole que se detuviera. Finn sacó la camioneta hacia adelante. ―¿Quieres decirme para quién estás trabajando antes de que te mate? ―dije. El enano escupió sangre en mis vaqueros. ―Tomaré eso como un no. Página Las llantas habían aplanado el cuerpo fuerte y compacto del hombre, ahora parecía carnoso, un sangriento panqueque que había sido presionado en el asfalto. Huellas de grasosas llantas negras cubrían su torso, y sus brazos y piernas yacían a sus lados, aplastados e inútiles. Pero Finn no había golpeado su cabeza, y el enano estaba todavía vivo. Sus ojos azules ardían de dolor y odio mientras me veía acercarme. 73 Se quedó en el interior de la cabina, esperando a ver si lo necesitaba de nuevo. Recogí mis cuchillos abandonados y caminé por la acera hacia el enano. Me incliné para cortar su garganta. Sus ojos se desorbitaron, y gorgoteó una vez, dos veces, tres veces antes de que su cabeza colgara hacia un lado y la luz se filtrara de sus iris. Le di un minuto para sangrar, luego puse mis dedos contra su cuello lacerado para asegurarme. No hay pulso. Tan muerto como podría estar. Limpié mi mano ensangrentada en mis vaqueros y le hice un gesto a Finn. Finn apagó el motor, se bajó de la camioneta y caminó en mi dirección. Sus ojos verdes se movieron rápidamente al cuerpo del enano. ―¿Todavía tenías que cortar su garganta? Un fuerte maldito, ¿no? ―Él es un enano ―contesté―. Por lo general lo son. Ahora, dame tu teléfono celular. Finn buscó en el bolsillo de su chaqueta y me entregó un teléfono delgado y plateado. Lo utilicé para tomar una foto de la cara congelada del enano, junto con el tatuaje en su bíceps, el que parecía un cartucho de dinamita encendido. Había sido aplastado por los neumáticos de la camioneta, pero todavía había suficiente carne ahí para tener una idea de la forma original de la runa. Le pasé el teléfono de regreso a Finn, luego metí mi mano en los bolsillos delanteros del enano. Sin billetera, sin dinero, sin identificación. Probablemente en el bolsillo de atrás, pero no iba a arrancarlo del pavimento para buscarlos. Más desordenado de lo que quería tener esta noche. ―Trae el auto ―le dije a Finn―. Necesitamos llevar a la chica a Jo-Jo. Finn asintió y se alejó trotando para recuperar su Aston Martin. Caminé hacia Violet. En algún momento durante mi pelea con el enano, Violet Fox se había deslizado fuera del capo de la camioneta. Se sentó apoyada contra la llanta. Sus dedos estaban atrapados en su bolso, mientras estaba tratando de conseguir su teléfono para llamar a la policía. Me agaché hasta que estuve su nivel visual. ―Ahora estás a salvo ―dije en voz baja―. No va a hacerte daño nunca más. Página La sangre cubría la mitad inferior de su rostro arruinado como una máscara, y gotas gruesas se deslizaban por su cuello. Sus gafas habían sido partidas en dos en el centro. Las gafas seguían enganchadas alrededor de sus orejas, pero las dos mitades colgaban como pendientes contra sus mejillas ensangrentadas. 74 El rostro de Violet Fox era un desastre. Su nariz había sido empujada a mitad del camino de su rostro, mientras su mandíbula alcanzaba otra dirección. Su piel lucía como masilla que se había estirado hasta el punto de ruptura sobre sus rasgos distorsionados. Dolor llenaba sus ojos marrones, y por un momento, no creí que me había oído. Pero Violet volvió su cabeza y me miró. Entrecerró los ojos, y reconocimiento brillo en su mirada embotada. ―Tú… ―murmuró. ―No trates de hablar, cariño ―dije―. Vamos a llevarte a curar, y entonces nos puedes decir sobre por qué alguien te quiere muerta y cómo sabes sobre el Hombre de Hojalata, ¿bien? Violet Fox no me respondió. Ya se había desmayado. Finn trajo el auto, y metimos a Violet Fox en el asiento trasero. Quité sus gafas rotas de su rostro y se las pasé a Finn para su custodia. Entonces use uno de mis cuchillos para cortar una tira de la parte inferior de mi camiseta de manga larga. Enrollé el algodón alrededor de la cara de la chica para recoger la sangre escurriendo por la nariz rota. No se movió. ―Va a sangrar por todo el asiento trasero ―murmuró Finn―. ¿Sabes cuánto pagué por este auto? ―Demasiado ―dije―. Y no te preocupes por tus preciosos asientos de piel. Estoy segura que Sophia puede sacar la sangre. ―¿Vas a llamarla para deshacerte del cuerpo del enano? ―preguntó Finn. ―Por supuesto. No quiero asustar a las alumnas al dejar el pancake en donde está y tenerlas conduciendo por encima de él en la mañana. Tomé el celular de Finn de nuevo y golpeé el número siete en la marcación rápida. Tres tonos más tarde, ella contestó. ―¿Hmph? ―Sophia Deveraux dejó escapar su usual gruñido de saludo. A la enana no le gustaba forzar sus cuerdas vocales con cosas como la conversación. ―Es Gin. Hay algo que tal vez encuentres interesante sobre una de las plazas de estacionamiento cerca de la Universidad Comunitaria de Ashland. ―Mmm. ―Su gruñido interesado. La voz de la enana salió en un susurro áspero, como si hubiera pasado los últimos cincuenta años fumando un cigarrillo tras otro y bebiendo botellas de alcohol ilegal de la montaña. No sabía por qué la voz de Sophia era de la forma Página ―¿Numero? ―preguntó Sophia, refiriéndose al número de cuerpos que quería que viniera a eliminar. 75 Esperé un momento para ver si decía algo. que era, sobre todo porque nunca había visto a la enana fumar o beber algo más fuerte que un té helado. Otro misterio que no estaba segura de querer resolver. Porque tenía la sensación que había algo muy malo en el pasado de Sophia. Una especie de horrible accidente, trauma o incluso tortura. Esas eran las únicas cosas que podía pensar que arruinarían por completo sus cuerdas vocales. También me pregunté por qué Jo-Jo nunca había sanado a su hermana. Talvez ella había querido y Sophia no se lo permitió. Es posible que simplemente había sido demasiado tarde cuando Jo-Jo había llegado a ella. Fuera lo que fuera, lo que sea que había pasado con la enana gótica, sabía que no podía ser bueno. ―Solo uno, pero es posible que tengas un poco de problemas raspándolo del suelo ―le contesté―. Hubo una camioneta muy grande envuelta. ¿Crees que lo puedas manejar? ―Hmph. ―El gruñido de Sophia era más gutural esta vez. La había ofendido. ―Bueno, tengo fe en ti ―le respondí en un tono alegre―. ¿Estás en casa de Jo-Jo? ―Um-hmm. ―Eso es un sí. ―Dile que se prepare. Finn y yo estamos llevando alguien que necesita su ayuda. Seriamente. Esteremos ahí en unos cuantos minutos. Sophia colgó sin decir nada más. Hice lo mismo. Finn salió del estacionamiento. Tomó un gran cuidado para dirigir su auto alrededor del cuerpo aplastado del enano. ―Podías pasar sobre él ―dijo―. Ya está muerto, y no es como si no lo hubieras hecho antes. ―Sí, pero no quiero pedazos ensangrentados de enano atrapados en mis llantas por las siguientes dos semanas. ―Finn aspiró―. Este es un Aston Martin, Gin. No pasas sobre cadáveres en un Aston Martin. ―Dile eso a James Bond. Página Le tomo a Finn unos veinte minutos llegar a casa de Jo-Jo. Jolene “Jo-Jo” Deveraux era la hermana mayor de Sophia, una enana de doscientos cincuenta y siete años de edad y elemental del Aire de poder significativo, riqueza, estatus y conexiones sociales. 76 Finn me lanzó una mirada asesina mientras salía hacia la calle. Teniendo en cuenta todo eso, Jo-Jo hizo su casa en una subdivisión lujosa con el nombre de Tara Heights. Dentro de unos pocos kilómetros, dejamos la arena y suciedad del centro detrás y entramos en un área elegante de cuidados árboles de paisaje y casas espaciosas al frente de aceras empedradas y patios lo suficientemente grandes para que los profesionales jueguen fútbol en ellos. Finn eventualmente condujo el auto a una calle llamada Margnolia Lane, y unos segundos después, la casa de Jo-Jo apareció a la vista, casa de tres pisos, estilo plantación de Lo que el viento se llevó. La extensa, estructura blanca encaramada en lo alto de una loma cubierta de hierba e incluyendo una serie de columnas altas y redondas que soportaban el resto del edificio en la forma de una silla de respaldo alto que podía apuntalar a una anciana. Finn estacionó el auto y me ayudó a arrastrar a la aún inconsciente Violet Fox del asiento trasero, arriba tres pasos y hacia el porche que rodeaba a la espaciosa casa. Gruesos y fibrosos zarcillos de hierba y kudzu cubrían un enrejado pegado al porche, junto con las espinas marrones desnudas de varios rosales. Una bombilla solitaria ardiendo en el porche. Afuera, en el patio inclinado, el frío y la llovizna recogían, haciendo al aire oler a metal, hojas muertas y tierra húmeda. Dejé a Finn tomar el peso de Violet para que pudiera abrir el mosquitero que estaba frente a una puerta de madera pesada. Entonces tomé la aldaba y di un golpe en la puerta interior. La aldaba tenía la forma de una gruesa e inflada nube, La runa personal elemental de Aire de Jo-Jo. Apenas había puesto la runa de la nube contra la madera cuando la puerta se abrió de un tirón, y una mujer asomó la cabeza. Jo-Jo Deveraux lucía como si hubiera planeado quedase en casa en la noche. Una bata de manga corta rayada color rosa cubría su figura fornida y musculosa, mientras su cabello rubioblanqueado estaba levantado en esponjas rizadoras. Una especie de mascara azul de barro cubría su rostro, y una almohadilla de pedicura sostenía los dedos de sus pies a lo ancho. Debía de acabar de pintar sus uñas de los pies, porque el esmalte de color rosa brillante brillaba como si todavía estuviera fresco. ―Ya era hora de que llegaras ―dijo la enana de mediana edad―. He estado caminando de un lado al otro frente a la puerta durante cinco minutos. ―Ejm. Página ―Oh, había una fiesta o dos. ―Jo-Jo arrastraba las palabras con una voz más dulce que la miel de trébol―. Pero estos viejos huesos no son tan jóvenes como solían ser. La lluvia hace que me duelan. Además, necesito una noche libre del maldito circuito de vez en cuando. 77 ―¿Por qué? ¿No hubo alguna fiesta o cena en el circuito de la sociedad esta noche? ―pregunté, acogiendo la bata y los rizadores. Finn se aclaró la garganta, su manera de decirme ve al grano y que estaba cansado de sostener a Violet Fox. La mirada pálida de Jo-Jo vio a la chica. Excepto por el pinchazo de negro de su centro, los ojos de la enana eran casi incoloros, como dos piezas nubladas de cuarzo. ―Campanas del infierno y senderos de pantera ―dijo Jo-Jo en un tono suave―. ¿Qué le paso? ―Terminó en el lado equivocado del puño de un enano, dos veces ―dije, asumiendo parte del peso de Violet de nuevo―. ¿Crees que la puedes arreglar? Jo-Jo estudió la chica un momento más, y luego asintió. Página 78 ―Cariño, puedo arreglar cualquier cosa menos la muerte. Pero esto no va a ser bonito. 9 Traducido por Danny Lowe Jo-Jo se hizo a un lado por lo que Finn y yo podíamos arrastrar a la inconsciente Violet Fox en la casa. El dulce aroma del perfume de Chantilly de Jo-Jo bloquea mi nariz mientras caminamos a través de un estrecho pasillo. Unos tres metros después, el delgado pasillo se abrió hacia una enorme sala que ocupaba la mitad trasera de la casa. Sillas acolchadas. Secadora de cabello. Mostradores repletos de laca para el cabello, esmalte de uñas, maquillaje, tijeras, rodillos, rizadores. Un largo espejo que corría bajo una pared. Elevando pilas de revistas de belleza. Fotos de diferentes cortes de cabello pegados por todas partes. Todo eso y más puede ser encontrado en el salón de belleza de Jo-Jo, el lugar donde la elemental de Aire usa su magia como una auto-proclamada mama del drama, alguien que atendía a la infinita vanidad de las mujeres del sur. Debutantes, concursantes de desfiles, esposas trofeo aburridas. Jo-Jo les sirve a todos ellos en diferentes maneras. Permanentes, cortes, trabajos de tinte, ceras, manicuras, pedicuras. Si tuviera algo que ver con la belleza o arreglar el cabello de una mujer dos veces más grande, alto y duro como su cabeza, Jo-Jo lo hacía en su salón. A pesar de los considerable precios de las hermanas. ―Ponla en una de las sillas ―indico Jo-Jo antes de ir al lavabo para lavarse las manos. Página Por supuesto, volver atrás el reloj no era la única cosa que Jo-Jo hacía con su magia de Aire. La enana era también una de las mejores curanderas en Ashland. Demonios, de todo el sur. Pocas personas sabían acerca de su talento en esa área en particular, pero Fletcher Lane había sido uno de los más viejos amigos de Jo-Jo, y yo la había heredado, junto con Sophia, cuando había tomado el negocio asesino. Una hermana para sanarme, la otra para deshacerse de los cuerpos que dejé atrás. Un bonito arreglo. 79 Y algo más. La magia elemental de Aire también era buenísima para la fijación de las líneas de expresión no deseadas o poniéndole senos de regreso a alguien donde habían estado hace diez años, temporalmente, por lo menos. Finn y yo arrastramos a Violet Fox sobre una de las giratorias sillas de salón rojo cereza. Entonces Finn agarró una botella de pegamento de uñas de la encimera, sacando las gafas rotas de Violet del bolsillo de su chaqueta, y usando la solución de unión para poner las dos piezas juntas. Levanté la bolsa de Violeta de alrededor de su cuello, dejándola en un taburete a pocos metros de distancia, y comencé revisarlo. Cartera, llaves, mentas para el aliento, monedas sueltas, gotas para los ojos, un compacto. Nada inusual o emocionante. Un gemido suave sonó en la esquina. Miré por encima para ver a Rosco, el gordo de Jo-Jo, el perezoso basset hound, acurrucado en su cesta de mimbre junto a la puerta. El perro viejo miró el bolso en mis manos. Su cola golpeó una vez con esperanza. ―Lo siento, perro ―dije―. Nada aquí para ti. Rosco resopló con indignación, luego dejó caer su cabeza marrón y negra hacia abajo en la parte superior de su rechoncho estómago y se fue de regreso a dormir. Su pasatiempo favorito, aparte de comer. Jo-Jo empujó una silla encima de Violet, pulso en una luz, y desenrolló suavemente mi camiseta en tiras de su cara. El daño parecía más estridente bajo el blanco resplandor fluorescente. La hinchazón ya se había establecido, y el rostro de Violet se había hinchado al doble de su tamaño normal. Negro y verde y purpura manchando su nariz desarticulada rebanada a través de sus mejillas, lo que pude ver de ello por debajo de la sangre seca. ―Las campanas del infierno ―murmuro la enana de nuevo―. ¿Has dicho que solo la golpeo dos veces? ―Sí ―dijo Finn, sosteniendo las gafas rotas hasta que el pegamento secara―. Pero los hizo a ambos contar. Jo-Jo sacudió su cabeza. Página Jo-Jo examinó el rostro de Violet otro minuto antes de ponerse a trabajar. Tomó una respiración profunda y sostuvo su mano delante de los rasgos arruinados de la chica. Su palma se cernía justo por encima de la piel de Violet. Un segundo después, los ojos de la enana empezaron a brillar con un blanco opaco, como atravesando volutas de espesas nubes a través de su brillante mirada. Un similar resplandor del color de la mantequilla revistió su palma abierta. Jo-Jo trajo aún más de su poder para soportar, hasta que pude sentirlo 80 ―Bien, esperemos que la pobre chica permanezca inconsciente un poco durante lo siguiente. Porque poniendo su cara de nuevo de la manera en que se supone que va, va a ser tan doloroso como cuando se lo hicieron. No hay necesidad de traumatizarla más de lo que ya ha pasado esta noche. crepitar por el salón como electricidad estática, solamente con ganas de atacarme. Deslicé mi taburete otro metro de la enana. De los cuatro elementos, dos eran opuestos, y dos eran complementarios. Fuego y Hielo no van juntos, pero Fuego y Aire lo hacen, al igual que Piedra era el compañero natural de Hielo. Cada elemento también tenía varias ramificaciones, como el Metal por Piedra, Agua por Hielo, y Electricidad por Aire, que algunas personas podrían aprovechar. Jo-Jo Deveraux era una elemental de Aire, lo que significaba que su magia era exactamente lo contrario de mi poder de Piedra y Hielo. Estar en la presencia de alguien que use tanto de un elemento de oposición siempre me pone nerviosa e inestable. El poder de JoJo solo se sentía mal para mí, como haría con cualquier magia elemental de Aire o Fuego. Al igual que mi Piedra y el poder de Hielo parecería extraño para ellos. Pero la peor parte eran las cicatrices de runas de araña en mis palmas. Como Jo-Jo trajo aún más de su poder para soportar, la plata incrustada en mi piel empezó a picar y quemar. La plata era un muy raro metal, con la propiedad inusual de ser capaz de absorber y almacenar todo tipo de magia. Muchos llevan runas elementales hechas de plata y las utilizan para contener fragmentos de su poder que puedan utilizar cuando sea necesario. Algo así como baterías mágicas. Mi madre, Eira, había usado su runa de copo de nieve de esa manera, aunque no la había salvado al final. Pero la plata no solo absorbe la magia, la desea para ella, como el metal era hueco y entusiasta, dolorido incluso, por el poder elemental para llenarlo y hacerlo todo. Podía sentir el deseo de la plata por más magia, por más poder, a pesar de que la piel en mis palmas hace tiempo que había crecido sobre el metal que se había derretido en mis manos. Curve mis dedos alrededor de la bolsa de Violet, esperando que la piel artificial protegería mis manos lo suficiente para bloquear las sensaciones de ardor en mis palmas. No funciono. Nunca lo hacía. Así que me senté allí y vi a Jo-Jo. Observar el trabajo de Jo-Jo siempre me recuerda un libro que había tenido cuando era niña. Uno que tenía un personaje de dibujos animados. Si Página Una y otra vez, Jo-Jo movió su mano sobre el rostro de Violet. Cada vez que lo hacía, la nariz de la chica se ponía un poco más recta, su mandíbula un poco más cuadrada. La inflamación disminuyó, y las rayas de colores desagradables desaparecieron de las mejillas de Violet. 81 La enana pasó lentamente su mano sobre el rostro de Violet Fox. Elementales de Aire eran grandes sanadores debido a su capacidad de aprovechar y utilizar todos los gases naturales en el aire, incluyendo el oxígeno. Justo ahora, Jo-Jo estaba usando su magia para forzar el oxígeno en el cuerpo de Violet, haciéndolo circular bajo la piel de su rostro, usando las moléculas del aire para curar lo que se había roto tan brutalmente. mirabas en las páginas de una en una, el personaje no se movía. Pero si pasabas las hojas lo suficientemente rápido, caminaba de un lado del papel al otro. Diez minutos después, Jo-Jo dejó caer su mano. Sus ojos se apagaron y perdieron su blanquecino, resplandor mágico. Lo mismo hizo su palma. ―Listo ―dijo la enana en voz baja―. Está hecho. ―Él también la pateó una vez ―dije―. En el estómago. Jo-Jo asintió. ―Lastimó sus riñones, pero he arreglado eso también. La enana se puso en pie, mojó una toalla en el lavabo, y la utilizó para limpiar la sangre de la cara de Violet. La chica no se movió. No había hecho un sonido todo el tiempo que Jo-Jo estaba trabajando en ella. No era sorprendente. Su cuerpo había pasado a través de un trauma grave. Probablemente tenía que dormir durante al menos una hora, tal vez más. Sanado por arte de magia siempre saca mucho de una persona, mientras el cuerpo trata de ajustar la lesión para estar bien otra vez. Y el uso de tanta magia como Jo-Jo acababa de usar, eliminaba todo menos a los elementales más fuertes. Esa era una de las razones por las que trataba de no confiar en mi magia demasiado, tratando de no usarla para cosas grandes. No me gusta que me deje débil y desvalida después, incluso si me había retirado del negocio asesino. Jo-Jo terminó la limpieza de Violet y arrojó el sangriento trapo en el bote de basura. Finn deslizó las gafas pegadas de Violet en su rostro. Luego se echó hacia atrás y le dio una mirada apreciativa. ―Se ve muy bien limpia, ¿no? ―dijo en un tono de admiración. ―Está inconsciente, Finn. Por lo menos ten la decencia de mirarla malintencionadamente cuando esté despierta ―digo. Finn entrelaza sus manos detrás de su cabeza y sonrió. ―Voy a estar seguro y hacer precisamente eso. Jo-Jo se lavó las manos de nuevo en el lavabo. Agarró otro trapo para secarlas, entonces se giró hacia mí. ―Así que ahí es donde Sophia fue con tanta prisa ―murmuro Jo-Jo―. Pensé que era extraño que quisiera irse antes del final. Página Llené a Jo-Jo sobre todo lo que había pasado las últimas veinticuatro horas, comenzando con Sophia y yo frustrando el intento de atraco de Jake McAllister al Pork Pit, con Violet Fox entrando y preguntando por el Hombre de Hojalata, desde los disparos, hasta Finn y yo rastreándola y salvándola del enano sicario. 82 ―Ahora ―habló la enana lenta y pesadamente―, ¿quieres decirme quién es esta chica, y por qué alguien estaba golpeándola? Levanté una ceja. ―Estábamos viendo una película del oeste. El bueno, el malo y el feo con Clint Eastwood. Sophia casi nunca sale antes del gran enfrentamiento del final ―explica Jo-Jo―. Su parte favorita es cuando Lee Van Cleef muere. Sophia Deveraux, la enana gótica, era también bastante aficionada al cine. Películas del oeste, películas de acción, películas de mafia. Las amaba todas. Las más violentas eran, las mejores. ―De todas formas ―dije, finalizando mi historia―. Dejamos el cuerpo del enano para que Sophia lo eliminara y traje a la chica aquí. Una vez que ella esté despierta, mi plan es preguntarle algunas serias preguntas sobre Fletcher y dónde oyó el nombre de Hombre de Hojalata. Jo-Jo miró a la chica. Un gesto hizo que la máscara de barro azul en su cara se agrietara. No se había molestado en limpiarla todavía. ―Ella me resulta… familiar. ¿Cuál dices que es su nombre de nuevo? ―Violet Elizabeth Fox. ―Arranqué la licencia de conducir de la chica de su cartera y se lo pasé a Jo-Jo. La enana revisó la tarjeta laminada. Su ceño se profundizo, y trozos de barro azul se descascaron de sus mejillas y se quedaron en su bata rosa. ―Ella vive en Ridgeline Hollow Road ―¿La conoces? ―preguntó Finn. Jo-Jo sacudió su cabeza. Página 83 ―No, pero estoy bastante segura de conocer al bastardo viejo cascarrabias que es su abuelo. 10 Traducido por âmenoire Finn y yo nos miramos. ―¿Abuelo? ―preguntamos al unísono. Jo-Jo asintió. ―Warren T. Fox de los Fox de Ridgeline Hollow. La chica luce un poco como él en el rostro. Lo veo, ahora que la sangre se ha ido. ―¿Y quién es este Warren T. Fox? ―pregunté ―Solía ser amigo de Fletcher ―dijo la enana―. Pero tuvieron una discusión hace mucho tiempo. No han hablado desde entonces, hasta donde sé. Jo-Jo observó a Violet, quien todavía estaba inconsciente en la silla. Una emoción destelló en los ojos claros de la enana. Arrepentimiento. Me pregunté por qué. Jo-Jo sacudió su cabeza. Más de la máscara de lodo se cayó de su rostro. ―Vamos ―dijo la enana―. Pongamos cómoda a esta pobre chica y les diré lo que sé. Página La mayoría de la gente iba directamente al salón de Jo-Jo cuando venía a la casa, pero mi habitación favorita siempre había sido la cocina. Una delgada habitación con bloque de carnicero rectangular situado en el centro rodeado por varios taburetes altos. Electrodomésticos hechos en una variedad de tonos pastel rodeaban tres paredes, mientras que la cuarta se abría hacia la buhardilla donde Violet Fox dormitaba. Runas parecidas a nubes podían ser encontradas 84 Dado que Jo-Jo era más fuerte que tanto Finn como yo, ella levantó a Violet, cargó a la niña hacia la buhardilla escaleras abajo y la acomodó sobre un atiborrado sofá. Quité la chaqueta sangrienta de Violet y los zapatos; luego Jo-Jo la cubrió con una suave colcha caliente. La enana caminó cansadamente dentro del baño de escaleras abajo para lavar el lodo azul de su rostro. Caminé a través de la puerta que llevaba a la cocina. en todas partes, desde los manteles en la mesa hasta los paños de cocina apilados al lado del fregadero hasta el fresco que cubría el techo. Cuando era más joven, solía tumbarme en el suelo de la cocina durante horas y mirar la pintura en el techo, pretendiendo que las nubes realmente se estaban moviendo. Una de las pocas fantasías infantiles que me permitía después de la pérdida de mi madre y mi hermana mayor. Finn ya estaba en la cocina, sirviéndose una taza de café de achicoria. Jo-Jo siempre guardaba un bote en caso que Fletcher llegara. Ahora que el anciano se había ido, Finn bebía su parte, y un poco más. Aspiré, disfrutando las cálidas y reconfortantes fumarolas de cafeína que siempre me recordaban a Fletcher Lane. Luego fui hacia el refrigerador, abrí la puerta y eché un vistazo dentro. ―¿Qué estás pensando? esperanzada voz. ¿Sándwiches? ―preguntó Finn en una ―No. Estoy en humor para algo dulce. Saqué la mantequilla del refrigerador, luego rebusqué a través de los gabinetes. Harina, avena, chabacanos secos, pasas doradas, azúcar morena, vainilla. Los saqué, junto con algunas tazas para mezclar, un molde para hornear, una espátula y un tazón. Finn se acomodó en la mesa de la cocina y bebía su café mientras yo trabajaba. Para el momento en que Jo-Jo volvió a entrar en la cocina, estaba deslizando la mezcla dentro del horno. ―¿Qué estás haciendo? ―preguntó la enana, sirviéndose una taza de café. ―Barras de chabacano ―contesté, limpiando mis manos en una tolla de cocina cubierta de nubes―. Que voy a convertir en un pastel de fruta para un pobre hombre. Estarán listas en unos pocos minutos, lo que debe darte tiempo justo para contarnos todo sobre Fletcher y Warren T. Fox. Jo-Jo asintió. Llevó su café hacia la mesa y se sentó junto a Finn. Me apoyé contra el refrigerador así podría mantener un ojo en el horno. Solo no lo haría para lograr que las barras de chabacano se volvieran demasiado marrones. ―Fletcher y Warren crecieron juntos en Ridgeline Hollow ―dijo Jo-Jo―. Los mejores amigos que eran uña y mugre. Más como hermanos. Siempre juntos, desde el amanecer hasta el anochecer. Sophia y yo conocíamos a sus padres. A sus abuelos también. ―Una chica ―dijo Jo-Jo―. Ambos se enamoraron de la misma chica. Stella. Era una cosita linda que vivía arriba en el pozo. Stella sabía que Fletcher Página ―Papá nunca me mencionó a nadie llamado Warren Fox. Nunca. Especialmente alguien que fuera su mejor amigo de la infancia. ¿Qué sucedió entre ellos? 85 Finn sacudió su cabeza. y Warren estaban enamorados de ella. Cortejaba con uno, luego el otro. Le gustaba ponerlos en contra. Bastante pronto, estuvieron peleando por ella. ―¿Entonces con quién se quedó al final? ―pregunté. Una irónica sonrisa curvó los labios de Jo-Jo. ―Ninguno. Huyó con un chico de la ciudad. Pero para ese entonces, era demasiado tarde para que Fletcher y Warren repararan su amistad. Fletcher se mudó a la ciudad para empezar con el Pork Pit. Warren se quedó arriba en las colinas y tomó el control de la tienda de su familia. Miré a Finn. Con su cabello color nogal, ojos verdes y suave sonrisa, Finn era la viva imagen de Fletcher a su edad, y apuesto. Me pregunto cómo luciría Warren T. Fox a su edad, para darle una carrera a Fletcher Lane por su dinero. ―La tienda de Warren, ¿se llama Country Daze? ―Finn tomó otro trago de su café de achicoria―. Porque de ahí es de donde Violet Fox recibe su paga cada dos semanas. Jo-Jo asintió. ―Ha estado en la familia por cuatro generaciones para este momento, contando a la chica ahí. Mis ojos grises se movieron hacia Violet Fox, quien continuaba durmiendo en el sofá. ―Si Warren y Fletcher habían discutido hace todos esos años, ¿por qué la nieta de Warren vendría buscando a Fletcher ahora? Jo-Jo se encogió de hombros. ―Todavía no he terminado con ellas ―dije. ―Vamos, Gin ―gimoteó―. Solo quiero una probada. ―Y justo vas a tener que esperar, como todos nosotros. Página Agarré un guante de cocina en forma de nube, abrí la puerta del horno y saqué las barras de chabacano. El olor a fruta caliente, azúcar y mantequilla derretido llenó la cocina, junto con una ráfaga de calor. Una combinación de la que nunca me cansaría, especialmente en una fría noche gris como esta. Agarré otro guante de cocina, lo coloqué en la mesa, luego puse el molde encima. Los dedos de Finn treparon hacia el borde del contenedor, pero golpeé su mano para alejarla. 86 ―No lo sé. Pero si la chica o Warren están en problemas como creen que lo están, pedirle ayuda a Fletcher Lane sería la última cosa que sé que Warren T. Fox haría. El orgullo es una de las cosas más importantes para él. Que es la razón por la que nunca arregló las cosas con Fletcher. Stella los humilló a ambos y Fletcher le recordaba demasiado eso a Warren. Jo-Jo se rió, divertida por nuestra riña. Me moví por los gabinetes y saqué cuatro tazones, algunas cucharas y un par de cuchillos. También saqué un galón de helado de vainilla del congelador. Después que las barras de chabacano se enfriaron lo suficiente así no se desharían inmediatamente, corté grandes pedazos de las barras, las puse dentro de los tozones y las cubrí con dos cucharadas del helado. Mi propia versión de un rápido pastel de fruta hecho en casa. Jo-Jo tragó un bocado de la confección y suspiró. ―Cielo, puro y dulce cielo. Finn no estuvo de acuerdo con ella. Estaba demasiado ocupado llenando su rostro como para interrumpir. Tomé un bocado. El helado era un frío y suave contraste cremoso para la cálida y pesada ricura de las barras de chabacano y ambos se derretían juntos en mi boca en una sinfonía de sabores. Jo-Jo tenía razón. Me había superado de nuevo. Estábamos raspando los restos de nuestro postre cuando la puerta frontal se abrió ruidosamente. Pesados pasos familiares sonaron y un momento después, Sophia Deveraux entró en la cocina. Sus góticas ropas negras lucían fuera de lugar entre las aplicaciones color pastel, como una nube tormentosa pasando frente al sol. ―¿Quieres algo de postre? ―pregunté, arreglando otro tazón de barras de chabacano y helado para ella. ―Um-mmm ―gruñó Sophia un sí y se sentó junto a Jo-Jo. Finn esperó hasta que Sophia estuvo a mitad de su helado antes de hacerle la pregunta inevitable. ―¿Algún problema levantando el cuerpo? Los planos ojos negros de Sophia encontraron los verdes de él. ―Nuh-uh. La versión de una enana gótica de no. Página Pero la ropa de Sophia estaba tan pulcra como siempre. La verdad era que no sabía exactamente cómo Sophia Deveraux disponía de los cuerpos que le enviaba. No sabía si los enterraba, los quemaba, los aplastaba o los guardaba en frío. Demonios, ni siquiera sabía a dónde había llevado los restos en primer lugar. 87 Miré la ropa de Sophia, pero no pude ver alguna mancha de sangre sobre su camiseta, vaqueros o botas. Aun cuando la tela era negra, yo era buena notando ese tipo de cosas. Pero la gruñona enana gótica podía deshacerse de la evidencia como si nunca hubiera siquiera existido. ADN, cabellos, fibras, sangre. Ni una cosa quedaba después que hubiera limpiado una escena del crimen. A menudo me había preguntado si Sophia tenía la misma magia elemental de Aire que Jo-Jo tenía, si la usaba para ayudarse a destruir la evidencia. Además de alisar arrugas, la magia de Aire también era buena para desintegrar cosas como carne o limpiar sangre de un piso. Otro misterio que nunca había sido capaz de resolver, junto con porqué la voz de Sophia era tan rota y rasposa. Sólo tenía ciento trece años, demasiado joven para que su cuerpo ya le estuviera fallando. Los enanos podían vivir fácilmente hasta quinientos o más. Sophia Deveraux no estaba disponible con alguna respuesta, pero aun así me lo preguntaba. Sophia terminó su pastel de fruta, empujó su tazón hacia atrás y miró hacia Jo-Jo. ―¿Película? ―Le puse pausa ―dijo Jo-Jo―. Todavía está en la televisión de la buhardilla, si quieres terminarla. Sophia asintió, se puso de pie y caminó hacia la siguiente habitación. Tomé su tazón para enjuagarlo en el lavadero. Me estiré hacia la llave para abrirla… Y alguien gritó. Me volví, uno de mis cuchillos de plata ya deslizándose en mi mano derecha. Otro grito sonó, seguido por algunos frenéticos susurros. Sophia suspiró y salió de la buhardilla. Un momento después, Violet Fox salió a la vista. La chica no lucía mal, a pesar de su terrible experiencia. La única pista que algo violento había siquiera sucedido era la costra de sangre que cubría su suéter. Y el hecho de que sus lentes negros estaban un poco torcidos en el centro sobre su nariz. Finn no las había arreglado a la perfección. O tal vez Jo-Jo había enderezado la nariz de la chica más de lo que había estado antes. Ocasionalmente, la enana podría hacer una pequeña rinoplastia mientras trabajaba su sanación con magia de Aire. ―¿Quiénes son ustedes? Página Violet Fox nos miró a los cuatro, sorprendida y más que perpleja por nuestra presencia. Los ojos de la chica cayeron sobre un cuchillo sobre la mesa de la cocina. Se lanzó rápidamente hacia adelante, lo levantó y lo blandió hacia nosotros. 88 Un beneficio añadido, si me preguntaran. 89 Página 11 Traducido por Apolineah17 Deslicé mi cuchillo de plata de regreso a mi manga y derramé agua en el sucio tazón antes de que me volviera hacia la chica universitaria. ―Cariño ―dije con voz fría―. Eso es un cuchillo de mantequilla. Ni siquiera podrías afilar tus uñas con él. Bájalo antes de que te lo quite. ―¿Quiénes son ustedes? ―preguntó Violet Fox con voz temblorosa, sin soltar la lamentable arma. Dio un paso hacia atrás hasta que su cuerpo se presionó contra el refrigerador. Si la puerta hubiera estado abierta, probablemente se habría metido en el interior, como una tortuga refugiándose en su caparazón―. ¿Dónde estoy? ¿Qué quieren de mí? Suspiré y miré a Finn. Él era mucho mejor siendo agradable que yo. Él dio un paso hacia adelante, con las manos abiertas. Una encantadora sonrisa mostró sus dientes blancos con su perfección deslumbrante. ―Estás en un lugar seguro ―dijo Finn en un tono tranquilo que podría haber calmado a un grizzly enojado―. No vamos a hacerte daño. Te salvamos de ese enano en el estacionamiento en la universidad comunitaria, ¿recuerdas? Sombras volvieron los ojos de Violet de un marrón más oscuro, y contrajo la nariz, tratando de ver si todavía estaba intacta. Finn se deslizó un poco más cerca y aumentó el voltaje en su sonrisa. ―No pretendemos hacerte daño. Sólo queremos hacerte algunas preguntas sobre tu abuelo. Su nombre es Warren, ¿verdad? ¿Warren T. Fox? Página Violet Fox no se parecía nada a mí, por supuesto, pero por un momento, mirarla fue como verme a los trece años de nuevo, justo después de que la elemental de Fuego hubiera asesinado a mi familia. Había tenido la misma mirada torturada y herida que la otra chica tenía justo ahora. Aparté el recuerdo. 90 Recordaba, definitivamente. El conocimiento lastimó sus rasgos al igual que los puños del enano lo habían hecho. Jo-Jo podría haber sanado todo el daño físico del ataque, pero Violet Fox no iba a olvidar el trauma emocional en cualquier momento pronto. Si es que alguna vez lo hacía. Otra cosa más con la que yo estaba demasiado familiarizada. La duda brilló en sus oscuros y atormentados ojos. ―¿Por qué quieren saber sobre mi abuelo? ―Porque tu abuelo solía ser un viejo amigo de mi papá. ―Finn mantuvo su tono tranquilizador―. Su nombre era Fletcher Lane. Entraste hoy al Pork Pit preguntando por él, preguntando por el Hombre de Hojalata, ¿recuerdas? Algo del pánico de Violet disminuyó, y estudió a Finn con mucho más interés. ―Vamos ―dijo Finn―. Si quisiéramos hacerte daño, ya lo habríamos hecho. Sólo queremos hablar. Lo prometo. Era la misma voz suave que había usado para llevar a muchas mujeres fuera de sus bragas. Incluida yo en mis años más jóvenes y estúpidos. “Estarás mucho más cómoda si sales de tu ropa mojada. Déjame ayudarte a subir el cierre de tu vestido. Ups, ¿acabo de derramar café sobre tus vaqueros? Supongo que tendrás que quitártelos”. Y funcionó. Violet Fox nunca tuvo una oportunidad contra el puro, irresistible y ligeramente adulador encanto de Finnegan Lane. Bajó el cuchillo y nos estudió de nuevo, cuidadosamente esta vez, sin miedo nublando su mirada. Se quedó mirando fijamente a Finn más tiempo. ―Te ves exactamente como tu papá ―dijo ella―. O por lo menos como una vieja foto que mi abuelo tiene de él. Los mismos ojos, el mismo cabello, la misma sonrisa agradable. Finn sonrió un poco más amplio. Nada le gustaba más que le dijeran lo guapo que era. Violet asintió hacia Jo-Jo. ―Te he visto una o dos veces en la tienda, ¿verdad? ―Claro que lo has hecho, querida. Tu abuelo tiene la mejor miel casera en la ciudad. Siempre paso y consigo un poco cuando estoy en ese camino ―dijo Jo-Jo―. Ahora, ¿por qué no le das a ese cuchillo un buen uso y te sirves algo de postre mientras hablamos? ―Después de que maté al hombre que te atacó ―dije. Página ―Y tú ―murmuró―. Hablé contigo en el restaurante hoy. Y en el estacionamiento, después, después… 91 Después de un momento, Violet asintió, dio un paso hacia adelante, y puso el cuchillo de nuevo sobre la mesa. Finn tomó suavemente su brazo, le dio otra sonrisa, y la sentó en uno de los taburetes. Le hice un tazón de barras de albaricoque y helado y le pasé una cuchara. Violet se me quedó viendo. Violet tragó una bocanada de aire. Jo-Jo se acercó, palmeó a la chica en la mano, y me lanzó una mirada mordaz. Suspiré. Era una ex asesina, no una niñera. No era mi trabajo endulzar lo que había sucedido esta noche, o eludir el problema en el que la chica se encontraba. Pero era lo suficientemente paciente para dejar que Violet Fox siguiera con su farsa antes de que empezara a hacerle preguntas. Además, quedaban un montón de barras de albaricoque. Sería una pena, de verdad, dejar que se desperdiciaran. ―¿Por qué viniste al Pork Pit hoy buscando al Hombre de Hojalata? ―pregunté―. ¿Quién te dijo ese nombre? Violet jugueteó con su cuchara, luego la empujó y a su cuenco vacío a un lado. Respiró. Sabía que era hora de ir al grano. ―Vas a pensar que es estúpido. Infantil. ―Oh, dudo eso ―arrastré las palabras. Las cejas de Violet se juntaron en confusión ante mi tono sarcástico. Jo-Jo la palmeó de nuevo, animándola a seguir con su historia. Violet negó con la cabeza y continuó. ―Cuando era una niña, mi abuelo solía contarme historias sobre el Hombre de Hojalata. Me dijo que el Hombre de Hojalata ayudaba a personas que no podían ayudarse a sí mismas. Que él dirigía un restaurante de barbacoa llamado el Pork Pit y que todo lo que tenías que hacer era entrar y preguntar por él, y que él haría que todos tus problemas desaparecieran. Pensaba que era la historia más maravillosa, una especie de cuento de hadas del sur. Warren Fox podría haber estado distanciado de Fletcher, pero todavía pensaba en su amigo de la infancia, lo suficiente para decirle a su nieta sobre el viejo hombre y lo que hacía, de una manera indirecta. Aunque yo no llamaría a asesinar personas una verdadera ayuda… ―¿Así que él es real entonces? ―preguntó Violet―. ¿El Hombre de Hojalata? ―Claro, él es real, cariño ―dijo Jo-Jo―. Su nombre era Fletcher Lane. Él era el padre de Finn. Página Me le quedé viendo a la enana, luego a Sophia, quien gruñó su acuerdo. Incluso Finn asintió en una forma conocedora. Con los años, yo había hecho un par de trabajos por el bien público. Al igual que lo había hecho Fletcher. ¿Pero ayudar a las personas en secreto? ¿Cómo un trabajo regular? ¿Cuándo el anciano había hecho eso? Y más importante, ¿por qué? 92 ―Oh, sí. Fletcher ayudó a mucha gente a lo largo de los años ―dijo Jo-Jo, cortando mis cavilaciones―. Él era un hombre maravilloso de esa manera. El rostro de Violet cayó. ―¿Era? Finn asintió. ―Murió hace un par de meses. Pero no te preocupes por eso ahora. Cuéntanos el resto de tu historia. Violet tomó otra respiración. ―De todos modos, en realidad no había pensado en el Hombre de Hojalata en años… hasta esta mañana. ―¿Qué sucedió esta mañana? ―Finn le dio a Violet otra sonrisa alentadora. Violet agachó la cabeza y le devolvió la sonrisa, como si no estuviera acostumbrada a tanta atención masculina. Probablemente no. Chicas con gafas, y todo eso. ―Soy una estudiante de negocios en la Universidad Comunitaria de Ashland. Eva Grayson es mi mejor amiga. Ella estaba en el Pork Pit anoche. Lo único de lo que podía hablar hoy era del robo y de cómo la mujer detrás de la caja registradora lo detuvo. Sophia resopló. ―Bueno, tuve un poco de ayuda ―dije para apaciguar a la enana gótica―. Así que hablaste con Eva, y recordaste esta historia que tu abuelo te había contado sobre el Hombre de Hojalata. Está bien, voy a creer eso. Pero, ¿por qué siquiera necesitas la ayuda del Hombre de Hojalata en primer lugar? Violet mordió una de sus uñas. ―Es una larga historia. ―Es algo bueno que no tengamos nada más que tiempo, entonces. No mencioné que la chica no iba a ir a ninguna parte hasta que hubiera determinado si no era una amenaza para mí, Finn, las hermanas Deveraux, o el restaurante. Jake McAllister iba a crear suficientes problemas para mí. No necesitaba más. Página ―De acuerdo. Mi abuelo, Warren Fox, es dueño de una tienda en Ridgeline Hollow Road llamada Country Daze. Es una antigua tienda local con botellas de refresco de vidrio, barriles llenos de caramelos de un centavo, productos locales, ese tipo de cosas. También está justo al lado de una de las grandes minas de carbón: Dawson Número Tres. Comenzó como una mina subterránea con una gran veta de carbón. Pero el carbón se agotó hace unos años, así que la parte subterránea ha estado inactiva desde entonces. Ahora es sólo una mina desmantelada. El propietario de la mina, Tobias Dawson, ha 93 Violet asintió. estado detrás de mi abuelo para que le venda la tienda, la tierra, y los derechos mineros durante años, para que así pueda expandir la mina y buscar más carbón. Pero la tienda y la tierra han estado en nuestra familia por generaciones. Mi abuelo siempre se ha negado, diciendo que preferiría morir antes que ver algo más de la montaña destruida. Tobias Dawson. Conocía ese nombre. Dawson era uno de los mayores operadores de minas en Ashland, un enano que había extraído carbón de las montañas durante años como un minero antes de hacer suficiente dinero para iniciar su propia empresa. No había tenido nada más que éxito desde entonces. Un verdadero minero de la cabeza a los pies quien siempre estaba en búsqueda de la próxima gran veta de carbón en las montañas. Si Tobias Dawson quería algo, por lo general lo conseguía, sin importar quién muriera en el proceso. Dawson también estaba profundamente confabulado con Mab Monroe. Recordé ver su nombre en el archivo que Fletcher había compilado sobre la reina elemental de Fuego. Escuchar el nombre de Dawson también me hizo recordar dónde había visto el símbolo que había estado tatuado en el bíceps del atacante de Violet. A menos que estuviera equivocada, un cartucho de dinamita encendido era la runa de Tobias Dawson para su compañía minera. Violet continuó con su historia. No y vivir para contarlo. Página No me molesté en preguntarle a Violet Fox si había ido a la policía para quejarse sobre Tobias Dawson. El enano propietario de la mina tenía más que suficiente dinero para sobornar a la policía para que mirara hacia otro lado, y siempre podía utilizar su conexión con Mab Monroe para meter a la policía en su bolsillo, que retrocediera y que lo dejara continuar con sus actividades de intimidación. La única persona que podría escuchar a los Fox sería Donovan Caine. Incluso entonces, el detective no podría hacerse cargo de alguien como Tobias Dawson él mismo. 94 ―En el pasado, Dawson se contentaba sólo con esperar. Es un enano, después de todo, con sólo un poco más de doscientos años. Está destinado a vivir más que mi abuelo y yo. Pero ya no está tomando un no por respuesta. Ha enviado a algunos de sus hombres a acosarnos. Han roto las ventanas en la tienda, han amenazado a los clientes, interferido con nuestras entregas. Sólo nómbralo, han hecho todo eso y más en los últimos dos meses, tratando de llevarnos a la quiebra. El abuelo ha sido capaz de manejar a los hombres de Dawson hasta el momento, pero estoy preocupada por él. Dawson más o menos le dijo al abuelo que nos mataría a ambos si el abuelo no le vende. El abuelo dijo que no, por supuesto. ―Así que es por eso que el enano te atacó anoche ―murmuré―. Tu abuelo no estaba cediendo, así que Dawson decidió darle un incentivo para vender… tu cuerpo. Violet negó con la cabeza. ―Eso tampoco habría funcionado. En todo caso, el abuelo habría conseguido su escopeta y había ido a la mina para tratar el asunto con Dawson. ―Donde Dawson podría justificadamente matarlo en defensa propia frente a cualquier número de testigos ―señaló Finn―. De cualquier manera, Dawson habría conseguido lo que quería, a ti y a tu abuelo fuera del camino. Violet se estremeció y abrazó su pecho. Nadie dijo nada durante la mayor parte de un minuto. Entonces Jo-Jo me miró con sus ojos pálidos y sin color. ―¿Gin? Gin. Mi nombre adoptivo. Una palabra tan corta, tan simple. Pero esa sola sílaba estaba infundida con un mundo de significado. Sabía lo que Jo-Jo estaba preguntando. Si iba a ayudar a Violet y a su abuelo, Warren T. Fox. Porque sin alguien como yo de su lado, alguien tan frío, despiadado y peligroso como Tobias Dawson, los Fox no estarían mucho en esta tierra. Si no hubiera tenido curiosidad y no hubiera intervenido anoche, Violet ya estaría violada, asesinada, y fría en ese estacionamiento. Froté mi cabeza. No necesitaba esto justo ahora. Se suponía que estaba retirada, no metiendo mi nariz en los problemas de alguien más. Sobre todo no gratuitamente. Luego estaba Jake McAllister y su bien conectado padre abogado, Jonah. No tenía ninguna duda de que el joven McAllister cumpliría su amenaza para tratar de matarme. Y, por último, estaba la carpeta de información que Fletcher Lane me había dejado, la de mi madre y mi hermana mayor asesinadas. Pero mi decisión ya había sido tomada. Lo había sido en el momento en el que me había vuelto lo suficientemente curiosa como para rastrear a Violet Fox y ver en qué tipo de problemas estaba metida, ver por qué quería hablar con el Página Necesitaba averiguar qué hacer con todo eso. Cómo encargarme de Jake McAllister sin señalar el dedo de nuevo hacia mí misma. Qué hacer con su padre. Cómo encontrar a mi hermanita, Bria. Decidir si en realidad quería hacer eso o no. Fletcher me había dejado todas esas preguntas para encontrar las respuestas. No necesitaba vagar por las Montañas Apalaches para ayudar a un vejete y a su nieta a enfrentarse a alguien tan peligroso y potencialmente letal como Tobias Dawson. 95 La fotografía de Bria que probaba que ella estaba viva, todavía por ahí en alguna parte. Hombre de Hojalata. Curiosidad. Definitivamente va a conseguir que me maten un día. Probablemente muy, muy pronto. ―Sophia ―dije―. Voy a necesitar que vigiles el Pork Pit durante unos días. Tal vez que me ayudes con algunas otras cosas también, si surge la necesidad. La enana gótica asintió. Una pequeña sonrisa suavizó su duro y pálido rostro. Nada le gustaba más a Sophia que encargarse de las otras cosas que enviara en su dirección. ―Finn, necesito todo lo que puedas conseguir de Tobias Dawson, su operación minera, y por qué podría querer la tierra de los Fox tanto. Finn asintió. ―Jo-Jo, probablemente necesitaré algunos suministros de curación. La vieja enana asintió también. Violet miró hacia atrás y hacia adelante entre nosotros cuatro. ―No entiendo. ¿Pensé que el padre de Finn, el Hombre de Hojalata, estaba muerto? ¿Cómo algo de esto va a ayudarme a mí y a mi abuelo? Página 96 ―Porque, cariño ―dije―. Puedo no ser el Hombre de Hojalata, y definitivamente no soy ningún héroe de un cuento de hadas, pero soy lo más parecido que vas a conseguir. 12 Traducido por Rihano y Mariandrys Una vez que mi ayuda profesional fue asegurada, Violet Fox quiso inmediatamente ir a casa y asegurarse que su abuelo estaba bien. ―Olvídalo ―le dije―. No vas a casa esta noche. Tienes que quedarte aquí y descansar. Has pasado por un trauma grave. A pesar de ser sanada mágicamente, todavía necesitas un tiempo de inactividad para recuperarte. En este punto, círculos púrpuras bordeaban sus ojos oscuros, y se movía lentamente, como si cada movimiento fuera un enorme esfuerzo. Violet Fox estaba a punto de desmayarse de puro agotamiento. No añadí el hecho de que yo quería que Violet se quedara justo donde estaba, así Jo-Jo y Sophia Deveraux podían cuidarla. Las enanas se asegurarían que Violet no hiciera nada estúpido, como decirle a su abuelo sobre el ataque y tenerlo arrancando detrás de Tobias Dawson hecho una furia. ―¿Pero qué si Dawson envía a algunos hombres detrás del abuelo? ―preguntó Violet. ―No lo hará ―respondí―. Tú misma lo dijiste. Tu abuelo y su escopeta pueden manejar a los hombres de Dawson. Es por eso que el enano vino detrás de ti en su lugar. Él no iba a conseguir nada amenazando a tu abuelo. ―Pero, ¿cómo lo sabes? ―persistió ella. Violet abrió la boca para discutir conmigo un poco más, pero la corté. ―Puedes llamar a tu abuelo y revisarlo. Ver cómo está, y decirle que lo verás mañana. Pero si quieres mi ayuda, te vas a quedar aquí esta noche. ¿Capisce? Página ―Porque he tenido mucha experiencia con este tipo de cosas. Dawson probablemente está esperando porque su teléfono celular suene, con su hombre informándole y diciéndole que estás muerta. Cuando se dé cuenta que algo salió mal, Dawson estará demasiado ocupado tratando de encontrar a su propio hombre, y averiguando qué demonios le ha pasado para preocuparse de tu abuelo. Al menos por esta noche. Créeme. Tenemos tiempo para que tú consigas un poco de sueño de belleza. 97 Le di una mirada plana. Violet Fox podría ser una estudiante de negocios de puras A, pero su resistencia se marchitó bajo mi fría mirada. ―Muy bien ―murmuró―. Voy a llamar a mi abuelo. ―Bueno ―le contesté y empujé su cuenco de nuevo hacia ella―. Ahora, come un poco más de postre. Violet Fox comió un poco más de las barras de albaricoque y helado de vainilla, mientras el resto de nosotros planeaba. Jo-Jo y Sophia acordaron mantener un ojo en ella hasta que Finn y yo nos presentáramos mañana. Los dos conduciríamos a Violet de vuelta a casa, para reunirse con Warren T. Fox, y ver lo que podíamos hacer para conseguir que Tobias Dawson diera marcha atrás. Jo-Jo instaló a Violet en una de sus habitaciones de arriba, mientras que Finn convenció a Sophia de salir en la lluvia y ver lo que podía hacer con la sangre que Violet había goteado por todo el asiento trasero de su precioso Aston Martin. Una vez que Jo-Jo terminó con Violet, la enana me llevó al salón, donde me dio un bote de plástico. La runa de la nube de la enana decoraba la parte superior del bote. Tracé con mi uña la pintura de color azul pálido. Además de sanar con sus manos, los elementales de Aire como Jo-Jo, también podían infundir su magia en varios productos, como el ungüento que me había entregado. La pomada no funcionaría tan bien como Jo-Jo sanándome ella misma, pero me evitaría desplomarme hasta que pudiera llegar a ella. Jo-Jo también me dio un par de botes más pequeños de la pomada, entre ellos uno que se parecía a un compacto de maquillaje y otro tubo sólido de esta que se parecía a un lápiz de labios. ―Gracias―le dije―. Tengo la sensación de que voy a necesitar estos, si me estoy mezclando con Tobias Dawson. Los ojos blancos de Jo-Jo se nublaron. La mayoría de los de Aire lo tenían. Podían leer vibraciones y sentimientos en el viento como yo podía en cualquier piedra que estaba cerca de mí. Pero, donde mi elemento me susurraba del pasado, el suyo a menudo insinuaba el futuro. Otra forma en que los dos elementos se oponían entre sí. Página Su voz era suave y distante, como si estuviera en algún lugar lejano en vez de parada delante de mí. Además de sus poderes curativos, Jo-Jo también tenía un poco de precognición. 98 ―Quizás. Aunque no creo que el bote será de mucha ayuda. No esta vez. Después de un momento, los ojos de Jo-Jo se aclararon, y me miró. ―Entonces, ¿vamos a hablar de ello? ―¿Hablar de qué? ―pregunté, deslizando el compacto y tubo de lápiz labial en el bolsillo de mis vaqueros. ―Esa carpeta que te di. En la que Fletcher pasó tanto tiempo trabajando. Hice una mueca. Jo-Jo había sido la que me había dado la carpeta acerca de mi familia asesinada, hace dos meses poco después del funeral de Fletcher. La enana me había dicho que fuera a hablar con ella acerca de la información cuando estuviera lista. Algo más que no había hecho todavía. ―¿Que hay que hablar? ―Me encogí de hombros―. Por alguna razón, Fletcher Lane sabía quién era yo realmente todo el tiempo, y nunca me dijo una palabra al respecto. En cambio, pasó su tiempo libre compilando toda la información que pudo sobre mi familia muerta, como si yo fuera otro de sus objetivos. Algo apunta a que él estaba tratando de encontrar la manera de hacerlo. El viejo te da la carpeta, entonces es asesinado antes de que pueda decirme sobre esto, o qué demonios quería que yo hiciera con la información. No veo qué tenemos que discutir. Jo-Jo me miró fijamente. ―De tu hermana, para empezar. Solté un bufido. ―Oh, sí, mi hermanita, Bria, de quien me entero está viva después de pensar que estaba muerta por diecisiete años. ―Puedo entender porqué te sientes herida, porqué sientes como que Fletcher te traicionó. Pero la familia lo es todo, Gin ―dijo la enana con voz suave―. Ya se trate de la en que naces o de la que te haces por ti misma. Bria es tu sangre, tu hermana, y está viva. No puedes solo ignorar eso. ―Fletcher me dejó una foto de ella, pero no me dijo cómo encontrarla. En donde está, como está incluso ahora. Algo descuidado de él omitir esa información, ¿no te parece? ―solté. ―Tú sabes, ¿no? Sabes porqué él compiló esa información. Jo-Jo inclinó la cabeza. ―Tengo algunas ideas. Página El tono de su voz hizo que las ruedas de mi cerebro se apretaran, justo como mis dientes estaban haciendo. Mis ojos grises ardían en los suyos claros. 99 ―Fletcher Lane nunca hizo nada que no quería ―dijo Jo-Jo―. Él te dejó esa foto por una razón. Tú comprenderás la razón algún día. ―¿Te importa compartir? ―le pregunté en un tono sarcástico. La enana sacudió la cabeza. ―No es mi decisión. Esto es entre tú y Fletcher. ―Él está muerto. ―No significa que todavía no pueda hablar contigo ―dijo Jo-Jo―. Todo lo que tienes que hacer es estar dispuesta a escuchar. Abrí mi boca para decirle que cortara la charla críptica, que era un poco difícil tener una conversación con alguien que estaba enterrado, tres metros bajo tierra. Pero Finn eligió ese momento para entrar en el salón. Él sonó las llaves de su auto en la mano. ―¿Estás lista? ―preguntó Finn. Le eché un vistazo. ―¿Sophia limpió la sangre de la parte trasera del Aston ya? ¿Cómo diablos hizo eso? ―Jabón, agua, y un poco del trabajo manual de los enanos ―respondió Finn―. Esa mujer es un genio. Huele y se ve igual a como lo hacía el día que lo conseguí. Había tantas cosas que podrías hacer con agua y jabón. No pensaba que lograr sacar sangre del cuero fuera una de ellas. Miré a Jo-Jo, quien me dio una sonrisa cándida que no compré ni por un minuto. Amaba a las dos hermanas enanas, pero cuanto más tiempo estaba alrededor de Jo-Jo y Sophia Deveraux, más me daba cuenta que no sabía nada de ellas. No realmente. Ni algo que parecía importar, como la verdad. Así como parecía que yo no había conocido al verdadero Fletcher Lane, tampoco. ―¿Estás lista? ―preguntó Finn de nuevo. Me quedé mirando a Jo-Jo un momento más, luego me volví hacia él. Pero siempre lo comprobaba. Incluso en mi retiro, no podía permitirme el bajar la guardia, sobre todo no ahora con este lío pasando con Jake McAllister. Página Finn me dejó fuera de la casa de Fletcher y accedió a reunirse conmigo en el Pork Pit mañana, luego se dirigió a su apartamento en la ciudad. Revisé la gravilla en la calzada y el granito alrededor de la puerta de entrada, usando mi magia de Piedra para escuchar las perturbaciones. Pero todas las piedras despedían sus bajas y tranquilas vibraciones habituales. Sin visitantes hoy. 100 ―Sí. Larguémonos de aquí. Debido a que Jake había estado magníficamente enojado cuando los policías lo habían arrastrado lejos la otra noche. Yo no tenía ninguna duda que él estaba pensando en lo que podría hacer para lastimarme, para hacerme dejar los cargos contra él. Después de todo, había estado listo para freírme con su magia elemental de Fuego sólo porque estaba en la caja registradora. La tortura y el asesinato no eran un gran salto para hacerlo desde allí. Si Jake en realidad me perseguía o no, todavía estaba en el aire. Pero estaría lista de todas formas. No era tan tarde, pero había sido un infierno de día. Así que tomé una ducha, me puse mi pijama, y me fui a la cama. Me quedé dormida casi de inmediato, y en algún momento más tarde, comenzó el sueño… Estaba parada en el Pork Pit, picando las cebollas para agregar a los frijoles horneados de mañana. A pesar del áspero y punzante aroma, mis ojos no se aguaron. Nunca lloraba. Ya no. No desde que mi familia había sido asesinada. Pero eso no significaba que no podía preocuparme. Mis ojos se movieron hasta el reloj en la pared: 10:05. Un minuto más tarde que la última vez que había mirado. El miedo se apretó en mi estómago hasta que se sintió tan duro como el ladrillo del restaurante a mi alrededor. ―Él llega tarde ―dije en voz suave. ―No seas una preocupona, Gin ―se burló una voz adolescente detrás de mí―. Él siempre vuelve. Dejé mi picado y me volví a mirar a Finnegan Lane. A los quince años, Finn era dos años mayor que yo, con una mata de cabello castaño oscuro y ojos que me recordaban a la hierba mojada. Era alto, con un pecho sólido que ya estaba llenándose. Nada como mis largos y desgarbados brazos ―delgados como de araña― y piernas. Finn estaba encaramado en un taburete frente a la caja registradora y chupó hasta la última gota del batido de chocolate triple que le había hecho. A Finn no le gustaba mucho, viéndome como una competencia por el tiempo, atención y afecto de su padre viudo. Yo había esperado que mi pequeño soborno lo hiciera al menos tolerable mientras esperábamos a Fletcher. Había funcionado. Finn había estado demasiado ocupado tragando el rico y dulce brebaje para burlarse de mí. Página Habían sido tres meses desde que Fletcher Lane me había albergado, y mi vida se había convertido tan normal como podría llegar a ser. Durante el día, asistía a la escuela bajo el nombre de Gin Blanco, poniéndome al día con lo que había perdido mientras había estado viviendo en las calles y escondiéndome del elemental de Fuego que había asesinado a mi familia. Después de clases, venía directo al Pork Pit para ayudar a Fletcher a cocinar y a limpiar y ganar mi mesada. Él puede que esté poniendo un techo sobre mi cabeza, pero estaba determinada a trabajar por ello tanto como pudiese. No una vida glamurosa de ninguna forma, y nada como el suave y cálido confort que había 101 Para variar. tenido antes, pero tenía una delgada ilusión de seguridad. Algo que apreciaba ahora más que nunca. Solo una cosa me molestaba… las escapadas nocturnas de Fletcher. Cerca de una vez por mes, él desaparecía. Algunas veces por unas cuantas horas, otras veces por algunos días. Nunca dijo a dónde iba o qué hacía, y yo no preguntaba. Pero conocía la sangre cuando la veía, y Fletcher estaba seguidamente cubierto por ella. Sangre fresca, pegajosa y húmeda. Salpicada sobre toda su ropa, como si acabase de matar a alguien. Otra cosa que conocía, incluso a los trece años. Mis ojos se dirigieron nuevamente al reloj: 10:07. Fletcher se había desvanecido tan pronto como había llegado esta tarde, diciendo que regresaría a las siete, hace más de tres horas. Él nunca se había tardado tanto antes. ¿Qué haría yo si no volvía? ¿A dónde iría? De vuelta a las calles parecía, rogando por comida, ropa, y refugio una vez más. Mi estómago se retorció un poco más fuerte… La puerta frontal del restaurant se abrió de golpe, haciendo sonar la campana. Mi corazón se levantó. Un momento después, un par de largos brazos lanzaron a Fletcher dentro. Él salió volando por el aire, golpeó una mesa, rodó de ella y aterrizó duro. Fletcher gimió y tosió. Su sangre salpicó todo el limpio suelo que pasé toda la tarde limpiando. Otro hombre caminó dentro del Pork Pit, cerró la puerta detrás de él, y se volvió. Incluso sobre el rugido en mis orejas, aun así pude escuchar la cerradura de la puerta. Encerrándonos. ―¡Papá! ―gritó Finn. Finn comenzó a avanzar hacía su padre herido, pero el hombre se colocó enfrente de la forma proclive de Fletcher y empujó fuerte a Finn. El adolescente voló a través de la habitación. Él también golpeó una mesa, rodó de ella, se deslizó al piso, y se quedó quieto. Me mantuve detrás del mostrador, ojos abiertos, no creyendo que esto estaba realmente sucediendo. No ahora. No otra vez. Por favor, por favor, no otra vez. ―Debiste haber tomado el trabajo, Lane ―gruñó el extraño hombre. ―Debiste haber hecho una excepción. Porque ahora eres tú el que va a morir. Douglas estrelló la bota de su pie al costado de Fletcher. Fletcher gimió y tosió más sangre. Jadeé. Los ojos avellanas del gigante se dispararon hacia mí, estableciéndose en mi pecho inexistente. Página ―Te lo dije… Douglas ―bramó Fletcher―. Yo no… mato… niños… nunca. 102 Él era un gigante, casi seis centímetros más alto que yo, con un pecho amplio y fornido que me recordó a un banco de hierro del parque de al lado. Su cabello negro envolvía su cuero cabelludo como un bol al revés, mientras que una barba rizada cubría su quijada cuadrada. ―Bueno, bueno. ―Se relamió los labios―. Hola, nena linda. Nos divertiremos cuando termine por aquí. ―Déjala fuera de esto ―dijo Fletcher―. Es solo una niña. Fletcher intentó levantarse, pero Douglas se inclinó y lo golpeó en el rostro. Escuché su mandíbula quebrarse a través de la habitación, y cayó de vuelta al piso con un agudo gruñido de dolor. Finn todavía no se había movido de donde había caído. Arraigué una mano sobre mi boca para no gritar. ―Sabes ―dijo Douglas, enrollando sus mangas―, voy a disfrutar el golpearte hasta la muerte, Lane. Ha pasado un tiempo desde que he tenido mis manos llenas de sangre. Mi estómago dio un vuelco, y por un momento, pensé que podría vomitar. Mi madre, mi hermana mayor, Annabella, mi hermanita, Bria. En los últimos meses, había perdido a todo aquel quien me importaba. No podía perder a Fletcher también. Él había sido la única persona que me había mostrado algo de amabilidad, de compasión. Él era el único que quedaba que se interesaba si vivía o moría. ¿Pero qué podía hacer yo? Douglas no se detendría hasta que Fletcher estuviese muerto… o él. Él mismo lo dijo, y Fletcher no estaba en posición de pelear. No ahora. En ese momento, supe qué tenía que hacer si quería salvar a Fletcher, si quería salvarme a mí misma y la pequeña frágil burbuja de vida, de normalidad, de seguridad, que había construido en el Pork Pit. Mis ojos grises saltaron hacia el cuchillo que todavía sostenía, aquel con el que había estado cortando cebollas. Una extraña calma se asentó sobre mí, y mis dedos se apretaron alrededor del mango hasta que el acero sin mancha se impregnó a sí mismo sobre la cicatriz de la runa de araña de plata en mi palma. ―Déjalo en paz ―dije y bajé el cuchillo debajo del mostrador, fuera de la línea de vista del gigante. Douglas detuvo la acción de enrollar sus mangas lo suficiente para quedarse mirándome. ―¿Qué dijiste, niñita? Aspiré aire. ―Bueno, ¿no eres una peleadora? Es una lástima que vayas a morir tan joven… y tan dolorosamente. El gigante le pasó por encima a Fletcher y avanzó hacia mí. Página Los ojos de Douglas se entrecerraron. 103 ―Dije que lo dejes en paz, bastardo gordo, feo, cara de vaca. Fletcher se estiró, intentando detenerlo, pero estaba muy débil y herido como para sostener al hombre más grande y más fuerte. Me quedé donde estaba detrás del mostrador y moví mi brazo derecho detrás de mi pierna, escondiendo el cuchillo. Douglas rodeó el mostrador y me alcanzó. Su mano izquierda agarró mi hombro, jalándome hacia él. Algo se torció en mi brazo, y dolor explotó en mi cuerpo. Su puño derecho ya estaba impulsándose para golpearme. De alguna forma, alejé el dolor, inhalé aire, me lancé hacia adelante, y estrellé el cuchillo en contra de su pecho tan fuerte y profundo como pude. Mi puntería debió haber sido mejor de lo que creí, porque los ojos avellanas de Douglas se sobresaltaron en sorpresa y dolor. Pero no cayó. Se tambaleó hacia atrás. Mantuve mi agarre en el cuchillo, y salió libre de su pecho. Sangre bañó mis dedos como grasa caliente, quemando mi piel. Quería soltar el arma. Oh, como quise soltarla. Pude haberlo hecho, si Douglas no hubiese comenzado a reírse. ―Perra estúpida ―dijo―. ¿Crees que una pequeña herida de puñalada va a detenerme? Voy a disfrutar el hacerte pagar por ello. Vino hacia mí otra vez, con el puño echado hacia atrás, pero no dudé. Antes de que pudiese golpearme, me lancé hacia adelante y lo apuñaleé otra vez. Sentí la hoja cortar algo en su pecho. Una costilla, tal vez, o algún otro hueso. La sensación me hizo querer vomitar. Douglas gritó otra vez, más fuerte esta vez, y su carnosa mano se enganchó en mi cabello castaño, jalando mi cabeza hacia atrás hasta que creí que mi cuello se rompería. Por la esquina de mi ojo, vi el brillo de colmillos amarillos en su boca. Un vampiro. Era un gigante, y era un vampiro. Uno que quería beber mi sangre para reemplazar la suya. Pánico me llenó. Antes de que pudiese enterrar sus dientes en mi cuello, arranqué el cuchillo de su enorme pecho y lo sepulté en su cuerpo otra vez. Y otra vez. Y otra vez. Página Douglas soltó mi cabello y se deslizó al piso, pero no detuve mi asalto. Pateó, golpeándome en la pierna. Mi rodilla se torció, y me tambaleé hacia atrás, aferrándome al borde de la caja registradora como soporte. Mi hombro quemaba por el dolor, justo como lo habían hecho mis palmas cuando el elemental de Fuego que mató a mi familia me había torturado haciéndome sostener mi propio medallón de la runa de araña. El gigante vampiro se volvió sobre su estómago y se arrastró alrededor del mostrador. 104 Una y otra vez lo apuñaleé, sangre y lágrimas y mocos me cubrían como una segunda piel. Alguien estaba gritando. Yo. Alguna pequeña parte de mi mente se dio cuenta de que él ya no estaba peleando más conmigo, que de hecho intentaba alejarse de mí. Pero aun así fui detrás de él. Me lancé sobre su espalda y enterré el cuchillo en medio de sus omóplatos. Con mi peso detrás de ella, el arma se hundió hasta la empuñadura en su carne. Esta vez, Douglas no gritó. Algo pareció haberse desprendido de su cuerpo, y se quedó quieto. Levanté el cuchillo y lo apuñaleé de nuevo… Toscas manos se asentaron sobre mis hombros. Me agité en contra de ellas, pero eran más fuertes, fijando mis brazos a mis costados. Me jaló cerca de su pecho, y el olor de café de achicoria me inundó, penetrando el hedor cobrizo de sangre fresca. ―Se acabó, Gin ―dijo Fletcher en mi oído―. Se acabó. Está muerto. Puedes dejar de apuñalarlo. Fletcher arrulló suaves palabras en mi oído, todavía acunándome en sus brazos. El cuchillo se deslizó de mi temblorosa mano y cayó al suelo… El sonido puede que solo haya estado en mi sueño, pero su agudo eco me despertó. Tan de repente, que estaba de pie en medio de mi habitación en dirección a la puerta antes de que me diera cuenta que solo era un sueño, otro de mis feos recuerdos manifestándose. Por un momento, sentí esa rabia histérica quemando a través de mí, esa necesidad de sobrevivir profunda y primitiva, sin importar el costo o las consecuencias. El instinto que había dictado tanto de mi vida. Suspiré y froté la mierda arenosa de las esquinas de mis ojos. Mi profesor de psicología en la universidad comunitaria habría dicho que los sueños, los destellos de mi pasado, eran la forma de mi psique de lidiar con el trauma. De sanar. Charlatán. Para mí, los sueños, los recuerdos, eran juicios fatigosos, como el fantasma de Marley haciendo sonar sus pesadas cadenas en Scrooge. He vivido a través de esos eventos ya una vez. No necesitaba la repetición en tecnicolor en las noches. Página Así que me arrastré dentro de la cama, me acurruqué en el cálido lugar debajo de las sábanas de franela, y me forcé a relajarme. A dejar que mi cuerpo se hundiera dentro del colchón. A aflojar mi mandíbula, a desenroscar mis puños, y a olvidar la noche donde había tan brutalmente matado a un hombre dentro del Pork Pit. Uno de muchos. 105 Y ciertamente no necesitaba hacer hincapié en ellos ahora. Página 106 Pero a pesar de mis mejores esfuerzos, todavía fue un largo, largo tiempo antes de que me dejara vencer por el sueño una vez más. 13 Traducido por âmenoire y Adaly ―Esto se está convirtiendo en un hecho molesto ―dije. Poco antes del mediodía del día siguiente, me paré en la entrada principal del Pork Pit. Una vez más, el restaurante estaba tan vacío como una iglesia en la noche del sábado, a excepción de Sophia Deveraux, quien estaba en el mostrador de atrás mezclando vinagre blanco, azúcar, mayonesa y pimienta negra para hacer el aderezo para un lote de col. La enana gótica hoy había aclarado un poco su vestuario. En lugar de su habitual camiseta negra, llevaba una que era color rojo sangre y decorada con recortes de encaje de ataúdes blancos. El collar alrededor de su cuello se asemejaba a una gruesa serpiente granate, con gruesos diamantes de imitación cuadrados para las escamas. Mis ojos se movieron rápidamente hacia las butacas vacías, las mesas abandonadas, los bancos desiertos. Normalmente, el miércoles era un día ajetreado, con gente viniendo a conseguir su dosis de barbacoa de mitad de semana. Pero hoy no. Sabía que Jonah McAllister era el gurú número dos de Mab Monroe, que era un resbaladizo y poderoso abogado corrupto, en su propio derecho, pero debe haber tenido más influencia de la que me había dado cuenta, si podía convencer a la gente de mantenerse alejados del Pork Pit durante dos días seguidos. Me preguntaba por cuánto tiempo el abogado podría mantener la presión, y lo que yo podría hacer al respecto. Aparte de matar al hijo de puta. Lo que sólo me causaría más problemas, al final. ―¿Ya enviaste a todos a casa con paga? ―pregunté―. ¿Es por eso que no hay nadie aquí más que tú? Finn no se debía aparecer durante unos cuantos minutos más, así que decidí arreglarme un plato de comida mientras esperaba. Nadie más iba a estar pidiendo a gritos barbacoa por hoy. Un sándwich de carne de barbacoa, frijoles horneados, té helado de mora, algo de ensalada de col del cubo metálica de la enana. Tomé mi comida y me Página La enana gótica empezó agitar el aderezo en un montículo de repollo verde y morado picado y zanahoria, a pesar que no iba a haber nadie alrededor para comerlo. Una pena, la verdad. 107 ―Um-mmm. ―El gruñido de Sophia para un sí. senté en una de las mesas en la mitad del restaurante, así podría ver a Finn viniendo desde la calle y todavía hablar con Sophia. Estaba a medio terminar mi comida cuando la campana sobre la puerta principal sonó. Levanté la mirada, esperando ver a Finn. El hombre llevaba un impecable traje de negocios y pulidos zapatos de cordones, pero ahí es donde terminaba su parecido con Finnegan Lane. Su cabello gris metálico estaba apartado hacia un lado, con un grueso copete curvado hacia arriba, abajo y alrededor de su frente como una bola de helado suave de vainilla. Dado el cabello gris, habría puesto que su edad estaba en torno a los sesenta. Pero tenía la cara de un hombre mucho más joven, suave, bien afeitada y curiosamente libre de arrugas, incluso alrededor de las esquinas de sus ojos marrones. ¿Mi conjetura? Los más finos faciales de elemental de Aire y tratamientos de la piel que pudiera tener. Debutantes y esposas trofeo no eran las únicas personas vanas en Ashland. Él había dejado su cabello al natural, sin embargo. Probablemente pensaba que el color plata le daba un aspecto más distinguido. Aun así, a pesar de su vigor juvenil, el hombre irradiaba un asqueroso encanto de la forma en que podría hacer un vendedor de aceite de serpiente. Estrecha su mano y estarías limpiando la grasa de la tuya durante los próximos diez minutos. Y preguntándote a dónde fue tu billetera. Lo reconocí de sus muchas fotos en el periódico y grueso expediente de Fletcher sobre Mab Monroe y sus lacayos. Jonah McAllister, el abogado más hábil de Ashland y consejero personal de Mab, acababa de entrar en mi restaurante. Y no estaba solo. Jake McAllister se pavoneó por la puerta detrás de su viejo. Vaqueros de estrella de rock, camiseta vintage, botas pesadas, un abrigo de cuero negro que llegaba hasta el suelo. Otro atuendo punk. Me quedé mirando a los gigantes, con sus grandes ojos de bicho y trajes negros que probablemente habían tomado todo un campo de algodón para construir. No hay protuberancias reveladores que pudieran verse bajo sus brazos. Por lo menos no tendría que preocuparme que ellos me dispararan, si las cosas iban mal aquí. Disfrutarían más golpeándome hasta la muerte, de Página Los matones probablemente fueron cedidos por Mab Monroe, a través de su otro número dos, el ejecutor Elliot Slater, quien era un gigante por sí mismo. Incluso si hubiera tenido un cliente hoy, no habría sido capaz de entrar con los dos gigantes bloqueando la entrada. 108 Dos guardaespaldas gigantes también entraron al restaurante, ocupando todo el espacio disponible en la puerta principal. todos modos. Los gigantes que trabajaban para Elliot Slater eran conocidos por eso. Y justo podrían tener una oportunidad por la forma en que el odio y la magia destellaban en los ojos marrones de Jake McAllister. Jonah McAllister estaba de pie a mitad del Pork Pit Pero en lugar de mirarme o incluso a Sophia, la mirada de McAllister se deslizó sobre las butacas azules y rosas, las desvanecidas huellas de cerdo en el suelo, las mesas limpias, la antigua caja registradora. Sus ojos se parecían a los de su hijo, planos, marrones, duros, pero sin el feroz brillo de la magia. Jake debía haber conseguido su poder de Fuego de su madre. Ella murió hace varios años, por lo que recuerdo haber leído en el expediente de Fletcher. Jonah McAllister no dijo nada. Podría no haber estado siquiera en la misma habitación con el hombre por toda la atención que me prestaba. Su arrogancia me molestaba. Si ese era el juego que quería jugar, estaba más que feliz de participar. Rocíe un poco más de pimienta negra en la parte superior de mi ensalada de col, cavé mi tenedor en el colorido montón y tomé otro bocado. Dulce y amargo. Sí, esa es la manera que las cosas iban a ser hoy. Finalmente, después de dos minutos de intenso escrutinio, Jonah McAllister volvió su cabeza hacia mí. Obtuve el mismo tratamiento que le había dado el resto del restaurante. Una lenta mirada reflexiva que pesaba, medía y calculaba mi valor hasta el último centavo oxidado. ―Asumo que eres Gin Blanco, la propietaria de este fino establecimiento ―dijo McAllister en una rica, profunda y sonora voz de barítono que sonaría como un trueno en los cerrados confines de una corte. Tomé otro bocado de ensalada de col e incliné mi cabeza. ―Lo soy. No te molestes en presentarse. Ya sé quién eres, señor McAllister. Jonah asintió su cabeza de vuelta hacia mí e hizo un gesto hacia la silla en el lado opuesto de la mesa. ―¿Puedo ser tan amable de tomar ventaja de su hospitalidad? McAllister se desabrochó la chaqueta de su traje y se sentó. Jake hizo un movimiento para unirse a nosotros, pero su padre volvió un par de fríos ojos en dirección de su hijo. ―En la butaca, Jake. Ahora. Página ―Seguro. 109 Mis labios temblaron. Mi, mi, mi, ya estaba rebosando de encanto, como la mantequilla dulce en una galleta caliente. Jake se sacudió como un perro que había sido azotado tantas veces que todo lo que se necesitaba para hacerlo retroceder era el más leve susurro de la voz de su dueño. Pero hizo lo que su padre pidió y se deslizó en una butaca cerca de la ventana frontal, la misma donde Eva Grayson y su amiga Cassidy se había sentado hacía dos noches. Los dos guardias gigantes permanecieron donde estaban junto a la puerta principal. Sus manos flojas en sus costados, sus torsos hinchados, sus columnas tan altas y rectas como astas de bandera en el cuatro de julio. Podrían haber sido estatuas dada toda la emoción o interés que mostraban, aunque sus pálidos ojos saltones nunca me dejaron, ni siquiera por un instante. Aun así, descuidado, descuidado de ellos estar parados tan lejos. Fácilmente podría haber palmeado uno de mis cuchillos de plata y cortado la garganta de Jonah McAllister antes que los guardias dieran dos pasos. Jonah McAllister volvió toda su atención hacía mí. Una leve sonrisa levantó sus labios, aunque su rostro estaba tan arenado por la magia de elemental de Aire, que ninguna línea apareció en algún lugar. La curva de sus labios hizo poco para disimular el frío y calculador brillo en sus ojos. Sin embargo, tenía una presencia a su alrededor, una especie de mando en el aire que la gente probablemente hacía que la gente le prometiera a su primogénito, si solo les diera un momento de su tiempo. La dura mirada me dio ganas de reír. McAllister era nada comparado con algunos de los tipos con los que me había enfrentado como la Araña. ―Ahora, señorita Blanco ―dijo en una suave voz―. Hablemos. ―Seguro ―contesté―. Charlemos. ―Ahora, conozco de tus dificultades con mi hijo la otra noche, pero tienes que darte cuenta que no se sentía como él. ¿Lo hacías, Jake? Jake McAllister se quedó mirando el suelo. ―No ―murmuró y pateó la parte inferior de la butaca frente a él. Jonah asintió ante la respuesta esperada, no importa cuán hosca, falsa y renuente hubiera sido. Página Por un momento, solo me quedé mirándolo. El hombre tenía un par de bolas de plata, le daría eso. Jonah McAllister tenía nervios de sobra, entrando en mi lugar de trabajo y tratando de hablar para evitar que su hijo psicópata obtuviera una larga pena en la cárcel. Pensé en encandilarlo, pretendiendo ser la débil y campirana pueblerina que tan obviamente pensaba que era. Dejarlo intentar manipularme de la misma forma que hacía con todos esos jurados, 110 ―Como puedes ver, mi hijo se siente terrible por su parte en el incidente de la noche del lunes. Hoy he venido aquí con la esperanza de poder resolver esta situación sin ninguna interferencia más profunda por parte de la policía o del sistema judicial. ¿Qué dices? todas aquellas personas que intentaron hacer frente a Mab Monroe. Hubiera sido un infierno de espectáculo, si no es que más. Pero tenía otras cosas que hacer hoy, otros problemas de los cuales encargarme, por ejemplo averiguar por qué Tobias Dawson quería muerta a Violet Fox. No tenía el tiempo o más importantemente, la inclinación de dejarlo pasar tranquilamente. Además, nunca había sido buena interpretando el papel de víctima. ―Seamos claros ―contesté―. Me estás pidiendo que retire los cargos contra tu hijo, ¿cierto? Retractar mi declaración a la policía, negarme a testificar, etcétera, etcétera, etcétera. Eso es de lo que se trata todo el contacto visual, las palabras aceitosas y el falso encanto, ¿cierto? Jonah McAllister frunció el ceño, sorprendido por mi tono contundente. Sus ojos se estrecharon y encontré su mirada con una de las mías. Algo en mis ojos grises debe haberse registrado en él, porque la sonrisa desapareció de su rostro. Hora de cambiar de táctica. ―Muy bien ―dijo Jonah McAllister―. Quieres ser recompensada por las molestias. Ciertamente puedo entender eso. Metió la mano en su traje y sacó una delgada chequera negra y una pluma fuente Mont Blanc a juego. ―¿Cuánto quieres? Me reí. Las risas retumbaron fuera de mi garganta como un escape de motocicleta. Bajas, gruesas, oscuras. Una vez más, los labios de McAllister se apretaron en una delgada línea dura, incluso si el resto de su rostro no podía seguir su ejemplo. El fiscal no apreciaba que se rieran de él. Que mal. Porque acababa de hacer cosquillas a mi hueso de la risa con su flagrante intento de soborno, ya sea que lo hubiera pretendido o no. ―Lo siento ―murmuré―. En realidad no esperaba que trajeras tu chequera, mucho menos que la sacaras. Ciertamente tienes estilo, señor McAllister, tratando de sobornarme en mi propio restaurante. ―¿Y qué farsa sería esa? McAllister se permitió una breve sonrisa. Baja, gruesa, negra, al igual que había sido la mía. Página Levanté una ceja. 111 ―Solo estoy tratando de atender este lío, señorita Blanco ―respondió McAllister en un tono suave―. No es la primera vez que he limpiado para mi hijo, y estoy seguro que no será la última, no importa a cuántas escuelas reformatorias le he enviado a lo largo de los años. Así que, por qué no solo responde mi pregunta, y podemos terminar con esta pequeña farsa. ―La ridícula idea de que vas a testificar contra mi hijo en cualquier tribunal de justicia en Ashland o en cualquier otro lugar. La noción absurda de que jamás voy a permitir que eso suceda. ―No es una farsa, Sr. McAllister ―le dije―. Tengo la completa intención de testificar contra su hijo, y no hay nada que pueda ofrecerme para hacerme cambiar de opinión. Ciertamente no dinero. Jonah McAllister se inclinó hacia adelante. Sus ojos marrones ahora quemaban, aunque no con Fuego de magia elemental. En su lugar, el abogado puso toda la fuerza de su encanto en su mirada. ―Venga, venga ya, Srta. Blanco. No hay necesidad de jugar al ciudadano honrado conmigo. Te he estado investigando. Eres una huérfana, sin rumbo, una vagabunda que tuvo suerte en llevar este restaurante después de su propietario, el primo lejano que te acogió, que fue asesinado hace unos meses. Diablos, ni siquiera puedes decidirte aun en una especialidad para poder graduarte de la universidad comunitaria así que tomas muchas clases. Es bueno saber que la falsa identidad de Gin Blanco en la que había trabajado tan duro para construir en los últimos años había pasado la inspección minuciosa de alguien como Jonah McAllister. Pero eso no impidió que el cuchillo de dolor se deslizara a través de mí, porque sus palabras eran más ciertas de lo que se daba cuenta. Había sido algo así como una vagabunda, sin rumbo, hasta el asesinato de Fletcher. Ese brutal acontecimiento y sus consecuencias me habían hecho tomar una mirada dura en mi vida, y me hizo comenzar a cambiar. Aún era un trabajo en progreso, pero estaría condenada si Jonah McAllister iba a amenazar todo lo que era mío. McAllister tomó mi silencio en el sentido de que estaba considerando su propuesta y decidió subir su apuesta. ―Además, estoy seguro de que tengo algo que puedes encontrar de valor o de interés. ―Cállate, perra ―gruñó Jake desde su cabina―. O freiré tu trasero. Lo miré fijamente. Página ―No tienes nada que quiero, McAllister. Ni una cosa. Ahora, ¿por qué no deja la farsa de un padre preocupado simplemente tratando de hacer lo que es mejor para su hijo? Ambos sabemos que el pequeño Jakie es una vergüenza en todos los sentidos. ¿Le dijo que iba a matar a dos chicas solo por diversión? 112 Negué con la cabeza. ―No me asustas, Jakie. Hubiera pensado que nuestro encuentro la otra noche te lo había probado, incluso si estabas elevado en tu magia elemental de Fuego en ese momento. Más chispas de odio destellaron a la vida en los ojos de Jake, y el rojo, rabia mágica lentamente llenó su mirada. Jake abrió su boca, pero su padre levantó una mano bien cuidada. Estaba libre de arrugas como su rostro sin edad lo estaba. ―Si sabes quién soy, Sra. Blanco, entonces sabes para quien trabajo ―dijo Jonah en voz suave. Cambiando tácticas de nuevo. Sacando las armas grandes. ―Mab Monroe ―contesté―. Todo el mundo sabe eso. ―Entonces sabes las conexiones que tengo, el poder, la influencia. Puedo hacer las cosas muy difíciles para ti, si así lo decido. Se encontrará de pie y haciendo lo denominado correcto siendo una proposición muy difícil. Mis ojos se estrecharon, pero no respondí. ―¿Te has preguntado por qué no has tenido ningún cliente en los últimos dos días? ―dijo Jonah en voz baja. ―No ―contesté―. Pensé que eras tú, diciéndole a las personas mantenerse alejado del Pork Pit. ¿Cuánto tiempo crees que puedes seguir haciendo eso? ―El que sea necesario para que te des cuenta que no puedes ganar ―respondió―. Mantendré a las personas alejadas cada día hasta que te vayas a la quiebra, si tengo que hacerlo. Tengo el dinero, tiempo, recursos y motivación para llevarlo a cabo. Tal vez deberías pensar en eso, antes de que desdeñosamente deseches mi generosa oferta. Estoy tratando de ser civilizado sobre las cosas. Confía en mí cuando digo que no te gustaría la alternativa. El bastardo estaba en verdad tratando de intimidarme. Tratando de exprimirme en la forma en la que había hecho con tantas personas en los últimos años. Podría haber funcionado, si todavía tuviera trece, viviendo en las calles, y llorando la perdida de mi familia. ―Sigue así el tiempo que quieras ―dije―. Haz lo que quieras para mantener a las personas alejadas del Pork Pit. Todavía estaré aquí todos los días, las puertas abiertas de par en par, comida caliente y lista. Preferiría dar mi comida a las ratas en la calle que cerrar por una maldita hora debido a un canalla como tú. ¿Es lo suficientemente claro? Página No importa lo mucho que cambié, no importa cómo traté de ser diferente y dejar mi pasada profesión atrás, parte de mí siempre será la Araña, la asesina tan afilada como los cuchillos de plata que llevaba. No había sido pequeña, débil, o asustada en mucho tiempo. Y ciertamente no lo era ahora. 113 Podría haber funcionado, si todavía fuera Genevieve Snow. El encanto rezumó de los ojos de Jonah McAllister, como el jarabe deslizándose sobre un panqueque. ―Claro como el cristal. Que lastima, Srta. Blanco. Que lastima para usted. ―Te dije que deberíamos haber matado a la perra ―explotó Jake―. Vamos, papá. Déjame hacerlo, aquí mismo, ahora mismo. También a esa perra enana detrás del mostrador. Rabia fría me llenó con sus palabras. Una cosa era que entraran en mi restaurant, el restaurant de Fletcher, y me amenazaran. No había esperado nada menos del dúo padre e hijo. Sabía que me lo había buscado al tener a Jake McAllister arrestado en primer lugar. Pero estaría condenada si el vándalo elemental de Fuego iba a hablar mal de mi familia, o amenazarlos de alguna manera. Y Sophia Deveraux era familia. También lo eran Jo-Jo y Finn. Fletcher Lane había sido asesinado a metro y medio de distancia de donde estábamos sentados. Había sido horriblemente, brutalmente torturado por una elemental de Aire sádica. Nada de eso le iba a volver a pasar a mi familia de nuevo. No mientras todavía estuviera respirando. Especialmente no aquí. Era momento de dejar saber a Jake McAllister que no estaba asustada de él y sus mezquinas amenazas, y de lo que exactamente era capaz si la situación se complicaba. ―No eres lo suficientemente hombre para acabar conmigo tú mismo, Jakie ―espeté―. ¿Entonces qué? ¿Ahora, estás consiguiendo que papi y sus guardias te ayuden? Patético. Evidentemente, Jake McAllister no podía tomar un poco de critica porque se puso de pie. Fuego brillaba en sus ojos, y llamas de color naranja-rojo brotaban de entre sus puños cerrados. Me atacó. Justo antes de que Jake me golpeara, tomé el plato de la mesa, di un paso adelante, y estampé toda la cosa en su rostro tan fuerte como pude. Página Pero alguien tenía que limpiar esa mueca de burla del rostro de Jake McAllister, y había querido ser la que lo hiciera. También había tenido éxito, porque ahora, ira caliente llenaba los ojos de Jake. Si lo dejaba poner sus manos en mí, iba a estar en una dolorosa paliza. Una que tal vez no pararía hasta que estuviera muerta, especialmente con el guardaespaldas gigante de Jonah en el restaurante. Solo una cosa por hacer ahora. Defenderse y hacer pensar a Jake dos veces antes de meterse conmigo de nuevo, era la única cosa que sabía hacer de todos modos. 114 Por un segundo, me senté ahí y consideré mis opciones, algo que probablemente debería haber hecho antes de abrir mi boca inteligente y empezar a antagonizar a los McAllister. Comida salpico en los ojos de Jake, y el comino, pimienta roja y otras especies en la salsa de barbacoa le hicieron gritar. Se tambaleó hacia atrás, volcó una silla y cayó sobre su culo, duro. Jake maldijo e intento rasguñar el lío fuera de su rostro. Estaba demasiado ocupado haciendo eso para aferrarse a su magia, y las llamas que bailaban en sus puños se apagaron. Me volví hacia Jonah McAllister y los dos guardias gigantes. Esperando. Por el rabillo de mi ojo, vi a Sophia salir del mostrador. La enana sostenía una cuchara de metal en su mano. Con su fuerza, bien podría haber sido un bate de béisbol. Sophia me respaldaría justo como lo había hecho la otra noche. Eso era lo que la familia hacía. Jonah McAllister también lo vio y se dio cuenta que las probabilidades se habían deslizado de cuatro a dos. Miró a través de los escaparates. La gente iba y venía en la calle, saliendo a comer y de regreso al trabajo. Más de uno miró en el interior del Pork Pit cuando pasaban. Algunos disminuyeron su paso lo suficiente para tener una buena vista. Podía ver las ruedas girando en la mente del abogado, mientras consideraba los beneficios de ordenarles a sus guardias gigantes matarnos ahora contra la posibilidad de gente presenciándolo y más personas potenciales causándole problemas. Su jefe, Mab Monroe, podría dirigir Ashland, pero imaginaba que le gustaba que sus lacayos se encargaran de sus propios asuntos sin involucrarla o sin implicarse en algo indecoroso. Jake echó a un lado la ensalada de col y se puso de pie. Pero antes de que el elemental de Fuego pudiera atacarme de nuevo, Jonah McAllister negó con la cabeza. Uno de los gigantes se adelantó y puso una mano restrictiva en el hombro de Jake, sosteniéndolo en su lugar. Su cuello casi se rompió por la parada brusca. La piel alrededor de sus ojos estaba roja e irritada por la comida picante, pero no se comparaba con las chispas de magia caliente que brillaban en su mirada llena de odio. ―Vamos, papá ―dijo Jake, mirando alrededor del brazo del gigante y suplicando a su padre―. Encarguémonos de la perra. No va a jugar a la pelota con nosotros. Jonah McAllister miró a su hijo, luego a mí. Se puso de pie y abrochó la chaqueta de su traje. Jonah asintió. ―Correcto. Veremos como la Srta. Blanco se siente en unos días más cuando no haya conseguido ningún cliente, y tenga cuentas que pagar. Hasta entonces, Srta. Blanco. Página ―Que es más divertido hacerlo lentamente ―murmuró Jake. 115 ―¿Qué te he dicho sobre arruinar a la gente, Jake? Así que Jonah McAllister había decidido apegarse a su especialidad, exprimir a las personas a través de medios de alguna forma legales. ―Hasta entonces, Sr. McAllister. ―Mis ojos cortaron a Jake―. Simplemente porque involucraste a tu papá no anula mi amenaza. Si te acercas a mí o mi restaurante de nuevo, te romperé algo más que tu muñeca. ¿Me entiendes? Jake explotó contra el gigante. ―¡Estás muerta, perra! ¡Muerta! ¿Me escuchas? ¿Me escuchas? ¡Muerta! Jonah le dio a su hijo una mirada de disgusto y salió del Pork Pit. Los gigantes flanqueaban al aún luchante Jake, lo levantaron por los brazos y lo arrastraron afuera. Sus gritos roncos resonaron todo el camino por la calle, y así también lo hacían sus amenazas. La otra noche, simplemente había insultado a Jake por conseguir la ventaja. Ahora, lo había humillado enfrente de su padre. El elemental de Fuego no podía permitir ese desliz. No si quería que el anciano al menos pretendiera respetarlo. Órdenes de papá o no, Jake McAllister iba a venir por mí, más temprano que tarde, con todo su elemental de Fuego alimentado por rabia. Página 116 Y cuando lo hiciera, destriparía al bastardo, de una vez por todas. Si importar cuántos problemas podría causarme. 14 Traducido por Flochi y âmenoire Una vez que los gritos de Jake McAllister se desvanecieron, miré encima de mi hombro hacia Sophia. ―¿Fue bueno para ti también? ―Puff. ―La enana me dio su habitual gruñido y se dirigió hacia el trapeador y la cubeta en la esquina más alejada. ―Deja la comida donde está ―dije―. Es mi desastre. Lo limpiaré después. Además, no vamos a tener más clientes por hoy. Vete a casa, Sophia. Descansa un poco. Te lo has ganado. Los ojos negros de Sophia se encontraron con los míos. Volvió a gruñir y agarró el trapeador de todas maneras. Suspiré. Un ladrillo era más hablador y receptivo que la enana gótica. Así que me puse de rodillas y recogí el plato roto y los trozos aplastados de comida. Había tirado todo y lavado mis manos en el fregadero cuando la campana sobre la puerta principal volvió a sonar. Me di la vuelta, un cuchillo de plata ya deslizándose en mi mano. Pero esta vez se trató de Finn. Sus ojos verdes fueron hacia Sophia y al desastre que ella estaba limpiando. ―¿Me perdí de algo? ―Sí ―contesté―. Jake McAllister acaba de pasar, y trajo a su papi con él. Finn parpadeó. ―¿Jonah McAllister vino al restaurante? ¿Qué quería? ¿Qué dijo? Finn suspiró. ―Y déjame adivinar; le dijiste a los McAllister qué exactamente podía hacer con sus amenazas. Página ―Que retire los cargos contra su hijo o iba a ver. Desde allí fue cuenta abajo. Intentó sobornar, amenazar con violencia, la promesa de mi propio asesinato. El especial de Ashland. 117 Me encogí de hombros. Sonreí. ―Ya me conoces. Finn sacudió la cabeza. ―Gin, ¿realmente quieres comenzar una disputa familiar con los McAllister? Pensé que querías disfrutar de tu retiro, vivir una agradable, limpia y simple vida. ―No, no quiero comenzar una guerra con los McAllister. Finn alzó las cejas con incredulidad. ―Vamos, Gin. Admítelo. Te gusta desdeñar a los chicos malos y mostrarles a todos lo fuerte y capaz que eres. Siempre lo haces. Esa es la razón por la que empujaste tan duro a los McAllister hoy. ―Muy bien, muy bien ―murmuré―. Tal vez mi retiro ha sido un poco más aburrido de lo que pensé que sería. Tal vez se sintió bien sacar de quicio a Jake cuando cometió el estúpido error de intentar robarme. Tal vez se sintió todavía mejor hacérselo al mismo padre. Pero si hubiera dejado que Jake se fuera esa noche, habría tenido una docena de Jake McAllister aquí hoy, todos pensando que podrían derribar mi barsucho por un fajo rápido de dinero. Lo sabes. Ashland se trata de la supervivencia del más fuerte. Siempre lo ha sido. Se corre la voz de que eres débil o una marca fácil, y estás acabado, sin importar en qué negocio estés. Finn se encogió de hombros estando de acuerdo. ―Además, si me rindo ahora a los McAllister, pensarán que me poseen, que de verdad me asustaron hoy. Jake comenzaría a venir aquí todo el tiempo, sólo para tratarme con prepotencia. Pensaría que el restaurante es su pequeño feudo personal, tomaría mi dinero, y aterrorizaría a mis clientes. Y no podría soportar eso. No en el restaurante de Fletcher. No cuando trabajó tan duro por tanto tiempo para evitar pagar por protección a nadie. ―Suspiré―. Además, es demasiado tarde para todo eso de todas maneras. Volví a enfadar a Jake McAllister, lo avergoncé enfrente de su padre. No va a olvidarse de eso. Va a matarme, o al menos intentarlo. Tiene que hacerlo, o nunca más tendrá el respeto de su padre. Con el poco respeto que le tenía al principio. Página Hace unas pocas semanas, alguien me había tendido una trampa para ser asesinada como parte de un gran juego de poder en contra de Mab Monroe, para intentar arrebatarle el control de Ashland. Había quedado atrapada en el medio, lo que significó que ya estaba más que involucrada con la elemental de Fuego de lo que querría estar. 118 ―¿Y entonces qué vas a hacer? ―preguntó Finn―. Matas a Jake, y Jonah vendrá sobre ti como una tonelada de ladrillos. Diablos, incluso podría involucrar a Mab Monroe en ese punto. Pensé en ese trozo de papel en el archivo que Fletcher había compilado sobre el asesinato de mi familia, el que tenía el nombre de Mab en él. Tal vez siempre había estado involucrada con la elemental de Fuego, sólo que no lo había sabido. ―Lidiaré con Jake McAllister cuando haga su movimiento. Finn abrió la boca una vez más, pero alcé la mano para interrumpirlo. ―Basta de charla ―dije―. Tenemos otras personas con las que tratar hoy, ¿recuerdas? Warren T. Fox. Así que vayamos por Violet y veamos lo que el abuelo tiene que decir. Finn y yo dejamos que Sophia limpiara lo que quedaba del desastre y nos dirigimos con Jo-Jo a recoger a Violet Fox. Finn había llamado antes para decir que estábamos en camino, y las dos nos esperaban en el porche delantero. Ambas sentadas en sillas mecedoras que crujían y chirriaban con cada pasada ida y vuelta. Jo-Jo había arrastrado la cesta de Rosco afuera, y el gordo y perezoso basset hound estaba sentado a los pies de la enana, durmiendo en un parche de luz solar que se deslizaba a través de los listones del porche. Sophia debe haberle prestado a Violet algunas de sus ropas, porque la chica estaba vestida con jeans oscuros y una camiseta a juego con unos enormes labios rojos en esta. A pesar de la figura voluptuosa de Violet, las ropas colgaban de su cuerpo. Sophia Deveraux tenía bastante músculo en comparación con Violet. Jo-Jo usaba uno de sus muchos vestidos rosas floreados y un collar de perlas que eran tan grandes como el diente de un gigante. Su cabello rubio blancuzco estaba sujeto en su típica coronilla de rizos, y un maquillaje perfecto cubría su rostro. Como siempre, los pies de la enana estaban descalzos, a pesar del frío de noviembre en el aire. Jo-Jo odiaba usar calcetines. Decía que le provocaban dolor de pies. Finn y yo subimos al porche. Violet se puso de pie, pero Jo-Jo se mantuvo en su silla mecedora. ―¿Dormiste bien? ―pregunté. ―Saluda a Warren de mi parte ―le dijo Jo-Jo a Violet―. Dile que iré pronto por un poco más de miel real. Violet asintió. ―Gracias. Por todo. Página ―Jo-Jo es buena en eso. Deberíamos irnos yendo. 119 ―Como podría esperarse, supongo. Pero Jo-Jo de verdad me hizo sentir como en casa. ―Violet le dio a su anfitriona una sonrisa tímida. Jo-Jo sonrió. ―De nada. Regresa en algún momento, y trabajaremos en tu cabello, cariño. Violet frunció el ceño, y su mano se deslizó hasta sus rizos rubios encrespados. ―¿Qué tiene de malo mi cabello? Jo-Jo la arponeó con una mirada dura. ―Nada que un tratamiento de aceite caliente y algún acondicionador profundo no puedan solucionar. El ceño confundido de Violet se hizo más profundo, pero agarré su brazo y la jalé fuera del porche antes de que pudiera pensar mucho en sus puntas abiertas. Finn nos siguió, y caminamos a su auto. Dado que íbamos a subir las montañas hoy, Finn había decidido manejar su muy resistente Cadillac Escalade en vez de su Aston Martin. Violet se detuvo enfrente de la camioneta y nos miró. ―¿Qué pasa con mi auto? ¿Lo manejaron hacia alguna parte anoche? Finn y yo intercambiamos una mirada. Conducir el auto de Violet Fox a un lugar más seguro había sido lo último que tuve en la mente. ―Tuvimos que dejarlo en el estacionamiento ―le dije―. Estábamos más preocupados en curarte que en qué hacer con tu auto. El rostro de Violet palideció. ―¿Quieres decir… quieres decir que lo dejaron en ese estacionamiento de Southtown? ¿Toda la noche? Su preocupación estaba más que justificada. Dejar un auto en ese vecindario era pedir problemas. Para esta altura, el vehículo probablemente había sido despojado de todo, menos el encendedor. Diablos, alguien probablemente había tomado eso también. Las barracudas no podían dejar un cadáver más limpio que la basura blanca y los pandilleros de Southtown. ―Puede que esté bien ―contestó Finn en un tono esperanzador―. Es sólo un Honda. Varios años viejo ya. No es como si dejara mi Aston Martin allí. Violet asintió. ―Entonces puedes preocuparte más tarde por tu auto. En este momento necesitamos ir a ver a tu abuelo. Todavía quieres que les ayudamos, ¿cierto? Violet asintió de nuevo. Página ―Tienes seguro, ¿cierto? ―pregunté. 120 Él se estremeció al pensarlo. Violet se mordió el labio inferior. ―Por supuesto. Como dije, el Hombre de Hojalata era mi única esperanza. Ahora ustedes son mi única esperanza. ¿La única esperanza? Muy Star Wars. Sonreí. Pero no le dije a Violet Fox qué tan equivocada está su confianza en mí, tan errónea, tan risible incluso. Que yo solo traía muerte a las personas, no esperanza. Que estaba haciendo este bien público debido a mi jodida curiosidad insaciable más que otra cosa. ―Vamos Finn condujo fuera de la subdivisión de Jo-Jo y se dirigió hacia el norte. Siguiendo las instrucciones de Violet Fox, dejamos atrás los suburbios y condujimos a través del corazón de Northtown, donde los ricos, más ricos y más ricos de todos vivían. La gente no tenía mansiones en Northtown, tenían fincas. Si no fuera por los caminos de entrada, puertas de hierro y paredes de ladrillo de buen gusto que se podían ver desde la calle, podrías haber pensado que el área estaba desierta. Porque nadie con riqueza real, magia, o poder era lo suficientemente torpe para dejar que su casa se viera desde la carretera. Seguimos conduciendo, todavía en dirección hacia el norte. El terreno se hizo más rocoso y más resistente, a medida que las colinas de las tierras bajas dieron paso a las protuberantes cordilleras y a las montañas cubiertas de pinos. Casas comenzaron a aparecer en el lado de la carretera, aunque eran mucho menos grandiosas que las McMansiones ocultas que poblaban las fincas Northtown. La carretera se estrechaba de cuatro carriles a dos y se retorcía sobre sí misma en una serie de curvas que a la mayoría les darían náuseas. En lugar de sedanes elegantes y camionetas cromadas, comenzamos a pasar carbón… y camiones de carbón en el camino. Después de cerca de treinta minutos de conducción, Violet apunto hacia el parabrisas. Página Finn bajó la velocidad, girando hacia el lote de grava y se estacionó. Echó un vistazo por la ventana hacia la estructura ante nosotros. El edificio de dos pisos de tablilla de madera de dos pisos podría haber sido una casa o tal vez una cabaña de caza, érase una vez. Aunque era obviamente viejo, el edificio lucía una capa de pintura blanca, con las persianas delineadas en un verde pálido. 121 ―Ese es, justo después de los cruces. Pequeñas dependencias a juego se acuchillaban al lado de la estructura principal, conectados a él por cortos pasillos cubiertos. Los escalones de madera conducían a un porche que era incluso más amplio que el de Jo-Jo. El porche corría a lo largo de los tres edificios. Mecedoras alineadas a ambos lados de la puerta principal, junto con barriles cubiertos con tableros de ajedrez. La señal de hojalata sobre la entrada principal brillaba como un nuevo níquel al sol. Country Daze, se lee en pintura verde que hace juego con las persianas. Los techos de los tres edificios también eran de lámina, del tipo que hacía que una pequeña y constante lluvia lenta suene como una sonata clásica. El estacionamiento, si querías llamarlo así y no solo grava suelta, se curvaba alrededor de la tienda como una luna creciente. Una señal de “alto” se encogía hacia la derecha, y el camino llegaba a una T, obligándote a ir de derecha a la izquierda. Una de las señales de tráfico apuntaba el camino de regreso a la interestatal y declaraba que este tramo de acera solo era parte de alguna puesta en escena o de una carretera de trampas turísticas. En la otra señal aparece una flecha y las palabras Dawson Nº 3. A menos de mil kilómetros de distancia. Interesante. Podría tener que ir a revisar la mina de carbón, después de conocer al ilustre Warren T. Fox. Salimos del auto. Debajo de mis botas, la grava del estacionamiento vibraba con sonidos del tráfico y llantas rodando continuamente a través de él. Un grito por lo bajo me decía que las piedras habían visto un montón de personas y autos ir y venir en su tiempo. Nada siniestro, solo datos de cada día de vida. Una sonrisa iluminó el rostro de Violet Fox y suavizó sus ojos, alejando algunas de las sombras que vagaban debido a la noche anterior. ―Realimente amas este lugar, ¿cierto? ―pregunté. Ella asintió. Violet empezó a caminar por delante hacia la tienda, pero agarré su brazo. ―Quédate detrás de mí. Página Violet Fox y yo éramos más parecidas de lo que ella se daba cuenta, porque sí lo sabía. Porque me sentía de la misma manera acerca del Pork Pit. Es por eso que había reaccionado tan mal, tan a la defensa, cuando Jonah McAllister había venido hoy, cuando amenazó a mi negocio y sustento, también estaba amenazando mi hogar. Una pieza de mi corazón. La última pieza de Fletcher Lane que tenía, dado que el viejo estaba muerto y se había ido y me había dejado con nada más que misterios por resolver. 122 ―Mis padres murieron cuanto tenía diez años. Mi abuelo me cobijó y me crio. Le he estado ayudando con la tienda desde entonces. Es como mi segundo hogar, ¿sabes? ―¿Por qué? ―preguntó. ―Solo hazlo, ¿está bien? Finn me miró por encima del capo de la camioneta. ―¿Crees que va a haber problemas adentro, Gin? Me encogí de hombros. ―No lo sé. Pero si éste es un lugar tan popular, ¿por qué no hay más autos aquí? Es la hora del almuerzo. La gente debería estar aquí, consiguiendo un sándwich o una bebida fría. Los ojos verdes de Finn se movieron rápidamente a través del lote de grava. Solo otro auto estaba estacionado en él, un anónimo sedán azul marino. Sus ojos se dirigieron fuera del camino. Un continuo flujo de tráfico iba y venía por los cruces, pero ninguno de los conductores miraba hacia la tienda, mucho menos se orillaban hacia el lote. El rostro de Finn se tensó. ―Ha estado tranquilo desde que Dawson empezó a enviar a sus hombres a amenazarnos ―explico Violet―. A la gente no le gusta pararse en algún lugar donde pueda haber problemas. Algunas veces, si somos afortunados tenemos cinco clientes en ocho horas. Probablemente solo sea un día lento. ―Vamos ―dije―. Vayamos a averiguar. Guié el camino, con Finn detrás de mí y Violet hasta atrás. Mientras cruzábamos el estacionamiento, palmeé uno de mis cuchillos de plata. Si había problemas adentro, sería la primera en verlo, y quería estar lista para lidiar con ello. Las escaleras del porche no crujieron bajo mi peso. Estaban demasiado suaves y muy usadas para hacer eso. Las subí, abriendo la puerta y entrando. Un gran mostrador lleno con joyería de plata formaba un cuadrado sólido a mitad de la tienda. Un viejo estaba de pie detrás de él, una mano descansando sobre una gran escopeta con una culata de madera llena de marcas. Página Unas cuantas más con sándwiches y otros bocadillos. Mesas llenas con miel, fresas en conserva y mantequilla de manzana. Un anaquel giratorio con lentes de sol baratos. Arreglos más agradables de tejidos, cestas y otros artículos más caros, hechos a mano. 123 Country Daze estaba exactamente igual a lo que esperaba. Marcadas y antiguas tablas de madera. Exhibición de camisetas para turistas, llaveros y otras cosillas. Un extraño surtido de herramientas y equipo para exteriores. Barriles llenos de caramelos duros, caramelos masticables salados y bombones dulces envueltos en celofán. Un par de hieleras llenas con antiguas botellas de cristal para refresco. Lo poco que quedaba de su ralo cabello blanco levantado por encima de su frente como si hubiera sido sorprendido en posición vertical por mi aparición. Sus ojos eran oscuros y brillantes, como si dos caramelos de chocolate se hubieran metido en su rostro. Era como de mi tamaño, encogido con la edad de su más alta estatura original. Su piel era de un oscuro marrón bruñido, marcándolo de tener cierta herencia nativa americana, muy probablemente Cherokee en este cuello del bosque. Profundas líneas surcaban su rostro alrededor de su boca apretada, como si la frunciera mucho. Pero tal vez lo más inquietante fue el hecho que llevaba una camisa azul de trabajo que podría haber salido directamente del armario de Fletcher Lane. Sus ojos oscuros mantenían la misma feroz determinación que los de Fletcher siempre habían tenido, y podía decir por su orgullosa postura que esta tienda era su vida, su reino y significaba tanto para él como el Pork Pit lo había hecho para Fletcher. El hombre frente a mí no se parecía en nada a mi mentor asesinado, pero en cierto modo, era una imagen de Fletcher. Me inquietó y me hizo sentir una suavidad hacia él que no había hecho absolutamente nada para ganarse. Y no necesité que Violet me dijera que era su abuelo, Warren T. Fox. Un viejo cascarrabias quien probablemente tan pronto como te veía maldecía. Conocía al tipo. Había sido criada por uno. Pero Warren T. Fox no estaba solo. Había otro hombro con él, alguien que tampoco necesitaba presentación. Alguien a quien ya conocía demasiado bien. Página 124 El detective Donovan Caine. 15 Traducido por Minia16 Ahora sabía a quién pertenecía el Sedan que había fuera. Tenía escrito auto de policía por todas partes. Simplemente no me había dado cuenta que le pertenecía a mi policía. Los dos hombres se giraron ante el sonido de mis pisadas contra el suelo desgastado. Warren T. Fox frunció el ceño. La sorpresa llenó los ojos dorados de Donovan Caine. ―¿Gin? ―preguntó el detective―. ¿Qué estás haciendo aquí? ―¿La conoces? ―preguntó Warren T. Fox. Su voz era alta, débil, aflautada, como alguien que silbara a través de una flauta rota. ―Sí ―dijo Caine en voz baja―. Podría decirse que la conozco. Lo suficientemente bien como para acostarse conmigo. Lo suficientemente bien como para querer hacer lo mismo otra vez. A pesar de que había matado a su antiguo compañero. Abrí la boca para responder cuando Finn y Violet entraron en la tienda detrás de mí. La chica me rodeó, fue directamente hacia su abuelo, se inclinó sobre el mostrador de madera y lo abrazó por el cuello con fuerza. El rostro del anciano se suavizó por un momento, y el brillo de la humedad empapó sus ojos. Luego frunció el ceño y se apartó de la joven. ―¿Dónde has estado? ―gritó―. He estado preocupadísimo por ti. Violet suspiró. ―Te llamé anoche, abuelo, ¿recuerdas? Te dije que me iba a quedar con Eva. La cara de Violet adoptó un expresión que decía “oh, mierda, me acaban de descubrir”. Página ―Sí, llamaste, y sonabas rara. Pero no me preocupé de verdad hasta que Eva llamó aquí esta mañana. Dijo que habías quedado para desayunar y que no apareciste. 125 El anciano entrecerró sus ojos marrones. ―Intenté llamar a tu celular para aclarar el asunto ―continuó Warren―. Sin respuesta. ―Se me acabó la batería ―dijo Violet en voz baja y desesperada. No sé por qué seguía tratando de ceñirse a su historia. La verdad iba a salir en el próximo minuto, en dos como mucho. Suponía que Violet sólo quería ahorrarle a su abuelo los detalles desagradables sobre lo que le habían hecho anoche. La mayoría de la gente tendía a bloquear cosas como aquella. A veces deseaba poder hacer lo mismo en lugar de mortificarme por el pasado como siempre hacía. ―Llamé a la facultad, otra vez a Eva y a todos los demás amigos tuyos de los que pude acordarme. Nadie te había visto desde anoche ―respondió Warren con tono cortante―. ¿Sabes lo preocupado que estaba por ti? ¿Con todo lo que ha estado pasando? Así que llamé a Donovan para informar de tu desaparición. Miré a Caine. Así que eso era lo que estaba haciendo aquí el detective. Y por el uso que hizo Warren de su nombre de pila, sonaba como si los dos se conocieran. El detective me vio mirando y encogió sus esbeltos hombros. Violet se estremeció de nuevo, y Warren abrió la boca para reñirle un poco más a su nieta por preocuparlo. Pero le interrumpí. ―Suficiente. Violet no vino a casa anoche porque alguien intentó matarla. Eso le hizo callar. Warren se quedó boquiabierto y clavó la mirada en mí. Al igual que Donovan Caine. Violet cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra. Finn se apoyó contra uno de los refrigeradores. La diversión llenó sus brillantes ojos verdes. ―Y ya está ―dije, finalizando mi historia―. Por eso Violet no fue a casa anoche. Porque estaba un poco ocupada dejando que una elemental de Aire le recompusiera la cara. Su nombre es Jo-Jo Deveraux. Puede que la conozcas. Página Los cinco terminamos en el amplio porche delantero de la tienda. Me senté en la barandilla del porche y me apoyé contra una de las columnas que aguantaban el techo inclinado de lámina. Finn estaba enfrente en una posición similar a la mía. Donovan Caine se despatarró en las escaleras entre nosotros, mientras que Warren T. Fox y Violet se mecían en dos de las anticuadas sillas. 126 ―Ahora que tengo tu atención ―dije―. Déjame que te cuente exactamente lo que pasó anoche. Warren fijó la mirada en mí, con sus oscuros ojos entrecerrados y pensativos. Su mirada fue hacia Finn y luego volvió a mí. Pensando en algo… o más bien en alguien. Fletcher Lane. ―A ver si lo he entendido bien, Gin ―dijo Donovan Caine―. Violet fue al restaurante en busca de un tipo que se hace llamar Hombre de Hojalata. Luego alguien tiroteó el Pork Pit, pero rastreaste al tirador y descubriste que su objetivo era Violet. Así que usaste el recibo de su tarjeta de crédito para hackear su información personal y la encontraste en universidad comunal de Ashland. ―En realidad fui yo, detective ―dijo Finn―. Lo único que sabe hackear Gin son cuerpos cálidos. Le lancé una mirada de desprecio. No les había contado a Warren y a Violet lo que solía hacer exactamente, pero estaba segura que el vejestorio lo había adivinado. Después de todo, había conocido a Fletcher. Donovan negó con la cabeza, ignorando el comentario de Finn. ―Van la universidad y ven a un enano atacando a Violet. Gin interviene, y los dos la llevan a una curandera que conocen. ¿Lo he entendido bien? ―Más o menos ―respondió Finn―. Aunque te has dejado la parte en la que ayudé a Gin a reducir al asaltante. ―Tú y una camioneta monstruosa ―corté―. Yo hice todo el trabajo duro y sucio, por si no lo recuerdas. Finn me sonrió. Al verlo, Warren Fox hizo un profundo sonido con la garganta, casi como una tos ahogada. Se quedó mirando a Finn. ―Eres la viva imagen de tu padre cuando sonríes así. Algo de la alegría salió de los ojos verdes de Finn. ―Eso me dice la gente. Está muerto, ¿sabes? Ya van dos meses. Warren se meció hacia atrás en su silla y asintió. ―Lo sé. Vi el obituario en el periódico. ―El anciano se quedó mirando a Finn un poco más y luego se volvió hacia mí―. Y tú eres la chica de Fletcher, ¿no? ¿La que recogió de las calles hace tantos años? Warren encogió sus encorvados hombros. ―Puede que Fletcher y yo tuviéramos una pelea, pero estaba pendiente de él. Nadie dijo nada. Pero Donovan Caine me miró, con una duda en sus ojos dorados. A pesar de habernos acostado, el detective no sabía de mi tiempo Página ―Sí, soy yo. ¿Cómo sabes eso? 127 Fruncí el ceño. viviendo en las calles… o que mi familia había sido brutalmente asesinada por una elemental de Fuego cuando tenía trece años. Que había sido torturada por una perra sádica y que apenas había escapado con vida. No estaba segura que quisiera que lo supiera. La lástima era lo último que quería del detective… o de nadie. Violet se estiró, poniendo su joven y suave mano encima de la marrón y con manchas de Warren y detuvo su balanceo. ―Gin vino a ayudarnos, abuelo. ―¿Ah, sí? ―murmuró Warren. Donovan frunció el ceño. ―¿Ayudarlos con qué, Warren? El anciano volvió a balancearse. ―No es nada. Sólo ese bastardo de Tobias Dawson. El ceño fruncido del detective se intensificó. ―¿Tobias Dawson? ¿El dueño de la mina de enanos? ―Quiere la tierra sobre la que se asienta la tienda ―explicó Violet con voz queda―. Siempre la ha querido, pero se ha vuelto más y más insistente en los últimos dos meses. ―No es nada ―volvió a murmurar Warren―. Sólo sus amenazas y fanfarronadas habituales. Sabe que nunca tendrá la tienda o la tierra hasta que me esté revolviendo en mi tumba. ―O hasta que la temprana violación de tu nieta o su muerte te lleven a ella ―señaló Finn―. Sea lo que sea que haya hecho Tobias Dawson en el pasado, ahora ha decidido pasar a comportarse agresivamente… empezando con Violet. Especialmente en Ashland. Warren también notó el estremecimiento de Violet. Su rostro arrugado se endureció, y la ira relució como un rayo negro en sus ojos. Página Donovan notó la reacción de Violet y una mirada triste y asqueada llenó sus ojos. Como detective, Donovan había visto su ración de víctimas. Sabía cuánto daño le habían hecho a Violet, que le habían arrancado una parte de su inocencia que no iba a recuperar nunca. La ira y la impotencia tiñeron los duros rasgos de Donovan. Porque él también sabía lo difícil que sería hacer justicia para víctimas como Violet. 128 Los dedos de la universitaria fueron hacia su rostro y su nariz se retorció, como si estuviera reviviendo el dolor que había sufrido la noche anterior. Se estremeció. Se estiró hacia delante y le dio una palmadita en la mano a su nieta. ―No pienses en ello, cariño ―dijo Warren―. No vuelvas a pensar en lo que pasó anoche. Porque Tobias Dawson y sus hombres no volverán a ponerte otra mano encima. Lo prometo. Sin importar lo que tenga que hacer para detenerles ―masculló las últimas palabras. ―Deberías habérmelo contado ―interrumpió Donovan Caine―. Podría ayudarte con Dawson. Hacer que dejara de molestar. Finn resopló con incredulidad. El detective lo fulminó con la mirada. ―Por favor ―se burló Finn―. La mayor parte de la poli de Ashland ni siquiera podría hacer que un cachorro dejara su juguete, mucho menos ocuparse de alguien como Tobias Dawson. Sabes que es amigo de Mab Monroe, ¿verdad? Que le dirijas a Dawson la dura mirada de poli malo no va a provocarle indigestión, mucho menos que deje de molestar. ―¿Y qué sugieres? ―gritó el detective. ―Bueno ―dije arrastrando las palabras―. Hay una razón por la que he conducido hasta aquí. Donovan dirigió sus ojos dorados hacia mí. La decepción brillaba en su mirada. ―Para ofrecerle tus servicios a Warren, ¿verdad? ¿Para ocuparte de Tobias Dawson a tu manera especial? ―Algo así. El asco llenó el robusto rostro del detective. ―Una vez una asesina, siempre una asesina. Violet soltó un pequeño jadeo. Warren fijó la mirada en mí. ―Así que haces lo que Fletcher Lane, lo que hacía el Hombre de Hojalata. ―Solía hacerlo. Ahora estoy retirada. Warren me miró con sus brillantes ojos castaños. ―¿Y cómo te llamó? Warren asintió con brusquedad. ―Así es. Página ―La Araña. ―Las cicatrices de runas de mi mano picaron ante el sonido de mi antiguo alias de asesina. Torcí la boca―. Quizás hayas oído hablar de mí. 129 Encontré su mirada con una mirada vacía. Nadie dijo nada. Sopló un poco de viento de la cima de la montaña que teníamos encima y removió el polvo del estacionamiento de gravilla. La brisa siguió adelante y los pequeños remolinos desaparecieron. ―Quiero darte las gracias por salvar la vida de mi nieta ―dijo Warren―. ¿Pero por qué has venido aquí realmente? ¿Por qué quieres arriesgarte por dos personas que ni siquiera conoces? ¿Por qué quieres enredarte con alguien como Tobias Dawson? Como dijo tu amigo, no es alguien que quieras tener como adversario. ―Sí ―intervino Donovan―. Pensaba que te habías retirado. Fijé la mirada en el detective. Nuestros ojos se encontraron y nos sostuvimos la mirada, y el calor familiar calentó el fondo de mi estómago. Una calidez empática chispeó en los ojos de Donovan, aunque intentó sofocarla con fría indiferencia. Sostuve la mirada del detective un momento más, luego volví mi atención hacia Warren T. Fox, que había parado de mecerse. Su rostro arrugado estaba inexpresivo y libre de emoción, como si no pudiera importarle menos mi respuesta, pero sus dedos se enterraban en los brazos de su silla. Warren me necesitaba, y él lo sabía… incluso si Donovan Caine no lo sabía. ―Tienes razón ―dije en voz baja―. No los conozco ni a ti y ni a tu nieta, no me importan. ¿Por qué estoy aquí? Porque una vez le contaste a tu nieta una historia sobre el Hombre de Hojalata, de cómo ayudaba a la gente con problemas. Puede que Fletcher Lane y tú no hayan hablado en décadas, pero todavía te importaba lo suficiente, pensabas lo suficiente en él como para contarle esa historia a Violet. Así que estoy aquí por Fletcher. Porque ambos fueron una vez como hermanos. Porque si Fletcher todavía estuviera vivo, estaría sentado aquí mismo, tanto si quisieras que estuviera como si no. Era mucho más que eso, por supuesto. Mucho más. Como el que sintiera esta afinidad particular con los Fox. Que de un modo extraño, ver a Violet y a Warren juntos era como mirar a una versión más dulce e inocente de Fletcher Lane y yo. Lo que podríamos haber sido si las circunstancias hubieran sido diferentes. Tal vez era una locura, pero quería que los Fox se quedaran tal y como estaban. Que siguieran amando y luchando. Que mantuvieran lo que les quedaba de inocencia, especialmente Violet. ―Una tipa curiosa, ¿eh? ―preguntó Warren. Página ―Además, mi retiro ha sido bastante aburrido. Anoche fue lo más emocionante que he tenido en siglos. Y tengo interés por saber por qué alguien como Tobias Dawson quiere poner sus manos en tu tierra con tantas ganas que estaría dispuesto a matar por ella. No me gustan mucho los matones así. 130 Volví a torcer la boca. Sonreí. ―Es un rasgo que saqué de Fletcher. Bueno, ¿qué dices? ¿Husmeo por ahí y veo qué se me ocurre? ¿O Finn y yo nos metemos en su auto y volvemos al Pork Pit? Tú eliges, Warren. El anciano fijó la mirada en mí, otra vez con esa expresión pensativa en sus ojos. Como si supiera algo sobre mí que ni siquiera yo sabía. Pero Warren no tuvo la oportunidad de responder. Un 4x4 negro frenó por la carretera. En lugar de pasar de largo como los demás autos y furgonetas, entró en el estacionamiento de gravilla. Por un momento pensé que los Fox iban a tener su primer cliente del día. Luego vi el titular blanco en la puerta del auto. El que rezaba “Compañía minera Dawson”. La i de Minera se había cambiado para que pareciera una runa… un cartucho encendido de dinamita. La misma runa que tenía tatuada el enano que había atacado a Violet. Finn también notó la letra y la runa y me miró. ―Problemas ―dijo en voz baja. Página 131 ―¿Tú crees? ―pregunté, alcanzando ya uno de mis cuchillos. 16 Traducido por Jenn Cassie Grey y Dianna K La camioneta se detuvo, las puertas se abrieron y varios hombres salieron de ella. Uno tras otro, siguieron viniendo, como si fueran payasos atiborrados en un carro de circo y esta fuera su única forma de escape. Cinco hombres en total: dos gigantes, dos pequeños, fuertes chicos y un enano. Los gigantes y los otros hombres usaban ropas de trabajo, overoles sucios, botas fuertes, guantes gruesos. El enano estaba vestido un poco más agradable, pantalón limpio, botas y una camiseta negra, y una chaqueta gruesa negra que parecía que haría un desgarro de ropas como Hulk en las mangas si respiraba demasiado profundo. El enano se dirigió al porche frontal, y el resto de los hombres se colocaron detrás de él. Finn y yo intercambiamos una rápida mirada e hizo un movimiento con su mano. Asentí y me deslicé a la izquierda a una sombra que se juntaba en el porche. Finn se movió a la izquierda. Donovan Caine se quedó dónde estaba a los pies del porche, aunque el detective se puse de pie. Warren y Violet Fox permanecieron sentados en sus mecedoras. La cara de Violet empalideció, y cruzó los brazos sobre su estómago, como si estuviera tratando de no vomitar. El ceño fruncido profundizo las líneas alrededor de la boca de Warren. El cabello del enano era rizado, rubios rizos caían sobre sus hombros. Su nariz era una bulbosa pieza de carne que salía de su cara como una bola, y un gran, despeinado bigote caía sobre sus labios. Sus ojos eran de un penetrante azul en su bronceado rostro. ―Warren ―gruñó el enano. Página Botas negras de piel de serpiente cubrían sus pies. Flamas naranjas rojizas se deslizaban en la parte de arriba, mientras que una piedra de plata se encontraba en la punta. Un sombrero de vaquero descansaba sobre la cabeza del enano, haciéndolo ver más alto de su uno cincuenta y dos de altura, y la corbata de lazo alrededor de su cuello tenía una pieza de turquesa casi tan grande como mi puño. A alguien le gustaba jugar al vaquero. 132 El enano se detuvo en la base de las escaleras que llevaban hasta el porche de madera. Colocó sus pulgares en los hoyos de su cinturón en su pantalón y puso un pie en las escaleras. ―Tobias ―contestó el hombre viejo. Los dos hombres se miraron el uno al otro directo a los ojos de la forma en que dos enemigos lo hacían. Entrecerrando los ojos, mirando duro, ninguno de los dos dispuesto a dar marcha atrás, apartar la mirada, o siquiera jodidamente parpadear primero. Mientras Tobias Dawson y Warren T. Fox jugaban al juego de retarse con las miradas, mi mirada saltó hacia el hombre de pie detrás del enano. Los dos chicos bajos eran humanos, aunque probablemente tenían algo de sangre de gigante mezclados en ellos, por lo que se reflejaba en sus músculos poderosos y puños. Lo suficientemente fáciles para derribarlos con mis cuchillos. Los gigantes de pie detrás de ellos podrán ser un poco más dificultosos, especialmente considerando el hecho de que cada uno de sus puños era solo un poco más pequeño que mi cabeza. Tenía que distraerlos y evadirlos, tal como había hecho con el asesino enano la noche anterior. Aun así, nada que no pudiera manejar. Mis ojos grises descansaron sobre Tobias Dawson una vez más. Él sería el verdadero problema, la prueba real. Especialmente desde que sentía la más ligera pizca de poder goteando fuera de él, como un pedazo de papel lija apenas cepillando contra mi piel. Magia. El rubio, enano bigotón tenía alguna clase de magia elemental. Siendo yo una elemental, podía sentir cuando otros usaban su magia, por supuesto. Pero había algunos idiotas como Dawson quienes, bueno, goteaban magia, por no tener una mejor palabra. Incluso cuando esos elementales no estaban usando su poder activamente, la magia seguía saliendo de ellos, como agua de una gotera. Goteo, goteo, goteo. La fuga de magia era fácil de sentir. Entonces había personas como yo, cuya magia era completamente contenida. Sin fugas, sin goteos, sin salidas. La magia no podía ser sentida para nada a menos que la usara de manera abierta, contundente, o que alguien tuviera un don particular para sentir el poder elemental. Mi pulgar se deslizó por la punta del cuchillo de plata que ya sostenía. Incluso aunque no había tenido mucha práctica con mis cuchillos últimamente, el arma se sentía fría y cómoda en mi mano, como siempre. Un viejo amigo conocido. Página De cualquier manera, lo sentía. Si las cosas iban mal, iría por el enano primero, entonces por sus matones. Con su magia y su inherente fuerza y resistencia de enano, Tobias Dawson era definitivamente la amenaza más grande. 133 La magia de Dawson se sentía similar a la mía, aunque no podía decir si el enano era Piedra o Hielo. Si tenía que adivinar, diría que Piedra. La sensación saliendo de él podría haberse sentido más suave, fría si hubiera sido un elemental de Hielo. Donovan Caine se aclaró la garganta. Tobias arrancó su mirada de Warren y miró al detective El enano le dio a Donovan una mirada descartándolo como sin importancia, y regresó su atención a Warren. ―¿Has pensado más sobre mi última oferta? Los ojos de Warren se entrecerraron. ―Te diré la misma cosa que te he estado diciendo por dos meses ahora. No estoy interesado en venderte una soda, mucho menos mi tienda. Tú viniendo aquí y preguntándome cada día no me va a hacer cambiar de decisión. No importa cuánto dinero me ofrezcas. Tobias se inclinó y escupió. Jugo de tabaco manchaba los tablones de madera a los pies de Warren. ―Ahora eso es una maldita pena, especialmente considerando la oferta reciente más que generosa que te hice. ¿Por qué no haces la cosa inteligente y la vendes, viejo hombre? ―Porque esta tienda, esta tierra, ha estado en mi familia por más de trescientos años, ―contestó Warren en un tono de piedra―. Y no voy a dejar que alguien como tú venga y me quite lo que es mío como si tuvieras el resto de la montaña. Tobias suspiró. Un largo suspiro de “ve lo que tengo que aguantar” que sonaba tan falso como el que Jonah McAllister tenía en el Pork Pit. ―Vamos, sabes que no es exactamente minar, Warren. Se llama remover la montaña, y no hay nada ilegal en ello. Solo estamos extrayendo el carbón de la tierra de la forma más rápida que conocemos ―Y dejan a todos los demás con su desastre ―espetó Warren―. Como dije, no estoy interesado en dejarte hacer lo que quieras con mi tierra. Mi entero patio trasero se convirtió en un gran agujero por ti y tu minería. La cara de Tobias se endureció, y su bigote se erizo con furia apenas contenida. ―Estoy cansado de esperarte, viejo hombre. Puedes venderla ahora, y tener un buen precio por tu tierra. O… Miré a Warren con un poco más de respeto. Violet me había dicho que Warren había peleado con los matones de Dawson por sí mismo, pero no me había dado cuenta que el viejo tonto había puesto un balazo en sus espaldas. Página Tobias miró sobre su hombro a sus hombres, quienes se removieron sobre sus pies y miraron al piso. 134 ―¿O qué? ―soltó Warren, cortando la amenaza del enano―. ¿Mandarás alguno de tus chicos aquí para hacerme ver la luz del día? Has tratado eso antes y no funcionó. Un par de balazos mandó a tus chicos corriendo por las colinas. Valiente pero estúpido de su parte. Porque los disparos de Warren y dura terquedad debían ser parte de la razón por la que el enano había decidido ir tras Violet en su lugar. Tobias se giró para enfrentarnos y escupió otro montón de jugo de tabaco en el porche. ―Todo lo que estoy diciendo es que sería una maldita pena si algo te pasara a ti o a tú… tu dulce nieta. El enano miró lascivamente a Violet, observando sus pechos como si quisiera enterrar su cabeza entre ellos. Detrás de él, los gigantes y los otros hombres hicieron lo mismo. La cara de Violet palideció un poco más, pero cruzó sus brazos sobre su pecho y alzó su cabeza. No estaba retrocediendo más de lo que su abuelo lo hacía. ―Por cierto, señorita Violet. ―Tobias arrastró las palabras con su voz gangosa―. ¿No ha visto a mi hermano Trace, verdad? Chico bajo, se ve un poco como yo, tiene un cartucho de dinamita tatuado en su brazo. Maneja una gran camioneta vieja. Mis ojos grises se entrecerraron. ¿Dawson tenía un hermano llamado Trace? ¿Con una dinamita tatuada en su brazo? Ese debió ser el enano que Finn había visto en el estacionamiento la otra noche. Aquel cuyo cuerpo Sophia había eliminado. ―Él iba a cuidar de algunos negocios por mí en el sur de la ciudad, cerca de la universidad de la comunidad ―dijo Tobias―. Pero no vino a casa la noche pasada. Pensé que tal vez lo había visto, viendo como tomas todas esas clases en la universidad. Los ojos de Violet se ampliaron detrás de los marcos de sus lentes negros. Ella se acababa de dar cuenta que era el enano que la había atacado, y no sabía cómo responder a sus insinuaciones veladas, pistas o amenazas. Pero Finnegan Lane, siendo el caballero sureño que era, dio un paso adelante e intervino. ―El sur de la ciudad es un vecindario peligroso ―dijo Finn en un tono suave―. ¿Quién sabe lo que pudo haberle pasado en un lugar como ese? Casi cualquier cosa, me imagino. Multitudes brutales, en esa parte de Ashland. Drogadictos, prostitutas vampiro, proxenetas. No es seguro para un hombre caminar en esas calles solo. Finn sonrió. ―Crecí ahí. Página ―No estaba hablando contigo, hijo. ¿Y qué demonios sabes sobre ello de cualquier manera? 135 Tobias calló a Finn con una dura mirada. El enano miró a Finn con abierta hostilidad y sospecha. Los dos gigantes y los otros dos hombres sintieron el desagrado de su jefe. Se movieron sobre sus pies, como si fueran a pasar sobre él y vinieran al porche. Tobias se tensó, listo para dar la orden. Tomé otro cuchillo. Esto no iba a terminar bien. Pero antes de que el enano pudiera decirles a sus hombres que cargaran y se encargaran de Warren T. Fox de una vez por todas, Donovan Caine se paró en el porche y abrió su abrigo. El sol de mediodía hizo que la insignia en su cinturón brillara junto con la negra sombra de su pistola. Tobias miró la placa y el arma. Los ojos azul pálidos del enano volaron hacia el sedán colocado frente a la tienda. Conocía el carro de un policía cuando veía uno también. ―¿Quién eres tú? ―Detective Donovan Caine. Soy un viejo amigo de la familia Fox. Finn le dirigió otra sonrisa y señaló con el dedo al detective. ―Tal vez has oído hablar de él. Él fue el que mató a Alexis James, esa chiflada elemental de Aire que estaba robando en Industrias Halo, su propia compañía. Sucedió hace unos dos meses. Estuvo en todas las noticias. Incluso el alcalde le dio una medalla por su estelar trabajo de investigación. Donovan hizo una mueca ante la astucia de Finn, burlándose. El detective sabía lo que en realidad había sucedido. Que yo había sido quien había matado a Alexis James y sus lacayos en Ashland Rock Quarry. Y que él había aceptado el crédito y elogios por algo que ni siquiera hizo. Tobias Dawson sabía quién era el detective, bien. Aun así, Tobias podía contar tan bien como cualquier otro. Cinco de nosotros, seis de él y sus hombres. No grandes oportunidades, incluso si cargábamos con un anciano y dos mujeres. Página Los ojos del enano fueron a Donovan, luego a Finn, luego a Warren. Él no me miró o a Violet. Evidentemente no éramos más que simples mujeres, no una gran amenaza. Bastardo sexista. 136 El conocimiento brilló en sus ojos de hielo. Pero el estado de Caine como miembro de la fuerza policial de Ashland hizo que el enano reconsiderara sus opciones. Ashland podía ser una ciudad peligrosa, y los policías podían ser tan torcidos como los caminos de montaña en los alrededores, pero la gente aún se ponía a pensar antes de eliminar a un miembro de la policía. Hubo beneficios a considerar, sobornos, cadenas de mando. Por no mencionar el hecho de que Donovan Caine era una especie de héroe popular en la ciudad, un honesto policía entre un mar de corruptos. La muerte de Caine plantearía muchas preguntas, incluso para alguien tan bien conectado como Tobias Dawson. Pero el pase de Donovan Caine fue el punto de inflexión, por ahora. Tobias miró a Warren de nuevo. ―Tienes tres días para pensar en mi última oferta. Y es mi última oferta. Sugiero que piense muy bien en ello. Antes de que tenga que volver y pedirte que lo reconsideres. El enano escupió otro chorro de jugo de tabaco, giró sobre los talones de sus botas de piel de serpiente, y volvió sigilosamente a la camioneta. Hizo un gesto de círculo con su mano. Reúnanse y vámonos. Uno por uno, sus cuatro matones se volvieron e igualaron el paso detrás de él. Donovan Caine se quedó donde estaba, rostro duro, ojos avellana fríos y planos, hasta que el vehículo salió del estacionamiento. El conductor giró a la derecha en el cruce y se alejó de la vista. Una vez había desaparecido, el detective suspiró y pasó una mano por su cabello negro. ―Bueno, ciertamente Eso fue divertido ―dijo Finn con voz alegre. Los cinco nos quedamos en el porche unos minutos más, pero Dawson y sus hombres no dieron la vuelta y regresaron. Cuando estaba segura que se habían ido, metí mis cuchillos de plata de nuevo en mis mangas. Entonces me bajé del porche y me acerqué al lugar donde Tobias Dawson se había parado para poder tener una mejor idea de su magia. La grava debajo de mis pies zumbó con tanto poder que hizo que mi piel hormigueara y las cicatrices de la runa de araña en mis palmas picaran. Así que el enano era un elemental de Piedra entonces. Alguien que podía controlar y manipular el elemento. ―¿Qué estás haciendo? ―preguntó Donovan Caine, viéndome girar en círculo en donde el enano se había parado. ―Nada. Página Me pregunté si el enano tenía cualquier otra magia o talentos especiales del que necesitara saber antes de matarlo. De cualquier manera, Tobias Dawson simplemente se había transformado de un desafiante asesinato a uno excepcionalmente difícil. Tendría que eliminarlo con fuerza y rápido antes de que siquiera notara que sucedía. De lo contrario, sería yo quien terminara dos metros bajo tierra. 137 Fuerte en su magia, exactamente como yo. El detective sabía que tenía magia, que era una elemental de Hielo, pero nunca le había dicho acerca de mi más grande poder de Piedra. Mi magia no era algo que anunciaba, y todavía no estaba segura de lo que mi relación con Donovan Caine sería alguna vez. Violet Fox abrazó su pecho con sus brazos. El frente valiente que había puesto por Tobias Dawson se había desvanecido, dejando su cara redonda cenicienta y sudorosa, el pesar del frío otoño. ―No hiciste nada, Gin. ¿Por qué no hiciste algo? ¿Por qué no le dijiste a Dawson que diera marcha atrás y nos dejara en paz? ―Porque no quería que él se fijara en mí ―dije―. No aquí, no ahora. Eso haría acercarme a él después más difícil. El enano apenas me miró. No recordará cómo luzco más tarde, cuando me acerque a él de nuevo. ―Quieres decir cuando lo mates ―dijo Donovan Caine con una voz plana y fría. ―Sí ―le dije―. Cuando lo mate. Donovan se me quedó mirando. Sus ojos brillaban como el oro líquido en su rostro tenso. Después de unos segundos de escrutinio, negó con la cabeza. ―Sabes que no puedo dejar que hagas eso. No puedo dejarte ir tras Tobias Dawson. Suspiré. A pesar del hecho de que el detective y yo habíamos trabajado juntos antes, estábamos de vuelta de nuevo al punto de partida. Con él aferrándose a sus oh-tan-altos, ideales morales y de pie en mi camino de hacer lo que simplemente necesitaba ser hecho. ―¿Finn? ―pregunté. ―¿Sí? Página Donovan volvió su caliente mirada a Finn, quien le devolvió la mirada al detective. Ambos hombres tenían sus manos en puños apretados. Suspiré de nuevo. Finn estaba de mi lado, por supuesto, al igual que un hermano lo estaría, y sus palabras y lógica fueron exactas. Pero sólo había una manera de conseguir que el detective aceptara el asesinato de Tobias Dawson, un pequeño paso a la vez. Lo que significaba que me tocaba bailar tap con Donovan Caine en la dirección que yo quería que fuera. 138 ―No veo que tengas opción, detective ―interrumpió Finn―. Porque Tobias Dawson no va a dejar de acosar a los Fox hasta que consiga este territorio. Lo que significa que no va a detenerse hasta que ambos estén muertos. El bastardo mandó a su hermano a violar y asesinar a Violet anoche. Una chica de diecinueve años, que probablemente nunca lastimó a nadie en su vida entera. Y aquí estás tratando de protegerlo, cuando deberías estar preocupado por una joven y su abuelo. ¿Qué está mal en esta imagen? ―¿Has traído tu computadora contigo? Resopló. ―¿Alguna vez salgo de casa sin ella? Pregunta preguntada y respondida. A veces me preguntaba cómo Finn se apartaba de su computadora el tiempo suficiente para perseguir cualquier cosa que tuviera tetas. ―Entonces, manos a la obra. Quiero que averigües todo lo que puedas sobre Tobias Dawson. Hábitos, aficiones, intereses comerciales, cualquier cosa que pueda ser útil. Finn asintió y se dirigió hacia su camioneta. ―¿Y qué vas a hacer tú? ―preguntó Donovan Caine en voz baja. Le di una sonrisa brillante. ―Yo no, detective. Nosotros. Vamos a ir a ver la mina de carbón del enano, y ver si podemos averiguar por qué Tobias Dawson de repente tiene una erección por el terreno en el que se encuentra la tienda de Warren. ¿Qué dice, detective? ¿De humor para un poco de allanamiento esta noche? Donovan hizo una mueca y apartó la mirada. ―¿Así que vas a ayudarnos entonces? ―preguntó Violet. La miré. ―He estado ayudándote por un rato ahora, Violet. Pero sí, voy a encargarme de Dawson por ti. ―¿Por qué? ―preguntó Warren Fox―. Sabía el tipo de precios que Fletcher Lane tenía por sus servicios y eso fue hace años. Ciertamente no puedo pagarte nada cerca de eso. ―No te preocupes por el dinero ―le dije―. Sólo dame un par de tarros de miel para llevar a Jo-Jo, y lo llamaremos a mano. ―¿Ni siquiera les vas a cobrar? ―preguntó Donovan Caine con sospecha―. ¿Por qué? Así puedes tomar su terreno para ti misma. ―¿Pero por qué? ―persistió Caine―. ¿Por qué quieres matar a Tobias Dawson tanto? Página ―¿Y qué haría yo con una tienda aquí en el país del carbón? Ya tengo un restaurante de barbacoa que manejar. Eso es suficiente para mí. Así que no, no quiero su terreno. Lo creas o no, detective, de vez en cuando presto mis servicios de forma gratuita. Sin malditamente cobrar, por así decirlo, cuando la situación lo exige. 139 Levanté una ceja. Mi mirada se desvió a Violet. La imagen de su rostro arruinado brilló ante mis ojos, y los sonidos de sus sollozos ahogados sonaron en mis oídos. A pesar de que Jo-Jo Deveraux la había sanado, Violet había perdido algo de su inocencia anoche. Alguna parte pequeña, pura y feliz, que nunca iba a recuperar. Al igual que yo la noche en que mi familia había sido asesinada, cuando todo y todos los que había amado habían sido quemados hasta las cenizas en el espacio de unas horas. Tal vez quería asegurarme de que Violet no terminara como yo, dura, fría, distante de todo o muy pocos. Tal vez quería conseguir su venganza por ella, ya que estaba teniendo tantos problemas consiguiendo la mía. Tal vez sólo quería que ella fuera capaz de dormir un poco más fácilmente por la noche, sabiendo que Tobias Dawson estaba alimentando a los gusanos. No podía precisar la razón exacta a mí misma, y no podía decirle al detective todo eso. No quería revelar esa parte de mí misma. Además, no me hubiera creído de todos modos. Así que me fui por mi molesta respuesta habitual. Página 140 ―Porque Tobias Dawson no es más que un rico, malcriado matón, que quiere ser un vaquero ―dije―. Porque estoy aburrida. Pero sobre todo, porque voy a disfrutar completamente tumbar su pomposo culo de ese ridículo sombrero y feas botas antes de que corte su garganta. 17 Traducido por AnnaTheBrave, Jo y HeythereDelilah1007 No hubo más discusión sobre mis servicios o intenciones turbias, así que comenzamos a trabajar. Finn recuperó su computadora de su camioneta y la puso sobre el mostrador dentro de Country Daze. Violet susurraba alrededor y encontró un cable de extensión para poder cargar su batería. Finn le dio un guiño descarado y una sonrisa encantadoramente astuta, trabajando su magia. Violet sonrió, agachó la cabeza y se inclinó para conseguir algo más para él. Detrás de Violet, Warren T. Fox entrecerró los oscuros ojos, cruzó los brazos sobre su pecho delgado, y lanzó una mirada significativa a la escopeta en la parte superior de la barra. Finn se aclaró la garganta y volvió su atención a su computadora. Él podría ser capaz de encantar a las mujeres, pero Finn siempre tenía considerablemente menos suerte con varones. Especialmente con esos tan protectores y suspicaces como Warren. Donovan Caine caminó por los pasillos de la tienda, con su teléfono celular pegado a la oreja. El detective se había ofrecido a regañadientes a ayudar a Finn a obtener información sobre Tobias Dawson, a pesar de que había dejado claro que todavía no estaba a bordo con mi plan de asesinar al enano. ―¿Hm? ―respondió Sophia con su usual y monótono gruñido. Página Mientras que los otros trabajaban, yo miraba por las ventanas delanteras de la tienda y mantenía un ojo en el cruce de afuera. Tobias Dawson podría haber dicho que no regresaría por un par de días, pero no me extrañaría que duplicase su respaldo con aún más hombres. Es por eso que también tomé la precaución de sacar mi teléfono celular y llamar a Sophia Deveraux en el Pork Pit. El teléfono sólo sonó dos veces antes de que ella lo recogiera. A pesar de mis instrucciones, la enana gótica todavía estaba en el restaurante de barbacoa. 141 Aun así, era un pequeño paso en la dirección correcta. Porque mataría al enano ya fuera que a Donovan Caine le gustara o no. ―Es Gin. Esto va a ser más difícil de lo que pensé. Necesito que cierres el restaurante por el día y vengas aquí. Bien podrías poner un letrero en la puerta que diga que estamos cerrados por el resto de la semana, mientras estás en ello. ―¿Problemas? ―dijo en tono áspero. Eché un vistazo a Violet, que ahora estaba entregando a Finn una botella fría de Dr. Enuf, y Warren, que seguía ceñudo hacia él. ―No tantos como preocupación. Tengo que ir a hacer un trabajo de reconocimiento de Tobias Dawson, y no quiero dejar a Violet y a su abuelo solos en la tienda mientras voy a hacerlo. No quiero que Dawson y sus hombres vengan detrás de mí y hagan algo estúpido, como quemar la tienda con los Fox dentro. Así que tendrás el trabajo de guardaespaldas, junto con Finn. ¿Crees que puedes manejarlo? ―¿Números? ―Él trajo dos gigantes consigo y otros dos hombres que parecían medio gigantes. No sé exactamente cuántos hombres tiene Dawson a su disposición, pero me imagino que podría tener mano dura con toda su nómina, si realmente quiere. Sophia pensó en las posibilidades unos segundos. ―¿Así que vas a venir? ―pregunté, aunque ya sabía cuál sería la respuesta. A Sophia le gustaba un desafío tanto como a mí. ―Um-mmm. ―Sí, en pocas palabras. ―Bien ―dije―. Estaremos esperando. Colgamos, y metí el teléfono en el bolsillo. Los suelos de madera crujían, y Warren T. Fox se acercó a mí. También miró por las ventanas de la tienda. Dos autos amplios, apenas ralentizando el tiempo suficiente para hacer el giro a la izquierda en el cruce antes de dirigirse hacia la interestatal. No hablamos. El silencio era una cosa que nunca me había molestado. No parecía molestar mucho a Warren tampoco. Pero teníamos que seguir adelante con las cosas. Ya que los Fox no podían ocultarse en la tienda para siempre, y quería asegurarme que estaban en algún lugar seguro cuando los dejara para ir a fisgonear por encima de la mina. ―Sí. La casa se encuentra en el borde posterior del lote, detrás de un grupo de árboles, junto a un pequeño arroyo. No se puede ver desde la carretera. Así que Tobias Dawson no solo quería la tierra donde la tienda de Warren estaba, también quería la casa del anciano. Página Warren asintió. 142 ―¿Dónde está tu casa? ―pregunté―. ¿Violet vive aún contigo? En el sur, tomar la casa ancestral de alguien era incluso peor que simplemente querer sus tierras. Otra razón más para matar al enano. ―Necesitaré ver la casa en un rato. Para asegurarme que es tan segura como pueda ser. No es que un poco de madera, clavos, y una puerta mantendrá fuera un gigante, pero cada poco ayudaría. Incluso algunos segundos podrían significar la diferencia entre que los Fox escaparan o no, vivir o morir. Warren asintió, y nos sumimos en silencio de nuevo. ―Supongo que debería agradecerte ―dijo Warren finalmente en voz brusca―. Por querer ayudarme. ―No tienes que agradecerme. Solo haz lo que digo, y todo estará bien. Warren mi miró. ―Eres muy parecida a él, ¿sabes? A Fletcher. No respondí. En algún momento, me hubiera gustado la comparación. Ahora, no estaba tan segura de querer ser como Fletcher Lane, con sus secretos y agendas ocultas. Todavía no podía creer que hubiera sabido quién era yo realmente todos estos años, que había compilado el archivo sobre el asesinato de mi familia, que había sabido que Bria estaba viva y dónde estaba, y que no me habló de nada de eso. ¿Por qué Fletcher me lo había escondido? ¿Cuál había sido el punto? Pensé que había conocido a Fletcher mejor que nadie. Yo era su aprendiz, después de todo. A quien le había enseñado todos sus secretos. Ahora me preguntaba si realmente había sabido nada de él, aparte de lo que había querido que supiera. ―Eres dura como él era ―continuó Warren―. Capaz de hacer sus sentimientos a un lado y hacer lo que debía hacerse sin importar qué. Siempre admiré eso de él. Fletcher siempre fue más fuerte que yo. Incluso cuando Stella nos dejó, nunca lo vi romperse. Nunca vaciló, ni una vez, ni siquiera por un segundo. Nunca sabrías que había algo mal con él. Stella, la mujer que ambos habían amado. La que había arruinado su amistad, y luego huido con otro hombre. Me encogí de hombros. ―Hubiera hecho lo mismo por cualquiera. Warren sacudió la cabeza. Página ―De cualquier manera, sé que no lo merezco, pero aprecio tu ayuda, especialmente por la seguridad de Violet. Ella hubiese muerto anoche de no ser por ti. 143 Warren se quedó en silencio de nuevo, y sus ojos brillantes se llenaron con viejos recuerdos. Después de un minuto, negó con la cabeza y volvió en sí. ―No, no lo creo. Sabes que hay algunas personas que solo merecen morir. Algo de lo que Donovan no se ha dado cuenta aún. Algo que nunca será capaz de admitir. Su padre era igual. Trató de ayudarme con Dawson hace algunos años, pero no funcionó. ―Así que es así como conoces a Donovan. Conocías a su padre. Warren asintió. ―Daniel Caine, un buen hombre. Donovan lo es también. Pero él no es el adecuado para ti. Era más observador de lo que le hubiese dado crédito. Alcé una ceja. ―¿A qué te refieres? Warren miró sobre su hombro, pero Donovan Caine seguía hablando en su teléfono celular, por lo que se volvió hacia mí. ―Me refiero a que Donovan y tú son polos opuestos. Siempre lo han sido, siempre lo serán. Él no va a cambiar, y nunca aceptará lo que eres, lo que has hecho. No está en su naturaleza, sin importar lo mucho que él pudiese quererlo. ―Y me estás diciendo esto porque… ―Porque Donovan es un buen hombre, y tú eres buena también, a tu forma. Al menos deberías serlo si Fletcher te crio de la forma correcta ―dijo Warren―. Por lo menos, eres buena en lo que haces. ―La mejor. Era la mejor en lo que solía hacer ―lo corregí―. Pero estoy retirada ahora. Warren bufó. ―Cierto. Solo recuerda lo que dije. No te apegues mucho a Donovan Caine. Porque no va a terminar de la manera que quieres que lo haga. Sus ojos no brillaban con poder, y yo no sentía ninguna magia fluyendo de él, lo que significaba que Warren T. Fox no tenía un sentido elemental de Aire de premonición. Ya fuera que Warren tuviera magia o no, todavía era lo suficientemente observador para reconocer el conflicto entre Donovan Caine y yo. Miré más allá del trio hacia donde Donovan Caine caminaba de atrás para adelante en la tarima. El detective me vio observándolo, frunció el ceño, y me dio la espalda. Dejándome fuera una vez más. Página La cabeza de Warren se giró con el sonido. Se movió para fulminar con la mirada a Finn y darle término al coqueteo del joven con su nieta. Esta vez, podría haberle ofrecido el consejo de no molestarse. Aparte de dispararle a Finn con la pistola, no había nada que Warren pudiera hacer. Coquetear con el sexo contrario era tan natural y necesario para Finn como respirar. 144 Finn murmuró algo, lo que hizo que Violet riera tontamente. Suspiré. Warren T. Fox definitivamente era más duro de lo que parecía. Aún peor, tenía una preocupante sospecha de que tenía razón acerca de mí y Donovan. El detective no iba a dejar que funcionara entre nosotros, sin importar cuán caliente había sido el sexo, sin importar cuán brillante quemara la atracción. Mis ojos grises trazaron el esbelto cuerpo del detective. Realmente una lástima. Para el momento en que seguí a Warren a su casa, hice todo tan seguro como podía, y caminé de vuelta a la tienda, era bien entrada la tarde. Mi estómago gruñó, recordándome que la mitad del sándwich de barbacoa que me había comido para el almuerzo ya se había ido hace rato. Así que rebusqué en las hieleras del frente de la tienda de campo. Recogí un sándwich envuelto en plástico de salchicha de Bolonia y queso suizo de una de las hieleras, junto con una botella de limonada. Algunas papas fritas y una barra de dulce de la vitrina cerca del mostrador completaron mi comida gourmet. Llevé mis cosas a la caja registradora. ―No tienes que pagar por eso ―protestó Violet Fox. Aplasté un billete de diez en el mostrador. ―Claro que sí. Guarda el cambio. Llevé mi cena al porche delantero y me asenté en una mecedora. Uno de los barriles hacía una mesa excelente para mi comida, y ataqué. La limonada era demasiado débil y aguada para mis papilas, y el pan se estaba poniendo duro y añejo, pero sofocarlo con mayonesa lo hacía lo suficientemente pasable. No era la mejor comida que había tenido, pero serviría. Odiaría tener que molestarme con entrar a la oficina de Tobias Dawson solo para que mi estómago gruñera y me delatara con cualquier guardia que pudiera tener establecido allí. Acababa de desenvolver mi barra de dulce cuando Donovan Caine salió al porche. El detective vaciló, luego caminó hacia mí. El detective miraba fijamente la intersección. Un camión de carbón vacío pasó retumbando, se detuvo, y dio la vuelta para seguir hacia la mina. ―Tengo algo de información de Tobias Dawson ―dijo Donovan―. Y no es buena. Es una real pieza, de todos los reportes. Tiene casi un dominio Página ―Claro que no. ―Hundí mis dientes en la barra. Almendras crujientes y levemente amargas bañadas en chocolate negro. Definitivamente la mejor parte de mi comida. 145 ―¿Te molesta si me siento? ―preguntó en voz baja. absoluto de la minería en el área, así que le paga a sus empleados salarios por debajo de la media. Un par de ellos intentaron formar una unión hace unos meses. Todos tuvieron accidentes mineros poco tiempo después. Colapsos de techos, malfuncionamiento de equipos, hasta un derrumbe. ―¿Esperabas algo más? Viste a Dawson amenazando a los Fox. No es un hombre agradable. Donovan pasó una mano a través de su cabello negro. ―Pero eso no significa que está bien que solo lo asesines. ―Y solo porque Dawson tenga más dinero no significa que está bien que intimide a la gente para conseguir lo que quiere ―señalé―. Así que cuál es peor, ¿qué yo asesine a Dawson por amenazar a los Fox, o que él le diga a su hermano que vaya a violar y luego asesinar a Violet, solo para mandarle un mensaje a su abuelo? Caine dejó salir un suspiro largo. ―No lo sé. Sencillamente no lo sé. Pero hace dos meses, te habría llevado a la cárcel por planear asesinar a alguien. Te habría puesto mis esposas y te habría arrastrado hasta la estación, sin hacer preguntas. ―¿Y ahora? Donovan miró a la carretera, aunque me dio la impresión que no la estaba viendo realmente. ―Ahora, estoy pensando en ayudarte a llegar a él. ―No suene tan destrozado al respecto, detective. Deshacerse de Dawson es hacer lo correcto. Sacudió su cabeza. ―No, es lo que tú quieres hacer. Solo te estoy siguiendo la corriente. ―¿Por qué? ―pregunté―. ¿Por qué me sigues la corriente si te molesta tanto? Donovan me miró fijamente. Emociones brillaban como la luz de las llamas en sus ojos. Culpa. Deseo. Necesidad. Cansancio. Resignación. Donovan se tensó. Página Neumáticos hicieron ruido sobre la grava, y un convertible clásico se estacionó en el estacionamiento. El vehículo era tan negro como podría llegar a ser negro, con un cuerpo largo y ondulado. A pesar de su brillante y pulcra belleza, el auto siempre me había parecido una carroza fúnebre. Tenía el techo puesto, pero no necesitaba ver dentro para saber quién estaba conduciendo. Sophia Deveraux había llegado. Me levanté. 146 ―Eso tampoco lo sé. ―¿Problemas? ―Relájese, detective. Llamé a una amiga para que viniera a ayudar a Finn a cuidar a los Fox, mientras usted y yo nos escabullimos a la mina de Dawson. Sophia abrió la puerta del conductor y salió. El detective frunció el ceño. ―¿No es esa tu cocinera del Pork Pit? ¿La que estaba trabajando cuando Jake McAllister intentó robarte? ―Sí ―le contesté―. Por la noche patea traseros, al igual que yo. Pero Sophia no estaba sola. La puerta del lado del pasajero se abrió, y un montón de crespos de un rubio artificial aparecieron, parcialmente cubiertos con un pañuelo de color rosa intenso. Sophia había traído a su hermana mayor, Jo-Jo con ella. Jo-Jo le dijo algo a Sophia que no pude escuchar, y la enana gótica gruñó como respuesta. Luego, ambas mujeres cerraron las puertas del auto y caminaron hacia nosotros. Se detuvieron en la base de la escalera. Sophia le dio a Donovan una mirada plana y carente de interés, pero los ojos de Jo-Jo se iluminaron a la vista del tosco detective. Además de ser una mariposa social, la enana también era terrible coqueteando, al igual que Finn. ―Bueno, pues ―preguntó Jo-Jo. Sus ojos claros aterrizando sobre Donovan―, ¿quién es este? Me levanté e hice las presentaciones. ―Jo-Jo Deveraux, este es el detective Donovan Caine, del departamento de policía de Ashland. Y viceversa. La chica gótica es Sophia, la hermana de JoJo. Jo-Jo levantó su mano, como si esperara que Donovan fuera a besársela. Decepción atravesó la cara de la enana cuando él a duras penas la sacudió en vez de eso. ―Le pedí a Sophia que vigilara a Warren y Violet mientras nosotros investigamos la mina de Dawson ―le expliqué al detective. Incluso yo no estaba segura de ser capaz de ganarle a Jo-Jo en una pelea. ―Vamos ―dije―. Entremos con los otros. Página Donovan Caine miró al vestido cubierto de rosas de la enana, sus perlas, sus sandalias de tacón alto y uñas con manicure. Sin duda pensaba que ella no serviría de mucho en una pelea. Pero Jo-Jo era casi tan fuerte como Sophia. Y tenía a su magia elemental de Aire para apoyar su fuerza natural. 147 ―Y yo estoy aquí para brindar apoyo emocional ―agregó Jo-Jo. 18 Traducido por Lyla y LizC Finn siguió excavando por información sobre Tobias Dawson, así que lo dejé a él y a los Fox en las capaces manos de Sophia y Jo-Jo. Violet estuvo feliz de ver a la enana más vieja de nuevo y comenzó a acribillarla con preguntas acerca de tratamientos para el cabello con aceite caliente. Para mi sorpresa, también lo estaba Warren. Jo-Jo debía conocerlo a él y a sus padres mucho mejor de lo que ella había dicho porque el viejo los empujó para subir a dos mecedoras, y él y Jo-Jo procedieron a chismear acerca de todas las personas que conocían aquí en Ridgeline Hollow. Por otra parte, Jo-Jo Deveraux tenía más de doscientos cincuenta años de edad. No me podía imaginar la cantidad de gente que había conocido en su vida. Es difícil realizar un seguimiento de todos ellos, pero de alguna manera ella se las arreglaba. Parecía especialmente habladora con Warren. Eso dejaba a Sophia con la vigilancia. Le mostré los diferentes puntos de acceso a la tienda y la casa de atrás. Una vez que terminamos, la enana gótica metió un iPod en sus oídos y se colocó en los escalones del porche para mantener vigilados a Tobias Dawson y sus hombres. Donovan puso en marcha el auto y me miró. Página El detective se hundió en el asiento del conductor, mientras yo tomaba el lado del pasajero. A diferencia de la mayoría de los autos de policía en los que había estado, este estaba limpio hasta el punto de ser prístino. Ni envolturas de comida rápida, ni tazas de refresco vacías, ni basura o residuos de cualquier tipo cubrían el interior. El auto aún olía a Caine: limpio y ligeramente jabonoso. O tal vez eso era sólo el ambientador colgando del espejo retrovisor. De cualquier manera, respiré, disfrutando del aroma fresco. Mmm. 148 También hice un recorrido rápido a través de la tienda y tomé unas cuantas cosas que pensé que podrían ser útiles. Linternas, cuerdas, guantes, binoculares. Dejé unos cien en el mostrador para cubrir todo. Entonces Donovan Caine y yo dejamos a los demás en la tienda y nos metimos en su sedán. ―¿A dónde? Miré hacia abajo, a las impresiones que Finn me había dado. Finn no había encontrado mucho de Tobias Dawson aún, pero había sido capaz de encontrar varios mapas de la mina del enano, incluyendo el edificio que albergaba su oficina. ―Ve hasta la señal de alto y dobla a la izquierda como si fueras a volver a la carretera interestatal ―le dije―. Hay un viejo camino de acceso que corre por la parte superior de la colina, con vistas a la mina. Podemos parar allí y ver lo que está pasando debajo antes de hacer nuestro movimiento. Donovan asintió y dirigió el sedán fuera del estacionamiento. Fue hasta la parada, y luego hizo el giro correspondiente. No hablamos mientras el vehículo subía el torcido y sinuoso camino. Cuando la señalización turística reivindicó el cruce, era un pintoresco tramo de la carretera, con densos bosques que se agolpaban a la orilla del camino en ambos lados. Hace un par de semanas, el follaje de otoño habría sido magnífico. Pero la elevación era ligeramente mayor aquí que en el resto de Ashland, lo que significaba que los arces, robles y álamos ya habían arrojado la mayoría de sus hojas de colores. Sin embargo, encontraba a las ramas curvadas de los árboles encantadoras a su manera, cintas de madera sinuosas juntas para hacer formas ingeniosas. A través de las ramas desnudas, vi el arroyo que Warren Fox había mencionado, el que se curvaba alrededor de la parte de atrás de su casa y fluía hacia Country Daze. No sé si a eso llamarlo un simple arroyo, sin embargo. El torrente de agua se extendía nueve metros de ancho en algunos lugares, cayendo sobre formaciones rocosas inusuales. Grava retirada a ambos lados de la carretera marcaba lugares de pesca y vadeo populares. Miré el mapa otra vez. ―Toma la siguiente a la derecha. El detective detuvo el auto, y salimos. El aire era aún mejor aquí de lo que había sido en Country Daze, y había empezado a lloviznar de nuevo. Subí el cuello de mi chaqueta de lana negra, levanté el rollo de cuerda por encima de mi hombro, y me aseguré de que tenía Página El hormigón liso desaparecía en pavimento agrietado mientras el auto se retorcía y giraba aún más alto sobre la cresta de la montaña. Grava sustituyó al pavimento. Este terminó en dos surcos de tierra apisonada que pasaban por una carretera. A pesar del terreno, Donovan siguió conduciendo. Marchamos casi un kilómetro por los surcos antes de que terminaran en un pequeño claro boscoso. 149 Donovan asintió e hizo lo que le pedí. todos mis otros suministros. Donovan metió la mano en el asiento de atrás y agarró un impermeable azul marino estampado con las palabras Departamento de Policía de Ashland en la parte posterior. Me ofreció la chaqueta, pero negué. ―Quédatela ―le dije―. Tú eres el que lo trajo, no yo. El detective se colocó la chaqueta. Metí los mapas que Finn me había dado en el bolsillo de mis vaqueros para que no se pusieran demasiado húmedos. ―Este camino ―le dije al detective. Me dirigí hacia afuera del claro. La llovizna ya había alisado la mayoría de la maleza y hojas caídas en el suelo, así que caminé con cuidado y lentamente. No necesitaba un tobillo torcido o roto esta noche. Detrás de mí, Donovan hacía lo mismo. En una señal en el extremo del claro se leía Prohibido Pasar: Compañía Minera Dawson, pero la ignoré. Entrar sin autorización iba a ser el más pequeño de mis crímenes de esta noche. Caminamos en silencio por el bosque húmedo durante unos minutos antes de llegar al borde de la cresta. Me agaché detrás de un pino alto en el borde, y Donovan se acuclilló a mi lado. A pesar de la lluvia, el limpio, aroma jabonoso del detective se apoderó de mí. Mmm. El olor me hizo querer girarme hacia él, presionar mis labios en los suyos, y bajarnos al suelo del bosque. Claro, las hojas y la tierra estarían un poco húmedas, pero no tenía ninguna duda de que Donovan y yo podríamos calentarnos el uno al otro en un segundo. Al otro lado del suelo de la cuenca estaba el otro extremo de la operación: La mina subterránea. Un agujero negro cuadrado en la pared de la montaña, se mantenía abierto por vigas de soporte de hormigón. Vías de metal corrían dentro y fuera de la ancha boca. Página Una variedad de máquinas se asentaban en la base de la cuenca. Retroexcavadoras, excavadoras y otras máquinas diseñadas para mover tierra: y mucha de ella. Otras eran sólo grandes, corpulentas, complicadas bestias de metal con más brazos, grúas, y cubos de los que había visto en mi vida. Algunas de ellas eran más grandes que casas pequeñas, pero no tenía ni idea de cuáles eran sus nombres, o incluso lo que hacían. Había camiones de basura también, con bases y ruedas aún más grandes que las del vehículo que Finn había utilizado para atropellar a Trace Dawson. 150 Por desgracia, no estaba aquí para un rapidito con el detective, no importa qué tan placentero eso podría ser. Así que levanté los prismáticos que había traído hasta la altura de mis ojos. Debajo de mí, la cresta se inclinaba hacia abajo y luego tocaba el fondo, formando una gran U. La cresta en donde estábamos era la base de la U, mientras que el resto de la montaña había sido removida para formar el área abierta. Las rampas de tierra se retorcían en ambas piernas de la U, facilitando el acceso a las partes más altas de la ladera. Supuse que en algún momento las vías habían sido utilizadas para ayudar a los hombres y a los equipos a moverse hacia abajo en la tierra. Ahora se veían sin brillo y oxidadas por falta de uso. Podía ver los lugares donde el metal se había desgarrado y no sustituido. Recordé lo que Violet Fox me había dicho sobre el carbón en la mina subterránea agotándose y cómo había estado inactiva durante algún tiempo. Era fácil decir que el foco se había cambiado a desgarrar la montaña un estrato a la vez. Para eso es para lo que todo el equipo estaba aquí: Para transportar lejos el carbón y la suciedad, sin traerlo a porciones fuera de la tierra. Ya no. Más vías se curvaban alrededor de la cara oculta de la cuenca y desaparecían de la vista. De acuerdo al mapa de Finn, conducían a otra área donde el carbón se almacenaba y procesaba, entre otras cosas. Tenía un montón de conocimientos sobre un montón de temas, gracias a todas las clases que había tomado en la Universidad Comunitaria de Ashland, pero la minería del carbón no fue uno de ellos. Pero incluso desde mi elevado punto de vista, podía oír la piedra de la montaña. Gruñendo, gimiendo, maldiciendo, murmurando. La piedra estaba sumamente enojada con el cruel daño que le habían hecho. Tiempo atrás, esto debió haber sido un lugar encantador, con fuertes pendientes, árboles y afloramientos rocosos tan lejos como la vista podía ver. Pero ahora ya no quedaba nada salvo despojada tierra desnuda, roca, y maquinaria. Las vibraciones de la piedra me hicieron querer hacer uso de mi magia, para que toda la mina, todo el resto de la montaña, se desmoronara y enterrara a los hombres y las máquinas que habían sido tan crueles con ella. Pero no tenía ese tipo de poder, y no iba a ayudar a Warren y a Violet de alguna manera. Así que apreté mis dientes y forcé la sensación a un lado. Eran después de las seis y ya estaba oscureciendo. Le pasé los prismáticos a Donovan Caine, así el detective podía ver a los trabajadores que bajaban de sus máquinas y avanzaban fuera de la cuenca. Seguí el escaneo de la zona, fijando la disposición general en mi mente. Sería fácil perder el sentido de la orientación entre las máquinas enormes, sobre todo con el crepúsculo lluvioso dando paso rápidamente a la noche completa. ―¿Qué esperas encontrar ahí? ―preguntó Caine, mirando a través de los prismáticos hacia la estructura―. Dudo que Tobias Dawson sólo dejara evidencia incriminatoria por ahí. Página ―Mira hacia abajo a la izquierda en el borde de la cuenca. Allá abajo. ―Señalé hacia un pequeño edificio, blanco que brillaba como una luna opaca―. Ahí es donde están algunas de las oficinas de la mina, incluyendo la de Dawson, de acuerdo con la información que Finn me dio. 151 ―No veo nada más. Sólo máquinas ―dijo Donovan Caine. Me encogí de hombros y me puse de pie. Tomé un momento para apartar las hojas húmedas muertas de las rodillas de mis vaqueros. ―Tal vez, tal vez no. Dawson es el gran jefe por aquí, ¿recuerdas? Esta es su montaña. Podría ser lo suficientemente descuidado para dejar cosas a la vista. ―¿Y si no? Me encogí de hombros otra vez y até un extremo de la cuerda alrededor de la base de un pino cercano. Después de asegurarme de que estuviera anudada con seguridad, tiré el resto de ella por la cresta por debajo de nosotros. ―Entonces, al menos habremos conseguido nuestro ejercicio de la noche. Metí la mano en el bolsillo trasero de mis vaqueros y le tendí un par de guantes. Eran guantes de jardinería, blancos con palitas de jardinería marrones en ellos, pero impedirían que consiguiéramos quemaduras por la cuerda en nuestras manos, o dejar huellas en la oficina de Tobias Dawson. ―Ahora, ¿vienes o no? Donovan Caine dejó escapar una maldición baja. Pero el detective tomó los guantes y empezó a arrastrarlos en sus manos. Por alguna razón, los mineros no habían excavado este lado de la montaña aún, lo que significaba que la cresta todavía estaba cubierta de rocas y vegetación nudosa. Era una resbaladiza, cuesta empinada, que se hacía más aún por la llovizna, y a nosotros movernos con cuidado, usando la cuerda para ayudarnos a descender el camino por el terraplén. Nos movimos lo más rápido que pudimos, pero aun así nos llevó casi veinte minutos llegar a la parte inferior. Nos agachamos detrás de un afloramiento de roca y miramos detenidamente la zona plana que se extendía ante nosotros. La vacía, desterrada sensación en la montaña me recordó a Rock Quarry Ashland no muy lejos de aquí. El lugar donde Alexis James había encontrado su muerte hace dos meses. ―¿Por qué habría? ―le pregunté―. Nadie por aquí va a ser tan tonto como para robarle a Tobias Dawson. Especialmente dado que es tan buen amigo de Mab Monroe. Además, incluso si alguien robara algo, se habría visto Página ―Parece que todo el mundo ya se ha ido a casa ―murmuró―. Ni siquiera creo que haya guardias alrededor. 152 Donovan miró a través de los prismáticos de nuevo. un poco llamativo conduciendo una máquina excavadora hacia abajo hacia la ciudad, ¿no? Caine resopló ante la imagen, pero no discutió con mi lógica. ―Vamos ―le dije―. Terminemos con esto. Con calma salimos desde detrás de las rocas y caminamos hacia adelante. El equipo metálico expulsaba todo tipo de oscuras, sombras retorcidas, que se hacían aún más turbias por la llovizna y las espesas nubes de arriba. Un par de luces altas de estilo de estacionamiento junto a la entrada de la mina ardían como flacos faroles amarillos. Las luces hicieron lo suficientemente fácil ir por el camino a través del laberinto de equipos. Pero la lluvia no podía ahogar el olor de gases de escape y gasolina que flotaba en el aire como smog. Los murmullos de la piedra se hacían más fuertes y más agudos cuanto más entraba en la cuenca, hasta que las vibraciones resonaron en mis oídos como un interminable lamento de muerte. Apreté los dientes y bloquee el ruido. No había nada que pudiera hacer para ayudar a la piedra. Simplemente no tenía ese tipo de poder. Sólo el tiempo podía hacer eso ahora, si la montaña podría nunca realmente recuperarse de ser tan brutalmente devastada. Nos tomó unos diez minutos de caminata antes de que estuviéramos a la vista de la oficina de la mina, un pequeño edificio hecho de láminas de metal y fibra de vidrio, cubierto con tablas de madera pintadas de blanco. Un par de luces de seguridad resplandecían sobre la puerta principal. Me asomé a la oscuridad, pero no vi a ningún guardia patrullando alrededor del edificio. Si Tobias Dawson tenía un turno de noche, probablemente estaría más arriba alrededor de la curva en la cuenca, apostados en la entrada principal a la montaña minada. No aquí atrás en el cuello de botella donde el acceso ya era restringido. Aun así, palmeé uno de mis cuchillos de plata, por si acaso. Me arrastré hacia delante. Después de un momento, oí las botas de Donovan rechinar en un charco detrás de mí. Sonreí. Como en los viejos tiempos. Si tan sólo dos meses atrás se podía considerar los viejos tiempos. Me deslicé a la puerta principal de la oficina minera. Una señal a un lado apuntaba Compañía de Minería Dawson. Una vez más, las primeras dos i en Página ―Vamos ―le susurré al detective―. Vamos a hacer esto. 153 Nos agachamos detrás de una excavadora que estaba más cercana a la oficina minera. Nada se movía en la noche oscura. La llovizna se había alzado y convertido en una lluvia constante. Algunos rizos húmedos se habían salido de mi coleta. La lluvia había vuelto mi cabello chocolate en un marrón aún más oscuro, así que utilicé la humedad fría para deslizarlo de nuevo en su lugar. Minería habían sido transformadas como las runas de Tobias Dawson: un cartucho de dinamita. Yo llevaba el mismo tipo de guantes de jardinería que Donovan Caine, así que no tuve ningún reparo en estirarme y probar el picaporte. Bloqueado. No es un problema. Me quité uno de mis guantes y utilicé mi magia de Hielo. Una fría luz plateada parpadeó sobre mi palma, y unos segundos más tarde, tenía dos largos picos de hielo delgado. Donovan me vio trabajar con una mezcla de curiosidad y resignación. Menos de un minuto después, el bloqueo cedió, y la puerta se abrió. Tiré los picos de hielo en un charco cercano para que se derritieran, me puse mi guante de nuevo, y me metí en el edificio. Donovan me siguió y cerró la puerta tras de sí. Me quedé quieta por un momento, dejando que mis ojos se acostumbren a la falta de luz. Con la oscuridad y las nubes exteriores, el interior del edificio estaba casi de tono negro, como si fuera ya medianoche en lugar de acercarse a las siete. Una vez que estaba segura que ningún guardia venía a interrumpirnos, saqué una pequeña linterna del bolsillo de mi chaqueta y la encendí. A mi lado, Donovan hizo lo mismo. Nos detuvimos en una sala de espera. Algunas sillas, una mesa, revistas viejas. Un escritorio en el medio, probablemente pertenecía a una secretaria. Detrás de él, un corredor que llevaba más atrás en el edificio. Ahí es adonde me dirigía, con el detective detrás de mí. El pasillo terminaba en una puerta cerrada con una placa de bronce que decía Tobias Dawson. Justo a quien estaba buscando. Probé la perilla. Bloqueada, así que tuve que formar dos picos de hielo más para abrirla. Después que la cerradura cediera, di vuelta a la perilla y contuve la respiración, esperando. Pero ninguna alarma sonó. Evidentemente, Dawson simplemente aseguraba su oficina como medida de precaución, o para evitar que su personal husmeé mientras él no estaba. Di un paso dentro de la habitación. El detective me siguió. El arte en las paredes desplegaba broncos corcoveando y diseños nativos americanos, quizá navajo, por su aspecto. Una de las lámparas en el escritorio de Dawson tenía la forma de una bota de vaquero en miniatura. Otro parecía Página El escritorio consistía en varios barriles de madera pasadas de moda con una lámina de vidrio extendido sobre la parte superior de ellos. 154 Me detuve durante unos segundos, estudiando la vista. La oficina de Tobias Dawson tenía tanta personalidad como el enano en sí mismo, porque todo tenía un motivo occidental. un lazo curvado. Miré hacia arriba. El enano incluso tenía un gran cuerno montado sobre la puerta de la oficina… de la cabeza y los cuernos por lo menos. ―Alguien realmente necesita mudarse a Texas ―murmuré. ―Olvídate de eso ―dijo Donovan―. ¿Qué estamos buscando? ―Cualquier cosa que nos pueda decir por qué Tobias Dawson quiere las tierras de los Fox. ―Me moví hacia la derecha―. Así que, ve lo que puedes encontrar en su escritorio y en los archivadores. Donovan hizo lo que le pedí. Pero antes de que él comenzara a abrir los cajones, el detective me miró fijamente. ―¿Y qué vas a hacer tú? ―Ver si tiene una caja fuerte escondida en alguna parte. Donovan negó con la cabeza, pero se sentó en la silla inmensa de Dawson y se puso a trabajar, metódicamente abriendo, revisando, y cerrando todos los archivos en el escritorio de cristal. Rodeé la habitación y comprobé detrás de todas las fotografías enmarcadas, en busca de una caja fuerte en la pared. Nada. Pasé las manos enguantadas sobre los paneles de madera barata, tocando en varios lugares. Una vez más, nada. Abrí y cerré mis manos en puños, pensando. Ya que Tobias Dawson era amigo y socio de negocios con Mab Monroe, suponía que había un buen número de documentos, legales y de otro tipo, que no querría que sus subordinados vean. Bloquear su oficina no sería lo suficientemente seguro. Necesitaría un lugar para esconderlos. Tenía que haber algún tipo de caja fuerte aquí. Un cubículo secreto, demonios, incluso una tabla suelta. Y tenía que encontrarla, rápido. Ya habíamos estado en el interior más de un minuto. Quería que nos fuéramos antes de que pasaran los cinco minutos planteados, si no antes. Dawson podría no tener ningún tipo de seguridad obvia aquí, pero era mejor no correr riesgos innecesarios, sobre todo porque iba a volver más tarde y matarlo. ―¿Qué? ―pregunté, todavía arrastrándome por el suelo. Página ―Esto es extraño ―murmuró Donovan, apuntando su linterna a través de varias hojas de papel. 155 Ya que había revisado las paredes, me puse de manos y rodillas y recorrí el suelo, buscando líneas interrumpidas en las alfombras gruesas. Nada. Ni una sola fibra fuera de lugar. ―Parece que Dawson contrató a varios gemólogos en las últimas semanas de una variedad de empresas ―respondió el detective―. Aquí hay varios recibos a nombre de Jeweltones, Gems, Inc., y Grayson Enterprises, entre otros. Fruncí el ceño. ―¿Qué necesitaría Dawson con gemólogos? Es minero de carbón, no de piedras preciosas. ―No sé. ―Donovan sacó su teléfono celular y tomó fotos de los recibos para examinarlos más tarde. Para ese momento, ya había hecho un circuito completo de la oficina en manos y rodillas, y aún no había encontrado nada útil. Además de la obsesión de Dawson con el viejo oeste, la única otra cosa interesante o digno de mención, al menos para mí, era la colección de rocas enanas. Estas colecciones no eran raras entre los elementales de Piedra. Incluso yo tenía una cuando era niña, antes de que mi familia hubiera sido asesinada. Una alta vitrina ancha en la pared trasera de la oficina albergaba la colección. Tres estantes llenos de rocas encaramadas por encima de un gran bloque de granito negro se entrecruzaban con la plata. Algunas de las piedras eran inútiles. El cuarzo pulido se puede encontrar en cualquier lugar. Trozos impares de oro. Otros tenían algún valor importante. Un zafiro casi tan grande como un huevo. Un rubí en forma de lágrima. Una preciosa esmeralda de corte cuadrado. Podía oír las piedras, por supuesto. El suave murmullo constante del cuarzo. El susurro astuto del oro. La elegancia llamativa de las piedras preciosas. ―Creo que he encontrado la caja fuerte de Dawson ―murmuré a Caine. Levantó la vista de los papeles. Página Había una cerradura en la caja de cristal, pero me encargué de eso con un pico de hielo bien elaborado. Detrás de mí, Donovan siguió rebuscando a través de los papeles. Abrí la puerta de la vitrina. Los murmullos de las variadas piedras se apoderaron de mí, pero obligué a dejar de lado las melodías y me centré en el granito. Su vibración era baja y velada en comparación a las otras rocas, pero sospechaba que ese era el punto. Aun así, sólo me tomó un segundo sintonizarme con la piedra. Y me di cuenta que sus vibraciones sonaban… hueca. Como si la piedra fuera sólo una capa delgada cubriendo algo más… como una cámara secreta. 156 Mis ojos cayeron al estante inferior, y se centraron en la losa de granito. No era nada en comparación a las piedras preciosas, pero aun así, me preguntaba por qué Dawson siquiera la tenía en su colección para empezar. Las otras rocas variaban en valor, pero todas tenían forma única o interesante de alguna manera. El granito era una losa de granito. Negro y más bien en forma de caja. Me arrodillé y miré hacia la piedra aún más cerca. Hmm. ―¿Puedes abrirla? Abrir la cerradura de la puerta era una cosa. Era más difícil entrar en un metal tradicional seguro sin ayuda de Finn… o algunos explosivos. Pero Tobias Dawson no tenía un seguro tradicional. El suyo estaba hecho de piedra, mi elemento, mi especialidad. Sin embargo, habíamos estado en el interior más de tres minutos ahora. No era momento de ser sutil. Así que me quité el guante, puse la mano en el granito, y escuché sus vibraciones. Lenta, constante, sólida, al igual que la roca misma. También sentí que guardaba algo, estaba protegiendo algo importante, valioso. Los secretos de Tobias Dawson, sean las que sean. Respiré profundo y concentré mi magia en el granito. Mirando hacia la roca, en la roca. Y me di cuenta que la piedra tenía sólo un par de centímetros de profundidad. Cualquier cosa más gruesa que esa, y Dawson no habría sido capaz de poner mucho de nada en su interior. Además, la plata que había notado anteriormente formaba una amplia forma circular en el centro del granito, marcando más o menos el tamaño del espacio hueco interior. El enano probablemente haría que el metal se activara con su magia, por lo que nadie podía abrirla, salvo él. Ya que la plata podía absorber magia, cualquier persona que tratara de forzar su camino en el interior de esa manera probablemente haría girar sus ruedas por un buen rato. ―¿Cómo diablos hiciste eso? Le dediqué una sonrisa. ―Tengo muchos talentos, detective. Página Menos de un minuto después, hice el último corte en la piedra. La roca crujió, y utilicé mi magia para formar una pequeña ranura a un lado de modo que pudiera enganchar mi dedo dentro y tirar de ella. El granito era más pesado de lo que esperaba, y me tomó un momento arrastrarla fuera de la caja y dejarla en el suelo. Donovan levantó la vista ante el sonido de mis gruñidos y volvió a mirar. 157 Pero yo era una elemental de Piedra, al igual que el enano. No tenía que pasar por la plata, sólo rodearla. Sostuve mi dedo índice desnudo frente al granito y busqué mi magia. Una luz de plata apareció en la punta de mi dedo como si fuera un pequeño soplete. Me incliné hacia delante y presioné mi dedo contra el granito, forzando mi magia en la piedra, más y más profundo hasta que rompí a través de la cáscara de roca al espacio hueco en su interior. Una vez que hice la ruptura inicial, fue bastante fácil arrastrar el dedo alrededor del perímetro del bloque, formando una forma cuadrada mucho más grande que el círculo de plata en el corazón del granito. Le di la espalda y él se quedó mirando el interior de la caja fuerte. Era un espacio aún más pequeño de lo que esperaba, y estaba curiosamente vacío, a excepción de unas cuantas hojas de papel. ―Ven. ―Arranqué los papeles y se los entregué a Donovan―. Fotografía estos. El detective extendió los documentos sobre el escritorio y utilizó su teléfono celular para tomar algunas fotos. Busqué de nuevo en la caja fuerte, preguntándome qué otros secretos poseía. Mis dedos se cerraron en torno a un pequeño frasco de plástico, que saqué. Apunté mi linterna sobre el recipiente. Espuma negra llenaba el interior del vial, sosteniendo un diamante. La piedra preciosa era pequeña, no mucho más grande que una de mis uñas, y áspera en los bordes, pero aun así brillaba con un fuego carmesí interior. Definitivamente era una piedra de alta calidad. Una que puliría bastante bien. Pero su sonido… oh, su sonido. Eso es lo que sostuvo mi atención. El diamante prácticamente cantaba con su propia pureza. La vibración inherente a la piedra preciosa era hermosa, impresionante, encantador, incluso. Al igual que una composición de Bach interpretada por el propio maestro. Me podría haber sentado allí escuchando la increíble canción pura del diamante durante horas. Página 158 Lástima que la alarma sonó entonces e interrumpió su melodía cadenciosa. 19 Traducido por Martinafab Por un momento me quedé inmóvil, agazapada en el suelo, el vial de diamante en la mano. La alarma siguió resonando como una sirena de policía gimiendo en mi cabeza. Donovan Caine siguió clasificación los papeles, como si no pudiera escuchar el interminables, violentos chillidos. Tendría que ser sordo para no oírlos. Fruncí el ceño y miré la caja fuerte de granito. El murmullo bajo de la piedra se había transformado en una penetrante, aguda alarma. Una runa brilló a la vida en el frente de la caja fuerte, sobre la losa que había cortado del resto del bloque. Una apretada, rizada espiral quemó un gris frío en medio del granito negro como una especie de ojo que todo lo ve. Una espiral rizada, la runa de protección. Tobias Dawson había usado su magia de Piedra para guardar su caja fuerte con una runa de protección, una que le avisaría si alguien manipulaba el granito. Yo había hecho lo mismo para protegerme en más de una ocasión. Incluso había utilizado la misma runa como el enano. Donovan Caine no era un elemental, no era un Piedra, por lo que no podía oír la alarma, no podía ver la runa. Pero yo podía, y sabía lo que ambos significaban, problemas se estaban dirigiendo hacia esta dirección. ―Joder ―maldije en voz alta esta vez―. Dame los papeles. Ahora. ―¿Qué? ¿Por qué? ―preguntó Donovan en un tono distraído―. Hay algunas cosas interesantes aquí… ―Porque he tropezado con algún tipo de alarma silenciosa ―le interrumpí―. Así que dame los papeles ahora mismo. Página En cambio, empujó los documentos hacia mí. Yo los metí de nuevo en el espacio hueco dentro del granito, limpié mis huellas dactilares del vial de diamantes, luego lo puse en el interior también. Aunque quisiera, no me llevé la piedra. El enano vaquero podría no perseguirnos con tanta intensidad si todavía tenía el diamante. Grande, tal vez grande, pero era la única esperanza que tenía. 159 A su favor, el detective no hizo ninguna pregunta. Limpié apresuradamente la losa de granito y la caja fuerte con la manga de la chaqueta, y luego levanté el bloque de piedra que había cortado de nuevo en su lugar original. No había tiempo para ser sutil, así que estrellé la roca en su lugar con mi magia, sellándolo bien fuerte una vez más. Con su magia de Piedra, Dawson sería capaz de sentir lo que había hecho de inmediato, pero no debería ser capaz de rastrearla hasta mí, o más importante aún, los Fox. Donovan tendió una mano y me ayudó a ponerme de pie. ―Tenemos que salir de aquí ―le dije―. Ahora. Nos apresuramos por el pasillo y al frente del edificio. Apagué mi linterna y eché un vistazo a través de las tablillas delgadas en las persianas. Dos linternas se balanceaban en nuestra dirección. Gigantes, teniendo en cuenta el hecho de que las luces eran al ras de mi cabeza. Junto a mí, Donovan apagó su propia linterna y sacó su arma. ―Guarda eso ―le dije―. Abre la puerta y dirígete directamente hacia la parte posterior de la cuenca, donde bajamos. Dejarlos atrás es nuestra mejor oportunidad. No participar en un tiroteo. ―¿Qué vas a hacer? ―Asegurarme de que no nos siguen. Donovan negó con la cabeza. ―No, Gin. Déjame quedarme y ayudarte… ―Esta no es una jodida discusión ―dije―. No va a importar mucho si me capturan, pero, ¿a ti? Te arruinará, detective. Así que vete. Ahora. Soy una chica grande. Puedo cuidarme sola. Lo he estado haciendo durante años. Donovan se me quedó mirando. Pude ver el destello de oro de sus ojos incluso en la oscuridad y las emociones destellando en sus profundidades. Preocupación. Inquietud. Resignación. Después de unos segundos, el detective enfundó a regañadientes su pistola. Se acercó a la puerta y la abrió. No tuve que esperar mucho. A pesar de la lluvia y el barro, sus pasos resonaron a través de la piedra bajo mis pies. Sólidos, pesados latidos. Gritos flotaron a través de la lluvia. ―¿Ves algo? Página Palmeé los cuchillos de plata. Pero en lugar de correr detrás del detective, me deslicé por un lado del edificio y me trasladé todo el camino hasta la parte de atrás, donde estaba la oficina de Tobias Dawson. Diez… veinte… treinta…... conté los segundos en mi cabeza. 160 Para cuando salí detrás de él, Donovan ya había regresado por el camino que habíamos llegado. Veinte pasos más tarde, la lluvia y la noche y las sombras se lo tragaron, como sabía que harían. ―No. ¿Tú? ―¡Oye! ¡La puerta principal está abierta de par en par! Me asomé por el lado del edificio, justo a tiempo para ver a dos gigantes correr hacia la oficina principal. Unos segundos más tarde, luces se encendieron en la habitación del frente, luego se extendieron por el pasillo como un reguero de pólvora, antes de hacer erupción en la oficina de Tobias Dawson. Me puse de pie a un lado de la ventana y observé. Eran los mismos dos hombres que Dawson había traído a la tienda Country Daze esta tarde. Los dos gigantes todavía tenían la misma ropa de trabajo sucia que habían lucido entonces, y ambos llevaban linternas largas y pesadas que podrían ser fácilmente utilizadas para romper los huesos o aplastar el cráneo de alguien. Tenían que ser los dos mejores ejecutores del enano. Los observé entrar en el despacho de Dawson. No se molestaron en mirar nada en el escritorio, sino que fueron directamente a la caja de cristal que albergaba la colección de piedras del enano. ―La cerradura ha sido forzada ―murmuró en un estruendo uno de los gigantes, abriendo la vitrina―. Pero parece que no se han llevado nada. El segundo gigante se acercó a él. ―Nada obvio de todos modos. Pero alguien estaba jugando con la caja fuerte, con el diamante. Por eso la alarma sonó en la caseta de vigilancia. Porque alguien que no era Dawson abrió la caja fuerte. Bueno, eso confirmaba mi sospecha de que el enano había usado su magia de Piedra para amañar la alarma de su caja fuerte. Yo podría hacer lo mismo, aunque por lo general estaba más interesada en mantener a la gente fuera de cualquier edificio en el que estuviera durmiendo en lugar de atraparlos dentro. Eso es lo que habría sucedido aquí. Si no hubiera sido una Piedra, un elemental, ni siquiera hubiera oído la alarma. Tanto Donovan Caine como yo todavía estaríamos sentados en el despacho de Dawson cuando los gigantes llegaran gritando. Algunos dolores definitivos, tal vez incluso la muerte, se habría producido. Enano astuto, usando una alarma elemental de esa forma. ―De ninguna manera ―contestó el segundo hombre―. La vitrina está abierta. Alguien tocó esa caja fuerte. ―Tal vez. Pero sabes lo sensible que es esa runa de alarma que Dawson creó. Tuve que venir aquí dos veces la semana pasada debido a que el equipo de limpieza la movió mientras estaban desempolvando. ¿Recuerdas? Página ―Pero no parece que la caja de seguridad haya sido abierta ―murmuró el primer gigante en un estruendo―. Tal vez es sólo una falsa alarma. 161 Algo a tener en cuenta la próxima vez, cuando fuera a matarlo. ―Recuerdo ―dijo el segundo hombre―. Pero ya sabes cuán obsesionado está Dawson con ese diamante y los demás que encontró. Es mejor que lo llamemos, sólo para cubrir nuestros propios traseros. Y haz que Stan y Donny vengan aquí también. Pueden ayudarnos a echar un vistazo por los alrededores. El primer gigante suspiró y agarró el teléfono sobre el escritorio del enano. Me quedé afuera, todavía procesando lo que acababa de aprender. ¿Otros? ¿Había más diamantes como el de la caja fuerte? Empecé a tener un mal, mal presentimiento acerca de porqué Tobias Dawson quería las tierras de Warren T. Fox tan desesperadamente. Si mi sospecha era correcta, Dawson no dejaría de acosar a los Fox hasta que estuviera muerto. Lo que significaba que la idea de matar al enano acababa de pasar de ser una idea agradable a una fría, fuerte necesidad. Cuanto antes mejor. El primer gigante terminó su llamada telefónica y se volvió hacia su amigo. ―Están de camino. Pero todavía no veo cómo alguien además de Dawson siquiera podría abrir la caja fuerte. Toda la plata en ella está metida en su magia. ―¿Por una roca así? Alguien podría encontrar una manera ―contestó el segundo hombre. Mientras estaban allí hablando, me arrastré fuera de la ventana y me deslicé hacia la oscura, noche lluviosa. ―Me alegro de verte a ti también ―dije arrastrando las palabras. Donovan dejó escapar un suspiro y bajó el arma. ―Lo siento. Oí pasos. Página Llegué a la ladera posterior de la cuenca donde habíamos bajado, rodeé la roca sobresaliendo, y me encontré al final del asunto de la pistola de Donovan Caine. 162 Corrí de vuelta al otro extremo de la cuenca alejado de la oficina de la mina. No corrí completamente, pero no perdí el tiempo tampoco. Mantuve el ritmo lo suficientemente rápido, así podría ser todavía capaz de oír a los gigantes detrás de mí cuando sus amigos llegaran y decidieron investigar el área fuera de la oficina. Pero no me preocupé porque ellos encontraran algo. La llovizna lavaría cualquier evidencia que el detective o yo podríamos haber dejado atrás, incluyendo nuestras huellas. ―No te preocupes. Esa no es la primera arma que he tenido apuntándome. ―Probablemente no sería la última, tampoco, pero no le mencioné eso al detective. Donovan enfundó su arma. Luego salió de detrás de la roca y miró hacia las oficinas de la mina. Por ahora, más luces brillaban allí, como luciérnagas que habían sido puestas a tierra por la lluvia. Gritos débiles flotaban por el aire de la noche. ―¿Mataste a los guardias? ―preguntó Donovan Caine en voz baja. ―No. La sorpresa y el alivio brilló en sus ojos dorados. ―¿Por qué no? Me encogí de hombros. ―Porque un posible robo es una cosa. Guardias muertos es otra. No quiero que Tobias Dawson se dé cuenta que estoy detrás de él. No hasta que sea demasiado tarde. El alivio de Donovan se fundió en terca consternación, y casi esperé que empezara a darme un sermón acerca de la santidad de la vida. A decirme que estaba simplemente mal ir por ahí planificando el asesinato de alguien, incluso si salvaría la vida de dos personas inocentes al final. Donovan me miraba como si quisiera hacer eso mismo, darme el buen sermón. Luego otra emoción se deslizó en su mirada dorada. El detective casi parecía… triste. ¿De qué tenía que estar triste? No era como si fuera a matarlo, o incluso a uno de sus amigos. No entendía el repentino cambio de humor de Donovan, y no me molesté en quedarme aquí en la oscuridad para tratar de descifrarlo. No con los hombres de Tobias Dawson al acecho. Página 163 ―Vamos ―le dije―. Salgamos de aquí antes de que los guardias se dirijan hacia esta dirección. 20 Traducido por âmenoire Incluso usando nuestra cuerda y guantes, tomó el doble de tiempo para que Donovan y yo escaláramos de vuelta arriba de la montaña de lo que había tomado para subir. La llovizna hizo todo resbaladizo, viscoso, desordenado. Para el momento que llegamos a la cima, los dos estábamos mojados hasta los huesos y cubiertos de barro, corteza espinosa, zarzas, hojas secas y otros desechos leñosos. Nos tomó varios minutos más llegar al sedán de Donovan, que fue tiempo suficiente para que el calor por el esfuerzo de subir a la cima desapareciera. La lluvia había aumentado y ahora era un aguacero. A pesar de la magia de Hielo en mis venas, todavía temblaba de frío. Además del chapoteo de nuestros pasos, el único sonido era el plop-plop-plop de la lluvia que caía. Donovan se estiró dentro del sedán y encendió las luces interiores así podíamos ver lo que estábamos haciendo. Luego apretó otro botón, lo que abrió la cajuela. ―Atrás tengo algunas toallas y ropa de repuesto. Asentí. Mientras el detective de narcóticos hurgaba en la cajuela, saqué mi teléfono celular y llamé a Finn. Contestó al tercer tono. ―¿Sí? ―Terminamos con la oficina de Dawson ―dije. Un sonido de sorbido vino a través del teléfono. Finn bebiendo otra taza de café. Algunas veces me preguntaba por qué su cerebro no explotaba con toda esa cafeína. ―Nos hemos acercado hacia la casa. Los estaremos esperando ahí ―dijo Finn. Ambos colgamos. Página ―Eso creo ―dije―. Hablaremos de ello cuando regresemos. Puede tardar un rato, debido a la lluvia. El camino en el que estamos no es exactamente el mejor del mundo. 164 ―¿Encontraron algo interesante? Donovan cerró la cajuela y rodeó el auto hacia mí. Abrió la puerta del pasajero y arrojó la ropa dentro así no se mojarían en lo que nos cambiábamos. Luego me pasó una gruesa toalla. La levanté hacia mi rostro y aspiré. Olía como el detective, limpio y jabonoso. Mmm. El detective agarró otra toalla de la pila de ropa. La usó para limpiar su rostro y secar algo del agua en su cabello. Hice lo mismo con mi toalla, luego abrí la puerta trasera del auto y acomodé la toalla sobre el asiento. Lodo se aplastaba en mis botas, varios centímetros de grosor en algunos lugares, así que me las quité y las acomodé en el suelo, junto con mis arruinados calcetines. Lodo frío se metió entre mis dedos, pero los limpié después con la toalla. Luego me quité mi chaqueta de lana y la puse sobre mis botas. Mi camiseta de manga larga vino después. Suspiré mientras miraba el algodón. Había comprador la camiseta rosa cubierta con brillantes limones verdes cuando fui a Key West después del funeral de Fletcher. Era una de mis favoritas. Cogí un par de zarzas de la parte inferior de atrás, la doblé y la puse en la parte superior de mi chaqueta. Estaba a punto de desenganchar mi sostén cuando me di cuenta que el detective me estaba viendo. Los ojos de Donovan Caine ardían como oro líquido en su duro rostro. ―¿Qué… qué estás haciendo? ―preguntó en una voz ronca. ―Pensé que sería agradable no poner mis lodosos zapatos mojados y ropa por todo tu auto ―contesté―. ¿Es eso un problema? ―¿Ves algo que te gusta, detective? ―dije en una suave voz―. Porque seguro que yo sí. El detective levantó su mirada hacia mi rostro. Emociones destellaron en sus ojos dorados, como relámpagos bailando a través del cielo durante una Página A pesar de la lluvia golpeando contra mi piel, una calidez baja y regular se extendía a través de mi estómago. Esto era lo más cerca que había estado de Donovan Caine en dos meses y decidí tomar ventaja de la situación. 165 Donovan no me contestó. Estaba demasiado ocupado devorándome con sus ojos. La lluvia corría hacia abajo por mi casi desnudo pecho en frías gotas resbaladizas. Solo había quitado mi camiseta por algunos segundos, pero la humedad ya había mojado mi sostén de encaje rosa pálido. El frío aire nocturno hace un rato que había endurecido mis pezones. Pero en lugar de cubrirme, mis ojos pasaron por encima de Donovan. El detective se había removido la chaqueta de su traje y su almidonada camisa. Todo lo que vestía de la cintura hacia arriba era una camiseta interior blanca sin mangas. La lluvia también la había hecho transparentarse y podía ver los fibrosos músculos de su pecho a través de la delgada tela. Mmm. tormenta. Culpa. Calor. Deseo. Pero no se movió hacia mí. Así que decidí aumentar las apuestas, por así decirlo. Miré hacia él mientras lentamente desabotonaba mis lodosos vaqueros. Me tomó pocos segundos deslizar la rígida, pesada y mojada tela por mis piernas y sobre mis pies. No el striptease más grácil, pero las chispas doradas en los ojos de Donovan me dijeron que había apreciado la vista. Para el momento que lancé mis vaqueros mojados hacia el asiento delantero, la lluvia había vuelto mis bragas rosas, también decoradas con limas, tan transparente como mi sostén. La mirada de Donovan ahora estaba incluso más caliente y esas mismas tres emociones seguían destellando en sus ojos, una después de la otra, más y más rápido, como si su cerebro estuviera sobrecargado por los sentimientos. Culpa. Calor. Deseo. Culpa. Calor. Deseo. Nos quedamos ahí parados, a algunos metros de distancia, congelados en el momento, mientras la fría lluvia bajaba sobre nosotros. Donovan dejo salir un gruñido bajo, se movió hacia adelante y me jaló hacia él. Sus labios chocaron contra los míos, incluso mientras su lengua se hundía dentro de mi boca. Mmm. Justo lo que quería. Enredé mis dedos en su mojado cabello negro y lo jalé más cerca. En un momento, el beso se convirtió en uno de furioso calor y cruda necesidad. Nuestros labios, nuestras lenguas, golpeando contra la otra con castigo y placer. Nos giramos en un apretado círculo en la lluvia. Lodo cubría mis pies y rocas se encajaban en mis talones, pero no me importaba. Calor, pasión, lujuria, deseo. Todos me llenaron hasta que no había nada más, y nada que pudiera hacer para saciar mi necesidad. El lodo, el frío, la lluvia. Todo lo demás se desvaneció, superado por el fuego rugiendo a través de mi cuerpo. Un fuego que quería acoger una y otra y otra vez. Nuestras lenguas chocaron juntas de nuevo. Las manos de Donovan se cerraron sobre mis pechos desnudos. Apretó los dos montículos, fuerte, luego clavó sus pulgares en mis pezones. Gemí en su boca. Presión se construía entre mis muslos. Mis bragas estaban empapadas, y no tenía nada que ver con la lluvia. Página Eso funcionaría por ahora. Me incliné hacia atrás contra el metal y jalé al detective hacia mí. El capó del sedán se sentía como hielo contra mi espalda, pero no me importaba porque estaba ardiendo en el interior. Ardiendo por Donovan. 166 La mano de Donovan trabajaba en el broche de mi sostén. Cuando se abrió, dio un paso atrás lo suficientemente lejos para quitar los tirantes de mis hombros y dejarlo caer en el lodo. Se movió de vuelta hacia mí y algo frío y de metal golpeó contra mi cadera. El capó del sedán. Donovan puso su boca primero sobre un pezón, luego sobre el otro. Lamiendo, chupando y mordisqueándolos con sus dientes hasta que estuvieron tan duros que dolían. El detective se retiró lo suficiente para recuperar la respiración. Jalé su camiseta interior hacia arriba, sobre su cabeza y la lancé lejos. Mis dedos se extendieron sobre su pecho y me maravillé ante la esbelta fuerza de su cuerpo. Corrí mis uñas por su pecho y mis manos fueron hacia su entrepierna, frotando su erección a través de la resbaladiza tela de su pantalón. Donovan siseó, luego rastrilló sus dientes por el lóbulo de mi oreja. Se inclinó hacia adelante y chupo mi cuello como un vampiro, mientras sus dedos continuaban haciendo su magia en mis pechos. Mordí el borde de su mandíbula, más que lista para él. Aspiré. A pesar del lodo, todavía olía limpio, como jabón y ropa recién lavada. Mmm. ―Hueles tan bien ―murmuré contra su mandíbula. ―No tan bien como te sientes debajo de mí ―gruñó de vuelta. Nos besamos de nuevo, largo y lo suficientemente fuerte para hacerme jadear por aire. Mis dedos encontraron su cinturón de piel, que aflojé. Su pantalón desabrochado un segundo después. ―Quítatelo ―murmuré―. Tus zapatos también. Quiero sentirte esta vez. Todo de ti. Donovan se alejó. Ahora era mi turno para observar mientras se quitaba sus zapatos y calcetines y salía de su pantalón. Vestía un bóxer negro debajo que hacia su piel brillar como el bronce. ―El bóxer también ―dije en una voz ronca―. Quítatelo. Donovan se acercó hacia mí. ―En un minuto. ―En el asiento trasero. Ahora. Estuve más que feliz de obedecer. Me movió hacia la izquierda y hacia atrás. Agaché mi cabeza y me senté en el asiento. Página Mis dedos escrutadores pasaron a través de la abertura en su bóxer. Lo tomé en mi mano y Donovan se arqueó contra mí. Corrí mis uñas ligeramente por su longitud y a través de la punta redondeada de su polla endurecida. Estaba tan listo para mí como yo lo estaba para él. Donovan gruñó de nuevo, sacó sus dedos de mí y me levantó del auto. 167 Me inclinó de nuevo contra el capó del auto y provocó a mis pezones con su boca y sus manos de nuevo antes que sus dedos se hundieran dentro de mis bragas. Movió sus dedos de ida y vuelta contra mí, antes de deslizar dos de ellos dentro y acariciarme ahí, frotando sus dedos más rápido, más fuerte, elevando mi presión, mi necesidad, mucho más. Mi turno para sisear. Donovan utilizó la oportunidad para deshacerse de su bóxer. Hice lo mismo con mis bragas. Me metí rápidamente en el auto. Esperando. Dolorida. Un momento después, Donovan me siguió dentro, un paquete de aluminio en sus dedos, que acomodó en el piso. Tomaba mis pequeñas pastillas blancas para estar en el lado seguro y evitar consecuencias indeseadas, pero aun así apreciaba su consideración. Se inclinó hacia adelante y me besó de nuevo antes de moverse hacia abajo de mi mojado cuerpo. Donovan bajó sus labios hacia los rizos entre mis muslos. Abrí mis piernas y él deslizó su lengua dentro de mí, haciendo rápidos movimientos de empuje, luego lentos círculos flojos. Provocándome. Gemí y enterré mis dedos en su cuero cabelludo, urgiéndolo a seguir. La lengua de Donovan golpeo en mí de nuevo y facilitó un dedo dentro de mí. ―Tan dulce ―susurró contra mi muslo―. Como miel caliente. Donovan continuó su asistencia unos cuantos minutos más. Eso fue todo lo que pude tomar. Lo quería dentro de mí. Ahora. Agarré los hombros de Donovan, jalando hacia arriba incluso mientras me contoneaba debajo de él y lo volteaba. Ahora, él estaba yaciendo sobre el asiento. No había mucho espacio para maniobrar en el auto, pero estaba muy determinada. Ahora era mi turno de provocar. Tracé mi lengua por su pecho y puse mi boca sobre él, chupando y lamiendo su tensa asta hasta que pulsaba y se estremecía con cada toque de mi caliente y pesada lengua. Gruñó y sus manos tomaron mis brazos, jalándome arriba de vuelta hacia él. Nuestros labios se encontraron de nuevo, succionando el aire y la vida de ambos. De alguna manera, Donovan nos movió una vez más hasta que estuvo de vuelta en la parte superior. Se cubrió con el condón. Luego abrió mis piernas, las fijo alrededor de su cintura y se empujó dentro de mí. Página Retirarse, empujar, retirarse, empujar. Nos pegábamos juntos como dos imanes enloquecidos por las vibraciones que estaban saliendo del otro. Una y otra vez, Donovan ondeo dentro de mí, hasta que mis roncos gritos de placer sonaron al mismo ritmo que el gentil movimiento del sedán y el golpeteo de la lluvia sobre el techo de metal. 168 Observé sus hermosos ojos avellana dilatarse mientras se hundía en mí, clavándose más y más profundo. Un éxtasis de oro, para ambos. Donovan se movió hacia atrás. Enterré mis dedos en su espalda y lo jalé fuertemente hacia abajo, así toda su longitud me llenaría. 21 Traducido por âmenoire y Rihano Después que termináramos, Donovan y yo nos quedamos recostados en la parte de atrás del sedán en un flojo enredo de brazos y piernas desnudos. La imitación de piel rígida y pegajosa contra mi piel. Las ventanas se habían empeñado y el olor a sexo permeaba el auto. Junto a mí, sobre mí, junto a mí, las respiraciones del detective venían en agudas y rasposas ráfagas. El sonido de un hombro que se había esforzado a su glorioso y máximo potencial. Pero Donovan no hizo algún movimiento para alejarse de mí o ponerse algo de ropa. ―Bueno, eso no era exactamente lo que tenía en mente en cuanto a calentamiento, pero lo tomaré ―bromeé―. Incluso si va a doler como el infierno arrancarme de este asiento. Donovan no dijo nada, pero las esquinas de sus labios se levantaron en una media sonrisa. ―No eres la única. Estoy seguro que mi espalda me estará gritando en la mañana. Sin mencionar las quemadas que tengo en mis rodillas. ―¿Valió la pena? Levantó una negra ceja. ―¿Tienes siquiera que preguntar? ―Así que aquí estamos de nuevo ―digo. ―Sí ―contestó Donovan―. Aquí estamos de nuevo. No lucía feliz ante la idea. El detective dejó salir una larga respiración y pasó sus manos a través de su cabello negro, delgadas y fuertes manos que justo habían hecho cosas maravillosas en mi cuerpo. Vacilé, luego me estiré, Página Después que recuperamos la respiración, Donovan su levantó hasta una posición sentada. Lo seguí de inmediato. Se estiró hacia el asiento frontal y me pasó algo de ropa limpia, un par de caquis varias tallas más grandes y una camiseta que colgaba casi hasta mis rodillas. El detective era un poco más alto que yo. Donovan se puso un conjunto de ropa que combinaba con la mías. Cuando terminamos nos giramos y nos vemos el uno al otro en el asiento trasero. 169 No, no tenía. Porque había estado gimiendo tan alto como él. puse mi mano sobre la de él y le di un gentil apretón con mis dedos. No estuve segura qué provocó la reacción, más que este calor que sentía por el detective en mi corazón. O tal vez era el simple hecho que no quería que las cosas terminaran entre nosotros como lo había hecho la última vez que habíamos dormido juntos. Lo que había ido todo mal. Donovan se encogió ante mi toque y quitó su mano de debajo de la mía. ―Debemos regresar. Mire sus robustos rasgos. Cabello negro, piel color bronce, ojos dorados. Pero el calor y deseo ya no brillaban en su mirada. En lugar de eso, el detective lucía cansado, agotado, con el corazón roto. Como si todo el placer que acababa de experimentar hubiera venido con un peso que era demasiado para soportar, incluso para él. ―Está bien ―dije en una voz tranquila, sin querer presionarlo más durante esta noche. Eran más des las diez para el momento en que regresamos a Country Daze. El tráfico del día hacía mucho tiempo que había disminuido y la señal de alto en el cruce de caminos lucía como un tenue fantasma rojo en la llovizna. Donovan no tenía un par adicional de zapatos en la cajuela, así que tuve que meter mis pies de nuevo en mis lodosas botas. Aunque primero, limpié con una toalla, la mayor cantidad de suciedad que pude. En algún momento cuando estábamos fuera, el convertible negro de Sophia había sido llevado hacia un lado de la tienda así el auto clásico permanecía en la grava. Así como el Cadillac de Finn. La tienda estaba oscura, las puertas principales cerradas y bloqueadas Página El detective y yo caminamos a través del espacio entre el convertible de Sophia y la tienda. La casa de Warren T. Fox yacía a unos ciento cincuenta metros detrás de la tienda en la parte de atrás de una arboleda de arces y robles. Un arroyó corría alrededor de un lado de la casa. La lluvia lo había hecho gordo e hinchado, como una serpiente que había tragado más de lo que podía contener cómodamente. El flujo de agua ahogaba el sonido de la lluvia golpeando contra el techo de lámina. 170 ―Vamos ―dije―. Finn dijo que estaba en la casa de atrás. Había regresado aquí esta tarde para revisar la estructura, pero una vez más me golpeó lo mucho que el edificio de tablillas me recordaba a la casa de Fletcher Lane. Ambas presentaban los mismos paneles blancos, el mismo tipo de persianas, el mismo techo de lámina inclinada. Y no era solo la casa lo que me recordaba a Fletcher, era todo acerca de Warren T. Fox. La ropa de trabajo azul que usaba, su naturaleza malhumorada, la tienda antigua que manejaba. Era casi como si Fletcher y Warren fueran gemelos idénticos separados al nacer. El tipo sobre los que lees que construyeron separadas, pero casi idénticas, vidas para sí mismos. Una vez más, sentí que la tenue suavidad revolverse en mi pecho. Porque todo sobre Warren me hacía recordar a Fletcher y el amor que había tenido por él. Había luces encendidas en varias de las ventanas del primer piso. Subí hacia el porche y toqué en la puerta principal. ―¿Hmph? ―gruñó Sophia a través de la pesada madera. ―Es Gin. Una cerradura sonó y la enana gótica abrió la puerta. Sophia sostenía un bate de béisbol de aluminio en una mano. Sus ojos negros se movieron rápidamente sobre mi ropa de gran tamaño y se hizo hacia atrás para dejarnos pasar. Sophia encorvó un dedo hacia nosotros y la seguimos más dentro de la casa. Por un momento sentí como si estuviera llegando a casa con Fletcher después de un largo día en el Pork Pit. Porque el interior de la casa de Warren T. Fox podía había sido un duplicado exacto de la casa de Fletcher Lane. Mismo tipo degastados muebles tapizados, el mismo desorden de chucherías, los mismos montones de cachivaches que hacían a una casa un hogar. Parpadeé y la ilusión se desvaneció. Los otros estaban en una larga sala de estar. Violet apiñada en el sofá, un pesado libro de texto en su regazo, un block de notas y una pluma a su lado. Estudiando. Jo-Jo posada sobre el otro extremo del sofá y pasando a través de una revista de belleza. Varias más en un montón ante sus pies desnudos. La enana había venido preparada. Página Los ojos marrones de Warren se enfocaban intencionalmente en los gráficos de tormenta que destellaban en la pantalla. Finn relajado en un sillón similar, que había reclinado completamente hacia atrás. Su computadora portátil dormitando sobre su regazo. Finn estaba haciendo lo mismo en la silla. Suaves ronquidos salían de su boca abierta. 171 Warren se balanceaba de ida y vuelta en un sillón reclinable de gran tamaño que lo hacía lucir más grande de edad y frágil de lo que realmente era. La televisión estaba sintonizada en el Canal del Clima. Me acerqué, puse mi mano en el ancho hombro de Finn y lo sacudí para despertarlo. ―¿Qué? ¿Qué? ―murmuró en una voz adormilada―. No la toqué, lo juro. ―Relájate, Casanova ―dije. Finn parpadeó un par de veces antes que sus ojos verdes se enfocaran en mí. ―Oh, Gin, eres tú. ―Frunció el ceño―. ¿Por qué estás vistiendo una camiseta que dice Departamento de Policía de Ashland? Suspiré. ―Es una larga historia. Una vez que Finn estuvo más o menos despierto, compartí con los demás lo que Donovan Caine y yo habíamos encontrado en la oficina de Tobias Dawson. El detective le envió a Finn por correo electrónico las fotos de su celular que había tomado, quien empezó a pasarlas a su computadora y revisarlas. ―¿Algo sucedió de este lado? ―pregunté a Sophia. ―Tranquilo ―chilló. ―Un par de tipos vinieron por refrescos y cigarrillos, pero eso fue todo ―concordó Jo-Jo. ―Clientes habituales ―interrumpió Warren―. Incluso Dawson no puede ahuyentar a los tipos cuando necesitan su tabaco. ―Esos papeles que encontraron dentro de la caja fuerte ―dijo Jo-Jo―. ¿Que decían? ¿Algo interesante? Me encogí de hombros. ―Pregunten a Donovan. Estaba oscuro. Realmente no los vi bien. Todos los ojos se giraron hacia el detective, quien también se encogió de hombros. Página ―Van a tener que darme algunos minutos ―dijo Finn, escribiendo en su computadora―. Tengo que ordenar y leer algo de esto. Tampoco tiene mucho sentido para mí. Sin mencionar que la calidad de la fotografía no es la mejor que haya visto. 172 ―Como Gin dijo, estaba oscuro. Solo usamos linternas en el interior. La mayoría lucían como diagramas para mí. Tendremos que esperar y ver que dice Finn. ―Lo siento ―dijo Donovan―. Estaba un poco más preocupado sobre alumbrar demasiado alrededor y ser atrapados que por tomar las fotografías perfectas para ti. Nos quedamos en silencio mientras esperábamos que Finn leyera y descifrara los documentos. Pero tenía una idea bastante buena de qué dirían. Así que me incliné contra la pared y empecé a pensar en lo que vendría después, acercarse lo suficiente a Tobias Dawson para matarlo. Porque esa era la única forma en que esto iba a terminar, si mis sospechas eran correctas. Sophia se paró junto a mí y giró el bate de béisbol en su mano como si fuera un bastón de metal. Después de unos diez minutos de leer y cliquear, Finn frunció el ceño. ―Es extraño. ―Miró hacia Warren―. ¿Sabías que Tobias Dawson recientemente ha empezado a construir un nuevo y separado pozo de mina? Warren asintió. ―Ese es el rumor que los mineros han estado esparciendo. También ha habido más actividad en la mina últimamente. ―¿Qué tipo de actividad? ―preguntó Donovan. Warren se encogió de hombros. ―Más explosiones, más perforaciones. A veces, podemos sentir los temblores aquí abajo. Una vez fueron tan fuertes, que derribaron algunos refrescos en la tienda. Se hizo un gran lío. ―Se sienten algo así como pequeños terremotos ―añadió Violet―. Han estado pasando por un par de meses. ―Bueno, según esto, Dawson está vertiendo la mayor parte de su dinero y mano de obra en el nuevo pozo en estos días ―dijo Finn. ―¿Por qué haría eso? ―preguntó Violet. Finn leyó un poco más. Su ceño se profundizó. ―Eso no puede ser correcto ―murmuró―. No es posible. ―¿Qué? ―preguntó Jo-Jo―. ¿Que no es posible? Silencio. Por un momento, todo el mundo me miró. Entonces todos empezaron a hablar a la vez. ―¿Diamantes? ―gruñó Sophia con sorpresa. ―Eso no es posible ―dijo Violet Fox. Página ―Diamantes ―dije en voz baja―. Ha encontrado diamantes en la montaña. 173 ―Para lo que Dawson está perforando ―dijo Finn―. De acuerdo con esto, parece que el pozo no es para conseguir más carbón de la montaña. Es para… ―Cariño, cualquier cosa es posible ―respondió Jo-Jo. ―Así que por eso es que Dawson quiere tanto la tierra. ―Donovan negó con la cabeza. ―Me pregunto cuán grandes son ―dijo Finn en un tono especulativo. Warren T. Fox fue el único que no dijo nada. En cambio, el viejo excéntrico me miró fijamente, sus ojos oscuros, fijos y preocupados en su arrugada cara marrón. Él sabía lo que significaba el hallazgo del diamante tan bien como yo. Desastre. Para él y la montaña. Si el diamante que yo había encontrado en la caja fuerte era una indicación del tamaño y la calidad de los otros que Tobias Dawson había descubierto, el enano rasgaría toda la montaña, para obtener hasta la última piedra preciosa de la tierra. Y no terminaría allí. Finalmente el comentario se escaparía sobre el hallazgo del diamante, y entonces, bueno, sería peor que la fiebre del oro de California por aquí. Todo el mundo estaría arrasando y volando la zona, con la esperanza de encontrar diamantes en su propia tierra y enriquecerse. Destruirían toda la montaña en su apresurada codicia, y la casa de Warren T. Fox y la tienda yacían en el epicentro. Él iría bajo tierra primero. El conocimiento brilló en sus ojos, constante, exhausto, seguro. A menos que yo hiciera algo para detenerlo. Nunca me había considerado a mí misma algún tipo de ecologista, pero estas montañas eran tan parte de mí como lo eran de Warren Fox. Sentía el mismo tipo de orgullo por su belleza que él. Si la mina actual de Tobias Dawson era alguna indicación de las cosas que vienen, sería un servicio público parar esto ahora. Y sólo había una manera de hacer eso, matando a Tobias Dawson. Además, la tienda, la tierra, la casa. Eran todo lo que Warren y Violet habían conocido. Estaban simplemente en casa. Sabía que Fletcher Lane habría hecho todo lo que podía para ayudar a su amigo. El anciano no estaba aquí, pero yo sí. E iba a proteger a los Fox, sin importa qué. Página Incluso si hacían un movimiento más adelante, yo siempre podía eliminarlos también. No, matar a Dawson era la clave aquí. Eliminar al enano y el resto del monstruo más que probablemente moriría junto con él. 174 Oh, no tenía duda que el enano le había dicho a algunos de sus hombres de confianza lo que había encontrado, como esos dos gigantes que habían venido a la oficina para investigar el robo de esta noche. Pero sin Dawson alrededor, sin su experiencia minera y el saber qué hacer, sería mucho más difícil para sus lacayos hacer algo con los diamantes. Warren levantó sus ojos oscuros hacia los míos, haciendo una pregunta silenciosa. Asentí. Pregunta hecha y respondida. Jo-Jo Deveraux vio el intercambio. Una emoción brilló en su pálida mirada. Parecía alivio, mezclado con una chispa de anticipación. Acerca de qué, no me podía imaginar. Pero estaba allí. Después de unos tres minutos, el murmullo de voces y conversación terminó. ―Yo no veo cómo eso es posible ―dijo Donovan Caine―. ¿Diamantes? ¿Aquí? Asentí. ―Los tienen en Arkansas, ¿por qué no aquí en Ashland? Tobias Dawson ha hallado un montón de carbón en la montaña. Eso es todo lo que un diamante es realmente, carbón puesto bajo presión bastante tiempo y lo suficientemente duro para convertirse en otra cosa. ―¿Cómo sabes eso? ―preguntó el detective. ―Conozco un poco sobre piedras, sobre todo las preciosas. ―No mencioné el hecho de que podía oír sus vibraciones, utilizarlas, y conseguir que hagan lo que yo quisiera. Nunca hice alarde de mi magia, y no iba a hacerlo ahora. ―Pero si ya Dawson ha comenzado la perforación de este otro pozo para llegar a los diamantes, ¿por qué todavía está amenazándonos? ―preguntó Violet, la confusión brillando en sus ojos―. ¿Por qué incluso molestarse? ¿Por qué no solo sacar los diamantes a escondidas? ―Porque el enano no es propietario de los derechos mineros de la tierra ―retumbó Warren―. Yo sí. Así que legalmente, no son sus diamantes. Son nuestros. ―Y la gente podría darse cuenta de eso, si empezaba a sacarlos ―terminó Jo-Jo―. El comentario se esparciría. Siempre lo hace. Y entonces Warren podría causarle problemas. Problemas legales. Warren asintió. ―¿Finn? ―pregunté en voz baja. ―¿Sí? ―¿Qué más averiguaste sobre Dawson hoy? Me miró fijamente con sus ojos verdes. Página Todos nos quedamos en silencio. Les di a los otros unos minutos para pensar, pero mi decisión ya había sido tomada. 175 ―O tratar por lo menos. ―Toda la información habitual. Finanzas, intereses empresariales, aficiones, casas, conexiones sociales. ―¿Algo que podamos usar? Finn se me quedó mirando. Su mirada se dirigió hacia Warren. Vio la resolución en el rostro del otro hombre y se dio cuenta de que coincidía con la mía. ―Sí, hay algunos ángulos. Nada demasiado fácil, por supuesto, pero estoy seguro que podemos encontrar algo. Siempre hay una manera. Eso es lo que Fletcher Lane siempre solía decirme. Sonreí. El detective me miró fijamente, sus dorados ojos, oscuros. ―Seguramente hay otra manera, además de matar a Dawson. ―¿Y qué manera sería esa, detective? ¿Llevar a Tobias Dawson a la policía? ¿Por qué, por hacer amenazas? No serviría, y tú lo sabes. Además, la policía por lo general requiere de una pequeña cosa molesta llamada prueba. Y estoy apostando que no hay ninguna. Dawson es demasiado inteligente para eso. ¿Estoy en lo cierto? ―Miré a Warren. Warren negó con la cabeza. ―Es mi palabra contra la suya. Los hombres de Dawson son los que han estado acosando a mis clientes, no él directamente. Pero sus hombres nunca hablarían en contra de él. Les paga muy bien para eso. ―Pero tú eres el propietario de la tierra, Warren, de los derechos mineros ―dijo Donovan―. Dawson simplemente no puede hacer lo que quiera con tu propiedad. Tú podrías llevarlo a los tribunales para conseguir que se detuviera. Tenemos los archivos de su oficina. Podemos probar lo que está haciendo. Finn resopló. Nuestros ojos se encontraron y se sostuvieron, oro en gris. Después de un momento, Donovan Caine miró hacia otro lado, pero no antes de que yo Página ―Incluso entonces ―dije―, Dawson probablemente podría comprar el veredicto que quisiera. Y mientras todo estuviera siendo resuelto de la manera equivocada en la corte, Dawson podría continuar con su reinado de terror en el ínterin. Hacer otra jugada por Violet mientras tanto. Acéptalo, detective, el enano no va a alejarse de una montaña llena de diamantes. Nadie lo haría. Sólo hay una manera de conseguir que se detenga. Mi manera. 176 ―Sí, los archivos que tú y Gin consiguieron irrumpiendo en el despacho de Dawson. Ningún juez los permitiría en los tribunales. Y yo no creo que Dawson estaría deseoso de lanzar más información. Además, míralo desde el ángulo del dinero. Un caso judicial se prolongaría durante años, y los bolsillos de Dawson son mucho más profundos que los de Warren. atrapara la cansada resignación en su mirada, el hundimiento de sus hombros, las líneas profundas de la derrota en su rostro. Él sabía que lo que yo decía era cierto. No le gustaba, pero el detective iba a dejarme hacerlo. Sabía que iba tras Tobias Dawson, y no iba a tratar de detenerme. Ya no. No había esperado que el detective entrara en razón tan fácilmente. Me pregunté qué había causado el rápido cambio. ¿Su amistad con Warren Fox? ¿Yo? ¿Algo más? Pero no me sentía como para celebrar mi victoria en lograr que el detective estuviera de acuerdo con mi plan. Algo estaba molestando a Donovan. Yo, lo más probable, y lo que había sucedido entre nosotros en el asiento trasero de su sedán. Pero la ira del detective sobre mi persona asesinando a Cliff Ingles, su compañero corrupto, parecía haberse desvanecido, por cualquier razón. Donovan no lo había mencionado ni una vez en todo el día. Entonces, ¿qué había hecho yo ahora que fuera tan terrible, además de darle un par de orgasmos? No podía evitar sino preguntarme. Pero, ahora no era el momento de centrarse en Donovan Caine y esta curiosa calidez que sentía por él. Las cosas necesitaban terminarse esta noche antes de que hiciera cualquier tipo de movimiento contra Tobias Dawson. Así que aparté los pensamientos sobre el detective y miré a los demás. Página 177 ―Aquí está lo que vamos a hacer ―dije. 22 Traducido por AnnaTheBrave y Minia16 ―Primero, ustedes dos ―apunté con mi cabeza hacia los Fox―, necesitan desaparecer por los próximos días. Tómense unas vacaciones donde sea. Warren negó con la cabeza. ―No. No huiré de Tobias Dawson. Nunca lo he hecho, nunca lo haré. ―¿Y que hay sobre Violet? ―pregunté―. Casi es violada y asesinada anoche porque Dawson quería enviarte un mensaje. Si siquiera piensa que el allanamiento de esta noche está conectado contigo, vendrá aquí, los matará a ambos, y quemará todo lo que esté en el suelo. ¿Es eso lo que quieres? ―Por supuesto que no ―soltó Warren―. Pero soy un Fox. Mis ancestros han vivido aquí por más de trescientos años. Los colonos no nos hicieron irnos, y estaría maldito si un egoísta enano me hace ir a cualquier parte. Nunca he huido de una pelea. No voy a empezar ahora. Una mirada testaruda se extendía por su cara arrugada, y sabía que no iba a ceder. No en este momento. Warren podía morir, pero lo haría en su propia tienda, al igual que Fletcher. Mi corazón se retorció. Warren T. Fox no iba a terminar como Fletcher Lane, no si podía evitarlo. ―Bien. Puedes quedarte en la casa. Warren sonrió. ―Con Sophia y Jo-Jo como protección ―agregué―. Y vas a cerrar la tienda por el resto de la semana. Eso no es una petición. Su sonrisa decayó. ―¿Y que hay sobre mí? ―preguntó Violet―. Tampoco puedo irme. Tengo clases y exámenes aproximándose. Me volví hacia ella. ―¿Tienes amigos con los que quedarte por los próximos días? Página ―Debido a que Tobias Dawson se asegurará de estar observando. Si ve que la tienda está cerrada, podría pensar que finalmente te ablandaste. Nos debería comprar un poco de tiempo. 178 ―¿Por qué? Ella asintió. ―Puedo quedarme con Eva Grayson. Recordé de nuevo aquella noche en el Pork Pit cuando Owen Grayson había dicho a su hermana pequeña que tendría un guardaespaldas le gustara o no. El chico que había visto con Eva en la universidad comunitaria se veía lo suficientemente capaz. También lo era Owen, para el caso. Quedarse con los Grayson era probablemente el mejor lugar para Violet hasta que esto terminase. ―Bien. Llama a Eva. Violet pestañeó. ―¿Ahora? Asentí. ―Ahora. Quiero a toda esta cuadra lejos esta noche. De esa manera podré concentrarme en llegar a Grayson. ―Miré a las dos enanas―. ¿Creen que pueden soportar el deber de la guardia por unos días? ―Claro ―dijo Jo-Jo―. Lo que necesites, Gin. Lo sabes. ―Um-mmm ―gruñó Sophia de acuerdo. ―¿Qué hay sobre mí? ―preguntó Finn. Le sonreí. ―Fletcher se ha ido, por lo que eres mi gestor ahora. Quiero todo lo que tienes de Tobias Dawson. Sabes qué hacer con ello. Finn asintió. Y entonces quedó uno. Miré al detective, quien todavía tenía una mirada afligida en su rostro. ―¿Qué vas a hacer tú, Donovan? Miró la alfombra bajo sus zapatillas sucias. El detective sabía lo que estaba preguntando, si iba a intentar detenerme o peor, advertir a Tobias Dawson que iba a ir por él. Página ―Bien ―dije―. Vamos a trabajar. 179 ―Nada. No voy a hacer nada. Ni una maldita cosa. ―Donovan se pasó las manos por el cabello negro y dejó escapar una risa amarga. El detective se había puesto del lado de un asesino, del lado de la Araña. Acababa de condenar a muerte a otro hombre, y él lo sabía. Una hora más tarde estaba todo preparado. Mientras Finn deslizaba su computadora en su estuche de cuero, Violet le daba a su abuelo un largo abrazo. Eva Grayson se había emocionado que su mejor amiga quisiera pasar un par de días en su casa, y Violet ya había preparado una bolsa. Ahora nos paramos en el vestíbulo de la casa, diciendo adiós. ―Puedes venir conmigo ―le dijo Violet a su abuelo. Warren puso una mano moteada en su mejilla y sacudió la cabeza. ―Sabes que no puedo. No soy solo yo. La única forma de que deje esta tierra es cuando me metan en una caja de pino. Además, Gin podría necesitarme para algo. Quiero estar cerca si eso ocurre. Violet asintió e intentó sonreír. Lágrimas llenaban sus ojos oscuros. ―Necesitamos llevarte con Eva ―dije en voz baja. Violet dio a su abuelo otro abrazo y tomó su bolso. Finn abrió la puerta para ella, y ambos salieron. Me acerqué a Sophia y a Jo-Jo. ―Si pasa algo, si Tobias Dawson o sus hombres regresan, matan primero y preguntan después, ¿entienden? La enana gótica me gruñó. Jo-Jo asintió. ―Lo sabemos, Gin ―dijo ella―. Esta no es la primera vez que Sophia y yo tenemos que hacer esta clase de cosas. Fruncí el ceño. ―¿No lo es? La enana sonrió. ―No. Cuidamos personas para Fletcher una o dos veces también. ―Lleva a Violet directo a la casa de Eva Grayson ―le dije a Finn―. Sin paradas. Página Dejé a las enanas vigilando a Warren y salí. Violet esperaba con Finn en el porche. Donovan Caine estaba apoyado en la barandilla del porche, todavía meditando. 180 Una vez más, había una mención de Fletcher Lane ayudando a otras personas. Esa parte secreta de la que yo no había sabido. No sé por qué el pensamiento me inquietó, pero lo hizo. O tal vez era sólo porque estaba fuera del borde del mapa aquí. Me había pasado diecisiete años de mi vida matando gente, y aquí estaba tratando de salvar a un anciano y a su nieta de un minero codicioso, gratis, no menos. No estaba segura de qué hacer con él. Sólo una cosa era cierta. Era jodidamente más divertido de lo que mi retiro había sido hasta ahora. Él hizo puchero. ―¿Haría yo algo así? ―Sí. Sacó su labio un poco más. Violet se rió de su expresión. Los ojos verdes de Finn barrieron sobre ella. Él sonrió. ―Escopeta, Finn ―le murmuré―. Recuerda al abuelo Fox y su escopeta. Eso entorpeció su sonrisa, pero no la borró por completo. Pocas cosas podían hacer eso. Finn había sacado su Cadillac de la casa. Abrió la puerta del lado del pasajero para Violet, quien le dio otra sonrisa tímida, y luego se deslizó dentro. Después de un momento, Finn apartó la mirada de ella lo suficiente como para mirarme. ―Espero que no te moleste ir en el asiento trasero. ―De hecho no me importa porque Donovan me llevará a casa ―anuncié. Finn pestañeó. ―¿Lo hará? ―¿Lo haré? ―intervino Donovan. ―Sí ―dije―. Lo harás. Su rostro se tensó un poco más en la oscuridad. Finn y Violet volvieron a Ashland, y Donovan y yo hicimos lo mismo en su Sedan. No hablamos, excepto cuando le indiqué por dónde se iba a la casa de Fletcher Lane. Llegamos unos treinta minutos después. Donovan Caine miró por el parabrisas la inestable y desigual estructura. ―¿Así que ahora vives aquí? ―preguntó. Asentí. Donovan no dijo nada. Fijé la mirada en el detective, mis ojos trazaban los duros rasgos de su rostro. ―Podrías entrar ―sugerí―. Pasar la noche. Conmigo. Página ―El padre de Finn, tu antiguo encargado. Ese al que torturó y mató Alexis James. 181 ―Sí. En realidad era la casa de Fletcher, el viejo que llevaba el Pork Pit. Donovan volvió su mirada hacia mí. Calor. Deseo. Culpa. Todo eso y más pasó rápidamente por sus ojos, pero un momento después, negó con la cabeza. ―No creo que sea una buena idea, Gin. ―¿Por qué no? Seguro que una cama es mucho más cómoda que el asiento de atrás de tu Sedan. ―Miré el barro que habíamos dejado por todas partes con las prisas―. Y ahora más limpia, también. Volvió a negar con la cabeza. ―No voy a entrar, Gin. ―¿Por qué no? ¿Es por lo que planeo hacerle a Tobias Dawson? Donovan se pasó las manos por su cabello negro. ―Por una parte. Sigo sin poder creerme que vaya a participar en eso. ―¿Y la otra parte? Soltó el aliento. ―¿Recuerdas esa noche en tu apartamento, antes de que fuéramos a la cantera a rescatar a Finn y a Roslyn Phillips? ¿Recuerdas lo que te dije sobre mi compañero, Cliff Ingles? ―Lo recuerdo. Querías matarme por asesinarlo. Asintió. ―Principalmente, pero quería saber por qué lo habías matado. Y como no me lo decías, investigué un poco por mi cuenta. Me puse tensa. Maldición y doble maldición para el detective y su tenacidad. Página Roslyn Phillips era la señora de los vampiros que llevaba Northern Aggression, un lujoso club nocturno de moda que servía a los ricos de Ashland y atendía todas sus necesidades y sus retorcidos deseos. También era una de las amigas con derecho de Finn. Había matado al maltratador de su cuñado hacía varios meses, después de que casi hubiera matado de una paliza a su hermana y a su sobrina. Roslyn, a su vez, le había hablado a una de sus chicas de mis servicios. Los bocazas hacen que muera gente, y los susurros furtivos de Roslyn habían acabado por conducir al asesinato de Fletcher Lane. Algo que no iba a dejar que la vampiro olvidara… nunca. 182 ―Había mucha gente más dispuesta a hacerme favores después del incidente de Alexis James ―continuó Donovan. Miró la lluvia a través del parabrisas en lugar de mirarme a mí―. Un tipo que trabajaba en corrupción fue de bastante ayuda. Me dijo que debería hablar con una prostituta, una de las chicas de Roslyn Phillips, curiosamente. Pero si Caine había hablado con la prostituta que yo tenía en mente, sabía exactamente por qué había matado a su compañero… y lo que el muy bastardo le había hecho a la hija de trece años de la mujer. ―Sé que Cliff violó y le dio una paliza a la niña ―dijo Donovan, confirmando mis sospechas―. Sé que lo mataste por eso, para que no pudiera hacérselo a otra niña. Ahora era inútil negarlo. ―Sí. Lo maté por eso. Por la niña. ¿Cuándo lo descubriste? ―Hace dos semanas. El dolor profundizó los surcos del rostro de Donovan. El detective me recordaba a un personaje mitológico salido de mis libros de literatura: Atlas, soportando la pesada, pesada carga de las malvadas y perversas acciones de los demás sobre sus delgados hombros. ―Todo ese tiempo dejaste que te culpara de la muerte de Cliff ―dijo Donovan―. Todo ese tiempo me dejaste pensar que eras un monstruo. Y no lo eras. Me encogí de hombros. ―Eso es discutible. Aun así lo maté. Y cortarle los huevos a un hombre no es exactamente el acto de una persona normal. Donovan soltó una carcajada. ―¿Sabes qué es lo gracioso? Si hubiera sabido lo de Cliff, que les daba palizas a prostitutas, lo de la chica a la que había violado, puede que lo hubiera matado yo mismo. Pero tú llegaste primero. ―Su voz se convirtió en un susurro―. Y por alguna razón me siento en deuda contigo, Gin. Agradecido, incluso. Porque lo mataste, y no tenías por qué hacerlo. ―Así que de esto va la cosa. De que he matado a Cliff Ingles. Por eso no quieres pasar. Por eso no quieres estar conmigo. ―Podría haber matado al sucio policía una vez más por apartar a Donovan de mi lado. Donovan negó con la cabeza. ―Pero no voy a ayudarte con Tobias Dawson. No como lo hice con Alexis James. No puedo, Gin. Simplemente no puedo. No puedo volver a ser parte de algo así. Apenas puedo vivir sabiendo lo que vas a hacerle a Dawson y sabiendo que no voy a hacer nada para evitar que lo mates. ―Su voz volvió a convertirse en un susurro―. Y no puedo estar contigo. Esta noche no. Página ―Pero… 183 ―No del todo. Principalmente soy yo. Descubrir lo de Cliff me ha hecho pensar. En muchas cosas. Y ahora, este lío con Warren y Violet… Ayudaré a Sophia y a Jo-Jo a cuidar de ellos lo mejor que pueda. ―No estabas muy preocupado por Tobias Dawson y lo que le iba a hacer cuando me estabas follando en el asiento de atrás hace un par de horas. ―Mi voz era más dura de lo que me habría gustado―. ¿O es que ya te has olvidado de eso? Donovan vaciló. ―No, no lo he olvidado, nada de eso. ―Pero no vas a volver a hacerlo. No vas a volver a acostarte conmigo. Apretó las manos alrededor del volante hasta que se resquebrajó el cuero. ―No. Oí la firme decisión en su voz. Donovan Caine se había hecho una promesa, y no iba a romperla. Oh, me imaginaba que podía hacer que se olvidara de sus principios, de sus reglas, de sus votos. Lo único que tenía que hacer era arrastrarme hacia él y darle el baile privado de su vida. Una variación del estriptis que había realizado esta misma tarde bajo la lluvia. Pero ya había dado dos veces el primer paso. Quería que el detective me deseara a mí, Gin Blanco, la buena, la mala, y la fea. No que sólo sucumbiera a mis encantos en el calor del momento, y que luego se sintiera culpable por ello. ―Parece que estamos en punto muerto ―dije en voz baja. ―Supongo. Donovan no me miró. No es para ti, me susurró en la cabeza la aflautada voz de Warren T. Fox. No quería que sus palabras fueran ciertas, pero parecía que lo eran… al menos por esta noche. Además, tenía que encargarme de Tobias Dawson. Fletcher Lane me había entrenado para anteponer el trabajo a mis propios deseos. Los asesinos distraídos se volvían descuidados, y luego los mataban. Esta vez necesitaba concentrarme especialmente, ya que tenía gente inocente a la que proteger. Los problemas de uno en uno. Me ocuparía de Donovan y de sus sentimientos en conflicto sobre nosotros más tarde. ―De acuerdo ―dije―. Tú vigila a Warren y Violet. Haré que Finn me ayude con Tobias Dawson. Donovan asintió. Por alguna razón, mi corazón se sentía tan helado como la lluvia que caía a mi alrededor. Página No había nada más que decir. Esta noche no. Así que salí del auto. El detective no me miró mientras daba marcha atrás al vehículo, daba la vuelta y se iba. Me quedé allí y vi como se lo tragaban la niebla y la oscuridad. 184 ―Creo que es lo mejor. 23 Traducido por Mariandrys y Mari NC Justo había acabado de sacar un pastel de zarzamoras del horno alrededor del mediodía del día siguiente cuando escuché el sonido de llantas chirriando sobre la arena de afuera. Me dirigí hacia el frente de la sala de estar y miré por la rendija de una de las cortinas. Un Aston Martin plateado estaba agazapado en la entrada. Quité el seguro de la puerta principal, luego volví a la cocina. Un minuto más tarde, Finn metió su cabeza en la habitación. Como de costumbre, vestía un traje impecable, esta vez en un color gris carbón oscuro. Sus mejillas estaban sonrojadas por la siempre presente llovizna, y gotas de agua brillaban en su cabello castaño. Llevaba su computadora en un bolso negro de cuero impermeable. ―Al fin llegas. ―Arrojé una bandeja llena de panecillos de arándanos y naranjas en un plato blanco―. Ya puse a hacer café. Finn se sirvió una taza de la bebida de achicoria caliente. Bebió un par de sorbos, luego movió una canasta de panes de masa fermentada fuera del camino para colocar su computadora en la mesa de la cocina. ―Al parecer nadie tuvo sexo anoche. Me quedé mirándolo. Desconcertado, Finn lanzó sus brazos hacia afuera y señaló la cocina. Me había levantado temprano sin tener nada que hacer para matar el tiempo hasta que Finn llegase. Así que había comenzado a cocinar. Pero el mezclar, el revoltijo, y hornear no me habían relajado ni siquiera lo suficiente. Tal vez si hacía otra torta de medio kilo o de un kilo completo… Página Me atrapó. La situación con Donovan Caine no había sido resuelta como quise, y me ha afectado más de lo que me había dado cuenta. ¿Por qué no podía el detective solo aceptarme por lo que era? La moral. Siempre arruina todo. 185 ―Vamos. Veo un pastel de frutas, panecillos, panes, una torta de chocolate, y lo que asumo son conservas de fresas. Siempre cocinas más cuando estás molesta. ―¿Asumo que las cosas no terminaron con el buen detective en tu cama anoche? ―preguntó Finn en un tono intencionado. Además de tratarme como a una hermana, Finnegan Lane también tenía una tendencia fastidiosa de analizar mi vida sexual… y la de cualquier otra persona. ―No ―espeté―. El detective no pasó aquí la noche, aunque lo invité a ello. Finn sacudió su cabeza. ―Idiota. Ese hombre es un idiota. Pero no te sientas mal. Yo tampoco tuve sexo anoche. Levanté una ceja. ―¿Quieres decir que la noche no terminó contigo teniendo un trío con Violet Fox y Eva Grayson? ―Touché. Finn tomó otro sorbo de su café. Examinó los diferentes dulces que había horneado y se decidió por un panecillo de arándanos y naranja para comenzar. ―Espero que hayas hecho algo anoche además de coquetearle a esas dos chicas ―dije, sirviendo una generosa porción de pastel de zarzamoras en un tazón grande. ―Si te refieres a hurgar a través de páginas de información de Tobias Dawson, entonces sí, sí hice algo útil anoche, aunque fue una experiencia completamente reveladora. El hombre no tiene ni siquiera suficientes vicios para hacer las cosas interesantes. Todo lo que hace es mina de carbón y compra equipos para minas de carbón y busca más lugares para minas de carbón. ¿Mencioné las minas de carbón? ―Una o dos veces. ―Mis labios temblaron. No importa cuán mal me sienta, Finn siempre podía hacerme reír. Lo amaba por eso. Ni siquiera tuve que adivinar. ―A la tienda de campo de Warren T. Fox. Finn asintió. Página ―Pero estabas en lo correcto con respecto a los diamantes ―dijo Finn―. De acuerdo a las fotografías del celular que el detective tomó en la oficina de Dawson, el enano está planeando una gran expansión de sus actuales operaciones en minería. ¿Y adivina a dónde se dirige el nuevo pozo primario? 186 Usé mi magia de Hielo para helar una taza y crear algunos pequeños cubos de hielo, luego me serví un vaso de leche y comí mi pastel de frutas. No me molesté con el helado esta vez. Solo quería azúcar tibia, y mucha de ella. ―De hecho, nuestro buen amigo Tobias Dawson ya ha comenzado a apuntalar la mina, e incluso ya cruzó hacia la tierra de Warren. ―Eso explica todos los retumbos y pequeños terremotos que han escuchado y sentido. ―Tomé otro bocado del pastel. La cubierta de avena proporcionó un contraste duro y crujiente a la dulzura del sirope del relleno de zarzamoras. Mmm. Perfecto. ―Pero espera, hay más ―murmuró Finn―. Dawson puede que esté gastando su cerebro en minerías, pero actualmente no está consiguiendo mucho dinero de ello. ―¿Por qué no? Finn se encogió de hombros. ―Las razones de siempre. Los equipos cuestan más, el carbón está más difícil de conseguir, y queda menos de ello, lo que significa más horas de trabajo y más dinero invertido en sacarlo del suelo para comenzar. Dawson también fue demandado el año pasado. Hubo un derrumbe en una de sus otras minas en Virginia. Mató casi a una docena de hombres, e hirió a muchos más. A pesar de los intentos del enano en mantenerlo en secreto, el accidente llamó la atención de mucha prensa. Dawson tenía seguro, pero aun así tuvo que pagar alrededor de treinta millones a las familias. Silbé. ―Eso es poner una abolladura en la cartera de cualquiera. Finn terminó sus panecillos y alcanzó la cesta de panes. Le ofrecí un poco de mantequilla. ―Eso puso una abolladura aún más grande que cualquier otra en la cartera de Dawson. Barrió la mayor parte de su fortuna personal. Apenas logra legar a fin de mes estos días y tiene hipotecas hasta el copo de su sombrero. ―Entonces, no solo quiere los diamantes, los necesita. ―Como un borracho necesita el vino ―acordó Finn―. Pero espera, hay más. ¿Adivina quién es su prestamista principal? Otra conjetura fácil. ―Mab Monroe. Me encogí de hombros. ―Recordé ver el nombre de Dawson en el archivo que Fletcher reunió de Mab. Incluso si no lo hubiese hecho, no hubiera sido tan complejo. La mujer tiene sus manos metidas en todo en esta ciudad. Incluyendo en los bolsillos de Dawson, me imagino. Página ―Arruinas toda mi diversión. ¿Cómo lo supiste? 187 Finn hizo pucheros. ―Por supuesto que sí ―dijo Finn―. Mab ha estado dándole dinero en los últimos meses. Lo ha asentado como un negocio especulativo de riesgo. Lo observé. ―¿Especulativo de riesgo? Entonces ella sabe acerca de los diamantes. ―Probablemente ―musitó Finn―. Dawson debió haberle dicho sobre ellos, incluso tal vez le dio un par de muestras como un gesto de buena fe. ―Así que todo lo que Dawson tiene que hacer es deshacerse de los Fox, y destrozar toda la montaña en busca de diamantes. ―Le paga a sus acreedores, se convierte en solvente de nuevo, y se hace para sí y Mab Monroe una pila de dinero ―añadió Finn―. Estabas en lo correcto, Gin. Tobias Dawson no se va a detener hasta que la tierra de Warren Fox sea suya. No puede permitírselo. No con Mab Monroe respirándole en el cuello hasta conseguir algo que tenga valor. ―Tener conocimiento de los secretos sucios del enano está bien y perfecto, pero sabíamos que tendría que matarlo desde un principio ―dije―. Lo que quiero saber ahora es como lo consigo… y salirme con la mía después de ello. Finn embadurnó de mantequilla otro pan. ―He estado trabajando en eso también. Como dije antes, Dawson se desvive por sus negocios. La minería es su vida. ―Entonces lo mato en su casa o en la oficina de la mina. No es la gran cosa. Finn negó con la cabeza. ―Hice un poco más de investigación anoche. No recomendaría cualquiera de esas opciones. Dawson tiene una configuración de seguridad muy cerrada en casa. Un montón de guardias gigantes, y su casa se encuentra en una zona llana, remota. Te verían venir. Y después de que irrumpiste anoche, me imagino que ha duplicado los guardias en su oficina y la mina. Entrar sería difícil, salir sería un problema grave. Sobre todo si da pelea antes de que lo mates. Confiaba en el juicio de Finn tanto como había confiado en el de Fletcher. Si decía que la casa y la oficina estaban fuera, estaban fuera. ―Lo que significa que disparándole como francotirador a través del cristal no funcionará, y el enano es probablemente lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a un accidente de auto o incluso una bomba bajo el capó ―terminé. Página ―Dawson tiene un conductor que ha estado con él durante años. Lleva al enano a todas partes. Conduce esa grande camioneta que vimos en el Country Daze. Vidrio a prueba de balas, bolsas de aire, marco reforzado, todas las surtidas características de seguridad habituales. 188 ―¿Qué hay del camino hacia y desde el trabajo? ―Ya lo tienes. ―Entonces, ¿qué sugieres? ―le pregunté―. Porque el reloj no se detiene. Violet sólo puede quedarse con Eva Grayson, y Sophia y Jo-Jo sólo pueden vigilar a Warren en casa durante cierto tiempo. Tobias Dawson va a volver a la tienda a amenazar a los Fox de nuevo más pronto que tarde. El enano tiene que morir, Finn. Con prontitud. Finn sonrió. ―Pide y recibirás. Dawson no sale mucho, pero tiene previsto asistir a una fiesta, esta noche, de hecho. Poco tiempo de aviso, pero podía arreglármelas. Había tenido menos tiempo para hacer otros trabajos. ―Pero… ―Pero sólo hay un problema. No, eso no es cierto ―dijo Finn―. Hay varios problemas. Pero el más grande es este: ¿La fiesta? ¿Adivina dónde va a ser? ―No sé. ¿El club de campo Five Oaks, tal vez? Ahí es donde una gran cantidad de tipos de alta sociedad celebraban sus funciones. ―Nou-no. ―Finn negó con la cabeza―. Esta fiesta se va a celebrar en la casa de Mab Monroe, su propia finca personal. ―Mierda ―dije. Pero si allí es donde Tobias Dawson iba a estar, entonces ahí es donde tendría que hacer el trabajo, ya fuera si me gustara o no. Sólo esperaba estar a la altura. Página Me senté y comí mi pastel de arándano durante varios minutos. La casa de Mab Monroe era el último lugar en el que me gustaría irrumpir. La elemental de Fuego no tomaría demasiado bien que yo dejara tieso a alguien dentro de los confines de su propio hogar. Por no mencionar el hecho de que perjudicaría gravemente su propia seguridad y estatus en el mundo subterráneo de Ashland. Matar a alguien en la mansión de Mab era el tipo de cosa de la que la gente podría hablar durante años. Mab haría todo en su poder para descubrir quién mató al enano en su propio territorio. Quién tuvo la audacia de hurgarse la nariz ante la elemental de Fuego así. Solo tendría que mantener los desafíos a su base de poder a un mínimo. 189 ―Mierda, de hecho ―estuvo de acuerdo Finn. ―Dime lo demás ―dije. Finn cortó para sí un pedazo del pastel con chispas de chocolate de medio kilo. ―Oficialmente, la fiesta es una reunión de negocios. Mab invitó a todos sus socios de negocios, y a todos los demás con los que quiere hacer tratos en Ashland y más allá. Un montón de peces gordos se espera que asistan. La seguridad para entrar va a ser muy, muy estrecha. ―¿Y? ―pregunté―. Hemos irrumpido en un montón de fiestas antes. Seguramente, Jo-Jo puede introducirnos. Finn negó con la cabeza. ―Ya la llamé y le pregunté. Sabes que ella no puede soportar a Mab. Jo-Jo declinó la invitación hace dos semanas. No puedes utilizar su invitación ahora y matar a Tobias Dawson. ―Debido a que parecerá demasiado sospechoso y apuntaría a Mab en la dirección de Jo-Jo ―terminé su pensamiento―. Está bien, así que, ¿cómo lo hacemos? Tiene que haber alguna manera de entrar en la mansión de Mab para que pueda estar cerca de Dawson. Finn dudó. ―Bueno, hay algo, pero probablemente no va a gustarte. ―Escúpelo. Me miró fijamente. ―En primer lugar, tienes que darte cuenta que no es suficiente para ti simplemente entrar en la fiesta. No puedes entrar en la mansión de Mab Monroe como tú, Gin Blanco. Jonah McAllister está en la lista de invitados. Él te identificaría en un minuto. ―Entonces usaré un disfraz. No es como si no lo haya hecho antes. Finn engulló su pastel y cortó otro trozo. ―Es cierto, y tengo una idea sobre eso. Como parte de las festividades de la noche, Mab ha hecho arreglos para una gran variedad de… entretenimientos para sus huéspedes. Finn se aclaró la garganta. ―Prostitución. Hombres y mujeres. Humanos, gigantes, vampiros, enanos. Sus invitados escogen a quien les gusta, hacen lo que quieran, y ella paga la factura por todo el asunto. Página ―¿Qué clase de entretenimientos? 190 Mis ojos grises se estrecharon. ―Así que me estás diciendo que la mejor manera, la única manera, para entrar en esta fiesta es que pretenda ser una prostituta, llamar la atención de Tobias Dawson, conseguir que estemos solos, y terminar con él antes de que él termine conmigo. Por así decirlo. Finn hizo una mueca. ―Más o menos. Lo siento, Gin. Sé que no es lo ideal, jugársela en si o no puedes atraer a Dawson. Pero creo que esta es nuestra mejor oportunidad con él. Me serví un poco más de pastel de arándanos y pensé en las cosas. Como una asesina, como la Araña, había jugado una variedad de papeles en los últimos años. Camareras, mucamas de hotel, músicos, incluso un policía una vez o dos. Vestida con pelucas, maquillaje, poca ropa, y mucho más, todo en nombre de hacer el trabajo. Así que no estaba preocupada de poder lograr ser una prostituta. Lo que me preocupaba era el hecho de que tenía que hacer eso, arrullar a Tobias Dawson, y alejarme después, todo en la corte de Mab Monroe. Aun así, Finn tenía razón. Este era probablemente mi mejor tiro rápido a Dawson, y el enano tenía que morir ahora. ―Muy bien ―dije―. Entonces voy a ir como una puta. Finn asintió. ―Eso es realmente donde se pone un poco más fácil. ―¿Por qué? Él sonrió. ―Porque resulta que soy muy buen amigo de quien actúa como la suministradora de entretenimiento de la noche: Roslyn Phillips. Página Roslyn Phillips no solo manejaba Northern Aggression, la discoteca más decadente en Ashland, la vampiro solía ser una puta ella misma. Había trabajado en las calles de Southtown durante años antes de que hubiera ahorrado suficiente dinero para ascender hacia la administración y abrir su propio antro de ginebra. Todos los vampiros necesitaban sangre para sobrevivir, por supuesto, pero muchos de ellos también se alimentaban a través de sexo, que es por eso que muchos de ellos trabajaban como prostitutas. Además, los vampiros podían vivir mucho tiempo, y la prostitución, bueno, era una habilidad que nunca pasaría de moda o demanda. Los vampiros necesitaban dinero en efectivo al igual que el resto de nosotros. 191 Primero, Donovan había mencionado su nombre anoche, y ahora Finn esta mañana. Yo no había pensado en la vampiro en semanas, pero allí estaba ella, apareciendo por todo el lugar, incluso si no se daba cuenta. Incluso si no me gustaba el hecho de cuán cerca estábamos unidas. Roslyn Phillips era la mejor de las mejores. Podía hacer cosas a los hombres y mujeres que ni siquiera habían soñado, y le había enseñado a su personal la mayoría de sus trucos. Pero más importante que eso, la vampiro me debía por haber matado a su abusivo cuñado y por no decirle a Finn cómo sus labios sueltos habían llevado inadvertidamente a la muerte de Fletcher. Así que Roslyn iba a tener que hacerme frente otra vez, le gustara o no. Raspé hasta lo último de mi cálido pastel, y luego empujé mi plato a un lado. ―Bueno, entonces, supongo que es el momento de pagarle a Roslyn una visita amistosa. Finn sonrió. Él y Roslyn habían sido amigos especiales durante años. Es decir, que a menudo se reunían para la cena, bebidas, y una noche de sexo caliente y sudoroso cuando no estaban viendo a otras personas. A veces, incluso si lo estaban. Página 192 ―Oh, bueno. ―Finn arrastró las palabras―. Un viaje de campo. 24 Traducido por Jenn Cassie Grey y Dianna K Era un poco después de la una cuando se estacionó en el estacionamiento de Northern Aggression, que estaba ubicado en Northtown, como correspondía a su nombre. Para las ocho de la noche de hoy, carros de últimos modelos y marcas llenarían el estacionamiento, y una larga línea de impacientes hombres y mujeres estarían esperando para entrar y satisfacer sus desesperados deseos. Pero en esta tarde de noviembre, el club se veía como un almacén anónimo. Una gran, caja gris de metal que encontrarías en cualquier parque industrial de Ashland, excepto por la enorme runa sobre la puerta. Una luz de neón en forma de corazón con una flecha atravesada estaba colocada sobre la entrada del club, marcándolo como algo fuera de lo ordinario. El corazón atravesado era la runa personal de Roslyn Phillips y el símbolo de su club. De visitas previas, sabía que el signo sería de un destellante rojo, entonces amarillo, después naranja cuando estaba encendido. Pero justo ahora, era solo un montón de metal y vidrio colgando sobre la puerta. ―El lugar se ve desierto. ¿Estás seguro que Roslyn está aquí? ―pregunté―. Pensé que se quedaba en casa durante el día y cuidaba a su sobrina, Catherine. Finn se encogió de hombros. ―No hoy. Dijo que estaba aquí buscando sus libros porque va a cerrar al final del mes. No está esperando. ―Maravilloso ―murmuré. Sus ojos oscuros parpadearon sobre Finn, después sobre mí, entonces se movieron de regreso a Finn. Página La puerta del frente estaba cerrada, así que Finn le dio unos golpes. Sus nudillos hicieron un sonido hueco y sonoro en la puerta de hierro reforzado. Unos cuantos segundos más tarde, algo sonó, como una barra de seguridad siendo corrida detrás, y la puerta se abrió. Xavier, el gorila principal del club, asomó su cabeza. El gigante se veía incluso más alto, ancho y fuerte en la débil luz del sol de la tarde de lo que había parecido en el Pork Pit cuando había arrestado a Jake McAllister un par de noches atrás. 193 Salimos del auto y nos dirigimos hacia la entrada. Finn sabía exactamente qué estaba esperando. Le sonrió y extendió su mano. Xavier la sacudió y palmeó la ofrecida nota con sorprendente gracia para alguien cuyas manos eran tan grande como un melón. El gigante sonrió. ―Siempre es un placer verte, Finn. Entren. Finn y yo entramos, y Xavier cerró y bloqueó la puerta detrás de nosotros. ―Sabes que te he visto cuidando la puerta aquí ―dije―. Pero no me di cuenta que trabajabas para el departamento de policía hasta que apareciste en el Pork Pit para limpiar el pequeño desastre de la otra noche. ¿No deberías estar fuera arrestando a los que incumplen la ley? La sonrisa de Xavier se amplió. ―Ah, la cosa del policía solo es un pasatiempo de medio tiempo. Aparte, ¿por qué saldría cuando todos estarán viniendo aquí en la noche? ―Buen punto. Xavier tomó un par de cajas de madera que habían estado apiladas en la puerta principal, y el tink-tink de los vasos de cristal dentro atrapó mi atención. Se veía como una entrega de licor de alguna clase. El gigante alzó su carga y se dirigió más dentro del club. Finn y yo lo seguimos. La parte de afuera de Northern Aggression podría ser una cascara sin chiste, pero por dentro tenía una personalidad distintiva, incluso a mediodía. Las pocas luces del techo que estaban prendidas destacaron las trituradas pesadas cortinas de terciopelo rojo, que cubrían las paredes. El suelo era de un bambú elástico maravilloso que amortiguó nuestros pies, pero nuestros pasos todavía resonaban en el edificio vacío. Cruzamos la pista de baile, y Xavier giró a la derecha hacia el largo bar hecho completamente por un elemental del Hielo. ―Tengo que tener estos desempacados. Roslyn está esperando por ustedes chicos en su oficina. Sabes el camino, Finn. Finn enderezó su corbata. Página Xavier puso sus cajas de licor en el bar y le hizo señas a Finn y a mí para que nos fuéramos sin él. 194 La estructura era de casi treinta metros de largo y más como una elaborada escultura que un mueble. El bar, por supuesto, había sido creado por el elemental de Hielo quien trabajaba como el barman del club, y había usado lo suficiente de su magia para asegurarse que su creación no se derritiera antes de que su turno comenzara esta noche. Podía sentir la fría caricia del poder a mitad del club. Mi propia magia de Hielo, débil y perezosa como era, se tensó en respuesta. ―Por supuesto que lo sé. Se dirigió a la parte trasera del club y abrió una puerta discretamente envuelta en el esponjoso terciopelo que cubría las paredes. Mostró un pequeño corredor que corría en ambas direcciones antes de ramificarse en ambos extremos. Finn giró a la izquierda y ambos zigzagueamos a través de series de pasillos antes de detenerse en una puerta cerrada. Finn golpeó en ella. ―Adelante ―dijo una voz apagada. Finn abrió la puerta, y entramos a una oficina. Roslyn Phillips se sentaba detrás de un amplio escritorio enorme que habría hecho ver incluso a Xavier pequeño en comparación. Una variedad de papeles blancos y rosas descansaban desordenadamente en la superficie frente a ella, junto con lo que se veía como un viejo libro grande pasado de moda. Una computadora funcionaba a un lado de su codo, mientras una luz roja parpadeaba en su teléfono. La forma de un corazón con lo que parecía una flecha era la forma de sus auriculares. El teléfono combinaba con la forma de la runa del reloj en la pared trasera. Finn abrió sus manos ampliamente. Una encantadora sonrisa apareció en su cara. ―Roslyn, querida, que bueno que me veas en tan poco tiempo. Una respuesta en forma de sonrisa curvó los labios de Roslyn, mostrando sus perfectamente blancos colmillo. ―A mí también, Finn. Página Desde que el club no estaba abierto para negocios todavía, Roslyn estaba vestida en estrechos jeans, y una camisa de botones. Pero el simple atuendo seguía mostrando su figura a su completo potencial. Pechos verticales, exuberantes caderas, delgado estómago, muslos torneados, justo la correcta cantidad de curva en su trasero. Roslyn era como la versión femenina de David, solo que mucho más follable. La vampiro era de las que usaban el sexo para tener poder, junto con sangre, y se la pasaba años, décadas incluso, 195 La vampiro se levantó detrás de su escritorio. Decir que Roslyn Phillips era una mujer atractiva sería decir que Sherman solamente prendió unas cuantas fogatas en Atlanta, una completa atenuación. Sus ojos y su piel perfecta eran de un rico caramelo, y su cabello negro cortado en capas resaltaba el borde de su fuerte mandíbula. Lentes plateados colgaban al final de la punta de su nariz e hicieron que sus ojos parecieran más largos y más expresivos. La vampiro tenía la clase de cara que te hacía preguntarte dos veces si una perfección simétrica era posible. En ella, lo era. aprendiendo cómo trabajar con lo que se le había dado para tener la ventaja completa. Roslyn caminó alrededor de escritorio, y Finn presionó un casto beso en su mejilla, una vez más jugando la parte del caballero del sur. La vampiro se echó hacia atrás, y sus ojos oscuros aterrizaron en mí. ―Y trajiste a Gin junto contigo ―dijo en un tono neutral. ―Hola Roslyn ―contesté―. Es encantador verte también. La sonrisa de Roslyn se volvió una mueca. Ella no había olvidado nuestro último encuentro en el funeral de Fletcher. Aquel donde le dije a la vampiro que sabía que había hablado sobre Fletcher, Finn y yo, sobre lo que hacíamos. Que sus susurros bien intencionados habían conducido a Alexis James a Fletcher en el Pork Pit y había resultado con el hombre siendo asesinado. ―¿Qué necesitan? ―preguntó en un tono bajo, aún mirándome. Necesitar, no querer. Roslyn Phillips parecía estar tomándose en serio nuestra conversación. Había accedido a no matar a la vampiro o decirle a Finn lo que había hecho, y decirle sin rodeos que nos daría a mí y a Finn lo que necesitáramos mientras lo viera conveniente. Desde que no era una persona que perdonara, eso iba a ser durante un largo tiempo. Comenzando justo ahora. ―Ah, Roslyn, me hieres ―dijo Finn―. ¿Qué te hace pensar que necesitamos algo? Tal vez solo quería pasar y empaparme en tu belleza. La vampiro resopló. ―Detén la mierda, Finn. Si hubieras venido tú solo, probablemente habría pretendido comprar esa vieja línea. Pero trajiste a Gin contigo. Dudo que ella esté interesada en mi belleza. ―Lo siento, Roslyn ―dije―. No bateo de ese lado. La vampiro se encogió de hombros, y giró sus ojos a Finn. ―Así que pregunto de nuevo, ¿qué necesitan? Finn abrió su boca, probablemente para hablarle dulcemente a Roslyn un poco más, pero lo corté. No teníamos mucho tiempo que desperdiciar. Necesitábamos obtener lo que queríamos de Roslyn y continuar con las cosas. ―¿Quieres colarte en la fiesta de Mab? ¿Por qué? Miré a la vampiro, debatiendo qué debía de contarle. Mientras menos Roslyn supiera, mejor. Pero después de nuestra última conversación, no tenía Página Los ojos de Roslyn se ampliaron un segundo antes de enmascarar su sorpresa. 196 ―Necesito colarme en la fiesta de Mab Monroe esta noche ―dije. dudas de que la vampiro mantendría su boca cerrada esta vez. Sabía lo que le haría si no lo hacía. ―Necesito acercarme a alguien. Roslyn frunció su ceño entendiendo. ―¿Quién? ―Tobias Dawson. La vampiro palideció con disgusto, pero no pregunto por qué estaba interesada en el enano. Engancharte en la parte sur de la ciudad por unas cuantas décadas era una gran forma de frenar tu curiosidad. En las malvadas calles del sur, hacías cosas sin preguntar las razones o pensar demasiado sobre las consecuencias. Aparte, Roslyn sabía que el porqué realmente no importaba, ya que la única razón por la que yo me acercaría a alguien como Dawson era para matarlo. Roslyn cruzó sus brazos sobre su pecho. Su pie giró de un lado a otro y golpeteó sobre la mullida alfombra. Después de un momento de callada introspección, compresión parpadeó en sus ojos oscuros. ―Quieres entrar como una de mis chicas. Es por eso que estás aquí. Asentí. Roslyn me miró, y dejé que la frialdad se mostrara en mis ojos grises. Respetaba a la vampiro por lo que había logrado, por ser inteligente y comprensiva para escalar camino arriba desde puta callejera a una adinerada empresaria. Y admiraba especialmente la feroz devoción de Roslyn a su hermana y sobrina, su determinación para proporcionar una vida mejor para ellas. Pero eso no significaba que iba a dejar que la vampiro renegara de nuestro trato. Fletcher Lane estaba muerto, en parte debido a ella. Ella me debía hasta que yo dijera lo contrario. ―Muy bien ―dijo Roslyn en voz baja―. Te ayudaré, Gin. ―Gracias. ―Podría estar torciendo el brazo de Roslyn al punto de ruptura, pero no había necesidad de ser ingrata al respecto. Página ―Sígueme. 197 La vampiro asintió con la cabeza. Roslyn nos llevó fuera de su oficina. El laberinto de pasillos serpenteaba todo el camino alrededor del perímetro interior de Northern Aggression, formando una serie de pasillos, mirillas, y discretas puertas que permitían a Roslyn, sus prostitutas, y los gorilas gigantes que las protegían tener acceso a toda la discoteca sin tener que pasar a través de la multitud bebiendo, fumando, inhalando o follando en la planta principal. Tras una serie de idas y vueltas, Roslyn abrió una puerta marcada como Suministros y entró. Finn y yo la seguimos. Finn se detuvo en seco, y una amplia sonrisa se extendió por su cara. ―Creo que he muerto e ido al cielo. Solté un bufido. ―Sí, el cielo de las prostitutas. El cuarto no estaba lleno de lo que yo considero suministros, pero por otra parte, yo no estaba en el negocio de los clubs. Estantes y estantes de ropa acaparaban una buena parte de la habitación, junto con un par de filas de armarios metálicos y varias mesas de vanidad repletas de maquillaje, spray para el cabello, y docenas de cajas de condones, lubricantes femeninos y aceites corporales variados. Roslyn sacó un sujetapapeles y una pluma de la pared junto a un perchero. Posó su cadera en una de las mesas de maquillaje y me señaló con la pluma. ―Desvístete ―ordenó. ―¿Por qué? Roslyn me perforó con una mirada dura. ―Porque si vas a pasar por una de mis chicas, entonces absolutamente vas a lucir de acuerdo al papel. No voy a enviar mercancía de mala calidad, y menos a una de las fiestas de Mab Monroe. ―La ropa interior también ―gruñó Roslyn―. Tengo que ver todo. Miré a Finn e hice un círculo con el dedo, sugiriendo que se dé la vuelta. ―Vamos, Gin. No es como si no hubiera visto todo antes ―protestó Finn. Roslyn comenzó: Página Tuve un poco más de cuidado con mi camiseta de manga larga, asegurándome de que Roslyn no viera los dos cuchillos que había escondido en las mangas o el que me había escondido en contra de la parte baja de mi espalda. Un minuto más tarde, me paré en mi sujetador y bragas. El piso de concreto se sentía como hielo contra mis pies descalzos. 198 Tuve que aplaudir la dedicación de Roslyn a su oficio, al menos. Así que me quité las botas y calcetines, quité mis vaqueros, y mi chaqueta de lana. ―No me digan que los dos… ―Sí, lo hicimos ―dije―. Cuando éramos niños. Antes de saber. Ahora date la vuelta, Finn. Finn rodó los ojos, pero dio la espalda y se acercó a los bastidores de ropa, la mayoría era o mechones transparentes de encaje y satén o ajustadas piezas de cuero. Roslyn agarró una cinta métrica de una de las mesas y la envolvió alrededor de varias partes de mi cuerpo. Me quedé allí y la dejé trabajar. La vampiro me miró con todo el interés que un carnicero le daría a una vaca. Pararme allí desnuda no era la cosa más cómoda que había hecho, pero sabía que Roslyn había visto mejores cuerpos que el mío en su tiempo. Demonios, ella tenía uno. Así que decidí centrarme en asuntos más importantes. ―De acuerdo con la información que Finn encontró, algunas de tus chicas han tenido tratos con Tobias Dawson antes ―le dije―. ¿Qué le gusta? ―¿Por qué lo preguntas? Me encogí de hombros. ―Tengo que llamar su atención esta noche. No se puede lastimar llenar el plato a mi favor. Roslyn anotó otra medida en su portapapeles. ―¿Alguna vez has visto a Tobias Dawson? ―Una vez. ―Entonces sabes sobre su fetiche de vaquero ―dijo Roslyn. ―¿Te refieres a las botas cursis de piel de serpiente y el sombrero que es casi tan alto como él? La vampiro asintió. ―Dawson no sólo se viste como un vaquero, sino que actúa como uno también, sobre todo en la cama. Le gustan las reinas de belleza de Texas. Gran cabello rubio, grandes ojos azules, grandes tetas, culos apretados, mucho maquillaje. De lo cual lo único que tienes en realidad es un culo apretado ―Gracias ―dije en un tono irónico. Asentí. ―Lo hice. Página ―Sólo señalando los hechos. Has venido aquí por mi opinión profesional, después de todo. 199 Roslyn enarcó las cejas. ―A Dawson le gusta tomar la iniciativa. Acorde con el personaje de vaquero, le gusta una mujer que atrape su mirada, y entonces él hace lo mejor para atarla. ―¿Literal o figurativamente? Roslyn se me quedó mirando. ―Ambas. Una de mis chicas tenía quemaduras de cuerda una semana después de hacerle una visita. Archivé la información. ―¿Qué más? ―También le gusta llevar chaparreras, sombrero de vaquero y botas cuando folla. ―Suena como un hijo de puta perverso para mí ―dijo Finn. La vampiro se acercó a un estante diferente de ropa del que Finn había estado mirando. ―Por desgracia, no es tan perverso como algunos que he visto y hecho. Roslyn revisó la ropa por un momento antes de volverse hacia mí. ―Supongo que querrás algo con un poco de cobertura. Donde puedas esconder ciertos… ¿suministros? Armas, en otras palabras. ―Sí. Mayor cobertura, mejor. Me gusta estar preparada. Roslyn asintió. ―¿Cualquier color particular que preferirías? ―Negro. ―Impactante ―murmuró ella. Después de unos minutos, Roslyn sacó un sujetador pushup negro y un transparente conjunto de ropa interior a juego de rejilla. Me los extendió. Roslyn también sacó un vestido de cóctel negro de la masa de ropa y me lo entregó. Me metí en la tela. El vestido era de manga larga con un escote corazón y un corsé como parte superior. Gracias al sujetador, mi escote se hinchó a cada lado de la tela. La falda era una masa de crinolina negra con pequeñas Página Hice lo que me pidió. Las prendas se adaptaban a la perfección, y el sostén empujaba mis pequeños pechos a nuevas alturas, que desafiaban la gravedad. Finn dejó escapar un silbido de apreciación. Atraje mi dedo a mi garganta, lo que mostraba exactamente qué sucedería si no se callaba. Finn simplemente me sonrió. 200 ―Póntelos. lentejuelas cosidas en ella. La prenda se detenía justo por encima de mis rodillas. ―¿Cómo está eso? ―preguntó Roslyn. Me miré en un espejo sobre una de las mesas de vanidad. Las mangas eran lo suficientemente floja como para que llevara mis cuchillos, y pudiera atar un par más a mis muslos por debajo de la falda ondulante. ―Perfecto. Roslyn asintió, como si no hubiera esperado nada más, y se pavoneó hacia una de las mesas de vanidad. Me dio una caja que decía Contactos, azul cielo, y una larga peluca, rizada y rubia con flequillo molesto. ―Con la peluca, los contactos y el maquillaje suficiente, serás la chica de los sueños de Dawson. Supongo que puedes hacer tu propio maquillaje. ―Creo que puedo manejarlo. Roslyn ignoró mi sarcasmo. Abrió un cajón en una de las mesas de tocador, sacó un sobre y me lo entregó. Un resplandor solar hizo que la lámina de oro brillara en la inmóvil crema. La runa de fuego, el símbolo personal de Mab Monroe. ―Esa es una de las invitaciones para esta noche ―dijo Roslyn―. Necesitarás esto también. Alcanzó de nuevo el cajón y sacó una gargantilla de terciopelo negro. Una runa colgaba de la mitad de la ancha banda, un corazón de plata con una flecha a través de ella. El símbolo de Northern Agression. La runa que me marcaría como una de las chicas de Roslyn Phillips y parte de entretenimiento de la noche. Tomé la gargantilla de ella y froté mi pulgar sobre la runa. El metal se sentía frío bajo mis dedos. ―Gracias, Roslyn, por tu ayuda. Asentí. No podía culpar a la vampiro por cubrirse. Si las cosas iban mal, y podrían, Tobias Dawson y Mab Monroe probablemente vendrían a llamar a la puerta de Roslyn, exigiendo saber por qué había estado usando uno de los Página ―No son necesarias las gracias, ¿recuerdas? Te debo. Pero cuando las otras chicas vengan a prepararse para esta noche, vamos a reportar esa invitación, collar, traje y peluca como robados. Xavier tomará el informe. Por supuesto, él estará ocupado trabajando en la puerta esta noche, así que no va a llamar para decirme al respecto o incluso convertirse en la policía durante un par de horas. Eso te dará tiempo de sobra para hacer lo que estás pensando en hacer. 201 Ella me miró fijamente. collares de runa de vampiro y cómo habían tomado una de las invitaciones de las putas a la fiesta. De esta manera, Roslyn tenía una salida. ―Y hazme otro favor ―dijo la vampiro, sus ojos oscuros serios detrás de sus gafas plateadas ―¿Qué? ―Lo que sea que le vayas a hacer a Dawson esta noche, que no te atrapen ―dijo Roslyn―. No quiero tener que lidiar con el bastardo honky-tonk más de lo que ya tengo. Le di una sonrisa fría. Página 202 ―No te preocupes. Si me atrapan, Tobias Dawson va a tener mucha diversión conmigo para siquiera pensar en molestarte. 25 Traducido por Adaly y Dianna K A las ocho en punto esa tarde, mi taxi se detuvo en el camino largo, que serpenteaba y que conducía a la mansión de Mab Monroe. Dada su condición de ciudadanas más rica y más mortal en la ciudad, Mab Monroe vivía en la casa más grande y más impresionante en Ashland. La estructura de piedra gris se disparaba quince pisos en el aire, haciéndola más alta que algunos de los rascacielos del centro. La mansión tenía tres alas de igual tamaño formando una amplia w boca abajo. Ventanas altas y delgadas afrontaban cada planta, junto con balcones almenados. Una valla de piedra de cuatro metros de alto rodeaba a la mansión, la cual fue establecida a más de kilómetro y medio de la carretera principal. De la investigación que Fletcher Lane había hecho en los últimos años, sabía que los extensas y cuidadas tierras incluían varios jardines, tres invernaderos, un aviario, un campo de golf, bosques leñosos, y un pequeño lago. Junto con patrullas gigantes, perros guardianes, diversos alambres trampa mágicos, y algunas que otras sorpresas desagradables. Mis ojos grises se arrastraron hacia la seguridad. Cinco guardias gigantes vagaban a través de la línea de limosinas, abriendo puertas, ayudando a las personas a salir de sus vehículos, dirigiendo el tráfico, y asegurándose de que los conductores que esperaban no se estaban metiendo en muchos problemas por beber o fumar a escondidas. Dos guardias gigantes más de pie junto a las Página El conductor cayó en el flujo de tráfico a través de las puertas de hierro forjado abiertas que designaban la entrada a la finca de Mab Monroe. El taxi amarillo parecía fuera de lugar entre todas las limosinas que se arrastraban por el camino lleno de curvas como escarabajos negros y gordos. Le tomó veinte minutos al conductor para maniobrar hasta el final y detenerse en la entrada principal. 203 Una luz destacó una pancarta roja sobre uno de los balcones en el ala central de la mansión. La enorme pieza de pesada tela presentaba una runa hecha en dorado brillante, un círculo rodeado por varias docenas de rizos, rayos ondulados. Un estallido solar. El símbolo del fuego. La runa personal de Mab Monroe. La misma que en la invitación en mi bolso. puertas dobles que conducían a la mansión, flanqueaban a un ser humano más pequeño sosteniendo un portapapeles. ―Serán veinte dólares ―gruñó el conductor. ―¿Veinte dólares? Solo me llevaste tres kilómetros. Más temprano esta tarde, había tenido la precaución de estacionar un auto al lado de la carretera justo más allá de la finca de Mab Monroe. Un viejo, maltratado vehículo desechable con registro falso y placas falsas. Había puesto una bolsa blanca de basura en la ventana, dejado el capo levantado, y dispersado algunas herramientas por el lado de la carretera. Todo pensado para que luciera como que el auto se había averiado y que alguien iba a regresar por él. El auto era mi póliza de seguro, en caso de que necesitara hacer una escapada más rápida de la que tenía en mente. Una vez que puse el auto en donde quería, había caminado hacia el café anónimo más cercano y llamé a un taxi para que me trajera aquí. ―Veinte dólares ―dijo de nuevo el conductor. Como no quería que me recordara, dejé de discutir, le pagué, salí y caminé hacia las escaleras que conducían a la entrada principal de la mansión. Podía escucharlo, por supuesto. Con quince pisos de solida piedra apilada avecinándose por encima de mí, tendría que ser sorda para no oírlo. La piedra susurraba poder y dinero, de la forma que siempre había pensado que sería. Pero también había otras vibraciones en ella. Fuego, calor, muerte, destrucción. Pero tal vez lo más inquietante era un toque de locura que encantaba como un pájaro llorando a través de la piedra sólida, como si la piedra hubiera sido de alguna manera torturada hasta que se rompió. Los murmullos se hicieron más fuertes, más duros cuanto más me acercaba a la mansión, hasta que todo lo que podía escuchar era a las piedras gritar sus lamentos. Apreté los dientes y bloqueé el ruido del dolor insoportable de las piedras. Mi única preocupación era Tobias Dawson, acercarme lo suficiente para matarlo, y alejarme después. No la locura que impregnaba los cimientos de la mansión de Mab Monroe, o por qué me dieron ganas de herir gravemente a la elemental de Fuego. Señalé a la gargantilla de terciopelo negro alrededor de mi garganta, la que tiene la runa del corazón y la flecha en ella. ―Creo que esta es toda la invitación que necesito, cielo. Pero aquí también está la copia en papel. ―Le di una sonrisa encantadora y le entregué la invitación grabada que Roslyn Phillips me había dado. Página ―¿Invitación? ―preguntó el hombre con el portapapeles. 204 Subí las escaleras y me detuve enfrente de las puertas dobles. El hombre se quedó mirando la runa del corazón y la flecha un momento; entonces sus ojos recorrieron el resto de mi cuerpo. Detrás de mí, los dos gigantes también me miraron de reojo. Parecía que Tobias Dawson no era el único aquí esta noche con una cosa por las rubias pechugonas. El hombre con el portapapeles quitó su atención de mis tetas y comprobó el nombre en la invitación. ―¿Supongo que sabe las reglas para esta noche, Candy? Asentí. ―Sí, cariño, sé cómo comportarme. Soy una profesional. Antes de que Finn y yo saliéramos del club nocturno, Roslyn me había dado una lista de reglas que Mab Monroe le había enviado para los chicos y chicas de fiesta. Básicamente, las prostitutas de Roslyn tenían que estar disponibles en cualquier momento durante el transcurso de la noche y hacer cualquier cosa, cualquiera cosa… que los invitados de Mab querían. Aquellos chicos y chicas que se fueran a casa con uno de los invitados de Mab por la noche serían generosamente recompensados después del hecho. Todas las facturas pendientes, hospital y otra cosa, serían pagados en su totalidad por Mab. El hombre con el portapapeles señaló con el pulgar encima de su hombro. ―Ve, entra. Uno de los gigantes me pellizco el trasero mientras pasaba caminado. Aunque no quería nada más que tocar uno de mis cuchillos de plata y cortar su garganta por poner sus manos en mí, profundice mi sonrisa. ―Vamos, vamos. ―Moví mi dedo hacia él―. Estoy aquí por los invitados, cariño. No para la ayuda contratada. Su rostro enrojeció ante mi insulto. El gigante dio un paso adelante, pero el otro le puso una mano restrictiva en el hombro. El grito demencial de las piedras se apoderó de mí una vez más, tan alto que la cicatriz de la runa araña en mis manos picaba por el sonido del mismo. Pero apreté los dientes y empujé el ruido lejos, enterrándolo tan profundo que no era más que un murmullo en mi cabeza. Necesitaba concentrarme en mi Página El gigante palideció. Evidentemente, lo que Mab Monroe le había hecho a Stevenson había hecho mella en el resto de sus guardias. El gigante me lanzó una mirada amarga, pero dio un paso atrás. Le guiñé un ojo y me dirigí al interior de la mansión. 205 ―Tiene razón ―retumbó el segundo hombre―. Mab estará molesta si la tocas. ¿Recuerdas lo que le hico a Stevenson la última vez? ¿Quieres eso para ti? misión, no preguntar qué había hecho Mab Monroe en su propia casa para que sonara así. Un pasillo que era por lo menos de tres metros de ancho atravesaba por el centro de la enorme mansión. A pesar de la hora relativamente temprana, la fiesta estaba en su apogeo. El trino de la risa y el murmullo de la conversación resonaba por toda la casa, bajo y suave, como cigarras ocultas murmurando en la hierba alta en el verano. Ayudó a ahogar los gritos demenciales de las piedras. Durante mis años como una asesina, había conseguido estar cerca de un montón de gente rica, poderosa, influyente. Como una regla general, cuanto más rica la persona, más tacaño era con su dinero. Finnegan Lane estaba de acuerdo con mi observación. A menudo me advirtió con cuentos sobre sus clientes vampiros multimillonarios quienes compraban cajas de pasta de dientes sin marca en el más cercano SellEverything para que pudieran ahorrar unos míseros cinco centavos por tubo. Pero no Mab Monroe. La elemental de Fuego no había estimado en nada en su mansión. Ni una cosa. Mármol blanco recubría los pisos como barniz brillante, mientras que hojas de oro y bronce brillaban en los adornados techos tipo catedral a tres metros sobre mi cabeza. Genuinas lámparas Tiffany flanqueaban el pasillo como soldados, los focos ocultos enviando rocíos de colores a través de sus cortinas de tono cristal. Algunas luces brillaban en las distintas habitaciones que bifurcan el pasillo, iluminando delicados muebles antiguos de diversas épocas. Página Seguí caminando, pasando a decenas de personas. Seda, satén, terciopelo arrugado. Todo el mundo lucía su mejor vestido de noche o esmoquin. Nada menos harías por una de las fiestas de Mab Monroe. Además de la piedra de la mansión, también podía oír los susurros de las piedras preciosas que los hombres y mujeres llevaban en sus cuellos, muñecas, dedos, e incluso los dedos de los pies. Belleza, elegancia, fuego. Pero incluso la vibración del más grande diamante palidecía en comparación con la claridad del canto del que había visto en la caja fuerte de Tobias Dawson. 206 Todo en la casa era de buen gusto y costoso, susurrando casual elegancia que parecía sin esfuerzo, a pesar de que había costado un ojo de la cara. Podría haber sido momentáneamente deslumbrado por ello, si la gritona piedra de la mansión no me hubiera dicho exactamente cómo Mab había conseguido el dinero para pagar por todas estas galas, y todas las cosas desagradables que había hecho aquí desde entonces. Oh, sí, el enano podía hacer un poco de fortuna explotando la minería y vendiendo los diamantes en el terreno de Warren Fox para esta presuntosa multitud. Reconocí a más de uno de los rostros que pasé. Algunos, para los que había hecho trabajos. Con otros, había asesinado padres, hermanos, hermanas, o socios por cualquier razón. Algunos eran aduladores de Mab, sus leales súbditos. Otros habrían sido felices de escupir sobre su cadáver, bailar una giga en su tumba, y luego dedicarse a tratar de tomar el lugar de la elemental de Fuego como la abeja reina de Ashland. No hablé con nadie, pero los hombres y mujeres me miraron cuando pasé. Sus ojos se pegaron a la runa plateada alrededor de mi garganta, y luego se deslizaron por mi cuerpo, como si pensaran que fuera un corte de carne que estaban pensando en conseguir de la carnicería. Según Finn, parecía una muñeca Barbie real, follable y viva, gracias a la ropa de Roslyn y la larga peluca rubia. Apenas me había reconocido cuando me miré en el espejo antes. Pero no encontré la mirada de nadie y seguí caminando como si no me hubiera dado cuenta que había alguien más en la mansión en absoluto. No estaba aquí para atraer su atención. Tobias Dawson era mi objetivo, y no tenía intención de ser desviada o tener propuestas por nadie más. El pasillo principal llevaba a un gran salón de baile. Aunque grande en realidad no era la palabra correcta para el enorme espacio, que servía como la unión de las tres alas de la mansión. Contaba con un piso de parquet de oro, azulejos aquí y allá con mármol, granito, y láminas de bronce martillado. Lámparas colgaban del techo. Algunos brillaban con rubíes y diamantes. Otras ardían con granates y topacios. Una escalera que tenía varios metros de ancho se extendía en el extremo opuesto de la sala de baile, su prístina alfombra escarlata se extendía hasta el segundo piso y más allá. A pesar de la rica complejidad en exhibición, me di cuenta de otras cosas, cosas que no eran tan bonitas cuando aparecían a primera vista. Como los gigantes circulando por todo el salón de baile. Página Bonito y refinado con sonrisas falsas que extendían sus pintados rostros de plástico hasta el punto de ruptura. Pero miré más allá de la elegante apariencia de las personas y el mobiliario. 207 Más de trescientos de los socios más cercanos de Mab Monroe hablaban y reían y bebían en la pista de baile, sus grupos y camarillas ni siquiera se acercaban a llenar el enorme espacio. Me recordaron muñecas que podrían poblar la casa de juegos de un niño. Dadas las bandejas de champán, caviar y huevos de codorniz que apoyaban en sus enormes manos, podrías haber pensado que no eran más que camareros. Pero yo sabía para lo que estaban realmente aquí, control de multitud, en caso de que la gente se volviera estúpida y bebiera lo suficiente como para comenzar a volverse el uno contra otro. Imaginaba que Mab Monroe no absorbería a un par de elementales achispados que decidieran organizar un duelo mágico en su salón de baile. Así es como los elementales normalmente luchaban, arrojando su magia pura el uno al otro, hasta que una persona sucumbiera al poder del otro. Cuando dos elementales se enfrentaban, el inevitable perdedor podría sufrir todo, desde atrapar Fuego, a quedar encerrado en Hielo, tener su corazón vuelto Piedra, o incluso ser desollado vivo por el mismo Aire que respiraba. Dependiendo, por supuesto, del tipo de elemental que estaba luchando. Y no estaba ni siquiera contando a todas las otras personas que tenían talento para cosas como el Metal, el Agua y la Electricidad. En general, los duelos elementales eran una forma rápida, desagradable, dolorosa de morir, por lo que nunca me metía en ellas. Matar a la otra persona primero era lo que me importaba. No anticuados, obsoletos, conceptos inútiles como honor y duelos. Los códigos de conducta son para los tontos con exceso de confianza. Cinco, diez, veinte… cuento casi treinta gigantes en todo, más que suficientes para controlar incluso una rebelde multitud. Ninguno de ellos portaba armas, pero por otra parte, no lo necesitaban. Un buen puñetazo de un gigante rompería cualesquier cosa, en especial mandíbulas empapadas de alcohol y egos. Entré en la arremolinada multitud, dejando el mar de trajes de etiqueta y brillantes vestidos arrastrarme de un grupo al siguiente. Un conjunto de puertas de cristal en el lado izquierdo de la sala de baile llevaba a una terraza. Una gran orquesta se había erigido en el lado derecho frente a otro conjunto de puertas de cristal. Pegué una sonrisa en mi cara y paseé a través de la sala de baile, revoloteando de un grupo de gente al siguiente, hasta que llegué a un espacio más tranquilo junto a la parte inferior de la escalera al lado de un árbol de bonsai en maceta con ramas retorcidas. ―Te veo, Gin. Luces fantástica, incluso para una falsa prostituta. ―Finn ―gruñí. ―Para responder a tu pregunta, estoy en el segundo piso, inclinándome sobre la barandilla e inspeccionando la majestad expuesta ante mí. Página ―Estoy aquí ―dije―. ¿Dónde estás? 208 Saqué mi celular de mi bolso y llamé a Finn. Cogió a la tercera llamada. Mis ojos se levantaron rápidamente. Efectivamente, Finn estaba exactamente donde dijo que estaba. Apoyado en la barandilla de mármol, Scotch en una mano y celular en la otra. Roslyn Phillips estaba a su lado, llevando un vestido de noche blanco sin tirantes que la hacía parecer una diosa griega. Mab Monroe había invitado a la prostituta a la fiesta para que Roslyn pudiera mantener un ojo en sus chicos y chicas y asegurarse que estaban atendiendo debidamente a los invitados más importantes. Y, como parte de nuestro plan, Roslyn había traído a Finn como su cita por la noche. Nada raro en ello, ya que los dos eran vistos a menudo juntos en la ciudad. La gran escalera llegaba hasta el segundo piso, formando un amplio rellano, antes de separarse en dos y desaparecer a cada lado de los pisos superiores de la mansión. Finn había elegido bien. Su posición le daba una vista de todo el salón de baile debajo. ―Vamos a empezar ―dije―. Antes de que alguien decide proponerme algo. ¿Dónde está Dawson? ―Está en el centro de la sala de baile, alrededor de treinta metros detrás de ti a la derecha. Aunque no recomendaría que te acercaras a él ahora, dada su actual compañía. ―¿Actual compañía? ¿Qué significa eso? ―Ya verás. Sólo sigue mirando en esa dirección. Dawson es fácil de encontrar. Él es el único que lleva un sombrero de vaquero esta noche. Miré a través de la multitud. Tardé varios segundos en divisar a Dawson, y Finn tenía razón. Él era el único vaquero en la asistencia. Además del sombrero gigante en su cabeza, el enano también llevaba botas de piel de serpiente y otro lazo rematado con turquesa. Todo lo cual se veía ridículo con su esmoquin. Pero el sentido de la moda de Tobias Dawson no fue lo que me hizo fruncir el ceño, luego maldecir. Fue la compañía que tenía. Página 209 Mab Monroe, Jonah McAllister, y Elliot Slater. 26 Traducido por Flochi ―Joder ―dije. ―Joder es correcto ―contestó―. Porque ninguna prostituta en su sano juicio intentaría meterse en el medio de ese sándwich. Mis ojos se deslizaron más allá de Dawson y estudié a las tres personas que estaban parados cerca de él. Por supuesto, me había encontrado con Jonah McAllister en persona ayer, cuando había venido al Pork Pit a amenazarme para retirar los cargos contra su hijo, Jake. El abogado de hablar habilidoso se veía distinguido y apuesto en su esmoquin, y su gruesa melena de cabello parecía plata que de alguna manera había sido arremolinada alrededor de su cabeza. No había tenido ninguna relación con el asesino gigante que dirigía el equipo de seguridad de Mab y se ocupaba de cualquier problema que la elemental de Fuego no tuviera ganas de enfrentar. Slater era uno de los gigantes más altos en asistir, si no el más alto. Su figura de dos metros trece se cernía sobre la multitud. No era tan ancho como alto, pero su constitución era toda de sólidos y compactos músculos. Una cortada con uno de mis cuchillos se sentiría como el piquete de una abeja para él. Fuego y azufre. Eso es lo que siempre me recordaba Mab Monroe. La elemental de Fuego usaba un vestido de noche largo hasta los pies, hecho de un verde esmeralda que hacía a su cabello parecer todavía más rojo de lo que en realidad era. No usaba joyas salvo por un collar de oro plano que rodeaba su garganta. Mis ojos se enfocaron en la pieza central del diseño. Un Página Y luego estaba la misma Mab. La elemental de Fuego era varios centímetros más baja que yo, pero irradiaba poder, incluso más que Elliot Slater. Su cabello era tan rojo como cobre pulido y rizado suavemente hasta sus hombros. En contraste, sus ojos eran de un negro profundo y líquido. La tinta opaca y diluida a comparación de su mirada. 210 La tez de Slater era pálida, casi albina, y su cabello enmarañado rubio desaparecía en su enorme cráneo. Sus ojos eran avellana claro, y el único color verdadero en su rostro blanquecino. Un diamante grande brillaba en su meñique. Otros tres o cinco centímetros más, y podría usarlo como pulsera. rubí naranja circular un poco más pequeño que mi puño, rodeado por varias docenas de rayos ondulados. El corte del intricado diamante sobre el oro atrapaba la luz y lo hacía parecer como si los rayos de verdad ondularan. En forma de rayos solares. El símbolo para el fuego. La runa personal de Mab, usada solamente por ella. Por un momento, sentí las vibraciones del rubí. La piedra preciosa susurraba poder crudo y feroz. El sonido encajaba perfectamente con la piedra gritando de la mansión. Ambos hicieron a mi estómago encogerse. Cuando miré a Mab, no pude evitar pensar en el archivo que Fletcher Lane me había dejado sobre el asesinato de mi familia, y el trozo de papel que había metido con el nombre de Mab Monroe en él. Una vez más, me pregunté por qué Fletcher había escrito el nombre de la elemental de Fuego. ¿Fletcher había concluido que ella había sido la asesina de mi familia? ¿Simplemente sospechaba de ella? ¿O había puesto su nombre allí por una razón completamente…? ―Planeta Tierra a Gin ―murmuró Fin en mi oído. Me concentré en el aquí y ahora una vez más. ―¿Cuánto tiempo han estado allí parados hablando? ―No mucho ―dijo Finn―. Diría que tienes otros cinco o diez minutos antes de que Mab y los otros se marchen. ―Muy bien. Mantén un ojo sobre ellos. ―¿Qué vas a hacer? Miré fijamente la brillante masa de personas. Página Finn prometió seguir observando a Tobias Dawson, y ambos colgamos. Metí mi celular de vuelta en el bolso que Roslyn me había dado. Era una cosa diminuta, pero había conseguido meter uno de mis cuchillos de plata en el interior, junto con el compacto y el tubo de pomada de curación que me proporcionó Jo-Jo hace unos días. No creía que Dawson caería fácilmente, y quería tener algunos suplementos curativos a mano en caso de que el enano me diera un par de tiros antes de morir. No podía escabullirme exactamente de la fiesta de Mab Monroe sin ser notada si tenía moretones y tenía sangre de la cabeza a los pies. 211 ―Encontrar un lugar tranquilo para ocuparme de Tobias Dawson, una vez que consiga poner mis garras en él. Agarré un vaso de champagne de uno de los camareros gigantes y me dirigí al fondo de la pista de baile. La enorme escalera tenía forma de T, y dos pasillos corrían debajo a cada lado de él y conectaban la pista de baile a las otras alas de la mansión. Caminé por el pasillo izquierdo, mirando en las habitaciones que pasaba. No podía matar a Tobias Dawson en el salón de baile, así que tenía que encontrar un lugar más apartado donde podría atraer al enano antes de apuñalarlo hasta la muerte. Pero el pasillo no estaba tan desierto como había esperado. Pasé varias parejas de pie contra las paredes o dentro de las habitaciones, justo fuera de la vista del salón de baile. Algunos hablaban en voz baja. Otros se miraban fijamente a los ojos y sorbían champagne. Unos cuantos se besuqueaban. Pero al menos una persona de cada pareja usaba una runa de flecha y corazón que lo marcaba a ella o a él como una prostituta de Northern Aggression. Un hombre usando la runa de collar hizo una mueca cuando su amante vampiro hundió sus colmillos en su garganta expuesta. Los sonidos ansiosos y de succión de ella, me recordaron a un gatito maullando. Otro hombre, un enano, estaba erguido, la cabeza metida debajo del vestido y su rostro enterrado en la entrepierna de una mujer gigante usando la runa de collar. No tenía que adivinar lo que él estaba haciendo con su lengua. La gigante tenía una mirada decididamente aburrida en la cara. Ella murmuraba falso estímulo al enano, incluso mientras se examinaba las uñas como debatiendo si necesitaba o no una nueva manicura. La gigante me vio mirando fijamente. Sus ojos marrones aterrizaron en la runa del collar alrededor de mi garganta, y se encogió de hombros como diciendo: ¿Qué puedo hacer? Regresé el encogimiento de hombres y seguí adelante. Una cosa que no vi aquí eran guardias gigantes. Página Llegué a un corredor que cruzaba y me detuve. A mi izquierda, otro conjunto de puertas llevaba a la terraza. Otro corredor se extendía enfrente de mí, mientras otro giraba a la derecha, serpenteando de regreso debajo de la escalera. Di vuelta a la derecha y me adentré en la mansión. Los asistentes a la fiesta no se habían puesto demasiado serios sobre sus gimnasias sexuales todavía, por lo que esta zona se encontraba desierta. Pasé un par de habitaciones, ninguna oculta lo suficiente para mi gusto. No me haría ningún bien matar a Tobias Dawson y tener a alguien encontrando su cuerpo un minuto después. Iba a necesitar más tiempo que eso para deslizarme fuera de la mansión después de haber hecho el trabajo. 212 Mab Monroe probablemente no quería que sus invitados más amorosos se sintieran observados. Tener un gigante cerniéndose cerca de uno le daría al desempeño de cualquier persona ansiedad. Así que recorrí las habitaciones, sorbí mi champagne, y fingí admirar el gusto de Mab Monroe de muebles mientras buscaba un lugar para matar a Dawson. Una cosa que realmente captó mi interés, una serie de runas pintadas, para nada parecidos a los dibujos que había apoyado en el marco de la chimenea de la guarida de Fletcher Lane. Mis ojos se encendieron sobre las runas montadas en la pared opuesta al fondo de la escalera. Rayos solares. Un fósforo encendido. Una llama con la forma de una lágrima lamiendo el papel estaba encendida. Todas las piezas enmarcadas tenían que ver con fuego o calor de alguna manera, y todas fueron hechas con sienas quemados, naranjas sangrientos, amarillos ardientes. Parecía que Mab yo compartíamos el gusto en algo además de matar personas. Extraño. Y perturbador. Mientras miraba las pinturas, un escalofrío incómodo cosquilleó por mi espalda como un dedo frío. Algo sobre el arte resonaba en un nivel primigenio en mí. Aquí, algo viejo y conocedor susurraba en el fondo de mi mente. Aquí está tu enemigo. No era un pensamiento inusual para una elemental de Piedra tenerlo mientras estaba en la casa de un Fuego, o viceversa. Los elementos opuestos no se mezclaban, y tampoco lo hacían sus contrapartes humanas. Aire contra Hielo, Fuego contra Piedra. Una historia vieja y predecible. Había escuchado esa voz, sentido esa incomodidad, antes, en otros lugares con otros elementales. Pero nunca así de intenso. Nuevamente, me pregunté sobre el nombre de Mab Monroe estando en el archivo de Fletcher. Yo había estado con los ojos vendados por lo que no había visto el rostro de la perra en ese entonces, sólo escuché su risa a carcajadas mientras me torturaba. Pero pudo haber sido Mab. El rumor decía que su edad actual era de cuarenta y cinco. Habría tenido poder suficiente, incluso hace diecisiete años, para hacer todas las cosas horribles que habían tenido lugar esa noche. Pero, ¿por qué? ―Hola, dulzura ―dijo una voz masculina―. Si tu frente se ve tan firme con tu trasero, me apunto a un buen rato esta noche. Puso su otra mano en mi hombro opuesto y me dio la vuelta. Lo dejé y pegué una sonrisa en mi rostro, mis labios listos para formar una excusa para deshacerme del bastardo mirón. Página Pisadas susurraron en la alfombra a mi derecha, y una mano grande y fornida se cerró en mi trasero y apretó… con fuerza. 213 ¿Por qué habría matado a mi madre, Eira, y a mi hermana mayor, Annabella? ¿Por qué quiso matarme? ¿Por qué demandó saber dónde estaba mi hermanita bebé Bria por encima de todo? Simplemente no entendía por qué… Me encontré mirando a Jake McAllister. El elemental de Fuego había cambiado sus vaqueros de estrella de rock y camiseta vintage por un esmoquin. No hacía nada para mejorar su aspecto. Su cuerpo seguía siendo muy fornido, su rostro todavía hinchado con grasa de bebé. Se veía como un niño enorme intentando jugar a vestirse con las ropas de papi. Pero lo más importante era que estaba aquí y me estaba mirando fijamente. De todas las personas con las que pude haberme encontrado aquí esta noche, la posibilidad de que una de ellas fuera Jake McAllister nunca había cruzado por mi mente. Tanto había estado sucediendo en los últimos días que había relegado a Jake y su amenaza de matarme a un segundo plano. Pero suerte, esa perra caprichosa, había decidido joderme una vez más. Jack frunció el ceño, como si me conociera de alguna parte pero no pudiera ubicarme. Entonces, el reconocimiento se mostró en su cara rechoncha. ―¡Tú! ―siseó. Jake McAllister se me quedó mirando. Una sonrisa cruel se expandió por su cara, haciendo a sus mejillas hincharse mucho más. ―No debiste haber venido aquí esta noche. Porque estamos en mi lado de la ciudad ahora, y voy a matarte. ―Sus ojos marrones aterrizaron en la runa de corazón y flecha alrededor de mi cuello―. Después de follarte un par de veces. Arqueé una ceja. ―¿Me deseas? Ven y atrápame, bastardo. Golpeé con mi puño en su tráquea. El rostro de Jack se puso rojo remolacha, y luchó por tomar aire. Mientras él estaba jadeando por respirar, conduje mi otro puño a su estómago. Página Mi deseo de encontrar una zona tranquila para matar a alguien acababa de convertirse en una necesidad. Tenía que terminar con Jake McAllister ahora. Él tenía razón. Este era su territorio, o al menos el de Mab Monroe, y no tenía dudas de que la elemental de Fuego dejaría a Jack hacer lo que quisiera conmigo, si yo no me encargaba primero de él antes de que pudiera hacer sonar la alarma. Mis ojos giraron hacia adelante y atrás por las puertas abiertas y habitaciones que pasaba. Allí. Ese tendría que ser. 214 Primero uno, luego el otro. Golpe-golpe. Como amasando masa. Se dobló sobre sí, y salí corriendo, adentrándome más en la mansión. Miré por encima de mi hombro. Jack McAllister había luchado por ponerse de pie. Le soplé un beso. Su rostro enrojeció, y se movió con pesadez por el pasillo en mi dirección. Entré en la habitación, encontré el lugar que quería, palmeé uno de mis cuchillos de plata, y esperé. Diez… veinte… treinta… conté los segundos en mi cabeza. Jake McAllister fue más rápido de lo que le había dado crédito… o más enfadado. Sólo cuarenta segundos pasaron antes de que cargara en la habitación. ―¿Dónde estás, perra? ―gruñó―. Te vi entrar aquí. No respondí. Dejé que McAllister lo descubriera por sí mismo. ―Escondiéndote de mí, ¿eh, perra? ―Se echó a reír―. Sabía que estarías corriendo asustada de mí tarde o temprano. Puse mis ojos en blanco ante su tonta asunción, pero aun así esperé. Pisadas pesadas sonaron en el suelo de azulejo. La sombra de McAllister se arrastró más y más cerca de mi escondite. Me tensé, reuniendo mi fuerza. Si se escapaba de mí, si gritaba, estaba acabada. Tenía que matarlo con el primer golpe. Jake McAllister lanzó hacia atrás la cortina de la ducha detrás de la que estaba escondida. El elemental de Fuego había alcanzado su magia cuando se movió atropelladamente por el pasillo. El poder enrojeció sus ojos, y chispas chasqueaban y siseaban de sus gordos dedos. Su mirada se encontró con la mía, y sonrió. ―Allí estás, perra… Últimas palabras que dijo. Con una mano, agarré la chaqueta del esmoquin de McAllister y lo tiré hacia adelante, para que su torso estuviera directamente encima de la bañera en la que estaba parada. Con mi otra mano, empujé mi cuchillo de plata hasta la empuñadura en su pecho. Página La magia de Jake McAllister se apagó como una vela en un huracán. Las ardientes chispas se apagaron, y el brillo rojo se desvaneció de sus ojos. Sus brazos se sacudieron y apoyaron contra mí, conectando con mi pecho. Gruñí ante los golpes pesados y sólidos, pero no me atreví a alcanzar mi magia de Piedra para endurecer mi propia piel. Cualquier elemental en las cercanías sentiría la oleada de poder surgir. Los Piedras eran los elementales más raros, y cualquier usuario de magia que sintiera ese poder tendría curiosidad por ver quién lo estaba usando y por qué. 215 La hoja raspó sus costillas antes de hundirse en su corazón. No fue el mejor golpe que haya hecho, pero fue lo suficiente efectivo. Jake abrió la boca para gritar. Dejé el cuchillo donde estaba en su corazón, apreté mi mano sobre sus gordos labios, y lo tiré hacia adelante para que la sangre chorreando de su pecho cayera en la bañera y no salpicara en el suelo de azulejos. Y así nos quedamos allí, meciéndonos hacia atrás y adelante en la tina, Jake McAllister intentando apartarse, y yo acercándolo, mis manos clavándose en su rostro. Después de unos treinta segundos, las piernas de Jake se tambalearon y cedieron. Sus ojos vidriosos, y su boca floja debajo de mi mano. Bajé mis dedos de sus labios. Jake tosió dos veces. Escupió sangre por los labios y salpicó el frente de mi vestido. No había nada que pudiera hacer ahora. Así que puse ambas manos en la chaqueta de su traje y lo arrastré hacia adelante. Era pesado, y tomó algo de fuerza girarle las piernas hacia arriba y encima de la bañera y luego bajar su cuerpo los escalones y meterlo en el fondo sin dejar que se cayera. Para cuando acabé, Jake McAllister estaba muerto, y yo era un desastre de sudor y sangre. Primero era lo primero, cerré la puerta del baño. Luego regresé a Jake McAllister. La bañera era de mármol costoso del tipo que era más una piscina pequeña que una bañera y apoyado sobre una tarima elevada. Un par de escalones llevaban al borde, y varios más llevaban a la piscina cuadrada. Me metí en el fondo con Jake. Lo primero que hice fue retirar el cuchillo de su pecho y ponerlo sobre el borde de la bañera. Luego lo maniobré para que su espalda estuviera enfrentando el resto del cuarto. Doblé sus manos debajo de su cabeza y le abrí las piernas para que pareciera que había bebido demasiado y se había arrastrado a la tina a dormir la borrachera. Al menos, a primera vista. Si alguien giraba a Jake, verían la sangre en su camisa y en el fondo de la tina. Pero con suerte, ya me habría ido hace tiempo cuando eso sucediera. Una vez que estuvo hecho, salí y evalué los daños. La tina también contaba con varios cabezales que estaban fijos en las paredes en diferentes ángulos, de ahí la cortina que acordonaba la zona del resto del baño. El sonido hizo a mi estómago dar un vuelco. Página Algo de la sangre de Jake se había rociado en el suelo de azulejos enfrente de la tina. Agarré la toalla burdeos, la humedecí y la usé para limpiar todas las manchas y motas perdidas. También limpié mi cuchillo y lo volví a meter en la manga de mi vestido. El olor a cálido cobre llenó mi nariz, pero lo bloqueé, junto con el murmullo del mármol debajo de mis pies. En vez del tono oscuro que había esperado, la piedra prácticamente cantaba con vértigo, como si tener sangre fresca derramada lo hubiera hecho feliz. 216 La cortina de la ducha era de un rico burdeos salpicado con dorado, y ahora sangre. Pero a menos que lo miraras de cerca, no notarías que las salpicaduras no eran parte del diseño previsto. Trabajé rápidamente, y en silencio. Me tomó menos de dos minutos matar a Jake McAllister. Nadie debería echarlo de menos todavía, pero no iba a tomar ningún riesgo moviéndome lentamente. Una vez que limpié la sangre del suelo enfrente de la tina, corrí la cortina, escondiendo el cuerpo de McAllister de la vista. Además de la tina, el baño contaba con dos retretes hechos de lo que parecía ser verdadero oro. Pusieron enfrentados dos lavabos hechos de mármol burdeos con vetas de blanco arremolinándose en él. Un espejo de bordes dorados flanqueaba la pared encima del mostrador. Me quedé mirando en el espejo, evaluando el daño que me había hecho Jake McAllister con su agonizante lucha. La tos del bastardo había manchado con sangre mi pecho. Usé la toalla húmeda para limpiar la sangre en mi piel expuesta, luego la escurrí, la volví a humedecer, y froté la sangre restante de mi peluca. Fue más difícil sacar las gotas de sangre de las trenzas rubias falsas, pero lo arreglé bastante. Una vez que estuvo hecho, me puse a trabajar en mi vestido. Usé algo de jabón líquido de una botella en el mostrador y lo froté en las manchas más grandes. Dado que la tela era negra, no podías decir de qué era la mancha, sólo que me había tirado algo encima. Pero logré sacar la mayor parte de la sangre. Mis ojos recorrieron el baño nuevamente, pero no había signos visibles de que algo fuera de lo común hubiera pasado aquí esta noche. Cuidadosamente doblé la toalla burdeos y la volví a poner en su lugar original en la bañera. Mientras esperaba que las manchas húmedas de mi vestido se secaran, rebusqué en mi bolso y saqué un compacto que había traído, junto con lápiz labial. Había sudado durante mi lucha con Jake McAllister, y retoqué mi maquillaje a su pesada máscara una vez más. Página 217 Acababa de abrir la barra de labial para terminar de arreglar mi rostro cuando la puerta del baño se abrió… y Mab Monroe entró. 27 Traducido por Lyla, âmenoire y Adaly Por un momento, sólo nos miramos la una a la otra, sus ojos negros en mis azules falsos. Mi mente corrió mientras trataba de averiguar lo que la elemental de Fuego podría estar haciendo aquí, y cómo podía alejarme de ella. Pero dado que Mab Monroe no gritó de inmediato por sus gigantescos guardias o peor, alcanzar su magia elemental de Fuego, supuse que no me había oído matar a Jake McAllister, o limpiar el desorden. Sólo hay una forma de averiguarlo. De alguna manera, plasmé una sonrisa en mi cara. ―Oh, hola ―le dije en un tono alegre―. ¿Cómo estás? Mab frunció el ceño. ―Éste es uno de mis baños privados. No se supone que tienes que estar aquí. La voz de la elemental de Fuego era suave, entrecortada, con un toque rasposo, como la seda rozándose entre sí. Pero había mucho más poder y amenaza en su tono ligero que en cualquier voz que había oído nunca. Ante el sonido, sentí esa extraña sensación primitiva surgir a través de mí otra vez. Enemigo, esa pequeña voz murmuró en la parte posterior de mi cabeza. Enemigo, enemigo, enemigo. Pero desconecté la voz, abrí mis ojos, y puse mi mejor cara de oh-no–lafastidié-totalmente-en-este-momento. Luego di un grito ahogado. ―¿Qué estás haciendo aquí? ―Oh, sólo refrescándome un poco. Mucha competencia por aquí esta noche. Una chica tiene que lucir lo mejor posible en una de estas cosas. La elemental de Fuego se adentró más lejos en el cuarto de baño. Página Mab me miró fijamente, con ojos oscuros y reflexivos. Su mirada se dirigió a la barra de labios fucsia en mi mano, luego se movió por mi cuerpo. Sus ojos se detuvieron en las manchas de humedad en la parte delantera de mi vestido. 218 ―Oh, lo siento mucho, dulzura. No lo sabía. Nadie me dijo, ya ves, y ésta es mi primera vez aquí, en una de tus fiestas. Le di otra sonrisa, me incliné hacia adelante, y volví a aplicarme mi lápiz labial. Mab se quedó allí, mirándome en el espejo. Ella podría ser capaz de intimidar a todos los demás en Ashland con su dura mirada, pero a mí no. Pero eso no significaba que iba a hacer algo estúpido, como insultar en su cara a la elemental de Fuego en su propio cuarto de baño, con el cuerpo de Jake McAllister enfriándose a menos de tres metros a mi derecha. Contrariar a Jonah McAllister en mi propio restaurante era una cosa. Así como fue matar a su hijo después de que él me amenazó con violarme y asesinarme. Pero Mab: Mab era diferente. Aunque sólo sea por el simple hecho de que yo no sabía cuál de nosotras estaría a la cabeza en una pelea. Pero una de nosotros moriría, y no deseaba ser yo. Tenía promesas que cumplir con los Fox, promesas que no sería capaz de cumplir si me metía en una batalla con Mab. Así que seguí con mis ojos en mi propia cara y no en la de ella. Pero en mi visión periférica, pude ver magia brillar en sus ojos. A diferencia de Jake McAllister, los ojos de Mab no se volvían rojos cuando alcanzaba su magia de Fuego. En todo caso, se volvían más oscuros, más negros, hasta que parecían aspirar la luz de la habitación. Mab era también una de las elementales que filtraban poder. Bueno, más bien lo radiaba en su caso. Podía sentir su magia de Fuego saliendo de ella. Pinchaba sobre mi piel como mil calientes, pequeñas agujas. ―¿Qué es eso en tu vestido? ―preguntó Mab―. ¿Esas manchas? Tapé mi lápiz labial y lo deslicé de nuevo en mi bolso. Mis dedos rozaron el mango de mi cuchillo de plata, pero no lo alcancé. Matar a un vándalo como Jake McAllister era una cosa. Él fue imprudente, estúpido, descuidado. Pero Mab Monroe era la mujer más peligrosa de Ashland. No tenía ninguna duda de que ella podría freírme viva con su magia antes de que yo consiguiera el arma de mi bolso. Así que cerré la bolsa pequeña, me volví hacia ella, y amplié mi sonrisa. ―Bueno, verás, es por eso que vine aquí en primer lugar. El caballero con el que estaba se puso un poco demasiado… entusiasmado con las cosas. Un verdadero madrugador, si sabes lo que quiero decir. Los ojos negros de Mab nunca dejaron los míos. ―¿Y quién podría ser este caballero? ¿Este… madrugador? Me obligué a no soltar otra carcajada. Página ―De todos modos, he venido aquí para limpiar algunos de los daños, antes de hacer las rondas para ver si otros caballeros estaban interesados en mis servicios de esta noche. 219 Solté una carcajada. Mab no se unió a ella. ―Oh, dulzura, no le pregunté su nombre. Eso estaba en la parte superior de su lista de reglas. Ella se quedó en silencio durante unos segundos, pensando en mi respuesta. ―¿Y cuál sería tu nombre? ―Candy, por supuesto, porque soy súper dulce 1. Repugnancia cruzó el rostro de Mab. Evidentemente, no le gustaban las prostitutas con nombres cursis. Pero su reacción me dio una idea de cómo podría escapar de esta inquisición. Me mojé los labios y di un paso hacia adelante. Por un momento, jugué con la runa de corazón y flecha en mi gargantilla de terciopelo, llamando la atención de Mab hacia ella. Sus ojos se posaron en la runa, luego de vuelta en mí. Di un paso hacia delante y tomé una parte de su cabello que había caído hacia adelante por encima de su hombro. Inmediatamente me arrepentí del movimiento, porque aferrarme al cabello de Mab se sintió como frotar una cerilla encendida entre mis dedos. Medio esperaba que en mi piel comenzara a formarse ampollas por la sensación. Aun así, no le di ninguna señal de que pudiera sentir su magia elemental. En cambio, froté su mechón de cabello, curvándolo alrededor de mi dedo, y lo empujé hacia atrás sobre su hombro. Dejé a mis dedos permanecer en su hombro un instante más de lo que se considera de buena educación, y luego retiré mi brazo hacia atrás. Mis dedos, toda mi mano, se sentían como si estuvieran ardiendo. De alguna manera, me las arreglé para no mirarlos. ―Sabes, estoy aquí esta noche para dar servicio a los clientes de cualquier manera que quieran ―le dije en un tono entrecortado―. Y ya que esta es tu fiesta, estaría más que feliz de ponerme a disposición para ti, señorita Monroe. Por todo el tiempo que quisieras. De cualquier manera que tú quisieras. Por primera vez, algo así como diversión chispeó en los ojos de Mab. ―Eres muy valiente, ¿verdad? La mirada negra de Mab se movió por mi cuerpo de nuevo, esta vez con más interés lascivo. Sacudió arrepentida su cabeza. 1 Candy: dulce, caramelo. De ahí el comentario posterior de Gin Página ―Hay que serlo, en esta línea de trabajo. 220 Le di un encogimiento de hombros delicado y una sonrisa lasciva, asegurándome de humedecer mis labios con mi lengua de nuevo. ―Por muy tentadora que sea tu oferta, Candy, me temo que no me permito esa satisfacción en mis propias recepciones. Siempre mantengo mi negocio y placer por separado. Saqué mi labio inferior e hice un puchero. ―Qué mal. Bueno, si cambias de opinión, voy a estar alrededor. Toda la noche. Pestañé hacia ella. Mab levantó una ceja, pero las comisuras de sus labios se levantaron en lo que supuse era una sonrisa. No podría decir si la había entretenido o si sólo estaba burlándose de mí, pero no me preocuparía en quedarme y averiguarlo. ―Bien, si me disculpas, realmente necesito volver a trabajar ―le dije―. Mezclarse y circular y todo eso. ―Por supuesto ―murmuró Mab. Hice un movimiento para pasar a su alrededor. Pero Mab Monroe se desplazó ligeramente, por lo que mi cuerpo rozó contra el de ella en mi camino a la puerta. Una vez más, su magia se apoderó de mí, tan caliente que parecía como si mi vestido hubiera estallado en llamas. Pero, evidentemente a Mab le gustó lo que sintió porque su sonrisa se ensanchó. Le di otro guiño lascivo y seguí adelante, a pesar de que mi estómago se apretó al sentir su magia pinchando mi piel, aún más fuerte y más caliente en esta ocasión, como si yo la hubiese despertado. Acababa de alcanzar la puerta cuando Mab me llamó de nuevo. ―¿Nos conocemos, Candy? ―preguntó―. Por alguna razón, me pareces familiar. Me volví y sacudí mi cabeza. ―No lo creo, y seguramente habría recordado conocerte a ti, señorita Monroe. Eres una leyenda en esta ciudad. Página De alguna manera, me obligué a pasear de nuevo de la forma en la que había llegado en lugar de correr como realmente quería. No sabía lo que me molestaba más. El hecho de que Mab Monroe había considerado la posibilidad de mi oferta falsa de follarla o el hecho de que había dejado a la elemental de Fuego en su propio cuarto de baño con un cadáver en la bañera. De cualquier manera, las cosas empezaban a irse de las manos. Necesitaba dar con Tobias Dawson solo, ahora, o escapar. Primero estaba salvar mi propia piel esta noche, 221 Le di otra sonrisa antes de escabullirme hacia el pasillo. y la de Finn y la de Roslyn. Incluso antes del trabajo que había prometido hacer por Warren Fox. Acababa de dar vuelta a la esquina para llegar de nuevo al pasillo principal cuando alguien se movió fuera de las sombras a mi izquierda. Saqué uno de mis cuchillos. ―Esa fue una buena actuación la que montaste allí en el baño ―murmuró una voz masculina ―. Muy entretenida. Owen Grayson salió de entre las sombras. Al igual que todos los demás hombres en las instalaciones, él llevaba un esmoquin. Una vez más, me llamó la atención cómo era de compacto, robusto y fuerte su cuerpo. Casi enano, a excepción de su uno ochenta y cinco de altura. Sus ojos violetas brillaban en la luz tenue, aunque su cabello negro azulado desaparecía en las sombras. El tajo blanco de una cicatriz debajo de sus labios compensa la peculiar torcedura de su nariz, agregando mucho más carácter a sus rasgos cincelados. Primero Jake McAllister, luego Mab Monroe, y ahora Owen Grayson. Estupendo. ―No estoy segura de lo que quieres decir. ―Apreté mi agarre en mi cuchillo. En lugar de contestarme, los ojos de Owen Grayson bajaron por mi cuerpo, un centímetro lento a la vez. Pechos, estómago, muslos, piernas. Abarcó todo. Una sonrisa se dibujó en su rostro. ―Sabes, Srta. Blanco ―dijo, usando mi nombre a propósito―. El vestido es precioso, pero creo que me gustan más el delantal y los vaqueros. Se parece más a la verdadera tú. Mierda. A pesar de la peluca rubia, Owen Grayson me había reconocido. Lo que es peor, de algún modo había oído mi proposición a Mab Monroe en el baño. Me preguntaba si me había visto con Jake McAllister también, y si se dio cuenta que el otro hombre nunca había salido de la habitación. ―¿Y qué sabes tú de mi verdadero yo? ―le pregunté en un tono suave. La sonrisa de Owen se profundizó. Página No había manera de que pudiera haberme visto sacar el cuchillo. Así que, ¿cómo sabía incluso que tenía uno? Lo miré más de cerca y me di cuenta que la razón por la que sus ojos violetas eran tan brillantes era porque estaban brillando: Con magia. Un débil rastro, apenas perceptible, pero la sentía. Una caricia fresca, no muy diferente de mi propia magia de Piedra. Eso sólo podía significar una cosa. 222 ―Sé que tienes un cuchillo de plata en la mano en este momento. ―Tienes un talento elemental para el metal. ―Culpable de los cargos, me temo ―dijo Owen―. Es una pequeña habilidad. Mis ojos se estrecharon. Porque con cada palabra que él decía, estaba pensando más y más sobre apuñalar a Owen Grayson y considerar la posibilidad de que pudiera salir de la mansión antes de que alguien encontrara su cuerpo. Pero me decidí a tomarlo con calma, por ahora. ―¿Qué quieres? ―Sólo quiero hablar. ―Owen extendió su brazo hacia mí―. ¿Te parece? Me quedé mirando su brazo, pensando en lo fácil que sería barrerlo a un lado y enterrar el cuchillo en su corazón. Él sabía lo que estaba pensando. El conocimiento brilló en sus ojos violetas, pero su brazo nunca vaciló, nunca bajó. Su mirada nunca abandonó la mía. Por alguna razón, Owen Grayson no tenía miedo de mí. Lo cual despertó mi curiosidad. Lo suficiente para que deslizara mi cuchillo en la manga de mi vestido. Jodida curiosidad. Va a hacer que me mate una noche. Tal vez incluso esta noche. Tomé su brazo. ―Entonces habla. Owen me metió cerca de él, y el calor de su cuerpo se apoderó de mí. Olía rico y terroso, casi como… metálico, si el metal tuviera algún olor real. Su brazo se sentía como el acero, incluso a través de la tela de su chaqueta de esmoquin. Por primera vez, era consciente de él como hombre, como alguien del sexo opuesto. Owen Grayson era decididamente atractivo, con su cuerpo fuerte y rasgos cincelados. Pero lo que realmente lo distinguía era el hecho de que irradiaba confianza de la forma en que Mab Monroe hacía magia. Ese toque de poder, esa confianza, hacía a Grayson interesante. Y definitivamente en alguien que vale la pena observar. Sobre todo porque todavía estaba considerando matarlo. El aire de la noche era frío, sobre todo porque mi vestido estaba todavía húmedo donde lo había fregado para sacar la sangre de Jake McAllister. Farolas de hierro de aspecto antiguo se alineaban en la terraza, proporcionando una iluminación suave, nebulosa, mientras amplios escalones de piedra llevaban a Página Al principio, pensé que sería bueno ir directamente allí, pero Owen Grayson se detuvo y abrió una de las puertas que conducían afuera. Salimos a la terraza de piedra que bordeaba este lado de la mansión, y Grayson cerró la puerta detrás de nosotros. 223 Caminamos por el pasillo de vuelta a la sala de baile. un jardín más allá. Bajos gemidos y sonidos de succión flotaron hasta nosotros, y varias formas oscuras se retorcían juntas en varios miradores en el jardín. Otras parejas estaban de pie contra los árboles o utilizaban algunas de las estatuas de piedra para hacer palanca. La fiesta debía haberse animado un poco, si la gente ya había llegado afuera para follar sobre las rosas premiadas de Mab Monroe. Owen Grayson deambulaba por la terraza, conmigo a su costado. ―Tengo que confesar que estuve bastante sorprendido cuando entraste en el salón de baile esta noche ―comenzó Grayson―. No había esperado verte ahí, especialmente portando esa barata peluca rubia. ―No me preocupan las rubias, ¿a ti? ―disparé. ―Las morenas descaradas son más mi estilo. ―Sonrió. No respondí. ―De hecho, tengo una pequeña confesión que hacer. He estado pensando un montón sobre ti estos últimos días, señorita Blanco. Tanto que tengo un amigo recolectando algo de información sobre ti. Así que Owen Grayson tenía a alguien hurgando en mi pasado. No me preocupaba. Mi cubierta como Gin Blanco era roca sólida. Había aguantado el escrutinio de Jonah McAllister, y no tenía duda que había también resistido a Grayson. Pero no entendía su curiosidad. Seguro, había salvado a su hermana, Eva, de ser quemada hasta la muerte por Jake McAllister esa noche en el Pork Pit. Pero la mayoría de los hombres con la riqueza de Grayson, la posición y situación habrían olvidado todo de mí para este momento. ―¿Me investigaste? ¿Por qué? ―Salvaste a mi hermana, salvaste a Eva ―dijo Owen―. Es la cosa más importante en el mundo para mí. Me gusta pagar mis deudas. Quería encontrar una forma de pagártelo. Quería encontrar algo que te gustara, algo que quisieras o necesitaras, y dártelo. Sin ataduras. ―Te dije que no quería tu dinero. Si tan solo supiera. Tuve que esforzarme muy fuerte para no estirarme para alcanzar mi cuchillo de nuevo. Así que Owen Grayson no solo podía sentir un arma de metal en mi mano, también podía decir exactamente cuántos tenía conmigo. Los cinco habituales, por el momento. Dos en mis mangas, dos más amarrados a mis muslos y uno en mi cartera. Página ―Así que eso has dicho. Pero me acerqué a ti, sostuve tu mano esa noche en el Pork Pit. Y me pregunté por qué alguien que está a cargo de un restaurante de barbacoa, inclusive uno en el límite de Southtown, cargaría cinco cuchillos de plata en su persona. Parecía una exageración para mí. 224 Owen ondeó su mano. ―Conoces sobre mi interés en el metal ―continuó Grayson―. También tengo interés en las armas. Hacerlas es un tipo de pasatiempo para mí. Así que puedes entender mi curiosidad sobre los finamente elaborados como los tuyos. De plata no son fáciles de dar forma o comprar. ―El Pork Pit está en un vecindario rudo ―dije inexpresiva―. Los cuchillos me hacen sentir segura. Owen se rió. Una pista de sarcasmo en su voz gutural. ―Apostaría que lo hacen. Pero hay una cosa más que me intriga sobre ti, señorita Blanco. ―¿Y eso sería? Owen se detuvo y desenganchó mi mano de su brazo Antes que me diera cuenta de lo que estaba haciendo, giró mi mano y sostuvo mi palma hacia arriba. ―Esto. Nos paramos debajo de una de las antiguas farolas. El difuso brillo dorado cubrió mi palma, e hizo que la cicatriz de la runa de araña incrustada en mi piel brillara en un leve plateado. ―Un circulo pequeño rodeado de ocho rayos delgados ―murmuró Owen Grayson―. Una runa de araña. El símbolo de la paciencia. Me preguntaba qué era el símbolo. Por un momento estuve anonadada. Simplemente anonadada. No solo porque Grayson sabía sobre mis cicatrices, o al menos sobre esta, sino también porque nunca le mostraba las marcas a nadie. Solo Finn y las hermanas Deveraux sabían cómo lucían realmente además de mí, y no estaba loca sobre mirarlas fijamente, por obvias razones. ―Así que tengo una cicatriz. Muchas personas lo hacen. Difícilmente vale la pena mencionarlo. Sacudió su cabeza. Página Aun así, a pesar de mi sorpresa, lo jugué tranquila, como si el que Grayson viera la cicatriz no me importara en absoluto. Me encogí de hombros. 225 Oh, algunas veces en el restaurante alguien obtenía un vistazo rápido accidentalmente mientras estaba trabajando. Pero las cicatrices se habían desvanecido con el paso del tiempo y era difícil decir que realmente eran runas sin estudiarlas con detenimiento, o que tenía una en cada palma. Incluso así, solo las hacía pasar por quemaduras que había obtenido al trabajar en el Pork Pit a lo largo de los años. ―No cualquier cicatriz. Es plata. El metal en tu piel. Cuando tomé tu mano esa noche, la sentí. Y ahora ―Grayson inclinó su cabeza hacia un lado―, puedo escucharla. Lo miré. Debe tener más que un pequeño talento para el metal, si pudo hacer todo eso. De nuevo, la idea de que Owen Grayson es alguien que vale la pena vigilar me golpeó, alguien con quien ser muy cuidadosa estando alrededor. Tal vez incluso alguien de quien deshacerme. Pero mi curiosidad no se desvanecería lo suficiente para dar ese paso final. No todavía. No hasta que supiera exactamente lo que quería. ―¿Y cómo suena el metal en mis manos? Me dio una pequeña sonrisa. ―Suena triste. Herido. Solitario. Mantuve mi rostro en blanco, incluso mientras las emociones y recuerdos se aceleraban dentro de mí. La sensación del medallón de runa de araña en mi piel, el sonido de mi propia carne derritiéndose llenando mi nariz, mis roncos gritos haciendo eco en mis oídos, las risotadas de la elemental de Fuego ahogando todo lo demás. De alguna manera, hice retroceder los recuerdos y me enfoqué en el rostro de Grayson, en sus ojos violeta, que todavía estaban brillando, aunque muy ligeramente. En ese momento, consideré seriamente lastimar a Owen. Incluso matarlo. Porque de alguna manera, Grayson había arrancado parte de mis defensas, parte de mi anonimato. Conocía demasiado sobre mí, conocía demasiadas cosas que era muy cuidadosa en encubrir. Podía ser una amenaza. Para mí, para Finn, para las hermanas Deveraux. No me gustaban las amenazas. Así que decidí regresar a los negocios. ―¿Mi cicatriz suena triste, herida, solitaria? Eso me suena como un aburrido acercamiento ―me burlé―. Seguramente puede hacer algo mejor que eso, señor Grayson. ―¿De ti? No he decidido. Pero las posibilidades son interesantes. ―Sus ojos vagaron por mi cuerpo de nuevo de una manera franca, determinada que me dijo que le gustaba lo que veía. Su mirada se posó en la runa de corazón y Página ―¿Entonces qué es lo que realmente quieres? ―pregunté una vez que la risa de Grayson había desaparecido. 226 Owen se rió, una ruidosa risa cordial. Lo divertía. Se estaba burlando en la cara de su posible muerte. A pesar de la estupidez de su acción, tenía que admirar su valentía. Eso y la pequeña chispa de interés, de curiosidad que tenía sobre él, era todo lo que estaba manteniendo vivo a Grayson. flecha que colgaba de mi gargantilla de terciopelo negro―. Aunque nunca te habría tomado por una de las chicas de Roslyn Phillips. Una sonrisa rígida curvó mis labios. ―Soy una mujer de muchas habilidades. ―Apuesto que lo eres ―murmuró. ―Vamos al grano ―dije―. Porque tengo otras cosas que hacer además de estar de pie aquí afuera en la oscuridad contigo. Como matar a Tobias Dawson. Cinco minutos habían pasado desde que había dejado a Mab Monroe en su propio baño con Jake McAllister. Dado que no había oído ningún grito o actividad de huida, ella no había encontrado su cuerpo en la bañera. Lo que significaba que aún tenía una pequeña ventana de tiempo para encontrar, atraer y matar a Dawson. Owen Grayson asintió. ―Muy bien. Como estaba diciendo, estaba bastante sorprendido de verte aquí esta noche. Pero una vez que lo hice, me decidí a acercarme a ti. ―¿Por qué? Se encogió de hombros. ―Pensé que te gustaría bailar. Me quedé mirándolo. Parecía ser sincero. ¿Owen Grayson atraído hacia mí? Mis ojos se estrecharon. O tal vez simplemente vio la runa alrededor de mi cuello y se dio cuenta de lo que significaba, que se suponía que debía follar a alguien esta noche de forma gratuita. De cualquier manera, supuse que extrañas cosas habían pasado. ―Pero no fui los suficientemente rápido para atraparte antes de que dejaras el salón de baile ―continuó Grayson―. Y luego te escuché hablar con Mab en el baño. Lo cual me interesó mucho más, Gin. ¿Puedo llamarte Gin? ―Por supuesto. No tiene que mantener las formalidades en este punto. En cuanto a lo que escuchaste en el baño, no puedo imaginar por qué dos chicas montándoselo serían del interés de un tipo como tú. ―Sarcasmo goteaba de mi voz como salsa espesa caliente de una galleta. ―Entonces me quieres follar ―dije en tono contundente―. De eso es lo que esta pequeña conversación se trata. La charla sobre mis cuchillos, el paseo en la terraza, el tomarse de las manos y hablar de cómo suenan mis cicatrices. Interesante técnica. Dime, ¿cuál es tu próximo movimiento? ¿Situarme contra la pared? ¿O que me caiga accidentalmente sobre tu polla? Grayson se rió de nuevo. Página ―Por supuesto que no. 227 Sus ojos violetas brillaban en la penumbra, y sonrió. ―Claro que quiero follarte, Gin. Se me quedó mirando fijamente. Veía deseo en su mirada violeta, pero no era tan lujuriosa o lasciva como las otras miradas que había estado recibiendo esta noche. Oh, Owen Grayson parecía ser tan sexual y aficionado al cuerpo femenino como el próximo hombre. Pero interés genuino también brillaba en los ojos del hombre de negocios, como si estuviera disfrutando de nuestra conversación de entrenamiento tanto como lo haría levantando mi falda. ―Pero vamos a disminuir la velocidad, ¿de acuerdo? ―dijo Grayson―. Como dije antes, siempre he tenido una cosa por las morenas descaradas. He decidido que me agradas, Gin. Me interesas. Y nadie ha hecho eso en un tiempo muy largo. ―Entonces, ¿qué estás proponiendo, exactamente? ¿Qué los dos vayamos a un lugar tranquilo para hablar antes de que hagas tu movimiento? ―me burlé. ―Difícilmente ―se burló Owen―. A diferencia de algunos otros invitados de Mab, no necesito depender de su generosidad para mi satisfacción. Pensaba que tal vez te gustaría salir alguna vez. Cena, quizás una película, baile. Lo que quieras. Mis cejas se levantaron. ―¿Quieres salir conmigo? ¿A pesar de que estoy usando esto? ―Señalé al collar de la runa del corazón y la flecha―. ¿A pesar de que soy una prostituta? ¿A pesar de que podrías tenerme gratis esta noche? Se encogió de hombros de nuevo. ―Llámame loco, pero pensé que podría ser divertido. ¿Divertido? No sabía de eso. Pero ciertamente había más de Owen Grayson de lo que se veía. Pensaba que tenía un segundo empleo como una de las chicas de Roslyn Phillips, y todavía estaba pidiéndome que saliera con él. ―Digamos que te creo, que realmente quieres llegar a conocerme y no solo a mis pechos ―dije―. Hazme un favor, y consideraré tu propuesta. Grayson asintió. ―Bien. ¿Qué tipo de favor? Página Pero había algo con lo que Owen Grayson me podía ayudar. Y estaba lista para sacar provecho de esa buena voluntad que me debía. 228 Para ser vista en público con él. Lo que significaba que ya sea estaba genuinamente interesado en mí o tramando un plan que no podía descifrar. De cualquier manera, no tenía tiempo para esto esta noche. ―Llévame a dentro y preséntame a Tobias Dawson. Estoy segura de que lo conoces, ya que los dos están tan involucrados en el negocio de la minería en Ashland. Sus ojos se estrecharon. ―Sí, lo conozco. Pero, ¿por qué quieres conocer a Dawson? No me parece que sea tu tipo. Le di una sonrisa rígida. ―Porque estoy aquí para servir a los invitados de Mab esta noche, y escuché que es una gran propina. Y eso es definitivamente mi tipo. Owen me estudió en la luz brumosa. Decepción brilló en sus ojos. Su chica, gratis y fácil se estaba alejando. ―Tú mismo lo has dicho. Me debes por salvar a Eva, por salvar a tu hermana ―le recordé en un tono suave―. Bueno, esto es como quiero cobrarme. Ahora, ¿vas a presentarme? ¿O voy a tener que encargarme yo misma? Pretender ser una prostituta. Insinuándome a Mab Monroe en su propio baño. Dar a entender que iba a follar a otro hombre por la simple promesa del dinero. Owen Grayson me había visto y oído hacer todas esas cosas en un espacio de cinco minutos. Me resigné a la mueca de decepción que se estaba cruzando en mi camino y a las duras palabras que de seguro la seguirían. A ningún hombre le gustaba que le pusieran los cuernos. Pero para mi sorpresa, Owen Grayson simplemente sonrió. Una emoción familiar brillaba en sus ojos, una que me había metido en problemas en más de una ocasión. Curiosidad. Ardía aún más brillante que el deseo que tenía hace un momento. ―Oh, te presentaré a Dawson, solo para ver lo que estás tramando. ―Diversión coloreó la voz de Grayson, y extendió su brazo para mí por segunda vez―. ¿Vamos, Gin? La curiosidad de Owen Grayson me podría causar problemas en el futuro, pero esto era una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar. Así que puse mi mano sobre su brazo. Página 229 ―Vamos. 28 Traducido por LizC Owen Grayson me escoltó de nuevo al salón de baile. Nos detuvimos cerca de la puerta a la terraza, en busca de Dawson. Finalmente, vi al enano vaquero, de pie cerca de la larga barra llena de gente. Tobias Dawson bebió un trago de lo que parecía whisky, seguido de una jarra de cerveza, eructó y se limpió la boca con el dorso de la mano. Clásico. ―¿Estás segura que quieres hacer esto? ―murmuró Grayson. Hice una pausa. Grayson probablemente pensó que estaba reconsiderando acercarme a Dawson, dado el evidente desprecio del enano a las servilletas. Pero, en realidad, estaba recordando a Violet Fox y la forma en que Trace Dawson la había golpeado en la cara. La forma en que Tobias Dawson escupió jugo de tabaco sobre las tablas del suelo en la tienda country. La forma en que el diamante en su caja fuerte en la oficina prácticamente había cantado. La forma en que los hombros de Warren Fox habían caído cuando le había dicho para lo que Dawson realmente quería su tierra. ―Sí, estoy segura. Owen me acompañó a través de la multitud. Pasamos a Mab Monroe, que estaba hablando con un viejo vampiro asiático. La elemental de Fuego me vio del brazo de Grayson y levantó su copa de champán en un brindis silencioso. Debo haberle causado más que una impresión de lo que me había dado cuenta. No es bueno, pero sonreí y le di una ligera inclinación de cabeza en reconocimiento. Más importante aún, el brindis de Mab también me dijo que no había encontrado el cuerpo de Jake McAllister en la bañera. Página También pasamos por delante de Finn y Roslyn. Los brillantes ojos verdes de Finn se movieron de Grayson a mí, y levantó la ceja en una pregunta silenciosa. Negué con la cabeza un poquito, diciéndole que estaba bien. Sin embargo, los ojos de Finn se quedaron en nosotros dos, incluso a medida que él y Roslyn charlaban un poco con un gigante hispano de piernas que parecían no terminar nunca. 230 Lo que significaba que todavía tenía tiempo suficiente para matar a Dawson. Nos tomó cerca de dos minutos maniobrar el camino hacia el bar. Owen lo arregló de modo que me interponía entre él y Tobias Dawson, cuya espalda estaba vuelta hacia la mía. Grayson pidió un whisky. ―¿Y para la señora? ―preguntó el camarero. ―Ginebra ―le dije―. Con un toque de limón. La boca de Owen se crispó con diversión, pero no dijo nada acerca de mi elección de bebida. El camarero nos dio nuestras órdenes. Tomé un sorbo de la ginebra. El líquido frío quemó mi garganta, antes de difundir un agradable calor a través de mi estómago. Después de beber gran parte de nuestras bebidas, Grayson se inclinó sobre mí para dar un ligero golpe en el hombro de Tobias. El enano se volvió. Me aseguré que lo primero que viera fueran mis tetas, empujadas a nuevas alturas por el poderoso sujetador de Roslyn. Dawson parpadeó. ―Hola, Tobias ―dijo Grayson―. ¿Cómo estás esta noche? El enano miró a mi alrededor al otro hombre. ―Oh, hola, Owen. Estoy bien. ¿Y tú? ―Maravilloso ―respondió Owen en un tono locuaz―. Permítanme presentarte a mi conocida. Esta es… ―Candy ―le dije en un tono coqueto―. Porque soy tan dulce. Los ojos del enano se pegaron a mis tetas y luego se movieron hasta mi cabello rubio, maquillaje espeso, y los contactos azules. Le debe haber gustado lo que vio, porque sonrió. Sus dientes amarillos combinaban con el color sucio arena de su cabello y bigote. El enano se quitó el inmenso sombrero de vaquero ante mí. ―Es un placer, señora. Teniendo en cuenta lo que Roslyn Phillips me había dicho sobre el fetiche de vaquero de Tobias Dawson, decidí hacer el papel de una prostituta con un corazón de oro. Me volví hacia Owen y puse un gran y falso mohín en mis labios. ―¿Entonces, cuándo vamos a bailar? Me prometiste un baile. Una vez más, los labios de Grayson se crisparon con diversión. Página La sonrisa de Dawson creció un poco más, pero sus ojos azul pálido adquirieron una aguda mirada depredadora. Había interesado al enano. Tiempo para pescarlo, o al menos dejarle fingir que era él quien recogía el anzuelo. 231 ―Aw, no eres justo el perfecto caballero. ―Bajé mis pestañas y le di un ligero golpecito en el brazo―. Guapo también. ―Lo siento… Candy, pero no soy un gran bailarín. ―Tal vez podría bailar con la dama ―ofreció Tobias Dawson―. Si no tienes ninguna objeción, Owen. Grayson agitó su mano. ―Por supuesto no. Ya me he divertido con Candy esta noche. Es toda tuya, Tobias. Los ojos violeta de Owen se reunieron con mis ojos grises entrecerrados. Más diversión se reflejaba en su mirada luminosa. Realmente estaba disfrutando de esta pequeña farsa. El enano vaquero me ofreció su corto brazo rechoncho. ―¿Vamos, Candy? Resoplé ante Owen, le di la espalda, y sonreí al enano. ―Gracias, señor Dawson. Por lo menos alguien aquí todavía sabe cómo tratar a una dama. El modelo cliché me dio ganas de vomitar, pero me dije que he pasado por cosas peores antes para acercarme a los objetivos. Podía caer un poco más bajo si eso significaba eliminar a Tobias Dawson. Mis dedos rozaron a lo largo del brazo del enano antes de decidirme por su desnuda mano marrón. Por alguna razón, Dawson frunció el ceño ante el contacto. Algo brilló en sus ojos, pero se había ido antes de que pudiera interpretar lo que era. Pero de repente me miró con mucho más interés. Tal vez lo había conmocionado con estática o algo así, aunque si lo hubiera hecho, también habría sentido lo mismo. Pero me encogí de hombros a mi inquietud y dejé que el enano me llevara a la pista de baile. Dawson media apenas un metro cincuenta, lo que significaba que sus ojos estaban a nivel de mis tetas. Pero su altísimo sombrero de vaquero abarcaba a lo largo de mi peluca falsa. ―Sabes, Candy, eres una mujer muy atractiva ―dijo Tobias Dawson―. Por otra parte, siempre he sido parcial a las rubias. Página Bailamos en silencio por unos minutos. Mantuve la sonrisa constante a medida que dábamos vuelta. La mano de Dawson se tensó sobre la mía. Su palma se sentía curiosamente cálida contra la mía, algo que cabe esperar de un elemental de Fuego, pero no uno de Piedra, como el enano. 232 La orquesta comenzó un vals clásico, y Tobias Dawson me acercó. Lo único que le impedía enterrar la cabeza entre mis tetas era la crinolina en mi falda. Era demasiado rígida y gruesa para que él pudiera maniobrar en la forma que quería. Tenía que recordar agradecer a Roslyn Phillips por ese pequeño favor. Dejé escapar una pequeña risita infantil. ―¿No eres la cosa más dulce? Eres un verdadero encanto, si se me permite decirlo, señor Dawson. Voy a tener que decirles a las otras chicas aquí esta noche que estén pendiente de usted. El enano sonrió, pero sus ojos eran fríos y distantes. Una vez más, tuve la sensación de haber hecho algo mal, pero no podía imaginar lo que podría ser. No había manera de que Dawson pudiera saber quién era yo, que solía ser una asesina llamada la Araña, que estaba trabajando para los Fox, que había venido aquí esta noche para matarlo. No había manera de que pudiera saber todo eso… ¿o sí? El enano había sido lo suficientemente inteligente como para encontrar una montaña llena de diamantes y utilizar una losa de granito como caja fuerte. Era imposible saber lo inteligente que era. Nos quedamos en silencio de nuevo. El enano se quedó mirándome. Entonces sus ojos se fueron a la runa en el collar alrededor de mi garganta. El baile terminó, y los dos aplaudimos educadamente. La orquesta comenzó otra melodía, algo un poco más jazz. Sostuve mi mano hacia Dawson. ―¿Podría interesarle otro baile? ―Tal vez le gustaría ir a algún lugar más privado ―sugirió Dawson―. Escuché que los jardines de Mab son preciosos bajo el claro de luna. Pensé en las solitarias glorietas con bosquecillos de árboles y matorrales de rosales que había visto fuera. Podía derribar a Dawson en el jardín. Con un poco de suerte, nadie tropezaría con él hasta la mañana. Era mi mejor opción en este momento, a menos que pudiera de alguna manera llevar al enano de vuelta al cuarto de baño donde había matado a Jake McAllister. Dada la forma en Dawson estaba mirando mis tetas, dudaba que esperara mucho antes de que se abalanzara sobre mí. Le sonreí de nuevo. Finn no era el único que me miraba. También Owen Grayson. Él asintió hacía mí cuando pasamos frente a él. Le sonreí a cambio. Página Puse la mano en el brazo de Tobias Dawson, y salimos de la pista de baile. Al otro lado de la habitación, vi a Finnegan Lane observándome fijamente. Él todavía estaba junto a Roslyn, pero vi el alivio en su mirada verde. Finn sabía que, cuanto más tiempo me quedara más riesgo había que alguien tratara de propasarse de verdad… y menos posibilidades tendría de hacerme cargo de Dawson. 233 ―Me encantaría ir a los jardines. Tobias Dawson abrió una de las puertas dobles para mí, y salimos al exterior. El aire de la noche se había vuelto aún más fría desde que había estado aquí con Owen Grayson, así que me estremecí. ―¿Frío? ―preguntó el enano, cerrando la puerta detrás de nosotros. ―Un poco. Él me sonrió. ―No te preocupes. Lo que tengo en mente te hará entrar en calor enseguida. Dawson estaba diciendo todas las cosas correctas, pero una vez más, su sonrisa no llegó a sus ojos claros. Aun así, me sacudí mi inquietud. Todo lo que tenía que hacer era alejarlo de las puertas, y el trabajo habría terminado. Dawson me ofreció su brazo una vez más, y lo tomé. Con mi mano libre, palmeé uno de mis cuchillos de plata. Caminamos por los escalones de la terraza y en un camino de piedra que serpenteaba a los jardines oscuros. Una mujer chilló en voz baja en una glorieta a nuestra izquierda. Un momento después, otra mujer se unió a su coro ronco. Dawson no les hizo caso y siguió adelante. Dejé que me llevara más lejos en las sombras atravesando el jardín como cuchillos negros. El enano no se detuvo hasta que llegó a una glorieta escondida debajo de los tentáculos de un sauce llorón. Miré por encima del hombro. Estábamos a sesenta metros de distancia de la terraza, tan fuera de la vista de cualquier persona que se asomara a las puertas de cristal. Apreté mis manos en mi cuchillo y me preparé. Dawson me llevó a un largo banco de madera en el interior de la glorieta. Me senté, pero el enano no se unió a mí. En cambio, se detuvo delante de mí y se balanceó sobre los tacones de sus botas de vaquero. ―Te ves como una chica inteligente, Candy ―retumbó el enano―. Así que, creo que es bastante seguro decir que sabes quién soy y lo que hago para ganarme la vida. Él asintió. ―Soy muy fuerte y muy inteligente. También soy un elemental de Piedra, ¿sabía eso? Negué con la cabeza. Página ―Por supuesto que he oído hablar de usted, señor Dawson. Es uno de los mayores mineros del carbón en todo Ashland. Un hombre de negocios muy respetable. Muy inteligente. Muy fuerte. ―Un poco más que exagerado, pero la adulación no hace mal. 234 No sabía a dónde iba con esto, pero sonreí. ―No. Me temo que no le presto mucha atención a la magia. Dawson volvió a asentir. ―Por supuesto. Como has dicho, soy muy poderoso. Pero lo que pocos saben es que tengo otro talento elemental. Algo pequeño pero muy útil a veces. Seguí sonriendo, aunque para ahora, mis mejillas dolían por el esfuerzo. Necesitaba que el enano se acercara más de modo que yo pudiera salir de la banca y apuñalarlo, no hablarme hasta ponerme en coma con los ojos vidriosos. ―¿Y qué sería eso? ¿Un talento por el metal, tal vez? Dawson negó con la cabeza. ―Oh, no, nada así de grande. Pero tengo la habilidad de sentir la magia de los demás y saber exactamente cuál es su poder, con sólo tocar su piel. Casi como una huella digital mágica, si se quiere. ―Su rostro endureció―. Y tus palmas pegajosas estuvieron por todas partes en la caja fuerte de mi oficina, perra. Oh-oh. Tobias Dawson había percibido mi magia… y peor aún, sabía que era la que había irrumpido en su caja fuerte en la oficina de la minería. Página 235 Salté inmediatamente del banquillo, ya levantando mi mano, lista para conducir mi cuchillo de plata profundamente en el pecho del enano. Pero Dawson fue más rápido. Su puño se estrelló contra mi cara, y el mundo se volvió negro. 29 Traducida por âmenoire, Rihano y AnnaTheBrave ―¿Estás seguro que era ella, Tobias? Una voz femenina sonó en algún lugar encima de mi cabeza, aunque parecía lejana. No podía decir exactamente desde dónde venía. El pulsar en mi cabeza ahogaba casi todo lo demás, aunque sentía césped cubierto de rocío debajo de mi espalda y el frío beso del viento nocturno sobre mi rostro. ¿Por qué estaba acostada? No podía recordar nada a través del dolor en mi cráneo. ―Estoy seguro ―murmuró un hombre―. Esta es la perra que irrumpió en mi oficina. Tiene el hedor de la mágica de la piedra sobre toda ella. Luego están estos. Algo crujió. Quería abrir mis ojos para ver qué era, pero por alguna razón, mis párpados simplemente no se levantaban. ―¿Es eso plata? ―preguntó la mujer de nuevo Una pequeña parte de mi mente frunció el ceño con concentración. Conocía esa voz, esa suave voz susurrante que resonaba con tal poder crudo. Solo no podía recordar a quién le pertenecía. ―Sí ―contestó el hombre―. Tenía cinco de ellos con ella. ―¿Y realmente piensas que te atrajo hasta aquí para matarte? ―preguntó la mujer―. Tal vez solo los está llevando por protección. Las prostitutas tienden a hacer eso, sabes. ―Sé que fue ella. La he visto antes. Estaba en la tienda de Fox ayer, junto con un policía. Debe estar trabajando para el viejo. Sentí a alguien agachándose junto a mí, y un dulce y ligeramente molesto aroma llenó mi nariz, como jazmín mezclado con humo. Un dedo trazó el costado de mi mejilla. Página ―Es una lástima ―dijo la mujer en tono burlón―. Tiene mucho potencial. 236 Silencio. De nuevo, intenté abrir mis ojos para ver lo que pasaba. Una vez más fallé. El pulso en mi cabeza se intensificó, como si otro tambor hubiera sido añadido a la banda. Calientes agujas de dolor penetraron mi piel, pero ni siquiera podía gritar. Ni una parte de mí parecía estar funcionando. El dedo ardiente bordeo mi escote, antes de deslizarse por mi estómago. Una suave risa hizo eco por encima de mi cabeza. El sonido me hizo pensar en fuego, humo, ceniza. Rudas manos me sostenían abajo. La runa de araña calentándose entre mis palmas. Preguntas. Tantas preguntas sobre Bria. La plata ardiendo en mi piel, derritiéndose en mi carne. La elemental de Fuego riéndose mientras la runa me quemaba. Riéndose. La elemental de Fuego. Mab… ―Muy bien ―dijo la mujer―. Haz lo que quieras con ella… afuera Su voz hizo corto circuito con mi tren de pensamiento. Traté de agarrarme a los escasos bucles de recuerdos, pero se retiraban hacia la oscuridad, una oscuridad que lentamente me estaba tragando una vez más. ―¿Afuera? ¿Por qué? Quiero encargarme de la perra en este momento. ―El hombre sonó quejoso y petulante. ―Porque en caso que no lo hayas notado, Tobias, estoy siendo anfitriona de varios cientos de personas. Un cadáver en el jardín pondría desanimo en la velada, ¿no lo crees? Además, clamas que vino aquí a matarte. Así que tú puedes hacerte cargo de ello. Esta noche, no tengo ganas de ensuciar mis manos o cualquier otra parte de mi persona. Además, está inconsciente. Ninguna diversión se tendría ahí. ―Bueno, ¿qué quieres que haga con ella? ―preguntó el hombre de nuevo. ―Me importa un comino ―espetó la mujer―. Solo sácala de mi propiedad. Ahora. Página La primera cosa de la que fui consiente era el suave barro debajo de mi mejilla, entremezclado aquí y allá con pequeñas piedras. Pequeñas piedras diminutas que se sentían como suaves guisantes murmurando contra mi piel. Me concentré en ese sonido, el leve murmullo, dejándolo sacarme de la oscuridad en que había estado flotando. Después de unos minutos, me di cuenta que estaba yaciendo boca abajo, pero no intenté moverme. Mi cabeza dolía demasiado para eso, el pulso previo ahora era un pulsante dolor caliente detrás de mi ojo izquierdo. 237 Rudas manos se cerraron alrededor de mis brazos y me levantaron, pero para ese punto, me había hundido en la oscuridad una vez más. Pero me concentré y lentamente la velada regresó a mí. Vistiéndome y entrando a la fiesta de Mab Monroe. Matando a Jake McAllister. Topándome con la elemental de Fuego, luego con Owen Grayson. También recordaba salir al jardín con Tobias Dawson y el jodido enano golpeándome. Y ahora, bueno, quién sabe dónde jodidos estaba. Pero todavía estaba viva, lo que significaba que todavía tenía una oportunidad. De correr, de luchar, de encogerme en un estrecho hoyo oscuro hasta que los chicos malos se fueran. Lo que sea que se necesitara para sobrevivir. La voluntad para hacerlo sin importar qué, la primera lección que Fletcher Lane me había enseñado alguna vez. Algo que sabía incluso antes que él lo articulara para mí. Así que me enfoqué en mi cuerpo, evaluando el daño que había sido hecho. Mi rostro se sentía como si hubiera sido golpeado con un mazo. Dada la rigidez y el constante pulso, estaba bastante segura que mi mandíbula estaba rota, tal vez mi pómulo izquierdo también. Un par de mis dientes se sentían flojos y el fuerte sabor a cobre de mi propia sangre llenaba mi boca. Abrí una rendija de mis ojos. Un poco de luz fluyó en mi visión. Bueno, al menos no había fracturado mi nervio óptico. Después contoneé mis dedos de manos y pies. Mis brazos se sentían adoloridos, como si hubiera sido maltratada, lo que probablemente había pasado. Mis rodillas estaban raspadas y en carne viva. También mis manos. Molestias menores. Pero para mi sorpresa, no parecía que tuviera otras heridas. Sin huesos rotos, sin costillas fracturadas, sin trauma entre mis mulsos. Lo que solo podía significar una cosa. Tobias Dawson quería interrogarme antes de matarme, o el enano solo me quería despierta mientras me torturaba. Ninguna opción era placentera, pero había enfrentado ambas antes y salido en más o menos una sola pieza. También sobreviviría a esto. Pasos rasguñaron sobre el suelo detrás de mí y empecé a mecerme de ida y vuelta y gemir. Sin necesidad de dejar que los bastardos supieran que tenía mi buen juicio devuelta en mí. También abrí mis ojos y empecé a parpadear para quitar los puntos blancos que nadaban dentro y fuera de mi visión como aletargados bagres. Página El bajo y profundo barítono de un gigante. Pero lo más curioso era que la voz hacía eco como un órgano, rebotando en las paredes de roca que nos rodeaban. Escuché de nuevo, esta vez más detenidamente, no solo a las piedras del tamaño de guisantes alrededor de mí sino también a la piedra que yacía debajo de mi cuerpo. Y me di cuenta qué me rodeaba. El suelo era suave, pero el techo y especialmente las paredes eran más duras, rocosas y hechas de piedra. Dado lo que conocía de Tobias Dawson, solo había un lugar donde podría estar, dentro de la mina de carbón del enano. Dawson Número Tres. Un lugar donde nadie me oiría gritar, o incluso encontrar mi cuerpo roto. 238 ―Creo que la perra está despierta ―dijo una voz. Lentamente, me levanté sobre mis manos y rodillas, luego me incliné hacia atrás sobre mis talones. Mi cabeza y rostro punzaban, pero bloqueé el dolor, incluso mientras me apiñaba ahí con mi cabeza en mis manos. Un par de botas aparecieron ante mí. Botas de vaquero. Piel de víbora negra con llamas rojas y puntiagudas puntas de plata. Levanté la mirada para encontrar a Tobias Dawson acechando sobre mí. Tanto como un enano de metro y medio de altura podía acechar. ―Ya era hora que te despertaras, perra ―dijo y me golpeó de nuevo. No tuve tiempo de estirarme por mi magia de Piedra para endurecer mi piel en una coraza rocosa. Además, esa era una carta que todavía no quería jugar. Tobias Dawson podía haber sentido mi magia, podía haber sido capaz de apuntarme como quien entro a su caja de seguridad, pero probablemente no se daba cuenta cuán fuerte era yo. De otra forma, habría hecho lo inteligente y me habría matado mientras había estado inconsciente en el jardín de Mab Monroe. Pero todo ese conocimiento, toda esa planificación, no me ayudaba con el puño silbando hacia mi cuerpo a una velocidad vertiginosa. Me las arreglé para inclinarme hacia atrás y girar mi cuerpo lo suficiente para que su puño golpeara mi hombro izquierdo en lugar de golpear mi cara. El duro golpe me lanzó hacia mi costado, y sentí que este reverberó a través de todo mi cuerpo. Una onda de choque eléctrico de dolor. Un gemido bajo se escapó de entre mis labios apretados, pero me obligué a tensarme, para tratar de defenderme contra otro golpe fuerte. Pero el enano no vino detrás de mí otra vez. En cambio, dio un paso atrás y me miró con sus fríos ojos azules. Ya que Tobias Dawson no estaba yendo inmediatamente a golpearme hasta la muerte, mi mirada se desvió por la zona. Más alto también. Vigas de hormigón apuntalaban el techo, y una variedad de equipo viejo y roto yacía esparcido por el suelo. El aire olía a rocas, polvo y metal. A mi alrededor, la piedra murmuró. Sonidos agudos, enojados, que hablaban de enormes explosiones y equipo pesado horadando el corazón de la Página Roca gris y marrón me rodeaba por todas partes, y las vetas de carbón corrían como cintas negras a través de las distintas capas de piedra. El pasaje era más amplio de lo que había esperado. 239 Había estado en lo cierto, estaba profundamente en la mina de carbón de Dawson. montaña. A la piedra no le gustaba lo que le había sido hecho más de lo que me gustaba. Escuché esa ira, dejándola aclarar mi cabeza adolorida. Sentir lástima por mí misma no sería de ninguna ayuda en esta situación. Pero la ira… ira era otra historia. Sin duda, la ira podría hacerte imprudente, descuidado, pero también podría hacerte fuerte. Determinado. Ambas eran cosas que iba a necesitar si tenía alguna esperanza de salir de aquí con vida. ―Recójanla ―le ordenó el enano―. Quiero que la perra vea exactamente por lo que está muriendo. Dos gigantes salieron de las sombras y cargaron hacia mí. Los reconocí como dos de los hombres de Dawson, los dos que habían venido con él a Country Daze a amenazar a Warren y Violet Fox. Los gigantes me arrastraron sobre mis pies. Más dolor floreció en mi hombro y mandíbula, y dejé salir otro gemido. Pero no ofrecí ninguna resistencia a los gigantes. Aún no. Ya estaba lesionada, lo que significaba que necesitaba más de un plan que mi método habitual de acuchillar y rebanar mi camino fuera del problema. No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero Finn seguramente se había dado cuenta de que las cosas se habían ido al infierno en la fiesta de Mab. Probablemente estaba trabajando sus conexiones, tratando de averiguar a dónde Tobias Dawson me había llevado. Finn incluso podría estar en camino a la mina en este momento, con Sophia y Jo-Jo Deveraux a remolque. Pero no podía contar con ellos para salvarme. No lo haría. Dawson lideró el camino, llevando una linterna. Los dos gigantes también llevaban una cada uno en su mano libre. Miré las linternas. No tan pesadas como un bate de béisbol, pero un golpe a través de la garganta con una de esas sería una buena manera de empezar a reducir a mis captores. Suponiendo que Página Los gigantes me sujetaron entre ellos y me llevaron más profundamente en la mina. Me izaron tan alto que mis pies ni siquiera tocaban el suelo. Mientras me llevaban, froté mis muslos juntos. Pero las ranuras de mi liguero estaban vacías. Habían tomado los cuchillos de plata que habían sido atados a mis muslos. Los de mis mangas se habían ido también. Algo chocó contra mi cadera, y miré abajo. Dawson o uno de sus matones había tenido la suficiente amabilidad de enlazar mi bolso alrededor de mi cuello. La parte superior se agitaba abierta, y pude ver el espacio vacío donde mi último cuchillo había estado. Los bastardos habían sido exhaustivos, si nada más. Demasiado malo para mí. 240 Al final, la única cosa, la única persona, con la que siempre podrías contar era contigo mismo. Otra lección que Fletcher Lane me había enseñado. Algo más que yo ya había descubierto por mí misma mucho antes de que hubiera conocido al viejo. tuviera la fuerza o la astucia para arrebatar una linterna de uno de los tres hombres. Fuimos abajo, abajo, abajo en la tierra. El túnel se puso más estrecho, más ajustado. Las partes y piezas de equipos en el suelo desaparecieron. Igual hicieron las vigas de soporte de hormigón. Poco a poco, los murmullos violentos de la piedra dieron paso a más antiguas y calmadas vibraciones. Caminamos a través de un túnel natural ahora, en lugar de un agujero hecho por el hombre en la tierra. Me di cuenta de una luz más adelante. Un suave resplandor blanco, como un rayo de sol oblicuo a través de una nube. Alguna especie de reflector industrial había sido improvisado así la gente podía ver lo que estaba haciendo en el vientre de la montaña. Tobias Dawson dobló una esquina y desapareció de la vista. Un momento después, los gigantes me arrastraron alrededor de esta también. Y mi aliento quedó atrapado en mi garganta. Porque el estrecho túnel se abrió hacia una cámara circular que tenía más de sesenta metros de ancho. El techo era tan alto, con estalactitas gruesas que colgaban como elegantes carámbanos de piedra. Eso era lo suficientemente hermoso por sí mismo. Pero los diamantes lo hacían realmente impresionante. Extendí mis manos para amortiguar mi caída, pero la piedra todavía se hundió en mis palmas y raspó mis ya en carne viva y ensangrentadas rodillas. Aun siendo una Piedra no podía protegerme de ser herida por mi propio elemento de esa manera. Me acurruqué en el suelo, explorando una vez más la zona para cualquier cosa que pudiera utilizar. Cualquier tipo de arma. Diablos, Página Tobias Dawson fue hacia el centro de la caverna. Los gigantes arrastrándome siguieron detrás de él. El enano chasqueó los dedos, y las dos bestias me lanzaron. 241 Las piedras preciosas yacían incrustadas en las paredes de roca. Estaban en bruto, por supuesto, sin cortes y completamente sin tocar por el hombre. Les faltaba el aspecto pulido de una piedra acabada, pero mi magia de Piedra me dejaba ver el fuego puro dentro de ellos, la belleza potencial que poseían. Más vetas de carbón corrían alrededor de los diamantes, haciendo que las gemas parecieran como si estuvieran descansando en una bandeja de terciopelo. También podía oír a los diamantes. Resonaban con el mismo tipo de brillantez de la piedra en la caja fuerte que Tobias Dawson tenía. A menudo, mientras más intensa era la vibración de una piedra preciosa, más hermosa y valiosa era. Si la canción saltando a través de mi cabeza era una indicación, había el valor de varios millones de dólares en diamantes en bruto descansando en el corazón de esta montaña, solo esperando que alguien venga y los reclame. incluso habría aceptado escapar apresuradamente en este punto. La gente que decía que eras un cobarde si huías de una pelea por lo general no vivía mucho. No me importaría si era llamada cobarde, siempre y cuando todavía estuviera respirando al final. La parte superior de la caverna estaba húmeda, y el moho fosforescente cubría la mayor parte de las estalactitas puntiagudas, un extraño y pálido color verde en contraste con el resto de la roca gris, marrón y negra. Una gota de agua cayó de una de las piedras y salpicó mi mejilla levantada. Miré hacia arriba, siguiendo a la gota, y me di cuenta de un flujo constante de agua que se precipitaba por una pared de la caverna. Aún más agua goteaba de otras estalactitas sobre mi cabeza. Hmm. Eso podría ser útil. Tobias Dawson caminó en un círculo amplio a mi alrededor. Sus botas vaqueras de piel de serpiente resonaban en la piedra rústica. ―¿Sabes dónde estás? Puse mis manos en el suelo y me empujé hasta levantarme. Manchas nadaban delante de mis ojos de nuevo, pero parpadeé alejándolas. ―Tengo una muy buena idea. Era difícil hablar a través de mi mandíbula rota y palpitante, y mis palabras salieron suaves y masculladas. Justo de la manera en que mi cara se sentía. El enano se quedó mirándome. ―Entraste en mi oficina, en mi caja fuerte. ―Su bigote caído se erizó de furia. Me encogí de hombros. Sin negarlo ahora. Si el talento elemental de Tobias Dawson para detectar e identificar la magia de otros era tan bueno como él afirmaba, ninguna mentira mía lo convencería de lo contrario. Además, ya estaba enganchada aquí. Si jugaba mis cartas bien, tal vez las cosas se detendrían y terminarían conmigo. No quería que Dawson empezara a pensar en quién más podría haber estado involucrado conmigo, y no lo quería yendo detrás de Finn, las hermanas Deveraux, los Fox, o incluso Donovan Caine. Miré al enano y mantuve mis ojos fríos, mi rostro inexpresivo. Quizás yo era quien estaba en el expreso a la muerte, pero no iba a delatar a los Fox y llevarlos conmigo. ―No conozco a ningún Warren Fox. Página ―¿Por qué? ―soltó el enano―. ¿Qué estabas buscando? ¿Para quién trabajas? ¿Te contrató Warren Fox para matarme? 242 ―Sí, irrumpí en tu oficina.- ―Tonterías ―gruñó Tobias―. Te vi en su tienda el otro día. Levanté una ceja. ―¿Te refieres a esa choza junto a la carretera? Sí, estuve allí, ¿y qué? ―¿Por qué? ―demandó Dawson. ―Tenía que ir al baño ―dije con sarcasmo―. No tenía ganas de conseguir una zarza en el culo por ir en el bosque. El enano me miró, considerando mis palabras. ―No te creo. ―No me importa mucho si me crees o no. Tobias escupió un chorro de jugo de tabaco de su boca. Salpicó contra mi pierna desnuda y raspada. El enano iba a pagar por ello. Podía morir aquí abajo, pero antes de irme, iba a darle al menos un buen golpe. Sólo por eso. ―¿Para quién trabajas? ¿Qué quieres? ―preguntó Dawson de nuevo―. Sabes que tengo maneras de hacerte hablar. Mi mandíbula se contrajo de dolor, lo que me impidió rodar mis ojos. Sí, me di cuenta que el enano me podría perjudicar la primera vez que dio un puñetazo en la cara. El recuerdo todavía estaba fresco en mi mente. ―Estoy segura de que las tienes. En cuanto a lo que quiero, se trata más de lo que mi empleador quiere. Tal vez podamos llegar a algún tipo de acuerdo. El enano detuvo su círculo de pie frente a mí. Sus ojos azul pálido se estrecharon. ―Estoy escuchando. ―Me dejas ir, y te digo quién te quiere muerto. ¿Cómo suena eso? El enano asintió. Me alejé del enano para estar lejos de las estalactitas y el agua que goteaba desde el techo. Él no me siguió. Su primer error. ―Así que has descubierto lo que soy, lo que hago. Página Bastardo mentiroso. No iba a dejarme ir, y ambos lo sabíamos. Pero así se juega cuando eres lo suficientemente descuidado para ser capturado. Arrastras las cosas hasta el final. Solo tenía una oportunidad para intentar deshacerme de Dawson. Sabía lo que iba a hacer, pero si tenía la fuerza para ello era otra cosa. Aun así, era mejor que siguiera hablando el mayor tiempo posible. 243 ―Está bien. Tenemos un trato. ―Eres una asesina ―dijo Dawson―. Esa es la única explicación para todos esos cuchillos de plata que tenías y la forma en la que te me lanzaste en la fiesta. Bueno, al menos no era tan estúpido como para pensar que realmente había estado atraída por él. Eso habría sido más bien triste por su parte. Le di una pequeña sonrisa. ―En realidad, estaba disfrutando de mi retiro, si puedes creer eso. Pero entonces, como la historia antigua, tengo una última oferta de trabajo, y el dinero, bueno, era demasiado buena para dejarla pasar. Otro asesino, Brutus, me había dicho esas palabras una vez, justo antes de que lo matara. Por supuesto, eran una fabricación completa de mi parte ahora. Pero fue precisamente el tipo de cuento de hadas que Tobias Dawson quería oír, la historia que ya se había vendido. Podía ver la sospecha en sus ojos. Todo lo que tenía que hacer era rellenar en su nombre. E incluso si no salía de aquí con vida, todavía planeaba causar tantos problemas como pudiese a un determinado individuo. ―¿Quién te contrató? ¿Por qué? Dime ahora mismo, o dejaré que mis chicos se diviertan contigo. ―Dawson apuntó con su pulgar sobre su hombro a los dos hombres. Detrás de él, uno de los gigantes se frotó la entrepierna y sacudió sus caderas hacia delante. Su amigo se rió de él y me dio un guiño lento. Su burla informal hizo que mi ira pasara de fuego lento a hervir. Esos hijos de puta no podrían una mano sobre mí. Pero todavía tenía mi parte que jugar a Tobias Dawson, así que di otro paso atrás de las estalactitas puntiagudas y lancé mis manos a lo ancho. ―¿No es obvio para quién estoy trabajando? ¿Quién más sabe de esta pequeña mina de diamantes con la que tropezaste? ¿A quién más le has hablado de ella? Por qué no piensas en eso por unos segundos y luego vuelves conmigo. El enano frunció el ceño y escupió otra corriente de jugo de tabaco. Sus ojos azules se volvieron hacia el interior mientras revisaba la lista de gente con la que había compartido su descubrimiento subterráneo. Estaba dispuesta a apostar que era una verdadera lista con nombre corto de una mujer en ella. ―Denle a este hombre un premio. Dawson frunció el ceño. ―¿Pero por qué iba a contratar a un asesino para matarme? Página Lo apunté con el pulgar y el índice. 244 ―Mab ―murmuró―. Mab Monroe. ¿Es para quién trabajas? A pesar de mi mandíbula rota, conseguí reír. Una fuerte risa burlona resonó en las paredes. ―Porque, idiota, ella quiere todo esto para sí misma. Todas estas piedras preciosas, diamantes, y el dinero que va a venir con ellos. ―De ninguna manera. ―Dawson negó con la cabeza―. No hay manera de que estés trabajando para Mab. Ella no se volvería en mi contra de esta manera. Aspiré. ―Saca tu cabeza de tu trasero. Por supuesto que Mab se volvería contra ti. Es lo que hace. Ella ha hecho una carrera de eso, como un amigo mío diría. Eres su más reciente victima en su imperio en constante expansión. Dawson caminaba de un lado a otro delante de mí mientras lo pensaba. Di otro pequeño paso hacia atrás. Tres metros ahora me separaban del enano. No tanto como me hubiera gustado. Después de unos segundos, el enano dejó de caminar. La duda en sus ojos se desvaneció, sustituida por la ira. Le había vendido la mentira. Incluso si no salía de la caverna con vida, Dawson podría hacer algo estúpido e ir a buscar a Mab Monroe. Ella probablemente lo mataría, pero al menos él sentiría su ira antes de morir. Y podría incomodarla ligeramente. De cualquier manera, era lo mejor que podía hacer, dada mi situación actual. ―Tengo curiosidad sobre algo ―dije. ―¿Qué? ―preguntó Dawson. ―El anciano en la tienda. ¿Por qué te enfrentas a él de esa manera? ¿Por qué necesitas tanto su tierra? Estamos en esta caverna en este momento con todas estas piedras preciosas. Sé que no eres dueño de los derechos minerales de los diamantes, pero, ¿por qué no en silencio sacarlos de las paredes tú mismo y terminar con esto? Dawson negó con la cabeza. ―Toda esa mágica de Piedra que tienes, y ni siquiera sabes sobre tu elemento, ¿verdad? Me encogí de hombros. ―Toda esta caverna está justo debajo de un arroyo que corre a través de la propiedad de los Fox. La fuerza del techo es suficiente, pero si empiezo a extraer diamantes de aquí, hay una buena probabilidad que todo el asunto vaya a colapsar, dejando un agujero gigante en el medio de su patio trasero, incluso más grande que el que está ahí en este momento. Página El enano señaló al techo, donde el agua goteaba de una de las estalactitas. 245 ―La geología no es mi fuerte. No me estaba diciendo nada que no hubiera adivinado ya, pero era bueno tener una confirmación. ―Y no puedes arriesgarte a eso ―digo en voz baja―. No puedes arriesgarte a que se entere que los diamantes están en sus tierras. ―Linda e inteligente. Es una pena que vayas a morir tan joven ―se burló. ―Pensé que teníamos un trato ―dije, aunque no había protesta real en mi voz. El enano rió. ―Ah, la idiotez de la juventud. Pero soy un caballero. Te daré una oportunidad de salir de aquí. ―¿En serio? ¿Cómo haré eso? Dawson me miró. Página 246 ―Todo lo que tienes que hacer es vencerme, en un duelo elemental. 30 Traducido por âmenoire ―¿Un duelo? ―pregunté. Asintió. ―Un duelo. Así es cómo me encargo de mis problemas. No he perdido uno en más de doscientos años. ―Miró sobre su hombro―. Chicos podrían querer quitarse del camino para esto. Los gigantes se movieron a cada lado de la caverna, dejando a Dawson parado solo en la mitad. Los hombres lucían aburridos, como si hubieran visto a su jefe hacer esto una docena de veces antes. Probablemente lo había hecho. El enano estaba parado de forma relajada con sus rodillas ligeramente dobladas. Inclinó hacia atrás su sombrero de vaquero sobre su cabeza para darle una visión más clara de mí y sus manos colgaban hacia abajo en sus costados, sus dedos flexionándose y estirándose. Me recordaba a algunos pistoleros del viejo oeste que acababa de llamar al sheriff de la ciudad hacia la polvosa calle para una demostración vespertina. Sí, podía ver como el duelo elemental combinaba completamente con el fetiche de vaqueros de Dawson. Mala suerte que va a ser la muerte para él. ―Un duelo, ¿eh? ―pregunté de nuevo. ―Un duelo ―repitió―. Tú y yo. Justo aquí, justo ahora. Piensa en ello, cuán poderosa en tu magia. Podrías vencerme. Aun así, tenía que llevar esto hasta su inevitable conclusión, así que me esforcé hacia el poder profundo dentro de mí. Reuniéndolo, dejándolo llenar cada parte de mi ser. Aunque no podía verlos, sabía que mis ojos estaban Página El bastardo estaba tratando de provocarme para hacerme dar el primer movimiento. Hacer algo torpe. Oh, iba a hacer algo de todas formas, pero no iba a ser lo que él esperaba. 247 Pero Dawson no sonaba demasiado preocupado por la posibilidad. brillando plateados con mi poder elemental. Todo a mi alrededor, los murmullos de las piedras se intensificaron, sintiendo mi control sobre ellas. Pero el enano no estaba preocupado. Si algo, mi encuentro con mi magia lo divertía. Tobias Dawson se sostuvo en su propia magia de Piedra. Poder se derramaba de él como el agua deslizándose por la pared de la caverna y sus ojos brillaban de un opaco azul liso. El enano era fuerte y su magia se sentía vieja y bien formada, como un caballo que había preparado a través de los años. Con razón quería un duelo. Una explosión de magia de él sería suficiente para derrotar a la mayoría de los elementales. Tal vez incluso a mí. El enano dejó salir una risa por lo bajo. ―Tienes poder, perra, te daré eso. Un montón de poder burdo. Voy a disfrutar esto. ―Entonces, ¿por qué darme está oportunidad, si soy tan fuerte? ¿Si puedo vencerte? ―Porque me gustan los retos. ―Dawson sonrió y escupió otro chorro del jugo de tabaco. La nauseabunda mezcla marrón aterrizó a mis pies. ―¿Sabes lo que me gusta, Tobias? ―pregunté. ―¿Qué? ―Jugar sucio. Le sonreí y lancé mi magia hacia el techo de la caverna. Jo-Jo Deveraux siempre me había dicho que tenía más magia de Piedra que cualquiera que hubiera visto antes. Esperaba que eso significara que también más que Tobias Dawson. Pero había sido debilitada por los golpes de Dawson y no tenía toda mi fuerza. Incluso si la hubiera tenido, todavía estaba picando piedra que había estado en pie desde antes que yo hubiera nacido, y Página Polvo y escombros salieron volando por el aire. 248 No había tiempo para finezas, restricciones o incluso paciencia. Una oportunidad era todo lo que tenía y la tomé. Lancé todo lo que tenía al techo de la caverna. Toda mi magia de Piedra y todo mi poder de Hielo, aunque era débil. El agua había estado goteando de las formaciones y bajando por la pared de la caverna que inmediatamente se congeló. Las gotas de cristal resultantes brillaban como diamantes incrustados en las paredes. El repentino surgimiento de hielo causo que pedazos y piezas de la caverna se rompieran y se desquebrajaran del resto de las paredes y techo. estaría mucho más tiempo después que me hubiera ido. Capas y capas y capas de ello. Pero usé mi magia, mi poder de Piedra, como un martillo, golpeando todo lo que podía sentir con mi burda y bruta fuerza. Frente a mí, Tobias Dawson frunció el ceño, sin estar seguro de qué demonios estaba haciendo, por qué no lo estaba atacando. Tal vez tenía otros dos o tres segundos antes que lo dedujera y me golpeara con todo lo que tenía. Tomé una respiración y lancé otro golpe de magia de Piedra al techo, incluso mientras alcanzaba mi poder de Hielo, haciendo que las gotas congeladas y el chorro de agua se expandieran en tamaño. Obligué el hielo en la piedra como un cincel. Hielo, Piedra. Cincel, martillo. Mi visión se volvió un campo de plata. Sudor goteaba por mis ojos, mis rodillas temblaban y todo mi cuerpo se sentía débil. Se sentía como si estuviera esforzándome durante años, décadas; aunque solo un segundo, máximo dos, habían pasado. Quería dejar ir mi magia, quería descansar. Cada parte de mi cuerpo dolido me gritaba que lo dejara ir y cayera en la oscuridad que estaba amenazando con abrumarme. Pero si hacía eso, si le daba a Dawson un segundo de oportunidad, me tiraría su propia magia y no tenía la fuerza para contrarrestarlo. No ahora. Así que apreté mis dientes, alejé el dolor y seguí martilleando la piedra. Derrumbar el techo sería la última cosa que haría alguna vez, pero el hijo de puta iba a caer. ¡Crack! ¡Crack-crack! Empezó a funcionar. Una gran estalactita se rompió del techo. Bajó rápidamente como un cuchillo y se le enterró a uno de los gigantes en su hombro. Aulló con dolor y cayó sobre el piso de la caverna. Sangre carmesí salpicó por todas partes y la piedra debajo de mis pies vibró más fuertemente. La cabeza de Dawson se volteó rápidamente por los gritos del gigante. Descuidado, descuidado de su parte distraerse así. Seguí trabajando. Hielo, Piedra. Cancel, martillo. ―¡Mátala! ―gritó Dawson al otro gigante mientras se revolvía para ponerse de pie―. Mátala antes que colapse todo el techo… Demasiado tarde. Página Ni siquiera lo aturdió. 249 Otro segundo pasó. Otra pieza del techo se derrumbó, esta vez sobre la cabeza de Dawson. Su magia de Piedra le dio la suficiente advertencia para que se moviera hacia adelante y se quitara del camino. El enano golpeó fuertemente el suelo. Sentí una debilidad en la piedra, una pequeña astilla de vulnerabilidad causada por años de agua filtrándose en ella. Reuní mi fuerza una última vez y obligué toda la magia que me quedaba en esa burbuja de aire. No era más ancha que una aguja, pero era lo suficientemente grande. ¡CRACK! El fondo del techo de la caverna explotó con un enorme rugido, como si un balde lleno de gradas acabara de explotar junto a él. Los goteos de agua se volvieron un intenso torrente que caía por todos lados y violentos temblores sacudieron el suelo debajo de mis pies. Polvo, escombros y roca se movían rápidamente a través del aire como metralla. Me tiré al suelo y rodé lejos, lejos, lejos de Dawson, los dos gigantes y las estalactitas que sonaban en el techo sobre sus cabezas. Mis ojos se colgaron de un descanso en la pared de la caverna. Me arrastré hacia él y dentro de él. El espacio apenas era lo suficientemente grande para escudar mi cuerpo, pero la roca ahí era más fuerte que más arriba, que había sido debilitada por el agua. Las estalactitas que habían estado colgando por encima cayeron al piso como afiladas cuchillas de guillotina. La primera ola atravesó al gigante que había sido herido antes, hasta que pareció algún tipo de muñeco vudú de gran tamaño con una masa de alfileres de piedra incrustados en él. El segundo hombre estuvo media docena de pasos hacia la entrada de la mina antes que una de las rocas abriera su cabeza en dos. Vi su sangre golpear la pared incluso a través del rocío de agua, polvo y piedra cayendo. Tobias Dawson era más listo que sus ayudantes. Más resistente también. Cómo yo, se dejó caer hacia adelante, evitando la mayoría de las estalactitas mortales. El enano salto para ponerse de pie. Me vio encogerme en el descanso y sus ojos azules se estrecharon con odio. ―¡Te mataré por esto, perra! ―Su rugido hizo eco a través de la caverna incluso por encima del siseo del agua y el trueno de las rocas rompiéndose. Esta vez, lancé mi magia hacia él. Mi magia de Hielo. Era todo lo que me quedaba. Había extinguido la magia de Piedra para colapsar el techo. Así que me concentré en las gotas de agua cayendo a través del aire frente el enano a la carga, congelándolas y Página Mi cuerpo no era tan resistente y fuerte como el suyo. No tenía mis cuchillos, así que solo había una cosa más que podía hacer para contratacarlo. 250 El enano corrió en mi dirección, todavía evitando las rocas y el agua que caía en cascada. Sus ojos azules ardían con magia. Extendió sus manos, listo para lanzarme su poder o sacarme arrastrando del descanso y hacia los escombros que caían. Probablemente ambos. El enano podría sobrevivir al castigo del colapso del techo, pero yo no lo haría. lanzándolas hacia Dawson. Ya estaba debilitada por el esfuerzo de juntar tanta magia, así que en lugar de los cuchillos que me había imaginado, las gotas se volvieron esquirlas que hicieron un poco más que pinchar la gruesa piel del enano. No lo hicieron más lento. Algunos metros más y sería capaz de alcanzarme. Y entonces estaría muerta. Determinación se elevó dentro de mí, fría, fuerte, resuelta. Me estiré por mi magia de Hielo de nuevo. Fue más difícil esta vez, tan jodidamente difícil, como tratar de juntar agua con dedos estrechos. Cada vez que reunía suficiente poder, se escapaba. Así que me estiraba por él de nuevo, apretando mis manos alrededor del goteo de magia dentro de mí. Trató de escaparse, pero la sostuve fuertemente y jalé, tirándola hacia mí, inclinándola con mi voluntad. Y algo detrás de mí giró. Por un momento, sentí como si un huevo crudo se hubiera dejado caer en el suelo, roto, desordenando, goteando. Pero entonces la magia me llenó. Más magia de Hielo de la que nunca antes había sentido. No me detuve a pensar de dónde había salido o si esto era un tipo de alucinación en el lecho de muerte de mi parte. Usé la magia para congelar más del agua cayendo en el aire y la lancé hacia Dawson. Esta vez, las gotas formaron largos y delgados témpanos de hielo que zumbaron a través del polvoso aire como dagas. El enano los vio venir. Se detuvo en sus pasos a unos tres metros de mí y trajo su propia magia de Piedra para enfrentarlo, tratando de bloquear mi ataque, tratando de utilizar su poder elemental más fuerte en su piel contra las burdas armas, como yo lo había hecho muchas otras veces antes. Pero no funcionó. Tal vez estaba demasiado distraído por el caos a su alrededor. Debía de haber estado oscuro en la caverna, que estaba ahogada por polvo, escombro, lodo y agua. Pero no lo estaba. Había una luz encendida, yo. Miré hacia mis manos. Página Por la razón que fuera, los témpanos golpearon el pecho de Dawson con toda la fuerza de uno de mis cuchillos de plata. El brillo azulado de magia se apagó de los ojos saltones del enano y abrió su boca para gritar. El resto del techo empezó a colapsar, ahogando sus roncos gritos. 251 Tal vez había roto su concentración con mi escurridizo ataque inicial. Tal vez había alterado el orden de su duelo perfectamente arreglado y no sabía cómo recuperarse de la injusticia de todo eso. Las cicatrices de runa de araña en mis palmas, las que habían sido causadas por metal de plata quemando en mi piel todos esos años atrás, estaban en llamas, con llamas glaciales. Y sentí el poder surgiendo a través de mí de nuevo, más grande que antes. Magia de Hielo que se sentía casi tan fuerte como mi magia de Piedra. Nada bueno. Por un momento, mis ojos encontraron los del enano. Pánico, miedo, dolor y asombro destellaron en la mirada de Tobias Dawson. Y luego se había ido, tragado por las rocas que caían, el agua que corría y el polvo sofocante. Me enrosqué en una apretada bola y apiñé en la pared del descanso mientras la tierra y piedra se sacudía a mi alrededor. Las vibraciones de las piedras rugieron violentamente, un grito interminable dentro de mi cabeza. Había resquebrajado el techo de la caverna con mi magia, causado tanto dolor como el que Dawson y a su equipo de acompañantes nunca habían sentido. El sonido hizo tensarse a mi estómago. Pero había sido la Piedra o yo, y me escogería a mí misma todas las veces. Página 252 Así que cerré mis ojos y escuché a la piedra lamentarse mientras la caverna colapsaba sobre mí. 31 Traducido por Mariandrys, Mari NC y Jenn Cassie Grey Me acurruqué en mi escondite habitual, una pequeña grieta en la pared del callejón detrás del Pork Pit. El espacio cerrado siempre me hacía sentir a salvo. Segura. Tal vez era porque sabía que nadie podía meterse aquí detrás de mí… especialmente alguien tan grande como el gigante que acababa de matar. Media hora había pasado desde que Douglas había forzado su entrada al restaurante y atacado a Fletcher y Finn. Mis lágrimas habían desaparecido, pero sangre todavía ensuciaba mis manos con lo que había matado al gigante. Raspé mi uña por mi piel, dejando una marca blanca en la oxidada mancha marrón. Lo había hecho otra vez. Matado de nuevo. Justo como pasó la noche en que la elemental de Fuego había asesinado a mi familia, y había colapsado mi propia casa encima de todos ellos… incluyendo a Bria, mi hermanita. Mi estómago se revolvió. De alguna manera, no vomité la bilis caliente que subió a mi garganta. La puerta trasera del Pork Pit se abrió fácilmente, y Fletcher Lane salió al callejón. El hombre de mediana edad no dijo ni una palabra cuando se sentó con piernas cruzadas a unos cuantos metros de distancia de mí. Sus ojos verdes eran tan brillantes como los de un gato, aunque su rostro decayó con preocupación y dolor por la golpiza que le dio el gigante. Me quedé en mi grieta, mi pequeño refugio, y me pregunté si esta era la parte donde Fletcher me decía que me fuera… y que nunca regresara. Él había visto lo que le había hecho al gigante, de lo que era capaz. ¿Quién querría a alguien así a su alrededor? ―Has estado aquí por un tiempo ahora ―dijo Fletcher con voz queda―. Eres una jovencita inteligente, Gin. Estoy seguro que has notado cosas. Como mis desapariciones. ―Sí, lo he notado. Asintió. ―Estoy seguro que te has preguntado a dónde voy, qué hago. Todos los viaje que hago. ―Fletcher volvió sus ojos hacia mí, así que sentí toda la fuerza de su verde Página No sabía a dónde quería llegar Fletcher, pero al menos no estaba diciéndome que me fuera… todavía. 253 Y regresar cubierto de sangre, pensé. mirada―. Es tiempo de que sepas la verdad, especialmente después de esta noche. Soy un asesino, Gin. Lo he sido por años. Tal vez debí haber estado sorprendida o impresionada o incluso horrorizada. Pero no lo estaba. Luego del asesinato de mi familia y la ruda realidad de vivir en las calles, nada más me impactaba. Mi niñez e inocencia habían desaparecido, reemplazadas por el conocimiento de que la gente era mala, fría, loca y peligrosa. Así que solo asentí, como si su revelación tuviese perfecto sentido para mí. En una forma retorcida, lo hacía. ―¿Sabes qué significa ser un asesino? ―preguntó Fletcher. Me encogí de hombros. ―Matas a personas por dinero. Sonrió. ―La mayoría de las veces. Aunque algunas veces, me ofrecen trabajos que no tomo. Algunas veces las personas a quienes rechazo se enojan conmigo. Algunas veces me encuentran, vienen detrás de mí. ―¿Como Douglas? ―Justo como Douglas. A pesar de la rareza de la conversación, me encontré curiosa por aprender más acerca de esta otra vida que llevaba Fletcher. ―¿A quién quería Douglas que mataras? Una sombra cruzó el rostro de Fletcher. ―A unas niñas pequeñas. ―Entonces, ¿por qué no lo hiciste? Fletcher se me quedó mirando fijamente. ―Porque existen reglas, Gin. Cosas que ni siquiera los asesinos deberían hacer. Matar a niños inocentes es una de ellas. Fletcher me miró. ―Trato de hacer que no lastimen a más personas. Sabía que lo que quiso decir era que los mataba. Pensé en Douglas y en la forma en que el gigante me había observado. Qué me hubiese hecho si no se lo hubiera hecho yo primero. Me estremecí. Página ―¿Qué pasa cuando alguien rompe las reglas? ―pregunté en un susurro ronco. 254 Pensé en la elemental de Fuego y en todas las preguntas que me hizo sobre Bria, mi hermanita. No le había contestado a la elemental, ni siquiera cuando me quemó con mi propia runa de araña. Porque había sabido lo que habría de suceder. Moriría, y entonces también lo haría Bria. ―Eso deber ser agradable. Ser capaz de encargarse de otras personas de esa manera. El ser así de fuerte. ―La última palabra salió en un susurro áspero. Fletcher me miró fijamente, una extraña expresión en su arrugado rostro, como si estuviese considerando algo importante. Como el decirme que me perdiera. Decidí hacérselo fácil. Le debía eso, aunque solo fuese por las últimas semanas de seguridad que me había dado. ―¿Quieres que me vaya? Fletcher frunció el ceño. ―Claro que no. ¿Por qué pensarías eso? Miré fijamente a la sangre en mis manos y no dije una palabra. ―Oh, Gin ―musitó con voz suave―. ¿Realmente no te das cuenta de lo que hiciste esta noche, verdad? Me salvaste. A Finn también. Douglas nos habría matado a los tres si no lo hubiese apuñalado. No te atrevas a sentirte mal por apuñalar a ese bastardo enfermo. Hiciste lo que tenías que hacer. Nada más. El nudo en mi estómago se soltó. Tal vez no era un monstruo después de todo. O tal vez simplemente ya no me importaba. ―Quiero que te quedes, Gin ―dijo Fletcher―. Por tanto tiempo como quieras. Y si me permitieras, si quisieras, me gustaría entrenarte. Me quedé mirándolo, confundida. ―¿Entrenarme para hacer qué? Ya me estás enseñando cómo cocinar. Él dudó. ―Para ser como yo. Para hacer lo que yo hago. Para ser una asesina. Tal vez debí haber estado sorprendida. Impresionada. Horrorizada. Pero no lo estaba. En cambio, pensé en Douglas, el gigante. En cómo se me había acercado y en cómo me había defendido. Sabía que el apuñalarlo había sido no más que una estúpida suerte, más que cualquier otra cosa. ―¿Qué hay de Finn? ―pregunté―. Es tu hijo. ¿No deberías entrenarlo a él? Fletcher sonrió. Página Cansada de esconderme de todo el mundo y de cualquier cosa. Miré a Fletcher. No era solo que fuese un adulto, más viejo que yo, más alto, más musculoso. Fletcher Lane tenía una fuerza interna que lo apartaba de las demás personas. De repente me di cuenta que era una fuerza que yo quería. Una fuerza que necesitaba para sobrevivir. 255 Pero mi familia estaba muerta, y yo estaba sola. Estaba cansada de vivir en las calles y de ser débil y pequeña e indefensa. ―Él es mi hijo, y lo amo, pero no tiene el temperamento correcto. Es demasiado imprudente, demasiado llamativo. Tú eres diferente. Más calmada. Te tomas el tiempo para pensar las cosas antes de hacerlas. No sabía sobre todo eso. Pero decidí tomar lo que Fletcher estaba ofreciéndome. Aferrarme a ello con ambas manos y nunca mirar atrás. Genevieve Snow estaba muerta. Su familia estaba muerta. Pero Gin Blanco todavía estaba viva. Y quería permanecer de esa manera. ―De acuerdo ―acordé―. Puedes entrenarme. Fletcher asintió. ―Está bien, entonces. Empezamos esta noche. Vamos. Volvamos al restaurant. Se puso de pie y extendió su mano hacia mí. La observé por un minuto. Iba a convertirme en una asesina. Bien podría comenzar a actuar como una. Lo cual, para mí, significaba ponerme de pie por mí misma. Lo cual hice. Los ojos verdes de Fletcher brillaron cuando sonrió… Aspiré un respiro, despertando del recuerdo de ensueño. Me tomó un momento el recordar dónde estaba, qué había sucedido… y del hecho de que probablemente estaba enterrada viva. Pánico brotó dentro de mí, amenazando con liberarse. Pero alejé la caliente y preocupante emoción, calmándola con fría lógica. Todavía estaba viva, todavía respirando. Lo cual significaba que todavía tenía una oportunidad, por pequeña que fuese. No había nada aquí abajo salvo las rocas, el agua y yo. Nada que no pudiera manejar. Así que empecé a parpadear, enfocar, y esforzar mis ojos. Poco a poco, la oscuridad disminuyó a un gris medianoche, y el mundo volvió a entrar en foco. Lo que pude ver de él, de todos modos. Página Abrí mis ojos a la oscuridad. Otra vez, pánico me llenó, y una vez más, lo alejé. No había estado temerosa de la oscuridad desde que era una niña. Además, Tobias Dawson y sus gigantes estaban muertos. Ya no podían herirme más. 256 No sabía cuánto tiempo me había acurrucado ahí debajo del borde de la roca, con la tierra sacudiéndose debajo de mi cuerpo y la caverna colapsando sobre mí. Minutos habían pasado, tal vez horas, por lo que sabía. Pero estaba tranquilo ahora. La tierra había dejado de temblar, y las piedras habían dejado de caer, lo cual significaba que era hora de volver a mí misma. Lo cual no era más que una gran pila de rocas. Bloqueaban parcialmente la entrada de la pequeña cavidad en que había tomado refugio del derrumbe. Me detuve un minuto para evaluar mi cuerpo. Moví los dedos de mis manos y pies, y fui a través de toda la rutina que había hecho cuando había despertado por primera vez en la caverna. Llaga, raspón, carne viva, dolor, huesos cansados. Igual que antes, pero todo estaba más o menos en condiciones de funcionamiento. Me agaché, en busca de mi bolso y los suministros de curación que Jo-Jo Deveraux me había dado. Pero el bolso había desaparecido. Al igual que mi peluca rubia, y ya no sentía los contactos azules en mis ojos. Se habían caído en algún lugar a lo largo del camino. Lo único que me quedaba era mi vestido negro y tacones de aguja, que no ayudaban en absoluto. Así que dejé escapar un suspiro, me arrastré hacia adelante, estiré mis manos, y empujé. Para mi sorpresa, las rocas se movieron. Partes y piezas se desprendieron como cáscaras de huevo donde las tocaba, y me puse a trabajar. No sé cuánto tiempo estuve en cuclillas allí, medio debajo del recoveco, empujando rocas fuera del camino para poder moverme hacia adelante y lograr ponerme de pie. Algo lento dados mis diversos dolores y molestias, pero al final abrí un espacio lo suficientemente grande por el que poder pasar retorciéndome. Me puse de rodillas primero, luego me tambaleé hacia adelante, y utilicé mis piernas para empujarme hacia arriba y fuera del agujero. Las rocas desgarraron la fina tela de mi vestido y rasparon mi estómago, pero no me importó. Poco a poco, me puse de pie. Casi no había luz, pero tal vez podría arreglar eso. Relajé mis sucias palmas de las manos. A pesar de que no podía verlas, sabía que las cicatrices de runa de araña estaban todavía en mis manos. Siempre había sido capaz de crear un poco de luz con mi magia, especialmente con mi poder de Hielo. La familiar luz plateada parpadeaba sobre mi palma cada vez que hacía un simple cubo o picahielos. Alcancé mi magia de Hielo. Con cautela, esta vez, atrayendo un pequeño goteo de poder. Pero, de nuevo, vino a mí mucho más fácilmente de lo que nunca lo había hecho antes. Sólo tomó un momento de concentración para hacer que las cicatrices en mis palmas quemaran con frío fuego plata. Mejor que una puta linterna. Página Me preguntaba lo que las cicatrices de plata harían ahora que el peligro no era tan inminente. Tiempo de averiguarlo. 257 Pero antes, cuando hice ese final y desesperado alcance de mi magia de Hielo para detener a Tobias Dawson, las cicatrices de la runa de araña en mis manos se habían encendido y quemado con llamas frías y plateadas de la magia de Hielo. Algo que nunca habían hecho antes. ―Bueno, eso es algo nuevo y diferente ―murmuré. Extendí mis palmas brillando. La luz de plata parpadeaba sobre lo que quedaba de la caverna, y revisé los daños que había entretejido con mi magia de Hielo y Piedra. Más allá de mi agujero, la piedra y la tierra se levantaba y caía en olas irregulares, y el polvo ahogaba el aire como nubes de tormenta de partículas. La caverna, que una vez había sido tan hermosa y elegante, ahora no era nada más que un montón de escombros no coincidentes, como una casa que había caído sobre sí misma. Toneladas y toneladas de tierra, piedra, agua y barro llenaban todo el tramo de la caverna, bloqueando la entrada de nuevo al pozo de la mina. Miré hacia arriba. Debía haber habido más roca por encima del techo de lo que Tobias Dawson había dejado ver, porque la piedra había formado un techo inclinado y afilado, en lugar del arco natural de la caverna original. No saldría por ese camino. Porque incluso si hubiera estado con toda mi fuerza, en lugar de golpeada, con sangre, y agotada, dudo que incluso pudiera haber conseguido salir a través de tanta piedra y tierra. Los elementales tenían una gran cantidad de energía en bruto, pero en última instancia, todos teníamos nuestros límites. Incluso yo. Así que bordeé alrededor de los escombros, resbalando, cayendo, y escalando de una duna rocosa de tierra fangosa a otra. A lo lejos, oí agua corriendo, como un cuenco siendo llenado. No sabía a dónde se había ido el agua del arroyo cuando desplomé el techo, pero estaba cerca. Otra razón para sacarme de aquí. No había derrotado a Tobias Dawson para sucumbir a algo tan simple como el ahogamiento. Caminé hasta que llegué a la parte más alejada de la caverna, pero la tierra y la piedra habían bloqueado completamente la salida. Lo que significaba que tenía que encontrar otra manera de salir de aquí, ahora. Página Cubrían el suelo bajo mis zapatos llenos de barro como lágrimas congeladas sin brillo. La mayoría de ellos habían sido pulverizados a pequeños trozos, astillas, y destellos que capturaban la luz plateada que emanaba de mis palmas. Aún hermosos, incluso en su estado ruinoso. Es una pena que no tuvieran absolutamente ningún uso para mí. Definitivamente no el mejor amigo de una chica, en este caso. 258 Estaba atravesando abajo una duna particularmente grande cuando un pequeño sonido me llamó la atención. Un pequeño y agudo aullido en la piedra a mi alrededor. Extendí mis palmas brillantes. Un destello de luz me llamó la atención, y miré hacia el suelo. Y me di cuenta que estaba de pie sobre los diamantes. Así que regresé a la dirección de la que había venido, deteniéndome el tiempo suficiente para quitarme los tacones de aguja y arrojarlos a la oscuridad. Los tacones rotos estaban haciendo más daño a mis pies de lo que lo haría ir descalza. Justo había llegado a la cavidad en la que me había escondido originalmente cuando una mancha de blanco me llamó la atención sobre la piedra gris. ¿Qué era eso? ¿Otro diamante? Me acerqué más y me di cuenta que era una mano, la mano derecha de Tobias Dawson, sobresaliendo de un montículo de tierra, con los dedos muy abiertos. Me arrastré por la tierra y piedra para obtener una mirada más cercana. Pero sólo era una parte sobresaliendo. Nada más. Comprobé el pulso, pero el enano no tenía ninguno. El escalofrío de la muerte ya se había instalado en su carne. Aun así, tomé un trozo irregular de roca y le corté la muñeca sólo para estar segura. Me senté allí, descansando y viendo su sangre penetrar en la tierra removida y piedra destrozada. Cuando su muñeca dejó de rezumar, continué. Caminé más profundamente a la parte posterior de la caverna al sector que no había visto mientras Tobias Dawson había estado retándome a un duelo. La caverna se redujo a un pequeño pasillo apenas lo suficientemente grande para que una persona pasara apretadamente. Me puse delante de este y miré a la oscuridad, preguntándome qué había al final del arcoíris de medianoche. Sólo había una forma de averiguarlo. No podía volver, y tenía que salir. ―Lo siento ―le murmuré a la roca―. No tenía otra opción. Página Sólo había dado unos pasos por el pasillo cuando el mundo se volvió de gris oscuro a negro como el carbón que Tobias Dawson había arrancado de la montaña. No había luz por delante, nada que me ayudara a ver los peligros que esperaban. Y no me había escapado del enano sólo para romper mi pierna y terminar muriendo de hambre aquí abajo. Así que llamé a mi magia de Hielo de nuevo. Vino con la misma facilidad que antes, y aumenté la intensidad de las llamas ardiendo en mis cicatrices de runa de araña hasta que pude ver lo suficientemente bien como para caminar. A mi alrededor, la piedra mascullaba, aguda, enojada y herida por toda la agitación que había visto hoy. 259 Así que di un paso adelante en la oscuridad aguardando. Mi voz rebotó contra la piedra y se hizo eco de nuevo hacia mí. El sonido me hizo temblar, y seguí adelante, usando las manos para iluminar mi camino. El pasaje se hizo más y más estrecho, hasta que tuve que girar hacia los lados para caminar de lado a través de él. Pero seguí adelante. No era como si tuviera un montón de otras opciones. No había vuelta atrás. Sólo seguir avanzando. El pasadizo se abrió de nuevo un poco, lo que me permitió caminar a través de la zona de frente, en vez de girar de un lado a otro. Pero seis metros más tarde, se volvió a estrechar. Apreté los dientes y me deslicé hacia un lado. Y así fue. A veces podía caminar por los pasillos con facilidad. A veces, tenía que ponerme de lado. Otras veces, tuve que meter mi estómago y hacerme pasar por pasadizos que eran de poco más que treinta centímetros de ancho. Pero yo seguía en movimiento. A pesar de mis muchas lesiones, a pesar de mi mandíbula rota y palpitante cráneo, a pesar de la extraña afluencia de magia ardiendo fríamente en mis venas, seguí adelante. Detenerse sería descansar, dormir. ¿Quién sabía si volvería a despertar? Podría haber algún gas venenoso aquí abajo que ya me estuviera matando lentamente. Algo de monóxido de carbono o algo así de letal. No, no me atreví a detenerme. No a descansar, no a llorar, no a nada. Si Fletcher Lane se hubiera aparecido de pronto desde las sombras y me ofreciera decirme todos los secretos que me guardó, dónde estaba Bria y cómo era, habría pasado sobre el viejo hombre. Así que caminé con dificultad a lo largo de la negrura, solamente con el brillo mágico plateado de mis palmas para iluminar el camino. El tiempo dejó de tener cualquier clase de sentido. Solo había rocas para rebuscar alrededor, por todos lados. Ásperas rocas aguijoneando mis pies. El olor de mi propia sangre. Y el murmullo de las piedras alrededor de mí. No sé cuánto recorrí a pie, solamente moviéndome lentamente a través de la oscura tierra. Minutos, horas, días, el fin del tiempo. Pero me tambaleé libre del estrecho pasaje en el que estaba para entrar a un lugar mucho más amplio, casi tan grande como la caverna donde habían estado los diamantes. Lo había Página Porque si lo escuchaba, querría que se detuviera, solo por unos minutos. Y entonces me habría ido. 260 Mientras dejaba la destrucción de la caverna detrás, los murmullos de las rocas se volvían más suaves y dulces una vez más. Hablaban de agua y aire y del lento paso del tiempo que había tenido un pequeño efecto en ellas. Después de los gritos de las piedras y lamentos de diamantes destrozados en la caverna el murmullo de las rocas era algo como una canción de cuna. Pero empujé el sonido a la parte trasera de mi cabeza, apagándolo. cruzado a la mitad cuando me di cuenta que estaba caminando directamente hacia una pared de completa piedra. Me detuve, parpadeé y estiré mis brillantes palmas. El pasaje se abría en dos direcciones. Izquierda y derecha. Otros dos agujeros justo como todos los otros por los que había caminado y me había arrastrado y tambaleado. Pero esta vez, tenía que tomar una decisión. ¿Pero cuál? ¿Y haría algún bien? Ambas podían conducir más profundo en la montaña, girar la una a la otra, o llevarme directamente a la muerte. Tal y como parecía por lo que había estado caminando, podría estar a la mitad de China para ahora. Pero aun así, tenía que intentarlo. La derecha primero. Caminé directo hacia el pasaje de la derecha por unos cien metros y coloqué mi herida y sangrienta mano en la pared de piedra. Lo usual, bajos murmullos de agua, roca y el tiempo sonando hacia mí. El mismo sonido que había escuchado por horas ahora. Suspiré, di la vuelta, y me introduje en el pasaje de la izquierda. Una vez más, coloqué mi mano en la piedra y escuché sus vibraciones. Agua, roca, tiempo. Nada que me dijera a qué lugar ir. ―Joder ―gruñí en voz alta. Mi palabrota hizo eco a lo alto de la caverna y rebotó de regreso hacia mí antes de vibrar por toda el área. Suspiré y pasé mi mano por mi cara, esparciendo sangre, suciedad y mugre por mi piel. Revoloteo-revoloteo. Revoloteo-revoloteo. Me congelé, preguntándome si me estaba imaginando el sonido. Si de alguna forma estaba conmocionada y simplemente no lo sabía. Tal vez ya estaba muerta y esto era todo un sueño final o alguna clase de purgatorio antes de ser mandada muy muy abajo. Revoloteo-revoloteo. Revoloteo-revoloteo. Parecía ser alguna clase de enorme figura atada al techo. Qué demonios… De pronto, una pequeña forma se cayó del techo. Entonces otro, y otro, y otro. Me tomó un corto momento darme cuenta qué eran. Página Fruncí el ceño y rebusqué en la oscuridad sobre mi cabeza. 261 Nop, no estaba imaginándolo. El sonido parecía venir de alguna parte de arriba. En un impulso, alcé mis manos sobre mi cabeza, las palmas hacia arriba. Alcancé mi magia de nuevo y las frías flamas de plata quemando en las runas de araña en mis palmas se intensificaron. Acababa de aumentar la intensidad de mi linterna humana. Murciélagos. Cientos de ellos. Evidentemente mi alta palabrota había alterado su pacifico sueño. Porque todas las criaturas abandonaron sus lugares. Revolotearon a la mitad del aire por un momento antes de ir apresurados lejos. Todos se dirigieron por el pasaje de la izquierda. Mi corazón se alzó, y me tambaleé detrás de ellos tan rápido como pude. Los murciélagos necesitaban aire, luz, insectos y agua. Si ellos podían salir, entonces yo podía también. No me importaba si había solo un agujero lo suficientemente estrecho como para que las criaturas aladas pasaran. Encontraría una manera de meter mi trasero tamaño humano a través también. Por supuesto, lo murciélagos eran mucho más rápido que yo y no estaban obstaculizados por una falta de calzado adecuado para explorar cuevas. Pero aun así, me apresuré detrás de ellos tan rápido como mi cuerpo adolorido me lo permitía. El pasaje se curvó unas cuantas veces antes de abrirse en una habitación redonda. Me detuve en la entrada y parpadeé. ¿Era mi imaginación o había luz aquí? Dejé caer el agarre que tenía en mi magia. La habitación era oscura y mi corazón comenzó a hundirse de nuevo. Pero me quedé ahí, esperando. Y lentamente, enfoqué el área. Alcé la vista, y ahí estaba. Una abertura a unos seis metros sobre mi cabeza. Lo que se veía como la luz del sol de una temprana mañana se filtraba a través de lianas de enredaderas de kudzu que caían por las paredes como serpientes. Miré hacia la abertura. Parecía ser lo suficientemente grande para que me arrastrara a través de ella. No hay tiempo como el presente. La caricia de aire contra mi mejilla lastimada y palpitante me hizo querer llorar. Pero me sacudí la emoción. No era tiempo de dejarme llevar por mis sentimientos. Siempre podía resbalarme y caer. Y estaría maldita si iba a morir Página Fue difícil. Tan jodidamente difícil. Incluso más difícil que alcanzar mi magia de Hielo que había detenido a Tobias Dawson esa última vez en la cueva. Pero centímetro a centímetro, metro a metro, trepé por las gruesas cuerdas. Donde quiera que encontraba una saliente en la pierda, presionaba mis golpeados, sangrientos y fríos dedos en ellos y descansaba. Las lianas debajo de mi cuerpo olían ligeramente a rocío. Estaba a medio camino por la pared cuando sentí una fría brisa caer por la estrecha habitación. 262 Tomé unos residuos de lo que quedaba de mi vestido y los enredé en mis manos. Entonces tomé una de las lianas de kudzo y trepé por ella. Las lianas parecían ser lo suficientemente fuertes para soportar mi peso, así que comencé a trepar. por un cuello roto. No ahora, cuando la dulce esencia del brillo del sol estaba solo a unos cuantos metros de distancia. Tomé una profunda inspiración y comencé a trepar de nuevo. Las paredes se estrecharon en una clase de forma circular donde estaba la apertura. Iba a tener que dejar las enredaderas de kudzo, tomar el borde del agujero y esperar que la tierra no colapsara debajo de mi peso. Encontré un buen agujero para mi pie y descansé un momento, tomando fuerzas una vez más. Por última vez. Cuando me sentí lo suficientemente fuerte, doblé mis rodillas, salté, y toqué el borde de la abertura. Mis manos buscaron apoyo, en el último segundo mis dedos se cerraron alrededor de otra liana de kudzu, esta atorada en algún lugar en la superficie. Colgaba a la mitad del aire, sostenida solamente por mis dedos alrededor de eso. En este punto, estaba llorando abiertamente por el dolor en mis manos, brazos, hombros. Pero de alguna forma me sostuve. Deslicé una mano hacia arriba de la liana. Y luego la otra. Llevándome hacia arriba. Gemidos y medio gritos salieron de mis labios como si estuviera poseída por alguna clase de espíritu malvado. Tal vez lo estaba. Porque mi voluntad de sobrevivir era una cosa poderoso. Alexis James no había sido capaz de derrotarme. Tampoco lo había hecho Tobias Dawson. No iba a dejar que una húmeda, resbaladiza liana de kudzu me detuviera ahora. Así que colgué ahí y subí poco a poco, como una araña, trepando por su propia telaraña. Finalmente mi mano derecha salió hacia el aire limpio. La coloqué en el borde de la abertura, probando el terreno. Piedra sólida, más que suficientemente firme para sostenerme. Lentamente subí y me las arreglé para atorar mi codo derecho arriba y fuera del agujero. Entonces el otro. Tomé una profunda inspiración y me deslicé hacia arriba. Mi cabeza apartó la multitud de lianas cubriendo la abertura y la luz del sol de una mañana temprana cayó sobre mi cara, cegándome. Cerré mis ojos y disfruté su calidez, escaza aunque había. Página 263 Y con un final golpe de fuerza, me empujé hacia arriba y fuera hacia el amanecer. 32 Traducido por Dianna K y Adaly Me deslicé lejos del agujero en mis manos y rodillas. Lo hice seis metros antes de que lo último de mi fuerza se agotara, y cayera de cabeza en el suelo. Durante mucho tiempo, solo me quedé acostada en el suelo del bosque aspirando el aroma a tierra de las hojas que formaban una manta, dura y crujiente debajo de mí. Había un ruido piando por encima de mi cabeza. ¿Más murciélagos? No, me di cuenta después de un momento. Aves. Los pájaros estaban cantando. Lo que significaba sin duda que por fin, había escapado de mi laberinto subterráneo. Una sonrisa se extendió por mi golpeado rostro. Me dejé ir, y el mundo se desvaneció. Algún tiempo después, me desperté en la misma posición que había estado cuando había colapsado. Una mejilla plantada en el suelo. Los brazos y piernas extendidos en ángulos incómodos, pesados y entumecidos. Traté de ponerme de rodillas e inmediatamente gemí cuando el dolor llenó cada parte de mi cuerpo. Página De alguna manera me las arreglé para rodar sobre mi espalda mientras un hormigueo de dolor se disparaba a través de mis extremidades. Un árbol de arce extendía sus ramas por encima de mi cabeza, ofreciendo un poco de sombra. El sol estaba más alto en el cielo ahora. Parecía que era alrededor de mediodía. Una vez que mis brazos y piernas dejaron de quemar con el dolor, levanté la cabeza y estudié mi entorno. Estaba en medio de un espero bosque. Arces, pinos, álamos, y más me flanqueaban como soldados. Arbustos de azaleas y zonas de zarzas serpenteaban entre los árboles como cadenas de luces verdes y cafés de Navidad. 264 Mierda. Dolía estar viva. Suspiré. A pesar de que no quería hacer nada más que quedarme aquí y dormir durante los próximos tres días, sabía que tenía que moverme. No sabía dónde demonios estaba, lo que significa que los demás no tenían ninguna posibilidad de encontrarme. Probablemente pensaban que ya estaba muerta, atrapada debajo de la tierra con Tobias Dawson y sus dos gigantes. Sonreí. Me gustaría volver de la tumba sólo para ver la cara de Finn. Me llevó un tiempo, pero me apoyé en mis codos, luego me senté. Me tomó más tiempo ponerme de rodillas, luego sobre mis pies. Miré alrededor del claro donde había emergido de la tierra y encontré un pedazo de madera caído. Usándolo como una especie de bastón, marché hacia adelante. El dolor pulsaba a través de mi cuerpo con cada paso. Me había cortado en las rocas dentro de la montaña, y los arbustos, zarzas y ramas que cubrían el suelo no ayudaron. Pero avancé a trompicones. No sabía cuánto tiempo caminé, una hora, tal vez dos, pero eventualmente llegué a un pequeño arroyo. Tal vez era el que pasé en la caverna. No sabía, y no me importaba. Bajé a una de las rocas y sumergí los pies en el agua. Fría como el hielo, pero se sentía como el cielo en mis pies y tobillos hinchados. Me tragué varias bocanadas de agua y me lavé las manos y la cara lo mejor que pude. Tuve la precaución de dejar una parte de mi cuerpo seca antes de moverme a la siguiente. No quería tener hipotermia debido al choque del agua fría. Pero la fría humedad me ayudó a revivirme y me hizo darme cuenta de la cantidad de maldito dolor que tenía. Cada parte de mí dolía, pero las áreas de verdaderos problemas eran mi mandíbula rota, dolor de cráneo, y manos raspadas, magulladas y ensangrentadas, las rodillas y los pies. Jo-Jo Deveraux iba a tener su trabajo hecho para ella cuando comenzara a curarme. El pensamiento me hizo sonreír, lo que se convirtió en una mueca cuando los músculos de mi mandíbula gritaron de dolor. Página Pero entré en el camino liso y me dirigí hacia la izquierda, subiendo a lo que podría estar en la cima de esta subida. Caminé hasta el claro antes de darme cuenta que estaba en el camino de acceso que tenía vista a la mina de carbón de Tobias Dawson. Podía ver todavía las huellas de los neumáticos en el barro, donde Donovan Caine y yo habíamos conducido hasta aquí la noche que habíamos irrumpido en la oficina del enano. Caray, probablemente estaba de 265 Una vez que me sentí lo suficientemente fuerte y seca, usé mi bastón para empujarme y me arrastré. Había estado caminando cerca de treinta minutos cuando tropecé con lo que parecían ser dos surcos en el medio del bosque. Fruncí el ceño. ¿Alguien tenía una casa aquí? Eso podría ser bueno o malo. Bueno, si se habían ido y tenían un teléfono. Malo, si estaban en casa y conseguían una visión clara de mí. pie casi en el mismo lugar en que había estado cuando me había desnudado para el detective. Ironía. Que hija de puta. Negué y caminé hacia el borde de la cresta. El ruido llegó a mí desde la cuenca debajo. Los hombres se gritaban el uno al otro, junto al rechinar de maquinaria pesada. Cojeé más cerca del borde de la cresta y miré hacia abajo. Particularmente no me sorprendió el zumbido de actividad. Hombres y mujeres, en su mayoría bomberos, policías y otros oficiales de rescate, acechaban de ida y vuelta en el suelo rocoso debajo de mí. Algunos habían conducido sus vehículos a la cuenca, y las luces rojas y azules giraban y giraban. Las sirenas habían sido apagadas hace mucho tiempo, sin embargo. Las personas estaban en pequeños grupos hablando entre sí, pero en su mayoría lo que hacían era mirar la mina ante ellos. O lo que quedaba de ella. La pared derecha de la cuenca, que había sido tan alta y fuerte como las demás, se había derrumbada sobre sí misma, como un trozo de papel de aluminio barato. La entrada a la mina de carbón y el segundo pozo, más pequeño que llevaba a los diamantes habían sido completamente destruidos. El polvo se había derramado a cientos de metros fuera de la abertura original, enterrando las pistas metálicas que habían conducido al interior de la mina. Todo el costado de la cuenca parecía un castillo de arena que alguien pateó. Yo. Había sido la que había dado la patada. Había usado mi magia para escapar de Tobias Dawson, y había derrumbado la mitad de la montaña en el proceso. Siempre había pensado que Jo-Jo Deveraux había estado tomándome el pelo cuando clamó que tenía más magia de Piedra que nadie que hubiera visto nunca. Que solo había estado fingiendo cuando dijo que era aún más poderosa que ella. Pero mientras miraba la montaña destrozada, realmente, verdaderamente, comencé a creerle. El pensamiento hizo que mi estómago se contrajera. ―Maldita sea ―susurré. Por un momento, otra imagen destelló ante mis ojos. Bajé la mirada y me di cuenta que mis manos estaban brillando de nuevo. Las cicatrices de la runa de araña en mis palmas ardían con llamas frías, plateadas una vez más, a pesar de que no estaba consciente me aferraba a mi Página Había usado mi magia para destruirla también, para hundir todas las piedras, para intentar salvarme a mí misma y Bria. Negué, y la imagen desapareció. Pero la opresión en mi estómago no desapareció. 266 La cáscara arruinada y derrumbada de mi propia casa de la infancia. magia. Hice mis manos puños y desparecí la luz, la magia. Después de un momento, las llamas se apagaron, desapareciendo de nuevo en las cicatrices aunque la plata de alguna manera era la fuente de su poder. No podía dejar de mirar fijamente mis palmas. ¿Era mi imaginación o las cicatrices de las runas de araña se habían vuelto más pronunciadas? Por alguna razón, se veían como plata pura ahora nadando en mi piel, en lugar de las cicatrices más pálidas que habían sido antes. Me froté la dolorida cabeza. Algo de que preocuparse más tarde. Mucho más tarde. Me concentré en la cuenca, una vez más, mis ojos parpadeando sobre las muchas figuras debajo. A pesar de la multitud, no me tomó mucho tiempo encontrarlo, Donovan Caine. El detective estaba cerca de la entrada de la mina, mirando a lo que parecía un mapa extendido sobre el capó de una camioneta. Probablemente un mapa de la mina de carbón en sí misma. Un casco blanco cubría la cabeza del detective y lanzaba sus rasgos a la sombra, junto con los del hombre a su lado. Pero lo reconocí también. Owen Grayson. Fruncí el ceño. ¿Por qué Owen Grayson estaría aquí? Entonces recordé. Estaba metido en la minería al igual Dawson lo había estado. Con el enano enterrado debajo de la montaña, Grayson era lo más parecido a un experto que la ciudad de Ashland había podido recurrir. Detrás de los dos hombres, varias excavadoras y retroexcavadoras quitaban tierra del camino. Tobias Dawson estaba muerto. Deberían de haber ahorrado su gasolina. Después de un momento, Owen Grayson lo siguió. Probablemente curioso en cuanto a lo que el detective tramaba. Donovan Caine estaba a medio camino a través de la cuenca hacia mí cuando se detuvo y finalmente alzo la vista. Nuestros ojos se encontraron y se Página A pesar de que estaba a miles de metros de distancia, Donovan Caine de alguna manera sintió mi mirada firme, en la forma en la que las personas lo hacen cuando los miras fijamente largo y lo suficientemente arduo. Su cabeza giró hacia la derecha, luego a la izquierda, tratando de encontrar la fuente de su malestar. Le dijo algo a Grayson y se dirigió hacia mi dirección. Donovan seguía mirando hacia a la derecha y la izquierda a todo mundo que pasaba. Di un paso más lejos en la cresta de la montaña, así con suerte me podría ver. El detective se dirigió de nuevo a través de la masa de personas y máquinas. 267 Me quedé en la cresta de la montaña y miré fijamente a Donovan, contemplar al magro y duro detective. Después de que terminara esto, después de que fuera sanada, él y yo íbamos a tener una larga charla sobre nosotros. Porque quería al detective y él también me quería, y estaba cansada de su moral, su culpa por el deseo de estar conmigo, interponiéndose en el camino de lo que podíamos tener juntos. mantuvieron sobre la distancia. Gris en oro. Owen Grayson llegó a su lado y siguió la línea de visión del detective. También me vio. De hecho, sonrió. Al menos alguien estaba contento de verme, porque Donovan Caine no lo estaba. Inclinó su casco de nuevo, y vi el ceño fruncido en su rostro. La vista, su falta de felicidad o incluso un poco de alivio, me cortó más que las rocas que habían cortado mis pies. Me concentré en Donovan Caine y levanté mi mano ensangrentada en saludo. El detective se quedó ahí durante varios segundos, inmóvil. Luego se volvió y le dijo algo a Grayson, quien frunció el ceño y asintió. Grayson se alejó unos metros de distancia y sacó un teléfono. Marcó un número y habló con alguien, sin dejar de mirarme. Grayson terminó su llamada y le digo algo a Donovan, que asintió de vuelta. Entonces, el detective se volvió y se dirigió hacia la entrada de la mina colapsada. Ni siquiera miró de vuelta a mí. Y eso jodidamente dolió. Donovan dándome la espalda dolía mucho peor que cualquier cosa que Tobias Dawson me había hecho en la mina de carbón. O cualquier otra cosa que había soportado en estas últimas horas. Pero no tenía tiempo para detenerme en la dura reacción del detective debido a Owen Grayson. Grayson no se quedó en donde estaba, pero tampoco regreso. En su lugar, se acercó a mí, mirando por encima de su hombro de vez en cuando para asegurarse que nadie estaba demasiado interesado en su ubicación. Se detuvo cerca de la parte inferior de la cresta de donde estaba de pie, lo suficientemente cerca que ahora podía ver la sonrisa que se extendía a través de sus rasgos. No le llevó mucho tiempo subir la colina. Ni siquiera se molestó en quitarse el barro de su pantalón. En su lugar, vino directamente a mí y se detuvo, sus ojos violetas deslizándose arriba y debajo de mi cuerpo, evaluando mis lesiones. ―Luces como que has estado en el infierno y de regreso ―murmuró. Página Pero lo que era aún más curioso era el hecho de que Grayson comenzó a subir por la colina. Di un paso lejos del borde y cojeé de nuevo hacia el claro. No quería que nadie me viera en mi estado actual, o sospeche en dónde he estado. Dejándolos pensar que Owen Grayson quería una mejor vista del desastre que había causado. Pero ahora no había nada que pudiera hacer respecto a Grayson, así que me senté en la tierra desnuda y me apoyé contra un árbol. Esperando. 268 Lástima que la sonrisa estaba en el rostro del hombre equivocado. Casi conseguí esbozar una sonrisa. ―Se podría decir. Grayson se quitó la chaqueta de cuero y cuidadosamente la puso sobre mi pecho. Su olor flotó hasta mí, este rico y terroso aroma que me hizo pensar en metal. ―¿Puedo hacer algo por ti? ―preguntó―. El detective me pidió llamar a tu amigo Finnegan Lane. Tuve una conversación muy interesante con él en la fiesta de Mab Monroe anoche. No creo que el Sr. Lane me creyera cuando le dije que estabas de pie en la colina sobre la mina de carbón. Me llamó bastardo cruel y mentiroso, pero dijo que estaba en camino. Y que, si estaba mintiendo, me golpearía hasta la muerte con sus propias manos. ―Finn probablemente estaba simplemente molesto. Tiende a ser emocional en tiempos de crisis. ―Y, ¿qué haces tú en tiempo de crisis, Gin? ―preguntó Grayson. Lo miré fijamente. ―Sobrevivo. Una sonrisa se extendió en su rostro, y emociones brillaron en sus ojos. Admiración mezclada con diversión. Una mirada que nunca había visto en la mirada dorada de Donovan Caine. ―¿Te dijo algo más Donovan abajo en la cuenca? ¿Cualquier cosa? La expresión de Grayson se cerró. ―Nada importante. Su voz era tan amable, tan compasiva, que me dieron ganas de apuñalarlo con mi bastón. Odiaba dar lastima. ―Donovan no estaba contento de verme, ¿verdad? Pensó que había muerto en esa mina con Tobias Dawson y los otros, y estaba feliz por ello. O al menos aliviado. ―Mi corazón se retorció cuando dije esas palabras, pero sabía que eran verdad. Esa era la única manera de explicar la reacción fría del detective hacia mí. ―No me quería viva. No en realidad. ―¿Por qué? Se me quedó mirando. ―Debido a que está ahí abajo buscando a Dawson, y yo estoy aquí contigo. Página ―No sé lo que el detective Donovan Caine piensa o quiere, pero lo considero un enorme tonto. 269 Owen Grayson se encogió de hombros. No dije nada. Mis emociones estaban demasiado crudas, demasiado frescas para eso. Owen Grayson abrió su boca de nuevo, pero el sonido del motor de un auto lo corto. Se puso de pie. ―Creo que tu amigo Finn está aquí ―murmuró. Grayson me tendió la mano, pero no la tomé. En su lugar, me puse de pie yo misma, usando mi burdo bastón por apoyo. ―Sabes que te puedes apoyar en mí si lo necesitas. Negué con la cabeza. ―No hay necesidad, estoy bien. De nuevo esa pequeña sonrisa se curvó en sus labios. ―Creo que tu definición de la palabra bien necesita una revisión seria. El sonido del motor se hizo más fuerte. Quien quiera que fuera, estaban con prisa. Unos segundos después, el Cadillac Escalade de Finn irrumpió a través de los árboles y se detuvo en seco enfrente de nosotros. Los neumáticos se volvieron y lanzaron barro por todo mi cuerpo y el de Grayson. Hice una mueca. Un insulto final desordenado de lo que había sido un infierno de noche. Las puertas de la camioneta se abrieron. Finnegan Lane salió primero. Sus ojos verdes me barrieron, como si no pudiera creer lo que estaba viendo. Las otras dos puertas se abrieron, y Jo-Jo Deveraux salió del auto. También lo hizo Sophia. Los tres se quedaron ahí cerca del vehículo simplemente mirándome. Finn parecía atónito, lleno de alegría, y sorprendió al mismo tiempo. Jo-Jo tenía una mirada reflexiva, la mirada en sus ojos pálidos no me gustaba. Y Sophia, bueno, la enana gótica de hecho me estaba sonriendo, tanto como nunca le sonrió a alguien. Página 270 ―¿Me extrañaron chicos? ―grazné. 33 Traducido por Lyla Hubo un montón de abrazos y llanto. Finn hizo la mayor parte de los abrazos, poniendo suavemente sus brazos alrededor de mí y apretándome tan fuerte como se atrevió. Jo-Jo hizo la mayor parte del llanto. Las lágrimas corrieron por el rostro de la enana como si sus ojos fueran el epicentro de una cascada. Rápidamente vencieron su rímel resistente al agua. Sophia permaneció estoica como siempre. ―¿Cómo hiciste para salir de esa montaña? ―preguntó Finn. Sus ojos verdes se mantenían barriendo mi cuerpo como si todavía no estuviera muy seguro de que yo estaba viva. Abrí la boca para responderle cuando Jo-Jo me cortó. ―Más tarde ―dijo la enana―. Mira a la pobre chica. Tenemos que regresar con Warren así puedo empezar a trabajar en ella. Justo ahora. Sophia, si tú quieres, por favor. La enana gótica se acercó a mí y me levantó. Su toque fue mucho más suave de lo que me hubiera imaginado que podría ser, y me sostuvo como si yo fuera una delicada estatua de cristal que tenía miedo de romper. ―Puedo caminar ―protesté con voz débil―. Lo he estado haciendo toda la noche y el día. ―Me gustaría saber cómo saliste de la montaña también ―dijo él―. Tal vez te gustaría decírmelo una noche cenando. Pensé en Donovan Caine y la forma en la que me había dado la espalda. No estaba segura de lo que sentía por el detective en este momento, mucho menos de alguien nuevo como Owen Grayson. Pero pensé en la manera que Página Sophia se acercó al vehículo. Jo-Jo abrió la puerta trasera para ella. Owen Grayson se acercó y detuvo a la enana gótica antes de que me pudiera sentar en el interior. 271 ―Es por eso que vas a descansar ahora ―dijo Jo-Jo―. Vas a necesitar tu fuerza para cuando comiences a curarte. Porque no va a sentirse bien, querida. Especialmente tu cara. Grayson me había mirado: Abiertamente, directamente, sin ninguna sombra de juicio en sus ojos violetas. ―Tal vez. ―Tienes mi número ―respondió Grayson. Solté un bufido. ―Oh síp, lo hago. ―Te veré, Gin. Muy pronto, si tengo la manera. Me sorprendió la promesa confiada en su tono, y el extraño poco entusiasmo que eso agitó en mí. El pensamiento que cruzó mi mente fue que tal vez sería… bueno ser perseguida, ser sólo… querida, sin ningún tipo de culpa o cadenas o moral agregada. De cualquier manera, sabía que no había visto lo último de Owen. Cualquiera que fuera su interés en mí, no iba a desaparecer pronto. Él me dio otra sonrisa antes de que Sophia me pusiera en la parte trasera del Cadillac, y nuestros ojos se encontraron. Gris en violeta. Oh sí, pensé, mirando fijamente a través del cristal tintado hacia él. Owen Grayson era definitivamente alguien que vale la pena mirar. Finn condujo lentamente, pero aun así fue un viaje lleno de baches en el camino de acceso. Cada sacudida hacía que mis huesos vibraran al mismo tiempo. Ahora que estaba entre amigos, podía bajar la guardia, dejar ir esa frialdad y dureza a la que me había aferrado durante tanto tiempo. E hizo que todo doliera mucho peor. Debo haberme desmayado porque lo siguiente que supe era que estaba acostada en la parte superior del mostrador cuadrado en la parte delantera de la tienda Country Daze. Los ojos de Jo-Jo destellaron un blanco brillante, y su poder de Aire salió de ella como ondas invisibles. La enana puso su mano en mi frente. El dolor caliente de su magia me llenó, y no supe nada más. Página ―Debido a que cuando derrumbaste la montaña, se creó un socavón gigante en la parte de atrás. Ya está relleno con agua. No ha llegado a la casa, aún, pero podría. Así que te hemos traído a la tienda donde era más seguro. Ahora, relájate, Gin, lo más que puedas. Porque esto va a doler. 272 ―¿Qué estamos haciendo aquí? ―murmuré, mirando el ventilador de techo girando por encima de mi cabeza. El rostro de Jo-Jo se cernió sobre el mío. La próxima vez que me desperté, estaba acostada en una cama que no era la mía. Me sentía mejor, pero agotada al mismo tiempo, lo que me decía que mi cuerpo todavía se estaba recuperando del trauma que había pasado y ser disparado con la magia de Aire curativa de Jo-Jo. Me estremecí al pensar en lo mucho que la enana había tenido que usar para reconstruirme de nuevo. Pero mientras había estado inconsciente, alguien me había bañado y vestido con un pantalón de chándal negro de gran tamaño, una camiseta de manga larga a juego y calcetines gruesos. Eché atrás la manta encima de mí, me puse de pie, y tropecé contra el armario en la esquina. Me quedé mirando mi reflejo en el espejo. Me veía igual que siempre, cabello oscuro marrón chocolate, ojos grises, piel clara, unas pecas en la nariz y las mejillas. Moví mi mandíbula. Perfecta como siempre, y todos mis dientes flojos se sentían unidos una vez más. Por lo terrible que me había visto cuando salí de la montaña, Jo-Jo Deveraux me había curado: Todo de mí. Tendría que ir con Finn para darle a la enana un bono por ir más allá esta vez. Abrí la puerta de la habitación y miré alrededor. Estaba en el piso superior de la casa de los Fox, por la vista de todas las fotos de Warren, Violet, y el resto de la familia de ellos en las paredes. Me dirigí a la derecha y caminé por un conjunto de escaleras estrechas. Acababa de entrar al rellano cuando algo brillando en el exterior a través de la ventana me llamó la atención. El pequeño arroyo que corría por la casa de los Fox y la tienda se había convertido en un gran estanque. Se extendía tal vez unos cuatrocientos metros, asentándose en una nueva depresión en el suelo. Probablemente justo sobre el lugar donde la caverna con los diamantes había estado. El estanque era otra señal de cómo mi magia había alterado el paisaje, de cómo había hecho esta cosa sin pensar en las consecuencias. ―Joder ―susurré. Negué y bajé las escaleras. Voces suaves flotaban fuera de la sala, así que ahí es a donde me dirigí. ―No lo habría creído si no lo hubiera sentido ―respondió Warren T. Fox con su chillona, voz aguda―. Sentí como si toda la montaña se fuera a dividir en dos. Peor que un terremoto. ―Gin sólo ahora está entrando en toda la extensión de su poder ―contestó Jo-Jo―. Ella sólo va a hacerse más fuerte. Página Me detuve donde estaba en el pasillo. Jo-Jo estaba hablando: Acerca de mí. 273 ―… no puedo creer la cantidad de energía que ella utilizó, la cantidad de magia que fue capaz de aprovechar. ―No me gustaría ponerme en contacto con su lado malo ―murmuró Warren. Esperé en el pasillo, pero los dos no dijeron nada más. Así que me dirigí al estudio donde estaban sentados. Ambos me miraron. Sophia y Finn no estaban en ninguna parte, y Violet probablemente todavía estaba con Eva. La televisión parpadeaba frente a Warren y Jo-Jo, mostrando escenas de la mina colapsada, aunque el sonido estaba silenciado. ―¿Te sientes mejor? ―preguntó Jo-Jo. Me encogí de hombros. ―Algo. Todavía estoy cansada, sin embargo. ―Lo estarás ―respondió la enana―. Me tomó un largo tiempo cuando te remendé esta vez. Todo lo que hiciste en ese pozo de la mina, tuvo su efecto en ti. No respondí. En su lugar, miré a Warren. ―Estoy segura de que lo has adivinado por ahora, pero Tobias Dawson está muerto. También lo están dos de sus gigantes. Él no te estará molestando por nada más. El viejo asintió y se echó hacia atrás y hacia delante en su sillón reclinable. ―Supuse lo mismo. ―¿Qué pasó ahí abajo, Gin? ―preguntó Jo-Jo―. En la mina. Me senté en el sofá y acurruqué mis pies debajo de mi cuerpo. ―Dawson me noqueó en la fiesta de Mab Monroe. Reconoció mi magia de alguna manera. Cuando me desperté, estaba en la mina con el enano y dos de sus gigantes. Estábamos en esta caverna, esta hermosa caverna. Ahí es donde los diamantes estaban, cientos de ellos insertados en las paredes de piedra como lámparas pequeñas. Dawson me golpeó. Él quería saber si Warren me había contratado para matarlo. Todo la cosa de siempre. ―¿Qué le dijiste? ―preguntó Warren. Sonreí. ―Entonces, ¿qué pasó? ―preguntó Jo-Jo. Me encogí de hombros. ―Pensé que no iba a salir de allí con vida y que bien podría llevarme a Dawson y sus matones conmigo. Así que usé mi magia de Piedra y Hielo para Página Algo despertó en los ojos de Jo-Jo, pero enmascaró la emoción antes de que pudiera averiguar de qué se trataba. 274 ―Le dije que estaba trabajando para Mab Monroe. Que ella lo quería muerto. colapsar el techo. Es por eso por lo que él necesitaba tu tierra, Warren. La caverna estaba justo debajo de la quebrada, y el techo era demasiado frágil para que él procediera con la mina de los diamantes sin que tú lo supieras. Warren asintió. ―Después que el polvo se asentó, todavía estaba viva, y ellos no lo estaban. Así que me puse a buscar una manera de salir de la caverna, y encontré una. Fin de la historia. No le dije a Jo-Jo acerca de mis manos, sobre el hecho de que parecía tener más magia de Hielo ahora que nunca antes. Que podía sentir el poder fresco ondulando a través de mis venas. Ya habría tiempo suficiente para hacer eso más tarde. Después de que hubiese deducido por mí misma si era sólo una casualidad. Sacudí mi cabeza hacia la televisión. ―¿Qué están diciendo? Warren golpeó el mando a distancia, y el sonido se encendió. ―Están diciendo que fue un terremoto. Que Dawson y sus hombres estaban haciendo una inspección nocturna y quedaron atrapados en su interior. Todavía están cavando en busca de ellos, aunque todo el mundo sabe que él ya está probablemente muerto. Pensé en la mano pálida de Dawson saliendo del montículo de tierra y piedra, y la forma en que yo había cortado la muñeca del enano sólo para asegurarme. ―Síp, Dawson está muerto y enterrado. ―Me alegro que no terminaras de la misma manera ―dijo Warren. Me quedé mirando los escombros en la televisión. El sonido del retumbar de la tierra y los chillidos de la piedra resonaron en mis oídos. ―Yo también. Jo-Jo fue a llamar a Finn y a Sophia y decirles que yo estaba finalmente despierta, dejándome sola en el estudio con Warren. ―Aquí. Sé que no puedo pagarte por lo que hiciste con Dawson y todo lo que sufriste. Pero me gustaría darte algo, y pensé que podrías querer esto. Me quedé mirando la foto. Una fina capa de polvo cubría el marco, la que limpié con el borde de mi camiseta. Página Warren regresó un minuto después con un pequeño marco de fotos. Lo miró un momento y luego lo metió en mis manos. 275 El viejo excéntrico se incorporó de su sillón reclinable, huesos crujiendo, y desapareció. Observé la cobertura de las noticias del desastre de la mina. La imagen podría haber sido de color hace un tiempo, pero hacía mucho se había desteñido a un amarillo opaco. Dos jóvenes, poco más que adolescentes, me miraban. El hombre más bajo era obviamente Warren T. Fox. Él miraba fijamente a la cámara con una expresión seria, como si no quisiera que le hicieran la fotografía. El otro hombre era Fletcher, cuya sonrisa más amplia compensaba la falta de una de Warren. Ambos llevaban camisas de trabajo y overoles. Cañas de pescar y cajas de poleas yacían a sus pies, junto con una sarta de peces. Árboles rodeaban el área detrás de ellos. ―¿Estos son tú y Fletcher? ―le pregunté. Warren se acomodó en su sillón y empezó a mecerse de nuevo. ―Así es. Tomada un par de meses antes de que él pusiera en marcha el Pork Pit. La última foto que alguna vez nos tomamos juntos. ―¿No quieres conservarla, entonces? Warren se encogió de hombros. ―No necesito una foto para recordar a Fletcher. Nunca tengo. Él clavó la mirada en la televisión, pero todavía veía el brillo de humedad en sus ojos oscuros. En ese momento, supe que Warren echaba de menos a Fletcher Lane tanto como yo lo hacía, aunque él nunca lo admitiría. Y sabía que la foto tenía que ser una de sus posesiones más preciadas. Debido a que era un símbolo de su amistad, de su infancia creciendo juntos, y todos los buenos momentos y las esperanzas y los sueños que ellos habían compartido. Tenía fotos de Fletcher, pero ninguna como esta. Ninguna que lo mostraba estando tan tranquilo y sin preocupaciones. Ninguna que lo mostraba como realmente fue, sin la máscara de calma que le había presentado a tanta gente, incluyéndome a mí, a lo largo de los años. Por primera vez, sentí como si estuviera viendo al verdadero Fletcher Lane. Warren asintió. Me acerqué, me agaché y besé su mejilla arrugada. Olía a Old Spice y menta. ―Gracias por esto. No me miró, pero un rubor se deslizó por el costado de su cuello. Página ―Muy bien ―le dije―. Hay un de espacio vacío en la pared del Pork Pit. Creo que esto va a ir muy bien allí. 276 Y ahora Warren me estaba dando la foto. Su gesto me conmovió de una manera que nada en mucho tiempo lo había hecho. Podría haber sido una asesina por diecisiete años, podría haber matado a un montón de gente, pero ayudar a Warren y a Violet Fox era sin duda una de las mejores cosas que jamás había hecho. ―No es nada. ―No ―dije en voz baja, mirando fijamente la cara sonriente de Fletcher―. Lo es todo para mí. Avergonzado, Warren hizo alguna excusa acerca de comprobar la tienda, y me dejó sola en el estudio. Me senté allí mirando fijamente la foto de él y Fletcher hasta que Jo-Jo Deveraux regresó. ―¿Qué es eso? ―preguntó ella. Le mostré la imagen. ―Que agradable de él dártela ―respondió la enana, sentándose en el sofá. ―Sí, lo fue. No hablamos por unos momentos. Finalmente, Jo-Jo rompió el silencio. ―¿Quieres hablar de ello? ―preguntó en voz baja―. ¿Sobre lo que pasó en la montaña? ¿Acerca de tu magia? ¿Acerca de que eres más fuerte ahora? Mi cabeza colapsó. ―¿Cómo diablos sabes eso? Sus ojos pálidos eran viejos y conocedores en su cara maquillada. ―Pude sentirlo cuando te estaba sanando. Tu magia de Hielo, es más fuerte ahora, ¿verdad? Suspiré y le conté lo que había sucedido en la caverna. Acerca de cómo sentí algo dentro de mí y del hecho de que las cicatrices de la runa de araña en mis manos resplandecieron más brillantes que una linterna. Incluso le di una demostración. Jo-Jo se inclinó y estudió mis palmas plateadas. Entonces asintió y se retiró al sofá. ―¿Entonces qué me pasó? ¿Esto es temporal? ¿Permanente? ¿Rompí mi magia o algo así? Jo-Jo se rió entre dientes. ―Realmente no. Es bastante raro ser capaz de controlar dos elementos. Siempre asumí que mi magia de Hielo era más débil. Jo-Jo sacudió la cabeza. ―No, querida, tu magia de Hielo no es más débil. Simplemente ha sido contenida, hasta ahora. Página Me encogí de hombros. 277 ―Nada de eso, Gin. Pero sí, creo que es permanente. ―Me dio una mirada fija―. ¿Te has preguntado por qué tu magia de Piedra es mucho más fuerte que tu poder de Hielo? Fruncí el ceño. ―¿Cómo? Ella sacudió su cabeza hacia mis palmas. ―Por esa plata en tus manos. Sabes tan bien como yo que la plata es un metal mágico, que puede contener y absorber magia elemental. ―¿Y qué? ―Así que la plata también puede bloquear la magia. En tu caso, el metal en tus manos te impidió realizar plenamente tu potencial de Hielo. ―No entiendo. Jo-Jo apoyó sus talones en la mesa de café. Sus pies estaban descalzos, con las uñas de sus pies pintadas de color rosa, como siempre. ―Sabes que hay una gran cantidad de dualidad en la magia elemental. Una gran cantidad de predilecciones y aversiones entre los cuatro elementos. Ahora, la Piedra es más una magia interna. Tú no tienes que hacer nada para escuchar las vibraciones de las rocas que te rodean. El Aire es de la misma manera. Pero el Fuego y el Hielo son diferentes. La mayoría de los elementales liberan esos dos tipos de magia a través de sus manos. Es más fácil y más rápido formar una bola de fuego en la mano de lo que es dispararla fuera de tus ojos o tu trasero. Sonreí ante la interesante imagen. ―Pero tú tenías plata derretida en tus manos. Así que, en cierto sentido, el metal obstruyó tu magia de Hielo cada vez que trataste de liberarla a través de tus manos. Como un cuello de botella. ¿Tiene sentido? Pensé en todas esas veces que había formado un cubo o un par de picos de hielo. Jo-Jo estaba en lo cierto. Casi siempre usé mis manos para hacer esas cosas, pero la mayoría de las veces cuando recurría a mi magia de Piedra para endurecer mi piel, el poder casi siempre venía de dentro. ―Creo que lo entiendo ahora. Pero, ¿cómo fui capaz de recurrir a tanta magia de Hielo en la caverna si la plata la bloqueaba? Página ―Debido a que finalmente trajiste suficiente de tu magia de H ielo para ejercer un dominio en la plata. Explotaste justo a través de ese metal, venciste esa barrera. Tu magia de Hielo siempre ha sido tan fuerte como tu magia de Piedra, Gin. Ahora, por fin ha salido a la superficie para que la puedas utilizar. Es por eso que tus cicatrices de la runa de araña se ven más brillantes, más de un color plateado ahora. Debido a que tu magia de Hielo está ahí esperando para acceder a ella. Porque tu poder está dentro de la plata ahora, en vez de ser bloqueada por ella. 278 Jo-Jo me miró fijamente. ―Tú sabías, ¿verdad? ―le pregunté―. Supiste todo el tiempo por qué mi magia de Hielo era más débil. ¿Por qué no me lo dijiste? ―Porque tenías que atravesar la plata por ti misma ―dijo Jo-Jo―. Yo no podía hacerlo por ti. Me senté allí y me quedé mirando las cicatrices a juego que decoraban mis palmas. Un pequeño círculo rodeado de ocho rayos delgados. Una en cada mano. Una runa de araña. El símbolo de la paciencia. ―Sólo vas a volverte más fuerte ahora, Gin ―dijo Jo-Jo en un tono tranquilo―. Pronto un día, serás la elemental más fuerte en Ashland. Incluso más fuerte que la misma Mab Monroe. ¿Más fuerte que Mab? No sabía si eso era una buena cosa, viendo cómo la elemental de Fuego utilizaba su poder para la destrucción. Todo para lo que Mab usaba su magia era para matar, herir, y quemar a todos los que se ponían en su camino. Yo podría haber sido una asesina, pero no quería ser como ella. Ni ahora, ni nunca. Curvé mis manos en puños, ocultando las cicatrices de la vista, y traté de ignorar el escalofrío que sacudió mi cuerpo. Pasé el resto de la noche con los Fox, descansando, y Finn vino a buscarme al día siguiente, justo antes del mediodía, como era su estilo. Estaba sentada en el porche de Country Daze en algunas ropas prestadas de Violet Fox cuando él se detuvo con su Cadillac Escalade. Yo ya había dicho mis adioses a Warren T. Fox, quien todavía estaba adentro con Jo-Jo Deveraux. Sophia estaba llegando más tarde para recoger a su hermana mayor, que quería pasar unas cuantas horas más cotilleando con Warren. Finn se bajó del auto y se acercó a mí. Deslizó sus gafas de sol de diseño hacia abajo así podía mirar por encima de la parte superior de los lentes. ―Linda ropa. ―¿Estás lista para partir? ―preguntó Finn. Miré hacia la señal de chapa montada sobre la puerta principal. Country Daze. Síp, aturdida2 era una manera de poner todo lo que había atravesado en Original: Dazed. Por eso, después de ver el cartel del Country Daze, Gin piensa en esa palabra. 2 Página Pero me levanté y abracé a mi hermano de crianza de todos modos. Él me abrazó tan fuerte como pudo. 279 ―Un placer verte también, Finn ―le respondí en un tono irónico. los últimos días. Me quedé mirando el signo brillante un momento más, luego me volví y le sonreí a Finn. Página 280 ―Vámonos de este antro de ginebra. Llévame a casa. Llévame al Pork Pit. 34 Traducido por Martinafab y LizC El incidente en la mina de carbón se desarrolló durante la siguiente semana. La gente trabajó día y noche durante días, cavando, moviendo y transportando tierra y piedra fuera del camino antes de que finalmente recuperaron el cuerpo de Tobias Dawson, junto con dos de sus trabajadores gigantes. El forense dijo que tanto los gigantes como Dawson murieron de un fuerte traumatismo. Sí, el derrumbe había eliminado a los gigantes, pero Dawson había muerto a causa de esas dagas de Hielo que yo había lanzado a su torso. Era una lástima que la evidencia se hubiera derretido, como siempre. Algo de lo que estaba agradecida. Después de que los trabajadores de rescate recuperaron los cuerpos, no hubo mucho más que hacer. Por lo que cerraron la mina y se fueron a casa. Un par de días más tarde, Finn me mostró un artículo de negocios en el Ashland Trompet que decía que Owen Grayson había comprado la compañía de Tobias Dawson por una miseria, todo incluido. No se habían anunciado planes sobre lo que le pasaría a la mina colapsada, y Grayson fue citado diciendo que no tenía prisa en tomar una decisión. De cualquier manera, yo había destruido los diamantes en la cueva, para que nadie pudiera husmear allí en cualquier momento. Lo que significaba que Warren T. Fox, su nieta, Violet, y su tienda, tierra y casa estaban a salvo por ahora y en el futuro previsible. Cocinando. Llevando el Pork Pit. Esto último era más fácil ahora, desde que Jake McAllister estaba fuera de la imagen. El incidente en el pozo de la mina había dominado las noticias, por supuesto, pero había una pequeña mención sobre Jake y el hecho de que había Página En cuanto a mí, volví a caer con gracia en mi retirada. Clases de auditoria en la universidad comunitaria de Ashland. Leyendo. 281 Me alegraba haber sido capaz de ayudar a los Fox, alegre de haber sido capaz de hacer algo por alguien que una vez había significado tanto para Fletcher Lane. Me parecía que el anciano habría aprobado que ayudara a Warren, incluso si los dos se habían separado en malos términos hace tantos años. sido encontrado muerto en casa de su padre. El forense lo atribuyó a causas naturales causadas por un defecto del corazón, o alguna tontería por el estilo. No hubo ninguna mención sobre Jake estando en la fiesta de casa de Mab Monroe, y ninguna mención de él siendo encontrado muerto apuñalado violentamente en uno de los baños. Pero con Jake muerto, su padre, Jonah McAllister, no tenía ninguna razón real para seguir exprimiéndome. Al menos, no por el robo y presentar cargos contra su hijo. Oh, me imaginaba que Jonah todavía estaba furioso conmigo por lo que había sucedido el día que había venido al restaurante y que volvería a venir para acosarme, tarde o temprano, aunque sólo sea porque le gustaba ese tipo de cosas. Pero por ahora, el Pork Pit había vuelto a su flujo regular de clientes. Aun así, estaba pendiente de los problemas. Si Jonah McAllister alguna vez me conectara con la prostituta rubia que había estado en la fiesta de Mab, tomaría a sus gigantes, vendría al Pork Pit, y arrasaría con el restaurante hasta los cimientos, conmigo en su interior. Es por ello que tenía a Finn haciendo algunas discretas averiguaciones sobre el asunto. Se decía que Jonah McAllister estaba hirviendo de furia por el asesinato de su hijo, y el hecho de que el incidente había tomado lugar en la mansión de Mab Monroe. McAllister se había comprometido a encontrar a la asesina de su hijo y hacerse cargo de ella él mismo, con sus propias manos. También se decía que Mab Monroe estaba lívida por el hecho de que alguien se había atrevido a asesinar al hijo de su abogado en su propia casa. No conocía el razonamiento de la elemental de Fuego, y nunca había creído mucho en la suerte. Pero sabía que había esquivado a mi propia muerte Página Y todavía me preguntaba sobre esa noche en la fiesta y por qué Mab no simplemente me mató ella misma cuando estaba noqueada en el suelo delante de ella. Habría sido bastante fácil para ella hacerlo. ¿Por qué hacer que Dawson lo hiciera? ¿Por qué hacer que me llevara a otro lugar? ¿Había sabido Mab que me llevaría a la mina? Tal vez pensó que yo mataría a Dawson para ella, y que ella podría intervenir y tener todos los diamantes para ella. No habría sido un mal plan, si no hubiera derrumbado toda la montaña en el proceso. 282 También se decía que Mab estaba buscando silenciosamente a una prostituta rubia que había asistido a su fiesta y que había sido vista yéndose con Tobias Dawson. Según Finn, la elemental de Fuego había enviado a Elliot Slater y un par de sus gorilas gigantes a interrogar a Roslyn Phillips sobre la misteriosa prostituta. Pero Slater había estado satisfecho eventualmente con que la invitación y el collar de runa habían sido robados de Northern Aggression sin el conocimiento de Roslyn. Sin embargo, hice que Finn le enviara a Roslyn una cantidad significativa de dinero para ayudar a compensar lo que estaba segura había sido una entrevista contundente. esa noche. Pero ahora estaba buscándome activamente, y no me hacía ilusiones sobre lo que pasaría si alguna vez descubría mi verdadera identidad. El hecho era que tendría que ser más cuidadosa en el futuro inmediato, al menos hasta que alguien más atrapara el interés de Mab Monroe. Dos semanas después del incidente en la mina, estaba sentada en mi taburete en el Pork Pit leyendo Las aventuras de Finn Huckleberry de Mark Twain. La copia de Fletcher de Donde el helecho crece rojo adornaba la pared junto a la caja registradora, por supuesto, pero había sido acompañada por algo nuevo: La foto de él y Warren T. Fox. Creo que a Fletcher le hubiera gustado tenerla en el restaurante. Era un lunes por la noche de nuevo y tranquilo salvo por mis dos clientas: Eva Grayson y Violet Fox. Las dos chicas universitarias estaban sentadas en el mostrador, sorbiendo batidos de chocolate y estudiando. Sus libros cubrían una buena parte de la encimera. Eva y Violet habían empezado a venir al Pork Pit al menos una vez por semana cuando tenían una o dos horas para matar entre clases. A veces, Cassidy, otra amiga de Eva, se unía a ellas. Pero la mayoría de las veces eran sólo las dos chicas. ―Así que, ¿cuándo vas a salir con mi hermano mayor? ―dijo Eva, haciendo a un lado su vaso vacío de batido. Levanté la vista de mi libro. ―¿Por qué lo preguntas? Eva se me quedó mirando. ―Debido a que cada vez que menciono que he estado aquí, me pregunta cómo estás, Gin. ¿Por qué no le das al pobre chico un descanso? Alcé la ceja. ―Si tu hermano mayor quiere invitarme a salir, él puede venir aquí y hacerlo por sí mismo, en vez de hacer que su hermana pequeña defienda su caso. ―¿En qué me dijiste que estabas especializándote de nuevo? ―Marketing ―respondió Eva con una sonrisa. ―Concluyo mi caso. Página ―Sólo estoy llenándote con las buenas cualidades de Owen. No defendiendo su caso. 283 Eva agitó la mano. Violet sólo se rió y tomó otro trago de su propio batido. La puerta principal se abrió, causando que la campana sonara. Levanté la mirada, lista para recibir a un cliente potencial. Y él entró en el restaurante. El detective Donovan Caine. Cabello negro, ojos dorados, piel bronceada. El detective hispano tenía el mismo aspecto que recordaba, a excepción de las líneas de su rostro. Por una vez, parecían haberse suavizado, como si un gran peso hubiera sido levantado de sus hombros delgados. Como si hubiera tomado alguna decisión que finalmente le había traído un poco de paz. Me preguntaba lo que podría ser, pero tenía la extraña sensación que tenía algo que ver conmigo. Tal vez todo tenía que ver conmigo. El detective se acercó y apoyó las manos sobre el mostrador. Manos que habían hecho cosas tan maravillosas a mi cuerpo. ―Gin. ―Detective. ―¿Podemos hablar? ―preguntó en voz baja. No había visto al detective desde aquella tarde que lo había saludado desde la cuenca, y él no había hecho ningún esfuerzo para ponerse en contacto conmigo. La gente siempre hablaba de las etapas de dolor por las que se pasaba cuando sucedía algo traumático. Ja. Yo más o menos había pasado de herida a simplemente estar enojada, sin paradas intermedias. Aun así, tenía curiosidad de porqué Donovan había venido, lo que quería decirme ahora, dos semanas demasiado tarde. Puta curiosidad. Simplemente no me dejaría dejarlo estar. ―Claro. Hablemos. ―Volví mis ojos grises a Violet y Eva―. ¿Por qué no van a la parte trasera durante unos minutos y convencen a Sophia para que les haga algunos batidos frescos? Invita la casa. Violet se encogió de hombros y rodeó el otro extremo del mostrador. Eva Grayson estudió a Donovan Caine con interés abierto. Ella sorbió, diciéndome claramente que no creía que el detective tuviera nada en contra de su hermano mayor. Luego siguió a Violet. El detective asintió. ―Lo hice. Pero Owen Grayson fue de gran ayuda con eso. Como lo fueron todos los otros trabajadores de emergencia y desastre. Página ―Te vi en la televisión en la mina de carbón. Parecía que tenías las manos ocupadas recuperando el cuerpo de Tobias Dawson. 284 Esperé hasta que las dos chicas universitarias habían desaparecido a través de las puertas oscilantes y estuvieran fuera del alcance del oído antes de volver a mirar al detective. Podríamos haber estado hablando del tiempo por lo interesante que era la conversación. Pero las manos del detective se agarraban al borde del mostrador como si quisiera romperlo. Estaba molesto por algo. No tenía ni idea de qué podría ser. Debido a que fue él el que me había dado la espalda ese día en la mina, y no al revés. Así que decidí llegar al corazón del asunto. ―¿Por qué has venido aquí, Donovan? ―le pregunté―. ¿Qué quieres? El detective se me quedó mirando, sus ojos dorados recorriéndome el rostro. ―Me voy de Ashland, Gin. Pensé que deberías saberlo. Pensé que debería decírtelo en persona. Por un momento me quedé de piedra. Simplemente aturdida. De todas las cosas que podría haber dicho, no me esperaba eso, y las emociones que agitó en mí. Dolor. Ira. Tristeza. ―¿Te vas de la ciudad? ¿Por qué? Donovan se pasó las manos por su cabello negro. ―Una gran cantidad de razones. Demasiadas como para entrar en ellas en este momento. ―Bueno, vamos a enfocarnos en lo único que importa, la verdadera razón por la que estás aquí. Yo ―espeté―. Estás dejando la ciudad por mí, ¿verdad? ―Culpable de los cargos. ―El detective trató de sonreír. No salió muy bien. ―¿Por qué? ―pregunté―. Tú me diste la espalda en la mina ese día. Recibí el mensaje. Por alguna razón, no quieres tener nada que ver conmigo. Ya no. No tienes que dejar la ciudad para lograr eso, detective. No soy el tipo de persona que corre detrás de un hombre, rogándole que no la deje. ―Bien ―gruñí―. Explícate. Donovan respiró profundo. Página ―Vine aquí para explicarme ―dijo Donovan en voz baja―. ¿Puedes por favor, sólo dejarme hacer eso? 285 Mi voz destilaba ácido. Así como mi corazón, pero mantuve mi rostro sereno, frío, remoto. No iba a dejar que Donovan Caine supiera lo mucho que me había herido ese día; lo mucho que me estaba haciendo daño ahora. Había pensado que podríamos tener algo juntos, una relación real. Que tal vez Donovan era alguien con quien podría compartir mi corazón y mi vida, tan oscuro como fuesen. Pero esa esperanza se había quemado y derrumbado a cenizas, como tantas otras cosas en mi vida. Esperanza. Un desperdicio de emoción, la mayoría de las veces. ―He pensado en ti todos los días, Gin. Desde aquella primera noche que nos conocimos en la opera. La noche en que Gordon Giles fue asesinado. He reproducido esa escena una y otra vez en mi cabeza. Y no sólo eso. Esa noche en Northern Aggression. El tiempo que pasamos juntos en el club de campo. Luego, en mi auto hace unas semanas. Esa noche en la lluvia. No puedo sacarte de mi cabeza. Tu voz, tu olor, tu risa, la forma en que te sientes contra mí. ―¿Por qué eso es algo malo? ―pregunté―. Nos sentimos atraídos el uno al otro. Eso es lo que pasa cuando las personas están atraídas el uno por el otro. Donovan se me quedó mirando. ―Es una mala cosa, por lo que eres y lo que solías hacer. Esperaba las palabras, pero aun así dolió. Suspiré. ―Si esto sigue siendo sobre Cliff Ingles… Sacudió la cabeza. ―No se trata de Cliff, ya no. Sé por qué lo mataste. Como te dije antes, podría haberlo hecho yo mismo, si hubiera tenido la oportunidad. No, esto es sobre mí. Sólo lo observé fijamente. Donovan tomó aliento. ―¿Sabes por qué no fui detrás de ti en la mina? ―En realidad no. ―Sabes tan bien como yo que Tobias Dawson nunca iba a dejar a los Fox en paz. Que estaba profundamente implicado con Mab Monroe y ambos, los dos, habrían hecho todo lo posible para poner sus manos en esos diamantes. Dawson muriendo era la única manera de salvar a Warren y Violet. Donovan negó con la cabeza. Página La culpa, el dolor y la decepción brillaron en sus ojos dorados. Y recordé lo que Warren T. Fox me había dicho. Él no es el indicado para ti, la voz del anciano susurró en mi cabeza. De alguna manera empujé mi dolor a un lado, tratando de mantener la calma y ser racional en esto. Tratando de hacer que Donovan Caine cambie de opinión. Se quede. Para darnos una maldita oportunidad. 286 ―Después de esa noche que estuvimos juntos en mi auto, sentí como si tal vez podría haber algo entre nosotros ―dijo en voz baja―. Pero entonces dijiste que ibas tras Tobias Dawson. Para matarlo. Y te dejé hacerlo. Te dejé hacerlo. Sólo me quedé ahí en un segundo plano mientras tú ibas detrás de otro hombre, para asesinarlo. Hice la misma cosa que siempre había jurado no hacer: Miré para otro lado. No porque Dawson era un mal tipo, sino por ti. Comprometí mi reputación por ti, Gin, y lo que siento por ti. ―Simplemente no me atrevo a creer eso, a aceptarlo. Esta era la misma vieja discusión que habíamos tenido tantas veces. Demasiadas para contarlas. No iría a ninguna parte, así que decidí probar otra táctica. ―¿Por qué sentir algo por mí es tan terrible? ¿Por qué no puedes aceptar el hecho de que solía ser una asesina y que estoy tratando de cambiar? ―Porque nunca vas a cambiar. En realidad no. ―¿Ah, no? ―No ―respondió con voz firme―. Piensa en ello. Nos enteramos de lo que está haciendo Tobias Dawson, ¿y qué es lo primero que sale de tu boca? Hablar de matarlo. No consideraste ninguna otra opción, no consideraste nada. Decidiste que querías a Dawson muerto, e hiciste que suceda. ―Hice lo que tenía que hacer ―dije con voz fría―. Nada más, nada menos. Y no había otras opciones, detective. Ya que la policía en esta ciudad es una broma, y ambos lo sabemos. La única ley, la única justicia, en Ashland es lo que la gente hace por sí mismo. Donovan se estremeció al oír mis palabras duras, pero no las discutió. ―Simplemente… no puedo seguir con esto. Lo siento, Gin. Pero esta cosa entre nosotros, se acabó. ―¿Entonces estás dejando la ciudad para escapar de mí? ―espeté. Donovan levantó las manos en un gesto de impotencia. Donovan se estremeció, pero no negó la veracidad de mis palabras. Era demasiado tarde para eso. Ahora el detective sólo se veía cansado. Su Página ―No ―dije―. Yo soy la que lo siente. Siento haber perdido mi tiempo contigo. Acéptalo, Donovan. No estás dejando la ciudad porque maté a Dawson. Estás dejando la ciudad porque no me impediste hacerlo. Porque no tuviste la fuerza para hacerlo. Porque incluso ahora, a pesar de todo, todavía quieres follar conmigo. Estás huyendo porque tu moral es más importante para ti que cualquier otra cosa, incluso lo que podrías tener conmigo. 287 ―Sí. No, no lo sé. No es todo sobre ti. Parte de esto es el departamento. Hay tanta corrupción allí. Sólo estoy… cansado de todo. De levantarme cada puta mañana y saber que estoy luchando una batalla perdida. Estoy al borde aquí, Gin. Cerca de convertirme en lo mismo que todos los demás policías corruptos de esta ciudad. Dejarte ir tras Alexis James era una cosa. Ella vino detrás de los dos primero. Pero Tobias Dawson, eso fue diferente. Si hubiera sido alguien más que tú, te habría esposado y arrastrado tu culo a la sede antes de que llegaras a cualquier lugar cerca de Dawson. Pero no lo hice. Y lo lamento. Más de lo que sabrás jamás. Lo siento, Gin. Quiero que sepas eso. Realmente lo siento. resignación sólo me hizo enojar aún más. Por un momento, la rabia se apoderó de mí, dura, fría y amarga como la bilis. Quería tirar algo, romper algo. Quería destrozarlo. Sacar mi cuchillo, dar un paso adelante, y rajar su garganta con él. Hacerle daño como él me estaba haciendo daño. Pero respiré profundo. Podría herir a Donovan con palabras, pero nada más. Podría ser una ex asesina, pero era mejor que eso. Nunca había matado por pasión, y no iba a empezar ahora. El detective no valía la pena. ―Me diste la espalda en la mina porque te alegraba que estuviera muerta ―le dije―. Debido a que la decisión de estar conmigo te había sido arrebatada de tus manos, y tu preciosa moral seguiría intacta. Y entonces aparecí de nuevo, aún con vida. Y estabas justo de vuelta al punto de partida. Esa es la verdad, ¿no? Él no dijo nada. Y finalmente me dejé reconocer algo que había sabido todo el tiempo. Donovan Caine me quería, pero no era lo suficientemente fuerte como para aceptarme. No a mi pasado, no a mi fuerza, no a la mujer que era. Una amarga decepción me llenó, sustituyendo mi rabia, pero me obligué a hacer la última pregunta a la que quería una respuesta. ―¿A dónde vas? Sacudió la cabeza. ―Creo que es mejor si no sabes eso, Gin. Asentí. Quizás lo era. ―También he venido aquí para avisarte ―dijo Donovan en un tono suave―. Jonah McAllister está fuera buscando venganza contra quienquiera que mató a su hijo. No se detendrá hasta que encuentre a la persona responsable. Una de mis fuentes dice que está buscando entre todo aquel con el que Jake tenía problema… tú incluida. Y Mab Monroe no cree que murieras en la mina con Dawson. Mi capitán recibió una llamada de ella el otro día, queriendo saber si habíamos encontrado más cuerpos entre los escombros. Así que, cuida tu espalda. ―¿Por qué decirme todo esto? ―dije―. No es como si te importa. Realmente no. No lo suficiente para quedarte. Eso es lo que quería decir, gritarle. Pero no lo ―No lo sé. Supongo que sentí que te debía. El departamento ya me sustituyó. ―¿Con quién? ―dije más por decir algo que por verdadera curiosidad. Se encogió de hombros otra vez. Página Donovan se encogió de hombros. 288 hice. ―Algún pez gordo de Savannah llamado Coolidge. Eso es todo lo que sé. Una mujer. Se supone que es una verdadera emprendedora. Justo como tú. Donovan se me quedó mirando otra vez. Sus ojos dorados ardían en los míos. Emociones se reflejaron en su mirada. Anhelo. Miedo. Arrepentimiento. Determinación. Por una vez, suavicé mi expresión y le hice ver lo que realmente sentía por él. Sorpresa brilló en sus ojos, y por un momento, pensé que podría ser suficiente para hacerle cambiar de opinión. Pero luego su rostro se endureció, y supe que lo había perdido. Esperé que la moral de Donovan Caine lo mantuviera caliente por la noche porque yo nunca lo haría de nuevo. Ahora no. No había nada más que decir. El detective asintió hacia mí por última vez, me miró a los ojos un momento más. Página 289 Y entonces, se volvió y salió de Pork Pit, dejando mi antro, mi corazón, frío y vacío y dolorido. 35 Traducido por Mari NC Les di a Violet y Eva sus batidos prometidos, luego las eché y cerré el restaurante por la noche. Treinta minutos más tarde, estaba a punto de salir cuando sonó el teléfono. En un capricho lo recogí, medio esperando que pudiera ser Donovan Caine, llamando para pedir disculpas… o algo. Cualquier cosa. ―Pork Pit. ―Hola, Gin. La profunda voz de Owen Grayson inundó la línea. Un sonido agradable, pero no pude contener mi suspiro de decepción. ―Owen. ―No pareces muy contenta de escucharme ―dijo. ―¿Qué quieres? ―Tal vez debería haber sido más agradable, tal vez lo hubiera sido si no fuera por Donovan Caine. ―Sólo quería hablar contigo, ver cómo estabas, ya que no has devuelto ninguno de mis mensajes ―dijo en una voz suave. Mi mano se apretó alrededor del teléfono. Desde el incidente en la mina, Owen Grayson había llamado al Pork Pit y dejado para mí algunos mensajes, ninguno de los cuales había regresado. Principalmente porque yo no había sabido dónde habían estado las cosas conmigo y Donovan Caine. Bueno, ahora lo hacía. Pero no necesitaba que Owen Grayson se lanzara en picada y recogiera los pedazos. Yo podría hacer eso todo por mí misma. He estado haciéndolo durante años. Mis ojos grises se estrecharon. ―Eva es muy habladora, ¿verdad? Owen dejó escapar una risa. De alguna manera el sonido bajo aligeró mi estado de ánimo un poco. Página ―¿Viendo a Donovan Caine? ―dijo―. Eva llamó y me dijo que se detuvo por el restaurante esta noche y que las cosas estaban tensas entre los dos. 290 ―He estado ocupada. ―No la culpes a ella. Le pedí que desempeñara el papel de espía. ―¿Y por qué? ―Porque mi oferta sigue en pie ―respondió―. Sobre querer llegar a conocer a la verdadera Gin Blanco. Resoplé. No pensaba que a Owen le gustaría la verdadera Gin Blanco y su colección de cuchillos de plata. Por otra parte, no se había estremecido esa noche en la fiesta de Mab Monroe cuando había estado fingiendo ser una puta. Lo cual era más consideración de la que Donovan Caine nunca me había mostrado. Aun así, no estaba lista para saltar a algo nuevo. No con Owen Grayson, cuyos motivos reales eran todavía un misterio para mí. A pesar del deseo que había visto en sus ojos violeta. ―Lo siento, Owen, pero simplemente no estoy de humor en este momento ―dije en un tono más amable―. No creo que lo sea en el futuro previsible. ―No te preocupes ―respondió Owen en un tono suave―. No soy nada sino paciente. Sólo quería llamar y recordarte que tienes otras opciones, Gin. ―Bueno, voy a mantener esas otras opciones en mente ―dije arrastrando las palabras―. Pero en este momento, he tenido un día largo, y tengo la intención de volver a casa… sola. ―No me dejes retenerte entonces ―murmuró. ―No te preocupes. No lo haré. Él dejó escapar otra risa, y me encontré sonriendo de nuevo, a pesar de mi estado de ánimo. ―Buenas noches, Gin ―retumbó. ―Buenas noches, Owen. Donovan puto Caine. Él era todo en lo que podía pensar en este momento. No podía creer que el detective se estuviera yendo realmente de Ashland. Que Página Después de la llamada de Owen, conduje a casa de Fletcher. Comprobé la grava en el camino de entrada, a continuación, el granito alrededor de la puerta. Una vez que estuve satisfecha de que no había nadie al acecho, entré en la casa y me dirigí directamente a la cocina. Me serví un vaso de ginebra, hice caer unos cubitos de hielo en ella, y luego me dejé caer en el sofá de la sala. Apoyé la cabeza hacia atrás, miré al vacío, y cavilé. 291 Y así como así, él se había ido. Pero a diferencia de Donovan Caine, sabía que Owen Grayson volvería. Por alguna razón, ese pensamiento me consoló, de pie en la oscuridad del restaurante. estaba dejándome. Que nunca íbamos a tener la oportunidad de explorar a fondo esta atracción chisporroteante entre nosotros. Toda esa promesa dejada de lado. ¿Y para qué? ¿Para que el detective pudiera estar tranquilo por la noche, su moral idealista y código obsoleto de la justicia aún intactos? Sin sentido, todo. Tomé un largo trago de mi ginebra, disfrutando de la quemadura fría del alcohol. Por un momento, pensé en recuperar la botella del armario y emborracharme. Pero no me haría un maldito pequeño bien. Sólo despertaría con una resaca mañana. Donovan Caine todavía se iría, si no se había ido ya. Él sólo había terminado, más o menos, con una ex asesina. No la clase de persona que quisieras que sepa tu paradero. Podría ir tras Donovan, por supuesto. Hablar con él de nuevo, defender mi caso, seducirlo sin piedad para que nos dé otra oportunidad. Que se quedara en Ashland. No había pensado en nada más en el camino a casa. Pero no podía hacer eso. Debido a que todavía quería lo que siempre había querido: Que Donovan Caine me deseara, que quisiera estar conmigo, Gin Blanco, la ex asesina que se hacía llamar la Araña. Pero no lo hacía, y nunca lo haría. Su código de justicia no se lo permitiría, no más de lo que el mío me dejaría olvidarme de todo lo malo que había hecho en mi vida, todas las personas que había matado. O fingir que no lo haría todo de nuevo, si era necesario. ―Warren, viejo excéntrico, tenías razón después de todo. ―Levanté la copa para brindar, luego, tomé otro sorbo de ginebra. Puse mi vaso sobre la mesa de café estropeada, y mis ojos se posaron en la carpeta que contenía la información de mi familia asesinada. Eso era algo más en lo que había estado pensando mucho estas últimas semanas. Por primera vez, creo que me di cuenta de porqué Fletcher Lane la había dejado para mí. Se había lamentado de su pasado con Warren T. Fox, por no hacer las paces con su viejo amigo. Fletcher había tenido unos cincuenta años para hacerlo, y nunca había llegado a hacerlo. Él no quería que yo tuviera ese mismo tipo de remordimientos, por lo que el viejo me había dado una opción, me había dado la información que necesitaba para tomar una decisión. Y sabía lo que iba a hacer. Lo había sabido desde la noche de la fiesta de Mab Monroe. Pero había sacado a la superficie todos mis recuerdos de esa noche. No había visto la cara de la elemental de Fuego cuando me había torturado. Pero había oído su voz, su risa. Página Tal vez había sido su olor, jazmín mezclado con humo. Tal vez había sido su voz sedosa. O incluso esa breve risa que había dejado salir mientras había estado de pie sobre mí, hablando de mi muerte inminente con Tobias Dawson. 292 Desde que me había dado cuenta de que ella era la elemental de Fuego que había asesinado a mi familia. Y eran idénticas a las de Mab. Estaba segura de ello ahora. O tal vez lo había sabido todo el tiempo pero no había querido admitírmelo. Es por eso que Fletcher había escrito el nombre de Mab en la carpeta para empezar. Para hacerme mirar en su dirección y averiguarlo por mí misma. Yo sabía el quién; ahora quería saber el porqué. ¿Por qué Mab había matado a mi madre y hermana mayor? ¿Por qué me torturó? ¿Por qué había exigido saber dónde estaba Bria? Cuando descubriera el porqué, tendría la última pieza del rompecabezas. Y entonces mataría a la perra. Oh, sabía que no iba a ser fácil. Que podría morir en el proceso. Que probablemente moriría. Pero Mab Monroe había matado a mi familia, me hizo pensar durante diecisiete años que había matado a mi hermana pequeña. Había vivido en las calles y comido basura por ella. Oculta de los drogadictos y vampiros proxenetas y todo el resto de la basura de Southtown. Estado asustada, débil y aterrorizada por ella. Pero ya no más. Y la mía no era la única familia que había arruinado a lo largo de los años. La familia Snow era apenas una nota al pie en comparación con todas las cosas horribles que Mab Monroe había hecho. Y luego estaba Bria. Mis ojos siguieron sobre la imagen de mi hermana pequeña. Cabello rubio, ojos azules aciano, la runa de enredadera alrededor de su cuello. Ella estaba en alguna parte, esperando por mí. ―Voy a encontrarte, hermanita ―susurré―. De una forma u otra. Mis ojos se movieron hasta los dibujos de runa apoyados en la repisa. Me quedé mirando la imagen del Pork Pit que había dibujado, del signo sobre la puerta principal. La runa de Fletcher, tal como la había pensado. Levanté mi vaso en otro brindis. ―Esta es por ti, Fletcher Lane ―dije―. Espero hacerte sentir orgulloso. Sólo el tictac del reloj de pie en el pasillo rompió el silencio. Me tragué la ginebra y puse mi vaso a un lado. Luego tomé la carpeta, lista para ir a través de toda la información de nuevo. Y una y otra vez si era necesario. Encontrar a Bria. Averiguar por qué Mab Monroe había matado a mi familia. Matar a Mab. Página Donovan Caine había tenido razón en una cosa. Parte de mí siempre sería la Araña, y era hora de poner mis habilidades a buen uso. Para hacer las cosas que debían ser hechas. 293 Hasta que encontrara todas las respuestas que estaba buscando. ―Los buenos viejos tiempos están de vuelta otra vez ―dije. Entonces me puse a trabajar. Página 294 Fin Esta historia toma lugar cuando Gin es una adolescente y está contada desde el punto de vista de Finnegan Lane, el hermano de acogida de Gin. Veneno Traducido por Gemma.Santolaria y Apolineah17 Odiaba a la chica. Lo odiaba todo de ella, desde su cuerpo dolorosamente delgado hasta sus grandes y heridos ojos, hasta su absoluto entusiasmo hacia cualquier cosa que mi padre, Fletcher Lane, le decía. Más especialmente, odiaba el hecho de que papá había decidido formarla a ella como asesina en vez de a mí. La niña puso un batido triple de chocolate en el mostrador enfrente a mí. ―Aquí tienes, Finn. Su voz era suave, tal y como todo lo demás de ella. Suave cabello marrón, suaves ojos grises, suave cuerpo pequeño. Incluso sus ropas eran suaves y grandes y holgadas y totalmente olvidables. Nunca levantaba la voz, nunca interrumpía una conversación, nunca hacía nada que fuera lo más mínimo de peligroso o malo o riesgoso. Era como si estuviera determinada a llamar tan poco la atención sobre ella como era posible y mezclarse con el fondo sin importar qué. Ella enojaba el infierno de mí. El batido era maravilloso, absolutamente maravilloso, e incluso mejor que los que mi padre hacía para mí aquí en el Pork Pit. Pero no iba a decirle eso. La mayoría de los días, ni siquiera me molestaba en hablar con ella. Gruñí. ―Servirá, supongo. Página ―¿Te gusta? ―preguntó la chica, con un poco de esperanza en su voz―. He seguido la receta de Fletcher, pero entonces decidí añadir aún más chocolate para hacerlo realmente rico y cremoso. 295 Ni siquiera dije gracias mientras metía un popote en el brebaje espumoso y empecé a sorber del batido. Detrás del mostrador, Sophia Deveraux me dio una afilada mirada. La mayoría de la gente se habría intimidado por la mirada, ya que la musculosa enana era tan dura y contundente como la chica era de suave. Sophia llevaba un negro sólido desde la parte de debajo de sus botas heavy a la camiseta que cubría su pecho hasta el collar de cuero que envolvía su cuello. Incluso su cabello era negro, y había pintado sus labios del mismo oscuro color. Sophia era el trato real, gótica hasta la médula. Hacía a los aspirantes de mi escuela secundaria verse como niños jugando a disfrazarse, lo que, por supuesto, eran. La mirada afilada de Sophia no me perturbó lo más mínimo, ya que sabía que tenía a Sophia y su hermana mayor, Jo-Jo, envueltas alrededor de mi dedo. Las enanas habían ayudado a papá a criarme, y sabía que pensaban en mí como su propio hijo. Por alguna razón, sin embargo, tanto a Sophia como a Jo-Jo les había gustado inmediatamente la chica, quejándose sobre ella tanto como lo hacían de mí. No sabía porqué. No pensaba que hubiera algo que gustara en Gin. Gin, eso era cómo la chica se llamaba a sí misma. Heh. Todos sabíamos que no era su verdadero nombre, peor papá lo había aceptado de todos modos. Incluso le dio un apellido también, Blanco. Gin Blanco. Como si no fuera lo más cursi que nadie había oído jamás. Pero papá no se había detenido allí. Le había creado una completa nueva identidad para la chica, alegando que ella era una prima lejana suya que había tomado después de que su familia había muerto en un accidente automovilístico. Había estado con nosotros desde hacía varias semanas, y papá le había comprado ropa y dado de comer e incluso la inscribió en la escuela conmigo. Ya que ella tenía trece años y yo tenía quince, no estaba en mi clase, sin embargo. Una pequeña cosa de la que alegrarse. Normalmente, mi padre, Fletcher Lane, habría estado aquí, sentado en un taburete detrás de la caja registradora y leyendo un libro entre ayudar a Gin y Sophia a servir la barbacoa. Pero papá estaba fuera en uno de sus trabajos de Página Una chica de mi edad dejó la servilleta, se levantó de su puesto y empezó a seguir las huellas rosas de cerdo del suelo hacia el baño de mujeres. Le sonreí mientras pasaba. Ella se detuvo un momento para mirarme, y mi sonrisa se amplió. Con mi cabello de color nogal y mis ojos verdes, era la viva imagen de mi padre y tan guapo como él. Le guiñé un ojo a la chica, quien se rió, bajó su cabeza, y se apresuró. 296 Ya que estaba cansado de mirar hacia Gin, giré mi taburete, aún sorbiendo de mi batido. Era lunes por la tarde, y el negocio iba un poco lento en el Pork Pit, el restaurante de barbacoa de papá en el centro de Ashland. Sólo unos pocos clientes estaban sentados en las cabinas de vinilo azul y rosas delante de los escaparates, aunque todos estaban comiendo sus sándwiches de barbacoa, frijoles horneados y gruesos bistecs con patatas fritas con evidente entusiasmo. noche, matando gente por dinero. Como el asesino del Hombre de Hojalata, era algo en lo que era excepcionalmente bueno. Y ahora, estaba decidido a enseñar todo lo que sabía a Gin. Él me había hablado de su plan la noche anterior, a pesar de que lo había visto a venir mucho antes de entonces. Hace unas semanas, un hombre llamado Douglas, uno de los clientes descontentos de papá, había irrumpido en el restaurante y casi lo mató. De hecho, Douglas habría matado a papá y a mí también, si Gin no lo hubiera apuñalado hasta su muerte con el cuchillo que había estado usando para cortar las cebollas en ese momento. Por alguna razón, papá pensó que eso hacía de Gin una candidata ideal para convertirse en una asesina, justo como él. Mierda, él ya le había dado un nombre, la Araña. Otro falso y cursi nombre para ir junto al otro. Debería haber sido yo al que estuviera planeando formar, yo era su hijo, su carne y sangre. Mi madre había muerto cuando era un niño, y siempre habíamos sido sólo nosotros dos. Sólo no entendía qué veía papá en Gin que no veía en mí. Qué pensó que ella tenía que yo no. Era mayor que ella, más listo, más fuerte, más resistente. Era casi tan bueno disparando como lo era papá con sus pistolas. Quería aprender el resto de sus negocios también, pero papá no lo veía de ese modo. Dijo que Gin haría de una mejor asesina, que tenía paciencia para ello, y yo no. Eso había dolido más que cualquier otra cosa que me había dicho alguna vez. El batido se agrió en mi estómago, y de repente me sentí como si hubiera estado bebiendo veneno en vez de chocolate derretido. Tal vez lo había estado haciendo. Había visto lo que Gin le había hecho a Douglas con ese cuchillo. Había apuñalado a Douglas una y otra vez como si él fuera una piñata y estuviera tratando de sacar los dulces a golpes. No pondría nada delante de ella, ni siquiera me ofrecería para que así pudiera tener mi padre para ella sola. Di la vuelta al mostrador que corría hasta la pared trasera del restaurante, me senté con mi vaso vacío, y lo aparté con un dedo. ―Lo que sea ―dije―. Me voy de aquí. Página En lugar de responder, me puse de pie, agarré mi chaqueta de cuero del taburete a mi lado, y me le puse. Era la segunda chaqueta que me había comprado hacía varias semanas. Gin había dado mi primera a un niño sin hogar, simplemente la arrancó del perchero del restaurante como si fuera suya en vez de mía. Otra cosa que había hecho para molestarme. Esa venenosa sensación se enroscó en mi estómago, ardiendo como si fuera ácido. 297 ―Te debe haber gustado ―dijo Gin, sin dejar de mirarme―. Te lo has bebido todo. ―¿Dónde? ―Sophia raspó con su áspera voz rota. Me encogí de hombros. ―Me han invitado a una fiesta. Estoy pensando en ir y pasar un buen rato. Gin frunció el ceño. ―¿A la que Fletcher te dijo la semana pasada que no podías ir? No dije nada. ―A Fletcher no le va a gustar eso ―dijo Gin con esa voz suave de nuevo, la que me hacía rechinar los dientes―. Sobre todo, porque es en Southtown. Es por eso que te dijo que no podías ir en primer lugar. Porque es peligroso allí. Junto a Gin, Sophia gruñó su acuerdo. ―No me importa lo que a papá le gusta o no le gusta ―gruñí―. Porque ciertamente a él no le importa un comino lo que me gusta o no me gusta. Por ejemplo, no me gustó cuando te trajo aquí. Todavía no lo hace. Pero, aun así, aquí estás de todos modos. Gin no se inmutó ante mis palabras, pero por un momento, el más débil destello de dolor llenó sus ojos. Por alguna razón, eso me hizo sentir como la mierda. ―Finn ―gruñó Sophia, claramente queriendo que me disculpara. Por un momento, abrí la boca, intentando hacer precisamente eso, expulsar un brusco: Lo siento. Sabía que Gin había atravesado algo horrible, algo que la había obligado a vivir en las calles. Infiernos, había visto las cicatrices de la runa de araña que habían sido marcadas en sus palmas, un pequeño círculo rodeado de ocho pequeños rayos, uno en cada mano. Pero simplemente no entendía cómo o por qué sus problemas se habían convertido en los problemas de papá, y ahora, también en los míos. ―Está bien, Sophia ―dijo Gin―. Déjalo ir. Ese ácido venenoso inundó mis venas de nuevo, quemando aún más caliente que antes. No iba a disculparme con ella. No ahora, no por cualquier cosa, nunca. Caminé, abrí la puerta, y salí del restaurante sin mirar atrás. Página Ella no tenía derecho a hacer eso, ningún maldito derecho en absoluto. Este era el restaurante de mi papá, no del suyo. Él era mi papá, no el suyo. Pero ahí estaba ella, lentamente tomando y quitándome todo lo que era mío. 298 Entonces, se dio la vuelta, cogió un cuchillo y comenzó a cortar un jitomate. Eso fue todo lo que hizo. No gritó ni me gritó, ni siquiera me dio otra mirada herida. Simplemente se dio la vuelta y fue a los suyo como si yo no estuviera allí, como si ni siquiera le importara a ella o a cualquier otra persona. No había bebido mucho. O tal vez sólo lo suficiente. Era difícil decirlo. Todo parecía suave y brumoso en la oscuridad. La fiesta se había llevado a cabo en un edificio abandonado en Southtown, la parte de Ashland que era hogar de prostitutas vampiro, proxenetas y vagabundos sin hogar. Había mucha música fuerte, muchas chicas, y mucha bebida. Todo lo demás era un poco borroso. Ahora, estaba caminando de regreso al Pork Pit, planeando usar mi llave para entrar al restaurante, así podría dormir en una de las cabinas por la noche. Papá me haría la vida imposible en la mañana por desobedecerlo, pero ir a la fiesta había valido la pena. Alejarme de Gin por la noche había valido la pena. Un grupo de nosotros se había marchado del edificio abandonado juntos, pero uno por uno, mis amigos se habían desviado, yendo a sus respectivos caminos, y ahora, era sólo yo. No estaba demasiado preocupado. Estaba únicamente a diez cuadras del Pork Pit ahora. Podría hacerlo diez cuadras más antes de que me desmayara… Un minuto, estaba tropezando por la calle, tratando de no tropezar y caerme con las grietas de la acera. Al siguiente, estaba atrapado contra la pared de un edificio por dos hombres, con otro tipo de pie delante de mí, sosteniendo un cuchillo. Sin embargo, todavía no estaba demasiado preocupado. Los asaltos eran tan comunes como las puestas de sol en Ashland, sobre todo aquí en Southtown. ―Oigan, oigan ―dije, dándoles una sonrisa torcida―. No hay necesidad de ser rudos por las cosas. Tomen mi billetera si quieren, aunque tengo que advertirles, no hay mucho allí. ―No te preocupes, chico bonito ―dijo el tipo con el cuchillo―. Lo haremos. Y tomaremos tu sangre también Hasta la última gota de ella. Sonrió, revelando dos colmillos, manchados por el tabaco en su boca. Oh, infiernos. Eran vampiros. Hambrientos también, por la forma en que estaban mirándome. Página Si hubiera esto sobrio, probablemente podría haber luchado, me habría liberado de los dos vampiros que me estaba sujetando, y luego podría haber corrido como el infierno. Pero no estaba sobrio y el tercer tipo tenía un cuchillo. Las probabilidades no estaban a mi favor. Aun así, empecé a luchar de todas formas, pero mis miembros se sentían lentos y pesados, como si estuviera tratando de luchar a través del agua. Los vampiros simplemente se rieron de mí 299 De repente, estaba muy preocupado. y apretaron su agarre. Maldita sea. Si lograba salir de esto en una pieza, nunca bebería de nuevo. Bueno, no durante un mes, por lo menos. ―Manténganlo quieto ―dijo el tipo con el cuchillo. Uno de los otros vampiros forzó mi cabeza hacia atrás contra el frío ladrillo, dejando al descubierto mi cuello. El vampiro con el cuchillo se lamió los labios y se inclinó hacia adelante. Hice una mueca, esperando el dolor que estaba seguro que sentiría por su viciosa mordida. ―Uh. Por alguna razón, en lugar de desgarrar mi cuello con sus dientes, el vampiro dejó escapar un gruñido en su lugar y se derrumbó hacia adelante, con su cuerpo presionando contra el mío. ―¿Blake? ―dijo uno de los otros vampiros, mirando a su amigo―. ¿Qué demonios estás haciendo? Deja de joder. El resto de nosotros también quiere una probada. Él se estiró y sacudió a Blake, quien se desplomó hacia atrás y cayó en un montón en la acera. ―¿Qué demonios? ―dijo el tercer hombre. Ya no les estaba prestando atención. En su lugar, estaba mirando a la figura esbelta frente a mí, Gin Blanco. Ella se veía bastante ridícula, de pie en la oscuridad en sus vaqueros holgados y su chaqueta de lana, su cabello peinado hacia atrás en una coleta, con un cuchillo lleno de sangre apretado en su mano derecha y uno limpio en su izquierda. Reconocí los cuchillos de plata. Eran dos que papá le había dado para empezar a practicar con ellos, y acaba de usar uno de ellos para salvar mi vida. ―Déjenlo en paz ―dijo Gin con una voz tan dura como el edificio de ladrillo por encima de nuestras cabezas. Los dos vampiros se miraron entre sí, entonces miraron a su compañero caído, y luego de nuevo a Gin. Me soltaron y se abalanzaron hacia ella. Gin los estaba esperando. Acuchilló al primer hombre en el pecho, llevando la cuchilla a su corazón. Él cayó sin ningún otro sonido. Pero el otro hombre fue más rápido que ella. Se las arregló para llevarla al suelo y empezó a luchar con ella, Página Lo sabía instintivamente, como sabía que nunca la trataría mal de nuevo, jamás. 300 Y, de repente, vi lo que papá vio, la feroz determinación, la fuerza de voluntad, la lealtad inquebrantable. A pesar de que la había tratado como una mierda esta noche, como una mierda todas las noches desde que papá la había llevado, aun así Gin se había preocupado lo suficiente para seguirme a casa desde la fiesta sólo para asegurarse que llegara bien al Pork Pit. tratando de quitar los cuchillos de sus manos. Pero Gin se defendió de él igual de duro, tratando de apuñalarlo hasta la muerte antes de que le quitara sus armas. Con mi cabeza un poco más clara, me tambaleé hacia adelante, clavé mis manos en la camisa del vampiro y se lo quité de encima. Forcé al hombre hacia mi izquierda y estrellé su cabeza contra la pared de ladrillo. Él gimió y me golpeó con sus brazos, así que lo lancé hacia atrás y luego lo empujé hacia adelante. Una y otra vez, hasta que su cabeza era una masa sanguinolenta de carne. Entonces, lo solté. No consiguió ponerse de pie. En un minuto, todo había terminado. Gin y yo nos quedamos allí, respirando pesadamente, mientras los cuerpos de los vampiros se enfriaban a nuestros pies. Miré hacia arriba y hacia abajo de la calle y escuché, pero no vi ni escuché a nadie. Bien. La calle estando desierta me había metido en este lío en primer lugar, y ahora, iba a sacarme de ello. Los asesinatos eran tan comunes como los asaltos en Southtown, y sabía que los policías no buscarían demasiado por los asesinos de los vampiros. Entonces, miré a Gin, con todo tipo de preguntas en mis ojos verdes. ―Te seguí a la fiesta ―dijo―. Me escondí afuera hasta que saliste del edificio. Era cerca de la medianoche ahora, y había estado en la fiesta durante varias horas. No podía creer que ella había pasado todo ese tiempo simplemente esperando por mí tropezando al exterior. Sin duda, yo nunca habría tenido paciencia para ese tipo de cosas, o habría sido lo suficientemente considerado para hacerlo en primer lugar. Tal vez papá tenía razón acerca de Gin. Tal vez él tenía razón en muchas cosas. ―¿Por qué? Ella frunció el ceño, como si la respuesta debería ser obvia. ―Vamos, Gin ―dije, tendiéndole la mano―. Vamos a casa. Ella limpió sus cuchillos ensangrentados en la camisa de uno de los vampiros y los deslizó de nuevo en las mangas de su chaqueta. Gin se froto las Página Y simplemente así, todos los celos venenosos que había sentido hacia ella desparecieron. Ella estaba tratando tan duro, por complacer a papá, por complacerme a mí. Lo menos que podía hacer era encontrarme con ella a mitad del camino, sobre todo porque acababa de salvar mi vida. Tal vez algo de la magia elemental de Aire de Jo-Jo se me estaba pegando, pero tenía la extraña sensación de que esta no sería la última vez que Gin me sacaría de una situación difícil. Sólo esperaba que yo pudiera hacer lo mismo por ella algún día. 301 ―A Fletcher no le gustaría que algo te sucediera. Y a mí tampoco lo haría. manos para limpiarlas antes de deslizar su mano izquierda en la mía. Sus dedos se sentían pequeños, cálidos y fuertes en mi mano. Página 302 Pasamos por encima de los cuerpos de los vampiros, y juntos, no dirigimos al Pork Pit. Esta breve historia tiene lugar cuando Gin es una adolescente. Se cuenta desde el punto de vista de Fletcher Lane, el mentor asesino de Gin, y se centra en el primer trabajo sola de Gin como la asesina “la Araña”. Red de engaño Traducido por Dianna K, Adaly, Mariandrys y Flochi La chica era una asesina nata. Fría, tranquila y centrada. Confiada en sí misma y sus habilidades. Como debería de ser. No me había pasado los últimos tres años entrenándola para ser una persona tímida. Como un asesino, como el Hombre de Hojalata, había matado mi parte de tipos malos, por dinero o venganza, en su mayoría. A veces, simplemente porque habían necesitado ser asesinados. Pero los años, las lesiones y la sangre habían comenzado a pesar en mí, aún más desde que un trabajo mío hace unos años había ido muy mal para todos los involucrados, y un par de personas inocentes habían muerto como resultado. Con el tiempo, cada asesino necesita un aprendiz, un rostro fresco y un par de manos limpias que se queden a cargo y hagan lo que tiene que hacer, y Gin Blanco era la mía. Ahora, me paré en las sombras negras como el carbón enfrente de una casa adosada, una de las muchas que llenaban Southtown, la parte de Ashland que era el hogar de los oprimidos, desafortunados, y simplemente peligrosos. Con su pintura gris descascarada, la puerta de madera contrachapada y Página En su mayoría, sin embargo, había llamado a Gin la Araña debido a las cicatrices que adornaban sus palmas. Un pequeño círculo rodeado por ocho rayos. Una runa araña. El símbolo de la paciencia. Gin tenía eso sin duda, en espadas. Había conseguido las cicatrices después de que una particularmente peligrosa elemental de Fuego la había torturado derritiendo un medallón de plata en forma de la runa en las manos de la pobre chica. Pero Gin había vivido para contarlo, una de las muchas formas en que la chica era una sobreviviente, además de una asesina. 303 La había apodado la Araña, en parte, porque eso es lo que me había recordado la primera vez que la había visto encogida en una pequeña grieta en el callejón que pasaba detrás del Pork Pit, mi restaurante de barbacoa en el centro de Ashland. Delgados brazos, largas piernas, cara demacrada. Para mí, Gin era una araña abuela de piernas largas reanimada, llena de veneno, pero no lo suficientemente fuerte como para contraatacar a los que la habían traicionado, todavía. ventanas con rejas, la casa tenía un aire triste, abandonado. Todo en ella sugería que ya nadie vivía allí, y los pasos que conducían hasta el porche se hundían como la piel bajo el cuello de una vieja. El exterior era un disfraz, sin embargo, una fachada engañosa como tantas otras cosas, como tantas otras personas, usaban en la metrópoli del sur de Ashland. En el interior, sabía que la casa presumía las mejores cosas que el dinero podía comprar. Muebles caros. Porcelana china. Espejos de oro. Camas hechas con sábanas de seda. Incluso putas mentas colocadas en las almohadas. Las fijaciones caras hacían más fácil para una gran basura roba vidas como Jimmy Fontaine atraer a las personas ricas que vivían en los confines elegantes de Northtown hasta aquí, a su disfrazado burdel de drogas y de niños. Jimmy Fontaine era algo así como una historia de éxito de Ashland, un pandillero que había juntado el suficiente dinero en efectivo para arreglar un lugar, aumentar la calidad de sus drogas, y vender sus servicios a una clientela más rica. Lo cual, a su vez, aumentó sus propios beneficios aún más. El juego de Fontaine era simple. Enganchaba chicos y chicas en drogas, a continuación, los hacía trabajar en su casa con el fin de conseguir su próxima dosis, o sólo la suficiente puta comida para comer durante el día. Y cuando se quedaba corto de voluntarios, Fontaine arrebataba niños de la calle para ser la molienda en su eterno molino. La víctima más reciente del gigante había sido Violet Wong, una chica bonita, brillante, feliz de dieciséis años, que había dejado su casa una noche para ir a una fiesta con algunos de sus amigos, una fiesta de la que nunca había llegado a casa. Una semana más tarde, Violet había sido encontrada abandonada en un callejón en Southtown, muerta de una paliza brutal. Como si eso no hubiera sido suficiente, la autopsia había demostrado que la niña había sido brutalizada a partir de una serie de violaciones y tenía suficiente droga en su organismo para matar una vaca. Página La gente hablaba, de la forma en que siempre lo hacía en Ashland, y los rumores me habían llevado rápidamente a Jimmy Fontaine y su casa emperifollada. Había pasado una semana haciendo reconocimiento, luego otra preparando a Gin para esto, su primer trabajo sola como asesina, como la Araña. Ahora, todo lo que quedaba por hacer era esperar a que mi aprendiz llegara y ver lo bien que había aprendido todas las habilidades mortales que le había enseñado… 304 Dos días después del funeral de Violet, Victor Wong, angustiado padre de la niña, me había pedido que averiguara quién fue el responsable y hacer algo con él de forma permanente. Porque eso es lo que hacía, rastreaba personas que hacían cosas malas y les hacía pagar con su propia vida. Yo. Fletcher Lane. El asesino conocido como el Hombre de Hojalata. ―¿Estás seguro que está lista para esto, Fletcher? ―susurró una clara y dulce voz en la oscuridad a mi lado. Me di la vuelta para mirar a Jolene "Jo-Jo" Deveraux, una de mis amigas más antiguas y más queridas. A pesar de que estábamos acechando este peligroso barrio de Southtown justo después de la medianoche, la enana de uno cincuenta de altura, llevaba un vestido de flores de color rosa con adornos de encaje blanco y un par de sandalias de color rosa a juego. Su atuendo habría encajado a la perfección en uno de esos ostentosos banquetes de jardín de Northtown a los que ella siempre iba. Un conjunto de perlas remataba el vestido de Jo-Jo. La luz de la luna se enfocaba en las piedras, haciéndolas brillar como dientes ensartados. Tal vez debería haber traído a la hermana de Jo-Jo, Sophia, conmigo esta noche en lugar de mi amiga enana de mediana edad. Con su ropa negra, lápiz labial negro, e incluso el alma más negra, la enana gótica se habría mezclado perfectamente en la sombra conmigo. Pero Sophia no tenía el mismo tipo de magia curativa de elemental de Aire que Jo-Jo, magia que podría necesitar Gin antes de que la noche hubiera terminado. Este podría ser el primer trabajo solo de la Araña, pero el Hombre de Hojalata iba a cuidar de su aprendiz esta noche. Sobre todo porque no había logrado hacerlo antes, cuando Gin realmente me había necesitado. ―Ella está lista ―dije―. Me ha estado ayudando en mis golpes durante más de un año. Maldición, prácticamente hizo los dos últimos sola. Esa chica puede empuñar un cuchillo como nadie que haya visto antes. Y la sangre no le molesta en absoluto. Eso es importante, ya sabes. Un largo y blanco Cadillac se estacionó en la calle, deteniéndose frente a la casa, y un chico de unos veinte años bajó de un salto del asiento del conductor. Cabello rubio. Ojos azules. Piel clara. Linda sonrisa. Una figura alta, gruesa, de dos metros, que lo marcaba como un medio gigante. El chico parecía un maldito defensa estrella, hasta la chaqueta de ganador de una letra que llevaba encima de su camiseta blanca, vaqueros y caras zapatillas. Jackson Fontaine, el hermano Página La enana me devolvió la mirada, sus pupilas pareciendo puntos de tinta negra en sus ojos claros, casi incoloros. No había juicio en su mirada, ninguna acusación por lo que había fallado, y yo sabía que nunca lo habría. Aun así, me moví en las sombras, aunque el movimiento no hizo nada para aliviar la culpa en mi alma. La verdad era que Gin era uno de los muchos pesos pesados que oscilaba allí, como el lento arco de agujas de un reloj dando vueltas en mi corazón. Girando, girando, girando, y sin detenerse nunca, ni siquiera por un segundo respiro. 305 ―Tal vez ―murmuró Jo-Jo―. Pero sabes tan bien como yo, Fletcher, que en el fondo, Gin sigue siendo sólo una niña que extraña su familia, a pesar de que han pasado tres años desde que fueron asesinados. menor de Jimmy, que era el responsable de merodear juegos locales de fútbol, fiestas y escuelas secundarias en busca de carne joven, fresca para la operación del gigante mayor. Jackson corrió alrededor para abrir la puerta en el otro lado del Cadillac. Tendió su mano y ayudó a la chica dentro a levantarse y ponerse sobre sus pies, Gin Blanco. Mis ojos verdes fijos en mi aprendiz. A los dieciséis años, Gin seguía estando fuerte y delgada, con curvas que no se habían llenado completamente aun, pero todavía podías ver lo espectacular que iba a llegar a ser en unos cuantos años más. Vestía una camiseta, vaqueros y zapatillas de deporte justo como Jackson lo hacía, aunque siempre había coronado su atuendo con una chaqueta azul marino de lana. Aún más para esconder los cuchillos de plata que había escondido en sus mangas, y la sangre que salpicaría sobre ella después de que los usara. Gin había recogido su cabello marrón chocolate de nuevo en una cola de caballo alta esta noche, lo que la hacía parecer más joven, suave, incluso inocente. Aunque sabía que su inocencia se había acabado la noche en que su madre y su hermana mayor habían sido asesinadas por una elemental de Fuego. Jackson dijo algo y rió, haciendo una broma de algún tipo. Gin también rió, aunque su sonrisa hizo poco para derretir el hielo que cubría sus ojos grises. Sin embargo, Jackson no se dio cuenta. Los objetivos nunca lo hacían, hasta que era demasiado tarde. Jackson abrió la puerta trasera del auto y busco en el interior por algo. Gin le dio la espalda y comenzó a explorar la casa enfrente de ella. Habíamos repasado las fotos y planos una docena de veces. Y sabía que Gin estaba comparando la casa física con la imagen mental que había formado en su mente. Marcando todas las entradas y salidas, por si acaso las cosas no salen según lo planeado. Página Simplemente no le había dicho a mi aprendiz que estaría mirando desde las sombras para asegurarme que todo fuera sin problemas esta noche. Sin razón para herir el orgullo de la chica solo porque me preocupaba por ella como su verdadero padre. Simplemente porque no quería admitir que estaba creciendo y saliendo adelante por sí sola como una asesina, como la Araña. Ya era mejor de lo que había sido yo a su edad. Más fría. Más tranquila. Más centrada. Un día pronto, sería mejor de lo que yo había soñado ser. 306 El plan en sí era simple. Gin atraería el interés de Jackson cuando hacía su habitual ronda de fiestas de fin de semana, diciéndole que era una fugitiva, y consiguiendo que la llevara de vuelta a la casa de Jimmy, su hermano mayor. Una vez dentro, matarlo, salir la casa y caminar varias cuadras al Pork Pit, en donde estaría esperando por ella. Solo esperaba que mi entrenamiento le fuera suficiente para compensar la forma en la que le había fallado tan miserablemente antes. Por mi parte en la muerte de su madre y de su hermana mayor. Por la forma en la que había fallado en proteger a Gin y al resto de su familia de la ira ardiente de Mab Monroe. Tal vez eran mis pensamientos oscuros o el intenso interés de mi mirada en ella, pero Gin sintió que no todo era como debería ser. Se alejó de la casa y examinó el resto de la cuadra, sus ojos grises espiando hacia las sombras. Tal vez el pavimento agrietado bajo mis pies me había delatado. Como un elemental de Piedra, Gin podía sentir vibraciones en cualquier forma que el elemento tomara a su alrededor, desde una casa de ladrillos a una acera de hormigón, a una lápida de granito degradado. Sentimientos y emociones de la gente se hunden en la piedra alrededor de ellos todo el tiempo, y Gin podía escuchar e interpretar esas impresiones. Tal vez podía sentir mis sentimientos mezclados de preocupación y orgullo, incluso ahora, a través de la ondulación del pavimento hacia ella. Jackson sacó algo de la parte trasera de su auto, y vi un destello de metal antes de meterse un arma en el bolsillo de su abrigo. Fruncí el ceño. El hermano menor empacando una pistola no había sido parte de mis cálculos esta noche, pero no estaba demasiado preocupado. Jackson no era el único aquí con un arma esta noche o con el conocimiento de cómo usarla. Jackson se movió para tomar el brazo de Gin y comenzó a conducirla hacia la casa adosada. Después de un momento, Gin dejo que la llevara en la dirección que quería ir de todos modos. Jackson la acompañó por las escaleras hundidas y abrió la puerta. Luz dorada desde el interior de la casa sesgaba a través del rostro de Gin, haciendo hincapié en el rígido juego de facciones. Lo que sea que esté sintiendo en el interior, no hay emociones parpadeando en sus ojos. No hay duda de lo que estaba aquí para hacer, y sin duda no hay miedo. Mi corazón se llenó de orgullo. Era mi chica, bien. ―No puedo esperar para presentarte a mi hermano. ―La voz de Jackson flotó a través de la calle en donde Jo-Jo y yo estábamos de pie―. Él va a amarte, Gin. Página Con esas siniestras palabras, mi aprendiz entró en la casa. 307 ―Por supuesto que lo hará ―respondió ella―. Va a amarme hasta la muerte. La puerta apenas se había cerrado detrás de Gin cuando Jo-Jo me pincho el hombro. ―¿Bueno? ¿Qué estas esperando? ―dijo la enana―. Ve a la parte trasera de la casa y mantén un ojo en ella en caso de que se meta en problemas. ―Sí, señora ―dije. Los ojos claros de Jo-Jo se estrecharon, pero sus labios se curvaron en una sonrisa, mostrando las líneas de risa en su rostro. ―No me tomes el pelo, Fletcher Lane. Tengo cien años más que tú. ¿Tu madre no te enseño a respetar a tus mayores? ―Sí, señora ―repetí y me escabullí fuera del camino de Jo-Jo antes de que pudiera pincharme de nuevo con su dedo. Dejé a la enana detrás, crucé la calle, y me deslicé en el callejón que corría al lado de la casa adosada. Basura cubría el pavimento, y la brisa constante y fresca de octubre enviaba más que una lata de refresco deslizándose hacia la pared. El aire apestaba a cerveza agria y cigarrillo rancios. Este tipo de lugares siempre olían a lo mismo, el sudor y la desesperación tan frecuente en Southtown se impregnaban en el paisaje. Me preguntaba si Gin podía percibir esos mismos sentimientos con su magia elemental de Piedra. Probablemente podía. A veces, pensaba que era mejor ser un simple humano y en gran parte ignorante de estas cosas desagradables. Me tomó menos de dos minutos para llegar alrededor de la parte trasera de la casa y arrastrarme por arriba de la parte superior del contenedor de basura. Desde ahí, era capaz de agarrarme de la escalera de incendios y escalar la escalera de hierro raquítica hasta el tercer piso de la casa, algo que era capaz de hacer con facilidad a pesar de mis sesenta y tantos años. Un anciano, a menudo me llamaba Gin, que era su propia expresión de cariño para mí. Tal vez mi cabello estaba escaseando y adelgazado y la cara arrugada, pero todavía era tan ágil como el mismo diablo. Página Jimmy Fontaine era un gigante, lo que significaba que superaba más de dos metros, con el cuerpo fuerte, grueso que coincidía con su gran estructura. Tenía cabello rubio y ojos azules al igual que su hermano pequeño, Jackson, pero la pura maldad en su mirada torció su buena apariencia en algo duro y feo. Llevaba un traje negro, como si fuera un verdadero hombre de negocios en lugar del enfermo bastado codicioso que hizo su fortuna a costa de adolecentes colocados en drogas y obligados a prostituirse 308 Mi posición sobre la escalera de incendios me daba una visión clara a través de una ventana hacia la oficina de Jimmy Fontaine. Si había una cosa que había aprendido de todos mis años de ser un asesino, de ser el Hombre de Hojalata, era que nadie se molestaba en cerrar sus cortinas por encima de la primera planta. Fontaine no era la excepción, por lo que era capaz de observarlo sentado en su escritorio de vidrio y cromado. Fontaine movió algunos papeles en su escritorio. Un minuto después, un golpe sonó en la puerta, y Gin entró, seguida por Jackson. El joven gigante cerró la puerta detrás de ambos… luego discretamente le pasó seguro. Los ojos grises de Gin miraron a un lado, y supe que había escuchado la cerradura. Su mano temblaba, como si quisiera empuñar el cuchillo de plata que tenía escondido en su manga, pero se contuvo. Buena chica. Muévete anticipadamente, y corre el riesgo de perder a Jimmy Fontaine. Gin sabía tan bien como yo que el gigante la mataría a golpes si pensaba que representaba una amenaza para él. Así es como había conseguido llegar a donde estaba en primer lugar… golpeando hasta la muerte a cualquier oposición y competición que se metiese en su camino. Fontaine también tenía otros cuatro gigantes estacionados a lo largo de los dos pisos bajos de la casa, todos asegurándose de que las cosas funcionaran sin contratiempos y que ninguno de los adolescentes tratara de escapar. Las barras de acero en las ventanas también ayudaban con ello. Pero no estaba preocupado acerca de Fontaine gritando por ayuda, ya que el gigante había tenido su oficina insonorizada hacía mucho tiempo. Solo que no se había dado cuenta de que un día aquello podría ser su muerte. ―Jimmy, ella es Gin ―dijo Jackson, dirigiendo a Gin hacia adelante para las presentaciones―. Gin, él es Jimmy. Jimmy Fontaine se puso de pie, abotonó su chaqueta de traje, y extendió una mano hacia mi aprendiz. ―Gin, es un placer conocerte. Jimmy me ha dicho mucho sobre ti. Gin estrechó la mano del gigante, aunque dejó escapar un pequeño bufido de incredulidad mientras lo hacía. ―Gin es una fugitiva ―explicó Jackson, tratando de suavizar las cosas. ―¿Es eso cierto? ―preguntó Jimmy, sus ojos azules centrados en Gin. Gin se encogió de hombros y levantó lo que parecía ser un jarrón Ming verdadero. Página Los ojos azules de Jimmy se entrecerraron ante su tono incrédulo, y le dio a Jackson una mirada oscura. Fontaine no era estúpido. Como la mayoría de los depredadores, podía sentir cuando otros estaban cerca, y pude notar que su radar ya estaba titilando con referencia a Gin. Soltó su mano y se le quedó mirando con suspicacia, pero mi chica solo le dio una sonrisa encantadora y comenzó a explorar la habitación en la forma en que cualquier otro jovencito curioso haría. 309 ―¿En serio? Encuentro eso un poco difícil de creer, ya que solo lo conocí hace como una hora. ―No realmente. Pero toda mi familia está muerta y quemada hasta la ceniza, así que, ¿qué demonios importa? Jimmy frunció el ceño ante sus palabras, pero Gin bajó el jarrón y se movió hacia una pintura colgada al final de la pared. Para un observador casual, solo estaba haciendo nada más que paseándose sin rumbo en la habitación, pero yo sabía que estaba haciendo exactamente lo que la entrené para hacer… revisando el área por armas escondidas, guardias escondidos, o cualquier otra cosa que podría serle una amenaza. Jimmy Fontaine observó a Gin por otro minuto, pero cuando ella no hizo ninguna otra cosa sospechosa o amenazante, su inquietud se esfumó, y sus ojos se engancharon a su culo. Además de ser el proxeneta de jovencitos, tanto chicas como chicos, a Fontaine también le gustaba probar la mercancía él mismo. Fontaine salió de detrás de su escritorio, se movió y se sentó en un amplio sofá blanco que tomaba la mayor parte de la pared a la derecha. Palmeó el cojín a su lado. ―¿Por qué no vienes aquí? Me gustaría llegar a conocerte mejor. ¿Jackson te dijo lo que hacemos aquí, verdad? Que dirigimos un centro de reinserción para adolescentes que no encajan en ningún otro lugar. Esa era la línea de mierda que Jackson les daba a los otros adolescentes para hacerlos adentrarse a las filas del centro en primer lugar. Después de eso, Jimmy, sus hombres, y sus drogas se aseguraban de que no se fueran hasta que fuesen usados hasta el cansancio… o muertos. ―Seguro ―chirrió Gin en una voz emocionada, pero una vez más, su sonrisa no llegó a sus ojos. Se acercó y se desplomó en el sofá al lado de Jimmy. Jackson se sentó en una silla frente a ellos. Ninguno de los hombres notó que el brazo de Gin cayó a su lado… o el pedazo de metal que de repente brilló en su mano derecha. ―¿Cómo demonios conoces ese nombre? ―gruñó Jimmy, una rabia oscura llenando su rostro. Gin solo le sonrió. Página Por un momento, la boca de Fontaine se quedó abierta, y Jackson llevaba una apariencia sorprendida similar. El hermano mayor fue un poco más rápido en recuperarse, sin embargo, porque su boca se cerró de golpe, y sus ojos se entrecerraron. 310 ―Entonces ―chirrió Gin en esa ligera voz otra vez―. ¿Es aquí donde violas a todas las chicas que traes aquí? ¿O las drogas primero para que así no peleen con toda sus fuerzas? ¿Es aquí donde violaste a Violet Wong antes de golpearla hasta la muerte? ¿O uno de tus sucios clientes lo hizo por ti? ―Porque fui a su funeral hace unas semanas atrás. Y su padre quería que viniese aquí esta noche y te saludara de su parte. ―¿Qué demonios…? ―balbuceó Jackson. Gin escogió ese momento para inclinarse hacia adelante, subir rápido su mano, y conducir el cuchillo de plata que sostenía en ella profundo dentro del pecho de Jimmy Fontaine. Los ojos del gigante se abultaron en dolor y sorpresa, y abrió su boca para gritar, aunque no le haría ningún maldito bien en la oficina insonorizada. Pero Gin no le dio la oportunidad. Saltó encima del gigante, incluso cuando sacaba el cuchillo de su pecho. Y luego, cortó su garganta con él. Volvió su cabeza, y la sangre le salpicó a un lado de su rostro, cubriendo sus bellos rasgos como pintura pesada y pegajosa. Los labios de Gin se apretaron ante la sensación, pero mantuvo sus ojos abiertos y enfocados en Jackson todo el tiempo, ya pensando en cómo matar a su próximo objetivo. ―¡Perra! ―gritó Jackson, poniéndose de pie―. ¡Esto fue una trampa! Gin se levantó del sofá y saltó sobre Jackson, pero el joven gigante era demasiado rápido para ella. Dio un paso atrás, tumbando su silla. Ella aterrizó a sus pies, y el gigante retrajo su pie y la pateó en las costillas. Gin gruñó ante el brutal contacto y rodó hacia atrás, atrás, atrás, lejos del gigante enfurecido. Se puso en cuclillas, su cuchillo todavía aferrado en su mano. Jackson miró fijamente a su hermano por un momento, y a la sangre empapando el blanco sofá. ―¡Lo mataste! ¡Mataste a Jimmy, perra! Con un rugido, el gigante fue detrás de Gin. Ella trató de defenderse, pero él le dio una manotada al cuchillo. Jackson agarró la chaqueta de Gin, levantándola del suelo, y la golpeó repetidamente en el estómago. Detrás de ella, Jackson sacó el arma del bolsillo de su chaqueta. A través de la ventana, puse cuidado en apuntarle con mi propia arma. Si hacía un Página Gin gruñó, pero alcanzó y desgarró los ojos de Jackson. El gigante se echó hacia atrás en sorpresa, y Gin logró girar y salir de su chaqueta. Se tambaleó a través de la habitación y cayó encima del escritorio, respirando con dificultad. Sus ojos aterrizaron sobre algo encima del suave vidrio, y vi su mano deslizarse hacia ello. 311 No recordé el estar de pie afuera en las escaleras de incendio, pero de repente, estaba, con el arma que había metido en la parte baja de mi espalda enhiesta en mi mano derecha. La preocupación quemaba a través de mis venas como un incendio fatuo rugiendo fuera de control. El orgullo de la chica sea maldito. No iba a dejarla morir, no como había dejado a su madre y a su hermana mayor… movimiento para tirar del gatillo, el muchacho iba a conseguir una bala a través de su cabeza. Pero Jackson simplemente miró su arma, luego a su hermano con la garganta cortada. La ira retorció su apuesto rostro, y arrojó el arma y se sacó la chaqueta. Tonto. Jackson apretó los nudillos de sus manos. ―Tiempo de morir, perra ―gruñó, agarrando el hombro de Gin y dándola vuelta hacia él. Y ahí fue cuando ella lo apuñaló en la garganta. El objeto que había visto a Gin manotear del escritorio había sido un abre cartas largo y delgado con un mango brillante de perla. No era tan afilado como uno de sus cuchillos de plata, pero hizo el trabajo, sobre todo porque lo enterró hasta la empuñadura en la garganta de Jackson. Jackson intentó gritar, pero todo lo que salió fueron una serie de jadeos estrangulados y gorgoteos. Gin sacó el arma improvisada de su garganta y lo apartó de un empujón. El joven medio gigante se tropezó sobre su silla caída y cayó sobre el piso de espaldas. Gin no cometió el mismo error que Jackson, ella no dudó. Levantó el abridor de cartas una vez más y usó la fuerza de todo su cuerpo para conducirlo profundamente en su pecho. Jackson Fontaine no se levantó luego de eso. Cuando terminó, y Jackson estuvo tan muerto como su hermano mayor, Gin lentamente se puso de pie. Se quedó allí en el medio de la oficina, meciéndose hacia atrás y adelante, con los ojos enormes, temor y un toque de disgusto llenando su rostro a lo que acababa de suceder. A lo que ella acababa de hacer. ―Vamos, chica ―susurré―. Tranquilízate. Puedes hacerlo. Esto es para lo que naciste, para lo que te he estado entrenando. Página Gin inhaló y se quedó mirando a los dos cuerpos. Por un momento, me pregunté si sería capaz de pasar por la parte final de la asignación. Pero su rostro se endureció, y sus labios se cerraron en una delgada línea. Gin se acercó de puntillas a Jackson Fontaine, se agachó, y comprobó el pulso, o la falta de éste, en su cuello. Sólo porque alguien parecía muerto no quería decir que de verdad lo estuviera. Siempre tienes que comprobarlo y asegurarte. 312 Luego de un momento, Gin cerró los ojos y se estremeció con un suspiro. Cuando los volvió a abrir, su mirada gris fue aguda y brillante como acero una vez más. Ahora, esa era la Gin que conocía, la pequeñita con una voluntad de hierro y un corazón de piedra que la había llevado a sobrevivir a tantos hechos terribles. La muerte de su madre y hermana mayor, ser torturada por Mab Monroe, vivir en las calles, ser entenada por un asesino como yo. Asentí con satisfacción. Chica inteligente. Había hecho todo lo que le había dicho, e incluso más. Había hecho a este anciano más orgulloso de lo que había pensado posible. Había estado en lo cierto cuando le había dicho a Jo-Jo que Gin estaba lista para esto. La chica era más que capaz de hacer los trabajos por su propia cuenta. Y pronto, en unos años más, estaría a la altura de cualquier asesino trabajando hoy en día. Y algún día, tal vez un día más pronto de lo que imaginaba, estaría lista para lo que realmente la estaba entrenando: Matar a Mab Monroe. Cuando Gin estuvo satisfecha de que los gigantes estaban muertos, limpió sus cuchillos con sangre en el borde del sofá blanco y los volvió a meter en sus mangas. Entonces, se fue, destrabó la puerta, y dejó a Jimmy Fontaine y a su hermano menor, Jackson, muertos y enfriándose en el sueño. No volvió a mirar hacia atrás. Una hora después, Gin abrió la puerta principal del Pork Pit, haciendo a la campana repicar. Entró, y sus ojos recorrieron el interior, pasando sobre las cabinas de vinilo azul y rosa, las huellas a juego de cerdo en el suelo, y finalmente yendo al mostrador donde estaba sentado leyendo una vieja y maltratada copia de Matar a un ruiseñor. Parecía como una elección apropiada, dado lo que había pasado esta noche. Además, no podía irte mal con los clásicos del sur. ―¿El trabajo está hecho? ―pregunté, usando uno de los cheques del día para marcar la parte del libro. ―No deberías preguntármelo ―dijo, un tono levemente herido en su voz―. Sabes que no habría regresado a menos que estuviera hecho. Asentí. ―¿Estás herida? ―pregunté, pensando en los golpes que la había visto recibir en la oficina―. ¿Necesitas ver a Jo-Jo esta noche y que te cure? Página Gin asintió. La chica se acercó y subió a uno de los taburetes enfrente del mostrador. Mis ojos verdes pasaron por su cuerpo, pero su chaqueta negra hacía un buen trabajo ocultando la sangre que había recibido cuando había matado a los hermanos Fontaine. Había tomado el cuidado extra de subir la cremallera de su chaqueta también, para cubrir cualquier mancha que pudiera estar en su camiseta. Y en alguna parte a lo largo del camino, se había detenido el tiempo suficiente para limpiarse la sangre de la cara. En general, había cubierto bien sus huellas. 313 ―Tienes razón. Disculpa. Había enviado a la enana a su casa luego de que Gin había salido de la oficina de Jimmy Fontaine, pero le había dicho a Jo-Jo que podríamos ir a su salón luego, dependiendo de cómo se sintiera Gin con las cosas. Gin se encogió de hombros. ―Creo que mis costillas están maltratadas, eso es todo. Nada que no pueda esperar hasta la mañana. Lo que de verdad me gustaría en este momento es algo de comida. Estoy famélica, Fletcher. Asentí. ―Estoy un paso por delante de ti. Me di la vuelta y retiré el plato de comida que había calentado para ella. Una hamburguesa jugosa y gruesa con todos los agregados, una pila de ensalada de macarrones, y una ración colmada de frijoles horneados cubiertos con la famosa salsa barbacoa del Pork Pit. Todo lo favorito de Gin. Empujé la comida por el mostrador hacia ella, y de inmediato comió. Sabía que tenía hambre. No la había dejado comer antes de salir para encontrarse con Jackson Fontaine, por temor que pudiera vomitar antes o durante el trabajo. Siempre era mejor hacer un trabajo con el estómago vacío, especialmente la primera vez que ibas solo. La dejé acabar la mitad de su comida antes de hacerle la inevitable pregunta. ―Entonces, ¿cómo fue? Observé su rostro con cuidado, buscando cualquier señal de culpa, temor o disgusto. A esta altura, la chica había tenido tiempo para pensar en lo que había hecho, y no quería que sus emociones comenzaran a carcomerla. En cambio, se sentó allí en el mostrador, masticó su comida, y pensó en mi pregunta. ―Fue bien ―dijo finalmente Gin―. No creo que lo haya hecho muy bien en convencerlos de que era una fugitiva. Estaba muy enojada por lo que estaban haciendo para realmente interpretar la parte como me dijiste. Dudé, no muy seguro de cómo decir lo que realmente quería, o cómo podría sonar para una chica de dieciséis años que acababa de asesinar a dos hombres. Al final, me decidí por el acercamiento directo. Nunca había sido de Página ―Bueno, eso no importa mucho ahora, ¿no? ―pregunté―. Los hermanos Fontaine están muertos, y tú no. Diría que eso hace de la noche un gran éxito. 314 Su autoanálisis fue acertado. Su actuación podría requerir algo de trabajo, pero había completado el trabajo al final. Y la próxima vez, supe que haría un esfuerzo por corregir su error de esta noche. Sólo tenía que decirle a Gin las cosas una vez, y ella lo hacía, sin dudar y sin hacer preguntas. palabras delicada, no como mi hijo, Finnegan. Ese chico podía encantar hasta las alas de una mariposa. ―Estoy orgulloso de ti, Gin. ―¿En serio? ―preguntó en una voz suave y tímida―. ¿Realmente, Fletcher? ¿Lo hice bien esta noche? Asentí. ―Realmente. Lo hiciste de verdad bien esta noche, Gin. Lo que hiciste le dará al menos a Victor Wong algo de paz. Eso es todo lo que el pobre hombre puede esperar en este momento. Entonces sonrió, y fue como si la luna de súbito hubiera estallado en el Pork Pit, bañando todo con su suave luz plateada. Todavía sonriendo, Gin volvió su atención de regreso a su comida. Decidí dejarla comer el resto de su comida en paz, por lo que recogí mi libro una vez más. Pero no podía concentrarme en las palabras, u ocultar la sonrisa orgullosa que curvó mis labios. Oh, sí. La chica era una asesina nata. E iba a hacer que fuera mejor de lo que era. Así podría hacer lo que tenía que ser hecho, por ella y por su hermana Bria. Página 315 Un día, Gin Blanco iba a crecer y asesinar a Mab Monroe. Y yo, Fletcher Lane, el Hombre de Hojalata, iba a ayudarla en cada paso del camino. Esta breve historia tiene lugar antes de los acontecimientos de Spider’s Bite, el primer libro de la serie Elemental Assassin. En Spider’s Bargain, Gin Blanco detiene a un poli corrupto, pero sólo uno de ellos quedará de pie al final. Spider’s Bargain Traducido por DiannaK y Lyla El policía iba a morir esta noche. Sólo que no lo sabía todavía. Para el detective Cliff Ingles, este era sólo otro sábado por la noche en la metrópoli del sur de Ashland, y estaba pasándolo como el resto de sus noches, tomando bebidas y mirando lujuriosamente sensuales prostitutas vampiro en Northern Aggression, el club nocturno más popular en la ciudad. Era justo antes de la medianoche, y la gente se metía en el club nocturno. Hombres en trajes de diseñador, mujeres en faldas que apenas cubrían sus culos, todos en busca de su marca particular de veneno. Sangre, alcohol, drogas, sexo, cigarros. Northern Aggression ofrecía todo eso y más, siempre y cuando tuvieras el dinero en efectivo o tarjeta para pagar por tu vicio en particular. Aun así, a pesar de las sucias masas que me rodeaban, tenía que admitir que el club tenía un estilo decadente. Trituradas cortinas de terciopelo rojas cubrían las paredes, mientras que el piso estaba hecho de bambú suave y elástico. Pero lo más llamativo en el club era el bar que pasaba por una pared, una hoja elaborada hecha completamente de hielo. Runas habían sido talladas en la superficie resbaladiza del hielo. Soles y estrellas, en su mayoría, que simbolizaban la vida y la alegría. Supuse que los símbolos eran bastante apropiados, teniendo en cuenta todas las personas poniéndose calientes y pesadas en las cabinas en la parte trasera del club. Ingles no tenía ni idea de que lo estaba viendo. No había razón para que lo hiciera. Si el detective se hubiera molestado en mirar en mi dirección, todo lo que habría visto era otra mujer bebiendo una noche fuera en la ciudad. Página El detective apuró su tercer whisky de la noche, y luego se inclinó hacia delante y murmuró algo al oído de la camarera vampiro que había traído su bebida. Los dos estaban cerca del centro de la enorme barra de hielo, a unos quince metros de mi posición alrededor de la curva y contra la pared del fondo. 316 De cualquier manera, había pasado la última hora sentada en la barra de hielo junto con Cliff Ingles. Incluso si el detective me hubiera notado, incluso si se hubiera acercado y tratado de conquistarme, le hubiera dicho exactamente quién era. Gin Blanco. Una cocinera a tiempo parcial y camarera en el Pork Pit en el centro de Ashland. Una elemental de Piedra y Hielo. Y la asesina conocida como la Araña. La mujer que iba a asegurarse de que el detective Cliff Ingles dejara de respirar antes de que la noche hubiera terminado. Pero no había ningún peligro de que Ingles me notara. Yo no era su tipo. El bastardo prefería obligar a chicas jóvenes, impotentes. Y con los cinco cuchillos de plata ocultos en mi persona, yo era cualquier cosa menos indefensa. Tomé otro sorbo de mi gin tonic y estudié mi objetivo, comparando el hombre frente a mí con la foto que había estado en el archivo de información que mi agente, Fletcher Lane, me había dado cuando me había dicho acerca del golpe. El detective Cliff Ingles tenía uno ochenta de altura, lo que significaba que era unos buenos treinta centímetros más bajo que los gorilas gigantes que patrullaban la discoteca y mantenían a todo el mundo en línea. Aun así, con más de cien kilos, Ingles no era un tipo pequeño, aunque su una vez esbelto y duro musculo estaba dando paso lentamente a fofa grasa debajo de su caro traje azul marino. Con su grueso, cabello rubio miel, amplia sonrisa, y mentón cuadrado, Ingles no era un hombre poco atractivo. Pero sus ojos castaños se entrecerraban un poco más y un poco más con cada bebida que tenía. Ahora, me recordaba a una víbora, todo enrollado y listo para atacar y hundir sus colmillos venenosos en quien se cruzara en su camino esta noche. Pero no iba a morir por esos pecados particulares. No, Cliff Ingles estaba teniendo mi marca particular de atención porque había violado a una niña de trece años, la había golpeado después de los hechos, y la dio por muerta. Página Bufé en mi bebida. Todo el mundo sabía que la mayoría de los policías de Ashland eran más sucio que el grafiti de pandilleros que cubría algunos de los edificios de la ciudad. Ingles no era una excepción. Fletcher había desenterrado todo tipo negocios desagradables en los que el detective estaba involucrado. Extorsión, juego, obligar a prostitutas vampiro a darle regalos en la parte trasera de su sedán expedido por la ciudad. Ingles era un hombre con clase en todos los sentidos. 317 Ingles llevaba una insignia de oro de detective abiertamente en una de las correas de cuero alrededor de su gruesa cintura, junto con su arma, casi como si ser un miembro de la fuerza de policía de Ashland fuera algo para estar orgullosos. Ashland era una ciudad violenta, llena de malas personas que hacían un montón de cosas malas. Pero Ingles era el tipo más bajo de la escoria por lo que le había hecho a esa chica. Y yo estaba aquí esta noche para asegurarme que nunca tuviera la oportunidad de hacerlo de nuevo. Malditamente gratis. Normalmente, no trabajo por nada. Las mías eran un conjunto de habilidades altamente especializadas, y me gustaba que me pagaran por ellas. Me lo ganaba, aunque sólo fuera por toda la sangre que tenía que lavar de mi ropa y cabello después del hecho. Y como la Araña, me pagaban mucho para matar a las personas. Había estado en el negocio de asesina desde que tenía trece años. Ahora, llegando a los treinta años, tenía más dinero escondido de lo que podía gastar en dos vidas. Lo que era una de las razones de que mi representante, Fletcher, siguiera insistiendo en que me retirara. El viejo quería que viviera lo suficiente para de verdad pasar y disfrutar de mis ganancias mal habidas. Hasta el momento, sólo había escuchado a Fletcher a medias. Matar gente era todo lo que sabía hacer. ¿Qué mierda haría si me retiraba? ¿Comenzar a tejer? ¿Adoptar cachorros callejeros? ¿Ser embarazada por un tipo, mudarme a los suburbios, convertirme en una mamá de fútbol, y tratar de poner mi maldito pasado detrás de mí? Ninguna de esas cosas me atraía en particular. Bueno, tal vez los cachorros. Siempre había sido una persona de perros. Pero el simple hecho era que me gustaba mi trabajo. Claro, era un trabajo peligroso y oscuro. Pero la sangre y los gritos no me molestaban, y me había rendido hace mucho tiempo de tratar de salvar mi propia alma inmortal del ardiente infierno al que sabía estaba destinada. Además, de vez en cuando, conseguía encargarme de alguien como Cliff Ingles. Conseguía hacer de la ciudad de Ashland sólo un poco más segura en mi propia forma retorcida. Mi propia magia de Hielo respondió a la afluencia familiar de la energía goteando en la barra. Yo era una elemental también, con la rara habilidad de usar dos de los cuatro elementos, Piedra y Hielo en mi caso, a aunque mi magia de Hielo era mucho más débil que mi poder de Piedra. Por lo general, sin Página Un poco de magia fría atravesó el aire, interrumpiendo mis reflexiones. Miré al chico atendiendo la barra. Sus ojos brillaban con un blanco azulado en la penumbra de la discoteca, mientras abrazaba su poder una vez más. El elemental de Hielo responsable de mantener la barra en una sola pieza para la noche estaba alimentando con un poco de su magia la gran estructura fría. 318 Eran las pequeñas cosas de la vida que me hacían feliz. embargo, no pensaba demasiado en mi magia cuando estaba en un trabajo. Como la Araña, no usaba mis poderes elementales para matar. Para eso eran mis cuchillos. Aun así, curvé la palma de mi mano alrededor de mi bebida y me quedé mirando la cicatriz incrustada en mi carne. Un pequeño círculo rodeado por ocho radios finos. Una runa de araña. El símbolo de la paciencia. Mi tocayo, en más de un sentido. Una cicatriz a juego decoraba mi otra palma. La runa de la araña había sido una vez un medallón que había llevado alrededor del cuello como una niña, hasta que una elemental de Fuego había sobrecalentado el metal y quemado el símbolo en mis palmas, marcándome para siempre la noche en que había asesinado a mi familia… ―¡Cerdo asqueroso! La camarera vampiro a la que Cliff Ingles se le había propuesto escupió las palabras, y luego retiró la mano y le dio una bofetada en la cara con fuerza. A pesar de la música que llenaba el club, todavía oí el chasquido de su golpe en mi extremo de la barra. Vaya. Lo que le había dicho debía haber sido bastante malo para que reaccionara de esa manera. Debido a que la vampiro era también una puta, al igual que todas las otras personas en el personal. No había muchas cosas que no pudieras hacer en Northern Aggression, lo que me hizo preguntarme exactamente qué cosa enferma le había sugerido Ingles. ―¡Perra! ―gruñó el detective, con su mano vagando hasta la pistola en su cinturón, como si quisiera sacarla y dejarla sin sentido con ella. Los oscuros ojos de la vampiro se abrieron como platos, y retrocedió un par de pasos. Pero antes de que Ingles pudiera sacar su arma y contraatacar, uno de los gorilas gigantes atravesó la multitud, tomando una posición defensiva frente a la camarera, protegiéndola de Ingles con su figura de más de dos metros. La cabeza afeitada del gigante brillaba como ónix bajo las luces negras del club. Ingles contempló al gigante delante de él. Sus ojos cortaron a la camarera antes de volver de nuevo a Xavier. La huella de la mano de la camarera marcada en la mejilla de Ingles como una letra escarlata, ni siquiera comenzando a desvanecerse. Pero el detective hizo un esfuerzo visible de ponerse bajo control. Podría ser un miembro de la poli de Ashland, pero Ingles Página Había visto a este gigante en particular en torno al club un par de veces cuando había estado aquí antes. Difícil pasar por alto dos metros de músculo sólido. Xavier era su nombre. 319 ―¿Hay algún problema? ―retumbó el gigante, su profunda voz de barítono cortando a través del ritmo pulsante de la música. sabía que patearían su culo si seguía empujando cosas. Ni siquiera los policías podían salirse con la agresión a mujeres, al menos no en público. ―Ningún problema ―escupió Ingles―. La perra no vale la pena. Ya me iba. Xavier asintió. ―Haga eso. Ingles entrecerró sus ojos hasta que fueron rendijas en su rostro, pero metió la mano en su bolsillo, sacó un par de billetes, y las arrojó sobre la barra de hielo. Entonces, el detective se volvió y comenzó a empujar a la multitud, en dirección a la puerta. Pero en lugar de seguirlo inmediatamente, mis ojos volaron por encima de la escena, moviéndose de las personas alrededor de la barra de hielo a los metidos en la pista de baile en alguna vieja canción de The Pretenders. En busca de problemas, en busca de algo fuera de lugar, cualquier persona que estuviera tomando algún interés particular en mi blanco o en mí. Había sido una asesina desde hace casi veinte años, y no había sobrevivido tanto tiempo por ser descuidada. Pero una vez que se aseguró que Ingles realmente se iba, Xavier se volvió hacia la camarera, y los dos empezaron a hablar. Para ellos, el detective solo era otro cliente espeluznante que habían tenido que sacar. Sucedía, incluso aquí en Northern Aggression, donde muy poco estaba fuera de los límites. Pero nadie más mostró ningún interés en el detective Cliff Ingles o más importante, en mí. Lo que significaba que era hora de hacer mi movimiento. Me tragué el resto de mi gin, disfrutando de la sensación del licor frío deslizándose por mi garganta antes de iniciar su combustión lenta, dulce en el estómago. Entonces, pagué mi propia cuenta, me alejé de la barra de hielo, y salí del club, acercándome cada vez más hacia mi presa. Página Era finales de julio, y el aire de la noche estaba cargado de humedad de la forma en que siempre estaba en esta época del año. Ashland se encuentra en la esquina montañosa donde Tennessee, Virginia y Carolina del Norte se reunían en el corazón de los Montes Apalaches. Así que las húmedas noches de verano eran parte de muchos encantos de la región. Incluso aquí en la ciudad, más de unas pocas luciérnagas parpadeaban dentro y fuera en la oscuridad, sus pequeños destellos rápidos combinando con el brillo rojo ardiente de los cigarrillos de los fumadores afuera. 320 La Araña estaba lista para girar su telaraña para la noche. A pesar de que era más de medianoche, una línea de personas aún estaba fuera de la discoteca esperando para pasar al gigante en la cuerda de terciopelo enfrente de la entrada. Por encima de su cabeza, un letrero de neón con forma de corazón con una flecha a través de ella brillaba rojo, luego amarillo, luego naranja. La runa de Northern Aggression, el símbolo que la propietaria de la discoteca, Roslyn Phillips, usaba para promover e identificar su negocio. Me alejé de la entrada del club, explorando las filas de autos estacionados, en busca del detective Cliff Ingles. Diez… veinte… ni siquiera me tomó treinta segundos para divisarlo. Porque Ingles no había llegado muy lejos. El detective se había movido hacia el estacionamiento y ahora estaba caminando de un lado a otro por debajo de los zarcillos balanceándose de un sauce llorón. Un anónimo auto negro estaba al lado del árbol grande. El sedán expedido por la ciudad del detective. La placa de matrícula y la descripción habían estado en el archivo de información que Fletcher Lane, me había dado. El viejo era nada sino exhaustivo. Miré todo, desde las personas de pie en la fila, a Ingles, a las pocas personas tambaleándose a sus autos en los lotes laterales que flanqueaban la discoteca. Nadie me dio una segunda mirada, y nadie estaba sobrio o lo suficientemente cerca del detective para darse cuenta de nada, especialmente de él muriendo. Perfecto. Alisé mi minifalda de cuero negro y puse un poco de balanceo en mis caderas mientras me acercaba al detective. Si hubiera llegado al club solo para disfrutar, habría llevado mi atuendo habitual de vaqueros, botas y manga larga. Pero esta noche, ya que iba fuera de la ciudad como la Araña, me había vestido un poco, solo en caso de que tuviera que usar mis armas de mujer para atraer a Cliff Ingles a mi lado el tiempo suficiente para apuñalar al bastardo hasta la muerte. No me molesté a caminar en silencio y el ruido seco de mis tacones en el pavimento pronto llamó la atención Ingles. El detective miró en mi dirección, pero la ira caliente brillando en sus ojos castaños pronto se convirtió en algo más oscuro y más feo cuando asimiló mi atuendo. Página Cliff Ingles ciertamente no olvidaría esta reunión. 321 Razón por la cual, además de la minifalda de cuero, también estaba luciendo una blusa de seda de manga larga, de color rojo y un par de botas negras de tacón de aguja, hasta mis muslos. Incluso había decolorado mi cabello rubio a las grandes proporciones de Tennessee. En resumen, lucía como una chica para tener una noche para recordar. Arrojé mi cabello hacia atrás por encima de mi hombro para tener otra rápida mirada alrededor, pero nadie estaba mirando en nuestra dirección. Excelente. Finalmente me detuve cuando estuve al alcance del brazo de Ingles. Puse una mano en mi cadera y adopté una pose, dejándolo conseguir una larga mirada de mí y todo lo que tenía que ofrecer. ―Oye, amorcito ―arrullé en mi mejor acento sureño lento, dulce y ronco―. ¿Tienes fuego? Los ojos marrones de Ingles se movieron por mi cuerpo y de nuevo otra vez, mentalmente marcando partes de mi anatomía de uno en uno. Tetas. Muslos. Y el dulce sitio entre ellas. Le debe haber gustado lo que vio, porque una sonrisa fría y dura levantó sus labios. ―¿Para ti querida? Por supuesto ―murmuró Ingles. El detective comenzó palmeando los bolsillos de su traje, en busca de su encendedor. Mientras él estaba distraído, deslicé discretamente mi brazo derecho detrás de mi espalda y palmeé un cuchillo de plata uno de los cinco que tenía en mí esta noche. Un segundo cuchillo estaba arropado en mi otra manga, mientras que uno descansaba en la parte baja de mi espalda. Dos más estaban escondidos en la parte superior de mis botas follame. Mi habitual arsenal de cinco puntos. Nunca salía de casa sin ellas. Mientras Ingles buscaba su encendedor, mis ojos grises recorrieron la zona alrededor de nosotros una vez más. Pero la persona más cercana estaba por lo menos a treinta metros, y la música saliendo del club cubriría cualquier sonido que el detective pudiera hacer. Mi mano se cerró alrededor de la empuñadura de mi cuchillo. El arma se sintió fría, dura, sólida contra mi piel. El peso de ella me consoló de la forma en que siempre lo hacía. Ingles finalmente encontró su encendedor, lo encendió y lo sostuvo en alto para mí. La llama vaciló en la oscuridad entre nosotros, un pequeño rayo chisporroteante de luz. Él hizo una pausa, sus ojos entrecerrándose y su sonrisa poniéndose mucho más fría. —A menos que quieras cambiarme algo por ello, cariño. ¿Follar con él por un cigarrillo? Preferiría apuñalarme a mí misma. Síp, Cliff Ingles era la elegancia hecha persona. Página ―Oye ―espetó―. ¿No tienes un cigarro contigo? Porque no te voy a dar uno de los míos. Las malditas cosas son demasiado caras para eso, en estos días. 322 Ingles frunció el ceño cuando no saqué inmediatamente un cigarrillo, me incliné hacia adelante, y le dejé conseguir una mejor vista de mis tetas. Pero yo le di mi sonrisa más encantadora, manteniendo la farsa tan sólo unos segundos más. ―No ―le contesté―. No tengo un cigarrillo conmigo. Tengo algo mejor. Esto. Llevé mi mano alrededor de mi espalda y le mostró el cuchillo de plata. El metal mágico brilló débilmente en la penumbra. Los ojos marrones de Ingles se abrieron de sorpresa, pero antes de que pudiera abrir su boca para gritar, mi brazo golpeó hacia adelante, y hundí mi cuchillo de plata en su corazón. Todo el camino hasta la empuñadura. Ingles tomó otro aliento, pero antes de que pudiera gritarlo, apreté mi mano libre sobre su boca, mis dedos clavándose en su piel. Pero el detective no se dio por vencido. Como no podía gritar por ayuda, Ingles arremetió contra mí con sus puños, descargando golpes duros sobre mi pecho y brazos. Los impactos sólidos me hicieron gruñir. Pero había sido una asesina mucho tiempo, y había tomado mi cuota de golpes de gigantes, enanos y vampiros en los últimos años, los cuales eran mucho más fuertes que el detective humano frente a mí. Los golpes de Ingles duelen, pero no lo suficiente para que lo deje ir o soltar mi cuchillo. Aun así, oscilamos hacia atrás y adelante en la oscuridad bajo el sauce llorón por la mayor parte de un minuto antes que el cuerpo de Ingles comenzara a apagarse por el trauma masivo que acababa de sufrir. Cuando sentí la lucha en él comenzar a menguar, lo empujé más profundamente en las sombras, hasta que su espalda estuvo contra la áspera corteza del árbol. En este punto, lágrimas de dolor o miedo o por lo que sea goteaban por la cara gorda de Ingles y salpicaron sobre mi blusa de seda roja, junto con su sangre. Página Por lo general, no era conversadora cuando estaba matando a alguien. Pero el suave murmullo de mis palabras ayudó a encubrir los jadeos ahogados del detective y el roce de sus extremidades agitándose contra el árbol. Aun así, si alguien hubiese sido lo suficientemente curioso para mirar en nuestra dirección, habría pensado que el detective y yo estábamos teniendo un gran momento follando contra el árbol viejo. 323 ―Sabes ―dije, torciendo el cuchillo un poco más profundo―. Ya es bastante malo que se lo hagas a las vampiros prostitutas dándoles regalos mientras estás de guardia, supuestamente protegiendo y sirviendo a la gente buena de Ashland. ¿Pero violar y azotar a esa niña como hiciste? Eso fue sólo enfermo. Malvado. Y ahora, eso va a ser tu muerte, Cliff. Pero sólo uno de nosotros estaba consiguiendo ser jodido durante la noche, y no era yo. Retiré el cuchillo del pecho de Ingles, y más de su sangre salpicó mis ropas. El pegajoso, fluido caliente recubrió mi mano, pero apenas lo noté. Lo lavaría más tarde, de la forma en que siempre lo hacía. En este punto, la lucha y la vida estaban casi desaparecidas de Ingles. Lo solté, y el detective se deslizó hasta el suelo blando debajo del árbol. Sus respiraciones llegaban en superficiales, bocanadas ásperas, y supe que estaría muerto en un minuto. Dos, a lo sumo. Aun así, me agaché a su lado, cuchillo ensangrentado en mano, por si acaso hacía un último esfuerzo para hacer algo estúpido: Como tratar de ir por su arma y dispararme. ―¿Quién… diablos… eres… tú? ―El detective jadeó las palabras. ―Algunas personas me llaman la Araña ―dije en voz baja―. Tal vez has oído hablar de mí. La boca de Ingles se torció. ―Vete… a… la… mierda… puta… asesina… ―Síp ―arrastré las palabras―. Esa soy yo. Esas fueron las últimas palabras que el detective sin duda dijo. Cuarenta y cinco segundos más tarde, carraspeó fuera su último suspiro y se quedó inmóvil. La cabeza de Ingles colgó a un lado, y sus ojos marrones se quedaron mirando la nada. Pero mi trabajo no había terminado todavía. Porque cuando la madre de la niña había llegado a Fletcher Lane a través de varios canales anónimos, cuando decidió pedir ayuda a la Araña, la madre había hecho una petición específica sobre lo que quería que se hiciera al cuerpo de Ingles después del hecho. No podía culparla por ello. Demonios, tal vez esto haría que el próximo bastardo retorcido pensara dos veces acerca de las cosas. Pero nadie me había notado matar al detective o cortarlo después del hecho. La escena se veía igual que antes. La gente todavía esperaba en fila para entrar en el club nocturno, aún fumaban, y todavía tropezaban borrachos hacia sus autos. Página Cuando todo terminó, limpié mi cuchillo en la hierba alrededor del cuerpo y lo guardé de vuelta en mi manga. Luego, lentamente me puse de pie y miré a mi alrededor, mis ojos mirando detenidamente una vez más a la oscuridad. 324 En vez de buscar a tientas la hebilla del cinturón del detective, usé mi cuchillo para cortar a través del cuero, a continuación, el pantalón y el calzón. La tela se rasgó con un susurro. Y entonces, usé mi hoja ennegrecida de sangre para cortar la cosa a la que Ingles le tuvo una gran estima. En este punto, debería haber estado moviéndome a través del estacionamiento y escapar en el jodido Dodge antes de que alguien tropezara con el cuerpo del detective y diera la alarma inevitable. Pero en cambio, me encontré mirando hacia abajo hacia Cliff Ingles. Los ojos del detective ahora estaban igual de vacíos y sin alma como los de la chica que había violado. Fletcher Lane me había mostrado una foto de la niña cuando me pidió matar a Ingles. La chica había tenido una mirada en sus ojos que reconocí: Una destrozada, rota expresión de inocencia perdida. De todo perdido. Yo había tenido el mismo aspecto durante meses después de que mi familia había sido asesinada. Incluso ahora, después de tantos años, a veces todavía alcanzaba a verlo cada vez que me miraba en el espejo sólo un poco demasiado tiempo. Tal vez era porque yo había tenido trece, la misma edad que la niña que Ingles había violado, la noche en la que mi familia había sido asesinada. Tal vez era porque en Ashland, había algunas personas que sólo merecían morir. Tal vez era porque Fletcher Lane no me había enviado a un trabajo en más de un mes y estaba aburrida. Pero había mirado la foto de la niña, y le había dicho a Fletcher que haría el trabajo de forma gratuita. El detective Cliff Ingles había roto a la niña con sus actos horribles, y yo le había hecho pagar por ello esta noche. Quizás saber que estaba muerto le traería a la niña al final un poco de paz. Tal vez no. De cualquier manera, yo había sostenido mi parte del mortífero trato. La Araña había hecho su trabajo de la noche. Había ayudado en la única violenta, manera sangrienta que sabía cómo. Y ahora, ya era hora de ir a casa y lavar la sangre de mi ropa una vez más. Las luciérnagas del verano tardío iluminaban el camino mientras entraba en la oscuridad que espera. Página Mientras caminaba bajo el sauce llorón, una brisa de montaña agitó las ramas del árbol, y los suaves, zarcillos trepadores besaron mi rostro de la forma suave en que una madre podría mostrar afecto por su hijo. Por alguna razón, me detuve y esperé hasta que la brisa y los zarcillos amainaran antes de seguir adelante. 325 Así que pasé por encima del cuerpo de Ingles y me dirigí hacia la parte de atrás del estacionamiento lejos de las luces y el ruido en torno al frente del club nocturno. Esta breve historia tiene lugar después de los acontecimientos de Spider's Bite pero antes del comienzo de Web of Lies. En Web of Death, el retiro de Gin Blanco es interrumpido por algunos invitados no deseados. Web of Death Traducido por Martinafab, LizC y Flochi Hasta ahora, mi retiro estaba resultando ser un puto pelmazo. Supongo que debería haber esperado que fuera por este camino. Principalmente debido a que mi trabajo de día, bueno, mi trabajo de noche, había sido un poco más interesante del que tenía la mayoría de gente. No empujar papeles alrededor de una mesa para mí. En su lugar, había tenido un segundo empleo como la asesina la Araña por los últimos diecisiete años. Así es. Una asesina. Alguien que mataba a otras personas por dinero. Y también había sido malditamente buena en mi trabajo, algunos incluso dirían que la mejor. Que es probablemente porqué el ajustarme a sólo ser yo misma, Gin Blanco, propietaria del restaurante de barbacoa Pork Pit, había sido un poco más difícil de lo que había pensado que sería. Y mucho más jodidamente aburrido. Saber que tenía mis cuchillos me confortaba de la manera que siempre lo hacía. Pero aun así, suspiré. Porque incluso moverme era aburrido. Mi mentor, Fletcher Lane, había muerto hacía unas semanas, había sido horriblemente torturado y asesinado en el Pork Pit, el restaurante que él había fundado en el centro de Ashland. Yo había matado a la perra elemental de Aire que era responsable de su muerte, por supuesto. Pero eso no me impidió que Página Como la Araña, nunca había ido a ninguna parte sin mis cuchillos de plata. Un rasgo que no veía razón alguna en cambiar sólo porque era Gin Blanco ahora, una ciudadana supuestamente respetable. Incluso esta noche, sola en el crepúsculo, todavía tenía cinco cuchillos encima, uno metido en cada manga, uno en la parte baja de mi espalda, y dos más escondidos en mis botas. 326 Tan aburrido, tan mundano de hecho, que ahora me encontraba de pie afuera en una noche de octubre fría, mirando en el maletero de mi Mercedes Benz, contemplando las cajas de cartón en el interior que contenía todas mis posesiones mundanas. Libros en su mayoría, junto con algunos utensilios de cocina de alta gama y cuchillos, un montón de cuchillos. Algunos de los cuales se utilizaron para cortar algo más que verduras. echara de menos al viejo que me había sacado de las calles cuando tenía apenas trece años. La cual es una de las razones por la que decidí instalarme en la casa de Fletcher, la que me había dejado en su testamento, junto con el Pork Pit. Supuse que era mi manera de permanecer cerca del viejo, a pesar de que estaba frío y solo en su tumba ahora. La estructura de tablas de madera de tres pisos estaba detrás de mí, pareciendo una especie de descomunal fantasma en la oscuridad cercana. El edificio había estado de pie desde antes de la Guerra Civil, y un montón de mejoras y secciones se habían añadido a lo largo de los años, todo ello en una variedad de diferentes estilos chocantes, incluyendo piedra gris, arcilla roja y ladrillo marrón. Los diversos materiales hacían que la casa se viera como una especie de colcha de retazos, cosido junto con un techo de lámina, persianas negras y cornisas azules. Aun así, había sido la casa de Fletcher, y ahora, era la mía. Suspiré de nuevo, esta vez con anhelo. Deseaba que el viejo estuviera aquí, que hubiera llegado a él a tiempo esa noche. Que hubiera sido capaz de salvarlo de la manera en que él me había salvado hace tantos años… El grito me sorprendió. Me volví hacia el sonido, un cuchillo de plata deslizándose ya en mi mano derecha. Otro grito rasgó el aire, un poco más cerca que antes. Una mujer, por el tono alto de su voz. Miré alrededor del maletero abierto, mis ojos grises explorando el bosque que flanqueaba la casa en tres lados, preguntándome quién demonios estaba por ahí en los árboles y por qué estaba haciendo el ruido suficiente para despertar a los muertos. Página Los osos no me asustaban, sin embargo. No mucho lo hacía. Porque además de ser la asesina la Araña, también era una elemental, alguien que podía crear, controlar y manipular uno de los cuatro elementos. Bueno, en realidad dos en mi caso, Piedra y Hielo. Mi magia de Hielo era bastante débil, y todo lo que realmente podía hacer con ella era hacer pequeñas formas, como cubos y cristales y otras cosas. Pero mi magia de Piedra era fuerte, tan fuerte que me dejaba endurecer mi piel en un caparazón impenetrable, una que incluso las garras de un oso no serían capaces de arrancar. 327 ¿Una excursionista descarriada, tal vez? ¿Alguien que se había topado con un oso negro en la profundidad del bosque? Las criaturas eran comunes en la zona, sobre todo ya que Ashland se encontraba en la esquina de los Apalaches, donde Tennessee, Virginia y Carolina del Norte se encontraban. Crestas altas y bosques densos cubrían la región como una alfombra gris y verde, sobre todo aquí en la casa de Fletcher, la cual estaba situada en la cima de una montaña particularmente remota y rocosa. Otro grito resonó en el aire de la montaña, antes de ser cortado bruscamente. Lo que había estado persiguiendo a la gritona acababa de atraparla. Hmm. Tenía dos opciones ahora. Ir a investigar de qué se trataba todo el alboroto y divertirme tal vez durante una hora, o quedarme aquí y arrastrar cajas de libros a la casa destartalada de Fletcher Lane. Junto a enseñarme todo lo que sabía acerca de ser un asesino, el anciano también había inculcado una buena dosis de curiosidad en mí. Algo que siempre parecía obtener lo mejor de mí, no importa cuánto lo intentara. Que es por lo palmeé otro cuchillo y me dirigí hacia el bosque. A pesar de la caída del crepúsculo que pintaba el paisaje en tonos cada vez más oscuros de gris sombrío, era bastante fácil para mí caminar a través del espeso bosque, simplemente seguía los gritos. Sólo que no eran tanto gritos ahora como sollozos ahogados, tartamudeo y gemidos que me decían que la mujer que los hacía estaba en serios problemas. Golpe-golpe-golpe. Los nuevos sonidos hicieron eco débilmente a través de los árboles de pinos, seguido de otro sollozo ahogado. Mis ojos grises se estrecharon. También sabía qué era ese sonido, la mujer llevándose una paliza. Bueno, bueno, bueno. Parecía que había un tipo diferente de oso en el bosque esta noche. El árbol de pino en el que estaba de pie detrás era uno de varios que bordeaba un pequeño claro aquí en el frío y remoto corazón del bosque, a un kilómetro más o menos de la casa de Fletcher Lane. Unas rocas burbujeaban como ampollas aquí y allá sobre la superficie del suelo del bosque, pero en su Página Me detuve detrás del tronco nudoso de un particular pino retorcido. Su agudo, fuerte y picante olor me hizo cosquillas en la nariz. Entonces, me incliné lentamente hacia un lado, mi rostro oculto entre las sombras de las ramas colgantes, y me quedé mirando la escena delante de mí. 328 Me moví con más cuidado ahora, más silenciosamente, asegurándome de que las botas no arrastraran y golpearan y que crujieran a través de los montones de hojas de otoño color rubí ―y de color citrino― que cubrían el suelo del bosque como joyas que estaban perdiendo lentamente su brillo. Poco a poco, sollozos a medio tragar y golpes de puños golpeando carne se hicieron más fuertes, más nítidos. Un bajo silbido de una risa rizó por el aire como una víbora preparándose para atacar. Alguien estaba disfrutando del espectáculo. mayor parte, el suelo era suave y limpio, con la rica tierra negra asomando furtivamente a través de la dispersión superficial de las hojas desintegrándose. En el centro del espacio abierto, un hombre se elevaba por encima de una mujer. Un gigante, dado su cuerpo de casi dos metros de altura y ojos de insecto demasiado grandes. Una de sus manos tamaño jamón estaba retorcida en el cabello largo y rizado de color rojo de la mujer, enredándolo aún más. Usaba su otra mano para pegarle en el estómago. Golpe-golpe-golpe. La golpeó tres veces antes de que un segundo hombre, mucho más bajo, se adelantara y pusiera un brazo de restricción en el bíceps abultado del gigante. La mujer se tragó otro gemido de dolor. ―Caray, Billy ―dijo el segundo hombre―. No la mates. No hemos tenido suficiente diversión con ella todavía. Sus labios se contrajeron, dejando al descubierto un conjunto de colmillos blancos. Un vampiro, entonces. Bueno, las cosas se habían puesto mucho más interesantes. Porque además de su enorme fuerza, la musculatura gruesa de los gigantes los hacía difícil de derribar. Y los vampiros tampoco eran presa fácil. Ellos no eran tan fuertes como los gigantes, pero esos colmillos afilados podrían rasgar la garganta de una persona en un segundo. Los dos hombres estaban vestidos con ropa de campo, vaqueros gruesos, botas de montaña, y camisas de franela cubiertas parcialmente por chaquetas de lana. El vampiro también tenía una pequeña mochila al hombro. Todo lo cual me decía que habían planeado estar aquí en medio de la nada esta noche, probablemente para que nadie pudiera escuchar a la mujer gritar. ―Tienes razón, Tommy ―retumbó Billy, el gigante―. Follarlas no es tan divertido si están muertas. Tommy asintió de una manera segura, como si Billy acabara de revelarle uno de los grandes secretos del universo. Ella habría sido una cosa bonita, con su cabello rojo y ojos color avellana amplios, si no fuera por los delgados rasguños color carmesí y los moretones violetas que cubrían su rostro y brazos desnudos. Parecía que Tommy y Billy la habían llevado hasta aquí, vuelto a soltar, y luego la persiguieron, como una especie de escondite enfermo. Página Tommy caminó alrededor de la mujer, la cual se tragó otro gemido bajo. Sus labios se contrajeron en una mueca llena de dolor, y vi un par de colmillos en su boca, así, marcándola como otro vampiro. 329 ―Y tenemos que enseñarle a esta perra una lección, ¿recuerdas? Una que ella y mis otras chicas no olvidarán jamás. A diferencia de los dos hombres, la mujer no estaba vestida para el terreno accidentado. En lugar de vaqueros, llevaba un ceñido vestido de satén color ciruela que apenas se extendía hasta cubrir sus pechos y apenas rozaba la parte superior de sus muslos tonificados. Las lentejuelas de plata en el vestido capturaban la luz menguante y la reflejaban de vuelta, al igual que cientos de luciérnagas parpadeantes encendiendo y apagando. La mujer también llevaba un par de tacones de aguja seductores, aunque me di cuenta que los tacones se habían roto durante su recorrido por el bosque. ―Nunca pensé que fueras tan inteligente, Jasmine ―dijo Tommy, el vampiro―. Pero eres en serio estúpida, pensando que me podrías dejar. Pensando que sólo podrías renunciar a ser una de mis putas porque tienes una mejor oferta de Roslyn Phillips. Mis cejas se arquearon en la oscuridad. Oh, sí, las cosas se ponen más interesantes por segundos. Ya que Roslyn Phillips era la señora vampiro que llevaba Northern Aggression, la discoteca más decadente de Ashland. Roslyn proporcionaba todo lo que un cuerpo podía desear en su club, incluidos los hombres y mujeres para verla complacer las necesidades más apremiantes y lujuriosas de sus clientes. La conversación de Tommy con Jasmine me dijo que era más probable un proxeneta y que Jasmine era una de sus chicas trabajadoras. Nada inusual. Los vampiros más o menos eran los dueños del comercio sexual en Ashland. Todos los vampiros necesitaban sangre para vivir, por supuesto, al igual que los seres humanos necesitan comida y vitaminas. Pero un montón de vampiros también recibía el mismo tipo de subidón saludable en cuanto a relaciones sexuales, razón por la cual muchos de ellos trabajaban en la profesión más antigua del mundo. Para los vampiros, era ganar-ganar. Dinero y un impulso de energía, todo al mismo tiempo. ―Sostenla firmemente ―dijo Tommy―. Mientras arreglo las cosas. Tommy dejó caer sus rodillas en las hojas y empezó a rebuscar en su mochila, sacando un martillo y cuatro puntas de metal con asas de cuero en los extremos de ellos. Un minuto más tarde, estaba golpeando las estacas en el suelo blando con su martillo. Las cuatro, en la forma de un rectángulo del tamaño de una mujer. Página El proxeneta vampiro se detuvo de repente y arremetió, pateando a Jasmine en la espalda con su bota. Ella dejó escapar otro gemido de dolor y se habría caído hacia delante de cara contra el suelo si Billy todavía no la hubiera estado sosteniendo por su cabello. Los dos hombres se echaron a reír, pero Jasmine no los escuchó. Esa patada final la había empujado al límite. Noté que finalmente estaba inconsciente por la forma en que su cuerpo flácido colgaba de la mano del gigante. Probablemente mejor así para ella. 330 ―Perra estúpida ―murmuró Tommy. Me quedé mirando los arcos y las secas manchas oxidadas que habían empapado el cuero. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que se trataba de manchas de sangre y que Tommy y Billy habían hecho este tipo de cosas antes. Y sabía exactamente lo que iban a hacer a la mujer, Jasmine. Llevarla hasta el bosque, perseguirla y golpearla no era suficiente. No, ahora iban a atarla y violarla antes de finalmente matarla. Bastardos enfermos. Por supuesto, algunas personas habrían pensado que yo era una enferma, por haber matado a tanta gente por dinero en los últimos años. Pero tenía un código por seguir, reglas por las que vivir. No matar a niños o mascotas. No enmarcar a nadie por mis crímenes. Y sobre todo, no torturar. Podría haber matado a las personas como la Araña, pero lo hice de forma rápida, eficiente, con mis cuchillos de plata. Ciertamente nunca había atado a nadie de brazos y piernas abiertas con las oscuras intenciones retorcidas que Tommy y Billy tenían en mente para Jasmine. Pero ahora, tenía que tomar una decisión. Ya que Tommy y Billy no me habían visto escondiéndome en las sombras. Nadie nunca lo hacía, hasta que era demasiado tarde. Así que podría fácilmente escapar, dejar a Jasmine a su suerte espantosa, y caminar de regreso a la casa de Fletcher Lane sin que nadie lo supiera, excepto yo. Recientemente había descubierto que Fletcher había tenido cierta racha altruista en él. Que a veces, cuando era el asesino Hombre de Hojalata, Fletcher había ayudado en realidad a la gente de vez en cuando. Maldición, por el bien público y todo, por así decirlo. Y Jasmine sin duda necesitaba mi ayuda ahora. Tal vez era el sentimiento blando que sentía por el viejo, lo mucho que mi corazón todavía dolía por su pérdida, pero me encontré realmente con ganas de ayudar a la otra mujer. En realidad queriendo usar mis cuchillos y habilidades mortales para algo un poco más valioso que el dinero. Además, pensé, sonriendo un poco. De seguro es mucho mejor que desembalar cajas esta noche. ―Espero que trajeran algunas palas con ustedes esta noche, chicos ―dije con una voz agradable. Página Me detuve a unos treinta metros de ellos, mis cuchillos metidos en mis palmas. Las empuñaduras de las armas se posaban en las cicatrices incrustadas en mis palmas. Un pequeño círculo rodeado de ocho rayos delgados. Uno en cada mano. Una runa de araña. El símbolo de la paciencia. Mi apodo asesino y mucho más. 331 Así que apreté mis manos en mis cuchillos de plata y salí de las sombras, caminando hacia delante en el claro, silbando todo el tiempo. Las cabezas de ambos hombres se giraron bruscamente hacia mí ante el sonido áspero, inesperado. Tommy y Billy se miraron el uno al otro, luego a mí. ―¿Y por qué es eso? ―preguntó Tommy en un tono resguardado, claramente preguntándose quién demonios era y qué mierda estaba haciendo aquí en el bosque. Sonreí. ―Porque de lo contrario, sólo voy a tener que dejar sus cuerpos aquí para que los animales roan en lugar de enterrarlos a todos ustedes adecuadamente. Ah, infierno. Olviden las palas. Los animales tienen que comer también. Si es que incluso podrían soportar los sabores de dos bastardos enfermos como ustedes, claro está. ―Billy ―dijo Tommy en voz baja―. Creo que tenemos que enseñar a esta perra la misma lección que Jasmine acaba de aprender. Encárgate, por favor. Billy asintió y dejó caer su mano del cabello de Jasmine. La mujer se derrumbó en el suelo del bosque, todavía inconsciente. Bien. No necesito una audiencia para esto. Billy dejó escapar un rugido y cargó en mi dirección, con las manos estiradas para agarrarme y tirar de mí en un abrazo de oso aplastante. El pobre bastardo ni siquiera se dio cuenta de los cuchillos en mis palmas. Thud-thud-thud. Esta vez, en lugar del sonido de unos puños golpeando en la carne, el golpe de mis cuchillos de plata golpeando en el pecho de Billy y desgarrando a través de sus órganos llenó el aire. El gigante gritó, al igual que Jasmine había hecho antes, y se tambaleó hacia atrás. Su movimiento brusco sacó mis cuchillos de mis manos, pero estaba bien, porque todavía estaban atrapados en su cuerpo: uno en el estómago y el otro en su corazón. Más que suficiente daño como para matarlo. Efectivamente, Billy tropezó alrededor del claro durante unos diez segundos antes de que sus piernas cedieran y cayera al suelo, muy en su camino a estar muerto. Página Pero yo estaba anticipando su movimiento, y así me acerqué a su cuerpo y lo agarré del brazo. Usé el propio impulso del vampiro para alzarlo y arrojarlo por encima de mi hombro. Tommy se estrelló contra el suelo. El martillo se deslizó de sus dedos, y yo lo agarré. Antes de que el vampiro pudiera recuperarse, me dejé caer de rodillas a su lado, alcé el martillo, y bajé con fuerza el arma en su tráquea, aplastándola. 332 Vi el destello de un movimiento por el rabillo del ojo y me agaché. El martillo de Tommy pasó muy cerca de mi cabeza. El vampiro era más rápido de lo que había pensado que sería ya que a pesar de que su primer golpe falló, estaba girando y volviendo a echar el martillo hacia atrás para un segundo golpe. Los ojos de Tommy sobresalieron tanto que pensé que podrían estallar justo fuera de sus cuencas. Hizo una serie de sonidos ahogados, pequeños gorgoteos, no muy diferente de los que Jasmine hizo antes cuando Billy estaba golpeándola. ―En serio deberías haber encontrado otro lugar para jugar tu jueguito ―murmuré―. Porque esta tierra pertenece a Fletcher Lane. Y ahora a mí, supongo. Y créeme cuando te digo que yo soy el único puto depredador permitido por aquí. Todo lo que Tommy podía hacer era mirarme y jadear en busca de aire. Me quedé donde estaba y lo vi sofocarse. Cuando Tommy murió, me acerqué a Jasmine y me agaché a su lado. La prostituta vampiro seguía inconsciente, así que rápidamente recorrí mis manos sobre su cuerpo, comprobando sus lesiones. Su cara era un desastre, y probablemente tenía algunas costillas rotas así como una hemorragia interna donde Billy la había golpeado. Pero iba a estar bien una vez que llegara la ayuda, y sabía exactamente a quién llamar para eso. Volví a Tommy y rebusqué en los bolsillos del vampiro muerto hasta que encontré su teléfono celular. Marqué a información y les hice darme el número que yo quería. Cuatro repiques más tarde, ella contestó el teléfono. ―Habla Roslyn. ―La voz sensual de Roslyn Phillips llenó mi oído. ―Hola, Roslyn ―dije―. Una de tus niñas está aquí en el bosque. Ella y un par de sus amigos tuvieron un desagradable encuentro con un oso negro. Al menos, eso es lo que puedes decir a la policía. Le dije lo que había pasado y dónde encontrar a Jasmine. ―¿Quién diablos habla? ―preguntó Roslyn cuando terminé. ―Creo que sabes exactamente quién es ―le dije―. Y me debes, ¿recuerdas? Así que deja de hacer preguntas y trae tu culo hasta aquí. Había confrontado a Roslyn sobre todo eso en el funeral de Fletcher hace unas semanas. Le había dicho a la vampiro en términos inciertos que ella haría lo que demonios quisiera hasta que haya saldado su deuda conmigo, o iba a Página Colgué sin responderle. Porque sabía que Roslyn Phillips había recibido el mensaje y que la vampiro vendría y traería ayuda para Jasmine. Roslyn me debía… en grande. Porque ella sabía exactamente lo que había hecho antes de que yo me retirara. Sabía que era una asesina. Diablos, incluso había matado a su cuñado, que había estado abusando de su hermana y su sobrina. El hecho de que Roslyn comentara esas cosas era en parte la razón de que Fletcher Lane hubiera sido asesinado en primer lugar, porque la persona equivocada había averiguado sobre el anciano y el hecho de que él era mi encargado. 333 ―¿Gin? ver. Y por lo mucho que había amado al anciano, sería malditamente larga de hecho. Pero empujé a Roslyn Phillips fuera de mi mente y me puse a limpiar cualquier rastro de que había estado aquí en el claro esta noche, incluyendo retirar mis cuchillos de plata del cuerpo enfriándose de Billy. Porque aunque estaba oficialmente retirada de ser la asesina la Araña, eso no quería decir que iba a ser estúpida o descuidado dejando alguna evidencia. Mientras trabajaba, de vez en cuando, le echaba un vistazo a Jasmine para comprobarla. ―No te preocupes, cariño ―murmuré a pesar de que ella no podía oírme―. La caballería está en camino. Efectivamente, treinta minutos después, escuché el fuerte crujido de pasos pesados sobre las hojas caídas, y supe que Roslyn había llegado con ayuda para Jasmine, quien todavía estaba inconsciente. Desde mi escondite en el borde del claro, vi las luces de las linternas a través de los árboles y escuché el grito ronco de voces. ―¡Por aquí! ―dijo un hombre―. ¡Los veo! ―¿Dónde? ―La voz preocupada de Roslyn Phillips llegó hasta mí―. ¡Jasmine! Jasmine, ¿estás bien? Después de eso, las cosas fueron más o menos como había esperado que lo hicieran. Los policías llegaron a la escena para intentar descubrir qué demonios había pasado. No es que fueran a trabajar demasiado duro, ya que la mayoría de los miembros del Departamento de la Policía de Ashton eran conocidos por su descontrolada pereza, codicia y amor a los sobornos. Los hombres y mujeres se movieron a través del claro, recogiendo evidencia. Jasmine fue recogida y llevada a la sanadora elemental de Aire más cercana para ser curada. El médico forense fue llamado para que viniera y recogiera a Tommy y Billy. Y así sucesivamente. Página Así que todavía silbando bajo, me dirigí de regreso al bosque, a la casa de Fletcher Lane para comenzar a desempacar mis cajas, sintiéndome más alegre de lo que me había sentido en semanas. 334 Una vez que Jasmine fue estabilizada, no vi necesidad de estar allí un segundo más. Porque acababa de matar personas, después de todo. No hacía las paces con ellos después del hecho. Supongo que había hecho mi parte al evitar que Jasmine saliera muerta en primer lugar. Esta historia corta toma lugar entre los eventos de Web of Lies y Venom. Un día una hermosa mujer entra al banco donde Finn trabaja, y los problemas no tardan en llegar. Wasted 2.7 Traducido por Jenn Cassie Grey, Rihano, AnnaTheBrave, Mari NC, Flochi y âmenoire La mujer era una de las criaturas más hermosas que había visto. La mujer de uno sesenta y cuatro metros de suave y curva perfección llegó en una apretada chaqueta y una falda corta que me hizo ver solamente cuán exquisitos sus pechos y piernas eran. Aunque, todo sobre ella era exquisito y susurraba dinero, desde sus artísticamente despeinados rizos rojos hasta el broche de diamante que estaba en su chaqueta hasta el brillo de su pedicura francesa. Esta era una mujer que se cuidaba, probablemente con un régimen estricto de dieta, ejercicio y faciales de elemental de Aire. Diablos, podría haber sido una de las clientas de Jo-Jo Deveraux en el popular salón de belleza de la enana. Hice una nota mentar de preguntarle a Jo-Jo la siguiente vez que la viera, y ver si la enana tenía algunas otras chicas que se había estado guardando manteniéndolas fuera de mis codiciosas garras. La mujer se detuvo en el vestíbulo de mi banco, First Trust de Ashland, viéndose exactamente como todos los otros obscenamente ricos clientes que entraban por las puertas dobles de cristal a diario. Con su pesado, antiguo mobiliario de madera, adornos de hoja de oro y pisos blancos de mármol, el banco había sido designado al reflejo de la generosidad de sus clientes. Todo era caro y discreto, tal como nuestros clientes querían ser. ―El deber llama ―dije poniéndome de pie Pete siguió mi mirada y resopló. Página Estaba parado de pie al lado opuesto del banco, sentado en el borde de un escritorio y hablando con Pete nuestro analista de valores, sobre el viaje de compras que había hecho a Bigtime, Nueva York con su amante y toda la divina ropa Fiona Fine con la que había regresado a Ashland. 335 Sus ojos revisaron el largo mostrador que iba desde la pared izquierda hasta la puerta del final antes de moverse, la que dirigía hacia las oficinas y la bóveda del banco en el fondo. ―Siempre lo hace cada vez que una mujer hermosa entra por la puerta, Finn. ―Solo estás celoso de que no es un hombre. ―Difícilmente. Dave y yo somos muy felices. Le sonreí. ―Pero nunca lastima mirar, ¿verdad? Pete solo rió y se concentró en su computadora una vez más. Alisé mi corbata verde, la que había comprado para que combinara con mis ojos, y me dirigí hacia ella. Mis zapatos resonaron en el piso, atrayendo su atención. Miró mientras me acercaba, la golpeé con una pequeña sonrisa, la que por supuesto regresó. Era Finnegan Lane, después de todo. Encantador, guapo, rico. Una combinación difícil de resistir para cualquier mujer. Me detuve unos pasos lejos, para mirarla. Más cerca ella era incluso más impresionante, con la piel besada por el sol, ojos claros y labios exuberantes que suplicaban ser besados. También noté un pequeño par de colmillos brillantes en su boca. Era una vampiro, aunque, no que me importaba para nada. Gigantes, enanos, vampiros, elementales, regulares viejas humanas como yo. Admiraba a las mujeres sin importar qué clase de fuerza, magia o la falta de esto tuvieran. ―¿Eres el gerente? ―preguntó en una suave, dulce voz. Aspiré. Su perfume olía como a miel, ligero y caro. Bien, muy bien. ―Nop, no soy el gerente, pero estoy seguro que puedo ayudarte. Mi nombre es Finnegan Lane. Mis amigos me llaman Finn. Y entonces le di la sonrisa más encantadora, la que había conducido eventualmente a más de una mujer a caer en la cama conmigo. Me gustaban las mujeres, ya ves. Me gustaba todo sobre ellas. La manera en que caminaban, hablaba, olían, reían, sonreían, y más especialmente, la manera en que se sentían en mis brazos, suaves, delicadas, flexible. Pero en lugar de regresar mi sonrisa, la boca de la mujer cayó. ―Oh, bueno, ¿dónde está él? ―No ―dijo, apretando su bolso hacia su exquisito pecho y sacudiendo la cabeza―. Necesito ver al gerente. A nadie más. Fruncí el ceño. ―Pero… ―¿Hay algún problema aquí, Lane? ―cortó la voz de un hombre. Página Si nada, mi educada insistencia de que podía ayudarla la repelió más. 336 ―Estoy seguro que puedo ayudarte ―dije dándole otro golpe con mis blancas perlas―. Soy uno de los asociados estrella aquí. Andrew Stevens, el gerente del banco se detuvo a nuestro lado. Stevens era alto, un sujeto elegante con una sonrisa de tiburón tan impresionante como la mía. Su única falla era un creciente punto de calvicie que trataba de esconder sin éxito con un peine. A pesar del hecho de que había trabajado para el hombre por tres años ahora, el peine todavía me hacía temblar cada que ponía mis ojos en él. Pasé una mano por un propio cabello castaño espeso con seguridad. ―¿Es el gerente? ―preguntó la mujer, mirándolo. Stevens asintió. ―Lo soy. ¿Cómo puedo ayudarle hoy…? ―Clarissa ―respondió en voz suave, estirando su mano―. Clarissa Divine. Stevens podía ser tan educado como yo, y llevó su mano hacia sus labios presionando un suave beso en ella. ―Bien, señorita Divine, es un placer conocerla. ¿Cómo puedo ayudarle? Clarissa agitó su bolso. ―Tengo algunas… joyas de la familia que necesitan ser puestas en un lugar seguro. Algunos artículos acerca de los que mi pronto a ser ex marido no necesita saber nada. Me dijeron que usted podría ayudarme con ese tipo de cosas. Stevens asintió y le tendió el brazo. ―Claro. Si usted gusta de venir conmigo, Sra. Divine, estoy seguro que podemos encontrar una solución a su problema. Ella tomó su brazo y le sonrió entonces, una sonrisa brillante y deslumbrante que era un placer para la vista en sí misma. Pero la verdadera ventaja fue la cálida y acogedora mirada en sus ojos, la que susurraba tantas cosas deliciosas por venir. Página Stevens me dio una sonrisa triunfante y la acompañó por la planta y a través de la puerta hasta el otro extremo del mostrador, sin duda, llevándola hasta su oficina. Por supuesto, podría haber pedido a uno de los cajeros aquí en el vestíbulo que le asignaran una caja de seguridad, pero sabía que Stevens quería darle a Clarissa su propia atención personal. 337 Fruncí el ceño, preguntándome por qué demonios Stevens estaba consiguiendo esa sonrisa, esa mirada, en lugar de mí. Yo la había visto primero, después de todo. Y cuando Finnegan Lane ponía su mente en seducir a una mujer, como había hecho con Clarissa al segundo en que la había visto, por lo general tenía éxito, sin importar qué obstáculos se pusieran en mi camino, amigos despóticos, novios celosos, esposos armados. Yo habría hecho lo mismo, si hubiera estado en el pellejo del bastardo con suerte. Clarissa Divine vino al banco varias veces después de eso. La segunda vez, Stevens se acercó a la entrada para encontrarla. La tercera vez, ella entró sola al cerrar, y los dos se fueron juntos. La cuarta vez, al mismo día siguiente, ella se acercó a la puerta por el mostrador, y Stevens le susurró. Después de eso, ella iba y venía a su antojo, con tanta frecuencia que el guardia gigante colocado en el vestíbulo automáticamente abría la puerta para ella. Stevens no era tan estúpido acerca de la situación como yo lo habría sido. Si hubiera estado con una criatura tan hermosa como Clarissa, me habría jactado de ello a todos, desde la gente en el banco a mi amiga, Jo-Jo, y su hermana, Sophia Deveraux, con mi hermana adoptiva, Gin Blanco. Stevens se contentaba con una leve y conocedora sonrisa en mi dirección de vez en cuando. Todavía me hacía desear dispararle al hijo de puta, sin embargo. Un día, unas seis semanas después de la visita inicial de Clarissa, yo estaba en mi oficina tratando de encontrar otro refugio fiscal para uno de mis clientes elementales de Hielo, para poner un poco más de su considerable fortuna familiar en este cuando el interfono en mi escritorio sonó. ―¿Sí? ―Tienes un visitante, Finn. ―La voz de Celia, una de las cajeras, llenó mi oído―. Un gigante. Dice que su nombre es Xavier. ―Tráelo abajo. ―Entendido. ―Gracias, querida ―le dije arrastrando las palabras a Celia, y luego le hice un guiño descarado―. Eso sería todo. A pesar del hecho de que ella era una enana que acababa de celebrar su tricentésimo cumpleaños hace unas semanas, Celia se sonrojó, sus mejillas poniéndose escarlatas debajo de su elegantemente peinado cabello plateado. Me Página Cinco minutos más tarde, Celia llamó a mi puerta abierta y le indicó a Xavier que pasara. Él se movió a su alrededor y se acercó a mi escritorio. 338 No estaba seguro exactamente de porqué Xavier quería verme, ya que para mi conocimiento, el gigante no tenía ningún dinero que necesitara ocultar de hacienda, pero tal vez me sorprendería. Yo estaría encantado de ayudarle a mover un poco de efectivo por ahí, por un módico precio, por supuesto. devolvió el guiño, dejó escapar una pequeña risita, y cerró la puerta detrás de ella. Xavier negó con su cabeza rapada. Su piel de ébano brillaba débilmente bajo las luces. ―Tú y las damas. Nunca dejas de sorprenderme, Finn. Sonreí. ―Nunca dejo de sorprenderme a mí mismo tampoco. Como la mayoría de los gigantes, Xavier sobrepasaba de los dos metros de altura, con un cuerpo grueso y musculoso que era increíblemente fuerte. Nos dimos la mano, y podía decir que él estaba cuidando de mantener su agarre suave, algo que mis huesos humanos más frágiles apreciaban. Un traje azul marino combinado con una camisa blanca cubría su cuerpo sólido. Bonito corte, tela de calidad, perfectamente ajustado. Se veía bien en él. Siempre aprecié un traje bien hecho, aunque fuera en otro hombre. Me senté de nuevo en mi silla y le señalé a Xavier que se siente frente a mí. El gigante se ubicó en la silla, mirando la habitación, y dejó salir un bajo silbido. ―Maldición. Debería haber sido banquero como tú, Finn. Había estado en el banco casi diez años, desde que había salido de la escuela de finanzas, y como resultado, mi oficina era una de los más grandes en este piso, el tercero debajo del vestíbulo. La oficina de Stevens estaba también aquí al final de la sala, mientras que la bóveda del banco estaba un piso más abajo. Página Mi escritorio era un asunto enorme que tenía dos metros y medio de ancho y tenía casi tantos compartimentos secretos en él cómo las cajas de seguridad de la bóveda. Todos esos pequeños agujeros escondidos donde yo guardaba ciertos suministros. Pasaportes, una pequeña bolsa de diamantes, dinero en efectivo, mis armas y municiones para ellas. Cuando se nadaba entre tiburones como yo lo hacía, nunca se sabía cuándo se podía necesitar salir de la ciudad a toda prisa o hacerse cargo de un cliente particularmente exigente. Mi 339 Había decorado la oficina yo mismo en un estilo que no disculpaba, en-sucara, la comodidad ostentosa. Me habían dado lo mejor de todo aquí, desde las gruesas alfombras persas que cubrían el suelo de mármol hasta los primeros volúmenes de las ediciones en las estanterías y el mejor whisky de Brighton que brillaban en su botella de licor dentro del gabinete de antigüedades. Un sofá en forma de L hecho de gamuza suave ocupaba parte de una de las paredes. Ambas secciones del sofá se hacían cama, lo que se volvió muy práctico para entretener a mis clientes más amorosas aquí en mi oficina en lugar de tener que salir del banco y conducir todo el camino a mi apartamento. padre, Fletcher Lane, me había preparado para esas eventualidades y muchas, muchas más. Mi única concesión real a la funcionalidad moderna era la televisión que se montaba en un soporte a mi derecha. Actualmente, estaba sincronizada a un circuito cerrado de alimentación del vestíbulo bancario y mostraba a las personas que iban y venían, los cajeros cobrando cheques, y más. Además de trabajar con los clientes, también tenía una mano en la seguridad por aquí, gracias a los diversos favores que los altos mandatarios del banco habían debido a mi padre. Además, me gustaba mantener un ojo vigilante sobre las cosas relacionadas con el dinero. ―Banquero inversionista ―dije, corrigiendo la anterior declaración de Xavier―. Y sí, vale mucho la pena. Especialmente en un lugar como Ashland, donde gran parte de la población tiene mucho dinero para ocultar, y muchos cuerpos también. Xavier asintió, pero no sonrió a mi humor negro. Normalmente, con soltar una broma acerca de lo corrupta y violenta que era la ciudad de Ashland obtendría una pequeña risa de los residentes más experimentados. No, el gigante era todo negocios hoy. Lástima. ―¿Entonces, que puedo hacer por ti, Xavier? ―pregunté―. Porque por mucho que me agrades, me parece que simplemente no has venido hasta aquí para disparar mierda conmigo hoy. El gigante vaciló, mirando sus zapatos. Entonces, levantó sus ojos negros a los míos. ―Tengo un problema. Bueno, eso ciertamente no había sido lo que había esperado que dijera. Con su tamaño y fuerza, no había demasiados problemas de los que Xavier no pudiera encargarse por sí mismo, especialmente teniendo en cuenta el hecho de que trabajaba a veces como policía del Departamento de Policía de Ashland. ―¿Oh? ¿Qué tipo de problema? ¿Con que necesitas mi ayuda? Página Levanté las cejas. La Gin a la que se refería era Gin Blanco, mi hermana adoptiva, asesina conocida como la Araña. Gin no era cualquier asesino, aunque, como la Araña, era una de las mejores en el negocio. Por lo menos, lo había sido. Se había retirado hacía unos meses después de que mi padre y su mentor, Fletcher Lane, fuese asesinado. Ahora, Gin pasaba su tiempo trabajando en el restaurante de barbacoa de papá, el Pork Pit. Pero no había olvidado ni un segundo de su formación, y sacaría sus cuchillos de plata sin dudarlo si pensara que los necesitaba. 340 ―No es que necesite tu ayuda, Finn ―dijo Xavier con voz cuidadosa―. Lo que realmente necesito es la ayuda de Gin. ―¿Y para qué crees que necesitas la ayuda de Gin? ―pregunté, con voz tranquila, mi cara sin revelar nada. Quería ver exactamente qué sabía Xavier sobre lo que Gin hacía, y cuánta amenaza el gigante podría ser para nosotros. Me recosté en mi asiento, poniendo los pies sobre mi escritorio como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. El movimiento me dejó apretar disimuladamente un botón en el escritorio. Un panel se abrió, revelando un pequeño revólver. La pistola era de fácil acceso, y dependiendo de lo que dijera o hiciera Xavier, podría tener que usarlo antes de que nuestra reunión hubiera terminado. La suya no sería la primera sangre en manchar mis alfombras. En todo caso, me daría una excusa para redecorar. Estaba un poco cansado de mi actual rojo y negro. Estudié su posición en la silla mentalmente alineando el disparo por si acaso. Tendría que dispararle a través del ojo, por supuesto, ya que los gigantes tenían cráneos notoriamente gruesos, pero no iba a ser tan difícil. No para mí. Gin podría ser la asesina en la familia, pero papá nos había enseñado a ambos cómo matar. A pesar de la habilidad de Gin con los cuchillos y su magia elemental de Hielo y Piedra, incluso ella admitía que yo era mejor con un arma. ―Bueno, en primer lugar, supongo que debes saber que Roslyn y yo estamos de algún modo… involucrados ahora ―dijo Xavier. Mis cejas subieron un poco más arriba en mi rostro. Esto sólo se hacía cada vez más y más interesante. Roslyn era Roslyn Phillips, la señora vampiro que manejaba Northern Aggression, la discoteca más decadente de Ashland. Xavier pasó de ser gorila en el club nocturno, al hombre responsable de asegurarse de que todo el mundo más o menos se comportara. De ahí lo conocía, dado que Northern Aggression era mi lugar favorito para buscar compañía femenina luego de un largo día de trabajo en el banco. Xavier siempre me dejaba entrar más allá de la cuerda de terciopelo. Por supuesto, siempre le daba un Benjamín o tres por su trabajo, pero aun así, me gustaba pensar que éramos amigos también. ―¿Involucrados? ―pregunté―. ¿Así que tú y Roslyn están juntos ahora? Página Habíamos sido un poco más que eso. Roslyn y yo habíamos sido conocidos por conectar con ocasión de una noche de sexo, vino y conversación agradable, seguido de un poco más de sexo. De hecho, la había llamado la semana pasada para sugerir esa misma cosa, ya que estaba entre amantes en el momento, pero ella había cortésmente declinado. 341 ―Algo así. Es decir… hombre, es sólo… complicado. ―Se encogió un poco―. Espero que no te importa que hable contigo acerca de esto. Sé que tú y Roslyn solían ser… amigos. Primero Clarissa y ahora Roslyn. No estaba seguro de cuántos más moretones mi ego podría soportar. ―Claro ―le dije en un tono fácil―. Roslyn y yo somos amigos. Pero si la has enganchado, entonces felicidades. Porque ella es hermosa, hombre, por dentro y por fuera. Por un momento, Xavier sonrió. Y no se trataba de cualquier sonrisa. No, él prácticamente irradiaba. Era la mirada de un hombre profundamente enamorado. Suspiré. Bueno, a la mierda. Puede ser que sea un bastardo de corazón frío, pero tenía una debilidad por Roslyn. Realmente odiaría matar a alguien que se preocupaba mucho sobre ella. Pero lo haría igual, justo como lo haría Gin. Xavier se aclaró la garganta. ―De todos modos, ha habido un problema… en el club últimamente. Y a partir de algunas cosas que Roslyn ha dicho, pensé que Gin podría ser capaz de ayudar. Ah, diablos. Su tono de voz me dijo exactamente lo que había recogido de Roslyn: Que Gin era la asesina la Araña. Roslyn sabía todo acerca de lo que hacía Gin, ya que Gin había matado el cuñado abusivo de la vampiro no hacía demasiado. Roslyn había llegado primero a mí acerca de encontrar a alguien para matar a su cuñado. Yo había negado todo conocimiento de tales cosas, por supuesto, pero no demasiado tiempo después de eso, el cuñado se había encontrado con una desaparición desordenada y prematura. Roslyn era una mujer inteligente, y había deducido todo. Gin, papá, yo, y lo que hacíamos. De hecho, Roslyn le había dicho a una de las prostitutas que trabajaban para ella sobre todo, lo que finalmente condujo a la muerte de mi padre. Gin creía que no sabía acerca de eso, sin embargo. Gin creía que no sabía acerca de muchas cosas. Matar era su especialidad, sonsacar información era la mía. ―¿Finn? ―preguntó Xavier, ante mi silencio. Suspiré. ―Entonces, ¿crees que Gin ayudará? ―preguntó Xavier en voz baja después de que terminó de contar su historia. Página Para mi sorpresa, lo hizo. Durante los siguientes cinco minutos, Xavier se sentó y me dijo lo que estaba pasando. Cada una de sus palabras hizo que mi estómago girara un poco más. Mierda. A Gin no le iba a gustar esto, ni un maldito poco. No me gustaba mucho tampoco, pero Gin… ella iba a tomarlo como algo personal. Iba a culparse a sí misma por lo que estaba sucediendo en Northern Aggression. 342 ―No más juegos de palabras. Sólo escúpelo para mí, Xavier. ―¿Ayudar? ―Solté una risa fría―. Demonios, ella va a sentirse responsable de todo el asunto. Xavier negó con la cabeza. ―No es su culpa. No es culpa de nadie. ―No conoces a Gin. No va a verlo de esa manera. Ella puede ser tan fría como el hielo, pero si te metes con alguien por quien se preocupa… demonios, incluso un amigo de un amigo… es mejor que te cuides. Porque va a enterrarte dos metros bajo tierra y no pensarlo dos veces. Empecé a cavilar a continuación. Acerca de Roslyn y Xavier, sobre Gin, sobre todo la jodida situación. No sé cuánto tiempo podría haber estado sentado allí si Xavier no se hubiera aclarado la garganta y señalado la pantalla del televisor. ―Uh, Finn, ¿qué es eso? ¿Y por qué están todos esos hombres con ella? Miré. En la pantalla de televisión, Clarissa Divine entró en el vestíbulo. La vampiro se veía tan hermosa como siempre, pero por una vez, no estaba sola: seis hombres vestidos con trajes oscuros y maletines la flanqueaban. ―¿Oh, ellos? ―dije―. No les hagas caso. Están aquí sólo para robar el banco. Xavier frunció el ceño y me miró. ―¿Aquí para robar el banco? ¿Cómo diablos lo sabes? ―Porque soy Finnegan maldito Lane, y sé cosas. Xavier se mantuvo mirándome. Suspiré de nuevo. Esta vez, fui el que contó la historia de mi primer encuentro con Clarissa y todas las veces que había regresado de nuevo al banco desde entonces. ―Así que estaba inmediatamente sospechoso cuando Clarissa fue por Stevens en vez de mí ―le dije―. Ya que soy, obviamente, la mejor captura. ―Obviamente ―estuvo de acuerdo Xavier. ―Oye ahora, mantén el sarcasmo a un mínimo. ―¿Robar bancos? Junté mis dedos e hice un movimiento de disparo. ―Bingo. En primer lugar, ella entra y seduce al gerente. Cuando el pobre tonto está perdidamente enamorado de ella, ella va al banco con su tripulación. Página ―Así que hice algo de investigación. No hay Clarissa Divine en Ashland, o en cualquier otro lugar en el sur que haya podido encontrar. Sin embargo, hay una Clarissa Devane, que resulta ser una prostituta de muy alto precio. ¿Y cuál supuse que es su especialidad? 343 Una sonrisa torció la esquina de los labios del gigante. Roban el lugar y pretenden tomarla como rehén. Ya que el gerente no quiere que su amada termine con sus sesos expulsados, estará más que feli z de darles a los ladrones el acceso a lo que quieran, incluyendo la bóveda. Una vez que la caja fuerte esté vacía, los ladrones se llevan a Clarissa con ellos, supuestamente usándola como escudo humano. Por supuesto, todo es sólo parte de su escapada. Un par de días más tarde, los policías van a recibir un aviso sobre un cuerpo en descomposición vestido con lo que Clarissa llevaba mientras estaba en el banco. Ya que está muerta, los policías buscan a los ladrones. Después de unas semanas, la policía encontrará sus cuerpos en descomposición en alguna parte. A Clarissa no le gusta compartir su botín, se ve, por lo que elimina a su propio equipo después de que el trabajo está terminado. Sin nadie a quien perseguir después, los policías pierden interés, el caso es cerrado, y Clarissa es libre de construir una nueva tripulación y encontrar un nuevo retoño para desplumar. Xavier silbó. ―Eso es bastante hábil. Asentí. ―Sólo mira la televisión y verás. Efectivamente, sucedió como dije que haría. Uno de los sujetos con Clarissa sacó un arma de su maletín, la agarró y presionó el arma en su sien. Entonces hubo muchos gritos, tantos que tuve que poner en silencio el sonido de la televisión. Finalmente, después de que los cajeros habían vaciado todas las cajas de efectivo, los ladrones comenzaron a amenazar con matar a Clarissa a menos que el administrador diera un paso hacia adelante. Unos segundos después, Andrew Stevens salía detrás de un mostrador donde había estado parado cuando los ladrones llegaron al banco. Tenía tanto sudor en la frente que pude verlo en la pantalla. Los ladrones agitaron sus armas alrededor algo más, y Stevens cedió rápidamente. Se dirigió hacia la puerta que llevaba a los pisos inferiores, incluyendo la bóveda. ―Muy bien ―dije, poniéndome de pie―. Voy a conseguir que Gin ayude a Roslyn y a ti con este problema que están teniendo en Northern Aggression. Asentí. ―Así como así. Le debo mucho a Roslyn. Pero en este momento, me gustaría que me ayudaras. No sé tú, pero luego de lo que me contaste sobre Roslyn, de verdad quiero herir a alguien. ¿Quieres ayudarme a detener un Página ―¿Así como así? 344 Xavier parpadeó. robo? Diablos, el departamento podía darte un reconocimiento por ello. Los directivos del banco ciertamente estarán agradecidos. Xavier hizo crujir sus nudillos. Su sonrisa igual a la mía. Golpeé algunos botones en mi escritorio y agarré algunos suministros, es decir, un par de pistolas. Le ofrecí una a Xavier, pero cortésmente la rechazó. Por otra parte, no necesitaba realmente un arma. Como un gigante, era lo suficientemente fuerte como para desgarrar a alguien con las manos desnudas. Apagamos las luces de la oficina. Dado que era muy entrada la noche, la mayoría de los demás se habían marchado ya a sus casas para el fin de semana. Además de Stevens, había sido el único todavía trabajando aquí en los pisos inferiores. No tuvimos mucho que esperar. Habíamos dejado la puerta de la oficina abierta, y las pisadas repiquetearon sobre el suelo de mármol e hicieron eco a través del corredor hacia nosotros. ―Asegura el piso y asegúrate que todas las oficinas se encuentran vacías. ―Escuché decir a uno de los ladrones―. No quiero a nadie viniendo detrás de nosotros intentando jugar el papel de héroe. El resto de nosotros iremos a la bóveda. Ahí es donde el verdadero dinero se encuentra. ―Entendido ―dijo otro hombre. Página Estos sujetos fueron cuidadosos, les concedería eso. Uno por uno, miraron en todas las oficinas, encendiendo las luces y asegurándose que estaban vacías antes de cerrar y ponerle llave a las puertas detrás de ellos. Clarissa había reunido un equipo bastante decente, era su mala suerte lo que la hizo escoger mi banco para robar. Podía cagar a la hacienda pública, y de vez en cuando a mis clientes, pero siempre protegía lo que era mío, y este banco era mío. En ese aspecto era un poco como Gin. 345 La mayoría de las pisadas siguieron de largo y luego se desvanecieron, cuando los ladrones, con Stevens y Clarissa eran llevados, bajaron al piso de la bóveda. Pero luego de un momento, más pisadas sonaron, haciéndose más y más fuertes y se dirigían en esta dirección. Escuché. Dos hombres, uno para buscar y el otro como apoyo. Gracias a la pantalla de la televisión, sabíamos que dos de los ladrones se habían quedado en el vestíbulo para mantener bajo control a los cajeros. Dado que estos dos ahora se dirigían en esta dirección, significaba que Clarisa había llevado a dos abajo a la bóveda con ella, junto con Stevens. Asentí hacia Xavier, quien cabeceó en respuesta. Finalmente, los ladrones fueron a mi oficina. El primer sujeto entró y encendió el interruptor de luz. ―Despejado… Eso fue todo lo que habló antes de que Xavier se adelantara y estrellara su puño en el rostro del otro sujeto. El tipo cayó como una roca. No pude precisar si Xavier le había roto el cuello con ese golpe o solamente dejado inconsciente. No me importaba de cualquier manera. Pero el amigo del sujeto escuchó el crujido del puño de Xavier conectando porque entró corriendo a la oficina y alzó su arma ante el gigante. ―¿Quién demonios er…? Eso fue todo lo que el segundo hombre consiguió decir antes de deslizarme por detrás de la puerta y empujar mi arma en el costado de su cuello. ―Cielos, iba a preguntarte exactamente lo mismo ―dije arrastrando las palabras―. Pero en realidad no me importa quién seas. Estoy más interesado en tu jefa, la encantadora Clarissa. Xavier, si haces los honores, por favor. Xavier sacó el rollo de cinta adhesiva del bolsillo de su pantalón y se puso a trabajar en los ladrones. Dos minutos más tarde, los tuvo a ambos atados hacia arriba como pavos de Acción de Gracias. Los dejamos en la oficina y nos dirigimos a la bóveda. La bóveda estaba ubicada en el subsuelo del banco, varios cientos de metros bajo tierra. Aquí abajo, los pisos de mármol y las paredes daban paso a una mezcla de acero y granito reforzado con plata, un metal especial que absorbía todos los tipos de magia. ―¿Crees que puedas encargarte de los dos sujetos en el vestíbulo? ―pregunté en voz baja. Xavier volvió a hacer crujir sus nudillos. ―Felizmente. Página Xavier arrastró al ladrón inconsciente de regreso a las escaleras fuera de vista, mientras yo miraba por la esquina. Adelante, la puerta de la bóveda estaba ampliamente abierta, revelando fila tras fila de cajas de seguridad. Las cerraduras en el metal brillaban como cientos de ojos silenciosos, todos mirándome fijamente. Me deslicé de regreso a las escaleras junto cuando Xavier terminaba de atar con cinta al ladrón. 346 Clarissa había dejado a un tipo en la base de las escaleras, pero estaba más interesado en mirar por el pasillo y dentro de la bóveda que seguir vigilando como se suponía. Un golpe bien dado de Xavier, y estuvo fuera de combate. Eso dejaba a un hombre más del que hacerse cargo, junto con la misma Clarissa. Asentí. ―Muy bien. Me haré cargo del otro sujeto aquí debajo y de Clarissa también. Xavier asintió y subió las escaleras. Me quité mis zapatos para que no repiquetearan en el suelo y me arrastré por el pasillo hacia la bóveda. Los sonidos metálicos, golpes y palabrotas se hacían más y más fuertes a medida que me acercaba a la puerta abierta de la bóveda. Sonaba como si alguien estuviera usando una palanca para forzar las cajas de seguridad fuera de las paredes. Tosco, pero bastante efectivo. El contenido de una sola caja haría que toda esta operación valiera la pena. Alcancé la puerta pero en vez de entrar, me agaché sobre mis rodillas. Saqué un espejo de mi bolsillo, uno de los otros elementos que había tenido escondido en mi escritorio, y lo incliné para poder ver dentro de la bóveda. El último ladrón se paró frente a una de las filas de cajas de seguridad, mostrando una barra de hierro entre los pliegues en el metal y haciéndolos estallar como si fueran frutos secos que estaba partiendo. Bastante fácil para él hacerlo, dado que era un gigante. Mientras tanto, Stevens y Clarissa se quedaron a un lado. Stevens lucía estupefacto. De vez en cuando, algunas lágrimas goteaban por el hermoso rostro de Clarissa. La vampiro todavía estaba jugando su parte hasta el final del juego. Realmente admiraba su profesionalismo y dedicación a su oficio. Una vez que había visto lo que necesitaba, alejé el espejo, me enderecé y entré en la bóveda. ―Oye ―dije―. ¿No sabes que no es agradable robarles a otras personas? Sorprendido, el gigante se dio la vuelta. Le disparé una vez a través de su ojo derecho antes de poner otra bala en el izquierdo. Su barra de hierro cayó al suelo un segundo antes que su cuerpo cayera sobre Stevens, llevando al suelo al gerente del banco. Por su parte, Stevens comenzó a lloriquear sobre toda la sangre y cerebro goteando encima de él, pero el gigante era mucho más pesado de lo que era él, así que Stevens no podía salir de debajo del cadáver del hombre. El bastardo no era tan engreído ahora. Sonreí. Sí, obtuve un poco de satisfacción al oír el chillido de Stevens. Ella depositó apasionados besos calientes de agradecimiento por toda la cara, incluso mientras sus manos se movían por todo mi cuerpo. Divertida, la dejé, entonces volví mi cabeza y fijé mi boca en la suya. Persuadí a que sus labios se abrieran con mi lengua. Sabía a dulce y amargo al mismo tiempo, al igual que pensé que lo haría. Página —¡Oh! ¡Oh! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias por salvarnos! 347 Clarissa inmediatamente cruzó la bóveda y se arrojó hacia mis brazos. Clarissa jadeó con sorpresa, pero entonces se dio cuenta de la oportunidad que le acababa de dar. Un segundo más tarde, su lengua estaba en un duelo con la mía, incluso una de sus manos se enredó en mi cabello. Dejé que el beso continuara durante varios segundos. Entonces, suavemente puse mi arma contra su corazón y retrocedí el martillo. Los vampiros han mejorado sus sentidos, por lo que Clarissa escuchó el clic incluso por encima del sonido de sus apasionados gemidos bajos. Se quedó inmóvil, con los labios todavía sobre los míos. ―Oh, por favor ―dije―. Corta la rutina. He visto mejores actuaciones en las prostitutas en las calles de Southtown. ¿Cuánto tiempo más ibas a seguir besándome antes de apuñalarme con ese cuchillo? ¿Hmm? ¿Dónde estaba?, por cierto. Supongo que metido en tu liguero. Ciertamente que esa falda tuya es lo suficientemente corta como para permitir un fácil acceso. Clarissa dio un paso atrás, un cuchillo aguja agarrado fuertemente en su mano derecha. No era muy diferente de los cuchillos que utilizaba Gin. La única diferencia fue que unos segundos más y ese habría estado enterrado en mi corazón. ―¿Cómo lo supiste? ―siseo en voz baja. Sonreí. ―Siempre lo he sabido desde el primer día que entraste en el banco. Realmente deberías haber ido por mí en lugar de Stevens. Todavía habría resuelto tu pequeño juego, pero garantizo que habrías tenido un infierno de mucha más diversión conmigo que con él. Como para demostrar mi punto, Stevens seguía lloriqueando en el suelo. Clarissa lo miró, luego a mí. Sus ojos se abrieron y me dio una dulce sonrisa. Clarissa era apenas tan difícil como yo y sabía que quería decir cada palabra. Puesto que el sexo no había funcionado en mí, fue hacia el otro viejo recurso, violencia. Página ―Finn. ―Con buen ánimo le di mi nombre―. Pero me temo que es demasiado tarde para todo eso. Lastimaste mi ego, ves, y simplemente no hay suficiente dinero en el mundo para consolar mi ego cuando es lastimado. Especialmente no con dinero robado de mi propio banco. Lo siento, Clarissa, tus artimañas podrán haber funcionado en el pobre Stevens allí, pero soy un poco más inteligente que él. 348 ―Estoy segura que podemos llegar a algún tipo de acuerdo… ―Y debes saber exactamente cuán buena soy con este cuchillo ―dijo, mostrándome la hoja―. He matado a más de un hombre con él durante los últimos años. También te mataré con él. ―Dudo eso, dado que yo soy él que sostiene el arma. Miró el arma, que había bajado a mi lado una vez que había se alejado de mí. ―¿Realmente crees que puedes atinar un disparo antes que te corté la garganta con el cuchillo? ―Sé que puedo ―dije en voz baja. Nos quedamos ahí parados mirando el uno al otro. Podría no tener sentidos mejorados como los tenía el vampiro, pero podía ver su mano apretándose alrededor del cuchillo y ver el ligero movimiento de su cuerpo mientras movía su peso, preparándose para arrojarse hacia mí, y no de la manera que quería. Suspiré. Clarissa acababa de hacer la decisión incorrecta, la última decisión de su vida. ―No lo hagas ―advertí―. Tan retorcida como eres, no me gustaría hacer estallar ese bonito rostro tuyo en pedazos. Clarissa sonrió y comenzó a agacharse como si fuera a poner el cuchillo en el suelo. Pero no había calidez en sus ojos, sin ofrenda, sin rendición. Su mano se apretó un poco más alrededor del cuchillo y se lanzó contra mí, la hoja de aguja cortando a través del aire Levanté mi arma y le disparé tres veces en el rostro. La cabeza de Clarissa, lo que quedaba de ella, cayó hacia atrás y la fuerza de las balas perforando a través de su cráneo lanzó todo su cuerpo contra una de las paredes. Se quedó allí por un momento, suspendida en el aire antes que sus extremidades se encogieran y cayera al suelo. ―Qué desperdicio ―murmuré―. Que jodido desperdicio de una mujer hermosa. Entonces, pasé por encima de su cuerpo y salí de la bóveda para llamar a Sophia Deveraux para que viniera y limpiara el desorden. Página Incluso en la muerte, a pesar que esa parte de su cabeza había desaparecido, todavía seguía siendo una de las criaturas más hermosas que había visto alguna vez. Un metro sesenta centímetros de suave perfección con curvas, cada vez más fría y rígida con cada segundo que pasaba. 349 Esperé unos segundos para asegurarme que Clarissa estaba muerta, luego me acerqué y me agaché junto a ella. A pesar de la sangre y el cerebro salpicado a todo su alrededor, todavía podía oler su perfume, esa sutil fragancia a madreselva, ahora horrible e irrevocablemente teñida con cobre. 350 Página Fin Próximamente: Venom (Elemental Assassin #03) ¿Qué tipo de asesina trabaja gratis? Es difícil ser una asesina ruda cuando un gigante está moliéndote a golpes. Por suerte, nunca dejé que el orgullo se interpusiera en mi trabajo. Mi misión actual es personal: Eliminar a Mab Monroe, la elemental de Fuego que asesinó a mi familia. Lo que significa proteger mi identidad, incluso si tengo que ocultar mi poderosa magia de Piedra y Hielo cuando más la necesito. Para el público, soy Gin Blanco, propietaria del mejor antro de barbacoa de Ashland. Para mis amigos, soy la Araña, asesina retirada. Además, todavía hago favores. Como encargarme del acosador enorme de un amigo vampiro; el matón que es mano derecha de Mab Monroe que casi me asesinó con sus enormes puños. Página 351 Por lo menos el irresistible Owen Grayson está de mi lado. El hombre sabe mucho sobre mí, pero me arriesgaré. También está la detective Bria Coolidge, una de las mejores de Ashland. Hasta hace poco tiempo, pensé que mi hermanita estaba muerta. Ella probablemente piense lo mismo sobre mí. Poco sabe que soy una asesina a sangre fría… que está a punto de salvarle la vida. Sobre la Autora Jennifer Estep es una escritora bestseller del New York Times, que se encuentra merodeando las calles de su imaginación en busca de su próxima idea de fantasía. Ha trabajado como escritora y diseñadora web para un periódico y cuenta con más de diez años de experiencia en periodismo. Página 352 Entre sus series figuran The Black Blade (juvenil), Mythos Academy (juvenil), mientras que para público más adulto se encuentra The Bigtime y por supuesto, Elemental Assassin. Esta última se centra en Gin Blanco, una asesina apodada la Araña que puede controlar los elementos de Hielo y Piedra. Cuando no está ocupada matando gente y arreglando cabos sueltos, dirige un restaurante de barbacoa llamado el Pork Pit, situado en la ficticia metrópoli sureña de Ashland. Una ciudad que es también hogar de gigantes, enanos, vampiros y elementales: de Aire, Fuego, Hielo y Piedra. Créditos Moderadoras: Flochi, Ile_arch y Xhex Traductoras Âmenoire Corrección, recopilación y revisión final Adaly AnnaTheBrave Nanis Apolineah17 Dianna K Flochi Diseño Mae Gemma.santolaria HeythereDelilah1007 Jenn Cassie Grey Jo LizC Lyla Mari NC Mariandrys Rojas Rihano Página Minia16 353 Martinafab 354 Página