Mal asunto si la vida no la domina la curiosidad inteligente, porque el futuro incierto pide paso acelerado La naturaleza habla, como en “El bosque animado” de Fernández Flores, en donde nos hemos inspirado para escribir la entrada. Solo tenemos que escucharla con curiosidad. Ahora es el Ártico el que, desnudo de su escudo de hielo, nos avisa de que en sus profundidades se esconde un potencial explosivo llamado metano. Si el agua se calienta se puede liberar el gas que, aunque en unos diez años se disipa en la atmósfera, si se convierte en dióxido de carbono complicaría la calidad del aire global. Algunas investigaciones sobre la extinción masiva de los dinosaurios ven entre sus causas la liberación de grandes cantidades de metano de las profundidades de los océanos, como consecuencia del aumento de temperatura de sus aguas. Aunque muchos todavía opinan que fue el meteorito el único responsable, no está de más leer nuevas teorías como la que habla de los microbios, bueno una bacteria, como principales causantes de la debacle de los grandes lagartos. Curioso, una vez más sale a relucir la importancia de lo pequeño, eso de lo que hablaba Schopenhauer. La curiosidad inteligente, mezclada con una buena dosis de voluntad, nos ilustrará sobre la posibilidad del cataclismo. Por cierto, salvemos el Ártico, después vendrá la Antártida que ya pierde hielo, lo cual puede llegar a originar alteraciones del campo gravitatorio. Los grandes países y las multinacionales se han lanzado, a lo grande, a la conquista de los círculos polares en busca de combustibles fósiles.