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Octubre - 1 -
Lunes 1 de octubre
Teresa del niño Jesús
EVANGELIO
Lucas 9, 46-50
46
Pero les entró la idea de cuál de ellos sería el más grande. 47 Jesús, adivinando sus intenciones, cogió al
chiquillo, lo puso a su lado 48 y les dijo:
-El que acoge a este chiquillo como si fuera a mí mismo, me acoge a mí, y el que me acoge a mí, acoge al
que me ha enviado; es decir, el que es de hecho más pequeño entre vosotros, ése es grande.
49
lntervino Juan y dijo:
-Jefe, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no te sigue junto con nosotros.
50
Jesús le repuso:
-Nada de impedir, pues el que no está contra vosotros está a favor vuestro.
COMENTARIOS
I
LOS DOCE SUEÑAN CON LA INVESTIDURA
Jesús, al mismo tiempo que perfila el grupo de los Doce como el nuevo Israel, da a entender ya que su
función en este nuevo planteamiento del reino de Dios no será la del Mesías tradicional que todos esperaban. Esto no
obstante, las señales que él da son demasiado innovadoras para poder ser aceptadas sin más. Juan Bautista estaba a
punto de decir adiós a la expectación que había depositado en él como Mesías («¿hemos de esperar a otro?»); la
gente veía en él un personaje extraordinario que, a la manera de Juan Bautista o de Elías, preparaba el advenimiento
del Mesías; los adversarios de Jesús, personificados por Herodes, estaban intrigados por lo que oían decir;
finalmente, los discípulos y, en concreto, los Doce, éstos sí que han adivinado que era el Mesías, y lo podrían
difundir por todas partes sin precisar el sentido completamente nuevo que Jesús quería dar a su mesianismo. Jesús les
prohíbe terminantemente que lo digan a nadie y les revela por primera vez, sin circunloquios, que fracasará como
Mesías de manera estrepitosa. Como era de esperar, los discípulos no quieren saber nada de esto. Jesús insiste,
explicándoles el sentido de las Escrituras e invitándolos a concienciarse de que, humanamente hablando, su denuncia
acabará con una muerte ignominiosa. ¿Están capacitados los discípulos para comprenderlo?
Sirviéndose de dos escenas menores, Lucas pasa a describirnos las ambiciones y la actitud exclusivis ta de
los discípulos. Estas escenas menores, colocadas en un lugar destacado dentro de la narración, quedan muy marcadas
en la mente del lector. El evangelista se sirve muy frecuentemente de ellas para concentrar determinados temas que
quiere subrayar (más adelante definirá el reino de Dios a base de dos parábolas cortas: cf. 13,18-19.20-21).
«Pero les entró la idea de cuál de ellos sería el más grande» (9,46). En lugar de «entrarles la idea» de la
nueva concepción sobre el Mesías = Hombre adulto y perfecto, Ungido con Espíritu Santo, que Jesús intentaba
inculcarles, contraponiendo la denominación «el Hijo del hombre» al titulo de «el Mesías de Dios» con que ellos lo
designaban, se han puesto a cavilar sobre cuál sería el más importante en el reino de Dios que el Mesías = rey de
Israel, fuerte y aguerrido, estaba a punto de inaugurar. La ambición ha tomado cuerpo en sus pensamientos.
Continúan compartiendo la concepción vertical y jerarquizada de la sociedad. Jesús, que «ha adivinado sus
intenciones» (9,47a), responde como es habitual en él con el lenguaje de los hechos: «tomó de la mano a un criadito,
lo puso a su lado y les dijo: "El que acoge a este criadito como si fuera a mí mismo, me acoge a mí; y quien a mí me
acoge, acoge al que me ha enviado; es decir, el que es de hecho más pequeño entre vosotros, ése es grande"» (9,47b48).
Jesús ha invertido por completo la escala de valores de la sociedad. Pero, antes que las palabras, quiere que
hablen los hechos. Les propone como modelo a un chiquillo, por su cualidad de servidor de todos por un lado, y por
su total carencia de poder de otro. Jesús se identifica totalmente con este modelo, de manera que todo el que se ponga
al servicio del hombre con la intención de colaborar en la construcción del reino de Dios («como si fuera a mí
mismo»), en realidad lo acoge a él. Y quien le dé acogida comportándose como un chiquillo o criadito, éste acoge al
Padre de Jesús; o lo que viene a ser lo mismo, éste contribuye a la realización del plan que Dios tiene para la humanidad. Jesús se autodefinirá más adelante como «el servidor de todos», que ha «venido a servir» a los suyos «y a dar
la vida en rescate por todos», por la humanidad esclavizada que lo desee de verdad (cf. Mc 10,42-45; Lc 22,25-27).
Ser cristiano consiste, pues, en ponerse al servicio de los demás con la intención de hacerlo tal como lo haría
Jesús y de la manera como él serviría a los demás. Todos nuestros valores personales quedan ennoblecidos al
ponerlos al servicio del reino; a medida que los usufructuamos, en la línea del designio de Dios, quedan
extraordinariamente potenciados. Primero, sin embargo, es necesario renunciar a las preocupaciones de ser el más
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Octubre - 2 -
importante, el más fuerte, el más listo, es decir, es necesario renunciar a los modelos inasequibles que la sociedad no
se cansa de proponer pintándolo todo de color de rosa.
II
Como los discípulos, nuestra relación comunitaria asume muchas veces las formas de búsqueda de
preeminencia personal. En la relación con los demás difícilmente escapamos a la tentación del sobresalir y descollar. Y
esta tentación que se nos presenta a cada paso nos hace ciegos y sordos ante las palabras de Jesús que proclaman la
Historia de la Pasión como la única forma de realización de nuestra vida cristiana.
El Evangelio nos invita a abandonar estas pretensiones, pequeñas o grandes, y a realizar un cambio profundo en
nuestra vida, aprendiendo del niño, y del desvalimiento que surge de sus carencias, la actitud necesaria para poder vivir
el seguimiento de Jesús.
Jesús sigue haciéndose presente en todo niño, en el niño de la calle de las grandes ciudades, en el niño amenazado
a cada paso por la mortalidad infantil y en el niño utilizado por los grandes para sus intereses. De la suerte de esos niños
depende la verdad de nuestro seguimiento de Jesús y nuestra relación con Dios. Porque nuestra actitud ante esos niños
revela nuestra actitud ante Jesús y ante Dios. Ellos nos invitan a un cambio profundo de valoración sobre la grandeza y
la pequeñez, capaces de crear una sociedad que exprese de un modo adecuado los valores de Dios en la existencia de los
hombres.
Para la construcción de esa sociedad debemos abandonar nuestros exclusivismos grupales y personales y unirnos
a todos aquellos que han abrazado la bandera del combate contra el mal, más allá del nombre que adopten sus
organizaciones, iglesias o grupos.
Martes 2 de octubre
Angeles Custodios
EVANGELIO
Mateo 18, 1-5.10
18 1 En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
-Vamos a ver, ¿quién es más grande en el reino de Dios?
2
Él llamó a un criadito, lo puso en medio 3 y dijo:
-Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como estos chiquillos, no entráis en el reino de Dios; 4 o sea, que
cualquiera que se haga tan poca cosa como el chiquillo éste, ése es el más grande en el reino de Dios; 5 y el que
acoge a un chiquillo como éste por causa mía, me acoge a mí.
10
Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño de ésos, porque os digo que sus ángeles están viendo
siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.
COMENTARIOS
I
v. 1: Este episodio tiene lugar en la misma casa donde estaban Jesús y Pedro. Es la casa que representa la
comunidad de Jesús. Comienza así una instrucción que tiene como punto de partida la pregunta de los discípulos. El
reino de Dios es la comunidad cristiana; los discípulos, según la mentalidad del judaísmo, suponen que hay en ésta
diferencias de rango.
v. 2: «A un criadito»: el griego paidion (diminutivo de pais = muchacho / mozo / chico) denota un niño o
niña de hasta doce años (cf. Mc 5,42): mozuelo / chiquillo». En muchas lenguas, los términos que designan a un
joven se emplean para designar a un sirviente: «mozo de cuerda / de cuadra / de café», «mancebo de botica», «el
chico / la chica / muchacha». Griego pais = «chico / mozo / servidor / hijo»; diminutivo paidion, desde Aristófanes =
«esclavito / chiquillo» (por ejemplo, «el chiquillo de la tienda»).
En este pasaje no se trata de un chiquillo cualquiera, como aparece claramente a continuación (4: «el
chiquillo éste»; 5: «un chiquillo como éste/de esta clase»). El chiquillo es un joven sirviente. Al colocarlo en medio,
lo hace Jesús centro de atención y modelo para los discípulos.
v. 3-4. «Si no cambiáis», lit. «si no dais la vuelta», que significa un cambio de dirección (gr. stréphô, no
epistrephô, convertirse). «Estos chiquillos», en gr. artículo anafórico; no se trata de chiquillos cualesquiera, sino de
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Octubre - 3 -
la clase representada por el que Jesús ha colocado en el centro. «Hacerse como los chiquillos/servidores» significa
renunciar a toda ambición personal. Siendo este cambio condición para entrar en el reino, está en relación con la
opción expresada en la primera bienaventuranza (5,3), que es la que permite entrar en el reino; lo mismo, con la
fidelidad exigida en 5,20 y con «renegar de sí mismo», condición para el seguimiento (16,24).
«Se haga tan poca cosa», el verbo gr. tapeinoô, como el adjetivo tapeinos, no significan la humildad
psicológica, sino la sociológica, la condición humilde. El paso a lo psicológico se hace añadiendo un complemento
de interiorización, por ej., «de corazón» (cf. 11,29), o con palabra compuesta (tapeinophrosunê).
En la comunidad cristiana, la grandeza se juzga por criterios opuestos a los de la sociedad. El que sirve, no
el que manda, es el más grande. Toda ambición de preeminencia o de dominio queda excluida.
v. 5: El chiquillo/servidor pasa a ser modelo de discípulo. La disposición al servicio debe acompañar al
discípulo en la misión (cf. 10,14: «si alguien no os recibe/acoge»; 10,40); ella hace que el discípulo lleve consigo la
presencia de Jesús.
v. 10: La conclusión de lo anterior viene enfatizada por Jesús con la comparación de los ángeles. Según la
creencia judía, sólo podían contemplar el rostro de Dios los llamados siete ángeles del Servicio. Más tarde, por subrayar
la trascendencia divina, se pensó que ni siquiera éstos podían hacerlo. Para ponderar el respeto debido a los pequeños se
apoya Jesús sobre esa imagen: los pequeños son delante de Dios los más importantes de los hombres; lo que a ellos
ocurre tiene inmediata resonancia ante el Padre del cielo.
II
Los ángeles custodios nos revelan la presencia transcendente de Dios en cada persona, especialmente en los
más pobres. El mayor en el Reino de Dios es el niño y el que se hace como niño, porque representa en forma
paradigmática el despojo de todo poder. El despojo de la soberbia y de la prepotencia del poder, es la condición para
entrar en el Reino. Uno entra en él cuando descubre el poder de Dios: el poder de su Amor, el poder de su Palabra y el
poder de su Espíritu. Reino de Dios es Poder de Dios. Los primeros cristianos realizaban signos y prodigios, porque
estaban llenos de ese poder. Esta presencia de Dios en los más pobres, que son los más grandes en el Reino, es lo que da
a los pobres esa trascendencia: sus ángeles en los cielos ven continuamente el rostro de Dios.
Cada persona, cada familia, cada comunidad, cada pueblo, tiene su propio ángel custodio. El libro del Exodo nos
muestra al Pueblo de Dios conducido directamente por el ángel de Dios. El Pueblo debe portarse bien en su presencia,
escuchar su voz y no ser rebelde. En el ángel está el Nombre de Dios. El Nombre es lo que Dios es. El ángel es esa
presencia de Dios en el Pueblo de Dios.
Nosotros también debemos descubrir nuestro propio ángel custodio, sentir su presencia y escuchar su voz. Hay
alguien en nosotros que ve continuamente el rostro de Dios. Debemos vivir conforme a esta presencia trascendente en
nosotros y reflejarla continuamente en nuestro rostro.
Miércoles 3 de octubre
Gerardo – Josefa Rosello – Juan Macías
EVANGELIO
Lucas 9, 57-62
57
Mientras iban por el camino, le dijo uno:
-Te seguiré adondequiera que vayas.
58
Jesús le respondió:
-Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
59
A otro le dijo:
-Sígueme.
El respondió:
-Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.
60
Jesús le replicó:
-Deja que los muertos entierren a sus propios muertos; tú vete a anunciar por ahí el reinado de Dios.
61
Otro le dijo:
-Te seguiré, Señor, pero permíteme despedirme primero de mi familia.
62
Jesús le contestó:
-El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de Dios.
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Octubre - 4 -
COMENTARIOS
I
NUEVA LLAMADA DE DISCIPULOS, AHORA SAMARITANOS
La perícopa de 9,57-62 contiene la reacción de Jesús. Como sea que los discípulos judíos le llevan la contra
y que algunos samaritanos que han comprendido su actitud quieren incorporarse al grupo, Jesús hace una nueva
llamada de discípulos, ahora en territorio samaritano, precisando cuáles han de ser las actitudes del verdadero
discípulo. La escena tiene forma de tríptico. En las tablillas laterales hay constancia de dos ofrecimientos («Te
seguiré»), si bien condicionados; en el centro hay una llamada directa de Jesús («Sígueme»). El personaje central ha
sido invitado por Jesús, en vista de sus disposiciones; los otros dos han tomado ellos mismos la iniciativa, en vista de
las actitudes de Jesús. Lucas describe con estos tres personajes la constitución de un nuevo grupo (tres indica siempre
una totalidad). Estos personajes, sin embargo, no tienen nombre. La situación que describe tiene más de ideal que de
real. Hay una referencia implícita a la primera llamada de discípulos israelitas: Pedro, Santiago y Juan. También tres.
Las condiciones que les impone ahora son más exigentes si cabe: les exige una ruptura total con el pasado: casa,
familia y, sobre todo, padre, como portador de tradición.
Al personaje del centro lo invita él mismo porque sabe que ya ha roto con la tradición paterna (muerte del
«padre», figura de la tradición que nos vincula con el pasado). Le pide que se olvide del pasado («enterrar») y que se
disponga a anunciar la novedad del reino. Al primero, que se ha ofrecido espontáneamente, le exige que no se
identifique con ninguna institución («no tiene donde reclinar la cabeza»). Jesús nos quiere abiertos a todos y
universales. La respuesta que da al tercero, quien también se ha ofrecido espontáneamente, se ha convertido en una
máxima: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de Dios. » La «familia» es figura,
en este contexto, de Samaria: la opción por el reino universal rompe con cualquier particularismo.
II
Para ser instrumento apto en el anuncio del Reino de Dios hay que responder a las exigencias que ese anuncio
supone. La naturaleza de dichas exigencias es tan amplia que pone en cuestión los valores que fueron predominantes en
la vida antes del momento del llamado.
Posesión y deberes familiares, valores indispensables para la actuación humana, son puestos en cuestión y deben
ser considerados bajo una nueva perspectiva. Desde la primacía que debe adquirir en la vida la tarea referida al Reino de
Dios todo lo demás se convierte en relativo. Por consiguiente, todo otro valor en adelante debe ser considerado en
relación a lo que señala este valor fundamental de la existencia creyente. De esta forma todos los antiguos valores de
una existencia son relativizados y , por lo mismo, desde el Reino adquieren su exacta perspectiva.
La suerte del Hijo del Hombre que "no tiene donde reclinar su cabeza" puede ser asumida como plenitud de la
existencia, más allá del vacío que comporta para el llamado el colocarse en situación de desventaja frente las aves del
cielo y a los zorros del campo. Igualmente, los mismos deberes familiares son puestos en cuestión frente a los deberes
que el anuncio del Reino comporta.
La palabra de Jesús "Tú, anda a anunciar el Reino de Dios" sigue resonando en los oídos de todo creyente. Ella le
acompañará a lo largo de toda su vida y le impedirá el volver la vista atrás después de haberse decidido colocar su vida
al servicio de esa Causa.
Jueves 4 de octubre
Francisco de Asís
EVANGELIO
Lucas 10, 1-12
10 1 Después de esto el Señor designó a otros setenta y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los
pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 2 Y les dijo:
-La mies es abundante y los braceros pocos; por eso, rogad al Señor de la mies que mande braceros a su
mies. 3 ¡En marcha! Mirad que os envío como corderos entre lobos. 4 No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no os
paréis a saludar por el camino. 5 Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: "Paz a esta casa"; 6 si hay allí
gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros. 7 Quedaos en esa casa, comed y
bebed de lo que tengan, que el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa.
8
Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed de lo que os pongan, 9 curad a los enfermos que haya y
decidles: "Está cerca de vosotros el reinado de Dios". 10 Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a las
calles y decidles: 11 "Hasta el polvo de este pueblo que se nos ha pegado a los pies nos lo limpiamos, ¡para vosotros!
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Octubre - 5 -
De todos modos, sabed que está cerca el reinado de Dios".
Sodoma que a ese pueblo.
12
Os digo que el día aquel le será más llevadero a
COMENTARIOS
I
ELECCION Y MISION DE LOS SETENTA
«Después de esto, el Señor designó a otros Setenta» (10,la). En paralelo con la elección y misión de los
Doce, Lucas, y solamente él, narra la designación y la misión de los Setenta. Puede muy bien afirmarse que esta
segunda llamada es una creación de Lucas. Los evangelistas son muy libres no sólo en la elección de los materiales,
sino en la creación de nuevas situaciones, escenas o discursos, con tal de adaptar el anuncio del mensaje a la nueva
situación que viven sus comunidades, al tiempo que reflejan los problemas del presente. No redactan una crónica,
con noticias como las que nos sirven los periódicos, la radio o la televisión. Quieren comunicar una «buena noticia»
(¡de malas noticias ya tenemos bastantes!), una noticia que les ha afectado profundamente y que se ha traducido en
una experiencia de vida. Por eso Lucas, una vez que ha sido proclamada la buena noticia de Jesús a hombres que no
tenían nada que ver con el judaísmo y ha encontrado entre los paganos una acogida sin igual, trata de averiguar los
motivos que han producido ese impacto situando la escena -mediante el procedimiento literario del doblete- en el
tiempo de Jesús. Se anticipa así la respuesta que éste habría dado, si hubiese estado presente, ante aquella situación
completamente nueva. En el fondo, es una muestra fehaciente de la conciencia que tiene la comunidad de que Jesús
está vivo y de que sigue hablándole, como decía san Ignacio, el obispo de Siria, a los cristianos de Efeso: «Vosotros
no hagáis caso a nadie más que a Jesús Mesías, que sigue hablándoos realmente» (Ef 6,2).
Valiéndose de la misión de los Doce (6,13) como de paradigma, Lucas redacta ahora una nueva bajo el
signo de la universalidad, a fin de dar perfiles definidos a la nueva llamada de discípulos que acaba de realizar en
territorio samaritano (9,57-62). La misión de los Doce, tanto en territorio judío (9,1-10) como en territorio
samaritano (9,52-53) -si bien, como es obvio, por razones opuestas-, ha sido un verdadero fracaso. Jesús, sin
embargo, no se desanima. «Después de esto», de la llamada de nuevos discípulos (tres también -cf. 5,1 - 11-, pero
anónimos), «designó el Señor a otros Setenta», además de los Doce. Mientras aquéllos ejemplificaban el nuevo Israel
(las doce tribus), los setenta tenían que representar la nueva humanidad (según el cómputo judío, las naciones
paganas eran en número de setenta). «El Señor» hace referencia al Resucitado. (La variante «Setenta y dos»,
contenida en numerosos manuscritos y adoptada por muchos traductores, constituye un intento de reconducir la apertura a la universalidad, esbozada en el número «siete/setenta», al recinto de Israel, delimitado por un múltiplo de
«doce».
LA MISION DE LOS SETENTA, UN EXITO SIN PRECEDENTES
Jesús los envía «de dos en dos» (10,lb), formando un grupo o comunidad, con el fin de que muestren con
hechos lo que anuncian de palabra. «La mies es abundante y los braceros pocos» (10,2a). La cosecha se prevé
abundante, el reinado de Dios empieza a producir frutos para los demás. Cuando se comparte lo que se tiene, hay de
sobra: ésta es la experiencia del grupo de Jesús. No hacen falta explicaciones ni estadísticas: la presencia de la
comunidad se ha de notar por los frutos abundantes que produce. Faltan braceros, personas que coordinen las
múltiples y variadas actividades de los miembros de la comunidad, animadores y responsables, para que los más
necesitados participen de los bienes que sobreabunden. Restringir el sentido de «braceros» a sacerdotes, religiosos o
misioneros es empobrecer el texto y la mente de Jesús. Es necesario que haya gente, seglares o no, que tengan
sentido de comunidad, que velen para que no se pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan. La comunidad ha de
pedir que el Señor «mande braceros a su mies» (10,2b). Pedir es tomar conciencia de las grandes necesidades que
nos rodean y poner los medios necesarios, quiere decir confiar en que, si se está en la línea del plan de Dios, no
puede haber paro entre las comunidades del reino.
EL RIESGO DE SER ENVIADO
«¡Id! Mirad que os envío como corderos entre lobos» (10,3). Toda comunidad debe ser esencialmente
misionera. La misión, si se hace bien, encontrará la oposición sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea
su escala de valores, usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo de
procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá Jesús a través del Espíritu Santo, el
Abogado de los pobres. «No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias» (10,4a). Como en la misión de los Doce, Jesús
insiste en que los enviados no confien en los medios humanos. Han de compartir techo y mesa con aquellos que los
acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente (vv. 5-9a). La buena
noticia ha de consistir en el anuncio de que «Ya ha llegado a vosotros el reinado de Dios» (10,9b). Empieza un orden
nuevo, cuyo estallido tendrá lugar en otra situación. El proceso, empero, es irreversible. La comunidad ya tiene experiencia de ello.
«Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a las calles y decidles: "Hasta el polvo de este pueblo
que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos; ¡para vosotros! De todos modos, sabed que ya ha llegado el
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Octubre - 6 -
reinado de Dios"» (10,10-11). Nada de venganzas ni de compromisos, nada de amenazas ni de Juicios de Dios.
«Sacudirse el polvo de los pies» significa romper las relaciones, pero sin guardar odio. Hay mucho campo para
correr. El sentido de fracaso es extraño a los enviados.
II
El mensaje del Reino es anuncio y expresión gozosa de la realización de la comunión entre los hombres. Este
anuncio exige de sus portadores hacer presente las señales que acompañan la presencia del Reino entre los hombres.
Participación de la vida con el compartir del mismo alimento, y triunfo sobre el dolor producido por las marginaciones
existentes en la vida de los hombres.
Pero junto al gozo que experimentan los enviados de Dios y de Jesús cuando ese anuncio recibe la acogida
esperada, éstos deben estar dispuestos a saber aceptar la incomprensión y el rechazo que les serán inherentes por parte
de aquellos que conducen una estructura social construida al margen y en oposición a los valores del Reinado de Dios.
Por ello la Palabra del mensajero que es primeramente anuncio, debe inevitablemente convertirse en palabra de
denuncia dolorida ante las estructuras y comportamientos que ponen obstáculo a la realización de una convivencia
humana más de acuerdo al querer de Dios.
Frecuentemente el enviado tendrá la responsabilidad de señalar con sus palabras y con sus gestos la
incompatibilidad existente entre los valores anunciados y los egoísmos sobre los que frecuentemente los hombres han
construido toda la estructura social.
Esta incompatibilidad coloca al enviado en una posición de enfrentamiento respecto a los valores sociales
predominantes y, debe estar dispuesto a asumir la dolorosa separación que este enfrentamiento puede producir a su
alrededor.
La Palabra y el gesto del misionero asume entonces la forma de queja dolorida ante la incomprensión del designio
salvador de Dios y en lamento por la suerte de la condena inherente al pecado de Sodoma y de toda ciudad que se cierra
a su salvación.
Viernes 5 de octubre
Froilán – Flor
EVANGELIO
Lucas 10, 13-16
13
¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras
que en vosotras, hace tiempo que se habrían arrepentido vestidas de saco y sentadas en ceniza. 14 Por eso, el juicio le
será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. 15 Y tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás
al abismo.
16
Quien os escucha a vosotros, me escucha a mí; quien os rechaza a vosotros, me rechaza a mí; y quien me
rechaza a mi, rechaza al que me ha enviado.
COMENTARIOS
I
vv. 13-16. «¡Ay de ti Corozaín..., Betsaida..., Cafarnaún!». Jesús contrasta tres ciudades de Galilea con
Sodoma, Tiro y Sidón, tres ciudades paganas. Se trata de dos descripciones completas (tres nombres), a la par que
reales (nombres propios), de dos situaciones antagónicas. Con esta sentencia Jesús prevé ya que la respuesta de los
paganos será muy superior a la del pueblo escogido. No siempre los hombres religiosos y observantes son el mejor
terreno de cultivo para la experiencia del reino.
II
La soberbia humana ha construido una sociedad injusta que se resiste a aceptar el mensaje liberador de Dios.
Como el Faraón que no quiere dejar vivir dignamente al pueblo de Dios y como el opresor babilónico, los detentores del
poder en la ciudad inhumana que vivimos encuentran a cada paso la justificación para oponerse al designio de Dios.
El endurecimiento de su corazón hace que el anuncio del mensaje asuma la forma peligrosa de una lucha en que
el enviado está enfrentado a fuerzas gigantescas que se le oponen. Frente a la presencia de esas fuerzas nace en él una
viva conciencia de la propia impotencia que puede conducirlo al desánimo y a sensación aguda de fracaso.
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Octubre - 7 -
Para superar esos desalientos y manteniéndose fiel en la lucha contra el mal, que se le ha confiado, el enviado
debe tomar conciencia de la profunda identificación entre sus intereses y los intereses de Jesús y de Dios.
Sólo de esa identificación que hace al Enviado semejante a Quien lo envía puede nacer el coraje para afrontar las
enormes dificultades que el anuncio encuentra en el orgullo del corazón de los poderosos de este mundo.
Pero junto al aliento y confianza que surge de esta seguridad, brota simultáneamente desde esa identificación un
deber para el enviado. Se le exige ser capaz de renunciar a todo interés y egoísmo propio a fin de hacer transparente a
Jesús y al designio divino. Sólo si está convencido de esta verdad, podrá realizar con éxito la misión confiada y
continuar su tarea hasta el fin.
Sábado 6 de octubre
Bruno
EVANGELIO
Lucas 10, 17-24
17
Los setenta regresaron muy contentos y le dijeron:
-Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre.
18
El les contestó:
-¡Ya veía yo que Satanás caería del cielo como un rayo! 19 Yo os he dado la potestad de pisar serpientes y
escorpiones y todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá haceros daño. 20 Sin embargo, no sea vuestra alegría que
se os someten los espíritus; sea vuestra alegría que vuestros nombres están escritos en el cielo.
21
En aquel preciso momento, exultante con el gozo del Espíritu Santo, exclamó:
-¡Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque si has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos,
se las has revelado a la gente sencilla! Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido eso bien. 22 Mi Padre me lo ha
entregado todo: quién es el Hijo, lo sabe sólo el Padre; quién es el Padre, lo sabe sólo el Hijo y aquel a quien el
Hijo se lo quiera revelar.
23
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
-¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! 24 Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon
ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros y no lo oyeron.
COMENTARIOS
I
LA ALEGRÍA POR UN TRABAJO BIEN HECHO
«Los Setenta regresaron muy contentos» (10, 17a). El retorno de los Doce no fue alegre. Los Setenta,
despreciados por los judíos por el mero hecho de ser samaritanos, han experimentado la alegría que brota de una
tarea bien hecha. «Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre» (10, 17b). Se dan cuenta de que han
liberado a mucha gente de falsas ideologías, de todo aquello que los fanatizaba y nos les permitía ser hombres libres.
Y esto, a pesar de que no se ha dicho -a diferencia de los Doce- que Jesús les hubiese dado «poder y autoridad sobre
toda clase de demonios» (cf. 9,1). Sólo libera quien es verdaderamente libre. Jesús interpreta la liberación producida
por los Setenta como el principio del fin de los adversarios del plan de Dios, personificados por el adversario por
antonomasia: « ¡Ya veía yo que Satanás caería del cielo como un rayo! » (10,18). Los Doce, ávidos de venganza
contra los samaritanos, le habían propuesto: «Señor, si quieres, decimos que caiga un rayo y los aniquile» (9,54).
Jesús los conminó como si estuviesen endemo niados (9,55). La escala de valores del «mundo», como «sistema» de
dominación y de poder, toma posesión del hombre invirtiendo los planes del designio de Dios. Las consecuencias
están a la vista: hambre, miseria, paro, guerras, droga, malversación de fondos, terrorismo, inseguridad ciudadana...
Mientras no se produzca un cambio radical de valores, no haremos más que ponerle remiendos.
Para designar los principios falsos de la sociedad, Jesús emplea términos seculares: «serpientes y
escorpiones», «el ejército enemigo». A pesar del veneno y del poder destructor que almacenan, «nada podrá haceros
daño», puesto que «os he dado potestad para pisotearlos» (10,19). No hay bomba atómica o de neutrones que pueda
neutralizar el empuje de una teología realmente liberadora.
«Sin embargo, no sea vuestra alegría que se os sometan los espíritus; sea vuestra alegría que vuestros
nombres están escritos en el cielo» (10,20). Jesús no quiere ninguna especie de dependencia ni de complacencia: la
alegría ha de consistir en la experiencia interior de sentirse hijos amados de Dios. Todo aquello que es externo, se
puede contabilizar... y esfumarse. Lo que sale de dentro, configura y realiza la persona.
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Octubre - 8 -
JESUS PRORRUMPE EN UN CANTICO DE ALABANZA
«En aquel preciso momento, con la alegría del Espíritu Santo, Jesús exclamó...» (10,2la). A pesar de ser
Jesús un hombre alegre y feliz, que comía y bebía con todos, y no un asceta por el estilo de Juan Bautista, solamente
aquí se transparenta su alegría. Se trata de uno de los procedimientos literarios más bellos e intencionados: el autor
quiere dar el máximo relieve posible a los hechos que han ocurrido por primera vez. Finalmente, hay un grupo de
discípulos que ha sido capaz de expulsar las falsas ideologías que encadenaban a la gente. Jesús está en sintonía con
los Setenta. A través de la misión bien hecha, llevada a cabo por estos personajes anónimos, y de la reacción
exultante de Jesús, Lucas anticipa cómo será la misión ideal: abierta, universal, liberadora. «Bendito seas, Padre,
Señor de cielo y tierra» (10,21b). Jesús deja transparentar su experiencia de Dios, «Padre», y prorrumpe en un canto
de alabanza porque ya no hay dicotomía entre el plan de Dios («cielo») y su realización concreta («tierra»). Este plan
se ha ocultado a los «sabios y entendidos», los letrados o maestros de la Ley (cf. 5.17.21.30; 7,30), y a los que se
tienen por «justos» (cf. 5,32), pues sus intereses mezquinos hacen que sus conocimientos científicos no sean útiles a
la comu nidad -su influencia se deja sentir incluso en los discípulos israelitas, los Doce, seguros de sí mismos y de sus
instituciones religiosa-, y se ha revelado a los «pequeños», a los Setenta, despreciados por su origen étnico y
religioso, pero con capacidad para comprender las líneas maestras del designio de Dios. Son hombres sin fachada.
Jesús cierra la acción de gracias como la había iniciado: «Sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso
bien» (10,21c). Estamos cansados de repetir que los planes de Dios no van parejos con los nuestros, pero lo decimos
en otro sentido. Los «nuestros» son los planes de la sociedad en la que nos encontra mos inmersos: pretendemos
eficacia, salud, pesetas, quisiéramos figurar como la única religión verdadera, ser respetados por los poderosos,
aparecer en los medios de comunicación... Jesús tiene otros valores, valores que han comprendido los sencillos, los
pequeños, los que ya están al servicio de los demás, los que no tienen aspiraciones y están abiertos a todos.
De la acción de gracias Jesús pasa a una revelación que habría firmado el propio evangelista Juan: «Mi
Padre me lo ha entregado todo, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (10,22). Jesús tiene conciencia de conocer a fondo el plan de Dios. Ha
tomado conciencia de ello en el Jordán, cuando se abrió el cielo de par en par, bajó el Espíritu Santo sobre él y la voz
del Padre lo manifestó como su Hijo amado: «Hijo mío eres tú, yo hoy te he engendrado» (cf. 3,21-22). La
comunidad de Espíritu entre el Padre y el Hijo explica esta relación de intimidad, que, por primera vez, Jesús revela a
sus íntimos. Sólo conoce al Padre aquel que recibe el Espíritu de Jesús y experimenta así el amor del Padre. El
conocimiento que el estudio de la Ley, la Escritura, procuraba a los «sabios y entendidos» no es verdadero
conocimiento. Estaba falto del conocimiento por experiencia que sólo puede procurar el Espíritu de Jesús.
JESUS PROPONE A LOS DOCE EL MODELO
YA ALCANZADO POR LOS SETENTA
A continuación Jesús muestra a los Doce, los discípulos procedentes del judaísmo, este plan ya inicialmente
realizado por los Setenta: «Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros
veis"» (10,23). «Volverse» constituye una marca típica del evangelista para indicar un cambio de ciento ochenta
grados en la actitud de Jesús respecto a un determinado personaje o colectividad, motivado por un hecho nuevo que
se acaba de producir (cf. 7,9.44; 9,55; 10,23; 14,25; 22,61; 23,28); «tomar aparte» indica, además, que un grupo
determinado tiene necesidad de una lección particular, en vista de la resistencia que ofrece a su proyecto (cf. 9, 10b;
10,23). Jesús muestra a los Doce cuáles son los frutos de una misión bien ejecutada. También ellos deben alegrarse,
sin reservas, porque la utopía del reino es viable.
Si nos planteamos realizar el reino de Dios sin contar con los medios humanos y con toda sencillez,
comprobaremos que funciona. Hacía años y más años que se esperaba este momento. «Profetas», hombres que
intuyeron cuál era el plan de Dios sobre el hombre, y «reyes», los principales responsables del pueblo de Israel,
«desearon ver lo que vosotros veis», a saber: lo que los Setenta ya han llevado a cabo, «y no lo vieron», puesto que el
plan de Dios no se había aún encarnado en un hombre de carne y hueso; «y oír lo que oís vosotros», ese estallido de
gozo y alegría, «y no lo oyeron», pues no había nadie que se lo proclamase. El éxito del reino en Samaría, la región
medio pagana, es prenda de universalidad. Se está cumpliendo la promesa del reino mesiánico (Sal 2,8; 72,10-11; Dn
4,44; 7,27). Es la respuesta de Jesús a la segunda tentación (cf. Lc 4,6-7): la universalidad del reino mesiánico no se
logrará mediante el dominio ni por la ostentación de poder y de gloria, sino liberando a los hombres del yugo que los
agobia.
II
El poder del que Jesús ha dotado a la comunidad cristiana debe ser entendido de forma totalmente diferente de
la concepción que los hombres usualmente tienen respecto a este ámbito. En este pasaje se niega que el auténtico poder
esté ligado a la posibilidad de satisfacción de caprichos e intereses ilimitados..
Por el contrario, dicho poder, para su recta comprensión, debe ser situado en la dependencia filial, puesta de
manifiesto en la actitud de Jesús para con su Padre, perfectamente comprensible para sus débiles seguidores pero oculta
e ignorada por los sabios e inteligentes dominadores de este mundo.
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Octubre - 9 -
Ello exige una purificación de nuestro lenguaje sobre el poder si queremos expresarlo adecuadamente en el marco
del mensaje de Jesús. El poder entonces encuentra su verdadero marco de comprensión en su íntima unión con la
vulnerabilidad del corazón de Dios frente a todos los débiles y desvalidos de este mundo. Sólo del poder entendido
como íntima compasión con ellos puede brotar la alegría de Jesús y la alegría de sus seguidores.
El triunfo sobre las fuerzas del mal tiene su fuente en esta relación de intimidad con ese Dios de los "impotentes"
de este mundo que destruye de este modo todo orgullo y autosuficiencia incapaces de crear la feliz comunión de la
familia de los hijos de Dios.
De esta forma llega a su plenitud toda la revelación divina. El profeta, defensor de huérfano y de viuda, y el rey
llamado a defender el derecho y la justicia no pudieron verlo plenamente realizado. Por el contrario, el discípulo de
Jesús es testigo con ojos y oídos de su concreción definitiva.
Domingo 7 de octubre
Nuestra Señora del Rosario
VIGESIMO SEPTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura: Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
Salmo responsorial: 94, 1-2. 6-7. 8-9
Segunda lectura: 2 Tim 1, 6-8. 13-14
EVANGELIO
Lucas 17, 5-10
5
Los apóstoles le pidieron al Señor:
-Auméntanos la fe. 6 El Señor contestó:
-Si tuvierais una fe como un grano de mostaza, le diríais a esa morera: "quítate de ahí y tírate al mar", y os
obedecería.
7
Pero suponed que un siervo vuestro trabaja de labrador o de pastor. Cuando vuelve del campo, ¿quién de
vosotros le dice: "Pasa corriendo a la mesa"? 8 No, le decís:
"Prepárame de cenar, ponte el delantal y sírveme mientras yo como; luego comerás tú". 9 ¿Tenéis que estar
agradecidos al siervo porque hace lo que se le manda? 10 Pues vosotros lo mismo: cuando hayáis hecho todo lo que
os han mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer".
COMENTARIOS
I
«Los apóstoles le pidieron al Señor: -Auméntanos la fe. El Señor contestó: -Si tuvierais una fe como un
grano de mostaza, le diríais a esa morera: 'Arráncate y tírate al mar', y os obedecería» (Lc 17,5-6).
Fe como un grano de mostaza, pequeña semilla del tamaño de una cabeza de alfiler. Con tan mínima
cantidad de fe bastaría para hacer lo imposible: arrancar de cuajo con una orden una mo rera y plantarla en el mar. Un
mínimo de fe es suficiente para poner a disposición del discípulo la potencia de Dios.
Mateo, en su evangelio, lo pone más difícil todavía: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a
aquella montaña que viniera aquí, y vendría» (Mt 17,20). Algunos comentaristas dicen que Jesús se refería al monte
santo de Jerusalén, donde se encontraba el templo con su sistema religioso reaccionario, inamovible, legalista,
opresor del pueblo, en connivencia con los poderes políticos. Con un mínimo de fe bastaría, según Jesús, para
trasladar ese monte, para cambiar ese sistema.
Miro a mi alrededor, a los cristianos, y pienso que algo no funciona. Tantos cristianos, tantos católicos,
tantos colegios religiosos... Y me pregunto: ¿Cuántos creyentes? ¿Tienen fe los cristianos, los sacerdotes y religiosos,
los obispos? ¿Tenemos fe? ¿O tenemos una serie de creencias, un largo y complicado credo a recitar de memoria que
en poco atañe a la vida? Un credo denso e ininteligible en muchos de sus artículos, con un lenguaje perteneciente al
pasado: 'Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, no creado, engendrado, de la misma naturaleza
que el Padre...'
Las palabras de Jesús siguen resonando: « Si tuvierais fe como un grano de mostaza... » O lo que es igual: si
siguierais mi camino, si vivierais según el evangelio, tendríais la fuerza de Dios para cambiar el sistema mundano.
Sigo mirando a mi alrededor, y veo una Iglesia apegada a sus privilegios, que se codea con los poderes
fácticos, que depende económicamente del Estado, capaz de echarle un pulso al poder político y vencer, identificada
con la derecha o el centro, defensora a ultranza de su estatuto de religión prioritaria.
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Octubre - 10 -
Me vuelvo al evangelio y releo sus páginas: «Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, que Dios
será tu riqueza, y anda, sígueme a mí» (Lc 18,22). «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero este
hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Lc 9,58). «No andéis agobiados pensando qué vais a comer, ni por el
cuerpo pensando con qué os vais a vestir» (Lc 12,22). «Los reyes de las naciones las dominan y los que ejercen el
poder se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros nada de eso; al contrario, el más grande entre vosotros iguálese al
más joven y el que dirige al que sirve» (Lc 22,25-26).
Pobres, libres, sin seguridades, sin poder, como Jesús. Sólo tiene fe quien se adhiere a este estilo de vida
evangélico. Quien no, tiene creencias que para casi nada sirven. Y así no se puede cambiar el sistema.
II
DON Y RESPONSABILIDAD
La fe es don de Dios, pero también es tarea; es un regalo de vida y de libertad que está permanentemente
ofrecido a todo el que lo quiera aceptar. Pero hay que ir a buscarlo allí donde está el Dios de la libertad y vida, y
para ello hay que abandonar a los dioses del miedo y la esclavitud. Esa es nuestra responsabilidad.
PELIGRO DE ESCANDALO
La parábola del rico y el pobre Lázaro, que comentábamos el domingo pasado, constituye la denuncia de
una doctrina escandalosa (escandalizar no es «asombrar», sino poner a uno en peligro de hacer las cosas mal) que
llevaba a la gente sencilla a considerar que nada se podía hacer para vencer el sufrimiento y la injusticia, puesto que,
según ellos, las cosas eran como eran porque así lo quería Dios; ya se encargaría el Señor de compensar en la otra
vida a los que lo pasaran mal en ésta. Esta enseñanza provocaba escándalo porque llevaba a la gente a adoptar una
actitud contraria a la voluntad de Dios, cómplice, conformista y resignada ante la injusticia. Jesús se lamenta ante sus
discípulos por la facilidad con que prende esta doctrina en la gente sencilla. «Es inevitable que sucedan esos
escándalos...», al mismo tiempo, lanza una seria advertencia contra los que la enseñan: «... pero ¡ay del que los
provoca! Más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Andaos con cuidado» (Lc 17,1-3a). Jesús dirige este aviso a sus discípulos, en especial
a los de origen judío, quienes, dominados durante mucho tiempo por las doctrinas fariseas, eran más propensos a permitir que las mismas influyeran en su manera de pensar, actuar y hablar.
AUMENTANOS LA FE
Los apóstoles le pidieron al Señor:
Auméntanos la fe.
El único medio eficaz de evitar ese peligro es la fe, que, ya lo sabemos, no es sólo aceptar una serie de
verdades teóricas, sino ponerse de parte de Jesús en su conflicto con la injusticia del mundo, el pecado, y en la tarea
de realizar el proyecto que los evangelios llaman el reino de Dios: convertir este mundo en un mundo de hermanos.
Esta fe es don gratuito de Dios, que permanentemente ofrece al hombre su vida, que, aceptada por éste, se
convierte en capacidad de amor y de entrega. Pero, por otro lado, la aceptación de este don tiene que ser una decisión
personal, libre y responsable. Dentro de este segundo aspecto se incluye, como condición previa, el romper con todo
-ideas y comportamientos- cuanto sea incompatible con un Dios que quiere ser Padre de todos aquellos que estén
dispuestos a vivir como hermanos.
Este compromiso asusta, sobre todo a quienes no están acostumbrados al ejercicio de la libertad, y lo mismo
que al encontrarse frente a una situación de injusticia lo más fácil es descargar en Dios nuestra responsabilidad (Dios
lo ha hecho así; nosotros sólo podemos acatar su voluntad), de la misma manera, al saber que Dios quiere que el
hombre sea libre también delante de El, el miedo se apodera de los que aún no han dejado de ser esclavos y,
aferrándose a un Dios que sólo exige sumisión y obediencia, prefieren seguir siendo un pobre siervo.
POBRES SIERVOS
Pero suponed que un siervo vuestro... ¿Tenéis que estar agradecidos al siervo porque hace lo que se le
manda? Pues vosotros lo mismo: cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: «Somos unos pobres
siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».
Jesús ve este miedo en la petición de los discípulos. Por eso su respuesta resulta dura: «Si tuvierais fe como
un grano de mostaza... » Y sus palabras sólo se pueden entender como un reproche en el contexto del evangelio. No
es posible que Jesús, a los mismos que les había dicho: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin
esperar nada; así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo... » (Lc 6,35), les diga ahora: «Cuando
hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que
hacer"».
A los discípulos les resultaba difícil confiar que pudiera cambiar el mundo y ser desarraigada la injusticia de la
sociedad humana, les costaba trabajo creer que la fuerza del amor pudiera acabar de raíz con el sufrimiento del pobre
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Octubre - 11 -
Lázaro; era más fácil esperar a la otra vida... Por eso, al escuchar la parábola, le piden a Jesús: «Auméntanos la fe».
Pero Jesús no se la podía aumentar: eran ellos los que debían dar los pasos necesarios para llegar a ella. Su fe no era ni
siquiera «como un grano de mostaza»; porque aún no habían puesto la condición previa a la fe, no habían roto con sus
antiguas ideas sobre Dios y sobre el mundo, todavía no se habían atrevido a aceptar que Dios es Padre y no amo.
Estaban todavía en la tierra de la esclavitud y tenían miedo de ponerse en camino en busca de la tierra prometida. Como
el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo (Lc 15,25-32; véase comentario núm. 13), no se atrevían a ser hijos, no se
atrevían a ser libres... Así no podían ser agentes de liberación.
III
La adhesión a Jesús ha de ayudar al discípulo a superar la moral farisea que lleva al hombre a considerarse
"siervo", como se sentían los fariseos y los discípulos en la medida en que participaban de su mentalidad legalista; el
discípulo está llamado a superar el estatuto de siervo al que pertenecía y mantener con Jesús y con Dios una nueva
relación. Quien da su adhesión a Jesús ya no es siervo, sino amigo; más aún, Jesús ha venido para hacernos hijos de
Dios, para que todos seamos hermanos. Para ello hay que estar dispuestos a amar sin medida, dejando atrás la vieja
meta que nos lleva a limitarnos a "cumplir lo mandado".
Y es precisamente la conciencia de ser hijos o hermanos la que nos hará vivir en plenitud en aquellos momentos
en los que Dios parece ocultarse y contemplar impasible la violencia en el mundo, las luchas, las contiendas, las
catástrofes, como dice la lectura del profeta Habacuc (1, 2-3; 2, 2-4), cuando parece que en la pugna entre el malvado y
el inocente triunfa el culpable, saliendo derrotado el "honrado" y sus "derechos". Pero Dios no está ausente ni es
impasible ante el sufrimiento de sus hijos que pretenden hacer cumplir su designio sobre la humanidad . Está ahí para
tomar la iniciativa, para hacer que "fracase el ánimo ambicioso y viva, por su fe, el justo". El hombre dominado por la
codicia y la ambición, que se hincha con su arrogancia y con sus éxitos, no triunfará, ya que no es recto. Sin embargo, el
justo e inocente, que no recurre a la fuerza, porque se fía de Dios, salvará la vida. "Aunque se lance el pérfido, un tipo
fanfarrón, nada conseguirá; aunque ensanche las fauces como el abismo y sea insaciable como la muerte; aunque
arramble con todos los pueblos y se adueñe de todas las naciones, todos ellos entonarán contra él coplas y sátiras y
epigramas" (Hab 2, 5-6).
La adhesión a Jesús -o lo que es igual, nuestra fe en él- tiene que llevarnos, como dice la segunda carta a Timoteo
(1, 6-14) "a no avergonzarnos de dar testimonio de nuestro Señor" y a "tomar parte en los duros trabajos del Evangelio,
según la fuerza de Dios". El duro trabajo de la evangelización exige en el evangelizador un valor a toda prueba, "un
espíritu de energía, amor y buen juicio". Y todo ello para guardar el "precioso depósito" del Evangelio "con la ayuda del
Espíritu Santo que habita en nosotros" y de este modo cambiar el sistema.
Lunes 8 de octubre
Tais
EVANGELIO
Lucas 10, 25-37
25
En esto se levantó un jurista y le preguntó para ponerlo a prueba:
-Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva?
26
Él le dijo:
-¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo es eso que recitas?
27
Este contestó:
-"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente.
Y a tu prójimo como a ti mismo".
28
El le dijo:
-Bien contestado. Haz eso y tendrás vida.
29
Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
-Y ¿quién es mi prójimo?
30
Tomando pie de la pregunta, dijo Jesús:
-Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos; lo desnudaron, lo molieron a palos
y se marcharon dejándolo medio muerto. 31 Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino; al verlo, dio un
rodeo y pasó de largo. 32 Lo mismo hizo un clérigo que llegó a aquel sitio; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.
33
Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, al verlo, se conmovió, 34 se acercó a él y le
vendó las heridas echándoles aceite y vino; luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo
cuidó. 35 Al día siguiente sacó dos denarios de plata y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que g astes
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Octubre - 12 -
de más te lo daré a la vuelta". 36 ¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los
bandidos?
37
El jurista contestó:
-El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo.
-Pues anda, haz tú lo mismo.
COMENTARIOS
I
HACER EL BIEN AL PROJIMO, SEGURO DE VIDA ETERNA
Jesús no debía hablar demasiado de la otra vida, de la «vida eterna», cuando tanto un jurista o maestro de la
ley como un dirigente de Israel le formulan la misma pregunta: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida
eterna?» (10,25; 18,18), para ponerlo a prueba, es decir, para atraparlo con la pregunta, el primero, y para adularlo, es
decir, para ganárselo para la clase rica, el segundo. Quienes no quieren comprometerse con el hermano necesitado
hablan siempre de la vida eterna. Es como una droga que los aliena de los deberes con la vida presente. Y no
solamente hablan de ella, sino que quieren imponer este lenguaje, el lenguaje común a todas las religiones, que brota
de lo más profundo del hombre, pero que necesita ser clarificado por el mensaje liberador y comprometido de Jesús.
El jurista está molesto porque Jesús no habla a la gente de lo que él cree esencial para un buen judío y que es el
centro de su religión: los diez mandamientos, contenidos en las dos tablas de la Ley de Moisés. Se trata de la Ley
fundamental de Israel, como lo es la Constitución para las naciones modernas. Siendo, sin embargo, Israel una
teocracia, Constitución es igual a Ley de Dios.
Jesús no se deja atrapar. Ni siquiera se digna recitarla. Hace que sea el propio jurista quien se dé la
respuesta: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo es eso que recitas?» (10,26). La recitación del Shema c Israel (=
«Escucha, Israel») es perfecta, como quien recita el Credo. El jurista no se ha contentado con recitar largo y tendido
el encabezamiento solemne del Deuteronomio: «Amarás al Señor tu Dios...» (Dt 6,5), sino que ha añadido una breve
referencia al prójimo (segunda tabla de la Ley), sacada del Levítico: «Y a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18).
No basta con recitar de memoria y con los labios, es preciso ponerlo en práctica. Quien cumple la Ley tiene
garantizada la vida eterna. Pero, entonces, ¿qué ha venido a hacer Jesús si no ha venido a hablarnos de la otra vida?
La respuesta la reserva Lucas para el final de la estructura, cuando, en la perícopa gemela, un dirigente de Israel le
formulará la misma pregunta. Pero no anticipemos. Primero es preciso asimilar las enseñanzas que encierran las
secuencias que componen esa gran estructura.
LOS HOMBRES RELIGIOSOS PASAN DE LARGO
La secuencia que ahora examinamos tiene forma de tríptico. Acabamos de ver la hoja izquierda. En el centro
se encuentra la parábola. En la hoja derecha, la enseñanza o «moraleja». El jurista que quería atrapar a Jesús se ha
quedado atrapado en su propia trampa («queriendo justificarse»): ha recitado demasiado bien los mandamientos.
Jesús lo ha invitado a «hacer», y cuando se trata de «hacer» no hay más remedio que tener en cuenta al prójimo. El
jurista pretende escurrirse: «Y ¿quién es mi prójimo?» (10,29), como quien dice: Esto es muy difícil de saber. Jesús
le propone una parábola.
El centro de la parábola es «un hombre». Lucas ha escogido el término «hombre», y no otro de los muchos
posibles, y lo acompaña del indefinido «un/cierto»: este individuo personifica la humanidad y, en concreto, la qué
está de vuelta en sentido figurado: «un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó» (10,30b). «Bajar de Jerusalén», siendo
«Jerusalén» el término sacro empleado para designar la institución judía y, en especial, su centro, el templo, tiene
sentido negativo. El alejamiento del templo se paga muy caro; puede significar la pérdida de la propia vida, desde el
punto de vista judío. Lucas lo expresa en imágenes: «lo asaltaron unos bandidos, lo desnudaron, lo molieron a palos
y se marcharon dejándolo medio muerto» (10,30c). Se explica, ahora, que bajando por aquel camino (no se dice que
bajen de ¡Jerusalén!) un sacerdote del templo y un levita o clérigo perteneciente a la misma alcurnia, uno y otro den
un rodeo y pasen de largo (vv. 31-32). Su comentario sería unánime: Le está bien empleado, por abandonar las
prácticas religiosas..., él se lo ha buscado!
LA COMPASION DE LOS QUE EXPERIMENTAN LA MARGINACION
Lucas hace coincidir fortuitamente (explicitado en el texto) tres individuos que representan a otros tantos
estamentos: los dos primeros están estrechamente vinculados al templo, mientras que el tercero, un samaritano,
representa al pueblo más odiado por un judío religioso. En los dos primeros hay coincidencia con el desgraciado,
pero sólo material: «Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote...; igualmente un clérigo, que llegó a aquel
lugar...»; el tercero va derecho: «Pero un samaritano, que hacía su camino, llegó adonde estaba el homb re» (10,33).
Hay una clara oposición entre el templo, que es el lugar por excelencia donde reside Dios, para un judío, y «aquel
lugar» donde se encuentra el hombre que ha abandonado la institución. El samaritano está ya habituado a la
maldición que los judíos profieren contra quienes abandonan la Ley y el templo: es un excomulgado. Va
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Octubre - 13 -
directamente «adonde estaba el hombre», como si hubiese olido la desgracia que ha caído sobre el hombre que ha
abandonado la religión. Se compadece de él, y no sólo lo cuida personalmente, sino que se preocupa de que luego
otros se ocupen de él (10,34-35).
EL PROJIMO SE CREA HACIENDOSE UNO MISMO PROJIMO
«¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» (10,36). El jurista quería
escurrirse de amar al prójimo con la excusa de que es muy difícil de individualizar quién es y dónde se encuentra.
Jesús le responde que el prójimo no se pasea por la calle, no lleva ningún distintivo: uno mismo se hace prójimo
cuando se acerca a los más necesitados, cuando toma partido por el hombre a quien han pisoteado sus derechos y que
ha sido reducido a una condición infrahumana... El samaritano, marginado él también por su condición religiosa
heterodoxa, es capaz de sentir compasión por los proscritos por la institución oficial. No indaga en absoluto. Pasa a la
acción y se vuelca haciendo el bien. El jurista no se atreve a pronunciar la palabra maldita («el samaritano») y
responde: «El que tuvo compasión de él.» Jesús remacha el clavo: «Pues anda, haz tú lo mismo» (10,37). Quien se
compromete con su prójimo tiene la vida eterna asegurada.
II
Nuestra comunión con Dios está esencialmente ligada al lugar en que buscamos la realización de esta
comunión. La parábola nos presenta los dos ámbitos en que puede situarse esta búsqueda y nos enseña que la respuesta
adecuada a la cuestión no puede ser reducida al ámbito de la participación cultual.
En continuidad con la línea profética de Israel, la respuesta de Jesús nos indica la vaciedad de las compensaciones
cultuales que nacen de un corazón que ha reducido la presencia divina a ese ámbito. Sacerdote y levita son los
exponentes de una concepción en que la preocupación cultual impide el acercamiento al ámbito de lo divino y ofusca el
descubrimiento del Dios de la vida.
El samaritano, situado al margen de la pureza ritual, imposibilitado de participación en los bienes del pueblo
elegido y de su culto oficial, es el único personaje de la historia que es capaz de comprender y dar la respuesta que Dios
espera en la vida de los hombres. Sus acciones nacidas de la compasión ante el hombre golpeado por los bandidos lo
colocan en la participación de los bienes de Dios y ello de tal manera que se convierte en ejemplo que debe seguir
incluso todo fiel israelita como debe reconocer el escriba , interlocutor de Jesús.
El "vete y haz tu lo mismo" dirigido a este maestro se convierte en invitación a todo el pueblo de Dios para la
rectificación y purificación de su relación religiosa, a menudo oscurecida por la búsqueda de pureza para la
participación cultual.
Martes 9 de octubre
Dionisio
EVANGELIO
Lucas 10, 38-42
38
Mientras iban de camino entró también él en una aldea, y una mujer de nombre Marta lo recibió en su
casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras.
40
Marta, en cambio, se dispersaba en múltiples tareas. Se le plantó delante y le dijo:
-Señor, ¿no se te da nada de que mi hermana me deje sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
41
Pero el Señor le contestó:
-Marta, Marta, andas preocupada e inquieta con tantas cosas: 42 sólo una es necesaria. Sí, María ha
escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará.
39
COMENTARIOS
I
MARTA Y MARIA, ¿VIDA ACTIVA Y CONTEMPLATIVA?
Cuando nos disponemos a leer la Escritura no vamos con una mente transparente. La memoria hace de las
suyas. Proyectamos nuestro reticulado mental sobre los textos y los prejuzgamos. ¡Oh si pudiésemos borrar de la
memoria la interpretación tradicional del paradigma de «Marta y María» como dos concreciones complementarias,
«la vida activa y la contemplativa»! ¡El plato nos lo han servido siempre así! El encabezamiento sitúa la perícopa en
el «camino» que Jesús ha emprendido hacia Jerusalén para cantar las cuarenta a la institución: «Sucedió que,
mientras ellos iban de camino, también él entró en una aldea» (10,38a). Jesús (« él ») -mientras los discípulos
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(«ellos») iban de camino- entra en una aldea («aldea» = reducto de fanatismo, símbolo de una mentalidad cerrada,
donde predomina una determinada ideología común a todos los que habitan allí). La aldea, a diferencia de Marta y
María, no lleva nombre. Se subraya así el realismo de la situación descrita a través de Marta y María, personajes
reales (llevan nombre), en detrimento de una hipotética concreción histórica. Sólo Jesús entra en ella. Lucas puntualiza que algún personaje o colectividad había hecho antes algo parecido: «también él entró en una aldea». Una vez
conozcamos el contenido de la perícopa, será posible identificar esta situación del pasado.
«Cierta mujer, de nombre Marta, lo recibió en su casa» (10,38b). Marta es un personaje representativo
(«cierta») y real («de nombre Marta»). A diferencia de los samaritanos, que no 'recibieron' a Jesús porque los
discípulos los habían indispuesto con él, Marta lo 'recibe' como discípula que es. Después veremos cómo. Tiene una
casa, de su propiedad («en su casa»): siendo «casa» una expresión para designar la familia, Marta domina como
señora («Marta» significa en arameo «señora») la comunidad o familia que, conjuntamente con María ('dos' -mínima
expresión comunitaria- y 'hermanas' -relaciones de intimidad y afectivas-), representa.
Por eso Lucas no ha hecho entrar a los discípulos (representación masculina) en esta aldea, para describir así
el grupo de Jesús desde la vertiente femenina. Tampoco aquí la comunidad será homogénea. Saber relacionar es el
secreto de una comprensión más profunda.
EL LIDERAZGO DEL CELOSO OBSERVANTE
Pero Marta no tiene solamente una casa o familia en abstracto; tiene también una hermana: «y ésta tenía una
hermana llamada María» (10,39a). De María se precisa que «se sentó a los pies del Señor y se puso a escuchar sus
palabras» (10,39b): 'sentada' como un discípulo ante el maestro, escuchando con atención el mensaje de Jesús. De
Marta no se ha dicho con qué disposiciones lo ha recibido. Ahora Lucas puntualiza: «Marta, en cambio, se afanaba
con todo el trajín (gr. diakonia)» (10,40a). De por sí, la diakonia, es decir, el servicio hecho a los demás, no es
negativa; todo depende de cómo se haga. En el presente contexto es negativa y equivale al «trajín» de la casa, según
la letra, y, según el espíritu, al «cumplimiento del deber» llevado a su máxima expresión. El acento está puesto en el
hacer porque está mandado por la Ley, mientras que en el caso de María está puesto en escuchar la novedad del
mensaje de Jesús. Marta está tan segura de sí misma y tan predispuesta a juzgar la conducta de los demás, como toda
persona observante, que no se arredra ante la situación y planta cara a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana
me deje sola con el servicio?» (10,40b). El celo de buena cumplidora de la Ley la impele a involucrar al «Señor»,
para que ponga más interés y use de su ascendente para hacer observar la Ley, y a que «su» hermana se deje de
cuentos y la cumpla. «Dile que me eche una mano» (1 0,40c). El imperativo traiciona el ascendente que ella se ha
arrogado sobre Jesús. En lugar del «mensaje», ¡lo que Jesús debe inculcarle es la Ley! ¡Todo es de su posesión! Y es
que la Ley despierta en el que la cumple el instinto de posesión.
LA HERENCIA DEL REINO
Jesús responde al regaño de Marta con una severa advertencia: « ¡Marta, Marta, te inquietas y te pones
nerviosa por tantas cosas...! Sólo una es necesaria» (10,41-42a). Marta anda de cabeza: lo quiere dominar todo, es
esclava de las muchas necesidades que crea la casa. Poniéndolo en clave legalista, Marta, que es partidaria de la
observancia minuciosa de la Ley, quiere ser fiel en los más mínimos detalles y no puede dar abasto a las múltiples
imposiciones que la institución va creando. Para Jesús todo es secundario, a excepción de la escucha atenta del mensaje.
El que escucha, acoge; y quien acoge el mensaje, lo acoge a él. «María, en efecto, ha escogido la parte mejor, y ésa no
se le quitará» (10,42b). Marta había escogido la parte que le ofrecía más seguridades, la herencia del Antiguo
Testamento compendiada en la Ley mo saica; María que se encontraba también en la aldea-, «la parte mejor», que nadie
le podrá quitar, puesto que no se expresa en símbolos externos, como son casa, tierras, observancia legal, etc. Jesús,
como antiguamente Josué (= Jesús, en griego), ha entrado «también él en una aldea», camino de la Tierra Prometida,
que tiene como meta Jerusalén. Mientras Marta ha tomado posesión de la tierra («tenía una casa»), como las tribus de
Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, que heredaron territorios de la Transjordania (cf. Nm 32; Jos 13), María, igual
que la tribu de Leví, tiene al Señor como única heredad (cf. Jos 13,14). Vive materialmente en la «aldea», pero sin
comulgar en la ideología que allí predomina.
II
Marta piensa acertadamente cuando concibe el "servicio" como tarea esencial de la vida cristiana. Sin
embargo, opera una reducción equivocada en la manera de concebirlo. En su caso el servicio se concibe como el
resultado de una suma de acciones encaminadas a responder a necesidades inmediatas que suscitan los deberes de la
hospitalidad.
María, por el contrario, en su aparente falta de colaboración a las tareas de su hermana, ha podido captar el
sentido más profundo del servicio cristiano. La comparación entre las dos hermanas tiende a resaltar para la comunidad
el valor de la actitud de María.
Por ello la afirmación de Jesús: "una sola cosa es necesaria" nos conduce a lo fundamental de la enseñanza de este
episodio. La "sola cosa " a la que se alude es, indudablemente, escuchar a Jesús. Esto debe ser considerado y valorado
por encima de toda preocupación y de toda tarea por urgente que ésta pueda parecer.
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Octubre - 15 -
De esta forma la escucha de la propuesta de Jesús, de "su palabra" se convierte en la única tarea necesaria en
orden a realizar una auténtica comunión con Él. Para ello se exige al discípulo que sea capaz de establecer una
jerarquización de actividades de forma que en su vida resalte la centralidad de esa audición de la Palabra que le propone
el sentido del querer de Dios para su vida.
En el mundo de la producción y de la eficacia en que vivimos, la actitud de María se convierte en piedra de toque
para la valoración de las múltiples actividades en que nos encontramos implicados.
Miércoles 10 de octubre
Tomás de Villanueva
EVANGELIO
Lucas 11, 1-4
11 1 Una vez estaba él orando en cierto lugar; al terminar, uno de sus discípulos le pidió:
-Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó á sus discípulos.
2
El les dijo:
-Cuando oréis, decid:
"Padre,
proclámese ese nombre tuyo, llegue tu reinado;
3
nuestro pan del mañana dánoslo cada día
4
y perdónanos nuestros pecados,
que también nosotros perdonamos a todo deudor nuestro,
y no nos dejes ceder a la tentación".
COMENTARIOS
I
UNA NUEVA MANERA DE ORAR
Una nueva secuencia perfectamente marcada por a) el nuevo escenario (cambio de decorado): «Y sucedió
que, mientras él se encontraba orando en cierto lugar» (11,la); b) unos nuevos personajes Jesús y los discípulos) «al
terminar, uno de sus discípulos le pidió» (1l,lb), y c) una nueva temática (la oración): «Señor, enséñanos a orar,
como Juan enseñó a sus discípulos» (11,lc). Los discípulos no han participado en la oración de Jesús («mientras él se
encontraba orando»), pero sienten la necesidad de tener unas formas de orar parecidas a las del Bautista («enséñanos
a orar, como Juan...») Este ya había hecho escuela; Jesús todavía no. Quieren unas formas rígidas, que llenen las
horas del día y de la noche, que den solidez e identidad al grupo que se está constituyendo. La oración de Jesús, o no
la han comprendido o no la comparten (no le piden que les enseñe a orar como él lo hace). Quieren aprender unas
formas como las que Juan enseñó a sus discípulos. Jesús contrasta esta forma de orar ritualizada con una oración de
compromiso personal: «Cuando oréis, decid: "Padre..." » (11 ,2 a). Inaugura una forma de orar inaudita. La oración
judía oficial se realizaba en el templo, el lugar por excelencia; Jesús convierte el sitio donde se encuentra en «lugar»
adecuado para la oración («mientras él se encontraba orando en cierto lugar»). Por primera vez hay quien se dirige a
Dios con confianza filial: «Abba» (en arameo, «Padre»). Jesús introduce un cambio profundo en la relación del
hombre con Dios. Todas las religiones, incluyendo la religión judía (Antiguo Testamento), rezan a un Dios lejano, al
que tratan de aplacar. Jesús sustituye la verticalidad por la horizontalidad: ¡Dios es Padre! A diferencia de Mateo
(«Padre nuestro»), Lucas no pone el acento en el aspecto comunitario. En la primera parte de la secuencia el centro
es el Padre, en contraste con el Dios del Antiguo Testamento.
LA ORACION DE LOS HIJOS DE DIOS
«Que se proclame que ese nombre tuyo es santo» (11,2b). Que las «buenas obras» de la comunidad hagan que
la humanidad proclame su santidad (en vez de la blasfemia). «Que llegue tu reinado» (11,2c). Quiere que el reinado de
Dios, del que la comunidad ya tiene experiencia, se extienda a todo hombre y que ésta lo haga presente con su estilo de
vida. «Nuestro pan del mañana dánoslo cada día» (11,3). Que lo que parecía reservado para el mañana (mentalidad
escatológica), se anticipe ya ahora (el banquete mesiánico en relación con la Eucaristía). Hablar de «la otra vida» es
propio de todas las religiones. Jesús habla de hoy: el reino de Dios tiene que ir construyéndose «cada día». «Perdónanos
nuestros pecados, que también nosotros perdonamos a todo deudor nuestro» (11,4a). Respecto al hermano no hay
«pecado»: hay una «deuda». La comunidad se anticipa en el perdón / amor al prójimo para forzar el perdón de Dios. «Y
no nos dejes ceder a la tentación» (11,4b). La comunidad no ha de ceder a las pretensiones nacionalistas y religiosas del
Tentador. Es el peligro que la amenazará en todo momento. Jesús superó todas las pruebas (tres) en el desierto; la
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comunidad pide poder hacer otro tanto en el desierto de la sociedad sin ceder al providencialismo irresponsable o a la
ambición de gloria y poder.
II
La oración del Padre Nuestro, propia de los discípulos de Jesús, tiene como primera finalidad hacernos olvidar
nuestras preocupaciones más cercanas y situarnos en el horizonte de Dios.
Este amplio horizonte de los intereses y preocupaciones del querer divino brota de un profundo sentimiento de
intimidad, fundamentado en la relación filial de Jesús, hecha nuestra en la invocación al "Padre". Esta invocación nos
introduce en el ámbito familiar de Dios y nos conduce al sentido más profundo de nuestra comunicación con El.
Por ello la oración tiene por objeto principal la concreción del querer divino sobre la vida y la historia de los
hombres. Por consiguiente, sólo puede tener adecuada realización en la revelación a los ojos de toda la humanidad que
está ligada a la venida de su Reino.
Sólo desde ese marco pueden adquirir un adecuado sentido los intereses propios y comunitarios expresados en la
oración. La realización del Reino de Dios tiene como consecuencia la posibilidad de una vida digna en que sea factible
el acceso al alimento de todos los días y dónde se pueda experimentar a Dios en el perdón de las deudas propio del año
de gracia, conforme a la palabra de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,19).
Permanecer en ese ámbito de la gracia es el don que imploramos de un Dios que no nos abandona a una prueba
superior a nuestras fuerzas.
Por consiguiente, la oración del discípulo no se aparta en ningún momento de la preocupación por hacer realidad
el designio de salvación. Podemos hablar de una oración profética ya que con ella anticipamos la realización para todo
hombre del querer salvífico de Dios.
Jueves 11 de octubre
Soledad Torres Acosta
EVANGELIO
Lucas 11, 5-13
5
Y añadió:
-Suponed que uno de vosotros tiene un amigo, y que llega a mitad de la noche diciendo: "Amigo, préstame
tres panes, 6 que un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle". 7 Y que, desde dentro, el otro le responde: "Déjame en paz; la puerta está ya cerrada, los niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme a dártelos". 8 0s digo que, si no se levanta a dárselos por ser amigo suyo, al menos por su impertinencia se levantará a
darle lo que necesita.
9
Por mi parte, os digo yo: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; 10 porque todo el
que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama le abren. 11 ¿Quién de vosotros que sea padre, si su hijo le
pide pescado, en vez de pescado le va a ofrecer una culebra? 12 o, si le pide un huevo, ¿le va a ofrecer un alacrán?
13
Pues si vosotros, aun si sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará
Espíritu Santo a los que se lo piden!
COMENTARIOS
I
INSISTENCIA EN LA ORACION
COMO TOMA DE CONCIENCIA COMUNITARIA
La segunda parte de la secuencia contiene una parábola. Dios es comparado a un «amigo» a quien otro
amigo acude de noche, a una hora intempestiva, para pedirle unos panes. Gracias a la insistencia, aquél terminará por
dárselos. También Dios, dice Jesús, hará lo mismo. Hay que «pedir», «buscar», «llamar», con la seguridad de que
«se recibe lo que se pide», que «se encuentra lo que se busca», que «se abren las puertas cuando se llama» (11,9-10).
Triple búsqueda, insistencia total. A continuación se pone una serie de ejemplos entresacados de la vida cotidiana.
Para concluir con una frase lapidaria: «Pues si vosotros, aun si sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,
¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden! »(11,13). A diferencia de Mateo (Mt
7,11: «dará cosas buenas»), Lucas explicita que el don por excelencia es «el Espíritu Santo». La comunidad no tiene
que pedir cosas materiales: es necesario que concentre su oración en el don del Espíritu, la fuerza de que Dios
dispone para llevar a cabo el proyecto de comunidad fraterna que propugna Jesús.
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Octubre - 17 -
II
Muchas veces nuestra oración no obtiene lo que pide. Y por ello, surge en nosotros el desaliento y el cansancio
que nos llevan a abandonar sus práctica. La parábola del amigo importuno se nos presenta para advertirnos de lo
irracional de este abandono.
Orar siempre sin desfallecer, aun cuando parece a nuestros ojos y a los de los que nos rodean que no obtenemos
respuesta a nuestras peticiones, es la enseñanza fundamental de esta parábola que debemos asumir profundamente en
nuestra vida.
Nuestros amigos reaccionan ante nuestra insistencia buscando la calma en momentos en que preferirían hacer
traición a la amistad, los padres de la tierra, a pesar de sus carencias, conceden las cosas buenas que sus hijos solicitan.
Comparándolo con ellos, Dios es para nosotros un amigo siempre fiel que atiende a nuestras necesidades y es también
el Padre bueno, ante Quien se ponen de manifiesto las carencias de toda otra paternidad.
Pero de ese Amigo fiel y de ese Padre bueno no debemos esperar siempre una respuesta idéntica a la esperada.
Podemos pedir muchas cosas buenas que tal vez no sean concedidas. Sin embargo, tengamos la certeza de que Dios
responde siempre con un don que, a menudo, es superior a lo que habíamos pedido: el Espíritu Santo.
Con Él se nos concede la fuerza necesaria para enfrentar todos los problemas y dificultades que entrecruzan
nuestra existencia. Acompañados por Él podemos superar las angustias y medios que nos amenazan. Este es el fruto
principal de la oración que justifica nuestra constancia y nuestra perseverancia en su práctica.
Viernes 12 de octubre
Nuestra Señora del Pilar
EVANGELIO
Lucas 11, 15-26
14
Estaba Jesús echando un demonio que dejaba mudo y, apenas salió el demonio, el mudo habló. Las
multitudes quedaron admiradas, 15 pero algunos de ellos dijeron:
-Echa los demonios con poder de Belcebú, el jefe de los demonios.
16
Otros, para tentarlo, le exigían una señal que viniera del cielo.
17
El, calando sus intenciones, les dijo:
-Todo reino dividido queda asolado y se derrumba casa tras casa. 18 Pues si también Satanás se ha dividido,
¿cómo va a mantenerse en pie su reino? ..., ya que decís que yo echo los demonios con poder de Belcebú. 19 Ahora, si
yo echo los demonios con poder de Belcebú, vuestros adeptos, ¿con poder de quién los echan? Por eso, ellos mismos
serán vuestro jueces. 20 En cambio, si yo echo los demonios con la fuerza de Dios, señal de que el reinado de Dios ha
llegado hasta vosotros.
21
Mientras el fuerte bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. 22 Pero cuando otro más
fuerte que él lo asalta y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte el botín. 23 El que no está conmigo,
está contra mi; y el que no reúne conmigo, dispersa.
24
Cuando al espíritu inmundo lo echan de un hombre, va recorriendo lugares áridos buscando un
alojamiento; al no encontrarlo, dice: "Me vuelvo a mi casa, de donde me echaron". 25 Al llegar se la encuentra
barrida y arreglada. 26 Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí. Y el final de
aquel hombre resulta peor que el principio.
COMENTARIOS
I
NO BASTA CON LIBERAR:
LA ALTERNATIVA DEL REINO DE DIOS
Jesús responde ante todo en los vv. 14-26 a la primera objeción: «El, calando sus intenciones, les dijo»
(11,17a). Los objetores -nos enteramos ahora- no se han atrevido a formularle directamente sus críticas («Echa los
demonios con poder de Belcebú, el jefe de los demonios», 11,15). Jesús los desenmascara: «Todo reino dividido
queda asolado y se derrumba casa tras casa. Pues si también Satanás se ha dividido, ¿cómo va a mantenerse en pie su
reino?..., ya que decís que yo expulso los demonios con poder de Belcebú» (11,17b-18). Se han limitado a esparcir
sus blasfemias entre la multitud, intentando controlar la situación que se les escapa de las manos. Inmediatamente
Jesús contraataca: «Ahora bien, si yo expulso los demonios con poder de Belcebú, vuestros adeptos, ¿con poder de
quién los expulsan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces» (11,19). Los judíos tenían también sus exorcistas, y
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Octubre - 18 -
éstos lo hacían sinceramente. También ellos proclamaban que era necesario liberar a la gente de falsas ideologías.
Pero los dirigentes estaban convencidos de que sólo ellos actuaban en nombre de Dios. Como siempre, se toma el
nombre de Dios en vano cuando se quiere asegurar la situación de privilegio.
«En cambio, si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, es señal de que el reinado de Dios ha llegado
hasta vosotros» (11,20). Jesús invierte los términos: la liberación del endemoniado es la señal mesiánica por
excelencia de la llegada del reinado de Dios. «El dedo de Dios» es la fuerza de Dios causante de una plaga en Egipto,
que endureció al Faraón (cf. Ex 8,15). La acción liberadora de Jesús ya no se ejerce por medio de plagas, sino
directamente sobre el hombre atenazado por una ideología que lo incapacita para oír y hablar.
LA NEUTRALIDAD ES IMPOSIBLE
La gente, una vez liberada, se ha vaciado de la ideología que los había poseído. Pero si uno no se llena hasta
rebosar del mensaje del Evangelio, queda a merced de una ideología adversaria al plan de Dios, que se habrá
reforzado en la lucha para hacer frente a los mensajes de liberación: «Mientras que el fuerte, bien armado, guarda su
palacio, sus bienes están seguros. Pero cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le arrebata las armas en que
confiaba y después reparte el botín. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no reúne conmigo, dispersa»
(11,21-23). «El fuerte» es figura de Satanás, el Adversario de Dios, que se ha instalado en la institución religiosa
judía («el palacio» designa en 22,55 la mansión del sumo sacerdote, detentador del poder religioso). Jesús es «el más
fuerte», en su calidad de «Mesías»/Ungido con la Fuerza de Dios, el Espíritu Santo (cf. 3,16). El es el único que ha
sido acreditado por Dios para hablar y actuar en su nombre. Jesús se propone desmantelar la institución judía. Hay
que tomar partido por uno u otro; quien no se asocia a él, actuando como él actúa, se declara su enemigo. Jesús va
reuniendo el trigo en el granero (cf. 3,17), configurando la comunidad del reino; quien no colabora en esta tarea,
pone obstáculos a esta cosecha.
Si la persona liberada, empero, no le da su adhesión y quiere mantenerse como espectador en su neutralidad, su
fin será mu cho peor que antes: «Cuando el espíritu inmundo es expulsado de un hombre, va recorriendo lugares áridos
buscando un alojamiento; y, al no encontrarlo, dice: "Me vuelvo a mi casa, de donde me expulsaron." Al llegar se la
encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí; y el fin de
aquel hombre resulta peor que el principio» (11,24-26). Se presagia el triste fin del pueblo de Dios sometido de nuevo a
sus dirigentes, por no haber dado su plena adhesión a Jesús: acabará pidiendo su muerte, instigado por ellos, cuando
Pilato lo convoque para que se pronuncie a favor de Jesús (cf. 23,13-23).
II
El presente evangelio nos invita a realizar una revisión de nuestras actitudes delante de la presencia de los
gestos liberadores de Dios, señales de la instauración del Reinado del Mesías, el Más Fuerte..
Ellos corren también hoy el riesgo de ser malinterpretados, puestos bajo la mirada sospechosa que coloca las
victorias sobre mal en el ámbito producido por las fuerzas del mal y que busca señales de verificación que señalen
claramente su origen divino.
Frente los frecuentes malentendidos que puedan suscitarse, el criterio para discernir las actuaciones y la presencia
de Dios en ellas brota claramente de la enseñanza de Jesús: según ella, el juicio sobre cada una de las acciones
realizadas debe brotar de la relación que ellas tienen con el triunfo sobre el reino del maligno, el fuerte de este mundo.
Se exige, por tanto, la necesaria lucidez que nos posibilita descubrir alrededor nuestro las señales que indican la
destrucción de todo lo que imposibilita el ejercicio de la plena actuación humana. Dicha lucidez sólo puede surgir de
una confrontación de los hechos con las acciones y la actuación de Jesús. En Él, pastor y segador, podemos comprender
cuál es el modo de realizar esa tarea.
De esa forma podremos solidarizarnos con todos aquellos que están comprometidos en la lucha contra el mal en
todo el espacio humano.
Ese compromiso no se agota en un momento de nuestra vida sino que debe adquirir continuidad a lo largo de todo
el tiempo de nuestra existencia. De lo contrario, puede colaborar con el mal en vez de oponérsele.
Sábado 13 de octubre
Eduardo
EVANGELIO
Lucas 11, 27-28
27
Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud alzó la voz y le dijo:
-¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!
28
Pero él repuso:
-Mejor: ¡dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!
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Octubre - 19 -
COMENTARIOS
I
NADA DE PRIVILEGIOS; HAY QUE PONER EN PRACTICA
LA ALTERNATIVA DEL REINO
En este pasaje encontramos la aclamación de una mujer que representa al resto de Israel: « ¡Dichoso el vientre
que te llevó y los pechos que te criaron!» (11,27). Se trata de la pequeña parte del pueblo que se escapa de la destrucción y constituye el núcleo del pueblo salvado por Dios, según el lenguaje profético. Son los que con sinceridad siguen
creyendo en los privilegios históricos de Israel. Pero Jesús no va en absoluto en esta dirección. El proclama una
sociedad alternativa, en la que todo hombre tenga cabida: «Pero él repuso: "Mejor: ¡dichosos los que escuchan el
mensaje de Dios y lo cumplen!"» (11,28). No hay fronteras de ascendencia de sangre para Jesús. Para entrar a formar
parte de la comunidad del reino es suficiente -¡como quien no dice nada!- 'escuchar el mensaje' que él proclama y
'ponerlo en práctica'. Dicho y hecho. Este es el núcleo de toda la secuencia. Quien hace fructificar en hechos palpables y
experiencias reales lo que ha escuchado, éste es verdaderamente "dichoso".
II
Nuestros juicios de valor surgen frecuentemente de consideraciones cuya fuente puede ser encontrada en
nuestros intereses. Según el grado con que respondan a ellos, las cosas o personas son consideradas de mayor o menor
valor.
Esta consideración hace que el ámbito de dicha o felicidad propia o ajena se derive de la pertenencia a un grupo, a
un círculo, a una forma de pensar o de sentir. Frecuentemente están teñidos de particularismos que se erigen como un
absoluto que impide la comprensión de formas distintas. La expresión de la mujer respecto a Jesús no escapa a esta
forma de ver la realidad.
Ella considera que la cercanía, creadora de un ámbito en que la existencia puede ser realizada en plenitud, nace de
los lazos biológicos o físicos que unen a una persona con Jesús.
Este , por el contrario, invita a examinar esa actitud y a adoptar otras medida para determinar el valor auténtico de
lo que nos rodea. Frente a los lazos mencionados por la mujer, coloca otros lazos que surgen no ya de un parentesco de
sangre o de realidades familiares o sociales en las que nacimos.
La nueva medida coloca a cada uno en la misma perspectiva de Dios. Esta no puede ser limitada por los vínculos
arriba mencionados, sino que se originan en su designio de salvación universal, de la que nadie debe quedar excluído.
Audición y obediencia a ese designio, manifestado por la Palabra divina, se convierten así en el único criterio de
valoración de la felicidad que se presenta a los seguidores de Jesús.
Domingo 14 de octubre
Calixto
VIGESIMO OCTAVO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura: 2 Reyes 5, 14-17
Salmo responsorial: 97, 1.2-4
Segunda lectura: 2 Timoteo 2, 8-13
EVANGELIO
Lucas 17, 11-19
11
Yendo camino de Jerusalén, también Jesús atravesó por entre Samaria y Galilea. 12 Cuando iba a entrar
en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos 13 y le dijeron a voces:
-¡Jesús, jefe, ten compasión de nosotros!
14
Al verlos les dijo:
-Id a presentaros a los sacerdotes.
Mientras iban de camino, quedaron limpios. 15 Uno de ellos, viendo que se había curado, se volvió alabando
a Dios a grandes voces 16 y se echó a sus pies rostro a tierra, dándole las gracias; éste era samaritano. 17 Jesús
preguntó:
-¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No ha habido quien vuelva para dar
gloria a Dios, excepto este extranjero?
19
Y le dijo:
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Octubre - 20 -
-Levántate, vete, tu fe te ha salvado.
COMENTARIOS
I
UNA LECCION MAGISTRAL
Entre samaritanos y judíos -habitantes del centro y sur de Israel, respectivamente- existía una antigua
enemistad, una fuerte rivalidad que se remontaba al año 721 a. C. Este año, el emperador Sargón II tomó
militarmente la ciudad de Samaría y deportó a Asiria (hoy Iraq) la mano de obra cualificada, poblando la región
conquistada con colonos asirios (2 Re 17). Con el correr del tiempo, éstos se mezclaron con la población de Samaría,
dando origen a una raza mixta que, naturalmente, mezcló también las creencias.
Por esta razón, Samaría era considerada por los judíos una región heterodoxa, población de sangre mezclada
y de religión sincretista. Llamar a alguien 'samaritano' era, para los judíos del sur, uno de los mayores insultos.
Esta era la situación en tiempos de Jesús, judío de nacimiento, «cuando yendo camino de Jerusalén, atravesó
por entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron hacia él diez leprosos, que se pararon a lo
lejos y le dijeron a gritos: «Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros».
Los leprosos vivían fuera de las poblaciones; si habitaban dentro, residían en barrios aislados del resto de la
población, no pudiendo entrar en contacto con ella ni asistir a las ceremonias religiosas. El libro del Levítico
prescribe cómo habían de comportarse los leprosos o enfermos de la piel: «El que ha sido declarado enfermo de
afección cutánea andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: ¡Impuro, impuro! Mientras le dure
la afección seguirá impuro. Vivirá apartado y tendrá su morada fuera del campamento» (Lv 13, 45-46). El concepto
de lepra en la Biblia dista mucho de la acepción que la medicina moderna da a esta palabra, tratándose en muchos
casos de enfermedades curables de la piel.
«Al verlos Jesús, les dijo: -Id a presentaros a los sacerdotes. Cuando iban de camino, los leprosos quedaron
limpios.» Una de las funciones del sacerdote era diagnosticar ciertas enfermedades, que, por ser contagiosas, exigían
que el enfermo se retirara por un tiempo de la vida pública. Una vez curado éste, debía presentarse al sacerdote para
que le diera una especie de certificado de curación que le permitiera reinsertarse en la sociedad.
Pero el relato evangélico no termina con la curación de los diez leprosos. «Uno de ellos, notando que estaba
curado, se volvió alabando a Dios a voces, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias; era un
samaritano. Jesús le preguntó: -¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido
quien vuelva para agradecérselo a Dios excepto este extranjero? Y le dijo: -Levántate, vete, tu fe te ha salvado» (Lc
17,11-17).
Pienso que lo sucedido sentaría muy mal a los judíos. Quienes se las daban de religiosos, de puros y de santos
demostraron con su comportamiento el olvido de Dios que tenían y la falta de educación, que impide ser agradecidos.
Sólo un samaritano, el oficialmente heterodoxo, el hereje, el excomulgado, el despreciado, el marginado, volvió a dar
gracias. Sólo éste pertenecía al pueblo de Dios; los otros, por muy judíos que fuesen, quedaron descalificados. Una
lección magistral...
Ocho siglos atrás, en tiempos del profeta Eliseo, hubo otro leproso –enfermo de la piel- que supo sacar, como
el del Evangelio, la lección de su purificación (2 RE 5,14-17). Tampoco él pertenecía al pueblo de Dios, pues era
general del ejército del rey sirio, pero Dios no hace acepción de personas. También ése, como el leproso del Evangelio,
cuando se vio curado de su enfermedad, después de haberse bañado siete veces en las aguas del Jordán, como había
ordenado el profeta “volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo: “ahora reconozco que no hay Dios en
toda la tierra más que el de Israel... en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del
Señor”. Y tras hacer esta confesión de fe en el Dios verdadero, quiso mostrarle su agradecimiento haciendo un regalo al
profeta Eliseo, que éste no aceptó.
II
DON Y AGRADECIMIENTO
Don y responsabilidad eso decíamos que es la fe; la responsabilidad se expresa en el compromiso con el
proyecto de Jesús; al don corresponde el agradecimiento.
POBRES SIERVOS
La religiosidad farisea, tan combatida en los evangelios, basaba la relación del hombre con Dios en dos
pilares fundamentales: la obediencia ciega y el mérito. El hombre debía someterse totalmente a Dios, igual que un
esclavo a su amo. Y la manera de hacerlo era acatar la voluntad de Dios, manifestada en la Ley de Moisés y en las
innumerables tradiciones y costumbres que habían acabado por tener más importancia que la misma ley escrita. Los
fariseos renunciaban a todo lo que pudiera considerarse libertad, capacidad de iniciativa, creatividad... Pero no era la
suya una renuncia desinteresada:
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Octubre - 21 -
se comportaban como pobres siervos, pero, al terminar su tarea, su actitud no era la de quienes habían
hecho lo que tenían que hacer; al contrario, en seguida pasaban factura:
puesto que ellos cumplían con su obligación, Dios -pensaban- estaba obligado a darles el premio que se
habían merecido.
Todo estaba claro en las relaciones del hombre con Dios: el hombre cumplía fielmente sus obligaciones y
exigía de Dios los correspondientes derechos. La salvación (salud, prosperidad y vida eterna) quedaba reducida a un
intercambio mercantil.
DIEZ IMPUROS, UNO SAMARITANO
Yendo camino de Jerusalén, también Jesús atravesó por entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una
aldea le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y le dijeron a voces:
-¡Jesús, jefe, ten compasión de nosotros!
Al verlos les dijo:
-Id a presentaros a los sacerdotes.
Entendidas así las cosas, las desgracias y enfermedades, especialmente las de apariencia más repugnante,
como la lepra, se consideraban como un castigo que Dios imponía al individuo por sus pecados. En relación con los
leprosos había incluso una legislación específica que les prohibía cualquier contacto con el resto de las personas,
obligándolos a vivir fuera de pueblos y ciudades, y no sólo para evitar el contagio de la enfermedad, sino porque eran
impuros y pensaban que la impureza (situación en la que el hombre no puede presentarse ante Dios ni participar de
ninguna ceremonia religiosa) se contagiaba con el menor contacto (Lv 13,45-46). Lógicamente, tampoco había lugar
para la compasión: la enfermedad que sufrían era el merecido castigo de sus propios pecados.
Pero había un grupo que, aunque no tuvieran ningún signo externo de impureza, era el más despreciado y
odiado por los fariseos: los samaritanos, herejes y renegados, separados de la recta ortodoxia de la religión judía y
que se atrevían a dar culto al Dios de Israel en un templo distinto al de Jerusalén. Cuando quisieron ofender a Jesús
con los peores insultos, no le dijeron otra cosa que «endemoniado» y «samaritano» Jn 8,48).
SALVACION GRATUITA, FE AGRADECIDA
Diez leprosos se acercaron a Jesús pidiéndole la salud. Jesús los manda a los sacerdotes para que obtengan
un documento que certifique que están sanos y que les permitirá reintegrarse a la vida social (Lv 13
,6.13.17.34).Ellos emprenden la marcha y...: «Mientras iban de camino, quedaron limpios».
La mayoría, nueve, parece que siguieron hacia Jerusalén a presentarse a los sacerdotes obedeciendo a la ley
y al mandato de Jesús, convencidos seguramente de que su obediencia era lo que les había devuelto la salud. Uno
sólo se vuelve. Ha sentido en su propio cuerpo la acción de Dios y experimenta la salud recién recobrada y la
posibilidad de volver a relacionarse con normalidad con sus semejantes como un don de amor gratuito. Y la alegría
de saberse objeto del amo r de Dios se transforma en alabanza y gratitud: «Uno de ellos, viendo que se había curado,
se volvió alabando a Dios a grandes voces y se echó a sus pies rostro a tierra, dándole las gracias». Jesús no le pide
cuentas por su desobediencia; al contrario, lo pone como ejemplo... a pesar de que «éste era samaritano». Era el que
tenía menos méritos; pero descubrió en el Hombre Jesús la presencia de Dios, y se abrió a ese Dios adoptando ante
El una actitud de agradecida libertad. Y ésta, dice Jesús, es la postura acertada: «Levántate, vete, tu fe te ha salvado».
Así completa la respuesta a la petición que le habían hecho sus discípulos: «Auméntanos la fe» (Lc 17,5).
Ante el Padre, dice Jesús, ni servilismo, ni concurso de méritos, sino experiencia de amor gratuito y una doble
confianza: confianza como seguridad en la fuerza salvadora de ese amor; amor gratuito de Dios que se expresa en el
agradecimiento y lleva al compromiso con el proyecto de Jesús, y confianza como familiaridad que se manifiesta en la
libertad -atreverse a vivir como hijos- y en el también gratuito amor fraterno: comprometerse a vivir como hermanos.
III
JESUS INICIA LA TRAVESIA QUE CULMINARA EN EL CALVARIO
«Sucedió que, yendo camino de Jerusalén, también él, Jesús, se puso a atravesar por entre Samaría y
Galilea» (17,11). Nuevo escenario: la tierra de nadie, como quien dice, que discurre 'por entre Samaría' (región
intermedia, heterodoxa) 'y Galilea' (región del Norte), camino de 'Jerusalén' (capital de la Judea, región del Sur,
designada con el nombre sacro, en representación de la institución judía política y religiosa). La expresión 'también
él' es anafórica, es decir, hace referencia a otro personaje que, como Jesús, inició una 'travesía' que ha quedado
grabada en la memoria de los oyentes. Lucas emplea con frecuencia esta expresión. Recordad la escena de Marta y
María: «Sucedió que, mientras ellos (los discípulos) hacían camino, también él, Jesús, entró en una aldea» (10,38).
Jesús inicia, pues, una nueva travesía histórica en dirección a 'Jerusalén', la capital y punto neurálgico de la tierra
prometida. (De hecho, la 'travesía' culminará en el templo, con la denuncia de la institución religiosa del judaísmo:
19,45-46.) Es probable que Lucas haga referencia ya sea al paso del mar Rojo, por obra de Moisés (Ex 14), ya sea a
la travesía del Jordán, antes de entrar en la tierra prometida, por obra de Josué (= Jesús, en griego: Jos 3): en una y
otra travesía se subraya un 'atravesar por entre' dos cosas. Según eso, Jesús emprendería ahora la última 'travesía' en
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Octubre - 22 -
el marco del 'camino' que lo llevará al futuro de la tierra prometida, 'Jerusalén'/el templo. Según se ha dicho al
comienzo de este 'camino', Jesús se encamina hacia allí con el fin de encararse con la institución judía y denunciar la
mentalidad idólatra de Israel.
LA «ALDEA», FIGURA DE LA MENTALIDAD CERRADA
Y NACIONALISTA
La travesía, por lo que dice el texto, la inicia Jesús solo: «Yendo camino de Jerusalén, también él se puso a
atravesar... » (17,11). Evidentemente, se trata de un artificio literario. Lo menos que se puede decir es que Lucas quiere
centrar la atención sobre la persona de Jesús. (Una función semejante a la de los focos en un escenario.) Pero hay más.
En el versículo siguiente se insiste en este singular: «Y al entrar él en una aldea, le salieron al encuentro diez individuos
leprosos» (17, la). Por lo que se ve, los discípulos, que hasta ahora lo acompañaban durante el viaje, se han escabullido.
Lo bueno del caso es que, en la secuencia siguiente, serán mencionados al lado de los fariseos, encontrándose
ambos grupos en la misma 'aldea' que los 'leprosos', pues no hay nueva composición de lugar y, por tanto, no hay
cambio de escenario. Sorprende que los 'leprosos', figura de los marginados por la teocracia de Israel, no vivan fuera de
la 'aldea'; al contrario, desde allí 'salieron al encuentro' de Jesús y «se pararon a lo lejos», delimitando escrupulosamente
la esfera de la vida, en que se mueve Jesús, de la suya, llena de impureza y de muerte. Como habitantes que son de esta
'aldea', participan de su mentalidad: en oposición a la 'ciudad', la 'aldea' es en el lenguaje figurado de los evangelistas el
reducto de la ideología nacionalista y fanática de Israel.
Por otro lado, a pesar de habitar en la 'aldea', propiamente no son considerados ciudadanos, sino que se les
mantiene marginados en el ghetto de los 'leprosos', por alguna razón que tiene que ver con la mentalidad allí imperante.
Finalmente, el término 'aldea' está precedido de un indefinido, «cierta aldea», típica forma de dar representatividad a un
personaje individual o colectivo. La «lepra» está íntimamente relacionada con esta 'aldea' indeterminada en la que 'entra'
Jesús (v. 12a) y de la que los invita a salir (v. 14a) y, al volver el samaritano (v. 15), a irse de allí definitivamente (v.
19b).
SAMARITANO Y LEPROSO, DOBLEMENTE MARGINADO
Más adelante Lucas nos dará a conocer la diversa condición de los diez 'leprosos' (un nuevo artificio literario,
destinado a crear 'suspense'). Así, del único de los diez que regresa, puntualizará: «y éste era samaritano» (17,16b); y
más adelante: «¿No ha habido quien vuelva para agradecérselo a Dios, excepto este extranjero?» (17,18). Esto quiere
decir que los otros nueve eran 'galileos' (¡la 'aldea' se encuentra 'entre Samaría y Galilea'!) y 'auctóctonos', de raza judía.
El grito que lanzan a Jesús es muy revelador: «¡Jesús, jefe, ten compasión de nosotros!» (17,13). Lucas es el único
evangelista que emplea el término «jefe/caudillo» (seis veces: 5,5; 8,24.45; 9,33.49 y aquí); hasta ahora siempre lo ha
puesto en boca de los discípulos, quienes, por otro lado, evitan llamarlo «maestro» cuando se dirigen a Jesús. Nótese
que los 'diez leprosos' quedan 'limpios' (lit. 'libres de impureza') al salir precisamente de la aldea. Jesús no los toca, ni
los libra directamente del yugo de la impureza: cf. 5,13). Eso corrobora que la impureza los afecta porque condividen la
mentalidad que allí impera, mientras que al salir se ven libres de ella. Decir de un 'samaritano' que es un 'leproso' no
tendría nada de extraño: lo es, por su condición de heterodoxo, a los ojos de los judíos. Decirlo de un 'galileo' significa
que, por su mal comportamiento, ha quedado moralmente manchado e impuro a los ojos de los judíos ortodoxos.
Por otro lado, el grupo constituido por los diez leprosos es un grupo mixto (9 galileos + 1 samaritano), unidos
todos ellos por una misma 'suerte': ser 'leprosos' a los ojos de la institución religiosa. A partir del momento en que todos
ellos aceptan someterse a las reglas del juego de la institución judía («Id a presentaros a los sacerdotes», 17,14a, tal
como prescribía la Ley), dejan de ser marginados («Mientras iban de camino, quedaron limpios», 17,14b). Los nueve
'galileos' continúan haciendo camino hacia Jerusalén, con el fin de 'presentarse a los sacerdotes': la institución judía les
abrirá de nuevo las puertas y los reintegrará al pueblo de Israel. El 'samaritano', en cambio, se ha quitado de encima una
marginación, la moral, pero le queda la étnica. Por esto es capaz de darse cuenta de que Jesús es el único que lo puede
liberar definitivamente de toda mancha o impureza legal, ya que simplemente no cree en nada de todo esto: «Uno de
ellos, dándose cuenta de que había quedado curado, se volvió alabando a Dios a grandes voces y se echó a sus pies
rostro a tierra, dándole las gracias: éste era samaritano» (17,15-16).
«LEPROSO» DISCIPULO QUE SIGUE CREYENDO
EN LA VALIDEZ DE LA LEY
Todos esos trazos que hemos aducido sólo tienen una explicación plausible: los 'diez leprosos' que, a pesar
de comulgar con la mentalidad de la 'aldea', son considerados 'impuros', representan el grupo de los discípulos de
Jesús. Estos, por más que le hayan prestado su adhesión personal, siguen creyendo en la validez de la Ley de lo puro
e impuro y, en el fondo, en las prerrogativas de Israel, apoyadas por la Ley, a manera de Constitución de un pueblo
teocrático. El hecho de sentirse 'leprosos' hace que puedan convivir juntos en la marginación judíos y samaritanos.
Tienen una Ley común (el Pentateuco), si bien no la observan al pie de la letra, a diferencia de los judíos ortodoxos.
La mayoría («nueve») seguirá aferrada a la mentalidad nacionalista de Israel; pero una pequeña parte («uno»,
«samaritano», «extranjero») se ha distanciado definitivamente de ella y ha comprendido cuál era el alcance de su
compromiso con Jesús al saltarse olímpicamente la Ley a la que hasta ahora se sentía obligado, pero que, al no poder
observarla, lo declaraba impuro, «leproso».
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Octubre - 23 -
Los discípulos israelitas han quedado puros por el mero hecho de haberse reintegrado a la institución,
convencidos de que Jesús compartía aún los principios constitutivos de Israel (lo han visto entrar en la 'aldea' y les ha
ordenado 'presentarse a los sacerdotes') Como quiera que suspiraban por ser reconocidos, lo han interpretado como
mejor les convenía. Jesús pretendía que se liberasen ellos mismos de las ataduras que los retenían, como 'leprosos',
dentro de la 'aldea'; que no viviesen divididos, dándole la adhesión a él y compartiendo al mismo tiempo la mentalidad
de la institución que él iba a denunciar. Pero en vano. No pudieron seguir en el camino que lo conducía al fracaso en
Jerusalén y se quedaron atrapados en la aldea. Ahora bien: los judíos ortodoxos les pasaron factura y los marginaron.
Momentáneamente han quedado limpios, pero volverán a las andadas. Hasta que no se den cuenta, como el samaritano,
de que la única forma de evitar toda clase de 'lepra' es dejar de creer en la Ley que divide el mundo en sagrado y
profano, puro e impuro, buenos y malos, observantes y pecadores, no se zafarán de la poderosa y omnipresente
influencia de la institución judía.
EL «LEPROSO» SE HA CURADO EL SOLO
La última frase de la pequeña secuencia no hace sino remachar el clavo. Esta secuencia tiene dos partes: en la
primera (vv. 12- 14a) son presentados los diez leprosos como un conjunto; en la segunda (vv. 14b- 19) se centra la
atención en el de origen samaritano. Este representa, dentro del grupo de discípulos, la fracción de creyentes que, por su
pasado, no ha comulgado nunca del todo con la institución y que, por tanto, a pesar de las presiones ambientales,
conseguirá distanciarse de ella: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado» (17,19). Estaba postrado en la 'aldea', por haber
creído por unos momentos en la validez de la Ley: Jesús lo invita a levantarse; permanecía allí inmovilizado, incapaz de
seguir a Jesús hacia Jerusalén: Jesús lo invita a salir, a hacer también él su éxodo personal; estaba enfermo, con el
corazón dividido por su doble adhesión, a Jesús y a su pasado nacional: su adhesión total a Jesús lo ha salvado ahora
definitivamente.
Lunes 15 de octubre
Teresa de Avila
EVANGELIO
Lucas 11, 29-32
29
Las multitudes se apiñaban a su alrededor, y él se puso a decir:
-Esta generación es una generación perversa. Pide una señal, y señal no se le dará excepto la señal de
Jonás. 30 Porque, igual que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, así va a serlo también el Hijo del
hombre para esta generación. 31 En el juicio, la reina del Sur se pondrá en pie para carearse con esta generación y
hará que la condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y hay
más que Salomón aquí. 32 En el juicio, los habitantes de Nínive se alzarán a carearse con esta generación y harán
que la condenen, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí.
COMENTARIOS
I
LA UNICA SEÑAL: JESUS Y SU MENSAJE, COMO LA DE JONAS
En este pasaje Jesús pasa a responder a la segunda cuestión anterior («Otros, para tentarlo, le exigían una
señal que viniera del cielo», 11,16). Al ver que la gente iba tomando partido a su favor (11,29a), se pone a denunciar
la perversidad de los que se aprovechan de la gente que se acaba de liberar y que lo quieren comprometer también a
él a lanzarse ciegamente a una empresa que llevaría al pueblo a un fracaso estrepitoso. De falsos mesías ha habido ya
una colección. Son los que incitan el pueblo a tomar las armas en nombre de Dios («le exigen una señal que viniera
del cielo»). Reclaman una señal espectacular, una intervención contundente de Dios en la historia. Jesús les sale con
algo imprevisto. En lugar de una señal irrebatible y prodigiosa, provocada por un deus ex machina que interviene en
los asuntos humanos imponiendo su poder a diestra y siniestra con una «santa cruzada», les anticipa que su señal será
el fracaso del Hombre, su muerte, en manos de los poderosos y explotadores del hombre.
Con una analogía, «la señal de Jonás», y dos ejemplos, «la reina del Sur» y «los ninivitas», Jesús responde
de manera categórica a los que, en lugar de escuchar el mensaje, se dedican a comprometer la empresa de Dios entre
los hombres: «Porque de la misma manera que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive», invitándolos a la
conversión, «así va a serlo también el Hombre para esta generación. La reina del Sur se pondrá en pie en el juicio
para carearse con esta generación y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para
escuchar la sabiduría de Salomón, y hay más que Salomón aquí. Los habitantes de Nínive se alzarán en el juicio para
carearse con esta generación y harán que la condenen, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y
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Octubre - 24 -
hay más que Jonás aquí» (11,30-32). 'Escuchar' la sabiduría de su mensaje, superior a la de Jonás, es la invitación
que dirige Jesús, el Hombre por antonomasia, a todo hombre de buena voluntad: notad que los dos ejemplos han sido
tomados intencionadamente a partir de personajes ajenos a la promesa hecha a Israel. Se han invertido los términos:
los dirigentes religiosos y los responsables políticos de Israel serán condenados por el testimonio de extranjeros,
considerados por ellos como depravados e incrédulos.
II
Lo extraordinario, frecuentemente, se convierte en el lugar donde se espera encontrar la presencia divina. El
hombre se dirige allí donde pueden encontrarse soluciones mágicas a sus problemas, fuera del curso normal de los
acontecimientos.
Esta forma de búsqueda de señales de la presencia de Dios nos ofusca y llega a hacernos cerrar los ojos ante la
verdadera señal que El nos ofrece que, la mayoría de las veces, se presenta bajo las humildes apariencias de los hechos
cotidianos de nuestra vida.
La Palabra de Dios en ellos toma la forma de una invitación a la conversión que muchas veces es rechazada
porque no nos saca de lo cotidiano sino que pide una respuesta que no nos aleja de ese ámbito.
Por eso, en la vida se nos coloca frecuentemente ante la necesidad de tomar una decisión entre la Persona y la
vida de Jesús, por un lado, y nuestro gusto por lo maravilloso, por otro. De esa decisión depende que nos situemos en
medio de la generación malvada condenada por Jesús o entre los que aceptan la presencia de Dios como los ninivitas
que supieron escuchar la predicación de Jonás y como la Reina del Sur que supo buscar la Sabiduría en Salomón.
La conversión no es otra cosa que reconocer las señales de vida ofrecidas por Dios, asumir su visión y la defensa
que Dios hace de Ella. Aceptar la presencia de Dios en Jesús y en los hermanos y confiar en la capacidad de
transformación que Dios ha ligado a su Palabra son el único camino válido para el Encuentro auténtico con Dios.
Martes 16 de octubre
Margarita de Alacoque
EVANGELIO
Lucas 11, 37-41
37
Apenas terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. El entró y se recostó a la mesa. 38 El
fariseo se extrañó al ver que no hacía abluciones antes de comer, 39 y el Señor le dijo:
-De modo que vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos
de robos y maldades. 40 ¡Insensatos! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? 41 En vez de eso, dad lo que
tenéis en limosnas y así lo tendréis limpio todo.
COMENTARIOS
I
JESUS DESENMASCARA A LOS OBSERVANTES
«Apenas terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa» (11,37a). Un fariseo se ha sentido aludido
por las respuestas de Jesús y lo invita a su casa para aclarar las cosas. O sea, que los fariseos, representados por éste
(«un cierto fariseo», personaje representativo) -así como los juristas, como se verá seguidamente-, no solamente estaban
presentes, sino que eran los objetores que trataban de descalificarlo. No se precisa ser demasiado listo para colegir que
la invitación encerraba segundas intenciones. La inquisición está al acecho. Les faltan pruebas irrefutables sobre su
manera libre de proceder al margen de la Ley. «Se extraña», como 'se extrañaron' las multitudes (v. 14), al ver que Jesús
no observa los rituales socio-religiosos. Ellos, los representantes de la Ley y de la ortodoxia, que proclamaban que el
reinado de Dios se instauraría el día en que nadie dejase de observar los preceptos más insignificantes de la Ley (de esta
manera se habían asegurado el poder de manejar el cotarro), no pueden sufrir que Jesús, en su casa, solar patrio de la
ortodoxia, se salte el precepto de purificarse antes de comer (11,38). Se han montado una sociedad dividida en puros e
impuros, ricos y pobres, buenos y malos..., ladrones y policías.
II
Ante nosotros se nos abren diversos caminos para el encuentro con Dios. Algunos de ellos son puertas que nos
liberan de nuestros egoísmos, otros representan ilusiones que nos cierran aún más toda posibilidad de salida.
Se hace por tanto necesario discernir para poder escoger la forma adecuada que nos conduzca al encuentro con
Dios. Porque en la búsqueda de pureza en la relación religiosa puede también esconderse una forma de evitar las sendas
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Octubre - 25 -
de la purificación. De esa forma colocamos las acciones impulsadas por los egoísmos propios bajo la máscara o etiqueta
del querer divino. Nuestra atención se dirige, entonces, a ámbitos que no tocan la raíz de donde surge nuestro
aislamiento respecto a Dios y a nuestros hermanos.
Los remedios aplicados para sanear nuestra relación con Dios no alcanzan su objetivo ya que sólo sirven para
reafirmarnos en nuestra codicia que sigue siendo la fuente que nos esclaviza y que nos impide la pureza que Dios nos
exige.
El único camino posible debe, por el contrario, comenzar desde lo más íntimo de nuestro ser, y desde allí
difundirse hacia el exterior. Si no parte de lo más recóndito de nuestro corazón donde la codicia impide el compartir,
nuestra vida y nuestra relación con Dios no podrá nunca realizarse en la profundidad que nos exige el encuentro con
todos nuestros hermanos, hijos del mismo Padre del cielo.
Por ello la limosna, si de verdad es auténtica, aparece en el pasaje que leemos como la única forma de compartir
nuestra vida con nuestros semejantes y con Dios y por consiguiente como la forma de realizar la limpieza de nuestro
interior.
Miércoles 17 de octubre
Ignacio de Antioquia
EVANGELIO
Lucas 11, 42-46
42
Pero, ¡ay de vosotros, fariseos! Pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda verdura, y
pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. ¡Esto había que practicar!, y aquello ..., no descuidarlo.
43
¡Ay de vosotros, fariseos, que gustáis de los primeros asientos en las sinagogas y de las reverencias por la
calle!
44
¡Ay de vosotros!, porque sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo.
45
lntervino un jurista y le dijo:
-Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros.
46
Jesús le replicó:
-¡Ay de vosotros también, juristas, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros ni
las rozáis con un dedo!
COMENTARIOS
I
¡AY, AY, AY...!
Tres «ayes»: la cosa es muy grave. Primero denuncia a los fariseos (vv. 42-44), después a los juristas. Estos,
representados por «cierto jurista», se sienten ofendidos por las palabras que Jesús acaba de dirigir a sus colegas de
religión y de observancia («jurista», griego nomikos, casa con «ley», griego nomos). Juntamos las denuncias: «pasáis
por alto la justicia y el amor de Dios» (11,42); «os gustan los asientos de honor y las reverencias» (11,43); «abrumáis a
la gente con cargas insoportables» (11,46).
II
Los ayes de Jesús describen las formas de la ausencia del Dios de la vida en el ámbito de los dirigentes
religiosos. Y esos ayes se prolongan a lo largo del tiempo como una seria advertencia a todo hombre que se precie de
religioso.
Desde ellos se exige, en primer lugar, una jerarquización de los preceptos que rigen la relación con Dios. Ésta se
concibe esencialmente como una práctica de amor y justicia sin cuya existencia el cumplimiento de las demás
obligaciones son prácticas vacías de sentido. Lo que acontece con el diezmo de los escribas, en el primer ay
pronunciado por Jesús, puede acontecer con toda práctica de piedad al margen de aquellos pilares fundamentales del
amor y la justicia.
Dichas exigencias principales de toda religiosidad auténtica son incompatibles con una práctica religiosa centrada
en la búsqueda de los aplausos y de la aprobación de los semejantes.
Por lo mismo, se exige del hombre religioso una constante purificación de sus motivaciones para mantener la
posibilidad del encuentro con Dios en una vida realizada en la autenticidad de una existencia vivida conforme al querer
de Dios.
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Octubre - 26 -
Toda actitud que enmascara intereses y egoísmos personales bajo el manto de la religiosidad vicia la raíz de la
propia vida y coloca en una senda que, en lugar de acercar a Dios, aleja de Él,
Por consiguiente, las acciones que se esperan de los demás deben ser asumidas previamente como compromiso y
exigencia en la propia vida como el fundamento necesario para el encuentro con el Señor de todos.
Jueves 18 de octubre
Lucas
EVANGELIO
Lucas 10, 1-9
10 1 Después de esto el Señor designó a otros setenta y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los
pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 2 Y les dijo:
-La mies es abundante y los braceros pocos; por eso, rogad al Señor de la mies que mande braceros a su
mies. 3 ¡En marcha! Mirad que os envío como corderos entre lobos. 4 No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no os
paréis a saludar por el camino. 5 Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: "Paz a esta casa"; 6 si hay allí
gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros. 7 Quedaos en esa casa, comed y
bebed de lo que tengan, que el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa.
8
Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed de lo que os pongan, 9 curad a los enfermos que haya y
decidles: "Está cerca de vosotros el reinado de Dios".
COMENTARIOS
I
ELECCION Y MISION DE LOS SETENTA
«Después de esto, el Señor designó a otros Setenta» (10, la). En paralelo con la elección y misión de los Doce,
Lucas, y solamente él, narra la designación y la misión de los Setenta. Puede muy bien afirmarse que esta segunda
llamada es una creación de Lucas. Los evangelistas son muy libres no sólo en la elección de los materiales, sino en la
creación de nuevas situaciones, escenas o discursos, con tal de adaptar el anuncio del mensaje a la nueva situación que
viven sus comunidades, al tiempo que reflejan los problemas del presente. No redactan una crónica, con noticias como
las que nos sirven los periódicos, la radio o la televisión. Quieren comunicar una «buena noticia» (¡de malas noticias ya
tenemos bastantes!), una noticia que les ha afectado profundamente y que se ha traducido en una experiencia de vida.
Por eso Lucas, una vez que ha sido proclamada la buena noticia de Jesús a hombres que no tenían nada que ver con el
judaísmo y ha encontrado entre los paganos una acogida sin igual, trata de averiguar los motivos que han producido ese
impacto situando la escena -mediante el procedimiento literario del doblete- en el tiempo de Jesús. Se anticipa así la
respuesta que éste habría dado, si hubiese estado presente, ante aquella situación completamente nueva. En el fondo, es
una muestra fehaciente de la conciencia que tiene la comunidad de que Jesús está vivo y de que sigue hablándole, como
decía san Ignacio, el obispo de Siria, a los cristianos de Efeso: «Vosotros no hagáis caso a nadie más que a Jesús
Mesías, que sigue hablándoos realmente» (Ef 6,2).
Valiéndose de la misión de los Doce (6,13) como de paradigma, Lucas redacta ahora una nueva bajo el signo
de la universalidad, a fin de dar perfiles definidos a la nueva llamada de discípulos que acaba de realizar en territorio
samaritano (9,57-62). La misión de los Doce, tanto en territorio judío (9,1-10) como en territorio samaritano (9,52-53) si bien, como es obvio, por razones opuestas-, ha sido un verdadero fracaso. Jesús, sin embargo, no se desanima.
«Después de esto», de la llamada de nuevos discípulos (tres también -cf 5,1-11-, pero anónimos), «designó el Señor a
otros Setenta», además de los Doce. Mientras aquéllos ejemplificaban el nuevo Israel (las doce tribus), los setenta
tenían que representar la nueva humanidad (según el cómputo judío, las naciones paganas eran en número de setenta).
«El Señor» hace referencia al Resucitado. (La variante «Setenta y dos», contenida en numerosos manuscritos y
adoptada por muchos traductores, constituye un intento de reconducir la apertura a la universalidad, esbozada en el
número «siete/setenta», al recinto de Israel, delimitado por un múltiplo de «doce» [6 x 12 = 72].)
LA MISION DE LOS SETENTA, UN EXITO SIN PRECEDENTES
Jesús los envía «de dos en dos» (10,1b), formando un grupo o comunidad, con el fin de que muestren con
hechos lo que anuncian de palabra. «La mies es abundante y los braceros pocos» (10,2a). La cosecha se prevé
abundante, el reinado de Dios empieza a producir frutos para los demás. Cuando se comparte lo que se tiene, hay de
sobra: ésta es la experiencia del grupo de Jesús. No hacen falta explicaciones ni estadísticas: la presencia de la
comunidad se ha de notar por los frutos abundantes que produce. Faltan braceros, personas que coordinen las múltiples
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Octubre - 27 -
y variadas actividades de los miembros de la comunidad, animadores y responsables, para que los más necesitados
participen de los bienes que sobreabunden. Restringir el sentido de «braceros» a sacerdotes, religiosos o misioneros es
empobrecer el texto y la mente de Jesús. Es necesario que haya gente, seglares o no, que tengan sentido de comunidad,
que velen para que no se pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan. La comunidad ha de pedir que el Señor «mande
braceros a su mies» (10,2b). Pedir es tomar conciencia de las grandes necesidades que nos rodean y poner los medios
necesarios, quiere decir confiar en que, si se está en la línea del plan de Dios, no puede haber paro entre las
comunidades del reino.
EL RIESGO DE SER ENVIADO
«¡Id! Mirad que os envío como corderos entre lobos» (10,3). Toda comunidad debe ser esencialmente
misionera. La misión, si se hace bien, encontrará la oposición sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea
su escala de valores, usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo de
procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá Jesús a través del Espíritu Santo, el
Abogado de los pobres. «No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias» (10,4a). Como en la misión de los Doce, Jesús
insiste en que los enviados no confíen en los medios humanos. Han de compartir techo y mesa con aquellos que los
acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente (vv. 5-9a). La buena
noticia ha de consistir en el anuncio de que «Ya ha llegado a vosotros el reinado de Dios» (10,9b). Empieza un orden
nuevo, cuyo estallido tendrá lugar en otra situación. El proceso, empero, es irreversible. La comunidad ya tiene experiencia de ello.
II
La tarea misionera exige de los enviados actitudes diametralmente opuestas a las vigentes en nuestra sociedad,
marcada profundamente por los valores del comercio. Para éste toda la existencia puede ser considerada desde el
"precio", valor monetario que se convierte en único valor a tener en cuenta.
En la tarea propuesta por Jesús a sus discípulos se afirman, por el contrario, otras medidas de consideración. Para
ello se afirma la necesidad de desligar la misión que se debe realizar de los apoyos económicos exigidos en la vida
comercial. Para el camino que se propone "bolsa y saco" constituyen un impedimento más que una ayuda.
Igualmente la finalidad de la misión rebasa los límites marcados por el ámbito comercial ya que apunta a la
instauración de la comensalidad entre el enviado y aquellos a quienes se dirige.
En efecto, la participación de la misma mesa es capaz de crear una profunda comunión, en la que el prójimo no es
visto como un competidor que pone en riesgo mi acceso a los bienes, sino como un hermano partícipe de la misma vida
con quien debo compartir el alimento necesario para mantenerla.
Del mismo modo, la hospitalidad ofrecida y aceptada se convierte en señal de la presencia del Reino de Dios, en
el que nadie se siente desplazado y en que los bienes sirven para crear profunda comunión y no división.
De este modo la casa de la acogida se convierte en expresión de la paz y de la bendición divina y en espacio de
realización humana tanto para los obreros cuanto para la cosecha.
Viernes 19 de octubre
Pedro de Alcántara
EVANGELIO
Lucas 12, 1-7
12 1 Entretanto, miles y miles de personas se habían aglomerado hasta pisarse unos a otros. Jesús empezó a
hablar, dirigiéndose en primer lugar a los discípulos:
-Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. 2 Pero nada hay encubierto que no llegue a
descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse; 3 porque lo que dijisteis de noche se escuchará en pleno día,
y lo que dijisteis al oído se pregonará desde las azoteas.
4
Os digo a vosotros, mis amigos: No temáis a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer más. 5 Os voy
a indicar a quién tenéis que temer: Temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar al quemadero. Sí, os
lo digo, a ése temedle. 6 ¿No se venden cinco gorriones por cuatro cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo de ellos está
olvidado por Dios. 7 Es más, hasta los pelos de vuestra cabeza están todos contados. No tengáis miedo: valéis más que
todos los gorriones juntos.
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Octubre - 28 -
COMENTARIOS
I
MIEDO E HIPOCRESIA, LAS ARMAS DEL SISTEMA
Sorprende que Jesús comience la instrucción dirigida a los discípulos previniéndolos contra los postulados
de la ideología farisaica: «Cuidado con la levadura de los faris eos, o sea, con la hipocresía» (12, 1b). En el grupo de
Jesús, por lo que se ve, se ha infiltrado la mentalidad que él acaba de denunciar en los fariseos y letrados: la
hipocresía. A lo largo del Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles nos enteraremos de que el fariseísmo
constituyó la gran tentación de los discípulos, primero, y de la iglesia de Jerusalén, después. A Lucas le preocupa
sobremanera este problema, porque el peligro es todavía real en el seno de sus comunidades. ¿No sigue siéndolo hoy
todavía? Es difícil describirlo sin incurrir en una caricatura. La mejor descripción es la que ha hecho de él Jesús al
denunciar a los fariseos: de la observancia de la Ley han hecho el trampolín para alcanzar una situación de privilegio.
Ellos son los puros, los justos, los santones. En lugar de ponerse al servicio del pueblo, se sirven de él para conservar
su posición social. Los zelotas se encuentran en el extremo opuesto. El aviso de Jesús todavía tiene vigencia, y más
hoy día, en que todo se sabe y todo se divulga (12,2-3). La única forma de no caer en él es renunciando a toda clase
de privilegios dentro de la sociedad, civil o religiosa. En la comunidad cristiana únicamente puede haber servicios.
Cuando uno pretende sacarles provecho, pierden toda su eficacia.
Jesús tiene mucho aguante con los discípulos. Por eso aprovecha cualquier ocasión propicia para instruirlos
y hacerlos reflexionar. Los valores a los que uno piensa haber renunciado se disfrazan bajo capa de observancia, pero
continúan actuando como fermento contrario a la levadura del reino. Los más importantes son el dinero y el poder (la
otra cara de la moneda): la eficacia justifica el primero; la estabilidad, el segundo. De esta manera todo funciona,
pero ¡a qué precio!
Para que sean libres, Jesús insiste en que no deben tener miedo de nadie ni de nada (12,4-7). Si tenemos miedo,
ya estamos atrapados. Lo dice ahora, cuando todos saben que está materialmente cercado por sus adversarios. Pero no lo
pueden atrapar por dentro. A quien tiene poder para destruiros por dentro, dice, es a quien «tenéis que temer» (12,5): no
se trata de demo nios o de extraterrestres, sino de aquellos que personifican los valores de la sociedad y no pararán hasta
que os atrapen con toda clase de lisonjas, hasta que os convenzan de que no hay alternativa posible al modelo de
sociedad que ellos propugnan. El modelo en que se mueve Jesús es el de la creación: quiere suscitar en ellos la
confianza de que Dios sigue trabajando en la realización de su plan (vv. 6-7)
II
A los discípulos de Jesús ha sido encomendada la tarea de proclamar la Buena Noticia a todo el mundo. Las
palabras de Jesús que indican la forma de realizarla concierne no solamente a sus inmediatos seguidores, sino a todos
los que quieren serlo a lo largo del tiempo.
Dichas palabras del Maestro exigen una profunda confianza en la acción de Dios, que brota de un profundo
convencimiento de la eficacia del mensaje que se debe transmitir y que, por su naturaleza, debe adquirir una dimensión
universal y sin límites. Por su misma naturaleza, el Evangelio se difunde, toca y pone en cuestión toda la vida personal
y pública de las personas.
Pero al poner en cuestión estructuras y personas suscita, junto a la adhesión de quienes lo aceptan, la agresividad
de parte de quienes consideran que pueden perder privilegios adquiridos a lo largo del tiempo.
Por ello se exige al mensajero una franqueza a toda prueba. No puede ocultar ninguna de las exigencias propias
del mensaje, aún cuando la dureza de ellas pueda suscitar dificultad en su aceptación o poner en peligro la propia vida.
Para poder realizar una tarea que implica tales peligros, el enviado debe estar marcado por el "temor de Dios",
capaz de hacerlo superar el temor a los hombres. Dicho temor brota de una profunda confianza en la acción de Dios por
cada uno de los seres de su creación, por mínimos que parezcan y por la totalidad de su existencia.
La convicción de la presencia de un Dios, íntimamente preocupado por cada una de sus creaturas hasta en el más
mínimo detalle, reviste de un coraje al que ninguna creatura puede resistir.
Sábado 20 de octubre
Irene
EVANGELIO
Lucas 12, 8-12
8
Y os digo que si uno, quienquiera que sea, se pronuncia por mí ante los hombres, también el Hombre se
pronunciará por él ante los ángeles de Dios. 9 Pero si uno me niega ante los hombres, será negado él ante los
ángeles de Dios. 10 A todo el que diga algo contra el Hombre, se le podrá perdonar; pero el que insulte al Espíritu
Santo no tendrá perdón.
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Octubre - 29 -
11
Y cuando os hagan comparecer en las sinagogas y ante los magistrados y las autoridades, no os
preocupéis de cómo o de qué os vais a defender o de lo que vais a decir; 12 porque lo que tenéis que decir os lo
enseñará el Espíritu Santo en aquel mismo momento.
COMENTARIOS
I
No hay disociación entre cielo y tierra. El plan de Dios es el plan del hombre, que él encarna: «Y os digo
que si uno, quienquiera que sea, se pronuncia por mí ante los hombres, también el Hombre se pronunciará por él ante
los ángeles de Dios» (12,8). No dice: 'en los periódicos' o 'por la televisión'. Dios tiene otro canal: el hombre. A
quien comete una injusticia contra el hombre, se le puede perdonar, pero quien se sirve de la fuerza del nombre de
Dios para ir contra el hombre, no tiene perdón. Ha malgastado la energía del Espíritu, y ya no tiene recambio. No se
trata de una 'blasfemia' de palabra, sino de hecho (12,10).
Cierra esta serie de avisos con una nueva advertencia: «No os preocupéis de cómo o de qué os vais a
defender o de lo que vais a decir» (12,11). No hagáis apologías personales o del grupo o estamento ante las
autoridades civiles o religiosas. (Lucas está pensando en la retahíla de apologías a que Pablo se verá abocado: cf.
Hch 22,1; 24,10; 26,1-2.24.) Quien se defiende es porque tiene miedo de perder las propias seguridades, porque se
siente identificado con una determinada estructura. Es el punto flaco por donde os pueden atrapar y reconducir al
redil de las falsas seguridades. «Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir» (Lc
12,12). La profecía es diametralmente opuesta a la apología. La apología se basa en medios humanos, y se puede
contradecir; la profecía es irrebatible. La única 'solución' es eliminar al profeta. Jesús es el Profeta por excelencia: a
pesar de que lo eliminaron, él sigue presente en la comunidad que celebra su memorial en la eucaristía y continúa
moviendo hombres y mujeres y hablando a través de ellos. Son los 'profetas' modernos. Los que en vez de
'preocuparse' por defender su posición social, se ponen sin más al servicio del hombre y lo liberan.
II
La realización de la tarea misionera presenta inmensas dificultades que pueden hacer germinar en nosotros
actitudes de desconfianza y desaliento. Por ello se hace necesario renovar continuamente los sentimientos de confianza
volviendo constantemente a las palabras de promesa ofrecidas por Jesús a sus seguidores.
En primer lugar, es necesario tener presente el compromiso asumido por Jesús de ser nuestro testigo en el Juicio
de Dios si perseveramos con coraje en la tarea emprendida. La consideración de su actuación en el futuro Juicio de Dios
que espera a todos los hombres es la primera fuente en que podemos encontrar el ánimo necesario para seguir adelante
sin desfallecer.
En segundo lugar, tenemos a disposición una segunda fuente para renovar la confianza. La certeza de la presencia
del Espíritu Santo en la tarea misionera nos da la seguridad necesaria para enfrentar los desafíos y dificultades que
encontramos en su concreción. Dicha presencia llega hasta su identificación con los portadores del mensaje y con cada
una de sus acciones encaminadas a concretarlo.
Sobre todo, en las dificultades que pueden llegar a poner en peligro la propia vida, esa presencia confortante
encontrará el modo de manifestarse claramente. Aún cuando seamos acusados y estemos en peligro de muerte a causa
de los poderosos que se oponen al mensaje de Jesús, sabemos que el Espíritu actuará en nuestro favor, inspirando la
forma de defensa.
Esa actuación, hecha ya realidad durante el tiempo apostólico en Pedro (Hch 4,8; 5,32) y Esteban (Hch 7,55)
sigue activa a lo largo del tiempo suscitando el testimonio eclesial.
Domingo 21 de octubre
Ursula – Viator
VIGESIMO NOVENO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura: Exodo 17, 8-13
Salmo responsorial: 120, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8
Segunda lectura: 2 Timoteo 3, 14-4, 2
EVANGELIO
Lucas 18, 1-8
18 1 Para explicarles que tenían que orar siempre y no desanimarse, les propuso esta parábola:
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Octubre - 30 -
2
-En una ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre. 3 En la misma ciudad había una
viuda que iba a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario". 4 Por bastante tiempo no quiso, pero después pensó:
"Yo no temo a Dios ni respeto a hombre, 5 pero esa viuda me está amargando la vida; le voy a hacer justicia, para
que no venga continuamente a darme esta paliza".
6
Y el Señor añadió:
-Fijaos en lo que dice el juez injusto; 7 pues Dios ¿no reivindicará a sus elegidos, si ellos le gritan día y
noche, o les dará largas? 8 Os digo que los reivindicará sin tardar. Pero cuando llegue el Hombre, ¿qué?, ¿va a
encontrar esa fe en la tierra?
COMENTARIOS
I
¿PARA QUE TANTO REZAR?
¿Y qué es rezar? ¿Pedirle a Dios lo que El ya sabe? No. La oración del cristiano es, sobre todo, confesión
de fe cierta y expresión de nuestro firme deseo de que se implante la justicia de Dios en este mundo. Y aceptación
libre y agradecida de la vida y el amor del Padre.
¿ES NECESARIO REZAR?
Para explicarles que tenían que orar siempre y no desanimarse les propuso esta parábola.
Jesús, en este mismo evangelio de Lucas, deja claro que Dios conoce las necesidades de los hombres y se
preocupa de que sean satisfechas: «No estéis con el alma en un hilo, buscando qué comer o qué beber. Son los
paganos del mundo entero quienes ponen su afán en esas cosas, pero ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de
ellas». Pero entonces, si Dios sabe lo que necesitamos y asegura que nos lo va a dar, ¿para qué sirve la oración?,
¿para qué tanto rezar?
Jesús, sin embargo, insiste en que hay que rezar -y él mismo oraba a menudo (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28s;
11,1; 22,32; 22,39-46)- y que hay que hacerlo sin desanimarse. ¿Entonces...? Quizá lo que nos pasa es que no
sabemos qué es lo que hay que pedir en la oración: a veces lo que presentamos ante Dios son nuestras necesidades
individuales, nuestros pequeños problemas y hasta nuestros pequeños o grandes egoísmos.
YA NO BASTA CON REZAR
Jesús dio a sus discípulos un modelo de oración, el Padre Nuestro (Lc 11,1-13), según el cual lo que hay que
pedir a Dios es que se realice un proyecto de humanidad: «llegue tu reinado», pedir que baje el cielo a la tierra. Ese
es el objeto de la verdadera oración cristiana. No obstante, la pregunta que hacíamos antes sigue sin respuesta: ¿para
qué pedirle a Dios que haga lo que El ya quiere hacer?
No basta con pedirle a Dios que reine sobre esta tierra: debemos comprometernos en que ese proyecto se
realice: «buscar que El reine, y eso se os dará por añadidura» (Lc 12,31), y en la medida en que se vaya realizando,
irán encontrando respuesta nuestras justas aspiraciones; todo lo demás, la añadidura, será fruto de la justicia que se
establezca cuando los hombres acepten que Dios reine sobre ellos, es decir, que las relaciones humanas se organicen
de acuerdo con la voluntad de Dios. La oración debe apoyarse en el compromiso: la petición «llegue tu reinado» ha
obtenido ya una primera respuesta: «buscad que yo reine».
¿VA A ENCONTRAR ESA FE?
La atención de la parábola que Jesús propone a sus discípulos no está centrada en el juez injusto, que, por
supuesto, no es figura de Dios. Dios, al contrario que el juez, está impaciente por hacer justicia a sus elegidos: El es
el primero que quiere que se sacie el hambre de los pobres y se apague la sed de justicia de los perseguidos, que
recobren la libertad los oprimidos y alcancen el éxito los que trabajan por la paz. El es el primero que quiere ver a los
hombres felices, y como Padre que es, desea más que nadie que los hombres sean sus hijos y vivan como hermanos.
Y con El, el Hombre Jesús, su Hijo, presente en la tierra para hacer saber a la humanidad entera que a Dios le urge
poner su vida a disposición de todo el que quiera aceptarla, pero que... sólo puede reinar sobre los que libremente lo
aceptan como rey, sólo puede ser Padre de los que quieran vivir como hijos suyos y que, por tanto, toda su urgencia
está en nuestras manos: que su proyecto se realice depende de que nosotros lo aceptemos, de que nosotros creamos y
confiemos en El.
La parábola se centra en la fe de aquella viuda, que confiaba firmemente en alcanzar la justicia a la que tenía
derecho. Este es el sentido de la oración: no tanto recordarle a Dios lo que El ya sabe, sino confirmar nuestra fe y
nuestra esperanza de que se realice su proyecto. Y rezamos no para que Dios se acuerde de nosotros, sino para que
nosotros no nos olvidemos de que El quiere ser Padre nuestro. Rezar, pues, no es simplemente pedir.
Rezar es creer. Creer que la justicia de Dios es la verdadera justicia y la única solución definitiva a los
problemas del hombre, y creer que es posible esa justicia. Rezar es confesar y confirmar nuestra fe.
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Octubre - 31 -
Rezar es esperar. Pero no con los brazos cruzados, sino empujando con toda nuestra fuerza para que se
abrevie la espera. Rezar es decirle al Padre que nos ha contagiado su urgencia.
Rezar es amar. Agradecer a Dios la vida que nos ofrece y el amor que nos muestra, decirle que aceptamos
esa vida y que queremos corresponder a su amor trabajando por la felicidad de toda la humanidad. La oración es
respuesta de amor y de solidaridad a un Dios solidario de los hombres.
«Pero cuando llegue el Hombre, ¿qué?, ¿va a encontrar esa fe en la tierra?»
II
DIOS ESCUCHA EL GRITO DE LOS OPRIMIDOS
En este pasaje, Lucas trata nuevamente del tema de la oración, subrayando la insistencia en ella a base de la
analogía del juez y la viuda. Esta es figura del estamento más desamparado, describe la situación límite del pueblo que
exige justicia a sus dirigentes, a pesar de que éstos, representados por el juez injusto, se la hayan negado
sistemáticamente. No obstante, el pueblo no ceja en la petición, referida en esta ocasión a la justicia/reivindicación, en
conexión con la llegada del reinado de Dios. La insistencia vence la resis tencia del juez injusto.
Jesús se sirve de esta analogía para invitar a los discípulos a afrontar la situación presente. Si la oración
insistente de la viuda ha acorralado al juez y lo ha obligado a dictar una sentencia justa, con cuanta más razón «Dios ¿no
hará justicia a sus elegidos si ellos le gritan día y noche?» (18,7). «Los elegidos» son el Israel mesiánico; hoy día, la
comunidad cristiana. «Gritar día y noche» es el grito de los oprimidos por el sistema injusto, que claman por un cambio
radical de las estructuras. La oración hace tomar conciencia de las propias posibilidades y de la acción liberadora de
Dios en la historia. Si bien las circunstancias históricas han cambiado, la injusticia sigue estando presente en nuestra
sociedad. El cambio social es posible..., siempre que contemos con la acción del Espíritu Santo (cf. 11,13). Jesús duda
de que los suyos, los Doce, sientan este deseo de justicia (18,7b). La «llegada del Hombre» (18,8) constituía para Jesús
el momento de la reivindicación, la destrucción de Jerusalén (cf. 17,30). Los Doce no tendrán «esta fe», puesto que no
han roto todavía radicalmente con la institución judía. ¿La tenemos nosotros hoy? ¿Hemos hecho esta ruptura radical
con los falsos valores de la sociedad injusta, que malgasta todo en armamentos y dilapida los bienes de la creación?
III
Jesús propuso la parábola de la viuda y el juez para invitar a sus discípulos a no desanimarse en el intento de
implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello deben ser constantes en la oración como la viuda lo fue en pedir justicia
hasta ser oída. La insistencia de la viuda venció la resistencia del juez injusto que “por algún tiempo se negó, pero después se
dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a
acabar pegándome en la cara».
Como otras parábolas, ésta tiene también un final feliz, no tan feliz como la vida misma. Porque ¿cuánta gente muere
sin que se le haga justicia, a pesar de haber estado de por vida suplicando al Dios del cielo? ¿Cuántos mártires esperaron
en vano la intervención divina en el momento de su ajusticiamiento? ¿Cuántos pobres luchan por sobrevivir sin que
nadie les haga justicia? ¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a
intervenir en este mundo de desorden e injusticia legalizada? ¿Cómo permite el Dios de la paz y del amor esas guerras
tan sangrientas y crueles, la demencial carrera de armamentos, el derroche de recursos para la destrucción del medio
ambiente, la existencia de un tercer y cuarto mundos que desfallecen de hambre, la consolidación de los desniveles de
vida entre países y entre ciudadanos?
En medio de tanto sufrimiento, al creyente le resulta cada vez más difícil orar, entrar en diálogo con ese Dios a quien
Jesús llama "padre" (abbá), para pedirle que su nombre sea santificado, o lo que es igual, que se proclame el nuevo
nombre de Dios como Padre y que reine sobre la humanidad. Desde la noche oscura de este mundo, desde la injusticia
estructural resulta cada día más duro creer en ese Dios presentado como omnipresente y omnipotente, justiciero y
vengador del opresor.
O tal vez haya que cancelar para siempre esa imagen de Dios a la que dan poca base las páginas evangélicas. Porque,
leyéndolas, da la impresión de que Dios no es ni omnipotente ni impasible, -o al menos no ejerce de tal-, sino débil,
sufriente y padeciente; el Dios cristiano se revela más dando la vida que imponiendo por la fuerza una determinada
conducta a los humanos; ese Dios marcha en la lucha reprimida y frustrada de sus pobres y no a la cabeza de los
poderosos.
El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su marcha hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer,
debe insistir en la oración, debe pedirle fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en un mundo donde dominan
otros señores. Sólo la oración lo mantendrá en esperanza, una oración que debe ser constante.
Hasta tanto se implante ese reinado divino, la situación del cristiano en este mundo se parecerá a la descrita por
Pablo en la segunda carta a los Corintios (4,8-10): "Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos
apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; paseamos
continuamente en nuestro cuerpo el suplicio de Jesús, para que también la vida de Jesús se transparente en nuestro
cuerpo; es decir, que a nosotros que tenemos la vida, continuamente nos entregan a la muerte por causa de Jesús...".
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Octubre - 32 -
Pero no por ello podemos decir que andamos dejados de la mano de Dios, olvidados del Padre. Por la oración, el
cristiano sabe que Dios está con él. Incluso la ausencia de Dios, sentida y sufrida, es ya para él un modo de presencia.
Pero eso sí, deberá insistir ante Dios sin desfallecer. Como se nos dice de Moisés en la primera lectura (Éx
17,8-13), que “mientras tenía en alto la mano -en postura orante- vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec (el
enemigo)”. Por eso, para no desfallecer en la oración, tuvo que ser ayudado por Aarón y Jur y, de este modo, conseguir
la victoria. Dice el libro del Éxodo que “como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la
pusieron debajo, para que se sentase; mientras, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado”. De este modo
Moisés no cesó de orar durante todo el día, “hasta la puesta del sol, hasta derrotar a Amalec y a su tropa”.
Orando siempre, sin desfallecer, y sin olvidar el evangelio, o lo que es igual, teniendo siempre presente lo
aprendido, las escrituras sagradas "que pueden dar la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación.
Utilizando la Escritura en todo momento “para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud...
proclamando la palabra, insistiendo a tiempo y a destiempo, reprendiendo, reprochando, exhortando, con toda paciencia
y deseo de instruir” (2 Tim 3,14-4,2). en una palabra, como dice el proverbio: "A Dios rogando y con el mazo dando".
Lunes 22 de octubre
Salomé – Sara
EVANGELIO
Lucas 12, 13-21
13
Uno de la multitud le pidió:
-Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
14
Le contestó Jesús:
-Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
15
Entonces les dijo:
-Mirad, guardaos de toda codicia, que, aunque uno ande sobrado, la vida no depende de los bienes.
16
Y les propuso una parábola:
-Las tierras de un hombre rico dieron una gran cosecha.
17
Él se puso a echar cálculos:
-¿Qué hago? No tengo dónde almacenarla. 18 Entonces se dijo:
-Voy a hacer lo siguiente: Derribaré mis graneros, construiré otros más grandes y almacenaré allí todo mi
grano y mis provisiones. 19 Luego podré decirme: "Amigo, tienes muchas provisiones en reserva para muchos años:
descansa, come, bebe y date a la buena vida". 20 Pero Dios le dijo:
-Insensato, esta misma noche te van a reclamar la vida. Lo que tienes preparado, ¿para quién va a ser?
21
Eso le pasa al que amontona riquezas para sí y no es rico para con Dios.
COMENTARIOS
I
EL DINERO COMO CUESTION DE FONDO
Se presenta ahora la interpelación de «uno de la multitud» interesado en cuestiones de herencia, secuela del
falso valor del dinero: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia» (12,13). De nuevo podría
sorprendernos este requerimiento, si interpretásemos las advertencias anteriores contra el fariseísmo en sentido
moralizante. Esta interpelación central revela que el problema de fondo es la cuestión del dinero (medios, posición
social, eficacia). Que no se trata de una 'herencia' en sentido figurado, lo evidencia la respuesta de Jesús y la parábola
con que la apoya. La multitud que, aunque presente, había sido dejada de lado constantemente por Jesús, interviene por
medio de alguien que la representa. Este lo considera un 'maestro' y le pide que ejerza como 'juez' o 'árbitro' (12,14).
Jesús no viene a echar remiendos al sistema. Su 'magisterio' no va en la línea de los rabinos o maestros de Israel. La
respuesta, en segundo lugar, se dirige a todos: «Cuidado: guardaos de toda codicia, que, aunque uno ande sobrado de
dinero, la vida no depende de los bienes» (12,15). La interpretación de la parábola se halla en la acomodación que hace
de ella el último versículo: «Eso le pasa al que amontona riquezas para sí y no es rico para con Dios» (12,21).
II
La existencia cristiana, desde su comienzo, tiene adversarios que acechan a todos los que quieren asumirla.
Algunos ya desde ese momento inicial se dejan arrebatar la Palabra sembrada en ellos y destinada a fructificar en su
corazón y en el de todos los hombres.
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Octubre - 33 -
Pero las amenazas no se reducen a este momento inicial sino que acompañan al creyente a lo largo de toda su
existencia. Cada uno de ellos debe enfrentarse durante toda su vida a "pruebas", amenazas desde el exterior que llevan a
considerar una pérdida el seguimiento de Jesús. Este aparece, en ciertos momentos, como amenaza para la estructura
social existente que, por un sentimiento de autodefensa, puede asumir formas agresivas persiguiendo a los portadores
del mensaje.
Un peligro mayor que impide la producción de los frutos reside en la adopción por parte de los cristianos de un
estilo de vida en contradicción con la propuesta aceptada. La actitud de desconfianza frente a Dios y la primacía de la
búsqueda d e posesión y del placer están presentes en el entorno en que el cristiano debe realizar su existencia.
Este entorno no es totalmente exterior a la existencia del creyente. El contagio de estos valores predominantes en
la sociedad es una posibilidad real que amenaza nuestra existencia, que puede impedir la obtención de la finalidad
propuesta y llenar de frustración nuestra existencia.
Sólo la actitud de "un corazón noble y generoso" junto a una fidelidad constante y sin límites en la duración
puede asegurar la llegada a la meta de la existencia.
Martes 23 de octubre
Remigio
EVANGELIO
Lucas 12, 35-38
35
Tened el delantal puesto y encendidos los candiles; 36 pareceos a los que aguardan a que su señor vuelva
de la boda, para, cuando llegue, abrirle en cuanto llame. 37 ¡Dichosos esos siervos si el señor al llegar los encuentra
despiertos! Os aseguro que él se pondrá el delantal, los hará recostarse y les irá sirviendo uno a uno. 38 Si llega
entrada la noche o incluso de madrugada y los encuentra así, ¡dichosos ellos!
COMENTARIOS
I
EL DOBLE EMBOLO DE LA ANTIGUA GASOLINERA:
CONFIANZA O PREOCUPACION
El desprendimiento no se produce de golpe ni de una vez por todas. De la misma manera, la confianza no se
compra sino que se gana. En la medida en que el cristiano experimenta que dar no es perder, se va vaciando de
preocupaciones materiales y va llenándose de confianza en el presente de Dios (el futuro para Dios no existe, como
tampoco el pasado): «Porque donde tengáis vuestra riqueza, tendréis el corazón» (12,34). Hay quien la tiene en un
banco o una caja, en posesiones o en acciones; hay quien la tiene en Dios, porque la ha depositado en los pobres: no hay
ladrón ni atracador que pueda robar al que «vende sus bienes y lo da en limosna» (12,33). El que vendrá como un
ladrón, en cambio, es el Hombre Jesús... en la persona que menos te esperas y cuando menos lo pienses (12,35-40).
II
La esperanza está en el corazón de la vida cristiana. La vuelta del Señor nos impide aceptar el pensamiento de
que el futuro no será mejor que el presente, o que sólo podrá consistir en "más de lo mismo" como algunos proponen.
Pero esa tensión al futuro puede revestir formas que no son propias de la esperanza cristiana. El miedo ante la
venida del Señor, unido al cálculo que busca precisar el momento final de la historia humana, crea actitudes que pueden
paralizar toda actividad y, de esa forma, impedir la realización de todo aquello que se nos pide en vistas a preparar el
futuro.
La salvación prometida, el futuro que anhelamos, exige una actitud de vigilancia, una esperanza activa que nos
coloque en el camino del servicio. Endosar la vestimenta más apta para el trabajo, cuidar que las lámparas sigan
iluminando, tener el oído atento al toque de la puerta son las únicas actitudes que pueden responder adecuadamente a
las exigencias que el futuro nos plantea.
El futuro instalado en el corazón del presente hace que nos enfrentemos con éste dispuestos a confirmar lo bueno
que en él se encuentra y dispuestos a eliminar lo que este presente tiene de inhumanidad.
Porque el futuro es gracia de Dios, encuentro con Alguien que retorna, pero a la vez es un futuro que debemos
preparar. Y de la respuesta activa de esa preparación depende la felicidad prometida a todo servidor vigilante. Sólo
entonces el Señor que vuelve nos hará sentar a la mesa y se pondrá a servirnos.
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Octubre - 34 -
Miércoles 24 de octubre
San Antonio M. Claret
EVANGELIO
Lucas 12, 39-48
39
Esto ya lo comprendéis, que si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no le deja ría
abrir un boquete en su casa. 40 Estad también vosotros preparados, pues, cuando menos lo penséis, llegará el
Hombre.
41
Pedro le preguntó:
-Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos en general?
42
El Señor prosiguió:
-Conque, ¿dónde está ese administrador fiel y sensato a quien el señor va a encargar de su servidumbre para
que les reparta la ración a su debido tiempo? 43 ¡Dichoso ese siervo si el amo al llegar lo encuentra cumpliendo con su
encargo! 44 Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. 45 Pero si ese siervo se dice: "Mi señor
tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, 46 el día que
menos se lo espera y a la hora que no ha previsto llegará el señor de ese siervo y cortará con él, asignándole la suerte
de los infieles. 47 El siervo ese que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las cosas o no las hace como su señor
desea, recibirá muchos palos; 48 en cambio, el que no conoce, pero hace algo que merece palos, recibirá pocos. Al que
mucho se le ha dado, mucho se le exigirá; al que mucho se le ha confiado, más se le pedirá.
COMENTARIOS
I
BUENOS Y MALOS ADMINISTRADORES
Los administradores de la comunidad, cualquiera que sea su procedencia, deben ponerse al servicio de los
demás y prestar ayuda para que en la comunidad no falte nada (12,42). Jesús declara «dichoso» al «administrador fiel
y sensato» a quien «el Señor -término característico del Resucitado-, cuando llegue, lo encuentre cumpliendo con su
encargo». El que haga esto, como lo hace Jesús, llega al mismo nivel que su Señor (cf v. 37). «Os aseguro que le
confiará la administración de todos sus bienes» (12,44). El primer encargo que le ha confiado ha sido el servicio de la
mesa y de la despensa: la distribución equitativa de los bienes de los pobres; si cumple bien ese primer encargo, le
confiará la administración de los bienes espirituales de la comunidad. Mediante la parábola de los «adminis tradores»
Lucas anticipa y prepara el tema de la administración de los bienes de toda índole de la comunidad creyente que
desarrollará en el libro de los Hechos.
Por el contrario, si el administrador actúa con autoritarismo y con aires de grandeza y de poder, como hacen los
que ejercen autoridad sobre los demás (cf. 22,25-26), «el Señor cortará con él y le asignará la suerte de los infieles»
(12,45-46). Es de notar la dureza del lenguaje de Jesús con el grupo de discípulos procedentes del judaísmo. A la falta
de libertad interna que aún padecen por no haber renunciado a la ideología autoritaria judía, corresponde un lenguaje
propio de esclavos: «El siervo ese que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las cosas o no las hace como su
señor desea, recibirá muchos palos» (12,47), muchos más que los infieles que «desconocen su designio, pero hacen algo
que merece palos» (12,48a). La razón es obvia: «Al que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá; al que mucho se le
ha confiado, más se le pedirá» (12,48b). La responsabilidad va pareja con los dones recibidos.
II
La expectativa ante la venida del Señor, inesperada y repentina, debe crear en nosotros una fuerte conciencia
de responsabilidad en las tareas que se nos han encomendado.
La conciencia de ser administradores y no dueños de lo que se nos ha encomendado debe llevarnos a concebir
nuestra libertad en términos de responsabilidad (Saint Exupery, Tierra de hombres, citado por Gaudium et Spes). Todas
nuestras tareas, por tanto, conciernen a la administración de los bienes que el Señor nos ha confiado. Y según esto, se
manifiesta la autenticidad o inautenticidad de nuestra respuesta a Dios.
El desempeño, conforme al querer divino, de nuestras tareas exige que se haga manifiesta en nuestra actuación
una relación con los demás servidores regida por la justicia. Se nos ha encomendado la distribución de la ración del
trigo y una atención especial sobre los más desvalidos del entorno. La injusticia con ellos significa una falta grave
contra el dueño de la casa y nace de una conciencia de la que se eliminado la ardiente expectativa de la vuelta del Señor.
La falta de responsabilidad es, en el fondo, una falta de fe cuya consecuencia lógica consiste en ser separado del
medio de la comunidad creyente y pasar a formar parte de los incrédulos.
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Octubre - 35 -
De los dones de Dios brotan las exigencias divinas a quienes los han recibido. A mayor don corresponde una
mayor exigencia. Y las gracias y funciones concedidas por Dios a cada miembro de la comunidad eclesial no pueden ser
concebidos como un honor del que ha sido beneficiado con ellos sino un deber a cumplir en favor de los restantes
miembros de la Iglesia.
Jueves 25 de octubre
Crisanto – Olga
EVANGELIO
Lucas 12, 49-53
49
Fuego he venido a lanzar a la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido! 50 Pero tengo que ser sumergido
por las aguas y no veo la hora de que eso se cumpla. 51 ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz
no, sino división. 52 Porque, de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra
tres; 53 se dividirá padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra contra su
nuera y la nuera contra la suegra.
COMENTARIOS
I
La secuencia relativa a la instrucción de los discípulos concluye con una serie de sentencias: «Fuego he venido
a lanzar sobre la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido!» (12,49). El fuego que trae Jesús no es un fuego destructor
ni de juicio (contra la expectación de Juan Bautista, cf. 3,9.16.17), sino el fuego del Espíritu (cf. Hch 2,3), fuerza de
vida que él infunde en la historia y que causa división entre los hombres. La reacción de la sociedad no se hará esperar:
«Pero tengo que ser sumergido por las aguas y no veo la hora de que eso se cumpla» (Lc 12,50). La sociedad
reaccionará dándole muerte («ser sumergido por las aguas»), pero él sabe muy bien que la plena efusión del Espíritu
será fruto de su muerte, llevando a término así su obra (cf. 23,46 y Hch 2,33). «¿Pensáis que he venido a traer paz a la
tierra? Os digo que paz no, sino división. Porque, de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra
dos y dos contra tres; se dividirá padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra
contra su nuera y la nuera contra la suegra» (Lc 12,51-53). Jesús viene a romper la falsa paz del orden establecido (cf.
Miq 7,6). El juicio lo hace la actitud misma que la persona adopte ante el mensaje. Los vínculos que crea la adhesión a
Jesús son más fuertes que los de sangre.
II
El supremo anhelo de Jesús fue llevar a término la misión encomendada a él por el Padre. Por ello presenta su
misión como la de Aquel que vino a traer fuego a la tierra y como la de Aquel que vino a recibir un bautismo. El motivo
fundamental de su venida no puede ser otra que completar la obra comenzada, ya que la naturaleza propia del fuego es
la encender lo que toca y el bautismo, por su propia dinámica, debe llegar a su consumación.
Esta misión de Jesús no puede realizarse en el ocultamiento de conflictos y, por ello, no puede ser adecuadamente
expresada con el término de "paz". La paz prometida y pretendidamente realizada por los detentores del poder
enmascara y oculta las graves tensiones en que una sociedad está inmersa. Llamar paz a tal realidad es continuar la
práctica de los falsos profetas que aplauden lo que a Dios desagrada.
Por ello los seguidores de Jesús deben prepararse para tomar sobre sí los conflictos y aceptar la carga dolorosa de
la división que la misión produce y que ellos deben cargar sobre sus débiles hombros.
Dicha división toca al discípulo en todos los órdenes de su vida. Por eso su misma tranquilidad familiar
desaparece y la aprobación de las personas de los ámbitos más cercanos se convierte en hostilidad.
Llamado a repetir las condenas de Dios respecto al egoísmo humano sabe que el silencio en este punto sería una
traición fundamental a la Palabra divina. Ella lo impulsa a desenmascarar la maldad escondida en acciones y palabras.
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Octubre - 36 -
Viernes 26 de octubre
Darío
EVANGELIO
Lucas 12, 54-59
54
Y añadió para las multitudes:
-Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede.
55
Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. 56 ¡Hipócritas!, si sabéis interpretar el aspecto de la
tierra y del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar el momento presente? 57 y ¿por qué no juzgáis vosotros mismos
lo que se debe hacer? 58 Por ejemplo, cuando vas con tu contrincante a ver al magistrado, haz lo posible por librarte
de él mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te
meta en la cárcel. 59 Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo.
COMENTARIOS
I
ES NECESARIO INTERPRETAR CORRECTAMENTE
LOS SIGNOS DEL TIEMPO PRESENTE
El comienzo de este texto es una invitación al discernimiento: «Cuando veis subir una nube por el poniente,
decís en seguida: 'Chaparrón tenemos', y así sucede. Cuando sopla el viento del sur, decís: 'Hará bochorno', y lo hace.
¡Hipócritas!, si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar el momento
presente?» (12,54b-56). El lenguaje de Jesús no tiene nada de religioso; todos los motivos que emplea son profanos,
sacados de la vida.
Las multitudes esperaban un caudillo poderoso, rodeado de atributos divinos. Esperaban de él señales eficaces,
una intervención masiva por parte de Dios y de su Mesías en la historia del pueblo. Jesús los tilda de hipócritas. La
hipocresía era el fermento o levadura de los dirigentes religiosos (cf. 12,1). Las multitudes oprimidas habían oído decir
que Jesús hacía frente al sistema teocrático de Israel y habían ido en su busca para convertirlo en su líder. Esto les
impedía interpretar correctamente los signos claros y transparentes que les iba dando: el Mesías no ha venido a hacer la
revolución, para que otros se aprovechen de la subversión de la sociedad. El ha invertido, en efecto, la escala de valores
de la sociedad, pero ha condicionado su plena realización al cambio profundo de la mentalidad de cada uno: «Y ¿por
qué no juzgáis vosotros mismos lo que se debe hacer?» (12,57). Es necesario hacer las paces con el contrincante,
eliminando todo lo que te enemista con el hermano. Y no esperar que te lo haga el magistrado, y éste te arrastre ante el
juez, que te entregue al alguacil y te meta en la cárcel. Entonces tendrás que pagar hasta el último céntimo (cf vv.. 5859). No se puede jugar con dos barajas: Dios tiene siempre las cartas boca arriba.
II
Las previsiones sobre diversos ámbitos de la existencia humana ocupan un lugar importante en la vida humana
de nuestros contemporáneos. Ellas se multiplican con mayor o menor fundamento, según los casos. Su utilidad reside en
el hecho de que nos brindan la información necesaria para no convertirnos en seres pasivos conducidos al margen de
nuestro querer por los acontecimientos, y la posibilidad de encuadrar dichos acontecimientos en el marco de nuestros
objetivos y fines.
La preocupación por las múltiples previsiones (sobre el tiempo, las tendencias económicas etc,) no tiene su
correspondencia en el ámbito más importante de la historia humana, es decir, en el ámbito de la relación de las personas
con su Creador. Las señales de la presencia de Dios en Jesús, aunque fácilmente reconocibles, no suscitan ningún
interés.
De este modo, las señales de Dios pasan desapercibidas para hombres y mujeres ocupados en descubrir otras
señales. De ahí la necesidad de retornar sobre lo más importante, de juzgar "nosotros mismos sobre lo que es justo"
(v.57).
Esta vuelta a las preocupaciones esenciales de la existencia se nos presenta hoy cargada de la urgencia en que son
colocadas por el cercano juicio de Dios. Esta cercanía, mayor o menor según los casos, fundamenta la exhortación a un
cambio de vida en la que "lo justo" ocupe el lugar central que debe ocupar en toda vida humana.
En este cambio de vida, se juega la realización personal de cada integrante de la familia humana llamado a
realizar la reconciliación con Dios y con sus hermanos.
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Octubre - 37 -
Sábado 27 de octubre
Gustavo
EVANGELIO
Lucas 13, 1-9
13 1 En aquella ocasión algunos de los presentes le contaron que Pilato había mezclado la sangre de unos
galileos con la de las víctimas que ofrecían. 2 Jesús les contestó:
-¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás, por la suerte que han sufrido? 3 0s digo que
no; y, si no os enmendáis, todos vosotros pereceréis también. 4 Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la
torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? 5 Os digo que no; y, si no os
enmendáis, todos pereceréis también.
6
Y añadió esta parábola:
-Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. 7 Entonces
dijo al viñador:
-Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué,
además, va a esquilmar la tierra?
8
Pero el viñador le contestó;
-Señor, déjala todavía este año; entretanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol; 9 si en adelante diera
fruto..., si no, la cortas.
COMENTARIOS
I
NO HAY ESCAPATORIA PARA NADIE
La maldad de los faris eos se hace patente en la mala fe con que lo informan. Vienen a decirle: 'Tú y tu gente
acabaréis tan mal como aquellos galileos, ya que sois galileos y os comportáis como ellos.' Ellos ya han emitido su
veredicto: son unos pecadores. Jesús, no obstante, jamás condena a ningún zelota o fanático nacionalista, a pesar de
que él morirá como un zelota más: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos
porque acabaron así? Os digo que no; y si no os enmendáis, todos vosotros pere ceréis también» (13,2-3). Ahora es
Jesús quien les advierte severamente: «Vosotros no sois menos pecadores que aquéllos y pereceréis igualmente si no
os enmendáis a fondo.» Todos tenemos necesidad de cambiar de conducta; de no ser así perderemos la oportunidad
de vivir para siempre.
Acto seguido pasa a la carga y los pone en evidencia: «Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la
torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y si no os
enmendáis, pereceréis también todos vosotros» (13,4-5). Informe contra informe. A los que le habían recordado,
como galileo que era y presuntamente zelota, el castigo ejemplar infligido por Pilato a unos nacionalistas galileos,
Jesús les recuerda, como jerosolimitanos que son, la muerte por accidente de unos conciudadanos suyos, accidente
que ellos consideraban en su casuística como un castigo de Dios. No son menos culpables que aquella pobre gente
que ellos han inculpado sin motivo.
PARABOLA DE LA COMUNIDAD ESTERIL
La secuencia concluye con la conocida parábola de la higuera estéril, figura de Israel. Es necesario que nos la
apliquemos nosotros, individualmente y, sobre todo, como comunidad cristiana o iglesia. Una iglesia, una comunidad
que no dé frutos no tiene razón de ser, por mucha hojarasca que ostente. ¿Nuevamente Jerusalén? Pero todo tiene un
límite: «hace tres años... déjala aún este año» (13,7-8), un período completo. Jesús suplica por su pueblo y por cada
comunidad cristiana. Y se compromete con ella: «entre tanto yo la cavaré y le echaré estiércol» (13,8). Siempre espera,
contra toda esperanza: «si en adelante diera fruto... » (13 ,9a). Resuena la buena noticia del ángel Gabriel a María: «y la
que decían que era estéril está ya de seis meses; para Dios no hay nada imposible» (1,36-37). Isabel personificaba el
estamento religioso, causa de esterilidad. «¡Si no, la cortas!» (13,9b).
II
Muchas veces se sigue pensando como lo hacían los contemporáneos de Jesús. Ciertas catástrofes naturales
(desastres del clima y epidemias) o hechos producidos por la violencia humana (guerras y homicidios) se interpretan
como un castigo que han merecido aquellos que las sufren.
Esta consideración nace de una exagerada complacencia sobre las acciones propias y sobre la bondad de nuestros
comportamientos que consideramos agradables a los ojos de Dios e imposibles, por su supuesta bondad, de ser
mejorados.
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Octubre - 38 -
Jesús nos invita a trascender esta interpretación demasiado simple, a la par que errónea, y ver en cada
acontecimiento que afecta a la historia humana una oportunidad de conversión. Cada uno de esos hechos tiene como
función poner en cuestión nuestras acciones y comportamientos situándolos delante de Dios. Ellos nos colocan ante la
necesidad de un cambio de vida.
Cada día nuevo que se nos concede, cada mes y cada año son oportunidades para poder dar el fruto, no producido
hasta el momento presente. "Cavar alrededor" y "echar abono" son las tareas urgentes que se deben emprender para
subsanar nuestra esterilidad que muchas veces sólo "agota la tierra" negándose a trasformarla en los frutos queridos por
Dios.
La mayor equivocación sería considerar esos momentos concedidos como sin límites. Ellos han sido
determinados por el querer divino y esta determinación nos incita a enfrentar con la seriedad necesaria cada uno de
dichos instantes.
Aprovechar el tiempo concedido como una oportunidad de salvación ofrece la posibilidad de hacer real nuestro
compromiso con un Dios que cuida y hace crecer la vida para sus hijos.
Domingo 28 de octubre
Simón – Judas Tadeo
TRIGÉSIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura: Eclesiástico 35, 12-14. 16-18
Salmo responsorial: 33, 2-3. 7-18. 19 y 23
Segunda lectura: 2ª Timoteo 4, 6-8. 16-18
EVANGELIO
Lucas 18, 9-14
9
Refiriéndose a algunos que estaban plenamente convencidos de estar a bien con Dios y despreciaban a los
demás, añadió esta parábola:
10
-Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo, el otro recaudador. 11 E1 fariseo se plantó y se
puso a orar para sus adentros: «Dios mío, te doy gracias de no ser como los demás: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese recaudador. 12 Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que gano». 13 E1 recaudador, en
cambio, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; se daba golpes de pecho diciendo:
«¡Dios mío, ten piedad de este pecador!»
14
Os digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no. Porque a todo el que se encumbra, lo abajarán, y
al que se abaja, lo encumbrarán.
COMENTARIOS
I
LOS AMIGOS DE DIOS
¿Quiénes son los amigos de Dios? ¿Los buenos? ¿Los que cumplen las leyes y las normas? ¿Los piadosos?
Puede que sí; pero con algunas condiciones: que sientan necesidad de esa amistad, que la acepten como un regalo,
que no desprecien a quienes no son como ellos, que no se crean los únicos amigos de Dios.
PARABOLA CON DEDICATORIA
Al introducir esta parábola, Lucas quiere dejar claro que va dirigida a desenmascarar a los fariseos, y por
una razón muy precisa: «Refiriéndose a algunos que estaban plenamente convencidos de estar a bien con Dios y
despreciaban a los demás, añadió... » Si a alguno le extraña que Jesús discuta tanto con los fariseos, en esta
dedicatoria encontrará algunas de las principales razones de esta permanente polémica. Pero, además, la insistencia
de los evangelistas en algún tema significa que, en las comunidades a las que se dirigen, tal cuestión es importante.
Lo que significa que o en el mismo grupo de los discípulos de Jesús, o en las comunidades para las que los
evangelistas escriben, la influencia de las doctrinas y las actitudes de los fariseos era un peligro que acechaba de
cerca.
Y no olvidemos que el evangelio tiene un valor permanente; en donde se den circunstancias semejantes,
sigue siendo válida hoy la dedicatoria de esta parábola. En cualquier caso, debe quedar claro que Jesús no ataca a las
personas individualmente consideradas; son las actitudes fariseas lo que el evangelio combate.
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Octubre - 39 -
LOS FARISEOS
Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo el otro recaudador. El fariseo se plantó y se puso a
orar para sus adentros: «Dios mío, te doy gracias de no ser como los demás: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco
como ese recaudador. Ayuno dos veces por semana y pago diezmo de todo lo que gano».
La parábola destaca tres características de los fariseos.
La primera es su autosuficiencia: «estaban plenamente convencidos de estar a bien con Dios». Se consideran
«los buenos». Se sienten seguros, «plenamente convencidos», y se atribuyen a sí mismos el mérito de su santidad,
que consideran fruto de su propio esfuerzo. Ellos -no los demás, ni siquiera Dios- son el centro del cosmos. Los
demás deben compararse con ellos para saber si están haciendo las cosas como Dios quiere: «Dios mío, te doy
gracias de no ser como los demás... »Ni siquiera la ley es el punto central de referencia del fariseo: él va más allá,
paga todos sus impuestos al templo y ayuna con más frecuencia de lo que está mandado -en la Biblia sólo se manda
ayudar el día de la expiación (Nm 29,7; véase Hch 27,9) y en alguna época probablemente otros cuatro días más
(Zac 7,3-5; 8,19)-: «Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que gano».
La segunda característica es consecuencia de la primera: «...y despreciaban a los demás». Lógico. Si ellos
con su propio esfuerzo han logrado llegar a perfección tan alta, los demás, que siguen hundidos en el fango del
pecado, son totalmente culpables de su situación y, por tanto, despreciables. Quizá ésta es una de las características
de los fariseos que menos casan con el mensaje de Jesús. El propone a los hombres que se quieran, que amen incluso
a sus enemigos (Lc 6,27-38), y los fariseos excluyen de su amor no ya a sus enemigos, sino a todos los que no son,
no piensan o no actúan como ellos. Y según ellos, todos éstos deben quedar también excluidos del amor de Dios.
La tercera característica es reducir la relación con Dios a un intercambio mercantil. Más que dar gracias a
Dios, el fariseo le pasa factura. Si él, por sus propios méritos, ha llegado a ser tan bueno, Dios no tiene más remedio
que pagarle por su esfuerzo. Quiere convertir a Dios en su deudor.
LOS AMIGOS DE DIOS
El recaudador, en cambio, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; se daba golpes
de pecho diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de este pecador!»
El cobrador de impuestos reconoce su limitación, su pecado. Sólo se atreve a pedir perdón. Su confianza
está en Dios, sólo en Dios. No intenta disimular sus errores comparándose con otros más pecadores que él (que sin
duda los había). Se limita a invocar la misericordia de Dios, a rogarle que le dé gratis su amor: « ¡Dios mío, ten
piedad de este pecador! » No se atreve a prometerle nada, ni siquiera que se va a enmendar; pero en su actitud se
refleja el deseo de cambiar de vida y la necesidad que tiene de que Dios le ayude a realizar este cambio.
Os digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no. Porque a todo el que se encumbra, lo abajarán, y
al que se abaja, lo encumbrarán.
La conclusión de la parábola sorprendería a cualquier observador imparcial: al recaudador, que en realidad se
quedaba con lo que no era suyo, Dios lo acepta como amigo; el fariseo, que se pasaba en el cumplimiento de la ley, no
consigue la amistad con Dios. Y es que Dios ve el corazón. Y el fariseo lo tenía de piedra, como las tablas de su ley. El
había excluido el amor de sus relaciones con Dios, con quien negocia, y de sus relaciones con los demás, a quienes
desprecia. El cobrador de impuestos era consciente de su falta de amor. Pero siente la falta. Por eso Dios lo rehabilita, le
concede su amistad y lo capacita para amar. Y es que sólo el ansia de amar (que incluye el reconocimiento de que no se
ama lo suficiente), nos puede poner a bien con Dios. Porque el deseo de amar es deseo de Dios.
II
LA ORACION DEL RECAUDADOR
SE CORRESPONDE CON LA DE JESUS
Esta escena de Lucas contrapone la oración arrogante del fariseo a la sencilla y confiada del recaudador de
impuestos. Jesús se dirige a los discípulos, algunos de los cuales comparten la mentalidad farisaica (cf. 16,15). El
fariseo, satisfecho de su condición de hombre pretendidamente «justo», no pide nada a Dios. Su acción de gracias está
vacía de contenido, es un monólogo de autocomplacencia. Es Dios quien le tendría que estar agradecido por su fidelidad
de hombre observante. Forma una casta aparte (18,11: «no soy como los demás hombres») y juzga severamente el comportamiento del recaudador. Cumple con sus obligaciones religiosas (18,12), sin ninguna clase de compromiso con el
prójimo. Su figura contrasta con la figura del recaudador: la oración de éste es una petición, reconociendo su condición
de pecador (18,13). Su petición confiada obtendrá la misericordia de Dios, mientras que la acción de gracias arrogante
del fariseo, que cree que se lo merece todo por sus obras, será rechazada (18,14). Lucas contrasta la figura del creyente
seguro de sí mismo con la del marginado religiosamente hablando que confía en el amor/misericordia de Dios. En
medio hay un amplio abanico de opciones. ¿Hacia qué polo nos orientamos?
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Octubre - 40 -
III
Un fariseo y un recaudador son los protagonistas de esta parábola dirigida a “algunos que, pensando estar a
bien con Dios, se sentían seguros de sí, y despreciaban a los demás”, esto es, a los fariseos. La parábola comienza
diciendo que “dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, recaudador o publicano”.
Un fariseo. La palabra "fariseo" deriva, según la opinión más común, del verbo arameo parash, "separar" y significa
"separado" o "separatista". Según esta opinión, los fariseos eran gente que se separaba de la masa del pueblo judío y se
distinguía de la gente común por su observación meticulosa de la Ley, llevada hasta los extremos más ridículos.
Pero esta hipótesis no es del todo exacta, pues los fariseos no huían de suyo de la gente, sino todo lo contrario: su meta era
hacer asequible y atractiva la práctica de la Torá o Ley de Moisés al mayor número posible de gente. Para conseguir este
objetivo habían creado una larga y complicada casuística en torno a la Ley de Moisés con la finalidad de eximir al pueblo de las
duras exigencias de ésta, facilitando de este modo su cumplimiento. El procedimiento, llevado a la exageración, había
convertido la observancia de la Ley en una "carga insoportable" para el pueblo.
Para quienes acepten esta hipótesis, "fariseo" se deriva de perushí, “persianizante”, por la gran afinidad entre las
doctrinas fariseas sobre el más allá y la religión persa.
Jesús atacó duramente a los fariseos, porque su enorme influencia sobre la conciencia del pueblo sencillo constituía
el obstáculo más serio para la implantación del evangelio, cuya finalidad era liberar al pueblo de la opresión de la Ley,
reduciendo todos sus innumerables mandatos a dos: amor a Dios y al prójimo, o mejor todavía, a uno sólo: amar como Jesús
nos amó.
Un recaudador. Llamado comúnmente "publicano" (en griego: telônês, derivado de telos: impuesto). Con esta palabra
no se alude en los evangelios al jefe de aduanas, sino a un pequeño subalterno judío, cobrador de impuestos. Los
publicanos o recaudadores eran despreciados y tenidos por pecadores públicos por su colaboracionismo con el poder
romano ocupante y por sus frecuentes abusos en el cobro de impuestos. De ahí que cualquier judío observante se
mantuviera alejado de ellos. Jesús, sin embargo, no se atuvo a esa práctica: uno de sus discípulos, Mateo, era
recaudador; por lo demás, prostitutas y recaudadores formaban parte de su compañía.
El faris eo oraba de pie como era costumbre hacerlo en la época, no por soberbia. Era sincero al confesar no ser
ladrón, ni injusto, ni adúltero. Cumplía la Ley más de lo que la Ley misma prescribía: ayunaba dos veces por semana,
aunque sólo era obligatorio ayunar el día de la expiación o Yom Kippur; pagaba el diezmo de todo lo que ganaba,
estando mandado pagar solamente el diezmo de los frutos principales. A decir verdad, el fariseo era un judío piadoso.
El recaudador, por el contrario, no tenía nada de qué enorgullecerse, al parecer. Reconocía su propia indigencia
delante de Dios, ante quien no cabe otra postura.
Paradójicamente, en la parábola, queda mal el piadoso y bien el recaudador. Y es que Dios condena la altanería
de quienes, por sus buenas obras, miran a los demás por encima del hombro. El engreimiento molesta a Dios y daña la
convivencia humana. Dios se fija en aquellos en los que nadie se fija y oye a quienes se dirigen a él con el corazón
abierto, libre de orgullo y palabrerías vanas. El Dios de Jesús está con quienes saben situarse ante Dios, no despreciando
a los demás.
Que el Dios de Jesús toma siempre partido por quienes nadie toma partido, queda claro por la lectura del
Eclesiástico (Eclo 35,12-14.16-18): “El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre,
escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas
consiguen su favor y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no
descansan; no ceja hasta que Dios le atiende y el juez justo le hace justicia”. Dios oye la oración del pobre, del
oprimido, del huérfano y de la viuda, como oyó la suplica del recaudador.
Igualmente oyó la súplica de Pablo, cuando fue abandonado de todos. De esto era consciente el apóstol cuando,
estando cercana su muerte, escribió a Timoteo: “La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me
asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que
lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me
llevará a su reino del cielo” (2 Tim 4,16-18).
Lunes 29 de octubre
Narciso
EVANGELIO
Lucas 13, 10-17
10
Estaba enseñando un sábado en una de las sinagogas. "Había allí una mujer que llevaba dieciocho años
enferma por causa de un espíritu y andaba encorvada, sin poderse enderezar del todo. 12 Al verla, Jesús la llamó y le
dijo:
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Octubre - 41 -
-Mujer, quedas libre de tu enfermedad. 13 Y le aplicó las manos. En el acto se puso derecha y empezó a
alabar a Dios.
14
Intervino el jefe de sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, y le dijo a la gente:
-Hay seis días de trabajo: venid esos días a que os curen, y no el día de precepto.
15
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo:
-¡Hipócritas! Cualquiera de vosotros ¿no desata del pesebre al buey o al burro el día de precepto y lo lleva
a abrevar? 16 Y a ésta, que es hija de Abrahán y que Satanás ató hace ya d ieciocho años, ¿no había que soltarla de
su cadena en día de precepto?
17
Según iba diciendo esto se abochornaban sus adversa rios, mientras toda la gente se alegraba de tantas
magníficas cosas como hacía.
COMENTARIOS
I
JESUS ENDEREZA AL HOMBRE: LA MUJER ENCORVADA
Hasta ahora Jesús hablaba a los discípulos y a las multitudes que acudían a él; ahora busca el lugar donde la
gente se congrega, la sinagoga. El día de reunión, el sábado, connotaba a la vez el precepto del reposo, con la
prohibición absoluta de cualquier clase de trabajo. La intención de Jesús no era de provocar a nadie, sino de enseñar:
«Y mirad, una mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un espíritu y andaba encorvada, sin poderse
enderezar del todo» (13,11). ¿Qué hace en la sinagoga una mujer encorvada? ¿Por qué 'hacía dieciocho años'? Los
rasgos con que es presentada sirven para una descripción del público sinagogal personificado por está 'mujer', puesta
de relieve por la expresión «mirad». (Notad, en efecto, cómo el responsable de la sinagoga se dirigirá más adelante a
«la multitud» invitándola, en plural, a 'hacerse curar' los días laborables.) El «espíritu de debilidad» (lit.) que le ha
causado ese estado de postración es la enseñanza sinagogal sobre el precepto sabático. Jesús la libera con su
enseñanza, «una nueva manera de enseñar, con autoridad» (cf. Mc 1,27; Lc 4,32): «Mujer, quedas libre de tu
enfermedad» (13,12). Al aplicarle las manos, Jesús inaugura la teología de la liberación integral del hombre,
remodelando la criatura y enderezando otra vez al rey de la creación.
La acumulación de preceptos, fruto de la casuística que emanaba de la Ley mosaica, representada aquí por el
«precepto sabático», había reducido el espacio de libertad y pesaba como una losa sobre las espaldas de la gente,
incapacitando al hombre para andar con la cabeza erguida. La cifra «dieciocho años», que se repite más adelante en
boca de Jesús: «que Satanás ató hace ya dieciocho años» (13,16b), está íntimamente relacionada con el «sábado» (=
día séptimo). Así lo evidencia la interpretación que formula «el jefe de sinagoga» a «la gente», «indignado porque
Jesús había curado en sábado»: «Hay seis días en que se debe trabajar: venid, pues, esos días a que os curen, y no el
sábado» (13,14b). Dieciocho es múltiplo de seis, y el número seis, los 'seis días laborables', recuerda los días de la
creación y, en concreto, el sexto, el de la creación del hombre. Dios descansó el 'sábado'; también el hombre lo tiene
que observar, argumentaban los representantes de la Ley. Desde el momento en que el Código sacerdotal (Gn 1,2631) fijó «el día sexto» como el día de la creación del hombre, éste queda 'encorvado', 'sin poderse enderezar del todo',
bajo el peso de la Ley del precepto sabático, día en que, según dicho Código (2,1-3), Dios 'reposó'.
EL HOMBRE ERGUIDO
La sumisión religiosa, representada por la mujer encorvada, era el principal impedimento con que tropezaba
Jesús en el momento de enseñar. Era necesario primero liberar al hombre de toda imposición, sobre todo cuando ésta
le ha sido formulada como de derecho divino (el «se debe» con que calificaba el 'trabajar en días laborables' el jefe
de sinagoga era expresión, según el Código sacerdotal, del designio de Dios). Jesús califica de «hipócritas» a los
responsables religiosos. Cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al asno y lo lleva a abrevar aunque
sea en sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no había que desatarla
de esta atadura el día del precepto sabático?» (13,15-16). El hombre no ha levantado cabeza desde el día de su
creación, o mejor dicho, desde el día en que «Satanás», el adversario por antonomasia del plan de Dios, impuso bajo
pena de pecado mortal la institución del 'sábado'. La historia lamentablemente se repite. (¿Hay mucha diferencia
entre precepto dominical o 'sabático'?) Es más fácil hacer y deshacer con gente aborregada, que actúa por miedo al
castigo, que con gente libre.
Jesús 'desata' a esta 'hija de Abrahán' (cf. 8,42.48.49) de las «ataduras» religiosas (como si se tratase de un
animal) que le impedían disfrutar de la plena condición humana, devolviendo su dignidad al hombre, por encima del
resto de la creación ('el buey o el asno'), a fin de que éste pueda escuchar con la cabeza bien alta la enseñanza sobre
el reino que le impartirá de inmediato.
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Octubre - 42 -
II
Jesús es la expresión adecuada de la misericordia Dios. Tal es la imagen que debemos descubrir en esta
controversia. El enfrentamiento de Jesús con el jefe de la sinagoga tiene su origen en la diversa interpretación que se
tiene de la ley del reposo sabático y de toda la legislación.
El jefe de la sinagoga apela al precepto, Jesús a su motivación; aquél a la letra de la ley; Jesús a su sentido. Donde
el adversario ve una prescripción, Jesús sabe descubrir el acto divino de la liberación de Egipto.
Y de esa confrontación brotan dos actitudes ante la mujer a la que "Satanás tenía atada": la dilación exigida por el
jefe de sinagoga y la actuación liberadora de Jesús.
La opción por Jesús nos debe llevar, como a la gente mencionada en el v. 17, a la felicidad que brota de la
contemplación gozosa de tantas maravillas, a la alabanza, como llevó a la mujer curada. Sin embargo, esto no basta; él
exige de sus seguidores el mismo corazón compasivo, su compromiso con la causa liberadora de su Padre respecto a
todos los oprimidos y marginados.
Superar la marginación y la opresión que existe a nuestro alrededor es hacer de nuevo presente al Dios liberador
del Exodo, al Jesús que libera del poder de Satanás. Los años de "ataduras" no justifican la dilación en la respuesta,
antes bien, la aceleran.
Todos están llamados a experimentar la compasión de Dios; y la forma de hacer esa experiencia depende de
nuestra actuación y nuestras actitudes.
Martes 30 de octubre
Alonso Rodriguez
EVANGELIO
Lucas 13, 18-21
18
Continuó:
-¿A qué se parece el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé? 19 Se parece al grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros anidaron en sus ramas.
20
E insistió:
-¿Con que compararé el reino de Dios? 21 Se parece a la levadura que metió una mujer en medio quintal de
harina, y todo acabó por fermentar.
COMENTARIOS
I
EL REINO DE DIOS ENTRE LA CASA Y EL HUERTO
Contradiciendo los aires de grandeza de la enseñanza sinagogal (léase la parábola de Ezequiel 17: «Cogeré
una guía del cogollo del cedro alto y encumbrado. Lo plantaré en el monte encumbrado de Israel, se pondrá frondoso,
echará frutos y llegará a ser un cedro magnífico. Anidarán en él toda clase de pájaros...»), Jesús, después de referirse
indirectamente a este pasaje («¿A qué se parece el reino de Dios?»), compara el reino de Dios con «un grano de
mostaza que un hombre sembró en su huerto: creció, se hizo un árbol y los pájaros anidaron en sus ramas» (Lc
13,19). En lugar de continuidad («el cedro» era figura de Israel; «la guía del cogollo» la habían arrancado los
babilonios, deportando una parte del pueblo; el profeta hablaba de la restauración de Israel), propone algo
completamente nuevo, «un grano de mostaza», e insignificante. Quienquiera que aspire a ver el reino de Dios / la
Iglesia encumbrado y ufano, que se impone por la fuerza de sus instituciones, el hechizo de las estadísticas, la
eficacia de sus miembros, se ha equivocado de época: vive todavía en el Antiguo Testamento. Jesús habla otro
lenguaje: «un árbol más grande que todas las hortalizas» (cf. Mc 4,32). Recordad que toda la enseñanza de Jesús
sobre el reino de Dios se condensa en dos parábolas: la primera, en que se relativizan las esperanzas mesiánicas de
Israel como centro de las naciones, redimensionándolo todo dentro del pequeño espacio del «huerto», las relaciones
humanas cotidianas, y la segunda, que veremos en seguida, en la que se explica cuál debe ser la forma de inserción
en la sociedad civil.
La parábola que tiene como protagonista a un «hombre» va seguida de la que tiene como protagonista a una
«mujer»: la pareja humana es la base de la nueva comunidad. Al «huerto» corresponde ahora la «casa»: «¿Con qué
compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer metió en medio quintal de harina; todo acabó por
fermentar» (13,20-21). «Medio quintal de harina» representa toda la masa. Esta «levadura» (= doctrina) se opone a la
de los fariseos (= la hipocresía: cf 12,1). El reino de Dios ha de incidir profundamente en la sociedad, pero no a base
de la fuerza, el poder, la eficacia, el número, sino como «la levadura», desde dentro, desde una posición escondida,
apenas visible, pero con gran capacidad de penetración y de vivificación de las estructuras sociales. Es la fuerza del
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Octubre - 43 -
Espíritu, que se despliega ahora a través de los miembros de la comunidad, la que transforma orgánicamente las
relaciones humanas. No se nota tanto por su presencia masiva e imponente como por su vitalidad y fuerza de cambio.
Estas dos parábolas nos invitan a invertir las notas mediante las cuales la iglesia debe hacerse 'notar' entre
los hombres. No es el campanario más alto ni el conjunto arquitectónico más maravilloso, no es la capacidad de
convocatoria ni la presencia masiva en los medios de comunicación; no son las notas externas que causan
admiración: es la presencia diaria que da sentido a la vida, la capacidad de transformación, la penetración capilar en
las estructuras humanas, la fuerza del Espíritu capaz de hacer fermentar toda la comunidad, como la levadura, para
que ésta alcance los niveles de servicio y de compromiso que requieren las ineludibles necesidades de los más
marginados. El núcleo central de la enseñanza de Jesús queda formulado, así, con los rasgos más sencillos y menos
altisonantes. Como todo aquello que es importante, según la nueva escala de valores del Evangelio.
II
Si contemplamos la realidad de forma crítica, la visión sobre la suerte del mensaje de Jesús acerca del Reino a
lo largo de la historia puede llevarnos al desaliento. Y esto no solamente cuando dirigimos nuestra vista hacia quienes
parecen dominar el mundo. Aún en la vida de los seguidores de Jesús podemos ver en acción poderosas fuerzas que se
oponen a su concreción y que dirigen muchas veces su actuación.
Frente a este desaliento que puede invadirnos en muchos momentos de nuestra vida, las dos parábolas de
crecimiento nos llaman a perseverar en la búsqueda de identificación con una causa que en el comienzo se presenta
pequeña y débil, y que, por ello, puede ser comparada con una semilla y con una minúscula porción de levadura. La
semilla se hace árbol, la levadura fermenta toda la masa en la que ha sido colocada.
Esa fuerza deriva de la propia naturaleza de la semilla y de la levadura, y en la causa del Reino, de la actuación de
Dios. Todo señorío humano que ponga obstáculos a ese crecimiento desaparecerá, toda fuerza adversa será destruída en
su expansión,
Sólo en el Reino todos los pueblos de la tierra pueden encontrar abrigo y refugio, porque sólo el árbol de Dios
puede ofrecer lugar para "nido" de todos los hombres. A nosotros corresponde hacer crecer el Reino con nuestra palabra
y nuestro testimonio.
Miércoles 31 de octubre
Quintín
EVANGELIO
Lucas 13, 22-30
22
Camino de la ciudad de Jerusalén enseñaba en los pueblos y aldeas que iba atravesando.
23
Uno le
preguntó:
-Señor, ¿son pocos los que se salvan?
Jesús les dio esta respuesta:
24
-Forcejead para abriros paso por la puerta estrecha, porque os digo que muchos van a intentar entrar y
no podrán. 25 Una vez que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, por mucho que llaméis a la puerta desde
fuera diciendo: "Señor, ábrenos", él os replicará: "No sé quiénes sois". 26 Entonces os pondréis a decirle: "Si hemos
comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas"; 27 pero él os responderá: "No sé quiénes sois; ¡lejos
de mí todos los que practicáis la injusticia! " 28 Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a
Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. 29 Y también de oriente
y occidente, del norte y del sur, habrá quienes vengan a sentarse en el banquete del reino de Dios.
30
Y así hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.
COMENTARIOS
I
UNOS CONVIDADOS INESPERADOS EN EL BANQUETE DEL REINO
El pasaje está introducido por una interpelación: «¿Señor, son pocos los que se salvan?» (13,23). ¿'Se
salvará' sólo el resto de Israel? ¿Hará causa común Jesús con los que se han distanciado de las instituciones judías y
se han refugiado en el desierto (un ejemplo conocido: la comunidad de Qumrán), a la espera de una intervención
espectacular de Dios a favor de este resto de escogidos? Según la respuesta de Jesús, no hay israelitas privilegiados,
ni siquiera el resto de Israel, que se ha constituido como núcleo del pueblo salvado por Dios: «Forcejead para abriros
paso por la puerta estrecha, porque os digo que van a intentar entrar y no podrán» (13,24). Estos 'mu chos' se
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Octubre - 44 -
corresponden, ciertamente, con los 'pocos' de la pregunta, pero el alcance de la respuesta es totalmente otro. La
'puerta estrecha' es la entrada en la comunidad que Jesús propugna. No entrará en ella ninguno de los que «practican
la injusticia» (13,27), por mucho que hayan convivido con él y hayan escuchado su enseñanza. Se han acabado las
prerrogativas nacionales, incluso las del pueblo de Dios («No sé quiénes sois, ni de dónde sois»: 13,25.27).
Solamente entrarán los que hayan seguido su enseñanza, pertenezcan a Israel («cuando veáis a Abrahán, a Isaac, a
Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios»: 13,28) o no («Y también de oriente y occidente, del norte y del sur,
habrá quienes vendrán a sentarse en el banquete del reino de Dios»: 13,29). También nosotros, si no cambiamos de
mentalidad y 'practicamos la justicia', nos podríamos encontrar 'fuera'.
II
Frente al futuro salvífico de Dios nos preguntamos sobre la cantidad de salvados. Se acude en búsqueda de la
respuesta a esta pregunta a revelaciones y a visiones de los santos. Sin embargo esta pregunta es irrelevante, lo único
que interesa a cada uno es si él ha de integrar el grupo de los salvados.
Las palabras sobre este tema que pronuncia Jesús nos colocan en el camino del esfuerzo propio. Sólo esta
disposición ofrece la capacidad de ingreso a la realidad salvífica. A ella sólo se puede acceder por la puerta estrecha.
Este tipo de ingreso sólo tiene lugar en el compromiso con los auténticos intereses de Dios y de su Reino.
Participar en el grupo de Jesús, en su familia, no da garantías de estar en comunión con él.
Esta comunión brota de un decidido comb ate contra el mal, de haber aceptado la misma tarea de Abrahán, Isaac,
Jacob y los profetas. Y brota también de la aceptación de Jesús en la propia vida. Otras formas de acceder al Reino son
ilusorias, nos dejan irremediablemente fuera.
Lo acontecido con los judíos incrédulos en la historia salvífica se presenta también como la trágica posibilidad de
cada persona y de cada grupo cristiano. La proclamada pertenencia a los seguidores de Jesús puede esconder una
distancia insuperable que nos coloca a la intemperie y que no nos permite ingresar al festín mesiánico.
Por consiguiente, se exige adecuar nuestra práctica a lo que en palabras proclamamos y de esta forma, aunque
venidos de lejos, participaremos de la salvación ofrecida por Jesús.
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