Clarín Espectáculos 6 16/3/1998 SON VARIOS LOS ESPECTACULOS TEATRALES QUE RECUPERAN LOS TEMAS O LA ESTETICA DEL RADIOTEATRO La escena de los 90 escucha la radio de los 50 Boquitas Pintadas y Glorias Porteñas, Kapelusz y La Moribunda, Tango Varsoviano y Radioteatro para Ver recrean sobre el escenario un género que hizo furor en la primera mitad del siglo. -------------------------------------------------------------------------------IVANA COSTA Viernes a las 21 en la Biblioteca Nacional. Función a sala llena. Una penumbra dibuja el contorno del relator, que anuncia el comienzo de otra emisión del Radioteatro para ver. Veteranos actores: Fernando Siro, Guido Gorgatti, Nelly Prince, Gloria Montes, José María Gutiérrez o Paulino Andrada se ponen al frente de los micrófonos de la flamante LX1 La Biblio para representar piezas como Jettatore, El debut de la piba, El organito o El vasco de Olavarría. El último de los especialistas en efectos de sonido caseros, Ernesto Catalán, inventa pájaros cantores, trenes que se acercan, pasos que se van para siempre y océanos infinitos. Los noticieros de época recuerdan la muerte de la Jefa espiritual de la Nación o la ocupación soviética a Checoslovaquia. Y llega la tanda: -Qué buen mozo está Eliseche! -Se afeita con Lanoleche! Hay que esperar a que se hagan las 22.15, emprender la salida y volver a mirar el tránsito de Las Heras o la estructura de hormigón de la Biblioteca para constatar que los años 50, efectivamente, son historia, y que acabamos de asistir a un radioteatro modelo 98. El ciclo que comenzó en febrero (organizado por el Instituto Nacional de Teatro con colaboración del Teatro Nacional Cervantes), rescata el encanto y la emoción de un género que sigue moviendo discretas pero significativas multitudes. Diez días atrás, cuando se anunció El conventillo de la paloma, de Alberto Vaccarezza, la presión de los espectadores que habían quedado afuera del auditorio Jorge Luis Borges obligó a realizar dos funciones. “Hay una onda bárbara con el revival”, se entusiasma Fernando Siro, que el viernes personificó a Don Cándido en una adaptación de Los mirasoles, de Julio Sánchez Gardel. Sorprendido por el grupo de espectadores que ahora lo espera en la explanada de la Biblioteca para saludarlo, recuerda: “En nuestros tiempos, a los jóvenes actores de radioteatro las chicas nos perseguían como hacen ahora con los galanes de televisión. Había un fanatismo impresionante”. Sin embargo, esta reconstrucción casi arqueológica del radioteatro no es la única expresión que rescata, hoy en día, al micrófono como instrumento privilegiado para difundir historias y para transmitir valores sociales. Varias piezas teatrales de la actual temporada, de géneros y estilos tan diversos como Boquitas pintadas, Kapelusz, Tango varsoviano, Glorias porteñas o La moribunda, se nutren de la estética de la radiofonía de los 40 para homenajear su exquisita predilección por la intimidad, para reírse de sus pacaterías, o parodiar su solemne etiqueta. ¿Cómo no se va a nutrir de radio el teatro -dice Miguel Angel Solá, que le puso guiños radiales al original Diario de Adán y Eva de Mark Twain-, si la radio es un auténtico teatro de la mente? Así, como teatro de la mente, contándole a los presentes su desopilante anhelo teatral, evoca a la radio sin nombrarla Rafael Solano, el adorable maestro de ceremonias del espectáculo Glorias porteñas. En algunos casos, como en el de Boquitas pintadas, la apelación a la estética de la radio de antaño forma parte del contenido de la novela original de Manuel Puig. Pero Renata Schussheim y Oscar Aráiz, recreadores del universo provinciano que imaginó Puig, admiten que la búsqueda de voces para la banda sonora de la obra (el locutor engolado, la actriz de radioteatro, levemente apática) fue una de las etapas más divertidas del proyecto. Schussheim también reconoce la central influencia de los recuerdos personales en el resultado final de Boquitas.... “Mi primer recuerdo de la radio es Tarzanito (el radioteatro infantil que interpretaban César Llanos, Mabel Landó y el pequeño Oscar Rovito): la sillita de madera alta para comer, los surcos de puré en el plato y, junto con el olor del lomito, el de la selva que salía de esa caja oscura y misteriosa. En Boquitas pintadas quisimos recuperar esos perfumes. Esa hora coincidente: mate y radio, cena y radio, que tanto nos marcaron.” Alberto Muñoz, otro testigo de aquella radio de los 50, cuando Carlos Carella era micrófono mediante- un Batman telúrico, y cuando debutaban Leonardo Favio y Alfredo Alcón, de 23 abriles, como el “nuevo joven galán de la compañía de Julia de Alba en Radio El Mundo”, mezcló en Kapelusz sus propios días de radio con la sátira al protocolo escolar. “El oído de la infancia -calcula Muñoz- registra distintos lugares para la radio. Uno es el sonido navegable, desde lejos, de la radio de los domingos, con el fútbol. Pero el radioteatro exigía el oído al lado del receptor: esa radio se escuchaba de perfil”. El éxito de aquella “radio de perfil”, inaugurada en los 30 por Chispazos de tradición, provocaba entonces grandes cambios en los hábitos de consumo. “Las tiendas Harrods cuenta el informadísimo volumen Días de radio, de Carlos Ulanovsky- se vieron obligadas a poner altoparlantes a la hora del radioteatro para no perder clientes. La compañía telefónica registraba mermas de llamados a esa hora, y los empresarios cinematográficos llegaron a solicitar el cambio de horario de Chispazos... para que no se viera perjudicada la asistencia a las salas. Pero la firma auspiciante -cigarrillos Condalse opuso tenazmente a la medida”. El (Oscar Casco): ¿Por qué? Ella (Hilda Bernard): Porque no. El: Espere, quiero verla, no puede negarme el derecho a verla. Bastará el encendedor... Ella: -No, por favor! Usted me conoce. El: ¿Tiene miedo? -Está temblando! (Baja la voz y profundiza la gravedad de la expresión) ¿Quién es usted? La melodía de violines pone suspenso a la historia escrita por Alberto Migré. El relator, Julio César Barton, recuerda a los oyentes que están escuchando el Teatro Palmolive del aire. Y entre pecho y espalda... pastillas Valda. También Alberto Félix Alberto homenajea a aquella “radio de perfil”: “En Tango varsoviano, la protagonista plancha mientras escucha a Azucena Maizani cantando Pero yo sé. Las estrofas de ese tango despiertan en ella la sospecha de la traición, y varias veces golpea el aparato, un recurso que antes servía para mejorar la sintonía. Introduje esa escena como leit motiv porque es una imagen muy fuerte: recuerdo tías y abuelas planchando y escuchando radio”. “Mi mamá también era adicta a la radionovela -cuenta Alejandro Urdapilleta-, pero en el caso de La moribunda la inclusión de la radio no tiene nada de homenaje: las protagonistas viven en medio de la podredumbre y ese aparato sirve para conectarlas con el exterior, que ellas perciben como una guerra. Es una radio pero bien podría ser una rasuradora eléctrica.” Los protagonistas del radioteatro original ven con buenos ojos la fértil corriente de afinidades entre fórmulas de antes y teatro de ahora. Celia Juárez reclama paciencia: “Hay que darle tiempo para que este género prenda en la gente”. Osvaldo Miranda espera que las nuevas generaciones se empapen de la experiencia de los maestros: “Los que alguna vez hicimos radioteatro mandábamos de paseo a cualquiera con una sola mirada. Miradas que no se ven. Inventadas a medias por una formidable complicidad entre artistas y espectadores”. Informes: Gustavo Hoyle