5-HISPANIA EN LOS CONFLICTOS DE LA REPÚBLICA TARDÍA II. POMPEYO Y CÉSAR 1. Planteamiento La solución por parte de Pompeyo al conflicto sertoriano en las Hispaniae le había convertido –hacia el 71 a. C.– en uno de los hombres más prestigiosos de Roma, un prestigio que acrecentó con su intervención contra los piratas cilicios y a favor de la aniquilación de la revuelta de esclavos liderada por Espartaco en su regreso a Roma. Hacia el 61 a. C., en que Pompeyo alcanzó el consulado era, junto con César –que había sido quaestor en la Vlterior en el 69 a. C., y que en ese mismo año sería praetor de dicha provincia– el hombre más poderoso de la escena política romana. El cierre del Senado en torno a la aristocracia –conforme a los planes de Sila– les impedía a ambos, sin embargo, tener el peso político que ambicionaban debiendo atraerse a una facción popularis del pueblo romano también controlada, entonces, por Craso. La situación abocaba, pues, al pacto entre César, Craso y Pompeyo para presionar frente al Senado, pacto que conocemos como “Primer Triunvirato” (59 a. C.) y en el que, pronto, las fricciones entre sus miembros –unidos más por un enemigo común (el Senado) que por intereses compartidos reales– provocarán un enfrentamiento entre sus dos hombres principales –César y Pompeyo– que, además, habían cimentado en provincias –y de modo particular en Hispania– parte de su prestigio político. 2. Esquema de contenidos básicos 1. 2. Hispania en la crisis de la República: elementos clave (II) a. El camino hacia la exaltación del priuatus en la política romana b. La progresiva militarización de la vida política: el papel del triumphus c. La “internacionalización” de la política senatorial: la función de las prouinciae y del imperium extraordinarium La situación de la política romana tras la solución del conflicto sertoriano a. Las facciones populares y optimates: los imperatores b. El control aristocrático del Senado c. La emergencia de nuevas personalidades políticas i. El papel del triumphus militar ii. La función de la política de clientelae 18 Las Hispanias entre el 71 y el 49 a. C.: César a. El legado de Pompeyo en Hispania b. César en Hispania: la Vlterior i. César, quaestor de la Vlterior (69 a. C.) ii. César, praetor de la Vlterior (61 a. C.) iii. Las campañas militares: lusitanos y galaicos iv. La política de prestigio y de clientelas: los Balbos de Gades 4. El “primer triunvirato” (59 a. C.-56 a. C.) a. César: su ascenso en la Galia b. Pompeyo: los legati en las Hispanias y África c. Craso: Siria d. El papel de la “conferencia de Lucca” (56 a. C.) 5. Conclusión: enseñanzas de las vísperas de la guerra civil y de la crisis republicana (71-49 a. C.) 3. 3. Síntesis Poca información dan las fuentes sobre los acontecimientos acaecidos en el solar hispano entre el 71 a. C. –momento de la salida de Hispania de Pompeyo, glorioso triunfador sobre el conflicto sertoriano y vencedor sobre hasta 900 pueblos como rezaba la inscripción de los Pompeii tropahea que había mandado instalar en los pasos Occidentales y Orientales del Pirineo– y el 49 a. C. –en que dará comienzo la guerra civil entre César y Pompeyo– aunque la que aportan tiene que ver especialmente con el ascenso de César –quaestor en la Vlterior en el 69 a. C., y, ocho años más tarde, gobernador de dicha provincia e imperator victorioso sobre los Lusitanos del Norte y sobre los galaicos en una campaña sin precedentes entre Olisipo (Lisboa) y Brigantium (A Coruña, CO)– y con el papel que Hispania seguía jugando para la forja de clientelae al modo como Pompeyo había hecho en la década anterior: concesión de privilegios de ciudadanía, atracción del denominado clan de los Hispanienses (colonos itálicos ya enraizados en el solar peninsular) y trato favorable y mesurado con los indígenas leales. Algunas noticias (como la del proceso de L. Valerio Flaco, en el 70 a. C.) revelan, además, que las dos Hispanias habían seguido siendo provincias apetecibles no sólo por las posibilidades de triumphus que acarreaban –el propio César las utilizaría al planificar a partir del 61 a. C. su campaña lusitana como escenario de preparación para el consulado que ambicionaba recibir en el 59 a. C.– sino por las que ofrecían en el marco de la consolidación de apoyos y lealtades personales de profundo calado político. La razón de ese silencio es clara: entre, al menos, el 71 y el 61 a. C., los acontecimientos políticos 19 primordiales que interesaron a las fuentes estaban vinculados a Roma o a las actividades militares y estratégicas que tanto César como Pompeyo –y en menor medida Craso– estaban llevando a cabo en diversos escenarios: Cilicia, Siria, Sicilia, la Galia, la propia Vrbs. El status quo dejado por Sila tras su golpe de Estado de década y media antes hacía que el Senado –que él había tratado de reforzar separando, además, la política provincial de la senatorial aunque, como se verá, sin demasiado éxito a la postre– estuviese profundamente controlado por una facción optimate de la nobilitas tradicional que recelaba del ascenso de hombres como Pompeyo o como César que, a la vez, encontraban que su “público objetivo” –el popularis integrado por campesinos empobrecidos, plebs urbana con ambiciones políticas, veteranos del ejército que encontraban dificultades para la vida civil– estaba más o menos aglutinado en torno de Craso, el tercer “hombre fuerte” del periodo. Fue seguramente esa situación la que hizo que Pompeyo –que había manejado como nadie sus sucesivos imperia extraordinaria, conferidos por el Senado para determinados encargos provinciales en virtud de la lex Cornelia de prouinciis ordinandis– se acercase a César para hacer un frente común contra el obstáculo que la nobleza tradicional senatorial ponía a su ascenso político. Sí es verdad que, si Pompeyo había alcanzado un notable prestigio militar en la década de los últimos años setenta y primeros sesenta, el turno ahora sería para César que, con su mandato en la Vlterior y, sobre todo, su triunfo sobre las Galias en una rápida y exitosa compaña, se convirtió en un imperator así aclamado, de hecho, por los ejércitos tanto en la Vlterior (tras su campaña en el Duero) como en la Galia. La situación de cosas que presentaba la política internacional forzaría a los tres hombres del momento (tres uiri=”triunvirato”) a la firma de un convenio de colaboración en el año 59 a. C. –y ratificado algo más tarde, en Lucca, en el año 56 a. C.– por el que cada uno de ellos se reservaba las áreas de influencia de su política provincial: Craso elegía Siria, Pompeyo Hispania y África (aunque decidiendo dirigirlas a través de legati permaneciendo él en Roma en una decisión tal vez equivocada) y César la Galia (aunque sin perder de vista la Vlterior donde su relación con clanes hispanos prestigiosos como el de los Balbos de Gades, que habían actuado como sus “banqueros” en la campaña militar en suelo lusitano de unos años antes, resultaría decisiva). Se trataba éste, en cualquier caso, como se dijo más arriba, de un equilibrio totalmente inestable más provocado por la existencia de un frente común contra el que luchar –el de la nobilitas tradicional senatorial– que por la comunidad de objetivos entre los tres integrantes del pacto. 20 El periodo comprendido, pues, entre la solución del conflicto sertoriano, en el 71 a. C., y el inicio de la guerra civil entre Pompeyo y César en el 49 a. C. está, pues, marcado, por el modo cómo ambos fueron edificando –a través de la explotación de los triumphi militares en provincias y de la política personal de atracción de clientelae– un prestigio personal que les convertía en los priuati más poderosos de la República y que anunciaba, en un primer paso, la solución a la que parecía estar destinada la constitución republicana: la de un gobierno extraordinario unipersonal bien bajo la forma de un dictator –como lo sería César más adelante, tras su victoria en la guerra civil– bien bajo la de un Princeps, que sería la “fórmula” presentada por Octaviano tras su victoria en Actium apenas quince años más tarde. 4. Bibliografía complementaria Al margen de la bibliografía citada respecto de la unidad anterior –en la que, especialmente, se hacía referencia al papel de Pompeyo– puede resultar válido –sobre el periodo objeto de estudio en estas páginas– el trabajo general de PINA, F.: “Hispania y su conquista en los avatares de la República Tardía”, en ANDREU, J., CABRERO, J., y RODÀ, I. (eds.): Hispaniae. Las provincias hispanas en el mundo romano, Institut Català d’Arqueologia Clàssica, Tarragona, 2009, pp. 223-237 (con abundante bibliografía) que, además, cuestiona el papel de las clientelas provinciales, sobre las que ha trabajado también AMELA, L.: Las clientelas de Cneo Pompeyo Magno en Hispania, Instrumenta, Barcelona, 2002. También son clásicos, sobre todo el periodo, los trabajos de LE GLAY, M.: Grandeza y decadencia de la República romana, Cátedra, Madrid, 2001 o de HOLLAND, T.: Rubicón. Auge y caída de la República romana, Planeta, Barcelona, 2004. Sobre los dos protagonistas del periodo, Pompeyo y César, pueden consultarse AMELA, L.: Cneo Pompeyo Magno, el defensor de la República romana, Signifer, Madrid, 2004 o Southern, P.: Pompey the Great, Tempus, Stroud, 2002 para el primero, y LE BOHEC, Y.: Cesar, jefe de guerra, De Rocher, París, 2004 o CANFORA, L.: Julio César, un dictador democrático, Ariel, Barcelona, 2000. Para la forja de clientelas provinciales –que tanto favoreció los intereses de ambos– resulta de referencia, como punto de partida, el trabajo de BADIAN, E.: Foreign Clientelae (264-70 BC), Clarendon Press, Oxford, 1984 y, para un caso hispano concreto, el de RODRÍGUEZ NEILA, J. F.: Los Balbos de Cádiz: dos españoles en la Roma de César y Augusto, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1973. El asunto del aprovechamiento de los triumphi militares en el ascenso de César y de Pompeyo y, en general, de los 21 gobernadores y generales de la República ha sido extraordinariamente bien estudiado por BASTIEN, J-L.: Le triomphe Romaní et son utilisation politique à Rome aux trois derniers siècles de la République, Ecole Français de Rome, Roma, 2007. 22