Historia Francisco Mayoral EL SARGENTO QUE ENGAÑO A FRANCIA declaró ser religioso franciscano y empezó a disfrutar de los privilegios que le concedía su nuevo estado: mejor prisión y asistencia de los vecinos piadosos. Desde entonces, las peripecias y las mentiras del supuesto fraile fueron aumentando como una bola de nieve. “El falso cardenal bendice al pueblo sostenido por el general y el sacerdote” E ntre la nómina de personajes célebres nacidos de la milicia española no faltan los conquistadores, los científicos, los literatos y también algún otro cuya fama no nace, precisamente, de sus virtudes. Entre estos últimos ocupa un lugar “de honor” uno de los más grandes impostores que recuerdan los anales, un sargento de caballería que durante cuatro años de cautiverio en Francia se hizo pasar por cardenal y engañó hasta la propia esposa de Napoleón después de vivir una historia rocambolesca. La increíble peripecia del sargento Mayoral comienza en el mes de julio de 1810 tras la derrota española en la batalla de Ciudad Rodrigo, un hito trágico en la Guerra de la Independencia cuyo testimonio aparece labrado en piedra en el Arco del Triunfo de París. Francisco Mayoral había nacido en Ávila en 1780, se casó y fijó su residencia en Salamanca aunque enviudó pronto, dejando un hijo al cuidado de su padre. Con el empleo de Sargento Primero de Caballería, encuadrado en la 6ª Cía, 3er. Bon. del Rgto. de Cuidad Rodrigo tomó parte en la batalla y sitio de aquella plaza donde fue capturado por el ejército imperial y deportado a Francia, junto con un enorme contingente de casi 4.000 españoles. Tal como él mismo relató, con bastante desparpajo: “Conducido a Francia no muy humanamente y con el maltrato que acostumbraban las tropas francesas me detuve enfermo en el hospital de Bayona donde permanecí cosa de un mes. Salí de allí para el depósito en compañía de unos soldados y de diez o doce frailes. Llamó mucho mi atención el ver que éstos recibían de toda clase de personas, camisas y dinero, al mismo tiempo que nada se distribuía al pobre “Juan soldado”. Juré a Dios, entonces en mi interior que si segunda vez caía prisionero, por fraile me denunciaría.” En efecto, tras un intento de evasión fue nuevamente detenido en la frontera española. En el interrogatorio MILITARES 105 Pág 40 JULIO 2015 Poco después de su captura, una monja de la ciudad de Cahors en la que permanecía recluido le preguntó: “¿En qué se ocupaba V. en el convento? – le dije que era organista y constructor de órganos, y en vista de eso manifestó quedar satisfecha, añadiendo que iban a hablar con el obispo para que se empeñase con el comandante de plaza a fin de que me permitiera quedar allí para encargarme de la recomposición del órgano y pudiese después ordenarme sacerdote en su lugar y caso. ¡Qué confusión fue la mía y en qué enredo me metí! A un pobre sargento le querían ordenar de misa sin saber una palabra de latín y darle el encargo de componer un órgano, cuando en su vida las había visto más gordas, no obstante decidí no volver atrás”. De aquel modo, permaneció en la catedral de Cahors cobrando un sueldo durante varios meses mientras desbarataba el órgano dejándolo inservible, hasta que el propio obispo, desesperado, le rogó que lo dejase como estaba. Ante el éxito, poco a poco fue ganando confianza y aumentando el tamaño de aquellas patrañas hasta el punto de declarar que su verdadera identidad no era la de un simple fraile sino que se trataba, nada menos, que del Cardenal de Toledo, Luis María de Borbón, primo de Carlos IV, con el que guardaba un notable parecido físico. Increíblemente el engaño le salió bien y en varias ciudades fue aclamado y agasajado. En Francia Historia Mayoral preso en la cárcel de la Inquisición quedaban numerosos católicos partidarios de la antigua monarquía para los que auxiliar a un cardenal de la familia Borbón suponía un verdadero honor. Con aquella falsa identidad se relacionó ¡durante cuatro años! con nobles, generales y obispos y de todos fue sacando dinero y regalos a cambio de promesas y bendiciones. Llegó incluso a escribirse con Fernando VII y con la misma esposa de Napoleón, que le respondió con una carta memorable: “Querido primo, a la distancia de seis leguas he recibido tu apreciable carta, que me ha causado mucho dolor viendo tu situación. Por ahora no puedo aliviar tu suerte pero ordeno al General que te dé los honores que te pertenecen. Luego de tu llegada a París procuraré aliviarte. Tu prima, María Luisa. Emperatriz de Francia”. Entre las peripecias que él mismo relató con la mayor desvergüenza, se encuentra un curioso episodio en el que le obsequiaron con unas vestiduras de cardenal. No hay duda de que Mayoral era un hombre de recursos: “No sabía cómo ponerme los vestidos ni por dónde empezar y me arrepentí de mi arrojo, pues iba a quedar mal en lo que al parecer debía p re s e n t a r m e n o s d i f i c u l t a d . Afortunadamente hice memoria de que en una antesala, aunque bastante oscura, existía un retrato o imagen de algún santo cardenal y por él saqué el orden de mis vestiduras. Héteos aquí a un pobre sargentillo hecho de repente un prelado de la Iglesia”. Parece increíble que la farsa de Mayoral se mantuviese durante tanto tiempo, siendo capaz de sortear las mil situaciones comprometidas en las que su propia mentira le enredaba a cada paso. Una de las más sonadas tuvo lugar en la ciudad de Sedán, en la que estuvo a punto de oficiar una misa solemne con motivo de la festividad del patrón: “Salimos atravesando por medio de un inmenso gentío que había acudido desde todos los pueblos situados a tres leguas en contorno, con música, gritería y repique de campanas. Me condujeron al altar mayor, donde hice oración por mucho más tiempo del regular a fin de MILITARES 105 Pág 41 JULIO 2015 discurrir lo que debiera hacer. Apurada era la situación del pobre Cardenal. Como la iglesia no era grande y estaba de otra parte sobrecargada de gente, me pareció que lo mejor era fingir una congoja, de cuya realidad no estaba muy distante por lo combatida que estaba mi imaginación y por lo poco que había comido el día anterior. Tomada esta determinación me dirigí a la sacristía y me dejé caer encima de unas tablas. Los circunstantes se disputaban el honor de socorrerme”. Después de su falso desmayo “para mejor representar el papel dije que quería salir a dar la bendición al pueblo. Tomé, en efecto, el sobrepelliz y la capa y agarrado de las manos del general y del cura me coloqué en el centro del altar mayor y di mi bendición, después de lo cual volví a la sacristía aparentando hallarme muy fatigado. Todas las personas que me rodeaban elogiaron como un acto de valor el simple hecho de haber andado media docena de pasos para bendecir al pueblo. Yo quedé todavía más satisfecho que ellos de esta memorable jornada; me parecía un sueño lo que estaba Historia pasando y a pesar de verlo no podía casi creer que nada se sospechase de mi farsa”. De aquel modo, dando “sablazos” no precisamente de los de caballería, fue descubierto finalmente y entregado a las autoridades españolas en 1814, al acabar la guerra. El verdadero cardenal de Borbón había formado parte de las Cortes de Cádiz de modo que los servicios secretos del Emperador no estuvieron muy finos si tardaron tanto tiempo en descubrir al impostor. Francisco Mayoral pasó de vivir en un palacio de Francia a una celda de la Inquisición en Barcelona, acusado de haber usurpado los sagrados ministerios. En el juicio que se celebró en 1818 intentó justificar su farsa sosteniendo que lejos de “hacer desprecio de la religión, no lo hacía sino para aliviar mi desgraciada suerte, para auxiliar a mis compatriotas y para vengarme, de esta manera, ya que no podía con las armas, de una nación que causaba la ruina de mi Patria”. Sin embargo, la excusa del patriotismo no le sirvió de nada ante los jueces del Santo Oficio, las declaraciones de los testigos que comparecieron en el proceso dejaron bien claro que su única pretensión fue vivir lo mejor posible, sin que se molestase demasiado en socorrer a los infelices deportados. Mayoral fue condenado y enviado al presidio de Ceuta, pero la suerte volvió a sonreírle dos años después cuando los liberales del Trienio abolieron la Inquisición en 1820 y quedó libre para volver a la península. Seguramente su intención fuera la de acudir a su tierra, donde quedaban su hijo y su padre, pero ya fuese por necesidad, ya por afición, no tardó en volver a las andadas. En aquel mismo año, cerca de su destino, se presentó en el convento de franciscanas de El Espinar (Segovia) fingiendo ser un carmelita llamado Fray Francisco del Santísimo, experto - cómo no- en la reparación de órganos, de modo que encontró alojamiento y manutención mientras gestionaba una falsa herencia en la localidad de Cebreros. Se cruzaron cartas con los supuestos herederos y se fijó una cita para el cobro del dinero. Pero las sospechas de un vecino dieron al traste con sus embustes, fue descubierto, detenido y encarcelando de nuevo en Ávila, probablemente por intento de estafa. En espera de juicio en octubre de 1820 se pierde la pista del famoso sargento. Las memorias de Francisco Mayoral fueron publicadas en 1836 con varias reediciones dentro y fuera de España, incluso llegó a formar El cardenal Luis María de Borbón parte de la colección Austral. Sin embargo, las peripecias que narraba eran tan “El falso y el verdadero cardenal increíbles que se consideraban pura Borbón”, del mismo autor. Sin duda, invención, una excelente novela Mayoral da para muchos libros y de picaresca en el siglo equivocado, pero haber nacido americano, estaríamos en modo alguno una autobiografía con cansados de verlo en las películas. el menor atisbo de veracidad. Para La narración original en su edición sorpresa de todos, la reciente aparide 1836, bajo el título de “Historia ción del expediente inquisitorial en el Archivo Diocesano de Barcelona verdadera del sargento Mayoral, demostró que aquella fabulosa natural de Salamanca” se encuentra historia era absolutamente cierta. Un disponible de forma libre en internet. equipo de historiadores coordinados Su lectura, salpicada de humor negro, por J. M. Martí i Bonet publicó en desvergonzada y trágica, es una 2005 una excelente monografía en la prueba irrefutable de que la realidad que se siguen, paso a paso, las andan- supera la ficción, sobre todo cuando z a s d e l í n c l i t o p e r s o n a j e “ L a un soldado español es el protagonista. Inquisición y el falso cardenal de Borbón, el español que burló al CARLOS P. ALCAIDE imperio napoleónico. Proceso de la Inquisición de Barcelona nº 570”. Por último, en abril de 2014 salió a la luz MILITARES 105 Pág 42 JULIO 2015