El Gaucho a través de los Años Los Gauchos Federales (1850) “Nacida en tosco rancho la criatura gaucha recibe poco cuidado, pero se lo deja columpiar en una hamaca de cuero colgada del techo. El primer año de su vida gatea desnuda, y he visto más de una vez a una madre que entregaba al niño de esta edad un cuchillo filoso, de un pie de largo, para que se entretuviera. En cuanto camina, sus diversiones infantiles son las que los preparan para las ocupaciones de su vida futura; con el lazo de hilo de acarreto trata de atrapar pajaritos, o perros cuando entran o salen del rancho. Cuando cumple cuatro años de edad monta a caballo e inmediatamente es útil para ayudar a llevar el ganado al corral. El modo de cabalgar de estos niños es extraordinario; si un caballo trata de escapar de la tropilla que conducían al corral, he visto frecuentemente al chicuelo perseguirlo, alcanzarlo y hacerlo volver, zurrándolo todo el camino; en vano el animal trata de escurrirse y escapar, pues el chico lo sigue y se mantiene siempre cerca; y, caso curioso, a menudo se ha observado que el caballo montado siempre alcanza al suelto. Sus diversiones y ocupaciones pronto se hacen más viriles. Sin cuidarse de las vizcacheras que minan las llanuras y que son muy peligrosas, corre avestruces, gamas, leones y tigres; los agarra con las boleadoras, y con el lazo diariamente ayuda a enlazar ganado chúcaro y arrastrarlo hasta el rancho para faenar o herrar. Doma potros del modo que he de describir, y en estas ocupaciones es frecuente que ande afuera del rancho muchos días, cambiando caballo cuando se le cansa el montado, y durmiendo en el suelo. Como el alimento constante es carne y agua, su constitución es tan fuerte que lo habilita para soportar una gran fatiga; y difícilmente se cerciora de las distancias que recorre y del número de horas que permanece a caballo. Vano es intentar explicarle los lujos y bendiciones de una vida más civilizada; sus ideas estriban en que el esfuerzo más noble del hombre es levantarse del suelo y cabalgar en vez de caminar- que no hay adorno o variedad de Nota N° 18 Por Carlos Ernesto Pieske alimentación que compense la falta de caballo-, y el rastro del pie humano en el suelo es en su mente símbolo de falta de civilización”: Capitán F. B. Head. “Las Pampas y los Andes”. 1845. Me pareció oportuno esta descripción que un viajero de esa época hace del gaucho desde su nacimiento a fin de que comprendamos su naturaleza. Desde chico valora las destrezas que los mayores realizan en las tareas o diversiones y cuando mayor traslada esa admiración a sus jefes. Y mientras estos demostraran valentía, arrojo y don de autoridad, el gaucho responderá hasta con su vida. Los ponchos y el gaucho. En la escena se ven dos gauchos federales. Uno, sentado en un tronco, viste gorro de manga, también llamado “de pisón”, pañuelo al cuello, camisa, chaleco, chiripá, calzoncillos de flecos y botas de potro de medio pie, es decir cortadas adelante, come ayudado por su cuchillo, su visita, recién llegada, ya ha aflojado la cincha de su “criollo”, ensillado con lomillo, fiador, cabezada con frentera y que muestra un gran moño punzó atado en la cola. Viste, este personaje, sombrero de pajilla, pañuelo serenero, chaleco federal con insignia, camisa, tirador, chiripá, calzoncillos cribados y botas de medio pie. A la cintura cuelgan las boleadoras. De su hombro derecho cae displicentemente un poncho y de su mano un rebenque de argolla.. tiene, atrás, en su cintura, un importante facón. El poncho es la única prenda del vestir del gaucho que perduró en el tiempo. Los primeros que usó fueron los del noroeste, generalmente de llama o vicuña y de colores en la gama de los marrones, con o sin listas. Más tarde aparecieron los “pampas”, de lana de oveja, tejidos por las indias, en colores negro, azul oscuro o rojo con las guardas que le son características. A mediados del siglo XIX, Inglaterra, en plena revolución industrial comienza a Poncho Pampa fabricar en telares en Manchester y Birmingham los ponchos ingleses, en algodón y/o seda, que tenían dibujos y diseños ajenos, como la flor de lis, que se mezclaron con los locales. A fines del Siglo aparecieron los llamados “Patrios”, ponchos de paño con cuello que fueron de gran ayuda en la Campaña al Desierto.