PULSO Las reformas necesarias al sistema de defensa de la competencia Por Luis Alberto Aninat. A mediados de mayo, el presidente del TDLC efectuó la novena cuenta pública del organismo. De los varios temas tratados en ella, tres me parecen de especial relevancia. OPINIÓN | 05/06 HERRAMIENTAS Imprimir More Sharing Services El primero es la preocupación manifestada por el daño que puede estar sufriendo la institucionalidad de defensa de la competencia con la ambigüedad en la que permanece la cuestión de la penalización de la colusión. La reforma legal de 2003 que creó el TDLC TDLC,, descriminalizó este ilícito y estableció multas altas para sancionarlo. Pero a pesar de que la voluntad del legislador respecto a la forma de castigar las conductas contrarias a la competencia fue inequívoca, el Ministerio Público ha echado mano a una in interpretación terpretación forzada de un tipo penal establecido en el Código Penal, para perseguir criminalmente a quienes participan en acuerdos colusorios. La conveniencia de sancionar la colusión con penas privativas de libertad es una cuestión debatible, pero implementar mentar tal medida requeriría una revisión sistémica de nuestra institucionalidad. Hacerlo forzadamente y a contrapelo del diseño institucional es inconveniente, porque el temor a autoincriminarse minimiza la efectividad del sistema de “delación compensada” -que que ahora contempla nuestra legislación y que es probablemente el mecanismo más efectivo que existe para detectar carteles carteles- y, asimismo, dificulta su prueba en el tribunal, pues inhibe cualquier colaboración de los acusados de colusión. Concordamos entonces enton con el presidente del TDLC en que es imperativo que este problema se resuelva cuanto antes jurisprudencial o legislativamente. Un segundo punto tocado en la cuenta es el que dice relación con la necesidad de perfeccionar el sistema de control de concentraciones. Esta es probablemente el área más importante que resta por perfeccionar en nuestra legislación de defensa de la competencia para ponerla a tono con las que consagran las mejores prácticas internacionales y con el nivel de desarrollo que hemos alcanzado. A pesar de los esfuerzos desplegados en el último tiempo tanto por la Fiscalía Nacional Económica como por el propio TDLC, en orden a intentar simplificar y reducir los tiempos para realizar esta importante tarea preventiva, nuestro país requiere urgentemente avanzar hacia el establecimiento de un sistema de control previo de fusiones y adquisiciones que sea eficiente y eficaz, por un lado, y que entregue certezas tanto formales como de fondo a los agentes económicos, por el otro. Quienes asesoramos habitualmente a empresas chilenas y extranjeras en operaciones de concentración, sabemos lo complejo que es explicarles a nuestros clientes el intrincado e impredecible sistema vigente actualmente. Probablemente lo más sensato sea entregar exclusivamente a la FNE la tarea de revisar el grueso de las fusiones que impliquen riesgos menores para la competencia y que puedan ser mitigados con medidas de fácil implementación, obligando a las empresas a notificar a esa autoridad y estableciendo un test sustantivo predecible y un procedimiento expedito. Así, sólo en caso de que las operaciones sean especialmente complejas y requieran de importantes medidas de mitigación para ser autorizadas, parece necesario contemplar la intervención adicional del TDLC y, eventualmente, de la Corte Suprema. En tercer lugar, el presidente del tribunal se refirió a la necesidad de establecer algún mecanismo de control de la potestad normativa del TDLC, esto es, de la facultad del organismo para dictar instrucciones generales para guiar preventivamente la conducta competitiva de los que participan en determinados mercados. El gran potencial de estas normas generales para impulsar la competencia quedó de manifiesto con las dictadas en el mercado de las telecomunicaciones, respecto a la diferenciación de tarifas de telefonía on net/off net y ventas conjuntas de servicios. Por ello parece recomendable que se utilice con mayor frecuencia esta facultad del tribunal en mercados especialmente problemáticos para la competencia, con los debidos controles. Alternativamente a la propuesta del TDLC de entregar a la Corte Suprema la revisión de legalidad de las instrucciones generales, yo sugeriría encomendar al Tribunal Constitucional el control preventivo de constitucionalidad de estas normas, reservando el pronunciamiento final respecto al mérito de las mismas al tribunal antimonopólico. Espero que el debate público que buscó impulsar el TDLC en su última cuenta pública tenga como resultado el pronto perfeccionamiento en éstos y otros temas de nuestra legislación de defensa de la libre competencia, que junto con la de protección del consumidor son pilares del funcionamiento de nuestra economía. Por ello es deseable que el fortalecimiento de las legislaciones respectivas sea abordado conjuntamente lo más pronto posible. (*) El autor es abogado y socio Aninat Schwencke & Cía.