2 Web of Lies - Blog De Literatura

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Sinopsis
La curiosidad definitivamente va a matarme uno de estos días.
Probablemente, muy pronto.
Soy Gin Blanco.
Quizá me conozcas como la Araña, la asesina más temida en el sur. Estoy
retirada ahora, pero los problemas me siguen encontrando. Como el otro día
cuando dos jóvenes vándalos trataron de robar en mi popular restaurante de
barbacoa, el Pork Pit. Entonces hubo un ataque con disparos en el restaurante.
Solo por una vez, esos disparos no estaban dirigidos a mí. Eran para Violet Fox.
Desde que acordé ayudar a Violet y a su abuelo para proteger su propiedad de
un malvado magnate minero del carbón, estoy empezando a cuestionarme si
realmente estoy retirada. Y está Donovan Caine. El único policía honesto en
Ashland, la está pasando mal conciliando su atracción por mí con su
mentalidad de niño explorador. Apenas puedo mantener mis manos fuera de su
sexy cuerpo. ¿Qué puedo decir? Soy una elemental de Piedra con un poco de
magia de Hielo, pero mi corazón no está hecho de roca sólida.
Afortunadamente, Gin Blanco siempre consigue a su hombre… vivo o
muerto.
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Elemental Assassin #2
“Gin”
“Detective”
Nos paramos ahí, mirándonos el uno al otro. Una invisible corriente
eléctrica zumbaba entre nosotros, disparando chispas de caliente deseo en todas
direcciones. Respiré. El aroma limpio y jabonoso del detective llenó mi nariz,
superando al comino, la pimienta roja y las otras especias en el aire. Donovan
miró hacia otro lado y se aclaró la garganta.
―¿Quieres decirme qué pasó? ―preguntó en voz baja.
―¿Quieres decirme por qué estás aquí? ―repliqué.
Donovan se me quedó mirando.
―Está bien. Les pedí al despacho que me dejaran saber si había algún
incidente en el Pork Pit.
―¿Por qué? ¿Asustado de que pudiera matar a la gente en mi propio lugar
de trabajo? No debes haber recibido la circular, pero me he retirado, detective.
Sus cejas negras se juntaron con sorpresa.
―¿Retirado?
Alguna emoción brilló en sus ojos ámbar. Podría haber sido alivio o
incluso esperanza, pero se fue antes de que pudiera descifrarlo.
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―Bueno, bien por ti, supongo.
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Traducido por Gemma.Santolaria, Apolineah17 y Dianna K
―¡Alto! ¡Que nadie se mueva! ¡Esto es un atraco!
Vaya. Tres clichés en línea. Alguien tenía una gran falta en el
departamento de imaginación.
Pero las amenazas a gritos asustaron a alguien, que chirrió un pequeño
grito. Suspiré. Los gritos siempre eran malos para los negocios. Lo que
significaba que no podía pasar por alto el problema que acababa de entrar en mi
restaurante, o tratar con él del modo rápido y violento que hubiera preferido.
Un cuchillo de plata a través de su corazón era suficiente para detener la
mayoría de problemas. Permanentemente.
Así que aparté mis ojos grises de la copia de bolsillo de La Odisea que
había estado leyendo para ver todo el alboroto.
Dos hombres veinteañeros estaban en medio del Pork Pit, viéndose fuera
de lugar entre las cabinas rosas y azules de vinilo del restaurante. El dúo
dinámico lucía unas gabardinas negras que cubrían sus delgadas camisetas y se
agitaban contra sus rasgados vaqueros de estrella del rock. Ninguno de los dos
llevaba un sombrero o guantes, y el frío del otoño había teñido sus orejas y los
dedos a un brillante rojo cereza. Me pregunté cuánto tiempo habían estado
afuera, reuniendo el valor para entrar y gritar sus triviales demandas.
El agua goteaba de sus botas y se extendía a través de las baldosas azules
y rosas que cubrían el suelo del restaurante. Miré el calzado de los hombres. Un
caro cuero negro lo suficientemente grueso como para proteger del frío de
noviembre. Sin agujeros, ni grietas, ni cordones faltantes. Estos dos no eran los
típicos adictos desesperados en busca de dinero rápido.
La jodida peor decisión que nunca habían hecho.
―¡Alto! ―repitió el primer chico, como si no le hubiéramos oído antes.
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Estos dos punks ricos estaban robando mi restaurante de barbacoa sólo
por la emoción de hacerlo.
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No, tenían su propio dinero, un montón de él, por el aspecto de sus caros
zapatos, las camisetas vintage, y los vaqueros de diseño.
Era un hombre fornido con el cabello rubio en punta sostenido por algún
tipo de producto brillante para el cuidado del cabello. Probablemente un poco
de sangre gigante en alguna parte de su árbol genealógico, a juzgar por sus
curtidos dos metros y sus grandes manos. A pesar de sus veintitantos años, la
grasa de bebé aún hinchaba su rostro como un malvavisco rezumante y
caliente. Los ojos marrones del chico se movieron alrededor del restaurante,
tomándolo todo, desde las alubias burbujeantes en la estufa detrás de mí, a la
silbante freidora francesa, hasta la copia maltratada y sangrienta del Donde el
helecho crece rojo montado en la pared al lado de la caja registradora.
Entonces el fortachón dirigió su atención a las personas dentro del Pork
Pit para asegurarse que todos estábamos siguiendo sus demandas. No había
mucha gente que mirar. El lunes era por lo general un día lento, haciéndolo
incluso más lento por el viento frío y la lluvia de afuera. Las únicas personas en
el restaurante aparte de mí y los aspirantes a ladrones eran mi cocinera enana,
Sophia Deveraux, y un par de clientes, dos mujeres de edad universitaria que
llevaban vaqueros y camisetas ajustadas no muy distintas a las que llevaban los
ladrones.
Las mujeres se sentaron conmocionadas y congeladas, con los ojos muy
abiertos, y los sándwiches de carne de barbacoa a medio camino hacia sus
labios. Sophia se paró junto la estufa, con los ojos negros planos y
desinteresados mientras observaba burbujear los frijoles. Gruñó una vez y los
revolvió con una cuchara de metal. No había mucho que molestara a Sophia.
El primer chico levantó la mano. Un pequeño cuchillo brillaba en sus
dedos rojos y agrietados. Una dura y delgada sonrisa curvó mis labios. Me
gustaban los cuchillos.
―Relájate, Jake ―murmuró el segundo hombre―. No hay necesidad de
gritar.
Lo miré. Donde su amigo era rubio y fornido, el ladrón número dos era
bajo y de huesos delgados. Su tenue cabello pegado en incontrolables mechones
a causa de un exceso de producto. Los mechones eran de un rojo brillante que
probablemente le habían ganado el apodo de Carrot en algún momento. Carrot
metió sus manos en sus bolsillos agujereados, se removió en sus pies, y se
quedó mirando el suelo, claramente queriendo estar en otro lugar que no fuera
aquí. Un compañero reacio a lo mejor. Probablemente trató de hablar con su
amigo sobre este disparate. Debería haberse esforzado más.
Su boca se abrió, pero no dijo nada.
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El cuerpo huesudo de Lance se sacudió ante el sonido de su propio
nombre, como si alguien lo hubiera atacado con una aguja.
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―Sin nombres, Lance. ¿Recuerdas? ―le gruñó Jake a su amigo.
Usé uno de esos recibos de las tarjetas de crédito para marcar mi lugar en
La Odisea. Entonces cerré mi libro, enderezándome, me deslicé del taburete, y
caminé alrededor del largo mostrador que estaba a lo largo de la pared
posterior del Pork Pit. Era hora de sacar la basura.
El primer tipo, Jake, me vio mover por el rabillo del ojo. Pero en vez de
cargar hacia mí como había esperado, el medio gigante se movió a la izquierda
y agarró a una de las chicas de su cabina, una chica hispana con un cabello de
corte a lo pixie.
Ella soltó otro grito chillón. Su sándwich de carne voló de su mano y
salpicó contra uno de los escaparates. La salsa barbacoa parecía sangre
corriendo por el liso y brillante vidrio.
―¡Déjala en paz, hijo de puta! ―gritó la otra mujer.
Ella se puso de pie y cargó hacia Jake, quien le dio un revés. Podría haber
sido sólo medio gigante, pero aún tenía la fuerza suficiente en él para levantar
la mujer de sus pies y enviarla a toda velocidad a la mesa.
Ella pasó por encima, cayó duro al suelo y dio un gemido.
En este punto, Sophia Deveraux se había vuelto un poco más interesada
en las cosas. La enana se movió a mi lado. Los cráneos de plata que colgaban
del collar de cuero negro de su cuello tintineaban juntos como campanas de
viento.
Los cráneos coincidían con los de su camiseta negra.
―Tomas el de la derecha ―murmuré―. Tengo al de la izquierda.
Sophia gruñó y se trasladó al otro extremo del mostrador, donde la
segunda mujer había sido arrojada.
―¡Lance! ―Jake hizo un gesto con la cabeza hacia la mujer lesionada y
Sophia―. ¡Vigila a estas perras!
Hoy, el color se extendía a su cabello. Rayas de color rosa pálido brillaban
entre sus mechones negros recortados.
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Pero Lance no vio su mirada venenosa. Estaba demasiado ocupado
mirando a Sophia. La mayoría de la gente lo hacía. La enana había sido gótica
antes que lo gótico fuera la moda, hace unos cien años más o menos. Además de
su collar de cráneos y la camiseta a juego, Sophia Deveraux lucía unos vaqueros
negros y botas. Lápiz labial rosado cubría sus labios, que contrastaban con el
brillo de la sombra de ojos negro y la palidez natural de su rostro.
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Lance se humedeció los labios. Una pura miseria incómoda llenó su pálido
rostro, pero dio un paso alrededor de su amigo y trotó hacia la mujer herida,
que se había empujado hasta sus manos y rodillas. Ella apartó su cabello salvaje
negro-azulado de la cara. Sus pálidos ojos azules ardieron con un odio
inmediato. Una luchadora, esa.
Pero Jake no estaba tan estupefacto. Tiró de la primera mujer aún más
cerca, le dio la vuelta, la sostuvo frente a él y levantó el cuchillo hacia su
garganta. Ahora tenía un escudo humano. Estupendo.
Pero eso no era lo peor. Una pizca de rojo se desató en las profundidades
de sus ojos marrones, como una cerilla cobrando vida. Magia surgió como un
viento cálido de verano por el restaurante, pinchando mi piel con poder y
dándole a mis palmas con cicatrices una picazón. Llamas volaron de los dedos
apretados de Jake, moviéndose y quedándose en el cuchillo. La hoja brillaba en
un rojo-anaranjado por la explosión repentina de calor.
Bueno, bueno, bueno, Jake el ladrón estaba lleno de sorpresas.
Porque además de ser un ladrón de poca monta, Jake el medio gigante
también era un elemental, alguien que podía controlar uno de los cuatro
elementos. Fuego, en su caso.
Mi sonrisa se hizo un poco más dura, más tensa. Jake no era el único aquí
que era un elemental, o muy, muy peligroso. Incliné mi cabeza, alcanzando mi
magia de Piedra. A mi alrededor, el ladrillo maltrecho del Pork Pit murmuró
con inquietud, sintiendo la agitación emocional que había tenido lugar dentro y
mis intenciones oscuras de ahora.
―Dije que nadie se mueva, joder.
El grito anterior de Jake bajó a un susurro ronco. Sus ojos estaban
completamente rojos ahora, como si alguien hubiera puesto dos rubíes
parpadeantes en la cara de bebé gordito. Un reguero de sudor resbalaba por su
temple, y su cabeza se movía al ritmo de una música que sólo él podía oír. Jake
estaba puesto con algo, alcohol, drogas, sangre, su propia magia, tal vez todo lo
anterior. No importaba mucho. Él iba a estar muerto en un minuto.
Dos, como mucho.
Así que levanté mis manos en un gesto apaciguador y mantuve la fría y
tranquila violencia fuera de mis ojos grises lo mejor que pude.
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Mis ojos se entrecerraron. Una cosa era tratar de robar el Pork Pit, mi
restaurante de barbacoa, mi ginebra. Acabar con los elementales suertudos, las
vampiros putas, y otros vagos ahogados en su propia magia y muriendo por
más, podría ser excusada esa estupidez. Pero nadie ―nadie― amenazaba a mis
clientes. Iba a disfrutar hacerme cargo de esta escoria. Tan pronto como lo
atrapara lejos de la chica.
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El brillo rojo en los ojos de Jake se iluminó mientras alcanzaba su magia de
nuevo. Las llamas parpadeantes en la hoja de plata brillaron más calientes y
más alto, hasta que lamieron el cuello de la chica, amenazando con quemarla.
Las lágrimas corrían por su rostro en forma de corazón, y su respiración se
volvió corta, ahogada por sollozos, pero no se movió. Chica lista.
―Soy la dueña. Gin Blanco. No quiero ningún problema. Deja ir a la chica,
y abriré la caja registradora para ti. Ni siquiera llamaré a la policía después de
que te vayas.
Principalmente porque eso no me haría ningún bien. Los policías en la
metrópoli del sur de Ashland eran tan retorcidos como tenedores de
relámpagos. Los estimados miembros de la policía apenas se molestaban en
responder a los robos, sobre todo en este vecindario fronterizo de Southtown,
mucho menos hacer algo útil, como atrapar a los delincuentes después del
hecho.
Jake resopló.
―Adelante. La policía no puede tocarme, perra. ¿Sabes quién es mi padre?
Además de ser un elemental de Fuego, Jake también era una diva de
dárselas de conocer a gente importante. Una maravilla que hubiera sobrevivido
tanto tiempo.
―¡No les digas eso! ―siseó Lance.
Jake resopló y giró los ojos hacia su amigo.
―Les diré lo que sea que quiera. Así que cierra tu lloriqueante boca.
―Sólo deja ir a la chica, y abriré la caja registradora ―repetí en voz firme,
esperando que mis palabras penetraran profundamente la magia de Jake y se
hundieran en su grueso cráneo.
Sus ojos rojos se entrecerraron en rendijas.
―Abrirás la caja registradora, o la chica muere, y tú junto con ella.
Tiró de la chica de nuevo contra él, y las llamas recubriendo el cuchillo
quemaron aún más brillante, adquiriendo una tonalidad de color amarillo
anaranjado. Las marcas de plata en mis palmas ―las que tenían forma de runas
de araña― picaron ante el influjo de la magia. Me tensé, con miedo de lo que él
le iba a hacer a la chica justo aquí, justo ahora. Podía matarlo ―fácilmente―
pero probablemente no antes de que lastimara a la chica con su magia. No
quería que eso sucediera. Eso no iba a pasar. No en mi restaurante. No ahora,
no otra vez.
Alegría pura y maliciosa llenaba su mirada carmesí. Incluso si no hubiera
sido buena leyendo a las personas, la emoción por sí sola me habría dicho que
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Jake me miró fijamente, con las llamas danzando en sus ojos rojos
coincidiendo con el movimiento de las de la hoja del cuclillo.
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―Jake, cálmate ―le suplicó Lance a su amigo―. Nadie va a dar ningún
problema. Sólo va a ser como dijiste que sería. Rápido y fácil. Simplemente
vamos a conseguir el dinero e irnos.
Jake disfrutaba usando magia, amaba el poder que le daba, la sensación de ser
invencible.
Y que no iba a estar satisfecho simplemente robando mi dinero. No, Jake
iba a usar su poder de Fuego para matar a todos en el restaurante sólo porque
podía, porque quería mostrar su magia y probar que era un auténtico tipo duro.
A menos que yo hiciera algo para detenerlo.
―¿Jake? ¿El dinero? ―preguntó Lance de nuevo.
Después de un momento, el fuego se atenuó en los ojos de Jake. Bajó la
cuchilla resplandeciente sólo unos centímetros, dándole a la chica algo del
mucho aire que necesitaba.
―El dinero. Ahora.
Abrí la caja registradora, agarré todos los billetes arrugados en el interior,
y se los tendí. Todo lo que Jake tenía que hacer era dejar ir a la chica el tiempo
suficiente para dar un paso adelante y tomar el dinero, y lo tendría. Vamos,
bastardo. Ven y juega con Gin.
Pero algún sentido de auto conservación debió haber surtido efecto,
porque el musculoso mitad gigante sacudió la cabeza. Lance dejó su puesto con
la mujer herida, de puntitas hacia adelante, arrebató el dinero de mi mano, y
dio un paso atrás. No me molesté agarrándolo y utilizándolo como rehén. Los
tipos como Jake no estaban por encima de dejar a sus amigos retorciéndose en
el viento, o atrapados en el borde de mi cuchilla.
Jake se lamió sus labios gruesos y agrietados.
―¿Cuánto? ¿Cuánto hay ahí?
Lance revolvió los billetes verdes.
―Un poco más de doscientos.
―¿Eso es todo? Estás resistiéndote a mí, perra ―gruñó Jake.
Me encogí de hombros.
―El lunes es un día lento. Y no a mucha gente le gusta salir en este tipo de
clima frío, ni siquiera por barbacoa.
Jake apretó su agarre en el cuchillo en llamas.
―No. No hasta que esta perra me diga lo que hizo con el resto del dinero.
Este es el restaurante más popular en el vecindario. Tenía que haber más de
doscientos dólares en esa caja registradora. Así que, ¿dónde lo escondiste,
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―Simplemente vámonos, Jake ―suplicó Lance―. Algunos policías
podrían venir en cualquier segundo.
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El elemental de Fuego me miró, debatiendo mis palabras y lo que podía
hacer al respecto. Le devolví la sonrisa. No sabía en lo que se había metido, o
con quién se estaba metiendo.
perra? ¿Estás usando un cinturón de dinero debajo de ese grasiento delantal
azul?
Me encogí de hombros.
―¿Por qué no vienes y lo averiguas, patético de mierda?
Sus ojos se oscurecieron, más rojos, más enojados, hasta que pensé que las
llamas brillantes parpadeando dentro en realidad podrían disparar fuera de sus
iris teñidos de magia. Jake dejó escapar un gruñido furioso.
Empujó a la chica y arremetió hacia mí, con el cuchillo sostenido
directamente hacia fuera.
Mi sonrisa se ensanchó. Finalmente. Hora de jugar.
Esperé hasta que consiguió estar al alcance, entonces di un paso hacia
adelante y giré mi cuerpo hacia el suyo. Golpeé mi codo en su plexo solar y
barrí sus pies por debajo de él.
Jake tosió, tropezó, y cayó de cabeza al suelo.
Su sien se cortó con el costado de una de las mesas mientras caía, dando
como resultado que un poco de sangre salpicara mis vaqueros. El fuerte golpe
fue suficiente para hacer que Jake perdiera el agarre sobre su magia de Fuego.
El hormigueante poder emanando de él se desvaneció, y las llamas se apagaron
en el cuchillo en su mano. El metal caliente silbó y humeó cuando entró en
contacto con el suelo frío.
Miré a mi derecha. La mujer que Jake había lanzado a través de la
habitación se levantó a toda prisa y se preparó para lanzarse contra Lance. Pero
Sophia agarró la cintura de la chica y tiró de ella. La mujer empezó a luchar,
pero la enana gótica negó y dio un paso hacia adelante, poniéndose delante del
cliente. Lance tragó saliva y se echó hacia atrás, listo para darse la vuelta y huir.
Pero Sophia fue más rápida. La enana le dio un puñetazo en el estómago.
Lance cayó como si un yunque hubiera sido dejado caer sobre él. Se desplomó
en el suelo y no se movió.
―Mierda ―dije―. Consigue un cuchillo real. Ni siquiera podrías pelas
papas con esa cosa.
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Volví mi atención a Jake, quien había rodado sobre su costado. La sangre
goteaba por el costado de su cabeza donde se había golpeado con la esquina de
la mesa. El mitad gigante me vio de pie sobre él, se dobló a media altura, y me
acuchillo con su cuchillo enfriándose. Idiota. Ni siquiera se acercó a cortarme.
Después de que Jake hizo otro agitado movimiento con la cuchilla, me agaché y
agarré su muñeca, doblándola hacia atrás para que no pudiera moverla. Miré el
arma en su mano bloqueada.
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Uno derribado, queda uno.
Entonces le arranqué la cuchilla de sus dedos agrietados y quebré su
gruesa muñeca.
Jake aulló de dolor, pero el ruido no me molestó.
No lo había hecho en años. Lo empujé hacia abajo sobre su espalda, y
luego me puse a ahorcadas sobre él, con una rodilla a cada lado de su pecho
fornido, apretando y presionando sus costillas. Los gigantes, inclusos los mitad
gigantes como Jake, odiaban cuando tenían problemas para respirar. La
mayoría de las personas lo hacían.
Ajusté y apreté mi agarre en el cuchillo, lista para conducirlo a su corazón.
Un arma ligera, pero haría el trabajo. Casi cualquier cosa lo haría, si tenías
suficiente fuerza y determinación para ponerla detrás de ello. Yo tenía un
montón de ambos.
Un pequeño sollozo ahogado sonó, apartando mi atención de Jake y sus
aullidos agudos y lamentables.
Mis ojos grises se levantaron rápidamente. La chica acurrucada debajo de
una mesa a unos metros de distancia, sus rodillas levantadas contra su pecho,
sus ojos tan grandes como monedas de veinticinco en su rostro, lágrimas
deslizándose por sus enrojecidas mejillas.
Una posición en la que había estado, en cierta ocasión.
Hace un par de meses, la chica y sus lágrimas no me habrían molestado.
Habría matado a Jake y su amigo, lavado la sangre de mis manos, y pedido a
Sophia que se deshiciera de los cuerpos antes de cerrar el Pork Pit por la noche.
Eso es lo que los asesinos hacían.
Y yo era la Araña, una de los mejores.
Pero había tenido una epifanía de clases hace dos meses cuando mi
mentor había sido brutalmente torturado y asesinado en el interior del Pork Pit,
en el mismo lugar en el que Jake y yo estábamos en este momento. El viejo,
Fletcher Lane, había querido retirarse, para tomar un camino diferente en la
vida, para vivir en la luz del día un poco, como le encantaba decir. Había
seguido el consejo de Fletcher y dejado el negocio de asesina después de que
había matado a Alexis James, la elemental de Aire que lo había asesinado.
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Detrás de mí, Sophia gruñó. Miré por encima de mi hombro a la enana,
que todavía tenía un agarre en la otra mujer. La chica estaba tratando, sin éxito,
sacar con una palanca los rechonchos dedos de la enana de su cintura. Buena
suerte con eso. Sophia tenía un agarre de muerte. Una vez que te tenía, no te
soltaba nunca. Mis ojos grises se clavaron en los negros de Sophia.
Arrepentimiento brilló en su mirada oscura, y sacudió la cabeza apenas. No,
estaba diciendo. No delante de dos testigos.
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―Hmph.
Sophia tenía razón. Los testigos eran malos. No podía destripar a Jake con
dos chicas observando y deshacerme del cuerpo después. No en mi propio
restaurante. No sin arruinar mi tapa como Gin Blanco y dejar todo atrás. Y no
iba a hacer eso. Ni por un pedazo de basura como el elemental de Fuego. Pero
eso no quería decir que no podía dejar que Jake supiera exactamente con quién
estaba tratando.
Esperé hasta que hubo un período de calma en los aullidos de Jake, luego
levanté su cabeza con la punta del cuchillo y miré sus ojos. Habían perdido
todo atisbo de su roja, magia de Fuego. Ahora sus iris café estaban amplias y
brillante con el pánico, el miedo, el dolor.
―Vienes a mi restaurante y me jodes o a mis clientes de nuevo, y te
cortaré como un pavo de Acción de Gracias.
Corté hacia abajo con el cuchillo, rompiendo la piel de su cuello fornido.
Jake gritó por el ardor y arañó la herida leve con sus dedos de salchicha. Alejé
su mano y lo corté de nuevo. El olor de la sangre caliente, cobre llenó mi nariz.
Algo más que no me había molestado en mucho, mucho tiempo.
―Cada vez que te muevas, te voy a cortar de nuevo. Más y más profundo.
Asiente si entiendes.
El odio brilló en su mirada, matando el dolor y el pánico, pero asintió.
―Bien.
Golpeé ligeramente su sien con el mango del cuchillo. La cabeza de Jake
repentinamente se hizo hacia un lado y cayó al suelo. Inconsciente.
Al igual que su amigo Lance.
Me puse de pie, borré mis huellas del cuchillo, y dejé caer el arma en el
suelo. El medio gigante no se movió. Entonces me puse de pie y me dirigí a la
chica, todavía agachada debajo de la mesa.
Ella se encogió contra las patas de una silla ante mi acercamiento, como si
quisiera fundirse con el metal. Su pulso revoloteaba como una loca mariposa en
su sien. Puse mi sonrisa amistosa, más digna de confianza y encantadora en mi
cara y me agaché hasta que estuve al nivel del ojo con ella.
―Vamos, cariño ―le dije, tendiéndole la mano―. Se acabó. Esos hombres
no van a hacerte daño ahora.
―No voy a hacerte daño tampoco ―dije en voz baja―. Vamos, ahora.
Estoy segura que tu amiga quiere ver cómo estás.
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Su mirada se desvió de nuevo a mí, y mordió su labio, sus dientes blancos
contra su piel caramelo.
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Sus ojos chocolate se dirigieron a Jake tendido en el suelo.
―¡Cassidy! ―gritó la otra mujer ya que Sophia seguía sin dejarla ir―.
¿Estás bien?
La voz de su amiga penetró la miedosa mirada de Cassidy.
Ella suspiró y asintió. La chica estiró su mano y yo agarré su mano
temblorosa. Los dedos de Cassidy se sentían como delgados y frágiles
témpanos contra la gruesa cicatriz incrustada en mi palma. Levanté a la chica
de un tirón. Ella me miró con comprensible cautela, así que mantuve mis
movimientos lentos y pequeños, sin querer asustarla.
―Estoy bien, Eva ―dijo Cassidy
conmocionada, es todo.
en voz baja―. Sólo un poco
Sophia soltó a la otra mujer, y yo di un paso atrás.
Eva se adelantó y tomó a su amiga en un fuerte abrazo.
Cassidy envolvió sus brazos alrededor de la otra mujer, y las dos se
balancearon hacia atrás y adelante en el medio del restaurante.
Me acerqué a Sophia, que miraba a las dos mujeres con una expresión
plana en su pálido rostro.
―Amistad. ¿No es una cosa hermosa? ―bromeé.
―Hmph ―volvió a gruñir Sophia.
Pero las comisuras de los labios de la enana gótica se curvaron en una
pequeña sonrisa.
Las dos chicas se abrazaron un minuto más antes de que Eva sacara un
teléfono celular de sus vaqueros.
―Tú llama a la policía ―le dijo a su amiga Eva―. Tengo que avisarle a
Owen que estoy bien. Ya sabes cómo es. Se asustará cuando se entere de esto.
Cassidy asintió en un comprensivo acuerdo y sacó su teléfono de sus
propios vaqueros. Las dos mujeres comenzaron a marcar números, en lugar de
pedirme a mí, la dueña del restaurante, que lo hiciera por ellas. No es de
extrañar. Si querías a la policía, los llamabas tú mismo. Ciertamente no
dependías de la bondad de los extraños para hacerlo. No en Ashland.
Sophia volvió a la estufa para ver sus frijoles cocinándose. Eva hablaba en
voz baja con alguien en su teléfono.
Cassidy terminó su llamada al 911 y se hundió en la silla más cercana.
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No es el tipo de atención que quería atraer sobre mí misma, incluso si
estaba retirada. Nada que pudiera hacer al respecto ahora, sin embargo.
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Fruncí el ceño. Policías. Justo lo que necesitaba. Algunos de los mejores de
Ashland consiguiendo un vistazo de mí, la antigua asesina, una enana gótica a
la que le gustaba disponer de cadáveres en su tiempo libre, y los dos chicos que
habíamos despachado fácilmente.
La chica miró a Jake en el suelo; luego sus ojos marrones se posaron en el
cuchillo ensangrentado. Su labio inferior tembló, sus ojos se volvieron
brillantes, y sus manos temblaron. Tratando de contener las lágrimas. Otra cosa
que había tenido que hacer, una vez.
Me acerqué al mostrador y recogí un plato de vidrio para pastel lleno de
las galletas Selva Negra que había horneado esta mañana.
―Aquí. ―Quité la tapa y le extendí el plato―. Ten una galleta. Tienen un
montón de azúcar, mantequilla y chocolate. Te ayudará con los temblores
Cassidy me dio con una débil sonrisa, tomó una de las delicias de
chocolate, y mordió el brebaje. El amargo chocolate se derritió en su boca, y sus
ojos se iluminaron con placer en lugar de la preocupación.
Eva terminó su llamada y se sentó al lado de su amiga.
Sus manos no temblaron cuando cerró su teléfono, y miró a Jake con una
expresión pensativa. La única señal de que algo le había pasado a Eva era una
roncha roja en la mejilla, donde su cara había golpeado contra el suelo.
La chica tenía una cabeza fría sobre los hombros y un firme control sobre
sus emociones. Eso no significaba que no estallaría más tarde.
Extendí el plato hacia ella.
―Tú también.
Eva tomó una galleta, la partió en dos, y metió la mitad de ella en su boca.
No es tímida, tampoco.
También arranqué uno de los deliciosos dulces de chocolate de la pila.
No porque tuviera nervios temblorosos, sino porque eran
condenadamente buenas galletas. Las había hecho yo misma, y era tan buena
cocinera como había sido una asesina.
Miré a los dos hombres en el suelo inconscientes.
Lance yacía despatarrado junto a una de las cabinas donde Sophia lo había
abandonado. Sangre continuaba goteando de los cortes en la garganta y la sien
de Jake, manchando el suelo de color marrón oxidado.
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Cogí otra galleta del plato y lo observé sangrar.
2
Traducido por Flochi y Rihano
Un par de oficiales de patrulla uniformados aparecieron veinte minutos
después. Tarde, como siempre. Si realmente los hubiésemos necesitado, nuestro
cuerpos estarían poniéndose fríos y pegajosos en el suelo. Los policías entraron
disparados por la puerta principal y se detuvieron, sorprendidos por la
tranquila escena.
Eva y Cassidy se sentaban en su cabina original. Cassidy masticaba su
cuarta galleta y le daba un trago a la leche que le había dado. Eva apoyó un
codo sobre la mesa, sosteniendo su cabeza con la mano. Con la mano libre,
metódicamente rompía una galleta y se la comía lentamente, trocito a trocito.
Parecía que finalmente se veía envuelta por la conmoción.
En el fogón, Sophia sirvió frijoles cocidos en un frasco para llevar a su
hermana mayor, Jo-Jo. Yo estaba sentada en mi taburete de siempre detrás de la
caja registradora, comiendo mi tercera galleta y leyendo sobre Odiseo cegando
al cíclope.
El primer policía era de mi estatura, un metro setenta y tres más o menos,
un sujeto hispano enjuto con piel castaña y una pelambrera de rizos iguales que
escapaban del gorro bajo el que los había metido. Pecas oscuras salpicaban sus
mejillas como nueces de nogal.
Había sacado el arma y la tenía contra su pierna.
Xavier me reconoció e inclinó la cabeza en mi dirección. Devolví el gesto.
Xavier no tenía su arma afuera. No lo necesitaba. Los gigantes podían
recibir un par de balas en el pecho antes de caer, y un golpe bien colocado de
sus puños quebraría el cuello de cualquiera. Sin embargo, era extraño que
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No me había dado cuenta que era un miembro de la fuerza policial
también.
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En contraste, el otro oficial tenía cerca de unos dos metros trece de alto,
con una cabeza rapada tan grande como un melón y puños del tamaño de
jamones a juego. Su piel era tan negra que brillaba, como azabache pulido. Así
eran sus ojos también. Su nombre era Xavier. Lo había visto trabajar como un
gorila en Northern Aggression, un club nocturno de moda que había tenido la
ocasión de visitar hace poco.
trabajara como policía. La mayoría de los gigantes en Ashland se empleaban
como seguridad privada. Mejor paga, incluso si era igual de peligroso.
―Recibimos una llamada sobre un robo ―dijo el primer policía.
Su voz fue alta y aguda, como una sierra eléctrica.
―Sí. Esos sujetos entraron e intentaron robarme. Ese ―señalé a Jack―,
entró a la tienda y les dijo a todos que se quedaran quietos. Cuando comencé a
abrir la caja registradora para él, agarró a una de las chicas y llevó un cuchillo a
su garganta. Es un elemental de Fuego. Puso llamas en su cuchillo y casi quemó
a la chica con este. Pero por suerte, mi cocinera y yo fuimos capaces de someter
a ambos.
Los policías miraron a los dos hombres, luego a mí, luego a Sophia, y
finalmente a las chicas.
―¿Es así como sucedió? ―preguntó el policía bajo.
Eva y Cassidy asintieron. Sophia gruñó estando de acuerdo.
―Así es exactamente como sucedió ―dije.
El policía bajo se enfocó en Lance.
―¿Y el otro tipo de allá?
―Su compañero intentó calmarlo. No funcionó.
El policía miró a los dos hombres allí, luego me miró de vuelta.
―¿Y tú les hiciste eso? ¿Con eso? ¿Un bate de béisbol?
―No ―contesté―. Sólo me hice cargo del primero, el grande. Mi cocinera
se hizo cargo del otro. Ninguna de nosotras tuvo un arma.
Con su gran fuerza, Sophia no necesitaba un arma más que el gigante. Y
yo no pensé que fuera necesario mencionar los cinco cuchillos de plata
escondidos en este momento en mi cuerpo. O los otros ubicados
estratégicamente a través del restaurante. O el hecho de que podía simplemente
haber formado un carámbano con mi magia de Hielo y cortado la garganta de
Jake con ella. O incluso usado mi otro poder de elemental de Piedra para
colapsar el restaurante entero sobre su cabeza.
El policía bajito soltó un silbido bajo.
Los dos hombres estaban comenzando a volver en sí. Lance se meció hacia
atrás y adelante en el suelo, sosteniendo su estómago, como si eso disminuyera
el dolor en donde Sophia lo había golpeado. Jack yacía boca arriba y parpadeó
hacia el techo como si realmente no estuviera viéndolo.
Página
No respondí. Él podía ver exactamente lo equivocados que habían estado
por las salpicaduras de sangre en el suelo.
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―Escogieron el lugar equivocado para robar, ¿no?
El policía gigante, Xavier, alargó la mano, recogió a Lance por el cogote
con una mano, y chasqueó un par de esposas de plata en él con la otra.
―Tú, quédate quieto.
Lance estaba muy ocupado intentando no vomitar para hacer algo
estúpido, como correr. Xavier se agachó en una rodilla y comenzó a repetir el
proceso de las esposas con Jake. Se le quedó mirando a la cara. Xavier frunció el
ceño, luego me miró con sus ojos negros.
―¿Sabes de quién se trata? ―masculló.
―No, ¿debería?
El gigante asintió.
―Sí, Jake McAllister.
Mis ojos grises se entrecerraron.
―¿McAllister? ¿Como Jonah McAllister? ¿El abogado?
―Precisamente ―murmuró Xavier―. Este Jack es su hijo. Es la tercera vez
que ha estado en problemas desde Halloween.
Los inicios de un dolor de cabeza latieron detrás de mis ojos. Jonah
McAllister era el abogado más caro y exitoso. Un carismático empresario que
podía hacer parecer al más violento, irredimible, sociópata criminal como una
colegiala inocentona, y hacer que el jurado llorara de compasión mientras lo
hacía. A McAllister no le importaba si las personas eran culpables o no, siempre
que pudieran pagarle sus astronómicos honorarios.
Pero incluso más problemático era el hecho que Jonah McAllister también
era el asesor personal de Mab Monroe. Ashland podía tener toda la parafernalia
municipal de cualquier otra ciudad. Policía y bomberos, un ayuntamiento, un
alcalde.
Ser un elemental significaba que Mab podía crear, controlar y manipular el
fuego de cualquier manera que se le antojara. Pero Mab Monroe tenía mucho
más poder del que Jake McAllister haya alguna vez soñado. Se rumoreaba que
Mab tenía más magia, más poder crudo, que cualquier elemental nacido en los
Página
Mab tenía dinero, pero su verdadero poder provenía del hecho de que era
una elemental de Fuego, al igual que Jake McAllister.
19
Pero Mab Monroe era quien verdaderamente dirigía la ciudad, además de
su propio imperio lucrativo como mafia. Para la mayoría de las personas, Mab
era la mujer de negocios más rica de la ciudad, quien generosamente,
desinteresadamente, usaba su riqueza para ayudar a los menos afortunados.
Pero aquellos de nosotros que nos movíamos en el lado sombrío de la vida,
sabíamos que Mab hacía de todo, desde ordenar secuestros, a sobornar oficiales
del gobierno, a asesinar a cualquier que se metiera en su camino.
últimos quinientos años. Dado su dominio sobre la ciudad, y posición como
reina en el bajo mundo de Ashland, no se trataba tanto de un rumor sino de un
hecho comúnmente conocido.
Cualquiera que fuese en contra de Mab Monroe moría en poco tiempo.
Jonah McAllister era más que simplemente el abogado de Mab, él era uno
de sus lugartenientes principales, junto con Elliott Slater, el gigante que
manejaba la seguridad de Mab y brutalmente le cumplía los deseos. El trabajo
de McAllister era lidiar con cualquiera que desafiara a Mab por medios legales.
Enterrarlos en suficiente papeleo y burocracia para ahogar a un elefante para
que se dieran por vencidos inmediatamente o fueran obligados a eso cuando
fueran a la quiebra intentando pagar a sus propios abogados.
No, Jonah McAllister no se pondría contento de que haya golpeado a su
hijo. Él, y por extensión, Mab Monroe, podrían causarme problemas, problemas
que no eran tan fáciles de solucionar ahora que yo era simplemente Gin Blanco
y ya no tenía más mi segundo trabajo como la asesina Araña.
―¿Está segura que quiere presentar cargos? ―preguntó Xavier―. La
mayor parte de las personas no quieren, luego de saber quién es su papi.
Miré fijamente a Jake, que seguía parpadeando en dirección al techo.
Mi mirada se deslizó hacia Cassidy, que estaba ocupada mirando sus
zapatos. Ella había escuchado la pregunta de Xavier, y supo lo que el nombre
McAllister quería decir como yo también. Cassidy pensaba que me iba a
retractar, y no quería verme decirles a los policías que soltaran a Jake.
Después de unos pocos segundos, abrí mis palmas y flexioné los dedos,
haciendo que la tensión se fuera de ellos.
Me volví a concentrar en Jake McAllister, recordando la manera mordaz y
taimada en que me había mirado. Doscientos dólares o no, había estado listo
Página
Los recuerdos de mi hermanita pequeña, Bria, y la horrible noche en que
nuestra madre y hermana mayor, Annabella, habían sido asesinadas, nadó en el
fondo de mi mente, un tiburón negro alzándose a la superficie. El recuerdo
hundió sus dientes dentados y fríos en mi corazón. Fuego, tortura, destrucción,
muerte. Todo eso y más había sucedido en esa única, y fatídica noche hace
diecisiete años. Mis manos se cerraron en puños flojos, ocultando las cicatrices
de la runa de araña que habían sido quemadas en mis palmas, cicatrices que
eran un recuerdo constante de mi familia perdida.
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La imagen de las llamas naranjas rojizas lamiendo la esbelta garganta de
Cassidy parpadeó delante de mis ojos, junto con su rostro manchado de
lágrimas. Recordándome otro lugar, otro tiempo, otra chica desesperada para
que la salvara, que la convenciera que iba a estar bien, incluso si yo sabía que no
iba a ser así. Que nunca volvería a estar bien.
para matarme y a todos los demás en el restaurante por nada más que
adrenalina. Maldita fuera si iba a dejar que se saliera con la suya.
―Maldito sea quien sea su padre ―dije―. Casi rajó la garganta de la
chica. Voy a presentar cargos.
Xavier se encogió de hombros.
―Tu elección. Sólo no esperes ganar algo con ello.
Cerró las esposas de plata alrededor de las muñecas de Jack y jaló al
elemental de Fuego para que se pusiera de pie. El movimiento abrupto sacó a
Jake de su trance de parpadeos, y miró por encima de su hombro al policía,
luego a mí. Le tomó unos pocos segundos para que la realidad de la situación
penetrara en su duro cráneo.
―¿Llamaste a la policía? ¡Vas a pagar por esto, perra! ―gritó Jake.
Cargó hacia delante, intentando liberarse de Xavier y llegar hasta mí. Pero
Xavier lo detuvo fácilmente con una mano.
Era difícil liberarse del agarre de un gigante.
Pero en vez de quedarme donde estaba, le di vuelta al mostrador y me
acerqué a Jake. Esta vez, dejé que viese lo fríos, apagados y duros que eran
realmente mis ojos grises.
―Tú eres quien va a pagar cuando papi descubra que estás robando
restaurantes, o que lo intentas. Pobre trabajo el que hiciste, en todos los
sentidos.
―¡Perra! ―volvió a gritar―. ¡Vas a morir por esto! ¿Me escuchas? ¡Estás
muerta!
Jake volvió a arremeter hacia adelante, pero el policía gigante lo tiró hacia
atrás por la nuca, para nada gentil.
Xavier me guiñó un ojo, y sonreí. Estaba empezando a gustarme Xavier.
Tendría que deslizarle un billete de cien o dos, la siguiente ocasión que lo viera
trabajando en la puerta de Northern Aggression.
Detective Donovan Caine.
Página
Xavier empujó a Jake McAllister y su amigo Lance a través de la puerta
principal y hacia la parte posterior de una patrulla esperando. El otro policía, el
hombre bajo, tomó las declaraciones de Cassidy y Eva. Acababa de terminar de
hablar con las chicas cuando la puerta principal del Pork Pit se abrió y otro
policía entró. Un hombre hispano alto con corto cabello negro, piel color bronce
y ojos del color del whisky ahumado.
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―Vamos, Jake ―masculló Xavier―. Vayamos a la patrulla para que
puedas llamar al viejo para que venga a pagar tu fianza.
La mayoría de los policías en Ashland podrían ser conocidos por su apatía
y avaricia, pero Donovan Caine era una rara excepción a la regla. Luchaba
contra la corrupción rampante, sobornos y pagos que la mayor parte de la
fuerza policial tomaba para mirar a otro lado y en realidad trataba de atrapar a
los criminales. Y el detective, realmente, creía en toda esa cosa sensiblera de
proteger y servir.
Mi camino se había cruzado por primera vez con el de Caine hace varios
meses cuando yo había asesinado a Cliff Ingles, su compañero corrupto.
Además de obligar a entregar dinero y favores sexuales de prostitutas vampiro
mientras él estaba de servicio, Ingles había violado y golpeado con saña a una
de las hijas adolescentes de las prostitutas.
Incluso entre la escoria en Ashland, Cliff Ingles había sido un príncipe
real, y yo lo había acabado gratis. Mi propio tipo de servicio público.
Donovan Caine no había sabido lo sucio que era su pareja y se obsesionó
con atrapar al asesino de Cliff Ingles, yo. Por supuesto, el rastro se había
enfriado, ya que yo no era nada más que profesional, pero eso no había evitado
que Caine mantuviera el caso vivo e indagara en busca de información cada
pocas semanas.
Entonces nuestros caminos se habían cruzado una vez más, y en persona,
hace dos meses, cuando había sido incriminada por el asesinato de un
denunciante corporativo llamado Gordon Giles.
Algunas personas desagradables pensaron que el detective tenía
información que podría implicarlos en la posterior intriga y encubrimiento, y
habían estado golpeándolo cuando yo había aparecido y acabado con ellos.
Después de eso, Donovan Caine había unido, a regañadientes, fuerzas conmigo
para encontrar al verdadero asesino.
Sólo había visto al detective una vez desde entonces, en el funeral de mi
mentor, Fletcher Lane. Caine había venido a ofrecer sus condolencias y a
Página
Aun así, la atracción entre nosotros había sido intensa, y el sexo
apresurado que habíamos tenido en un armario de suministros había sido
fantástico.
22
Durante el curso de nuestra investigación, habíamos tenido una ardiente
cita de una noche, bueno, más como una cita ardiente de una hora, hace un par
de meses, pero nada desde entonces. La mentalidad de chico explorador del
detective era un punto de fricción entre nosotros. Encontraba su moral
admirable, aunque poco práctica, en una ciudad tan sucia, violenta y corrupta
como Ashland. Él encontraba mi falta de principios morales y cero
remordimientos, para todas las cosas sangrientas que yo había hecho en mi
antigua profesión, molestos, por decir lo menos.
revisarme. Yo lo había besado allí mismo, en el cementerio. Después, él se había
alejado de mí como un conejo asustado.
Y no había visto ni hablado con el detective desde entonces. Pensaba
mucho en él, sin embargo. Más de lo que yo quería.
Y ahora él estaba aquí en mi tugurio, en mi pequeño rincón de la ciudad.
Donovan Caine sintió mi mirada y levantó la cabeza.
Nuestros ojos se encontraron, dorado sobre gris. Mi pecho se apretó, y el
calor familiar inundó mis venas, empozándose en mi estómago antes de
hundirse más bajo. Miré el abrigo azul marino del detective.
El tejido de lana envolvía sus hombros e insinuaba debajo su cuerpo
delgado y duro. Recordé la sensación de ese cuerpo duro. Su boca apretada
contra la mía, nuestras lenguas estrellándose juntas. Las manos arañando la
ropa del otro.
El crujiente y limpio aroma de él llenando mi nariz. La forma en que había
murmurado mi nombre una y otra vez como una maldición, o la respuesta a
una oración, mientras había empujado en mí, rápido, duro y profundo. Mmm.
El policía bajo me vio mirando al detective. Se acercó, le murmuró algo a
Caine, y señaló con la cabeza en mi dirección. Probablemente señalándome
como la propietaria y principal testigo. La mayoría de las mujeres, la mayoría
de las amantes dejadas atrás, se habrían adelantado y exigido saber qué estaba
haciendo Donovan Caine aquí.
Por qué no había siquiera llamado. En cambio, incliné un codo contra el
mostrador y permanecí indiferente, a pesar de que mi estómago se apretó a la
vista de él.
La paciencia era una de mis virtudes. Siempre lo había sido. El detective
vendría a mí pronto.
Menos de un minuto después, Caine terminó su tranquila conversación
con el otro policía y caminó en mi dirección.
Se detuvo a casi medio metro de distancia, sus ojos dorados fijándose en
mi delantal azul manchado de grasa, vaqueros gastados y camiseta manga
larga. Dos tomates escarlata adornaban la parte superior del algodón negro.
―Gin.
Página
Nos quedamos allí parados mirándonos el uno al otro. Una invisible
corriente eléctrica tarareaba entre nosotros, disparando chispas de deseo
caliente en todas direcciones. Respiré. El limpio y jabonoso aroma del detective
llenó mi nariz, dominando al comino, la pimienta roja y otras especias en el aire.
Donovan miró hacia otro lado y se aclaró la garganta.
23
―Detective.
Él sacudió su cabeza, y lo seguí hasta el otro lado del restaurante, fuera del
alcance del oído de todos los demás.
―¿Quieres decirme qué pasó? ―preguntó en voz baja.
―¿Quieres decirme por qué estás aquí? ―repliqué―. Los detectives no
suelen venir por robos en el Southtown, especialmente aquellos que son
frustrados.
Donovan se me quedó mirando.
―Correcto. Le pedí a despacho que me dejara saber si había incidentes en
el Pork Pit.
―¿Por qué? ¿Temeroso que se me podría ocurrir matar gente en mi lugar
de trabajo? No debes haber recibido la nota, pero me he retirado, detective.
Sus cejas negras se juntaron con sorpresa.
―¿Retirado?
Asentí.
―Retirado. Ahora me paso los días aquí en el Pork Pit sirviendo la mejor
barbacoa, ensalada de col, y té helado de mora en Ashland.
Alguna emoción brilló en sus ojos ámbar. Podría haber sido alivio o
incluso esperanza, pero se había ido antes de que pudiera descifrarlo.
―Bueno, bien por ti, supongo.
Me encogí de hombros. Mi renuncia al negocio de asesina no era buena o
mala. Fletcher Lane había estado detrás de mí para que me retirara por meses
antes de su asesinato. Después de su muerte, había decidido honrar el último
deseo del anciano. Nada más, nada menos. Pero a medida que mis ojos se
deslizaron por el cuerpo de Donovan Caine, no pude evitar preguntarme si mi
revelación sería suficiente para tener al detective de nuevo en mi cama. Desde
luego, no podía hacer daño.
Donovan sacó un bolígrafo y una libreta del bolsillo de su cadera.
―Así que dime al respecto.
―Fácilmente ―estuve de acuerdo―. Pero una de las chicas estaba en el
suelo junto a mí.
―¿Y no querías que te viera hacerlo?
Me encogí de hombros.
Página
―¿Por qué no los mataste? ―preguntó en voz baja―. Ambos sabemos
que podrías haberlo hecho.
24
Recapitulé los acontecimientos de la última hora. Después que terminé,
Caine se quedó inmóvil, su pluma congelada sobre su bloc de notas, girando
sobre algo en su mente. Luego levantó sus ojos dorados hacia mí.
―Los testigos son malos, detective. Te he dicho eso antes.
Él resopló.
―Y yo aquí que pensaba que estabas desarrollando un corazón.
La decepción matizaba sus palabras. Ignoré la nostalgia que el sonido
agitaba en mí.
―Oh, siempre he tenido un corazón, detective ―respondí en un tono
alegre―. Sólo que no dejo que me impida hacer lo que necesita ser hecho. Eso
sería débil, y yo no soy débil. No lo he sido en mucho tiempo.
―No, débil es una cosa que definitivamente no eres. ―Donovan me
miró―. Puede ser que te retiraras, pero realmente no has cambiado en absoluto,
¿verdad, Gin?
―Eso depende de tu definición de cambio. ¿Estoy de repente yendo a
transformarme en una mamá de fútbol o un corazón sangrante que permite que
las personas caminen sobre ella? No, y no quiero. Pero he reevaluado mi vida,
mis prioridades, y he decidido cambiarlas en consecuencia. Habiendo dicho
eso, si alguien me empuja, viene a mí como esos dos payasos hicieron, voy a
empujar en respuesta, tres veces más duro. Ser una asesina ha sido mi forma de
vida desde que tenía trece años, detective. No voy a olvidar lo que hice durante
los últimos diecisiete años sólo porque no voy a hacerlo nunca más.
―Ya veo.
Esta vez, la decepción fue tan aguda como uno de los cuchillos de plata
ocultos en mis mangas. Donovan Caine todavía me quería, pero él quería que
su conciencia estuviera clara al respecto también. Yo no era la única que tenía
que cambiar.
Caine aclaró su garganta.
―¿Sabes quién es el chico rubio?
―Jake McAllister. El más querido y más cercano familiar de Jonah
McAllister. El policía gigante me lo dijo, entonces me preguntó si todavía quería
presentar cargos.
―Si lo hace, yo me encargaré de la manera en que siempre lo hago. Con
rapidez. Eficientemente. Permanentemente.
Página
―¿Xavier? Él es un buen tipo. Probablemente pensó que te estaba
haciendo un favor, permitiéndote saber sobre el chico y sus conexiones. Porque
a Jonah McAllister no le va a gustar esto. Podría causarte un montón de
problemas.
25
Donovan miró al policía, quien podía ser visto parado en la acera a través
de los escaparates frontales.
―¿De la forma en que siempre lo haces? Pensé que estabas tratando de
cambiar.
―Lo estoy ―le contesté―. Pero basura blanca sigue siendo basura blanca,
detective. Nadie viene a mi restaurante, trata de secuestrar el lugar, y amenaza
a mis clientes. No me importa quién es su papá.
Nos miramos el uno al otro. No por primera vez, deseaba arrastrar al
detective cerca, empujar sus labios a los míos y ver si el sexo sería tan caliente y
duro y bueno como lo había sido antes. Sin duda, tendríamos más espacio para
maniobrar en una de las mesas de lo que habíamos tenido en el armario de
suministros. Mmm.
Pero yo no iba a dar el primer paso. Había hecho eso antes. Si el detective
me quería, podría hacérmelo saber.
Pero no lo hizo.
En cambio, Donovan Caine me miró fijamente, sus ojos trazando mis
rasgos, como si estuviera memorizándolos. Como si estuviera planeando nunca
verme de nuevo. Tal vez no lo iba a hacer.
La idea hizo que mi estómago se retorciera, pero mantuve mi cara
calmada y sin expresión. No había sobrevivido tanto tiempo llevando mi
corazón expuesto. No planeaba hacerlo ahora. Ni siquiera por él.
Finalmente, Donovan tendió su mano. La tomé. Sus dedos se sentían
duros, fuertes, capaces contra los míos, y el calor de él calentó todo mi cuerpo.
Donovan dejó caer mi mano como si esta lo quemara. Tal vez lo hacía,
quererme tanto, la mujer que había matado a su compañero.
Había oído al detective decir una vez que no jodías con el asesino de tu
compañero. Pero él lo había hecho, dos veces, y lo disfrutó. Y todavía se odiaba
a sí mismo por eso.
―Ten cuidado, Gin.
―Tú también, detective. Tú también.
Página
26
Donovan Caine asintió hacia mí por última vez. Luego el detective giró
sobre sus talones y salió por la puerta, dejando mi tugurio y corazón un poco
más vacío y más frío de lo que habían estado antes.
3
Traducido por Gemma.Santolaria y AnnaTheBrave
Apenas pasó un minuto antes de que la puerta principal se abriera una
vez más, haciendo sonar el timbre de la campana. Miré hacia arriba,
preguntándome si el detective había cambiado de opinión acerca de, bueno,
nada.
Todo.
Pero el hombre que entró al Pork Pit no fue Donovan Caine u otro policía.
Su traje era demasiado bueno para eso. La tela negra cubría sus hombros,
destacando una figura que era compacta, robusta y fuerte. Dada su estructura
corporal, habría pensado en él como un enano.
Pero su uno ochenta y cinco, era demasiado alto para eso. Tenía una
espesa mata de cabello de un brillante negro azulado, mientras que sus ojos
eran de un violeta claro. Una blanca cicatriz delgada cortaba en diagonal su
barbilla. Compensando la inclinación de su torcida nariz.
Esas eran las dos únicas fallas en sus rasgos cincelados, que de algún
modo agregaban aún más carácter a su rostro, en lugar de empeorar su buena
apariencia.
Tenía una impresionante figura.
contundente. Alguien que exigía atención.
Llamativo,
confiado,
agresivo,
Alguien que valía la pena ver. Especialmente desde que resultaba
vagamente familiar para mí.
―Eva ―dijo con una voz que retumbó como un trueno―. ¿Estás bien?
Eva subió la cremallera de su mochila.
Página
Pero el hombre entró solo. Sus claros ojos recorrieron el interior del
restaurante, haciendo una pausa en las manchas de sangre del suelo. Después
de un momento, su mirada se movió y se paró en las dos chicas, que estaban
recogiendo sus libros para irse.
27
Medio esperaba un par de guardias gigantes siguiendo al hombre dentro
del Pork Pit. La mayoría de la gente rica en Ashland empleaba al menos un par,
y este hombre era definitivamente rico, a juzgar por su elegante traje y su
comportamiento confiado.
―Estoy bien, Owen.
El hombre se movió para estar a su lado. Caminaba con rigidez pero con
propósito, como una excavadora haciéndose paso a través de los dientes del
león.
―Dime lo que pasó.
―Dije que estaba bien ―repitió con voz irritada, como si hubieran tenido
esta discusión muchas veces antes―. También te dije que no había ninguna
necesidad de que vinieras aquí. Nunca me escuchas.
―Soy tu hermano mayor ―dijo―. Se supone que tengo que cuidar de ti.
¿Hermano mayor? Sí, podía ver eso. Eva tenía la misma coloración como
el hombre treintañero. Cabello negro azulado, ojos claros, piel lechosa. La hacía
hermosa. A él también, de un modo frío.
―Ahora, dime lo que pasó ―exigió el hombre de nuevo.
Eva rodó los ojos y lanzó un recuento sobre el intento de robo. Mientras
hablaba, el hombre cruzó los brazos sobre su pecho. Sus bíceps se hincharon
con el movimiento, y comenzó a tocar con un dedo el codo opuesto.
A pesar de los movimientos, estaba totalmente centrado en su hermana,
como si fuera la cosa más importante en el mundo para él. Tal vez lo era. Se
quedó mirando la roncha roja en su mejilla, y sus manos se cerraron en puños.
Tuve la clara sensación de que le encantaría tener un poco de tiempo a solas con
Jake McAllister.
Cuando Eva terminó su historia, su hermano mayor volvió su atención
hacia mí. Por primera vez, sentí la fuerza de su mirada. Aguda, astuta,
calculadora. Como mirarme a los ojos. Él se adelantó y tendió su mano.
―Owen Grayson.
Bueno, los golpes sólo seguían llegando. Primero, Jake McAllister decidió
honrar mi restaurante con su presencia, y ahora Owen Grayson había venido a
recoger a su hermana.
Definitivamente alguien que valía la pena ver.
―Gin Blanco.
―¿Gin?
Página
Tenía sus dedos en un montón de pasteles para hacer dinero. Con su
suave traje y las características cinceladas, Grayson no tenía la ostentosa y
mortal luminosidad en su cara de Mab Monroe, quien disfrutaba hacer alarde
de su condición de chica de oro de la ciudad. Aun así, conocía el poder cuando
lo veía, elemental o cualquier otro. Y Owen Grayson tenía un montón.
28
Había oído hablar de él, por supuesto. Grayson era uno de los empresarios
más ricos de la ciudad. Minería, madera, fabricación de metal.
―Igual que el licor ―bromeé.
Los ojos de Owen Grayson brillaron ante mi tono irónico, pero aun así
puse mi mano en la suya. Los dedos de Grayson se cerraron alrededor de mi
piel como gruesas cuerdas de kudzu. Duro, resistente y casi indestructible.
Puede que no fuera un enano, pero tenía que haber un poco de sangre en sus
venas. Era el único modo de explicar este tipo de agarre. Grayson miró a sus
manos entrelazadas y frunció el ceño, como si lo hubiera sorprendido
estáticamente o algo así. Tal vez lo había hecho, porque sentí un breve pinchazo
en mi palma.
La sensación se desvaneció, y apreté mi propio agarre, sólo para
demostrarle que no me intimidaba fácilmente. Una pequeña sonrisa tiró de sus
labios, como si encontrara divertida mi demostración de fuerza. Le di una
mirada fría. La hostilidad debe haber aparecido en mis ojos grises porque Owen
Grayson me dejó ir primero.
Eva Grayson observó el intercambió con interés. También lo hacía su
amiga Cassidy. Sophia Deveraux ya se había retirado a la parte posterior del
Pork Pit para comenzar a cerrar el restaurante por la noche.
Owen Grayson me miró un momento más antes de volver a su hermana.
―Por lo menos, esta noche se ha probado mi punto sobre Southtown. A
partir de ahora, alguien va a estar contigo en horario escolar.
Eva rodó los ojos de nuevo. Parecía como algo que hacía a menudo
cuando su hermano mayor estaba alrededor.
―No. No más guardaespaldas. Tengo diecinueve años, Owen. Estoy en la
universidad. Puedo cuidarme a mí misma.
―¿Cómo hiciste esta noche? ―respondió.
―Esta noche fue un momento rarísimo, y tú lo sabes ―replicó ella―. No
voy a dejar que lo uses como una excusa. Además, estaba perfectamente a salvo
en todo momento.
―Ese moretón en la mejilla me dice lo contrario.
Los pálidos ojos de Owen recorrieron mi cuerpo. Probablemente
preguntándose cómo había tenido la fuerza, las bolas, o la pura suerte de hacer
eso.
Página
―¿Quieres que tenga un guardaespaldas? Entonces contrátala. ―La chica
dirigió su dedo hacia mí―. Porque ella sacó al elemental de Fuego como si
fuera nada. Y cocina.
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Owen fulminó con su mirada a su hermana, pero la hostil mirada se
deslizó como el agua. Parecía como algo que ella ignoraba un montón. En
cambio, Eva le dio una mirada tranquila y calculadora.
Había tomado una gran cantidad de trabajos sucios en mi tiempo, ¿pero
ser un guardaespaldas para una chica universitaria? Podría haberme retirado
de ser una asesina, pero no me había vuelto loca.
―Lo siento. Mi tarjeta de baile está completa.
Owen asintió.
―A pesar de la oferta de empleo, salvaste la vida de mi hermana. Te lo
debo. Dime tu precio.
Mi turno para rodar mis ojos.
―No quiero tu dinero, y no lo necesito.
Su mirada violeta se movió alrededor del restaurante, tomando las difusas
huellas de cerdo del suelo y las mesas y sillas muy gastadas. Incredulidad llenó
sus rasgos, pero fue lo suficientemente caballero sureño como para no llamarme
mentirosa en la cara. Poco sabía él que estaba diciendo la verdad. Había ganado
mucho dinero ―mucho dinero― de mis trabajos de asesina a lo largo de los
años, y Fletcher me había dejado un legado excepcionalmente sano en su
testamento. Podría sangrar en billetes de cien durante años, incluso décadas, y
no me dolería ni un poco.
Pero en vez de ofrecerme su dinero de nuevo, Owen metió su mano en su
traje y sacó una pequeña tarjeta blanca. La tomé de él. Junto con su nombre y su
número de teléfono celular, un martillo estaba estampado en la hoja de plata de
la tarjeta. La runa de Grayson. Un grande y pesado martillo, que simboliza la
fuerza, el poder, el trabajo duro.
―Si alguna vez necesitas algo, por favor, no dudes en llamar, día o noche
―dijo.
Mi dedo trazó la runa del martillo y memoricé su número. Puede que no
fuera una cosa mala tener a alguien como Owen Grayson debiéndome un favor.
Además, Finnegan Lane, mi hermano de crianza y socio general de la
delincuencia, me mataría si lo rechazaba.
―Está bien.
Bloqueamos nuestras miradas. Frías, calculadoras y astutas en ambos
lados. Grayson inclinó su cabeza hacia mí. Yo hice lo mismo, y teníamos un
acuerdo.
Mantuvo la puerta abierta para ellas, y se dirigieron hacia fuera.
Owen Grayson hizo una pausa, mirando por encima del hombro.
El empresario se me quedó mirando un momento antes de salir a la oscura
noche.
Página
―Vamos chicas. Hora de irse.
30
Owen se volvió hacia las dos mujeres.
Cerré la puerta tras ellos tres y volví la señal a Cerrado. Apenas eran
pasadas las siete, pero no íbamos a tener más clientes esta noche.
Estando cerca de Southtown, la gente podía oler la violencia mejor que los
sabuesos. Además, no tenía ganas de fregar la sangre de Jake McAllister
todavía.
Fui a la parte de atrás y le di las buenas noches a Sophia.
La enana gótica gruñó, recogió su jarra de cristal Mason llena de frijoles
del horno, y salió por la puerta de atrás para ir a casa de su hermana, Jo-Jo.
Después de asegurarme que las estufas, la freidora francesa, y las luces estaban
apagadas, la seguí hacia el callejón que había detrás del restaurante.
Me paré en las sombras negras al lado de uno de los contenedores de
basura, mirando, escuchando, buscando. Pero nada se movía en la fría y
silenciosa noche, ni siquiera las ratas ni los gatos callejeros en busca de basura.
Aun así, rocé los dedos contra el duro ladrillo del restaurante, usando mi magia
elemental para escuchar la piedra.
Por unos minutos, de todos modos. Los tipos como Jake McAllister
siempre pensaban que eran más duros de lo que realmente eran.
Página
Aun así, miré y escuché un momento más, buscando por la forma
reveladora de un medio gigante o algún parpadeo de fuego en las sombras.
Pero Jake McAllister no me esperaba. Papá probablemente lo estaba rescatando
de la cárcel en este momento. McAllister estaría aquí tarde o temprano, sin
embargo. Había conseguido lo mejor de él, y él lo sabía. No estaría satisfecho
hasta que me devolviera el favor. Tenía la esperanza de que lo intentara. Podría
aliviar algo del aburrimiento que se había apoderado de mí estos dos últimos
meses desde mi jubilación.
31
El murmullo lento del ladrillo era uno silenciado, tapado con satisfacción,
del modo en que los estómagos y las arterias de los clientes del Pork Pit se
sentían después de comer un grueso sándwich de barbacoa jugosa y caliente.
Con el tiempo, las emociones, los sentimientos, y las acciones se hundían en la
tierra y sobretodo en la piedra, donde podían persistir indefinidamente hasta
que otra cosa, alguna otra acción viniera a añadirse, cambiarlas o dominarlas.
Mi magia elemental de Piedra me permitía sentir estas vibraciones, analizarlas e
interpretarlas e incluso cambiarlas si quería. Pero el breve toque de violencia
que había sucedido antes en esta noche no había durado lo suficiente ni había
sido lo bastante brutal como para que el ladrillo lo recogiera permanentemente
en sus vibraciones. Bien.
Satisfecha de que el elemental de Fuego no iba a venir a dispararme esta
noche, dejé caer mi mano del frío ladrillo y me dirigí a casa. Caminé tres
bloques en la llovizna, cortando a través de callejones, y doblando hacia atrás
cinco veces antes de estar segura que nadie me seguía. Claro, era una asesina
retirada, pero eso no significaba que no había gente por ahí que no quisiera
verme muerta.
Como la Araña, había matado mi parte de hombres y mujeres poderosas a
través de los últimos años, y no iba a tomar ningún riesgo por seguridad,
retirada o no.
Veinte minutos más tarde, recuperé mi auto ―un robusto Benz de plata
que me había comprado recientemente― de un garaje de estacionamiento cerca
del restaurante y me dirigí hacia el lugar de Fletcher.
El tráfico era escaso en las calles del centro que rodeaban el Pork Pit. Los
banqueros, los hombres de negocios, y otros tiburones corporativos habían
huido hace tiempo de los delgados rascacielos de la ciudad a la comodidad de
sus elegantes casas en Northtown.
Sus secretarios y el personal subalterno vivían en los barrios que se
agrupaban alrededor del corazón de la ciudad, mientras que los conserjes,
camareros y otros trabajadores serviles tenían sus casas en lar ásperas calles de
Southtown.
Página
Mientras Southtown parecía el pozo en el fondo de una taza de café,
Northtown era el merengue batido en la parte superior de un pastel de
chocolate. Había que tener dinero para vivir en Northtown. Un montón de ello,
para permitirse una mansión al estilo plantación. Conexiones y un linaje que
remontara a cientos de años no estorbaban tampoco. Pero a pesar de su esmalte,
la gente en Northtown no era mejor que los de Southtown. Todos ellos eran
peligrosos. La única diferencia era que la gente de Northtown te serviría té y
sándwiches de pepino antes de que te jodieran.
32
La ciudad de Ashland estaba repartida en tres estados, Tennessee, Virginia
y Carolina del Norte. Las fronteras oficiales podrían haber mostrado que es una
ciudad cohesionada, pero la zona está realmente dividida en dos secciones
distinguidas, Northtown y Southtown. Vestigios de los días de la Guerra Civil,
que nunca se habían desvanecido. Los extensos confines circulares del centro de
la ciudad unían las dos mitades de la ciudad, pero tenían poca semejanza entre
sí. Los trabajadores pobres y de cuellos azules poblaban Southtown, junto con
las prostitutas vampiros, los pandilleros, los drogadictos, y todas las otras
formas de paletos y basura blanca. La mayoría de ellos vivían en deterioradas
casas adosadas y en unidades de vivienda pública que parecían refugios
atómicos. El Pork Pit estaba cerca de la frontera de Southtown.
Las ratas callejeras de Southtown eran mucho más eficientes. Ellos
cortarían tu garganta, tomarían tu billetera y estarían listos para hacérselo a
alguien más antes de que siquiera tocarás el suelo del callejón.
Me tomó veinte minutos caminar desde el distrito del centro hacia las
afuera de los suburbios al noroeste de la ciudad. Conduje por barrios privados
con nombres cursis como Davis Square y Peachtree Acres y finalmente volví a
un camino de tierra lleno de baches que terminaba en una de las cordilleras que
cortaban a través de la ciudad.
Monté sobre los bultos y protuberancias en el camino, ya acostumbrada a
la sensación del golpeteo de los dientes para ahora. A Fletcher Lane le había
gustado su privacidad, y por eso su casa estaba junto a un acantilado tan
empinado que ni una cabra de montaña podría subir por él.
Conduje el auto a través de los esqueléticos restos de árboles que
flaqueaban lo que pasara por el camino de entrada. Subí por una colina y la casa
apareció a mi vista.
Además de dejarme el Pork Pit en su última voluntad y testamento,
Fletcher Lane también me había legado su casa, una estructura de tablas de
madera de tres pisos que había sido construida antes de la Guerra Civil. Se
habían hecho varias mejoras y adiciones a la casa en los últimos años, ninguna
de las cuales combinaba. Piedra gris, arcilla roja, ladrillo marrón. Todo eso y
mucho más se podían ver en la casa, junto con un techo de lámina, persianas
negras y aleros azules. Todo esto me recordaba a un alfiletero en el que alguien
había pegado una variedad de implementos al azar, sin pensar si realmente
iban bien juntos o no.
Estacioné el Benz y pasé los ojos sobre lo que pude ver del patio. Se
extendía un centenar de metros delante de la casa antes de caer lejos en una
serie de acantilados. Más allá de la caída, los Montes Apalaches alrededor eran
manchas de carbón en un cielo nocturno cubierto con un manto de estrellas de
diamantes y la corona reluciente de una media luna. Gran vista, especialmente
por la noche.
Los sonidos de los árboles, el viento y pequeños y escurridizos animales
corrían través de las piedras. Suave y reconfortantes murmullos tan familiar
para mí como una canción de cuna. No hay visitantes hoy. No esperaba
ninguno, pero nunca se pierde nada verificando dos veces. Había sobrevivido
Página
Para un observador casual, probablemente me veía como si estuviera
atando mis zapatos. Habrías tenido que prestar mucha atención para ver el
destello de magia en mis ojos grises o darse cuenta que tenía mis manos
presionadas contra la grava fría y húmeda de la calzada.
33
Salí del auto y me agaché detrás del Benz, manteniéndolo entre mi
persona y la casa extensa.
tanto tiempo, a pesar de todas las probabilidades increíbles y los riesgos de mi
antigua profesión, no iba a conseguir que me mataran porque había cometido
un error de novato, como no verificar la grava antes de que entrar en la casa de
Fletcher.
Una vez que me había asegurado que todo estaba como debería estar, cogí
mi bolso y me dirigí a la casa. Pero antes de deslizar mi llave en la cerradura de
la puerta delantera, llevé los dedos contra la piedra que la enmarcaba y
componía.
Profundo y rico granito negro tan duro y sólido que un gigante tendría un
momento difícil al aporrearlo. Venas delgadas de plata brillaban en el granito,
añadiendo su belleza oscura. Pero el metal mágico tenía otro propósito además
de la mera decoración. La plata podría absorber cualquier tipo de magia
elemental que venía a su camino ―Piedra, Aire, Fuego o Hielo― así como los
derivados de los elementos. En lugar de ser verdaderos elementales y ser
capaces de aprovechar uno de los cuatro grandes, como se les llamaba, algunas
personas estaban dotadas en otras áreas, como el metal, el agua, la electricidad,
o incluso ácido.
Independientemente, la plata en la puerta absorbería un poco de poder si
alguien decide usar la magia para forzar la entrada. Había gastado una fortuna
instalando el granito aquí y en otros lugares estratégicos en toda la casa, pero
valía la pena asegurarse que era seguro.
Ayudaba a dormir más fácil.
El zumbido del granito era bajo y silenciado, al igual que la gravilla en la
calzada. Nadie había estado cerca de la puerta todo el día. Bien. Había tenido
suficientes emociones ya.
Abrí la puerta y entré. Dada su construcción inusual, el interior de la casa
se parecía a una madriguera de conejo. Habitaciones pequeñas, pasillos cortos,
espacios impares aquí y allá y abriéndose en áreas completamente nuevas.
Cuando vivía aquí de niña, tenía que dibujarme a mí misma un mapa sólo para
llegar desde mi habitación en el segundo piso hasta la puerta principal y
viceversa. Tiré mis llaves hacia un tazón junto a la puerta, me quité las botas, y
me dirigí hacia la parte posterior de la casa, donde estaba la cocina.
Página
El anciano había recogido un montón de cosas en su tiempo en esta tierra.
Muebles, platos, herramientas, raros pedazos de metal, madera, vidrio. No
había tenido el corazón para limpiar nada de eso todavía. El aire calmado olía
ligeramente a él, como azúcar, especias y vinagre arremolinados juntos.
34
Fletcher Lane había vivido en esta casa setenta y siete años. Había nacido
aquí, y probablemente habría muerto aquí, si no hubiera sido asesinado por un
elemental de Aire.
Sin embargo, la cocina, la cocina era mía. Siempre lo había sido, desde el
momento en que me había mudado cuando era una adolescente sin hogar hasta
cuando había establecido mi residencia de nuevo hacía varias semanas después
del funeral de Fletcher. Entré y encendí la luz.
La cocina era una de las habitaciones más grandes de la casa, y una isla
larga y delgada la dividía de una pequeña sala que contenía un televisor, pilas
de libros, un sofá, y un par de sillones reclinables. Ollas de cobre y sartenes
colgaban de un estante de metal sobre la isla. Una estufa nueva de alta gama,
un frigorífico y un congelador flanqueaban la mitad de la pared del fondo,
mientras que una serie de ventanales tomaba el otro lado. Varios bloques de
carnicero llenos de cuchillos de plata también poblaban la cocina. En la isla. En
el mostrador. En el estante de la especia. Detrás del horno de microondas.
Nunca tenías demasiados cuchillos por ahí si amabas cocinar como yo, o fueras
una ex asesina.
Me serví un vaso de limonada, luego envolví la mano alrededor del vaso y
me concentré, tratando de alcanzar el profundo poder frío dentro de mí.
Además de ser una elemental de Piedra, también tenía el raro talento de poder
manipular a otro elemento, Hielo. Mi magia de Hielo era mucho más débil, sin
embargo. Todo lo que realmente podía hacer con ella eran pequeñas formas,
como cubos o fichas. Un cuchillo, cuando surgía la necesidad. Pero a menudo
las pequeñas cosas te salvan. Una lección que había aprendido al luchar contra
Alexis James hace unas semanas. La elemental de Aire me habría matado, me
habría desollado viva con su magia, si yo no hubiese formado un témpano
irregular con mi poder y le hubiese cortado la garganta.
Busqué mi fría magia de Hielo, y un momento después, pequeños cristales
de hielo en forma de copo de nieve se extendían por mi palma y dedos. Estaban
helados por el lado del vidrio, se arqueaban sobre el labio, y corrían hacia abajo
en la limonada. Entonces sostuve mi mano con la palma hacia arriba y alcancé
mi magia de nuevo.
Los tres primeros dibujos representaban una serie de runas, los símbolos
de mi familia muerta. Un copo de nieve, la runa de la familia Snow, y mi
madre, el símbolo de Eira, que representaba la calma helada. Una enredadera
de hiedra que se encrespa para mi hermana mayor, Annabella, en
Página
Tomé mi limonada hasta el fondo, dejándome caer en uno de los sillones,
y puse mis pies con calcetines sobre la mesa de café llena de cicatrices. Como
siempre, mis ojos se movieron a una serie de dibujos enmarcados apoyados en
la repisa de la chimenea. Tres dibujos a lápiz que había hecho para una de mis
clases de la universidad y otro, más reciente.
35
Una luz fría color plata brilló allí, centrada en la cicatriz de la runa de
araña incrustada en mi palma. Después de un momento, la luz se fundió en un
par de cubitos de hielo, que cayeron en mi bebida.
representación de la elegancia. Una delicada prímula intrincada para mi
hermana menor, Bria, que simboliza la belleza.
La cuarta runa tenía la forma de un cerdo sosteniendo un plato de comida.
Una representación exacta de la señal de neón multicolor que colgaba sobre la
entrada del Pork Pit. No era una runa, no realmente, pero lo había dibujado en
honor de Fletcher Lane. El Pork Pit había sido mi hogar durante los últimos
diecisiete años, desde el asesinato de mi madre y mi hermana mayor. Este y
Fletcher eran uno y lo mismo para mí.
Sostuve mi limonada en un brindis silencioso a las runas, a la familia que
había perdido hace mucho tiempo, y a Fletcher, cuya muerte era todavía una
dolorosa herida abierta en mi pecho.
Pero los dibujos en el mantel no eran las únicas runas que se encontraban
en la casa. Tenía una runa también. Dos de ellas, en mi carne.
Dejé mi limonada, estiré las palmas de mis manos, y miré las cicatrices de
plata que decoraban mi piel. Un pequeño círculo rodeado por ocho rayos
delgados, uno a cada lado. Mi runa, que representa a una araña, el símbolo de
la paciencia.
La runa había sido una vez un medallón, un encanto inocente ensartado
en una cadena de plata; hasta que la elemental de Fuego que había asesinado a
mi familia me había torturado grabando la runa entre mis manos y haciendo
que me aferrara al metal mientras ella lo sobrecalentaba. La plata finalmente se
había derretido en mis manos, marcando con la runa para siempre.
Marcándome como la Araña en más de un sentido.
Y no era la única que no podía olvidar el pasado.
Me incliné hacia delante, cogí una gruesa carpeta de la mesa de café, y
arranqué una imagen de archivo. Una mujer me miró. Una hermosa criatura,
con el cabello rubio, ojos azules aciano, y la piel de color de rosa. Pero sus ojos
eran fríos y duros, con la boca apretada en la cara que le restaba valor a sus
rasgos delicados. Una runa colgaba de una cadena alrededor de su cuello. Una
prímula. El símbolo de la belleza.
Pero Fletcher Lane me había enviado un regalo final desde la tumba, la
foto de Bria. La prueba de que todavía estaba viva en algún lugar en el mundo.
La imagen era la única cosa buena en la carpeta. El resto era sobre el asesinato
de mi familia. Los informes policiales, fotos de la autopsia, y todas las
Página
Durante diecisiete años, había pensado que Bria había muerto esa noche,
junto con nuestra madre y hermana mayor. Pensé que había sido aplastada por
las piedras que caían de nuestra casa en llamas. Que yo había causado su
muerte al usar mi magia de Piedra al derrumbar la casa con el fin de tratar de
escapar de mis torturadores y salvarla.
36
Bria. Mi hermana menor.
especulaciones que habían seguido el brutal e inesperado asesinato de la familia
Snow.
―¿Por qué lo hiciste, Fletcher? ―murmuré―. ¿Por qué dejarme la
información sobre mi familia? ¿Sobre sus asesinatos? ¿Por qué la foto de Bria?
¿Dónde está ella? ¿Cómo la encontraste? ¿Cuándo ibas a decirme sobre ella?
Silencio.
Fletcher se había ido donde no podía interrogarlo, y nunca iba a volver.
Todo lo que quedaba era esta carpeta de información horripilante y una sola
imagen de Bria, ninguno de los cuales había ayudado a localizar a mi
hermanita.
Pero la foto de Bria no había sido la única sorpresa en la carpeta. También
había un trozo de papel con un nombre en él. Mab Monroe, escrito y subrayado
dos veces en la escritura apretada de Fletcher. Eso era todo lo que había en el
papel. Todavía no sé porqué Fletcher había escrito su nombre y lo había puesto
en el interior con el resto de la información. ¿Fue Mab Monroe la elemental de
Fuego que había matado a mi madre y a mi hermana mayor? Si era así, ¿por
qué? ¿Por qué lo había hecho?
Mab Monroe podría ser poderosa, pero también se había ganado mucho
enemigos a través de los años. Antes, cuando todavía había estado trabajando
como la asesina Araña, Fletcher había recibido varias solicitudes al año de
personas que querían que ella fuese eliminada.
Ambos estábamos de acuerdo que era una tarea imposible, que Mab tenía
demasiada gente a su alrededor, que era demasiado fuerte en su magia para ser
derribados en silencio por una sola persona. Pero eso no había hecho que
Fletcher dejara de recopilar toda la información que podía sobre la elementa de
Fuego, sus secuaces, y su organización. Siempre me había parecido que Fletcher
Lane tenía algún interés secreto en querer a Mab Monroe muerta. Un deseo que
nunca había sido capaz de averiguar, a menos que tuviera algo que ver
conmigo y con el asesinato de mi familia.
Luego suspiré.
El anciano había recopilado la información sobre el asesinato de mi familia
por una razón. Sólo que no me había dicho cuál era antes de haber sido
asesinado. No era su culpa que yo no fuera lo suficientemente inteligente como
Página
Mis movimientos bruscos sacudieron los dibujos enmarcados en la repisa
de la chimenea. El dibujo de Fletcher, el del cartel del cerdo sobre el Pork Pit, se
deslizó hacia abajo. Lo miré por un momento.
37
Todo era un gran círculo de especulación. No sabía las respuestas de nada,
y había estado volviéndome loca tratando de descifrarlos. Frustrada y
disgustada, una vez más, tiré la carpeta y la imagen de Bria abajo en la mesa de
café y me puse de pie.
para entenderlo, o para encontrar a Bria. Algo que no estaba muy segura de
querer hacer. Había tardado años para poner el asesinato de mi familia detrás
de mí. No sabía si quería desenterrar el pasado de nuevo, o de cómo Bria
reaccionaría cuando me viera y se enterara de lo que había estado haciendo
todos estos años.
Pero nada iba a resolverse esta noche. No esta noche, tal vez jamás.
Preocuparse no me ayudaría a desentrañar los misterios que Fletcher Lane
había dejado atrás.
Página
38
Suspirando, me acerqué y pasé los dedos sobre cada uno de los cuatro
dibujos, empujando el marco torcido de Fletcher de nuevo hacia su posición
correcta. Entonces me di la vuelta y me dirigí al baño para lavarme la grasa, la
suciedad y la sangre del día.
4
Traducido por Minia16 y Mariandrys
―Voy a matar a esta persona ―dije con frialdad―. Lentamente.
Dolorosamente. Haré que duela de verdad. Haré que lo sienta.
Estampé la edición matinal del Ashland Trumpet contra el espacio vacío
que había al lado de la caja registradora.
Ahí estaba, al principio de la sección B. Una historia que detallaba el
intento de robo de anoche en el Pork Pit, junto con una imagen de archivo del
exterior del restaurante. El titular rezaba “Dueña y cocinera frustran atraco a
restaurante” y se extendía por toda la maldita página en una letra de tamaño
cuarenta y cinco.
Respiré hondo, pero la grasa y las especias que condimentaban el aire de
la cocina matutina no me calmaron del modo en que solían hacerlo. Volví a fijar
la mirada en el periódico, preguntándome cómo había podido ser tan
descuidada como para que el Pork Pit reluciera por toda la portada.
La publicidad era algo que no necesitaba. Lo último que necesitaba. No
había anunciado mis servicios cuando había estado trabajando como asesina, y
desde luego que no quería transmitir mi paradero ahora que estaba retirada. No
es que alguien tuviera alguna razón para sospechar que Gin Blanco, dueña de
un restaurante y universitaria a tiempo parcial, era en realidad la famosa
asesina la Araña. Pero aun así me preocupaba.
La paranoia era buena. Me había mantenido viva hasta ahora. No había
ninguna razón para abandonarla ahora.
Página
Fulminé con la mirada a Finnegan Lane, que estaba sentado en un
taburete enfrente de mí, bebiéndose una taza de café de achicoria. Finnegan se
veía tal como el banquero estafador y de habla tranquila que era. El traje gris a
medida le sentaba bien a su firme complexión, junto con un abrigo de lana a
juego. Su camisa hecha a medida y almidonada iluminaba sus ojos, que eran del
suave verde de una botella de refresco. Su cabello de color nuez se rizaba sobre
el cuello de su abrigo. Sus abundantes rizos tenían un aspecto sexy, estiloso y
39
―Venga, Gin. No es para tanto. ―Una profunda voz masculina
interrumpió mis pensamientos―. Al menos te puso como heroína en lugar de
villana. ¿Con qué frecuencia ocurre eso?
revuelto que le había llevado conseguir a Finn al menos diez minutos, dos
espejos y varios chorros de producto.
Además de ser un hombre adinerado, Finnegan Lane también era el hijo
de mi mentor, Fletcher. Finn era como un hermano para mí y una de las pocas
personas en las que confiaba desde el asesinato del anciano. Finn era también
ahora mi encargado, a falta de una palabra mejor. No le gustaba mi decisión de
retirarme, ya que le privaba de su lucrativa tasa del quince por ciento como
encargado, pero entendía porqué lo había hecho. Que estaba honrando los
deseos de Fletcher. Además, Finn tenía suficientes planes poco legales para
mantenerse ocupado… cuando no estaba por ahí follándose a todo lo que
llevara minifalda o asistiendo a una función de la alta sociedad y codeándose
con sus clientes que eran todavía más retorcidos, deshonestos y peligrosos que
él.
―Además ―continuó Finn en tono escueto―. No puedes matar al
reportero. Nadie lo quiere muerto, ergo, no hay nadie que te pague tu bastante
cuantiosa tasa. Recuerda lo que dijo papá: nunca trabajes por nada.
Finn le dio otro trago a su café. Respiré hondo, dejando que los apetitosos
aromas de la cafeína llenaran mis pulmones. Fletcher había bebido el mismo
café de achicoria cuando estaba vivo, y el familiar olor a tostado me
reconfortaba más que un cálido abrazo. Finn tenía razón. No podía matar al
reportero por hacer su trabajo. Sin importar cuántos problemas me acabara de
causar con su historia.
―De acuerdo, pues no lo mataré ―dije―. ¿Y si lo llevas a la quiebra? ¿Si
le reclamas la hipoteca o algo así?
―Hipotecas ―bufó Finn―. Para dar y regalar en esta ciudad, son de poca
monta y no valen la pena el esfuerzo.
Se terminó el resto del café y fijó la mirada en mí.
―¿Qué hay del niño, el ladrón en potencia? ¿Sabías que era el hijo de
Jonah McAllister cuando le rompiste la muñeca y le amenazaste con rajarlo de
la ingle a la garganta?
Página
Finn giró en su taburete y miró el resto del restaurante. Justo antes del
mediodía de un martes. A pesar de las nubes grises y el tiempo frío y lluvioso
que había fuera, debería haber tenido al menos veinte clientes llegando para
ahora, y más entrando a cada minuto, todos ansiosos por comerse su barbacoa,
y el teléfono sonando libremente con órdenes para llevar. En cambio, una única
mujer se acurrucaba en el reservado de la parte de atrás del restaurante, oculta
de la vista de las ventanas de la fachada. Una joven que parecía tener dieciocho
años, diecinueve como mucho.
40
―Era más una promesa que una amenaza. ―Me encogí de hombros―. Y
no. No me importó entonces quién era su padre y no me importa ahora.
No había nadie más sentado en la barra o en los reservados.
No había ni una persona fuera mirando a través del escaparate, y nadie
había llamado para pedir comida para llevar. Ni siquiera mis clientes habituales
de los martes. Demonios, nadie aparte de la chica había venido en toda la
mañana, ni siquiera el cartero. Se había limitado a deslizar las facturas del día a
través del hueco del buzón y se había apresurado hacia la siguiente parada en
su ruta como si esta fuera una casa de leprosos.
―Y te preguntas porqué no tienes ningún cliente ―murmuró Finn―.
Jonah McAllister ha corrido la voz que eres persona non grata. Y estoy seguro
que la historia del periódico tampoco ayudó mucho. Nadie quiere comer en un
sitio donde puede que todavía no hayan limpiado la sangre.
―¿Qué se piensa McAllister que va a hacer? ―pregunté―. No puede
mantener a la gente alejada para siempre. La comida es demasiado buena.
Incluso si pudiera, aun así no me moriría de hambre.
―Gracias a mis años de sabio consejo financiero y habilidades estelares de
inversión ―afirmó Finn no tan humildemente.
Puse los ojos en blanco.
―Sí, gracias a tus habilidades. Si Jonah McAllister piensa que un par de
días de mal negocio van a intimidarme para que retire los cargos contra el
perdedor de su hijo, entonces necesita pensar un poco más.
―Jonah McAllister no sabe con quién está tratando ―respondió Finn―. Si
supiera que tú eras la asesina la Araña, probablemente se limitaría a contratar a
un par de los gigantes de Mab Monroe para intentar matarte antes de que
pudieras testificar contra su hijo.
―Antigua asesina ―corregí―. Y deja que Jonah McAllister envíe a
algunos de sus imbéciles contra mí. Ambos sabemos exactamente cómo
acabaría eso.
Fin resopló.
―Sí, con su sangre en el suelo del restaurante.
Sonreí.
―Venga. Tienes que admitir que hago un buen trabajo.
Página
Al igual que yo, Finnegan Lane estaba firmemente arraigado al lado
sombrío de la vida, con unos principios que se doblaban más fácilmente que la
hierba mojada. Normativas bancarias, mujeres casadas, leyes de indecencia
pública. Finn jodía con lo que fuera y con quien fuera que pudiera sin que lo
41
―Un trabajo mortal, tal vez. Sabes lo que siento por la palabra buen. ―Se
estremeció.
atraparan. Incluso cuando pasaba, siempre encontraba una manera de escapar
de cualquier lioso triángulo amoroso en el que se encontrara en ese momento.
Finn era más escurridizo que la grasa en una sartén caliente. Prefería
atacar los problemas dando rodeos, lo cual normalmente incluía subirse el
pantalón mientras escapaba de cualquier marido armado que le pisara los
talones.
¿Yo? Enfrentaba mis problemas directamente… y a punta de cuchillo. Otra
razón por la que Fletcher Lane me había entrenado a mí para ser la asesina y no
a su hijo, aunque Finn era dos años mayor que yo.
Finn alzó su taza vacía y soltó un silbido bajo entre los dientes. Un
momento después, Sophia entró por las puertas dobles que conducían a la parte
de atrás del restaurante.
La enana aferraba una maltratada cafetera plateada entre sus dedos
pequeños y regordetes. Esa que siempre mantenía caliente para Finn.
Para Fletcher también, antes de que muriera. Una vez más, Sophia vestía
su usual atuendo gótico: vaqueros negros, una camiseta, y botas negras. Hoy
llevaba colgando corazones de plata de su collar de cuero negro. Hacían un
sonido metálico, como de címbalos, al chocar mientras caminaba.
―¿Sophia? ¿Bastante, por favor? ―Finn sonrió y tendió su copa vacía.
La enana gótica gruñó, pero las esquinas de sus labios, carmesí, se
crisparon hacia arriba en una pequeña sonrisa.
Finnegan Lane podía encandilar a cualquier mujer en la que se fijara, y
disfrutaba practicando sus habilidades con cada hembra en un radio de seis
metros. Joven, anciana, preciosa, desdentada.
Eso no le importaba mucho a Finn. Disfrutaba interpretando el papel de
anticuado y encantador caballero sureño con cualquier público que tuviera a
mano. Ni siquiera la arisca y dura Sophia Deveraux era inmune a su sonrisa de
don juan.
Las camareras estarían apiñadas detrás de la barra, esperando a que
Sophia y yo cocináramos su último pedido. Pero hoy sólo estábamos las dos.
Había enviado al resto del personal a casa con paga, después de que fuera
evidente que no las iba a necesitar para encargarse del Pork Pit.
Página
Finn dirigió sus ojos verdes a Sophia mientras bebía su nueva taza de café.
Sophia le dirigió otra sonrisa minúscula, y luego fue hacia el fregadero doble,
donde estaba escurriendo macarrones para hacer una ensalada. Normalmente,
durante la hora punta de la comida no había espacio para moverse o para girar
por aquí.
42
Por otro lado, había tenido treinta y dos años para desgastarla.
―¿Qué hay de Owen Grayson? ―preguntó Finn finalmente entre sorbos
de su humeante café―. ¿Cómo vas a cobrar ese favor?
La visita de Grayson no había llegado al artículo del periódico, pero se lo
había mencionado anoche a Finn cuando le había llamado para contarle lo del
intento de robo en el Pork Pit. Se había emocionado más porque Owen Grayson
me debiera un favor que por el hecho de que Sophia y yo hubiéramos frustrado
los planes de los potenciales ladrones.
―No lo voy a hacer ―dije―. Le habría hecho lo mismo a Jake McAllister
y a su amigo si una pareja de indigentes hubieran estado comiendo aquí en
lugar de Eva Grayson. Salvarla de morir no cambia nada para mí.
Finn sacudió su cabeza.
―Gin, Gin, Gin. Realmente necesitas aprender a tomar ventaja de estas
oportunidades de oro cuando se presentan ante ti.
―¿Y cuál sería esa oportunidad de oro?
Me dio una mirada calculadora.
―He tenido negocios con Owen Grayson antes. Él es profundamente
devoto a su hermana. Sus padres murieron jóvenes, y la crio él mismo. Un
verdadero hombre de familia. Imagino que podrías pedirle la luna ahora
mismo, y encontraría una manera de entregártela.
―Buena cosa no querer la luna, entonces.
―Pero… ―comenzó Finn.
―Olvídalo ―dije―. No le pediré nada a Owen Grayson. Todo lo que
quiero hacer es cocinar la salsa de barbacoa de Fletcher, dirigir el restaurante,
mantener bajo perfil, y asegurarme que Jake McAllister reciba lo que se merece.
―Incluso con tu testimonio, el testimonio de las chicas, nunca se llegará a
un juicio ―señaló Finn―. Jonah McAllister se asegurará de que su muchacho
no pase ni un día en la prisión, no importa lo que tenga que hacer para
conseguir esa hazaña.
―¿Y qué tal si le cobro a Owen Grayson el favor que me debe?
―pregunté―. Sabes, ¿tomar ventaja de esta oportunidad de oro que tengo?
¿Pedirle que me ayude a mantener los cargos?
Página
―Entonces estarías desperdiciando tu favor, y lo sabes. Incluso si
consigues que Owen Grayson te respalde, Jake McAllister, aun así, nunca vería
el interior de un calabozo. Porque Jonah trabaja para Mab Monroe. Inclusive
alguien como Grayson pensaría dos veces el cruzarse con Mab, especialmente
cuando tiene a su hermana por la cual velar. Imagino que a Owen le gustaría
43
Finn resopló.
ayudarla a terminar de crecer y no morir una muerte brutal y llena de torturas
en las manos de Mab o de uno de sus gigantes lacayos.
―Lo sé. Pero sigue siendo un agradable pensamiento. La idea de Jake
McAllister siendo la perra del patio de la prisión de alguien me pone caliente.
Finn bufó.
―Estás profundamente perturbada.
Sonreí.
―Y esa es la razón por la que me amas.
Finn resopló otra vez, luego hizo ojitos hacia Sophia para conseguir otra
recarga de su café de achicoria. Luego de que la enana lo llenase, Finn metió su
nariz en la sección de economía del Ashland Trumpet. Incliné mis codos en el
mostrador, miré la foto del periódico del Pork Pit, y medité sobre mi publicidad
no deseada. Tal vez el reportero podría tener un pequeño accidente. Algo
doloroso, pero no prontamente letal…
Una sombra cayó sobre mí, bloqueando mi luz.
―Ahem. ―Un sonido pequeño y educado.
Alcé mi mirada. Mi único cliente del día, la chica, estaba de pie enfrente de
mí. Mis ojos inmediatamente volaron hacia los platos en su mesa, de la forma
en que siempre lo hacían. Me gustaba saber que mis clientes disfrutaban sus
comidas, y no había mejor prueba de ello que un plato vacío.
Pero comida todavía cubría los platos de la chica. Apenas había tocado su
emparedado de queso a la parrilla, carne asada en tiras, y batido de triple
chocolate. Una pena, la verdad. Porque con el pan de masa fermentada de
Sophia, preparaba el mejor emparedado de queso a la parrilla de Ashland. ¿Y
los batidos? El cielo para su paladar.
La chica se aclaró la garganta otra vez y sacó el papel donde le había
escrito su orden.
―¿Hubo algo malo con la comida? ―pregunté―. Porque parece que no
comiste mucha de ella.
Página
Fruncí el ceño. Todo el mundo tiene hambre en el Pork Pit. Ningún
verdadero sureño podría resistirse a la combinación de especias, grasa, y
manteca obstruye-arterias en el aire. Pero la chica no podía ser una yankee. No
con ese suave acento que hacía que su voz exudara cual cálidas conservas. Lo
más probable, pensó que había algo malo en cuanto a la comida, considerando
que nadie más había sido lo suficientemente valiente para venir y comerla hoy.
Nunca he conocido a Jonah McAllister, pero ya despreciaba al hombre.
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―Oh, estuvo bien. ―Se meció sobre sus pies―. Supongo que solo no
estaba tan hambrienta como pensé que estaba.
Calculé el total.
―Serían $7.97.
La chica escavó en su billetera y me entregó una tarjeta de crédito. Levanté
una ceja.
―Lo siento ―balbuceó―. No tengo dinero encima.
Miré el nombre sobre la tarjeta. Violet Fox. Deslicé la tarjeta por la máquina
y le pasé a la chica el pedazo de papel a firmar. Su letra cursiva era un
descabellado y femenino remolino.
Metí el pedazo de papel debajo de la esquina de la vieja caja registradora y
le di mi sonrisa estándar de por favor-regresen-luego.
―Ten un buen día.
Luego me volví hacia el periódico.
Pero la chica no se movió. Solo se quedó de pie ahí enfrente de la
registradora, como si quisiese decir algo más pero no sabía cómo preguntar.
Decidí dejarla retorcerse por ignorar mi emparedado de queso a la parrilla.
Diez… veinte…
Conté los segundos en mi cabeza. Treinta… cuarenta…
―Um, esto podría sonar extraño, pero, ¿hay algún señor viejo que trabaje
aquí? ―preguntó―. ¿Tal vez en la cocina o algo?
Fletcher. Ella estaba preguntando por Fletcher. No del todo inusual.
El viejo y el Pork Pit habían sido una institución en la ciudad de Ashland
por más de cincuenta años. Fletcher Lane había muerto hacía dos meses ahora,
y la gente todavía venía y preguntaba por él. Dónde estaba. Cómo estaba.
Cuándo regresaría. Miré fijamente a la copia de Donde el helecho crece rojo que
adornaba la pared junto a la caja registradora. Fletcher había estado leyendo el
libro cuando había muerto, y la sangre del viejo había convertido las hojas del
libro a un marrón oxidado.
―No ―dije con voz queda―. El viejo ya no está más aquí.
―¿Estás segura? ―persistió―. Podría… él podría hacerse llamar algo. El
Hombre de Hojalata, creo.
Página
Cada asesino tiene un apodo, un nombre discreto que utiliza para prestar
sus servicios y tal vez darles a los clientes potenciales una pista de cómo operan
o matan a sus víctimas. Hombre de Hojalata había sido el nombre de Fletcher
porque nunca había dejado que su corazón, sus emociones, se entrometieran
con un trabajo. Pero una vez me tomó bajo su ala y comenzó a entrenarme para
ser una asesina, el viejo había cortado sus propios trabajos y eventualmente
45
El Hombre de Hojalata. Eso captó mi atención. Suficiente para hacerme
palpar uno de mis cuchillos de plata escondido en mi manga.
retirado por completo del negocio. Nadie había preguntado por el Hombre de
Hojalata en un largo, largo tiempo.
Excepto por esta chica.
Por primera vez, realmente la miré. Chica probablemente no era el término
correcto para ella. Con sus grandes senos, amplias caderas, y trasero curvado,
era toda una mujer. Todavía joven, sin embargo. Dieciocho, tal vez diecinueve
años. Probablemente pensaba que era diez kilos más pesada, pero el peso
adicional redondeaba su rostro y llenaba su pecho.
Anteojos negros cuadrados le daban un ligero aire inteligente. Su cabello
rubio arenoso era corto, y la lluvia afuera lo había convertido en una montaña
esponjosa. Sus ojos marrones oscuros y piel de color pacana susurraban de
alguna herencia hispana o tal vez incluso Nativa Americana. Los Cheroqui
todavía habitaban las montañas alrededor de Ashland, y más personas hispanas
venían a la ciudad cada verano para recoger fresas, tomates, y otros cultivos.
Una vez que la temporada de cosecha terminaba, muchos de los migrantes se
quedaban y asentaban.
Continué mi examinación. Usaba vaqueros ya gastados del uso, no de
diseñador, y un pesado suéter negro cuello de tortuga que hacia sus ojos
parecer más oscuros de lo que eran. Zapatos desgastados, una pesada chaqueta,
algunos aros de plata en sus orejas. Nada de lo que llevaba costaba más de
cincuenta dólares. Lo cual no inspiraba confianza sobre ella siendo capaz de
permitirse un asesino como el Hombre de Hojalata.
Las palabras Hombre de Hojalata había captado la atención de alguien más.
Finn observó a la chica por encima del borde de la sección de economía.
Sophia levantó la mirada del apio que había estado cortando para su ensalada
de macarrones.
―¿Hombre de Hojalata? ―pregunté―. Ese es un nombre gracioso.
La chica, Violet, forzó una sonrisa que decayó bajo mi fría mirada grisácea.
―Sí, eso fue lo que pensé también.
―No hay nadie aquí con ese nombre. Ningún viejo, tampoco.
Alguien buscando venganza. O incluso tal vez la policía.
Página
Fuera de vista debajo del mostrador, mi pulgar acarició la empuñadura
del cuchillo de plata que había palpado. Violet Fox podría parecer tan peligrosa
como un gatito mojado, pero eso no significa que no estuviese trabajando para
alguien más. Tal vez alguien que quisiese contratar al misterioso Hombre de
Hojalata.
46
Ya no.
No importaba para nada quién. Si la chica respiraba mal, iba a morir
donde estaba de pie.
Violet mordisqueó su labio inferior. Por un momento, pensé que podría
preguntarme por Fletcher otra vez. Pero luego de un segundo, sus hombros
cayeron en derrota.
―No importa ―dijo con voz cansada―. No podía haberme ayudado de
todos modos. Lamento molestarte.
Se volvió para irse. Miré a Finn, quien se encogió de hombros. Él no sabía
qué hacer con aquello tampoco. Sophia gruñó y se volvió hacia su apio.
―¿No podía haberte ayudado con qué? ―vociferé.
Curiosidad. Algo que el viejo había inculcado en mí con el pasar de los
años. Fletcher Lane había querido siempre saber todo sobre todo mundo, y me
enseñó a ser de la misma manera. Ahora era la única emoción que siempre
parecía sacar lo mejor de mí, no importa cuán fuerte trate de aplastarlo.
La chica, Violet, se volvió para mirarme.
―Oh, um, es algo personal…
Página
47
Eso fue todo lo que consiguió decir antes de que alguien comenzase a
dispararnos.
5
Traducido por Gemma.Santolaria
Una bala chocó contra uno de los escaparates.
El brusco y repentino estallido de sonido llamó la atención de la chica.
Su cabeza se volvió hacia la parte delantera del restaurante.
―¿Qué fue eso…?
Eso fue todo lo que Violeta dijo antes de que me lanzara alrededor del
mostrador y me tirara encima de ella, llevándola al suelo.
―¡Uf!
Golpeamos duro el suelo. Le saqué el aliento a la chica, pero no me
importó. Hasta que me diera cuenta de lo que ella quería con el Hombre de
Hojalata, Violet Fox tenía que seguir respirando.
No tenía que preocuparme de Finn. Al igual que yo, sabía exactamente lo
que era ese sonido particular y lo había oído demasiadas veces antes como para
ignorarlo ahora. De algún modo, él ya se había arrastrado bajo una de las
mesas, con varias sillas más protegiéndolo. Finnegan Lane tenía un excelente
sentido de auto conservación.
Sophia estaba junto al mostrador de espaldas y siguió cortando apio. Ni
siquiera miró hacia el agujero de la bala.
Las balas no la preocupaban. Los enanos eran aún más duros que los
gigantes, y Sophia podía tomar un par de balas en su espalda. Le darían en sus
largos músculos duros antes de que llegaran a algo vital. La magia elemental
era casi la única cosa que podía penetrar rápidamente la piel gruesa de un
enano. E incluso la mayoría sólo la haría enojar, en lugar de hacerle ningún
daño real.
Tres balas más impactaron en la parte delantera del restaurante.
Miré hacia arriba, tratando de juzgar de dónde venían los tiros, pero el
ángulo desde el suelo estaba mal.
Podía ver el escaparate, pero no quién o qué había más allá de estos.
Página
¡Bang! ¡Bang!
48
¡Bang!
Mis ojos se posaron en los proyectiles. Un gran calibre, probablemente un
cincuenta, por su aspecto. Y quien fuera que estuviera disparando sabía lo que
estaba haciendo. A pesar de su tamaño, las balas formaban un pequeño círculo
de alrededor del tamaño de mi puño. Disparos a matar, todos ellos.
Los cuatro misiles de metal habían agrietado y capturado el cristal del
escaparate, el que los impidió perforar a través del propio Pork Pit. Aun así, los
agudos impactos repentinos habían arruinado las ventanas. Unos patrones
macabros salían hacia fuera de las balas de plata, como si un enjambre de
arañas fuera encadenando sus telarañas a través del grueso cristal.
Sacudí una de mis mangas, y un cuchillo se deslizó en mi otra mano, el
puño descansando sobre la cicatriz de mi palma. Tenía la esperanza de que el
bastardo se cansara de disparar a través de las ventanas y decidiera entrar y
terminar el trabajo. Se llevaría una sorpresa desagradable. Una de la que no se
recuperaría.
Con cada respiración, esperaba más balas chocando contra las ventanas. O
que la puerta se abriera de golpe y alguien trajera la tormenta al interior. Jake
McAllister, muy probablemente, tratando de hacer valer su amenaza de volver
y matarme.
En su lugar… silencio.
Conté los segundos en mi cabeza. Diez… veinte… treinta… cuarenta y
cinco…
La chica se movió, tratando de salir de debajo de mí. O por lo menos
levantar su cabeza del suelo. Rodé fuera de ella para que pudiera recuperar el
aliento, pero mantuve una mano en su espalda, manteniéndola en su lugar.
―Quédate quieta ―le espeté―. Podría estar esperando a que nos
levantemos antes de disparar otro tiro.
Violet asintió y se tendió en el suelo, tomando profundas respiraciones a
través de su boca abierta.
También me di cuenta que las balas no habían golpeado el cristal
rectamente.
Página
Me levanté y examiné las balas. Calibre cincuenta en todos los sentidos,
probablemente de un rifle. No es lo que esperaba de alguien como Jake
McAllister. Me pareció más un tipo de chico de Uzi. Algo vistoso, algo
llamativo, algo que demostrara el tipo duro que era.
49
Después de que pasaran noventa segundos sin ningún otro tiro, me puse
de rodillas y miré afuera. El vidrio roto distorsionaba mi visión, pero no vi a
nadie de pie en la puerta del restaurante, pistola en mano. No había autos
parados a ralentí en la acera. Nadie corriendo por la acera.
Lo habían golpeado en un ángulo hacia abajo, lo que significaba que
habían sido disparados desde algún lugar más arriba. Hmm. Me moví a un lado
de una sección del vidrio que no se había roto por las balas y miré afuera.
Allí. Al otro lado de la calle, las cortinas se agitaban contra una ventana
abierta del segundo piso en un edificio de apartamentos.
No una señal inusual, en verano. Pero era noviembre. Cincuenta grados
fuera, con una llovizna constante de lluvia fría. Nadie en su sano juicio podría
tener la ventana abierta en un día como este a menos que tuviera una buena
razón. Como tratar de matarme.
Tenía sentido. No había oído un auto alejarse de la acera después de que
los disparos se habían hecho, y no vi ninguna marca nueva en la calle de
rozadura, lo que significaba que no había estado conduciendo. Jake McAllister
habría estado parado cuando pusiera cuatro balas en la parte delantera de mi
restaurante.
Mis ojos se centraron en la cortina aleteando. Era hora de ver si el cuco
había dejado su nido o no.
―Quédate aquí ―le dije a Finn.
―¿A dónde vas? ―preguntó Finn de debajo de la mesa.
Agarré mis cuchillos un poco más fuerte.
―A encontrar al bastardo que arruinó mis escaparates.
Normalmente, no habría ido por la puerta principal del Pork Pit. No
después de que alguien acabara de dispararle a mis ventanas.
Eso estaba pidiendo problemas, que el tirador pusiera una bala en mi
pecho cuando salí a investigar.
Pero estaba enojada, y tenía mi magia elemental.
Así que alcancé mi poder de Piedra, tirándolo por mis venas, dejando que
la magia fresca fuera por sobre mi piel. En menos de un segundo la magia había
endurecido mis dedos, el torso, los dedos de los pies, y todo lo demás,
volviendo mi cuerpo duro como una roca. Mientras me aferrara a mi magia,
mantuviera la concentración en esta, incluso mi cabello pararía una bala.
Después de otros treinta segundos, cuando no hubo más balas zumbando
por el aire, las personas que habían estado en la calle empezaron a levantar sus
cabezas lentamente.
Página
Me puse de pie junto la puerta por unos segundos, mis ojos revisando el
bloque de nuevo. Nada. Sin gente corriendo, sin automóviles estacionados, sin
el destello de luz de un visor en la ventana de enfrente.
50
Entonces abrí la puerta y salí.
Uno a uno, salieron de detrás de los autos estacionados y los buzones
metálicos tras los que se habían agachado, se pusieron de pie, y volvieron a sus
asuntos.
Desde que el pistolero no había tomado el tiro fácil que le había ofrecido,
marché a través de la calle hasta el edificio de apartamentos, una estructura
vieja con pequeñas y sucias ventanas y fachada desconchada que no se había
actualizado o renovado desde que había sido construido hace cuarenta años.
Presioné mi mano contra la piedra que enmarcaba la entrada, escuchando el
murmullo del frío ladrillo, húmedo bajo mis dedos. Un revoltijo de emociones
me saludó. Gritos infantiles de regocijo. Adultos mayores quejándose.
Murmullos preocupados y ásperos. Murmullos de inglés y español. Todo
añadido a los ruidos típicos de un edificio de apartamentos. Nada raro hasta
ahora.
Los viejos edificios a menudo carecían de una buena seguridad, y este no
era diferente. Ni siquiera había una cerradura en la puerta de vidrio para
mantener alejados a los vagabundos. La puerta daba a un pequeño pasillo con
unas escaleras desviadas a cada lado, y un ascensor al final. Me dirigí hacia las
escaleras del oeste, permaneciendo en las sombras. El edificio olía a lejía
mezclada con ajo y orina.
Alcancé el rellano del segundo piso y otro pasillo vacío. La caminata desde
el otro lado de la calle y por las escaleras había enfriado mi enojo. Mi piel podía
ser tan dura como una piedra, pero todo lo que tomaba era un momento, una
vacilación, un segundo que dejara caer mi magia para morir. Fletcher Lane me
había inculcado eso. Jake McAllister podría ser un punk, pero eso no significaba
que no pudiera tener suerte y matarme. No iba a darle esa oportunidad, así que
me detuve a escuchar y evaluar.
Tranquilo y silencioso. La mayoría de los inquilinos del edificio estaban
fuera trabajando en sus trabajos, tratando de alcanzar la suficiente cantidad de
dinero en efectivo para el alquiler del próximo mes. Mis dedos se tensaron
alrededor de los cuchillos en mis manos, y me adelante. Puesto que él no me
había disparado cuando había cruzado la calle, había una delgada posibilidad
de que Jake McAllister estuviera todavía en el apartamento. Pero continué
moviéndome cuidadosamente, silenciosamente.
Nadie vivía aquí, a juzgar por la falta de emociones y vibraciones, lo que
era probablemente la razón por la que Jake McAllister había elegido este
apartamento para disparar.
Página
Me detuve frente a la puerta pintada de beige, esperé y escuché. Más
silencio. Puse mi mano en la piedra que enmarcaba la puerta, pero su murmullo
era bajo y tranquilo.
51
Tres apartamentos de esta planta daban a la calle. Fui de puntillas más allá
de las dos primeras puertas hacia la tercera, la que yo quería.
Cerré mi mano alrededor de la perilla. El frío metal hizo cosquillas en la
runa de araña en mi palma. El pomo giró, y la puerta se abrió.
Le di un golpe a la puerta con mi bota, con cuidado para mantenerme a un
lado del marco de la puerta. Ni siquiera crujió mientras se habría. Me quedé en
el pasillo y esperé, contando los segundos en mi cabeza. Diez… veinte…
treinta… Los ruidos de los otros apartamentos más abajo por el pasillo me
alcanzaron. Una televisión a todo volumen con algunos dibujos animados. Otra
sintonizada en una telenovela. Una pareja discutiendo sobre Ralph bebiendo
demasiado y siendo despedido de su último trabajo.
Me quedé fuera tres minutos. Vacío. El apartamento estaba vacío. Si Jake
McAllister había estado dentro para ver u oír la puerta abierta, la habría ido a
investigar por ahora. La mayoría de la gente no era buena esperando. Se
movían demasiado rápido, demasiado pronto, y luego acababan muertos.
Un minuto era suficiente para poner de los nervios a la mayoría de la
gente. Tres, lo suficiente para volver a todo asesino profesional loco con
adrenalina. Incluso a mí no me gustaba esperar tres minutos para que algo
pasara. Pero había una razón por la que Fletcher me había llamado la Araña,
porque podía ser infinitamente paciente. Porque tenía esta contención interna.
Porque podía esperar esos largos y largos tres minutos, si eso significaba llegar
a mi destino, o no convertirme en una misma.
Me deslicé dentro del apartamento y cerré la puerta detrás de mí.
Era un lugar pequeño, dividido en habitaciones aún más pequeñas que me
recordaban al laberinto de una rata. Con los cuchillos en mano, me deslicé de
una habitación a la siguiente, comprobándolas con extrema precaución y
cuidado.
Vacío. El lugar estaba completamente vacío.
Página
Solté la magia de Piedra y dejé que mi piel volviera a su textura normal.
Entonces, me moví hacia la parte de atrás de la vivienda y hacia la ventana
abierta donde el tirador había estado cuando disparó al Pork Pit.
52
No había muebles, ni aparatos, ni siquiera un par de envoltorios de
comida rápida arrugados y desechados en el suelo de linóleo. Ni siquiera el olor
de nada excepto de la fría lluvia que entraba por la ventana abierta. No había
lejía, ni comida, nada. Fruncí el ceño. No era lo que esperaba. Jake McAllister no
me parecía que fuera una persona paciente, y mucho menos del tipo que
recogía después. Si el elemental de Fuego había estado aquí por algún tiempo,
debería haber alguna evidencia de ello. Latas de cerveza, cigarrillos, una botella
de refresco vacía, algunos envoltorios de caramelos. En cambio, no había nada.
Ni siquiera vi ninguna trampa para cucarachas escondidas en las esquinas.
Una vez más, no había nada. Sin vasos, sin envoltorios, ninguna prueba de
que alguien hubiera estado dentro del apartamento hoy o en cualquier
momento del pasado reciente. Miré bajo la ventana.
Incluso había controlado el cobre, recogiendo los casquillos percutidos de
las balas que había disparado. Una vez más, no era algo que cabe esperar de
alguien nervioso e imprudente como el impulsivo elemental de Fuego, Jack
McAllister.
Un ladrillo oscuro se vio en el borde de la venta, y apreté mi mano contra
este. El pedacito de piedra irregular en mi palma, y cerré mis ojos y alcancé mi
magia de nuevo, dejando que el flujo de energía fresca me atravesara,
sintonizándome con las vibraciones más pequeñas incrustadas en el ladrillo.
Nada. Sólo calma. Me concentré, yendo más y más profundo en la piedra,
hasta que se sintió como una parte de mí. Una natural extensión de mí misma
que podía examinar y analizar de la misma forma que podía con mis propias
uñas. Me sentí más tranquila… y el sentido de alguien esperando. No
particularmente aburrido, pero tampoco emocionado. Sólo esperando… por el
momento correcto para llegar. Una emoción, una acción, lo conocía tan bien.
Mi ceño se profundizó. Abrí los ojos, dejé caer mi mano, y me aparté del
ladrillo. Miré de nuevo la habitación con un ojo más crítico, poniendo todos los
hechos juntos.
No había nada en el apartamento, no había basura, ni casquillos de bala, ni
emociones, porque Jake McAllister no había estado aquí. No era lo
suficientemente inteligente, ni lo suficientemente calmado para este tipo de
acción. Este, este era el trabajo de un profesional.
Un asesino, igual que yo.
Mis ojos grises se estrecharon. Así que Jake, o más bien Jonás McAllister,
había contratado a un chico grande para limpiar el desorden de su hijo.
Ahora estaba realmente molesta.
De las vibraciones que había recogido, el tirador había estado esperando la
mejor parte de una hora. Tal vez por más tiempo.
Sophia llegaba temprano, por lo general a las nueve, para comenzar a
hornear el pan del día. Yo suelo aparecer alrededor de las diez, y el restaurante
Página
Mi lectura, mi sentido, de las vibraciones de la piedra era correcta. Sabía
que lo era. Incluso desde una edad temprana, había sido capaz de oír a la piedra
murmurándome, y mi poder para comprender e interpretar sólo se había
agudizado y fortalecido con el tiempo. Y continuaría haciéndolo hasta que
muriera, esperanzadamente a la madura edad de ciento cincuenta más o menos.
53
Pero aun así… no pude evitar la sensación de que me estaba perdiendo
algo. Algo importante. Vital. Obvio.
se abre oficialmente para el público a las once. Pero los disparos no se habían
hecho hasta casi el mediodía.
¿Por qué? ¿Por qué el asesino había esperado tanto tiempo? Me había
estado moviendo por el restaurante durante toda la mañana. Cocinando,
limpiando, limpiando también las mesas y las cabinas, dándole la vuelta al
cartel de entrada a Abierto. Él podría haber tomado cualquier momento durante
la mañana. ¿Por qué no había dado un tiro antes de la hora de comer? ¿Por qué
entonces?
Volví de vuelta el tiroteo en mi mente. Yo había estado de pie detrás del
mostrador cuando los disparos habían empezado. Un tiro difícil de hacer,
aunque fuera por un asesino profesional, sin importar lo bueno que fuera con
un arma. Tal vez él quería audiencia cuando me matara. Tal vez es por eso que
había esperado. Finn había estado en el restaurante de pie a mi izquierda. La
chica había estado allí, más o menos delante de mí…
Y me di cuenta de lo que me había estado perdiendo. El tirador, el asesino,
no me había estado disparando a mí.
Página
54
Él había estado apuntando a la chica.
6
Traducido por Apolineah17
La chica, Violet. El tirador había estado apuntándole a ella, no a mí.
Esa era la única cosa que tenía sentido. El asesino podría haberme
disparado en cualquier momento en el que había estado cerca de las ventanas
de la tienda. Pero no lo había hecho. En cambio, se había sentado en este
apartamento durante casi una hora, esperándola. Ella había estado sentada en
una cabina en la parte de atrás, fuera de la vista de las ventanas de la tienda, así
que él había tenido que esperar a que ella terminara su almuerzo. Cuando pagó
y se dirigió a la puerta principal, ahí fue cuando disparó.
Mi mente procesó la información y se trasladó a la siguiente pregunta.
¿Por qué dispararle dentro del restaurante?
¿Por qué no esperar a que saliera a la calle? ¿Por qué no simplemente
hacérselo en algún callejón?
La respuesta vino a mí. El robo. El asesino debió haber visto la historia en
el periódico acerca del robo frustrado en el Pork Pit.
Dado el vecindario peligroso, la muerte de la chica hoy podría
simplemente haber sido apuntada a la violencia al azar en la zona, si los policías
Página
Y si poner la culpa sobre Jake McAllister no funcionaba, bueno, había otra
opción. El Pork Pit no se encontraba oficialmente ubicado en Southtown, pero
este sólo estaba un par de calles más allá, lo que significaba que toda la zona
tenía su cuota de delincuencia. Tráfico de drogas, tiroteos, disputas domésticas.
Uno o más de estos sucedían cada día de la semana.
55
Tal vez el asesino se había dado cuenta que si liquidaba a la chica en el
restaurante, había una buena probabilidad de que su muerte sería conectada a
Jake McAllister y al robo de anoche. Sin duda los policías habrían tenido el
mismo primer pensamiento que yo, que Jake o quienquiera que pudiera haberlo
contratado había esto apuntándome a mí, no a la chica. Que yo había sido el
objetivo. Que Jake había querido silenciarme y hacer que todos los cargos
contra él simplemente desaparecieran. Teniendo en cuenta todo eso, la policía
no estaría interesada en buscar demasiado en otras direcciones, en considerar
otras teorías. Como el hecho de que la chica había sido la víctima todo el
tiempo.
se estaban sintiendo particularmente perezosos. Algún tipo de tiroteo desde un
auto en movimiento o una pandilla disparando y ella había sido lo
suficientemente desafortunada de estar en medio de esto. Un niño de diez años
de edad y su hermana menor habían conseguido ser atrapados en uno de esos
la semana pasada, a menos de setecientos metros del restaurante.
De cualquier manera, nadie pensaría que este había sido un asesinato
planeado. Los mejores asesinatos siempre eran los que parecían algo más. Un
buen, prolijo y sencillo plan en todos los sentidos.
Tal vez el asesino había estado siguiendo a la chica, buscando sólo una
oportunidad. Quizás había sabido que ella iba a venir al Pork Pit hoy a
almorzar y preguntar sobre alguien llamado el Hombre de Hojalata. De
cualquier manera, cuando ella había entrado al restaurante, él había decidido
asegurarse que nunca volviera a salir. Habría sido más fácil para él introducirse
en el edificio sin ser visto, encontrar el apartamento vacío y forzar la cerradura.
Todo lo que tendría que hacer después de eso era esperar el momento
adecuado, el ángulo correcto, y luego apretar el gatillo.
Me quedé mirando la agrietada ventada del Pork Pit. Él le habría
disparado también, cuatro disparos mortales agrupados en su pecho.
Si el restaurante no tuviera ventanas a prueba de balas.
No, esto no tenía nada que ver con Jake McAllister y yo. La chica, todo era
acerca de la chica. Alguien la quería muerta.
Mientras estaba allí de pie meditabunda, la puerta principal del
restaurante se abrió. Violet salió y se alejó.
―Mierda ―gruñí y corrí desde el apartamento.
―¡Oye, tú! ―grité―. ¡Détente!
La chica no me prestó atención. Estaba demasiado lejos para que mi voz se
transmitiera por encima del tráfico en la calle. Incluso si había escuchado mi
Página
Ella debía haber sido corredora porque ya estaba una cuadra completa por
delante de mí. Levantó un brazo, y un taxi se deslizó hasta detenerse en la acera
frente a ella.
56
El asesino hacía mucho tiempo que se había ido, así que no me molesté en
llegar a mi magia de Piedra y endurecer mi piel de nuevo. Además, él no estaba
detrás de mí de todos modos. En cambio, corrí escaleras abajo y salí del edificio
de apartamentos. Giré a la izquierda y corrí por la manzana en dirección a la
chica que se había marchado.
grito, probablemente no habría pensado que estaba dirigido a ella. “Oye tú” no
era el más personal de los saludos. Así que aceleré mi ritmo, corriendo a toda
velocidad. Si la calle hubiera estado vacía, podría haberla alcanzado. Pero cada
cinco pasos, tenía que moverme a la derecha o a la izquierda para evitar a
alguien hablando en su teléfono celular.
Llegué al final de mi cuadra. En la esquina frente a mí, la chica había
subido al taxi. Salí a la calle, con mis ojos fijos en el vehículo amarillo brillante…
¡Bip! ¡Bip!
Y abruptamente di un paso atrás mientras la bocina de un carro sonaba.
Un segundo después, una furgoneta pasó zumbado, pasándose la luz roja.
El conductor me lanzó una mirada asesina.
―¡El rojo significa alto, imbécil! ―grité.
Ella no me vio sacarle el dedo. Demasiado ocupada parloteando en su
celular para hacer algo más seguro, como prestar atención a los peatones y a las
señales de tráfico. Y me había costado cualquier oportunidad que hubiera
tenido de atrapar a la chica. Más adelante, el taxi ya había arrancado hacia el
tráfico. Cinco segundos después, giró a la derecha, desapareciendo de la vista.
Desaparecido. La chica se había ido.
Y no tenía idea de a dónde fue o, más importante, por qué alguien había
tratado de matarla.
Me quedé allí parada un momento, maldiciendo mi propia estupidez.
Debería haber sabido en el segundo en que la chica preguntó por el Hombre de
Hojalata que algo andaba muy mal. Eso no sólo fue una casualidad, un
accidente o pura suerte. Ese problema acababa de entrar al Pork Pit.
Problema que había escapado de mí.
―Mierda ―gruñí de nuevo antes de girarme y regresar al restaurante.
Un par de minutos después, entré al Pork Pit.
Página
No había necesidad de llamar más la atención sobre mí hoy. Si seguía con
esto, alguien podría llamar a la policía y denunciar a una loca. No hace mucho
tiempo, había pasado varios días en el Manicomio Ashland en uno de mis
trabajos. No tenía ganas de financiar una nueva visita.
57
Metí los cuchillos en mis mangas, y poco a poco, con calma, caminé
tranquilamente la cuadra y media de regreso al Pork Pit.
Sophia estaba añadiendo un poco de pimienta roja y paprika a su ensalada
de macarrones. Finn estaba sentado en su taburete de costumbre, bebiendo otra
taza de café de achicoria y leyendo el resto de la sección financiera.
―¿Problemas? ―bromeó.
Le di una mirada amarga.
―Sólo pregunto porque a) no estás sonriendo y cubierta con la sangre de
alguien más, y b) te vi salir corriendo del edificio cruzando la calle como si
hubiera un grupo de vampiros hambrientos detrás de ti ―dijo Finn―.
¿Supongo que Jake McAllister logró eludirte?
Negué con la cabeza.
―No fue McAllister. El tirador ni siquiera estaba disparándome a mí. Le
estaba apuntando a la chica.
Puse al corriente a Finn y a Sophia de mi teoría sobre el tirador siendo un
profesional y mi conclusión de que su objetivo había sido la chica, no yo.
Finn dejó escapar un bajo silbido.
―¿Alguien contrató un asesino para matar a la chica? Ella realmente debe
haber enojado a alguien.
―Mmm-hmm. ―Detrás del mostrador, Sophia gruñó su acuerdo.
―No me importa a quién ha enojado ahora mismo ―espeté―.
Simplemente tengo que encontrarla antes de que el asesino decida ejecutarla.
―¿Por qué? ―preguntó Finn―. Es su problema, no el tuyo.
Me le quedé viendo.
―Porque ella entra aquí preguntando por el Hombre de Hojalata,
preguntando por Fletcher, y un minuto después alguien le está disparando.
Quiero saber por qué. Por qué vino aquí, cuál es su conexión con Fletcher, todo.
Principalmente, quería asegurarme que no había manera en que su casi
homicidio o futuro homicidio fuera a aterrizar en mi puerta, en la de Finn o en
la de las hermanas Deveraux. Cubrirme había sido una de las primeras cosas
que Fletcher Lane me había enseñado.
―Ahora, ¿qué sucedió después de que me fui? ¿Ella dijo algo, hizo algo?
Mis ojos grises se entrecerraron.
―¿Y no intentaste detenerla?
Finn se encogió de hombros.
Página
―No. Se sentó allí un minuto para recuperar el aliento; luego se levantó y
se fue.
58
Finn negó con la cabeza.
―Me imaginé que siempre y cuando ella no estuviera gritando y
llamando a la policía, todo estaba bien. Ambos pensamos que era Jake
McAllister disparándote, no alguien más disparándole a ella.
Contuve otra maldición. Finn tenía razón. Eso no era su culpa. No era la
culpa de nadie. Aun así, necesitaba algunas respuestas, y la chica era la única
que podía dármelas. Pero estaba a kilómetros de distancia ahora. Así que,
¿cómo podría rastrearla? Lo pensé por un segundo, y fui al mostrador.
―Ay no ―murmuró Finn―. Conozco esa mirada.
―¿Qué mirada? ―pregunté, levantando la caja registradora.
―Esa mirada. La que te hace parecer un oso hibernando al que alguien
simplemente pinchó con un palo afilado. La mirada que dice que no vas a dejar
pasar esto, a pesar de que no es tu problema.
Puse mi mano sobre mi corazón y batí mis pestañas hacia él.
―Me conoces demasiado bien.
―Pero, ¿cómo vas a encontrarla? ―preguntó Finn―. Ella no te dejó
exactamente un expediente personal.
Mis dedos sondearon el espacio oscuro debajo de la caja registradora.
Allí estaba. Saqué un pedazo de papel de debajo de la caja registradora. El
recibo de la tarjeta de crédito de la chica por el almuerzo. El que tenía su
nombre en él. Violet Fox. No tan bueno como un expediente, pero era un lugar
para empezar.
―Oh, yo no voy a encontrarla ―dije con voz dulce.
―No lo digas ―suplicó él―. Por favor, no lo digas.
Le entregué el pedazo de papel.
―Yo no voy a encontrarla porque tú vas a hacerlo por mí.
Página
59
Finn únicamente suspiró y tomó otro sorbo de su café.
7
Traducido por Mari NC y Jenn Cassie Grey
―¿Nada todavía?
Finn miró sobre su hombro hacia mí.
―Sólo han pasado dos horas, Gin. Mantén tus bragas.
Le devolví la mirada y le saqué la lengua.
Él sonrió.
―No la saques a menos que planees utilizarla.
Solté un bufido.
―Ya quisieras.
―Siempre.
Después de que le había dicho a Finn que localizara a la joven
universitaria con su recibo de la tarjeta de crédito, él se había ido a su oficina
para obtener su computadora portátil y algunos otros suministros, y decirles a
los hombres del dinero que estaba tomando el resto del día. Mientras que había
hecho eso, yo había programado una cita para que un vidriero viniera a arreglar
los escaparates en la mañana. Entonces había enviado a Sophia a casa, cerré el
restaurante, y conduje a casa de Fletcher. Eso había tomado una hora.
Llevé todo al cuarto de estar y lo puse en la mesa de café.
Me senté con las piernas cruzadas en uno de los sillones y comí un
sándwich. El apio, manzanas, pasas doradas, la ralladura de limón y una agria
Página
Puse la comida en una bandeja, junto con platos, cubiertos, servilletas y
una jarra de limonada de frambuesa. Entonces alcancé mi magia de Hielo. La
luz fría y plata brilló en mi palma, centrada sobre la cicatriz de la runa de araña,
y dejé caer varios cubos de hielo en los dos vasos en la bandeja.
60
Finn se había presentado hace treinta minutos. Ahora se relajaba en el
desvanecido sofá a cuadros en el estudio, mientras yo mataba el tiempo en la
cocina. Dada toda la emoción, no había tenido oportunidad de comer el
almuerzo en el restaurante, y tenía la sensación de que iba a ser una noche
larga. Es por eso que había hecho sándwiches de ensalada de pollo en pan de
miel de trigo grueso, junto con una fresca ensalada de fruta.
y cremosa mayonesa daban sabor a la ensalada de pollo, mientras que el pan
crujiente proporcionaba crujido y contraste.
Alternaba con mordiscos de mi ensalada de frutas de fresa y kiwi,
aderezada con jugo de limón, vainilla y un toque de miel.
Finn también se sirvió un sándwich y un poco de fruta, y comimos en
silencio. El portátil de Finn zumbaba suavemente mientras revisaba miles de
millones de bytes de datos, en busca de información sobre una Violet Fox.
Después de que devoró su primer sándwich, Finn tomó otro. Hizo un
gesto con la cabeza hacia el otro lado de la mesa de café, donde había deslizado
la carpeta que Fletcher Lane me había dejado, la que contenía la información de
mi familia asesinada y Bria, mi hermanita, quién todavía estaba viva. Finn había
movido la carpeta fuera del camino para que pudiera establecer su
computadora en la mesa antigua.
―¿Alguna suerte con eso? ―preguntó Finn.
―No.
Poco después del funeral de Fletcher, le había dicho a Finn sobre el
archivo y los secretos que poseía, incluyendo mi nombre real…
Genevieve Snow. Lo dejé buscar a través de la información y sacar sus
propias conclusiones acerca de todo lo demás. Incluyendo lo que había
sucedido la noche en que mi madre, Eira, y mi hermana mayor, Annabella,
habían sido asesinadas por un elemental de Fuego. Por un momento, llamas
anaranjadas llenaron mi visión.
La imagen de dos cáscaras quemadas de cuerpos pasó ante mis ojos, y el
aire olió a carne quemada. Aparté el recuerdo.
―Deberías dejar que te ayude con eso ―dijo Finn―. Tengo contactos que
tú no.
Negué con la cabeza.
―No. Aún no. Todavía no sé cómo me siento sobre ello.
―¿Sobre qué?
No ayudó. Nunca lo hacía.
Página
Las cicatrices de la runa de araña en mis manos comenzaron a picar, de la
forma en que siempre lo hacían cuando pensaba en mi muerta y perdida
familia. Un pequeño círculo, con ocho líneas finas, irradiaban fuera de ellas. El
símbolo de la paciencia. Froté primero una cicatriz con los dedos, luego la otra,
tratando de aliviar la sensación de ardor.
61
―Sobre el viejo sabiendo quién era yo realmente todos estos años y no
diciéndome nada al respecto. Sobre él recogiendo toda esa información sobre
mi familia.
―Fletcher amaba sonsacar secretos de la gente. Compilar información,
documentación sobre ellos. Eso lo hizo un buen asesino y un mejor encargado
―dije―. Es solo que nunca pensé que iba a hacerlo conmigo.
―Estás enojado con él.
―Diablos, sí, estoy enojada ―espeté. Mis dedos empujaron el piso, y el
sillón se balanceó―. Fletcher pasa años reuniendo esa carpeta y luego la deja
con Jo-Jo Deveraux en lugar de dármela. ¿Por qué? ¿Cuál es el punto?
Estaba enojada, por supuesto, pero más que eso, me sentía traicionada.
Como si Fletcher Lane no me hubiera considerado nada más que una
marca sobre la cual reunir inteligencia. Como si yo no fuera la hija que él me
decía que era. Como si nunca me hubiera realmente amado de la forma en que
yo lo había amado. O al menos confiado en mí lo suficiente como para decirme
lo que estaba haciendo.
Y estaba enojada conmigo misma también, porque no tenía ni idea de lo
que el anciano había estado haciendo, que había estado afuera reuniendo
información sobre mí y mi familia asesinada.
Ni siquiera había soñado que Fletcher haría tal cosa, al menos no a mí. O
tal vez no había querido considerar la posibilidad. De cualquier manera, lo
único que me quedaba ahora eran preguntas y más preguntas.
―Tal vez él tenía la intención de dártela ―dijo Finn―. Antes de morir.
Otra imagen apareció ante mis ojos. Fletcher Lane, en un charco de su
propia sangre en el Pork Pit, la piel desollada y arrancada de su cuerpo. Su cara,
pecho, brazos y manos un lío en ruinas de carne viva y huesos.
Negué, tratando de desterrar el recuerdo. No funcionó. Nunca lo hacía.
Una sonrisa fría curvó mis labios.
―No puedes culpar a una chica por soñar, ¿verdad?
Página
―Ella era lo suficientemente fuerte como para matar a tu madre y tu
hermana, dos elementales de Hielo poderosas en su propio derecho, y derretir
esa runa araña de plata en tus palmas. Dudo que esté muerta. Personas así no se
van en silencio ―dijo Finn―. Además, fue hace sólo diecisiete años. La mayoría
de los elementales vive hasta más de un centenar.
62
―Simplemente no entiendo lo que esperaba que hiciera con la
información. ¿Tomar mi venganza contra la elemental de Fuego? Han pasado
años, y todavía no sé quién era ella ni por qué mató a mi familia. Ni siquiera vi
a la elemental antes de que uno de sus matones me capturara y me vendara los
ojos. Sólo la oí reír mientras me torturaba. Por todo lo que sé, la perra podría
estar muerta.
Me quedé mirando la carpeta, y mi sonrisa se convirtió en un ceño
fruncido.
―Simplemente no entiendo por qué Fletcher lo hizo. Yo estuve ahí. Vivía a
través de eso. Nada en ese archivo me dice nada que no sepa ya.
―Excepto que tu hermana está viva ―dijo Finn con una voz suave.
Bria. Cabello rubio. Grandes ojos azules. Una cara suave, dulce e inocente.
Una delicada runa de prímula colgaba de la cadena alrededor de su cuello. Ella
había tenido ocho la última vez que la había visto, la noche que encontré su
sangre en el escondite donde la había dejado. La noche en que pensé que había
muerto.
―De mucho me sirve saber que está viva, ya que no puedo encontrarla.
Esa imagen podría haber sido tomada en cualquier lugar, y Fletcher no fue lo
suficientemente amable para garabatear una ubicación en la parte posterior de
la misma. ―La emoción apretó mi garganta, y tuve que forzar la salida de mis
próximas palabras―. No… ni siquiera sé si quiero encontrarla.
―¿Por qué no? ―preguntó Finn―. Es tu hermana.
―Era mi hermana ―le contesté con voz ronca―. No tengo ni idea de
cómo es ahora. Si me recuerda, si siquiera querría verme. Demonios,
probablemente piensa que estoy muerta, al igual que yo pensaba que lo estaba
ella. Luego está el pequeño hecho de lo que he estado haciendo con mi vida.
Llámame loca, pero dudo que alguien quiera una asesina como hermana
mayor.
Finn se quedó en silencio un momento. Luego levantó la cabeza y me miró
con sus ojos verdes brillantes, ojos que eran tan similares a los de Fletcher que
hizo que mi corazón se rompiera.
―Es posible que no hayas sido su hija biológica, pero papá te amó tanto
como a mí. Tú misma lo dijiste. Le encantaba saber secretos de otras personas.
Probablemente comenzó a cavar en un principio sólo para ver quién eras en
realidad y si podía o no confiar en ti.
―¿Y luego?
Me preguntaba esas mismas cosas a mí misma. Porque eso es exactamente
el tipo de hombre que Fletcher Lane había sido. Vive y deja vivir, había sido su
lema. Después de todo, los asesinos no tienen mucha autoridad moral para
ponerse de pie y lanzar piedras, y calumniar a los demás. Pero si te metías con
Página
―Y luego te convertiste en su hija, su protegida, y te amaba. Tal vez papá
quería encontrar a la elemental de Fuego para ti. Tal vez se dio cuenta que Bria
no había muerto esa noche. Tal vez quería compensar todo lo que te habían
hecho a ti y a tu familia.
63
Finn se encogió de hombros.
alguien por quien Fletcher Lane se preocupaba, bien podrías cortar tu propio
corazón con una cuchara oxidada, antes de que él lo hiciera por ti. El viejo me
había enseñado a ser de la misma manera. Lealtad, amor, como quisieras
llamarlo, era la única cosa tan importante como la supervivencia, y lo único por
lo que verdaderamente valía la pena morir. Es por eso que había perseguido a
Alexis James, la perra elemental de Aire que había matado a Fletcher y había
torturado a Finn, a pesar de que casi morí en el proceso.
Froté la palma de la mano sobre mi frente. La plata en mi piel se sentía tan
dura y fría como mi corazón.
―No sé lo que Fletcher quería que hiciera. Ahora nunca lo sabré.
―Lo descubrirás ―dijo Finn―. Y yo te ayudaré.
Hablando como un verdadero hermano, sangre o no. Le sonreí.
―Sé que tú…
Click-click. Click-click.
La computadora de Finn escupió otro tipo de ruido, como si el disco duro
hubiera capturado y enganchado algo. Levanté mis cejas. Finn se inclinó y
apretó un botón.
Números aparecieron en el monitor de su portátil, junto con lo que parecía
una foto de licencia de conducir. Cabello rubio rizado. Ojos oscuros. Piel oscura.
Gafas negras.
―La tengo ―dijo Finn―. Violet Elizabeth Fox. Registros de tarjetas de
crédito, cuentas bancarias, certificados escolares. Lee todo sobre ella.
Me uní a él en el sofá y leí la información en la pantalla. Violet Elizabeth
Fox, diecinueve años, padres fallecidos. Una estudiante de A con una beca
completa, obteniendo su título en negocios en la Universidad Comunitaria
Ashland.
Un par de cientos de dólares libres de cargos en su tarjeta de crédito, un
par de miles en una cuenta de ahorros. Un pequeño cheque depositado cada
dos semanas en su cuenta de cheques de algún negocio llamado Country Daze.
Probablemente un trabajo a tiempo parcial de algún tipo. Nada fuera de lo
ordinario y nada que sugiriera por qué había venido al Pork Pit buscando el
Hombre de Hojalata.
Toqué la pantalla con mi uña.
―Porque obtuvo un permiso ACC para el estacionamiento y un lugar
asignado. Y lo vi en su casa.
―¿Ridheline Hollow Road? ―preguntó Finn―. Eso es en las montañas.
Página
―¿Cómo sabes eso? ―preguntó Finn.
64
―Violet Fox va diario a la escuela ―dije.
―En las cuencas mineras ―añadí.
Folks había estado sacando carbón de las montañas Apalaches por
décadas, y ricas vetas que corrían a lo largo de las montañas justo al norte de
Ashland. Sacar carbón era peligroso, sucio y un trabajo duro, no para los
claustrofóbicos o débiles de corazón. Pero pagaban lo suficientemente bien por
las generaciones de hombres y mujeres que arriesgaban su vida y miembros
sacando el combustible fósil del suelo. Por algo, la minería era el único trabajo
que los miembros de su familia habían conocido. Para otros, las minas eran el
lugar de descanso final para sus padres, madres, hermanos y hermanas.
Oscuras, silenciosas tumbas que ninguna maquinaria o luz serían capaces de
penetrar otra vez.
Click-click. Click-click. La computadora sonó una vez más., y una nueva
pantalla apareció, escribiendo la información que habíamos estado buscando.
―¿Qué es eso? ―pregunté.
Finn sonrió.
―Marqué la tarjeta de crédito de Violeta Fox, la cual solo usó para hacer
una compra en la librería del campus.
―¿Qué es lo que compró?
Finn miró el monitor.
―Dos tés helados, dos barras de dulce, y una copia de El héroe de las mil
caras de Joseph Campbell.
―¿Dos bebidas? Suena como que tuvo un estudio tardío con alguien.
―Me levanté del sofá―. Vamos.
―¿A la universidad? ―preguntó Finn―. ¿Qué si ella se va antes de que
lleguemos?
Señalé al reloj en la pared.
―Ni siquiera son las cuatro treinta aún. La librería está dentro del centro
de estudiantes, y el edificio no cierra hasta las seis. Violet probablemente se
quedará ahí hasta entonces.
Página
―Eso es correcto ―dije―. Y tus celos son impropios. Ahora, levanta tu
trasero flojo del sofá. Es hora de que me muestres qué tan rápido va ese Aston
Martin tuyo.
65
―Tú eres la experta cuando se trata de la universidad ―dijo Finn―.
Viendo como pasas mucho de tu tiempo libre ahí leyendo libros de hombres
blancos muertos y manteniéndote ocupada con los chicos jóvenes de tus clases.
―Eso no tiene sentido ―dijo Finn―. Ella no va a regresar esta noche.
Llegamos a la universidad justo después de las cinco y habíamos
caminado por el centro de estudiantes, buscando a Violet Fox. Conocía el centro
bien junto con el resto del campus, desde que había estado viniendo a escuchar
las clases de la Universidad de la Comunidad de Ashland por años. Decoración
de pasteles, yoga, dibujo al carbón, pintura de acuarela. Había tomado todas
esas y más, como parte de mi cubierta como una estudiante de facultad eterna y
cocinera y mesera en el Pork Pit.
Este semestre, me apunté para un curso en literatura clásica, de ahí el
hecho de que estaba leyendo actualmente La Odisea.
Siempre me había gustado aprender cosas nuevas y no veía razón para
detenerme de tomar clases solo porque ya no estaba matando personas.
Además, nunca sabes cuándo una nueva habilidad te será útil. Especialmente
con mi pasado.
Y estaba pensando en tomar varias clases el siguiente semestre, porque, la
verdad sea dicha, mi retiro estaba comenzando a ser, bueno, aburrido. Durante
el día, trabajaba en el Pork Pit, por supuesto, tal como siempre había hecho.
Pero en la noche, no sabía que hacer conmigo desde que no estaba revisando
archivos, trazando marcas, y planeando la mejor manera de matar a alguien.
Solo podía ver el canal de comida por muchas horas en la noche. La mayor
parte del tiempo, terminaba mirando sin ver la televisión, preguntándome si las
ocho de la noche era demasiado temprano para irme a la cama. En el lado
bueno, siempre estaba extremadamente bien descansada ahora.
Finn y yo no habíamos encontrado a Violet Fox durante nuestra búsqueda
en el centro de estudios. Tenía muchos pequeños cubículos para que los
estudiantes se escondieran y estudiaran ahí. O Violet y quien sea con quien
estuviera había decidido estudiar en la biblioteca o en un laboratorio de
computo o incluso en el dormitorio de alguien. Demasiadas posibilidades y no
había forma de ir por buen camino. Así que fuimos al único lugar donde Violet
Fox se tenía que presentar tarde o temprano, el estacionamiento.
―Confía en mí ―dije―. Ella vendrá por su auto. Nadie inteligente dejaría
sus ruedas aquí por la noche.
Incluso aunque la universidad tomaba un par de calles de la ciudad, la
variedad de pasillos y edificios estaban más o menos agrupados juntos y
conectados por una serie de caminos con pasto. Pero el espacio era muy
Página
Miré por la ventana. La universidad de la comunidad de Ashland estaba
localizada en el distrito del centro, un pequeño círculo de conocimiento
escondido entre vidrio y edificios hechos de cromo que pasaban por los
rascacielos de la ciudad.
66
―No puedo imaginar porqué ―murmuró Finn y se movió en su asiento.
reducido en la zona centro y los estacionamientos que rodeaban la universidad
habían sido hechos mucho tiempo atrás. Lo que significaba que no había un
estacionamiento para estudiantes en cualquier otro lugar del campus. En lugar
de eso, aquellos que venían cada día tenían que dejar sus vehículos en una
variedad de estacionamientos y garajes a las faldas del centro, entonces
caminaban o iban en bici para ir hacia el campus.
El estacionamiento en el que estábamos era el más lejano de las partes de
la universidad y se ubicaba justo debajo del borde sur de la ciudad. Una sola
luz brillaba sobre sus cabezas dibujando a los carros de más debajo de un
plateado fantasmal. Cuatro altas barreras de concreto rodeaban la mayor parte
del área, advirtiendo a los conductores que se mantuvieran alejados de varios
hoyos en el roto asfalto. Runas pintadas con spray, incluyendo puños cerrados
y crudas líneas de armas y cuchillos, ensuciaban la superficie de piedra.
Arrugados contenedores de comida rápida, colillas aplastadas de cigarros,
blandos condones usados llenaban el piso.
De acuerdo con la información que Finn había recolectado, Violet Fox
manejaba un viejo y negro Honda. El auto mediano medio servible se
encontraba en el centro del estacionamiento, empequeñecido por una camioneta
con llantas monstruosas con pintura verde militar. Una bandera confederada
cubría la ventana trasera, junto con un armero. Nos sentamos varias filas lejos,
estacionamos junto a un bocho con una capota roja que no combinaba con el
cuerpo blanco.
―¿Algún otro cargo en su tarjeta de crédito? ―pregunté.
Finn buscó en el asiento trasero y golpeó un botón en la computadora.
―No desde la última vez que preguntaste que fue hace cinco minutos.
¿Cuándo tiempo vamos a esperar? Son casi las seis treinta.
Una figura pasó a través de un espacio en las barreras de concreto.
Página
Finn suspiró y se hundió un poco más en su asiento. Bajé la ventana.
Seguía lloviznando y la suave capa de lluvia hizo que la noche se volviera más
fría y más sombría de lo que realmente era. Incluso en los confines del Ashton
Martin, podía oír las vibraciones de las barreras de concreto y el roto asfalto del
estacionamiento. Ásperos, preocupados murmullos que hablaban de violencia,
sangre, miedo. Este era un lugar donde las personas fueron golpeadas, robadas
y asaltadas con alarmante regularidad, incluso para Ashland…
67
―Todos los edificios del campus excepto la biblioteca cierran a las seis
―dije―. Si no está en la biblioteca llena, Violet Fox debería estar en camino
hacia aquí justo ahora. Le daremos otros cinco minutos. Este estacionamiento
está casi a kilómetro y medio del campus. Le toma sus buenos veinte minutos
para llegar ahí desde el centro de estudios, y eso si estás caminando rápido.
Una pequeña, curvilínea mujer con una capa de cabello rubio que se
rizaba fuera de sus GCT ―gran cabello de Tennessee― proporciones gracias al
rizado. Violet Fox. Ella usaba una pesada chaqueta que no hacía lo suficiente
para cubrirla de la lluvia.
Su bolso estaba abrazado sobre su pecho y hombros. Se paró debajo de la
luz parpadeante, y un pequeño bote de metal brilló en su mano derecha. Spray
de pimienta, aunque podía equivocarme. Inteligente, sensibles precauciones.
Esta era una chica que solía caminar aquí en la noche.
Pero no estaba sola. Otra chica estaba con ella. Cabello negro azulado,
pálidos ojos, delgada figura, pantalón de diseñador. La reconocí también.
―Esa es Eva Grayson ―dije.
Los ojos verdes de Finn se unieron a Eva. Sonrió y se sentó derecho en su
asiento.
―¿De verdad? Owen Grayson nunca me dijo que su hermana se veía así.
―Entonces te conoce lo suficientemente bien para saber que no debe hacer
eso ―contesté.
Mientras miraba un hombre de mi edad siguió a las chicas dentro del
estacionamiento. Su cabeza se balanceaba de la derecha a la izquierda, y se
mantuvo cerca de Eva como su propia sombra. Su abrigo se abrió revelando
una Glock colocada en su espalda. Se veía como si Owen Grayson hubiera
conseguido un guardaespaldas para su hermana después de todo.
Violet y Eva se detuvieron en el medio del estacionamiento
intercambiando unas cuantas palabras. Violet dijo algo que hizo reír a Eva.
Entonces Violet ondeó su mano y comenzó a caminar hacia su viejo Honda. Eva
ondeó su mano de vuelta. El hombre la tomó del codo y la escoltó fuera del
estacionamiento, pero Eva le dio una mirada molesta y se lo sacudió. Los dos se
giraron y caminaron de vuelta hacia el espacio en la barrera de concreto y
desaparecieron de la vista.
Desde que habíamos quitado la luz de la parte delantera del auto, abrí la
puerta del Ashton Martin y saqué mis piernas.
―Bueno, está sola ahora. ―Finn tomó su propia manija de la puerta, pero
tomé su brazo.
Me encogí de hombros.
―Tal vez. Depende de qué tan bueno sea. Pudo haberse deslizado en el
otro lado del estacionamiento. El punto es que falló con ella en el Pork Pit y
Página
―¿Crees que hay algún tirador está por aquí? ―preguntó―. Lo
habríamos visto para este momento.
68
―Espera ―dije en voz baja―. Veamos quién más está alrededor.
probablemente no pudo llegar hasta ella en el campus hoy. Demasiados
testigos, demasiados guardias de seguridad. Este es el último tiro antes de que
se vaya a casa por la noche.
―Y crees que va a hacerlo ―dijo Finn.
―Yo lo haría.
Entonces miramos. Violet Fox no era tonta. Se aproximó a su auto
cuidadosamente. Miró a la derecha y luego a la izquierda, de frente y detrás de
ella. También se quedó en la mitad de estacionamiento lejos de los lados o de
los carros estacionados. Asegurándose que nadie se estaba deslizando detrás de
ella o esperando debajo de uno de los vehículos para tomar sus tobillos y jalarla.
Chica inteligente.
Pero no era lo suficientemente inteligente. Violet Fox buscó en su bolso, y
sus pasos se alentaron mientras buscaba sus llaves. No las encontró
inmediatamente por lo que se detuvo, bajó su cabeza, y buscó en su bolso.
Y fue cuando vi a una sombra deslizarse fuera de la cama de la camioneta
y dirigirse hacia ella.
―Ahí está ―dijo Finn, peleando por abrir su puerta.
―Estuvo escondido en la camioneta todo el tiempo.
Página
69
No respondí. Ya estaba fuera del auto, corriendo hacia la chica.
8
Traducido por Dianna K y Adaly
Aun cuando empecé a correr, vi la oscura figura deslizarse hasta Violet y
tomar la forma de un hombre bajo y fornido. Un enano. Estaba a seis metros de
distancia. No iba a llegar a tiempo. Iba a llegar demasiado tarde.
De nuevo.
Abrí la boca para gritar una advertencia, cuando algo se escabulló al otro
lado de la acera. El enano debe haber pisado una lata de refresco. Violet se
congeló ante el ruido, una de sus manos todavía en su bolso. Entonces echó a
correr.
No miró hacia atrás, no comprobó para ver qué era el ruido.
Sólo corrió.
Tuvo unos veinte pasos antes de que el hombre la agarrara por el rizado
cabello rubio. Violet gritó de dolor y se volvió para sacudirse de él, con las
manos arqueadas en garras. La dejó abofetearlo. Ese tipo de golpes no
significaría nada para un enano. La magia y las armas eran las únicas cosas que
atraían su atención. Violet hizo una pausa de medio segundo para inhalar otro
aliento para gritar. Fue entonces cuando el hombre le dio un puñetazo en la
cara, con fuerza. Oí el crujido de los huesos a tres metros de distancia.
Violet gimió, y el hombre la golpeó de nuevo. Su cabeza se precipitó hacia
un lado, y ella cayó de rodillas, con arcadas.
Yo estaba a diez metros de distancia y acercándome rápido. No estaba
tratando de ser silenciosa, ya no, pero el enano estaba demasiado decidido a
Página
El enano tronó sus nudillos y avanzó hacia ella otra vez. La levantó y la
extendió sobre el capó de la camioneta. El movimiento sacó a Violet de su
aturdimiento, y gimió y miró a su atacante. Una de las manos del enano bajó a
su pantalón. Él no iba a usar una pistola esta vez. El enano iba a golpear a Violet
hasta la muerte, después de que la violara.
70
El enano le dio una patada en el estómago, y la fuerza levantó a Violet del
pavimento y la lanzó tres metros. Golpeó el capó de una camioneta oxidada y se
deslizó hasta el suelo. No se movió.
abrir su cremallera para escuchar el chasquido de mis sneakers en el pavimento
mojado.
Pero el profundo y gutural rugido de un vehículo retumbando a la vida
detrás de mí lo hizo volverse. El enano me diviso corriendo hacia él, abrochó su
pantalón, y dio un paso atrás. Esperando. Sólo esperando. Violet yacía en el
capó, sus manos debajo de ella, tratando de encontrar la fuerza para levantarse,
para huir. La sangre cubría la mayor parte de lo que podía ver de su rostro, y la
mitad inferior de la nariz ya no estaba en línea con la parte superior. Sus gafas
apenas se aferraban a su cara.
Ya que el enano estaba enfocado en mí, reduje mis pasos a una caminata.
Cuando estaba a tres metros de distancia, me detuve, palmeé el cuchillo
escondido en la manga izquierda, y estudié el hombre delante de mí.
Debido a que era un enano, no era más alto de uno cincuenta, pero sus
hombros eran más anchos que una silla. Sus bíceps parecían haber sido tallados
en acero y unidos a su pecho de barril. Llevaba vaqueros y una camiseta negra,
y un gran tatuaje se mostraba en su bíceps izquierdo, un cartucho encendido de
dinamita. Una runa. Una que había viso antes en alguna parte, aunque no pude
ubicarla en el momento. No importaba mucho. Podría estudiarla a más detalle
cuando estuviera muerto.
―Esta no es su lucha, señora ―escupió―. Esto es entre la chica y yo.
Corra antes de que la haga suya también.
―Oh, pero es mi pelea ―contesté con voz fría. Cambié el cuchillo en mi
mano izquierda, moviéndolo a su posición.
―¿Por qué es eso?
―Porque le disparaste a mi restaurante hoy.
Los ojos azules del enano se estrecharon.
―¿Y qué si lo hice? ¿Qué vas a hacer al respecto?
―¿Para empezar? Esto.
El enano miró fijamente el cuchillo en el pecho. Luego sonrió, sacó el
arma, y la dejó con estrépito en el suelo. Rodó sus hombros y tronó los nudillos
Página
Parecía que algo de óxido se había juntado. Úsalo o piérdelo, Gin. Como no
quería perder nada, ya que sabía que no podía permitírmelo, hice una nota
mental de entrar en alguna práctica de lanzamiento después de que esto
hubiera terminado.
71
Le lancé mi cuchillo El enano no se inmutó cuando la hoja le dio en el
pecho y se hundió en su pectoral derecho. Maldita sea. Había fallado su corazón
por al menos veinte centímetros. Probablemente más cerca de dos. No había
estado retirada por tanto tiempo pero no había estado exactamente entrenando
todos los días tampoco.
de nuevo. El sonido rebotó como un disparo contra los muros de concreto
alrededor de nosotros.
―Voy a disfrutar de hacerte pagar por eso, perra.
―Sí, sí ―dije, palmeando el cuchillo escondido en mi manga derecha―.
Vamos a bailar.
El enano se me echó encima. Esperé hasta el último momento, entonces di
un paso a un lado. Mi pie izquierdo arremetió, y lo hice tropezar. Pero él estaba
esperándolo. El enano se hizo una bola, golpeó al suelo y se enrolló de nuevo.
El bastardo era rápido. Flexible también.
―Lindo.
Sonrió.
―Tomo yoga.
Le devolví la sonrisa.
―Yo también.
Él vino a mí de nuevo. Y entonces nos pusimos manos a la obra.
El enano balanceó sus duros puños hacia mí. Esquivé sus golpes, no por
cobardía sino por practicidad. De ninguna manera iba a dejar que su mazo de
una mano conectara con mi cara. Ya tuve mi nariz y otras partes del cuerpo
rotos varias veces. No tenía ningún deseo de repetir ese dolor nocturno en
particular.
El enano se volvió de nuevo, pero su pie resbaló en un trozo de asfalto
roto y sobre extendió su brazo. Pasé dentro de su defensa y lo apuñalé en el
pecho con el cuchillo de plata. El olor de la sangre cobriza llenaba el aire de la
noche, venciendo la lluvia. Pero él se echó hacia atrás antes de que pudiera
empujar el arma en su corazón. La hoja se deslizó por sus costillas y atrapé una
de ellas.
Gruñí, pero fue como tratar de cortar carne congelada. Sus músculos del
pecho eran demasiado gruesos y densos para que le hiciera el suficiente daño
para someterlo rápido.
Tenía razón. Apenas habíamos comenzado, y mi corazón ya se estaba
acelerando. Mis pulmones aún no habían comenzado a arder, pero sólo era
Página
―¿Cuchillos? ¿Eso es todo lo que tiene, señora? ―habló arrastrando las
palabras―. Puede cortarme toda la noche, y yo me quedaré aquí y lo tomaré.
Todo lo que necesito es un buen puñetazo, y tú eres mía, perra.
72
El enano golpeó mi mano del cuchillo con el borde de su puño. Solté el
arma. Un fuerte golpe como ese destrozaría mi muñeca en delgadas piezas. Se
volvió en mi dirección. Me agaché y arranqué un tercer cuchillo de la parte baja
de mi espalda.
cuestión de tiempo. Yo no tenía la resistencia que él tenía. Nunca lo haría. El
enano no estaba ni siquiera sudando y las heridas que le había infligido eran
nada más que cortadas de papel. Tenía que encontrar una manera de poner fin
a esto. Ahora.
Por el rabillo de mi ojo, vi una gran forma oscura acercándose sin hacer
ruido al estacionamiento. La forma se detuvo. Esperando.
Corté al enano con mi cuchillo, forzándolo a dirigirse a un sedán a unos
pocos metros de distancia. Él se rió, retrocedió, y dobló el dedo índice hacia mí.
―Vamos, perra ―dijo―. Sólo estoy entrando en calor.
Le sonreí.
―Yo también.
Apoyé mis manos sobre el capó del auto y empujé.
Él no estaba esperando que cambiara la táctica, y se detuvo, sólo por un
segundo. Toda la apertura que necesitaba. Mis pies golpearon al enano en el
pecho con la fuerza suficiente para hacerle retroceder a trompicones Su zapato
quedó atrapado en otra fractura en el pavimento, y cayó sobre su culo.
Y fue entonces cuando Finn lo atropelló con la camioneta.
Mientras yo había estado luchando contra el enano, Finn se había vuelto
útil. Se había robado la camioneta monstruosa que había estado estacionada
junto al Honda de Violet Fox. Luego se había detenido en una cordillera de
vehículos, esperando a que me diera cuenta.
El enano hizo un ruido sordo bajo las enormes llantas de la camioneta.
Pero Finn no había terminado. Puso la camioneta en reversa y retrocedió sobre
el enano. Él fue de un lado al otro sobre el hombre tres veces más antes de que
yo levantara mi mano, indicándole que se detuviera. Finn sacó la camioneta
hacia adelante.
―¿Quieres decirme para quién estás trabajando antes de que te mate?
―dije.
El enano escupió sangre en mis vaqueros.
―Tomaré eso como un no.
Página
Las llantas habían aplanado el cuerpo fuerte y compacto del hombre,
ahora parecía carnoso, un sangriento panqueque que había sido presionado en
el asfalto. Huellas de grasosas llantas negras cubrían su torso, y sus brazos y
piernas yacían a sus lados, aplastados e inútiles. Pero Finn no había golpeado
su cabeza, y el enano estaba todavía vivo. Sus ojos azules ardían de dolor y odio
mientras me veía acercarme.
73
Se quedó en el interior de la cabina, esperando a ver si lo necesitaba de
nuevo. Recogí mis cuchillos abandonados y caminé por la acera hacia el enano.
Me incliné para cortar su garganta. Sus ojos se desorbitaron, y gorgoteó
una vez, dos veces, tres veces antes de que su cabeza colgara hacia un lado y la
luz se filtrara de sus iris. Le di un minuto para sangrar, luego puse mis dedos
contra su cuello lacerado para asegurarme. No hay pulso. Tan muerto como
podría estar. Limpié mi mano ensangrentada en mis vaqueros y le hice un gesto
a Finn.
Finn apagó el motor, se bajó de la camioneta y caminó en mi dirección. Sus
ojos verdes se movieron rápidamente al cuerpo del enano.
―¿Todavía tenías que cortar su garganta? Un fuerte maldito, ¿no?
―Él es un enano ―contesté―. Por lo general lo son. Ahora, dame tu
teléfono celular.
Finn buscó en el bolsillo de su chaqueta y me entregó un teléfono delgado
y plateado. Lo utilicé para tomar una foto de la cara congelada del enano, junto
con el tatuaje en su bíceps, el que parecía un cartucho de dinamita encendido.
Había sido aplastado por los neumáticos de la camioneta, pero todavía había
suficiente carne ahí para tener una idea de la forma original de la runa. Le pasé
el teléfono de regreso a Finn, luego metí mi mano en los bolsillos delanteros del
enano. Sin billetera, sin dinero, sin identificación. Probablemente en el bolsillo
de atrás, pero no iba a arrancarlo del pavimento para buscarlos. Más
desordenado de lo que quería tener esta noche.
―Trae el auto ―le dije a Finn―. Necesitamos llevar a la chica a Jo-Jo.
Finn asintió y se alejó trotando para recuperar su Aston Martin.
Caminé hacia Violet.
En algún momento durante mi pelea con el enano, Violet Fox se había
deslizado fuera del capo de la camioneta. Se sentó apoyada contra la llanta. Sus
dedos estaban atrapados en su bolso, mientras estaba tratando de conseguir su
teléfono para llamar a la policía. Me agaché hasta que estuve su nivel visual.
―Ahora estás a salvo ―dije en voz baja―. No va a hacerte daño nunca
más.
Página
La sangre cubría la mitad inferior de su rostro arruinado como una
máscara, y gotas gruesas se deslizaban por su cuello. Sus gafas habían sido
partidas en dos en el centro. Las gafas seguían enganchadas alrededor de sus
orejas, pero las dos mitades colgaban como pendientes contra sus mejillas
ensangrentadas.
74
El rostro de Violet Fox era un desastre. Su nariz había sido empujada a
mitad del camino de su rostro, mientras su mandíbula alcanzaba otra dirección.
Su piel lucía como masilla que se había estirado hasta el punto de ruptura sobre
sus rasgos distorsionados.
Dolor llenaba sus ojos marrones, y por un momento, no creí que me había
oído. Pero Violet volvió su cabeza y me miró. Entrecerró los ojos, y
reconocimiento brillo en su mirada embotada.
―Tú… ―murmuró.
―No trates de hablar, cariño ―dije―. Vamos a llevarte a curar, y entonces
nos puedes decir sobre por qué alguien te quiere muerta y cómo sabes sobre el
Hombre de Hojalata, ¿bien?
Violet Fox no me respondió. Ya se había desmayado.
Finn trajo el auto, y metimos a Violet Fox en el asiento trasero. Quité sus
gafas rotas de su rostro y se las pasé a Finn para su custodia. Entonces use uno
de mis cuchillos para cortar una tira de la parte inferior de mi camiseta de
manga larga. Enrollé el algodón alrededor de la cara de la chica para recoger la
sangre escurriendo por la nariz rota. No se movió.
―Va a sangrar por todo el asiento trasero ―murmuró Finn―. ¿Sabes
cuánto pagué por este auto?
―Demasiado ―dije―. Y no te preocupes por tus preciosos asientos de
piel. Estoy segura que Sophia puede sacar la sangre.
―¿Vas a llamarla para deshacerte del cuerpo del enano? ―preguntó Finn.
―Por supuesto. No quiero asustar a las alumnas al dejar el pancake en
donde está y tenerlas conduciendo por encima de él en la mañana.
Tomé el celular de Finn de nuevo y golpeé el número siete en la marcación
rápida. Tres tonos más tarde, ella contestó.
―¿Hmph? ―Sophia Deveraux dejó escapar su usual gruñido de saludo. A
la enana no le gustaba forzar sus cuerdas vocales con cosas como la
conversación.
―Es Gin. Hay algo que tal vez encuentres interesante sobre una de las
plazas de estacionamiento cerca de la Universidad Comunitaria de Ashland.
―Mmm. ―Su gruñido interesado.
La voz de la enana salió en un susurro áspero, como si hubiera pasado los
últimos cincuenta años fumando un cigarrillo tras otro y bebiendo botellas de
alcohol ilegal de la montaña. No sabía por qué la voz de Sophia era de la forma
Página
―¿Numero? ―preguntó Sophia, refiriéndose al número de cuerpos que
quería que viniera a eliminar.
75
Esperé un momento para ver si decía algo.
que era, sobre todo porque nunca había visto a la enana fumar o beber algo más
fuerte que un té helado. Otro misterio que no estaba segura de querer resolver.
Porque tenía la sensación que había algo muy malo en el pasado de Sophia. Una
especie de horrible accidente, trauma o incluso tortura. Esas eran las únicas
cosas que podía pensar que arruinarían por completo sus cuerdas vocales.
También me pregunté por qué Jo-Jo nunca había sanado a su hermana.
Talvez ella había querido y Sophia no se lo permitió.
Es posible que simplemente había sido demasiado tarde cuando Jo-Jo
había llegado a ella. Fuera lo que fuera, lo que sea que había pasado con la
enana gótica, sabía que no podía ser bueno.
―Solo uno, pero es posible que tengas un poco de problemas raspándolo
del suelo ―le contesté―. Hubo una camioneta muy grande envuelta. ¿Crees
que lo puedas manejar?
―Hmph. ―El gruñido de Sophia era más gutural esta vez. La había
ofendido.
―Bueno, tengo fe en ti ―le respondí en un tono alegre―. ¿Estás en casa
de Jo-Jo?
―Um-hmm. ―Eso es un sí.
―Dile que se prepare. Finn y yo estamos llevando alguien que necesita su
ayuda. Seriamente. Esteremos ahí en unos cuantos minutos.
Sophia colgó sin decir nada más. Hice lo mismo.
Finn salió del estacionamiento. Tomó un gran cuidado para dirigir su auto
alrededor del cuerpo aplastado del enano.
―Podías pasar sobre él ―dijo―. Ya está muerto, y no es como si no lo
hubieras hecho antes.
―Sí, pero no quiero pedazos ensangrentados de enano atrapados en mis
llantas por las siguientes dos semanas. ―Finn aspiró―. Este es un Aston
Martin, Gin. No pasas sobre cadáveres en un Aston Martin.
―Dile eso a James Bond.
Página
Le tomo a Finn unos veinte minutos llegar a casa de Jo-Jo. Jolene “Jo-Jo”
Deveraux era la hermana mayor de Sophia, una enana de doscientos cincuenta
y siete años de edad y elemental del Aire de poder significativo, riqueza, estatus
y conexiones sociales.
76
Finn me lanzó una mirada asesina mientras salía hacia la calle.
Teniendo en cuenta todo eso, Jo-Jo hizo su casa en una subdivisión lujosa
con el nombre de Tara Heights. Dentro de unos pocos kilómetros, dejamos la
arena y suciedad del centro detrás y entramos en un área elegante de cuidados
árboles de paisaje y casas espaciosas al frente de aceras empedradas y patios lo
suficientemente grandes para que los profesionales jueguen fútbol en ellos.
Finn eventualmente condujo el auto a una calle llamada Margnolia Lane, y
unos segundos después, la casa de Jo-Jo apareció a la vista, casa de tres pisos,
estilo plantación de Lo que el viento se llevó. La extensa, estructura blanca
encaramada en lo alto de una loma cubierta de hierba e incluyendo una serie de
columnas altas y redondas que soportaban el resto del edificio en la forma de
una silla de respaldo alto que podía apuntalar a una anciana.
Finn estacionó el auto y me ayudó a arrastrar a la aún inconsciente Violet
Fox del asiento trasero, arriba tres pasos y hacia el porche que rodeaba a la
espaciosa casa. Gruesos y fibrosos zarcillos de hierba y kudzu cubrían un
enrejado pegado al porche, junto con las espinas marrones desnudas de varios
rosales. Una bombilla solitaria ardiendo en el porche. Afuera, en el patio
inclinado, el frío y la llovizna recogían, haciendo al aire oler a metal, hojas
muertas y tierra húmeda.
Dejé a Finn tomar el peso de Violet para que pudiera abrir el mosquitero
que estaba frente a una puerta de madera pesada. Entonces tomé la aldaba y di
un golpe en la puerta interior.
La aldaba tenía la forma de una gruesa e inflada nube, La runa personal
elemental de Aire de Jo-Jo.
Apenas había puesto la runa de la nube contra la madera cuando la puerta
se abrió de un tirón, y una mujer asomó la cabeza. Jo-Jo Deveraux lucía como si
hubiera planeado quedase en casa en la noche. Una bata de manga corta rayada
color rosa cubría su figura fornida y musculosa, mientras su cabello rubioblanqueado estaba levantado en esponjas rizadoras. Una especie de mascara
azul de barro cubría su rostro, y una almohadilla de pedicura sostenía los dedos
de sus pies a lo ancho. Debía de acabar de pintar sus uñas de los pies, porque el
esmalte de color rosa brillante brillaba como si todavía estuviera fresco.
―Ya era hora de que llegaras ―dijo la enana de mediana edad―. He
estado caminando de un lado al otro frente a la puerta durante cinco minutos.
―Ejm.
Página
―Oh, había una fiesta o dos. ―Jo-Jo arrastraba las palabras con una voz
más dulce que la miel de trébol―. Pero estos viejos huesos no son tan jóvenes
como solían ser. La lluvia hace que me duelan. Además, necesito una noche
libre del maldito circuito de vez en cuando.
77
―¿Por qué? ¿No hubo alguna fiesta o cena en el circuito de la sociedad
esta noche? ―pregunté, acogiendo la bata y los rizadores.
Finn se aclaró la garganta, su manera de decirme ve al grano y que estaba
cansado de sostener a Violet Fox. La mirada pálida de Jo-Jo vio a la chica.
Excepto por el pinchazo de negro de su centro, los ojos de la enana eran casi
incoloros, como dos piezas nubladas de cuarzo.
―Campanas del infierno y senderos de pantera ―dijo Jo-Jo en un tono
suave―. ¿Qué le paso?
―Terminó en el lado equivocado del puño de un enano, dos veces ―dije,
asumiendo parte del peso de Violet de nuevo―. ¿Crees que la puedes arreglar?
Jo-Jo estudió la chica un momento más, y luego asintió.
Página
78
―Cariño, puedo arreglar cualquier cosa menos la muerte. Pero esto no va
a ser bonito.
9
Traducido por Danny Lowe
Jo-Jo se hizo a un lado por lo que Finn y yo podíamos arrastrar a la
inconsciente Violet Fox en la casa. El dulce aroma del perfume de Chantilly de
Jo-Jo bloquea mi nariz mientras caminamos a través de un estrecho pasillo.
Unos tres metros después, el delgado pasillo se abrió hacia una enorme sala que
ocupaba la mitad trasera de la casa.
Sillas acolchadas. Secadora de cabello. Mostradores repletos de laca para
el cabello, esmalte de uñas, maquillaje, tijeras, rodillos, rizadores. Un largo
espejo que corría bajo una pared. Elevando pilas de revistas de belleza. Fotos de
diferentes cortes de cabello pegados por todas partes. Todo eso y más puede ser
encontrado en el salón de belleza de Jo-Jo, el lugar donde la elemental de Aire
usa su magia como una auto-proclamada mama del drama, alguien que atendía a
la infinita vanidad de las mujeres del sur.
Debutantes, concursantes de desfiles, esposas trofeo aburridas.
Jo-Jo les sirve a todos ellos en diferentes maneras. Permanentes, cortes,
trabajos de tinte, ceras, manicuras, pedicuras. Si tuviera algo que ver con la
belleza o arreglar el cabello de una mujer dos veces más grande, alto y duro
como su cabeza, Jo-Jo lo hacía en su salón.
A pesar de los considerable precios de las hermanas.
―Ponla en una de las sillas ―indico Jo-Jo antes de ir al lavabo para
lavarse las manos.
Página
Por supuesto, volver atrás el reloj no era la única cosa que Jo-Jo hacía con
su magia de Aire. La enana era también una de las mejores curanderas en
Ashland. Demonios, de todo el sur. Pocas personas sabían acerca de su talento
en esa área en particular, pero Fletcher Lane había sido uno de los más viejos
amigos de Jo-Jo, y yo la había heredado, junto con Sophia, cuando había
tomado el negocio asesino. Una hermana para sanarme, la otra para deshacerse
de los cuerpos que dejé atrás. Un bonito arreglo.
79
Y algo más. La magia elemental de Aire también era buenísima para la
fijación de las líneas de expresión no deseadas o poniéndole senos de regreso a
alguien donde habían estado hace diez años, temporalmente, por lo menos.
Finn y yo arrastramos a Violet Fox sobre una de las giratorias sillas de
salón rojo cereza. Entonces Finn agarró una botella de pegamento de uñas de la
encimera, sacando las gafas rotas de Violet del bolsillo de su chaqueta, y usando
la solución de unión para poner las dos piezas juntas. Levanté la bolsa de
Violeta de alrededor de su cuello, dejándola en un taburete a pocos metros de
distancia, y comencé revisarlo. Cartera, llaves, mentas para el aliento, monedas
sueltas, gotas para los ojos, un compacto.
Nada inusual o emocionante.
Un gemido suave sonó en la esquina. Miré por encima para ver a Rosco, el
gordo de Jo-Jo, el perezoso basset hound, acurrucado en su cesta de mimbre
junto a la puerta.
El perro viejo miró el bolso en mis manos. Su cola golpeó una vez con
esperanza.
―Lo siento, perro ―dije―. Nada aquí para ti.
Rosco resopló con indignación, luego dejó caer su cabeza marrón y negra
hacia abajo en la parte superior de su rechoncho estómago y se fue de regreso a
dormir. Su pasatiempo favorito, aparte de comer.
Jo-Jo empujó una silla encima de Violet, pulso en una luz, y desenrolló
suavemente mi camiseta en tiras de su cara. El daño parecía más estridente bajo
el blanco resplandor fluorescente. La hinchazón ya se había establecido, y el
rostro de Violet se había hinchado al doble de su tamaño normal. Negro y verde
y purpura manchando su nariz desarticulada rebanada a través de sus mejillas,
lo que pude ver de ello por debajo de la sangre seca.
―Las campanas del infierno ―murmuro la enana de nuevo―. ¿Has dicho
que solo la golpeo dos veces?
―Sí ―dijo Finn, sosteniendo las gafas rotas hasta que el pegamento
secara―. Pero los hizo a ambos contar.
Jo-Jo sacudió su cabeza.
Página
Jo-Jo examinó el rostro de Violet otro minuto antes de ponerse a trabajar.
Tomó una respiración profunda y sostuvo su mano delante de los rasgos
arruinados de la chica. Su palma se cernía justo por encima de la piel de Violet.
Un segundo después, los ojos de la enana empezaron a brillar con un blanco
opaco, como atravesando volutas de espesas nubes a través de su brillante
mirada. Un similar resplandor del color de la mantequilla revistió su palma
abierta. Jo-Jo trajo aún más de su poder para soportar, hasta que pude sentirlo
80
―Bien, esperemos que la pobre chica permanezca inconsciente un poco
durante lo siguiente. Porque poniendo su cara de nuevo de la manera en que se
supone que va, va a ser tan doloroso como cuando se lo hicieron. No hay
necesidad de traumatizarla más de lo que ya ha pasado esta noche.
crepitar por el salón como electricidad estática, solamente con ganas de
atacarme. Deslicé mi taburete otro metro de la enana.
De los cuatro elementos, dos eran opuestos, y dos eran complementarios.
Fuego y Hielo no van juntos, pero Fuego y Aire lo hacen, al igual que Piedra era
el compañero natural de Hielo. Cada elemento también tenía varias
ramificaciones, como el Metal por Piedra, Agua por Hielo, y Electricidad por
Aire, que algunas personas podrían aprovechar. Jo-Jo Deveraux era una
elemental de Aire, lo que significaba que su magia era exactamente lo contrario
de mi poder de Piedra y Hielo. Estar en la presencia de alguien que use tanto de
un elemento de oposición siempre me pone nerviosa e inestable. El poder de JoJo solo se sentía mal para mí, como haría con cualquier magia elemental de
Aire o Fuego.
Al igual que mi Piedra y el poder de Hielo parecería extraño para ellos.
Pero la peor parte eran las cicatrices de runas de araña en mis palmas.
Como Jo-Jo trajo aún más de su poder para soportar, la plata incrustada en mi
piel empezó a picar y quemar. La plata era un muy raro metal, con la propiedad
inusual de ser capaz de absorber y almacenar todo tipo de magia. Muchos
llevan runas elementales hechas de plata y las utilizan para contener
fragmentos de su poder que puedan utilizar cuando sea necesario. Algo así
como baterías mágicas. Mi madre, Eira, había usado su runa de copo de nieve
de esa manera, aunque no la había salvado al final.
Pero la plata no solo absorbe la magia, la desea para ella, como el metal era
hueco y entusiasta, dolorido incluso, por el poder elemental para llenarlo y
hacerlo todo. Podía sentir el deseo de la plata por más magia, por más poder, a
pesar de que la piel en mis palmas hace tiempo que había crecido sobre el metal
que se había derretido en mis manos. Curve mis dedos alrededor de la bolsa de
Violet, esperando que la piel artificial protegería mis manos lo suficiente para
bloquear las sensaciones de ardor en mis palmas. No funciono. Nunca lo hacía.
Así que me senté allí y vi a Jo-Jo.
Observar el trabajo de Jo-Jo siempre me recuerda un libro que había
tenido cuando era niña. Uno que tenía un personaje de dibujos animados. Si
Página
Una y otra vez, Jo-Jo movió su mano sobre el rostro de Violet. Cada vez
que lo hacía, la nariz de la chica se ponía un poco más recta, su mandíbula un
poco más cuadrada. La inflamación disminuyó, y las rayas de colores
desagradables desaparecieron de las mejillas de Violet.
81
La enana pasó lentamente su mano sobre el rostro de Violet Fox.
Elementales de Aire eran grandes sanadores debido a su capacidad de
aprovechar y utilizar todos los gases naturales en el aire, incluyendo el oxígeno.
Justo ahora, Jo-Jo estaba usando su magia para forzar el oxígeno en el cuerpo de
Violet, haciéndolo circular bajo la piel de su rostro, usando las moléculas del
aire para curar lo que se había roto tan brutalmente.
mirabas en las páginas de una en una, el personaje no se movía. Pero si pasabas
las hojas lo suficientemente rápido, caminaba de un lado del papel al otro.
Diez minutos después, Jo-Jo dejó caer su mano. Sus ojos se apagaron y
perdieron su blanquecino, resplandor mágico. Lo mismo hizo su palma.
―Listo ―dijo la enana en voz baja―. Está hecho.
―Él también la pateó una vez ―dije―. En el estómago.
Jo-Jo asintió.
―Lastimó sus riñones, pero he arreglado eso también.
La enana se puso en pie, mojó una toalla en el lavabo, y la utilizó para
limpiar la sangre de la cara de Violet. La chica no se movió. No había hecho un
sonido todo el tiempo que Jo-Jo estaba trabajando en ella. No era sorprendente.
Su cuerpo había pasado a través de un trauma grave. Probablemente tenía que
dormir durante al menos una hora, tal vez más. Sanado por arte de magia
siempre saca mucho de una persona, mientras el cuerpo trata de ajustar la
lesión para estar bien otra vez. Y el uso de tanta magia como Jo-Jo acababa de
usar, eliminaba todo menos a los elementales más fuertes.
Esa era una de las razones por las que trataba de no confiar en mi magia
demasiado, tratando de no usarla para cosas grandes. No me gusta que me deje
débil y desvalida después, incluso si me había retirado del negocio asesino.
Jo-Jo terminó la limpieza de Violet y arrojó el sangriento trapo en el bote
de basura. Finn deslizó las gafas pegadas de Violet en su rostro. Luego se echó
hacia atrás y le dio una mirada apreciativa.
―Se ve muy bien limpia, ¿no? ―dijo en un tono de admiración.
―Está inconsciente, Finn. Por lo menos ten la decencia de mirarla
malintencionadamente cuando esté despierta ―digo.
Finn entrelaza sus manos detrás de su cabeza y sonrió.
―Voy a estar seguro y hacer precisamente eso.
Jo-Jo se lavó las manos de nuevo en el lavabo. Agarró otro trapo para
secarlas, entonces se giró hacia mí.
―Así que ahí es donde Sophia fue con tanta prisa ―murmuro Jo-Jo―.
Pensé que era extraño que quisiera irse antes del final.
Página
Llené a Jo-Jo sobre todo lo que había pasado las últimas veinticuatro
horas, comenzando con Sophia y yo frustrando el intento de atraco de Jake
McAllister al Pork Pit, con Violet Fox entrando y preguntando por el Hombre
de Hojalata, desde los disparos, hasta Finn y yo rastreándola y salvándola del
enano sicario.
82
―Ahora ―habló la enana lenta y pesadamente―, ¿quieres decirme quién
es esta chica, y por qué alguien estaba golpeándola?
Levanté una ceja.
―Estábamos viendo una película del oeste. El bueno, el malo y el feo con
Clint Eastwood. Sophia casi nunca sale antes del gran enfrentamiento del final
―explica Jo-Jo―. Su parte favorita es cuando Lee Van Cleef muere.
Sophia Deveraux, la enana gótica, era también bastante aficionada al cine.
Películas del oeste, películas de acción, películas de mafia. Las amaba todas. Las
más violentas eran, las mejores.
―De todas formas ―dije, finalizando mi historia―. Dejamos el cuerpo del
enano para que Sophia lo eliminara y traje a la chica aquí. Una vez que ella esté
despierta, mi plan es preguntarle algunas serias preguntas sobre Fletcher y
dónde oyó el nombre de Hombre de Hojalata.
Jo-Jo miró a la chica. Un gesto hizo que la máscara de barro azul en su cara
se agrietara. No se había molestado en limpiarla todavía.
―Ella me resulta… familiar. ¿Cuál dices que es su nombre de nuevo?
―Violet Elizabeth Fox. ―Arranqué la licencia de conducir de la chica de
su cartera y se lo pasé a Jo-Jo.
La enana revisó la tarjeta laminada. Su ceño se profundizo, y trozos de
barro azul se descascaron de sus mejillas y se quedaron en su bata rosa.
―Ella vive en Ridgeline Hollow Road
―¿La conoces? ―preguntó Finn.
Jo-Jo sacudió su cabeza.
Página
83
―No, pero estoy bastante segura de conocer al bastardo viejo cascarrabias
que es su abuelo.
10
Traducido por âmenoire
Finn y yo nos miramos.
―¿Abuelo? ―preguntamos al unísono.
Jo-Jo asintió.
―Warren T. Fox de los Fox de Ridgeline Hollow. La chica luce un poco
como él en el rostro. Lo veo, ahora que la sangre se ha ido.
―¿Y quién es este Warren T. Fox? ―pregunté
―Solía ser amigo de Fletcher ―dijo la enana―. Pero tuvieron una
discusión hace mucho tiempo. No han hablado desde entonces, hasta donde sé.
Jo-Jo observó a Violet, quien todavía estaba inconsciente en la silla. Una
emoción destelló en los ojos claros de la enana. Arrepentimiento.
Me pregunté por qué. Jo-Jo sacudió su cabeza. Más de la máscara de lodo
se cayó de su rostro.
―Vamos ―dijo la enana―. Pongamos cómoda a esta pobre chica y les
diré lo que sé.
Página
La mayoría de la gente iba directamente al salón de Jo-Jo cuando venía a la
casa, pero mi habitación favorita siempre había sido la cocina. Una delgada
habitación con bloque de carnicero rectangular situado en el centro rodeado por
varios taburetes altos. Electrodomésticos hechos en una variedad de tonos
pastel rodeaban tres paredes, mientras que la cuarta se abría hacia la buhardilla
donde Violet Fox dormitaba. Runas parecidas a nubes podían ser encontradas
84
Dado que Jo-Jo era más fuerte que tanto Finn como yo, ella levantó a
Violet, cargó a la niña hacia la buhardilla escaleras abajo y la acomodó sobre un
atiborrado sofá. Quité la chaqueta sangrienta de Violet y los zapatos; luego Jo-Jo
la cubrió con una suave colcha caliente. La enana caminó cansadamente dentro
del baño de escaleras abajo para lavar el lodo azul de su rostro. Caminé a través
de la puerta que llevaba a la cocina.
en todas partes, desde los manteles en la mesa hasta los paños de cocina
apilados al lado del fregadero hasta el fresco que cubría el techo. Cuando era
más joven, solía tumbarme en el suelo de la cocina durante horas y mirar la
pintura en el techo, pretendiendo que las nubes realmente se estaban moviendo.
Una de las pocas fantasías infantiles que me permitía después de la pérdida de
mi madre y mi hermana mayor.
Finn ya estaba en la cocina, sirviéndose una taza de café de achicoria. Jo-Jo
siempre guardaba un bote en caso que Fletcher llegara. Ahora que el anciano se
había ido, Finn bebía su parte, y un poco más. Aspiré, disfrutando las cálidas y
reconfortantes fumarolas de cafeína que siempre me recordaban a Fletcher
Lane. Luego fui hacia el refrigerador, abrí la puerta y eché un vistazo dentro.
―¿Qué estás pensando?
esperanzada voz.
¿Sándwiches?
―preguntó Finn en
una
―No. Estoy en humor para algo dulce.
Saqué la mantequilla del refrigerador, luego rebusqué a través de los
gabinetes. Harina, avena, chabacanos secos, pasas doradas, azúcar morena,
vainilla. Los saqué, junto con algunas tazas para mezclar, un molde para
hornear, una espátula y un tazón. Finn se acomodó en la mesa de la cocina y
bebía su café mientras yo trabajaba. Para el momento en que Jo-Jo volvió a
entrar en la cocina, estaba deslizando la mezcla dentro del horno.
―¿Qué estás haciendo? ―preguntó la enana, sirviéndose una taza de café.
―Barras de chabacano ―contesté, limpiando mis manos en una tolla de
cocina cubierta de nubes―. Que voy a convertir en un pastel de fruta para un
pobre hombre. Estarán listas en unos pocos minutos, lo que debe darte tiempo
justo para contarnos todo sobre Fletcher y Warren T. Fox.
Jo-Jo asintió. Llevó su café hacia la mesa y se sentó junto a Finn. Me apoyé
contra el refrigerador así podría mantener un ojo en el horno. Solo no lo haría
para lograr que las barras de chabacano se volvieran demasiado marrones.
―Fletcher y Warren crecieron juntos en Ridgeline Hollow ―dijo Jo-Jo―.
Los mejores amigos que eran uña y mugre. Más como hermanos. Siempre
juntos, desde el amanecer hasta el anochecer. Sophia y yo conocíamos a sus
padres. A sus abuelos también.
―Una chica ―dijo Jo-Jo―. Ambos se enamoraron de la misma chica.
Stella. Era una cosita linda que vivía arriba en el pozo. Stella sabía que Fletcher
Página
―Papá nunca me mencionó a nadie llamado Warren Fox. Nunca.
Especialmente alguien que fuera su mejor amigo de la infancia. ¿Qué sucedió
entre ellos?
85
Finn sacudió su cabeza.
y Warren estaban enamorados de ella. Cortejaba con uno, luego el otro. Le
gustaba ponerlos en contra. Bastante pronto, estuvieron peleando por ella.
―¿Entonces con quién se quedó al final? ―pregunté.
Una irónica sonrisa curvó los labios de Jo-Jo.
―Ninguno. Huyó con un chico de la ciudad. Pero para ese entonces, era
demasiado tarde para que Fletcher y Warren repararan su amistad. Fletcher se
mudó a la ciudad para empezar con el Pork Pit. Warren se quedó arriba en las
colinas y tomó el control de la tienda de su familia.
Miré a Finn. Con su cabello color nogal, ojos verdes y suave sonrisa, Finn
era la viva imagen de Fletcher a su edad, y apuesto. Me pregunto cómo luciría
Warren T. Fox a su edad, para darle una carrera a Fletcher Lane por su dinero.
―La tienda de Warren, ¿se llama Country Daze? ―Finn tomó otro trago
de su café de achicoria―. Porque de ahí es de donde Violet Fox recibe su paga
cada dos semanas.
Jo-Jo asintió.
―Ha estado en la familia por cuatro generaciones para este momento,
contando a la chica ahí.
Mis ojos grises se movieron hacia Violet Fox, quien continuaba durmiendo
en el sofá.
―Si Warren y Fletcher habían discutido hace todos esos años, ¿por qué la
nieta de Warren vendría buscando a Fletcher ahora?
Jo-Jo se encogió de hombros.
―Todavía no he terminado con ellas ―dije.
―Vamos, Gin ―gimoteó―. Solo quiero una probada.
―Y justo vas a tener que esperar, como todos nosotros.
Página
Agarré un guante de cocina en forma de nube, abrí la puerta del horno y
saqué las barras de chabacano. El olor a fruta caliente, azúcar y mantequilla
derretido llenó la cocina, junto con una ráfaga de calor. Una combinación de la
que nunca me cansaría, especialmente en una fría noche gris como esta. Agarré
otro guante de cocina, lo coloqué en la mesa, luego puse el molde encima. Los
dedos de Finn treparon hacia el borde del contenedor, pero golpeé su mano
para alejarla.
86
―No lo sé. Pero si la chica o Warren están en problemas como creen que
lo están, pedirle ayuda a Fletcher Lane sería la última cosa que sé que Warren T.
Fox haría. El orgullo es una de las cosas más importantes para él. Que es la
razón por la que nunca arregló las cosas con Fletcher. Stella los humilló a ambos
y Fletcher le recordaba demasiado eso a Warren.
Jo-Jo se rió, divertida por nuestra riña. Me moví por los gabinetes y saqué
cuatro tazones, algunas cucharas y un par de cuchillos. También saqué un galón
de helado de vainilla del congelador. Después que las barras de chabacano se
enfriaron lo suficiente así no se desharían inmediatamente, corté grandes
pedazos de las barras, las puse dentro de los tozones y las cubrí con dos
cucharadas del helado. Mi propia versión de un rápido pastel de fruta hecho en
casa.
Jo-Jo tragó un bocado de la confección y suspiró.
―Cielo, puro y dulce cielo.
Finn no estuvo de acuerdo con ella. Estaba demasiado ocupado llenando
su rostro como para interrumpir.
Tomé un bocado. El helado era un frío y suave contraste cremoso para la
cálida y pesada ricura de las barras de chabacano y ambos se derretían juntos
en mi boca en una sinfonía de sabores. Jo-Jo tenía razón. Me había superado de
nuevo.
Estábamos raspando los restos de nuestro postre cuando la puerta frontal
se abrió ruidosamente. Pesados pasos familiares sonaron y un momento
después, Sophia Deveraux entró en la cocina. Sus góticas ropas negras lucían
fuera de lugar entre las aplicaciones color pastel, como una nube tormentosa
pasando frente al sol.
―¿Quieres algo de postre? ―pregunté, arreglando otro tazón de barras de
chabacano y helado para ella.
―Um-mmm ―gruñó Sophia un sí y se sentó junto a Jo-Jo.
Finn esperó hasta que Sophia estuvo a mitad de su helado antes de hacerle
la pregunta inevitable.
―¿Algún problema levantando el cuerpo?
Los planos ojos negros de Sophia encontraron los verdes de él.
―Nuh-uh.
La versión de una enana gótica de no.
Página
Pero la ropa de Sophia estaba tan pulcra como siempre. La verdad era que
no sabía exactamente cómo Sophia Deveraux disponía de los cuerpos que le
enviaba. No sabía si los enterraba, los quemaba, los aplastaba o los guardaba en
frío. Demonios, ni siquiera sabía a dónde había llevado los restos en primer
lugar.
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Miré la ropa de Sophia, pero no pude ver alguna mancha de sangre sobre
su camiseta, vaqueros o botas. Aun cuando la tela era negra, yo era buena
notando ese tipo de cosas.
Pero la gruñona enana gótica podía deshacerse de la evidencia como si
nunca hubiera siquiera existido. ADN, cabellos, fibras, sangre.
Ni una cosa quedaba después que hubiera limpiado una escena del
crimen. A menudo me había preguntado si Sophia tenía la misma magia
elemental de Aire que Jo-Jo tenía, si la usaba para ayudarse a destruir la
evidencia. Además de alisar arrugas, la magia de Aire también era buena para
desintegrar cosas como carne o limpiar sangre de un piso. Otro misterio que
nunca había sido capaz de resolver, junto con porqué la voz de Sophia era tan
rota y rasposa. Sólo tenía ciento trece años, demasiado joven para que su cuerpo
ya le estuviera fallando. Los enanos podían vivir fácilmente hasta quinientos o
más. Sophia Deveraux no estaba disponible con alguna respuesta, pero aun así
me lo preguntaba.
Sophia terminó su pastel de fruta, empujó su tazón hacia atrás y miró
hacia Jo-Jo.
―¿Película?
―Le puse pausa ―dijo Jo-Jo―. Todavía está en la televisión de la
buhardilla, si quieres terminarla.
Sophia asintió, se puso de pie y caminó hacia la siguiente habitación.
Tomé su tazón para enjuagarlo en el lavadero.
Me estiré hacia la llave para abrirla…
Y alguien gritó.
Me volví, uno de mis cuchillos de plata ya deslizándose en mi mano
derecha. Otro grito sonó, seguido por algunos frenéticos susurros. Sophia
suspiró y salió de la buhardilla. Un momento después, Violet Fox salió a la
vista.
La chica no lucía mal, a pesar de su terrible experiencia.
La única pista que algo violento había siquiera sucedido era la costra de
sangre que cubría su suéter. Y el hecho de que sus lentes negros estaban un
poco torcidos en el centro sobre su nariz. Finn no las había arreglado a la
perfección. O tal vez Jo-Jo había enderezado la nariz de la chica más de lo que
había estado antes. Ocasionalmente, la enana podría hacer una pequeña
rinoplastia mientras trabajaba su sanación con magia de Aire.
―¿Quiénes son ustedes?
Página
Violet Fox nos miró a los cuatro, sorprendida y más que perpleja por
nuestra presencia. Los ojos de la chica cayeron sobre un cuchillo sobre la mesa
de la cocina. Se lanzó rápidamente hacia adelante, lo levantó y lo blandió hacia
nosotros.
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Un beneficio añadido, si me preguntaran.
89
Página
11
Traducido por Apolineah17
Deslicé mi cuchillo de plata de regreso a mi manga y derramé agua en el
sucio tazón antes de que me volviera hacia la chica universitaria.
―Cariño ―dije con voz fría―. Eso es un cuchillo de mantequilla. Ni
siquiera podrías afilar tus uñas con él. Bájalo antes de que te lo quite.
―¿Quiénes son ustedes? ―preguntó Violet Fox con voz temblorosa, sin
soltar la lamentable arma. Dio un paso hacia atrás hasta que su cuerpo se
presionó contra el refrigerador. Si la puerta hubiera estado abierta,
probablemente se habría metido en el interior, como una tortuga refugiándose
en su caparazón―. ¿Dónde estoy? ¿Qué quieren de mí?
Suspiré y miré a Finn. Él era mucho mejor siendo agradable que yo. Él dio
un paso hacia adelante, con las manos abiertas. Una encantadora sonrisa mostró
sus dientes blancos con su perfección deslumbrante.
―Estás en un lugar seguro ―dijo Finn en un tono tranquilo que podría
haber calmado a un grizzly enojado―. No vamos a hacerte daño. Te salvamos
de ese enano en el estacionamiento en la universidad comunitaria, ¿recuerdas?
Sombras volvieron los ojos de Violet de un marrón más oscuro, y contrajo
la nariz, tratando de ver si todavía estaba intacta.
Finn se deslizó un poco más cerca y aumentó el voltaje en su sonrisa.
―No pretendemos hacerte daño. Sólo queremos hacerte algunas
preguntas sobre tu abuelo. Su nombre es Warren, ¿verdad? ¿Warren T. Fox?
Página
Violet Fox no se parecía nada a mí, por supuesto, pero por un momento,
mirarla fue como verme a los trece años de nuevo, justo después de que la
elemental de Fuego hubiera asesinado a mi familia. Había tenido la misma
mirada torturada y herida que la otra chica tenía justo ahora. Aparté el
recuerdo.
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Recordaba, definitivamente. El conocimiento lastimó sus rasgos al igual
que los puños del enano lo habían hecho. Jo-Jo podría haber sanado todo el
daño físico del ataque, pero Violet Fox no iba a olvidar el trauma emocional en
cualquier momento pronto. Si es que alguna vez lo hacía. Otra cosa más con la
que yo estaba demasiado familiarizada.
La duda brilló en sus oscuros y atormentados ojos.
―¿Por qué quieren saber sobre mi abuelo?
―Porque tu abuelo solía ser un viejo amigo de mi papá. ―Finn mantuvo
su tono tranquilizador―. Su nombre era Fletcher Lane. Entraste hoy al Pork Pit
preguntando por él, preguntando por el Hombre de Hojalata, ¿recuerdas?
Algo del pánico de Violet disminuyó, y estudió a Finn con mucho más
interés.
―Vamos ―dijo Finn―. Si quisiéramos hacerte daño, ya lo habríamos
hecho. Sólo queremos hablar. Lo prometo.
Era la misma voz suave que había usado para llevar a muchas mujeres
fuera de sus bragas. Incluida yo en mis años más jóvenes y estúpidos. “Estarás
mucho más cómoda si sales de tu ropa mojada. Déjame ayudarte a subir el cierre de tu
vestido. Ups, ¿acabo de derramar café sobre tus vaqueros? Supongo que tendrás que
quitártelos”.
Y funcionó. Violet Fox nunca tuvo una oportunidad contra el puro,
irresistible y ligeramente adulador encanto de Finnegan Lane. Bajó el cuchillo y
nos estudió de nuevo, cuidadosamente esta vez, sin miedo nublando su mirada.
Se quedó mirando fijamente a Finn más tiempo.
―Te ves exactamente como tu papá ―dijo ella―. O por lo menos como
una vieja foto que mi abuelo tiene de él. Los mismos ojos, el mismo cabello, la
misma sonrisa agradable.
Finn sonrió un poco más amplio. Nada le gustaba más que le dijeran lo
guapo que era.
Violet asintió hacia Jo-Jo.
―Te he visto una o dos veces en la tienda, ¿verdad?
―Claro que lo has hecho, querida. Tu abuelo tiene la mejor miel casera en
la ciudad. Siempre paso y consigo un poco cuando estoy en ese camino ―dijo
Jo-Jo―. Ahora, ¿por qué no le das a ese cuchillo un buen uso y te sirves algo de
postre mientras hablamos?
―Después de que maté al hombre que te atacó ―dije.
Página
―Y tú ―murmuró―. Hablé contigo en el restaurante hoy. Y en el
estacionamiento, después, después…
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Después de un momento, Violet asintió, dio un paso hacia adelante, y
puso el cuchillo de nuevo sobre la mesa. Finn tomó suavemente su brazo, le dio
otra sonrisa, y la sentó en uno de los taburetes. Le hice un tazón de barras de
albaricoque y helado y le pasé una cuchara. Violet se me quedó viendo.
Violet tragó una bocanada de aire. Jo-Jo se acercó, palmeó a la chica en la
mano, y me lanzó una mirada mordaz. Suspiré. Era una ex asesina, no una
niñera.
No era mi trabajo endulzar lo que había sucedido esta noche, o eludir el
problema en el que la chica se encontraba. Pero era lo suficientemente paciente
para dejar que Violet Fox siguiera con su farsa antes de que empezara a hacerle
preguntas.
Además, quedaban un montón de barras de albaricoque. Sería una pena,
de verdad, dejar que se desperdiciaran.
―¿Por qué viniste al Pork Pit hoy buscando al Hombre de Hojalata?
―pregunté―. ¿Quién te dijo ese nombre?
Violet jugueteó con su cuchara, luego la empujó y a su cuenco vacío a un
lado. Respiró. Sabía que era hora de ir al grano.
―Vas a pensar que es estúpido. Infantil.
―Oh, dudo eso ―arrastré las palabras.
Las cejas de Violet se juntaron en confusión ante mi tono sarcástico. Jo-Jo
la palmeó de nuevo, animándola a seguir con su historia. Violet negó con la
cabeza y continuó.
―Cuando era una niña, mi abuelo solía contarme historias sobre el
Hombre de Hojalata. Me dijo que el Hombre de Hojalata ayudaba a personas
que no podían ayudarse a sí mismas. Que él dirigía un restaurante de barbacoa
llamado el Pork Pit y que todo lo que tenías que hacer era entrar y preguntar
por él, y que él haría que todos tus problemas desaparecieran. Pensaba que era
la historia más maravillosa, una especie de cuento de hadas del sur.
Warren Fox podría haber estado distanciado de Fletcher, pero todavía
pensaba en su amigo de la infancia, lo suficiente para decirle a su nieta sobre el
viejo hombre y lo que hacía, de una manera indirecta. Aunque yo no llamaría a
asesinar personas una verdadera ayuda…
―¿Así que él es real entonces? ―preguntó Violet―. ¿El Hombre de
Hojalata?
―Claro, él es real, cariño ―dijo Jo-Jo―. Su nombre era Fletcher Lane. Él
era el padre de Finn.
Página
Me le quedé viendo a la enana, luego a Sophia, quien gruñó su acuerdo.
Incluso Finn asintió en una forma conocedora. Con los años, yo había hecho un
par de trabajos por el bien público. Al igual que lo había hecho Fletcher. ¿Pero
ayudar a las personas en secreto? ¿Cómo un trabajo regular? ¿Cuándo el
anciano había hecho eso? Y más importante, ¿por qué?
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―Oh, sí. Fletcher ayudó a mucha gente a lo largo de los años ―dijo Jo-Jo,
cortando mis cavilaciones―. Él era un hombre maravilloso de esa manera.
El rostro de Violet cayó.
―¿Era?
Finn asintió.
―Murió hace un par de meses. Pero no te preocupes por eso ahora.
Cuéntanos el resto de tu historia.
Violet tomó otra respiración.
―De todos modos, en realidad no había pensado en el Hombre de
Hojalata en años… hasta esta mañana.
―¿Qué sucedió esta mañana? ―Finn le dio a Violet otra sonrisa
alentadora.
Violet agachó la cabeza y le devolvió la sonrisa, como si no estuviera
acostumbrada a tanta atención masculina. Probablemente no.
Chicas con gafas, y todo eso.
―Soy una estudiante de negocios en la Universidad Comunitaria de
Ashland. Eva Grayson es mi mejor amiga. Ella estaba en el Pork Pit anoche. Lo
único de lo que podía hablar hoy era del robo y de cómo la mujer detrás de la
caja registradora lo detuvo.
Sophia resopló.
―Bueno, tuve un poco de ayuda ―dije para apaciguar a la enana gótica―.
Así que hablaste con Eva, y recordaste esta historia que tu abuelo te había
contado sobre el Hombre de Hojalata. Está bien, voy a creer eso. Pero, ¿por qué
siquiera necesitas la ayuda del Hombre de Hojalata en primer lugar?
Violet mordió una de sus uñas.
―Es una larga historia.
―Es algo bueno que no tengamos nada más que tiempo, entonces.
No mencioné que la chica no iba a ir a ninguna parte hasta que hubiera
determinado si no era una amenaza para mí, Finn, las hermanas Deveraux, o el
restaurante. Jake McAllister iba a crear suficientes problemas para mí. No
necesitaba más.
Página
―De acuerdo. Mi abuelo, Warren Fox, es dueño de una tienda en
Ridgeline Hollow Road llamada Country Daze. Es una antigua tienda local con
botellas de refresco de vidrio, barriles llenos de caramelos de un centavo,
productos locales, ese tipo de cosas. También está justo al lado de una de las
grandes minas de carbón: Dawson Número Tres. Comenzó como una mina
subterránea con una gran veta de carbón. Pero el carbón se agotó hace unos
años, así que la parte subterránea ha estado inactiva desde entonces. Ahora es
sólo una mina desmantelada. El propietario de la mina, Tobias Dawson, ha
93
Violet asintió.
estado detrás de mi abuelo para que le venda la tienda, la tierra, y los derechos
mineros durante años, para que así pueda expandir la mina y buscar más
carbón. Pero la tienda y la tierra han estado en nuestra familia por generaciones.
Mi abuelo siempre se ha negado, diciendo que preferiría morir antes que ver
algo más de la montaña destruida.
Tobias Dawson. Conocía ese nombre. Dawson era uno de los mayores
operadores de minas en Ashland, un enano que había extraído carbón de las
montañas durante años como un minero antes de hacer suficiente dinero para
iniciar su propia empresa. No había tenido nada más que éxito desde entonces.
Un verdadero minero de la cabeza a los pies quien siempre estaba en búsqueda
de la próxima gran veta de carbón en las montañas. Si Tobias Dawson quería
algo, por lo general lo conseguía, sin importar quién muriera en el proceso.
Dawson también estaba profundamente confabulado con Mab Monroe. Recordé
ver su nombre en el archivo que Fletcher había compilado sobre la reina
elemental de Fuego.
Escuchar el nombre de Dawson también me hizo recordar dónde había
visto el símbolo que había estado tatuado en el bíceps del atacante de Violet. A
menos que estuviera equivocada, un cartucho de dinamita encendido era la
runa de Tobias Dawson para su compañía minera.
Violet continuó con su historia.
No y vivir para contarlo.
Página
No me molesté en preguntarle a Violet Fox si había ido a la policía para
quejarse sobre Tobias Dawson. El enano propietario de la mina tenía más que
suficiente dinero para sobornar a la policía para que mirara hacia otro lado, y
siempre podía utilizar su conexión con Mab Monroe para meter a la policía en
su bolsillo, que retrocediera y que lo dejara continuar con sus actividades de
intimidación. La única persona que podría escuchar a los Fox sería Donovan
Caine. Incluso entonces, el detective no podría hacerse cargo de alguien como
Tobias Dawson él mismo.
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―En el pasado, Dawson se contentaba sólo con esperar. Es un enano,
después de todo, con sólo un poco más de doscientos años. Está destinado a
vivir más que mi abuelo y yo. Pero ya no está tomando un no por respuesta. Ha
enviado a algunos de sus hombres a acosarnos. Han roto las ventanas en la
tienda, han amenazado a los clientes, interferido con nuestras entregas. Sólo
nómbralo, han hecho todo eso y más en los últimos dos meses, tratando de
llevarnos a la quiebra. El abuelo ha sido capaz de manejar a los hombres de
Dawson hasta el momento, pero estoy preocupada por él. Dawson más o menos
le dijo al abuelo que nos mataría a ambos si el abuelo no le vende. El abuelo dijo
que no, por supuesto.
―Así que es por eso que el enano te atacó anoche ―murmuré―. Tu
abuelo no estaba cediendo, así que Dawson decidió darle un incentivo para
vender… tu cuerpo.
Violet negó con la cabeza.
―Eso tampoco habría funcionado. En todo caso, el abuelo habría
conseguido su escopeta y había ido a la mina para tratar el asunto con Dawson.
―Donde Dawson podría justificadamente matarlo en defensa propia
frente a cualquier número de testigos ―señaló Finn―. De cualquier manera,
Dawson habría conseguido lo que quería, a ti y a tu abuelo fuera del camino.
Violet se estremeció y abrazó su pecho.
Nadie dijo nada durante la mayor parte de un minuto.
Entonces Jo-Jo me miró con sus ojos pálidos y sin color.
―¿Gin?
Gin. Mi nombre adoptivo. Una palabra tan corta, tan simple.
Pero esa sola sílaba estaba infundida con un mundo de significado.
Sabía lo que Jo-Jo estaba preguntando. Si iba a ayudar a Violet y a su
abuelo, Warren T. Fox. Porque sin alguien como yo de su lado, alguien tan frío,
despiadado y peligroso como Tobias Dawson, los Fox no estarían mucho en
esta tierra. Si no hubiera tenido curiosidad y no hubiera intervenido anoche,
Violet ya estaría violada, asesinada, y fría en ese estacionamiento.
Froté mi cabeza. No necesitaba esto justo ahora. Se suponía que estaba
retirada, no metiendo mi nariz en los problemas de alguien más. Sobre todo no
gratuitamente. Luego estaba Jake McAllister y su bien conectado padre abogado,
Jonah. No tenía ninguna duda de que el joven McAllister cumpliría su amenaza
para tratar de matarme. Y, por último, estaba la carpeta de información que
Fletcher Lane me había dejado, la de mi madre y mi hermana mayor asesinadas.
Pero mi decisión ya había sido tomada. Lo había sido en el momento en el
que me había vuelto lo suficientemente curiosa como para rastrear a Violet Fox
y ver en qué tipo de problemas estaba metida, ver por qué quería hablar con el
Página
Necesitaba averiguar qué hacer con todo eso. Cómo encargarme de Jake
McAllister sin señalar el dedo de nuevo hacia mí misma. Qué hacer con su
padre. Cómo encontrar a mi hermanita, Bria. Decidir si en realidad quería hacer
eso o no. Fletcher me había dejado todas esas preguntas para encontrar las
respuestas. No necesitaba vagar por las Montañas Apalaches para ayudar a un
vejete y a su nieta a enfrentarse a alguien tan peligroso y potencialmente letal
como Tobias Dawson.
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La fotografía de Bria que probaba que ella estaba viva, todavía por ahí en
alguna parte.
Hombre de Hojalata. Curiosidad. Definitivamente va a conseguir que me maten
un día. Probablemente muy, muy pronto.
―Sophia ―dije―. Voy a necesitar que vigiles el Pork Pit durante unos
días. Tal vez que me ayudes con algunas otras cosas también, si surge la
necesidad.
La enana gótica asintió. Una pequeña sonrisa suavizó su duro y pálido
rostro. Nada le gustaba más a Sophia que encargarse de las otras cosas que
enviara en su dirección.
―Finn, necesito todo lo que puedas conseguir de Tobias Dawson, su
operación minera, y por qué podría querer la tierra de los Fox tanto.
Finn asintió.
―Jo-Jo, probablemente necesitaré algunos suministros de curación.
La vieja enana asintió también.
Violet miró hacia atrás y hacia adelante entre nosotros cuatro.
―No entiendo. ¿Pensé que el padre de Finn, el Hombre de Hojalata,
estaba muerto? ¿Cómo algo de esto va a ayudarme a mí y a mi abuelo?
Página
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―Porque, cariño ―dije―. Puedo no ser el Hombre de Hojalata, y
definitivamente no soy ningún héroe de un cuento de hadas, pero soy lo más
parecido que vas a conseguir.
12
Traducido por Rihano y Mariandrys
Una vez que mi ayuda profesional fue asegurada, Violet Fox quiso
inmediatamente ir a casa y asegurarse que su abuelo estaba bien.
―Olvídalo ―le dije―. No vas a casa esta noche. Tienes que quedarte aquí
y descansar. Has pasado por un trauma grave. A pesar de ser sanada
mágicamente, todavía necesitas un tiempo de inactividad para recuperarte.
En este punto, círculos púrpuras bordeaban sus ojos oscuros, y se movía
lentamente, como si cada movimiento fuera un enorme esfuerzo.
Violet Fox estaba a punto de desmayarse de puro agotamiento.
No añadí el hecho de que yo quería que Violet se quedara justo donde
estaba, así Jo-Jo y Sophia Deveraux podían cuidarla. Las enanas se asegurarían
que Violet no hiciera nada estúpido, como decirle a su abuelo sobre el ataque y
tenerlo arrancando detrás de Tobias Dawson hecho una furia.
―¿Pero qué si Dawson envía a algunos hombres detrás del abuelo?
―preguntó Violet.
―No lo hará ―respondí―. Tú misma lo dijiste. Tu abuelo y su escopeta
pueden manejar a los hombres de Dawson. Es por eso que el enano vino detrás
de ti en su lugar. Él no iba a conseguir nada amenazando a tu abuelo.
―Pero, ¿cómo lo sabes? ―persistió ella.
Violet abrió la boca para discutir conmigo un poco más, pero la corté.
―Puedes llamar a tu abuelo y revisarlo. Ver cómo está, y decirle que lo
verás mañana. Pero si quieres mi ayuda, te vas a quedar aquí esta noche.
¿Capisce?
Página
―Porque he tenido mucha experiencia con este tipo de cosas. Dawson
probablemente está esperando porque su teléfono celular suene, con su hombre
informándole y diciéndole que estás muerta. Cuando se dé cuenta que algo
salió mal, Dawson estará demasiado ocupado tratando de encontrar a su propio
hombre, y averiguando qué demonios le ha pasado para preocuparse de tu
abuelo. Al menos por esta noche. Créeme. Tenemos tiempo para que tú
consigas un poco de sueño de belleza.
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Le di una mirada plana.
Violet Fox podría ser una estudiante de negocios de puras A, pero su
resistencia se marchitó bajo mi fría mirada.
―Muy bien ―murmuró―. Voy a llamar a mi abuelo.
―Bueno ―le contesté y empujé su cuenco de nuevo hacia ella―. Ahora,
come un poco más de postre.
Violet Fox comió un poco más de las barras de albaricoque y helado de
vainilla, mientras el resto de nosotros planeaba. Jo-Jo y Sophia acordaron
mantener un ojo en ella hasta que Finn y yo nos presentáramos mañana. Los
dos conduciríamos a Violet de vuelta a casa, para reunirse con Warren T. Fox, y
ver lo que podíamos hacer para conseguir que Tobias Dawson diera marcha
atrás.
Jo-Jo instaló a Violet en una de sus habitaciones de arriba, mientras que
Finn convenció a Sophia de salir en la lluvia y ver lo que podía hacer con la
sangre que Violet había goteado por todo el asiento trasero de su precioso
Aston Martin. Una vez que Jo-Jo terminó con Violet, la enana me llevó al salón,
donde me dio un bote de plástico. La runa de la nube de la enana decoraba la
parte superior del bote. Tracé con mi uña la pintura de color azul pálido.
Además de sanar con sus manos, los elementales de Aire como Jo-Jo,
también podían infundir su magia en varios productos, como el ungüento que
me había entregado. La pomada no funcionaría tan bien como Jo-Jo sanándome
ella misma, pero me evitaría desplomarme hasta que pudiera llegar a ella. Jo-Jo
también me dio un par de botes más pequeños de la pomada, entre ellos uno
que se parecía a un compacto de maquillaje y otro tubo sólido de esta que se
parecía a un lápiz de labios.
―Gracias―le dije―. Tengo la sensación de que voy a necesitar estos, si
me estoy mezclando con Tobias Dawson.
Los ojos blancos de Jo-Jo se nublaron.
La mayoría de los de Aire lo tenían. Podían leer vibraciones y sentimientos
en el viento como yo podía en cualquier piedra que estaba cerca de mí.
Pero, donde mi elemento me susurraba del pasado, el suyo a menudo
insinuaba el futuro. Otra forma en que los dos elementos se oponían entre sí.
Página
Su voz era suave y distante, como si estuviera en algún lugar lejano en vez
de parada delante de mí. Además de sus poderes curativos, Jo-Jo también tenía
un poco de precognición.
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―Quizás. Aunque no creo que el bote será de mucha ayuda. No esta vez.
Después de un momento, los ojos de Jo-Jo se aclararon, y me miró.
―Entonces, ¿vamos a hablar de ello?
―¿Hablar de qué? ―pregunté, deslizando el compacto y tubo de lápiz
labial en el bolsillo de mis vaqueros.
―Esa carpeta que te di. En la que Fletcher pasó tanto tiempo trabajando.
Hice una mueca. Jo-Jo había sido la que me había dado la carpeta acerca
de mi familia asesinada, hace dos meses poco después del funeral de Fletcher.
La enana me había dicho que fuera a hablar con ella acerca de la información
cuando estuviera lista.
Algo más que no había hecho todavía.
―¿Que hay que hablar? ―Me encogí de hombros―. Por alguna razón,
Fletcher Lane sabía quién era yo realmente todo el tiempo, y nunca me dijo una
palabra al respecto. En cambio, pasó su tiempo libre compilando toda la
información que pudo sobre mi familia muerta, como si yo fuera otro de sus
objetivos. Algo apunta a que él estaba tratando de encontrar la manera de
hacerlo. El viejo te da la carpeta, entonces es asesinado antes de que pueda
decirme sobre esto, o qué demonios quería que yo hiciera con la información.
No veo qué tenemos que discutir.
Jo-Jo me miró fijamente.
―De tu hermana, para empezar.
Solté un bufido.
―Oh, sí, mi hermanita, Bria, de quien me entero está viva después de
pensar que estaba muerta por diecisiete años.
―Puedo entender porqué te sientes herida, porqué sientes como que
Fletcher te traicionó. Pero la familia lo es todo, Gin ―dijo la enana con voz
suave―. Ya se trate de la en que naces o de la que te haces por ti misma. Bria es
tu sangre, tu hermana, y está viva. No puedes solo ignorar eso.
―Fletcher me dejó una foto de ella, pero no me dijo cómo encontrarla. En
donde está, como está incluso ahora. Algo descuidado de él omitir esa
información, ¿no te parece? ―solté.
―Tú sabes, ¿no? Sabes porqué él compiló esa información.
Jo-Jo inclinó la cabeza.
―Tengo algunas ideas.
Página
El tono de su voz hizo que las ruedas de mi cerebro se apretaran, justo
como mis dientes estaban haciendo. Mis ojos grises ardían en los suyos claros.
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―Fletcher Lane nunca hizo nada que no quería ―dijo Jo-Jo―. Él te dejó
esa foto por una razón. Tú comprenderás la razón algún día.
―¿Te importa compartir? ―le pregunté en un tono sarcástico.
La enana sacudió la cabeza.
―No es mi decisión. Esto es entre tú y Fletcher.
―Él está muerto.
―No significa que todavía no pueda hablar contigo ―dijo Jo-Jo―. Todo lo
que tienes que hacer es estar dispuesta a escuchar.
Abrí mi boca para decirle que cortara la charla críptica, que era un poco
difícil tener una conversación con alguien que estaba enterrado, tres metros bajo
tierra. Pero Finn eligió ese momento para entrar en el salón. Él sonó las llaves
de su auto en la mano.
―¿Estás lista? ―preguntó Finn.
Le eché un vistazo.
―¿Sophia limpió la sangre de la parte trasera del Aston ya? ¿Cómo
diablos hizo eso?
―Jabón, agua, y un poco del trabajo manual de los enanos ―respondió
Finn―. Esa mujer es un genio. Huele y se ve igual a como lo hacía el día que lo
conseguí.
Había tantas cosas que podrías hacer con agua y jabón. No pensaba que
lograr sacar sangre del cuero fuera una de ellas. Miré a Jo-Jo, quien me dio una
sonrisa cándida que no compré ni por un minuto. Amaba a las dos hermanas
enanas, pero cuanto más tiempo estaba alrededor de Jo-Jo y Sophia Deveraux,
más me daba cuenta que no sabía nada de ellas. No realmente. Ni algo que
parecía importar, como la verdad. Así como parecía que yo no había conocido
al verdadero Fletcher Lane, tampoco.
―¿Estás lista? ―preguntó Finn de nuevo.
Me quedé mirando a Jo-Jo un momento más, luego me volví hacia él.
Pero siempre lo comprobaba. Incluso en mi retiro, no podía permitirme el
bajar la guardia, sobre todo no ahora con este lío pasando con Jake McAllister.
Página
Finn me dejó fuera de la casa de Fletcher y accedió a reunirse conmigo en
el Pork Pit mañana, luego se dirigió a su apartamento en la ciudad. Revisé la
gravilla en la calzada y el granito alrededor de la puerta de entrada, usando mi
magia de Piedra para escuchar las perturbaciones. Pero todas las piedras
despedían sus bajas y tranquilas vibraciones habituales. Sin visitantes hoy.
100
―Sí. Larguémonos de aquí.
Debido a que Jake había estado magníficamente enojado cuando los policías lo
habían arrastrado lejos la otra noche. Yo no tenía ninguna duda que él estaba
pensando en lo que podría hacer para lastimarme, para hacerme dejar los
cargos contra él. Después de todo, había estado listo para freírme con su magia
elemental de Fuego sólo porque estaba en la caja registradora. La tortura y el
asesinato no eran un gran salto para hacerlo desde allí. Si Jake en realidad me
perseguía o no, todavía estaba en el aire. Pero estaría lista de todas formas.
No era tan tarde, pero había sido un infierno de día. Así que tomé una
ducha, me puse mi pijama, y me fui a la cama. Me quedé dormida casi de
inmediato, y en algún momento más tarde, comenzó el sueño…
Estaba parada en el Pork Pit, picando las cebollas para agregar a los frijoles
horneados de mañana. A pesar del áspero y punzante aroma, mis ojos no se aguaron.
Nunca lloraba. Ya no. No desde que mi familia había sido asesinada. Pero eso no
significaba que no podía preocuparme. Mis ojos se movieron hasta el reloj en la pared:
10:05. Un minuto más tarde que la última vez que había mirado. El miedo se apretó en
mi estómago hasta que se sintió tan duro como el ladrillo del restaurante a mi alrededor.
―Él llega tarde ―dije en voz suave.
―No seas una preocupona, Gin ―se burló una voz adolescente detrás de mí―. Él
siempre vuelve.
Dejé mi picado y me volví a mirar a Finnegan Lane. A los quince años, Finn era
dos años mayor que yo, con una mata de cabello castaño oscuro y ojos que me
recordaban a la hierba mojada. Era alto, con un pecho sólido que ya estaba llenándose.
Nada como mis largos y desgarbados brazos ―delgados como de araña― y piernas.
Finn estaba encaramado en un taburete frente a la caja registradora y chupó hasta
la última gota del batido de chocolate triple que le había hecho. A Finn no le gustaba
mucho, viéndome como una competencia por el tiempo, atención y afecto de su padre
viudo.
Yo había esperado que mi pequeño soborno lo hiciera al menos tolerable mientras
esperábamos a Fletcher. Había funcionado. Finn había estado demasiado ocupado
tragando el rico y dulce brebaje para burlarse de mí.
Página
Habían sido tres meses desde que Fletcher Lane me había albergado, y mi vida se
había convertido tan normal como podría llegar a ser. Durante el día, asistía a la escuela
bajo el nombre de Gin Blanco, poniéndome al día con lo que había perdido mientras
había estado viviendo en las calles y escondiéndome del elemental de Fuego que había
asesinado a mi familia. Después de clases, venía directo al Pork Pit para ayudar a
Fletcher a cocinar y a limpiar y ganar mi mesada. Él puede que esté poniendo un techo
sobre mi cabeza, pero estaba determinada a trabajar por ello tanto como pudiese. No una
vida glamurosa de ninguna forma, y nada como el suave y cálido confort que había
101
Para variar.
tenido antes, pero tenía una delgada ilusión de seguridad. Algo que apreciaba ahora más
que nunca.
Solo una cosa me molestaba… las escapadas nocturnas de Fletcher. Cerca de una
vez por mes, él desaparecía. Algunas veces por unas cuantas horas, otras veces por
algunos días. Nunca dijo a dónde iba o qué hacía, y yo no preguntaba. Pero conocía la
sangre cuando la veía, y Fletcher estaba seguidamente cubierto por ella. Sangre fresca,
pegajosa y húmeda. Salpicada sobre toda su ropa, como si acabase de matar a alguien.
Otra cosa que conocía, incluso a los trece años.
Mis ojos se dirigieron nuevamente al reloj: 10:07. Fletcher se había desvanecido
tan pronto como había llegado esta tarde, diciendo que regresaría a las siete, hace más de
tres horas. Él nunca se había tardado tanto antes. ¿Qué haría yo si no volvía?
¿A dónde iría? De vuelta a las calles parecía, rogando por comida, ropa, y refugio
una vez más. Mi estómago se retorció un poco más fuerte…
La puerta frontal del restaurant se abrió de golpe, haciendo sonar la campana. Mi
corazón se levantó. Un momento después, un par de largos brazos lanzaron a Fletcher
dentro. Él salió volando por el aire, golpeó una mesa, rodó de ella y aterrizó duro.
Fletcher gimió y tosió. Su sangre salpicó todo el limpio suelo que pasé toda la tarde
limpiando.
Otro hombre caminó dentro del Pork Pit, cerró la puerta detrás de él, y se volvió.
Incluso sobre el rugido en mis orejas, aun así pude escuchar la cerradura de la puerta.
Encerrándonos.
―¡Papá! ―gritó Finn.
Finn comenzó a avanzar hacía su padre herido, pero el hombre se colocó enfrente
de la forma proclive de Fletcher y empujó fuerte a Finn. El adolescente voló a través de
la habitación. Él también golpeó una mesa, rodó de ella, se deslizó al piso, y se quedó
quieto. Me mantuve detrás del mostrador, ojos abiertos, no creyendo que esto estaba
realmente sucediendo.
No ahora. No otra vez. Por favor, por favor, no otra vez.
―Debiste haber tomado el trabajo, Lane ―gruñó el extraño hombre.
―Debiste haber hecho una excepción. Porque ahora eres tú el que va a morir.
Douglas estrelló la bota de su pie al costado de Fletcher.
Fletcher gimió y tosió más sangre. Jadeé. Los ojos avellanas del gigante se
dispararon hacia mí, estableciéndose en mi pecho inexistente.
Página
―Te lo dije… Douglas ―bramó Fletcher―. Yo no… mato… niños… nunca.
102
Él era un gigante, casi seis centímetros más alto que yo, con un pecho amplio y
fornido que me recordó a un banco de hierro del parque de al lado. Su cabello negro
envolvía su cuero cabelludo como un bol al revés, mientras que una barba rizada cubría
su quijada cuadrada.
―Bueno, bueno. ―Se relamió los labios―. Hola, nena linda. Nos divertiremos
cuando termine por aquí.
―Déjala fuera de esto ―dijo Fletcher―. Es solo una niña.
Fletcher intentó levantarse, pero Douglas se inclinó y lo golpeó en el rostro.
Escuché su mandíbula quebrarse a través de la habitación, y cayó de vuelta al piso con
un agudo gruñido de dolor.
Finn todavía no se había movido de donde había caído. Arraigué una mano sobre
mi boca para no gritar.
―Sabes ―dijo Douglas, enrollando sus mangas―, voy a disfrutar el golpearte
hasta la muerte, Lane. Ha pasado un tiempo desde que he tenido mis manos llenas de
sangre.
Mi estómago dio un vuelco, y por un momento, pensé que podría vomitar. Mi
madre, mi hermana mayor, Annabella, mi hermanita, Bria. En los últimos meses, había
perdido a todo aquel quien me importaba. No podía perder a Fletcher también. Él había
sido la única persona que me había mostrado algo de amabilidad, de compasión.
Él era el único que quedaba que se interesaba si vivía o moría.
¿Pero qué podía hacer yo? Douglas no se detendría hasta que Fletcher estuviese
muerto… o él. Él mismo lo dijo, y Fletcher no estaba en posición de pelear. No ahora.
En ese momento, supe qué tenía que hacer si quería salvar a Fletcher, si quería
salvarme a mí misma y la pequeña frágil burbuja de vida, de normalidad, de seguridad,
que había construido en el Pork Pit.
Mis ojos grises saltaron hacia el cuchillo que todavía sostenía, aquel con el que
había estado cortando cebollas. Una extraña calma se asentó sobre mí, y mis dedos se
apretaron alrededor del mango hasta que el acero sin mancha se impregnó a sí mismo
sobre la cicatriz de la runa de araña de plata en mi palma.
―Déjalo en paz ―dije y bajé el cuchillo debajo del mostrador, fuera de la línea de
vista del gigante.
Douglas detuvo la acción de enrollar sus mangas lo suficiente para quedarse
mirándome.
―¿Qué dijiste, niñita?
Aspiré aire.
―Bueno, ¿no eres una peleadora? Es una lástima que vayas a morir tan joven…
y tan dolorosamente.
El gigante le pasó por encima a Fletcher y avanzó hacia mí.
Página
Los ojos de Douglas se entrecerraron.
103
―Dije que lo dejes en paz, bastardo gordo, feo, cara de vaca.
Fletcher se estiró, intentando detenerlo, pero estaba muy débil y herido como para
sostener al hombre más grande y más fuerte. Me quedé donde estaba detrás del
mostrador y moví mi brazo derecho detrás de mi pierna, escondiendo el cuchillo.
Douglas rodeó el mostrador y me alcanzó.
Su mano izquierda agarró mi hombro, jalándome hacia él. Algo se torció en mi
brazo, y dolor explotó en mi cuerpo. Su puño derecho ya estaba impulsándose para
golpearme.
De alguna forma, alejé el dolor, inhalé aire, me lancé hacia adelante, y estrellé el
cuchillo en contra de su pecho tan fuerte y profundo como pude.
Mi puntería debió haber sido mejor de lo que creí, porque los ojos avellanas de
Douglas se sobresaltaron en sorpresa y dolor. Pero no cayó. Se tambaleó hacia atrás.
Mantuve mi agarre en el cuchillo, y salió libre de su pecho. Sangre bañó mis dedos como
grasa caliente, quemando mi piel. Quería soltar el arma. Oh, como quise soltarla. Pude
haberlo hecho, si Douglas no hubiese comenzado a reírse.
―Perra estúpida ―dijo―. ¿Crees que una pequeña herida de puñalada va a
detenerme? Voy a disfrutar el hacerte pagar por ello.
Vino hacia mí otra vez, con el puño echado hacia atrás, pero no dudé.
Antes de que pudiese golpearme, me lancé hacia adelante y lo apuñaleé otra vez.
Sentí la hoja cortar algo en su pecho.
Una costilla, tal vez, o algún otro hueso. La sensación me hizo querer vomitar.
Douglas gritó otra vez, más fuerte esta vez, y su carnosa mano se enganchó en mi
cabello castaño, jalando mi cabeza hacia atrás hasta que creí que mi cuello se rompería.
Por la esquina de mi ojo, vi el brillo de colmillos amarillos en su boca. Un vampiro.
Era un gigante, y era un vampiro. Uno que quería beber mi sangre para
reemplazar la suya.
Pánico me llenó. Antes de que pudiese enterrar sus dientes en mi cuello, arranqué
el cuchillo de su enorme pecho y lo sepulté en su cuerpo otra vez.
Y otra vez.
Y otra vez.
Página
Douglas soltó mi cabello y se deslizó al piso, pero no detuve mi asalto. Pateó,
golpeándome en la pierna. Mi rodilla se torció, y me tambaleé hacia atrás, aferrándome
al borde de la caja registradora como soporte. Mi hombro quemaba por el dolor, justo
como lo habían hecho mis palmas cuando el elemental de Fuego que mató a mi familia
me había torturado haciéndome sostener mi propio medallón de la runa de araña. El
gigante vampiro se volvió sobre su estómago y se arrastró alrededor del mostrador.
104
Una y otra vez lo apuñaleé, sangre y lágrimas y mocos me cubrían como una
segunda piel. Alguien estaba gritando. Yo.
Alguna pequeña parte de mi mente se dio cuenta de que él ya no estaba peleando más
conmigo, que de hecho intentaba alejarse de mí.
Pero aun así fui detrás de él.
Me lancé sobre su espalda y enterré el cuchillo en medio de sus omóplatos. Con mi
peso detrás de ella, el arma se hundió hasta la empuñadura en su carne. Esta vez,
Douglas no gritó. Algo pareció haberse desprendido de su cuerpo, y se quedó quieto.
Levanté el cuchillo y lo apuñaleé de nuevo…
Toscas manos se asentaron sobre mis hombros. Me agité en contra de ellas, pero
eran más fuertes, fijando mis brazos a mis costados.
Me jaló cerca de su pecho, y el olor de café de achicoria me inundó, penetrando el
hedor cobrizo de sangre fresca.
―Se acabó, Gin ―dijo Fletcher en mi oído―. Se acabó. Está muerto. Puedes dejar
de apuñalarlo.
Fletcher arrulló suaves palabras en mi oído, todavía acunándome en sus brazos. El
cuchillo se deslizó de mi temblorosa mano y cayó al suelo…
El sonido puede que solo haya estado en mi sueño, pero su agudo eco me
despertó. Tan de repente, que estaba de pie en medio de mi habitación en
dirección a la puerta antes de que me diera cuenta que solo era un sueño, otro
de mis feos recuerdos manifestándose. Por un momento, sentí esa rabia
histérica quemando a través de mí, esa necesidad de sobrevivir profunda y
primitiva, sin importar el costo o las consecuencias.
El instinto que había dictado tanto de mi vida.
Suspiré y froté la mierda arenosa de las esquinas de mis ojos. Mi profesor
de psicología en la universidad comunitaria habría dicho que los sueños, los
destellos de mi pasado, eran la forma de mi psique de lidiar con el trauma. De
sanar.
Charlatán. Para mí, los sueños, los recuerdos, eran juicios fatigosos, como
el fantasma de Marley haciendo sonar sus pesadas cadenas en Scrooge. He
vivido a través de esos eventos ya una vez. No necesitaba la repetición en
tecnicolor en las noches.
Página
Así que me arrastré dentro de la cama, me acurruqué en el cálido lugar
debajo de las sábanas de franela, y me forcé a relajarme. A dejar que mi cuerpo
se hundiera dentro del colchón. A aflojar mi mandíbula, a desenroscar mis
puños, y a olvidar la noche donde había tan brutalmente matado a un hombre
dentro del Pork Pit. Uno de muchos.
105
Y ciertamente no necesitaba hacer hincapié en ellos ahora.
Página
106
Pero a pesar de mis mejores esfuerzos, todavía fue un largo, largo tiempo
antes de que me dejara vencer por el sueño una vez más.
13
Traducido por âmenoire y Adaly
―Esto se está convirtiendo en un hecho molesto ―dije.
Poco antes del mediodía del día siguiente, me paré en la entrada principal
del Pork Pit. Una vez más, el restaurante estaba tan vacío como una iglesia en la
noche del sábado, a excepción de Sophia Deveraux, quien estaba en el
mostrador de atrás mezclando vinagre blanco, azúcar, mayonesa y pimienta
negra para hacer el aderezo para un lote de col. La enana gótica hoy había
aclarado un poco su vestuario. En lugar de su habitual camiseta negra, llevaba
una que era color rojo sangre y decorada con recortes de encaje de ataúdes
blancos. El collar alrededor de su cuello se asemejaba a una gruesa serpiente
granate, con gruesos diamantes de imitación cuadrados para las escamas.
Mis ojos se movieron rápidamente hacia las butacas vacías, las mesas
abandonadas, los bancos desiertos. Normalmente, el miércoles era un día
ajetreado, con gente viniendo a conseguir su dosis de barbacoa de mitad de
semana. Pero hoy no. Sabía que Jonah McAllister era el gurú número dos de
Mab Monroe, que era un resbaladizo y poderoso abogado corrupto, en su
propio derecho, pero debe haber tenido más influencia de la que me había dado
cuenta, si podía convencer a la gente de mantenerse alejados del Pork Pit
durante dos días seguidos. Me preguntaba por cuánto tiempo el abogado
podría mantener la presión, y lo que yo podría hacer al respecto. Aparte de
matar al hijo de puta. Lo que sólo me causaría más problemas, al final.
―¿Ya enviaste a todos a casa con paga? ―pregunté―. ¿Es por eso que no
hay nadie aquí más que tú?
Finn no se debía aparecer durante unos cuantos minutos más, así que
decidí arreglarme un plato de comida mientras esperaba. Nadie más iba a estar
pidiendo a gritos barbacoa por hoy.
Un sándwich de carne de barbacoa, frijoles horneados, té helado de mora,
algo de ensalada de col del cubo metálica de la enana. Tomé mi comida y me
Página
La enana gótica empezó agitar el aderezo en un montículo de repollo
verde y morado picado y zanahoria, a pesar que no iba a haber nadie alrededor
para comerlo. Una pena, la verdad.
107
―Um-mmm. ―El gruñido de Sophia para un sí.
senté en una de las mesas en la mitad del restaurante, así podría ver a Finn
viniendo desde la calle y todavía hablar con Sophia.
Estaba a medio terminar mi comida cuando la campana sobre la puerta
principal sonó. Levanté la mirada, esperando ver a Finn.
El hombre llevaba un impecable traje de negocios y pulidos zapatos de
cordones, pero ahí es donde terminaba su parecido con Finnegan Lane.
Su cabello gris metálico estaba apartado hacia un lado, con un grueso
copete curvado hacia arriba, abajo y alrededor de su frente como una bola de
helado suave de vainilla. Dado el cabello gris, habría puesto que su edad estaba
en torno a los sesenta. Pero tenía la cara de un hombre mucho más joven, suave,
bien afeitada y curiosamente libre de arrugas, incluso alrededor de las esquinas
de sus ojos marrones. ¿Mi conjetura? Los más finos faciales de elemental de
Aire y tratamientos de la piel que pudiera tener.
Debutantes y esposas trofeo no eran las únicas personas vanas en
Ashland. Él había dejado su cabello al natural, sin embargo. Probablemente
pensaba que el color plata le daba un aspecto más distinguido.
Aun así, a pesar de su vigor juvenil, el hombre irradiaba un asqueroso
encanto de la forma en que podría hacer un vendedor de aceite de serpiente.
Estrecha su mano y estarías limpiando la grasa de la tuya durante los próximos
diez minutos. Y preguntándote a dónde fue tu billetera. Lo reconocí de sus
muchas fotos en el periódico y grueso expediente de Fletcher sobre Mab
Monroe y sus lacayos.
Jonah McAllister, el abogado más hábil de Ashland y consejero personal
de Mab, acababa de entrar en mi restaurante.
Y no estaba solo.
Jake McAllister se pavoneó por la puerta detrás de su viejo. Vaqueros de
estrella de rock, camiseta vintage, botas pesadas, un abrigo de cuero negro que
llegaba hasta el suelo. Otro atuendo punk.
Me quedé mirando a los gigantes, con sus grandes ojos de bicho y trajes
negros que probablemente habían tomado todo un campo de algodón para
construir. No hay protuberancias reveladores que pudieran verse bajo sus
brazos. Por lo menos no tendría que preocuparme que ellos me dispararan, si
las cosas iban mal aquí. Disfrutarían más golpeándome hasta la muerte, de
Página
Los matones probablemente fueron cedidos por Mab Monroe, a través de
su otro número dos, el ejecutor Elliot Slater, quien era un gigante por sí mismo.
Incluso si hubiera tenido un cliente hoy, no habría sido capaz de entrar con los
dos gigantes bloqueando la entrada.
108
Dos guardaespaldas gigantes también entraron al restaurante, ocupando
todo el espacio disponible en la puerta principal.
todos modos. Los gigantes que trabajaban para Elliot Slater eran conocidos por
eso.
Y justo podrían tener una oportunidad por la forma en que el odio y la
magia destellaban en los ojos marrones de Jake McAllister.
Jonah McAllister estaba de pie a mitad del Pork Pit
Pero en lugar de mirarme o incluso a Sophia, la mirada de McAllister se
deslizó sobre las butacas azules y rosas, las desvanecidas huellas de cerdo en el
suelo, las mesas limpias, la antigua caja registradora. Sus ojos se parecían a los
de su hijo, planos, marrones, duros, pero sin el feroz brillo de la magia. Jake
debía haber conseguido su poder de Fuego de su madre. Ella murió hace varios
años, por lo que recuerdo haber leído en el expediente de Fletcher.
Jonah McAllister no dijo nada. Podría no haber estado siquiera en la
misma habitación con el hombre por toda la atención que me prestaba. Su
arrogancia me molestaba.
Si ese era el juego que quería jugar, estaba más que feliz de participar.
Rocíe un poco más de pimienta negra en la parte superior de mi ensalada de
col, cavé mi tenedor en el colorido montón y tomé otro bocado. Dulce y amargo.
Sí, esa es la manera que las cosas iban a ser hoy.
Finalmente, después de dos minutos de intenso escrutinio, Jonah
McAllister volvió su cabeza hacia mí. Obtuve el mismo tratamiento que le había
dado el resto del restaurante. Una lenta mirada reflexiva que pesaba, medía y
calculaba mi valor hasta el último centavo oxidado.
―Asumo que eres Gin Blanco, la propietaria de este fino establecimiento
―dijo McAllister en una rica, profunda y sonora voz de barítono que sonaría
como un trueno en los cerrados confines de una corte.
Tomé otro bocado de ensalada de col e incliné mi cabeza.
―Lo soy. No te molestes en presentarse. Ya sé quién eres, señor
McAllister.
Jonah asintió su cabeza de vuelta hacia mí e hizo un gesto hacia la silla en
el lado opuesto de la mesa.
―¿Puedo ser tan amable de tomar ventaja de su hospitalidad?
McAllister se desabrochó la chaqueta de su traje y se sentó.
Jake hizo un movimiento para unirse a nosotros, pero su padre volvió un
par de fríos ojos en dirección de su hijo.
―En la butaca, Jake. Ahora.
Página
―Seguro.
109
Mis labios temblaron. Mi, mi, mi, ya estaba rebosando de encanto, como la
mantequilla dulce en una galleta caliente.
Jake se sacudió como un perro que había sido azotado tantas veces que
todo lo que se necesitaba para hacerlo retroceder era el más leve susurro de la
voz de su dueño. Pero hizo lo que su padre pidió y se deslizó en una butaca
cerca de la ventana frontal, la misma donde Eva Grayson y su amiga Cassidy se
había sentado hacía dos noches.
Los dos guardias gigantes permanecieron donde estaban junto a la puerta
principal. Sus manos flojas en sus costados, sus torsos hinchados, sus columnas
tan altas y rectas como astas de bandera en el cuatro de julio. Podrían haber
sido estatuas dada toda la emoción o interés que mostraban, aunque sus pálidos
ojos saltones nunca me dejaron, ni siquiera por un instante. Aun así,
descuidado, descuidado de ellos estar parados tan lejos. Fácilmente podría
haber palmeado uno de mis cuchillos de plata y cortado la garganta de Jonah
McAllister antes que los guardias dieran dos pasos.
Jonah McAllister volvió toda su atención hacía mí. Una leve sonrisa
levantó sus labios, aunque su rostro estaba tan arenado por la magia de
elemental de Aire, que ninguna línea apareció en algún lugar. La curva de sus
labios hizo poco para disimular el frío y calculador brillo en sus ojos. Sin
embargo, tenía una presencia a su alrededor, una especie de mando en el aire
que la gente probablemente hacía que la gente le prometiera a su primogénito,
si solo les diera un momento de su tiempo. La dura mirada me dio ganas de
reír. McAllister era nada comparado con algunos de los tipos con los que me
había enfrentado como la Araña.
―Ahora, señorita Blanco ―dijo en una suave voz―. Hablemos.
―Seguro ―contesté―. Charlemos.
―Ahora, conozco de tus dificultades con mi hijo la otra noche, pero tienes
que darte cuenta que no se sentía como él. ¿Lo hacías, Jake?
Jake McAllister se quedó mirando el suelo.
―No ―murmuró y pateó la parte inferior de la butaca frente a él.
Jonah asintió ante la respuesta esperada, no importa cuán hosca, falsa y
renuente hubiera sido.
Página
Por un momento, solo me quedé mirándolo. El hombre tenía un par de
bolas de plata, le daría eso. Jonah McAllister tenía nervios de sobra, entrando en
mi lugar de trabajo y tratando de hablar para evitar que su hijo psicópata
obtuviera una larga pena en la cárcel. Pensé en encandilarlo, pretendiendo ser
la débil y campirana pueblerina que tan obviamente pensaba que era. Dejarlo
intentar manipularme de la misma forma que hacía con todos esos jurados,
110
―Como puedes ver, mi hijo se siente terrible por su parte en el incidente
de la noche del lunes. Hoy he venido aquí con la esperanza de poder resolver
esta situación sin ninguna interferencia más profunda por parte de la policía o
del sistema judicial. ¿Qué dices?
todas aquellas personas que intentaron hacer frente a Mab Monroe. Hubiera
sido un infierno de espectáculo, si no es que más. Pero tenía otras cosas que
hacer hoy, otros problemas de los cuales encargarme, por ejemplo averiguar por
qué Tobias Dawson quería muerta a Violet Fox. No tenía el tiempo o más
importantemente, la inclinación de dejarlo pasar tranquilamente. Además,
nunca había sido buena interpretando el papel de víctima.
―Seamos claros ―contesté―. Me estás pidiendo que retire los cargos
contra tu hijo, ¿cierto? Retractar mi declaración a la policía, negarme a testificar,
etcétera, etcétera, etcétera. Eso es de lo que se trata todo el contacto visual, las
palabras aceitosas y el falso encanto, ¿cierto?
Jonah McAllister frunció el ceño, sorprendido por mi tono contundente.
Sus ojos se estrecharon y encontré su mirada con una de las mías. Algo en mis
ojos grises debe haberse registrado en él, porque la sonrisa desapareció de su
rostro. Hora de cambiar de táctica.
―Muy bien ―dijo Jonah McAllister―. Quieres ser recompensada por las
molestias. Ciertamente puedo entender eso.
Metió la mano en su traje y sacó una delgada chequera negra y una pluma
fuente Mont Blanc a juego.
―¿Cuánto quieres?
Me reí.
Las risas retumbaron fuera de mi garganta como un escape de motocicleta.
Bajas, gruesas, oscuras. Una vez más, los labios de McAllister se apretaron en
una delgada línea dura, incluso si el resto de su rostro no podía seguir su
ejemplo. El fiscal no apreciaba que se rieran de él. Que mal. Porque acababa de
hacer cosquillas a mi hueso de la risa con su flagrante intento de soborno, ya sea
que lo hubiera pretendido o no.
―Lo siento ―murmuré―. En realidad no esperaba que trajeras tu
chequera, mucho menos que la sacaras. Ciertamente tienes estilo, señor
McAllister, tratando de sobornarme en mi propio restaurante.
―¿Y qué farsa sería esa?
McAllister se permitió una breve sonrisa. Baja, gruesa, negra, al igual que
había sido la mía.
Página
Levanté una ceja.
111
―Solo estoy tratando de atender este lío, señorita Blanco ―respondió
McAllister en un tono suave―. No es la primera vez que he limpiado para mi
hijo, y estoy seguro que no será la última, no importa a cuántas escuelas
reformatorias le he enviado a lo largo de los años. Así que, por qué no solo
responde mi pregunta, y podemos terminar con esta pequeña farsa.
―La ridícula idea de que vas a testificar contra mi hijo en cualquier
tribunal de justicia en Ashland o en cualquier otro lugar. La noción absurda de
que jamás voy a permitir que eso suceda.
―No es una farsa, Sr. McAllister ―le dije―. Tengo la completa intención
de testificar contra su hijo, y no hay nada que pueda ofrecerme para hacerme
cambiar de opinión. Ciertamente no dinero.
Jonah McAllister se inclinó hacia adelante. Sus ojos marrones ahora
quemaban, aunque no con Fuego de magia elemental. En su lugar, el abogado
puso toda la fuerza de su encanto en su mirada.
―Venga, venga ya, Srta. Blanco. No hay necesidad de jugar al ciudadano
honrado conmigo. Te he estado investigando. Eres una huérfana, sin rumbo,
una vagabunda que tuvo suerte en llevar este restaurante después de su
propietario, el primo lejano que te acogió, que fue asesinado hace unos meses.
Diablos, ni siquiera puedes decidirte aun en una especialidad para poder
graduarte de la universidad comunitaria así que tomas muchas clases.
Es bueno saber que la falsa identidad de Gin Blanco en la que había
trabajado tan duro para construir en los últimos años había pasado la
inspección minuciosa de alguien como Jonah McAllister.
Pero eso no impidió que el cuchillo de dolor se deslizara a través de mí,
porque sus palabras eran más ciertas de lo que se daba cuenta. Había sido algo
así como una vagabunda, sin rumbo, hasta el asesinato de Fletcher.
Ese brutal acontecimiento y sus consecuencias me habían hecho tomar una
mirada dura en mi vida, y me hizo comenzar a cambiar.
Aún era un trabajo en progreso, pero estaría condenada si Jonah
McAllister iba a amenazar todo lo que era mío.
McAllister tomó mi silencio en el sentido de que estaba considerando su
propuesta y decidió subir su apuesta.
―Además, estoy seguro de que tengo algo que puedes encontrar de valor
o de interés.
―Cállate, perra ―gruñó Jake desde su cabina―. O freiré tu trasero.
Lo miré fijamente.
Página
―No tienes nada que quiero, McAllister. Ni una cosa. Ahora, ¿por qué no
deja la farsa de un padre preocupado simplemente tratando de hacer lo que es
mejor para su hijo? Ambos sabemos que el pequeño Jakie es una vergüenza en
todos los sentidos. ¿Le dijo que iba a matar a dos chicas solo por diversión?
112
Negué con la cabeza.
―No me asustas, Jakie. Hubiera pensado que nuestro encuentro la otra
noche te lo había probado, incluso si estabas elevado en tu magia elemental de
Fuego en ese momento.
Más chispas de odio destellaron a la vida en los ojos de Jake, y el rojo,
rabia mágica lentamente llenó su mirada. Jake abrió su boca, pero su padre
levantó una mano bien cuidada. Estaba libre de arrugas como su rostro sin edad
lo estaba.
―Si sabes quién soy, Sra. Blanco, entonces sabes para quien trabajo ―dijo
Jonah en voz suave. Cambiando tácticas de nuevo. Sacando las armas grandes.
―Mab Monroe ―contesté―. Todo el mundo sabe eso.
―Entonces sabes las conexiones que tengo, el poder, la influencia. Puedo
hacer las cosas muy difíciles para ti, si así lo decido. Se encontrará de pie y
haciendo lo denominado correcto siendo una proposición muy difícil.
Mis ojos se estrecharon, pero no respondí.
―¿Te has preguntado por qué no has tenido ningún cliente en los últimos
dos días? ―dijo Jonah en voz baja.
―No ―contesté―. Pensé que eras tú, diciéndole a las personas
mantenerse alejado del Pork Pit. ¿Cuánto tiempo crees que puedes seguir
haciendo eso?
―El que sea necesario para que te des cuenta que no puedes ganar
―respondió―. Mantendré a las personas alejadas cada día hasta que te vayas a
la quiebra, si tengo que hacerlo. Tengo el dinero, tiempo, recursos y motivación
para llevarlo a cabo. Tal vez deberías pensar en eso, antes de que
desdeñosamente deseches mi generosa oferta. Estoy tratando de ser civilizado
sobre las cosas. Confía en mí cuando digo que no te gustaría la alternativa.
El bastardo estaba en verdad tratando de intimidarme. Tratando de
exprimirme en la forma en la que había hecho con tantas personas en los
últimos años. Podría haber funcionado, si todavía tuviera trece, viviendo en las
calles, y llorando la perdida de mi familia.
―Sigue así el tiempo que quieras ―dije―. Haz lo que quieras para
mantener a las personas alejadas del Pork Pit. Todavía estaré aquí todos los
días, las puertas abiertas de par en par, comida caliente y lista. Preferiría dar mi
comida a las ratas en la calle que cerrar por una maldita hora debido a un
canalla como tú. ¿Es lo suficientemente claro?
Página
No importa lo mucho que cambié, no importa cómo traté de ser diferente
y dejar mi pasada profesión atrás, parte de mí siempre será la Araña, la asesina
tan afilada como los cuchillos de plata que llevaba. No había sido pequeña,
débil, o asustada en mucho tiempo. Y ciertamente no lo era ahora.
113
Podría haber funcionado, si todavía fuera Genevieve Snow.
El encanto rezumó de los ojos de Jonah McAllister, como el jarabe
deslizándose sobre un panqueque.
―Claro como el cristal. Que lastima, Srta. Blanco. Que lastima para usted.
―Te dije que deberíamos haber matado a la perra ―explotó Jake―.
Vamos, papá. Déjame hacerlo, aquí mismo, ahora mismo. También a esa perra
enana detrás del mostrador.
Rabia fría me llenó con sus palabras. Una cosa era que entraran en mi
restaurant, el restaurant de Fletcher, y me amenazaran. No había esperado nada
menos del dúo padre e hijo. Sabía que me lo había buscado al tener a Jake
McAllister arrestado en primer lugar. Pero estaría condenada si el vándalo
elemental de Fuego iba a hablar mal de mi familia, o amenazarlos de alguna
manera. Y Sophia Deveraux era familia. También lo eran Jo-Jo y Finn.
Fletcher Lane había sido asesinado a metro y medio de distancia de donde
estábamos sentados. Había sido horriblemente, brutalmente torturado por una
elemental de Aire sádica. Nada de eso le iba a volver a pasar a mi familia de
nuevo. No mientras todavía estuviera respirando. Especialmente no aquí.
Era momento de dejar saber a Jake McAllister que no estaba asustada de él
y sus mezquinas amenazas, y de lo que exactamente era capaz si la situación se
complicaba.
―No eres lo suficientemente hombre para acabar conmigo tú mismo, Jakie
―espeté―. ¿Entonces qué? ¿Ahora, estás consiguiendo que papi y sus guardias
te ayuden? Patético.
Evidentemente, Jake McAllister no podía tomar un poco de critica porque
se puso de pie. Fuego brillaba en sus ojos, y llamas de color naranja-rojo
brotaban de entre sus puños cerrados. Me atacó.
Justo antes de que Jake me golpeara, tomé el plato de la mesa, di un paso
adelante, y estampé toda la cosa en su rostro tan fuerte como pude.
Página
Pero alguien tenía que limpiar esa mueca de burla del rostro de Jake
McAllister, y había querido ser la que lo hiciera. También había tenido éxito,
porque ahora, ira caliente llenaba los ojos de Jake. Si lo dejaba poner sus manos
en mí, iba a estar en una dolorosa paliza. Una que tal vez no pararía hasta que
estuviera muerta, especialmente con el guardaespaldas gigante de Jonah en el
restaurante. Solo una cosa por hacer ahora. Defenderse y hacer pensar a Jake
dos veces antes de meterse conmigo de nuevo, era la única cosa que sabía hacer
de todos modos.
114
Por un segundo, me senté ahí y consideré mis opciones, algo que
probablemente debería haber hecho antes de abrir mi boca inteligente y
empezar a antagonizar a los McAllister.
Comida salpico en los ojos de Jake, y el comino, pimienta roja y otras
especies en la salsa de barbacoa le hicieron gritar. Se tambaleó hacia atrás, volcó
una silla y cayó sobre su culo, duro. Jake maldijo e intento rasguñar el lío fuera
de su rostro. Estaba demasiado ocupado haciendo eso para aferrarse a su
magia, y las llamas que bailaban en sus puños se apagaron.
Me volví hacia Jonah McAllister y los dos guardias gigantes. Esperando.
Por el rabillo de mi ojo, vi a Sophia salir del mostrador. La enana sostenía
una cuchara de metal en su mano. Con su fuerza, bien podría haber sido un
bate de béisbol. Sophia me respaldaría justo como lo había hecho la otra noche.
Eso era lo que la familia hacía.
Jonah McAllister también lo vio y se dio cuenta que las probabilidades se
habían deslizado de cuatro a dos. Miró a través de los escaparates. La gente iba
y venía en la calle, saliendo a comer y de regreso al trabajo. Más de uno miró en
el interior del Pork Pit cuando pasaban. Algunos disminuyeron su paso lo
suficiente para tener una buena vista.
Podía ver las ruedas girando en la mente del abogado, mientras
consideraba los beneficios de ordenarles a sus guardias gigantes matarnos
ahora contra la posibilidad de gente presenciándolo y más personas potenciales
causándole problemas. Su jefe, Mab Monroe, podría dirigir Ashland, pero
imaginaba que le gustaba que sus lacayos se encargaran de sus propios asuntos
sin involucrarla o sin implicarse en algo indecoroso.
Jake echó a un lado la ensalada de col y se puso de pie. Pero antes de que
el elemental de Fuego pudiera atacarme de nuevo, Jonah McAllister negó con la
cabeza. Uno de los gigantes se adelantó y puso una mano restrictiva en el
hombro de Jake, sosteniéndolo en su lugar. Su cuello casi se rompió por la
parada brusca. La piel alrededor de sus ojos estaba roja e irritada por la comida
picante, pero no se comparaba con las chispas de magia caliente que brillaban
en su mirada llena de odio.
―Vamos, papá ―dijo Jake, mirando alrededor del brazo del gigante y
suplicando a su padre―. Encarguémonos de la perra. No va a jugar a la pelota
con nosotros.
Jonah McAllister miró a su hijo, luego a mí. Se puso de pie y abrochó la
chaqueta de su traje.
Jonah asintió.
―Correcto. Veremos como la Srta. Blanco se siente en unos días más
cuando no haya conseguido ningún cliente, y tenga cuentas que pagar. Hasta
entonces, Srta. Blanco.
Página
―Que es más divertido hacerlo lentamente ―murmuró Jake.
115
―¿Qué te he dicho sobre arruinar a la gente, Jake?
Así que Jonah McAllister había decidido apegarse a su especialidad,
exprimir a las personas a través de medios de alguna forma legales.
―Hasta entonces, Sr. McAllister. ―Mis ojos cortaron a Jake―.
Simplemente porque involucraste a tu papá no anula mi amenaza. Si te acercas
a mí o mi restaurante de nuevo, te romperé algo más que tu muñeca. ¿Me
entiendes?
Jake explotó contra el gigante.
―¡Estás muerta, perra! ¡Muerta! ¿Me escuchas? ¿Me escuchas? ¡Muerta!
Jonah le dio a su hijo una mirada de disgusto y salió del Pork Pit. Los
gigantes flanqueaban al aún luchante Jake, lo levantaron por los brazos y lo
arrastraron afuera.
Sus gritos roncos resonaron todo el camino por la calle, y así también lo
hacían sus amenazas. La otra noche, simplemente había insultado a Jake por
conseguir la ventaja. Ahora, lo había humillado enfrente de su padre. El
elemental de Fuego no podía permitir ese desliz. No si quería que el anciano al
menos pretendiera respetarlo.
Órdenes de papá o no, Jake McAllister iba a venir por mí, más temprano
que tarde, con todo su elemental de Fuego alimentado por rabia.
Página
116
Y cuando lo hiciera, destriparía al bastardo, de una vez por todas. Si
importar cuántos problemas podría causarme.
14
Traducido por Flochi y âmenoire
Una vez que los gritos de Jake McAllister se desvanecieron, miré encima
de mi hombro hacia Sophia.
―¿Fue bueno para ti también?
―Puff. ―La enana me dio su habitual gruñido y se dirigió hacia el
trapeador y la cubeta en la esquina más alejada.
―Deja la comida donde está ―dije―. Es mi desastre. Lo limpiaré
después. Además, no vamos a tener más clientes por hoy. Vete a casa, Sophia.
Descansa un poco. Te lo has ganado.
Los ojos negros de Sophia se encontraron con los míos. Volvió a gruñir y
agarró el trapeador de todas maneras. Suspiré. Un ladrillo era más hablador y
receptivo que la enana gótica. Así que me puse de rodillas y recogí el plato roto
y los trozos aplastados de comida. Había tirado todo y lavado mis manos en el
fregadero cuando la campana sobre la puerta principal volvió a sonar. Me di la
vuelta, un cuchillo de plata ya deslizándose en mi mano.
Pero esta vez se trató de Finn.
Sus ojos verdes fueron hacia Sophia y al desastre que ella estaba
limpiando.
―¿Me perdí de algo?
―Sí ―contesté―. Jake McAllister acaba de pasar, y trajo a su papi con él.
Finn parpadeó.
―¿Jonah McAllister vino al restaurante? ¿Qué quería? ¿Qué dijo?
Finn suspiró.
―Y déjame adivinar; le dijiste a los McAllister qué exactamente podía
hacer con sus amenazas.
Página
―Que retire los cargos contra su hijo o iba a ver. Desde allí fue cuenta
abajo. Intentó sobornar, amenazar con violencia, la promesa de mi propio
asesinato. El especial de Ashland.
117
Me encogí de hombros.
Sonreí.
―Ya me conoces.
Finn sacudió la cabeza.
―Gin, ¿realmente quieres comenzar una disputa familiar con los
McAllister? Pensé que querías disfrutar de tu retiro, vivir una agradable, limpia
y simple vida.
―No, no quiero comenzar una guerra con los McAllister.
Finn alzó las cejas con incredulidad.
―Vamos, Gin. Admítelo. Te gusta desdeñar a los chicos malos y
mostrarles a todos lo fuerte y capaz que eres. Siempre lo haces. Esa es la razón
por la que empujaste tan duro a los McAllister hoy.
―Muy bien, muy bien ―murmuré―. Tal vez mi retiro ha sido un poco
más aburrido de lo que pensé que sería. Tal vez se sintió bien sacar de quicio a
Jake cuando cometió el estúpido error de intentar robarme. Tal vez se sintió
todavía mejor hacérselo al mismo padre. Pero si hubiera dejado que Jake se
fuera esa noche, habría tenido una docena de Jake McAllister aquí hoy, todos
pensando que podrían derribar mi barsucho por un fajo rápido de dinero. Lo
sabes. Ashland se trata de la supervivencia del más fuerte. Siempre lo ha sido.
Se corre la voz de que eres débil o una marca fácil, y estás acabado, sin importar
en qué negocio estés.
Finn se encogió de hombros estando de acuerdo.
―Además, si me rindo ahora a los McAllister, pensarán que me poseen,
que de verdad me asustaron hoy. Jake comenzaría a venir aquí todo el tiempo,
sólo para tratarme con prepotencia. Pensaría que el restaurante es su pequeño
feudo personal, tomaría mi dinero, y aterrorizaría a mis clientes. Y no podría
soportar eso. No en el restaurante de Fletcher. No cuando trabajó tan duro por
tanto tiempo para evitar pagar por protección a nadie. ―Suspiré―. Además, es
demasiado tarde para todo eso de todas maneras. Volví a enfadar a Jake
McAllister, lo avergoncé enfrente de su padre. No va a olvidarse de eso. Va a
matarme, o al menos intentarlo. Tiene que hacerlo, o nunca más tendrá el
respeto de su padre. Con el poco respeto que le tenía al principio.
Página
Hace unas pocas semanas, alguien me había tendido una trampa para ser
asesinada como parte de un gran juego de poder en contra de Mab Monroe,
para intentar arrebatarle el control de Ashland. Había quedado atrapada en el
medio, lo que significó que ya estaba más que involucrada con la elemental de
Fuego de lo que querría estar.
118
―¿Y entonces qué vas a hacer? ―preguntó Finn―. Matas a Jake, y Jonah
vendrá sobre ti como una tonelada de ladrillos. Diablos, incluso podría
involucrar a Mab Monroe en ese punto.
Pensé en ese trozo de papel en el archivo que Fletcher había compilado
sobre el asesinato de mi familia, el que tenía el nombre de Mab en él. Tal vez
siempre había estado involucrada con la elemental de Fuego, sólo que no lo
había sabido.
―Lidiaré con Jake McAllister cuando haga su movimiento.
Finn abrió la boca una vez más, pero alcé la mano para interrumpirlo.
―Basta de charla ―dije―. Tenemos otras personas con las que tratar hoy,
¿recuerdas? Warren T. Fox. Así que vayamos por Violet y veamos lo que el
abuelo tiene que decir.
Finn y yo dejamos que Sophia limpiara lo que quedaba del desastre y nos
dirigimos con Jo-Jo a recoger a Violet Fox. Finn había llamado antes para decir
que estábamos en camino, y las dos nos esperaban en el porche delantero.
Ambas sentadas en sillas mecedoras que crujían y chirriaban con cada pasada
ida y vuelta. Jo-Jo había arrastrado la cesta de Rosco afuera, y el gordo y
perezoso basset hound estaba sentado a los pies de la enana, durmiendo en un
parche de luz solar que se deslizaba a través de los listones del porche.
Sophia debe haberle prestado a Violet algunas de sus ropas, porque la
chica estaba vestida con jeans oscuros y una camiseta a juego con unos enormes
labios rojos en esta. A pesar de la figura voluptuosa de Violet, las ropas
colgaban de su cuerpo. Sophia Deveraux tenía bastante músculo en
comparación con Violet.
Jo-Jo usaba uno de sus muchos vestidos rosas floreados y un collar de
perlas que eran tan grandes como el diente de un gigante.
Su cabello rubio blancuzco estaba sujeto en su típica coronilla de rizos, y
un maquillaje perfecto cubría su rostro.
Como siempre, los pies de la enana estaban descalzos, a pesar del frío de
noviembre en el aire. Jo-Jo odiaba usar calcetines. Decía que le provocaban
dolor de pies.
Finn y yo subimos al porche. Violet se puso de pie, pero Jo-Jo se mantuvo
en su silla mecedora.
―¿Dormiste bien? ―pregunté.
―Saluda a Warren de mi parte ―le dijo Jo-Jo a Violet―. Dile que iré
pronto por un poco más de miel real.
Violet asintió.
―Gracias. Por todo.
Página
―Jo-Jo es buena en eso. Deberíamos irnos yendo.
119
―Como podría esperarse, supongo. Pero Jo-Jo de verdad me hizo sentir
como en casa. ―Violet le dio a su anfitriona una sonrisa tímida.
Jo-Jo sonrió.
―De nada. Regresa en algún momento, y trabajaremos en tu cabello,
cariño.
Violet frunció el ceño, y su mano se deslizó hasta sus rizos rubios
encrespados.
―¿Qué tiene de malo mi cabello?
Jo-Jo la arponeó con una mirada dura.
―Nada que un tratamiento de aceite caliente y algún acondicionador
profundo no puedan solucionar.
El ceño confundido de Violet se hizo más profundo, pero agarré su brazo
y la jalé fuera del porche antes de que pudiera pensar mucho en sus puntas
abiertas. Finn nos siguió, y caminamos a su auto. Dado que íbamos a subir las
montañas hoy, Finn había decidido manejar su muy resistente Cadillac
Escalade en vez de su Aston Martin.
Violet se detuvo enfrente de la camioneta y nos miró.
―¿Qué pasa con mi auto? ¿Lo manejaron hacia alguna parte anoche?
Finn y yo intercambiamos una mirada. Conducir el auto de Violet Fox a
un lugar más seguro había sido lo último que tuve en la mente.
―Tuvimos que dejarlo en el estacionamiento ―le dije―. Estábamos más
preocupados en curarte que en qué hacer con tu auto.
El rostro de Violet palideció.
―¿Quieres decir… quieres decir que lo dejaron en ese estacionamiento de
Southtown? ¿Toda la noche?
Su preocupación estaba más que justificada. Dejar un auto en ese
vecindario era pedir problemas. Para esta altura, el vehículo probablemente
había sido despojado de todo, menos el encendedor. Diablos, alguien
probablemente había tomado eso también. Las barracudas no podían dejar un
cadáver más limpio que la basura blanca y los pandilleros de Southtown.
―Puede que esté bien ―contestó Finn en un tono esperanzador―. Es sólo
un Honda. Varios años viejo ya. No es como si dejara mi Aston Martin allí.
Violet asintió.
―Entonces puedes preocuparte más tarde por tu auto. En este momento
necesitamos ir a ver a tu abuelo. Todavía quieres que les ayudamos, ¿cierto?
Violet asintió de nuevo.
Página
―Tienes seguro, ¿cierto? ―pregunté.
120
Él se estremeció al pensarlo. Violet se mordió el labio inferior.
―Por supuesto. Como dije, el Hombre de Hojalata era mi única esperanza.
Ahora ustedes son mi única esperanza.
¿La única esperanza? Muy Star Wars. Sonreí. Pero no le dije a Violet Fox
qué tan equivocada está su confianza en mí, tan errónea, tan risible incluso. Que
yo solo traía muerte a las personas, no esperanza. Que estaba haciendo este bien
público debido a mi jodida curiosidad insaciable más que otra cosa.
―Vamos
Finn condujo fuera de la subdivisión de Jo-Jo y se dirigió hacia el norte.
Siguiendo las instrucciones de Violet Fox, dejamos atrás los suburbios y
condujimos a través del corazón de Northtown, donde los ricos, más ricos y
más ricos de todos vivían. La gente no tenía mansiones en Northtown, tenían
fincas. Si no fuera por los caminos de entrada, puertas de hierro y paredes de
ladrillo de buen gusto que se podían ver desde la calle, podrías haber pensado
que el área estaba desierta.
Porque nadie con riqueza real, magia, o poder era lo suficientemente torpe
para dejar que su casa se viera desde la carretera.
Seguimos conduciendo, todavía en dirección hacia el norte. El terreno se
hizo más rocoso y más resistente, a medida que las colinas de las tierras bajas
dieron paso a las protuberantes cordilleras y a las montañas cubiertas de pinos.
Casas comenzaron a aparecer en el lado de la carretera, aunque eran
mucho menos grandiosas que las McMansiones ocultas que poblaban las fincas
Northtown. La carretera se estrechaba de cuatro carriles a dos y se retorcía
sobre sí misma en una serie de curvas que a la mayoría les darían náuseas.
En lugar de sedanes elegantes y camionetas cromadas, comenzamos a
pasar carbón… y camiones de carbón en el camino.
Después de cerca de treinta minutos de conducción, Violet apunto hacia el
parabrisas.
Página
Finn bajó la velocidad, girando hacia el lote de grava y se estacionó. Echó
un vistazo por la ventana hacia la estructura ante nosotros. El edificio de dos
pisos de tablilla de madera de dos pisos podría haber sido una casa o tal vez
una cabaña de caza, érase una vez. Aunque era obviamente viejo, el edificio
lucía una capa de pintura blanca, con las persianas delineadas en un verde
pálido.
121
―Ese es, justo después de los cruces.
Pequeñas dependencias a juego se acuchillaban al lado de la estructura
principal, conectados a él por cortos pasillos cubiertos.
Los escalones de madera conducían a un porche que era incluso más
amplio que el de Jo-Jo. El porche corría a lo largo de los tres edificios.
Mecedoras alineadas a ambos lados de la puerta principal, junto con barriles
cubiertos con tableros de ajedrez. La señal de hojalata sobre la entrada principal
brillaba como un nuevo níquel al sol. Country Daze, se lee en pintura verde que
hace juego con las persianas. Los techos de los tres edificios también eran de
lámina, del tipo que hacía que una pequeña y constante lluvia lenta suene como
una sonata clásica.
El estacionamiento, si querías llamarlo así y no solo grava suelta, se
curvaba alrededor de la tienda como una luna creciente. Una señal de “alto” se
encogía hacia la derecha, y el camino llegaba a una T, obligándote a ir de
derecha a la izquierda. Una de las señales de tráfico apuntaba el camino de
regreso a la interestatal y declaraba que este tramo de acera solo era parte de
alguna puesta en escena o de una carretera de trampas turísticas. En la otra
señal aparece una flecha y las palabras Dawson Nº 3. A menos de mil
kilómetros de distancia. Interesante. Podría tener que ir a revisar la mina de
carbón, después de conocer al ilustre Warren T. Fox.
Salimos del auto. Debajo de mis botas, la grava del estacionamiento
vibraba con sonidos del tráfico y llantas rodando continuamente a través de él.
Un grito por lo bajo me decía que las piedras habían visto un montón de
personas y autos ir y venir en su tiempo. Nada siniestro, solo datos de cada día
de vida.
Una sonrisa iluminó el rostro de Violet Fox y suavizó sus ojos, alejando
algunas de las sombras que vagaban debido a la noche anterior.
―Realimente amas este lugar, ¿cierto? ―pregunté.
Ella asintió.
Violet empezó a caminar por delante hacia la tienda, pero agarré su brazo.
―Quédate detrás de mí.
Página
Violet Fox y yo éramos más parecidas de lo que ella se daba cuenta,
porque sí lo sabía. Porque me sentía de la misma manera acerca del Pork Pit. Es
por eso que había reaccionado tan mal, tan a la defensa, cuando Jonah
McAllister había venido hoy, cuando amenazó a mi negocio y sustento, también
estaba amenazando mi hogar. Una pieza de mi corazón. La última pieza de
Fletcher Lane que tenía, dado que el viejo estaba muerto y se había ido y me
había dejado con nada más que misterios por resolver.
122
―Mis padres murieron cuanto tenía diez años. Mi abuelo me cobijó y me
crio. Le he estado ayudando con la tienda desde entonces. Es como mi segundo
hogar, ¿sabes?
―¿Por qué? ―preguntó.
―Solo hazlo, ¿está bien?
Finn me miró por encima del capo de la camioneta.
―¿Crees que va a haber problemas adentro, Gin?
Me encogí de hombros.
―No lo sé. Pero si éste es un lugar tan popular, ¿por qué no hay más autos
aquí? Es la hora del almuerzo. La gente debería estar aquí, consiguiendo un
sándwich o una bebida fría.
Los ojos verdes de Finn se movieron rápidamente a través del lote de
grava. Solo otro auto estaba estacionado en él, un anónimo sedán azul marino.
Sus ojos se dirigieron fuera del camino. Un continuo flujo de tráfico iba y venía
por los cruces, pero ninguno de los conductores miraba hacia la tienda, mucho
menos se orillaban hacia el lote. El rostro de Finn se tensó.
―Ha estado tranquilo desde que Dawson empezó a enviar a sus hombres
a amenazarnos ―explico Violet―. A la gente no le gusta pararse en algún lugar
donde pueda haber problemas. Algunas veces, si somos afortunados tenemos
cinco clientes en ocho horas. Probablemente solo sea un día lento.
―Vamos ―dije―. Vayamos a averiguar.
Guié el camino, con Finn detrás de mí y Violet hasta atrás. Mientras
cruzábamos el estacionamiento, palmeé uno de mis cuchillos de plata. Si había
problemas adentro, sería la primera en verlo, y quería estar lista para lidiar con
ello.
Las escaleras del porche no crujieron bajo mi peso. Estaban demasiado
suaves y muy usadas para hacer eso. Las subí, abriendo la puerta y entrando.
Un gran mostrador lleno con joyería de plata formaba un cuadrado sólido
a mitad de la tienda. Un viejo estaba de pie detrás de él, una mano descansando
sobre una gran escopeta con una culata de madera llena de marcas.
Página
Unas cuantas más con sándwiches y otros bocadillos. Mesas llenas con
miel, fresas en conserva y mantequilla de manzana. Un anaquel giratorio con
lentes de sol baratos. Arreglos más agradables de tejidos, cestas y otros artículos
más caros, hechos a mano.
123
Country Daze estaba exactamente igual a lo que esperaba. Marcadas y
antiguas tablas de madera. Exhibición de camisetas para turistas, llaveros y
otras cosillas. Un extraño surtido de herramientas y equipo para exteriores.
Barriles llenos de caramelos duros, caramelos masticables salados y bombones
dulces envueltos en celofán. Un par de hieleras llenas con antiguas botellas de
cristal para refresco.
Lo poco que quedaba de su ralo cabello blanco levantado por encima de
su frente como si hubiera sido sorprendido en posición vertical por mi
aparición. Sus ojos eran oscuros y brillantes, como si dos caramelos de chocolate
se hubieran metido en su rostro. Era como de mi tamaño, encogido con la edad
de su más alta estatura original. Su piel era de un oscuro marrón bruñido,
marcándolo de tener cierta herencia nativa americana, muy probablemente
Cherokee en este cuello del bosque. Profundas líneas surcaban su rostro
alrededor de su boca apretada, como si la frunciera mucho.
Pero tal vez lo más inquietante fue el hecho que llevaba una camisa azul
de trabajo que podría haber salido directamente del armario de Fletcher Lane.
Sus ojos oscuros mantenían la misma feroz determinación que los de Fletcher
siempre habían tenido, y podía decir por su orgullosa postura que esta tienda
era su vida, su reino y significaba tanto para él como el Pork Pit lo había hecho
para Fletcher. El hombre frente a mí no se parecía en nada a mi mentor
asesinado, pero en cierto modo, era una imagen de Fletcher. Me inquietó y me
hizo sentir una suavidad hacia él que no había hecho absolutamente nada para
ganarse.
Y no necesité que Violet me dijera que era su abuelo, Warren T. Fox. Un
viejo cascarrabias quien probablemente tan pronto como te veía maldecía.
Conocía al tipo. Había sido criada por uno.
Pero Warren T. Fox no estaba solo.
Había otro hombro con él, alguien que tampoco necesitaba presentación.
Alguien a quien ya conocía demasiado bien.
Página
124
El detective Donovan Caine.
15
Traducido por Minia16
Ahora sabía a quién pertenecía el Sedan que había fuera. Tenía escrito
auto de policía por todas partes. Simplemente no me había dado cuenta que le
pertenecía a mi policía.
Los dos hombres se giraron ante el sonido de mis pisadas contra el suelo
desgastado. Warren T. Fox frunció el ceño. La sorpresa llenó los ojos dorados de
Donovan Caine.
―¿Gin? ―preguntó el detective―. ¿Qué estás haciendo aquí?
―¿La conoces? ―preguntó Warren T. Fox. Su voz era alta, débil,
aflautada, como alguien que silbara a través de una flauta rota.
―Sí ―dijo Caine en voz baja―. Podría decirse que la conozco.
Lo suficientemente bien como para acostarse conmigo. Lo suficientemente
bien como para querer hacer lo mismo otra vez. A pesar de que había matado a
su antiguo compañero.
Abrí la boca para responder cuando Finn y Violet entraron en la tienda
detrás de mí. La chica me rodeó, fue directamente hacia su abuelo, se inclinó
sobre el mostrador de madera y lo abrazó por el cuello con fuerza.
El rostro del anciano se suavizó por un momento, y el brillo de la
humedad empapó sus ojos. Luego frunció el ceño y se apartó de la joven.
―¿Dónde has estado? ―gritó―. He estado preocupadísimo por ti.
Violet suspiró.
―Te llamé anoche, abuelo, ¿recuerdas? Te dije que me iba a quedar con
Eva.
La cara de Violet adoptó un expresión que decía “oh, mierda, me acaban
de descubrir”.
Página
―Sí, llamaste, y sonabas rara. Pero no me preocupé de verdad hasta que
Eva llamó aquí esta mañana. Dijo que habías quedado para desayunar y que no
apareciste.
125
El anciano entrecerró sus ojos marrones.
―Intenté llamar a tu celular para aclarar el asunto ―continuó Warren―.
Sin respuesta.
―Se me acabó la batería ―dijo Violet en voz baja y desesperada.
No sé por qué seguía tratando de ceñirse a su historia. La verdad iba a
salir en el próximo minuto, en dos como mucho. Suponía que Violet sólo quería
ahorrarle a su abuelo los detalles desagradables sobre lo que le habían hecho
anoche. La mayoría de la gente tendía a bloquear cosas como aquella. A veces
deseaba poder hacer lo mismo en lugar de mortificarme por el pasado como
siempre hacía.
―Llamé a la facultad, otra vez a Eva y a todos los demás amigos tuyos de
los que pude acordarme. Nadie te había visto desde anoche ―respondió
Warren con tono cortante―. ¿Sabes lo preocupado que estaba por ti? ¿Con todo
lo que ha estado pasando? Así que llamé a Donovan para informar de tu
desaparición.
Miré a Caine. Así que eso era lo que estaba haciendo aquí el detective. Y
por el uso que hizo Warren de su nombre de pila, sonaba como si los dos se
conocieran. El detective me vio mirando y encogió sus esbeltos hombros.
Violet se estremeció de nuevo, y Warren abrió la boca para reñirle un poco
más a su nieta por preocuparlo.
Pero le interrumpí.
―Suficiente. Violet no vino a casa anoche porque alguien intentó matarla.
Eso le hizo callar. Warren se quedó boquiabierto y clavó la mirada en mí.
Al igual que Donovan Caine. Violet cambió el peso de su cuerpo de una pierna
a otra. Finn se apoyó contra uno de los refrigeradores.
La diversión llenó sus brillantes ojos verdes.
―Y ya está ―dije, finalizando mi historia―. Por eso Violet no fue a casa
anoche. Porque estaba un poco ocupada dejando que una elemental de Aire le
recompusiera la cara. Su nombre es Jo-Jo Deveraux. Puede que la conozcas.
Página
Los cinco terminamos en el amplio porche delantero de la tienda. Me senté
en la barandilla del porche y me apoyé contra una de las columnas que
aguantaban el techo inclinado de lámina. Finn estaba enfrente en una posición
similar a la mía. Donovan Caine se despatarró en las escaleras entre nosotros,
mientras que Warren T. Fox y Violet se mecían en dos de las anticuadas sillas.
126
―Ahora que tengo tu atención ―dije―. Déjame que te cuente
exactamente lo que pasó anoche.
Warren fijó la mirada en mí, con sus oscuros ojos entrecerrados y
pensativos. Su mirada fue hacia Finn y luego volvió a mí. Pensando en algo… o
más bien en alguien. Fletcher Lane.
―A ver si lo he entendido bien, Gin ―dijo Donovan Caine―. Violet fue al
restaurante en busca de un tipo que se hace llamar Hombre de Hojalata. Luego
alguien tiroteó el Pork Pit, pero rastreaste al tirador y descubriste que su
objetivo era Violet. Así que usaste el recibo de su tarjeta de crédito para hackear
su información personal y la encontraste en universidad comunal de Ashland.
―En realidad fui yo, detective ―dijo Finn―. Lo único que sabe hackear
Gin son cuerpos cálidos.
Le lancé una mirada de desprecio. No les había contado a Warren y a
Violet lo que solía hacer exactamente, pero estaba segura que el vejestorio lo
había adivinado. Después de todo, había conocido a Fletcher.
Donovan negó con la cabeza, ignorando el comentario de Finn.
―Van la universidad y ven a un enano atacando a Violet. Gin interviene,
y los dos la llevan a una curandera que conocen. ¿Lo he entendido bien?
―Más o menos ―respondió Finn―. Aunque te has dejado la parte en la
que ayudé a Gin a reducir al asaltante.
―Tú y una camioneta monstruosa ―corté―. Yo hice todo el trabajo duro
y sucio, por si no lo recuerdas.
Finn me sonrió.
Al verlo, Warren Fox hizo un profundo sonido con la garganta, casi como
una tos ahogada. Se quedó mirando a Finn.
―Eres la viva imagen de tu padre cuando sonríes así.
Algo de la alegría salió de los ojos verdes de Finn.
―Eso me dice la gente. Está muerto, ¿sabes? Ya van dos meses.
Warren se meció hacia atrás en su silla y asintió.
―Lo sé. Vi el obituario en el periódico. ―El anciano se quedó mirando a
Finn un poco más y luego se volvió hacia mí―. Y tú eres la chica de Fletcher,
¿no? ¿La que recogió de las calles hace tantos años?
Warren encogió sus encorvados hombros.
―Puede que Fletcher y yo tuviéramos una pelea, pero estaba pendiente de
él.
Nadie dijo nada. Pero Donovan Caine me miró, con una duda en sus ojos
dorados. A pesar de habernos acostado, el detective no sabía de mi tiempo
Página
―Sí, soy yo. ¿Cómo sabes eso?
127
Fruncí el ceño.
viviendo en las calles… o que mi familia había sido brutalmente asesinada por
una elemental de Fuego cuando tenía trece años. Que había sido torturada por
una perra sádica y que apenas había escapado con vida.
No estaba segura que quisiera que lo supiera. La lástima era lo último que
quería del detective… o de nadie.
Violet se estiró, poniendo su joven y suave mano encima de la marrón y
con manchas de Warren y detuvo su balanceo.
―Gin vino a ayudarnos, abuelo.
―¿Ah, sí? ―murmuró Warren.
Donovan frunció el ceño.
―¿Ayudarlos con qué, Warren?
El anciano volvió a balancearse.
―No es nada. Sólo ese bastardo de Tobias Dawson.
El ceño fruncido del detective se intensificó.
―¿Tobias Dawson? ¿El dueño de la mina de enanos?
―Quiere la tierra sobre la que se asienta la tienda ―explicó Violet con voz
queda―. Siempre la ha querido, pero se ha vuelto más y más insistente en los
últimos dos meses.
―No es nada ―volvió a murmurar Warren―. Sólo sus amenazas y
fanfarronadas habituales. Sabe que nunca tendrá la tienda o la tierra hasta que
me esté revolviendo en mi tumba.
―O hasta que la temprana violación de tu nieta o su muerte te lleven a
ella ―señaló Finn―. Sea lo que sea que haya hecho Tobias Dawson en el
pasado, ahora ha decidido pasar a comportarse agresivamente… empezando
con Violet.
Especialmente en Ashland.
Warren también notó el estremecimiento de Violet. Su rostro arrugado se
endureció, y la ira relució como un rayo negro en sus ojos.
Página
Donovan notó la reacción de Violet y una mirada triste y asqueada llenó
sus ojos. Como detective, Donovan había visto su ración de víctimas. Sabía
cuánto daño le habían hecho a Violet, que le habían arrancado una parte de su
inocencia que no iba a recuperar nunca. La ira y la impotencia tiñeron los duros
rasgos de Donovan. Porque él también sabía lo difícil que sería hacer justicia
para víctimas como Violet.
128
Los dedos de la universitaria fueron hacia su rostro y su nariz se retorció,
como si estuviera reviviendo el dolor que había sufrido la noche anterior. Se
estremeció.
Se estiró hacia delante y le dio una palmadita en la mano a su nieta.
―No pienses en ello, cariño ―dijo Warren―. No vuelvas a pensar en lo
que pasó anoche. Porque Tobias Dawson y sus hombres no volverán a ponerte
otra mano encima. Lo prometo. Sin importar lo que tenga que hacer para
detenerles ―masculló las últimas palabras.
―Deberías habérmelo contado ―interrumpió Donovan Caine―. Podría
ayudarte con Dawson. Hacer que dejara de molestar.
Finn resopló con incredulidad. El detective lo fulminó con la mirada.
―Por favor ―se burló Finn―. La mayor parte de la poli de Ashland ni
siquiera podría hacer que un cachorro dejara su juguete, mucho menos
ocuparse de alguien como Tobias Dawson. Sabes que es amigo de Mab Monroe,
¿verdad? Que le dirijas a Dawson la dura mirada de poli malo no va a
provocarle indigestión, mucho menos que deje de molestar.
―¿Y qué sugieres? ―gritó el detective.
―Bueno ―dije arrastrando las palabras―. Hay una razón por la que he
conducido hasta aquí.
Donovan dirigió sus ojos dorados hacia mí. La decepción brillaba en su
mirada.
―Para ofrecerle tus servicios a Warren, ¿verdad? ¿Para ocuparte de Tobias
Dawson a tu manera especial?
―Algo así.
El asco llenó el robusto rostro del detective.
―Una vez una asesina, siempre una asesina.
Violet soltó un pequeño jadeo.
Warren fijó la mirada en mí.
―Así que haces lo que Fletcher Lane, lo que hacía el Hombre de Hojalata.
―Solía hacerlo. Ahora estoy retirada.
Warren me miró con sus brillantes ojos castaños.
―¿Y cómo te llamó?
Warren asintió con brusquedad.
―Así es.
Página
―La Araña. ―Las cicatrices de runas de mi mano picaron ante el sonido
de mi antiguo alias de asesina. Torcí la boca―. Quizás hayas oído hablar de mí.
129
Encontré su mirada con una mirada vacía.
Nadie dijo nada. Sopló un poco de viento de la cima de la montaña que
teníamos encima y removió el polvo del estacionamiento de gravilla. La brisa
siguió adelante y los pequeños remolinos desaparecieron.
―Quiero darte las gracias por salvar la vida de mi nieta ―dijo Warren―.
¿Pero por qué has venido aquí realmente? ¿Por qué quieres arriesgarte por dos
personas que ni siquiera conoces? ¿Por qué quieres enredarte con alguien como
Tobias Dawson? Como dijo tu amigo, no es alguien que quieras tener como
adversario.
―Sí ―intervino Donovan―. Pensaba que te habías retirado.
Fijé la mirada en el detective. Nuestros ojos se encontraron y nos
sostuvimos la mirada, y el calor familiar calentó el fondo de mi estómago. Una
calidez empática chispeó en los ojos de Donovan, aunque intentó sofocarla con
fría indiferencia.
Sostuve la mirada del detective un momento más, luego volví mi atención
hacia Warren T. Fox, que había parado de mecerse. Su rostro arrugado estaba
inexpresivo y libre de emoción, como si no pudiera importarle menos mi
respuesta, pero sus dedos se enterraban en los brazos de su silla. Warren me
necesitaba, y él lo sabía… incluso si Donovan Caine no lo sabía.
―Tienes razón ―dije en voz baja―. No los conozco ni a ti y ni a tu nieta,
no me importan. ¿Por qué estoy aquí? Porque una vez le contaste a tu nieta una
historia sobre el Hombre de Hojalata, de cómo ayudaba a la gente con
problemas. Puede que Fletcher Lane y tú no hayan hablado en décadas, pero
todavía te importaba lo suficiente, pensabas lo suficiente en él como para
contarle esa historia a Violet. Así que estoy aquí por Fletcher. Porque ambos
fueron una vez como hermanos. Porque si Fletcher todavía estuviera vivo,
estaría sentado aquí mismo, tanto si quisieras que estuviera como si no.
Era mucho más que eso, por supuesto. Mucho más.
Como el que sintiera esta afinidad particular con los Fox. Que de un modo
extraño, ver a Violet y a Warren juntos era como mirar a una versión más dulce
e inocente de Fletcher Lane y yo. Lo que podríamos haber sido si las
circunstancias hubieran sido diferentes. Tal vez era una locura, pero quería que
los Fox se quedaran tal y como estaban. Que siguieran amando y luchando. Que
mantuvieran lo que les quedaba de inocencia, especialmente Violet.
―Una tipa curiosa, ¿eh? ―preguntó Warren.
Página
―Además, mi retiro ha sido bastante aburrido. Anoche fue lo más
emocionante que he tenido en siglos. Y tengo interés por saber por qué alguien
como Tobias Dawson quiere poner sus manos en tu tierra con tantas ganas que
estaría dispuesto a matar por ella. No me gustan mucho los matones así.
130
Volví a torcer la boca.
Sonreí.
―Es un rasgo que saqué de Fletcher. Bueno, ¿qué dices? ¿Husmeo por ahí
y veo qué se me ocurre? ¿O Finn y yo nos metemos en su auto y volvemos al
Pork Pit? Tú eliges, Warren.
El anciano fijó la mirada en mí, otra vez con esa expresión pensativa en
sus ojos. Como si supiera algo sobre mí que ni siquiera yo sabía. Pero Warren
no tuvo la oportunidad de responder.
Un 4x4 negro frenó por la carretera. En lugar de pasar de largo como los
demás autos y furgonetas, entró en el estacionamiento de gravilla. Por un
momento pensé que los Fox iban a tener su primer cliente del día. Luego vi el
titular blanco en la puerta del auto. El que rezaba “Compañía minera Dawson”.
La i de Minera se había cambiado para que pareciera una runa… un cartucho
encendido de dinamita. La misma runa que tenía tatuada el enano que había
atacado a Violet.
Finn también notó la letra y la runa y me miró.
―Problemas ―dijo en voz baja.
Página
131
―¿Tú crees? ―pregunté, alcanzando ya uno de mis cuchillos.
16
Traducido por Jenn Cassie Grey y Dianna K
La camioneta se detuvo, las puertas se abrieron y varios hombres salieron
de ella. Uno tras otro, siguieron viniendo, como si fueran payasos atiborrados
en un carro de circo y esta fuera su única forma de escape. Cinco hombres en
total: dos gigantes, dos pequeños, fuertes chicos y un enano. Los gigantes y los
otros hombres usaban ropas de trabajo, overoles sucios, botas fuertes, guantes
gruesos. El enano estaba vestido un poco más agradable, pantalón limpio,
botas y una camiseta negra, y una chaqueta gruesa negra que parecía que haría
un desgarro de ropas como Hulk en las mangas si respiraba demasiado
profundo.
El enano se dirigió al porche frontal, y el resto de los hombres se colocaron
detrás de él. Finn y yo intercambiamos una rápida mirada e hizo un
movimiento con su mano. Asentí y me deslicé a la izquierda a una sombra que
se juntaba en el porche. Finn se movió a la izquierda. Donovan Caine se quedó
dónde estaba a los pies del porche, aunque el detective se puse de pie. Warren y
Violet Fox permanecieron sentados en sus mecedoras. La cara de Violet
empalideció, y cruzó los brazos sobre su estómago, como si estuviera tratando
de no vomitar. El ceño fruncido profundizo las líneas alrededor de la boca de
Warren.
El cabello del enano era rizado, rubios rizos caían sobre sus hombros. Su
nariz era una bulbosa pieza de carne que salía de su cara como una bola, y un
gran, despeinado bigote caía sobre sus labios. Sus ojos eran de un penetrante
azul en su bronceado rostro.
―Warren ―gruñó el enano.
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Botas negras de piel de serpiente cubrían sus pies. Flamas naranjas rojizas
se deslizaban en la parte de arriba, mientras que una piedra de plata se
encontraba en la punta. Un sombrero de vaquero descansaba sobre la cabeza
del enano, haciéndolo ver más alto de su uno cincuenta y dos de altura, y la
corbata de lazo alrededor de su cuello tenía una pieza de turquesa casi tan
grande como mi puño. A alguien le gustaba jugar al vaquero.
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El enano se detuvo en la base de las escaleras que llevaban hasta el porche
de madera. Colocó sus pulgares en los hoyos de su cinturón en su pantalón y
puso un pie en las escaleras.
―Tobias ―contestó el hombre viejo.
Los dos hombres se miraron el uno al otro directo a los ojos de la forma en
que dos enemigos lo hacían. Entrecerrando los ojos, mirando duro, ninguno de
los dos dispuesto a dar marcha atrás, apartar la mirada, o siquiera jodidamente
parpadear primero.
Mientras Tobias Dawson y Warren T. Fox jugaban al juego de retarse con
las miradas, mi mirada saltó hacia el hombre de pie detrás del enano. Los dos
chicos bajos eran humanos, aunque probablemente tenían algo de sangre de
gigante mezclados en ellos, por lo que se reflejaba en sus músculos poderosos y
puños. Lo suficientemente fáciles para derribarlos con mis cuchillos. Los
gigantes de pie detrás de ellos podrán ser un poco más dificultosos,
especialmente considerando el hecho de que cada uno de sus puños era solo un
poco más pequeño que mi cabeza. Tenía que distraerlos y evadirlos, tal como
había hecho con el asesino enano la noche anterior. Aun así, nada que no
pudiera manejar.
Mis ojos grises descansaron sobre Tobias Dawson una vez más. Él sería el
verdadero problema, la prueba real. Especialmente desde que sentía la más
ligera pizca de poder goteando fuera de él, como un pedazo de papel lija
apenas cepillando contra mi piel. Magia. El rubio, enano bigotón tenía alguna
clase de magia elemental.
Siendo yo una elemental, podía sentir cuando otros usaban su magia, por
supuesto. Pero había algunos idiotas como Dawson quienes, bueno, goteaban
magia, por no tener una mejor palabra. Incluso cuando esos elementales no
estaban usando su poder activamente, la magia seguía saliendo de ellos, como
agua de una gotera. Goteo, goteo, goteo. La fuga de magia era fácil de sentir.
Entonces había personas como yo, cuya magia era completamente contenida.
Sin fugas, sin goteos, sin salidas. La magia no podía ser sentida para nada a
menos que la usara de manera abierta, contundente, o que alguien tuviera un
don particular para sentir el poder elemental.
Mi pulgar se deslizó por la punta del cuchillo de plata que ya sostenía.
Incluso aunque no había tenido mucha práctica con mis cuchillos últimamente,
el arma se sentía fría y cómoda en mi mano, como siempre. Un viejo amigo
conocido.
Página
De cualquier manera, lo sentía. Si las cosas iban mal, iría por el enano
primero, entonces por sus matones. Con su magia y su inherente fuerza y
resistencia de enano, Tobias Dawson era definitivamente la amenaza más
grande.
133
La magia de Dawson se sentía similar a la mía, aunque no podía decir si el
enano era Piedra o Hielo. Si tenía que adivinar, diría que Piedra. La sensación
saliendo de él podría haberse sentido más suave, fría si hubiera sido un
elemental de Hielo.
Donovan Caine se aclaró la garganta. Tobias arrancó su mirada de Warren
y miró al detective El enano le dio a Donovan una mirada descartándolo como
sin importancia, y regresó su atención a Warren.
―¿Has pensado más sobre mi última oferta?
Los ojos de Warren se entrecerraron.
―Te diré la misma cosa que te he estado diciendo por dos meses ahora.
No estoy interesado en venderte una soda, mucho menos mi tienda. Tú
viniendo aquí y preguntándome cada día no me va a hacer cambiar de decisión.
No importa cuánto dinero me ofrezcas.
Tobias se inclinó y escupió. Jugo de tabaco manchaba los tablones de
madera a los pies de Warren.
―Ahora eso es una maldita pena, especialmente considerando la oferta
reciente más que generosa que te hice. ¿Por qué no haces la cosa inteligente y la
vendes, viejo hombre?
―Porque esta tienda, esta tierra, ha estado en mi familia por más de
trescientos años, ―contestó Warren en un tono de piedra―. Y no voy a dejar
que alguien como tú venga y me quite lo que es mío como si tuvieras el resto de
la montaña.
Tobias suspiró. Un largo suspiro de “ve lo que tengo que aguantar” que
sonaba tan falso como el que Jonah McAllister tenía en el Pork Pit.
―Vamos, sabes que no es exactamente minar, Warren. Se llama remover
la montaña, y no hay nada ilegal en ello. Solo estamos extrayendo el carbón de
la tierra de la forma más rápida que conocemos
―Y dejan a todos los demás con su desastre ―espetó Warren―. Como
dije, no estoy interesado en dejarte hacer lo que quieras con mi tierra. Mi entero
patio trasero se convirtió en un gran agujero por ti y tu minería.
La cara de Tobias se endureció, y su bigote se erizo con furia apenas
contenida.
―Estoy cansado de esperarte, viejo hombre. Puedes venderla ahora, y
tener un buen precio por tu tierra. O…
Miré a Warren con un poco más de respeto. Violet me había dicho que
Warren había peleado con los matones de Dawson por sí mismo, pero no me
había dado cuenta que el viejo tonto había puesto un balazo en sus espaldas.
Página
Tobias miró sobre su hombro a sus hombres, quienes se removieron sobre
sus pies y miraron al piso.
134
―¿O qué? ―soltó Warren, cortando la amenaza del enano―. ¿Mandarás
alguno de tus chicos aquí para hacerme ver la luz del día? Has tratado eso antes
y no funcionó. Un par de balazos mandó a tus chicos corriendo por las colinas.
Valiente pero estúpido de su parte. Porque los disparos de Warren y dura
terquedad debían ser parte de la razón por la que el enano había decidido ir tras
Violet en su lugar.
Tobias se giró para enfrentarnos y escupió otro montón de jugo de tabaco
en el porche.
―Todo lo que estoy diciendo es que sería una maldita pena si algo te
pasara a ti o a tú… tu dulce nieta.
El enano miró lascivamente a Violet, observando sus pechos como si
quisiera enterrar su cabeza entre ellos. Detrás de él, los gigantes y los otros
hombres hicieron lo mismo. La cara de Violet palideció un poco más, pero
cruzó sus brazos sobre su pecho y alzó su cabeza. No estaba retrocediendo más
de lo que su abuelo lo hacía.
―Por cierto, señorita Violet. ―Tobias arrastró las palabras con su voz
gangosa―. ¿No ha visto a mi hermano Trace, verdad? Chico bajo, se ve un poco
como yo, tiene un cartucho de dinamita tatuado en su brazo. Maneja una gran
camioneta vieja.
Mis ojos grises se entrecerraron. ¿Dawson tenía un hermano llamado
Trace? ¿Con una dinamita tatuada en su brazo? Ese debió ser el enano que Finn
había visto en el estacionamiento la otra noche. Aquel cuyo cuerpo Sophia
había eliminado.
―Él iba a cuidar de algunos negocios por mí en el sur de la ciudad, cerca
de la universidad de la comunidad ―dijo Tobias―. Pero no vino a casa la
noche pasada. Pensé que tal vez lo había visto, viendo como tomas todas esas
clases en la universidad.
Los ojos de Violet se ampliaron detrás de los marcos de sus lentes negros.
Ella se acababa de dar cuenta que era el enano que la había atacado, y no sabía
cómo responder a sus insinuaciones veladas, pistas o amenazas. Pero Finnegan
Lane, siendo el caballero sureño que era, dio un paso adelante e intervino.
―El sur de la ciudad es un vecindario peligroso ―dijo Finn en un tono
suave―. ¿Quién sabe lo que pudo haberle pasado en un lugar como ese? Casi
cualquier cosa, me imagino. Multitudes brutales, en esa parte de Ashland.
Drogadictos, prostitutas vampiro, proxenetas. No es seguro para un hombre
caminar en esas calles solo.
Finn sonrió.
―Crecí ahí.
Página
―No estaba hablando contigo, hijo. ¿Y qué demonios sabes sobre ello de
cualquier manera?
135
Tobias calló a Finn con una dura mirada.
El enano miró a Finn con abierta hostilidad y sospecha. Los dos gigantes y
los otros dos hombres sintieron el desagrado de su jefe. Se movieron sobre sus
pies, como si fueran a pasar sobre él y vinieran al porche. Tobias se tensó, listo
para dar la orden. Tomé otro cuchillo.
Esto no iba a terminar bien.
Pero antes de que el enano pudiera decirles a sus hombres que cargaran y
se encargaran de Warren T. Fox de una vez por todas, Donovan Caine se paró
en el porche y abrió su abrigo. El sol de mediodía hizo que la insignia en su
cinturón brillara junto con la negra sombra de su pistola.
Tobias miró la placa y el arma. Los ojos azul pálidos del enano volaron
hacia el sedán colocado frente a la tienda. Conocía el carro de un policía cuando
veía uno también.
―¿Quién eres tú?
―Detective Donovan Caine. Soy un viejo amigo de la familia Fox.
Finn le dirigió otra sonrisa y señaló con el dedo al detective.
―Tal vez has oído hablar de él. Él fue el que mató a Alexis James, esa
chiflada elemental de Aire que estaba robando en Industrias Halo, su propia
compañía. Sucedió hace unos dos meses. Estuvo en todas las noticias. Incluso el
alcalde le dio una medalla por su estelar trabajo de investigación.
Donovan hizo una mueca ante la astucia de Finn, burlándose. El detective
sabía lo que en realidad había sucedido. Que yo había sido quien había matado
a Alexis James y sus lacayos en Ashland Rock Quarry. Y que él había aceptado
el crédito y elogios por algo que ni siquiera hizo.
Tobias Dawson sabía quién era el detective, bien.
Aun así, Tobias podía contar tan bien como cualquier otro.
Cinco de nosotros, seis de él y sus hombres. No grandes oportunidades,
incluso si cargábamos con un anciano y dos mujeres.
Página
Los ojos del enano fueron a Donovan, luego a Finn, luego a Warren. Él no
me miró o a Violet. Evidentemente no éramos más que simples mujeres, no una
gran amenaza. Bastardo sexista.
136
El conocimiento brilló en sus ojos de hielo. Pero el estado de Caine como
miembro de la fuerza policial de Ashland hizo que el enano reconsiderara sus
opciones. Ashland podía ser una ciudad peligrosa, y los policías podían ser tan
torcidos como los caminos de montaña en los alrededores, pero la gente aún se
ponía a pensar antes de eliminar a un miembro de la policía. Hubo beneficios a
considerar, sobornos, cadenas de mando. Por no mencionar el hecho de que
Donovan Caine era una especie de héroe popular en la ciudad, un honesto
policía entre un mar de corruptos. La muerte de Caine plantearía muchas
preguntas, incluso para alguien tan bien conectado como Tobias Dawson.
Pero el pase de Donovan Caine fue el punto de inflexión, por ahora.
Tobias miró a Warren de nuevo.
―Tienes tres días para pensar en mi última oferta. Y es mi última oferta.
Sugiero que piense muy bien en ello. Antes de que tenga que volver y pedirte
que lo reconsideres.
El enano escupió otro chorro de jugo de tabaco, giró sobre los talones de
sus botas de piel de serpiente, y volvió sigilosamente a la camioneta. Hizo un
gesto de círculo con su mano.
Reúnanse y vámonos. Uno por uno, sus cuatro matones se volvieron e
igualaron el paso detrás de él.
Donovan Caine se quedó donde estaba, rostro duro, ojos avellana fríos y
planos, hasta que el vehículo salió del estacionamiento. El conductor giró a la
derecha en el cruce y se alejó de la vista. Una vez había desaparecido, el
detective suspiró y pasó una mano por su cabello negro.
―Bueno, ciertamente Eso fue divertido ―dijo Finn con voz alegre.
Los cinco nos quedamos en el porche unos minutos más, pero Dawson y
sus hombres no dieron la vuelta y regresaron. Cuando estaba segura que se
habían ido, metí mis cuchillos de plata de nuevo en mis mangas. Entonces me
bajé del porche y me acerqué al lugar donde Tobias Dawson se había parado
para poder tener una mejor idea de su magia.
La grava debajo de mis pies zumbó con tanto poder que hizo que mi piel
hormigueara y las cicatrices de la runa de araña en mis palmas picaran. Así que
el enano era un elemental de Piedra entonces.
Alguien que podía controlar y manipular el elemento.
―¿Qué estás haciendo? ―preguntó Donovan Caine, viéndome girar en
círculo en donde el enano se había parado.
―Nada.
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Me pregunté si el enano tenía cualquier otra magia o talentos especiales
del que necesitara saber antes de matarlo. De cualquier manera, Tobias Dawson
simplemente se había transformado de un desafiante asesinato a uno
excepcionalmente difícil. Tendría que eliminarlo con fuerza y rápido antes de
que siquiera notara que sucedía. De lo contrario, sería yo quien terminara dos
metros bajo tierra.
137
Fuerte en su magia, exactamente como yo.
El detective sabía que tenía magia, que era una elemental de Hielo, pero
nunca le había dicho acerca de mi más grande poder de Piedra. Mi magia no era
algo que anunciaba, y todavía no estaba segura de lo que mi relación con
Donovan Caine sería alguna vez.
Violet Fox abrazó su pecho con sus brazos. El frente valiente que había
puesto por Tobias Dawson se había desvanecido, dejando su cara redonda
cenicienta y sudorosa, el pesar del frío otoño.
―No hiciste nada, Gin. ¿Por qué no hiciste algo? ¿Por qué no le dijiste a
Dawson que diera marcha atrás y nos dejara en paz?
―Porque no quería que él se fijara en mí ―dije―. No aquí, no ahora. Eso
haría acercarme a él después más difícil. El enano apenas me miró. No
recordará cómo luzco más tarde, cuando me acerque a él de nuevo.
―Quieres decir cuando lo mates ―dijo Donovan Caine con una voz plana
y fría.
―Sí ―le dije―. Cuando lo mate.
Donovan se me quedó mirando. Sus ojos brillaban como el oro líquido en
su rostro tenso. Después de unos segundos de escrutinio, negó con la cabeza.
―Sabes que no puedo dejar que hagas eso. No puedo dejarte ir tras Tobias
Dawson.
Suspiré. A pesar del hecho de que el detective y yo habíamos trabajado
juntos antes, estábamos de vuelta de nuevo al punto de partida. Con él
aferrándose a sus oh-tan-altos, ideales morales y de pie en mi camino de hacer
lo que simplemente necesitaba ser hecho.
―¿Finn? ―pregunté.
―¿Sí?
Página
Donovan volvió su caliente mirada a Finn, quien le devolvió la mirada al
detective. Ambos hombres tenían sus manos en puños apretados. Suspiré de
nuevo. Finn estaba de mi lado, por supuesto, al igual que un hermano lo estaría,
y sus palabras y lógica fueron exactas. Pero sólo había una manera de conseguir
que el detective aceptara el asesinato de Tobias Dawson, un pequeño paso a la
vez. Lo que significaba que me tocaba bailar tap con Donovan Caine en la
dirección que yo quería que fuera.
138
―No veo que tengas opción, detective ―interrumpió Finn―. Porque
Tobias Dawson no va a dejar de acosar a los Fox hasta que consiga este
territorio. Lo que significa que no va a detenerse hasta que ambos estén
muertos. El bastardo mandó a su hermano a violar y asesinar a Violet anoche.
Una chica de diecinueve años, que probablemente nunca lastimó a nadie en su
vida entera. Y aquí estás tratando de protegerlo, cuando deberías estar
preocupado por una joven y su abuelo. ¿Qué está mal en esta imagen?
―¿Has traído tu computadora contigo?
Resopló.
―¿Alguna vez salgo de casa sin ella?
Pregunta preguntada y respondida. A veces me preguntaba cómo Finn se
apartaba de su computadora el tiempo suficiente para perseguir cualquier cosa
que tuviera tetas.
―Entonces, manos a la obra. Quiero que averigües todo lo que puedas
sobre Tobias Dawson. Hábitos, aficiones, intereses comerciales, cualquier cosa
que pueda ser útil.
Finn asintió y se dirigió hacia su camioneta.
―¿Y qué vas a hacer tú? ―preguntó Donovan Caine en voz baja.
Le di una sonrisa brillante.
―Yo no, detective. Nosotros. Vamos a ir a ver la mina de carbón del
enano, y ver si podemos averiguar por qué Tobias Dawson de repente tiene una
erección por el terreno en el que se encuentra la tienda de Warren. ¿Qué dice,
detective? ¿De humor para un poco de allanamiento esta noche?
Donovan hizo una mueca y apartó la mirada.
―¿Así que vas a ayudarnos entonces? ―preguntó Violet.
La miré.
―He estado ayudándote por un rato ahora, Violet. Pero sí, voy a
encargarme de Dawson por ti.
―¿Por qué? ―preguntó Warren Fox―. Sabía el tipo de precios que
Fletcher Lane tenía por sus servicios y eso fue hace años. Ciertamente no puedo
pagarte nada cerca de eso.
―No te preocupes por el dinero ―le dije―. Sólo dame un par de tarros de
miel para llevar a Jo-Jo, y lo llamaremos a mano.
―¿Ni siquiera les vas a cobrar? ―preguntó Donovan Caine con
sospecha―. ¿Por qué? Así puedes tomar su terreno para ti misma.
―¿Pero por qué? ―persistió Caine―. ¿Por qué quieres matar a Tobias
Dawson tanto?
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―¿Y qué haría yo con una tienda aquí en el país del carbón? Ya tengo un
restaurante de barbacoa que manejar. Eso es suficiente para mí. Así que no, no
quiero su terreno. Lo creas o no, detective, de vez en cuando presto mis
servicios de forma gratuita. Sin malditamente cobrar, por así decirlo, cuando la
situación lo exige.
139
Levanté una ceja.
Mi mirada se desvió a Violet. La imagen de su rostro arruinado brilló ante
mis ojos, y los sonidos de sus sollozos ahogados sonaron en mis oídos. A pesar
de que Jo-Jo Deveraux la había sanado, Violet había perdido algo de su
inocencia anoche. Alguna parte pequeña, pura y feliz, que nunca iba a
recuperar. Al igual que yo la noche en que mi familia había sido asesinada,
cuando todo y todos los que había amado habían sido quemados hasta las
cenizas en el espacio de unas horas.
Tal vez quería asegurarme de que Violet no terminara como yo, dura, fría,
distante de todo o muy pocos. Tal vez quería conseguir su venganza por ella, ya
que estaba teniendo tantos problemas consiguiendo la mía. Tal vez sólo quería
que ella fuera capaz de dormir un poco más fácilmente por la noche, sabiendo
que Tobias Dawson estaba alimentando a los gusanos.
No podía precisar la razón exacta a mí misma, y no podía decirle al
detective todo eso. No quería revelar esa parte de mí misma. Además, no me
hubiera creído de todos modos. Así que me fui por mi molesta respuesta
habitual.
Página
140
―Porque Tobias Dawson no es más que un rico, malcriado matón, que
quiere ser un vaquero ―dije―. Porque estoy aburrida. Pero sobre todo, porque
voy a disfrutar completamente tumbar su pomposo culo de ese ridículo
sombrero y feas botas antes de que corte su garganta.
17
Traducido por AnnaTheBrave, Jo y HeythereDelilah1007
No hubo más discusión sobre mis servicios o intenciones turbias, así que
comenzamos a trabajar.
Finn recuperó su computadora de su camioneta y la puso sobre el
mostrador dentro de Country Daze. Violet susurraba alrededor y encontró un
cable de extensión para poder cargar su batería. Finn le dio un guiño descarado
y una sonrisa encantadoramente astuta, trabajando su magia. Violet sonrió,
agachó la cabeza y se inclinó para conseguir algo más para él.
Detrás de Violet, Warren T. Fox entrecerró los oscuros ojos, cruzó los
brazos sobre su pecho delgado, y lanzó una mirada significativa a la escopeta
en la parte superior de la barra. Finn se aclaró la garganta y volvió su atención a
su computadora.
Él podría ser capaz de encantar a las mujeres, pero Finn siempre tenía
considerablemente menos suerte con varones. Especialmente con esos tan
protectores y suspicaces como Warren.
Donovan Caine caminó por los pasillos de la tienda, con su teléfono
celular pegado a la oreja. El detective se había ofrecido a regañadientes a
ayudar a Finn a obtener información sobre Tobias Dawson, a pesar de que
había dejado claro que todavía no estaba a bordo con mi plan de asesinar al
enano.
―¿Hm? ―respondió Sophia con su usual y monótono gruñido.
Página
Mientras que los otros trabajaban, yo miraba por las ventanas delanteras
de la tienda y mantenía un ojo en el cruce de afuera. Tobias Dawson podría
haber dicho que no regresaría por un par de días, pero no me extrañaría que
duplicase su respaldo con aún más hombres. Es por eso que también tomé la
precaución de sacar mi teléfono celular y llamar a Sophia Deveraux en el Pork
Pit. El teléfono sólo sonó dos veces antes de que ella lo recogiera. A pesar de
mis instrucciones, la enana gótica todavía estaba en el restaurante de barbacoa.
141
Aun así, era un pequeño paso en la dirección correcta. Porque mataría al
enano ya fuera que a Donovan Caine le gustara o no.
―Es Gin. Esto va a ser más difícil de lo que pensé. Necesito que cierres el
restaurante por el día y vengas aquí. Bien podrías poner un letrero en la puerta
que diga que estamos cerrados por el resto de la semana, mientras estás en ello.
―¿Problemas? ―dijo en tono áspero.
Eché un vistazo a Violet, que ahora estaba entregando a Finn una botella
fría de Dr. Enuf, y Warren, que seguía ceñudo hacia él.
―No tantos como preocupación. Tengo que ir a hacer un trabajo de
reconocimiento de Tobias Dawson, y no quiero dejar a Violet y a su abuelo
solos en la tienda mientras voy a hacerlo. No quiero que Dawson y sus hombres
vengan detrás de mí y hagan algo estúpido, como quemar la tienda con los Fox
dentro. Así que tendrás el trabajo de guardaespaldas, junto con Finn. ¿Crees
que puedes manejarlo?
―¿Números?
―Él trajo dos gigantes consigo y otros dos hombres que parecían medio
gigantes. No sé exactamente cuántos hombres tiene Dawson a su disposición,
pero me imagino que podría tener mano dura con toda su nómina, si realmente
quiere.
Sophia pensó en las posibilidades unos segundos.
―¿Así que vas a venir? ―pregunté, aunque ya sabía cuál sería la
respuesta. A Sophia le gustaba un desafío tanto como a mí.
―Um-mmm. ―Sí, en pocas palabras.
―Bien ―dije―. Estaremos esperando.
Colgamos, y metí el teléfono en el bolsillo. Los suelos de madera crujían, y
Warren T. Fox se acercó a mí. También miró por las ventanas de la tienda. Dos
autos amplios, apenas ralentizando el tiempo suficiente para hacer el giro a la
izquierda en el cruce antes de dirigirse hacia la interestatal.
No hablamos. El silencio era una cosa que nunca me había molestado. No
parecía molestar mucho a Warren tampoco.
Pero teníamos que seguir adelante con las cosas. Ya que los Fox no podían
ocultarse en la tienda para siempre, y quería asegurarme que estaban en algún
lugar seguro cuando los dejara para ir a fisgonear por encima de la mina.
―Sí. La casa se encuentra en el borde posterior del lote, detrás de un
grupo de árboles, junto a un pequeño arroyo. No se puede ver desde la
carretera.
Así que Tobias Dawson no solo quería la tierra donde la tienda de Warren
estaba, también quería la casa del anciano.
Página
Warren asintió.
142
―¿Dónde está tu casa? ―pregunté―. ¿Violet vive aún contigo?
En el sur, tomar la casa ancestral de alguien era incluso peor que
simplemente querer sus tierras. Otra razón más para matar al enano.
―Necesitaré ver la casa en un rato. Para asegurarme que es tan segura
como pueda ser.
No es que un poco de madera, clavos, y una puerta mantendrá fuera un
gigante, pero cada poco ayudaría. Incluso algunos segundos podrían significar
la diferencia entre que los Fox escaparan o no, vivir o morir.
Warren asintió, y nos sumimos en silencio de nuevo.
―Supongo que debería agradecerte ―dijo Warren finalmente en voz
brusca―. Por querer ayudarme.
―No tienes que agradecerme. Solo haz lo que digo, y todo estará bien.
Warren mi miró.
―Eres muy parecida a él, ¿sabes? A Fletcher.
No respondí. En algún momento, me hubiera gustado la comparación.
Ahora, no estaba tan segura de querer ser como Fletcher Lane, con sus secretos
y agendas ocultas. Todavía no podía creer que hubiera sabido quién era yo
realmente todos estos años, que había compilado el archivo sobre el asesinato
de mi familia, que había sabido que Bria estaba viva y dónde estaba, y que no
me habló de nada de eso.
¿Por qué Fletcher me lo había escondido? ¿Cuál había sido el punto? Pensé
que había conocido a Fletcher mejor que nadie. Yo era su aprendiz, después de
todo. A quien le había enseñado todos sus secretos. Ahora me preguntaba si
realmente había sabido nada de él, aparte de lo que había querido que supiera.
―Eres dura como él era ―continuó Warren―. Capaz de hacer sus
sentimientos a un lado y hacer lo que debía hacerse sin importar qué. Siempre
admiré eso de él. Fletcher siempre fue más fuerte que yo. Incluso cuando Stella
nos dejó, nunca lo vi romperse. Nunca vaciló, ni una vez, ni siquiera por un
segundo. Nunca sabrías que había algo mal con él.
Stella, la mujer que ambos habían amado. La que había arruinado su
amistad, y luego huido con otro hombre.
Me encogí de hombros.
―Hubiera hecho lo mismo por cualquiera.
Warren sacudió la cabeza.
Página
―De cualquier manera, sé que no lo merezco, pero aprecio tu ayuda,
especialmente por la seguridad de Violet. Ella hubiese muerto anoche de no ser
por ti.
143
Warren se quedó en silencio de nuevo, y sus ojos brillantes se llenaron con
viejos recuerdos. Después de un minuto, negó con la cabeza y volvió en sí.
―No, no lo creo. Sabes que hay algunas personas que solo merecen morir.
Algo de lo que Donovan no se ha dado cuenta aún. Algo que nunca será capaz
de admitir. Su padre era igual. Trató de ayudarme con Dawson hace algunos
años, pero no funcionó.
―Así que es así como conoces a Donovan. Conocías a su padre.
Warren asintió.
―Daniel Caine, un buen hombre. Donovan lo es también. Pero él no es el
adecuado para ti.
Era más observador de lo que le hubiese dado crédito. Alcé una ceja.
―¿A qué te refieres?
Warren miró sobre su hombro, pero Donovan Caine seguía hablando en
su teléfono celular, por lo que se volvió hacia mí.
―Me refiero a que Donovan y tú son polos opuestos. Siempre lo han sido,
siempre lo serán. Él no va a cambiar, y nunca aceptará lo que eres, lo que has
hecho. No está en su naturaleza, sin importar lo mucho que él pudiese quererlo.
―Y me estás diciendo esto porque…
―Porque Donovan es un buen hombre, y tú eres buena también, a tu
forma. Al menos deberías serlo si Fletcher te crio de la forma correcta ―dijo
Warren―. Por lo menos, eres buena en lo que haces.
―La mejor. Era la mejor en lo que solía hacer ―lo corregí―. Pero estoy
retirada ahora.
Warren bufó.
―Cierto. Solo recuerda lo que dije. No te apegues mucho a Donovan
Caine. Porque no va a terminar de la manera que quieres que lo haga.
Sus ojos no brillaban con poder, y yo no sentía ninguna magia fluyendo de
él, lo que significaba que Warren T. Fox no tenía un sentido elemental de Aire
de premonición.
Ya fuera que Warren tuviera magia o no, todavía era lo suficientemente
observador para reconocer el conflicto entre Donovan Caine y yo.
Miré más allá del trio hacia donde Donovan Caine caminaba de atrás para
adelante en la tarima. El detective me vio observándolo, frunció el ceño, y me
dio la espalda. Dejándome fuera una vez más.
Página
La cabeza de Warren se giró con el sonido. Se movió para fulminar con la
mirada a Finn y darle término al coqueteo del joven con su nieta. Esta vez,
podría haberle ofrecido el consejo de no molestarse. Aparte de dispararle a Finn
con la pistola, no había nada que Warren pudiera hacer. Coquetear con el sexo
contrario era tan natural y necesario para Finn como respirar.
144
Finn murmuró algo, lo que hizo que Violet riera tontamente.
Suspiré. Warren T. Fox definitivamente era más duro de lo que parecía.
Aún peor, tenía una preocupante sospecha de que tenía razón acerca de mí y
Donovan. El detective no iba a dejar que funcionara entre nosotros, sin importar
cuán caliente había sido el sexo, sin importar cuán brillante quemara la
atracción. Mis ojos grises trazaron el esbelto cuerpo del detective.
Realmente una lástima.
Para el momento en que seguí a Warren a su casa, hice todo tan seguro
como podía, y caminé de vuelta a la tienda, era bien entrada la tarde. Mi
estómago gruñó, recordándome que la mitad del sándwich de barbacoa que me
había comido para el almuerzo ya se había ido hace rato. Así que rebusqué en
las hieleras del frente de la tienda de campo. Recogí un sándwich envuelto en
plástico de salchicha de Bolonia y queso suizo de una de las hieleras, junto con
una botella de limonada. Algunas papas fritas y una barra de dulce de la vitrina
cerca del mostrador completaron mi comida gourmet. Llevé mis cosas a la caja
registradora.
―No tienes que pagar por eso ―protestó Violet Fox.
Aplasté un billete de diez en el mostrador.
―Claro que sí. Guarda el cambio.
Llevé mi cena al porche delantero y me asenté en una mecedora. Uno de
los barriles hacía una mesa excelente para mi comida, y ataqué. La limonada era
demasiado débil y aguada para mis papilas, y el pan se estaba poniendo duro y
añejo, pero sofocarlo con mayonesa lo hacía lo suficientemente pasable. No era
la mejor comida que había tenido, pero serviría. Odiaría tener que molestarme
con entrar a la oficina de Tobias Dawson solo para que mi estómago gruñera y
me delatara con cualquier guardia que pudiera tener establecido allí.
Acababa de desenvolver mi barra de dulce cuando Donovan Caine salió al
porche. El detective vaciló, luego caminó hacia mí.
El detective miraba fijamente la intersección. Un camión de carbón vacío
pasó retumbando, se detuvo, y dio la vuelta para seguir hacia la mina.
―Tengo algo de información de Tobias Dawson ―dijo Donovan―. Y no
es buena. Es una real pieza, de todos los reportes. Tiene casi un dominio
Página
―Claro que no. ―Hundí mis dientes en la barra. Almendras crujientes y
levemente amargas bañadas en chocolate negro. Definitivamente la mejor parte
de mi comida.
145
―¿Te molesta si me siento? ―preguntó en voz baja.
absoluto de la minería en el área, así que le paga a sus empleados salarios por
debajo de la media. Un par de ellos intentaron formar una unión hace unos
meses. Todos tuvieron accidentes mineros poco tiempo después. Colapsos de
techos, malfuncionamiento de equipos, hasta un derrumbe.
―¿Esperabas algo más? Viste a Dawson amenazando a los Fox. No es un
hombre agradable.
Donovan pasó una mano a través de su cabello negro.
―Pero eso no significa que está bien que solo lo asesines.
―Y solo porque Dawson tenga más dinero no significa que está bien que
intimide a la gente para conseguir lo que quiere ―señalé―. Así que cuál es
peor, ¿qué yo asesine a Dawson por amenazar a los Fox, o que él le diga a su
hermano que vaya a violar y luego asesinar a Violet, solo para mandarle un
mensaje a su abuelo?
Caine dejó salir un suspiro largo.
―No lo sé. Sencillamente no lo sé. Pero hace dos meses, te habría llevado
a la cárcel por planear asesinar a alguien. Te habría puesto mis esposas y te
habría arrastrado hasta la estación, sin hacer preguntas.
―¿Y ahora?
Donovan miró a la carretera, aunque me dio la impresión que no la estaba
viendo realmente.
―Ahora, estoy pensando en ayudarte a llegar a él.
―No suene tan destrozado al respecto, detective. Deshacerse de Dawson
es hacer lo correcto.
Sacudió su cabeza.
―No, es lo que tú quieres hacer. Solo te estoy siguiendo la corriente.
―¿Por qué? ―pregunté―. ¿Por qué me sigues la corriente si te molesta
tanto?
Donovan me miró fijamente. Emociones brillaban como la luz de las
llamas en sus ojos. Culpa. Deseo. Necesidad. Cansancio. Resignación.
Donovan se tensó.
Página
Neumáticos hicieron ruido sobre la grava, y un convertible clásico se
estacionó en el estacionamiento. El vehículo era tan negro como podría llegar a
ser negro, con un cuerpo largo y ondulado. A pesar de su brillante y pulcra
belleza, el auto siempre me había parecido una carroza fúnebre. Tenía el techo
puesto, pero no necesitaba ver dentro para saber quién estaba conduciendo.
Sophia Deveraux había llegado. Me levanté.
146
―Eso tampoco lo sé.
―¿Problemas?
―Relájese, detective. Llamé a una amiga para que viniera a ayudar a Finn
a cuidar a los Fox, mientras usted y yo nos escabullimos a la mina de Dawson.
Sophia abrió la puerta del conductor y salió.
El detective frunció el ceño.
―¿No es esa tu cocinera del Pork Pit? ¿La que estaba trabajando cuando
Jake McAllister intentó robarte?
―Sí ―le contesté―. Por la noche patea traseros, al igual que yo.
Pero Sophia no estaba sola. La puerta del lado del pasajero se abrió, y un
montón de crespos de un rubio artificial aparecieron, parcialmente cubiertos
con un pañuelo de color rosa intenso.
Sophia había traído a su hermana mayor, Jo-Jo con ella.
Jo-Jo le dijo algo a Sophia que no pude escuchar, y la enana gótica gruñó
como respuesta. Luego, ambas mujeres cerraron las puertas del auto y
caminaron hacia nosotros. Se detuvieron en la base de la escalera. Sophia le dio
a Donovan una mirada plana y carente de interés, pero los ojos de Jo-Jo se
iluminaron a la vista del tosco detective. Además de ser una mariposa social, la
enana también era terrible coqueteando, al igual que Finn.
―Bueno, pues ―preguntó Jo-Jo. Sus ojos claros aterrizando sobre
Donovan―, ¿quién es este?
Me levanté e hice las presentaciones.
―Jo-Jo Deveraux, este es el detective Donovan Caine, del departamento
de policía de Ashland. Y viceversa. La chica gótica es Sophia, la hermana de JoJo.
Jo-Jo levantó su mano, como si esperara que Donovan fuera a besársela.
Decepción atravesó la cara de la enana cuando él a duras penas la sacudió en
vez de eso.
―Le pedí a Sophia que vigilara a Warren y Violet mientras nosotros
investigamos la mina de Dawson ―le expliqué al detective.
Incluso yo no estaba segura de ser capaz de ganarle a Jo-Jo en una pelea.
―Vamos ―dije―. Entremos con los otros.
Página
Donovan Caine miró al vestido cubierto de rosas de la enana, sus perlas,
sus sandalias de tacón alto y uñas con manicure. Sin duda pensaba que ella no
serviría de mucho en una pelea. Pero Jo-Jo era casi tan fuerte como Sophia. Y
tenía a su magia elemental de Aire para apoyar su fuerza natural.
147
―Y yo estoy aquí para brindar apoyo emocional ―agregó Jo-Jo.
18
Traducido por Lyla y LizC
Finn siguió excavando por información sobre Tobias Dawson, así que lo
dejé a él y a los Fox en las capaces manos de Sophia y Jo-Jo.
Violet estuvo feliz de ver a la enana más vieja de nuevo y comenzó a
acribillarla con preguntas acerca de tratamientos para el cabello con aceite
caliente.
Para mi sorpresa, también lo estaba Warren. Jo-Jo debía conocerlo a él y a
sus padres mucho mejor de lo que ella había dicho porque el viejo los empujó
para subir a dos mecedoras, y él y Jo-Jo procedieron a chismear acerca de todas
las personas que conocían aquí en Ridgeline Hollow. Por otra parte, Jo-Jo
Deveraux tenía más de doscientos cincuenta años de edad. No me podía
imaginar la cantidad de gente que había conocido en su vida. Es difícil realizar
un seguimiento de todos ellos, pero de alguna manera ella se las arreglaba.
Parecía especialmente habladora con Warren.
Eso dejaba a Sophia con la vigilancia. Le mostré los diferentes puntos de
acceso a la tienda y la casa de atrás.
Una vez que terminamos, la enana gótica metió un iPod en sus oídos y se
colocó en los escalones del porche para mantener vigilados a Tobias Dawson y
sus hombres.
Donovan puso en marcha el auto y me miró.
Página
El detective se hundió en el asiento del conductor, mientras yo tomaba el
lado del pasajero. A diferencia de la mayoría de los autos de policía en los que
había estado, este estaba limpio hasta el punto de ser prístino. Ni envolturas de
comida rápida, ni tazas de refresco vacías, ni basura o residuos de cualquier
tipo cubrían el interior. El auto aún olía a Caine: limpio y ligeramente jabonoso.
O tal vez eso era sólo el ambientador colgando del espejo retrovisor. De
cualquier manera, respiré, disfrutando del aroma fresco. Mmm.
148
También hice un recorrido rápido a través de la tienda y tomé unas
cuantas cosas que pensé que podrían ser útiles. Linternas, cuerdas, guantes,
binoculares. Dejé unos cien en el mostrador para cubrir todo. Entonces
Donovan Caine y yo dejamos a los demás en la tienda y nos metimos en su
sedán.
―¿A dónde?
Miré hacia abajo, a las impresiones que Finn me había dado.
Finn no había encontrado mucho de Tobias Dawson aún, pero había sido
capaz de encontrar varios mapas de la mina del enano, incluyendo el edificio
que albergaba su oficina.
―Ve hasta la señal de alto y dobla a la izquierda como si fueras a volver a
la carretera interestatal ―le dije―. Hay un viejo camino de acceso que corre por
la parte superior de la colina, con vistas a la mina. Podemos parar allí y ver lo
que está pasando debajo antes de hacer nuestro movimiento.
Donovan asintió y dirigió el sedán fuera del estacionamiento. Fue hasta la
parada, y luego hizo el giro correspondiente. No hablamos mientras el vehículo
subía el torcido y sinuoso camino.
Cuando la señalización turística reivindicó el cruce, era un pintoresco
tramo de la carretera, con densos bosques que se agolpaban a la orilla del
camino en ambos lados. Hace un par de semanas, el follaje de otoño habría sido
magnífico. Pero la elevación era ligeramente mayor aquí que en el resto de
Ashland, lo que significaba que los arces, robles y álamos ya habían arrojado la
mayoría de sus hojas de colores. Sin embargo, encontraba a las ramas curvadas
de los árboles encantadoras a su manera, cintas de madera sinuosas juntas para
hacer formas ingeniosas.
A través de las ramas desnudas, vi el arroyo que Warren Fox había
mencionado, el que se curvaba alrededor de la parte de atrás de su casa y fluía
hacia Country Daze. No sé si a eso llamarlo un simple arroyo, sin embargo. El
torrente de agua se extendía nueve metros de ancho en algunos lugares,
cayendo sobre formaciones rocosas inusuales. Grava retirada a ambos lados de
la carretera marcaba lugares de pesca y vadeo populares.
Miré el mapa otra vez.
―Toma la siguiente a la derecha.
El detective detuvo el auto, y salimos.
El aire era aún mejor aquí de lo que había sido en Country Daze, y había
empezado a lloviznar de nuevo. Subí el cuello de mi chaqueta de lana negra,
levanté el rollo de cuerda por encima de mi hombro, y me aseguré de que tenía
Página
El hormigón liso desaparecía en pavimento agrietado mientras el auto se
retorcía y giraba aún más alto sobre la cresta de la montaña. Grava sustituyó al
pavimento. Este terminó en dos surcos de tierra apisonada que pasaban por una
carretera. A pesar del terreno, Donovan siguió conduciendo. Marchamos casi
un kilómetro por los surcos antes de que terminaran en un pequeño claro
boscoso.
149
Donovan asintió e hizo lo que le pedí.
todos mis otros suministros. Donovan metió la mano en el asiento de atrás y
agarró un impermeable azul marino estampado con las palabras Departamento
de Policía de Ashland en la parte posterior. Me ofreció la chaqueta, pero negué.
―Quédatela ―le dije―. Tú eres el que lo trajo, no yo.
El detective se colocó la chaqueta. Metí los mapas que Finn me había dado
en el bolsillo de mis vaqueros para que no se pusieran demasiado húmedos.
―Este camino ―le dije al detective.
Me dirigí hacia afuera del claro. La llovizna ya había alisado la mayoría de
la maleza y hojas caídas en el suelo, así que caminé con cuidado y lentamente.
No necesitaba un tobillo torcido o roto esta noche. Detrás de mí, Donovan hacía
lo mismo.
En una señal en el extremo del claro se leía Prohibido Pasar: Compañía
Minera Dawson, pero la ignoré. Entrar sin autorización iba a ser el más pequeño
de mis crímenes de esta noche. Caminamos en silencio por el bosque húmedo
durante unos minutos antes de llegar al borde de la cresta. Me agaché detrás de
un pino alto en el borde, y Donovan se acuclilló a mi lado. A pesar de la lluvia,
el limpio, aroma jabonoso del detective se apoderó de mí. Mmm. El olor me hizo
querer girarme hacia él, presionar mis labios en los suyos, y bajarnos al suelo
del bosque. Claro, las hojas y la tierra estarían un poco húmedas, pero no tenía
ninguna duda de que Donovan y yo podríamos calentarnos el uno al otro en un
segundo.
Al otro lado del suelo de la cuenca estaba el otro extremo de la operación:
La mina subterránea. Un agujero negro cuadrado en la pared de la montaña, se
mantenía abierto por vigas de soporte de hormigón. Vías de metal corrían
dentro y fuera de la ancha boca.
Página
Una variedad de máquinas se asentaban en la base de la cuenca.
Retroexcavadoras, excavadoras y otras máquinas diseñadas para mover tierra:
y mucha de ella. Otras eran sólo grandes, corpulentas, complicadas bestias de
metal con más brazos, grúas, y cubos de los que había visto en mi vida. Algunas
de ellas eran más grandes que casas pequeñas, pero no tenía ni idea de cuáles
eran sus nombres, o incluso lo que hacían. Había camiones de basura también,
con bases y ruedas aún más grandes que las del vehículo que Finn había
utilizado para atropellar a Trace Dawson.
150
Por desgracia, no estaba aquí para un rapidito con el detective, no importa
qué tan placentero eso podría ser. Así que levanté los prismáticos que había
traído hasta la altura de mis ojos. Debajo de mí, la cresta se inclinaba hacia abajo
y luego tocaba el fondo, formando una gran U. La cresta en donde estábamos
era la base de la U, mientras que el resto de la montaña había sido removida
para formar el área abierta. Las rampas de tierra se retorcían en ambas piernas
de la U, facilitando el acceso a las partes más altas de la ladera.
Supuse que en algún momento las vías habían sido utilizadas para ayudar
a los hombres y a los equipos a moverse hacia abajo en la tierra. Ahora se veían
sin brillo y oxidadas por falta de uso. Podía ver los lugares donde el metal se
había desgarrado y no sustituido. Recordé lo que Violet Fox me había dicho
sobre el carbón en la mina subterránea agotándose y cómo había estado inactiva
durante algún tiempo. Era fácil decir que el foco se había cambiado a desgarrar
la montaña un estrato a la vez. Para eso es para lo que todo el equipo estaba
aquí: Para transportar lejos el carbón y la suciedad, sin traerlo a porciones fuera
de la tierra. Ya no.
Más vías se curvaban alrededor de la cara oculta de la cuenca y
desaparecían de la vista. De acuerdo al mapa de Finn, conducían a otra área
donde el carbón se almacenaba y procesaba, entre otras cosas. Tenía un montón
de conocimientos sobre un montón de temas, gracias a todas las clases que
había tomado en la Universidad Comunitaria de Ashland, pero la minería del
carbón no fue uno de ellos.
Pero incluso desde mi elevado punto de vista, podía oír la piedra de la
montaña. Gruñendo, gimiendo, maldiciendo, murmurando. La piedra estaba
sumamente enojada con el cruel daño que le habían hecho. Tiempo atrás, esto
debió haber sido un lugar encantador, con fuertes pendientes, árboles y
afloramientos rocosos tan lejos como la vista podía ver. Pero ahora ya no
quedaba nada salvo despojada tierra desnuda, roca, y maquinaria. Las
vibraciones de la piedra me hicieron querer hacer uso de mi magia, para que
toda la mina, todo el resto de la montaña, se desmoronara y enterrara a los
hombres y las máquinas que habían sido tan crueles con ella. Pero no tenía ese
tipo de poder, y no iba a ayudar a Warren y a Violet de alguna manera. Así que
apreté mis dientes y forcé la sensación a un lado.
Eran después de las seis y ya estaba oscureciendo. Le pasé los prismáticos
a Donovan Caine, así el detective podía ver a los trabajadores que bajaban de
sus máquinas y avanzaban fuera de la cuenca. Seguí el escaneo de la zona,
fijando la disposición general en mi mente. Sería fácil perder el sentido de la
orientación entre las máquinas enormes, sobre todo con el crepúsculo lluvioso
dando paso rápidamente a la noche completa.
―¿Qué esperas encontrar ahí? ―preguntó Caine, mirando a través de los
prismáticos hacia la estructura―. Dudo que Tobias Dawson sólo dejara
evidencia incriminatoria por ahí.
Página
―Mira hacia abajo a la izquierda en el borde de la cuenca. Allá abajo.
―Señalé hacia un pequeño edificio, blanco que brillaba como una luna opaca―.
Ahí es donde están algunas de las oficinas de la mina, incluyendo la de
Dawson, de acuerdo con la información que Finn me dio.
151
―No veo nada más. Sólo máquinas ―dijo Donovan Caine.
Me encogí de hombros y me puse de pie. Tomé un momento para apartar
las hojas húmedas muertas de las rodillas de mis vaqueros.
―Tal vez, tal vez no. Dawson es el gran jefe por aquí, ¿recuerdas? Esta es
su montaña. Podría ser lo suficientemente descuidado para dejar cosas a la
vista.
―¿Y si no?
Me encogí de hombros otra vez y até un extremo de la cuerda alrededor
de la base de un pino cercano. Después de asegurarme de que estuviera
anudada con seguridad, tiré el resto de ella por la cresta por debajo de nosotros.
―Entonces, al menos habremos conseguido nuestro ejercicio de la noche.
Metí la mano en el bolsillo trasero de mis vaqueros y le tendí un par de
guantes. Eran guantes de jardinería, blancos con palitas de jardinería marrones
en ellos, pero impedirían que consiguiéramos quemaduras por la cuerda en
nuestras manos, o dejar huellas en la oficina de Tobias Dawson.
―Ahora, ¿vienes o no?
Donovan Caine dejó escapar una maldición baja. Pero el detective tomó
los guantes y empezó a arrastrarlos en sus manos.
Por alguna razón, los mineros no habían excavado este lado de la montaña
aún, lo que significaba que la cresta todavía estaba cubierta de rocas y
vegetación nudosa. Era una resbaladiza, cuesta empinada, que se hacía más aún
por la llovizna, y a nosotros movernos con cuidado, usando la cuerda para
ayudarnos a descender el camino por el terraplén. Nos movimos lo más rápido
que pudimos, pero aun así nos llevó casi veinte minutos llegar a la parte
inferior.
Nos agachamos detrás de un afloramiento de roca y miramos
detenidamente la zona plana que se extendía ante nosotros. La vacía, desterrada
sensación en la montaña me recordó a Rock Quarry Ashland no muy lejos de
aquí. El lugar donde Alexis James había encontrado su muerte hace dos meses.
―¿Por qué habría? ―le pregunté―. Nadie por aquí va a ser tan tonto
como para robarle a Tobias Dawson. Especialmente dado que es tan buen
amigo de Mab Monroe. Además, incluso si alguien robara algo, se habría visto
Página
―Parece que todo el mundo ya se ha ido a casa ―murmuró―. Ni siquiera
creo que haya guardias alrededor.
152
Donovan miró a través de los prismáticos de nuevo.
un poco llamativo conduciendo una máquina excavadora hacia abajo hacia la
ciudad, ¿no?
Caine resopló ante la imagen, pero no discutió con mi lógica.
―Vamos ―le dije―. Terminemos con esto.
Con calma salimos desde detrás de las rocas y caminamos hacia adelante.
El equipo metálico expulsaba todo tipo de oscuras, sombras retorcidas,
que se hacían aún más turbias por la llovizna y las espesas nubes de arriba. Un
par de luces altas de estilo de estacionamiento junto a la entrada de la mina
ardían como flacos faroles amarillos. Las luces hicieron lo suficientemente fácil
ir por el camino a través del laberinto de equipos. Pero la lluvia no podía
ahogar el olor de gases de escape y gasolina que flotaba en el aire como smog.
Los murmullos de la piedra se hacían más fuertes y más agudos cuanto
más entraba en la cuenca, hasta que las vibraciones resonaron en mis oídos
como un interminable lamento de muerte. Apreté los dientes y bloquee el ruido.
No había nada que pudiera hacer para ayudar a la piedra. Simplemente no
tenía ese tipo de poder.
Sólo el tiempo podía hacer eso ahora, si la montaña podría nunca
realmente recuperarse de ser tan brutalmente devastada.
Nos tomó unos diez minutos de caminata antes de que estuviéramos a la
vista de la oficina de la mina, un pequeño edificio hecho de láminas de metal y
fibra de vidrio, cubierto con tablas de madera pintadas de blanco. Un par de
luces de seguridad resplandecían sobre la puerta principal. Me asomé a la
oscuridad, pero no vi a ningún guardia patrullando alrededor del edificio.
Si Tobias Dawson tenía un turno de noche, probablemente estaría más
arriba alrededor de la curva en la cuenca, apostados en la entrada principal a la
montaña minada. No aquí atrás en el cuello de botella donde el acceso ya era
restringido.
Aun así, palmeé uno de mis cuchillos de plata, por si acaso.
Me arrastré hacia delante. Después de un momento, oí las botas de
Donovan rechinar en un charco detrás de mí. Sonreí. Como en los viejos
tiempos. Si tan sólo dos meses atrás se podía considerar los viejos tiempos.
Me deslicé a la puerta principal de la oficina minera. Una señal a un lado
apuntaba Compañía de Minería Dawson. Una vez más, las primeras dos i en
Página
―Vamos ―le susurré al detective―. Vamos a hacer esto.
153
Nos agachamos detrás de una excavadora que estaba más cercana a la
oficina minera. Nada se movía en la noche oscura. La llovizna se había alzado y
convertido en una lluvia constante. Algunos rizos húmedos se habían salido de
mi coleta. La lluvia había vuelto mi cabello chocolate en un marrón aún más
oscuro, así que utilicé la humedad fría para deslizarlo de nuevo en su lugar.
Minería habían sido transformadas como las runas de Tobias Dawson: un
cartucho de dinamita.
Yo llevaba el mismo tipo de guantes de jardinería que Donovan Caine, así
que no tuve ningún reparo en estirarme y probar el picaporte. Bloqueado. No es
un problema. Me quité uno de mis guantes y utilicé mi magia de Hielo.
Una fría luz plateada parpadeó sobre mi palma, y unos segundos más
tarde, tenía dos largos picos de hielo delgado. Donovan me vio trabajar con una
mezcla de curiosidad y resignación.
Menos de un minuto después, el bloqueo cedió, y la puerta se abrió.
Tiré los picos de hielo en un charco cercano para que se derritieran, me
puse mi guante de nuevo, y me metí en el edificio.
Donovan me siguió y cerró la puerta tras de sí. Me quedé quieta por un
momento, dejando que mis ojos se acostumbren a la falta de luz. Con la
oscuridad y las nubes exteriores, el interior del edificio estaba casi de tono
negro, como si fuera ya medianoche en lugar de acercarse a las siete.
Una vez que estaba segura que ningún guardia venía a interrumpirnos,
saqué una pequeña linterna del bolsillo de mi chaqueta y la encendí. A mi lado,
Donovan hizo lo mismo.
Nos detuvimos en una sala de espera. Algunas sillas, una mesa, revistas
viejas. Un escritorio en el medio, probablemente pertenecía a una secretaria.
Detrás de él, un corredor que llevaba más atrás en el edificio. Ahí es adonde me
dirigía, con el detective detrás de mí.
El pasillo terminaba en una puerta cerrada con una placa de bronce que
decía Tobias Dawson. Justo a quien estaba buscando. Probé la perilla. Bloqueada,
así que tuve que formar dos picos de hielo más para abrirla. Después que la
cerradura cediera, di vuelta a la perilla y contuve la respiración, esperando.
Pero ninguna alarma sonó. Evidentemente, Dawson simplemente aseguraba su
oficina como medida de precaución, o para evitar que su personal husmeé
mientras él no estaba. Di un paso dentro de la habitación. El detective me
siguió.
El arte en las paredes desplegaba broncos corcoveando y diseños nativos
americanos, quizá navajo, por su aspecto. Una de las lámparas en el escritorio
de Dawson tenía la forma de una bota de vaquero en miniatura. Otro parecía
Página
El escritorio consistía en varios barriles de madera pasadas de moda con
una lámina de vidrio extendido sobre la parte superior de ellos.
154
Me detuve durante unos segundos, estudiando la vista. La oficina de
Tobias Dawson tenía tanta personalidad como el enano en sí mismo, porque
todo tenía un motivo occidental.
un lazo curvado. Miré hacia arriba. El enano incluso tenía un gran cuerno
montado sobre la puerta de la oficina… de la cabeza y los cuernos por lo menos.
―Alguien realmente necesita mudarse a Texas ―murmuré.
―Olvídate de eso ―dijo Donovan―. ¿Qué estamos buscando?
―Cualquier cosa que nos pueda decir por qué Tobias Dawson quiere las
tierras de los Fox. ―Me moví hacia la derecha―. Así que, ve lo que puedes
encontrar en su escritorio y en los archivadores.
Donovan hizo lo que le pedí. Pero antes de que él comenzara a abrir los
cajones, el detective me miró fijamente.
―¿Y qué vas a hacer tú?
―Ver si tiene una caja fuerte escondida en alguna parte.
Donovan negó con la cabeza, pero se sentó en la silla inmensa de Dawson
y se puso a trabajar, metódicamente abriendo, revisando, y cerrando todos los
archivos en el escritorio de cristal.
Rodeé la habitación y comprobé detrás de todas las fotografías
enmarcadas, en busca de una caja fuerte en la pared. Nada. Pasé las manos
enguantadas sobre los paneles de madera barata, tocando en varios lugares.
Una vez más, nada.
Abrí y cerré mis manos en puños, pensando.
Ya que Tobias Dawson era amigo y socio de negocios con Mab Monroe,
suponía que había un buen número de documentos, legales y de otro tipo, que
no querría que sus subordinados vean. Bloquear su oficina no sería lo
suficientemente seguro. Necesitaría un lugar para esconderlos. Tenía que haber
algún tipo de caja fuerte aquí. Un cubículo secreto, demonios, incluso una tabla
suelta. Y tenía que encontrarla, rápido.
Ya habíamos estado en el interior más de un minuto. Quería que nos
fuéramos antes de que pasaran los cinco minutos planteados, si no antes.
Dawson podría no tener ningún tipo de seguridad obvia aquí, pero era mejor
no correr riesgos innecesarios, sobre todo porque iba a volver más tarde y
matarlo.
―¿Qué? ―pregunté, todavía arrastrándome por el suelo.
Página
―Esto es extraño ―murmuró Donovan, apuntando su linterna a través de
varias hojas de papel.
155
Ya que había revisado las paredes, me puse de manos y rodillas y recorrí
el suelo, buscando líneas interrumpidas en las alfombras gruesas. Nada. Ni una
sola fibra fuera de lugar.
―Parece que Dawson contrató a varios gemólogos en las últimas semanas
de una variedad de empresas ―respondió el detective―. Aquí hay varios
recibos a nombre de Jeweltones, Gems, Inc., y Grayson Enterprises, entre otros.
Fruncí el ceño.
―¿Qué necesitaría Dawson con gemólogos? Es minero de carbón, no de
piedras preciosas.
―No sé. ―Donovan sacó su teléfono celular y tomó fotos de los recibos
para examinarlos más tarde.
Para ese momento, ya había hecho un circuito completo de la oficina en
manos y rodillas, y aún no había encontrado nada útil. Además de la obsesión
de Dawson con el viejo oeste, la única otra cosa interesante o digno de mención,
al menos para mí, era la colección de rocas enanas. Estas colecciones no eran
raras entre los elementales de Piedra. Incluso yo tenía una cuando era niña,
antes de que mi familia hubiera sido asesinada.
Una alta vitrina ancha en la pared trasera de la oficina albergaba la
colección. Tres estantes llenos de rocas encaramadas por encima de un gran
bloque de granito negro se entrecruzaban con la plata. Algunas de las piedras
eran inútiles. El cuarzo pulido se puede encontrar en cualquier lugar. Trozos
impares de oro. Otros tenían algún valor importante. Un zafiro casi tan grande
como un huevo. Un rubí en forma de lágrima. Una preciosa esmeralda de corte
cuadrado. Podía oír las piedras, por supuesto.
El suave murmullo constante del cuarzo. El susurro astuto del oro. La
elegancia llamativa de las piedras preciosas.
―Creo que he encontrado la caja fuerte de Dawson ―murmuré a Caine.
Levantó la vista de los papeles.
Página
Había una cerradura en la caja de cristal, pero me encargué de eso con un
pico de hielo bien elaborado. Detrás de mí, Donovan siguió rebuscando a través
de los papeles. Abrí la puerta de la vitrina. Los murmullos de las variadas
piedras se apoderaron de mí, pero obligué a dejar de lado las melodías y me
centré en el granito. Su vibración era baja y velada en comparación a las otras
rocas, pero sospechaba que ese era el punto. Aun así, sólo me tomó un segundo
sintonizarme con la piedra. Y me di cuenta que sus vibraciones sonaban…
hueca. Como si la piedra fuera sólo una capa delgada cubriendo algo más…
como una cámara secreta.
156
Mis ojos cayeron al estante inferior, y se centraron en la losa de granito.
No era nada en comparación a las piedras preciosas, pero aun así, me
preguntaba por qué Dawson siquiera la tenía en su colección para empezar. Las
otras rocas variaban en valor, pero todas tenían forma única o interesante de
alguna manera. El granito era una losa de granito. Negro y más bien en forma
de caja. Me arrodillé y miré hacia la piedra aún más cerca. Hmm.
―¿Puedes abrirla?
Abrir la cerradura de la puerta era una cosa. Era más difícil entrar en un
metal tradicional seguro sin ayuda de Finn… o algunos explosivos. Pero Tobias
Dawson no tenía un seguro tradicional. El suyo estaba hecho de piedra, mi
elemento, mi especialidad. Sin embargo, habíamos estado en el interior más de
tres minutos ahora. No era momento de ser sutil.
Así que me quité el guante, puse la mano en el granito, y escuché sus
vibraciones. Lenta, constante, sólida, al igual que la roca misma. También sentí
que guardaba algo, estaba protegiendo algo importante, valioso.
Los secretos de Tobias Dawson, sean las que sean.
Respiré profundo y concentré mi magia en el granito.
Mirando hacia la roca, en la roca. Y me di cuenta que la piedra tenía sólo
un par de centímetros de profundidad. Cualquier cosa más gruesa que esa, y
Dawson no habría sido capaz de poner mucho de nada en su interior. Además,
la plata que había notado anteriormente formaba una amplia forma circular en
el centro del granito, marcando más o menos el tamaño del espacio hueco
interior.
El enano probablemente haría que el metal se activara con su magia, por lo
que nadie podía abrirla, salvo él. Ya que la plata podía absorber magia,
cualquier persona que tratara de forzar su camino en el interior de esa manera
probablemente haría girar sus ruedas por un buen rato.
―¿Cómo diablos hiciste eso?
Le dediqué una sonrisa.
―Tengo muchos talentos, detective.
Página
Menos de un minuto después, hice el último corte en la piedra. La roca
crujió, y utilicé mi magia para formar una pequeña ranura a un lado de modo
que pudiera enganchar mi dedo dentro y tirar de ella. El granito era más pesado
de lo que esperaba, y me tomó un momento arrastrarla fuera de la caja y dejarla
en el suelo. Donovan levantó la vista ante el sonido de mis gruñidos y volvió a
mirar.
157
Pero yo era una elemental de Piedra, al igual que el enano. No tenía que
pasar por la plata, sólo rodearla. Sostuve mi dedo índice desnudo frente al
granito y busqué mi magia. Una luz de plata apareció en la punta de mi dedo
como si fuera un pequeño soplete. Me incliné hacia delante y presioné mi dedo
contra el granito, forzando mi magia en la piedra, más y más profundo hasta
que rompí a través de la cáscara de roca al espacio hueco en su interior. Una vez
que hice la ruptura inicial, fue bastante fácil arrastrar el dedo alrededor del
perímetro del bloque, formando una forma cuadrada mucho más grande que el
círculo de plata en el corazón del granito.
Le di la espalda y él se quedó mirando el interior de la caja fuerte. Era un
espacio aún más pequeño de lo que esperaba, y estaba curiosamente vacío, a
excepción de unas cuantas hojas de papel.
―Ven. ―Arranqué los papeles y se los entregué a Donovan―. Fotografía
estos.
El detective extendió los documentos sobre el escritorio y utilizó su
teléfono celular para tomar algunas fotos. Busqué de nuevo en la caja fuerte,
preguntándome qué otros secretos poseía.
Mis dedos se cerraron en torno a un pequeño frasco de plástico, que saqué.
Apunté mi linterna sobre el recipiente. Espuma negra llenaba el interior del
vial, sosteniendo un diamante.
La piedra preciosa era pequeña, no mucho más grande que una de mis
uñas, y áspera en los bordes, pero aun así brillaba con un fuego carmesí interior.
Definitivamente era una piedra de alta calidad. Una que puliría bastante bien.
Pero su sonido… oh, su sonido. Eso es lo que sostuvo mi atención.
El diamante prácticamente cantaba con su propia pureza.
La vibración inherente a la piedra preciosa era hermosa, impresionante,
encantador, incluso. Al igual que una composición de Bach interpretada por el
propio maestro. Me podría haber sentado allí escuchando la increíble canción
pura del diamante durante horas.
Página
158
Lástima que la alarma sonó entonces e interrumpió su melodía cadenciosa.
19
Traducido por Martinafab
Por un momento me quedé inmóvil, agazapada en el suelo, el vial de
diamante en la mano. La alarma siguió resonando como una sirena de policía
gimiendo en mi cabeza. Donovan Caine siguió clasificación los papeles, como si
no pudiera escuchar el interminables, violentos chillidos. Tendría que ser sordo
para no oírlos.
Fruncí el ceño y miré la caja fuerte de granito. El murmullo bajo de la
piedra se había transformado en una penetrante, aguda alarma. Una runa brilló
a la vida en el frente de la caja fuerte, sobre la losa que había cortado del resto
del bloque. Una apretada, rizada espiral quemó un gris frío en medio del
granito negro como una especie de ojo que todo lo ve. Una espiral rizada, la
runa de protección.
Tobias Dawson había usado su magia de Piedra para guardar su caja
fuerte con una runa de protección, una que le avisaría si alguien manipulaba el
granito. Yo había hecho lo mismo para protegerme en más de una ocasión.
Incluso había utilizado la misma runa como el enano.
Donovan Caine no era un elemental, no era un Piedra, por lo que no podía
oír la alarma, no podía ver la runa. Pero yo podía, y sabía lo que ambos
significaban, problemas se estaban dirigiendo hacia esta dirección.
―Joder ―maldije en voz alta esta vez―. Dame los papeles. Ahora.
―¿Qué? ¿Por qué? ―preguntó Donovan en un tono distraído―. Hay
algunas cosas interesantes aquí…
―Porque he tropezado con algún tipo de alarma silenciosa ―le
interrumpí―. Así que dame los papeles ahora mismo.
Página
En cambio, empujó los documentos hacia mí. Yo los metí de nuevo en el
espacio hueco dentro del granito, limpié mis huellas dactilares del vial de
diamantes, luego lo puse en el interior también. Aunque quisiera, no me llevé la
piedra. El enano vaquero podría no perseguirnos con tanta intensidad si
todavía tenía el diamante. Grande, tal vez grande, pero era la única esperanza
que tenía.
159
A su favor, el detective no hizo ninguna pregunta.
Limpié apresuradamente la losa de granito y la caja fuerte con la manga
de la chaqueta, y luego levanté el bloque de piedra que había cortado de nuevo
en su lugar original. No había tiempo para ser sutil, así que estrellé la roca en su
lugar con mi magia, sellándolo bien fuerte una vez más. Con su magia de
Piedra, Dawson sería capaz de sentir lo que había hecho de inmediato, pero no
debería ser capaz de rastrearla hasta mí, o más importante aún, los Fox.
Donovan tendió una mano y me ayudó a ponerme de pie.
―Tenemos que salir de aquí ―le dije―. Ahora.
Nos apresuramos por el pasillo y al frente del edificio. Apagué mi linterna
y eché un vistazo a través de las tablillas delgadas en las persianas. Dos
linternas se balanceaban en nuestra dirección. Gigantes, teniendo en cuenta el
hecho de que las luces eran al ras de mi cabeza. Junto a mí, Donovan apagó su
propia linterna y sacó su arma.
―Guarda eso ―le dije―. Abre la puerta y dirígete directamente hacia la
parte posterior de la cuenca, donde bajamos. Dejarlos atrás es nuestra mejor
oportunidad. No participar en un tiroteo.
―¿Qué vas a hacer?
―Asegurarme de que no nos siguen.
Donovan negó con la cabeza.
―No, Gin. Déjame quedarme y ayudarte…
―Esta no es una jodida discusión ―dije―. No va a importar mucho si me
capturan, pero, ¿a ti? Te arruinará, detective. Así que vete. Ahora. Soy una chica
grande. Puedo cuidarme sola. Lo he estado haciendo durante años.
Donovan se me quedó mirando. Pude ver el destello de oro de sus ojos
incluso en la oscuridad y las emociones destellando en sus profundidades.
Preocupación. Inquietud. Resignación. Después de unos segundos, el detective
enfundó a regañadientes su pistola. Se acercó a la puerta y la abrió.
No tuve que esperar mucho. A pesar de la lluvia y el barro, sus pasos
resonaron a través de la piedra bajo mis pies. Sólidos, pesados latidos. Gritos
flotaron a través de la lluvia.
―¿Ves algo?
Página
Palmeé los cuchillos de plata. Pero en lugar de correr detrás del detective,
me deslicé por un lado del edificio y me trasladé todo el camino hasta la parte
de atrás, donde estaba la oficina de Tobias Dawson. Diez… veinte… treinta…...
conté los segundos en mi cabeza.
160
Para cuando salí detrás de él, Donovan ya había regresado por el camino
que habíamos llegado. Veinte pasos más tarde, la lluvia y la noche y las
sombras se lo tragaron, como sabía que harían.
―No. ¿Tú?
―¡Oye! ¡La puerta principal está abierta de par en par!
Me asomé por el lado del edificio, justo a tiempo para ver a dos gigantes
correr hacia la oficina principal. Unos segundos más tarde, luces se encendieron
en la habitación del frente, luego se extendieron por el pasillo como un reguero
de pólvora, antes de hacer erupción en la oficina de Tobias Dawson. Me puse de
pie a un lado de la ventana y observé. Eran los mismos dos hombres que
Dawson había traído a la tienda Country Daze esta tarde.
Los dos gigantes todavía tenían la misma ropa de trabajo sucia que habían
lucido entonces, y ambos llevaban linternas largas y pesadas que podrían ser
fácilmente utilizadas para romper los huesos o aplastar el cráneo de alguien.
Tenían que ser los dos mejores ejecutores del enano.
Los observé entrar en el despacho de Dawson. No se molestaron en mirar
nada en el escritorio, sino que fueron directamente a la caja de cristal que
albergaba la colección de piedras del enano.
―La cerradura ha sido forzada ―murmuró en un estruendo uno de los
gigantes, abriendo la vitrina―. Pero parece que no se han llevado nada.
El segundo gigante se acercó a él.
―Nada obvio de todos modos. Pero alguien estaba jugando con la caja
fuerte, con el diamante. Por eso la alarma sonó en la caseta de vigilancia.
Porque alguien que no era Dawson abrió la caja fuerte.
Bueno, eso confirmaba mi sospecha de que el enano había usado su magia
de Piedra para amañar la alarma de su caja fuerte. Yo podría hacer lo mismo,
aunque por lo general estaba más interesada en mantener a la gente fuera de
cualquier edificio en el que estuviera durmiendo en lugar de atraparlos dentro.
Eso es lo que habría sucedido aquí. Si no hubiera sido una Piedra, un elemental,
ni siquiera hubiera oído la alarma. Tanto Donovan Caine como yo todavía
estaríamos sentados en el despacho de Dawson cuando los gigantes llegaran
gritando. Algunos dolores definitivos, tal vez incluso la muerte, se habría
producido.
Enano astuto, usando una alarma elemental de esa forma.
―De ninguna manera ―contestó el segundo hombre―. La vitrina está
abierta. Alguien tocó esa caja fuerte.
―Tal vez. Pero sabes lo sensible que es esa runa de alarma que Dawson
creó. Tuve que venir aquí dos veces la semana pasada debido a que el equipo
de limpieza la movió mientras estaban desempolvando. ¿Recuerdas?
Página
―Pero no parece que la caja de seguridad haya sido abierta ―murmuró el
primer gigante en un estruendo―. Tal vez es sólo una falsa alarma.
161
Algo a tener en cuenta la próxima vez, cuando fuera a matarlo.
―Recuerdo ―dijo el segundo hombre―. Pero ya sabes cuán obsesionado
está Dawson con ese diamante y los demás que encontró. Es mejor que lo
llamemos, sólo para cubrir nuestros propios traseros. Y haz que Stan y Donny
vengan aquí también. Pueden ayudarnos a echar un vistazo por los alrededores.
El primer gigante suspiró y agarró el teléfono sobre el escritorio del enano.
Me quedé afuera, todavía procesando lo que acababa de aprender.
¿Otros? ¿Había más diamantes como el de la caja fuerte? Empecé a tener
un mal, mal presentimiento acerca de porqué Tobias Dawson quería las tierras
de Warren T. Fox tan desesperadamente. Si mi sospecha era correcta, Dawson
no dejaría de acosar a los Fox hasta que estuviera muerto. Lo que significaba
que la idea de matar al enano acababa de pasar de ser una idea agradable a una
fría, fuerte necesidad. Cuanto antes mejor.
El primer gigante terminó su llamada telefónica y se volvió hacia su
amigo.
―Están de camino. Pero todavía no veo cómo alguien además de Dawson
siquiera podría abrir la caja fuerte. Toda la plata en ella está metida en su
magia.
―¿Por una roca así? Alguien podría encontrar una manera ―contestó el
segundo hombre.
Mientras estaban allí hablando, me arrastré fuera de la ventana y me
deslicé hacia la oscura, noche lluviosa.
―Me alegro de verte a ti también ―dije arrastrando las palabras.
Donovan dejó escapar un suspiro y bajó el arma.
―Lo siento. Oí pasos.
Página
Llegué a la ladera posterior de la cuenca donde habíamos bajado, rodeé la
roca sobresaliendo, y me encontré al final del asunto de la pistola de Donovan
Caine.
162
Corrí de vuelta al otro extremo de la cuenca alejado de la oficina de la
mina. No corrí completamente, pero no perdí el tiempo tampoco. Mantuve el
ritmo lo suficientemente rápido, así podría ser todavía capaz de oír a los
gigantes detrás de mí cuando sus amigos llegaran y decidieron investigar el
área fuera de la oficina. Pero no me preocupé porque ellos encontraran algo. La
llovizna lavaría cualquier evidencia que el detective o yo podríamos haber
dejado atrás, incluyendo nuestras huellas.
―No te preocupes. Esa no es la primera arma que he tenido
apuntándome. ―Probablemente no sería la última, tampoco, pero no le
mencioné eso al detective.
Donovan enfundó su arma. Luego salió de detrás de la roca y miró hacia
las oficinas de la mina. Por ahora, más luces brillaban allí, como luciérnagas que
habían sido puestas a tierra por la lluvia. Gritos débiles flotaban por el aire de la
noche.
―¿Mataste a los guardias? ―preguntó Donovan Caine en voz baja.
―No.
La sorpresa y el alivio brilló en sus ojos dorados.
―¿Por qué no?
Me encogí de hombros.
―Porque un posible robo es una cosa. Guardias muertos es otra. No
quiero que Tobias Dawson se dé cuenta que estoy detrás de él. No hasta que sea
demasiado tarde.
El alivio de Donovan se fundió en terca consternación, y casi esperé que
empezara a darme un sermón acerca de la santidad de la vida. A decirme que
estaba simplemente mal ir por ahí planificando el asesinato de alguien, incluso
si salvaría la vida de dos personas inocentes al final. Donovan me miraba como
si quisiera hacer eso mismo, darme el buen sermón. Luego otra emoción se
deslizó en su mirada dorada.
El detective casi parecía… triste.
¿De qué tenía que estar triste? No era como si fuera a matarlo, o incluso a
uno de sus amigos. No entendía el repentino cambio de humor de Donovan, y
no me molesté en quedarme aquí en la oscuridad para tratar de descifrarlo.
No con los hombres de Tobias Dawson al acecho.
Página
163
―Vamos ―le dije―. Salgamos de aquí antes de que los guardias se dirijan
hacia esta dirección.
20
Traducido por âmenoire
Incluso usando nuestra cuerda y guantes, tomó el doble de tiempo para
que Donovan y yo escaláramos de vuelta arriba de la montaña de lo que había
tomado para subir. La llovizna hizo todo resbaladizo, viscoso, desordenado.
Para el momento que llegamos a la cima, los dos estábamos mojados hasta los
huesos y cubiertos de barro, corteza espinosa, zarzas, hojas secas y otros
desechos leñosos. Nos tomó varios minutos más llegar al sedán de Donovan,
que fue tiempo suficiente para que el calor por el esfuerzo de subir a la cima
desapareciera. La lluvia había aumentado y ahora era un aguacero. A pesar de
la magia de Hielo en mis venas, todavía temblaba de frío. Además del chapoteo
de nuestros pasos, el único sonido era el plop-plop-plop de la lluvia que caía.
Donovan se estiró dentro del sedán y encendió las luces interiores así
podíamos ver lo que estábamos haciendo. Luego apretó otro botón, lo que abrió
la cajuela.
―Atrás tengo algunas toallas y ropa de repuesto.
Asentí.
Mientras el detective de narcóticos hurgaba en la cajuela, saqué mi
teléfono celular y llamé a Finn. Contestó al tercer tono.
―¿Sí?
―Terminamos con la oficina de Dawson ―dije.
Un sonido de sorbido vino a través del teléfono. Finn bebiendo otra taza
de café. Algunas veces me preguntaba por qué su cerebro no explotaba con toda
esa cafeína.
―Nos hemos acercado hacia la casa. Los estaremos esperando ahí ―dijo
Finn.
Ambos colgamos.
Página
―Eso creo ―dije―. Hablaremos de ello cuando regresemos. Puede tardar
un rato, debido a la lluvia. El camino en el que estamos no es exactamente el
mejor del mundo.
164
―¿Encontraron algo interesante?
Donovan cerró la cajuela y rodeó el auto hacia mí. Abrió la puerta del
pasajero y arrojó la ropa dentro así no se mojarían en lo que nos cambiábamos.
Luego me pasó una gruesa toalla. La levanté hacia mi rostro y aspiré. Olía como
el detective, limpio y jabonoso. Mmm.
El detective agarró otra toalla de la pila de ropa. La usó para limpiar su
rostro y secar algo del agua en su cabello. Hice lo mismo con mi toalla, luego
abrí la puerta trasera del auto y acomodé la toalla sobre el asiento. Lodo se
aplastaba en mis botas, varios centímetros de grosor en algunos lugares, así que
me las quité y las acomodé en el suelo, junto con mis arruinados calcetines.
Lodo frío se metió entre mis dedos, pero los limpié después con la toalla. Luego
me quité mi chaqueta de lana y la puse sobre mis botas. Mi camiseta de manga
larga vino después. Suspiré mientras miraba el algodón. Había comprador la
camiseta rosa cubierta con brillantes limones verdes cuando fui a Key West
después del funeral de Fletcher. Era una de mis favoritas. Cogí un par de zarzas
de la parte inferior de atrás, la doblé y la puse en la parte superior de mi
chaqueta.
Estaba a punto de desenganchar mi sostén cuando me di cuenta que el
detective me estaba viendo. Los ojos de Donovan Caine ardían como oro
líquido en su duro rostro.
―¿Qué… qué estás haciendo? ―preguntó en una voz ronca.
―Pensé que sería agradable no poner mis lodosos zapatos mojados y ropa
por todo tu auto ―contesté―. ¿Es eso un problema?
―¿Ves algo que te gusta, detective? ―dije en una suave voz―. Porque
seguro que yo sí.
El detective levantó su mirada hacia mi rostro. Emociones destellaron en
sus ojos dorados, como relámpagos bailando a través del cielo durante una
Página
A pesar de la lluvia golpeando contra mi piel, una calidez baja y regular se
extendía a través de mi estómago. Esto era lo más cerca que había estado de
Donovan Caine en dos meses y decidí tomar ventaja de la situación.
165
Donovan no me contestó. Estaba demasiado ocupado devorándome con
sus ojos. La lluvia corría hacia abajo por mi casi desnudo pecho en frías gotas
resbaladizas. Solo había quitado mi camiseta por algunos segundos, pero la
humedad ya había mojado mi sostén de encaje rosa pálido. El frío aire nocturno
hace un rato que había endurecido mis pezones. Pero en lugar de cubrirme, mis
ojos pasaron por encima de Donovan. El detective se había removido la
chaqueta de su traje y su almidonada camisa. Todo lo que vestía de la cintura
hacia arriba era una camiseta interior blanca sin mangas. La lluvia también la
había hecho transparentarse y podía ver los fibrosos músculos de su pecho a
través de la delgada tela. Mmm.
tormenta. Culpa. Calor. Deseo. Pero no se movió hacia mí. Así que decidí
aumentar las apuestas, por así decirlo.
Miré hacia él mientras lentamente desabotonaba mis lodosos vaqueros.
Me tomó pocos segundos deslizar la rígida, pesada y mojada tela por mis
piernas y sobre mis pies. No el striptease más grácil, pero las chispas doradas
en los ojos de Donovan me dijeron que había apreciado la vista. Para el
momento que lancé mis vaqueros mojados hacia el asiento delantero, la lluvia
había vuelto mis bragas rosas, también decoradas con limas, tan transparente
como mi sostén.
La mirada de Donovan ahora estaba incluso más caliente y esas mismas
tres emociones seguían destellando en sus ojos, una después de la otra, más y
más rápido, como si su cerebro estuviera sobrecargado por los sentimientos.
Culpa. Calor. Deseo. Culpa. Calor. Deseo.
Nos quedamos ahí parados, a algunos metros de distancia, congelados en
el momento, mientras la fría lluvia bajaba sobre nosotros.
Donovan dejo salir un gruñido bajo, se movió hacia adelante y me jaló
hacia él. Sus labios chocaron contra los míos, incluso mientras su lengua se
hundía dentro de mi boca. Mmm. Justo lo que quería. Enredé mis dedos en su
mojado cabello negro y lo jalé más cerca.
En un momento, el beso se convirtió en uno de furioso calor y cruda
necesidad. Nuestros labios, nuestras lenguas, golpeando contra la otra con
castigo y placer. Nos giramos en un apretado círculo en la lluvia. Lodo cubría
mis pies y rocas se encajaban en mis talones, pero no me importaba. Calor,
pasión, lujuria, deseo. Todos me llenaron hasta que no había nada más, y nada
que pudiera hacer para saciar mi necesidad. El lodo, el frío, la lluvia. Todo lo
demás se desvaneció, superado por el fuego rugiendo a través de mi cuerpo. Un
fuego que quería acoger una y otra y otra vez.
Nuestras lenguas chocaron juntas de nuevo. Las manos de Donovan se
cerraron sobre mis pechos desnudos. Apretó los dos montículos, fuerte, luego
clavó sus pulgares en mis pezones.
Gemí en su boca. Presión se construía entre mis muslos. Mis bragas
estaban empapadas, y no tenía nada que ver con la lluvia.
Página
Eso funcionaría por ahora. Me incliné hacia atrás contra el metal y jalé al
detective hacia mí. El capó del sedán se sentía como hielo contra mi espalda,
pero no me importaba porque estaba ardiendo en el interior. Ardiendo por
Donovan.
166
La mano de Donovan trabajaba en el broche de mi sostén. Cuando se
abrió, dio un paso atrás lo suficientemente lejos para quitar los tirantes de mis
hombros y dejarlo caer en el lodo. Se movió de vuelta hacia mí y algo frío y de
metal golpeó contra mi cadera. El capó del sedán.
Donovan puso su boca primero sobre un pezón, luego sobre el otro.
Lamiendo, chupando y mordisqueándolos con sus dientes hasta que estuvieron
tan duros que dolían. El detective se retiró lo suficiente para recuperar la
respiración. Jalé su camiseta interior hacia arriba, sobre su cabeza y la lancé
lejos. Mis dedos se extendieron sobre su pecho y me maravillé ante la esbelta
fuerza de su cuerpo. Corrí mis uñas por su pecho y mis manos fueron hacia su
entrepierna, frotando su erección a través de la resbaladiza tela de su pantalón.
Donovan siseó, luego rastrilló sus dientes por el lóbulo de mi oreja. Se inclinó
hacia adelante y chupo mi cuello como un vampiro, mientras sus dedos
continuaban haciendo su magia en mis pechos. Mordí el borde de su
mandíbula, más que lista para él.
Aspiré. A pesar del lodo, todavía olía limpio, como jabón y ropa recién
lavada. Mmm.
―Hueles tan bien ―murmuré contra su mandíbula.
―No tan bien como te sientes debajo de mí ―gruñó de vuelta.
Nos besamos de nuevo, largo y lo suficientemente fuerte para hacerme
jadear por aire. Mis dedos encontraron su cinturón de piel, que aflojé. Su
pantalón desabrochado un segundo después.
―Quítatelo ―murmuré―. Tus zapatos también. Quiero sentirte esta vez.
Todo de ti.
Donovan se alejó. Ahora era mi turno para observar mientras se quitaba
sus zapatos y calcetines y salía de su pantalón. Vestía un bóxer negro debajo
que hacia su piel brillar como el bronce.
―El bóxer también ―dije en una voz ronca―. Quítatelo.
Donovan se acercó hacia mí.
―En un minuto.
―En el asiento trasero. Ahora.
Estuve más que feliz de obedecer. Me movió hacia la izquierda y hacia
atrás. Agaché mi cabeza y me senté en el asiento.
Página
Mis dedos escrutadores pasaron a través de la abertura en su bóxer. Lo
tomé en mi mano y Donovan se arqueó contra mí. Corrí mis uñas ligeramente
por su longitud y a través de la punta redondeada de su polla endurecida.
Estaba tan listo para mí como yo lo estaba para él. Donovan gruñó de nuevo,
sacó sus dedos de mí y me levantó del auto.
167
Me inclinó de nuevo contra el capó del auto y provocó a mis pezones con
su boca y sus manos de nuevo antes que sus dedos se hundieran dentro de mis
bragas. Movió sus dedos de ida y vuelta contra mí, antes de deslizar dos de
ellos dentro y acariciarme ahí, frotando sus dedos más rápido, más fuerte,
elevando mi presión, mi necesidad, mucho más. Mi turno para sisear.
Donovan utilizó la oportunidad para deshacerse de su bóxer. Hice lo
mismo con mis bragas. Me metí rápidamente en el auto. Esperando. Dolorida.
Un momento después, Donovan me siguió dentro, un paquete de aluminio en
sus dedos, que acomodó en el piso. Tomaba mis pequeñas pastillas blancas para
estar en el lado seguro y evitar consecuencias indeseadas, pero aun así
apreciaba su consideración.
Se inclinó hacia adelante y me besó de nuevo antes de moverse hacia abajo
de mi mojado cuerpo. Donovan bajó sus labios hacia los rizos entre mis muslos.
Abrí mis piernas y él deslizó su lengua dentro de mí, haciendo rápidos
movimientos de empuje, luego lentos círculos flojos. Provocándome. Gemí y
enterré mis dedos en su cuero cabelludo, urgiéndolo a seguir.
La lengua de Donovan golpeo en mí de nuevo y facilitó un dedo dentro de
mí.
―Tan dulce ―susurró contra mi muslo―. Como miel caliente.
Donovan continuó su asistencia unos cuantos minutos más.
Eso fue todo lo que pude tomar. Lo quería dentro de mí.
Ahora.
Agarré los hombros de Donovan, jalando hacia arriba incluso mientras me
contoneaba debajo de él y lo volteaba. Ahora, él estaba yaciendo sobre el
asiento. No había mucho espacio para maniobrar en el auto, pero estaba muy
determinada. Ahora era mi turno de provocar.
Tracé mi lengua por su pecho y puse mi boca sobre él, chupando y
lamiendo su tensa asta hasta que pulsaba y se estremecía con cada toque de mi
caliente y pesada lengua. Gruñó y sus manos tomaron mis brazos, jalándome
arriba de vuelta hacia él. Nuestros labios se encontraron de nuevo, succionando
el aire y la vida de ambos. De alguna manera, Donovan nos movió una vez más
hasta que estuvo de vuelta en la parte superior. Se cubrió con el condón. Luego
abrió mis piernas, las fijo alrededor de su cintura y se empujó dentro de mí.
Página
Retirarse, empujar, retirarse, empujar. Nos pegábamos juntos como dos
imanes enloquecidos por las vibraciones que estaban saliendo del otro. Una y
otra vez, Donovan ondeo dentro de mí, hasta que mis roncos gritos de placer
sonaron al mismo ritmo que el gentil movimiento del sedán y el golpeteo de la
lluvia sobre el techo de metal.
168
Observé sus hermosos ojos avellana dilatarse mientras se hundía en mí,
clavándose más y más profundo. Un éxtasis de oro, para ambos. Donovan se
movió hacia atrás. Enterré mis dedos en su espalda y lo jalé fuertemente hacia
abajo, así toda su longitud me llenaría.
21
Traducido por âmenoire y Rihano
Después que termináramos, Donovan y yo nos quedamos recostados en la
parte de atrás del sedán en un flojo enredo de brazos y piernas desnudos. La
imitación de piel rígida y pegajosa contra mi piel. Las ventanas se habían
empeñado y el olor a sexo permeaba el auto. Junto a mí, sobre mí, junto a mí,
las respiraciones del detective venían en agudas y rasposas ráfagas. El sonido
de un hombro que se había esforzado a su glorioso y máximo potencial. Pero
Donovan no hizo algún movimiento para alejarse de mí o ponerse algo de ropa.
―Bueno, eso no era exactamente lo que tenía en mente en cuanto a
calentamiento, pero lo tomaré ―bromeé―. Incluso si va a doler como el
infierno arrancarme de este asiento.
Donovan no dijo nada, pero las esquinas de sus labios se levantaron en
una media sonrisa.
―No eres la única. Estoy seguro que mi espalda me estará gritando en la
mañana. Sin mencionar las quemadas que tengo en mis rodillas.
―¿Valió la pena?
Levantó una negra ceja.
―¿Tienes siquiera que preguntar?
―Así que aquí estamos de nuevo ―digo.
―Sí ―contestó Donovan―. Aquí estamos de nuevo.
No lucía feliz ante la idea. El detective dejó salir una larga respiración y
pasó sus manos a través de su cabello negro, delgadas y fuertes manos que
justo habían hecho cosas maravillosas en mi cuerpo. Vacilé, luego me estiré,
Página
Después que recuperamos la respiración, Donovan su levantó hasta una
posición sentada. Lo seguí de inmediato. Se estiró hacia el asiento frontal y me
pasó algo de ropa limpia, un par de caquis varias tallas más grandes y una
camiseta que colgaba casi hasta mis rodillas. El detective era un poco más alto
que yo. Donovan se puso un conjunto de ropa que combinaba con la mías.
Cuando terminamos nos giramos y nos vemos el uno al otro en el asiento
trasero.
169
No, no tenía. Porque había estado gimiendo tan alto como él.
puse mi mano sobre la de él y le di un gentil apretón con mis dedos. No estuve
segura qué provocó la reacción, más que este calor que sentía por el detective en
mi corazón. O tal vez era el simple hecho que no quería que las cosas
terminaran entre nosotros como lo había hecho la última vez que habíamos
dormido juntos.
Lo que había ido todo mal.
Donovan se encogió ante mi toque y quitó su mano de debajo de la mía.
―Debemos regresar.
Mire sus robustos rasgos. Cabello negro, piel color bronce, ojos dorados.
Pero el calor y deseo ya no brillaban en su mirada. En lugar de eso, el detective
lucía cansado, agotado, con el corazón roto.
Como si todo el placer que acababa de experimentar hubiera venido con
un peso que era demasiado para soportar, incluso para él.
―Está bien ―dije en una voz tranquila, sin querer presionarlo más
durante esta noche.
Eran más des las diez para el momento en que regresamos a Country
Daze. El tráfico del día hacía mucho tiempo que había disminuido y la señal de
alto en el cruce de caminos lucía como un tenue fantasma rojo en la llovizna.
Donovan no tenía un par adicional de zapatos en la cajuela, así que tuve que
meter mis pies de nuevo en mis lodosas botas. Aunque primero, limpié con una
toalla, la mayor cantidad de suciedad que pude.
En algún momento cuando estábamos fuera, el convertible negro de
Sophia había sido llevado hacia un lado de la tienda así el auto clásico
permanecía en la grava. Así como el Cadillac de Finn.
La tienda estaba oscura, las puertas principales cerradas y bloqueadas
Página
El detective y yo caminamos a través del espacio entre el convertible de
Sophia y la tienda. La casa de Warren T. Fox yacía a unos ciento cincuenta
metros detrás de la tienda en la parte de atrás de una arboleda de arces y robles.
Un arroyó corría alrededor de un lado de la casa. La lluvia lo había hecho gordo
e hinchado, como una serpiente que había tragado más de lo que podía
contener cómodamente. El flujo de agua ahogaba el sonido de la lluvia
golpeando contra el techo de lámina.
170
―Vamos ―dije―. Finn dijo que estaba en la casa de atrás.
Había regresado aquí esta tarde para revisar la estructura, pero una vez
más me golpeó lo mucho que el edificio de tablillas me recordaba a la casa de
Fletcher Lane.
Ambas presentaban los mismos paneles blancos, el mismo tipo de
persianas, el mismo techo de lámina inclinada. Y no era solo la casa lo que me
recordaba a Fletcher, era todo acerca de Warren T. Fox. La ropa de trabajo azul
que usaba, su naturaleza malhumorada, la tienda antigua que manejaba. Era
casi como si Fletcher y Warren fueran gemelos idénticos separados al nacer. El
tipo sobre los que lees que construyeron separadas, pero casi idénticas, vidas
para sí mismos. Una vez más, sentí que la tenue suavidad revolverse en mi
pecho. Porque todo sobre Warren me hacía recordar a Fletcher y el amor que
había tenido por él.
Había luces encendidas en varias de las ventanas del primer piso. Subí
hacia el porche y toqué en la puerta principal.
―¿Hmph? ―gruñó Sophia a través de la pesada madera.
―Es Gin.
Una cerradura sonó y la enana gótica abrió la puerta.
Sophia sostenía un bate de béisbol de aluminio en una mano.
Sus ojos negros se movieron rápidamente sobre mi ropa de gran tamaño y
se hizo hacia atrás para dejarnos pasar. Sophia encorvó un dedo hacia nosotros
y la seguimos más dentro de la casa. Por un momento sentí como si estuviera
llegando a casa con Fletcher después de un largo día en el Pork Pit. Porque el
interior de la casa de Warren T. Fox podía había sido un duplicado exacto de la
casa de Fletcher Lane. Mismo tipo degastados muebles tapizados, el mismo
desorden de chucherías, los mismos montones de cachivaches que hacían a una
casa un hogar. Parpadeé y la ilusión se desvaneció.
Los otros estaban en una larga sala de estar. Violet apiñada en el sofá, un
pesado libro de texto en su regazo, un block de notas y una pluma a su lado.
Estudiando. Jo-Jo posada sobre el otro extremo del sofá y pasando a través de
una revista de belleza. Varias más en un montón ante sus pies desnudos. La
enana había venido preparada.
Página
Los ojos marrones de Warren se enfocaban intencionalmente en los
gráficos de tormenta que destellaban en la pantalla. Finn relajado en un sillón
similar, que había reclinado completamente hacia atrás. Su computadora
portátil dormitando sobre su regazo. Finn estaba haciendo lo mismo en la silla.
Suaves ronquidos salían de su boca abierta.
171
Warren se balanceaba de ida y vuelta en un sillón reclinable de gran
tamaño que lo hacía lucir más grande de edad y frágil de lo que realmente era.
La televisión estaba sintonizada en el Canal del Clima.
Me acerqué, puse mi mano en el ancho hombro de Finn y lo sacudí para
despertarlo.
―¿Qué? ¿Qué? ―murmuró en una voz adormilada―. No la toqué, lo
juro.
―Relájate, Casanova ―dije.
Finn parpadeó un par de veces antes que sus ojos verdes se enfocaran en
mí.
―Oh, Gin, eres tú. ―Frunció el ceño―. ¿Por qué estás vistiendo una
camiseta que dice Departamento de Policía de Ashland?
Suspiré.
―Es una larga historia.
Una vez que Finn estuvo más o menos despierto, compartí con los demás
lo que Donovan Caine y yo habíamos encontrado en la oficina de Tobias
Dawson. El detective le envió a Finn por correo electrónico las fotos de su
celular que había tomado, quien empezó a pasarlas a su computadora y
revisarlas.
―¿Algo sucedió de este lado? ―pregunté a Sophia.
―Tranquilo ―chilló.
―Un par de tipos vinieron por refrescos y cigarrillos, pero eso fue todo
―concordó Jo-Jo.
―Clientes habituales ―interrumpió Warren―. Incluso Dawson no puede
ahuyentar a los tipos cuando necesitan su tabaco.
―Esos papeles que encontraron dentro de la caja fuerte ―dijo Jo-Jo―.
¿Que decían? ¿Algo interesante?
Me encogí de hombros.
―Pregunten a Donovan. Estaba oscuro. Realmente no los vi bien.
Todos los ojos se giraron hacia el detective, quien también se encogió de
hombros.
Página
―Van a tener que darme algunos minutos ―dijo Finn, escribiendo en su
computadora―. Tengo que ordenar y leer algo de esto. Tampoco tiene mucho
sentido para mí. Sin mencionar que la calidad de la fotografía no es la mejor que
haya visto.
172
―Como Gin dijo, estaba oscuro. Solo usamos linternas en el interior. La
mayoría lucían como diagramas para mí. Tendremos que esperar y ver que dice
Finn.
―Lo siento ―dijo Donovan―. Estaba un poco más preocupado sobre
alumbrar demasiado alrededor y ser atrapados que por tomar las fotografías
perfectas para ti.
Nos quedamos en silencio mientras esperábamos que Finn leyera y
descifrara los documentos. Pero tenía una idea bastante buena de qué dirían.
Así que me incliné contra la pared y empecé a pensar en lo que vendría
después, acercarse lo suficiente a Tobias Dawson para matarlo. Porque esa era
la única forma en que esto iba a terminar, si mis sospechas eran correctas.
Sophia se paró junto a mí y giró el bate de béisbol en su mano como si
fuera un bastón de metal.
Después de unos diez minutos de leer y cliquear, Finn frunció el ceño.
―Es extraño. ―Miró hacia Warren―. ¿Sabías que Tobias Dawson
recientemente ha empezado a construir un nuevo y separado pozo de mina?
Warren asintió.
―Ese es el rumor que los mineros han estado esparciendo. También ha
habido más actividad en la mina últimamente.
―¿Qué tipo de actividad? ―preguntó Donovan.
Warren se encogió de hombros.
―Más explosiones, más perforaciones. A veces, podemos sentir los
temblores aquí abajo. Una vez fueron tan fuertes, que derribaron algunos
refrescos en la tienda. Se hizo un gran lío.
―Se sienten algo así como pequeños terremotos ―añadió Violet―. Han
estado pasando por un par de meses.
―Bueno, según esto, Dawson está vertiendo la mayor parte de su dinero y
mano de obra en el nuevo pozo en estos días ―dijo Finn.
―¿Por qué haría eso? ―preguntó Violet.
Finn leyó un poco más. Su ceño se profundizó.
―Eso no puede ser correcto ―murmuró―. No es posible.
―¿Qué? ―preguntó Jo-Jo―. ¿Que no es posible?
Silencio. Por un momento, todo el mundo me miró. Entonces todos
empezaron a hablar a la vez.
―¿Diamantes? ―gruñó Sophia con sorpresa.
―Eso no es posible ―dijo Violet Fox.
Página
―Diamantes ―dije en voz baja―. Ha encontrado diamantes en la
montaña.
173
―Para lo que Dawson está perforando ―dijo Finn―. De acuerdo con esto,
parece que el pozo no es para conseguir más carbón de la montaña. Es para…
―Cariño, cualquier cosa es posible ―respondió Jo-Jo.
―Así que por eso es que Dawson quiere tanto la tierra. ―Donovan negó
con la cabeza.
―Me pregunto cuán grandes son ―dijo Finn en un tono especulativo.
Warren T. Fox fue el único que no dijo nada.
En cambio, el viejo excéntrico me miró fijamente, sus ojos oscuros, fijos y
preocupados en su arrugada cara marrón. Él sabía lo que significaba el hallazgo
del diamante tan bien como yo. Desastre.
Para él y la montaña.
Si el diamante que yo había encontrado en la caja fuerte era una indicación
del tamaño y la calidad de los otros que Tobias Dawson había descubierto, el
enano rasgaría toda la montaña, para obtener hasta la última piedra preciosa de
la tierra.
Y no terminaría allí. Finalmente el comentario se escaparía sobre el
hallazgo del diamante, y entonces, bueno, sería peor que la fiebre del oro de
California por aquí. Todo el mundo estaría arrasando y volando la zona, con la
esperanza de encontrar diamantes en su propia tierra y enriquecerse.
Destruirían toda la montaña en su apresurada codicia, y la casa de Warren
T. Fox y la tienda yacían en el epicentro. Él iría bajo tierra primero. El
conocimiento brilló en sus ojos, constante, exhausto, seguro.
A menos que yo hiciera algo para detenerlo.
Nunca me había considerado a mí misma algún tipo de ecologista, pero
estas montañas eran tan parte de mí como lo eran de Warren Fox. Sentía el
mismo tipo de orgullo por su belleza que él. Si la mina actual de Tobias Dawson
era alguna indicación de las cosas que vienen, sería un servicio público parar
esto ahora. Y sólo había una manera de hacer eso, matando a Tobias Dawson.
Además, la tienda, la tierra, la casa. Eran todo lo que Warren y Violet
habían conocido. Estaban simplemente en casa. Sabía que Fletcher Lane habría
hecho todo lo que podía para ayudar a su amigo. El anciano no estaba aquí,
pero yo sí. E iba a proteger a los Fox, sin importa qué.
Página
Incluso si hacían un movimiento más adelante, yo siempre podía
eliminarlos también. No, matar a Dawson era la clave aquí. Eliminar al enano y
el resto del monstruo más que probablemente moriría junto con él.
174
Oh, no tenía duda que el enano le había dicho a algunos de sus hombres
de confianza lo que había encontrado, como esos dos gigantes que habían
venido a la oficina para investigar el robo de esta noche. Pero sin Dawson
alrededor, sin su experiencia minera y el saber qué hacer, sería mucho más
difícil para sus lacayos hacer algo con los diamantes.
Warren levantó sus ojos oscuros hacia los míos, haciendo una pregunta
silenciosa. Asentí. Pregunta hecha y respondida. Jo-Jo Deveraux vio el
intercambio. Una emoción brilló en su pálida mirada. Parecía alivio, mezclado
con una chispa de anticipación.
Acerca de qué, no me podía imaginar. Pero estaba allí.
Después de unos tres minutos, el murmullo de voces y conversación
terminó.
―Yo no veo cómo eso es posible ―dijo Donovan Caine―. ¿Diamantes?
¿Aquí?
Asentí.
―Los tienen en Arkansas, ¿por qué no aquí en Ashland? Tobias Dawson
ha hallado un montón de carbón en la montaña. Eso es todo lo que un diamante
es realmente, carbón puesto bajo presión bastante tiempo y lo suficientemente
duro para convertirse en otra cosa.
―¿Cómo sabes eso? ―preguntó el detective.
―Conozco un poco sobre piedras, sobre todo las preciosas. ―No
mencioné el hecho de que podía oír sus vibraciones, utilizarlas, y conseguir que
hagan lo que yo quisiera. Nunca hice alarde de mi magia, y no iba a hacerlo
ahora.
―Pero si ya Dawson ha comenzado la perforación de este otro pozo para
llegar a los diamantes, ¿por qué todavía está amenazándonos? ―preguntó
Violet, la confusión brillando en sus ojos―. ¿Por qué incluso molestarse? ¿Por
qué no solo sacar los diamantes a escondidas?
―Porque el enano no es propietario de los derechos mineros de la tierra
―retumbó Warren―. Yo sí. Así que legalmente, no son sus diamantes. Son
nuestros.
―Y la gente podría darse cuenta de eso, si empezaba a sacarlos ―terminó
Jo-Jo―. El comentario se esparciría. Siempre lo hace. Y entonces Warren podría
causarle problemas. Problemas legales.
Warren asintió.
―¿Finn? ―pregunté en voz baja.
―¿Sí?
―¿Qué más averiguaste sobre Dawson hoy?
Me miró fijamente con sus ojos verdes.
Página
Todos nos quedamos en silencio. Les di a los otros unos minutos para
pensar, pero mi decisión ya había sido tomada.
175
―O tratar por lo menos.
―Toda la información habitual. Finanzas, intereses empresariales,
aficiones, casas, conexiones sociales.
―¿Algo que podamos usar?
Finn se me quedó mirando. Su mirada se dirigió hacia Warren. Vio la
resolución en el rostro del otro hombre y se dio cuenta de que coincidía con la
mía.
―Sí, hay algunos ángulos. Nada demasiado fácil, por supuesto, pero estoy
seguro que podemos encontrar algo. Siempre hay una manera.
Eso es lo que Fletcher Lane siempre solía decirme. Sonreí.
El detective me miró fijamente, sus dorados ojos, oscuros.
―Seguramente hay otra manera, además de matar a Dawson.
―¿Y qué manera sería esa, detective? ¿Llevar a Tobias Dawson a la
policía? ¿Por qué, por hacer amenazas? No serviría, y tú lo sabes. Además, la
policía por lo general requiere de una pequeña cosa molesta llamada prueba. Y
estoy apostando que no hay ninguna. Dawson es demasiado inteligente para
eso. ¿Estoy en lo cierto? ―Miré a Warren.
Warren negó con la cabeza.
―Es mi palabra contra la suya. Los hombres de Dawson son los que han
estado acosando a mis clientes, no él directamente. Pero sus hombres nunca
hablarían en contra de él. Les paga muy bien para eso.
―Pero tú eres el propietario de la tierra, Warren, de los derechos mineros
―dijo Donovan―. Dawson simplemente no puede hacer lo que quiera con tu
propiedad. Tú podrías llevarlo a los tribunales para conseguir que se detuviera.
Tenemos los archivos de su oficina. Podemos probar lo que está haciendo.
Finn resopló.
Nuestros ojos se encontraron y se sostuvieron, oro en gris. Después de un
momento, Donovan Caine miró hacia otro lado, pero no antes de que yo
Página
―Incluso entonces ―dije―, Dawson probablemente podría comprar el
veredicto que quisiera. Y mientras todo estuviera siendo resuelto de la manera
equivocada en la corte, Dawson podría continuar con su reinado de terror en el
ínterin. Hacer otra jugada por Violet mientras tanto. Acéptalo, detective, el
enano no va a alejarse de una montaña llena de diamantes. Nadie lo haría. Sólo
hay una manera de conseguir que se detenga. Mi manera.
176
―Sí, los archivos que tú y Gin consiguieron irrumpiendo en el despacho
de Dawson. Ningún juez los permitiría en los tribunales. Y yo no creo que
Dawson estaría deseoso de lanzar más información. Además, míralo desde el
ángulo del dinero. Un caso judicial se prolongaría durante años, y los bolsillos
de Dawson son mucho más profundos que los de Warren.
atrapara la cansada resignación en su mirada, el hundimiento de sus hombros,
las líneas profundas de la derrota en su rostro. Él sabía que lo que yo decía era
cierto. No le gustaba, pero el detective iba a dejarme hacerlo. Sabía que iba tras
Tobias Dawson, y no iba a tratar de detenerme. Ya no. No había esperado que el
detective entrara en razón tan fácilmente.
Me pregunté qué había causado el rápido cambio. ¿Su amistad con
Warren Fox? ¿Yo? ¿Algo más?
Pero no me sentía como para celebrar mi victoria en lograr que el detective
estuviera de acuerdo con mi plan. Algo estaba molestando a Donovan. Yo, lo
más probable, y lo que había sucedido entre nosotros en el asiento trasero de su
sedán. Pero la ira del detective sobre mi persona asesinando a Cliff Ingles, su
compañero corrupto, parecía haberse desvanecido, por cualquier razón.
Donovan no lo había mencionado ni una vez en todo el día. Entonces,
¿qué había hecho yo ahora que fuera tan terrible, además de darle un par de
orgasmos? No podía evitar sino preguntarme.
Pero, ahora no era el momento de centrarse en Donovan Caine y esta
curiosa calidez que sentía por él. Las cosas necesitaban terminarse esta noche
antes de que hiciera cualquier tipo de movimiento contra Tobias Dawson. Así
que aparté los pensamientos sobre el detective y miré a los demás.
Página
177
―Aquí está lo que vamos a hacer ―dije.
22
Traducido por AnnaTheBrave y Minia16
―Primero, ustedes dos ―apunté con mi cabeza hacia los Fox―, necesitan
desaparecer por los próximos días. Tómense unas vacaciones donde sea.
Warren negó con la cabeza.
―No. No huiré de Tobias Dawson. Nunca lo he hecho, nunca lo haré.
―¿Y que hay sobre Violet? ―pregunté―. Casi es violada y asesinada
anoche porque Dawson quería enviarte un mensaje. Si siquiera piensa que el
allanamiento de esta noche está conectado contigo, vendrá aquí, los matará a
ambos, y quemará todo lo que esté en el suelo. ¿Es eso lo que quieres?
―Por supuesto que no ―soltó Warren―. Pero soy un Fox. Mis ancestros
han vivido aquí por más de trescientos años. Los colonos no nos hicieron irnos,
y estaría maldito si un egoísta enano me hace ir a cualquier parte. Nunca he
huido de una pelea. No voy a empezar ahora.
Una mirada testaruda se extendía por su cara arrugada, y sabía que no iba
a ceder. No en este momento. Warren podía morir, pero lo haría en su propia
tienda, al igual que Fletcher. Mi corazón se retorció. Warren T. Fox no iba a
terminar como Fletcher Lane, no si podía evitarlo.
―Bien. Puedes quedarte en la casa.
Warren sonrió.
―Con Sophia y Jo-Jo como protección ―agregué―. Y vas a cerrar la
tienda por el resto de la semana. Eso no es una petición.
Su sonrisa decayó.
―¿Y que hay sobre mí? ―preguntó Violet―. Tampoco puedo irme. Tengo
clases y exámenes aproximándose.
Me volví hacia ella.
―¿Tienes amigos con los que quedarte por los próximos días?
Página
―Debido a que Tobias Dawson se asegurará de estar observando. Si ve
que la tienda está cerrada, podría pensar que finalmente te ablandaste. Nos
debería comprar un poco de tiempo.
178
―¿Por qué?
Ella asintió.
―Puedo quedarme con Eva Grayson.
Recordé de nuevo aquella noche en el Pork Pit cuando Owen Grayson
había dicho a su hermana pequeña que tendría un guardaespaldas le gustara o
no. El chico que había visto con Eva en la universidad comunitaria se veía lo
suficientemente capaz. También lo era Owen, para el caso. Quedarse con los
Grayson era probablemente el mejor lugar para Violet hasta que esto terminase.
―Bien. Llama a Eva.
Violet pestañeó.
―¿Ahora?
Asentí.
―Ahora. Quiero a toda esta cuadra lejos esta noche. De esa manera podré
concentrarme en llegar a Grayson. ―Miré a las dos enanas―. ¿Creen que
pueden soportar el deber de la guardia por unos días?
―Claro ―dijo Jo-Jo―. Lo que necesites, Gin. Lo sabes.
―Um-mmm ―gruñó Sophia de acuerdo.
―¿Qué hay sobre mí? ―preguntó Finn.
Le sonreí.
―Fletcher se ha ido, por lo que eres mi gestor ahora. Quiero todo lo que
tienes de Tobias Dawson. Sabes qué hacer con ello.
Finn asintió.
Y entonces quedó uno. Miré al detective, quien todavía tenía una mirada
afligida en su rostro.
―¿Qué vas a hacer tú, Donovan?
Miró la alfombra bajo sus zapatillas sucias.
El detective sabía lo que estaba preguntando, si iba a intentar detenerme o
peor, advertir a Tobias Dawson que iba a ir por él.
Página
―Bien ―dije―. Vamos a trabajar.
179
―Nada. No voy a hacer nada. Ni una maldita cosa. ―Donovan se pasó las
manos por el cabello negro y dejó escapar una risa amarga. El detective se había
puesto del lado de un asesino, del lado de la Araña. Acababa de condenar a
muerte a otro hombre, y él lo sabía.
Una hora más tarde estaba todo preparado. Mientras Finn deslizaba su
computadora en su estuche de cuero, Violet le daba a su abuelo un largo
abrazo. Eva Grayson se había emocionado que su mejor amiga quisiera pasar
un par de días en su casa, y Violet ya había preparado una bolsa. Ahora nos
paramos en el vestíbulo de la casa, diciendo adiós.
―Puedes venir conmigo ―le dijo Violet a su abuelo.
Warren puso una mano moteada en su mejilla y sacudió la cabeza.
―Sabes que no puedo. No soy solo yo. La única forma de que deje esta
tierra es cuando me metan en una caja de pino. Además, Gin podría
necesitarme para algo. Quiero estar cerca si eso ocurre.
Violet asintió e intentó sonreír. Lágrimas llenaban sus ojos oscuros.
―Necesitamos llevarte con Eva ―dije en voz baja.
Violet dio a su abuelo otro abrazo y tomó su bolso. Finn abrió la puerta
para ella, y ambos salieron.
Me acerqué a Sophia y a Jo-Jo.
―Si pasa algo, si Tobias Dawson o sus hombres regresan, matan primero
y preguntan después, ¿entienden?
La enana gótica me gruñó. Jo-Jo asintió.
―Lo sabemos, Gin ―dijo ella―. Esta no es la primera vez que Sophia y yo
tenemos que hacer esta clase de cosas.
Fruncí el ceño.
―¿No lo es?
La enana sonrió.
―No. Cuidamos personas para Fletcher una o dos veces también.
―Lleva a Violet directo a la casa de Eva Grayson ―le dije a Finn―. Sin
paradas.
Página
Dejé a las enanas vigilando a Warren y salí. Violet esperaba con Finn en el
porche. Donovan Caine estaba apoyado en la barandilla del porche, todavía
meditando.
180
Una vez más, había una mención de Fletcher Lane ayudando a otras
personas. Esa parte secreta de la que yo no había sabido. No sé por qué el
pensamiento me inquietó, pero lo hizo. O tal vez era sólo porque estaba fuera
del borde del mapa aquí. Me había pasado diecisiete años de mi vida matando
gente, y aquí estaba tratando de salvar a un anciano y a su nieta de un minero
codicioso, gratis, no menos. No estaba segura de qué hacer con él. Sólo una cosa
era cierta. Era jodidamente más divertido de lo que mi retiro había sido hasta
ahora.
Él hizo puchero.
―¿Haría yo algo así?
―Sí.
Sacó su labio un poco más. Violet se rió de su expresión. Los ojos verdes
de Finn barrieron sobre ella. Él sonrió.
―Escopeta, Finn ―le murmuré―. Recuerda al abuelo Fox y su escopeta.
Eso entorpeció su sonrisa, pero no la borró por completo. Pocas cosas
podían hacer eso. Finn había sacado su Cadillac de la casa. Abrió la puerta del
lado del pasajero para Violet, quien le dio otra sonrisa tímida, y luego se deslizó
dentro.
Después de un momento, Finn apartó la mirada de ella lo suficiente como
para mirarme.
―Espero que no te moleste ir en el asiento trasero.
―De hecho no me importa porque Donovan me llevará a casa ―anuncié.
Finn pestañeó.
―¿Lo hará?
―¿Lo haré? ―intervino Donovan.
―Sí ―dije―. Lo harás.
Su rostro se tensó un poco más en la oscuridad.
Finn y Violet volvieron a Ashland, y Donovan y yo hicimos lo mismo en
su Sedan. No hablamos, excepto cuando le indiqué por dónde se iba a la casa de
Fletcher Lane.
Llegamos unos treinta minutos después. Donovan Caine miró por el
parabrisas la inestable y desigual estructura.
―¿Así que ahora vives aquí? ―preguntó.
Asentí. Donovan no dijo nada.
Fijé la mirada en el detective, mis ojos trazaban los duros rasgos de su
rostro.
―Podrías entrar ―sugerí―. Pasar la noche. Conmigo.
Página
―El padre de Finn, tu antiguo encargado. Ese al que torturó y mató Alexis
James.
181
―Sí. En realidad era la casa de Fletcher, el viejo que llevaba el Pork Pit.
Donovan volvió su mirada hacia mí. Calor. Deseo. Culpa.
Todo eso y más pasó rápidamente por sus ojos, pero un momento
después, negó con la cabeza.
―No creo que sea una buena idea, Gin.
―¿Por qué no? Seguro que una cama es mucho más cómoda que el asiento
de atrás de tu Sedan. ―Miré el barro que habíamos dejado por todas partes con
las prisas―. Y ahora más limpia, también.
Volvió a negar con la cabeza.
―No voy a entrar, Gin.
―¿Por qué no? ¿Es por lo que planeo hacerle a Tobias Dawson?
Donovan se pasó las manos por su cabello negro.
―Por una parte. Sigo sin poder creerme que vaya a participar en eso.
―¿Y la otra parte?
Soltó el aliento.
―¿Recuerdas esa noche en tu apartamento, antes de que fuéramos a la
cantera a rescatar a Finn y a Roslyn Phillips? ¿Recuerdas lo que te dije sobre mi
compañero, Cliff Ingles?
―Lo recuerdo. Querías matarme por asesinarlo.
Asintió.
―Principalmente, pero quería saber por qué lo habías matado. Y como no
me lo decías, investigué un poco por mi cuenta.
Me puse tensa. Maldición y doble maldición para el detective y su
tenacidad.
Página
Roslyn Phillips era la señora de los vampiros que llevaba Northern
Aggression, un lujoso club nocturno de moda que servía a los ricos de Ashland
y atendía todas sus necesidades y sus retorcidos deseos. También era una de las
amigas con derecho de Finn. Había matado al maltratador de su cuñado hacía
varios meses, después de que casi hubiera matado de una paliza a su hermana y
a su sobrina. Roslyn, a su vez, le había hablado a una de sus chicas de mis
servicios. Los bocazas hacen que muera gente, y los susurros furtivos de Roslyn
habían acabado por conducir al asesinato de Fletcher Lane. Algo que no iba a
dejar que la vampiro olvidara… nunca.
182
―Había mucha gente más dispuesta a hacerme favores después del
incidente de Alexis James ―continuó Donovan. Miró la lluvia a través del
parabrisas en lugar de mirarme a mí―. Un tipo que trabajaba en corrupción fue
de bastante ayuda. Me dijo que debería hablar con una prostituta, una de las
chicas de Roslyn Phillips, curiosamente.
Pero si Caine había hablado con la prostituta que yo tenía en mente, sabía
exactamente por qué había matado a su compañero… y lo que el muy bastardo
le había hecho a la hija de trece años de la mujer.
―Sé que Cliff violó y le dio una paliza a la niña ―dijo Donovan,
confirmando mis sospechas―. Sé que lo mataste por eso, para que no pudiera
hacérselo a otra niña.
Ahora era inútil negarlo.
―Sí. Lo maté por eso. Por la niña. ¿Cuándo lo descubriste?
―Hace dos semanas.
El dolor profundizó los surcos del rostro de Donovan. El detective me
recordaba a un personaje mitológico salido de mis libros de literatura: Atlas,
soportando la pesada, pesada carga de las malvadas y perversas acciones de los
demás sobre sus delgados hombros.
―Todo ese tiempo dejaste que te culpara de la muerte de Cliff ―dijo
Donovan―. Todo ese tiempo me dejaste pensar que eras un monstruo. Y no lo
eras.
Me encogí de hombros.
―Eso es discutible. Aun así lo maté. Y cortarle los huevos a un hombre no
es exactamente el acto de una persona normal.
Donovan soltó una carcajada.
―¿Sabes qué es lo gracioso? Si hubiera sabido lo de Cliff, que les daba
palizas a prostitutas, lo de la chica a la que había violado, puede que lo hubiera
matado yo mismo. Pero tú llegaste primero. ―Su voz se convirtió en un
susurro―. Y por alguna razón me siento en deuda contigo, Gin. Agradecido,
incluso. Porque lo mataste, y no tenías por qué hacerlo.
―Así que de esto va la cosa. De que he matado a Cliff Ingles. Por eso no
quieres pasar. Por eso no quieres estar conmigo. ―Podría haber matado al sucio
policía una vez más por apartar a Donovan de mi lado.
Donovan negó con la cabeza.
―Pero no voy a ayudarte con Tobias Dawson. No como lo hice con Alexis
James. No puedo, Gin. Simplemente no puedo. No puedo volver a ser parte de
algo así. Apenas puedo vivir sabiendo lo que vas a hacerle a Dawson y
sabiendo que no voy a hacer nada para evitar que lo mates. ―Su voz volvió a
convertirse en un susurro―. Y no puedo estar contigo. Esta noche no.
Página
―Pero…
183
―No del todo. Principalmente soy yo. Descubrir lo de Cliff me ha hecho
pensar. En muchas cosas. Y ahora, este lío con Warren y Violet… Ayudaré a
Sophia y a Jo-Jo a cuidar de ellos lo mejor que pueda.
―No estabas muy preocupado por Tobias Dawson y lo que le iba a hacer
cuando me estabas follando en el asiento de atrás hace un par de horas. ―Mi
voz era más dura de lo que me habría gustado―. ¿O es que ya te has olvidado
de eso?
Donovan vaciló.
―No, no lo he olvidado, nada de eso.
―Pero no vas a volver a hacerlo. No vas a volver a acostarte conmigo.
Apretó las manos alrededor del volante hasta que se resquebrajó el cuero.
―No.
Oí la firme decisión en su voz. Donovan Caine se había hecho una
promesa, y no iba a romperla. Oh, me imaginaba que podía hacer que se
olvidara de sus principios, de sus reglas, de sus votos. Lo único que tenía que
hacer era arrastrarme hacia él y darle el baile privado de su vida. Una variación
del estriptis que había realizado esta misma tarde bajo la lluvia.
Pero ya había dado dos veces el primer paso. Quería que el detective me
deseara a mí, Gin Blanco, la buena, la mala, y la fea. No que sólo sucumbiera a
mis encantos en el calor del momento, y que luego se sintiera culpable por ello.
―Parece que estamos en punto muerto ―dije en voz baja.
―Supongo.
Donovan no me miró. No es para ti, me susurró en la cabeza la aflautada
voz de Warren T. Fox. No quería que sus palabras fueran ciertas, pero parecía
que lo eran… al menos por esta noche. Además, tenía que encargarme de
Tobias Dawson. Fletcher Lane me había entrenado para anteponer el trabajo a
mis propios deseos. Los asesinos distraídos se volvían descuidados, y luego los
mataban. Esta vez necesitaba concentrarme especialmente, ya que tenía gente
inocente a la que proteger. Los problemas de uno en uno. Me ocuparía de
Donovan y de sus sentimientos en conflicto sobre nosotros más tarde.
―De acuerdo ―dije―. Tú vigila a Warren y Violet. Haré que Finn me
ayude con Tobias Dawson.
Donovan asintió.
Por alguna razón, mi corazón se sentía tan helado como la lluvia que caía
a mi alrededor.
Página
No había nada más que decir. Esta noche no. Así que salí del auto. El
detective no me miró mientras daba marcha atrás al vehículo, daba la vuelta y
se iba. Me quedé allí y vi como se lo tragaban la niebla y la oscuridad.
184
―Creo que es lo mejor.
23
Traducido por Mariandrys y Mari NC
Justo había acabado de sacar un pastel de zarzamoras del horno alrededor
del mediodía del día siguiente cuando escuché el sonido de llantas chirriando
sobre la arena de afuera. Me dirigí hacia el frente de la sala de estar y miré por
la rendija de una de las cortinas. Un Aston Martin plateado estaba agazapado
en la entrada.
Quité el seguro de la puerta principal, luego volví a la cocina.
Un minuto más tarde, Finn metió su cabeza en la habitación.
Como de costumbre, vestía un traje impecable, esta vez en un color gris
carbón oscuro. Sus mejillas estaban sonrojadas por la siempre presente llovizna,
y gotas de agua brillaban en su cabello castaño. Llevaba su computadora en un
bolso negro de cuero impermeable.
―Al fin llegas. ―Arrojé una bandeja llena de panecillos de arándanos y
naranjas en un plato blanco―. Ya puse a hacer café.
Finn se sirvió una taza de la bebida de achicoria caliente. Bebió un par de
sorbos, luego movió una canasta de panes de masa fermentada fuera del
camino para colocar su computadora en la mesa de la cocina.
―Al parecer nadie tuvo sexo anoche.
Me quedé mirándolo.
Desconcertado, Finn lanzó sus brazos hacia afuera y señaló la cocina.
Me había levantado temprano sin tener nada que hacer para matar el
tiempo hasta que Finn llegase. Así que había comenzado a cocinar. Pero el
mezclar, el revoltijo, y hornear no me habían relajado ni siquiera lo suficiente.
Tal vez si hacía otra torta de medio kilo o de un kilo completo…
Página
Me atrapó. La situación con Donovan Caine no había sido resuelta como
quise, y me ha afectado más de lo que me había dado cuenta. ¿Por qué no podía
el detective solo aceptarme por lo que era? La moral. Siempre arruina todo.
185
―Vamos. Veo un pastel de frutas, panecillos, panes, una torta de
chocolate, y lo que asumo son conservas de fresas. Siempre cocinas más cuando
estás molesta.
―¿Asumo que las cosas no terminaron con el buen detective en tu cama
anoche? ―preguntó Finn en un tono intencionado.
Además de tratarme como a una hermana, Finnegan Lane también tenía
una tendencia fastidiosa de analizar mi vida sexual… y la de cualquier otra
persona.
―No ―espeté―. El detective no pasó aquí la noche, aunque lo invité a
ello.
Finn sacudió su cabeza.
―Idiota. Ese hombre es un idiota. Pero no te sientas mal. Yo tampoco tuve
sexo anoche.
Levanté una ceja.
―¿Quieres decir que la noche no terminó contigo teniendo un trío con
Violet Fox y Eva Grayson?
―Touché.
Finn tomó otro sorbo de su café. Examinó los diferentes dulces que había
horneado y se decidió por un panecillo de arándanos y naranja para comenzar.
―Espero que hayas hecho algo anoche además de coquetearle a esas dos
chicas ―dije, sirviendo una generosa porción de pastel de zarzamoras en un
tazón grande.
―Si te refieres a hurgar a través de páginas de información de Tobias
Dawson, entonces sí, sí hice algo útil anoche, aunque fue una experiencia
completamente reveladora. El hombre no tiene ni siquiera suficientes vicios
para hacer las cosas interesantes. Todo lo que hace es mina de carbón y compra
equipos para minas de carbón y busca más lugares para minas de carbón.
¿Mencioné las minas de carbón?
―Una o dos veces. ―Mis labios temblaron. No importa cuán mal me
sienta, Finn siempre podía hacerme reír. Lo amaba por eso.
Ni siquiera tuve que adivinar.
―A la tienda de campo de Warren T. Fox.
Finn asintió.
Página
―Pero estabas en lo correcto con respecto a los diamantes ―dijo Finn―.
De acuerdo a las fotografías del celular que el detective tomó en la oficina de
Dawson, el enano está planeando una gran expansión de sus actuales
operaciones en minería. ¿Y adivina a dónde se dirige el nuevo pozo primario?
186
Usé mi magia de Hielo para helar una taza y crear algunos pequeños
cubos de hielo, luego me serví un vaso de leche y comí mi pastel de frutas. No
me molesté con el helado esta vez. Solo quería azúcar tibia, y mucha de ella.
―De hecho, nuestro buen amigo Tobias Dawson ya ha comenzado a
apuntalar la mina, e incluso ya cruzó hacia la tierra de Warren.
―Eso explica todos los retumbos y pequeños terremotos que han
escuchado y sentido. ―Tomé otro bocado del pastel. La cubierta de avena
proporcionó un contraste duro y crujiente a la dulzura del sirope del relleno de
zarzamoras. Mmm. Perfecto.
―Pero espera, hay más ―murmuró Finn―. Dawson puede que esté
gastando su cerebro en minerías, pero actualmente no está consiguiendo mucho
dinero de ello.
―¿Por qué no?
Finn se encogió de hombros.
―Las razones de siempre. Los equipos cuestan más, el carbón está más
difícil de conseguir, y queda menos de ello, lo que significa más horas de
trabajo y más dinero invertido en sacarlo del suelo para comenzar. Dawson
también fue demandado el año pasado. Hubo un derrumbe en una de sus otras
minas en Virginia. Mató casi a una docena de hombres, e hirió a muchos más. A
pesar de los intentos del enano en mantenerlo en secreto, el accidente llamó la
atención de mucha prensa. Dawson tenía seguro, pero aun así tuvo que pagar
alrededor de treinta millones a las familias.
Silbé.
―Eso es poner una abolladura en la cartera de cualquiera.
Finn terminó sus panecillos y alcanzó la cesta de panes. Le ofrecí un poco
de mantequilla.
―Eso puso una abolladura aún más grande que cualquier otra en la
cartera de Dawson. Barrió la mayor parte de su fortuna personal. Apenas logra
legar a fin de mes estos días y tiene hipotecas hasta el copo de su sombrero.
―Entonces, no solo quiere los diamantes, los necesita.
―Como un borracho necesita el vino ―acordó Finn―. Pero espera, hay
más. ¿Adivina quién es su prestamista principal?
Otra conjetura fácil.
―Mab Monroe.
Me encogí de hombros.
―Recordé ver el nombre de Dawson en el archivo que Fletcher reunió de
Mab. Incluso si no lo hubiese hecho, no hubiera sido tan complejo. La mujer
tiene sus manos metidas en todo en esta ciudad. Incluyendo en los bolsillos de
Dawson, me imagino.
Página
―Arruinas toda mi diversión. ¿Cómo lo supiste?
187
Finn hizo pucheros.
―Por supuesto que sí ―dijo Finn―. Mab ha estado dándole dinero en los
últimos meses. Lo ha asentado como un negocio especulativo de riesgo.
Lo observé.
―¿Especulativo de riesgo? Entonces ella sabe acerca de los diamantes.
―Probablemente ―musitó Finn―. Dawson debió haberle dicho sobre
ellos, incluso tal vez le dio un par de muestras como un gesto de buena fe.
―Así que todo lo que Dawson tiene que hacer es deshacerse de los Fox, y
destrozar toda la montaña en busca de diamantes.
―Le paga a sus acreedores, se convierte en solvente de nuevo, y se hace
para sí y Mab Monroe una pila de dinero ―añadió Finn―. Estabas en lo
correcto, Gin. Tobias Dawson no se va a detener hasta que la tierra de Warren
Fox sea suya. No puede permitírselo. No con Mab Monroe respirándole en el
cuello hasta conseguir algo que tenga valor.
―Tener conocimiento de los secretos sucios del enano está bien y perfecto,
pero sabíamos que tendría que matarlo desde un principio ―dije―. Lo que
quiero saber ahora es como lo consigo… y salirme con la mía después de ello.
Finn embadurnó de mantequilla otro pan.
―He estado trabajando en eso también. Como dije antes, Dawson se
desvive por sus negocios. La minería es su vida.
―Entonces lo mato en su casa o en la oficina de la mina. No es la gran
cosa.
Finn negó con la cabeza.
―Hice un poco más de investigación anoche. No recomendaría cualquiera
de esas opciones. Dawson tiene una configuración de seguridad muy cerrada en
casa. Un montón de guardias gigantes, y su casa se encuentra en una zona llana,
remota. Te verían venir. Y después de que irrumpiste anoche, me imagino que
ha duplicado los guardias en su oficina y la mina. Entrar sería difícil, salir sería
un problema grave. Sobre todo si da pelea antes de que lo mates.
Confiaba en el juicio de Finn tanto como había confiado en el de Fletcher.
Si decía que la casa y la oficina estaban fuera, estaban fuera.
―Lo que significa que disparándole como francotirador a través del cristal
no funcionará, y el enano es probablemente lo suficientemente fuerte como para
sobrevivir a un accidente de auto o incluso una bomba bajo el capó ―terminé.
Página
―Dawson tiene un conductor que ha estado con él durante años. Lleva al
enano a todas partes. Conduce esa grande camioneta que vimos en el Country
Daze. Vidrio a prueba de balas, bolsas de aire, marco reforzado, todas las
surtidas características de seguridad habituales.
188
―¿Qué hay del camino hacia y desde el trabajo?
―Ya lo tienes.
―Entonces, ¿qué sugieres? ―le pregunté―. Porque el reloj no se detiene.
Violet sólo puede quedarse con Eva Grayson, y Sophia y Jo-Jo sólo pueden
vigilar a Warren en casa durante cierto tiempo. Tobias Dawson va a volver a la
tienda a amenazar a los Fox de nuevo más pronto que tarde. El enano tiene que
morir, Finn. Con prontitud.
Finn sonrió.
―Pide y recibirás. Dawson no sale mucho, pero tiene previsto asistir a una
fiesta, esta noche, de hecho.
Poco tiempo de aviso, pero podía arreglármelas. Había tenido menos
tiempo para hacer otros trabajos.
―Pero…
―Pero sólo hay un problema. No, eso no es cierto ―dijo Finn―. Hay
varios problemas. Pero el más grande es este: ¿La fiesta? ¿Adivina dónde va a
ser?
―No sé. ¿El club de campo Five Oaks, tal vez?
Ahí es donde una gran cantidad de tipos de alta sociedad celebraban sus
funciones.
―Nou-no. ―Finn negó con la cabeza―. Esta fiesta se va a celebrar en la
casa de Mab Monroe, su propia finca personal.
―Mierda ―dije.
Pero si allí es donde Tobias Dawson iba a estar, entonces ahí es donde
tendría que hacer el trabajo, ya fuera si me gustara o no. Sólo esperaba estar a la
altura.
Página
Me senté y comí mi pastel de arándano durante varios minutos. La casa de
Mab Monroe era el último lugar en el que me gustaría irrumpir. La elemental
de Fuego no tomaría demasiado bien que yo dejara tieso a alguien dentro de los
confines de su propio hogar. Por no mencionar el hecho de que perjudicaría
gravemente su propia seguridad y estatus en el mundo subterráneo de
Ashland. Matar a alguien en la mansión de Mab era el tipo de cosa de la que la
gente podría hablar durante años. Mab haría todo en su poder para descubrir
quién mató al enano en su propio territorio. Quién tuvo la audacia de hurgarse
la nariz ante la elemental de Fuego así. Solo tendría que mantener los desafíos a
su base de poder a un mínimo.
189
―Mierda, de hecho ―estuvo de acuerdo Finn.
―Dime lo demás ―dije.
Finn cortó para sí un pedazo del pastel con chispas de chocolate de medio
kilo.
―Oficialmente, la fiesta es una reunión de negocios. Mab invitó a todos
sus socios de negocios, y a todos los demás con los que quiere hacer tratos en
Ashland y más allá. Un montón de peces gordos se espera que asistan. La
seguridad para entrar va a ser muy, muy estrecha.
―¿Y? ―pregunté―. Hemos irrumpido en un montón de fiestas antes.
Seguramente, Jo-Jo puede introducirnos.
Finn negó con la cabeza.
―Ya la llamé y le pregunté. Sabes que ella no puede soportar a Mab. Jo-Jo
declinó la invitación hace dos semanas. No puedes utilizar su invitación ahora y
matar a Tobias Dawson.
―Debido a que parecerá demasiado sospechoso y apuntaría a Mab en la
dirección de Jo-Jo ―terminé su pensamiento―. Está bien, así que, ¿cómo lo
hacemos? Tiene que haber alguna manera de entrar en la mansión de Mab para
que pueda estar cerca de Dawson.
Finn dudó.
―Bueno, hay algo, pero probablemente no va a gustarte.
―Escúpelo.
Me miró fijamente.
―En primer lugar, tienes que darte cuenta que no es suficiente para ti
simplemente entrar en la fiesta. No puedes entrar en la mansión de Mab
Monroe como tú, Gin Blanco. Jonah McAllister está en la lista de invitados. Él te
identificaría en un minuto.
―Entonces usaré un disfraz. No es como si no lo haya hecho antes.
Finn engulló su pastel y cortó otro trozo.
―Es cierto, y tengo una idea sobre eso. Como parte de las festividades de
la noche, Mab ha hecho arreglos para una gran variedad de… entretenimientos
para sus huéspedes.
Finn se aclaró la garganta.
―Prostitución. Hombres y mujeres. Humanos, gigantes, vampiros,
enanos. Sus invitados escogen a quien les gusta, hacen lo que quieran, y ella
paga la factura por todo el asunto.
Página
―¿Qué clase de entretenimientos?
190
Mis ojos grises se estrecharon.
―Así que me estás diciendo que la mejor manera, la única manera, para
entrar en esta fiesta es que pretenda ser una prostituta, llamar la atención de
Tobias Dawson, conseguir que estemos solos, y terminar con él antes de que él
termine conmigo. Por así decirlo.
Finn hizo una mueca.
―Más o menos. Lo siento, Gin. Sé que no es lo ideal, jugársela en si o no
puedes atraer a Dawson. Pero creo que esta es nuestra mejor oportunidad con
él.
Me serví un poco más de pastel de arándanos y pensé en las cosas. Como
una asesina, como la Araña, había jugado una variedad de papeles en los
últimos años. Camareras, mucamas de hotel, músicos, incluso un policía una
vez o dos. Vestida con pelucas, maquillaje, poca ropa, y mucho más, todo en
nombre de hacer el trabajo. Así que no estaba preocupada de poder lograr ser
una prostituta. Lo que me preocupaba era el hecho de que tenía que hacer eso,
arrullar a Tobias Dawson, y alejarme después, todo en la corte de Mab Monroe.
Aun así, Finn tenía razón. Este era probablemente mi mejor tiro rápido a
Dawson, y el enano tenía que morir ahora.
―Muy bien ―dije―. Entonces voy a ir como una puta.
Finn asintió.
―Eso es realmente donde se pone un poco más fácil.
―¿Por qué?
Él sonrió.
―Porque resulta que soy muy buen amigo de quien actúa como la
suministradora de entretenimiento de la noche: Roslyn Phillips.
Página
Roslyn Phillips no solo manejaba Northern Aggression, la discoteca más
decadente en Ashland, la vampiro solía ser una puta ella misma. Había
trabajado en las calles de Southtown durante años antes de que hubiera
ahorrado suficiente dinero para ascender hacia la administración y abrir su
propio antro de ginebra. Todos los vampiros necesitaban sangre para
sobrevivir, por supuesto, pero muchos de ellos también se alimentaban a través
de sexo, que es por eso que muchos de ellos trabajaban como prostitutas.
Además, los vampiros podían vivir mucho tiempo, y la prostitución, bueno, era
una habilidad que nunca pasaría de moda o demanda. Los vampiros
necesitaban dinero en efectivo al igual que el resto de nosotros.
191
Primero, Donovan había mencionado su nombre anoche, y ahora Finn esta
mañana. Yo no había pensado en la vampiro en semanas, pero allí estaba ella,
apareciendo por todo el lugar, incluso si no se daba cuenta. Incluso si no me
gustaba el hecho de cuán cerca estábamos unidas.
Roslyn Phillips era la mejor de las mejores. Podía hacer cosas a los
hombres y mujeres que ni siquiera habían soñado, y le había enseñado a su
personal la mayoría de sus trucos. Pero más importante que eso, la vampiro me
debía por haber matado a su abusivo cuñado y por no decirle a Finn cómo sus
labios sueltos habían llevado inadvertidamente a la muerte de Fletcher. Así que
Roslyn iba a tener que hacerme frente otra vez, le gustara o no.
Raspé hasta lo último de mi cálido pastel, y luego empujé mi plato a un
lado.
―Bueno, entonces, supongo que es el momento de pagarle a Roslyn una
visita amistosa.
Finn sonrió. Él y Roslyn habían sido amigos especiales durante años. Es
decir, que a menudo se reunían para la cena, bebidas, y una noche de sexo
caliente y sudoroso cuando no estaban viendo a otras personas. A veces, incluso
si lo estaban.
Página
192
―Oh, bueno. ―Finn arrastró las palabras―. Un viaje de campo.
24
Traducido por Jenn Cassie Grey y Dianna K
Era un poco después de la una cuando se estacionó en el estacionamiento
de Northern Aggression, que estaba ubicado en Northtown, como correspondía
a su nombre. Para las ocho de la noche de hoy, carros de últimos modelos y
marcas llenarían el estacionamiento, y una larga línea de impacientes hombres
y mujeres estarían esperando para entrar y satisfacer sus desesperados deseos.
Pero en esta tarde de noviembre, el club se veía como un almacén
anónimo. Una gran, caja gris de metal que encontrarías en cualquier parque
industrial de Ashland, excepto por la enorme runa sobre la puerta. Una luz de
neón en forma de corazón con una flecha atravesada estaba colocada sobre la
entrada del club, marcándolo como algo fuera de lo ordinario. El corazón
atravesado era la runa personal de Roslyn Phillips y el símbolo de su club. De
visitas previas, sabía que el signo sería de un destellante rojo, entonces amarillo,
después naranja cuando estaba encendido. Pero justo ahora, era solo un montón
de metal y vidrio colgando sobre la puerta.
―El lugar se ve desierto. ¿Estás seguro que Roslyn está aquí?
―pregunté―. Pensé que se quedaba en casa durante el día y cuidaba a su
sobrina, Catherine.
Finn se encogió de hombros.
―No hoy. Dijo que estaba aquí buscando sus libros porque va a cerrar al
final del mes. No está esperando.
―Maravilloso ―murmuré.
Sus ojos oscuros parpadearon sobre Finn, después sobre mí, entonces se
movieron de regreso a Finn.
Página
La puerta del frente estaba cerrada, así que Finn le dio unos golpes. Sus
nudillos hicieron un sonido hueco y sonoro en la puerta de hierro reforzado.
Unos cuantos segundos más tarde, algo sonó, como una barra de seguridad
siendo corrida detrás, y la puerta se abrió. Xavier, el gorila principal del club,
asomó su cabeza. El gigante se veía incluso más alto, ancho y fuerte en la débil
luz del sol de la tarde de lo que había parecido en el Pork Pit cuando había
arrestado a Jake McAllister un par de noches atrás.
193
Salimos del auto y nos dirigimos hacia la entrada.
Finn sabía exactamente qué estaba esperando. Le sonrió y extendió su
mano. Xavier la sacudió y palmeó la ofrecida nota con sorprendente gracia para
alguien cuyas manos eran tan grande como un melón.
El gigante sonrió.
―Siempre es un placer verte, Finn. Entren.
Finn y yo entramos, y Xavier cerró y bloqueó la puerta detrás de nosotros.
―Sabes que te he visto cuidando la puerta aquí ―dije―. Pero no me di
cuenta que trabajabas para el departamento de policía hasta que apareciste en el
Pork Pit para limpiar el pequeño desastre de la otra noche. ¿No deberías estar
fuera arrestando a los que incumplen la ley?
La sonrisa de Xavier se amplió.
―Ah, la cosa del policía solo es un pasatiempo de medio tiempo. Aparte,
¿por qué saldría cuando todos estarán viniendo aquí en la noche?
―Buen punto.
Xavier tomó un par de cajas de madera que habían estado apiladas en la
puerta principal, y el tink-tink de los vasos de cristal dentro atrapó mi atención.
Se veía como una entrega de licor de alguna clase. El gigante alzó su carga y se
dirigió más dentro del club. Finn y yo lo seguimos.
La parte de afuera de Northern Aggression podría ser una cascara sin
chiste, pero por dentro tenía una personalidad distintiva, incluso a mediodía.
Las pocas luces del techo que estaban prendidas destacaron las trituradas
pesadas cortinas de terciopelo rojo, que cubrían las paredes. El suelo era de un
bambú elástico maravilloso que amortiguó nuestros pies, pero nuestros pasos
todavía resonaban en el edificio vacío.
Cruzamos la pista de baile, y Xavier giró a la derecha hacia el largo bar
hecho completamente por un elemental del Hielo.
―Tengo que tener estos desempacados. Roslyn está esperando por
ustedes chicos en su oficina. Sabes el camino, Finn.
Finn enderezó su corbata.
Página
Xavier puso sus cajas de licor en el bar y le hizo señas a Finn y a mí para
que nos fuéramos sin él.
194
La estructura era de casi treinta metros de largo y más como una
elaborada escultura que un mueble. El bar, por supuesto, había sido creado por
el elemental de Hielo quien trabajaba como el barman del club, y había usado lo
suficiente de su magia para asegurarse que su creación no se derritiera antes de
que su turno comenzara esta noche. Podía sentir la fría caricia del poder a mitad
del club. Mi propia magia de Hielo, débil y perezosa como era, se tensó en
respuesta.
―Por supuesto que lo sé.
Se dirigió a la parte trasera del club y abrió una puerta discretamente
envuelta en el esponjoso terciopelo que cubría las paredes. Mostró un pequeño
corredor que corría en ambas direcciones antes de ramificarse en ambos
extremos.
Finn giró a la izquierda y ambos zigzagueamos a través de series de
pasillos antes de detenerse en una puerta cerrada. Finn golpeó en ella.
―Adelante ―dijo una voz apagada.
Finn abrió la puerta, y entramos a una oficina.
Roslyn Phillips se sentaba detrás de un amplio escritorio enorme que
habría hecho ver incluso a Xavier pequeño en comparación.
Una variedad de papeles blancos y rosas descansaban desordenadamente
en la superficie frente a ella, junto con lo que se veía como un viejo libro grande
pasado de moda. Una computadora funcionaba a un lado de su codo, mientras
una luz roja parpadeaba en su teléfono. La forma de un corazón con lo que
parecía una flecha era la forma de sus auriculares. El teléfono combinaba con la
forma de la runa del reloj en la pared trasera.
Finn abrió sus manos ampliamente. Una encantadora sonrisa apareció en
su cara.
―Roslyn, querida, que bueno que me veas en tan poco tiempo.
Una respuesta en forma de sonrisa curvó los labios de Roslyn, mostrando
sus perfectamente blancos colmillo.
―A mí también, Finn.
Página
Desde que el club no estaba abierto para negocios todavía, Roslyn estaba
vestida en estrechos jeans, y una camisa de botones. Pero el simple atuendo
seguía mostrando su figura a su completo potencial. Pechos verticales,
exuberantes caderas, delgado estómago, muslos torneados, justo la correcta
cantidad de curva en su trasero. Roslyn era como la versión femenina de David,
solo que mucho más follable. La vampiro era de las que usaban el sexo para
tener poder, junto con sangre, y se la pasaba años, décadas incluso,
195
La vampiro se levantó detrás de su escritorio. Decir que Roslyn Phillips
era una mujer atractiva sería decir que Sherman solamente prendió unas
cuantas fogatas en Atlanta, una completa atenuación. Sus ojos y su piel perfecta
eran de un rico caramelo, y su cabello negro cortado en capas resaltaba el borde
de su fuerte mandíbula. Lentes plateados colgaban al final de la punta de su
nariz e hicieron que sus ojos parecieran más largos y más expresivos. La
vampiro tenía la clase de cara que te hacía preguntarte dos veces si una
perfección simétrica era posible. En ella, lo era.
aprendiendo cómo trabajar con lo que se le había dado para tener la ventaja
completa.
Roslyn caminó alrededor de escritorio, y Finn presionó un casto beso en su
mejilla, una vez más jugando la parte del caballero del sur. La vampiro se echó
hacia atrás, y sus ojos oscuros aterrizaron en mí.
―Y trajiste a Gin junto contigo ―dijo en un tono neutral.
―Hola Roslyn ―contesté―. Es encantador verte también.
La sonrisa de Roslyn se volvió una mueca. Ella no había olvidado nuestro
último encuentro en el funeral de Fletcher.
Aquel donde le dije a la vampiro que sabía que había hablado sobre
Fletcher, Finn y yo, sobre lo que hacíamos. Que sus susurros bien intencionados
habían conducido a Alexis James a Fletcher en el Pork Pit y había resultado con
el hombre siendo asesinado.
―¿Qué necesitan? ―preguntó en un tono bajo, aún mirándome.
Necesitar, no querer. Roslyn Phillips parecía estar tomándose en serio
nuestra conversación. Había accedido a no matar a la vampiro o decirle a Finn
lo que había hecho, y decirle sin rodeos que nos daría a mí y a Finn lo que
necesitáramos mientras lo viera conveniente. Desde que no era una persona que
perdonara, eso iba a ser durante un largo tiempo. Comenzando justo ahora.
―Ah, Roslyn, me hieres ―dijo Finn―. ¿Qué te hace pensar que
necesitamos algo? Tal vez solo quería pasar y empaparme en tu belleza.
La vampiro resopló.
―Detén la mierda, Finn. Si hubieras venido tú solo, probablemente habría
pretendido comprar esa vieja línea. Pero trajiste a Gin contigo. Dudo que ella
esté interesada en mi belleza.
―Lo siento, Roslyn ―dije―. No bateo de ese lado.
La vampiro se encogió de hombros, y giró sus ojos a Finn.
―Así que pregunto de nuevo, ¿qué necesitan?
Finn abrió su boca, probablemente para hablarle dulcemente a Roslyn un
poco más, pero lo corté. No teníamos mucho tiempo que desperdiciar.
Necesitábamos obtener lo que queríamos de Roslyn y continuar con las cosas.
―¿Quieres colarte en la fiesta de Mab? ¿Por qué?
Miré a la vampiro, debatiendo qué debía de contarle. Mientras menos
Roslyn supiera, mejor. Pero después de nuestra última conversación, no tenía
Página
Los ojos de Roslyn se ampliaron un segundo antes de enmascarar su
sorpresa.
196
―Necesito colarme en la fiesta de Mab Monroe esta noche ―dije.
dudas de que la vampiro mantendría su boca cerrada esta vez. Sabía lo que le
haría si no lo hacía.
―Necesito acercarme a alguien.
Roslyn frunció su ceño entendiendo.
―¿Quién?
―Tobias Dawson.
La vampiro palideció con disgusto, pero no pregunto por qué estaba
interesada en el enano. Engancharte en la parte sur de la ciudad por unas
cuantas décadas era una gran forma de frenar tu curiosidad. En las malvadas
calles del sur, hacías cosas sin preguntar las razones o pensar demasiado sobre
las consecuencias.
Aparte, Roslyn sabía que el porqué realmente no importaba, ya que la
única razón por la que yo me acercaría a alguien como Dawson era para
matarlo.
Roslyn cruzó sus brazos sobre su pecho. Su pie giró de un lado a otro y
golpeteó sobre la mullida alfombra. Después de un momento de callada
introspección, compresión parpadeó en sus ojos oscuros.
―Quieres entrar como una de mis chicas. Es por eso que estás aquí.
Asentí.
Roslyn me miró, y dejé que la frialdad se mostrara en mis ojos grises.
Respetaba a la vampiro por lo que había logrado, por ser inteligente y
comprensiva para escalar camino arriba desde puta callejera a una adinerada
empresaria.
Y admiraba especialmente la feroz devoción de Roslyn a su hermana y
sobrina, su determinación para proporcionar una vida mejor para ellas. Pero
eso no significaba que iba a dejar que la vampiro renegara de nuestro trato.
Fletcher Lane estaba muerto, en parte debido a ella. Ella me debía hasta que yo
dijera lo contrario.
―Muy bien ―dijo Roslyn en voz baja―. Te ayudaré, Gin.
―Gracias. ―Podría estar torciendo el brazo de Roslyn al punto de
ruptura, pero no había necesidad de ser ingrata al respecto.
Página
―Sígueme.
197
La vampiro asintió con la cabeza.
Roslyn nos llevó fuera de su oficina. El laberinto de pasillos serpenteaba
todo el camino alrededor del perímetro interior de Northern Aggression,
formando una serie de pasillos, mirillas, y discretas puertas que permitían a
Roslyn, sus prostitutas, y los gorilas gigantes que las protegían tener acceso a
toda la discoteca sin tener que pasar a través de la multitud bebiendo, fumando,
inhalando o follando en la planta principal.
Tras una serie de idas y vueltas, Roslyn abrió una puerta marcada como
Suministros y entró. Finn y yo la seguimos.
Finn se detuvo en seco, y una amplia sonrisa se extendió por su cara.
―Creo que he muerto e ido al cielo.
Solté un bufido.
―Sí, el cielo de las prostitutas.
El cuarto no estaba lleno de lo que yo considero suministros, pero por otra
parte, yo no estaba en el negocio de los clubs. Estantes y estantes de ropa
acaparaban una buena parte de la habitación, junto con un par de filas de
armarios metálicos y varias mesas de vanidad repletas de maquillaje, spray
para el cabello, y docenas de cajas de condones, lubricantes femeninos y aceites
corporales variados.
Roslyn sacó un sujetapapeles y una pluma de la pared junto a un
perchero. Posó su cadera en una de las mesas de maquillaje y me señaló con la
pluma.
―Desvístete ―ordenó.
―¿Por qué?
Roslyn me perforó con una mirada dura.
―Porque si vas a pasar por una de mis chicas, entonces absolutamente vas
a lucir de acuerdo al papel. No voy a enviar mercancía de mala calidad, y
menos a una de las fiestas de Mab Monroe.
―La ropa interior también ―gruñó Roslyn―. Tengo que ver todo.
Miré a Finn e hice un círculo con el dedo, sugiriendo que se dé la vuelta.
―Vamos, Gin. No es como si no hubiera visto todo antes ―protestó Finn.
Roslyn comenzó:
Página
Tuve un poco más de cuidado con mi camiseta de manga larga,
asegurándome de que Roslyn no viera los dos cuchillos que había escondido en
las mangas o el que me había escondido en contra de la parte baja de mi
espalda. Un minuto más tarde, me paré en mi sujetador y bragas. El piso de
concreto se sentía como hielo contra mis pies descalzos.
198
Tuve que aplaudir la dedicación de Roslyn a su oficio, al menos. Así que
me quité las botas y calcetines, quité mis vaqueros, y mi chaqueta de lana.
―No me digan que los dos…
―Sí, lo hicimos ―dije―. Cuando éramos niños. Antes de saber. Ahora
date la vuelta, Finn.
Finn rodó los ojos, pero dio la espalda y se acercó a los bastidores de ropa,
la mayoría era o mechones transparentes de encaje y satén o ajustadas piezas de
cuero.
Roslyn agarró una cinta métrica de una de las mesas y la envolvió
alrededor de varias partes de mi cuerpo. Me quedé allí y la dejé trabajar. La
vampiro me miró con todo el interés que un carnicero le daría a una vaca.
Pararme allí desnuda no era la cosa más cómoda que había hecho, pero sabía
que Roslyn había visto mejores cuerpos que el mío en su tiempo. Demonios, ella
tenía uno. Así que decidí centrarme en asuntos más importantes.
―De acuerdo con la información que Finn encontró, algunas de tus chicas
han tenido tratos con Tobias Dawson antes ―le dije―. ¿Qué le gusta?
―¿Por qué lo preguntas?
Me encogí de hombros.
―Tengo que llamar su atención esta noche. No se puede lastimar llenar el
plato a mi favor.
Roslyn anotó otra medida en su portapapeles.
―¿Alguna vez has visto a Tobias Dawson?
―Una vez.
―Entonces sabes sobre su fetiche de vaquero ―dijo Roslyn.
―¿Te refieres a las botas cursis de piel de serpiente y el sombrero que es
casi tan alto como él?
La vampiro asintió.
―Dawson no sólo se viste como un vaquero, sino que actúa como uno
también, sobre todo en la cama. Le gustan las reinas de belleza de Texas. Gran
cabello rubio, grandes ojos azules, grandes tetas, culos apretados, mucho
maquillaje. De lo cual lo único que tienes en realidad es un culo apretado
―Gracias ―dije en un tono irónico.
Asentí.
―Lo hice.
Página
―Sólo señalando los hechos. Has venido aquí por mi opinión profesional,
después de todo.
199
Roslyn enarcó las cejas.
―A Dawson le gusta tomar la iniciativa. Acorde con el personaje de
vaquero, le gusta una mujer que atrape su mirada, y entonces él hace lo mejor
para atarla.
―¿Literal o figurativamente?
Roslyn se me quedó mirando.
―Ambas. Una de mis chicas tenía quemaduras de cuerda una semana
después de hacerle una visita.
Archivé la información.
―¿Qué más?
―También le gusta llevar chaparreras, sombrero de vaquero y botas
cuando folla.
―Suena como un hijo de puta perverso para mí ―dijo Finn.
La vampiro se acercó a un estante diferente de ropa del que Finn había
estado mirando.
―Por desgracia, no es tan perverso como algunos que he visto y hecho.
Roslyn revisó la ropa por un momento antes de volverse hacia mí.
―Supongo que querrás algo con un poco de cobertura. Donde puedas
esconder ciertos… ¿suministros?
Armas, en otras palabras.
―Sí. Mayor cobertura, mejor. Me gusta estar preparada.
Roslyn asintió.
―¿Cualquier color particular que preferirías?
―Negro.
―Impactante ―murmuró ella.
Después de unos minutos, Roslyn sacó un sujetador pushup negro y un
transparente conjunto de ropa interior a juego de rejilla. Me los extendió.
Roslyn también sacó un vestido de cóctel negro de la masa de ropa y me lo
entregó. Me metí en la tela. El vestido era de manga larga con un escote corazón
y un corsé como parte superior. Gracias al sujetador, mi escote se hinchó a cada
lado de la tela. La falda era una masa de crinolina negra con pequeñas
Página
Hice lo que me pidió. Las prendas se adaptaban a la perfección, y el sostén
empujaba mis pequeños pechos a nuevas alturas, que desafiaban la gravedad.
Finn dejó escapar un silbido de apreciación. Atraje mi dedo a mi garganta, lo
que mostraba exactamente qué sucedería si no se callaba. Finn simplemente me
sonrió.
200
―Póntelos.
lentejuelas cosidas en ella. La prenda se detenía justo por encima de mis
rodillas.
―¿Cómo está eso? ―preguntó Roslyn.
Me miré en un espejo sobre una de las mesas de vanidad. Las mangas eran
lo suficientemente floja como para que llevara mis cuchillos, y pudiera atar un
par más a mis muslos por debajo de la falda ondulante.
―Perfecto.
Roslyn asintió, como si no hubiera esperado nada más, y se pavoneó hacia
una de las mesas de vanidad. Me dio una caja que decía Contactos, azul cielo, y
una larga peluca, rizada y rubia con flequillo molesto.
―Con la peluca, los contactos y el maquillaje suficiente, serás la chica de
los sueños de Dawson. Supongo que puedes hacer tu propio maquillaje.
―Creo que puedo manejarlo.
Roslyn ignoró mi sarcasmo. Abrió un cajón en una de las mesas de
tocador, sacó un sobre y me lo entregó. Un resplandor solar hizo que la lámina
de oro brillara en la inmóvil crema. La runa de fuego, el símbolo personal de
Mab Monroe.
―Esa es una de las invitaciones para esta noche ―dijo Roslyn―.
Necesitarás esto también.
Alcanzó de nuevo el cajón y sacó una gargantilla de terciopelo negro. Una
runa colgaba de la mitad de la ancha banda, un corazón de plata con una flecha
a través de ella. El símbolo de Northern Agression. La runa que me marcaría
como una de las chicas de Roslyn Phillips y parte de entretenimiento de la
noche.
Tomé la gargantilla de ella y froté mi pulgar sobre la runa. El metal se
sentía frío bajo mis dedos.
―Gracias, Roslyn, por tu ayuda.
Asentí. No podía culpar a la vampiro por cubrirse. Si las cosas iban mal, y
podrían, Tobias Dawson y Mab Monroe probablemente vendrían a llamar a la
puerta de Roslyn, exigiendo saber por qué había estado usando uno de los
Página
―No son necesarias las gracias, ¿recuerdas? Te debo. Pero cuando las
otras chicas vengan a prepararse para esta noche, vamos a reportar esa
invitación, collar, traje y peluca como robados. Xavier tomará el informe. Por
supuesto, él estará ocupado trabajando en la puerta esta noche, así que no va a
llamar para decirme al respecto o incluso convertirse en la policía durante un
par de horas. Eso te dará tiempo de sobra para hacer lo que estás pensando en
hacer.
201
Ella me miró fijamente.
collares de runa de vampiro y cómo habían tomado una de las invitaciones de
las putas a la fiesta. De esta manera, Roslyn tenía una salida.
―Y hazme otro favor ―dijo la vampiro, sus ojos oscuros serios detrás de
sus gafas plateadas
―¿Qué?
―Lo que sea que le vayas a hacer a Dawson esta noche, que no te atrapen
―dijo Roslyn―. No quiero tener que lidiar con el bastardo honky-tonk más de
lo que ya tengo.
Le di una sonrisa fría.
Página
202
―No te preocupes. Si me atrapan, Tobias Dawson va a tener mucha
diversión conmigo para siquiera pensar en molestarte.
25
Traducido por Adaly y Dianna K
A las ocho en punto esa tarde, mi taxi se detuvo en el camino largo, que
serpenteaba y que conducía a la mansión de Mab Monroe.
Dada su condición de ciudadanas más rica y más mortal en la ciudad, Mab
Monroe vivía en la casa más grande y más impresionante en Ashland. La
estructura de piedra gris se disparaba quince pisos en el aire, haciéndola más
alta que algunos de los rascacielos del centro. La mansión tenía tres alas de
igual tamaño formando una amplia w boca abajo. Ventanas altas y delgadas
afrontaban cada planta, junto con balcones almenados. Una valla de piedra de
cuatro metros de alto rodeaba a la mansión, la cual fue establecida a más de
kilómetro y medio de la carretera principal. De la investigación que Fletcher
Lane había hecho en los últimos años, sabía que los extensas y cuidadas tierras
incluían varios jardines, tres invernaderos, un aviario, un campo de golf,
bosques leñosos, y un pequeño lago. Junto con patrullas gigantes, perros
guardianes, diversos alambres trampa mágicos, y algunas que otras sorpresas
desagradables.
Mis ojos grises se arrastraron hacia la seguridad. Cinco guardias gigantes
vagaban a través de la línea de limosinas, abriendo puertas, ayudando a las
personas a salir de sus vehículos, dirigiendo el tráfico, y asegurándose de que
los conductores que esperaban no se estaban metiendo en muchos problemas
por beber o fumar a escondidas. Dos guardias gigantes más de pie junto a las
Página
El conductor cayó en el flujo de tráfico a través de las puertas de hierro
forjado abiertas que designaban la entrada a la finca de Mab Monroe. El taxi
amarillo parecía fuera de lugar entre todas las limosinas que se arrastraban por
el camino lleno de curvas como escarabajos negros y gordos. Le tomó veinte
minutos al conductor para maniobrar hasta el final y detenerse en la entrada
principal.
203
Una luz destacó una pancarta roja sobre uno de los balcones en el ala
central de la mansión. La enorme pieza de pesada tela presentaba una runa
hecha en dorado brillante, un círculo rodeado por varias docenas de rizos, rayos
ondulados. Un estallido solar. El símbolo del fuego. La runa personal de Mab
Monroe. La misma que en la invitación en mi bolso.
puertas dobles que conducían a la mansión, flanqueaban a un ser humano más
pequeño sosteniendo un portapapeles.
―Serán veinte dólares ―gruñó el conductor.
―¿Veinte dólares? Solo me llevaste tres kilómetros.
Más temprano esta tarde, había tenido la precaución de estacionar un auto
al lado de la carretera justo más allá de la finca de Mab Monroe. Un viejo,
maltratado vehículo desechable con registro falso y placas falsas. Había puesto
una bolsa blanca de basura en la ventana, dejado el capo levantado, y
dispersado algunas herramientas por el lado de la carretera. Todo pensado para
que luciera como que el auto se había averiado y que alguien iba a regresar por
él. El auto era mi póliza de seguro, en caso de que necesitara hacer una
escapada más rápida de la que tenía en mente. Una vez que puse el auto en
donde quería, había caminado hacia el café anónimo más cercano y llamé a un
taxi para que me trajera aquí.
―Veinte dólares ―dijo de nuevo el conductor.
Como no quería que me recordara, dejé de discutir, le pagué, salí y caminé
hacia las escaleras que conducían a la entrada principal de la mansión. Podía
escucharlo, por supuesto. Con quince pisos de solida piedra apilada
avecinándose por encima de mí, tendría que ser sorda para no oírlo. La piedra
susurraba poder y dinero, de la forma que siempre había pensado que sería.
Pero también había otras vibraciones en ella.
Fuego, calor, muerte, destrucción. Pero tal vez lo más inquietante era un
toque de locura que encantaba como un pájaro llorando a través de la piedra
sólida, como si la piedra hubiera sido de alguna manera torturada hasta que se
rompió. Los murmullos se hicieron más fuertes, más duros cuanto más me
acercaba a la mansión, hasta que todo lo que podía escuchar era a las piedras
gritar sus lamentos.
Apreté los dientes y bloqueé el ruido del dolor insoportable de las piedras.
Mi única preocupación era Tobias Dawson, acercarme lo suficiente para
matarlo, y alejarme después.
No la locura que impregnaba los cimientos de la mansión de Mab Monroe,
o por qué me dieron ganas de herir gravemente a la elemental de Fuego.
Señalé a la gargantilla de terciopelo negro alrededor de mi garganta, la
que tiene la runa del corazón y la flecha en ella.
―Creo que esta es toda la invitación que necesito, cielo. Pero aquí también
está la copia en papel. ―Le di una sonrisa encantadora y le entregué la
invitación grabada que Roslyn Phillips me había dado.
Página
―¿Invitación? ―preguntó el hombre con el portapapeles.
204
Subí las escaleras y me detuve enfrente de las puertas dobles.
El hombre se quedó mirando la runa del corazón y la flecha un momento;
entonces sus ojos recorrieron el resto de mi cuerpo. Detrás de mí, los dos
gigantes también me miraron de reojo. Parecía que Tobias Dawson no era el
único aquí esta noche con una cosa por las rubias pechugonas.
El hombre con el portapapeles quitó su atención de mis tetas y comprobó
el nombre en la invitación.
―¿Supongo que sabe las reglas para esta noche, Candy?
Asentí.
―Sí, cariño, sé cómo comportarme. Soy una profesional.
Antes de que Finn y yo saliéramos del club nocturno, Roslyn me había
dado una lista de reglas que Mab Monroe le había enviado para los chicos y
chicas de fiesta. Básicamente, las prostitutas de Roslyn tenían que estar
disponibles en cualquier momento durante el transcurso de la noche y hacer
cualquier cosa, cualquiera cosa… que los invitados de Mab querían. Aquellos
chicos y chicas que se fueran a casa con uno de los invitados de Mab por la
noche serían generosamente recompensados después del hecho. Todas las
facturas pendientes, hospital y otra cosa, serían pagados en su totalidad por
Mab.
El hombre con el portapapeles señaló con el pulgar encima de su hombro.
―Ve, entra.
Uno de los gigantes me pellizco el trasero mientras pasaba caminado.
Aunque no quería nada más que tocar uno de mis cuchillos de plata y
cortar su garganta por poner sus manos en mí, profundice mi sonrisa.
―Vamos, vamos. ―Moví mi dedo hacia él―. Estoy aquí por los invitados,
cariño. No para la ayuda contratada.
Su rostro enrojeció ante mi insulto. El gigante dio un paso adelante, pero
el otro le puso una mano restrictiva en el hombro.
El grito demencial de las piedras se apoderó de mí una vez más, tan alto
que la cicatriz de la runa araña en mis manos picaba por el sonido del mismo.
Pero apreté los dientes y empujé el ruido lejos, enterrándolo tan profundo que
no era más que un murmullo en mi cabeza. Necesitaba concentrarme en mi
Página
El gigante palideció. Evidentemente, lo que Mab Monroe le había hecho a
Stevenson había hecho mella en el resto de sus guardias. El gigante me lanzó
una mirada amarga, pero dio un paso atrás. Le guiñé un ojo y me dirigí al
interior de la mansión.
205
―Tiene razón ―retumbó el segundo hombre―. Mab estará molesta si la
tocas. ¿Recuerdas lo que le hico a Stevenson la última vez? ¿Quieres eso para ti?
misión, no preguntar qué había hecho Mab Monroe en su propia casa para que
sonara así.
Un pasillo que era por lo menos de tres metros de ancho atravesaba por el
centro de la enorme mansión. A pesar de la hora relativamente temprana, la
fiesta estaba en su apogeo. El trino de la risa y el murmullo de la conversación
resonaba por toda la casa, bajo y suave, como cigarras ocultas murmurando en
la hierba alta en el verano. Ayudó a ahogar los gritos demenciales de las
piedras.
Durante mis años como una asesina, había conseguido estar cerca de un
montón de gente rica, poderosa, influyente. Como una regla general, cuanto
más rica la persona, más tacaño era con su dinero.
Finnegan Lane estaba de acuerdo con mi observación. A menudo me
advirtió con cuentos sobre sus clientes vampiros multimillonarios quienes
compraban cajas de pasta de dientes sin marca en el más cercano SellEverything para que pudieran ahorrar unos míseros cinco centavos por tubo.
Pero no Mab Monroe.
La elemental de Fuego no había estimado en nada en su mansión. Ni una
cosa. Mármol blanco recubría los pisos como barniz brillante, mientras que
hojas de oro y bronce brillaban en los adornados techos tipo catedral a tres
metros sobre mi cabeza.
Genuinas lámparas Tiffany flanqueaban el pasillo como soldados, los
focos ocultos enviando rocíos de colores a través de sus cortinas de tono cristal.
Algunas luces brillaban en las distintas habitaciones que bifurcan el pasillo,
iluminando delicados muebles antiguos de diversas épocas.
Página
Seguí caminando, pasando a decenas de personas. Seda, satén, terciopelo
arrugado. Todo el mundo lucía su mejor vestido de noche o esmoquin. Nada
menos harías por una de las fiestas de Mab Monroe. Además de la piedra de la
mansión, también podía oír los susurros de las piedras preciosas que los
hombres y mujeres llevaban en sus cuellos, muñecas, dedos, e incluso los dedos
de los pies. Belleza, elegancia, fuego. Pero incluso la vibración del más grande
diamante palidecía en comparación con la claridad del canto del que había visto
en la caja fuerte de Tobias Dawson.
206
Todo en la casa era de buen gusto y costoso, susurrando casual elegancia
que parecía sin esfuerzo, a pesar de que había costado un ojo de la cara. Podría
haber sido momentáneamente deslumbrado por ello, si la gritona piedra de la
mansión no me hubiera dicho exactamente cómo Mab había conseguido el
dinero para pagar por todas estas galas, y todas las cosas desagradables que
había hecho aquí desde entonces.
Oh, sí, el enano podía hacer un poco de fortuna explotando la minería y
vendiendo los diamantes en el terreno de Warren Fox para esta presuntosa
multitud.
Reconocí a más de uno de los rostros que pasé.
Algunos, para los que había hecho trabajos. Con otros, había asesinado
padres, hermanos, hermanas, o socios por cualquier razón. Algunos eran
aduladores de Mab, sus leales súbditos.
Otros habrían sido felices de escupir sobre su cadáver, bailar una giga en
su tumba, y luego dedicarse a tratar de tomar el lugar de la elemental de Fuego
como la abeja reina de Ashland.
No hablé con nadie, pero los hombres y mujeres me miraron cuando pasé.
Sus ojos se pegaron a la runa plateada alrededor de mi garganta, y luego se
deslizaron por mi cuerpo, como si pensaran que fuera un corte de carne que
estaban pensando en conseguir de la carnicería. Según Finn, parecía una
muñeca Barbie real, follable y viva, gracias a la ropa de Roslyn y la larga peluca
rubia. Apenas me había reconocido cuando me miré en el espejo antes.
Pero no encontré la mirada de nadie y seguí caminando como si no me
hubiera dado cuenta que había alguien más en la mansión en absoluto. No
estaba aquí para atraer su atención. Tobias Dawson era mi objetivo, y no tenía
intención de ser desviada o tener propuestas por nadie más.
El pasillo principal llevaba a un gran salón de baile. Aunque grande en
realidad no era la palabra correcta para el enorme espacio, que servía como la
unión de las tres alas de la mansión. Contaba con un piso de parquet de oro,
azulejos aquí y allá con mármol, granito, y láminas de bronce martillado.
Lámparas colgaban del techo.
Algunos brillaban con rubíes y diamantes. Otras ardían con granates y
topacios. Una escalera que tenía varios metros de ancho se extendía en el
extremo opuesto de la sala de baile, su prístina alfombra escarlata se extendía
hasta el segundo piso y más allá.
A pesar de la rica complejidad en exhibición, me di cuenta de otras cosas,
cosas que no eran tan bonitas cuando aparecían a primera vista.
Como los gigantes circulando por todo el salón de baile.
Página
Bonito y refinado con sonrisas falsas que extendían sus pintados rostros de
plástico hasta el punto de ruptura. Pero miré más allá de la elegante apariencia
de las personas y el mobiliario.
207
Más de trescientos de los socios más cercanos de Mab Monroe hablaban y
reían y bebían en la pista de baile, sus grupos y camarillas ni siquiera se
acercaban a llenar el enorme espacio. Me recordaron muñecas que podrían
poblar la casa de juegos de un niño.
Dadas las bandejas de champán, caviar y huevos de codorniz que
apoyaban en sus enormes manos, podrías haber pensado que no eran más que
camareros. Pero yo sabía para lo que estaban realmente aquí, control de
multitud, en caso de que la gente se volviera estúpida y bebiera lo suficiente
como para comenzar a volverse el uno contra otro. Imaginaba que Mab Monroe
no absorbería a un par de elementales achispados que decidieran organizar un
duelo mágico en su salón de baile.
Así es como los elementales normalmente luchaban, arrojando su magia
pura el uno al otro, hasta que una persona sucumbiera al poder del otro.
Cuando dos elementales se enfrentaban, el inevitable perdedor podría sufrir
todo, desde atrapar Fuego, a quedar encerrado en Hielo, tener su corazón
vuelto Piedra, o incluso ser desollado vivo por el mismo Aire que respiraba.
Dependiendo, por supuesto, del tipo de elemental que estaba luchando. Y no
estaba ni siquiera contando a todas las otras personas que tenían talento para
cosas como el Metal, el Agua y la Electricidad.
En general, los duelos elementales eran una forma rápida, desagradable,
dolorosa de morir, por lo que nunca me metía en ellas. Matar a la otra persona
primero era lo que me importaba. No anticuados, obsoletos, conceptos inútiles
como honor y duelos. Los códigos de conducta son para los tontos con exceso
de confianza.
Cinco, diez, veinte… cuento casi treinta gigantes en todo, más que
suficientes para controlar incluso una rebelde multitud.
Ninguno de ellos portaba armas, pero por otra parte, no lo necesitaban.
Un buen puñetazo de un gigante rompería cualesquier cosa, en especial
mandíbulas empapadas de alcohol y egos.
Entré en la arremolinada multitud, dejando el mar de trajes de etiqueta y
brillantes vestidos arrastrarme de un grupo al siguiente. Un conjunto de puertas
de cristal en el lado izquierdo de la sala de baile llevaba a una terraza. Una gran
orquesta se había erigido en el lado derecho frente a otro conjunto de puertas de
cristal. Pegué una sonrisa en mi cara y paseé a través de la sala de baile,
revoloteando de un grupo de gente al siguiente, hasta que llegué a un espacio
más tranquilo junto a la parte inferior de la escalera al lado de un árbol de
bonsai en maceta con ramas retorcidas.
―Te veo, Gin. Luces fantástica, incluso para una falsa prostituta.
―Finn ―gruñí.
―Para responder a tu pregunta, estoy en el segundo piso, inclinándome
sobre la barandilla e inspeccionando la majestad expuesta ante mí.
Página
―Estoy aquí ―dije―. ¿Dónde estás?
208
Saqué mi celular de mi bolso y llamé a Finn. Cogió a la tercera llamada.
Mis ojos se levantaron rápidamente. Efectivamente, Finn estaba
exactamente donde dijo que estaba. Apoyado en la barandilla de mármol,
Scotch en una mano y celular en la otra. Roslyn Phillips estaba a su lado,
llevando un vestido de noche blanco sin tirantes que la hacía parecer una diosa
griega. Mab Monroe había invitado a la prostituta a la fiesta para que Roslyn
pudiera mantener un ojo en sus chicos y chicas y asegurarse que estaban
atendiendo debidamente a los invitados más importantes. Y, como parte de
nuestro plan, Roslyn había traído a Finn como su cita por la noche. Nada raro
en ello, ya que los dos eran vistos a menudo juntos en la ciudad.
La gran escalera llegaba hasta el segundo piso, formando un amplio
rellano, antes de separarse en dos y desaparecer a cada lado de los pisos
superiores de la mansión.
Finn había elegido bien. Su posición le daba una vista de todo el salón de
baile debajo.
―Vamos a empezar ―dije―. Antes de que alguien decide proponerme
algo. ¿Dónde está Dawson?
―Está en el centro de la sala de baile, alrededor de treinta metros detrás
de ti a la derecha. Aunque no recomendaría que te acercaras a él ahora, dada su
actual compañía.
―¿Actual compañía? ¿Qué significa eso?
―Ya verás. Sólo sigue mirando en esa dirección. Dawson es fácil de
encontrar. Él es el único que lleva un sombrero de vaquero esta noche.
Miré a través de la multitud. Tardé varios segundos en divisar a Dawson,
y Finn tenía razón. Él era el único vaquero en la asistencia. Además del
sombrero gigante en su cabeza, el enano también llevaba botas de piel de
serpiente y otro lazo rematado con turquesa. Todo lo cual se veía ridículo con
su esmoquin. Pero el sentido de la moda de Tobias Dawson no fue lo que me
hizo fruncir el ceño, luego maldecir. Fue la compañía que tenía.
Página
209
Mab Monroe, Jonah McAllister, y Elliot Slater.
26
Traducido por Flochi
―Joder ―dije.
―Joder es correcto ―contestó―. Porque ninguna prostituta en su sano
juicio intentaría meterse en el medio de ese sándwich.
Mis ojos se deslizaron más allá de Dawson y estudié a las tres personas
que estaban parados cerca de él. Por supuesto, me había encontrado con Jonah
McAllister en persona ayer, cuando había venido al Pork Pit a amenazarme
para retirar los cargos contra su hijo, Jake. El abogado de hablar habilidoso se
veía distinguido y apuesto en su esmoquin, y su gruesa melena de cabello
parecía plata que de alguna manera había sido arremolinada alrededor de su
cabeza.
No había tenido ninguna relación con el asesino gigante que dirigía el
equipo de seguridad de Mab y se ocupaba de cualquier problema que la
elemental de Fuego no tuviera ganas de enfrentar. Slater era uno de los gigantes
más altos en asistir, si no el más alto. Su figura de dos metros trece se cernía
sobre la multitud. No era tan ancho como alto, pero su constitución era toda de
sólidos y compactos músculos. Una cortada con uno de mis cuchillos se sentiría
como el piquete de una abeja para él.
Fuego y azufre. Eso es lo que siempre me recordaba Mab Monroe.
La elemental de Fuego usaba un vestido de noche largo hasta los pies,
hecho de un verde esmeralda que hacía a su cabello parecer todavía más rojo de
lo que en realidad era. No usaba joyas salvo por un collar de oro plano que
rodeaba su garganta. Mis ojos se enfocaron en la pieza central del diseño. Un
Página
Y luego estaba la misma Mab. La elemental de Fuego era varios
centímetros más baja que yo, pero irradiaba poder, incluso más que Elliot
Slater. Su cabello era tan rojo como cobre pulido y rizado suavemente hasta sus
hombros. En contraste, sus ojos eran de un negro profundo y líquido. La tinta
opaca y diluida a comparación de su mirada.
210
La tez de Slater era pálida, casi albina, y su cabello enmarañado rubio
desaparecía en su enorme cráneo. Sus ojos eran avellana claro, y el único color
verdadero en su rostro blanquecino. Un diamante grande brillaba en su
meñique. Otros tres o cinco centímetros más, y podría usarlo como pulsera.
rubí naranja circular un poco más pequeño que mi puño, rodeado por varias
docenas de rayos ondulados. El corte del intricado diamante sobre el oro
atrapaba la luz y lo hacía parecer como si los rayos de verdad ondularan. En
forma de rayos solares. El símbolo para el fuego.
La runa personal de Mab, usada solamente por ella. Por un momento,
sentí las vibraciones del rubí. La piedra preciosa susurraba poder crudo y feroz.
El sonido encajaba perfectamente con la piedra gritando de la mansión. Ambos
hicieron a mi estómago encogerse.
Cuando miré a Mab, no pude evitar pensar en el archivo que Fletcher
Lane me había dejado sobre el asesinato de mi familia, y el trozo de papel que
había metido con el nombre de Mab Monroe en él. Una vez más, me pregunté
por qué Fletcher había escrito el nombre de la elemental de Fuego.
¿Fletcher había concluido que ella había sido la asesina de mi familia?
¿Simplemente sospechaba de ella? ¿O había puesto su nombre allí por una
razón completamente…?
―Planeta Tierra a Gin ―murmuró Fin en mi oído.
Me concentré en el aquí y ahora una vez más.
―¿Cuánto tiempo han estado allí parados hablando?
―No mucho ―dijo Finn―. Diría que tienes otros cinco o diez minutos
antes de que Mab y los otros se marchen.
―Muy bien. Mantén un ojo sobre ellos.
―¿Qué vas a hacer?
Miré fijamente la brillante masa de personas.
Página
Finn prometió seguir observando a Tobias Dawson, y ambos colgamos.
Metí mi celular de vuelta en el bolso que Roslyn me había dado. Era una cosa
diminuta, pero había conseguido meter uno de mis cuchillos de plata en el
interior, junto con el compacto y el tubo de pomada de curación que me
proporcionó Jo-Jo hace unos días. No creía que Dawson caería fácilmente, y
quería tener algunos suplementos curativos a mano en caso de que el enano me
diera un par de tiros antes de morir. No podía escabullirme exactamente de la
fiesta de Mab Monroe sin ser notada si tenía moretones y tenía sangre de la
cabeza a los pies.
211
―Encontrar un lugar tranquilo para ocuparme de Tobias Dawson, una
vez que consiga poner mis garras en él.
Agarré un vaso de champagne de uno de los camareros gigantes y me
dirigí al fondo de la pista de baile. La enorme escalera tenía forma de T, y dos
pasillos corrían debajo a cada lado de él y conectaban la pista de baile a las
otras alas de la mansión. Caminé por el pasillo izquierdo, mirando en las
habitaciones que pasaba. No podía matar a Tobias Dawson en el salón de baile,
así que tenía que encontrar un lugar más apartado donde podría atraer al enano
antes de apuñalarlo hasta la muerte.
Pero el pasillo no estaba tan desierto como había esperado. Pasé varias
parejas de pie contra las paredes o dentro de las habitaciones, justo fuera de la
vista del salón de baile. Algunos hablaban en voz baja. Otros se miraban
fijamente a los ojos y sorbían champagne. Unos cuantos se besuqueaban. Pero al
menos una persona de cada pareja usaba una runa de flecha y corazón que lo
marcaba a ella o a él como una prostituta de Northern Aggression.
Un hombre usando la runa de collar hizo una mueca cuando su amante
vampiro hundió sus colmillos en su garganta expuesta. Los sonidos ansiosos y
de succión de ella, me recordaron a un gatito maullando. Otro hombre, un
enano, estaba erguido, la cabeza metida debajo del vestido y su rostro enterrado
en la entrepierna de una mujer gigante usando la runa de collar.
No tenía que adivinar lo que él estaba haciendo con su lengua.
La gigante tenía una mirada decididamente aburrida en la cara. Ella
murmuraba falso estímulo al enano, incluso mientras se examinaba las uñas
como debatiendo si necesitaba o no una nueva manicura. La gigante me vio
mirando fijamente. Sus ojos marrones aterrizaron en la runa del collar alrededor
de mi garganta, y se encogió de hombros como diciendo: ¿Qué puedo hacer?
Regresé el encogimiento de hombres y seguí adelante.
Una cosa que no vi aquí eran guardias gigantes.
Página
Llegué a un corredor que cruzaba y me detuve. A mi izquierda, otro
conjunto de puertas llevaba a la terraza. Otro corredor se extendía enfrente de
mí, mientras otro giraba a la derecha, serpenteando de regreso debajo de la
escalera. Di vuelta a la derecha y me adentré en la mansión. Los asistentes a la
fiesta no se habían puesto demasiado serios sobre sus gimnasias sexuales
todavía, por lo que esta zona se encontraba desierta. Pasé un par de
habitaciones, ninguna oculta lo suficiente para mi gusto. No me haría ningún
bien matar a Tobias Dawson y tener a alguien encontrando su cuerpo un
minuto después. Iba a necesitar más tiempo que eso para deslizarme fuera de la
mansión después de haber hecho el trabajo.
212
Mab Monroe probablemente no quería que sus invitados más amorosos se
sintieran observados. Tener un gigante cerniéndose cerca de uno le daría al
desempeño de cualquier persona ansiedad.
Así que recorrí las habitaciones, sorbí mi champagne, y fingí admirar el
gusto de Mab Monroe de muebles mientras buscaba un lugar para matar a
Dawson.
Una cosa que realmente captó mi interés, una serie de runas pintadas, para
nada parecidos a los dibujos que había apoyado en el marco de la chimenea de
la guarida de Fletcher Lane.
Mis ojos se encendieron sobre las runas montadas en la pared opuesta al
fondo de la escalera. Rayos solares. Un fósforo encendido. Una llama con la
forma de una lágrima lamiendo el papel estaba encendida. Todas las piezas
enmarcadas tenían que ver con fuego o calor de alguna manera, y todas fueron
hechas con sienas quemados, naranjas sangrientos, amarillos ardientes. Parecía
que Mab yo compartíamos el gusto en algo además de matar personas.
Extraño. Y perturbador.
Mientras miraba las pinturas, un escalofrío incómodo cosquilleó por mi
espalda como un dedo frío. Algo sobre el arte resonaba en un nivel primigenio
en mí. Aquí, algo viejo y conocedor susurraba en el fondo de mi mente. Aquí está
tu enemigo.
No era un pensamiento inusual para una elemental de Piedra tenerlo
mientras estaba en la casa de un Fuego, o viceversa. Los elementos opuestos no
se mezclaban, y tampoco lo hacían sus contrapartes humanas. Aire contra
Hielo, Fuego contra Piedra. Una historia vieja y predecible. Había escuchado
esa voz, sentido esa incomodidad, antes, en otros lugares con otros elementales.
Pero nunca así de intenso.
Nuevamente, me pregunté sobre el nombre de Mab Monroe estando en el
archivo de Fletcher. Yo había estado con los ojos vendados por lo que no había
visto el rostro de la perra en ese entonces, sólo escuché su risa a carcajadas
mientras me torturaba. Pero pudo haber sido Mab. El rumor decía que su edad
actual era de cuarenta y cinco. Habría tenido poder suficiente, incluso hace
diecisiete años, para hacer todas las cosas horribles que habían tenido lugar esa
noche. Pero, ¿por qué?
―Hola, dulzura ―dijo una voz masculina―. Si tu frente se ve tan firme
con tu trasero, me apunto a un buen rato esta noche.
Puso su otra mano en mi hombro opuesto y me dio la vuelta. Lo dejé y
pegué una sonrisa en mi rostro, mis labios listos para formar una excusa para
deshacerme del bastardo mirón.
Página
Pisadas susurraron en la alfombra a mi derecha, y una mano grande y
fornida se cerró en mi trasero y apretó… con fuerza.
213
¿Por qué habría matado a mi madre, Eira, y a mi hermana mayor,
Annabella? ¿Por qué quiso matarme? ¿Por qué demandó saber dónde estaba mi
hermanita bebé Bria por encima de todo? Simplemente no entendía por qué…
Me encontré mirando a Jake McAllister. El elemental de Fuego había
cambiado sus vaqueros de estrella de rock y camiseta vintage por un esmoquin.
No hacía nada para mejorar su aspecto. Su cuerpo seguía siendo muy fornido,
su rostro todavía hinchado con grasa de bebé.
Se veía como un niño enorme intentando jugar a vestirse con las ropas de
papi. Pero lo más importante era que estaba aquí y me estaba mirando
fijamente.
De todas las personas con las que pude haberme encontrado aquí esta
noche, la posibilidad de que una de ellas fuera Jake McAllister nunca había
cruzado por mi mente. Tanto había estado sucediendo en los últimos días que
había relegado a Jake y su amenaza de matarme a un segundo plano. Pero
suerte, esa perra caprichosa, había decidido joderme una vez más.
Jack frunció el ceño, como si me conociera de alguna parte pero no
pudiera ubicarme. Entonces, el reconocimiento se mostró en su cara rechoncha.
―¡Tú! ―siseó.
Jake McAllister se me quedó mirando. Una sonrisa cruel se expandió por
su cara, haciendo a sus mejillas hincharse mucho más.
―No debiste haber venido aquí esta noche. Porque estamos en mi lado de
la ciudad ahora, y voy a matarte. ―Sus ojos marrones aterrizaron en la runa de
corazón y flecha alrededor de mi cuello―. Después de follarte un par de veces.
Arqueé una ceja.
―¿Me deseas? Ven y atrápame, bastardo.
Golpeé con mi puño en su tráquea. El rostro de Jack se puso rojo
remolacha, y luchó por tomar aire. Mientras él estaba jadeando por respirar,
conduje mi otro puño a su estómago.
Página
Mi deseo de encontrar una zona tranquila para matar a alguien acababa de
convertirse en una necesidad. Tenía que terminar con Jake McAllister ahora. Él
tenía razón. Este era su territorio, o al menos el de Mab Monroe, y no tenía
dudas de que la elemental de Fuego dejaría a Jack hacer lo que quisiera
conmigo, si yo no me encargaba primero de él antes de que pudiera hacer sonar
la alarma. Mis ojos giraron hacia adelante y atrás por las puertas abiertas y
habitaciones que pasaba. Allí. Ese tendría que ser.
214
Primero uno, luego el otro. Golpe-golpe. Como amasando masa. Se dobló
sobre sí, y salí corriendo, adentrándome más en la mansión.
Miré por encima de mi hombro. Jack McAllister había luchado por
ponerse de pie. Le soplé un beso. Su rostro enrojeció, y se movió con pesadez
por el pasillo en mi dirección. Entré en la habitación, encontré el lugar que
quería, palmeé uno de mis cuchillos de plata, y esperé. Diez… veinte…
treinta… conté los segundos en mi cabeza.
Jake McAllister fue más rápido de lo que le había dado crédito… o más
enfadado. Sólo cuarenta segundos pasaron antes de que cargara en la
habitación.
―¿Dónde estás, perra? ―gruñó―. Te vi entrar aquí.
No respondí. Dejé que McAllister lo descubriera por sí mismo.
―Escondiéndote de mí, ¿eh, perra? ―Se echó a reír―. Sabía que estarías
corriendo asustada de mí tarde o temprano.
Puse mis ojos en blanco ante su tonta asunción, pero aun así esperé.
Pisadas pesadas sonaron en el suelo de azulejo. La sombra de McAllister se
arrastró más y más cerca de mi escondite.
Me tensé, reuniendo mi fuerza. Si se escapaba de mí, si gritaba, estaba
acabada. Tenía que matarlo con el primer golpe.
Jake McAllister lanzó hacia atrás la cortina de la ducha detrás de la que
estaba escondida. El elemental de Fuego había alcanzado su magia cuando se
movió atropelladamente por el pasillo. El poder enrojeció sus ojos, y chispas
chasqueaban y siseaban de sus gordos dedos. Su mirada se encontró con la mía,
y sonrió.
―Allí estás, perra…
Últimas palabras que dijo.
Con una mano, agarré la chaqueta del esmoquin de McAllister y lo tiré
hacia adelante, para que su torso estuviera directamente encima de la bañera en
la que estaba parada. Con mi otra mano, empujé mi cuchillo de plata hasta la
empuñadura en su pecho.
Página
La magia de Jake McAllister se apagó como una vela en un huracán. Las
ardientes chispas se apagaron, y el brillo rojo se desvaneció de sus ojos. Sus
brazos se sacudieron y apoyaron contra mí, conectando con mi pecho. Gruñí
ante los golpes pesados y sólidos, pero no me atreví a alcanzar mi magia de
Piedra para endurecer mi propia piel. Cualquier elemental en las cercanías
sentiría la oleada de poder surgir. Los Piedras eran los elementales más raros, y
cualquier usuario de magia que sintiera ese poder tendría curiosidad por ver
quién lo estaba usando y por qué.
215
La hoja raspó sus costillas antes de hundirse en su corazón. No fue el
mejor golpe que haya hecho, pero fue lo suficiente efectivo.
Jake abrió la boca para gritar. Dejé el cuchillo donde estaba en su corazón,
apreté mi mano sobre sus gordos labios, y lo tiré hacia adelante para que la
sangre chorreando de su pecho cayera en la bañera y no salpicara en el suelo de
azulejos. Y así nos quedamos allí, meciéndonos hacia atrás y adelante en la tina,
Jake McAllister intentando apartarse, y yo acercándolo, mis manos clavándose
en su rostro.
Después de unos treinta segundos, las piernas de Jake se tambalearon y
cedieron. Sus ojos vidriosos, y su boca floja debajo de mi mano. Bajé mis dedos
de sus labios.
Jake tosió dos veces. Escupió sangre por los labios y salpicó el frente de mi
vestido. No había nada que pudiera hacer ahora. Así que puse ambas manos en
la chaqueta de su traje y lo arrastré hacia adelante. Era pesado, y tomó algo de
fuerza girarle las piernas hacia arriba y encima de la bañera y luego bajar su
cuerpo los escalones y meterlo en el fondo sin dejar que se cayera. Para cuando
acabé, Jake McAllister estaba muerto, y yo era un desastre de sudor y sangre.
Primero era lo primero, cerré la puerta del baño. Luego regresé a Jake
McAllister. La bañera era de mármol costoso del tipo que era más una piscina
pequeña que una bañera y apoyado sobre una tarima elevada. Un par de
escalones llevaban al borde, y varios más llevaban a la piscina cuadrada.
Me metí en el fondo con Jake. Lo primero que hice fue retirar el cuchillo de
su pecho y ponerlo sobre el borde de la bañera. Luego lo maniobré para que su
espalda estuviera enfrentando el resto del cuarto. Doblé sus manos debajo de su
cabeza y le abrí las piernas para que pareciera que había bebido demasiado y se
había arrastrado a la tina a dormir la borrachera. Al menos, a primera vista. Si
alguien giraba a Jake, verían la sangre en su camisa y en el fondo de la tina.
Pero con suerte, ya me habría ido hace tiempo cuando eso sucediera.
Una vez que estuvo hecho, salí y evalué los daños. La tina también
contaba con varios cabezales que estaban fijos en las paredes en diferentes
ángulos, de ahí la cortina que acordonaba la zona del resto del baño.
El sonido hizo a mi estómago dar un vuelco.
Página
Algo de la sangre de Jake se había rociado en el suelo de azulejos enfrente
de la tina. Agarré la toalla burdeos, la humedecí y la usé para limpiar todas las
manchas y motas perdidas. También limpié mi cuchillo y lo volví a meter en la
manga de mi vestido. El olor a cálido cobre llenó mi nariz, pero lo bloqueé,
junto con el murmullo del mármol debajo de mis pies. En vez del tono oscuro
que había esperado, la piedra prácticamente cantaba con vértigo, como si tener
sangre fresca derramada lo hubiera hecho feliz.
216
La cortina de la ducha era de un rico burdeos salpicado con dorado, y
ahora sangre. Pero a menos que lo miraras de cerca, no notarías que las
salpicaduras no eran parte del diseño previsto.
Trabajé rápidamente, y en silencio. Me tomó menos de dos minutos matar
a Jake McAllister. Nadie debería echarlo de menos todavía, pero no iba a tomar
ningún riesgo moviéndome lentamente. Una vez que limpié la sangre del suelo
enfrente de la tina, corrí la cortina, escondiendo el cuerpo de McAllister de la
vista.
Además de la tina, el baño contaba con dos retretes hechos de lo que
parecía ser verdadero oro. Pusieron enfrentados dos lavabos hechos de mármol
burdeos con vetas de blanco arremolinándose en él. Un espejo de bordes
dorados flanqueaba la pared encima del mostrador. Me quedé mirando en el
espejo, evaluando el daño que me había hecho Jake McAllister con su
agonizante lucha. La tos del bastardo había manchado con sangre mi pecho.
Usé la toalla húmeda para limpiar la sangre en mi piel expuesta, luego la
escurrí, la volví a humedecer, y froté la sangre restante de mi peluca. Fue más
difícil sacar las gotas de sangre de las trenzas rubias falsas, pero lo arreglé
bastante.
Una vez que estuvo hecho, me puse a trabajar en mi vestido. Usé algo de
jabón líquido de una botella en el mostrador y lo froté en las manchas más
grandes. Dado que la tela era negra, no podías decir de qué era la mancha, sólo
que me había tirado algo encima. Pero logré sacar la mayor parte de la sangre.
Mis ojos recorrieron el baño nuevamente, pero no había signos visibles de
que algo fuera de lo común hubiera pasado aquí esta noche. Cuidadosamente
doblé la toalla burdeos y la volví a poner en su lugar original en la bañera.
Mientras esperaba que las manchas húmedas de mi vestido se secaran,
rebusqué en mi bolso y saqué un compacto que había traído, junto con lápiz
labial. Había sudado durante mi lucha con Jake McAllister, y retoqué mi
maquillaje a su pesada máscara una vez más.
Página
217
Acababa de abrir la barra de labial para terminar de arreglar mi rostro
cuando la puerta del baño se abrió… y Mab Monroe entró.
27
Traducido por Lyla, âmenoire y Adaly
Por un momento, sólo nos miramos la una a la otra, sus ojos negros en mis
azules falsos. Mi mente corrió mientras trataba de averiguar lo que la elemental
de Fuego podría estar haciendo aquí, y cómo podía alejarme de ella.
Pero dado que Mab Monroe no gritó de inmediato por sus gigantescos
guardias o peor, alcanzar su magia elemental de Fuego, supuse que no me
había oído matar a Jake McAllister, o limpiar el desorden. Sólo hay una forma
de averiguarlo.
De alguna manera, plasmé una sonrisa en mi cara.
―Oh, hola ―le dije en un tono alegre―. ¿Cómo estás?
Mab frunció el ceño.
―Éste es uno de mis baños privados. No se supone que tienes que estar
aquí.
La voz de la elemental de Fuego era suave, entrecortada, con un toque
rasposo, como la seda rozándose entre sí. Pero había mucho más poder y
amenaza en su tono ligero que en cualquier voz que había oído nunca. Ante el
sonido, sentí esa extraña sensación primitiva surgir a través de mí otra vez.
Enemigo, esa pequeña voz murmuró en la parte posterior de mi cabeza. Enemigo,
enemigo, enemigo.
Pero desconecté la voz, abrí mis ojos, y puse mi mejor cara de oh-no–lafastidié-totalmente-en-este-momento. Luego di un grito ahogado.
―¿Qué estás haciendo aquí?
―Oh, sólo refrescándome un poco. Mucha competencia por aquí esta
noche. Una chica tiene que lucir lo mejor posible en una de estas cosas.
La elemental de Fuego se adentró más lejos en el cuarto de baño.
Página
Mab me miró fijamente, con ojos oscuros y reflexivos. Su mirada se dirigió
a la barra de labios fucsia en mi mano, luego se movió por mi cuerpo. Sus ojos
se detuvieron en las manchas de humedad en la parte delantera de mi vestido.
218
―Oh, lo siento mucho, dulzura. No lo sabía. Nadie me dijo, ya ves, y ésta
es mi primera vez aquí, en una de tus fiestas.
Le di otra sonrisa, me incliné hacia adelante, y volví a aplicarme mi lápiz
labial. Mab se quedó allí, mirándome en el espejo. Ella podría ser capaz de
intimidar a todos los demás en Ashland con su dura mirada, pero a mí no. Pero
eso no significaba que iba a hacer algo estúpido, como insultar en su cara a la
elemental de Fuego en su propio cuarto de baño, con el cuerpo de Jake
McAllister enfriándose a menos de tres metros a mi derecha.
Contrariar a Jonah McAllister en mi propio restaurante era una cosa. Así
como fue matar a su hijo después de que él me amenazó con violarme y
asesinarme. Pero Mab: Mab era diferente. Aunque sólo sea por el simple hecho
de que yo no sabía cuál de nosotras estaría a la cabeza en una pelea. Pero una
de nosotros moriría, y no deseaba ser yo. Tenía promesas que cumplir con los
Fox, promesas que no sería capaz de cumplir si me metía en una batalla con
Mab.
Así que seguí con mis ojos en mi propia cara y no en la de ella. Pero en mi
visión periférica, pude ver magia brillar en sus ojos. A diferencia de Jake
McAllister, los ojos de Mab no se volvían rojos cuando alcanzaba su magia de
Fuego. En todo caso, se volvían más oscuros, más negros, hasta que parecían
aspirar la luz de la habitación. Mab era también una de las elementales que
filtraban poder. Bueno, más bien lo radiaba en su caso. Podía sentir su magia de
Fuego saliendo de ella. Pinchaba sobre mi piel como mil calientes, pequeñas
agujas.
―¿Qué es eso en tu vestido? ―preguntó Mab―. ¿Esas manchas?
Tapé mi lápiz labial y lo deslicé de nuevo en mi bolso.
Mis dedos rozaron el mango de mi cuchillo de plata, pero no lo alcancé.
Matar a un vándalo como Jake McAllister era una cosa. Él fue imprudente,
estúpido, descuidado. Pero Mab Monroe era la mujer más peligrosa de
Ashland. No tenía ninguna duda de que ella podría freírme viva con su magia
antes de que yo consiguiera el arma de mi bolso.
Así que cerré la bolsa pequeña, me volví hacia ella, y amplié mi sonrisa.
―Bueno, verás, es por eso que vine aquí en primer lugar. El caballero con
el que estaba se puso un poco demasiado… entusiasmado con las cosas. Un
verdadero madrugador, si sabes lo que quiero decir.
Los ojos negros de Mab nunca dejaron los míos.
―¿Y quién podría ser este caballero? ¿Este… madrugador?
Me obligué a no soltar otra carcajada.
Página
―De todos modos, he venido aquí para limpiar algunos de los daños,
antes de hacer las rondas para ver si otros caballeros estaban interesados en mis
servicios de esta noche.
219
Solté una carcajada. Mab no se unió a ella.
―Oh, dulzura, no le pregunté su nombre. Eso estaba en la parte superior
de su lista de reglas.
Ella se quedó en silencio durante unos segundos, pensando en mi
respuesta.
―¿Y cuál sería tu nombre?
―Candy, por supuesto, porque soy súper dulce 1.
Repugnancia cruzó el rostro de Mab. Evidentemente, no le gustaban las
prostitutas con nombres cursis. Pero su reacción me dio una idea de cómo
podría escapar de esta inquisición.
Me mojé los labios y di un paso hacia adelante. Por un momento, jugué
con la runa de corazón y flecha en mi gargantilla de terciopelo, llamando la
atención de Mab hacia ella. Sus ojos se posaron en la runa, luego de vuelta en
mí. Di un paso hacia delante y tomé una parte de su cabello que había caído
hacia adelante por encima de su hombro.
Inmediatamente me arrepentí del movimiento, porque aferrarme al
cabello de Mab se sintió como frotar una cerilla encendida entre mis dedos.
Medio esperaba que en mi piel comenzara a formarse ampollas por la
sensación.
Aun así, no le di ninguna señal de que pudiera sentir su magia elemental.
En cambio, froté su mechón de cabello, curvándolo alrededor de mi dedo,
y lo empujé hacia atrás sobre su hombro. Dejé a mis dedos permanecer en su
hombro un instante más de lo que se considera de buena educación, y luego
retiré mi brazo hacia atrás. Mis dedos, toda mi mano, se sentían como si
estuvieran ardiendo. De alguna manera, me las arreglé para no mirarlos.
―Sabes, estoy aquí esta noche para dar servicio a los clientes de cualquier
manera que quieran ―le dije en un tono entrecortado―. Y ya que esta es tu
fiesta, estaría más que feliz de ponerme a disposición para ti, señorita Monroe.
Por todo el tiempo que quisieras. De cualquier manera que tú quisieras.
Por primera vez, algo así como diversión chispeó en los ojos de Mab.
―Eres muy valiente, ¿verdad?
La mirada negra de Mab se movió por mi cuerpo de nuevo, esta vez con
más interés lascivo. Sacudió arrepentida su cabeza.
1
Candy: dulce, caramelo. De ahí el comentario posterior de Gin
Página
―Hay que serlo, en esta línea de trabajo.
220
Le di un encogimiento de hombros delicado y una sonrisa lasciva,
asegurándome de humedecer mis labios con mi lengua de nuevo.
―Por muy tentadora que sea tu oferta, Candy, me temo que no me
permito esa satisfacción en mis propias recepciones. Siempre mantengo mi
negocio y placer por separado.
Saqué mi labio inferior e hice un puchero.
―Qué mal. Bueno, si cambias de opinión, voy a estar alrededor. Toda la
noche.
Pestañé hacia ella. Mab levantó una ceja, pero las comisuras de sus labios
se levantaron en lo que supuse era una sonrisa. No podría decir si la había
entretenido o si sólo estaba burlándose de mí, pero no me preocuparía en
quedarme y averiguarlo.
―Bien, si me disculpas, realmente necesito volver a trabajar ―le dije―.
Mezclarse y circular y todo eso.
―Por supuesto ―murmuró Mab.
Hice un movimiento para pasar a su alrededor. Pero Mab Monroe se
desplazó ligeramente, por lo que mi cuerpo rozó contra el de ella en mi camino
a la puerta. Una vez más, su magia se apoderó de mí, tan caliente que parecía
como si mi vestido hubiera estallado en llamas. Pero, evidentemente a Mab le
gustó lo que sintió porque su sonrisa se ensanchó. Le di otro guiño lascivo y
seguí adelante, a pesar de que mi estómago se apretó al sentir su magia
pinchando mi piel, aún más fuerte y más caliente en esta ocasión, como si yo la
hubiese despertado.
Acababa de alcanzar la puerta cuando Mab me llamó de nuevo.
―¿Nos conocemos, Candy? ―preguntó―. Por alguna razón, me pareces
familiar.
Me volví y sacudí mi cabeza.
―No lo creo, y seguramente habría recordado conocerte a ti, señorita
Monroe. Eres una leyenda en esta ciudad.
Página
De alguna manera, me obligué a pasear de nuevo de la forma en la que
había llegado en lugar de correr como realmente quería. No sabía lo que me
molestaba más. El hecho de que Mab Monroe había considerado la posibilidad
de mi oferta falsa de follarla o el hecho de que había dejado a la elemental de
Fuego en su propio cuarto de baño con un cadáver en la bañera. De cualquier
manera, las cosas empezaban a irse de las manos. Necesitaba dar con Tobias
Dawson solo, ahora, o escapar. Primero estaba salvar mi propia piel esta noche,
221
Le di otra sonrisa antes de escabullirme hacia el pasillo.
y la de Finn y la de Roslyn. Incluso antes del trabajo que había prometido hacer
por Warren Fox.
Acababa de dar vuelta a la esquina para llegar de nuevo al pasillo
principal cuando alguien se movió fuera de las sombras a mi izquierda. Saqué
uno de mis cuchillos.
―Esa fue una buena actuación la que montaste allí en el baño ―murmuró
una voz masculina ―. Muy entretenida.
Owen Grayson salió de entre las sombras. Al igual que todos los demás
hombres en las instalaciones, él llevaba un esmoquin. Una vez más, me llamó la
atención cómo era de compacto, robusto y fuerte su cuerpo. Casi enano, a
excepción de su uno ochenta y cinco de altura.
Sus ojos violetas brillaban en la luz tenue, aunque su cabello negro
azulado desaparecía en las sombras. El tajo blanco de una cicatriz debajo de sus
labios compensa la peculiar torcedura de su nariz, agregando mucho más
carácter a sus rasgos cincelados.
Primero Jake McAllister, luego Mab Monroe, y ahora Owen Grayson.
Estupendo.
―No estoy segura de lo que quieres decir. ―Apreté mi agarre en mi
cuchillo.
En lugar de contestarme, los ojos de Owen Grayson bajaron por mi
cuerpo, un centímetro lento a la vez. Pechos, estómago, muslos, piernas. Abarcó
todo. Una sonrisa se dibujó en su rostro.
―Sabes, Srta. Blanco ―dijo, usando mi nombre a propósito―. El vestido es
precioso, pero creo que me gustan más el delantal y los vaqueros. Se parece más
a la verdadera tú.
Mierda. A pesar de la peluca rubia, Owen Grayson me había reconocido.
Lo que es peor, de algún modo había oído mi proposición a Mab Monroe en el
baño. Me preguntaba si me había visto con Jake McAllister también, y si se dio
cuenta que el otro hombre nunca había salido de la habitación.
―¿Y qué sabes tú de mi verdadero yo? ―le pregunté en un tono suave.
La sonrisa de Owen se profundizó.
Página
No había manera de que pudiera haberme visto sacar el cuchillo. Así que,
¿cómo sabía incluso que tenía uno? Lo miré más de cerca y me di cuenta que la
razón por la que sus ojos violetas eran tan brillantes era porque estaban
brillando: Con magia. Un débil rastro, apenas perceptible, pero la sentía. Una
caricia fresca, no muy diferente de mi propia magia de Piedra. Eso sólo podía
significar una cosa.
222
―Sé que tienes un cuchillo de plata en la mano en este momento.
―Tienes un talento elemental para el metal.
―Culpable de los cargos, me temo ―dijo Owen―. Es una pequeña
habilidad.
Mis ojos se estrecharon. Porque con cada palabra que él decía, estaba
pensando más y más sobre apuñalar a Owen Grayson y considerar la
posibilidad de que pudiera salir de la mansión antes de que alguien encontrara
su cuerpo. Pero me decidí a tomarlo con calma, por ahora.
―¿Qué quieres?
―Sólo quiero hablar. ―Owen extendió su brazo hacia mí―. ¿Te parece?
Me quedé mirando su brazo, pensando en lo fácil que sería barrerlo a un
lado y enterrar el cuchillo en su corazón. Él sabía lo que estaba pensando. El
conocimiento brilló en sus ojos violetas, pero su brazo nunca vaciló, nunca bajó.
Su mirada nunca abandonó la mía. Por alguna razón, Owen Grayson no tenía
miedo de mí. Lo cual despertó mi curiosidad. Lo suficiente para que deslizara
mi cuchillo en la manga de mi vestido.
Jodida curiosidad. Va a hacer que me mate una noche.
Tal vez incluso esta noche.
Tomé su brazo.
―Entonces habla.
Owen me metió cerca de él, y el calor de su cuerpo se apoderó de mí. Olía
rico y terroso, casi como… metálico, si el metal tuviera algún olor real. Su brazo
se sentía como el acero, incluso a través de la tela de su chaqueta de esmoquin.
Por primera vez, era consciente de él como hombre, como alguien del sexo
opuesto. Owen Grayson era decididamente atractivo, con su cuerpo fuerte y
rasgos cincelados. Pero lo que realmente lo distinguía era el hecho de que
irradiaba confianza de la forma en que Mab Monroe hacía magia. Ese toque de
poder, esa confianza, hacía a Grayson interesante. Y definitivamente en alguien
que vale la pena observar.
Sobre todo porque todavía estaba considerando matarlo.
El aire de la noche era frío, sobre todo porque mi vestido estaba todavía
húmedo donde lo había fregado para sacar la sangre de Jake McAllister. Farolas
de hierro de aspecto antiguo se alineaban en la terraza, proporcionando una
iluminación suave, nebulosa, mientras amplios escalones de piedra llevaban a
Página
Al principio, pensé que sería bueno ir directamente allí, pero Owen
Grayson se detuvo y abrió una de las puertas que conducían afuera. Salimos a
la terraza de piedra que bordeaba este lado de la mansión, y Grayson cerró la
puerta detrás de nosotros.
223
Caminamos por el pasillo de vuelta a la sala de baile.
un jardín más allá. Bajos gemidos y sonidos de succión flotaron hasta nosotros,
y varias formas oscuras se retorcían juntas en varios miradores en el jardín.
Otras parejas estaban de pie contra los árboles o utilizaban algunas de las
estatuas de piedra para hacer palanca. La fiesta debía haberse animado un poco,
si la gente ya había llegado afuera para follar sobre las rosas premiadas de Mab
Monroe.
Owen Grayson deambulaba por la terraza, conmigo a su costado.
―Tengo que confesar que estuve bastante sorprendido cuando entraste en
el salón de baile esta noche ―comenzó Grayson―. No había esperado verte ahí,
especialmente portando esa barata peluca rubia.
―No me preocupan las rubias, ¿a ti? ―disparé.
―Las morenas descaradas son más mi estilo. ―Sonrió.
No respondí.
―De hecho, tengo una pequeña confesión que hacer. He estado pensando
un montón sobre ti estos últimos días, señorita Blanco. Tanto que tengo un
amigo recolectando algo de información sobre ti.
Así que Owen Grayson tenía a alguien hurgando en mi pasado. No me
preocupaba. Mi cubierta como Gin Blanco era roca sólida. Había aguantado el
escrutinio de Jonah McAllister, y no tenía duda que había también resistido a
Grayson. Pero no entendía su curiosidad. Seguro, había salvado a su hermana,
Eva, de ser quemada hasta la muerte por Jake McAllister esa noche en el Pork
Pit. Pero la mayoría de los hombres con la riqueza de Grayson, la posición y
situación habrían olvidado todo de mí para este momento.
―¿Me investigaste? ¿Por qué?
―Salvaste a mi hermana, salvaste a Eva ―dijo Owen―. Es la cosa más
importante en el mundo para mí. Me gusta pagar mis deudas. Quería encontrar
una forma de pagártelo. Quería encontrar algo que te gustara, algo que
quisieras o necesitaras, y dártelo. Sin ataduras.
―Te dije que no quería tu dinero.
Si tan solo supiera. Tuve que esforzarme muy fuerte para no estirarme
para alcanzar mi cuchillo de nuevo. Así que Owen Grayson no solo podía sentir
un arma de metal en mi mano, también podía decir exactamente cuántos tenía
conmigo. Los cinco habituales, por el momento. Dos en mis mangas, dos más
amarrados a mis muslos y uno en mi cartera.
Página
―Así que eso has dicho. Pero me acerqué a ti, sostuve tu mano esa noche
en el Pork Pit. Y me pregunté por qué alguien que está a cargo de un
restaurante de barbacoa, inclusive uno en el límite de Southtown, cargaría cinco
cuchillos de plata en su persona. Parecía una exageración para mí.
224
Owen ondeó su mano.
―Conoces sobre mi interés en el metal ―continuó Grayson―. También
tengo interés en las armas. Hacerlas es un tipo de pasatiempo para mí. Así que
puedes entender mi curiosidad sobre los finamente elaborados como los tuyos.
De plata no son fáciles de dar forma o comprar.
―El Pork Pit está en un vecindario rudo ―dije inexpresiva―. Los
cuchillos me hacen sentir segura.
Owen se rió. Una pista de sarcasmo en su voz gutural.
―Apostaría que lo hacen. Pero hay una cosa más que me intriga sobre ti,
señorita Blanco.
―¿Y eso sería?
Owen se detuvo y desenganchó mi mano de su brazo
Antes que me diera cuenta de lo que estaba haciendo, giró mi mano y
sostuvo mi palma hacia arriba.
―Esto.
Nos paramos debajo de una de las antiguas farolas. El difuso brillo dorado
cubrió mi palma, e hizo que la cicatriz de la runa de araña incrustada en mi piel
brillara en un leve plateado.
―Un circulo pequeño rodeado de ocho rayos delgados ―murmuró Owen
Grayson―. Una runa de araña. El símbolo de la paciencia. Me preguntaba qué
era el símbolo.
Por un momento estuve anonadada. Simplemente anonadada. No solo
porque Grayson sabía sobre mis cicatrices, o al menos sobre esta, sino también
porque nunca le mostraba las marcas a nadie. Solo Finn y las hermanas
Deveraux sabían cómo lucían realmente además de mí, y no estaba loca sobre
mirarlas fijamente, por obvias razones.
―Así que tengo una cicatriz. Muchas personas lo hacen. Difícilmente vale
la pena mencionarlo.
Sacudió su cabeza.
Página
Aun así, a pesar de mi sorpresa, lo jugué tranquila, como si el que Grayson
viera la cicatriz no me importara en absoluto. Me encogí de hombros.
225
Oh, algunas veces en el restaurante alguien obtenía un vistazo rápido
accidentalmente mientras estaba trabajando. Pero las cicatrices se habían
desvanecido con el paso del tiempo y era difícil decir que realmente eran runas
sin estudiarlas con detenimiento, o que tenía una en cada palma. Incluso así,
solo las hacía pasar por quemaduras que había obtenido al trabajar en el Pork
Pit a lo largo de los años.
―No cualquier cicatriz. Es plata. El metal en tu piel. Cuando tomé tu
mano esa noche, la sentí. Y ahora ―Grayson inclinó su cabeza hacia un lado―,
puedo escucharla.
Lo miré. Debe tener más que un pequeño talento para el metal, si pudo
hacer todo eso. De nuevo, la idea de que Owen Grayson es alguien que vale la
pena vigilar me golpeó, alguien con quien ser muy cuidadosa estando
alrededor. Tal vez incluso alguien de quien deshacerme. Pero mi curiosidad no
se desvanecería lo suficiente para dar ese paso final. No todavía. No hasta que
supiera exactamente lo que quería.
―¿Y cómo suena el metal en mis manos?
Me dio una pequeña sonrisa.
―Suena triste. Herido. Solitario.
Mantuve mi rostro en blanco, incluso mientras las emociones y recuerdos
se aceleraban dentro de mí. La sensación del medallón de runa de araña en mi
piel, el sonido de mi propia carne derritiéndose llenando mi nariz, mis roncos
gritos haciendo eco en mis oídos, las risotadas de la elemental de Fuego
ahogando todo lo demás. De alguna manera, hice retroceder los recuerdos y me
enfoqué en el rostro de Grayson, en sus ojos violeta, que todavía estaban
brillando, aunque muy ligeramente.
En ese momento, consideré seriamente lastimar a Owen. Incluso matarlo.
Porque de alguna manera, Grayson había arrancado parte de mis defensas,
parte de mi anonimato.
Conocía demasiado sobre mí, conocía demasiadas cosas que era muy
cuidadosa en encubrir. Podía ser una amenaza. Para mí, para Finn, para las
hermanas Deveraux. No me gustaban las amenazas.
Así que decidí regresar a los negocios.
―¿Mi cicatriz suena triste, herida, solitaria? Eso me suena como un
aburrido acercamiento ―me burlé―. Seguramente puede hacer algo mejor que
eso, señor Grayson.
―¿De ti? No he decidido. Pero las posibilidades son interesantes. ―Sus
ojos vagaron por mi cuerpo de nuevo de una manera franca, determinada que
me dijo que le gustaba lo que veía. Su mirada se posó en la runa de corazón y
Página
―¿Entonces qué es lo que realmente quieres? ―pregunté una vez que la
risa de Grayson había desaparecido.
226
Owen se rió, una ruidosa risa cordial. Lo divertía. Se estaba burlando en la
cara de su posible muerte. A pesar de la estupidez de su acción, tenía que
admirar su valentía. Eso y la pequeña chispa de interés, de curiosidad que tenía
sobre él, era todo lo que estaba manteniendo vivo a Grayson.
flecha que colgaba de mi gargantilla de terciopelo negro―. Aunque nunca te
habría tomado por una de las chicas de Roslyn Phillips.
Una sonrisa rígida curvó mis labios.
―Soy una mujer de muchas habilidades.
―Apuesto que lo eres ―murmuró.
―Vamos al grano ―dije―. Porque tengo otras cosas que hacer además de
estar de pie aquí afuera en la oscuridad contigo.
Como matar a Tobias Dawson. Cinco minutos habían pasado desde que
había dejado a Mab Monroe en su propio baño con Jake McAllister. Dado que
no había oído ningún grito o actividad de huida, ella no había encontrado su
cuerpo en la bañera. Lo que significaba que aún tenía una pequeña ventana de
tiempo para encontrar, atraer y matar a Dawson.
Owen Grayson asintió.
―Muy bien. Como estaba diciendo, estaba bastante sorprendido de verte
aquí esta noche. Pero una vez que lo hice, me decidí a acercarme a ti.
―¿Por qué?
Se encogió de hombros.
―Pensé que te gustaría bailar.
Me quedé mirándolo. Parecía ser sincero. ¿Owen Grayson atraído hacia
mí? Mis ojos se estrecharon. O tal vez simplemente vio la runa alrededor de mi
cuello y se dio cuenta de lo que significaba, que se suponía que debía follar a
alguien esta noche de forma gratuita. De cualquier manera, supuse que extrañas
cosas habían pasado.
―Pero no fui los suficientemente rápido para atraparte antes de que
dejaras el salón de baile ―continuó Grayson―. Y luego te escuché hablar con
Mab en el baño. Lo cual me interesó mucho más, Gin. ¿Puedo llamarte Gin?
―Por supuesto. No tiene que mantener las formalidades en este punto. En
cuanto a lo que escuchaste en el baño, no puedo imaginar por qué dos chicas
montándoselo serían del interés de un tipo como tú. ―Sarcasmo goteaba de mi
voz como salsa espesa caliente de una galleta.
―Entonces me quieres follar ―dije en tono contundente―. De eso es lo
que esta pequeña conversación se trata. La charla sobre mis cuchillos, el paseo
en la terraza, el tomarse de las manos y hablar de cómo suenan mis cicatrices.
Interesante técnica. Dime, ¿cuál es tu próximo movimiento? ¿Situarme contra la
pared? ¿O que me caiga accidentalmente sobre tu polla?
Grayson se rió de nuevo.
Página
―Por supuesto que no.
227
Sus ojos violetas brillaban en la penumbra, y sonrió.
―Claro que quiero follarte, Gin.
Se me quedó mirando fijamente. Veía deseo en su mirada violeta, pero no
era tan lujuriosa o lasciva como las otras miradas que había estado recibiendo
esta noche. Oh, Owen Grayson parecía ser tan sexual y aficionado al cuerpo
femenino como el próximo hombre.
Pero interés genuino también brillaba en los ojos del hombre de negocios,
como si estuviera disfrutando de nuestra conversación de entrenamiento tanto
como lo haría levantando mi falda.
―Pero vamos a disminuir la velocidad, ¿de acuerdo? ―dijo Grayson―.
Como dije antes, siempre he tenido una cosa por las morenas descaradas. He
decidido que me agradas, Gin. Me interesas. Y nadie ha hecho eso en un tiempo
muy largo.
―Entonces, ¿qué estás proponiendo, exactamente? ¿Qué los dos vayamos
a un lugar tranquilo para hablar antes de que hagas tu movimiento? ―me
burlé.
―Difícilmente ―se burló Owen―. A diferencia de algunos otros
invitados de Mab, no necesito depender de su generosidad para mi satisfacción.
Pensaba que tal vez te gustaría salir alguna vez. Cena, quizás una película,
baile. Lo que quieras.
Mis cejas se levantaron.
―¿Quieres salir conmigo? ¿A pesar de que estoy usando esto? ―Señalé al
collar de la runa del corazón y la flecha―. ¿A pesar de que soy una prostituta?
¿A pesar de que podrías tenerme gratis esta noche?
Se encogió de hombros de nuevo.
―Llámame loco, pero pensé que podría ser divertido.
¿Divertido? No sabía de eso. Pero ciertamente había más de Owen
Grayson de lo que se veía. Pensaba que tenía un segundo empleo como una de
las chicas de Roslyn Phillips, y todavía estaba pidiéndome que saliera con él.
―Digamos que te creo, que realmente quieres llegar a conocerme y no
solo a mis pechos ―dije―. Hazme un favor, y consideraré tu propuesta.
Grayson asintió.
―Bien. ¿Qué tipo de favor?
Página
Pero había algo con lo que Owen Grayson me podía ayudar. Y estaba lista
para sacar provecho de esa buena voluntad que me debía.
228
Para ser vista en público con él. Lo que significaba que ya sea estaba
genuinamente interesado en mí o tramando un plan que no podía descifrar. De
cualquier manera, no tenía tiempo para esto esta noche.
―Llévame a dentro y preséntame a Tobias Dawson. Estoy segura de que
lo conoces, ya que los dos están tan involucrados en el negocio de la minería en
Ashland.
Sus ojos se estrecharon.
―Sí, lo conozco. Pero, ¿por qué quieres conocer a Dawson? No me parece
que sea tu tipo.
Le di una sonrisa rígida.
―Porque estoy aquí para servir a los invitados de Mab esta noche, y
escuché que es una gran propina. Y eso es definitivamente mi tipo.
Owen me estudió en la luz brumosa. Decepción brilló en sus ojos. Su
chica, gratis y fácil se estaba alejando.
―Tú mismo lo has dicho. Me debes por salvar a Eva, por salvar a tu
hermana ―le recordé en un tono suave―. Bueno, esto es como quiero
cobrarme. Ahora, ¿vas a presentarme? ¿O voy a tener que encargarme yo
misma?
Pretender ser una prostituta. Insinuándome a Mab Monroe en su propio
baño. Dar a entender que iba a follar a otro hombre por la simple promesa del
dinero. Owen Grayson me había visto y oído hacer todas esas cosas en un
espacio de cinco minutos. Me resigné a la mueca de decepción que se estaba
cruzando en mi camino y a las duras palabras que de seguro la seguirían. A
ningún hombre le gustaba que le pusieran los cuernos.
Pero para mi sorpresa, Owen Grayson simplemente sonrió. Una emoción
familiar brillaba en sus ojos, una que me había metido en problemas en más de
una ocasión. Curiosidad.
Ardía aún más brillante que el deseo que tenía hace un momento.
―Oh, te presentaré a Dawson, solo para ver lo que estás tramando.
―Diversión coloreó la voz de Grayson, y extendió su brazo para mí por
segunda vez―. ¿Vamos, Gin?
La curiosidad de Owen Grayson me podría causar problemas en el futuro,
pero esto era una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar.
Así que puse mi mano sobre su brazo.
Página
229
―Vamos.
28
Traducido por LizC
Owen Grayson me escoltó de nuevo al salón de baile. Nos detuvimos
cerca de la puerta a la terraza, en busca de Dawson. Finalmente, vi al enano
vaquero, de pie cerca de la larga barra llena de gente. Tobias Dawson bebió un
trago de lo que parecía whisky, seguido de una jarra de cerveza, eructó y se
limpió la boca con el dorso de la mano. Clásico.
―¿Estás segura que quieres hacer esto? ―murmuró Grayson.
Hice una pausa. Grayson probablemente pensó que estaba reconsiderando
acercarme a Dawson, dado el evidente desprecio del enano a las servilletas.
Pero, en realidad, estaba recordando a Violet Fox y la forma en que Trace
Dawson la había golpeado en la cara. La forma en que Tobias Dawson escupió
jugo de tabaco sobre las tablas del suelo en la tienda country. La forma en que el
diamante en su caja fuerte en la oficina prácticamente había cantado. La forma
en que los hombros de Warren Fox habían caído cuando le había dicho para lo
que Dawson realmente quería su tierra.
―Sí, estoy segura.
Owen me acompañó a través de la multitud. Pasamos a Mab Monroe, que
estaba hablando con un viejo vampiro asiático. La elemental de Fuego me vio
del brazo de Grayson y levantó su copa de champán en un brindis silencioso.
Debo haberle causado más que una impresión de lo que me había dado cuenta.
No es bueno, pero sonreí y le di una ligera inclinación de cabeza en
reconocimiento. Más importante aún, el brindis de Mab también me dijo que no
había encontrado el cuerpo de Jake McAllister en la bañera.
Página
También pasamos por delante de Finn y Roslyn. Los brillantes ojos verdes
de Finn se movieron de Grayson a mí, y levantó la ceja en una pregunta
silenciosa. Negué con la cabeza un poquito, diciéndole que estaba bien. Sin
embargo, los ojos de Finn se quedaron en nosotros dos, incluso a medida que él
y Roslyn charlaban un poco con un gigante hispano de piernas que parecían no
terminar nunca.
230
Lo que significaba que todavía tenía tiempo suficiente para matar a
Dawson.
Nos tomó cerca de dos minutos maniobrar el camino hacia el bar. Owen lo
arregló de modo que me interponía entre él y Tobias Dawson, cuya espalda
estaba vuelta hacia la mía. Grayson pidió un whisky.
―¿Y para la señora? ―preguntó el camarero.
―Ginebra ―le dije―. Con un toque de limón.
La boca de Owen se crispó con diversión, pero no dijo nada acerca de mi
elección de bebida. El camarero nos dio nuestras órdenes. Tomé un sorbo de la
ginebra. El líquido frío quemó mi garganta, antes de difundir un agradable
calor a través de mi estómago. Después de beber gran parte de nuestras
bebidas, Grayson se inclinó sobre mí para dar un ligero golpe en el hombro de
Tobias. El enano se volvió. Me aseguré que lo primero que viera fueran mis
tetas, empujadas a nuevas alturas por el poderoso sujetador de Roslyn.
Dawson parpadeó.
―Hola, Tobias ―dijo Grayson―. ¿Cómo estás esta noche?
El enano miró a mi alrededor al otro hombre.
―Oh, hola, Owen. Estoy bien. ¿Y tú?
―Maravilloso ―respondió Owen en un tono locuaz―. Permítanme
presentarte a mi conocida. Esta es…
―Candy ―le dije en un tono coqueto―. Porque soy tan dulce.
Los ojos del enano se pegaron a mis tetas y luego se movieron hasta mi
cabello rubio, maquillaje espeso, y los contactos azules.
Le debe haber gustado lo que vio, porque sonrió. Sus dientes amarillos
combinaban con el color sucio arena de su cabello y bigote. El enano se quitó el
inmenso sombrero de vaquero ante mí.
―Es un placer, señora.
Teniendo en cuenta lo que Roslyn Phillips me había dicho sobre el fetiche
de vaquero de Tobias Dawson, decidí hacer el papel de una prostituta con un
corazón de oro.
Me volví hacia Owen y puse un gran y falso mohín en mis labios.
―¿Entonces, cuándo vamos a bailar? Me prometiste un baile.
Una vez más, los labios de Grayson se crisparon con diversión.
Página
La sonrisa de Dawson creció un poco más, pero sus ojos azul pálido
adquirieron una aguda mirada depredadora. Había interesado al enano.
Tiempo para pescarlo, o al menos dejarle fingir que era él quien recogía el
anzuelo.
231
―Aw, no eres justo el perfecto caballero. ―Bajé mis pestañas y le di un
ligero golpecito en el brazo―. Guapo también.
―Lo siento… Candy, pero no soy un gran bailarín.
―Tal vez podría bailar con la dama ―ofreció Tobias Dawson―. Si no
tienes ninguna objeción, Owen.
Grayson agitó su mano.
―Por supuesto no. Ya me he divertido con Candy esta noche. Es toda
tuya, Tobias.
Los ojos violeta de Owen se reunieron con mis ojos grises entrecerrados.
Más diversión se reflejaba en su mirada luminosa. Realmente estaba
disfrutando de esta pequeña farsa.
El enano vaquero me ofreció su corto brazo rechoncho.
―¿Vamos, Candy?
Resoplé ante Owen, le di la espalda, y sonreí al enano.
―Gracias, señor Dawson. Por lo menos alguien aquí todavía sabe cómo
tratar a una dama.
El modelo cliché me dio ganas de vomitar, pero me dije que he pasado por
cosas peores antes para acercarme a los objetivos. Podía caer un poco más bajo
si eso significaba eliminar a Tobias Dawson.
Mis dedos rozaron a lo largo del brazo del enano antes de decidirme por
su desnuda mano marrón. Por alguna razón, Dawson frunció el ceño ante el
contacto. Algo brilló en sus ojos, pero se había ido antes de que pudiera
interpretar lo que era. Pero de repente me miró con mucho más interés. Tal vez
lo había conmocionado con estática o algo así, aunque si lo hubiera hecho,
también habría sentido lo mismo.
Pero me encogí de hombros a mi inquietud y dejé que el enano me llevara
a la pista de baile. Dawson media apenas un metro cincuenta, lo que significaba
que sus ojos estaban a nivel de mis tetas. Pero su altísimo sombrero de vaquero
abarcaba a lo largo de mi peluca falsa.
―Sabes, Candy, eres una mujer muy atractiva ―dijo Tobias Dawson―.
Por otra parte, siempre he sido parcial a las rubias.
Página
Bailamos en silencio por unos minutos. Mantuve la sonrisa constante a
medida que dábamos vuelta. La mano de Dawson se tensó sobre la mía. Su
palma se sentía curiosamente cálida contra la mía, algo que cabe esperar de un
elemental de Fuego, pero no uno de Piedra, como el enano.
232
La orquesta comenzó un vals clásico, y Tobias Dawson me acercó. Lo
único que le impedía enterrar la cabeza entre mis tetas era la crinolina en mi
falda. Era demasiado rígida y gruesa para que él pudiera maniobrar en la forma
que quería. Tenía que recordar agradecer a Roslyn Phillips por ese pequeño
favor.
Dejé escapar una pequeña risita infantil.
―¿No eres la cosa más dulce? Eres un verdadero encanto, si se me permite
decirlo, señor Dawson. Voy a tener que decirles a las otras chicas aquí esta
noche que estén pendiente de usted.
El enano sonrió, pero sus ojos eran fríos y distantes. Una vez más, tuve la
sensación de haber hecho algo mal, pero no podía imaginar lo que podría ser.
No había manera de que Dawson pudiera saber quién era yo, que solía ser una
asesina llamada la Araña, que estaba trabajando para los Fox, que había venido
aquí esta noche para matarlo. No había manera de que pudiera saber todo eso…
¿o sí? El enano había sido lo suficientemente inteligente como para encontrar
una montaña llena de diamantes y utilizar una losa de granito como caja fuerte.
Era imposible saber lo inteligente que era.
Nos quedamos en silencio de nuevo. El enano se quedó mirándome.
Entonces sus ojos se fueron a la runa en el collar alrededor de mi garganta.
El baile terminó, y los dos aplaudimos educadamente.
La orquesta comenzó otra melodía, algo un poco más jazz.
Sostuve mi mano hacia Dawson.
―¿Podría interesarle otro baile?
―Tal vez le gustaría ir a algún lugar más privado ―sugirió Dawson―.
Escuché que los jardines de Mab son preciosos bajo el claro de luna.
Pensé en las solitarias glorietas con bosquecillos de árboles y matorrales
de rosales que había visto fuera. Podía derribar a Dawson en el jardín. Con un
poco de suerte, nadie tropezaría con él hasta la mañana. Era mi mejor opción en
este momento, a menos que pudiera de alguna manera llevar al enano de vuelta
al cuarto de baño donde había matado a Jake McAllister. Dada la forma en
Dawson estaba mirando mis tetas, dudaba que esperara mucho antes de que se
abalanzara sobre mí.
Le sonreí de nuevo.
Finn no era el único que me miraba. También Owen Grayson. Él asintió
hacía mí cuando pasamos frente a él. Le sonreí a cambio.
Página
Puse la mano en el brazo de Tobias Dawson, y salimos de la pista de baile.
Al otro lado de la habitación, vi a Finnegan Lane observándome fijamente. Él
todavía estaba junto a Roslyn, pero vi el alivio en su mirada verde. Finn sabía
que, cuanto más tiempo me quedara más riesgo había que alguien tratara de
propasarse de verdad… y menos posibilidades tendría de hacerme cargo de
Dawson.
233
―Me encantaría ir a los jardines.
Tobias Dawson abrió una de las puertas dobles para mí, y salimos al
exterior. El aire de la noche se había vuelto aún más fría desde que había estado
aquí con Owen Grayson, así que me estremecí.
―¿Frío? ―preguntó el enano, cerrando la puerta detrás de nosotros.
―Un poco.
Él me sonrió.
―No te preocupes. Lo que tengo en mente te hará entrar en calor
enseguida.
Dawson estaba diciendo todas las cosas correctas, pero una vez más, su
sonrisa no llegó a sus ojos claros. Aun así, me sacudí mi inquietud.
Todo lo que tenía que hacer era alejarlo de las puertas, y el trabajo habría
terminado. Dawson me ofreció su brazo una vez más, y lo tomé. Con mi mano
libre, palmeé uno de mis cuchillos de plata.
Caminamos por los escalones de la terraza y en un camino de piedra que
serpenteaba a los jardines oscuros. Una mujer chilló en voz baja en una glorieta
a nuestra izquierda. Un momento después, otra mujer se unió a su coro ronco.
Dawson no les hizo caso y siguió adelante. Dejé que me llevara más lejos
en las sombras atravesando el jardín como cuchillos negros.
El enano no se detuvo hasta que llegó a una glorieta escondida debajo de
los tentáculos de un sauce llorón.
Miré por encima del hombro. Estábamos a sesenta metros de distancia de
la terraza, tan fuera de la vista de cualquier persona que se asomara a las
puertas de cristal. Apreté mis manos en mi cuchillo y me preparé. Dawson me
llevó a un largo banco de madera en el interior de la glorieta. Me senté, pero el
enano no se unió a mí. En cambio, se detuvo delante de mí y se balanceó sobre
los tacones de sus botas de vaquero.
―Te ves como una chica inteligente, Candy ―retumbó el enano―. Así
que, creo que es bastante seguro decir que sabes quién soy y lo que hago para
ganarme la vida.
Él asintió.
―Soy muy fuerte y muy inteligente. También soy un elemental de Piedra,
¿sabía eso?
Negué con la cabeza.
Página
―Por supuesto que he oído hablar de usted, señor Dawson. Es uno de los
mayores mineros del carbón en todo Ashland. Un hombre de negocios muy
respetable. Muy inteligente. Muy fuerte. ―Un poco más que exagerado, pero la
adulación no hace mal.
234
No sabía a dónde iba con esto, pero sonreí.
―No. Me temo que no le presto mucha atención a la magia.
Dawson volvió a asentir.
―Por supuesto. Como has dicho, soy muy poderoso. Pero lo que pocos
saben es que tengo otro talento elemental. Algo pequeño pero muy útil a veces.
Seguí sonriendo, aunque para ahora, mis mejillas dolían por el esfuerzo.
Necesitaba que el enano se acercara más de modo que yo pudiera salir de la
banca y apuñalarlo, no hablarme hasta ponerme en coma con los ojos vidriosos.
―¿Y qué sería eso? ¿Un talento por el metal, tal vez?
Dawson negó con la cabeza.
―Oh, no, nada así de grande. Pero tengo la habilidad de sentir la magia
de los demás y saber exactamente cuál es su poder, con sólo tocar su piel. Casi
como una huella digital mágica, si se quiere. ―Su rostro endureció―. Y tus
palmas pegajosas estuvieron por todas partes en la caja fuerte de mi oficina,
perra.
Oh-oh.
Tobias Dawson había percibido mi magia… y peor aún, sabía que era la
que había irrumpido en su caja fuerte en la oficina de la minería.
Página
235
Salté inmediatamente del banquillo, ya levantando mi mano, lista para
conducir mi cuchillo de plata profundamente en el pecho del enano. Pero
Dawson fue más rápido. Su puño se estrelló contra mi cara, y el mundo se
volvió negro.
29
Traducida por âmenoire, Rihano y AnnaTheBrave
―¿Estás seguro que era ella, Tobias?
Una voz femenina sonó en algún lugar encima de mi cabeza, aunque
parecía lejana. No podía decir exactamente desde dónde venía. El pulsar en mi
cabeza ahogaba casi todo lo demás, aunque sentía césped cubierto de rocío
debajo de mi espalda y el frío beso del viento nocturno sobre mi rostro. ¿Por
qué estaba acostada? No podía recordar nada a través del dolor en mi cráneo.
―Estoy seguro ―murmuró un hombre―. Esta es la perra que irrumpió en
mi oficina. Tiene el hedor de la mágica de la piedra sobre toda ella. Luego están
estos.
Algo crujió. Quería abrir mis ojos para ver qué era, pero por alguna razón,
mis párpados simplemente no se levantaban.
―¿Es eso plata? ―preguntó la mujer de nuevo
Una pequeña parte de mi mente frunció el ceño con concentración.
Conocía esa voz, esa suave voz susurrante que resonaba con tal poder crudo.
Solo no podía recordar a quién le pertenecía.
―Sí ―contestó el hombre―. Tenía cinco de ellos con ella.
―¿Y realmente piensas que te atrajo hasta aquí para matarte? ―preguntó
la mujer―. Tal vez solo los está llevando por protección. Las prostitutas tienden
a hacer eso, sabes.
―Sé que fue ella. La he visto antes. Estaba en la tienda de Fox ayer, junto
con un policía. Debe estar trabajando para el viejo.
Sentí a alguien agachándose junto a mí, y un dulce y ligeramente molesto
aroma llenó mi nariz, como jazmín mezclado con humo. Un dedo trazó el
costado de mi mejilla.
Página
―Es una lástima ―dijo la mujer en tono burlón―. Tiene mucho potencial.
236
Silencio. De nuevo, intenté abrir mis ojos para ver lo que pasaba. Una vez
más fallé. El pulso en mi cabeza se intensificó, como si otro tambor hubiera sido
añadido a la banda.
Calientes agujas de dolor penetraron mi piel, pero ni siquiera podía gritar.
Ni una parte de mí parecía estar funcionando. El dedo ardiente bordeo mi
escote, antes de deslizarse por mi estómago.
Una suave risa hizo eco por encima de mi cabeza. El sonido me hizo
pensar en fuego, humo, ceniza. Rudas manos me sostenían abajo. La runa de
araña calentándose entre mis palmas.
Preguntas. Tantas preguntas sobre Bria. La plata ardiendo en mi piel,
derritiéndose en mi carne. La elemental de Fuego riéndose mientras la runa me
quemaba. Riéndose.
La elemental de Fuego. Mab…
―Muy bien ―dijo la mujer―. Haz lo que quieras con ella… afuera
Su voz hizo corto circuito con mi tren de pensamiento. Traté de agarrarme
a los escasos bucles de recuerdos, pero se retiraban hacia la oscuridad, una
oscuridad que lentamente me estaba tragando una vez más.
―¿Afuera? ¿Por qué? Quiero encargarme de la perra en este momento.
―El hombre sonó quejoso y petulante.
―Porque en caso que no lo hayas notado, Tobias, estoy siendo anfitriona
de varios cientos de personas. Un cadáver en el jardín pondría desanimo en la
velada, ¿no lo crees? Además, clamas que vino aquí a matarte. Así que tú
puedes hacerte cargo de ello. Esta noche, no tengo ganas de ensuciar mis manos
o cualquier otra parte de mi persona. Además, está inconsciente. Ninguna
diversión se tendría ahí.
―Bueno, ¿qué quieres que haga con ella? ―preguntó el hombre de nuevo.
―Me importa un comino ―espetó la mujer―. Solo sácala de mi
propiedad. Ahora.
Página
La primera cosa de la que fui consiente era el suave barro debajo de mi
mejilla, entremezclado aquí y allá con pequeñas piedras. Pequeñas piedras
diminutas que se sentían como suaves guisantes murmurando contra mi piel.
Me concentré en ese sonido, el leve murmullo, dejándolo sacarme de la
oscuridad en que había estado flotando. Después de unos minutos, me di
cuenta que estaba yaciendo boca abajo, pero no intenté moverme. Mi cabeza
dolía demasiado para eso, el pulso previo ahora era un pulsante dolor caliente
detrás de mi ojo izquierdo.
237
Rudas manos se cerraron alrededor de mis brazos y me levantaron, pero
para ese punto, me había hundido en la oscuridad una vez más.
Pero me concentré y lentamente la velada regresó a mí. Vistiéndome y
entrando a la fiesta de Mab Monroe. Matando a Jake McAllister. Topándome
con la elemental de Fuego, luego con Owen Grayson. También recordaba salir
al jardín con Tobias Dawson y el jodido enano golpeándome. Y ahora, bueno,
quién sabe dónde jodidos estaba. Pero todavía estaba viva, lo que significaba
que todavía tenía una oportunidad. De correr, de luchar, de encogerme en un
estrecho hoyo oscuro hasta que los chicos malos se fueran. Lo que sea que se
necesitara para sobrevivir. La voluntad para hacerlo sin importar qué, la
primera lección que Fletcher Lane me había enseñado alguna vez. Algo que
sabía incluso antes que él lo articulara para mí.
Así que me enfoqué en mi cuerpo, evaluando el daño que había sido
hecho. Mi rostro se sentía como si hubiera sido golpeado con un mazo. Dada la
rigidez y el constante pulso, estaba bastante segura que mi mandíbula estaba
rota, tal vez mi pómulo izquierdo también. Un par de mis dientes se sentían
flojos y el fuerte sabor a cobre de mi propia sangre llenaba mi boca. Abrí una
rendija de mis ojos. Un poco de luz fluyó en mi visión.
Bueno, al menos no había fracturado mi nervio óptico.
Después contoneé mis dedos de manos y pies. Mis brazos se sentían
adoloridos, como si hubiera sido maltratada, lo que probablemente había
pasado. Mis rodillas estaban raspadas y en carne viva. También mis manos.
Molestias menores. Pero para mi sorpresa, no parecía que tuviera otras
heridas. Sin huesos rotos, sin costillas fracturadas, sin trauma entre mis mulsos.
Lo que solo podía significar una cosa. Tobias Dawson quería interrogarme antes
de matarme, o el enano solo me quería despierta mientras me torturaba.
Ninguna opción era placentera, pero había enfrentado ambas antes y salido en
más o menos una sola pieza. También sobreviviría a esto.
Pasos rasguñaron sobre el suelo detrás de mí y empecé a mecerme de ida
y vuelta y gemir. Sin necesidad de dejar que los bastardos supieran que tenía mi
buen juicio devuelta en mí. También abrí mis ojos y empecé a parpadear para
quitar los puntos blancos que nadaban dentro y fuera de mi visión como
aletargados bagres.
Página
El bajo y profundo barítono de un gigante. Pero lo más curioso era que la
voz hacía eco como un órgano, rebotando en las paredes de roca que nos
rodeaban. Escuché de nuevo, esta vez más detenidamente, no solo a las piedras
del tamaño de guisantes alrededor de mí sino también a la piedra que yacía
debajo de mi cuerpo. Y me di cuenta qué me rodeaba. El suelo era suave, pero el
techo y especialmente las paredes eran más duras, rocosas y hechas de piedra.
Dado lo que conocía de Tobias Dawson, solo había un lugar donde podría estar,
dentro de la mina de carbón del enano. Dawson Número Tres. Un lugar donde
nadie me oiría gritar, o incluso encontrar mi cuerpo roto.
238
―Creo que la perra está despierta ―dijo una voz.
Lentamente, me levanté sobre mis manos y rodillas, luego me incliné hacia
atrás sobre mis talones. Mi cabeza y rostro punzaban, pero bloqueé el dolor,
incluso mientras me apiñaba ahí con mi cabeza en mis manos.
Un par de botas aparecieron ante mí. Botas de vaquero.
Piel de víbora negra con llamas rojas y puntiagudas puntas de plata.
Levanté la mirada para encontrar a Tobias Dawson acechando sobre mí.
Tanto como un enano de metro y medio de altura podía acechar.
―Ya era hora que te despertaras, perra ―dijo y me golpeó de nuevo.
No tuve tiempo de estirarme por mi magia de Piedra para endurecer mi
piel en una coraza rocosa. Además, esa era una carta que todavía no quería
jugar. Tobias Dawson podía haber sentido mi magia, podía haber sido capaz de
apuntarme como quien entro a su caja de seguridad, pero probablemente no se
daba cuenta cuán fuerte era yo. De otra forma, habría hecho lo inteligente y me
habría matado mientras había estado inconsciente en el jardín de Mab Monroe.
Pero todo ese conocimiento, toda esa planificación, no me ayudaba con el
puño silbando hacia mi cuerpo a una velocidad vertiginosa.
Me las arreglé para inclinarme hacia atrás y girar mi cuerpo lo suficiente
para que su puño golpeara mi hombro izquierdo en lugar de golpear mi cara. El
duro golpe me lanzó hacia mi costado, y sentí que este reverberó a través de
todo mi cuerpo. Una onda de choque eléctrico de dolor. Un gemido bajo se
escapó de entre mis labios apretados, pero me obligué a tensarme, para tratar
de defenderme contra otro golpe fuerte. Pero el enano no vino detrás de mí otra
vez. En cambio, dio un paso atrás y me miró con sus fríos ojos azules. Ya que
Tobias Dawson no estaba yendo inmediatamente a golpearme hasta la muerte,
mi mirada se desvió por la zona.
Más alto también. Vigas de hormigón apuntalaban el techo, y una
variedad de equipo viejo y roto yacía esparcido por el suelo.
El aire olía a rocas, polvo y metal.
A mi alrededor, la piedra murmuró. Sonidos agudos, enojados, que
hablaban de enormes explosiones y equipo pesado horadando el corazón de la
Página
Roca gris y marrón me rodeaba por todas partes, y las vetas de carbón
corrían como cintas negras a través de las distintas capas de piedra. El pasaje
era más amplio de lo que había esperado.
239
Había estado en lo cierto, estaba profundamente en la mina de carbón de
Dawson.
montaña. A la piedra no le gustaba lo que le había sido hecho más de lo que me
gustaba. Escuché esa ira, dejándola aclarar mi cabeza adolorida.
Sentir lástima por mí misma no sería de ninguna ayuda en esta situación.
Pero la ira… ira era otra historia. Sin duda, la ira podría hacerte
imprudente, descuidado, pero también podría hacerte fuerte. Determinado.
Ambas eran cosas que iba a necesitar si tenía alguna esperanza de salir de aquí
con vida.
―Recójanla ―le ordenó el enano―. Quiero que la perra vea exactamente
por lo que está muriendo.
Dos gigantes salieron de las sombras y cargaron hacia mí. Los reconocí
como dos de los hombres de Dawson, los dos que habían venido con él a
Country Daze a amenazar a Warren y Violet Fox. Los gigantes me arrastraron
sobre mis pies. Más dolor floreció en mi hombro y mandíbula, y dejé salir otro
gemido. Pero no ofrecí ninguna resistencia a los gigantes. Aún no.
Ya estaba lesionada, lo que significaba que necesitaba más de un plan que
mi método habitual de acuchillar y rebanar mi camino fuera del problema. No
sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero Finn seguramente se había
dado cuenta de que las cosas se habían ido al infierno en la fiesta de Mab.
Probablemente estaba trabajando sus conexiones, tratando de averiguar a
dónde Tobias Dawson me había llevado. Finn incluso podría estar en camino a
la mina en este momento, con Sophia y Jo-Jo Deveraux a remolque.
Pero no podía contar con ellos para salvarme. No lo haría.
Dawson lideró el camino, llevando una linterna. Los dos gigantes también
llevaban una cada uno en su mano libre. Miré las linternas. No tan pesadas
como un bate de béisbol, pero un golpe a través de la garganta con una de esas
sería una buena manera de empezar a reducir a mis captores. Suponiendo que
Página
Los gigantes me sujetaron entre ellos y me llevaron más profundamente
en la mina. Me izaron tan alto que mis pies ni siquiera tocaban el suelo.
Mientras me llevaban, froté mis muslos juntos. Pero las ranuras de mi liguero
estaban vacías. Habían tomado los cuchillos de plata que habían sido atados a
mis muslos. Los de mis mangas se habían ido también. Algo chocó contra mi
cadera, y miré abajo. Dawson o uno de sus matones había tenido la suficiente
amabilidad de enlazar mi bolso alrededor de mi cuello. La parte superior se
agitaba abierta, y pude ver el espacio vacío donde mi último cuchillo había
estado. Los bastardos habían sido exhaustivos, si nada más. Demasiado malo
para mí.
240
Al final, la única cosa, la única persona, con la que siempre podrías contar
era contigo mismo. Otra lección que Fletcher Lane me había enseñado. Algo
más que yo ya había descubierto por mí misma mucho antes de que hubiera
conocido al viejo.
tuviera la fuerza o la astucia para arrebatar una linterna de uno de los tres
hombres.
Fuimos abajo, abajo, abajo en la tierra. El túnel se puso más estrecho, más
ajustado. Las partes y piezas de equipos en el suelo desaparecieron. Igual
hicieron las vigas de soporte de hormigón. Poco a poco, los murmullos
violentos de la piedra dieron paso a más antiguas y calmadas vibraciones.
Caminamos a través de un túnel natural ahora, en lugar de un agujero hecho
por el hombre en la tierra.
Me di cuenta de una luz más adelante. Un suave resplandor blanco, como
un rayo de sol oblicuo a través de una nube. Alguna especie de reflector
industrial había sido improvisado así la gente podía ver lo que estaba haciendo
en el vientre de la montaña.
Tobias Dawson dobló una esquina y desapareció de la vista. Un momento
después, los gigantes me arrastraron alrededor de esta también.
Y mi aliento quedó atrapado en mi garganta.
Porque el estrecho túnel se abrió hacia una cámara circular que tenía más
de sesenta metros de ancho. El techo era tan alto, con estalactitas gruesas que
colgaban como elegantes carámbanos de piedra. Eso era lo suficientemente
hermoso por sí mismo.
Pero los diamantes lo hacían realmente impresionante.
Extendí mis manos para amortiguar mi caída, pero la piedra todavía se
hundió en mis palmas y raspó mis ya en carne viva y ensangrentadas rodillas.
Aun siendo una Piedra no podía protegerme de ser herida por mi propio
elemento de esa manera. Me acurruqué en el suelo, explorando una vez más la
zona para cualquier cosa que pudiera utilizar. Cualquier tipo de arma. Diablos,
Página
Tobias Dawson fue hacia el centro de la caverna. Los gigantes
arrastrándome siguieron detrás de él. El enano chasqueó los dedos, y las dos
bestias me lanzaron.
241
Las piedras preciosas yacían incrustadas en las paredes de roca. Estaban
en bruto, por supuesto, sin cortes y completamente sin tocar por el hombre. Les
faltaba el aspecto pulido de una piedra acabada, pero mi magia de Piedra me
dejaba ver el fuego puro dentro de ellos, la belleza potencial que poseían. Más
vetas de carbón corrían alrededor de los diamantes, haciendo que las gemas
parecieran como si estuvieran descansando en una bandeja de terciopelo.
También podía oír a los diamantes. Resonaban con el mismo tipo de brillantez
de la piedra en la caja fuerte que Tobias Dawson tenía. A menudo, mientras
más intensa era la vibración de una piedra preciosa, más hermosa y valiosa era.
Si la canción saltando a través de mi cabeza era una indicación, había el valor de
varios millones de dólares en diamantes en bruto descansando en el corazón de
esta montaña, solo esperando que alguien venga y los reclame.
incluso habría aceptado escapar apresuradamente en este punto. La gente que
decía que eras un cobarde si huías de una pelea por lo general no vivía mucho.
No me importaría si era llamada cobarde, siempre y cuando todavía estuviera
respirando al final.
La parte superior de la caverna estaba húmeda, y el moho fosforescente
cubría la mayor parte de las estalactitas puntiagudas, un extraño y pálido color
verde en contraste con el resto de la roca gris, marrón y negra. Una gota de
agua cayó de una de las piedras y salpicó mi mejilla levantada. Miré hacia
arriba, siguiendo a la gota, y me di cuenta de un flujo constante de agua que se
precipitaba por una pared de la caverna. Aún más agua goteaba de otras
estalactitas sobre mi cabeza. Hmm.
Eso podría ser útil.
Tobias Dawson caminó en un círculo amplio a mi alrededor.
Sus botas vaqueras de piel de serpiente resonaban en la piedra rústica.
―¿Sabes dónde estás?
Puse mis manos en el suelo y me empujé hasta levantarme. Manchas
nadaban delante de mis ojos de nuevo, pero parpadeé alejándolas.
―Tengo una muy buena idea.
Era difícil hablar a través de mi mandíbula rota y palpitante, y mis
palabras salieron suaves y masculladas. Justo de la manera en que mi cara se
sentía.
El enano se quedó mirándome.
―Entraste en mi oficina, en mi caja fuerte. ―Su bigote caído se erizó de
furia.
Me encogí de hombros. Sin negarlo ahora. Si el talento elemental de Tobias
Dawson para detectar e identificar la magia de otros era tan bueno como él
afirmaba, ninguna mentira mía lo convencería de lo contrario. Además, ya
estaba enganchada aquí. Si jugaba mis cartas bien, tal vez las cosas se
detendrían y terminarían conmigo. No quería que Dawson empezara a pensar
en quién más podría haber estado involucrado conmigo, y no lo quería yendo
detrás de Finn, las hermanas Deveraux, los Fox, o incluso Donovan Caine.
Miré al enano y mantuve mis ojos fríos, mi rostro inexpresivo. Quizás yo
era quien estaba en el expreso a la muerte, pero no iba a delatar a los Fox y
llevarlos conmigo.
―No conozco a ningún Warren Fox.
Página
―¿Por qué? ―soltó el enano―. ¿Qué estabas buscando? ¿Para quién
trabajas? ¿Te contrató Warren Fox para matarme?
242
―Sí, irrumpí en tu oficina.-
―Tonterías ―gruñó Tobias―. Te vi en su tienda el otro día.
Levanté una ceja.
―¿Te refieres a esa choza junto a la carretera? Sí, estuve allí, ¿y qué?
―¿Por qué? ―demandó Dawson.
―Tenía que ir al baño ―dije con sarcasmo―. No tenía ganas de
conseguir una zarza en el culo por ir en el bosque.
El enano me miró, considerando mis palabras.
―No te creo.
―No me importa mucho si me crees o no.
Tobias escupió un chorro de jugo de tabaco de su boca.
Salpicó contra mi pierna desnuda y raspada. El enano iba a pagar por ello.
Podía morir aquí abajo, pero antes de irme, iba a darle al menos un buen golpe.
Sólo por eso.
―¿Para quién trabajas? ¿Qué quieres? ―preguntó Dawson de nuevo―.
Sabes que tengo maneras de hacerte hablar.
Mi mandíbula se contrajo de dolor, lo que me impidió rodar mis ojos. Sí,
me di cuenta que el enano me podría perjudicar la primera vez que dio un
puñetazo en la cara. El recuerdo todavía estaba fresco en mi mente.
―Estoy segura de que las tienes. En cuanto a lo que quiero, se trata más
de lo que mi empleador quiere. Tal vez podamos llegar a algún tipo de acuerdo.
El enano detuvo su círculo de pie frente a mí. Sus ojos azul pálido se
estrecharon.
―Estoy escuchando.
―Me dejas ir, y te digo quién te quiere muerto. ¿Cómo suena eso?
El enano asintió.
Me alejé del enano para estar lejos de las estalactitas y el agua que goteaba
desde el techo. Él no me siguió. Su primer error.
―Así que has descubierto lo que soy, lo que hago.
Página
Bastardo mentiroso. No iba a dejarme ir, y ambos lo sabíamos. Pero así se
juega cuando eres lo suficientemente descuidado para ser capturado. Arrastras
las cosas hasta el final. Solo tenía una oportunidad para intentar deshacerme de
Dawson. Sabía lo que iba a hacer, pero si tenía la fuerza para ello era otra cosa.
Aun así, era mejor que siguiera hablando el mayor tiempo posible.
243
―Está bien. Tenemos un trato.
―Eres una asesina ―dijo Dawson―. Esa es la única explicación para
todos esos cuchillos de plata que tenías y la forma en la que te me lanzaste en la
fiesta.
Bueno, al menos no era tan estúpido como para pensar que realmente
había estado atraída por él. Eso habría sido más bien triste por su parte. Le di
una pequeña sonrisa.
―En realidad, estaba disfrutando de mi retiro, si puedes creer eso. Pero
entonces, como la historia antigua, tengo una última oferta de trabajo, y el
dinero, bueno, era demasiado buena para dejarla pasar.
Otro asesino, Brutus, me había dicho esas palabras una vez, justo antes de
que lo matara. Por supuesto, eran una fabricación completa de mi parte ahora.
Pero fue precisamente el tipo de cuento de hadas que Tobias Dawson quería oír,
la historia que ya se había vendido. Podía ver la sospecha en sus ojos. Todo lo
que tenía que hacer era rellenar en su nombre. E incluso si no salía de aquí con
vida, todavía planeaba causar tantos problemas como pudiese a un
determinado individuo.
―¿Quién te contrató? ¿Por qué? Dime ahora mismo, o dejaré que mis
chicos se diviertan contigo. ―Dawson apuntó con su pulgar sobre su hombro a
los dos hombres.
Detrás de él, uno de los gigantes se frotó la entrepierna y sacudió sus
caderas hacia delante. Su amigo se rió de él y me dio un guiño lento. Su burla
informal hizo que mi ira pasara de fuego lento a hervir. Esos hijos de puta no
podrían una mano sobre mí.
Pero todavía tenía mi parte que jugar a Tobias Dawson, así que di otro
paso atrás de las estalactitas puntiagudas y lancé mis manos a lo ancho.
―¿No es obvio para quién estoy trabajando? ¿Quién más sabe de esta
pequeña mina de diamantes con la que tropezaste? ¿A quién más le has hablado
de ella? Por qué no piensas en eso por unos segundos y luego vuelves conmigo.
El enano frunció el ceño y escupió otra corriente de jugo de tabaco. Sus
ojos azules se volvieron hacia el interior mientras revisaba la lista de gente con
la que había compartido su descubrimiento subterráneo. Estaba dispuesta a
apostar que era una verdadera lista con nombre corto de una mujer en ella.
―Denle a este hombre un premio.
Dawson frunció el ceño.
―¿Pero por qué iba a contratar a un asesino para matarme?
Página
Lo apunté con el pulgar y el índice.
244
―Mab ―murmuró―. Mab Monroe. ¿Es para quién trabajas?
A pesar de mi mandíbula rota, conseguí reír. Una fuerte risa burlona
resonó en las paredes.
―Porque, idiota, ella quiere todo esto para sí misma. Todas estas piedras
preciosas, diamantes, y el dinero que va a venir con ellos.
―De ninguna manera. ―Dawson negó con la cabeza―. No hay manera
de que estés trabajando para Mab. Ella no se volvería en mi contra de esta
manera.
Aspiré.
―Saca tu cabeza de tu trasero. Por supuesto que Mab se volvería contra ti.
Es lo que hace. Ella ha hecho una carrera de eso, como un amigo mío diría. Eres
su más reciente victima en su imperio en constante expansión.
Dawson caminaba de un lado a otro delante de mí mientras lo pensaba. Di
otro pequeño paso hacia atrás. Tres metros ahora me separaban del enano. No
tanto como me hubiera gustado. Después de unos segundos, el enano dejó de
caminar. La duda en sus ojos se desvaneció, sustituida por la ira. Le había
vendido la mentira. Incluso si no salía de la caverna con vida, Dawson podría
hacer algo estúpido e ir a buscar a Mab Monroe. Ella probablemente lo mataría,
pero al menos él sentiría su ira antes de morir. Y podría incomodarla
ligeramente. De cualquier manera, era lo mejor que podía hacer, dada mi
situación actual.
―Tengo curiosidad sobre algo ―dije.
―¿Qué? ―preguntó Dawson.
―El anciano en la tienda. ¿Por qué te enfrentas a él de esa manera? ¿Por
qué necesitas tanto su tierra? Estamos en esta caverna en este momento con
todas estas piedras preciosas. Sé que no eres dueño de los derechos minerales
de los diamantes, pero, ¿por qué no en silencio sacarlos de las paredes tú mismo
y terminar con esto?
Dawson negó con la cabeza.
―Toda esa mágica de Piedra que tienes, y ni siquiera sabes sobre tu
elemento, ¿verdad?
Me encogí de hombros.
―Toda esta caverna está justo debajo de un arroyo que corre a través de la
propiedad de los Fox. La fuerza del techo es suficiente, pero si empiezo a
extraer diamantes de aquí, hay una buena probabilidad que todo el asunto vaya
a colapsar, dejando un agujero gigante en el medio de su patio trasero, incluso
más grande que el que está ahí en este momento.
Página
El enano señaló al techo, donde el agua goteaba de una de las estalactitas.
245
―La geología no es mi fuerte.
No me estaba diciendo nada que no hubiera adivinado ya, pero era bueno
tener una confirmación.
―Y no puedes arriesgarte a eso ―digo en voz baja―. No puedes
arriesgarte a que se entere que los diamantes están en sus tierras.
―Linda e inteligente. Es una pena que vayas a morir tan joven ―se burló.
―Pensé que teníamos un trato ―dije, aunque no había protesta real en mi
voz.
El enano rió.
―Ah, la idiotez de la juventud. Pero soy un caballero. Te daré una
oportunidad de salir de aquí.
―¿En serio? ¿Cómo haré eso?
Dawson me miró.
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246
―Todo lo que tienes que hacer es vencerme, en un duelo elemental.
30
Traducido por âmenoire
―¿Un duelo? ―pregunté.
Asintió.
―Un duelo. Así es cómo me encargo de mis problemas. No he perdido
uno en más de doscientos años. ―Miró sobre su hombro―. Chicos podrían
querer quitarse del camino para esto.
Los gigantes se movieron a cada lado de la caverna, dejando a Dawson
parado solo en la mitad.
Los hombres lucían aburridos, como si hubieran visto a su jefe hacer esto
una docena de veces antes. Probablemente lo había hecho.
El enano estaba parado de forma relajada con sus rodillas ligeramente
dobladas.
Inclinó hacia atrás su sombrero de vaquero sobre su cabeza para darle una
visión más clara de mí y sus manos colgaban hacia abajo en sus costados, sus
dedos flexionándose y estirándose. Me recordaba a algunos pistoleros del viejo
oeste que acababa de llamar al sheriff de la ciudad hacia la polvosa calle para
una demostración vespertina.
Sí, podía ver como el duelo elemental combinaba completamente con el
fetiche de vaqueros de Dawson. Mala suerte que va a ser la muerte para él.
―Un duelo, ¿eh? ―pregunté de nuevo.
―Un duelo ―repitió―. Tú y yo. Justo aquí, justo ahora. Piensa en ello,
cuán poderosa en tu magia. Podrías vencerme.
Aun así, tenía que llevar esto hasta su inevitable conclusión, así que me
esforcé hacia el poder profundo dentro de mí. Reuniéndolo, dejándolo llenar
cada parte de mi ser. Aunque no podía verlos, sabía que mis ojos estaban
Página
El bastardo estaba tratando de provocarme para hacerme dar el primer
movimiento. Hacer algo torpe. Oh, iba a hacer algo de todas formas, pero no iba
a ser lo que él esperaba.
247
Pero Dawson no sonaba demasiado preocupado por la posibilidad.
brillando plateados con mi poder elemental. Todo a mi alrededor, los
murmullos de las piedras se intensificaron, sintiendo mi control sobre ellas.
Pero el enano no estaba preocupado. Si algo, mi encuentro con mi magia
lo divertía. Tobias Dawson se sostuvo en su propia magia de Piedra. Poder se
derramaba de él como el agua deslizándose por la pared de la caverna y sus
ojos brillaban de un opaco azul liso. El enano era fuerte y su magia se sentía
vieja y bien formada, como un caballo que había preparado a través de los años.
Con razón quería un duelo. Una explosión de magia de él sería suficiente para
derrotar a la mayoría de los elementales.
Tal vez incluso a mí.
El enano dejó salir una risa por lo bajo.
―Tienes poder, perra, te daré eso. Un montón de poder burdo. Voy a
disfrutar esto.
―Entonces, ¿por qué darme está oportunidad, si soy tan fuerte? ¿Si puedo
vencerte?
―Porque me gustan los retos. ―Dawson sonrió y escupió otro chorro del
jugo de tabaco. La nauseabunda mezcla marrón aterrizó a mis pies.
―¿Sabes lo que me gusta, Tobias? ―pregunté.
―¿Qué?
―Jugar sucio.
Le sonreí y lancé mi magia hacia el techo de la caverna.
Jo-Jo Deveraux siempre me había dicho que tenía más magia de Piedra
que cualquiera que hubiera visto antes. Esperaba que eso significara que
también más que Tobias Dawson. Pero había sido debilitada por los golpes de
Dawson y no tenía toda mi fuerza. Incluso si la hubiera tenido, todavía estaba
picando piedra que había estado en pie desde antes que yo hubiera nacido, y
Página
Polvo y escombros salieron volando por el aire.
248
No había tiempo para finezas, restricciones o incluso paciencia. Una
oportunidad era todo lo que tenía y la tomé. Lancé todo lo que tenía al techo de
la caverna. Toda mi magia de Piedra y todo mi poder de Hielo, aunque era
débil. El agua había estado goteando de las formaciones y bajando por la pared
de la caverna que inmediatamente se congeló. Las gotas de cristal resultantes
brillaban como diamantes incrustados en las paredes. El repentino surgimiento
de hielo causo que pedazos y piezas de la caverna se rompieran y se
desquebrajaran del resto de las paredes y techo.
estaría mucho más tiempo después que me hubiera ido. Capas y capas y capas
de ello. Pero usé mi magia, mi poder de Piedra, como un martillo, golpeando
todo lo que podía sentir con mi burda y bruta fuerza.
Frente a mí, Tobias Dawson frunció el ceño, sin estar seguro de qué
demonios estaba haciendo, por qué no lo estaba atacando. Tal vez tenía otros
dos o tres segundos antes que lo dedujera y me golpeara con todo lo que tenía.
Tomé una respiración y lancé otro golpe de magia de Piedra al techo,
incluso mientras alcanzaba mi poder de Hielo, haciendo que las gotas
congeladas y el chorro de agua se expandieran en tamaño. Obligué el hielo en la
piedra como un cincel. Hielo, Piedra.
Cincel, martillo.
Mi visión se volvió un campo de plata. Sudor goteaba por mis ojos, mis
rodillas temblaban y todo mi cuerpo se sentía débil. Se sentía como si estuviera
esforzándome durante años, décadas; aunque solo un segundo, máximo dos,
habían pasado. Quería dejar ir mi magia, quería descansar. Cada parte de mi
cuerpo dolido me gritaba que lo dejara ir y cayera en la oscuridad que estaba
amenazando con abrumarme.
Pero si hacía eso, si le daba a Dawson un segundo de oportunidad, me
tiraría su propia magia y no tenía la fuerza para contrarrestarlo. No ahora. Así
que apreté mis dientes, alejé el dolor y seguí martilleando la piedra. Derrumbar
el techo sería la última cosa que haría alguna vez, pero el hijo de puta iba a caer.
¡Crack! ¡Crack-crack!
Empezó a funcionar. Una gran estalactita se rompió del techo. Bajó
rápidamente como un cuchillo y se le enterró a uno de los gigantes en su
hombro. Aulló con dolor y cayó sobre el piso de la caverna. Sangre carmesí
salpicó por todas partes y la piedra debajo de mis pies vibró más fuertemente.
La cabeza de Dawson se volteó rápidamente por los gritos del gigante.
Descuidado, descuidado de su parte distraerse así.
Seguí trabajando. Hielo, Piedra. Cancel, martillo.
―¡Mátala! ―gritó Dawson al otro gigante mientras se revolvía para
ponerse de pie―. Mátala antes que colapse todo el techo…
Demasiado tarde.
Página
Ni siquiera lo aturdió.
249
Otro segundo pasó. Otra pieza del techo se derrumbó, esta vez sobre la
cabeza de Dawson. Su magia de Piedra le dio la suficiente advertencia para que
se moviera hacia adelante y se quitara del camino. El enano golpeó fuertemente
el suelo.
Sentí una debilidad en la piedra, una pequeña astilla de vulnerabilidad
causada por años de agua filtrándose en ella. Reuní mi fuerza una última vez y
obligué toda la magia que me quedaba en esa burbuja de aire. No era más
ancha que una aguja, pero era lo suficientemente grande.
¡CRACK!
El fondo del techo de la caverna explotó con un enorme rugido, como si
un balde lleno de gradas acabara de explotar junto a él. Los goteos de agua se
volvieron un intenso torrente que caía por todos lados y violentos temblores
sacudieron el suelo debajo de mis pies. Polvo, escombros y roca se movían
rápidamente a través del aire como metralla. Me tiré al suelo y rodé lejos, lejos,
lejos de Dawson, los dos gigantes y las estalactitas que sonaban en el techo
sobre sus cabezas. Mis ojos se colgaron de un descanso en la pared de la
caverna. Me arrastré hacia él y dentro de él. El espacio apenas era lo
suficientemente grande para escudar mi cuerpo, pero la roca ahí era más fuerte
que más arriba, que había sido debilitada por el agua.
Las estalactitas que habían estado colgando por encima cayeron al piso
como afiladas cuchillas de guillotina. La primera ola atravesó al gigante que
había sido herido antes, hasta que pareció algún tipo de muñeco vudú de gran
tamaño con una masa de alfileres de piedra incrustados en él. El segundo
hombre estuvo media docena de pasos hacia la entrada de la mina antes que
una de las rocas abriera su cabeza en dos. Vi su sangre golpear la pared incluso
a través del rocío de agua, polvo y piedra cayendo.
Tobias Dawson era más listo que sus ayudantes. Más resistente también.
Cómo yo, se dejó caer hacia adelante, evitando la mayoría de las estalactitas
mortales. El enano salto para ponerse de pie.
Me vio encogerme en el descanso y sus ojos azules se estrecharon con
odio.
―¡Te mataré por esto, perra! ―Su rugido hizo eco a través de la caverna
incluso por encima del siseo del agua y el trueno de las rocas rompiéndose.
Esta vez, lancé mi magia hacia él.
Mi magia de Hielo. Era todo lo que me quedaba. Había extinguido la
magia de Piedra para colapsar el techo. Así que me concentré en las gotas de
agua cayendo a través del aire frente el enano a la carga, congelándolas y
Página
Mi cuerpo no era tan resistente y fuerte como el suyo. No tenía mis
cuchillos, así que solo había una cosa más que podía hacer para contratacarlo.
250
El enano corrió en mi dirección, todavía evitando las rocas y el agua que
caía en cascada. Sus ojos azules ardían con magia. Extendió sus manos, listo
para lanzarme su poder o sacarme arrastrando del descanso y hacia los
escombros que caían. Probablemente ambos. El enano podría sobrevivir al
castigo del colapso del techo, pero yo no lo haría.
lanzándolas hacia Dawson. Ya estaba debilitada por el esfuerzo de juntar tanta
magia, así que en lugar de los cuchillos que me había imaginado, las gotas se
volvieron esquirlas que hicieron un poco más que pinchar la gruesa piel del
enano. No lo hicieron más lento. Algunos metros más y sería capaz de
alcanzarme. Y entonces estaría muerta.
Determinación se elevó dentro de mí, fría, fuerte, resuelta.
Me estiré por mi magia de Hielo de nuevo. Fue más difícil esta vez, tan
jodidamente difícil, como tratar de juntar agua con dedos estrechos. Cada vez
que reunía suficiente poder, se escapaba. Así que me estiraba por él de nuevo,
apretando mis manos alrededor del goteo de magia dentro de mí. Trató de
escaparse, pero la sostuve fuertemente y jalé, tirándola hacia mí, inclinándola
con mi voluntad.
Y algo detrás de mí giró.
Por un momento, sentí como si un huevo crudo se hubiera dejado caer en
el suelo, roto, desordenando, goteando. Pero entonces la magia me llenó. Más
magia de Hielo de la que nunca antes había sentido.
No me detuve a pensar de dónde había salido o si esto era un tipo de
alucinación en el lecho de muerte de mi parte. Usé la magia para congelar más
del agua cayendo en el aire y la lancé hacia Dawson.
Esta vez, las gotas formaron largos y delgados témpanos de hielo que
zumbaron a través del polvoso aire como dagas. El enano los vio venir. Se
detuvo en sus pasos a unos tres metros de mí y trajo su propia magia de Piedra
para enfrentarlo, tratando de bloquear mi ataque, tratando de utilizar su poder
elemental más fuerte en su piel contra las burdas armas, como yo lo había
hecho muchas otras veces antes.
Pero no funcionó.
Tal vez estaba demasiado distraído por el caos a su alrededor.
Debía de haber estado oscuro en la caverna, que estaba ahogada por
polvo, escombro, lodo y agua. Pero no lo estaba.
Había una luz encendida, yo. Miré hacia mis manos.
Página
Por la razón que fuera, los témpanos golpearon el pecho de Dawson con
toda la fuerza de uno de mis cuchillos de plata. El brillo azulado de magia se
apagó de los ojos saltones del enano y abrió su boca para gritar. El resto del
techo empezó a colapsar, ahogando sus roncos gritos.
251
Tal vez había roto su concentración con mi escurridizo ataque inicial. Tal
vez había alterado el orden de su duelo perfectamente arreglado y no sabía
cómo recuperarse de la injusticia de todo eso.
Las cicatrices de runa de araña en mis palmas, las que habían sido
causadas por metal de plata quemando en mi piel todos esos años atrás, estaban
en llamas, con llamas glaciales.
Y sentí el poder surgiendo a través de mí de nuevo, más grande que antes.
Magia de Hielo que se sentía casi tan fuerte como mi magia de Piedra.
Nada bueno.
Por un momento, mis ojos encontraron los del enano. Pánico, miedo, dolor
y asombro destellaron en la mirada de Tobias Dawson. Y luego se había ido,
tragado por las rocas que caían, el agua que corría y el polvo sofocante. Me
enrosqué en una apretada bola y apiñé en la pared del descanso mientras la
tierra y piedra se sacudía a mi alrededor. Las vibraciones de las piedras
rugieron violentamente, un grito interminable dentro de mi cabeza. Había
resquebrajado el techo de la caverna con mi magia, causado tanto dolor como el
que Dawson y a su equipo de acompañantes nunca habían sentido. El sonido
hizo tensarse a mi estómago. Pero había sido la Piedra o yo, y me escogería a mí
misma todas las veces.
Página
252
Así que cerré mis ojos y escuché a la piedra lamentarse mientras la
caverna colapsaba sobre mí.
31
Traducido por Mariandrys, Mari NC y Jenn Cassie Grey
Me acurruqué en mi escondite habitual, una pequeña grieta en la pared del
callejón detrás del Pork Pit. El espacio cerrado siempre me hacía sentir a salvo. Segura.
Tal vez era porque sabía que nadie podía meterse aquí detrás de mí… especialmente
alguien tan grande como el gigante que acababa de matar.
Media hora había pasado desde que Douglas había forzado su entrada al
restaurante y atacado a Fletcher y Finn. Mis lágrimas habían desaparecido, pero sangre
todavía ensuciaba mis manos con lo que había matado al gigante. Raspé mi uña por mi
piel, dejando una marca blanca en la oxidada mancha marrón. Lo había hecho otra vez.
Matado de nuevo. Justo como pasó la noche en que la elemental de Fuego había
asesinado a mi familia, y había colapsado mi propia casa encima de todos ellos…
incluyendo a Bria, mi hermanita. Mi estómago se revolvió. De alguna manera, no
vomité la bilis caliente que subió a mi garganta.
La puerta trasera del Pork Pit se abrió fácilmente, y Fletcher Lane salió al callejón.
El hombre de mediana edad no dijo ni una palabra cuando se sentó con piernas cruzadas
a unos cuantos metros de distancia de mí.
Sus ojos verdes eran tan brillantes como los de un gato, aunque su rostro decayó
con preocupación y dolor por la golpiza que le dio el gigante.
Me quedé en mi grieta, mi pequeño refugio, y me pregunté si esta era la parte
donde Fletcher me decía que me fuera… y que nunca regresara. Él había visto lo que le
había hecho al gigante, de lo que era capaz. ¿Quién querría a alguien así a su alrededor?
―Has estado aquí por un tiempo ahora ―dijo Fletcher con voz queda―. Eres una
jovencita inteligente, Gin. Estoy seguro que has notado cosas. Como mis desapariciones.
―Sí, lo he notado.
Asintió.
―Estoy seguro que te has preguntado a dónde voy, qué hago. Todos los viaje que
hago. ―Fletcher volvió sus ojos hacia mí, así que sentí toda la fuerza de su verde
Página
No sabía a dónde quería llegar Fletcher, pero al menos no estaba diciéndome que
me fuera… todavía.
253
Y regresar cubierto de sangre, pensé.
mirada―. Es tiempo de que sepas la verdad, especialmente después de esta noche. Soy
un asesino, Gin. Lo he sido por años.
Tal vez debí haber estado sorprendida o impresionada o incluso horrorizada. Pero
no lo estaba. Luego del asesinato de mi familia y la ruda realidad de vivir en las calles,
nada más me impactaba. Mi niñez e inocencia habían desaparecido, reemplazadas por el
conocimiento de que la gente era mala, fría, loca y peligrosa.
Así que solo asentí, como si su revelación tuviese perfecto sentido para mí. En una
forma retorcida, lo hacía.
―¿Sabes qué significa ser un asesino? ―preguntó Fletcher.
Me encogí de hombros.
―Matas a personas por dinero.
Sonrió.
―La mayoría de las veces. Aunque algunas veces, me ofrecen trabajos que no
tomo. Algunas veces las personas a quienes rechazo se enojan conmigo. Algunas veces
me encuentran, vienen detrás de mí.
―¿Como Douglas?
―Justo como Douglas.
A pesar de la rareza de la conversación, me encontré curiosa por aprender más
acerca de esta otra vida que llevaba Fletcher.
―¿A quién quería Douglas que mataras?
Una sombra cruzó el rostro de Fletcher.
―A unas niñas pequeñas.
―Entonces, ¿por qué no lo hiciste?
Fletcher se me quedó mirando fijamente.
―Porque existen reglas, Gin. Cosas que ni siquiera los asesinos deberían hacer.
Matar a niños inocentes es una de ellas.
Fletcher me miró.
―Trato de hacer que no lastimen a más personas.
Sabía que lo que quiso decir era que los mataba. Pensé en Douglas y en la forma en
que el gigante me había observado. Qué me hubiese hecho si no se lo hubiera hecho yo
primero. Me estremecí.
Página
―¿Qué pasa cuando alguien rompe las reglas? ―pregunté en un susurro ronco.
254
Pensé en la elemental de Fuego y en todas las preguntas que me hizo sobre Bria,
mi hermanita. No le había contestado a la elemental, ni siquiera cuando me quemó con
mi propia runa de araña. Porque había sabido lo que habría de suceder. Moriría, y
entonces también lo haría Bria.
―Eso deber ser agradable. Ser capaz de encargarse de otras personas de esa
manera. El ser así de fuerte. ―La última palabra salió en un susurro áspero.
Fletcher me miró fijamente, una extraña expresión en su arrugado rostro, como si
estuviese considerando algo importante. Como el decirme que me perdiera. Decidí
hacérselo fácil. Le debía eso, aunque solo fuese por las últimas semanas de seguridad que
me había dado.
―¿Quieres que me vaya?
Fletcher frunció el ceño.
―Claro que no. ¿Por qué pensarías eso?
Miré fijamente a la sangre en mis manos y no dije una palabra.
―Oh, Gin ―musitó con voz suave―. ¿Realmente no te das cuenta de lo que
hiciste esta noche, verdad? Me salvaste. A Finn también. Douglas nos habría matado a
los tres si no lo hubiese apuñalado. No te atrevas a sentirte mal por apuñalar a ese
bastardo enfermo. Hiciste lo que tenías que hacer. Nada más.
El nudo en mi estómago se soltó. Tal vez no era un monstruo después de todo. O
tal vez simplemente ya no me importaba.
―Quiero que te quedes, Gin ―dijo Fletcher―. Por tanto tiempo como quieras. Y
si me permitieras, si quisieras, me gustaría entrenarte.
Me quedé mirándolo, confundida.
―¿Entrenarme para hacer qué? Ya me estás enseñando cómo cocinar.
Él dudó.
―Para ser como yo. Para hacer lo que yo hago. Para ser una asesina.
Tal vez debí haber estado sorprendida. Impresionada. Horrorizada. Pero no lo
estaba.
En cambio, pensé en Douglas, el gigante. En cómo se me había acercado y en cómo
me había defendido. Sabía que el apuñalarlo había sido no más que una estúpida suerte,
más que cualquier otra cosa.
―¿Qué hay de Finn? ―pregunté―. Es tu hijo. ¿No deberías entrenarlo a él?
Fletcher sonrió.
Página
Cansada de esconderme de todo el mundo y de cualquier cosa. Miré a Fletcher. No
era solo que fuese un adulto, más viejo que yo, más alto, más musculoso. Fletcher Lane
tenía una fuerza interna que lo apartaba de las demás personas. De repente me di cuenta
que era una fuerza que yo quería. Una fuerza que necesitaba para sobrevivir.
255
Pero mi familia estaba muerta, y yo estaba sola. Estaba cansada de vivir en las
calles y de ser débil y pequeña e indefensa.
―Él es mi hijo, y lo amo, pero no tiene el temperamento correcto. Es demasiado
imprudente, demasiado llamativo. Tú eres diferente. Más calmada. Te tomas el tiempo
para pensar las cosas antes de hacerlas.
No sabía sobre todo eso. Pero decidí tomar lo que Fletcher estaba ofreciéndome.
Aferrarme a ello con ambas manos y nunca mirar atrás. Genevieve Snow estaba muerta.
Su familia estaba muerta. Pero Gin Blanco todavía estaba viva. Y quería permanecer de
esa manera.
―De acuerdo ―acordé―. Puedes entrenarme.
Fletcher asintió.
―Está bien, entonces. Empezamos esta noche. Vamos. Volvamos al restaurant.
Se puso de pie y extendió su mano hacia mí. La observé por un minuto. Iba a
convertirme en una asesina. Bien podría comenzar a actuar como una. Lo cual, para mí,
significaba ponerme de pie por mí misma. Lo cual hice.
Los ojos verdes de Fletcher brillaron cuando sonrió…
Aspiré un respiro, despertando del recuerdo de ensueño.
Me tomó un momento el recordar dónde estaba, qué había sucedido… y
del hecho de que probablemente estaba enterrada viva.
Pánico brotó dentro de mí, amenazando con liberarse. Pero alejé la caliente
y preocupante emoción, calmándola con fría lógica. Todavía estaba viva,
todavía respirando. Lo cual significaba que todavía tenía una oportunidad, por
pequeña que fuese.
No había nada aquí abajo salvo las rocas, el agua y yo. Nada que no
pudiera manejar.
Así que empecé a parpadear, enfocar, y esforzar mis ojos. Poco a poco, la
oscuridad disminuyó a un gris medianoche, y el mundo volvió a entrar en foco.
Lo que pude ver de él, de todos modos.
Página
Abrí mis ojos a la oscuridad. Otra vez, pánico me llenó, y una vez más, lo
alejé. No había estado temerosa de la oscuridad desde que era una niña.
Además, Tobias Dawson y sus gigantes estaban muertos. Ya no podían herirme
más.
256
No sabía cuánto tiempo me había acurrucado ahí debajo del borde de la
roca, con la tierra sacudiéndose debajo de mi cuerpo y la caverna colapsando
sobre mí. Minutos habían pasado, tal vez horas, por lo que sabía. Pero estaba
tranquilo ahora. La tierra había dejado de temblar, y las piedras habían dejado
de caer, lo cual significaba que era hora de volver a mí misma.
Lo cual no era más que una gran pila de rocas. Bloqueaban parcialmente la
entrada de la pequeña cavidad en que había tomado refugio del derrumbe. Me
detuve un minuto para evaluar mi cuerpo. Moví los dedos de mis manos y pies,
y fui a través de toda la rutina que había hecho cuando había despertado por
primera vez en la caverna. Llaga, raspón, carne viva, dolor, huesos cansados.
Igual que antes, pero todo estaba más o menos en condiciones de
funcionamiento.
Me agaché, en busca de mi bolso y los suministros de curación que Jo-Jo
Deveraux me había dado. Pero el bolso había desaparecido. Al igual que mi
peluca rubia, y ya no sentía los contactos azules en mis ojos. Se habían caído en
algún lugar a lo largo del camino. Lo único que me quedaba era mi vestido
negro y tacones de aguja, que no ayudaban en absoluto. Así que dejé escapar un
suspiro, me arrastré hacia adelante, estiré mis manos, y empujé.
Para mi sorpresa, las rocas se movieron. Partes y piezas se desprendieron
como cáscaras de huevo donde las tocaba, y me puse a trabajar. No sé cuánto
tiempo estuve en cuclillas allí, medio debajo del recoveco, empujando rocas
fuera del camino para poder moverme hacia adelante y lograr ponerme de pie.
Algo lento dados mis diversos dolores y molestias, pero al final abrí un espacio
lo suficientemente grande por el que poder pasar retorciéndome. Me puse de
rodillas primero, luego me tambaleé hacia adelante, y utilicé mis piernas para
empujarme hacia arriba y fuera del agujero. Las rocas desgarraron la fina tela
de mi vestido y rasparon mi estómago, pero no me importó.
Poco a poco, me puse de pie. Casi no había luz, pero tal vez podría
arreglar eso. Relajé mis sucias palmas de las manos. A pesar de que no podía
verlas, sabía que las cicatrices de runa de araña estaban todavía en mis manos.
Siempre había sido capaz de crear un poco de luz con mi magia, especialmente
con mi poder de Hielo.
La familiar luz plateada parpadeaba sobre mi palma cada vez que hacía
un simple cubo o picahielos.
Alcancé mi magia de Hielo. Con cautela, esta vez, atrayendo un pequeño
goteo de poder. Pero, de nuevo, vino a mí mucho más fácilmente de lo que
nunca lo había hecho antes. Sólo tomó un momento de concentración para
hacer que las cicatrices en mis palmas quemaran con frío fuego plata. Mejor que
una puta linterna.
Página
Me preguntaba lo que las cicatrices de plata harían ahora que el peligro no
era tan inminente. Tiempo de averiguarlo.
257
Pero antes, cuando hice ese final y desesperado alcance de mi magia de
Hielo para detener a Tobias Dawson, las cicatrices de la runa de araña en mis
manos se habían encendido y quemado con llamas frías y plateadas de la magia
de Hielo. Algo que nunca habían hecho antes.
―Bueno, eso es algo nuevo y diferente ―murmuré.
Extendí mis palmas brillando. La luz de plata parpadeaba sobre lo que
quedaba de la caverna, y revisé los daños que había entretejido con mi magia de
Hielo y Piedra.
Más allá de mi agujero, la piedra y la tierra se levantaba y caía en olas
irregulares, y el polvo ahogaba el aire como nubes de tormenta de partículas. La
caverna, que una vez había sido tan hermosa y elegante, ahora no era nada más
que un montón de escombros no coincidentes, como una casa que había caído
sobre sí misma.
Toneladas y toneladas de tierra, piedra, agua y barro llenaban todo el
tramo de la caverna, bloqueando la entrada de nuevo al pozo de la mina. Miré
hacia arriba. Debía haber habido más roca por encima del techo de lo que
Tobias Dawson había dejado ver, porque la piedra había formado un techo
inclinado y afilado, en lugar del arco natural de la caverna original.
No saldría por ese camino. Porque incluso si hubiera estado con toda mi
fuerza, en lugar de golpeada, con sangre, y agotada, dudo que incluso pudiera
haber conseguido salir a través de tanta piedra y tierra. Los elementales tenían
una gran cantidad de energía en bruto, pero en última instancia, todos teníamos
nuestros límites. Incluso yo.
Así que bordeé alrededor de los escombros, resbalando, cayendo, y
escalando de una duna rocosa de tierra fangosa a otra. A lo lejos, oí agua
corriendo, como un cuenco siendo llenado. No sabía a dónde se había ido el
agua del arroyo cuando desplomé el techo, pero estaba cerca. Otra razón para
sacarme de aquí. No había derrotado a Tobias Dawson para sucumbir a algo
tan simple como el ahogamiento.
Caminé hasta que llegué a la parte más alejada de la caverna, pero la tierra
y la piedra habían bloqueado completamente la salida. Lo que significaba que
tenía que encontrar otra manera de salir de aquí, ahora.
Página
Cubrían el suelo bajo mis zapatos llenos de barro como lágrimas
congeladas sin brillo. La mayoría de ellos habían sido pulverizados a pequeños
trozos, astillas, y destellos que capturaban la luz plateada que emanaba de mis
palmas. Aún hermosos, incluso en su estado ruinoso. Es una pena que no
tuvieran absolutamente ningún uso para mí. Definitivamente no el mejor amigo
de una chica, en este caso.
258
Estaba atravesando abajo una duna particularmente grande cuando un
pequeño sonido me llamó la atención. Un pequeño y agudo aullido en la piedra
a mi alrededor. Extendí mis palmas brillantes. Un destello de luz me llamó la
atención, y miré hacia el suelo. Y me di cuenta que estaba de pie sobre los
diamantes.
Así que regresé a la dirección de la que había venido, deteniéndome el
tiempo suficiente para quitarme los tacones de aguja y arrojarlos a la oscuridad.
Los tacones rotos estaban haciendo más daño a mis pies de lo que lo haría ir
descalza. Justo había llegado a la cavidad en la que me había escondido
originalmente cuando una mancha de blanco me llamó la atención sobre la
piedra gris. ¿Qué era eso? ¿Otro diamante?
Me acerqué más y me di cuenta que era una mano, la mano derecha de
Tobias Dawson, sobresaliendo de un montículo de tierra, con los dedos muy
abiertos. Me arrastré por la tierra y piedra para obtener una mirada más
cercana. Pero sólo era una parte sobresaliendo. Nada más.
Comprobé el pulso, pero el enano no tenía ninguno.
El escalofrío de la muerte ya se había instalado en su carne.
Aun así, tomé un trozo irregular de roca y le corté la muñeca sólo para
estar segura. Me senté allí, descansando y viendo su sangre penetrar en la tierra
removida y piedra destrozada.
Cuando su muñeca dejó de rezumar, continué.
Caminé más profundamente a la parte posterior de la caverna al sector
que no había visto mientras Tobias Dawson había estado retándome a un duelo.
La caverna se redujo a un pequeño pasillo apenas lo suficientemente grande
para que una persona pasara apretadamente.
Me puse delante de este y miré a la oscuridad, preguntándome qué había
al final del arcoíris de medianoche. Sólo había una forma de averiguarlo. No
podía volver, y tenía que salir.
―Lo siento ―le murmuré a la roca―. No tenía otra opción.
Página
Sólo había dado unos pasos por el pasillo cuando el mundo se volvió de
gris oscuro a negro como el carbón que Tobias Dawson había arrancado de la
montaña. No había luz por delante, nada que me ayudara a ver los peligros que
esperaban. Y no me había escapado del enano sólo para romper mi pierna y
terminar muriendo de hambre aquí abajo. Así que llamé a mi magia de Hielo de
nuevo. Vino con la misma facilidad que antes, y aumenté la intensidad de las
llamas ardiendo en mis cicatrices de runa de araña hasta que pude ver lo
suficientemente bien como para caminar. A mi alrededor, la piedra mascullaba,
aguda, enojada y herida por toda la agitación que había visto hoy.
259
Así que di un paso adelante en la oscuridad aguardando.
Mi voz rebotó contra la piedra y se hizo eco de nuevo hacia mí. El sonido
me hizo temblar, y seguí adelante, usando las manos para iluminar mi camino.
El pasaje se hizo más y más estrecho, hasta que tuve que girar hacia los lados
para caminar de lado a través de él. Pero seguí adelante. No era como si tuviera
un montón de otras opciones. No había vuelta atrás. Sólo seguir avanzando.
El pasadizo se abrió de nuevo un poco, lo que me permitió caminar a
través de la zona de frente, en vez de girar de un lado a otro. Pero seis metros
más tarde, se volvió a estrechar. Apreté los dientes y me deslicé hacia un lado.
Y así fue. A veces podía caminar por los pasillos con facilidad. A veces,
tenía que ponerme de lado.
Otras veces, tuve que meter mi estómago y hacerme pasar por pasadizos
que eran de poco más que treinta centímetros de ancho. Pero yo seguía en
movimiento. A pesar de mis muchas lesiones, a pesar de mi mandíbula rota y
palpitante cráneo, a pesar de la extraña afluencia de magia ardiendo fríamente
en mis venas, seguí adelante. Detenerse sería descansar, dormir. ¿Quién sabía si
volvería a despertar?
Podría haber algún gas venenoso aquí abajo que ya me estuviera matando
lentamente. Algo de monóxido de carbono o algo así de letal. No, no me atreví a
detenerme. No a descansar, no a llorar, no a nada. Si Fletcher Lane se hubiera
aparecido de pronto desde las sombras y me ofreciera decirme todos los
secretos que me guardó, dónde estaba Bria y cómo era, habría pasado sobre el
viejo hombre.
Así que caminé con dificultad a lo largo de la negrura, solamente con el
brillo mágico plateado de mis palmas para iluminar el camino. El tiempo dejó
de tener cualquier clase de sentido. Solo había rocas para rebuscar alrededor,
por todos lados. Ásperas rocas aguijoneando mis pies. El olor de mi propia
sangre. Y el murmullo de las piedras alrededor de mí.
No sé cuánto recorrí a pie, solamente moviéndome lentamente a través de
la oscura tierra. Minutos, horas, días, el fin del tiempo. Pero me tambaleé libre
del estrecho pasaje en el que estaba para entrar a un lugar mucho más amplio,
casi tan grande como la caverna donde habían estado los diamantes. Lo había
Página
Porque si lo escuchaba, querría que se detuviera, solo por unos minutos. Y
entonces me habría ido.
260
Mientras dejaba la destrucción de la caverna detrás, los murmullos de las
rocas se volvían más suaves y dulces una vez más. Hablaban de agua y aire y
del lento paso del tiempo que había tenido un pequeño efecto en ellas. Después
de los gritos de las piedras y lamentos de diamantes destrozados en la caverna
el murmullo de las rocas era algo como una canción de cuna. Pero empujé el
sonido a la parte trasera de mi cabeza, apagándolo.
cruzado a la mitad cuando me di cuenta que estaba caminando directamente
hacia una pared de completa piedra.
Me detuve, parpadeé y estiré mis brillantes palmas.
El pasaje se abría en dos direcciones. Izquierda y derecha. Otros dos
agujeros justo como todos los otros por los que había caminado y me había
arrastrado y tambaleado. Pero esta vez, tenía que tomar una decisión. ¿Pero
cuál? ¿Y haría algún bien? Ambas podían conducir más profundo en la
montaña, girar la una a la otra, o llevarme directamente a la muerte. Tal y como
parecía por lo que había estado caminando, podría estar a la mitad de China
para ahora.
Pero aun así, tenía que intentarlo. La derecha primero. Caminé directo
hacia el pasaje de la derecha por unos cien metros y coloqué mi herida y
sangrienta mano en la pared de piedra. Lo usual, bajos murmullos de agua, roca
y el tiempo sonando hacia mí.
El mismo sonido que había escuchado por horas ahora.
Suspiré, di la vuelta, y me introduje en el pasaje de la izquierda. Una vez
más, coloqué mi mano en la piedra y escuché sus vibraciones. Agua, roca,
tiempo. Nada que me dijera a qué lugar ir.
―Joder ―gruñí en voz alta.
Mi palabrota hizo eco a lo alto de la caverna y rebotó de regreso hacia mí
antes de vibrar por toda el área. Suspiré y pasé mi mano por mi cara,
esparciendo sangre, suciedad y mugre por mi piel.
Revoloteo-revoloteo. Revoloteo-revoloteo.
Me congelé, preguntándome si me estaba imaginando el sonido. Si de
alguna forma estaba conmocionada y simplemente no lo sabía. Tal vez ya
estaba muerta y esto era todo un sueño final o alguna clase de purgatorio antes
de ser mandada muy muy abajo.
Revoloteo-revoloteo. Revoloteo-revoloteo.
Parecía ser alguna clase de enorme figura atada al techo. Qué demonios…
De pronto, una pequeña forma se cayó del techo.
Entonces otro, y otro, y otro. Me tomó un corto momento darme cuenta
qué eran.
Página
Fruncí el ceño y rebusqué en la oscuridad sobre mi cabeza.
261
Nop, no estaba imaginándolo. El sonido parecía venir de alguna parte de
arriba. En un impulso, alcé mis manos sobre mi cabeza, las palmas hacia arriba.
Alcancé mi magia de nuevo y las frías flamas de plata quemando en las runas
de araña en mis palmas se intensificaron. Acababa de aumentar la intensidad de
mi linterna humana.
Murciélagos.
Cientos de ellos.
Evidentemente mi alta palabrota había alterado su pacifico sueño. Porque
todas las criaturas abandonaron sus lugares. Revolotearon a la mitad del aire
por un momento antes de ir apresurados lejos. Todos se dirigieron por el pasaje
de la izquierda.
Mi corazón se alzó, y me tambaleé detrás de ellos tan rápido como pude.
Los murciélagos necesitaban aire, luz, insectos y agua. Si ellos podían salir,
entonces yo podía también. No me importaba si había solo un agujero lo
suficientemente estrecho como para que las criaturas aladas pasaran.
Encontraría una manera de meter mi trasero tamaño humano a través
también.
Por supuesto, lo murciélagos eran mucho más rápido que yo y no estaban
obstaculizados por una falta de calzado adecuado para explorar cuevas. Pero
aun así, me apresuré detrás de ellos tan rápido como mi cuerpo adolorido me lo
permitía. El pasaje se curvó unas cuantas veces antes de abrirse en una
habitación redonda. Me detuve en la entrada y parpadeé. ¿Era mi imaginación o
había luz aquí? Dejé caer el agarre que tenía en mi magia. La habitación era
oscura y mi corazón comenzó a hundirse de nuevo. Pero me quedé ahí,
esperando. Y lentamente, enfoqué el área.
Alcé la vista, y ahí estaba. Una abertura a unos seis metros sobre mi
cabeza. Lo que se veía como la luz del sol de una temprana mañana se filtraba a
través de lianas de enredaderas de kudzu que caían por las paredes como
serpientes. Miré hacia la abertura. Parecía ser lo suficientemente grande para
que me arrastrara a través de ella. No hay tiempo como el presente.
La caricia de aire contra mi mejilla lastimada y palpitante me hizo querer
llorar.
Pero me sacudí la emoción. No era tiempo de dejarme llevar por mis
sentimientos. Siempre podía resbalarme y caer. Y estaría maldita si iba a morir
Página
Fue difícil. Tan jodidamente difícil. Incluso más difícil que alcanzar mi
magia de Hielo que había detenido a Tobias Dawson esa última vez en la cueva.
Pero centímetro a centímetro, metro a metro, trepé por las gruesas cuerdas.
Donde quiera que encontraba una saliente en la pierda, presionaba mis
golpeados, sangrientos y fríos dedos en ellos y descansaba. Las lianas debajo de
mi cuerpo olían ligeramente a rocío. Estaba a medio camino por la pared
cuando sentí una fría brisa caer por la estrecha habitación.
262
Tomé unos residuos de lo que quedaba de mi vestido y los enredé en mis
manos. Entonces tomé una de las lianas de kudzo y trepé por ella. Las lianas
parecían ser lo suficientemente fuertes para soportar mi peso, así que comencé a
trepar.
por un cuello roto. No ahora, cuando la dulce esencia del brillo del sol estaba
solo a unos cuantos metros de distancia.
Tomé una profunda inspiración y comencé a trepar de nuevo. Las paredes
se estrecharon en una clase de forma circular donde estaba la apertura. Iba a
tener que dejar las enredaderas de kudzo, tomar el borde del agujero y esperar
que la tierra no colapsara debajo de mi peso.
Encontré un buen agujero para mi pie y descansé un momento, tomando
fuerzas una vez más. Por última vez. Cuando me sentí lo suficientemente
fuerte, doblé mis rodillas, salté, y toqué el borde de la abertura. Mis manos
buscaron apoyo, en el último segundo mis dedos se cerraron alrededor de otra
liana de kudzu, esta atorada en algún lugar en la superficie.
Colgaba a la mitad del aire, sostenida solamente por mis dedos alrededor
de eso. En este punto, estaba llorando abiertamente por el dolor en mis manos,
brazos, hombros. Pero de alguna forma me sostuve.
Deslicé una mano hacia arriba de la liana. Y luego la otra. Llevándome
hacia arriba. Gemidos y medio gritos salieron de mis labios como si estuviera
poseída por alguna clase de espíritu malvado. Tal vez lo estaba.
Porque mi voluntad de sobrevivir era una cosa poderoso. Alexis James no
había sido capaz de derrotarme. Tampoco lo había hecho Tobias Dawson. No
iba a dejar que una húmeda, resbaladiza liana de kudzu me detuviera ahora.
Así que colgué ahí y subí poco a poco, como una araña, trepando por su
propia telaraña.
Finalmente mi mano derecha salió hacia el aire limpio. La coloqué en el
borde de la abertura, probando el terreno.
Piedra sólida, más que suficientemente firme para sostenerme.
Lentamente subí y me las arreglé para atorar mi codo derecho arriba y fuera del
agujero. Entonces el otro. Tomé una profunda inspiración y me deslicé hacia
arriba. Mi cabeza apartó la multitud de lianas cubriendo la abertura y la luz del
sol de una mañana temprana cayó sobre mi cara, cegándome. Cerré mis ojos y
disfruté su calidez, escaza aunque había.
Página
263
Y con un final golpe de fuerza, me empujé hacia arriba y fuera hacia el
amanecer.
32
Traducido por Dianna K y Adaly
Me deslicé lejos del agujero en mis manos y rodillas. Lo hice seis metros
antes de que lo último de mi fuerza se agotara, y cayera de cabeza en el suelo.
Durante mucho tiempo, solo me quedé acostada en el suelo del bosque
aspirando el aroma a tierra de las hojas que formaban una manta, dura y
crujiente debajo de mí. Había un ruido piando por encima de mi cabeza. ¿Más
murciélagos?
No, me di cuenta después de un momento. Aves. Los pájaros estaban
cantando. Lo que significaba sin duda que por fin, había escapado de mi
laberinto subterráneo.
Una sonrisa se extendió por mi golpeado rostro. Me dejé ir, y el mundo se
desvaneció.
Algún tiempo después, me desperté en la misma posición que había
estado cuando había colapsado. Una mejilla plantada en el suelo. Los brazos y
piernas extendidos en ángulos incómodos, pesados y entumecidos. Traté de
ponerme de rodillas e inmediatamente gemí cuando el dolor llenó cada parte de
mi cuerpo.
Página
De alguna manera me las arreglé para rodar sobre mi espalda mientras un
hormigueo de dolor se disparaba a través de mis extremidades. Un árbol de
arce extendía sus ramas por encima de mi cabeza, ofreciendo un poco de
sombra. El sol estaba más alto en el cielo ahora. Parecía que era alrededor de
mediodía. Una vez que mis brazos y piernas dejaron de quemar con el dolor,
levanté la cabeza y estudié mi entorno. Estaba en medio de un espero bosque.
Arces, pinos, álamos, y más me flanqueaban como soldados. Arbustos de
azaleas y zonas de zarzas serpenteaban entre los árboles como cadenas de luces
verdes y cafés de Navidad.
264
Mierda. Dolía estar viva.
Suspiré. A pesar de que no quería hacer nada más que quedarme aquí y
dormir durante los próximos tres días, sabía que tenía que moverme. No sabía
dónde demonios estaba, lo que significa que los demás no tenían ninguna
posibilidad de encontrarme. Probablemente pensaban que ya estaba muerta,
atrapada debajo de la tierra con Tobias Dawson y sus dos gigantes.
Sonreí. Me gustaría volver de la tumba sólo para ver la cara de Finn.
Me llevó un tiempo, pero me apoyé en mis codos, luego me senté. Me
tomó más tiempo ponerme de rodillas, luego sobre mis pies. Miré alrededor del
claro donde había emergido de la tierra y encontré un pedazo de madera caído.
Usándolo como una especie de bastón, marché hacia adelante.
El dolor pulsaba a través de mi cuerpo con cada paso. Me había cortado en
las rocas dentro de la montaña, y los arbustos, zarzas y ramas que cubrían el
suelo no ayudaron. Pero avancé a trompicones.
No sabía cuánto tiempo caminé, una hora, tal vez dos, pero eventualmente
llegué a un pequeño arroyo. Tal vez era el que pasé en la caverna. No sabía, y
no me importaba. Bajé a una de las rocas y sumergí los pies en el agua. Fría
como el hielo, pero se sentía como el cielo en mis pies y tobillos hinchados. Me
tragué varias bocanadas de agua y me lavé las manos y la cara lo mejor que
pude. Tuve la precaución de dejar una parte de mi cuerpo seca antes de
moverme a la siguiente. No quería tener hipotermia debido al choque del agua
fría.
Pero la fría humedad me ayudó a revivirme y me hizo darme cuenta de la
cantidad de maldito dolor que tenía. Cada parte de mí dolía, pero las áreas de
verdaderos problemas eran mi mandíbula rota, dolor de cráneo, y manos
raspadas, magulladas y ensangrentadas, las rodillas y los pies. Jo-Jo Deveraux
iba a tener su trabajo hecho para ella cuando comenzara a curarme.
El pensamiento me hizo sonreír, lo que se convirtió en una mueca cuando
los músculos de mi mandíbula gritaron de dolor.
Página
Pero entré en el camino liso y me dirigí hacia la izquierda, subiendo a lo
que podría estar en la cima de esta subida. Caminé hasta el claro antes de
darme cuenta que estaba en el camino de acceso que tenía vista a la mina de
carbón de Tobias Dawson. Podía ver todavía las huellas de los neumáticos en el
barro, donde Donovan Caine y yo habíamos conducido hasta aquí la noche que
habíamos irrumpido en la oficina del enano. Caray, probablemente estaba de
265
Una vez que me sentí lo suficientemente fuerte y seca, usé mi bastón para
empujarme y me arrastré. Había estado caminando cerca de treinta minutos
cuando tropecé con lo que parecían ser dos surcos en el medio del bosque.
Fruncí el ceño. ¿Alguien tenía una casa aquí? Eso podría ser bueno o malo.
Bueno, si se habían ido y tenían un teléfono. Malo, si estaban en casa y
conseguían una visión clara de mí.
pie casi en el mismo lugar en que había estado cuando me había desnudado
para el detective.
Ironía. Que hija de puta.
Negué y caminé hacia el borde de la cresta. El ruido llegó a mí desde la
cuenca debajo.
Los hombres se gritaban el uno al otro, junto al rechinar de maquinaria
pesada. Cojeé más cerca del borde de la cresta y miré hacia abajo.
Particularmente no me sorprendió el zumbido de actividad. Hombres y
mujeres, en su mayoría bomberos, policías y otros oficiales de rescate,
acechaban de ida y vuelta en el suelo rocoso debajo de mí. Algunos habían
conducido sus vehículos a la cuenca, y las luces rojas y azules giraban y
giraban. Las sirenas habían sido apagadas hace mucho tiempo, sin embargo.
Las personas estaban en pequeños grupos hablando entre sí, pero en su
mayoría lo que hacían era mirar la mina ante ellos.
O lo que quedaba de ella.
La pared derecha de la cuenca, que había sido tan alta y fuerte como las
demás, se había derrumbada sobre sí misma, como un trozo de papel de
aluminio barato. La entrada a la mina de carbón y el segundo pozo, más
pequeño que llevaba a los diamantes habían sido completamente destruidos. El
polvo se había derramado a cientos de metros fuera de la abertura original,
enterrando las pistas metálicas que habían conducido al interior de la mina.
Todo el costado de la cuenca parecía un castillo de arena que alguien pateó.
Yo. Había sido la que había dado la patada. Había usado mi magia para
escapar de Tobias Dawson, y había derrumbado la mitad de la montaña en el
proceso. Siempre había pensado que Jo-Jo Deveraux había estado tomándome
el pelo cuando clamó que tenía más magia de Piedra que nadie que hubiera
visto nunca. Que solo había estado fingiendo cuando dijo que era aún más
poderosa que ella. Pero mientras miraba la montaña destrozada, realmente,
verdaderamente, comencé a creerle.
El pensamiento hizo que mi estómago se contrajera.
―Maldita sea ―susurré.
Por un momento, otra imagen destelló ante mis ojos.
Bajé la mirada y me di cuenta que mis manos estaban brillando de nuevo.
Las cicatrices de la runa de araña en mis palmas ardían con llamas frías,
plateadas una vez más, a pesar de que no estaba consciente me aferraba a mi
Página
Había usado mi magia para destruirla también, para hundir todas las
piedras, para intentar salvarme a mí misma y Bria. Negué, y la imagen
desapareció. Pero la opresión en mi estómago no desapareció.
266
La cáscara arruinada y derrumbada de mi propia casa de la infancia.
magia. Hice mis manos puños y desparecí la luz, la magia. Después de un
momento, las llamas se apagaron, desapareciendo de nuevo en las cicatrices
aunque la plata de alguna manera era la fuente de su poder. No podía dejar de
mirar fijamente mis palmas.
¿Era mi imaginación o las cicatrices de las runas de araña se habían vuelto
más pronunciadas? Por alguna razón, se veían como plata pura ahora nadando
en mi piel, en lugar de las cicatrices más pálidas que habían sido antes. Me froté
la dolorida cabeza.
Algo de que preocuparse más tarde. Mucho más tarde.
Me concentré en la cuenca, una vez más, mis ojos parpadeando sobre las
muchas figuras debajo. A pesar de la multitud, no me tomó mucho tiempo
encontrarlo, Donovan Caine. El detective estaba cerca de la entrada de la mina,
mirando a lo que parecía un mapa extendido sobre el capó de una camioneta.
Probablemente un mapa de la mina de carbón en sí misma. Un casco blanco
cubría la cabeza del detective y lanzaba sus rasgos a la sombra, junto con los del
hombre a su lado. Pero lo reconocí también. Owen Grayson.
Fruncí el ceño. ¿Por qué Owen Grayson estaría aquí? Entonces recordé.
Estaba metido en la minería al igual Dawson lo había estado. Con el enano
enterrado debajo de la montaña, Grayson era lo más parecido a un experto que
la ciudad de Ashland había podido recurrir. Detrás de los dos hombres, varias
excavadoras y retroexcavadoras quitaban tierra del camino. Tobias Dawson
estaba muerto. Deberían de haber ahorrado su gasolina.
Después de un momento, Owen Grayson lo siguió. Probablemente curioso
en cuanto a lo que el detective tramaba.
Donovan Caine estaba a medio camino a través de la cuenca hacia mí
cuando se detuvo y finalmente alzo la vista. Nuestros ojos se encontraron y se
Página
A pesar de que estaba a miles de metros de distancia, Donovan Caine de
alguna manera sintió mi mirada firme, en la forma en la que las personas lo
hacen cuando los miras fijamente largo y lo suficientemente arduo. Su cabeza
giró hacia la derecha, luego a la izquierda, tratando de encontrar la fuente de su
malestar. Le dijo algo a Grayson y se dirigió hacia mi dirección. Donovan
seguía mirando hacia a la derecha y la izquierda a todo mundo que pasaba. Di
un paso más lejos en la cresta de la montaña, así con suerte me podría ver. El
detective se dirigió de nuevo a través de la masa de personas y máquinas.
267
Me quedé en la cresta de la montaña y miré fijamente a Donovan,
contemplar al magro y duro detective. Después de que terminara esto, después
de que fuera sanada, él y yo íbamos a tener una larga charla sobre nosotros.
Porque quería al detective y él también me quería, y estaba cansada de su
moral, su culpa por el deseo de estar conmigo, interponiéndose en el camino de
lo que podíamos tener juntos.
mantuvieron sobre la distancia. Gris en oro. Owen Grayson llegó a su lado y
siguió la línea de visión del detective.
También me vio. De hecho, sonrió.
Al menos alguien estaba contento de verme, porque Donovan Caine no lo
estaba. Inclinó su casco de nuevo, y vi el ceño fruncido en su rostro. La vista, su
falta de felicidad o incluso un poco de alivio, me cortó más que las rocas que
habían cortado mis pies.
Me concentré en Donovan Caine y levanté mi mano ensangrentada en
saludo. El detective se quedó ahí durante varios segundos, inmóvil. Luego se
volvió y le dijo algo a Grayson, quien frunció el ceño y asintió. Grayson se alejó
unos metros de distancia y sacó un teléfono. Marcó un número y habló con
alguien, sin dejar de mirarme.
Grayson terminó su llamada y le digo algo a Donovan, que asintió de
vuelta. Entonces, el detective se volvió y se dirigió hacia la entrada de la mina
colapsada. Ni siquiera miró de vuelta a mí.
Y eso jodidamente dolió.
Donovan dándome la espalda dolía mucho peor que cualquier cosa que
Tobias Dawson me había hecho en la mina de carbón. O cualquier otra cosa que
había soportado en estas últimas horas.
Pero no tenía tiempo para detenerme en la dura reacción del detective
debido a Owen Grayson.
Grayson no se quedó en donde estaba, pero tampoco regreso. En su lugar,
se acercó a mí, mirando por encima de su hombro de vez en cuando para
asegurarse que nadie estaba demasiado interesado en su ubicación. Se detuvo
cerca de la parte inferior de la cresta de donde estaba de pie, lo suficientemente
cerca que ahora podía ver la sonrisa que se extendía a través de sus rasgos.
No le llevó mucho tiempo subir la colina. Ni siquiera se molestó en
quitarse el barro de su pantalón. En su lugar, vino directamente a mí y se
detuvo, sus ojos violetas deslizándose arriba y debajo de mi cuerpo, evaluando
mis lesiones.
―Luces como que has estado en el infierno y de regreso ―murmuró.
Página
Pero lo que era aún más curioso era el hecho de que Grayson comenzó a
subir por la colina. Di un paso lejos del borde y cojeé de nuevo hacia el claro.
No quería que nadie me viera en mi estado actual, o sospeche en dónde he
estado. Dejándolos pensar que Owen Grayson quería una mejor vista del
desastre que había causado. Pero ahora no había nada que pudiera hacer
respecto a Grayson, así que me senté en la tierra desnuda y me apoyé contra un
árbol. Esperando.
268
Lástima que la sonrisa estaba en el rostro del hombre equivocado.
Casi conseguí esbozar una sonrisa.
―Se podría decir.
Grayson se quitó la chaqueta de cuero y cuidadosamente la puso sobre mi
pecho. Su olor flotó hasta mí, este rico y terroso aroma que me hizo pensar en
metal.
―¿Puedo hacer algo por ti? ―preguntó―. El detective me pidió llamar a
tu amigo Finnegan Lane. Tuve una conversación muy interesante con él en la
fiesta de Mab Monroe anoche. No creo que el Sr. Lane me creyera cuando le dije
que estabas de pie en la colina sobre la mina de carbón. Me llamó bastardo cruel
y mentiroso, pero dijo que estaba en camino. Y que, si estaba mintiendo, me
golpearía hasta la muerte con sus propias manos.
―Finn probablemente estaba simplemente molesto. Tiende a ser
emocional en tiempos de crisis.
―Y, ¿qué haces tú en tiempo de crisis, Gin? ―preguntó Grayson.
Lo miré fijamente.
―Sobrevivo.
Una sonrisa se extendió en su rostro, y emociones brillaron en sus ojos.
Admiración mezclada con diversión. Una mirada que nunca había visto en la
mirada dorada de Donovan Caine.
―¿Te dijo algo más Donovan abajo en la cuenca? ¿Cualquier cosa?
La expresión de Grayson se cerró.
―Nada importante.
Su voz era tan amable, tan compasiva, que me dieron ganas de apuñalarlo
con mi bastón. Odiaba dar lastima.
―Donovan no estaba contento de verme, ¿verdad? Pensó que había
muerto en esa mina con Tobias Dawson y los otros, y estaba feliz por ello. O al
menos aliviado. ―Mi corazón se retorció cuando dije esas palabras, pero sabía
que eran verdad.
Esa era la única manera de explicar la reacción fría del detective hacia mí.
―No me quería viva. No en realidad.
―¿Por qué?
Se me quedó mirando.
―Debido a que está ahí abajo buscando a Dawson, y yo estoy aquí
contigo.
Página
―No sé lo que el detective Donovan Caine piensa o quiere, pero lo
considero un enorme tonto.
269
Owen Grayson se encogió de hombros.
No dije nada. Mis emociones estaban demasiado crudas, demasiado
frescas para eso. Owen Grayson abrió su boca de nuevo, pero el sonido del
motor de un auto lo corto. Se puso de pie.
―Creo que tu amigo Finn está aquí ―murmuró.
Grayson me tendió la mano, pero no la tomé.
En su lugar, me puse de pie yo misma, usando mi burdo bastón por
apoyo.
―Sabes que te puedes apoyar en mí si lo necesitas.
Negué con la cabeza.
―No hay necesidad, estoy bien.
De nuevo esa pequeña sonrisa se curvó en sus labios.
―Creo que tu definición de la palabra bien necesita una revisión seria.
El sonido del motor se hizo más fuerte. Quien quiera que fuera, estaban
con prisa. Unos segundos después, el Cadillac Escalade de Finn irrumpió a
través de los árboles y se detuvo en seco enfrente de nosotros. Los neumáticos
se volvieron y lanzaron barro por todo mi cuerpo y el de Grayson. Hice una
mueca. Un insulto final desordenado de lo que había sido un infierno de noche.
Las puertas de la camioneta se abrieron. Finnegan Lane salió primero. Sus
ojos verdes me barrieron, como si no pudiera creer lo que estaba viendo. Las
otras dos puertas se abrieron, y Jo-Jo Deveraux salió del auto. También lo hizo
Sophia. Los tres se quedaron ahí cerca del vehículo simplemente mirándome.
Finn parecía atónito, lleno de alegría, y sorprendió al mismo tiempo. Jo-Jo
tenía una mirada reflexiva, la mirada en sus ojos pálidos no me gustaba. Y
Sophia, bueno, la enana gótica de hecho me estaba sonriendo, tanto como nunca
le sonrió a alguien.
Página
270
―¿Me extrañaron chicos? ―grazné.
33
Traducido por Lyla
Hubo un montón de abrazos y llanto. Finn hizo la mayor parte de los
abrazos, poniendo suavemente sus brazos alrededor de mí y apretándome tan
fuerte como se atrevió. Jo-Jo hizo la mayor parte del llanto.
Las lágrimas corrieron por el rostro de la enana como si sus ojos fueran el
epicentro de una cascada. Rápidamente vencieron su rímel resistente al agua.
Sophia permaneció estoica como siempre.
―¿Cómo hiciste para salir de esa montaña? ―preguntó Finn.
Sus ojos verdes se mantenían barriendo mi cuerpo como si todavía no
estuviera muy seguro de que yo estaba viva. Abrí la boca para responderle
cuando Jo-Jo me cortó.
―Más tarde ―dijo la enana―. Mira a la pobre chica. Tenemos que
regresar con Warren así puedo empezar a trabajar en ella. Justo ahora. Sophia,
si tú quieres, por favor.
La enana gótica se acercó a mí y me levantó.
Su toque fue mucho más suave de lo que me hubiera imaginado que
podría ser, y me sostuvo como si yo fuera una delicada estatua de cristal que
tenía miedo de romper.
―Puedo caminar ―protesté con voz débil―. Lo he estado haciendo toda
la noche y el día.
―Me gustaría saber cómo saliste de la montaña también ―dijo él―. Tal
vez te gustaría decírmelo una noche cenando.
Pensé en Donovan Caine y la forma en la que me había dado la espalda.
No estaba segura de lo que sentía por el detective en este momento, mucho
menos de alguien nuevo como Owen Grayson. Pero pensé en la manera que
Página
Sophia se acercó al vehículo. Jo-Jo abrió la puerta trasera para ella. Owen
Grayson se acercó y detuvo a la enana gótica antes de que me pudiera sentar en
el interior.
271
―Es por eso que vas a descansar ahora ―dijo Jo-Jo―. Vas a necesitar tu
fuerza para cuando comiences a curarte. Porque no va a sentirse bien, querida.
Especialmente tu cara.
Grayson me había mirado: Abiertamente, directamente, sin ninguna sombra de
juicio en sus ojos violetas.
―Tal vez.
―Tienes mi número ―respondió Grayson.
Solté un bufido.
―Oh síp, lo hago.
―Te veré, Gin. Muy pronto, si tengo la manera.
Me sorprendió la promesa confiada en su tono, y el extraño poco
entusiasmo que eso agitó en mí. El pensamiento que cruzó mi mente fue que tal
vez sería… bueno ser perseguida, ser sólo… querida, sin ningún tipo de culpa o
cadenas o moral agregada. De cualquier manera, sabía que no había visto lo
último de Owen. Cualquiera que fuera su interés en mí, no iba a desaparecer
pronto.
Él me dio otra sonrisa antes de que Sophia me pusiera en la parte trasera
del Cadillac, y nuestros ojos se encontraron. Gris en violeta. Oh sí, pensé,
mirando fijamente a través del cristal tintado hacia él.
Owen Grayson era definitivamente alguien que vale la pena mirar.
Finn condujo lentamente, pero aun así fue un viaje lleno de baches en el
camino de acceso. Cada sacudida hacía que mis huesos vibraran al mismo
tiempo. Ahora que estaba entre amigos, podía bajar la guardia, dejar ir esa
frialdad y dureza a la que me había aferrado durante tanto tiempo. E hizo que
todo doliera mucho peor. Debo haberme desmayado porque lo siguiente que
supe era que estaba acostada en la parte superior del mostrador cuadrado en la
parte delantera de la tienda Country Daze.
Los ojos de Jo-Jo destellaron un blanco brillante, y su poder de Aire salió
de ella como ondas invisibles. La enana puso su mano en mi frente. El dolor
caliente de su magia me llenó, y no supe nada más.
Página
―Debido a que cuando derrumbaste la montaña, se creó un socavón
gigante en la parte de atrás. Ya está relleno con agua. No ha llegado a la casa,
aún, pero podría. Así que te hemos traído a la tienda donde era más seguro.
Ahora, relájate, Gin, lo más que puedas. Porque esto va a doler.
272
―¿Qué estamos haciendo aquí? ―murmuré, mirando el ventilador de
techo girando por encima de mi cabeza. El rostro de Jo-Jo se cernió sobre el mío.
La próxima vez que me desperté, estaba acostada en una cama que no era
la mía. Me sentía mejor, pero agotada al mismo tiempo, lo que me decía que mi
cuerpo todavía se estaba recuperando del trauma que había pasado y ser
disparado con la magia de Aire curativa de Jo-Jo. Me estremecí al pensar en lo
mucho que la enana había tenido que usar para reconstruirme de nuevo. Pero
mientras había estado inconsciente, alguien me había bañado y vestido con un
pantalón de chándal negro de gran tamaño, una camiseta de manga larga a
juego y calcetines gruesos.
Eché atrás la manta encima de mí, me puse de pie, y tropecé contra el
armario en la esquina. Me quedé mirando mi reflejo en el espejo. Me veía igual
que siempre, cabello oscuro marrón chocolate, ojos grises, piel clara, unas pecas
en la nariz y las mejillas. Moví mi mandíbula. Perfecta como siempre, y todos
mis dientes flojos se sentían unidos una vez más. Por lo terrible que me había
visto cuando salí de la montaña, Jo-Jo Deveraux me había curado: Todo de mí.
Tendría que ir con Finn para darle a la enana un bono por ir más allá esta vez.
Abrí la puerta de la habitación y miré alrededor.
Estaba en el piso superior de la casa de los Fox, por la vista de todas las
fotos de Warren, Violet, y el resto de la familia de ellos en las paredes. Me dirigí
a la derecha y caminé por un conjunto de escaleras estrechas. Acababa de entrar
al rellano cuando algo brillando en el exterior a través de la ventana me llamó la
atención.
El pequeño arroyo que corría por la casa de los Fox y la tienda se había
convertido en un gran estanque. Se extendía tal vez unos cuatrocientos metros,
asentándose en una nueva depresión en el suelo. Probablemente justo sobre el
lugar donde la caverna con los diamantes había estado. El estanque era otra
señal de cómo mi magia había alterado el paisaje, de cómo había hecho esta
cosa sin pensar en las consecuencias.
―Joder ―susurré.
Negué y bajé las escaleras. Voces suaves flotaban fuera de la sala, así que
ahí es a donde me dirigí.
―No lo habría creído si no lo hubiera sentido ―respondió Warren T. Fox
con su chillona, voz aguda―. Sentí como si toda la montaña se fuera a dividir
en dos. Peor que un terremoto.
―Gin sólo ahora está entrando en toda la extensión de su poder
―contestó Jo-Jo―. Ella sólo va a hacerse más fuerte.
Página
Me detuve donde estaba en el pasillo. Jo-Jo estaba hablando: Acerca de mí.
273
―… no puedo creer la cantidad de energía que ella utilizó, la cantidad de
magia que fue capaz de aprovechar.
―No me gustaría ponerme en contacto con su lado malo ―murmuró
Warren.
Esperé en el pasillo, pero los dos no dijeron nada más. Así que me dirigí al
estudio donde estaban sentados. Ambos me miraron. Sophia y Finn no estaban
en ninguna parte, y Violet probablemente todavía estaba con Eva. La televisión
parpadeaba frente a Warren y Jo-Jo, mostrando escenas de la mina colapsada,
aunque el sonido estaba silenciado.
―¿Te sientes mejor? ―preguntó Jo-Jo.
Me encogí de hombros.
―Algo. Todavía estoy cansada, sin embargo.
―Lo estarás ―respondió la enana―. Me tomó un largo tiempo cuando te
remendé esta vez. Todo lo que hiciste en ese pozo de la mina, tuvo su efecto en
ti.
No respondí. En su lugar, miré a Warren.
―Estoy segura de que lo has adivinado por ahora, pero Tobias Dawson
está muerto. También lo están dos de sus gigantes. Él no te estará molestando
por nada más.
El viejo asintió y se echó hacia atrás y hacia delante en su sillón reclinable.
―Supuse lo mismo.
―¿Qué pasó ahí abajo, Gin? ―preguntó Jo-Jo―. En la mina.
Me senté en el sofá y acurruqué mis pies debajo de mi cuerpo.
―Dawson me noqueó en la fiesta de Mab Monroe. Reconoció mi magia de
alguna manera. Cuando me desperté, estaba en la mina con el enano y dos de
sus gigantes. Estábamos en esta caverna, esta hermosa caverna. Ahí es donde
los diamantes estaban, cientos de ellos insertados en las paredes de piedra como
lámparas pequeñas. Dawson me golpeó. Él quería saber si Warren me había
contratado para matarlo. Todo la cosa de siempre.
―¿Qué le dijiste? ―preguntó Warren.
Sonreí.
―Entonces, ¿qué pasó? ―preguntó Jo-Jo.
Me encogí de hombros.
―Pensé que no iba a salir de allí con vida y que bien podría llevarme a
Dawson y sus matones conmigo. Así que usé mi magia de Piedra y Hielo para
Página
Algo despertó en los ojos de Jo-Jo, pero enmascaró la emoción antes de
que pudiera averiguar de qué se trataba.
274
―Le dije que estaba trabajando para Mab Monroe. Que ella lo quería
muerto.
colapsar el techo. Es por eso por lo que él necesitaba tu tierra, Warren. La
caverna estaba justo debajo de la quebrada, y el techo era demasiado frágil para
que él procediera con la mina de los diamantes sin que tú lo supieras.
Warren asintió.
―Después que el polvo se asentó, todavía estaba viva, y ellos no lo
estaban. Así que me puse a buscar una manera de salir de la caverna, y encontré
una. Fin de la historia.
No le dije a Jo-Jo acerca de mis manos, sobre el hecho de que parecía tener
más magia de Hielo ahora que nunca antes.
Que podía sentir el poder fresco ondulando a través de mis venas. Ya
habría tiempo suficiente para hacer eso más tarde. Después de que hubiese
deducido por mí misma si era sólo una casualidad.
Sacudí mi cabeza hacia la televisión.
―¿Qué están diciendo?
Warren golpeó el mando a distancia, y el sonido se encendió.
―Están diciendo que fue un terremoto. Que Dawson y sus hombres
estaban haciendo una inspección nocturna y quedaron atrapados en su interior.
Todavía están cavando en busca de ellos, aunque todo el mundo sabe que él ya
está probablemente muerto.
Pensé en la mano pálida de Dawson saliendo del montículo de tierra y
piedra, y la forma en que yo había cortado la muñeca del enano sólo para
asegurarme.
―Síp, Dawson está muerto y enterrado.
―Me alegro que no terminaras de la misma manera ―dijo Warren.
Me quedé mirando los escombros en la televisión. El sonido del retumbar
de la tierra y los chillidos de la piedra resonaron en mis oídos.
―Yo también.
Jo-Jo fue a llamar a Finn y a Sophia y decirles que yo estaba finalmente
despierta, dejándome sola en el estudio con Warren.
―Aquí. Sé que no puedo pagarte por lo que hiciste con Dawson y todo lo
que sufriste. Pero me gustaría darte algo, y pensé que podrías querer esto.
Me quedé mirando la foto. Una fina capa de polvo cubría el marco, la que
limpié con el borde de mi camiseta.
Página
Warren regresó un minuto después con un pequeño marco de fotos. Lo
miró un momento y luego lo metió en mis manos.
275
El viejo excéntrico se incorporó de su sillón reclinable, huesos crujiendo, y
desapareció. Observé la cobertura de las noticias del desastre de la mina.
La imagen podría haber sido de color hace un tiempo, pero hacía mucho
se había desteñido a un amarillo opaco. Dos jóvenes, poco más que
adolescentes, me miraban. El hombre más bajo era obviamente Warren T. Fox.
Él miraba fijamente a la cámara con una expresión seria, como si no quisiera
que le hicieran la fotografía. El otro hombre era Fletcher, cuya sonrisa más
amplia compensaba la falta de una de Warren. Ambos llevaban camisas de
trabajo y overoles. Cañas de pescar y cajas de poleas yacían a sus pies, junto con
una sarta de peces. Árboles rodeaban el área detrás de ellos.
―¿Estos son tú y Fletcher? ―le pregunté.
Warren se acomodó en su sillón y empezó a mecerse de nuevo.
―Así es. Tomada un par de meses antes de que él pusiera en marcha el
Pork Pit. La última foto que alguna vez nos tomamos juntos.
―¿No quieres conservarla, entonces?
Warren se encogió de hombros.
―No necesito una foto para recordar a Fletcher. Nunca tengo.
Él clavó la mirada en la televisión, pero todavía veía el brillo de humedad
en sus ojos oscuros. En ese momento, supe que Warren echaba de menos a
Fletcher Lane tanto como yo lo hacía, aunque él nunca lo admitiría. Y sabía que
la foto tenía que ser una de sus posesiones más preciadas. Debido a que era un
símbolo de su amistad, de su infancia creciendo juntos, y todos los buenos
momentos y las esperanzas y los sueños que ellos habían compartido.
Tenía fotos de Fletcher, pero ninguna como esta. Ninguna que lo mostraba
estando tan tranquilo y sin preocupaciones. Ninguna que lo mostraba como
realmente fue, sin la máscara de calma que le había presentado a tanta gente,
incluyéndome a mí, a lo largo de los años.
Por primera vez, sentí como si estuviera viendo al verdadero Fletcher
Lane.
Warren asintió. Me acerqué, me agaché y besé su mejilla arrugada. Olía a
Old Spice y menta.
―Gracias por esto.
No me miró, pero un rubor se deslizó por el costado de su cuello.
Página
―Muy bien ―le dije―. Hay un de espacio vacío en la pared del Pork Pit.
Creo que esto va a ir muy bien allí.
276
Y ahora Warren me estaba dando la foto. Su gesto me conmovió de una
manera que nada en mucho tiempo lo había hecho. Podría haber sido una
asesina por diecisiete años, podría haber matado a un montón de gente, pero
ayudar a Warren y a Violet Fox era sin duda una de las mejores cosas que jamás
había hecho.
―No es nada.
―No ―dije en voz baja, mirando fijamente la cara sonriente de Fletcher―.
Lo es todo para mí.
Avergonzado, Warren hizo alguna excusa acerca de comprobar la tienda,
y me dejó sola en el estudio. Me senté allí mirando fijamente la foto de él y
Fletcher hasta que Jo-Jo Deveraux regresó.
―¿Qué es eso? ―preguntó ella.
Le mostré la imagen.
―Que agradable de él dártela ―respondió la enana, sentándose en el sofá.
―Sí, lo fue.
No hablamos por unos momentos. Finalmente, Jo-Jo rompió el silencio.
―¿Quieres hablar de ello? ―preguntó en voz baja―. ¿Sobre lo que pasó
en la montaña? ¿Acerca de tu magia? ¿Acerca de que eres más fuerte ahora?
Mi cabeza colapsó.
―¿Cómo diablos sabes eso?
Sus ojos pálidos eran viejos y conocedores en su cara maquillada.
―Pude sentirlo cuando te estaba sanando. Tu magia de Hielo, es más
fuerte ahora, ¿verdad?
Suspiré y le conté lo que había sucedido en la caverna.
Acerca de cómo sentí algo dentro de mí y del hecho de que las cicatrices
de la runa de araña en mis manos resplandecieron más brillantes que una
linterna. Incluso le di una demostración.
Jo-Jo se inclinó y estudió mis palmas plateadas. Entonces asintió y se retiró
al sofá.
―¿Entonces qué me pasó? ¿Esto es temporal? ¿Permanente? ¿Rompí mi
magia o algo así?
Jo-Jo se rió entre dientes.
―Realmente no. Es bastante raro ser capaz de controlar dos elementos.
Siempre asumí que mi magia de Hielo era más débil.
Jo-Jo sacudió la cabeza.
―No, querida, tu magia de Hielo no es más débil. Simplemente ha sido
contenida, hasta ahora.
Página
Me encogí de hombros.
277
―Nada de eso, Gin. Pero sí, creo que es permanente. ―Me dio una mirada
fija―. ¿Te has preguntado por qué tu magia de Piedra es mucho más fuerte que
tu poder de Hielo?
Fruncí el ceño.
―¿Cómo?
Ella sacudió su cabeza hacia mis palmas.
―Por esa plata en tus manos. Sabes tan bien como yo que la plata es un
metal mágico, que puede contener y absorber magia elemental.
―¿Y qué?
―Así que la plata también puede bloquear la magia. En tu caso, el metal
en tus manos te impidió realizar plenamente tu potencial de Hielo.
―No entiendo.
Jo-Jo apoyó sus talones en la mesa de café. Sus pies estaban descalzos, con
las uñas de sus pies pintadas de color rosa, como siempre.
―Sabes que hay una gran cantidad de dualidad en la magia elemental.
Una gran cantidad de predilecciones y aversiones entre los cuatro elementos.
Ahora, la Piedra es más una magia interna. Tú no tienes que hacer nada para
escuchar las vibraciones de las rocas que te rodean. El Aire es de la misma
manera. Pero el Fuego y el Hielo son diferentes. La mayoría de los elementales
liberan esos dos tipos de magia a través de sus manos. Es más fácil y más
rápido formar una bola de fuego en la mano de lo que es dispararla fuera de tus
ojos o tu trasero.
Sonreí ante la interesante imagen.
―Pero tú tenías plata derretida en tus manos. Así que, en cierto sentido, el
metal obstruyó tu magia de Hielo cada vez que trataste de liberarla a través de
tus manos. Como un cuello de botella. ¿Tiene sentido?
Pensé en todas esas veces que había formado un cubo o un par de picos de
hielo. Jo-Jo estaba en lo cierto. Casi siempre usé mis manos para hacer esas
cosas, pero la mayoría de las veces cuando recurría a mi magia de Piedra para
endurecer mi piel, el poder casi siempre venía de dentro.
―Creo que lo entiendo ahora. Pero, ¿cómo fui capaz de recurrir a tanta
magia de Hielo en la caverna si la plata la bloqueaba?
Página
―Debido a que finalmente trajiste suficiente de tu magia de H ielo para
ejercer un dominio en la plata. Explotaste justo a través de ese metal, venciste
esa barrera. Tu magia de Hielo siempre ha sido tan fuerte como tu magia de
Piedra, Gin. Ahora, por fin ha salido a la superficie para que la puedas utilizar.
Es por eso que tus cicatrices de la runa de araña se ven más brillantes, más de
un color plateado ahora. Debido a que tu magia de Hielo está ahí esperando
para acceder a ella. Porque tu poder está dentro de la plata ahora, en vez de ser
bloqueada por ella.
278
Jo-Jo me miró fijamente.
―Tú sabías, ¿verdad? ―le pregunté―. Supiste todo el tiempo por qué mi
magia de Hielo era más débil. ¿Por qué no me lo dijiste?
―Porque tenías que atravesar la plata por ti misma ―dijo Jo-Jo―. Yo no
podía hacerlo por ti.
Me senté allí y me quedé mirando las cicatrices a juego que decoraban mis
palmas. Un pequeño círculo rodeado de ocho rayos delgados. Una en cada
mano. Una runa de araña. El símbolo de la paciencia.
―Sólo vas a volverte más fuerte ahora, Gin ―dijo Jo-Jo en un tono
tranquilo―. Pronto un día, serás la elemental más fuerte en Ashland. Incluso
más fuerte que la misma Mab Monroe.
¿Más fuerte que Mab? No sabía si eso era una buena cosa, viendo cómo la
elemental de Fuego utilizaba su poder para la destrucción. Todo para lo que
Mab usaba su magia era para matar, herir, y quemar a todos los que se ponían
en su camino. Yo podría haber sido una asesina, pero no quería ser como ella.
Ni ahora, ni nunca.
Curvé mis manos en puños, ocultando las cicatrices de la vista, y traté de
ignorar el escalofrío que sacudió mi cuerpo.
Pasé el resto de la noche con los Fox, descansando, y Finn vino a buscarme
al día siguiente, justo antes del mediodía, como era su estilo. Estaba sentada en
el porche de Country Daze en algunas ropas prestadas de Violet Fox cuando él
se detuvo con su Cadillac Escalade. Yo ya había dicho mis adioses a Warren T.
Fox, quien todavía estaba adentro con Jo-Jo Deveraux. Sophia estaba llegando
más tarde para recoger a su hermana mayor, que quería pasar unas cuantas
horas más cotilleando con Warren.
Finn se bajó del auto y se acercó a mí. Deslizó sus gafas de sol de diseño
hacia abajo así podía mirar por encima de la parte superior de los lentes.
―Linda ropa.
―¿Estás lista para partir? ―preguntó Finn.
Miré hacia la señal de chapa montada sobre la puerta principal. Country
Daze. Síp, aturdida2 era una manera de poner todo lo que había atravesado en
Original: Dazed. Por eso, después de ver el cartel del Country Daze, Gin piensa en esa
palabra.
2
Página
Pero me levanté y abracé a mi hermano de crianza de todos modos. Él me
abrazó tan fuerte como pudo.
279
―Un placer verte también, Finn ―le respondí en un tono irónico.
los últimos días. Me quedé mirando el signo brillante un momento más, luego
me volví y le sonreí a Finn.
Página
280
―Vámonos de este antro de ginebra. Llévame a casa. Llévame al Pork Pit.
34
Traducido por Martinafab y LizC
El incidente en la mina de carbón se desarrolló durante la siguiente
semana. La gente trabajó día y noche durante días, cavando, moviendo y
transportando tierra y piedra fuera del camino antes de que finalmente
recuperaron el cuerpo de Tobias Dawson, junto con dos de sus trabajadores
gigantes. El forense dijo que tanto los gigantes como Dawson murieron de un
fuerte traumatismo.
Sí, el derrumbe había eliminado a los gigantes, pero Dawson había muerto
a causa de esas dagas de Hielo que yo había lanzado a su torso. Era una lástima
que la evidencia se hubiera derretido, como siempre. Algo de lo que estaba
agradecida.
Después de que los trabajadores de rescate recuperaron los cuerpos, no
hubo mucho más que hacer. Por lo que cerraron la mina y se fueron a casa. Un
par de días más tarde, Finn me mostró un artículo de negocios en el Ashland
Trompet que decía que Owen Grayson había comprado la compañía de Tobias
Dawson por una miseria, todo incluido. No se habían anunciado planes sobre lo
que le pasaría a la mina colapsada, y Grayson fue citado diciendo que no tenía
prisa en tomar una decisión. De cualquier manera, yo había destruido los
diamantes en la cueva, para que nadie pudiera husmear allí en cualquier
momento. Lo que significaba que Warren T. Fox, su nieta, Violet, y su tienda,
tierra y casa estaban a salvo por ahora y en el futuro previsible.
Cocinando. Llevando el Pork Pit.
Esto último era más fácil ahora, desde que Jake McAllister estaba fuera de
la imagen. El incidente en el pozo de la mina había dominado las noticias, por
supuesto, pero había una pequeña mención sobre Jake y el hecho de que había
Página
En cuanto a mí, volví a caer con gracia en mi retirada. Clases de auditoria
en la universidad comunitaria de Ashland. Leyendo.
281
Me alegraba haber sido capaz de ayudar a los Fox, alegre de haber sido
capaz de hacer algo por alguien que una vez había significado tanto para
Fletcher Lane. Me parecía que el anciano habría aprobado que ayudara a
Warren, incluso si los dos se habían separado en malos términos hace tantos
años.
sido encontrado muerto en casa de su padre. El forense lo atribuyó a causas
naturales causadas por un defecto del corazón, o alguna tontería por el estilo.
No hubo ninguna mención sobre Jake estando en la fiesta de casa de Mab
Monroe, y ninguna mención de él siendo encontrado muerto apuñalado
violentamente en uno de los baños.
Pero con Jake muerto, su padre, Jonah McAllister, no tenía ninguna razón
real para seguir exprimiéndome. Al menos, no por el robo y presentar cargos
contra su hijo. Oh, me imaginaba que Jonah todavía estaba furioso conmigo por
lo que había sucedido el día que había venido al restaurante y que volvería a
venir para acosarme, tarde o temprano, aunque sólo sea porque le gustaba ese
tipo de cosas. Pero por ahora, el Pork Pit había vuelto a su flujo regular de
clientes. Aun así, estaba pendiente de los problemas. Si Jonah McAllister alguna
vez me conectara con la prostituta rubia que había estado en la fiesta de Mab,
tomaría a sus gigantes, vendría al Pork Pit, y arrasaría con el restaurante hasta
los cimientos, conmigo en su interior.
Es por ello que tenía a Finn haciendo algunas discretas averiguaciones
sobre el asunto. Se decía que Jonah McAllister estaba hirviendo de furia por el
asesinato de su hijo, y el hecho de que el incidente había tomado lugar en la
mansión de Mab Monroe. McAllister se había comprometido a encontrar a la
asesina de su hijo y hacerse cargo de ella él mismo, con sus propias manos.
También se decía que Mab Monroe estaba lívida por el hecho de que alguien se
había atrevido a asesinar al hijo de su abogado en su propia casa.
No conocía el razonamiento de la elemental de Fuego, y nunca había
creído mucho en la suerte. Pero sabía que había esquivado a mi propia muerte
Página
Y todavía me preguntaba sobre esa noche en la fiesta y por qué Mab no
simplemente me mató ella misma cuando estaba noqueada en el suelo delante
de ella. Habría sido bastante fácil para ella hacerlo. ¿Por qué hacer que Dawson
lo hiciera? ¿Por qué hacer que me llevara a otro lugar? ¿Había sabido Mab que
me llevaría a la mina? Tal vez pensó que yo mataría a Dawson para ella, y que
ella podría intervenir y tener todos los diamantes para ella. No habría sido un
mal plan, si no hubiera derrumbado toda la montaña en el proceso.
282
También se decía que Mab estaba buscando silenciosamente a una
prostituta rubia que había asistido a su fiesta y que había sido vista yéndose con
Tobias Dawson. Según Finn, la elemental de Fuego había enviado a Elliot Slater
y un par de sus gorilas gigantes a interrogar a Roslyn Phillips sobre la
misteriosa prostituta. Pero Slater había estado satisfecho eventualmente con que
la invitación y el collar de runa habían sido robados de Northern Aggression sin
el conocimiento de Roslyn. Sin embargo, hice que Finn le enviara a Roslyn una
cantidad significativa de dinero para ayudar a compensar lo que estaba segura
había sido una entrevista contundente.
esa noche. Pero ahora estaba buscándome activamente, y no me hacía ilusiones
sobre lo que pasaría si alguna vez descubría mi verdadera identidad.
El hecho era que tendría que ser más cuidadosa en el futuro inmediato, al
menos hasta que alguien más atrapara el interés de Mab Monroe.
Dos semanas después del incidente en la mina, estaba sentada en mi
taburete en el Pork Pit leyendo Las aventuras de Finn Huckleberry de Mark Twain.
La copia de Fletcher de Donde el helecho crece rojo adornaba la pared junto a la
caja registradora, por supuesto, pero había sido acompañada por algo nuevo:
La foto de él y Warren T. Fox. Creo que a Fletcher le hubiera gustado tenerla en
el restaurante.
Era un lunes por la noche de nuevo y tranquilo salvo por mis dos clientas:
Eva Grayson y Violet Fox. Las dos chicas universitarias estaban sentadas en el
mostrador, sorbiendo batidos de chocolate y estudiando. Sus libros cubrían una
buena parte de la encimera. Eva y Violet habían empezado a venir al Pork Pit al
menos una vez por semana cuando tenían una o dos horas para matar entre
clases. A veces, Cassidy, otra amiga de Eva, se unía a ellas. Pero la mayoría de
las veces eran sólo las dos chicas.
―Así que, ¿cuándo vas a salir con mi hermano mayor? ―dijo Eva,
haciendo a un lado su vaso vacío de batido.
Levanté la vista de mi libro.
―¿Por qué lo preguntas?
Eva se me quedó mirando.
―Debido a que cada vez que menciono que he estado aquí, me pregunta
cómo estás, Gin. ¿Por qué no le das al pobre chico un descanso?
Alcé la ceja.
―Si tu hermano mayor quiere invitarme a salir, él puede venir aquí y
hacerlo por sí mismo, en vez de hacer que su hermana pequeña defienda su
caso.
―¿En qué me dijiste que estabas especializándote de nuevo?
―Marketing ―respondió Eva con una sonrisa.
―Concluyo mi caso.
Página
―Sólo estoy llenándote con las buenas cualidades de Owen. No
defendiendo su caso.
283
Eva agitó la mano.
Violet sólo se rió y tomó otro trago de su propio batido.
La puerta principal se abrió, causando que la campana sonara. Levanté la
mirada, lista para recibir a un cliente potencial.
Y él entró en el restaurante.
El detective Donovan Caine. Cabello negro, ojos dorados, piel bronceada.
El detective hispano tenía el mismo aspecto que recordaba, a excepción de las
líneas de su rostro. Por una vez, parecían haberse suavizado, como si un gran
peso hubiera sido levantado de sus hombros delgados. Como si hubiera tomado
alguna decisión que finalmente le había traído un poco de paz. Me preguntaba
lo que podría ser, pero tenía la extraña sensación que tenía algo que ver
conmigo. Tal vez todo tenía que ver conmigo.
El detective se acercó y apoyó las manos sobre el mostrador. Manos que
habían hecho cosas tan maravillosas a mi cuerpo.
―Gin.
―Detective.
―¿Podemos hablar? ―preguntó en voz baja.
No había visto al detective desde aquella tarde que lo había saludado
desde la cuenca, y él no había hecho ningún esfuerzo para ponerse en contacto
conmigo. La gente siempre hablaba de las etapas de dolor por las que se pasaba
cuando sucedía algo traumático. Ja. Yo más o menos había pasado de herida a
simplemente estar enojada, sin paradas intermedias. Aun así, tenía curiosidad
de porqué Donovan había venido, lo que quería decirme ahora, dos semanas
demasiado tarde. Puta curiosidad. Simplemente no me dejaría dejarlo estar.
―Claro. Hablemos. ―Volví mis ojos grises a Violet y Eva―. ¿Por qué no
van a la parte trasera durante unos minutos y convencen a Sophia para que les
haga algunos batidos frescos? Invita la casa.
Violet se encogió de hombros y rodeó el otro extremo del mostrador. Eva
Grayson estudió a Donovan Caine con interés abierto. Ella sorbió, diciéndome
claramente que no creía que el detective tuviera nada en contra de su hermano
mayor. Luego siguió a Violet.
El detective asintió.
―Lo hice. Pero Owen Grayson fue de gran ayuda con eso. Como lo fueron
todos los otros trabajadores de emergencia y desastre.
Página
―Te vi en la televisión en la mina de carbón. Parecía que tenías las manos
ocupadas recuperando el cuerpo de Tobias Dawson.
284
Esperé hasta que las dos chicas universitarias habían desaparecido a
través de las puertas oscilantes y estuvieran fuera del alcance del oído antes de
volver a mirar al detective.
Podríamos haber estado hablando del tiempo por lo interesante que era la
conversación. Pero las manos del detective se agarraban al borde del mostrador
como si quisiera romperlo. Estaba molesto por algo. No tenía ni idea de qué
podría ser. Debido a que fue él el que me había dado la espalda ese día en la
mina, y no al revés. Así que decidí llegar al corazón del asunto.
―¿Por qué has venido aquí, Donovan? ―le pregunté―. ¿Qué quieres?
El detective se me quedó mirando, sus ojos dorados recorriéndome el
rostro.
―Me voy de Ashland, Gin. Pensé que deberías saberlo. Pensé que debería
decírtelo en persona.
Por un momento me quedé de piedra. Simplemente aturdida. De todas las
cosas que podría haber dicho, no me esperaba eso, y las emociones que agitó en
mí. Dolor. Ira. Tristeza.
―¿Te vas de la ciudad? ¿Por qué?
Donovan se pasó las manos por su cabello negro.
―Una gran cantidad de razones. Demasiadas como para entrar en ellas en
este momento.
―Bueno, vamos a enfocarnos en lo único que importa, la verdadera razón
por la que estás aquí. Yo ―espeté―. Estás dejando la ciudad por mí, ¿verdad?
―Culpable de los cargos. ―El detective trató de sonreír. No salió muy
bien.
―¿Por qué? ―pregunté―. Tú me diste la espalda en la mina ese día.
Recibí el mensaje. Por alguna razón, no quieres tener nada que ver conmigo. Ya
no. No tienes que dejar la ciudad para lograr eso, detective. No soy el tipo de
persona que corre detrás de un hombre, rogándole que no la deje.
―Bien ―gruñí―. Explícate.
Donovan respiró profundo.
Página
―Vine aquí para explicarme ―dijo Donovan en voz baja―. ¿Puedes por
favor, sólo dejarme hacer eso?
285
Mi voz destilaba ácido. Así como mi corazón, pero mantuve mi rostro
sereno, frío, remoto. No iba a dejar que Donovan Caine supiera lo mucho que
me había herido ese día; lo mucho que me estaba haciendo daño ahora. Había
pensado que podríamos tener algo juntos, una relación real. Que tal vez
Donovan era alguien con quien podría compartir mi corazón y mi vida, tan
oscuro como fuesen. Pero esa esperanza se había quemado y derrumbado a
cenizas, como tantas otras cosas en mi vida. Esperanza. Un desperdicio de
emoción, la mayoría de las veces.
―He pensado en ti todos los días, Gin. Desde aquella primera noche que
nos conocimos en la opera. La noche en que Gordon Giles fue asesinado. He
reproducido esa escena una y otra vez en mi cabeza. Y no sólo eso. Esa noche en
Northern Aggression. El tiempo que pasamos juntos en el club de campo.
Luego, en mi auto hace unas semanas. Esa noche en la lluvia. No puedo sacarte
de mi cabeza. Tu voz, tu olor, tu risa, la forma en que te sientes contra mí.
―¿Por qué eso es algo malo? ―pregunté―. Nos sentimos atraídos el uno
al otro. Eso es lo que pasa cuando las personas están atraídas el uno por el otro.
Donovan se me quedó mirando.
―Es una mala cosa, por lo que eres y lo que solías hacer.
Esperaba las palabras, pero aun así dolió. Suspiré.
―Si esto sigue siendo sobre Cliff Ingles…
Sacudió la cabeza.
―No se trata de Cliff, ya no. Sé por qué lo mataste. Como te dije antes,
podría haberlo hecho yo mismo, si hubiera tenido la oportunidad. No, esto es
sobre mí.
Sólo lo observé fijamente.
Donovan tomó aliento.
―¿Sabes por qué no fui detrás de ti en la mina?
―En realidad no.
―Sabes tan bien como yo que Tobias Dawson nunca iba a dejar a los Fox
en paz. Que estaba profundamente implicado con Mab Monroe y ambos, los dos,
habrían hecho todo lo posible para poner sus manos en esos diamantes.
Dawson muriendo era la única manera de salvar a Warren y Violet.
Donovan negó con la cabeza.
Página
La culpa, el dolor y la decepción brillaron en sus ojos dorados. Y recordé
lo que Warren T. Fox me había dicho. Él no es el indicado para ti, la voz del
anciano susurró en mi cabeza. De alguna manera empujé mi dolor a un lado,
tratando de mantener la calma y ser racional en esto. Tratando de hacer que
Donovan Caine cambie de opinión. Se quede. Para darnos una maldita
oportunidad.
286
―Después de esa noche que estuvimos juntos en mi auto, sentí como si tal
vez podría haber algo entre nosotros ―dijo en voz baja―. Pero entonces dijiste
que ibas tras Tobias Dawson. Para matarlo. Y te dejé hacerlo. Te dejé hacerlo.
Sólo me quedé ahí en un segundo plano mientras tú ibas detrás de otro hombre,
para asesinarlo. Hice la misma cosa que siempre había jurado no hacer: Miré
para otro lado. No porque Dawson era un mal tipo, sino por ti. Comprometí mi
reputación por ti, Gin, y lo que siento por ti.
―Simplemente no me atrevo a creer eso, a aceptarlo.
Esta era la misma vieja discusión que habíamos tenido tantas veces.
Demasiadas para contarlas. No iría a ninguna parte, así que decidí probar otra
táctica.
―¿Por qué sentir algo por mí es tan terrible? ¿Por qué no puedes aceptar
el hecho de que solía ser una asesina y que estoy tratando de cambiar?
―Porque nunca vas a cambiar. En realidad no.
―¿Ah, no?
―No ―respondió con voz firme―. Piensa en ello. Nos enteramos de lo
que está haciendo Tobias Dawson, ¿y qué es lo primero que sale de tu boca?
Hablar de matarlo. No consideraste ninguna otra opción, no consideraste nada.
Decidiste que querías a Dawson muerto, e hiciste que suceda.
―Hice lo que tenía que hacer ―dije con voz fría―. Nada más, nada
menos. Y no había otras opciones, detective. Ya que la policía en esta ciudad es
una broma, y ambos lo sabemos. La única ley, la única justicia, en Ashland es lo
que la gente hace por sí mismo.
Donovan se estremeció al oír mis palabras duras, pero no las discutió.
―Simplemente… no puedo seguir con esto. Lo siento, Gin. Pero esta cosa
entre nosotros, se acabó.
―¿Entonces estás dejando la ciudad para escapar de mí? ―espeté.
Donovan levantó las manos en un gesto de impotencia.
Donovan se estremeció, pero no negó la veracidad de mis palabras. Era
demasiado tarde para eso. Ahora el detective sólo se veía cansado. Su
Página
―No ―dije―. Yo soy la que lo siente. Siento haber perdido mi tiempo
contigo. Acéptalo, Donovan. No estás dejando la ciudad porque maté a
Dawson. Estás dejando la ciudad porque no me impediste hacerlo. Porque no
tuviste la fuerza para hacerlo. Porque incluso ahora, a pesar de todo, todavía
quieres follar conmigo. Estás huyendo porque tu moral es más importante para
ti que cualquier otra cosa, incluso lo que podrías tener conmigo.
287
―Sí. No, no lo sé. No es todo sobre ti. Parte de esto es el departamento.
Hay tanta corrupción allí. Sólo estoy… cansado de todo. De levantarme cada
puta mañana y saber que estoy luchando una batalla perdida. Estoy al borde
aquí, Gin. Cerca de convertirme en lo mismo que todos los demás policías
corruptos de esta ciudad. Dejarte ir tras Alexis James era una cosa. Ella vino
detrás de los dos primero. Pero Tobias Dawson, eso fue diferente. Si hubiera
sido alguien más que tú, te habría esposado y arrastrado tu culo a la sede antes
de que llegaras a cualquier lugar cerca de Dawson. Pero no lo hice. Y lo
lamento. Más de lo que sabrás jamás. Lo siento, Gin. Quiero que sepas eso.
Realmente lo siento.
resignación sólo me hizo enojar aún más. Por un momento, la rabia se apoderó
de mí, dura, fría y amarga como la bilis. Quería tirar algo, romper algo. Quería
destrozarlo. Sacar mi cuchillo, dar un paso adelante, y rajar su garganta con él.
Hacerle daño como él me estaba haciendo daño.
Pero respiré profundo. Podría herir a Donovan con palabras, pero nada
más. Podría ser una ex asesina, pero era mejor que eso. Nunca había matado
por pasión, y no iba a empezar ahora. El detective no valía la pena.
―Me diste la espalda en la mina porque te alegraba que estuviera muerta
―le dije―. Debido a que la decisión de estar conmigo te había sido arrebatada
de tus manos, y tu preciosa moral seguiría intacta. Y entonces aparecí de nuevo,
aún con vida. Y estabas justo de vuelta al punto de partida. Esa es la verdad,
¿no?
Él no dijo nada. Y finalmente me dejé reconocer algo que había sabido
todo el tiempo. Donovan Caine me quería, pero no era lo suficientemente fuerte
como para aceptarme. No a mi pasado, no a mi fuerza, no a la mujer que era.
Una amarga decepción me llenó, sustituyendo mi rabia, pero me obligué a
hacer la última pregunta a la que quería una respuesta.
―¿A dónde vas?
Sacudió la cabeza.
―Creo que es mejor si no sabes eso, Gin.
Asentí. Quizás lo era.
―También he venido aquí para avisarte ―dijo Donovan en un tono
suave―. Jonah McAllister está fuera buscando venganza contra quienquiera
que mató a su hijo. No se detendrá hasta que encuentre a la persona
responsable. Una de mis fuentes dice que está buscando entre todo aquel con el
que Jake tenía problema… tú incluida. Y Mab Monroe no cree que murieras en
la mina con Dawson. Mi capitán recibió una llamada de ella el otro día,
queriendo saber si habíamos encontrado más cuerpos entre los escombros. Así
que, cuida tu espalda.
―¿Por qué decirme todo esto? ―dije―. No es como si te importa.
Realmente no.
No lo suficiente para quedarte. Eso es lo que quería decir, gritarle. Pero no lo
―No lo sé. Supongo que sentí que te debía. El departamento ya me
sustituyó.
―¿Con quién? ―dije más por decir algo que por verdadera curiosidad.
Se encogió de hombros otra vez.
Página
Donovan se encogió de hombros.
288
hice.
―Algún pez gordo de Savannah llamado Coolidge. Eso es todo lo que sé.
Una mujer. Se supone que es una verdadera emprendedora. Justo como tú.
Donovan se me quedó mirando otra vez. Sus ojos dorados ardían en los
míos. Emociones se reflejaron en su mirada. Anhelo. Miedo. Arrepentimiento.
Determinación.
Por una vez, suavicé mi expresión y le hice ver lo que realmente sentía por
él. Sorpresa brilló en sus ojos, y por un momento, pensé que podría ser
suficiente para hacerle cambiar de opinión. Pero luego su rostro se endureció, y
supe que lo había perdido. Esperé que la moral de Donovan Caine lo
mantuviera caliente por la noche porque yo nunca lo haría de nuevo.
Ahora no.
No había nada más que decir. El detective asintió hacia mí por última vez,
me miró a los ojos un momento más.
Página
289
Y entonces, se volvió y salió de Pork Pit, dejando mi antro, mi corazón,
frío y vacío y dolorido.
35
Traducido por Mari NC
Les di a Violet y Eva sus batidos prometidos, luego las eché y cerré el
restaurante por la noche. Treinta minutos más tarde, estaba a punto de salir
cuando sonó el teléfono. En un capricho lo recogí, medio esperando que
pudiera ser Donovan Caine, llamando para pedir disculpas… o algo. Cualquier
cosa.
―Pork Pit.
―Hola, Gin.
La profunda voz de Owen Grayson inundó la línea. Un sonido agradable,
pero no pude contener mi suspiro de decepción.
―Owen.
―No pareces muy contenta de escucharme ―dijo.
―¿Qué quieres? ―Tal vez debería haber sido más agradable, tal vez lo
hubiera sido si no fuera por Donovan Caine.
―Sólo quería hablar contigo, ver cómo estabas, ya que no has devuelto
ninguno de mis mensajes ―dijo en una voz suave.
Mi mano se apretó alrededor del teléfono. Desde el incidente en la mina,
Owen Grayson había llamado al Pork Pit y dejado para mí algunos mensajes,
ninguno de los cuales había regresado.
Principalmente porque yo no había sabido dónde habían estado las cosas
conmigo y Donovan Caine. Bueno, ahora lo hacía. Pero no necesitaba que Owen
Grayson se lanzara en picada y recogiera los pedazos. Yo podría hacer eso todo
por mí misma. He estado haciéndolo durante años.
Mis ojos grises se estrecharon.
―Eva es muy habladora, ¿verdad?
Owen dejó escapar una risa. De alguna manera el sonido bajo aligeró mi
estado de ánimo un poco.
Página
―¿Viendo a Donovan Caine? ―dijo―. Eva llamó y me dijo que se detuvo
por el restaurante esta noche y que las cosas estaban tensas entre los dos.
290
―He estado ocupada.
―No la culpes a ella. Le pedí que desempeñara el papel de espía.
―¿Y por qué?
―Porque mi oferta sigue en pie ―respondió―. Sobre querer llegar a
conocer a la verdadera Gin Blanco.
Resoplé. No pensaba que a Owen le gustaría la verdadera Gin Blanco y su
colección de cuchillos de plata. Por otra parte, no se había estremecido esa
noche en la fiesta de Mab Monroe cuando había estado fingiendo ser una puta.
Lo cual era más consideración de la que Donovan Caine nunca me había
mostrado. Aun así, no estaba lista para saltar a algo nuevo. No con Owen
Grayson, cuyos motivos reales eran todavía un misterio para mí. A pesar del
deseo que había visto en sus ojos violeta.
―Lo siento, Owen, pero simplemente no estoy de humor en este momento
―dije en un tono más amable―. No creo que lo sea en el futuro previsible.
―No te preocupes ―respondió Owen en un tono suave―. No soy nada
sino paciente. Sólo quería llamar y recordarte que tienes otras opciones, Gin.
―Bueno, voy a mantener esas otras opciones en mente ―dije arrastrando
las palabras―. Pero en este momento, he tenido un día largo, y tengo la
intención de volver a casa… sola.
―No me dejes retenerte entonces ―murmuró.
―No te preocupes. No lo haré.
Él dejó escapar otra risa, y me encontré sonriendo de nuevo, a pesar de mi
estado de ánimo.
―Buenas noches, Gin ―retumbó.
―Buenas noches, Owen.
Donovan puto Caine. Él era todo en lo que podía pensar en este momento.
No podía creer que el detective se estuviera yendo realmente de Ashland. Que
Página
Después de la llamada de Owen, conduje a casa de Fletcher. Comprobé la
grava en el camino de entrada, a continuación, el granito alrededor de la puerta.
Una vez que estuve satisfecha de que no había nadie al acecho, entré en la casa
y me dirigí directamente a la cocina. Me serví un vaso de ginebra, hice caer
unos cubitos de hielo en ella, y luego me dejé caer en el sofá de la sala. Apoyé la
cabeza hacia atrás, miré al vacío, y cavilé.
291
Y así como así, él se había ido. Pero a diferencia de Donovan Caine, sabía
que Owen Grayson volvería. Por alguna razón, ese pensamiento me consoló, de
pie en la oscuridad del restaurante.
estaba dejándome. Que nunca íbamos a tener la oportunidad de explorar a fondo
esta atracción chisporroteante entre nosotros. Toda esa promesa dejada de lado.
¿Y para qué? ¿Para que el detective pudiera estar tranquilo por la noche, su
moral idealista y código obsoleto de la justicia aún intactos? Sin sentido, todo.
Tomé un largo trago de mi ginebra, disfrutando de la quemadura fría del
alcohol. Por un momento, pensé en recuperar la botella del armario y
emborracharme. Pero no me haría un maldito pequeño bien. Sólo despertaría
con una resaca mañana. Donovan Caine todavía se iría, si no se había ido ya. Él
sólo había terminado, más o menos, con una ex asesina. No la clase de persona
que quisieras que sepa tu paradero.
Podría ir tras Donovan, por supuesto. Hablar con él de nuevo, defender
mi caso, seducirlo sin piedad para que nos dé otra oportunidad. Que se quedara
en Ashland. No había pensado en nada más en el camino a casa.
Pero no podía hacer eso. Debido a que todavía quería lo que siempre había
querido: Que Donovan Caine me deseara, que quisiera estar conmigo, Gin
Blanco, la ex asesina que se hacía llamar la Araña. Pero no lo hacía, y nunca lo
haría. Su código de justicia no se lo permitiría, no más de lo que el mío me
dejaría olvidarme de todo lo malo que había hecho en mi vida, todas las
personas que había matado. O fingir que no lo haría todo de nuevo, si era
necesario.
―Warren, viejo excéntrico, tenías razón después de todo. ―Levanté la
copa para brindar, luego, tomé otro sorbo de ginebra.
Puse mi vaso sobre la mesa de café estropeada, y mis ojos se posaron en la
carpeta que contenía la información de mi familia asesinada. Eso era algo más
en lo que había estado pensando mucho estas últimas semanas. Por primera
vez, creo que me di cuenta de porqué Fletcher Lane la había dejado para mí. Se
había lamentado de su pasado con Warren T. Fox, por no hacer las paces con su
viejo amigo. Fletcher había tenido unos cincuenta años para hacerlo, y nunca
había llegado a hacerlo. Él no quería que yo tuviera ese mismo tipo de
remordimientos, por lo que el viejo me había dado una opción, me había dado
la información que necesitaba para tomar una decisión. Y sabía lo que iba a
hacer. Lo había sabido desde la noche de la fiesta de Mab Monroe.
Pero había sacado a la superficie todos mis recuerdos de esa noche. No
había visto la cara de la elemental de Fuego cuando me había torturado. Pero
había oído su voz, su risa.
Página
Tal vez había sido su olor, jazmín mezclado con humo. Tal vez había sido
su voz sedosa. O incluso esa breve risa que había dejado salir mientras había
estado de pie sobre mí, hablando de mi muerte inminente con Tobias Dawson.
292
Desde que me había dado cuenta de que ella era la elemental de Fuego
que había asesinado a mi familia.
Y eran idénticas a las de Mab.
Estaba segura de ello ahora. O tal vez lo había sabido todo el tiempo pero
no había querido admitírmelo. Es por eso que Fletcher había escrito el nombre
de Mab en la carpeta para empezar. Para hacerme mirar en su dirección y
averiguarlo por mí misma.
Yo sabía el quién; ahora quería saber el porqué. ¿Por qué Mab había matado
a mi madre y hermana mayor? ¿Por qué me torturó? ¿Por qué había exigido
saber dónde estaba Bria? Cuando descubriera el porqué, tendría la última pieza
del rompecabezas.
Y entonces mataría a la perra.
Oh, sabía que no iba a ser fácil. Que podría morir en el proceso. Que
probablemente moriría. Pero Mab Monroe había matado a mi familia, me hizo
pensar durante diecisiete años que había matado a mi hermana pequeña. Había
vivido en las calles y comido basura por ella. Oculta de los drogadictos y
vampiros proxenetas y todo el resto de la basura de Southtown. Estado
asustada, débil y aterrorizada por ella. Pero ya no más. Y la mía no era la única
familia que había arruinado a lo largo de los años. La familia Snow era apenas
una nota al pie en comparación con todas las cosas horribles que Mab Monroe
había hecho.
Y luego estaba Bria. Mis ojos siguieron sobre la imagen de mi hermana
pequeña. Cabello rubio, ojos azules aciano, la runa de enredadera alrededor de
su cuello. Ella estaba en alguna parte, esperando por mí.
―Voy a encontrarte, hermanita ―susurré―. De una forma u otra.
Mis ojos se movieron hasta los dibujos de runa apoyados en la repisa. Me
quedé mirando la imagen del Pork Pit que había dibujado, del signo sobre la
puerta principal. La runa de Fletcher, tal como la había pensado. Levanté mi
vaso en otro brindis.
―Esta es por ti, Fletcher Lane ―dije―. Espero hacerte sentir orgulloso.
Sólo el tictac del reloj de pie en el pasillo rompió el silencio. Me tragué la
ginebra y puse mi vaso a un lado. Luego tomé la carpeta, lista para ir a través
de toda la información de nuevo. Y una y otra vez si era necesario.
Encontrar a Bria.
Averiguar por qué Mab Monroe había matado a mi familia.
Matar a Mab.
Página
Donovan Caine había tenido razón en una cosa. Parte de mí siempre sería
la Araña, y era hora de poner mis habilidades a buen uso. Para hacer las cosas
que debían ser hechas.
293
Hasta que encontrara todas las respuestas que estaba buscando.
―Los buenos viejos tiempos están de vuelta otra vez ―dije.
Entonces me puse a trabajar.
Página
294
Fin
Esta historia toma lugar cuando Gin es una adolescente y está contada desde el
punto de vista de Finnegan Lane, el hermano de acogida de Gin.
Veneno
Traducido por Gemma.Santolaria y Apolineah17
Odiaba a la chica.
Lo odiaba todo de ella, desde su cuerpo dolorosamente delgado hasta sus
grandes y heridos ojos, hasta su absoluto entusiasmo hacia cualquier cosa que
mi padre, Fletcher Lane, le decía.
Más especialmente, odiaba el hecho de que papá había decidido formarla
a ella como asesina en vez de a mí.
La niña puso un batido triple de chocolate en el mostrador enfrente a mí.
―Aquí tienes, Finn.
Su voz era suave, tal y como todo lo demás de ella. Suave cabello marrón,
suaves ojos grises, suave cuerpo pequeño. Incluso sus ropas eran suaves y
grandes y holgadas y totalmente olvidables. Nunca levantaba la voz, nunca
interrumpía una conversación, nunca hacía nada que fuera lo más mínimo de
peligroso o malo o riesgoso. Era como si estuviera determinada a llamar tan
poco la atención sobre ella como era posible y mezclarse con el fondo sin
importar qué.
Ella enojaba el infierno de mí.
El batido era maravilloso, absolutamente maravilloso, e incluso mejor que
los que mi padre hacía para mí aquí en el Pork Pit. Pero no iba a decirle eso. La
mayoría de los días, ni siquiera me molestaba en hablar con ella.
Gruñí.
―Servirá, supongo.
Página
―¿Te gusta? ―preguntó la chica, con un poco de esperanza en su voz―.
He seguido la receta de Fletcher, pero entonces decidí añadir aún más chocolate
para hacerlo realmente rico y cremoso.
295
Ni siquiera dije gracias mientras metía un popote en el brebaje espumoso
y empecé a sorber del batido.
Detrás del mostrador, Sophia Deveraux me dio una afilada mirada. La
mayoría de la gente se habría intimidado por la mirada, ya que la musculosa
enana era tan dura y contundente como la chica era de suave. Sophia llevaba un
negro sólido desde la parte de debajo de sus botas heavy a la camiseta que
cubría su pecho hasta el collar de cuero que envolvía su cuello. Incluso su
cabello era negro, y había pintado sus labios del mismo oscuro color. Sophia era
el trato real, gótica hasta la médula. Hacía a los aspirantes de mi escuela
secundaria verse como niños jugando a disfrazarse, lo que, por supuesto, eran.
La mirada afilada de Sophia no me perturbó lo más mínimo, ya que sabía
que tenía a Sophia y su hermana mayor, Jo-Jo, envueltas alrededor de mi dedo.
Las enanas habían ayudado a papá a criarme, y sabía que pensaban en mí como
su propio hijo. Por alguna razón, sin embargo, tanto a Sophia como a Jo-Jo les
había gustado inmediatamente la chica, quejándose sobre ella tanto como lo
hacían de mí. No sabía porqué. No pensaba que hubiera algo que gustara en
Gin.
Gin, eso era cómo la chica se llamaba a sí misma. Heh. Todos sabíamos
que no era su verdadero nombre, peor papá lo había aceptado de todos modos.
Incluso le dio un apellido también, Blanco. Gin Blanco. Como si no fuera lo más
cursi que nadie había oído jamás.
Pero papá no se había detenido allí. Le había creado una completa nueva
identidad para la chica, alegando que ella era una prima lejana suya que había
tomado después de que su familia había muerto en un accidente
automovilístico. Había estado con nosotros desde hacía varias semanas, y papá
le había comprado ropa y dado de comer e incluso la inscribió en la escuela
conmigo. Ya que ella tenía trece años y yo tenía quince, no estaba en mi clase,
sin embargo. Una pequeña cosa de la que alegrarse.
Normalmente, mi padre, Fletcher Lane, habría estado aquí, sentado en un
taburete detrás de la caja registradora y leyendo un libro entre ayudar a Gin y
Sophia a servir la barbacoa. Pero papá estaba fuera en uno de sus trabajos de
Página
Una chica de mi edad dejó la servilleta, se levantó de su puesto y empezó
a seguir las huellas rosas de cerdo del suelo hacia el baño de mujeres. Le sonreí
mientras pasaba. Ella se detuvo un momento para mirarme, y mi sonrisa se
amplió. Con mi cabello de color nogal y mis ojos verdes, era la viva imagen de
mi padre y tan guapo como él. Le guiñé un ojo a la chica, quien se rió, bajó su
cabeza, y se apresuró.
296
Ya que estaba cansado de mirar hacia Gin, giré mi taburete, aún sorbiendo
de mi batido. Era lunes por la tarde, y el negocio iba un poco lento en el Pork
Pit, el restaurante de barbacoa de papá en el centro de Ashland. Sólo unos
pocos clientes estaban sentados en las cabinas de vinilo azul y rosas delante de
los escaparates, aunque todos estaban comiendo sus sándwiches de barbacoa,
frijoles horneados y gruesos bistecs con patatas fritas con evidente entusiasmo.
noche, matando gente por dinero. Como el asesino del Hombre de Hojalata, era
algo en lo que era excepcionalmente bueno.
Y ahora, estaba decidido a enseñar todo lo que sabía a Gin.
Él me había hablado de su plan la noche anterior, a pesar de que lo había
visto a venir mucho antes de entonces. Hace unas semanas, un hombre llamado
Douglas, uno de los clientes descontentos de papá, había irrumpido en el
restaurante y casi lo mató. De hecho, Douglas habría matado a papá y a mí
también, si Gin no lo hubiera apuñalado hasta su muerte con el cuchillo que
había estado usando para cortar las cebollas en ese momento.
Por alguna razón, papá pensó que eso hacía de Gin una candidata ideal
para convertirse en una asesina, justo como él. Mierda, él ya le había dado un
nombre, la Araña. Otro falso y cursi nombre para ir junto al otro.
Debería haber sido yo al que estuviera planeando formar, yo era su hijo,
su carne y sangre. Mi madre había muerto cuando era un niño, y siempre
habíamos sido sólo nosotros dos. Sólo no entendía qué veía papá en Gin que no
veía en mí. Qué pensó que ella tenía que yo no. Era mayor que ella, más listo,
más fuerte, más resistente. Era casi tan bueno disparando como lo era papá con
sus pistolas. Quería aprender el resto de sus negocios también, pero papá no lo
veía de ese modo. Dijo que Gin haría de una mejor asesina, que tenía paciencia
para ello, y yo no.
Eso había dolido más que cualquier otra cosa que me había dicho alguna
vez.
El batido se agrió en mi estómago, y de repente me sentí como si hubiera
estado bebiendo veneno en vez de chocolate derretido. Tal vez lo había estado
haciendo. Había visto lo que Gin le había hecho a Douglas con ese cuchillo.
Había apuñalado a Douglas una y otra vez como si él fuera una piñata y
estuviera tratando de sacar los dulces a golpes. No pondría nada delante de
ella, ni siquiera me ofrecería para que así pudiera tener mi padre para ella sola.
Di la vuelta al mostrador que corría hasta la pared trasera del restaurante,
me senté con mi vaso vacío, y lo aparté con un dedo.
―Lo que sea ―dije―. Me voy de aquí.
Página
En lugar de responder, me puse de pie, agarré mi chaqueta de cuero del
taburete a mi lado, y me le puse. Era la segunda chaqueta que me había
comprado hacía varias semanas. Gin había dado mi primera a un niño sin
hogar, simplemente la arrancó del perchero del restaurante como si fuera suya
en vez de mía. Otra cosa que había hecho para molestarme. Esa venenosa
sensación se enroscó en mi estómago, ardiendo como si fuera ácido.
297
―Te debe haber gustado ―dijo Gin, sin dejar de mirarme―. Te lo has
bebido todo.
―¿Dónde? ―Sophia raspó con su áspera voz rota.
Me encogí de hombros.
―Me han invitado a una fiesta. Estoy pensando en ir y pasar un buen rato.
Gin frunció el ceño.
―¿A la que Fletcher te dijo la semana pasada que no podías ir?
No dije nada.
―A Fletcher no le va a gustar eso ―dijo Gin con esa voz suave de nuevo,
la que me hacía rechinar los dientes―. Sobre todo, porque es en Southtown. Es
por eso que te dijo que no podías ir en primer lugar. Porque es peligroso allí.
Junto a Gin, Sophia gruñó su acuerdo.
―No me importa lo que a papá le gusta o no le gusta ―gruñí―. Porque
ciertamente a él no le importa un comino lo que me gusta o no me gusta. Por
ejemplo, no me gustó cuando te trajo aquí. Todavía no lo hace. Pero, aun así,
aquí estás de todos modos.
Gin no se inmutó ante mis palabras, pero por un momento, el más débil
destello de dolor llenó sus ojos. Por alguna razón, eso me hizo sentir como la
mierda.
―Finn ―gruñó Sophia, claramente queriendo que me disculpara.
Por un momento, abrí la boca, intentando hacer precisamente eso,
expulsar un brusco: Lo siento. Sabía que Gin había atravesado algo horrible, algo
que la había obligado a vivir en las calles. Infiernos, había visto las cicatrices de
la runa de araña que habían sido marcadas en sus palmas, un pequeño círculo
rodeado de ocho pequeños rayos, uno en cada mano. Pero simplemente no
entendía cómo o por qué sus problemas se habían convertido en los problemas
de papá, y ahora, también en los míos.
―Está bien, Sophia ―dijo Gin―. Déjalo ir.
Ese ácido venenoso inundó mis venas de nuevo, quemando aún más
caliente que antes. No iba a disculparme con ella. No ahora, no por cualquier
cosa, nunca.
Caminé, abrí la puerta, y salí del restaurante sin mirar atrás.
Página
Ella no tenía derecho a hacer eso, ningún maldito derecho en absoluto.
Este era el restaurante de mi papá, no del suyo. Él era mi papá, no el suyo. Pero
ahí estaba ella, lentamente tomando y quitándome todo lo que era mío.
298
Entonces, se dio la vuelta, cogió un cuchillo y comenzó a cortar un
jitomate. Eso fue todo lo que hizo. No gritó ni me gritó, ni siquiera me dio otra
mirada herida. Simplemente se dio la vuelta y fue a los suyo como si yo no
estuviera allí, como si ni siquiera le importara a ella o a cualquier otra persona.
No había bebido mucho. O tal vez sólo lo suficiente. Era difícil decirlo.
Todo parecía suave y brumoso en la oscuridad.
La fiesta se había llevado a cabo en un edificio abandonado en Southtown,
la parte de Ashland que era hogar de prostitutas vampiro, proxenetas y
vagabundos sin hogar. Había mucha música fuerte, muchas chicas, y mucha
bebida. Todo lo demás era un poco borroso. Ahora, estaba caminando de
regreso al Pork Pit, planeando usar mi llave para entrar al restaurante, así
podría dormir en una de las cabinas por la noche. Papá me haría la vida
imposible en la mañana por desobedecerlo, pero ir a la fiesta había valido la
pena.
Alejarme de Gin por la noche había valido la pena.
Un grupo de nosotros se había marchado del edificio abandonado juntos,
pero uno por uno, mis amigos se habían desviado, yendo a sus respectivos
caminos, y ahora, era sólo yo. No estaba demasiado preocupado. Estaba
únicamente a diez cuadras del Pork Pit ahora. Podría hacerlo diez cuadras más
antes de que me desmayara…
Un minuto, estaba tropezando por la calle, tratando de no tropezar y
caerme con las grietas de la acera. Al siguiente, estaba atrapado contra la pared
de un edificio por dos hombres, con otro tipo de pie delante de mí, sosteniendo
un cuchillo. Sin embargo, todavía no estaba demasiado preocupado. Los asaltos
eran tan comunes como las puestas de sol en Ashland, sobre todo aquí en
Southtown.
―Oigan, oigan ―dije, dándoles una sonrisa torcida―. No hay necesidad
de ser rudos por las cosas. Tomen mi billetera si quieren, aunque tengo que
advertirles, no hay mucho allí.
―No te preocupes, chico bonito ―dijo el tipo con el cuchillo―. Lo
haremos. Y tomaremos tu sangre también Hasta la última gota de ella.
Sonrió, revelando dos colmillos, manchados por el tabaco en su boca. Oh,
infiernos. Eran vampiros. Hambrientos también, por la forma en que estaban
mirándome.
Página
Si hubiera esto sobrio, probablemente podría haber luchado, me habría
liberado de los dos vampiros que me estaba sujetando, y luego podría haber
corrido como el infierno. Pero no estaba sobrio y el tercer tipo tenía un cuchillo.
Las probabilidades no estaban a mi favor. Aun así, empecé a luchar de todas
formas, pero mis miembros se sentían lentos y pesados, como si estuviera
tratando de luchar a través del agua. Los vampiros simplemente se rieron de mí
299
De repente, estaba muy preocupado.
y apretaron su agarre. Maldita sea. Si lograba salir de esto en una pieza, nunca
bebería de nuevo. Bueno, no durante un mes, por lo menos.
―Manténganlo quieto ―dijo el tipo con el cuchillo.
Uno de los otros vampiros forzó mi cabeza hacia atrás contra el frío
ladrillo, dejando al descubierto mi cuello. El vampiro con el cuchillo se lamió
los labios y se inclinó hacia adelante. Hice una mueca, esperando el dolor que
estaba seguro que sentiría por su viciosa mordida.
―Uh.
Por alguna razón, en lugar de desgarrar mi cuello con sus dientes, el
vampiro dejó escapar un gruñido en su lugar y se derrumbó hacia adelante, con
su cuerpo presionando contra el mío.
―¿Blake? ―dijo uno de los otros vampiros, mirando a su amigo―. ¿Qué
demonios estás haciendo? Deja de joder. El resto de nosotros también quiere
una probada.
Él se estiró y sacudió a Blake, quien se desplomó hacia atrás y cayó en un
montón en la acera.
―¿Qué demonios? ―dijo el tercer hombre.
Ya no les estaba prestando atención. En su lugar, estaba mirando a la
figura esbelta frente a mí, Gin Blanco.
Ella se veía bastante ridícula, de pie en la oscuridad en sus vaqueros
holgados y su chaqueta de lana, su cabello peinado hacia atrás en una coleta,
con un cuchillo lleno de sangre apretado en su mano derecha y uno limpio en
su izquierda. Reconocí los cuchillos de plata. Eran dos que papá le había dado
para empezar a practicar con ellos, y acaba de usar uno de ellos para salvar mi
vida.
―Déjenlo en paz ―dijo Gin con una voz tan dura como el edificio de
ladrillo por encima de nuestras cabezas.
Los dos vampiros se miraron entre sí, entonces miraron a su compañero
caído, y luego de nuevo a Gin. Me soltaron y se abalanzaron hacia ella. Gin los
estaba esperando. Acuchilló al primer hombre en el pecho, llevando la cuchilla
a su corazón. Él cayó sin ningún otro sonido. Pero el otro hombre fue más
rápido que ella. Se las arregló para llevarla al suelo y empezó a luchar con ella,
Página
Lo sabía instintivamente, como sabía que nunca la trataría mal de nuevo,
jamás.
300
Y, de repente, vi lo que papá vio, la feroz determinación, la fuerza de
voluntad, la lealtad inquebrantable. A pesar de que la había tratado como una
mierda esta noche, como una mierda todas las noches desde que papá la había
llevado, aun así Gin se había preocupado lo suficiente para seguirme a casa
desde la fiesta sólo para asegurarse que llegara bien al Pork Pit.
tratando de quitar los cuchillos de sus manos. Pero Gin se defendió de él igual
de duro, tratando de apuñalarlo hasta la muerte antes de que le quitara sus
armas.
Con mi cabeza un poco más clara, me tambaleé hacia adelante, clavé mis
manos en la camisa del vampiro y se lo quité de encima. Forcé al hombre hacia
mi izquierda y estrellé su cabeza contra la pared de ladrillo. Él gimió y me
golpeó con sus brazos, así que lo lancé hacia atrás y luego lo empujé hacia
adelante. Una y otra vez, hasta que su cabeza era una masa sanguinolenta de
carne. Entonces, lo solté. No consiguió ponerse de pie.
En un minuto, todo había terminado. Gin y yo nos quedamos allí,
respirando pesadamente, mientras los cuerpos de los vampiros se enfriaban a
nuestros pies. Miré hacia arriba y hacia abajo de la calle y escuché, pero no vi ni
escuché a nadie. Bien. La calle estando desierta me había metido en este lío en
primer lugar, y ahora, iba a sacarme de ello. Los asesinatos eran tan comunes
como los asaltos en Southtown, y sabía que los policías no buscarían demasiado
por los asesinos de los vampiros.
Entonces, miré a Gin, con todo tipo de preguntas en mis ojos verdes.
―Te seguí a la fiesta ―dijo―. Me escondí afuera hasta que saliste del
edificio.
Era cerca de la medianoche ahora, y había estado en la fiesta durante
varias horas. No podía creer que ella había pasado todo ese tiempo
simplemente esperando por mí tropezando al exterior. Sin duda, yo nunca
habría tenido paciencia para ese tipo de cosas, o habría sido lo suficientemente
considerado para hacerlo en primer lugar. Tal vez papá tenía razón acerca de
Gin. Tal vez él tenía razón en muchas cosas.
―¿Por qué?
Ella frunció el ceño, como si la respuesta debería ser obvia.
―Vamos, Gin ―dije, tendiéndole la mano―. Vamos a casa.
Ella limpió sus cuchillos ensangrentados en la camisa de uno de los
vampiros y los deslizó de nuevo en las mangas de su chaqueta. Gin se froto las
Página
Y simplemente así, todos los celos venenosos que había sentido hacia ella
desparecieron. Ella estaba tratando tan duro, por complacer a papá, por
complacerme a mí. Lo menos que podía hacer era encontrarme con ella a mitad
del camino, sobre todo porque acababa de salvar mi vida. Tal vez algo de la
magia elemental de Aire de Jo-Jo se me estaba pegando, pero tenía la extraña
sensación de que esta no sería la última vez que Gin me sacaría de una situación
difícil. Sólo esperaba que yo pudiera hacer lo mismo por ella algún día.
301
―A Fletcher no le gustaría que algo te sucediera. Y a mí tampoco lo haría.
manos para limpiarlas antes de deslizar su mano izquierda en la mía. Sus dedos
se sentían pequeños, cálidos y fuertes en mi mano.
Página
302
Pasamos por encima de los cuerpos de los vampiros, y juntos, no
dirigimos al Pork Pit.
Esta breve historia tiene lugar cuando Gin es una adolescente. Se cuenta desde el
punto de vista de Fletcher Lane, el mentor asesino de Gin, y se centra en el primer
trabajo sola de Gin como la asesina “la Araña”.
Red de engaño
Traducido por Dianna K, Adaly, Mariandrys y Flochi
La chica era una asesina nata.
Fría, tranquila y centrada. Confiada en sí misma y sus habilidades. Como
debería de ser. No me había pasado los últimos tres años entrenándola para ser
una persona tímida.
Como un asesino, como el Hombre de Hojalata, había matado mi parte de
tipos malos, por dinero o venganza, en su mayoría. A veces, simplemente
porque habían necesitado ser asesinados. Pero los años, las lesiones y la sangre
habían comenzado a pesar en mí, aún más desde que un trabajo mío hace unos
años había ido muy mal para todos los involucrados, y un par de personas
inocentes habían muerto como resultado. Con el tiempo, cada asesino necesita
un aprendiz, un rostro fresco y un par de manos limpias que se queden a cargo
y hagan lo que tiene que hacer, y Gin Blanco era la mía.
Ahora, me paré en las sombras negras como el carbón enfrente de una
casa adosada, una de las muchas que llenaban Southtown, la parte de Ashland
que era el hogar de los oprimidos, desafortunados, y simplemente peligrosos.
Con su pintura gris descascarada, la puerta de madera contrachapada y
Página
En su mayoría, sin embargo, había llamado a Gin la Araña debido a las
cicatrices que adornaban sus palmas. Un pequeño círculo rodeado por ocho
rayos. Una runa araña. El símbolo de la paciencia. Gin tenía eso sin duda, en
espadas. Había conseguido las cicatrices después de que una particularmente
peligrosa elemental de Fuego la había torturado derritiendo un medallón de
plata en forma de la runa en las manos de la pobre chica. Pero Gin había vivido
para contarlo, una de las muchas formas en que la chica era una sobreviviente,
además de una asesina.
303
La había apodado la Araña, en parte, porque eso es lo que me había
recordado la primera vez que la había visto encogida en una pequeña grieta en
el callejón que pasaba detrás del Pork Pit, mi restaurante de barbacoa en el
centro de Ashland. Delgados brazos, largas piernas, cara demacrada. Para mí,
Gin era una araña abuela de piernas largas reanimada, llena de veneno, pero no
lo suficientemente fuerte como para contraatacar a los que la habían
traicionado, todavía.
ventanas con rejas, la casa tenía un aire triste, abandonado. Todo en ella sugería
que ya nadie vivía allí, y los pasos que conducían hasta el porche se hundían
como la piel bajo el cuello de una vieja. El exterior era un disfraz, sin embargo,
una fachada engañosa como tantas otras cosas, como tantas otras personas,
usaban en la metrópoli del sur de Ashland.
En el interior, sabía que la casa presumía las mejores cosas que el dinero
podía comprar. Muebles caros. Porcelana china. Espejos de oro. Camas hechas
con sábanas de seda. Incluso putas mentas colocadas en las almohadas. Las
fijaciones caras hacían más fácil para una gran basura roba vidas como Jimmy
Fontaine atraer a las personas ricas que vivían en los confines elegantes de
Northtown hasta aquí, a su disfrazado burdel de drogas y de niños.
Jimmy Fontaine era algo así como una historia de éxito de Ashland, un
pandillero que había juntado el suficiente dinero en efectivo para arreglar un
lugar, aumentar la calidad de sus drogas, y vender sus servicios a una clientela
más rica. Lo cual, a su vez, aumentó sus propios beneficios aún más. El juego de
Fontaine era simple. Enganchaba chicos y chicas en drogas, a continuación, los
hacía trabajar en su casa con el fin de conseguir su próxima dosis, o sólo la
suficiente puta comida para comer durante el día. Y cuando se quedaba corto
de voluntarios, Fontaine arrebataba niños de la calle para ser la molienda en su
eterno molino.
La víctima más reciente del gigante había sido Violet Wong, una chica
bonita, brillante, feliz de dieciséis años, que había dejado su casa una noche
para ir a una fiesta con algunos de sus amigos, una fiesta de la que nunca había
llegado a casa. Una semana más tarde, Violet había sido encontrada
abandonada en un callejón en Southtown, muerta de una paliza brutal. Como si
eso no hubiera sido suficiente, la autopsia había demostrado que la niña había
sido brutalizada a partir de una serie de violaciones y tenía suficiente droga en
su organismo para matar una vaca.
Página
La gente hablaba, de la forma en que siempre lo hacía en Ashland, y los
rumores me habían llevado rápidamente a Jimmy Fontaine y su casa
emperifollada. Había pasado una semana haciendo reconocimiento, luego otra
preparando a Gin para esto, su primer trabajo sola como asesina, como la
Araña. Ahora, todo lo que quedaba por hacer era esperar a que mi aprendiz
llegara y ver lo bien que había aprendido todas las habilidades mortales que le
había enseñado…
304
Dos días después del funeral de Violet, Victor Wong, angustiado padre de
la niña, me había pedido que averiguara quién fue el responsable y hacer algo
con él de forma permanente. Porque eso es lo que hacía, rastreaba personas que
hacían cosas malas y les hacía pagar con su propia vida. Yo. Fletcher Lane. El
asesino conocido como el Hombre de Hojalata.
―¿Estás seguro que está lista para esto, Fletcher? ―susurró una clara y
dulce voz en la oscuridad a mi lado.
Me di la vuelta para mirar a Jolene "Jo-Jo" Deveraux, una de mis amigas
más antiguas y más queridas. A pesar de que estábamos acechando este
peligroso barrio de Southtown justo después de la medianoche, la enana de uno
cincuenta de altura, llevaba un vestido de flores de color rosa con adornos de
encaje blanco y un par de sandalias de color rosa a juego. Su atuendo habría
encajado a la perfección en uno de esos ostentosos banquetes de jardín de
Northtown a los que ella siempre iba. Un conjunto de perlas remataba el
vestido de Jo-Jo. La luz de la luna se enfocaba en las piedras, haciéndolas brillar
como dientes ensartados.
Tal vez debería haber traído a la hermana de Jo-Jo, Sophia, conmigo esta
noche en lugar de mi amiga enana de mediana edad. Con su ropa negra, lápiz
labial negro, e incluso el alma más negra, la enana gótica se habría mezclado
perfectamente en la sombra conmigo. Pero Sophia no tenía el mismo tipo de
magia curativa de elemental de Aire que Jo-Jo, magia que podría necesitar Gin
antes de que la noche hubiera terminado. Este podría ser el primer trabajo solo
de la Araña, pero el Hombre de Hojalata iba a cuidar de su aprendiz esta noche.
Sobre todo porque no había logrado hacerlo antes, cuando Gin realmente
me había necesitado.
―Ella está lista ―dije―. Me ha estado ayudando en mis golpes durante
más de un año. Maldición, prácticamente hizo los dos últimos sola. Esa chica
puede empuñar un cuchillo como nadie que haya visto antes. Y la sangre no le
molesta en absoluto. Eso es importante, ya sabes.
Un largo y blanco Cadillac se estacionó en la calle, deteniéndose frente a la
casa, y un chico de unos veinte años bajó de un salto del asiento del conductor.
Cabello rubio. Ojos azules. Piel clara. Linda sonrisa. Una figura alta, gruesa, de
dos metros, que lo marcaba como un medio gigante. El chico parecía un maldito
defensa estrella, hasta la chaqueta de ganador de una letra que llevaba encima
de su camiseta blanca, vaqueros y caras zapatillas. Jackson Fontaine, el hermano
Página
La enana me devolvió la mirada, sus pupilas pareciendo puntos de tinta
negra en sus ojos claros, casi incoloros. No había juicio en su mirada, ninguna
acusación por lo que había fallado, y yo sabía que nunca lo habría. Aun así, me
moví en las sombras, aunque el movimiento no hizo nada para aliviar la culpa
en mi alma. La verdad era que Gin era uno de los muchos pesos pesados que
oscilaba allí, como el lento arco de agujas de un reloj dando vueltas en mi
corazón. Girando, girando, girando, y sin detenerse nunca, ni siquiera por un
segundo respiro.
305
―Tal vez ―murmuró Jo-Jo―. Pero sabes tan bien como yo, Fletcher, que
en el fondo, Gin sigue siendo sólo una niña que extraña su familia, a pesar de
que han pasado tres años desde que fueron asesinados.
menor de Jimmy, que era el responsable de merodear juegos locales de fútbol,
fiestas y escuelas secundarias en busca de carne joven, fresca para la operación
del gigante mayor.
Jackson corrió alrededor para abrir la puerta en el otro lado del Cadillac.
Tendió su mano y ayudó a la chica dentro a levantarse y ponerse sobre sus pies,
Gin Blanco.
Mis ojos verdes fijos en mi aprendiz. A los dieciséis años, Gin seguía
estando fuerte y delgada, con curvas que no se habían llenado completamente
aun, pero todavía podías ver lo espectacular que iba a llegar a ser en unos
cuantos años más. Vestía una camiseta, vaqueros y zapatillas de deporte justo
como Jackson lo hacía, aunque siempre había coronado su atuendo con una
chaqueta azul marino de lana. Aún más para esconder los cuchillos de plata que
había escondido en sus mangas, y la sangre que salpicaría sobre ella después de
que los usara. Gin había recogido su cabello marrón chocolate de nuevo en una
cola de caballo alta esta noche, lo que la hacía parecer más joven, suave, incluso
inocente. Aunque sabía que su inocencia se había acabado la noche en que su
madre y su hermana mayor habían sido asesinadas por una elemental de
Fuego.
Jackson dijo algo y rió, haciendo una broma de algún tipo. Gin también
rió, aunque su sonrisa hizo poco para derretir el hielo que cubría sus ojos grises.
Sin embargo, Jackson no se dio cuenta. Los objetivos nunca lo hacían, hasta que
era demasiado tarde.
Jackson abrió la puerta trasera del auto y busco en el interior por algo. Gin
le dio la espalda y comenzó a explorar la casa enfrente de ella. Habíamos
repasado las fotos y planos una docena de veces. Y sabía que Gin estaba
comparando la casa física con la imagen mental que había formado en su
mente. Marcando todas las entradas y salidas, por si acaso las cosas no salen
según lo planeado.
Página
Simplemente no le había dicho a mi aprendiz que estaría mirando desde
las sombras para asegurarme que todo fuera sin problemas esta noche. Sin
razón para herir el orgullo de la chica solo porque me preocupaba por ella como
su verdadero padre. Simplemente porque no quería admitir que estaba
creciendo y saliendo adelante por sí sola como una asesina, como la Araña. Ya
era mejor de lo que había sido yo a su edad. Más fría. Más tranquila. Más
centrada. Un día pronto, sería mejor de lo que yo había soñado ser.
306
El plan en sí era simple. Gin atraería el interés de Jackson cuando hacía su
habitual ronda de fiestas de fin de semana, diciéndole que era una fugitiva, y
consiguiendo que la llevara de vuelta a la casa de Jimmy, su hermano mayor.
Una vez dentro, matarlo, salir la casa y caminar varias cuadras al Pork Pit, en
donde estaría esperando por ella.
Solo esperaba que mi entrenamiento le fuera suficiente para compensar la
forma en la que le había fallado tan miserablemente antes. Por mi parte en la
muerte de su madre y de su hermana mayor. Por la forma en la que había
fallado en proteger a Gin y al resto de su familia de la ira ardiente de Mab
Monroe.
Tal vez eran mis pensamientos oscuros o el intenso interés de mi mirada
en ella, pero Gin sintió que no todo era como debería ser. Se alejó de la casa y
examinó el resto de la cuadra, sus ojos grises espiando hacia las sombras. Tal
vez el pavimento agrietado bajo mis pies me había delatado. Como un
elemental de Piedra, Gin podía sentir vibraciones en cualquier forma que el
elemento tomara a su alrededor, desde una casa de ladrillos a una acera de
hormigón, a una lápida de granito degradado. Sentimientos y emociones de la
gente se hunden en la piedra alrededor de ellos todo el tiempo, y Gin podía
escuchar e interpretar esas impresiones. Tal vez podía sentir mis sentimientos
mezclados de preocupación y orgullo, incluso ahora, a través de la ondulación
del pavimento hacia ella.
Jackson sacó algo de la parte trasera de su auto, y vi un destello de metal
antes de meterse un arma en el bolsillo de su abrigo. Fruncí el ceño. El hermano
menor empacando una pistola no había sido parte de mis cálculos esta noche,
pero no estaba demasiado preocupado. Jackson no era el único aquí con un
arma esta noche o con el conocimiento de cómo usarla.
Jackson se movió para tomar el brazo de Gin y comenzó a conducirla hacia
la casa adosada. Después de un momento, Gin dejo que la llevara en la
dirección que quería ir de todos modos. Jackson la acompañó por las escaleras
hundidas y abrió la puerta. Luz dorada desde el interior de la casa sesgaba a
través del rostro de Gin, haciendo hincapié en el rígido juego de facciones. Lo
que sea que esté sintiendo en el interior, no hay emociones parpadeando en sus
ojos. No hay duda de lo que estaba aquí para hacer, y sin duda no hay miedo.
Mi corazón se llenó de orgullo. Era mi chica, bien.
―No puedo esperar para presentarte a mi hermano. ―La voz de Jackson
flotó a través de la calle en donde Jo-Jo y yo estábamos de pie―. Él va a amarte,
Gin.
Página
Con esas siniestras palabras, mi aprendiz entró en la casa.
307
―Por supuesto que lo hará ―respondió ella―. Va a amarme hasta la
muerte.
La puerta apenas se había cerrado detrás de Gin cuando Jo-Jo me pincho el
hombro.
―¿Bueno? ¿Qué estas esperando? ―dijo la enana―. Ve a la parte trasera
de la casa y mantén un ojo en ella en caso de que se meta en problemas.
―Sí, señora ―dije.
Los ojos claros de Jo-Jo se estrecharon, pero sus labios se curvaron en una
sonrisa, mostrando las líneas de risa en su rostro.
―No me tomes el pelo, Fletcher Lane. Tengo cien años más que tú. ¿Tu
madre no te enseño a respetar a tus mayores?
―Sí, señora ―repetí y me escabullí fuera del camino de Jo-Jo antes de que
pudiera pincharme de nuevo con su dedo.
Dejé a la enana detrás, crucé la calle, y me deslicé en el callejón que corría
al lado de la casa adosada. Basura cubría el pavimento, y la brisa constante y
fresca de octubre enviaba más que una lata de refresco deslizándose hacia la
pared. El aire apestaba a cerveza agria y cigarrillo rancios. Este tipo de lugares
siempre olían a lo mismo, el sudor y la desesperación tan frecuente en
Southtown se impregnaban en el paisaje. Me preguntaba si Gin podía percibir
esos mismos sentimientos con su magia elemental de Piedra. Probablemente
podía. A veces, pensaba que era mejor ser un simple humano y en gran parte
ignorante de estas cosas desagradables.
Me tomó menos de dos minutos para llegar alrededor de la parte trasera
de la casa y arrastrarme por arriba de la parte superior del contenedor de
basura. Desde ahí, era capaz de agarrarme de la escalera de incendios y escalar
la escalera de hierro raquítica hasta el tercer piso de la casa, algo que era capaz
de hacer con facilidad a pesar de mis sesenta y tantos años. Un anciano, a
menudo me llamaba Gin, que era su propia expresión de cariño para mí. Tal
vez mi cabello estaba escaseando y adelgazado y la cara arrugada, pero todavía
era tan ágil como el mismo diablo.
Página
Jimmy Fontaine era un gigante, lo que significaba que superaba más de
dos metros, con el cuerpo fuerte, grueso que coincidía con su gran estructura.
Tenía cabello rubio y ojos azules al igual que su hermano pequeño, Jackson,
pero la pura maldad en su mirada torció su buena apariencia en algo duro y
feo. Llevaba un traje negro, como si fuera un verdadero hombre de negocios en
lugar del enfermo bastado codicioso que hizo su fortuna a costa de adolecentes
colocados en drogas y obligados a prostituirse
308
Mi posición sobre la escalera de incendios me daba una visión clara a
través de una ventana hacia la oficina de Jimmy Fontaine. Si había una cosa que
había aprendido de todos mis años de ser un asesino, de ser el Hombre de
Hojalata, era que nadie se molestaba en cerrar sus cortinas por encima de la
primera planta. Fontaine no era la excepción, por lo que era capaz de observarlo
sentado en su escritorio de vidrio y cromado.
Fontaine movió algunos papeles en su escritorio. Un minuto después, un
golpe sonó en la puerta, y Gin entró, seguida por Jackson. El joven gigante cerró
la puerta detrás de ambos… luego discretamente le pasó seguro.
Los ojos grises de Gin miraron a un lado, y supe que había escuchado la
cerradura. Su mano temblaba, como si quisiera empuñar el cuchillo de plata
que tenía escondido en su manga, pero se contuvo. Buena chica. Muévete
anticipadamente, y corre el riesgo de perder a Jimmy Fontaine. Gin sabía tan
bien como yo que el gigante la mataría a golpes si pensaba que representaba
una amenaza para él. Así es como había conseguido llegar a donde estaba en
primer lugar… golpeando hasta la muerte a cualquier oposición y competición
que se metiese en su camino.
Fontaine también tenía otros cuatro gigantes estacionados a lo largo de los
dos pisos bajos de la casa, todos asegurándose de que las cosas funcionaran sin
contratiempos y que ninguno de los adolescentes tratara de escapar. Las barras
de acero en las ventanas también ayudaban con ello. Pero no estaba preocupado
acerca de Fontaine gritando por ayuda, ya que el gigante había tenido su oficina
insonorizada hacía mucho tiempo. Solo que no se había dado cuenta de que un
día aquello podría ser su muerte.
―Jimmy, ella es Gin ―dijo Jackson, dirigiendo a Gin hacia adelante para
las presentaciones―. Gin, él es Jimmy.
Jimmy Fontaine se puso de pie, abotonó su chaqueta de traje, y extendió
una mano hacia mi aprendiz.
―Gin, es un placer conocerte. Jimmy me ha dicho mucho sobre ti.
Gin estrechó la mano del gigante, aunque dejó escapar un pequeño bufido
de incredulidad mientras lo hacía.
―Gin es una fugitiva ―explicó Jackson, tratando de suavizar las cosas.
―¿Es eso cierto? ―preguntó Jimmy, sus ojos azules centrados en Gin.
Gin se encogió de hombros y levantó lo que parecía ser un jarrón Ming
verdadero.
Página
Los ojos azules de Jimmy se entrecerraron ante su tono incrédulo, y le dio
a Jackson una mirada oscura. Fontaine no era estúpido. Como la mayoría de los
depredadores, podía sentir cuando otros estaban cerca, y pude notar que su
radar ya estaba titilando con referencia a Gin. Soltó su mano y se le quedó
mirando con suspicacia, pero mi chica solo le dio una sonrisa encantadora y
comenzó a explorar la habitación en la forma en que cualquier otro jovencito
curioso haría.
309
―¿En serio? Encuentro eso un poco difícil de creer, ya que solo lo conocí
hace como una hora.
―No realmente. Pero toda mi familia está muerta y quemada hasta la
ceniza, así que, ¿qué demonios importa?
Jimmy frunció el ceño ante sus palabras, pero Gin bajó el jarrón y se movió
hacia una pintura colgada al final de la pared. Para un observador casual, solo
estaba haciendo nada más que paseándose sin rumbo en la habitación, pero yo
sabía que estaba haciendo exactamente lo que la entrené para hacer… revisando
el área por armas escondidas, guardias escondidos, o cualquier otra cosa que
podría serle una amenaza.
Jimmy Fontaine observó a Gin por otro minuto, pero cuando ella no hizo
ninguna otra cosa sospechosa o amenazante, su inquietud se esfumó, y sus ojos
se engancharon a su culo. Además de ser el proxeneta de jovencitos, tanto
chicas como chicos, a Fontaine también le gustaba probar la mercancía él
mismo.
Fontaine salió de detrás de su escritorio, se movió y se sentó en un amplio
sofá blanco que tomaba la mayor parte de la pared a la derecha. Palmeó el cojín
a su lado.
―¿Por qué no vienes aquí? Me gustaría llegar a conocerte mejor. ¿Jackson
te dijo lo que hacemos aquí, verdad? Que dirigimos un centro de reinserción
para adolescentes que no encajan en ningún otro lugar.
Esa era la línea de mierda que Jackson les daba a los otros adolescentes
para hacerlos adentrarse a las filas del centro en primer lugar. Después de eso,
Jimmy, sus hombres, y sus drogas se aseguraban de que no se fueran hasta que
fuesen usados hasta el cansancio… o muertos.
―Seguro ―chirrió Gin en una voz emocionada, pero una vez más, su
sonrisa no llegó a sus ojos.
Se acercó y se desplomó en el sofá al lado de Jimmy. Jackson se sentó en
una silla frente a ellos. Ninguno de los hombres notó que el brazo de Gin cayó a
su lado… o el pedazo de metal que de repente brilló en su mano derecha.
―¿Cómo demonios conoces ese nombre? ―gruñó Jimmy, una rabia
oscura llenando su rostro.
Gin solo le sonrió.
Página
Por un momento, la boca de Fontaine se quedó abierta, y Jackson llevaba
una apariencia sorprendida similar. El hermano mayor fue un poco más rápido
en recuperarse, sin embargo, porque su boca se cerró de golpe, y sus ojos se
entrecerraron.
310
―Entonces ―chirrió Gin en esa ligera voz otra vez―. ¿Es aquí donde
violas a todas las chicas que traes aquí? ¿O las drogas primero para que así no
peleen con toda sus fuerzas? ¿Es aquí donde violaste a Violet Wong antes de
golpearla hasta la muerte? ¿O uno de tus sucios clientes lo hizo por ti?
―Porque fui a su funeral hace unas semanas atrás. Y su padre quería que
viniese aquí esta noche y te saludara de su parte.
―¿Qué demonios…? ―balbuceó Jackson.
Gin escogió ese momento para inclinarse hacia adelante, subir rápido su
mano, y conducir el cuchillo de plata que sostenía en ella profundo dentro del
pecho de Jimmy Fontaine. Los ojos del gigante se abultaron en dolor y sorpresa,
y abrió su boca para gritar, aunque no le haría ningún maldito bien en la oficina
insonorizada. Pero Gin no le dio la oportunidad. Saltó encima del gigante,
incluso cuando sacaba el cuchillo de su pecho.
Y luego, cortó su garganta con él.
Volvió su cabeza, y la sangre le salpicó a un lado de su rostro, cubriendo
sus bellos rasgos como pintura pesada y pegajosa. Los labios de Gin se
apretaron ante la sensación, pero mantuvo sus ojos abiertos y enfocados en
Jackson todo el tiempo, ya pensando en cómo matar a su próximo objetivo.
―¡Perra! ―gritó Jackson, poniéndose de pie―. ¡Esto fue una trampa!
Gin se levantó del sofá y saltó sobre Jackson, pero el joven gigante era
demasiado rápido para ella. Dio un paso atrás, tumbando su silla. Ella aterrizó a
sus pies, y el gigante retrajo su pie y la pateó en las costillas. Gin gruñó ante el
brutal contacto y rodó hacia atrás, atrás, atrás, lejos del gigante enfurecido. Se
puso en cuclillas, su cuchillo todavía aferrado en su mano.
Jackson miró fijamente a su hermano por un momento, y a la sangre
empapando el blanco sofá.
―¡Lo mataste! ¡Mataste a Jimmy, perra!
Con un rugido, el gigante fue detrás de Gin. Ella trató de defenderse, pero
él le dio una manotada al cuchillo. Jackson agarró la chaqueta de Gin,
levantándola del suelo, y la golpeó repetidamente en el estómago.
Detrás de ella, Jackson sacó el arma del bolsillo de su chaqueta. A través
de la ventana, puse cuidado en apuntarle con mi propia arma. Si hacía un
Página
Gin gruñó, pero alcanzó y desgarró los ojos de Jackson. El gigante se echó
hacia atrás en sorpresa, y Gin logró girar y salir de su chaqueta. Se tambaleó a
través de la habitación y cayó encima del escritorio, respirando con dificultad.
Sus ojos aterrizaron sobre algo encima del suave vidrio, y vi su mano deslizarse
hacia ello.
311
No recordé el estar de pie afuera en las escaleras de incendio, pero de
repente, estaba, con el arma que había metido en la parte baja de mi espalda
enhiesta en mi mano derecha. La preocupación quemaba a través de mis venas
como un incendio fatuo rugiendo fuera de control. El orgullo de la chica sea
maldito. No iba a dejarla morir, no como había dejado a su madre y a su
hermana mayor…
movimiento para tirar del gatillo, el muchacho iba a conseguir una bala a través
de su cabeza.
Pero Jackson simplemente miró su arma, luego a su hermano con la
garganta cortada. La ira retorció su apuesto rostro, y arrojó el arma y se sacó la
chaqueta. Tonto.
Jackson apretó los nudillos de sus manos.
―Tiempo de morir, perra ―gruñó, agarrando el hombro de Gin y
dándola vuelta hacia él.
Y ahí fue cuando ella lo apuñaló en la garganta.
El objeto que había visto a Gin manotear del escritorio había sido un abre
cartas largo y delgado con un mango brillante de perla. No era tan afilado como
uno de sus cuchillos de plata, pero hizo el trabajo, sobre todo porque lo enterró
hasta la empuñadura en la garganta de Jackson.
Jackson intentó gritar, pero todo lo que salió fueron una serie de jadeos
estrangulados y gorgoteos. Gin sacó el arma improvisada de su garganta y lo
apartó de un empujón. El joven medio gigante se tropezó sobre su silla caída y
cayó sobre el piso de espaldas. Gin no cometió el mismo error que Jackson, ella
no dudó. Levantó el abridor de cartas una vez más y usó la fuerza de todo su
cuerpo para conducirlo profundamente en su pecho.
Jackson Fontaine no se levantó luego de eso.
Cuando terminó, y Jackson estuvo tan muerto como su hermano mayor,
Gin lentamente se puso de pie. Se quedó allí en el medio de la oficina,
meciéndose hacia atrás y adelante, con los ojos enormes, temor y un toque de
disgusto llenando su rostro a lo que acababa de suceder. A lo que ella acababa
de hacer.
―Vamos, chica ―susurré―. Tranquilízate. Puedes hacerlo. Esto es para lo
que naciste, para lo que te he estado entrenando.
Página
Gin inhaló y se quedó mirando a los dos cuerpos. Por un momento, me
pregunté si sería capaz de pasar por la parte final de la asignación. Pero su
rostro se endureció, y sus labios se cerraron en una delgada línea. Gin se acercó
de puntillas a Jackson Fontaine, se agachó, y comprobó el pulso, o la falta de
éste, en su cuello. Sólo porque alguien parecía muerto no quería decir que de
verdad lo estuviera. Siempre tienes que comprobarlo y asegurarte.
312
Luego de un momento, Gin cerró los ojos y se estremeció con un suspiro.
Cuando los volvió a abrir, su mirada gris fue aguda y brillante como acero una
vez más. Ahora, esa era la Gin que conocía, la pequeñita con una voluntad de
hierro y un corazón de piedra que la había llevado a sobrevivir a tantos hechos
terribles. La muerte de su madre y hermana mayor, ser torturada por Mab
Monroe, vivir en las calles, ser entenada por un asesino como yo.
Asentí con satisfacción. Chica inteligente. Había hecho todo lo que le había
dicho, e incluso más. Había hecho a este anciano más orgulloso de lo que había
pensado posible. Había estado en lo cierto cuando le había dicho a Jo-Jo que
Gin estaba lista para esto. La chica era más que capaz de hacer los trabajos por
su propia cuenta. Y pronto, en unos años más, estaría a la altura de cualquier
asesino trabajando hoy en día. Y algún día, tal vez un día más pronto de lo que
imaginaba, estaría lista para lo que realmente la estaba entrenando: Matar a
Mab Monroe.
Cuando Gin estuvo satisfecha de que los gigantes estaban muertos, limpió
sus cuchillos con sangre en el borde del sofá blanco y los volvió a meter en sus
mangas. Entonces, se fue, destrabó la puerta, y dejó a Jimmy Fontaine y a su
hermano menor, Jackson, muertos y enfriándose en el sueño. No volvió a mirar
hacia atrás.
Una hora después, Gin abrió la puerta principal del Pork Pit, haciendo a la
campana repicar. Entró, y sus ojos recorrieron el interior, pasando sobre las
cabinas de vinilo azul y rosa, las huellas a juego de cerdo en el suelo, y
finalmente yendo al mostrador donde estaba sentado leyendo una vieja y
maltratada copia de Matar a un ruiseñor. Parecía como una elección apropiada,
dado lo que había pasado esta noche. Además, no podía irte mal con los clásicos
del sur.
―¿El trabajo está hecho? ―pregunté, usando uno de los cheques del día
para marcar la parte del libro.
―No deberías preguntármelo ―dijo, un tono levemente herido en su
voz―. Sabes que no habría regresado a menos que estuviera hecho.
Asentí.
―¿Estás herida? ―pregunté, pensando en los golpes que la había visto
recibir en la oficina―. ¿Necesitas ver a Jo-Jo esta noche y que te cure?
Página
Gin asintió. La chica se acercó y subió a uno de los taburetes enfrente del
mostrador. Mis ojos verdes pasaron por su cuerpo, pero su chaqueta negra
hacía un buen trabajo ocultando la sangre que había recibido cuando había
matado a los hermanos Fontaine. Había tomado el cuidado extra de subir la
cremallera de su chaqueta también, para cubrir cualquier mancha que pudiera
estar en su camiseta. Y en alguna parte a lo largo del camino, se había detenido
el tiempo suficiente para limpiarse la sangre de la cara. En general, había
cubierto bien sus huellas.
313
―Tienes razón. Disculpa.
Había enviado a la enana a su casa luego de que Gin había salido de la
oficina de Jimmy Fontaine, pero le había dicho a Jo-Jo que podríamos ir a su
salón luego, dependiendo de cómo se sintiera Gin con las cosas.
Gin se encogió de hombros.
―Creo que mis costillas están maltratadas, eso es todo. Nada que no
pueda esperar hasta la mañana. Lo que de verdad me gustaría en este momento
es algo de comida. Estoy famélica, Fletcher.
Asentí.
―Estoy un paso por delante de ti.
Me di la vuelta y retiré el plato de comida que había calentado para ella.
Una hamburguesa jugosa y gruesa con todos los agregados, una pila de
ensalada de macarrones, y una ración colmada de frijoles horneados cubiertos
con la famosa salsa barbacoa del Pork Pit. Todo lo favorito de Gin.
Empujé la comida por el mostrador hacia ella, y de inmediato comió. Sabía
que tenía hambre. No la había dejado comer antes de salir para encontrarse con
Jackson Fontaine, por temor que pudiera vomitar antes o durante el trabajo.
Siempre era mejor hacer un trabajo con el estómago vacío, especialmente la
primera vez que ibas solo.
La dejé acabar la mitad de su comida antes de hacerle la inevitable
pregunta.
―Entonces, ¿cómo fue?
Observé su rostro con cuidado, buscando cualquier señal de culpa, temor
o disgusto. A esta altura, la chica había tenido tiempo para pensar en lo que
había hecho, y no quería que sus emociones comenzaran a carcomerla. En
cambio, se sentó allí en el mostrador, masticó su comida, y pensó en mi
pregunta.
―Fue bien ―dijo finalmente Gin―. No creo que lo haya hecho muy bien
en convencerlos de que era una fugitiva. Estaba muy enojada por lo que estaban
haciendo para realmente interpretar la parte como me dijiste.
Dudé, no muy seguro de cómo decir lo que realmente quería, o cómo
podría sonar para una chica de dieciséis años que acababa de asesinar a dos
hombres. Al final, me decidí por el acercamiento directo. Nunca había sido de
Página
―Bueno, eso no importa mucho ahora, ¿no? ―pregunté―. Los hermanos
Fontaine están muertos, y tú no. Diría que eso hace de la noche un gran éxito.
314
Su autoanálisis fue acertado. Su actuación podría requerir algo de trabajo,
pero había completado el trabajo al final. Y la próxima vez, supe que haría un
esfuerzo por corregir su error de esta noche. Sólo tenía que decirle a Gin las
cosas una vez, y ella lo hacía, sin dudar y sin hacer preguntas.
palabras delicada, no como mi hijo, Finnegan. Ese chico podía encantar hasta
las alas de una mariposa.
―Estoy orgulloso de ti, Gin.
―¿En serio? ―preguntó en una voz suave y tímida―. ¿Realmente,
Fletcher? ¿Lo hice bien esta noche?
Asentí.
―Realmente. Lo hiciste de verdad bien esta noche, Gin. Lo que hiciste le
dará al menos a Victor Wong algo de paz. Eso es todo lo que el pobre hombre
puede esperar en este momento.
Entonces sonrió, y fue como si la luna de súbito hubiera estallado en el
Pork Pit, bañando todo con su suave luz plateada. Todavía sonriendo, Gin
volvió su atención de regreso a su comida.
Decidí dejarla comer el resto de su comida en paz, por lo que recogí mi
libro una vez más. Pero no podía concentrarme en las palabras, u ocultar la
sonrisa orgullosa que curvó mis labios.
Oh, sí. La chica era una asesina nata.
E iba a hacer que fuera mejor de lo que era. Así podría hacer lo que tenía
que ser hecho, por ella y por su hermana Bria.
Página
315
Un día, Gin Blanco iba a crecer y asesinar a Mab Monroe. Y yo, Fletcher
Lane, el Hombre de Hojalata, iba a ayudarla en cada paso del camino.
Esta breve historia tiene lugar antes de los acontecimientos de Spider’s Bite, el
primer libro de la serie Elemental Assassin. En Spider’s Bargain, Gin Blanco detiene a
un poli corrupto, pero sólo uno de ellos quedará de pie al final.
Spider’s Bargain
Traducido por DiannaK y Lyla
El policía iba a morir esta noche.
Sólo que no lo sabía todavía.
Para el detective Cliff Ingles, este era sólo otro sábado por la noche en la
metrópoli del sur de Ashland, y estaba pasándolo como el resto de sus noches,
tomando bebidas y mirando lujuriosamente sensuales prostitutas vampiro en
Northern Aggression, el club nocturno más popular en la ciudad.
Era justo antes de la medianoche, y la gente se metía en el club nocturno.
Hombres en trajes de diseñador, mujeres en faldas que apenas cubrían sus
culos, todos en busca de su marca particular de veneno. Sangre, alcohol, drogas,
sexo, cigarros. Northern Aggression ofrecía todo eso y más, siempre y cuando
tuvieras el dinero en efectivo o tarjeta para pagar por tu vicio en particular.
Aun así, a pesar de las sucias masas que me rodeaban, tenía que admitir
que el club tenía un estilo decadente. Trituradas cortinas de terciopelo rojas
cubrían las paredes, mientras que el piso estaba hecho de bambú suave y
elástico. Pero lo más llamativo en el club era el bar que pasaba por una pared,
una hoja elaborada hecha completamente de hielo. Runas habían sido talladas
en la superficie resbaladiza del hielo. Soles y estrellas, en su mayoría, que
simbolizaban la vida y la alegría. Supuse que los símbolos eran bastante
apropiados, teniendo en cuenta todas las personas poniéndose calientes y
pesadas en las cabinas en la parte trasera del club.
Ingles no tenía ni idea de que lo estaba viendo. No había razón para que lo
hiciera. Si el detective se hubiera molestado en mirar en mi dirección, todo lo
que habría visto era otra mujer bebiendo una noche fuera en la ciudad.
Página
El detective apuró su tercer whisky de la noche, y luego se inclinó hacia
delante y murmuró algo al oído de la camarera vampiro que había traído su
bebida. Los dos estaban cerca del centro de la enorme barra de hielo, a unos
quince metros de mi posición alrededor de la curva y contra la pared del fondo.
316
De cualquier manera, había pasado la última hora sentada en la barra de
hielo junto con Cliff Ingles.
Incluso si el detective me hubiera notado, incluso si se hubiera acercado y
tratado de conquistarme, le hubiera dicho exactamente quién era. Gin Blanco.
Una cocinera a tiempo parcial y camarera en el Pork Pit en el centro de
Ashland. Una elemental de Piedra y Hielo.
Y la asesina conocida como la Araña.
La mujer que iba a asegurarse de que el detective Cliff Ingles dejara de
respirar antes de que la noche hubiera terminado.
Pero no había ningún peligro de que Ingles me notara. Yo no era su tipo.
El bastardo prefería obligar a chicas jóvenes, impotentes.
Y con los cinco cuchillos de plata ocultos en mi persona, yo era cualquier
cosa menos indefensa.
Tomé otro sorbo de mi gin tonic y estudié mi objetivo, comparando el
hombre frente a mí con la foto que había estado en el archivo de información
que mi agente, Fletcher Lane, me había dado cuando me había dicho acerca del
golpe.
El detective Cliff Ingles tenía uno ochenta de altura, lo que significaba que
era unos buenos treinta centímetros más bajo que los gorilas gigantes que
patrullaban la discoteca y mantenían a todo el mundo en línea. Aun así, con
más de cien kilos, Ingles no era un tipo pequeño, aunque su una vez esbelto y
duro musculo estaba dando paso lentamente a fofa grasa debajo de su caro traje
azul marino.
Con su grueso, cabello rubio miel, amplia sonrisa, y mentón cuadrado,
Ingles no era un hombre poco atractivo. Pero sus ojos castaños se entrecerraban
un poco más y un poco más con cada bebida que tenía. Ahora, me recordaba a
una víbora, todo enrollado y listo para atacar y hundir sus colmillos venenosos
en quien se cruzara en su camino esta noche.
Pero no iba a morir por esos pecados particulares. No, Cliff Ingles estaba
teniendo mi marca particular de atención porque había violado a una niña de
trece años, la había golpeado después de los hechos, y la dio por muerta.
Página
Bufé en mi bebida. Todo el mundo sabía que la mayoría de los policías de
Ashland eran más sucio que el grafiti de pandilleros que cubría algunos de los
edificios de la ciudad. Ingles no era una excepción. Fletcher había desenterrado
todo tipo negocios desagradables en los que el detective estaba involucrado.
Extorsión, juego, obligar a prostitutas vampiro a darle regalos en la parte
trasera de su sedán expedido por la ciudad. Ingles era un hombre con clase en
todos los sentidos.
317
Ingles llevaba una insignia de oro de detective abiertamente en una de las
correas de cuero alrededor de su gruesa cintura, junto con su arma, casi como si
ser un miembro de la fuerza de policía de Ashland fuera algo para estar
orgullosos.
Ashland era una ciudad violenta, llena de malas personas que hacían un
montón de cosas malas. Pero Ingles era el tipo más bajo de la escoria por lo que
le había hecho a esa chica.
Y yo estaba aquí esta noche para asegurarme que nunca tuviera la
oportunidad de hacerlo de nuevo.
Malditamente gratis.
Normalmente, no trabajo por nada. Las mías eran un conjunto de
habilidades altamente especializadas, y me gustaba que me pagaran por ellas.
Me lo ganaba, aunque sólo fuera por toda la sangre que tenía que lavar de mi
ropa y cabello después del hecho.
Y como la Araña, me pagaban mucho para matar a las personas. Había
estado en el negocio de asesina desde que tenía trece años. Ahora, llegando a
los treinta años, tenía más dinero escondido de lo que podía gastar en dos
vidas. Lo que era una de las razones de que mi representante, Fletcher, siguiera
insistiendo en que me retirara. El viejo quería que viviera lo suficiente para de
verdad pasar y disfrutar de mis ganancias mal habidas.
Hasta el momento, sólo había escuchado a Fletcher a medias. Matar gente
era todo lo que sabía hacer. ¿Qué mierda haría si me retiraba? ¿Comenzar a
tejer? ¿Adoptar cachorros callejeros? ¿Ser embarazada por un tipo, mudarme a
los suburbios, convertirme en una mamá de fútbol, y tratar de poner mi maldito
pasado detrás de mí?
Ninguna de esas cosas me atraía en particular. Bueno, tal vez los
cachorros. Siempre había sido una persona de perros.
Pero el simple hecho era que me gustaba mi trabajo. Claro, era un trabajo
peligroso y oscuro. Pero la sangre y los gritos no me molestaban, y me había
rendido hace mucho tiempo de tratar de salvar mi propia alma inmortal del
ardiente infierno al que sabía estaba destinada. Además, de vez en cuando,
conseguía encargarme de alguien como Cliff Ingles. Conseguía hacer de la
ciudad de Ashland sólo un poco más segura en mi propia forma retorcida.
Mi propia magia de Hielo respondió a la afluencia familiar de la energía
goteando en la barra. Yo era una elemental también, con la rara habilidad de
usar dos de los cuatro elementos, Piedra y Hielo en mi caso, a aunque mi magia
de Hielo era mucho más débil que mi poder de Piedra. Por lo general, sin
Página
Un poco de magia fría atravesó el aire, interrumpiendo mis reflexiones.
Miré al chico atendiendo la barra. Sus ojos brillaban con un blanco azulado en la
penumbra de la discoteca, mientras abrazaba su poder una vez más. El
elemental de Hielo responsable de mantener la barra en una sola pieza para la
noche estaba alimentando con un poco de su magia la gran estructura fría.
318
Eran las pequeñas cosas de la vida que me hacían feliz.
embargo, no pensaba demasiado en mi magia cuando estaba en un trabajo.
Como la Araña, no usaba mis poderes elementales para matar.
Para eso eran mis cuchillos.
Aun así, curvé la palma de mi mano alrededor de mi bebida y me quedé
mirando la cicatriz incrustada en mi carne. Un pequeño círculo rodeado por
ocho radios finos. Una runa de araña. El símbolo de la paciencia. Mi tocayo, en
más de un sentido. Una cicatriz a juego decoraba mi otra palma.
La runa de la araña había sido una vez un medallón que había llevado
alrededor del cuello como una niña, hasta que una elemental de Fuego había
sobrecalentado el metal y quemado el símbolo en mis palmas, marcándome
para siempre la noche en que había asesinado a mi familia…
―¡Cerdo asqueroso!
La camarera vampiro a la que Cliff Ingles se le había propuesto escupió las
palabras, y luego retiró la mano y le dio una bofetada en la cara con fuerza. A
pesar de la música que llenaba el club, todavía oí el chasquido de su golpe en
mi extremo de la barra.
Vaya. Lo que le había dicho debía haber sido bastante malo para que
reaccionara de esa manera. Debido a que la vampiro era también una puta, al
igual que todas las otras personas en el personal. No había muchas cosas que no
pudieras hacer en Northern Aggression, lo que me hizo preguntarme
exactamente qué cosa enferma le había sugerido Ingles.
―¡Perra! ―gruñó el detective, con su mano vagando hasta la pistola en su
cinturón, como si quisiera sacarla y dejarla sin sentido con ella.
Los oscuros ojos de la vampiro se abrieron como platos, y retrocedió un
par de pasos.
Pero antes de que Ingles pudiera sacar su arma y contraatacar, uno de los
gorilas gigantes atravesó la multitud, tomando una posición defensiva frente a
la camarera, protegiéndola de Ingles con su figura de más de dos metros. La
cabeza afeitada del gigante brillaba como ónix bajo las luces negras del club.
Ingles contempló al gigante delante de él. Sus ojos cortaron a la camarera
antes de volver de nuevo a Xavier. La huella de la mano de la camarera
marcada en la mejilla de Ingles como una letra escarlata, ni siquiera
comenzando a desvanecerse. Pero el detective hizo un esfuerzo visible de
ponerse bajo control. Podría ser un miembro de la poli de Ashland, pero Ingles
Página
Había visto a este gigante en particular en torno al club un par de veces
cuando había estado aquí antes. Difícil pasar por alto dos metros de músculo
sólido. Xavier era su nombre.
319
―¿Hay algún problema? ―retumbó el gigante, su profunda voz de
barítono cortando a través del ritmo pulsante de la música.
sabía que patearían su culo si seguía empujando cosas. Ni siquiera los policías
podían salirse con la agresión a mujeres, al menos no en público.
―Ningún problema ―escupió Ingles―. La perra no vale la pena. Ya me
iba.
Xavier asintió.
―Haga eso.
Ingles entrecerró sus ojos hasta que fueron rendijas en su rostro, pero
metió la mano en su bolsillo, sacó un par de billetes, y las arrojó sobre la barra
de hielo. Entonces, el detective se volvió y comenzó a empujar a la multitud, en
dirección a la puerta.
Pero en lugar de seguirlo inmediatamente, mis ojos volaron por encima de
la escena, moviéndose de las personas alrededor de la barra de hielo a los
metidos en la pista de baile en alguna vieja canción de The Pretenders. En busca
de problemas, en busca de algo fuera de lugar, cualquier persona que estuviera
tomando algún interés particular en mi blanco o en mí. Había sido una asesina
desde hace casi veinte años, y no había sobrevivido tanto tiempo por ser
descuidada.
Pero una vez que se aseguró que Ingles realmente se iba, Xavier se volvió
hacia la camarera, y los dos empezaron a hablar. Para ellos, el detective solo era
otro cliente espeluznante que habían tenido que sacar. Sucedía, incluso aquí en
Northern Aggression, donde muy poco estaba fuera de los límites. Pero nadie
más mostró ningún interés en el detective Cliff Ingles o más importante, en mí.
Lo que significaba que era hora de hacer mi movimiento.
Me tragué el resto de mi gin, disfrutando de la sensación del licor frío
deslizándose por mi garganta antes de iniciar su combustión lenta, dulce en el
estómago. Entonces, pagué mi propia cuenta, me alejé de la barra de hielo, y
salí del club, acercándome cada vez más hacia mi presa.
Página
Era finales de julio, y el aire de la noche estaba cargado de humedad de la
forma en que siempre estaba en esta época del año. Ashland se encuentra en la
esquina montañosa donde Tennessee, Virginia y Carolina del Norte se reunían
en el corazón de los Montes Apalaches. Así que las húmedas noches de verano
eran parte de muchos encantos de la región. Incluso aquí en la ciudad, más de
unas pocas luciérnagas parpadeaban dentro y fuera en la oscuridad, sus
pequeños destellos rápidos combinando con el brillo rojo ardiente de los
cigarrillos de los fumadores afuera.
320
La Araña estaba lista para girar su telaraña para la noche.
A pesar de que era más de medianoche, una línea de personas aún estaba
fuera de la discoteca esperando para pasar al gigante en la cuerda de terciopelo
enfrente de la entrada. Por encima de su cabeza, un letrero de neón con forma
de corazón con una flecha a través de ella brillaba rojo, luego amarillo, luego
naranja. La runa de Northern Aggression, el símbolo que la propietaria de la
discoteca, Roslyn Phillips, usaba para promover e identificar su negocio.
Me alejé de la entrada del club, explorando las filas de autos estacionados,
en busca del detective Cliff Ingles. Diez… veinte… ni siquiera me tomó treinta
segundos para divisarlo.
Porque Ingles no había llegado muy lejos. El detective se había movido
hacia el estacionamiento y ahora estaba caminando de un lado a otro por debajo
de los zarcillos balanceándose de un sauce llorón. Un anónimo auto negro
estaba al lado del árbol grande. El sedán expedido por la ciudad del detective.
La placa de matrícula y la descripción habían estado en el archivo de
información que Fletcher Lane, me había dado. El viejo era nada sino
exhaustivo.
Miré todo, desde las personas de pie en la fila, a Ingles, a las pocas
personas tambaleándose a sus autos en los lotes laterales que flanqueaban la
discoteca. Nadie me dio una segunda mirada, y nadie estaba sobrio o lo
suficientemente cerca del detective para darse cuenta de nada, especialmente de
él muriendo.
Perfecto.
Alisé mi minifalda de cuero negro y puse un poco de balanceo en mis
caderas mientras me acercaba al detective. Si hubiera llegado al club solo para
disfrutar, habría llevado mi atuendo habitual de vaqueros, botas y manga larga.
Pero esta noche, ya que iba fuera de la ciudad como la Araña, me había vestido
un poco, solo en caso de que tuviera que usar mis armas de mujer para atraer a
Cliff Ingles a mi lado el tiempo suficiente para apuñalar al bastardo hasta la
muerte.
No me molesté a caminar en silencio y el ruido seco de mis tacones en el
pavimento pronto llamó la atención Ingles. El detective miró en mi dirección,
pero la ira caliente brillando en sus ojos castaños pronto se convirtió en algo
más oscuro y más feo cuando asimiló mi atuendo.
Página
Cliff Ingles ciertamente no olvidaría esta reunión.
321
Razón por la cual, además de la minifalda de cuero, también estaba
luciendo una blusa de seda de manga larga, de color rojo y un par de botas
negras de tacón de aguja, hasta mis muslos. Incluso había decolorado mi cabello
rubio a las grandes proporciones de Tennessee. En resumen, lucía como una
chica para tener una noche para recordar.
Arrojé mi cabello hacia atrás por encima de mi hombro para tener otra
rápida mirada alrededor, pero nadie estaba mirando en nuestra dirección.
Excelente.
Finalmente me detuve cuando estuve al alcance del brazo de Ingles. Puse
una mano en mi cadera y adopté una pose, dejándolo conseguir una larga
mirada de mí y todo lo que tenía que ofrecer.
―Oye, amorcito ―arrullé en mi mejor acento sureño lento, dulce y
ronco―. ¿Tienes fuego?
Los ojos marrones de Ingles se movieron por mi cuerpo y de nuevo otra
vez, mentalmente marcando partes de mi anatomía de uno en uno. Tetas.
Muslos. Y el dulce sitio entre ellas. Le debe haber gustado lo que vio, porque
una sonrisa fría y dura levantó sus labios.
―¿Para ti querida? Por supuesto ―murmuró Ingles.
El detective comenzó palmeando los bolsillos de su traje, en busca de su
encendedor. Mientras él estaba distraído, deslicé discretamente mi brazo
derecho detrás de mi espalda y palmeé un cuchillo de plata uno de los cinco
que tenía en mí esta noche. Un segundo cuchillo estaba arropado en mi otra
manga, mientras que uno descansaba en la parte baja de mi espalda. Dos más
estaban escondidos en la parte superior de mis botas follame. Mi habitual
arsenal de cinco puntos. Nunca salía de casa sin ellas.
Mientras Ingles buscaba su encendedor, mis ojos grises recorrieron la zona
alrededor de nosotros una vez más. Pero la persona más cercana estaba por lo
menos a treinta metros, y la música saliendo del club cubriría cualquier sonido
que el detective pudiera hacer.
Mi mano se cerró alrededor de la empuñadura de mi cuchillo. El arma se
sintió fría, dura, sólida contra mi piel. El peso de ella me consoló de la forma en
que siempre lo hacía.
Ingles finalmente encontró su encendedor, lo encendió y lo sostuvo en alto
para mí. La llama vaciló en la oscuridad entre nosotros, un pequeño rayo
chisporroteante de luz.
Él hizo una pausa, sus ojos entrecerrándose y su sonrisa poniéndose
mucho más fría.
—A menos que quieras cambiarme algo por ello, cariño.
¿Follar con él por un cigarrillo? Preferiría apuñalarme a mí misma. Síp,
Cliff Ingles era la elegancia hecha persona.
Página
―Oye ―espetó―. ¿No tienes un cigarro contigo? Porque no te voy a dar
uno de los míos. Las malditas cosas son demasiado caras para eso, en estos días.
322
Ingles frunció el ceño cuando no saqué inmediatamente un cigarrillo, me
incliné hacia adelante, y le dejé conseguir una mejor vista de mis tetas.
Pero yo le di mi sonrisa más encantadora, manteniendo la farsa tan sólo
unos segundos más.
―No ―le contesté―. No tengo un cigarrillo conmigo. Tengo algo mejor.
Esto.
Llevé mi mano alrededor de mi espalda y le mostró el cuchillo de plata. El
metal mágico brilló débilmente en la penumbra.
Los ojos marrones de Ingles se abrieron de sorpresa, pero antes de que
pudiera abrir su boca para gritar, mi brazo golpeó hacia adelante, y hundí mi
cuchillo de plata en su corazón.
Todo el camino hasta la empuñadura.
Ingles tomó otro aliento, pero antes de que pudiera gritarlo, apreté mi
mano libre sobre su boca, mis dedos clavándose en su piel.
Pero el detective no se dio por vencido. Como no podía gritar por ayuda,
Ingles arremetió contra mí con sus puños, descargando golpes duros sobre mi
pecho y brazos. Los impactos sólidos me hicieron gruñir. Pero había sido una
asesina mucho tiempo, y había tomado mi cuota de golpes de gigantes, enanos
y vampiros en los últimos años, los cuales eran mucho más fuertes que el
detective humano frente a mí. Los golpes de Ingles duelen, pero no lo suficiente
para que lo deje ir o soltar mi cuchillo.
Aun así, oscilamos hacia atrás y adelante en la oscuridad bajo el sauce
llorón por la mayor parte de un minuto antes que el cuerpo de Ingles
comenzara a apagarse por el trauma masivo que acababa de sufrir. Cuando
sentí la lucha en él comenzar a menguar, lo empujé más profundamente en las
sombras, hasta que su espalda estuvo contra la áspera corteza del árbol.
En este punto, lágrimas de dolor o miedo o por lo que sea goteaban por la
cara gorda de Ingles y salpicaron sobre mi blusa de seda roja, junto con su
sangre.
Página
Por lo general, no era conversadora cuando estaba matando a alguien.
Pero el suave murmullo de mis palabras ayudó a encubrir los jadeos ahogados
del detective y el roce de sus extremidades agitándose contra el árbol. Aun así,
si alguien hubiese sido lo suficientemente curioso para mirar en nuestra
dirección, habría pensado que el detective y yo estábamos teniendo un gran
momento follando contra el árbol viejo.
323
―Sabes ―dije, torciendo el cuchillo un poco más profundo―. Ya es
bastante malo que se lo hagas a las vampiros prostitutas dándoles regalos
mientras estás de guardia, supuestamente protegiendo y sirviendo a la gente
buena de Ashland. ¿Pero violar y azotar a esa niña como hiciste? Eso fue sólo
enfermo. Malvado. Y ahora, eso va a ser tu muerte, Cliff.
Pero sólo uno de nosotros estaba consiguiendo ser jodido durante la
noche, y no era yo.
Retiré el cuchillo del pecho de Ingles, y más de su sangre salpicó mis
ropas. El pegajoso, fluido caliente recubrió mi mano, pero apenas lo noté. Lo
lavaría más tarde, de la forma en que siempre lo hacía.
En este punto, la lucha y la vida estaban casi desaparecidas de Ingles. Lo
solté, y el detective se deslizó hasta el suelo blando debajo del árbol. Sus
respiraciones llegaban en superficiales, bocanadas ásperas, y supe que estaría
muerto en un minuto. Dos, a lo sumo.
Aun así, me agaché a su lado, cuchillo ensangrentado en mano, por si
acaso hacía un último esfuerzo para hacer algo estúpido: Como tratar de ir por
su arma y dispararme.
―¿Quién… diablos… eres… tú? ―El detective jadeó las palabras.
―Algunas personas me llaman la Araña ―dije en voz baja―. Tal vez has
oído hablar de mí.
La boca de Ingles se torció.
―Vete… a… la… mierda… puta… asesina…
―Síp ―arrastré las palabras―. Esa soy yo.
Esas fueron las últimas palabras que el detective sin duda dijo. Cuarenta y
cinco segundos más tarde, carraspeó fuera su último suspiro y se quedó
inmóvil. La cabeza de Ingles colgó a un lado, y sus ojos marrones se quedaron
mirando la nada.
Pero mi trabajo no había terminado todavía. Porque cuando la madre de la
niña había llegado a Fletcher Lane a través de varios canales anónimos, cuando
decidió pedir ayuda a la Araña, la madre había hecho una petición específica
sobre lo que quería que se hiciera al cuerpo de Ingles después del hecho. No
podía culparla por ello. Demonios, tal vez esto haría que el próximo bastardo
retorcido pensara dos veces acerca de las cosas.
Pero nadie me había notado matar al detective o cortarlo después del
hecho. La escena se veía igual que antes. La gente todavía esperaba en fila para
entrar en el club nocturno, aún fumaban, y todavía tropezaban borrachos hacia
sus autos.
Página
Cuando todo terminó, limpié mi cuchillo en la hierba alrededor del cuerpo
y lo guardé de vuelta en mi manga. Luego, lentamente me puse de pie y miré a
mi alrededor, mis ojos mirando detenidamente una vez más a la oscuridad.
324
En vez de buscar a tientas la hebilla del cinturón del detective, usé mi
cuchillo para cortar a través del cuero, a continuación, el pantalón y el calzón.
La tela se rasgó con un susurro. Y entonces, usé mi hoja ennegrecida de sangre
para cortar la cosa a la que Ingles le tuvo una gran estima.
En este punto, debería haber estado moviéndome a través del
estacionamiento y escapar en el jodido Dodge antes de que alguien tropezara
con el cuerpo del detective y diera la alarma inevitable. Pero en cambio, me
encontré mirando hacia abajo hacia Cliff Ingles.
Los ojos del detective ahora estaban igual de vacíos y sin alma como los de
la chica que había violado. Fletcher Lane me había mostrado una foto de la niña
cuando me pidió matar a Ingles. La chica había tenido una mirada en sus ojos
que reconocí: Una destrozada, rota expresión de inocencia perdida.
De todo perdido.
Yo había tenido el mismo aspecto durante meses después de que mi
familia había sido asesinada. Incluso ahora, después de tantos años, a veces
todavía alcanzaba a verlo cada vez que me miraba en el espejo sólo un poco
demasiado tiempo.
Tal vez era porque yo había tenido trece, la misma edad que la niña que
Ingles había violado, la noche en la que mi familia había sido asesinada. Tal vez
era porque en Ashland, había algunas personas que sólo merecían morir. Tal
vez era porque Fletcher Lane no me había enviado a un trabajo en más de un
mes y estaba aburrida.
Pero había mirado la foto de la niña, y le había dicho a Fletcher que haría
el trabajo de forma gratuita.
El detective Cliff Ingles había roto a la niña con sus actos horribles, y yo le
había hecho pagar por ello esta noche. Quizás saber que estaba muerto le traería
a la niña al final un poco de paz.
Tal vez no.
De cualquier manera, yo había sostenido mi parte del mortífero trato. La
Araña había hecho su trabajo de la noche. Había ayudado en la única violenta,
manera sangrienta que sabía cómo.
Y ahora, ya era hora de ir a casa y lavar la sangre de mi ropa una vez más.
Las luciérnagas del verano tardío iluminaban el camino mientras entraba
en la oscuridad que espera.
Página
Mientras caminaba bajo el sauce llorón, una brisa de montaña agitó las
ramas del árbol, y los suaves, zarcillos trepadores besaron mi rostro de la forma
suave en que una madre podría mostrar afecto por su hijo. Por alguna razón,
me detuve y esperé hasta que la brisa y los zarcillos amainaran antes de seguir
adelante.
325
Así que pasé por encima del cuerpo de Ingles y me dirigí hacia la parte de
atrás del estacionamiento lejos de las luces y el ruido en torno al frente del club
nocturno.
Esta breve historia tiene lugar después de los acontecimientos de Spider's Bite
pero antes del comienzo de Web of Lies. En Web of Death, el retiro de Gin Blanco es
interrumpido por algunos invitados no deseados.
Web of Death
Traducido por Martinafab, LizC y Flochi
Hasta ahora, mi retiro estaba resultando ser un puto pelmazo.
Supongo que debería haber esperado que fuera por este camino.
Principalmente debido a que mi trabajo de día, bueno, mi trabajo de noche,
había sido un poco más interesante del que tenía la mayoría de gente. No
empujar papeles alrededor de una mesa para mí. En su lugar, había tenido un
segundo empleo como la asesina la Araña por los últimos diecisiete años.
Así es. Una asesina. Alguien que mataba a otras personas por dinero. Y
también había sido malditamente buena en mi trabajo, algunos incluso dirían
que la mejor.
Que es probablemente porqué el ajustarme a sólo ser yo misma, Gin
Blanco, propietaria del restaurante de barbacoa Pork Pit, había sido un poco
más difícil de lo que había pensado que sería.
Y mucho más jodidamente aburrido.
Saber que tenía mis cuchillos me confortaba de la manera que siempre lo
hacía. Pero aun así, suspiré. Porque incluso moverme era aburrido.
Mi mentor, Fletcher Lane, había muerto hacía unas semanas, había sido
horriblemente torturado y asesinado en el Pork Pit, el restaurante que él había
fundado en el centro de Ashland. Yo había matado a la perra elemental de Aire
que era responsable de su muerte, por supuesto. Pero eso no me impidió que
Página
Como la Araña, nunca había ido a ninguna parte sin mis cuchillos de
plata. Un rasgo que no veía razón alguna en cambiar sólo porque era Gin
Blanco ahora, una ciudadana supuestamente respetable. Incluso esta noche, sola
en el crepúsculo, todavía tenía cinco cuchillos encima, uno metido en cada
manga, uno en la parte baja de mi espalda, y dos más escondidos en mis botas.
326
Tan aburrido, tan mundano de hecho, que ahora me encontraba de pie
afuera en una noche de octubre fría, mirando en el maletero de mi Mercedes
Benz, contemplando las cajas de cartón en el interior que contenía todas mis
posesiones mundanas. Libros en su mayoría, junto con algunos utensilios de
cocina de alta gama y cuchillos, un montón de cuchillos. Algunos de los cuales
se utilizaron para cortar algo más que verduras.
echara de menos al viejo que me había sacado de las calles cuando tenía apenas
trece años. La cual es una de las razones por la que decidí instalarme en la casa
de Fletcher, la que me había dejado en su testamento, junto con el Pork Pit.
Supuse que era mi manera de permanecer cerca del viejo, a pesar de que estaba
frío y solo en su tumba ahora.
La estructura de tablas de madera de tres pisos estaba detrás de mí,
pareciendo una especie de descomunal fantasma en la oscuridad cercana. El
edificio había estado de pie desde antes de la Guerra Civil, y un montón de
mejoras y secciones se habían añadido a lo largo de los años, todo ello en una
variedad de diferentes estilos chocantes, incluyendo piedra gris, arcilla roja y
ladrillo marrón. Los diversos materiales hacían que la casa se viera como una
especie de colcha de retazos, cosido junto con un techo de lámina, persianas
negras y cornisas azules. Aun así, había sido la casa de Fletcher, y ahora, era la
mía.
Suspiré de nuevo, esta vez con anhelo. Deseaba que el viejo estuviera aquí,
que hubiera llegado a él a tiempo esa noche. Que hubiera sido capaz de salvarlo
de la manera en que él me había salvado hace tantos años…
El grito me sorprendió.
Me volví hacia el sonido, un cuchillo de plata deslizándose ya en mi mano
derecha. Otro grito rasgó el aire, un poco más cerca que antes. Una mujer, por el
tono alto de su voz. Miré alrededor del maletero abierto, mis ojos grises
explorando el bosque que flanqueaba la casa en tres lados, preguntándome
quién demonios estaba por ahí en los árboles y por qué estaba haciendo el ruido
suficiente para despertar a los muertos.
Página
Los osos no me asustaban, sin embargo. No mucho lo hacía. Porque
además de ser la asesina la Araña, también era una elemental, alguien que
podía crear, controlar y manipular uno de los cuatro elementos. Bueno, en
realidad dos en mi caso, Piedra y Hielo. Mi magia de Hielo era bastante débil, y
todo lo que realmente podía hacer con ella era hacer pequeñas formas, como
cubos y cristales y otras cosas. Pero mi magia de Piedra era fuerte, tan fuerte
que me dejaba endurecer mi piel en un caparazón impenetrable, una que
incluso las garras de un oso no serían capaces de arrancar.
327
¿Una excursionista descarriada, tal vez? ¿Alguien que se había topado con
un oso negro en la profundidad del bosque? Las criaturas eran comunes en la
zona, sobre todo ya que Ashland se encontraba en la esquina de los Apalaches,
donde Tennessee, Virginia y Carolina del Norte se encontraban. Crestas altas y
bosques densos cubrían la región como una alfombra gris y verde, sobre todo
aquí en la casa de Fletcher, la cual estaba situada en la cima de una montaña
particularmente remota y rocosa.
Otro grito resonó en el aire de la montaña, antes de ser cortado
bruscamente. Lo que había estado persiguiendo a la gritona acababa de
atraparla.
Hmm. Tenía dos opciones ahora. Ir a investigar de qué se trataba todo el
alboroto y divertirme tal vez durante una hora, o quedarme aquí y arrastrar
cajas de libros a la casa destartalada de Fletcher Lane. Junto a enseñarme todo lo
que sabía acerca de ser un asesino, el anciano también había inculcado una
buena dosis de curiosidad en mí. Algo que siempre parecía obtener lo mejor de
mí, no importa cuánto lo intentara.
Que es por lo palmeé otro cuchillo y me dirigí hacia el bosque.
A pesar de la caída del crepúsculo que pintaba el paisaje en tonos cada vez
más oscuros de gris sombrío, era bastante fácil para mí caminar a través del
espeso bosque, simplemente seguía los gritos.
Sólo que no eran tanto gritos ahora como sollozos ahogados, tartamudeo y
gemidos que me decían que la mujer que los hacía estaba en serios problemas.
Golpe-golpe-golpe.
Los nuevos sonidos hicieron eco débilmente a través de los árboles de
pinos, seguido de otro sollozo ahogado. Mis ojos grises se estrecharon. También
sabía qué era ese sonido, la mujer llevándose una paliza. Bueno, bueno, bueno.
Parecía que había un tipo diferente de oso en el bosque esta noche.
El árbol de pino en el que estaba de pie detrás era uno de varios que
bordeaba un pequeño claro aquí en el frío y remoto corazón del bosque, a un
kilómetro más o menos de la casa de Fletcher Lane. Unas rocas burbujeaban
como ampollas aquí y allá sobre la superficie del suelo del bosque, pero en su
Página
Me detuve detrás del tronco nudoso de un particular pino retorcido. Su
agudo, fuerte y picante olor me hizo cosquillas en la nariz. Entonces, me incliné
lentamente hacia un lado, mi rostro oculto entre las sombras de las ramas
colgantes, y me quedé mirando la escena delante de mí.
328
Me moví con más cuidado ahora, más silenciosamente, asegurándome de
que las botas no arrastraran y golpearan y que crujieran a través de los
montones de hojas de otoño color rubí ―y de color citrino― que cubrían el
suelo del bosque como joyas que estaban perdiendo lentamente su brillo. Poco a
poco, sollozos a medio tragar y golpes de puños golpeando carne se hicieron
más fuertes, más nítidos. Un bajo silbido de una risa rizó por el aire como una
víbora preparándose para atacar. Alguien estaba disfrutando del espectáculo.
mayor parte, el suelo era suave y limpio, con la rica tierra negra asomando
furtivamente a través de la dispersión superficial de las hojas desintegrándose.
En el centro del espacio abierto, un hombre se elevaba por encima de una
mujer. Un gigante, dado su cuerpo de casi dos metros de altura y ojos de insecto
demasiado grandes. Una de sus manos tamaño jamón estaba retorcida en el
cabello largo y rizado de color rojo de la mujer, enredándolo aún más. Usaba su
otra mano para pegarle en el estómago.
Golpe-golpe-golpe.
La golpeó tres veces antes de que un segundo hombre, mucho más bajo, se
adelantara y pusiera un brazo de restricción en el bíceps abultado del gigante.
La mujer se tragó otro gemido de dolor.
―Caray, Billy ―dijo el segundo hombre―. No la mates. No hemos tenido
suficiente diversión con ella todavía.
Sus labios se contrajeron, dejando al descubierto un conjunto de colmillos
blancos. Un vampiro, entonces.
Bueno, las cosas se habían puesto mucho más interesantes. Porque además
de su enorme fuerza, la musculatura gruesa de los gigantes los hacía difícil de
derribar. Y los vampiros tampoco eran presa fácil. Ellos no eran tan fuertes
como los gigantes, pero esos colmillos afilados podrían rasgar la garganta de
una persona en un segundo.
Los dos hombres estaban vestidos con ropa de campo, vaqueros gruesos,
botas de montaña, y camisas de franela cubiertas parcialmente por chaquetas de
lana. El vampiro también tenía una pequeña mochila al hombro. Todo lo cual
me decía que habían planeado estar aquí en medio de la nada esta noche,
probablemente para que nadie pudiera escuchar a la mujer gritar.
―Tienes razón, Tommy ―retumbó Billy, el gigante―. Follarlas no es tan
divertido si están muertas.
Tommy asintió de una manera segura, como si Billy acabara de revelarle
uno de los grandes secretos del universo.
Ella habría sido una cosa bonita, con su cabello rojo y ojos color avellana
amplios, si no fuera por los delgados rasguños color carmesí y los moretones
violetas que cubrían su rostro y brazos desnudos. Parecía que Tommy y Billy la
habían llevado hasta aquí, vuelto a soltar, y luego la persiguieron, como una
especie de escondite enfermo.
Página
Tommy caminó alrededor de la mujer, la cual se tragó otro gemido bajo.
Sus labios se contrajeron en una mueca llena de dolor, y vi un par de colmillos
en su boca, así, marcándola como otro vampiro.
329
―Y tenemos que enseñarle a esta perra una lección, ¿recuerdas? Una que
ella y mis otras chicas no olvidarán jamás.
A diferencia de los dos hombres, la mujer no estaba vestida para el terreno
accidentado. En lugar de vaqueros, llevaba un ceñido vestido de satén color
ciruela que apenas se extendía hasta cubrir sus pechos y apenas rozaba la parte
superior de sus muslos tonificados. Las lentejuelas de plata en el vestido
capturaban la luz menguante y la reflejaban de vuelta, al igual que cientos de
luciérnagas parpadeantes encendiendo y apagando. La mujer también llevaba
un par de tacones de aguja seductores, aunque me di cuenta que los tacones se
habían roto durante su recorrido por el bosque.
―Nunca pensé que fueras tan inteligente, Jasmine ―dijo Tommy, el
vampiro―. Pero eres en serio estúpida, pensando que me podrías dejar.
Pensando que sólo podrías renunciar a ser una de mis putas porque tienes una
mejor oferta de Roslyn Phillips.
Mis cejas se arquearon en la oscuridad. Oh, sí, las cosas se ponen más
interesantes por segundos. Ya que Roslyn Phillips era la señora vampiro que
llevaba Northern Aggression, la discoteca más decadente de Ashland. Roslyn
proporcionaba todo lo que un cuerpo podía desear en su club, incluidos los
hombres y mujeres para verla complacer las necesidades más apremiantes y
lujuriosas de sus clientes.
La conversación de Tommy con Jasmine me dijo que era más probable un
proxeneta y que Jasmine era una de sus chicas trabajadoras. Nada inusual. Los
vampiros más o menos eran los dueños del comercio sexual en Ashland. Todos
los vampiros necesitaban sangre para vivir, por supuesto, al igual que los seres
humanos necesitan comida y vitaminas. Pero un montón de vampiros también
recibía el mismo tipo de subidón saludable en cuanto a relaciones sexuales,
razón por la cual muchos de ellos trabajaban en la profesión más antigua del
mundo. Para los vampiros, era ganar-ganar. Dinero y un impulso de energía,
todo al mismo tiempo.
―Sostenla firmemente ―dijo Tommy―. Mientras arreglo las cosas.
Tommy dejó caer sus rodillas en las hojas y empezó a rebuscar en su
mochila, sacando un martillo y cuatro puntas de metal con asas de cuero en los
extremos de ellos. Un minuto más tarde, estaba golpeando las estacas en el
suelo blando con su martillo. Las cuatro, en la forma de un rectángulo del
tamaño de una mujer.
Página
El proxeneta vampiro se detuvo de repente y arremetió, pateando a
Jasmine en la espalda con su bota. Ella dejó escapar otro gemido de dolor y se
habría caído hacia delante de cara contra el suelo si Billy todavía no la hubiera
estado sosteniendo por su cabello. Los dos hombres se echaron a reír, pero
Jasmine no los escuchó. Esa patada final la había empujado al límite. Noté que
finalmente estaba inconsciente por la forma en que su cuerpo flácido colgaba de
la mano del gigante. Probablemente mejor así para ella.
330
―Perra estúpida ―murmuró Tommy.
Me quedé mirando los arcos y las secas manchas oxidadas que habían
empapado el cuero. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que se trataba
de manchas de sangre y que Tommy y Billy habían hecho este tipo de cosas
antes. Y sabía exactamente lo que iban a hacer a la mujer, Jasmine. Llevarla
hasta el bosque, perseguirla y golpearla no era suficiente. No, ahora iban a
atarla y violarla antes de finalmente matarla. Bastardos enfermos.
Por supuesto, algunas personas habrían pensado que yo era una enferma,
por haber matado a tanta gente por dinero en los últimos años. Pero tenía un
código por seguir, reglas por las que vivir. No matar a niños o mascotas. No
enmarcar a nadie por mis crímenes. Y sobre todo, no torturar. Podría haber
matado a las personas como la Araña, pero lo hice de forma rápida, eficiente,
con mis cuchillos de plata. Ciertamente nunca había atado a nadie de brazos y
piernas abiertas con las oscuras intenciones retorcidas que Tommy y Billy
tenían en mente para Jasmine.
Pero ahora, tenía que tomar una decisión. Ya que Tommy y Billy no me
habían visto escondiéndome en las sombras. Nadie nunca lo hacía, hasta que
era demasiado tarde. Así que podría fácilmente escapar, dejar a Jasmine a su
suerte espantosa, y caminar de regreso a la casa de Fletcher Lane sin que nadie
lo supiera, excepto yo.
Recientemente había descubierto que Fletcher había tenido cierta racha
altruista en él. Que a veces, cuando era el asesino Hombre de Hojalata, Fletcher
había ayudado en realidad a la gente de vez en cuando. Maldición, por el bien
público y todo, por así decirlo. Y Jasmine sin duda necesitaba mi ayuda ahora.
Tal vez era el sentimiento blando que sentía por el viejo, lo mucho que mi
corazón todavía dolía por su pérdida, pero me encontré realmente con ganas de
ayudar a la otra mujer. En realidad queriendo usar mis cuchillos y habilidades
mortales para algo un poco más valioso que el dinero.
Además, pensé, sonriendo un poco. De seguro es mucho mejor que desembalar
cajas esta noche.
―Espero que trajeran algunas palas con ustedes esta noche, chicos ―dije
con una voz agradable.
Página
Me detuve a unos treinta metros de ellos, mis cuchillos metidos en mis
palmas. Las empuñaduras de las armas se posaban en las cicatrices incrustadas
en mis palmas. Un pequeño círculo rodeado de ocho rayos delgados. Uno en
cada mano. Una runa de araña. El símbolo de la paciencia. Mi apodo asesino y
mucho más.
331
Así que apreté mis manos en mis cuchillos de plata y salí de las sombras,
caminando hacia delante en el claro, silbando todo el tiempo. Las cabezas de
ambos hombres se giraron bruscamente hacia mí ante el sonido áspero,
inesperado.
Tommy y Billy se miraron el uno al otro, luego a mí.
―¿Y por qué es eso? ―preguntó Tommy en un tono resguardado,
claramente preguntándose quién demonios era y qué mierda estaba haciendo
aquí en el bosque.
Sonreí.
―Porque de lo contrario, sólo voy a tener que dejar sus cuerpos aquí para
que los animales roan en lugar de enterrarlos a todos ustedes adecuadamente.
Ah, infierno. Olviden las palas. Los animales tienen que comer también. Si es
que incluso podrían soportar los sabores de dos bastardos enfermos como
ustedes, claro está.
―Billy ―dijo Tommy en voz baja―. Creo que tenemos que enseñar a esta
perra la misma lección que Jasmine acaba de aprender. Encárgate, por favor.
Billy asintió y dejó caer su mano del cabello de Jasmine. La mujer se
derrumbó en el suelo del bosque, todavía inconsciente. Bien. No necesito una
audiencia para esto.
Billy dejó escapar un rugido y cargó en mi dirección, con las manos
estiradas para agarrarme y tirar de mí en un abrazo de oso aplastante. El pobre
bastardo ni siquiera se dio cuenta de los cuchillos en mis palmas.
Thud-thud-thud.
Esta vez, en lugar del sonido de unos puños golpeando en la carne, el
golpe de mis cuchillos de plata golpeando en el pecho de Billy y desgarrando a
través de sus órganos llenó el aire. El gigante gritó, al igual que Jasmine había
hecho antes, y se tambaleó hacia atrás. Su movimiento brusco sacó mis cuchillos
de mis manos, pero estaba bien, porque todavía estaban atrapados en su
cuerpo: uno en el estómago y el otro en su corazón. Más que suficiente daño
como para matarlo. Efectivamente, Billy tropezó alrededor del claro durante
unos diez segundos antes de que sus piernas cedieran y cayera al suelo, muy en
su camino a estar muerto.
Página
Pero yo estaba anticipando su movimiento, y así me acerqué a su cuerpo y
lo agarré del brazo. Usé el propio impulso del vampiro para alzarlo y arrojarlo
por encima de mi hombro. Tommy se estrelló contra el suelo. El martillo se
deslizó de sus dedos, y yo lo agarré. Antes de que el vampiro pudiera
recuperarse, me dejé caer de rodillas a su lado, alcé el martillo, y bajé con fuerza
el arma en su tráquea, aplastándola.
332
Vi el destello de un movimiento por el rabillo del ojo y me agaché. El
martillo de Tommy pasó muy cerca de mi cabeza. El vampiro era más rápido de
lo que había pensado que sería ya que a pesar de que su primer golpe falló,
estaba girando y volviendo a echar el martillo hacia atrás para un segundo
golpe.
Los ojos de Tommy sobresalieron tanto que pensé que podrían estallar
justo fuera de sus cuencas. Hizo una serie de sonidos ahogados, pequeños
gorgoteos, no muy diferente de los que Jasmine hizo antes cuando Billy estaba
golpeándola.
―En serio deberías haber encontrado otro lugar para jugar tu jueguito
―murmuré―. Porque esta tierra pertenece a Fletcher Lane. Y ahora a mí,
supongo. Y créeme cuando te digo que yo soy el único puto depredador
permitido por aquí.
Todo lo que Tommy podía hacer era mirarme y jadear en busca de aire.
Me quedé donde estaba y lo vi sofocarse.
Cuando Tommy murió, me acerqué a Jasmine y me agaché a su lado. La
prostituta vampiro seguía inconsciente, así que rápidamente recorrí mis manos
sobre su cuerpo, comprobando sus lesiones. Su cara era un desastre, y
probablemente tenía algunas costillas rotas así como una hemorragia interna
donde Billy la había golpeado. Pero iba a estar bien una vez que llegara la
ayuda, y sabía exactamente a quién llamar para eso.
Volví a Tommy y rebusqué en los bolsillos del vampiro muerto hasta que
encontré su teléfono celular. Marqué a información y les hice darme el número
que yo quería. Cuatro repiques más tarde, ella contestó el teléfono.
―Habla Roslyn. ―La voz sensual de Roslyn Phillips llenó mi oído.
―Hola, Roslyn ―dije―. Una de tus niñas está aquí en el bosque. Ella y un
par de sus amigos tuvieron un desagradable encuentro con un oso negro. Al
menos, eso es lo que puedes decir a la policía.
Le dije lo que había pasado y dónde encontrar a Jasmine.
―¿Quién diablos habla? ―preguntó Roslyn cuando terminé.
―Creo que sabes exactamente quién es ―le dije―. Y me debes,
¿recuerdas? Así que deja de hacer preguntas y trae tu culo hasta aquí.
Había confrontado a Roslyn sobre todo eso en el funeral de Fletcher hace
unas semanas. Le había dicho a la vampiro en términos inciertos que ella haría
lo que demonios quisiera hasta que haya saldado su deuda conmigo, o iba a
Página
Colgué sin responderle. Porque sabía que Roslyn Phillips había recibido el
mensaje y que la vampiro vendría y traería ayuda para Jasmine. Roslyn me
debía… en grande. Porque ella sabía exactamente lo que había hecho antes de
que yo me retirara. Sabía que era una asesina. Diablos, incluso había matado a
su cuñado, que había estado abusando de su hermana y su sobrina. El hecho de
que Roslyn comentara esas cosas era en parte la razón de que Fletcher Lane
hubiera sido asesinado en primer lugar, porque la persona equivocada había
averiguado sobre el anciano y el hecho de que él era mi encargado.
333
―¿Gin?
ver. Y por lo mucho que había amado al anciano, sería malditamente larga de
hecho.
Pero empujé a Roslyn Phillips fuera de mi mente y me puse a limpiar
cualquier rastro de que había estado aquí en el claro esta noche, incluyendo
retirar mis cuchillos de plata del cuerpo enfriándose de Billy. Porque aunque
estaba oficialmente retirada de ser la asesina la Araña, eso no quería decir que
iba a ser estúpida o descuidado dejando alguna evidencia.
Mientras trabajaba, de vez en cuando, le echaba un vistazo a Jasmine para
comprobarla.
―No te preocupes, cariño ―murmuré a pesar de que ella no podía
oírme―. La caballería está en camino.
Efectivamente, treinta minutos después, escuché el fuerte crujido de pasos
pesados sobre las hojas caídas, y supe que Roslyn había llegado con ayuda para
Jasmine, quien todavía estaba inconsciente. Desde mi escondite en el borde del
claro, vi las luces de las linternas a través de los árboles y escuché el grito ronco
de voces.
―¡Por aquí! ―dijo un hombre―. ¡Los veo!
―¿Dónde? ―La voz preocupada de Roslyn Phillips llegó hasta mí―.
¡Jasmine! Jasmine, ¿estás bien?
Después de eso, las cosas fueron más o menos como había esperado que lo
hicieran. Los policías llegaron a la escena para intentar descubrir qué demonios
había pasado. No es que fueran a trabajar demasiado duro, ya que la mayoría
de los miembros del Departamento de la Policía de Ashton eran conocidos por
su descontrolada pereza, codicia y amor a los sobornos.
Los hombres y mujeres se movieron a través del claro, recogiendo
evidencia. Jasmine fue recogida y llevada a la sanadora elemental de Aire más
cercana para ser curada. El médico forense fue llamado para que viniera y
recogiera a Tommy y Billy. Y así sucesivamente.
Página
Así que todavía silbando bajo, me dirigí de regreso al bosque, a la casa de
Fletcher Lane para comenzar a desempacar mis cajas, sintiéndome más alegre
de lo que me había sentido en semanas.
334
Una vez que Jasmine fue estabilizada, no vi necesidad de estar allí un
segundo más. Porque acababa de matar personas, después de todo. No hacía las
paces con ellos después del hecho. Supongo que había hecho mi parte al evitar
que Jasmine saliera muerta en primer lugar.
Esta historia corta toma lugar entre los eventos de Web of Lies y Venom.
Un día una hermosa mujer entra al banco donde Finn trabaja, y los problemas no
tardan en llegar.
Wasted 2.7
Traducido por Jenn Cassie Grey, Rihano, AnnaTheBrave, Mari NC, Flochi y âmenoire
La mujer era una de las criaturas más hermosas que había visto.
La mujer de uno sesenta y cuatro metros de suave y curva perfección llegó
en una apretada chaqueta y una falda corta que me hizo ver solamente cuán
exquisitos sus pechos y piernas eran. Aunque, todo sobre ella era exquisito y
susurraba dinero, desde sus artísticamente despeinados rizos rojos hasta el
broche de diamante que estaba en su chaqueta hasta el brillo de su pedicura
francesa.
Esta era una mujer que se cuidaba, probablemente con un régimen estricto
de dieta, ejercicio y faciales de elemental de Aire. Diablos, podría haber sido
una de las clientas de Jo-Jo Deveraux en el popular salón de belleza de la enana.
Hice una nota mentar de preguntarle a Jo-Jo la siguiente vez que la viera, y ver
si la enana tenía algunas otras chicas que se había estado guardando
manteniéndolas fuera de mis codiciosas garras.
La mujer se detuvo en el vestíbulo de mi banco, First Trust de Ashland,
viéndose exactamente como todos los otros obscenamente ricos clientes que
entraban por las puertas dobles de cristal a diario. Con su pesado, antiguo
mobiliario de madera, adornos de hoja de oro y pisos blancos de mármol, el
banco había sido designado al reflejo de la generosidad de sus clientes. Todo
era caro y discreto, tal como nuestros clientes querían ser.
―El deber llama ―dije poniéndome de pie
Pete siguió mi mirada y resopló.
Página
Estaba parado de pie al lado opuesto del banco, sentado en el borde de un
escritorio y hablando con Pete nuestro analista de valores, sobre el viaje de
compras que había hecho a Bigtime, Nueva York con su amante y toda la divina
ropa Fiona Fine con la que había regresado a Ashland.
335
Sus ojos revisaron el largo mostrador que iba desde la pared izquierda
hasta la puerta del final antes de moverse, la que dirigía hacia las oficinas y la
bóveda del banco en el fondo.
―Siempre lo hace cada vez que una mujer hermosa entra por la puerta,
Finn.
―Solo estás celoso de que no es un hombre.
―Difícilmente. Dave y yo somos muy felices.
Le sonreí.
―Pero nunca lastima mirar, ¿verdad?
Pete solo rió y se concentró en su computadora una vez más.
Alisé mi corbata verde, la que había comprado para que combinara con
mis ojos, y me dirigí hacia ella. Mis zapatos resonaron en el piso, atrayendo su
atención. Miró mientras me acercaba, la golpeé con una pequeña sonrisa, la que
por supuesto regresó. Era Finnegan Lane, después de todo. Encantador, guapo,
rico. Una combinación difícil de resistir para cualquier mujer.
Me detuve unos pasos lejos, para mirarla. Más cerca ella era incluso más
impresionante, con la piel besada por el sol, ojos claros y labios exuberantes que
suplicaban ser besados. También noté un pequeño par de colmillos brillantes en
su boca. Era una vampiro, aunque, no que me importaba para nada. Gigantes,
enanos, vampiros, elementales, regulares viejas humanas como yo. Admiraba a
las mujeres sin importar qué clase de fuerza, magia o la falta de esto tuvieran.
―¿Eres el gerente? ―preguntó en una suave, dulce voz.
Aspiré. Su perfume olía como a miel, ligero y caro. Bien, muy bien.
―Nop, no soy el gerente, pero estoy seguro que puedo ayudarte. Mi
nombre es Finnegan Lane. Mis amigos me llaman Finn.
Y entonces le di la sonrisa más encantadora, la que había conducido
eventualmente a más de una mujer a caer en la cama conmigo. Me gustaban las
mujeres, ya ves. Me gustaba todo sobre ellas. La manera en que caminaban,
hablaba, olían, reían, sonreían, y más especialmente, la manera en que se
sentían en mis brazos, suaves, delicadas, flexible.
Pero en lugar de regresar mi sonrisa, la boca de la mujer cayó.
―Oh, bueno, ¿dónde está él?
―No ―dijo, apretando su bolso hacia su exquisito pecho y sacudiendo la
cabeza―. Necesito ver al gerente. A nadie más.
Fruncí el ceño.
―Pero…
―¿Hay algún problema aquí, Lane? ―cortó la voz de un hombre.
Página
Si nada, mi educada insistencia de que podía ayudarla la repelió más.
336
―Estoy seguro que puedo ayudarte ―dije dándole otro golpe con mis
blancas perlas―. Soy uno de los asociados estrella aquí.
Andrew Stevens, el gerente del banco se detuvo a nuestro lado. Stevens
era alto, un sujeto elegante con una sonrisa de tiburón tan impresionante como
la mía. Su única falla era un creciente punto de calvicie que trataba de esconder
sin éxito con un peine. A pesar del hecho de que había trabajado para el hombre
por tres años ahora, el peine todavía me hacía temblar cada que ponía mis ojos
en él. Pasé una mano por un propio cabello castaño espeso con seguridad.
―¿Es el gerente? ―preguntó la mujer, mirándolo.
Stevens asintió.
―Lo soy. ¿Cómo puedo ayudarle hoy…?
―Clarissa ―respondió en voz suave, estirando su mano―. Clarissa
Divine.
Stevens podía ser tan educado como yo, y llevó su mano hacia sus labios
presionando un suave beso en ella.
―Bien, señorita Divine, es un placer conocerla. ¿Cómo puedo ayudarle?
Clarissa agitó su bolso.
―Tengo algunas… joyas de la familia que necesitan ser puestas en un
lugar seguro. Algunos artículos acerca de los que mi pronto a ser ex marido no
necesita saber nada. Me dijeron que usted podría ayudarme con ese tipo de
cosas.
Stevens asintió y le tendió el brazo.
―Claro. Si usted gusta de venir conmigo, Sra. Divine, estoy seguro que
podemos encontrar una solución a su problema.
Ella tomó su brazo y le sonrió entonces, una sonrisa brillante y
deslumbrante que era un placer para la vista en sí misma. Pero la verdadera
ventaja fue la cálida y acogedora mirada en sus ojos, la que susurraba tantas
cosas deliciosas por venir.
Página
Stevens me dio una sonrisa triunfante y la acompañó por la planta y a
través de la puerta hasta el otro extremo del mostrador, sin duda, llevándola
hasta su oficina. Por supuesto, podría haber pedido a uno de los cajeros aquí en
el vestíbulo que le asignaran una caja de seguridad, pero sabía que Stevens
quería darle a Clarissa su propia atención personal.
337
Fruncí el ceño, preguntándome por qué demonios Stevens estaba
consiguiendo esa sonrisa, esa mirada, en lugar de mí. Yo la había visto primero,
después de todo. Y cuando Finnegan Lane ponía su mente en seducir a una
mujer, como había hecho con Clarissa al segundo en que la había visto, por lo
general tenía éxito, sin importar qué obstáculos se pusieran en mi camino,
amigos despóticos, novios celosos, esposos armados.
Yo habría hecho lo mismo, si hubiera estado en el pellejo del bastardo con
suerte.
Clarissa Divine vino al banco varias veces después de eso. La segunda vez,
Stevens se acercó a la entrada para encontrarla. La tercera vez, ella entró sola al
cerrar, y los dos se fueron juntos. La cuarta vez, al mismo día siguiente, ella se
acercó a la puerta por el mostrador, y Stevens le susurró. Después de eso, ella
iba y venía a su antojo, con tanta frecuencia que el guardia gigante colocado en
el vestíbulo automáticamente abría la puerta para ella.
Stevens no era tan estúpido acerca de la situación como yo lo habría sido.
Si hubiera estado con una criatura tan hermosa como Clarissa, me habría
jactado de ello a todos, desde la gente en el banco a mi amiga, Jo-Jo, y su
hermana, Sophia Deveraux, con mi hermana adoptiva, Gin Blanco. Stevens se
contentaba con una leve y conocedora sonrisa en mi dirección de vez en
cuando.
Todavía me hacía desear dispararle al hijo de puta, sin embargo.
Un día, unas seis semanas después de la visita inicial de Clarissa, yo
estaba en mi oficina tratando de encontrar otro refugio fiscal para uno de mis
clientes elementales de Hielo, para poner un poco más de su considerable
fortuna familiar en este cuando el interfono en mi escritorio sonó.
―¿Sí?
―Tienes un visitante, Finn. ―La voz de Celia, una de las cajeras, llenó mi
oído―. Un gigante. Dice que su nombre es Xavier.
―Tráelo abajo.
―Entendido.
―Gracias, querida ―le dije arrastrando las palabras a Celia, y luego le
hice un guiño descarado―. Eso sería todo.
A pesar del hecho de que ella era una enana que acababa de celebrar su
tricentésimo cumpleaños hace unas semanas, Celia se sonrojó, sus mejillas
poniéndose escarlatas debajo de su elegantemente peinado cabello plateado. Me
Página
Cinco minutos más tarde, Celia llamó a mi puerta abierta y le indicó a
Xavier que pasara. Él se movió a su alrededor y se acercó a mi escritorio.
338
No estaba seguro exactamente de porqué Xavier quería verme, ya que
para mi conocimiento, el gigante no tenía ningún dinero que necesitara ocultar
de hacienda, pero tal vez me sorprendería. Yo estaría encantado de ayudarle a
mover un poco de efectivo por ahí, por un módico precio, por supuesto.
devolvió el guiño, dejó escapar una pequeña risita, y cerró la puerta detrás de
ella.
Xavier negó con su cabeza rapada. Su piel de ébano brillaba débilmente
bajo las luces.
―Tú y las damas. Nunca dejas de sorprenderme, Finn.
Sonreí.
―Nunca dejo de sorprenderme a mí mismo tampoco.
Como la mayoría de los gigantes, Xavier sobrepasaba de los dos metros de
altura, con un cuerpo grueso y musculoso que era increíblemente fuerte. Nos
dimos la mano, y podía decir que él estaba cuidando de mantener su agarre
suave, algo que mis huesos humanos más frágiles apreciaban. Un traje azul
marino combinado con una camisa blanca cubría su cuerpo sólido. Bonito corte,
tela de calidad, perfectamente ajustado. Se veía bien en él. Siempre aprecié un
traje bien hecho, aunque fuera en otro hombre.
Me senté de nuevo en mi silla y le señalé a Xavier que se siente frente a mí.
El gigante se ubicó en la silla, mirando la habitación, y dejó salir un bajo
silbido.
―Maldición. Debería haber sido banquero como tú, Finn.
Había estado en el banco casi diez años, desde que había salido de la
escuela de finanzas, y como resultado, mi oficina era una de los más grandes en
este piso, el tercero debajo del vestíbulo. La oficina de Stevens estaba también
aquí al final de la sala, mientras que la bóveda del banco estaba un piso más
abajo.
Página
Mi escritorio era un asunto enorme que tenía dos metros y medio de
ancho y tenía casi tantos compartimentos secretos en él cómo las cajas de
seguridad de la bóveda. Todos esos pequeños agujeros escondidos donde yo
guardaba ciertos suministros. Pasaportes, una pequeña bolsa de diamantes,
dinero en efectivo, mis armas y municiones para ellas. Cuando se nadaba entre
tiburones como yo lo hacía, nunca se sabía cuándo se podía necesitar salir de la
ciudad a toda prisa o hacerse cargo de un cliente particularmente exigente. Mi
339
Había decorado la oficina yo mismo en un estilo que no disculpaba, en-sucara, la comodidad ostentosa. Me habían dado lo mejor de todo aquí, desde las
gruesas alfombras persas que cubrían el suelo de mármol hasta los primeros
volúmenes de las ediciones en las estanterías y el mejor whisky de Brighton que
brillaban en su botella de licor dentro del gabinete de antigüedades. Un sofá en
forma de L hecho de gamuza suave ocupaba parte de una de las paredes.
Ambas secciones del sofá se hacían cama, lo que se volvió muy práctico para
entretener a mis clientes más amorosas aquí en mi oficina en lugar de tener que
salir del banco y conducir todo el camino a mi apartamento.
padre, Fletcher Lane, me había preparado para esas eventualidades y muchas,
muchas más.
Mi única concesión real a la funcionalidad moderna era la televisión que
se montaba en un soporte a mi derecha. Actualmente, estaba sincronizada a un
circuito cerrado de alimentación del vestíbulo bancario y mostraba a las
personas que iban y venían, los cajeros cobrando cheques, y más. Además de
trabajar con los clientes, también tenía una mano en la seguridad por aquí,
gracias a los diversos favores que los altos mandatarios del banco habían
debido a mi padre. Además, me gustaba mantener un ojo vigilante sobre las
cosas relacionadas con el dinero.
―Banquero inversionista ―dije, corrigiendo la anterior declaración de
Xavier―. Y sí, vale mucho la pena. Especialmente en un lugar como Ashland,
donde gran parte de la población tiene mucho dinero para ocultar, y muchos
cuerpos también.
Xavier asintió, pero no sonrió a mi humor negro. Normalmente, con soltar
una broma acerca de lo corrupta y violenta que era la ciudad de Ashland
obtendría una pequeña risa de los residentes más experimentados. No, el
gigante era todo negocios hoy. Lástima.
―¿Entonces, que puedo hacer por ti, Xavier? ―pregunté―. Porque por
mucho que me agrades, me parece que simplemente no has venido hasta aquí
para disparar mierda conmigo hoy.
El gigante vaciló, mirando sus zapatos. Entonces, levantó sus ojos negros a
los míos.
―Tengo un problema.
Bueno, eso ciertamente no había sido lo que había esperado que dijera.
Con su tamaño y fuerza, no había demasiados problemas de los que Xavier no
pudiera encargarse por sí mismo, especialmente teniendo en cuenta el hecho de
que trabajaba a veces como policía del Departamento de Policía de Ashland.
―¿Oh? ¿Qué tipo de problema? ¿Con que necesitas mi ayuda?
Página
Levanté las cejas. La Gin a la que se refería era Gin Blanco, mi hermana
adoptiva, asesina conocida como la Araña. Gin no era cualquier asesino,
aunque, como la Araña, era una de las mejores en el negocio. Por lo menos, lo
había sido. Se había retirado hacía unos meses después de que mi padre y su
mentor, Fletcher Lane, fuese asesinado. Ahora, Gin pasaba su tiempo
trabajando en el restaurante de barbacoa de papá, el Pork Pit. Pero no había
olvidado ni un segundo de su formación, y sacaría sus cuchillos de plata sin
dudarlo si pensara que los necesitaba.
340
―No es que necesite tu ayuda, Finn ―dijo Xavier con voz cuidadosa―. Lo
que realmente necesito es la ayuda de Gin.
―¿Y para qué crees que necesitas la ayuda de Gin? ―pregunté, con voz
tranquila, mi cara sin revelar nada.
Quería ver exactamente qué sabía Xavier sobre lo que Gin hacía, y cuánta
amenaza el gigante podría ser para nosotros.
Me recosté en mi asiento, poniendo los pies sobre mi escritorio como si no
tuviera ninguna preocupación en el mundo. El movimiento me dejó apretar
disimuladamente un botón en el escritorio. Un panel se abrió, revelando un
pequeño revólver. La pistola era de fácil acceso, y dependiendo de lo que dijera
o hiciera Xavier, podría tener que usarlo antes de que nuestra reunión hubiera
terminado. La suya no sería la primera sangre en manchar mis alfombras. En
todo caso, me daría una excusa para redecorar. Estaba un poco cansado de mi
actual rojo y negro.
Estudié su posición en la silla mentalmente alineando el disparo por si
acaso. Tendría que dispararle a través del ojo, por supuesto, ya que los gigantes
tenían cráneos notoriamente gruesos, pero no iba a ser tan difícil. No para mí.
Gin podría ser la asesina en la familia, pero papá nos había enseñado a ambos
cómo matar. A pesar de la habilidad de Gin con los cuchillos y su magia
elemental de Hielo y Piedra, incluso ella admitía que yo era mejor con un arma.
―Bueno, en primer lugar, supongo que debes saber que Roslyn y yo
estamos de algún modo… involucrados ahora ―dijo Xavier.
Mis cejas subieron un poco más arriba en mi rostro. Esto sólo se hacía cada
vez más y más interesante. Roslyn era Roslyn Phillips, la señora vampiro que
manejaba Northern Aggression, la discoteca más decadente de Ashland. Xavier
pasó de ser gorila en el club nocturno, al hombre responsable de asegurarse de
que todo el mundo más o menos se comportara. De ahí lo conocía, dado que
Northern Aggression era mi lugar favorito para buscar compañía femenina
luego de un largo día de trabajo en el banco. Xavier siempre me dejaba entrar
más allá de la cuerda de terciopelo. Por supuesto, siempre le daba un Benjamín
o tres por su trabajo, pero aun así, me gustaba pensar que éramos amigos
también.
―¿Involucrados? ―pregunté―. ¿Así que tú y Roslyn están juntos ahora?
Página
Habíamos sido un poco más que eso. Roslyn y yo habíamos sido
conocidos por conectar con ocasión de una noche de sexo, vino y conversación
agradable, seguido de un poco más de sexo. De hecho, la había llamado la
semana pasada para sugerir esa misma cosa, ya que estaba entre amantes en el
momento, pero ella había cortésmente declinado.
341
―Algo así. Es decir… hombre, es sólo… complicado. ―Se encogió un
poco―. Espero que no te importa que hable contigo acerca de esto. Sé que tú y
Roslyn solían ser… amigos.
Primero Clarissa y ahora Roslyn. No estaba seguro de cuántos más
moretones mi ego podría soportar.
―Claro ―le dije en un tono fácil―. Roslyn y yo somos amigos. Pero si la
has enganchado, entonces felicidades. Porque ella es hermosa, hombre, por
dentro y por fuera.
Por un momento, Xavier sonrió. Y no se trataba de cualquier sonrisa. No,
él prácticamente irradiaba. Era la mirada de un hombre profundamente
enamorado. Suspiré. Bueno, a la mierda. Puede ser que sea un bastardo de
corazón frío, pero tenía una debilidad por Roslyn. Realmente odiaría matar a
alguien que se preocupaba mucho sobre ella. Pero lo haría igual, justo como lo
haría Gin.
Xavier se aclaró la garganta.
―De todos modos, ha habido un problema… en el club últimamente. Y a
partir de algunas cosas que Roslyn ha dicho, pensé que Gin podría ser capaz de
ayudar.
Ah, diablos. Su tono de voz me dijo exactamente lo que había recogido de
Roslyn: Que Gin era la asesina la Araña. Roslyn sabía todo acerca de lo que
hacía Gin, ya que Gin había matado el cuñado abusivo de la vampiro no hacía
demasiado. Roslyn había llegado primero a mí acerca de encontrar a alguien
para matar a su cuñado. Yo había negado todo conocimiento de tales cosas, por
supuesto, pero no demasiado tiempo después de eso, el cuñado se había
encontrado con una desaparición desordenada y prematura. Roslyn era una
mujer inteligente, y había deducido todo. Gin, papá, yo, y lo que hacíamos. De
hecho, Roslyn le había dicho a una de las prostitutas que trabajaban para ella
sobre todo, lo que finalmente condujo a la muerte de mi padre.
Gin creía que no sabía acerca de eso, sin embargo. Gin creía que no sabía
acerca de muchas cosas. Matar era su especialidad, sonsacar información era la
mía.
―¿Finn? ―preguntó Xavier, ante mi silencio.
Suspiré.
―Entonces, ¿crees que Gin ayudará? ―preguntó Xavier en voz baja
después de que terminó de contar su historia.
Página
Para mi sorpresa, lo hizo. Durante los siguientes cinco minutos, Xavier se
sentó y me dijo lo que estaba pasando. Cada una de sus palabras hizo que mi
estómago girara un poco más. Mierda. A Gin no le iba a gustar esto, ni un
maldito poco. No me gustaba mucho tampoco, pero Gin… ella iba a tomarlo
como algo personal. Iba a culparse a sí misma por lo que estaba sucediendo en
Northern Aggression.
342
―No más juegos de palabras. Sólo escúpelo para mí, Xavier.
―¿Ayudar? ―Solté una risa fría―. Demonios, ella va a sentirse
responsable de todo el asunto.
Xavier negó con la cabeza.
―No es su culpa. No es culpa de nadie.
―No conoces a Gin. No va a verlo de esa manera. Ella puede ser tan fría
como el hielo, pero si te metes con alguien por quien se preocupa… demonios,
incluso un amigo de un amigo… es mejor que te cuides. Porque va a enterrarte
dos metros bajo tierra y no pensarlo dos veces.
Empecé a cavilar a continuación. Acerca de Roslyn y Xavier, sobre Gin,
sobre todo la jodida situación. No sé cuánto tiempo podría haber estado
sentado allí si Xavier no se hubiera aclarado la garganta y señalado la pantalla
del televisor.
―Uh, Finn, ¿qué es eso? ¿Y por qué están todos esos hombres con ella?
Miré. En la pantalla de televisión, Clarissa Divine entró en el vestíbulo. La
vampiro se veía tan hermosa como siempre, pero por una vez, no estaba sola:
seis hombres vestidos con trajes oscuros y maletines la flanqueaban.
―¿Oh, ellos? ―dije―. No les hagas caso. Están aquí sólo para robar el
banco.
Xavier frunció el ceño y me miró.
―¿Aquí para robar el banco? ¿Cómo diablos lo sabes?
―Porque soy Finnegan maldito Lane, y sé cosas.
Xavier se mantuvo mirándome. Suspiré de nuevo. Esta vez, fui el que
contó la historia de mi primer encuentro con Clarissa y todas las veces que
había regresado de nuevo al banco desde entonces.
―Así que estaba inmediatamente sospechoso cuando Clarissa fue por
Stevens en vez de mí ―le dije―. Ya que soy, obviamente, la mejor captura.
―Obviamente ―estuvo de acuerdo Xavier.
―Oye ahora, mantén el sarcasmo a un mínimo.
―¿Robar bancos?
Junté mis dedos e hice un movimiento de disparo.
―Bingo. En primer lugar, ella entra y seduce al gerente. Cuando el pobre
tonto está perdidamente enamorado de ella, ella va al banco con su tripulación.
Página
―Así que hice algo de investigación. No hay Clarissa Divine en Ashland,
o en cualquier otro lugar en el sur que haya podido encontrar. Sin embargo, hay
una Clarissa Devane, que resulta ser una prostituta de muy alto precio. ¿Y cuál
supuse que es su especialidad?
343
Una sonrisa torció la esquina de los labios del gigante.
Roban el lugar y pretenden tomarla como rehén. Ya que el gerente no quiere
que su amada termine con sus sesos expulsados, estará más que feli
z de darles a los ladrones el acceso a lo que quieran, incluyendo la bóveda.
Una vez que la caja fuerte esté vacía, los ladrones se llevan a Clarissa con ellos,
supuestamente usándola como escudo humano. Por supuesto, todo es sólo
parte de su escapada. Un par de días más tarde, los policías van a recibir un
aviso sobre un cuerpo en descomposición vestido con lo que Clarissa llevaba
mientras estaba en el banco. Ya que está muerta, los policías buscan a los
ladrones. Después de unas semanas, la policía encontrará sus cuerpos en
descomposición en alguna parte. A Clarissa no le gusta compartir su botín, se
ve, por lo que elimina a su propio equipo después de que el trabajo está
terminado. Sin nadie a quien perseguir después, los policías pierden interés, el
caso es cerrado, y Clarissa es libre de construir una nueva tripulación y
encontrar un nuevo retoño para desplumar.
Xavier silbó.
―Eso es bastante hábil.
Asentí.
―Sólo mira la televisión y verás.
Efectivamente, sucedió como dije que haría. Uno de los sujetos con
Clarissa sacó un arma de su maletín, la agarró y presionó el arma en su sien.
Entonces hubo muchos gritos, tantos que tuve que poner en silencio el sonido
de la televisión.
Finalmente, después de que los cajeros habían vaciado todas las cajas de
efectivo, los ladrones comenzaron a amenazar con matar a Clarissa a menos que
el administrador diera un paso hacia adelante. Unos segundos después,
Andrew Stevens salía detrás de un mostrador donde había estado parado
cuando los ladrones llegaron al banco. Tenía tanto sudor en la frente que pude
verlo en la pantalla. Los ladrones agitaron sus armas alrededor algo más, y
Stevens cedió rápidamente. Se dirigió hacia la puerta que llevaba a los pisos
inferiores, incluyendo la bóveda.
―Muy bien ―dije, poniéndome de pie―. Voy a conseguir que Gin ayude
a Roslyn y a ti con este problema que están teniendo en Northern Aggression.
Asentí.
―Así como así. Le debo mucho a Roslyn. Pero en este momento, me
gustaría que me ayudaras. No sé tú, pero luego de lo que me contaste sobre
Roslyn, de verdad quiero herir a alguien. ¿Quieres ayudarme a detener un
Página
―¿Así como así?
344
Xavier parpadeó.
robo? Diablos, el departamento podía darte un reconocimiento por ello. Los
directivos del banco ciertamente estarán agradecidos.
Xavier hizo crujir sus nudillos. Su sonrisa igual a la mía.
Golpeé algunos botones en mi escritorio y agarré algunos suministros, es
decir, un par de pistolas. Le ofrecí una a Xavier, pero cortésmente la rechazó.
Por otra parte, no necesitaba realmente un arma. Como un gigante, era lo
suficientemente fuerte como para desgarrar a alguien con las manos desnudas.
Apagamos las luces de la oficina. Dado que era muy entrada la noche, la
mayoría de los demás se habían marchado ya a sus casas para el fin de semana.
Además de Stevens, había sido el único todavía trabajando aquí en los pisos
inferiores.
No tuvimos mucho que esperar. Habíamos dejado la puerta de la oficina
abierta, y las pisadas repiquetearon sobre el suelo de mármol e hicieron eco a
través del corredor hacia nosotros.
―Asegura el piso y asegúrate que todas las oficinas se encuentran vacías.
―Escuché decir a uno de los ladrones―. No quiero a nadie viniendo detrás de
nosotros intentando jugar el papel de héroe. El resto de nosotros iremos a la
bóveda. Ahí es donde el verdadero dinero se encuentra.
―Entendido ―dijo otro hombre.
Página
Estos sujetos fueron cuidadosos, les concedería eso. Uno por uno, miraron
en todas las oficinas, encendiendo las luces y asegurándose que estaban vacías
antes de cerrar y ponerle llave a las puertas detrás de ellos. Clarissa había
reunido un equipo bastante decente, era su mala suerte lo que la hizo escoger
mi banco para robar. Podía cagar a la hacienda pública, y de vez en cuando a
mis clientes, pero siempre protegía lo que era mío, y este banco era mío. En ese
aspecto era un poco como Gin.
345
La mayoría de las pisadas siguieron de largo y luego se desvanecieron,
cuando los ladrones, con Stevens y Clarissa eran llevados, bajaron al piso de la
bóveda. Pero luego de un momento, más pisadas sonaron, haciéndose más y
más fuertes y se dirigían en esta dirección. Escuché. Dos hombres, uno para
buscar y el otro como apoyo. Gracias a la pantalla de la televisión, sabíamos que
dos de los ladrones se habían quedado en el vestíbulo para mantener bajo
control a los cajeros. Dado que estos dos ahora se dirigían en esta dirección,
significaba que Clarisa había llevado a dos abajo a la bóveda con ella, junto con
Stevens. Asentí hacia Xavier, quien cabeceó en respuesta.
Finalmente, los ladrones fueron a mi oficina. El primer sujeto entró y
encendió el interruptor de luz.
―Despejado…
Eso fue todo lo que habló antes de que Xavier se adelantara y estrellara su
puño en el rostro del otro sujeto. El tipo cayó como una roca. No pude precisar
si Xavier le había roto el cuello con ese golpe o solamente dejado inconsciente.
No me importaba de cualquier manera.
Pero el amigo del sujeto escuchó el crujido del puño de Xavier conectando
porque entró corriendo a la oficina y alzó su arma ante el gigante.
―¿Quién demonios er…?
Eso fue todo lo que el segundo hombre consiguió decir antes de
deslizarme por detrás de la puerta y empujar mi arma en el costado de su
cuello.
―Cielos, iba a preguntarte exactamente lo mismo ―dije arrastrando las
palabras―. Pero en realidad no me importa quién seas. Estoy más interesado en
tu jefa, la encantadora Clarissa. Xavier, si haces los honores, por favor.
Xavier sacó el rollo de cinta adhesiva del bolsillo de su pantalón y se puso
a trabajar en los ladrones. Dos minutos más tarde, los tuvo a ambos atados
hacia arriba como pavos de Acción de Gracias. Los dejamos en la oficina y nos
dirigimos a la bóveda.
La bóveda estaba ubicada en el subsuelo del banco, varios cientos de
metros bajo tierra. Aquí abajo, los pisos de mármol y las paredes daban paso a
una mezcla de acero y granito reforzado con plata, un metal especial que
absorbía todos los tipos de magia.
―¿Crees que puedas encargarte de los dos sujetos en el vestíbulo?
―pregunté en voz baja.
Xavier volvió a hacer crujir sus nudillos.
―Felizmente.
Página
Xavier arrastró al ladrón inconsciente de regreso a las escaleras fuera de
vista, mientras yo miraba por la esquina. Adelante, la puerta de la bóveda
estaba ampliamente abierta, revelando fila tras fila de cajas de seguridad. Las
cerraduras en el metal brillaban como cientos de ojos silenciosos, todos
mirándome fijamente. Me deslicé de regreso a las escaleras junto cuando Xavier
terminaba de atar con cinta al ladrón.
346
Clarissa había dejado a un tipo en la base de las escaleras, pero estaba más
interesado en mirar por el pasillo y dentro de la bóveda que seguir vigilando
como se suponía. Un golpe bien dado de Xavier, y estuvo fuera de combate. Eso
dejaba a un hombre más del que hacerse cargo, junto con la misma Clarissa.
Asentí.
―Muy bien. Me haré cargo del otro sujeto aquí debajo y de Clarissa
también.
Xavier asintió y subió las escaleras. Me quité mis zapatos para que no
repiquetearan en el suelo y me arrastré por el pasillo hacia la bóveda.
Los sonidos metálicos, golpes y palabrotas se hacían más y más fuertes a
medida que me acercaba a la puerta abierta de la bóveda. Sonaba como si
alguien estuviera usando una palanca para forzar las cajas de seguridad fuera
de las paredes. Tosco, pero bastante efectivo. El contenido de una sola caja haría
que toda esta operación valiera la pena. Alcancé la puerta pero en vez de entrar,
me agaché sobre mis rodillas. Saqué un espejo de mi bolsillo, uno de los otros
elementos que había tenido escondido en mi escritorio, y lo incliné para poder
ver dentro de la bóveda.
El último ladrón se paró frente a una de las filas de cajas de seguridad,
mostrando una barra de hierro entre los pliegues en el metal y haciéndolos
estallar como si fueran frutos secos que estaba partiendo. Bastante fácil para él
hacerlo, dado que era un gigante. Mientras tanto, Stevens y Clarissa se
quedaron a un lado. Stevens lucía estupefacto. De vez en cuando, algunas
lágrimas goteaban por el hermoso rostro de Clarissa. La vampiro todavía estaba
jugando su parte hasta el final del juego. Realmente admiraba su
profesionalismo y dedicación a su oficio.
Una vez que había visto lo que necesitaba, alejé el espejo, me enderecé y
entré en la bóveda.
―Oye ―dije―. ¿No sabes que no es agradable robarles a otras personas?
Sorprendido, el gigante se dio la vuelta. Le disparé una vez a través de su
ojo derecho antes de poner otra bala en el izquierdo. Su barra de hierro cayó al
suelo un segundo antes que su cuerpo cayera sobre Stevens, llevando al suelo al
gerente del banco. Por su parte, Stevens comenzó a lloriquear sobre toda la
sangre y cerebro goteando encima de él, pero el gigante era mucho más pesado
de lo que era él, así que Stevens no podía salir de debajo del cadáver del
hombre. El bastardo no era tan engreído ahora. Sonreí. Sí, obtuve un poco de
satisfacción al oír el chillido de Stevens.
Ella depositó apasionados besos calientes de agradecimiento por toda la
cara, incluso mientras sus manos se movían por todo mi cuerpo. Divertida, la
dejé, entonces volví mi cabeza y fijé mi boca en la suya. Persuadí a que sus
labios se abrieran con mi lengua. Sabía a dulce y amargo al mismo tiempo, al
igual que pensé que lo haría.
Página
—¡Oh! ¡Oh! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias por salvarnos!
347
Clarissa inmediatamente cruzó la bóveda y se arrojó hacia mis brazos.
Clarissa jadeó con sorpresa, pero entonces se dio cuenta de la oportunidad
que le acababa de dar. Un segundo más tarde, su lengua estaba en un duelo con
la mía, incluso una de sus manos se enredó en mi cabello. Dejé que el beso
continuara durante varios segundos.
Entonces, suavemente puse mi arma contra su corazón y retrocedí el
martillo.
Los vampiros han mejorado sus sentidos, por lo que Clarissa escuchó el
clic incluso por encima del sonido de sus apasionados gemidos bajos. Se quedó
inmóvil, con los labios todavía sobre los míos.
―Oh, por favor ―dije―. Corta la rutina. He visto mejores actuaciones en
las prostitutas en las calles de Southtown. ¿Cuánto tiempo más ibas a seguir
besándome antes de apuñalarme con ese cuchillo? ¿Hmm? ¿Dónde estaba?, por
cierto. Supongo que metido en tu liguero. Ciertamente que esa falda tuya es lo
suficientemente corta como para permitir un fácil acceso.
Clarissa dio un paso atrás, un cuchillo aguja agarrado fuertemente en su
mano derecha. No era muy diferente de los cuchillos que utilizaba Gin. La
única diferencia fue que unos segundos más y ese habría estado enterrado en
mi corazón.
―¿Cómo lo supiste? ―siseo en voz baja.
Sonreí.
―Siempre lo he sabido desde el primer día que entraste en el banco.
Realmente deberías haber ido por mí en lugar de Stevens. Todavía habría
resuelto tu pequeño juego, pero garantizo que habrías tenido un infierno de
mucha más diversión conmigo que con él.
Como para demostrar mi punto, Stevens seguía lloriqueando en el suelo.
Clarissa lo miró, luego a mí. Sus ojos se abrieron y me dio una dulce
sonrisa.
Clarissa era apenas tan difícil como yo y sabía que quería decir cada
palabra. Puesto que el sexo no había funcionado en mí, fue hacia el otro viejo
recurso, violencia.
Página
―Finn. ―Con buen ánimo le di mi nombre―. Pero me temo que es
demasiado tarde para todo eso. Lastimaste mi ego, ves, y simplemente no hay
suficiente dinero en el mundo para consolar mi ego cuando es lastimado.
Especialmente no con dinero robado de mi propio banco. Lo siento, Clarissa,
tus artimañas podrán haber funcionado en el pobre Stevens allí, pero soy un
poco más inteligente que él.
348
―Estoy segura que podemos llegar a algún tipo de acuerdo…
―Y debes saber exactamente cuán buena soy con este cuchillo ―dijo,
mostrándome la hoja―. He matado a más de un hombre con él durante los
últimos años. También te mataré con él.
―Dudo eso, dado que yo soy él que sostiene el arma.
Miró el arma, que había bajado a mi lado una vez que había se alejado de
mí.
―¿Realmente crees que puedes atinar un disparo antes que te corté la
garganta con el cuchillo?
―Sé que puedo ―dije en voz baja.
Nos quedamos ahí parados mirando el uno al otro. Podría no tener
sentidos mejorados como los tenía el vampiro, pero podía ver su mano
apretándose alrededor del cuchillo y ver el ligero movimiento de su cuerpo
mientras movía su peso, preparándose para arrojarse hacia mí, y no de la
manera que quería. Suspiré. Clarissa acababa de hacer la decisión incorrecta, la
última decisión de su vida.
―No lo hagas ―advertí―. Tan retorcida como eres, no me gustaría hacer
estallar ese bonito rostro tuyo en pedazos.
Clarissa sonrió y comenzó a agacharse como si fuera a poner el cuchillo en
el suelo. Pero no había calidez en sus ojos, sin ofrenda, sin rendición. Su mano
se apretó un poco más alrededor del cuchillo y se lanzó contra mí, la hoja de
aguja cortando a través del aire
Levanté mi arma y le disparé tres veces en el rostro.
La cabeza de Clarissa, lo que quedaba de ella, cayó hacia atrás y la fuerza
de las balas perforando a través de su cráneo lanzó todo su cuerpo contra una
de las paredes. Se quedó allí por un momento, suspendida en el aire antes que
sus extremidades se encogieran y cayera al suelo.
―Qué desperdicio ―murmuré―. Que jodido desperdicio de una mujer
hermosa.
Entonces, pasé por encima de su cuerpo y salí de la bóveda para llamar a
Sophia Deveraux para que viniera y limpiara el desorden.
Página
Incluso en la muerte, a pesar que esa parte de su cabeza había
desaparecido, todavía seguía siendo una de las criaturas más hermosas que
había visto alguna vez. Un metro sesenta centímetros de suave perfección con
curvas, cada vez más fría y rígida con cada segundo que pasaba.
349
Esperé unos segundos para asegurarme que Clarissa estaba muerta, luego
me acerqué y me agaché junto a ella. A pesar de la sangre y el cerebro salpicado
a todo su alrededor, todavía podía oler su perfume, esa sutil fragancia a
madreselva, ahora horrible e irrevocablemente teñida con cobre.
350
Página
Fin
Próximamente:
Venom
(Elemental Assassin
#03)
¿Qué tipo de asesina trabaja gratis?
Es difícil ser una asesina ruda cuando un
gigante está moliéndote a golpes. Por suerte,
nunca dejé que el orgullo se interpusiera en mi trabajo. Mi misión actual es
personal: Eliminar a Mab Monroe, la elemental de Fuego que asesinó a mi
familia. Lo que significa proteger mi identidad, incluso si tengo que ocultar mi
poderosa magia de Piedra y Hielo cuando más la necesito.
Para el público, soy Gin Blanco, propietaria del mejor antro de barbacoa
de Ashland. Para mis amigos, soy la Araña, asesina retirada. Además, todavía
hago favores. Como encargarme del acosador enorme de un amigo vampiro; el
matón que es mano derecha de Mab Monroe que casi me asesinó con sus
enormes puños.
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Por lo menos el irresistible Owen Grayson está de mi lado. El hombre sabe
mucho sobre mí, pero me arriesgaré. También está la detective Bria Coolidge,
una de las mejores de Ashland. Hasta hace poco tiempo, pensé que mi
hermanita estaba muerta. Ella probablemente piense lo mismo sobre mí. Poco
sabe que soy una asesina a sangre fría… que está a punto de salvarle la vida.
Sobre la Autora
Jennifer Estep es una escritora bestseller del New
York Times, que se encuentra merodeando las calles de
su imaginación en busca de su próxima idea de fantasía.
Ha trabajado como escritora y diseñadora web para un
periódico y cuenta con más de diez años de experiencia
en periodismo.
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Entre sus series figuran The Black Blade (juvenil),
Mythos Academy (juvenil), mientras que para público
más adulto se encuentra The Bigtime y por supuesto,
Elemental Assassin. Esta última se centra en Gin Blanco,
una asesina apodada la Araña que puede controlar los
elementos de Hielo y Piedra. Cuando no está ocupada
matando gente y arreglando cabos sueltos, dirige un restaurante de barbacoa
llamado el Pork Pit, situado en la ficticia metrópoli sureña de Ashland. Una
ciudad que es también hogar de gigantes, enanos, vampiros y elementales: de
Aire, Fuego, Hielo y Piedra.
Créditos
Moderadoras: Flochi, Ile_arch y Xhex
Traductoras
Âmenoire
Corrección,
recopilación y
revisión final
Adaly
AnnaTheBrave
Nanis
Apolineah17
Dianna K
Flochi
Diseño
Mae
Gemma.santolaria
HeythereDelilah1007
Jenn Cassie Grey
Jo
LizC
Lyla
Mari NC
Mariandrys Rojas
Rihano
Página
Minia16
353
Martinafab
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