Niños hiperactivos. Guía para la familia y la escuela; Robert E Valett

Anuncio
DESCRIPCIÓN DEL CASO
Alejandro tiene actualmente trece años. Cursa 6º de Educación Primaria ya que repitió un año debido a su
bajo rendimiento académico y a su actitud negativa.
Vive en una zona de Madrid deprimida económica y socialmente. Los problemas del barrio se reflejan en su
casa con una familia estructurada clásicamente pero con continuas tensiones entre ellos por motivos,
fundamentalmente, económicos. Sus padres no pueden controlarle y han terminado por considerar el caso de
su hijo como irrecuperable.
Estudia en un colegio público cerca de su domicilio en el que se juntan problemas de todo tipo por la
composición social del alumnado.
En el colegio es incapaz de concentrarse o poner atención en las actividades, lo que le hace generar problemas
de disciplina, no solamente siendo él el perjudicado, sino también sus compañeros. En seguida se cansa de las
tareas que esté haciendo, dejándolas a un lado, ya que no encuentra ningún interés en lo realizado. Además, a
esto se le suma que es sumamente impulsivo y muy activo, por lo que sus profesores lo consideran un caso
grave de hiperactividad. Sin embargo, nadie toma medidas de intervención para mejorar su patología,
quedándose en medidas disciplinarias académicas, por lo que la situación se agrava según aumenta su edad.
Hay que decir, por último, que no presenta ningún déficit en la inteligencia ni en la relación social con sus
compañeros, teniendo amigos de su misma edad.
RESUMEN DEL LIBRO
Valett, Robert E. (1981): Niños hiperactivos. Guía para la familia y la escuela. Madrid: Cincel−Kapelusz.
Este libro empieza describiendo la hiperactividad como un término que engloba un conjunto de trastornos
conductuales con características propias. Aquí se sitúan niños con alteraciones de aprendizaje y emocionales
asociadas.
La hiperactividad suele ser evidenciada por primera vez cuando comienza la edad escolar y se está bajo
presión con una serie de responsabilidades. Se trata de niños faltos de autocontrol aunque conscientes de sus
carencias. Es necesario tratar estos casos, pues las conductas interfieren en el aprendizaje.
Entre los comportamientos más comunes de la hiperactividad o hiperkinesia nos podemos encontrar con:
movimiento corporal excesivo, impulsividad, atención dispersa, variabilidad, emotividad, coordinación
visomotora pobre, dificultades a la hora de comprender y resolver problemas de aritmética, una lectura
deficiente para su edad, memoria escasa y tendencia al fracaso.
El mejor modo de identificar a los niños hiperactivos es la observación realizada por los padres y maestros. El
autor propone para esta observación lo que será un tópico en este libro: la toma de datos y la comparación
entre los sujetos de su edad.
El tratamiento que se ha de dar al niño hiperkinésico dependerá tanto de las causas como de las circunstancias
específicas del individuo. Las causas más comunes se agrupan en cuatro grandes áreas:
−Expectativas evolutivas: La hiperactividad es normal en algunos estadios del crecimiento. En estos casos no
hay que reprimir al niño sino estimularlo. Sin embargo, la hiperkinesia puede tener como causa las diferencias
evolutivas que posee el sujeto respecto de los niños de la misma edad. Asimismo, también se pueden sufrir
1
desórdenes evolutivos en la motricidad y en el lenguaje.
Por otro lado, la hiperactividad se suele producir más en niños que en niñas debido a la rapidez de éstas en la
mielinización de las fibras nerviosas, en la discriminación visual y en el dominio del lenguaje.
Para acelerar la maduración del niño hay que modificar las expectativas y dar una vía de escape de su energía
destructiva, además de no crearle comparaciones con otros compañeros demasiado elevadas para él, por
ejemplo, comparaciones en los estudios.
−Disfunciones neurológicas: Se producen cuando las células cerebrales no funcionan adecuadamente por
culpa de algún desequilibrio químico (lo más frecuente) o por fallos en el sistema nervioso. Las conexiones
neuronales pueden no inhibir o no diferir los estímulos (input) que entran. Sucede esto por un posible daño en
el sistema neurofisiológico debido a enfermedades o a accidentes. Sin embargo, tiene que quedar claro que
esas disfunciones no rebasan la categoría de lesiones cerebrales mínimas.
El tratamiento que propone el autor pasa por la medicación y la terapia nutricional, aunque le da prioridad a la
labor psicopedagógica y sólo considera necesario consultar el caso con un médico cuando no hay otra
solución para reducir la hiperactividad.
−Causas ambientales: Un ambiente poco propicio para el niño puede causar o agravar la hiperactividad. Esto
lo vemos en casas en que falta la tranquilidad por diversos motivos o se perturba al niño mediante situaciones
de extrema tensión. También la escuela es posible que sea un foco de trastornos que afectan al alumno y al
profesor que, a su vez, también puede provocar alteraciones en los niños que tiene a su cargo.
−Factores psicopedagógicos: Son la causa principal de las conductas hiperactivas ya que una mala
planificación curricular repercute gravemente en la conducta del estudiante, no sólo en su vida académica,
sino personal. Además, los modelos de conducta que recibe el sujeto pueden ser inadecuados y un ejemplo de
esto lo vemos en los padres y profesores excesivamente nerviosos.
Desde su visión conductista, Robert E. Valett propone la modificación de la conducta del niño por medio de
premios y castigos.
***
En otro apartado del libro se nos propone diferentes enfoques psicopedagógicos para tratar la hiperactividad.
Se habla de la autosugestión, consistente en aprender técnicas para poder controlarse a sí mismo; de la
modificación de conducta, aplicada por medio de la repetición y de los refuerzos positivos y negativos; del
biofeedback, que implica a la persona en la revisión, evaluación y corrección de su propia conducta con la
ayuda del registro de datos; de la psicosíntesis, para desarrollar la fuerza de voluntad; de la psicoterapia, en
especial de la psicoterapia lúdica; por último se habla de la enseñanza diagnóstico−terapéutica, que es
desarrollada en el capítulo siguiente del libro con una serie de actividades. Estas tareas siguen la dinámica del
pensamiento conductista mediante la repetición y la mejora de las marcas registradas. Hay algunas actividades
interesantes, pero también existen otras, a mi juicio, poco elaboradas.
A continuación se aconseja a los profesores sobre una serie de aspectos tales como empezar identificando y
evaluando el alumno a tratar, colaborar activamente con los padres del sujeto y organizar escuelas sobre el
tema en la comunidad educativa. Además, se hace especial hincapié en la necesidad de que el profesor
mantenga una actitud y una conducta positivas para ser un modelo adecuado con los niños. Para ello da una
serie de recomendaciones tales como: transmitir la fe en las posibilidades del alumno, tener unas expectativas
sobre él razonables, actuar más que hablar, ofrecer un plan de aprendizaje adecuado, implicar a la toda la
comunidad educativa, elogiar un buen modelo de conducta entre los compañeros (desgraciadamente el autor
no tiene en cuenta las contraprestaciones que tiene esta actitud) e ignorar las malas conductas del niño
2
hiperactivo, valorar al alumno como sujeto individual, crear un sistema de refuerzos y recompensas, hacer que
el chico se implique en la selección de sus objetivos personales y tener un trato dialogante con los estudiantes.
El maestro también deberá favorecer un ambiente propicio de aprendizaje escolar teniendo preparado el
material necesario y todas aquellas condiciones que favorezcan la concentración y el trabajo del chico
hiperactivo.
Por último se proponen una serie de sesiones terapéuticas divididas en: el entrenamiento en relajación; el
ejercicio físico para reducir la tensión; el entrenamiento en la inhibición perceptivo−muscular; y el
entrenamiento en la atención y en la concentración.
COINCIDENCIAS DEL LIBRO CON EL CASO REAL
Una vez estudiada la descripción del caso y leído el libro, podemos decir que, en efecto, parece tratarse de un
caso de hiperactividad y, no sería temerario, decir que es causado o alentado fundamentalmente por el
ambiente de su barrio en general y de su familia en particular. El ambiente escolar también puede influir
aunque en este caso sería mínimamente.
Los síntomas de esta patología son visibles en el niño, sobre todo en el caso de su imposibilidad para
concentrarse y en la consecuente realización de acciones antidisciplinarias.
Realmente no creo que en su situación sirviese de mucho el tratamiento por medio de las actividades que
propone el libro, ya que sería mejor una atención individualizada por parte de profesorado especializado. De
todos modos cualquier intervención que se adoptase sería un paso adelante respecto de la actual situación de
pasividad por parte de sus responsables, tanto educativos como familiares.
3
Descargar