ORACIÓN COMUNITARIA 3ª SEMANA DE PASCUA “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.” (Hch 5, 30-32) ☼ Comenzamos poniéndonos en presencia de Cristo Resucitado. Pidámosle que durante este rato de oración que vamos a compartir, nos ayude a tener abierto el corazón, a dejar a un lado los ruidos interiores y exteriores, las preocupaciones…, todo aquello que nos aleja de Dios. ☼ Para que nos ayude a centrarnos, a ponerle a Él como centro, os invitamos a que leáis las frases que vienen a continuación. Os sugerimos incluso, repetirlas despacio, mentalmente, en un momento de silencio. “Señor, ponemos en tus manos nuestras mentes y corazones. Abre nuestros oídos y entendimiento. Enséñanos a escuchar y grabar tu mensaje, a hacerlo nuestro" ☼ Recemos ahora con esta oración (si la oración en comunidad cada miembro puede leer una frase): Señor resucitado Tú vives, has resucitado de entre los muertos. Tú vives, ha sido un milagro patente. Tú vives, la muerte ha sido vencida. Tú vives, la vida es más grande que la muerte. Tú vives, primicia de todos los vivos. Tú vives, y eres la vida. Tú vives, tu carne no ha conocido la corrupción. Tú vives, no has sido abandonado a la muerte. Tú vives, y nos enseñas el camino de la vida. Señor resucitado, sé nuestra fuerza, nuestra vida. Señor resucitado, danos la alegría de vivir. Señor resucitado, ábrenos a la inteligencia de las Escrituras. Señor resucitado, enséñanos a caminar como hermanos a tu encuentro. Señor resucitado, haz de nosotros una comunidad en marcha, viva y de vida. Señor resucitado, pon calor en nuestros corazones. Señor resucitado, pon claridad en nuestros ojos de creyentes. Señor resucitado, pon humildad en nuestra vida entera para reconocerte vivo. Señor resucitado, pon espíritu en nuestra alma para llegar a la santidad. AMEN ☼ Puedes pensar en aquella frase que más te ha llamado la atención. Reflexiona el por qué. Incluso puedes compartirlo. Evangelio según San Juan (21,1-14) En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.» Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: «No.» Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almorzad,» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor PARA LA REFLEXIÓN ☺Cada vez que Jesús se aparece a sus discípulos y ellos caen en la cuenta que es Él, su maestro, su amigo… la reacción es siempre la misma: alegría desbordante, por el encuentro con el Señor… ☺Se dice en el Evangelio: “aquella noche no pescaron nada”, pero cuando Jesús les dice echad la red a la derecha de la barca y pescaréis, los discípulos obedecen a Jesús, y el resultado es espectacular. No podían sacar la red por los muchos peces que habían cogido. CONFIANZA Y OBEDIENCIA A DIOS… Muchas veces, nos sentimos agobiados, tristes, cansados… Nos parece que por mucho que “echemos las redes” en todos los ámbitos de nuestra vida, no sacaremos nada. Sin embargo cuando escuchamos a Jesús, y le obedecemos en lo que nos dice… ese agobio, esa tristeza y el cansancio, se convierten en DESCANSO, PAZ Y ALEGRÍA… Escuchándole a Él, “nuestras redes” salen repletas. Prueba a ponerte en manos de Dios, déjate guiar por Él… ☼ Observa detenidamente la imagen. Fíjate en las figuras, en los gestos, en los detalles… Míralo despacio. Dedícale su tiempo. Deja que de la contemplación fluya tu oración. Intenta ponerte en el lugar de los discípulos… Mira la imagen, imagínate que tú eres uno de ellos, y que te encuentras muy cerquita de Jesús… ¿Cómo te sientes? ¿Qué es lo que Jesús te dice? Tras la lectura del Evangelio y la contemplación de la imagen que se propone, puedes ser un buen momento para compartir aquella idea o ideas que creas que Dios trata de decirte a ti, concretamente. Puedes hacerlo a través de alguna frase del Evangelio que te haya removido por dentro, mediante algún detalle de la imagen que te haya llamado la atención …. ALABANZA Y GLORIA Nos dice el Apocalipsis que Cristo es digno de recibir el poder, la riqueza, el saber, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Dispongámonos en este momento a alabar, a dar gloria a Jesús Resucitado por todas las maravillas que hace en nuestra vida, en mi vida. Dame tus ojos, Madre, para saber mirar; si miro con tus ojos, jamás podré pecar. Dame tus labios, Madre, para poder rezar; si rezo con tus labios... Jesús me escuchará. Dame tu lengua, Madre, para ir a comulgar; es tu lengua patena de gracia y santidad. Dame tus manos, Madre, que quiero trabajar; entonces mi trabajo, será felicidad. Dame tu manto, Madre, que cubra mi maldad; cubierta con tu manto al cielo podré llegar. Dame tu cielo, oh Madre, para poder gozar; si tú me das el cielo, ¿qué más puedo anhelar? Dame a Jesús, oh Madre, para poder amar. Esta será mi dicha por una eternidad. Amén